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¿cuándo resucitamos?
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Autor Mensaje
Sitibundo
Asiduo


Registrado: 25 Dic 2005
Mensajes: 345

MensajePublicado: Lun Ago 21, 2006 4:32 am    Asunto: Respuesta a Eduardo Vener
Tema: ¿cuándo resucitamos?
Responder citando

Querido Eduardo: Más que tratar de comentar o refutar el pensamiento parcial del cardenal Ratzinger me propongo fijar mi posición al respecto, para luego ver en que coincido y en qué no con el documento.
Primero quiero definir que son para mí alma y espíritu.

Espíritu

Definición: Ser inmaterial y dotado de razón.

Concepto: Es la realidad del hombre que lo asemeja a Dios. Es el regalo magnífico de la realidad divina que Dios le otorga al hombre. Es un misterio profundo que nos hace ser como Dios, sus hijos reales y herederos de su gloria y de su eternidad. Es distinto al alma, realidades diferentes.

La división entre espíritu y alma data desde los primeros pasos de cristianismo y Pablo es un decidido defensor de ella los textos (1 Tes 5, 23; 1 Cor 14, 14; 1 Cor 15, 44-45; Hebr 4, 2) lo aclaran determinantemente. Mucho tiempo después fue cuando la predicación oficial de la Iglesia Católica influida por la filosofía griega toma como sinónimos alma y espíritu lo cual no debe ser: Dios es Espíritu (Jn 4, 24) pero no es alma, ni nunca nadie se ha referido a Él como Alma Divina. El espíritu es la realidad proveniente directamente de Dios (Gen 2, 7); es distinta del alma (1 tes 5, 23) es la que lo hace imagen y semejanza de Dios (Gen 1, 26) (Jn 4, 24).
En primera de corintos 15, 45 leemos “Que por eso está escrito: El primer hombre Adán, fue hecho alma viviente. El último Adán (refiriéndose a Cristo) espíritu vivificante“. Donde se establece claramente la jerarquía entre ambos terminos
El espíritu pertenece a la realidad divina, a lo sin tiempo, por lo que no es afectado por éste. La persona humana gracias al espíritu es la misma independientemente de la edad; el paso del tiempo no modifica el yo personal. Ni la materia lo altera, la condición del cuerpo sano o enfermo, grande o chiquito, completo o no, tampoco modifica el yo personal.
Las circunstancias cualesquiera que sean no cambian al yo. Ej.: Es la misma persona un niño de dos años nacido en Noruega que ese individuo 80 años después en Venezuela. A este hombre le ha cambiado notoriamente su cuerpo pesaba 20 kgs y ahora pesa 90, medía 85 cms. y ahora mide 1.90, sus células se han muerto por generaciones, lo han operado extirpándole algunos órganos y sin embargo es la misma persona.
Su pensamiento y sus posiciones ideológicas también han sido modificadas muchas veces: Primero fue protestante, luego se hizo marxista y ateo, cambió más tarde a capitalista, con posterioridad se hizo católico, no obstante es la misma persona.
Sus circunstancias también han cambiado es otro el paisaje, el clima, el idioma, se ha casado tres veces y sigue siendo la misma persona.
Esto nos lleva a aceptar que la muerte tampoco podrá modificar el espíritu, ésta es la esperanza (Lc 23, 43). El espíritu posee una tremenda fuerza unificadora que lo hace uno con su alma, su cuerpo y sus circunstancias y lo conduce a ser uno con sus congéneres y con su creador (Jn 17, 23). El espíritu humano es semejante pero distinto al Espíritu de Dios la diferencia principal está en que es limitado. Jesucristo tuvo alma, cuerpo y circunstancias humanas (Magisterio de la Iglesia) que lo hicieron un hombre auténtico pero retuvo el Espíritu ilimitado de Dios (Jn 3, 34). El espíritu humano puede unirse al Espíritu de Dios (Rom 8, 16) y ser uno con Él (Jn 17, 20-26).

Alma

Definición: Substancia inmaterial, capaz de entender, querer y sentir que informa al cuerpo humano y caracteriza al hombre.

Concepto: Es la realidad psicológica por la cual el hombre se relaciona con su medio conociéndolo, entendiéndolo, sintiéndolo, experimentándolo, moviéndose y gobernándose en él de manera distinta a las demás criaturas.
Así como a través de los sentidos corporales el cuerpo se relaciona con su circunstancia y por medio del sistema nervioso el alma se relaciona con su cuerpo, es por conducto y con el ejercicio de las virtudes teologales como el espíritu y el alma se relacionan.

: El alma cuenta con tres grandes potencias para acordar con el espíritu:
a) La inteligencia cuya actividad analítica tiene por finalidad principal el entender, de manera certera, el propio ser y las circunstancias que lo rodean.
b) La voluntad cuya finalidad consiste en realizar aquello que se ha propuesto la inteligencia.
c) La emoción que juzga, con el patrón de la belleza, sucesos, acciones y cosas de manera sintética e inmediata.

En el pensamiento cristiano más antiguo alma equivalía a vida, (Mc 8, 36) a vida individual y particular, a la vida de cada quien. Es el principio vital de la realidad humana, ya que la vitalidad del espíritu corresponde a otra realidad. Para san Pablo, Cristo es la cabeza del Cuerpo Místico y en algún lugar lo llama el alma, mientras que el Espíritu de este Cuerpo inalteradamente es el Espíritu Santo. Es más tarde, cuando el cristianismo resiente la muy importante y poderosa influencia del pensamiento griego, especialmente el platónico, que el concepto alma se magnifica y confunde con el concepto de espíritu.

Si en el espíritu radica la soberanía del ser, en el alma radica su gobierno. De allí parten los pensamientos que quieren alcanzar lo verdadero y manda a la voluntad a ejecutar las acciones necesarias para lograrlo con eficacia y que se juzgan a través de la síntesis emocional en la percepción de lo bello. La inteligencia analítica y la emoción sintética se complementan admirablemente y en ciertos casos de forma asombrosa con la aparición de la intuición.

Dejando así establecido que es para mí una cosa y que es otra podemos proseguir con la Resurrección.

La Resurrección de Nuestro Señor Jesucristo es un hecho real y perfectamente comprobable históricamente y es el único caso de resurrección con el que contamos y por lo tanto es mi fuente principal.

Jesús en la cruz pronunció estas palabras “Padre en tus manos encomiendo mi espíritu; y diciendo esto, expiró. (Lc 23, 46)

Algo me queda muy claro que Jesús estaba cierto de su muerte y al momento final sabe que se quedará sin su espíritu y su espíritu sin Él.
Aquí sin duda hay una ruptura, el espíritu de Jesucristo irá al Padre mientras su cuerpo, su alma, y todo lo que en Él había de humano, esto es de creado, lo acompañarán al Seol o mejor dicho a los infiernos, esto es a la muerte, a la soledad extrema, a la negrura total, muerto de toda mortandad, muerto sin un ápice de vida.
Después de tres días resucita, resucita en la tierra, resucita de entre los muertos y se queda un tiempo aquí.
En Juan 20, 16 y 17 leemos:
“Díjole Jesús : ¡María! Ella volviéndose le dijo en hebreo: Rabboni, que quiere decir Maestro. Jesús le dijo: No me toques porque aún no he subido al Padre, pero ve a mis hermanos y diles: Subo a mi Padre y a vuestro Padre, a mi Dios y a vuestro Dios".

Creo entender donde está la clave del angustioso dilema que ve y siente el Cardenal Ratzinger.
Cristo no se divide en la muerte porque como Dios no puede dejar de estar en la Trinidad. La parte más importante de su ser, su espíritu estuvo con Dios y su parte humana que bien pudo no resucitar, la aflicción profunda, dolorosa y cierta de Getsemaní continuada en su agonía en la cruz, nos hablan claramente de esta posibilidad, se logra por lo inmenso del amor entrambos.
Es primicia y garantía de Nuestra resurrección.
Ahora vayamos al hombre común.
Leyendo a Beatriz quise saber por qué su convicción de que nosotros seremos recibidos por Nuestro Señor Jesucristo al momento de nuestra muerte y el resto es cosa de esperar sin tiempo al momento del Juicio final.
Para mí era muy difícil de aceptar lo del alma que vuela al cielo muy risueña mientras su cuerpo material se pudre, y de acuerdo con el pensamiento del Cardenal Ratzinger, esto no es posible porque el ser humano es una unidad creada en unidad.
Pero dejando a un lado la inmortalidad del alma, que seguramente correrá idéntica suerte que su cuerpo, el espíritu humano muy bien puede ser recibido por Nuestro Señor en forma análoga que su propio espíritu fue admitido por su Padre.
De momento es lo que yo puedo decir al respecto, sin embargo me gustaría leer posiciones y comentarios, el tema es rico profundo y misterioso pero sobre todo capital para católicos y cristianos.
Saludos y bendiciones.
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Abraham Diaz
Constante


Registrado: 05 Ene 2006
Mensajes: 842

MensajePublicado: Lun Ago 21, 2006 5:39 am    Asunto:
Tema: ¿cuándo resucitamos?
Responder citando

Lo q tenia entendido sobre este tema es q antes de la resurreccion del Señor, existia el seno de Abraham pues hasta ese momento las puertas del Cielo estaban cerradas. Era el lugar donde estaban los justos q al no ser redimidos estaban esperando al Señor.
El Señor baja a los infiernos q nombrado en plural se referia al seno de Abraham.
El infierno de los condenados existia y no tiene nada q ver con los infiernos q se refiere al seno de Abraham.
El Señor entonces los libera de manera q los justos pasan al Cielo.
El libro de los macabeos (antiguo testamento) es usado como fuente para el purgatorio.
Este es un sitio temporal de purificacion.
Lo q no se es si el purgatorio existia paralelamente con el seno de Abraham de modo q servia de purificacion antes de entrar en el ya q lo q si se sabe es q los q estaban en el pasaron al Cielo. Posiblemente si.
Saludos
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Beatriz
Veterano


Registrado: 01 Oct 2005
Mensajes: 6434

MensajePublicado: Lun Ago 21, 2006 6:04 am    Asunto:
Tema: ¿cuándo resucitamos?
Responder citando

Este es el texto completo del ex-Cardenal Ratzinger que publicó Eduardo.

(Eduardo, no entiendo por qué no publicas los textos completos)

La resurrección de la carne.

a).- Contenido de la esperanza neotestamentaria en la resurrección 5.

El artículo de la resurrección de la carne supone para nosotros un auténtico dilema. Hemos redescubierto la indivisibilidad del hombre; con nueva intensidad vivimos nuestra corporeidad y la experimentamos como camino imprescindible para realizar el único ser del hombre. Por eso podemos comprender muy bien el mensaje bíblico que no promete la inmortalidad al alma separada del cuerpo, sino a todo el hombre. A raíz de tales observaciones, la teología evangélica se ha levantado en nuestros días en contra de la doctrina griega de la inmortalidad del alma, que sin razón se consideraba como idea cristiana. Ahí se nos presenta en verdad un doble dualismo no cristiano; la fe cristiana no hablaría sino de la resurrección de los muertos por el poder de Dios. Pero en seguida nos preguntamos: ¿si la doctrina griega de la inmortalidad es problemática, no sería mucho más irrealizable la bíblica? Es muy bonito eso de la unidad del hombre, pero ¿quién puede imaginarse la resurrección del cuerpo según la idea moderna del hombre? La resurrección incluiría, al menos así lo parece, un cielo nuevo y una tierra nueva, unos cuerpos inmortales que no tienen que alimentarse, es decir, un distinto estado de la materia. ¿Pero no es esto totalmente absurdo? ¿no contradice plenamente nuestra idea de la materia y su modo de comportarse? ¿no es, por tanto, una desesperación mitológica?

Creo que no podemos llegar a una respuesta satisfactoria si no estudiamos atentamente la finalidad de las expresiones bíblicas, y si después no las comparamos con las concepciones griegas. Cuando se unieron lo bíblico y lo griego, se condicionaron mutuamente; uno ocultó las verdaderas intenciones del otro en una visión sintética nueva, que hemos de deshacer primero para volver al principio.

La esperanza en la resurrección de los muertos presenta ante todo la forma fundamental de la esperanza bíblica en la inmortalidad; en el Nuevo Testamento no aparece como idea que continúa la precedente e independiente inmortalidad del alma, sino como expresión esencial y fundamental sobre el destino humano. Pronto surgieron en el judaísmo tardío puntos de partida para una doctrina de la inmortalidad de tipo griego. Este es uno de los principales motivos por el que se comprendió en el mundo griego-romano todo el alcance de la resurrección. Se pensó más bien que la concepción griega de la inmortalidad del alma y el mensaje bíblico de la resurrección de los muertos se completaban mutuamente para dar solución al problema del destino humano; sólo había que añadir una cosa a otra; eso bastaba. A las ideas griegas sobre la inmortalidad del alma añadía la Biblia la revelación de que el último día los cuerpos resucitarían para participar por siempre en el destino del alma: condenación o bienaventuranza.

Creo que en un principio no de trataba propiamente de dos concepciones complementarias; más bien nos encontramos frente a dos representaciones diversas que no pueden sumarse fácilmente. La imagen del hombre, de Dios y del futuro es diversa en cada una de ellas; por eso, en el fondo, cada una de ellas sólo puede considerarse como intentos de dar una respuesta total al problema del destino humano. Según la concepción griega, el hombre consta de dos sustancias diversas; una de ellas, el cuerpo, se descompone, pero la otra, el alma, es por sí misma imperecedera y, en consecuencia, puede subsistir en sí misma independientemente de la otra; es más, sólo cuando el alma se separa del cuerpo, esencia extraña a ella, se realiza el alma en todo lo que es. Por el contrario, el pensamiento bíblico presupone la unidad indivisible del hombre; la Escritura no conoce, por ejemplo, palabra alguna para designar el cuerpo separado y distinto del alma; la palabra .alma. significa en la mayoría de los casos todo el hombre existente, viviente. Los textos restantes, que nos ofrecen una concepción diversa, fluctúan en cierto modo entre la concepción griega y la bíblica, pero no excluyen esta última.

La resurrección de los muertos, no de los cuerpos, de que habla la Escritura, se refiere según eso a la salvación del hombre íntegro, no al destino de una parte del hombre, si cabe, secundaria. Esto indica claramente que la médula de la fe en la resurrección no consiste en la idea de la restitución de los cuerpos, a lo que nosotros la hemos reducido; todo esto es válido, aunque la Biblia haya cambiado la representación. ¿Cuál es, pues, el auténtico contenido? ¿Qué es lo que la Biblia anuncia al hombre como esperanza suya cuando habla de la resurrección de los muertos? A mi juicio, como mejor podemos comprender esta particularidad es en la contraposición con la concepción dualística de la filosofía antigua:

1.- La idea de inmortalidad expresada en la Biblia con la palabra resurrección, indica la inmortalidad de la .persona., del hombre. Mientras que para los griegos la típica esencia del hombre es un producto que en cuanto tal no subsiste, sino que el cuerpo y el alma siguen caminos diferentes según su índole diversa, para la fe bíblica la esencia hombre permanece como tal, aunque cambia.

2.- Se trata de una inmortalidad .dialógica. (resurrección). Es decir, la inmortalidad no nace simplemente de la evidencia de no-poder-morir, sino del acto salvador del que ama y que tiene poder para realizarlo. El hombre no puede, pues, perecer totalmente, porque ha sido conocido y amado por Dios. El amor pide eternidad, el amor de Dios no sólo la pide, sino que la da y lo es; de hecho, la idea bíblica de la resurrección nació de este motivo dialógico: el que ora sabe en la fe que de Dios restablecerá el derecho (Job 19,25 s.; Sal 73,23 s.); la fe sabe que quienes han padecido por causa de Dios participarán en la recompensa prometida (2 Mac 7,9s). La inmortalidad bíblica tiene que ser resurrección porque no nace del propio poder de no morir, sino de la relación establecida en el diálogo con el creador. La resurrección de los muertos tiene que ser resurrección del hombre porque el creador no se refiere sólo al alma, sino al hombre que se realiza dentro de la corporeidad de la historia y a quien Dios concede la inmortalidad.

Notemos que en la fórmula del Símbolo, .resurrección de la carne., la palabra carne significa el mundo de los hombres (en el sentido que tiene, por ejemplo, la expresión bíblica .toda carne contemplará la salvación de Dios.); tampoco aquí indica la palabra la corporeidad aislada y separada del alma.

3.- La resurrección en el .último día., al final de la historia y en presencia de todos los hombres, muestra el carácter co-humano de la inmortalidad relacionada con toda la humanidad de la que, para la que y con la que el individuo vivió y después será feliz o desdichado. Esta concepción nace espontáneamente del carácter humano de la inmortalidad bíblica. El cuerpo y la historia son siempre exteriores al alma, concebida según los griegos; el alma puede continuar existiendo independientemente de ellos y no necesita ninguna otra esencia; en cambio para el hombre concebido como unidad, la co-humanidad es constitutiva. Si él tiene que sobrevivir, no puede excluirse esta dimensión; por eso, partiendo de la Biblia, queda resuelto el problema tan agitado de si después de la muerte puede haber una comunidad de hombres. Fundamentalmente el problema se expresa en esta frase, superando el elemento griego: quien cree en la .comunidad de los santos., supera a la postre la idea del anima separata de la que habla la teología de la culpa.

El pleno contorno de estas ideas sólo es posible en la concreción neotestamentaria de la esperanza bíblica. El Antiguo Testamento deja todavía pendiente el problema del futuro humano. sólo Cristo, el hombre que es .uno con el Padre., por quien el ser humano ha entrado en la eternidad de Dios, se abre definitivamente el futuro del hombre; por eso en él está presente el problema de qué seremos nosotros, hombres. Pero es al mismo tiempo interpelación de Dios a nosotros, .palabra de Dios.. El diálogo entre Dios y el hombre que desde el principio de la historia gira en torno a esto, entra con él en un nuevo estadio: en él la palabra de Dios se hace .carne., entra realmente en nuestra existencia. si, pues, el diálogo de Dios con el hombre significa vida, si es verdad que el que toma parte en el diálogo con Dios mediante la interpelación de quien vive eternamente, tiene vida, Cristo, en cuanto palabra de Dios a nosotros, es la .resurrección y la vida. (Jn 11,25). Esto significa también que quien entra en el ser-conocido y amado por Dios, lo cual es inmortalidad: .Quien cree en el Hijo, tiene vida eterna. (Jn 3,15s.; 3,36; 5,24).

Así hay que comprender el mundo conceptual del cuarto evangelio, que al narrar la historia de la resurrección de Lázaro nos dice que la resurrección no es un acontecimiento lejano que tendrá lugar al fin del mundo, sino que se realiza ahora mediante la fe. Quien cree, dialoga con Dios que es vida y supera la muerte. Así coinciden la línea .dialógica., inmediatamente relacionada con Dios, y la línea co-humana de la idea bíblica de inmortalidad. En Cristo, hombre, nos encontramos con Dios; en él nos encontramos también con la comunidad de hombres; el ingreso en esta comunidad es un camino que lleva a Dios y a los demás. En Cristo la orientación hacia Dios es también orientación hacia la comunidad humana; así, la integración en la comunidad humana es acercarse a Dios que no está separado de Cristo, de la historia o de su tarea co-humana.

Así se explica el .estado intermedio. entre la muerte y la resurrección del que tanto se trató en tiempo de los Padres y de Lutero. El estar-con-Cristo, abierto a la fe, es el comienzo de la vida, de la resurrección y de la superación de la muerte (Flp 1,23; 2 Cor 5,8; 1 Tes 5,10). El diálogo de la fe es ya vida que no puede quedar destruida por la muerte. El sueño de la muerte, defendido por los teólogos luteranos y recientemente apuntado en el catecismo holandés, no puede fundarse ni justificarse por el Nuevo Testamento porque en el Nuevo Testamento aparezca la palabra .dormir.: Su hilo espiritual se opone completamente a tal explicación, prácticamente incomprensible también para el judaísmo tardío que se planteaba el problema de la vida después de la muerte.



b).- La inmortalidad esencial del hombre.

Lo dicho anteriormente ha puesto de manifiesto en cierto modo de qué habla propiamente la predicación de la resurrección bíblica. Su contenido esencial no es la representación de una restitución de los cuerpos a las almas después de un largo período intermedio. Su sentido es más bien decir al hombre que él mismo sobrevivirá, no por poder propio, sino porque Dios lo ha conocido y amado. Mediante la resurrección y frente a la concepción dualista de la inmortalidad, expresada en el esquema griego cuerpo-alma, la forma bíblica de inmortalidad ofrece una concepción completamente humana y dialógica de la inmortalidad: La persona, lo esencial al hombre, permanece; lo que ha madurado en la existencia terrena de la espiritualidad corporal y de la corporeidad espiritual, permanece de modo distinto; permanece porque vive en el recuerdo de Dios; porque el hombre es quien vive, y no el alma separada. El elemento co-humano pertenece al futuro, por eso el futuro de cada uno de los hombres se realizará plenamente cuando llegue a término el futuro de la humanidad.

Surge ahora una serie de preguntas; la primera suena así: ¿No convertimos de esta forma la inmortalidad en pura gracia, a pesar de que pertenece en verdad a la esencia del hombre en cuanto hombre? En otros términos, ¿no llegamos así a una inmortalidad para los justos y, consiguientemente, a una división del destino humano, cosa que es inaceptable? Hablando en términos teológicos, ¿no se cambia la inmortalidad natural de la esencia hombre con el don sobrenatural de la vida eterna que hace feliz al hombre? ¿no deberíamos contentarnos, por amor a la humanidad de la fe, con la inmortalidad natural, ya que una supervivencia puramente cristológica caería necesariamente en lo milagroso y mitológico?

A esta última pregunta sólo puede darse una respuesta afirmativa. Pero esto no supone contradicción alguna con nuestro punto de partida. De él podemos afirmar claramente que la inmortalidad que hemos llamado .resurrección. por razón de su carácter .dialógico., pertenece al hombre en cuanto hombre, a todo hombre, y no es algo .sobrenatural. añadido secundariamente. Pero todavía hemos de preguntarnos, ¿qué es lo que hace al hombre propiamente hombre? ¿qué es lo que en último término lo diferencia? Lo que diferencia al hombre, considerado desde arriba, es el ser interpelado y llamado por Dios, el ser interlocutor de Dios. Visto desde abajo, consiste en que el hombre es el ser que puede pensar en Dios, el ser abierto a la trascendencia. El problema no es si él piensa realmente en Dios, si se abre realmente, sino si es capaz en sí mismo de todo eso, aun cuando quizá nunca pueda realizar esa capacidad por cualquier motivo.

Alguien podría decirnos: ¿no es mucho más fácil considerar el alma espiritual e inmortal como lo peculiar del hombre? La pregunta es justa, pero veamos su significado concreto. Ambas concepciones no se contradicen, sino que de modo diverso expresan lo mismo: Tener un alma espiritual significa ser querido, conocido y amado especialmente por Dios; tener un alma espiritual es ser llamado por Dios a un diálogo eterno, ser capaz de conocer a Dios y de responderle. Lo que en un lenguaje sustancialista llamamos .tner alma., lo podemos expresar con palabras más históricas y actuales diciendo .ser interlocutor de Dios.. Esto no es afirmar que la terminología del alma es falsa, como ocasionalmente afirma un biblicismo unilateral y acrítico; es en cierto modo necesario para expresar el todo de lo que se trata. Pero necesita, por otra parte, ser completado si no queremos caer en una concepción dualista que no hace justicia a la intuición dialógica y personal de la Biblia.

Cuando afirmamos que la inmortalidad del hombre se funda en su relación con Dios cuyo amor crea la eternidad, no pretendemos una suerte especial a lo justos, sino que expresamos la esencial inmortalidad del hombre en cuanto hombre. Según nuestras últimas reflexiones es posible desarrollar esta idea desde el esquema cuerpo-alma; el significado de éste estriba quizá en que revela ese carácter esencial de la inmortalidad humana; pero siempre ha de referirse a la perspectiva bíblica y ha de ser corregido por ésta, para permanecer fiel a la intuición inaugurada por la fe en el futuro del hombre. Por lo demás, es evidente que a la postre no se puede distinguir puramente entre lo .natural. y lo .sobrenatural.. El diálogo fundamental que en todo lugar constituye al hombre como hombre salta al diálogo de la gracia, a Jesucristo; no puede ser de otro modo si Cristo es realmente el .segundo Adán., la auténtica realización de ese anhelo infinito que brota del primer Adán, del hombre en general.



c).- El problema de la resurrección del cuerpo.

Todavía no hemos llegado al término de nuestras reflexiones. ¿Se da propiamente la resurrección del cuerpo, o todo se limita a la inmortalidad de la persona? Este es el problema que todavía hemos de resolver. No es un problema nuevo, se lo plantearon ya a San Pablo, como nos indica el capítulo 15 de la primera carta a los coríntios. El apóstol intenta dar una respuesta a lo que puede suceder más allá de los límites de nuestra concepción y de nuestro mundo accesible. Muchas de las imágenes que emplea Pablo son extrañas para nosotros, pero su respuesta global es lo más grande, lo más artístico y lo más convincente que se puede afirmar sobre esto.

Comencemos por el versículo 50, que parece ser la clave de todo: Pero yo os digo, hermanos, que la carne y la sangre no pueden poseer el reino de Dios, ni la corrupción heredará la incorrupción.

A mi entender, este versículo ocupa en nuestro texto un lugar semejante al del versículo 63 en el capítulo 6 del cuarto evangelio. Esto acerca dos textos diversos más de lo que puede pensarse a primera vista. Después de afirmar con claridad la presencia real de la carne y de la sangre de Jesús en la eucaristía, Juan nos dice: El espíritu es el que vivifica, la carne no sirve para nada.

Tanto el texto paulino como el joánico quieren desarrollar el dualismo de la carne. Juan habla del realismo de los sacramentos, es decir, del realismo de la resurrección de Jesús y de su .carne. provechosa para nosotros. En Pablo, en cambio, se trata del realismo de la resurrección de la carne, de la resurrección de los cristianos y de la salvación que ahí se realiza para nosotros. Pero en ambos casos hay un fuerte contrapunto que opone el realismo puramente intramundo, cuasi-físico, al realismo cristiano como realismo de más allá de la física, como realismo del Espíritu Santo.

Nuestro idioma no puede traducir toda la riqueza del griego bíblico. La palabra griega soma significa algo así como cuerpo, pero también puede significar individuo. Este soma puede ser sarx, es decir, cuerpo de manera histórico-terrena y químico-física, pero también pneuma, es decir .espíritu., según los léxicos. Esto quiere decir que el individuo que ahora se presenta en su cuerpo comprensible físicaquímicamente, puede reaparecer definitivamente a modo de realidad transfísica.

En la terminología de Pablo no se oponen .cuerpo.y .espíritu., sino .cuerpo carnal. y .cuerpo espiritual.. No vamos a estudiar aquí los innumerables problemas históricos y filosóficos que esto lleva consigo, bastemos afirmar que tanto para Juan (6,63) como para Pablo (1 Cor 15,50) la .resurrección de la carne. es la .resurrección de las personas. (Leiber), no de los cuerpos (Körper). Según el pensamiento moderno, el modelo paulino es mucho menos ingenuo que la tardía erudición teológica con sus sutiles ideas sobre el problema de si son posibles los cuerpos eternos. En pocas palabras, Pablo no enseña la resurrección de los cuerpos, sino de las personas; esto no se realiza en el retorno del .cuerpo carnal., es decir, del sujeto biológico, cosa según él imposible (la corrupción no heredará incorrupción), sino en la diversidad de la vida de la resurrección, cuyo modelo es el Señor resucitado.

¿Pero es que la resurrección no guarda relación alguna con la materia? ¿No tendrá el .ultimo día. relación con la vida que nace de la llamada de Dios? A esta última pregunta ya hemos dado una primera respuesta cuando hemos hablado del retorno de Cristo. Si el cosmos es historia y si la materia es un momento en la historia del espíritu, no puede darse una eterna y neutral yuxtaposición de materia y espíritu, sino una .complejidad. última en la que el mundo encuentre su omega y su unidad. Existe también una última unión entre la materia y el espíritu en la que se realiza el destino del hombre y del mundo, aun cuando nosotros no podamos definirla con más precisión. Hay también un .último día. en el que se lleva a perfección el destino de los individuos, porque se realiza entonces el destino de la humanidad.

La meta del cristiano no es la bienaventuranza privada, sino el todo. El cristiano cree en Cristo, por eso cree también en el futuro del mundo, no sólo en su propio futuro. Sabe que ese futuro es más de lo que él puede hacer. Sabe que existe una inteligencia que él no puede destruir; pero, ¿se cruzará por eso de brazos? Sabe, por el contrario, que existe una inteligencia; por eso se entrega alegre y resueltamente a realizar la obra de la historia, aun cuando tenga la impresión de que su trabajo es sólo la labor de Sísifo, y que la piedra del destino humano será empujada hacia la cima a lo largo de las generaciones para escurrirse un día y frustar los esfuerzos humanos. El creyente sabe que camina hacia .adelante., que no se mueve en círculos. Sabe que la historia no es como la tela que Penélope tejía para destejer después. Quizá moleste al cristiano la pesadilla del miedo ante la inutilidad; esa pesadilla creó en el mundo precristiano los cuadros angustiosos de la nulidad de la obra humana, pero en el sueño resuena la voz de la realidad, salvadora y transformadora: .Animo, yo he vencido al mundo. (Jn 16,33).

El nuevo mundo descrito al final de la Biblia bajo la imagen de la Jerusalén celestial no es una utopía, sino la certeza que nos sale al paso en la fe. El mundo ha sido redimido, esa es la certeza que mantiene a los cristianos y les anima, también hoy, a serlo.
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Beatriz
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Mensajes: 6434

MensajePublicado: Lun Ago 21, 2006 6:41 am    Asunto:
Tema: ¿cuándo resucitamos?
Responder citando

Cita:
Para mí era muy difícil de aceptar lo del alma que vuela al cielo muy risueña mientras su cuerpo material se pudre, y de acuerdo con el pensamiento del Cardenal Ratzinger, esto no es posible porque el ser humano es una unidad creada en unidad.


Estimado Sitibundo

Entonces, cuál sería el fin del hombre? ¿el alma y el cuerpo enterrados bajo tierra esperando la resurrección? ¿y dónde dejamos el juicio particular? ¿el purgatorio?

En el texto que copió Eduardo, Ratzinger dice:

Cita:
b).- La inmortalidad esencial del hombre.

Lo dicho anteriormente ha puesto de manifiesto en cierto modo de qué habla propiamente la predicación de la resurrección bíblica. Su contenido esencial no es la representación de una restitución de los cuerpos a las almas después de un largo período intermedio. Su sentido es más bien decir al hombre que él mismo sobrevivirá, no por poder propio, sino porque Dios lo ha conocido y amado.



Saludos
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gunita-xaxa
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Registrado: 30 Ene 2006
Mensajes: 270

MensajePublicado: Lun Ago 21, 2006 7:30 am    Asunto:
Tema: ¿cuándo resucitamos?
Responder citando

Abraham Diaz escribió:
Lo q tenia entendido sobre este tema es q antes de la resurreccion del Señor, existia el seno de Abraham pues hasta ese momento las puertas del Cielo estaban cerradas. Era el lugar donde estaban los justos q al no ser redimidos estaban esperando al Señor.
El Señor baja a los infiernos q nombrado en plural se referia al seno de Abraham.
El infierno de los condenados existia y no tiene nada q ver con los infiernos q se refiere al seno de Abraham.
El Señor entonces los libera de manera q los justos pasan al Cielo.
El libro de los macabeos (antiguo testamento) es usado como fuente para el purgatorio.
Este es un sitio temporal de purificacion.
Lo q no se es si el purgatorio existia paralelamente con el seno de Abraham de modo q servia de purificacion antes de entrar en el ya q lo q si se sabe es q los q estaban en el pasaron al Cielo. Posiblemente si.
Saludos


Si Jesús cargó con nuestros pecados, y realmente fué así, no fué una forma de hablar, sino que se hizo verdaderamente 'maldito' pues estaba llevando nuestros pecados,......¿por qué no pudo bajar a los infiernos realmente? En algún sitio he leído que fue mucho más su sufrimiento espiritual de verse separado de Dios, que su sufrimiento físico. Jesús sufrió el resultado espiritual del pecador, bajó al iinfierno que se sufre cuando nos apartamos de Dios. Lo que pasó es que donde nosotros caemos en la desesperación más absoluta, Jesús siguió confiando en Dios, no murmuró contra Dios, no se quejó....ahí manifestó su fe como Abraham, creyendo en la bondad de Dios con todo en su contra,.....
No sé si habría que hablar de un 'infierno' que es cuando nos apartamos de Dios y otro 'infierno' que sería el definitivo. Jesús creo que bajó al primer infierno, donde todos estaríamos en justicia, pero de donde nos ha sacado si nos agarramos a El; el infierno definitivo sería para los que no han querido creer en Jesús....
El seno de Abraham sería el primer infierno, donde estaban esperando todos los que habían muerto antes de Jesucristo, pero que ya en su corazón le habían aceptado, por tanto fueron redimidos y sacados de ese infierno. Sería como un purgatorio. Los que no iban a creer en la salvación y se endurecieron, son los que fueron al infierno definitivo.
Es que yo veo que merezco el infierno, y he vivido en él, por eso me consuela saber que baje todo lo que baje (espero que ya no), allí voy a encontrar a Jesús. Es emocionante ver como Jesús te sigue allí donde estés, hasta el mismo 'infierno', para cargarte sobre sus hombros, como la oveja perdida, y llevarte de nuevo a la vida, no hay mayor alegría. Luego habrá que lavar y desinfectar a esa oveja descarriada (purificación) antes de volverla al redil.
He vuelto a leer lo que has puesto y creo que estamos de acuerdo en el fondo ¿no?
Very Happy
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Eduardo Vener
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MensajePublicado: Lun Ago 21, 2006 2:23 pm    Asunto: ¿Cuándpo resucitamos?
Tema: ¿cuándo resucitamos?
Responder citando

Hola Beatriz. Tú me dices

(Eduardo, no entiendo por qué no publicas los textos completos)

Sencillamente por que algunas veces nos han pedido en los foros que evitemos los textos demasiado extensos pues dificulta la lectura y la participación.

Pienso que citando ciertos puntos sobresalientes, esto puede captar tu atención y provocarte a leer todo el material a fin de entenderlo..o intentarlo al menos, que es lo que me pasó a mi con el texto de Ratzinger, que me llevó a Humanitas 30 y otros documentos sobre un tema que jamás hubiera investigado en profundidad...y me hubiera perdido mucho.

Nos seguimos "viendo".
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Sitibundo
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MensajePublicado: Lun Ago 21, 2006 3:16 pm    Asunto:
Tema: ¿cuándo resucitamos?
Responder citando

Yo mi querida Beatriz creo en la resurrección integral del hombre , en la resurrección de la carne tal como reza el credo.
No me basta la inmortalidad de la persona humana, no es este el ejemplo dado por Jesucristo y su resurrección.
Creo que nuestro Señor Jesucristo fue crucificado muerto y sepultado, descendió a los infiernos, resucitó de entre los muertos y está sentado a la diestra de Dios Padre todo poderoso y desde allí ha de venir a juzgar a los vivos y a los muertos.
Sobre el Juicio Particular me parece que es integral es un juicio al cuerpo y al alma. esto es a la persona.
Lo mismo sobre el purgatorio o ¿Tú crees que lo único que necesita purificación es el alma?
Yo más bien creo con san Pablo que todo nuestro ser tiene que revestirse de incorruptibilidad, pues lo corrupto no puede heredar lo incorruptible.
Lo que no puedo aceptar, por ahora, es un ser humano dividido y separado, no puedo admitir la división de un ser creado en la unidad y para la unidad, no sólo de sí mismo, sino de la unidad de y en el Cuerpo Místico de Cristo.

Saludos y bendiciones.
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Beatriz
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MensajePublicado: Lun Ago 21, 2006 3:24 pm    Asunto: Re: Respuesta a Eduardo Vener
Tema: ¿cuándo resucitamos?
Responder citando

Sitibundo escribió:

Leyendo a Beatriz quise saber por qué su convicción de que nosotros seremos recibidos por Nuestro Señor Jesucristo al momento de nuestra muerte y el resto es cosa de esperar sin tiempo al momento del Juicio final.
.




Benedicto XII

inmediatamente después de su muerte o de la dicha purgación los que necesitaren de ella, aun antes de la reasunción de sus cuerpos y del juicio universal, después de la ascensión del Salvador Señor nuestro Jesucristo al cielo, estuvieron, están y estarán, en el cielo, en el reino de los cielos y paraíso celeste con Cristo…, vieron y ven la divina esencia con visión intuitiva y también cara a cara…Definimos además que…las almas de los que salen del mundo con pecado mortal actual, inmediatamente después de su muerte bajan al infierno, donde son atormentados con penas infernales” (D 530-531)
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Beatriz
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MensajePublicado: Lun Ago 21, 2006 3:27 pm    Asunto:
Tema: ¿cuándo resucitamos?
Responder citando

Sitibundo escribió:
Yo mi querida Beatriz creo en la resurrección integral del hombre , en la resurrección de la carne tal como reza el credo.
No me basta la inmortalidad de la persona humana, no es este el ejemplo dado por Jesucristo y su resurrección.
Creo que nuestro Señor Jesucristo fue crucificado muerto y sepultado, descendió a los infiernos, resucitó de entre los muertos y está sentado a la diestra de Dios Padre todo poderoso y desde allí ha de venir a juzgar a los vivos y a los muertos.
Sobre el Juicio Particular me parece que es integral es un juicio al cuerpo y al alma. esto es a la persona.
Lo mismo sobre el purgatorio o ¿Tú crees que lo único que necesita purificación es el alma?
Yo más bien creo con san Pablo que todo nuestro ser tiene que revestirse de incorruptibilidad, pues lo corrupto no puede heredar lo incorruptible.
Lo que no puedo aceptar, por ahora, es un ser humano dividido y separado, no puedo admitir la división de un ser creado en la unidad y para la unidad, no sólo de sí mismo, sino de la unidad de y en el Cuerpo Místico de Cristo.

Saludos y bendiciones.


Hola Sitibundo

Copio este texto para la lectura.


Cita:
DEL JUICIO PARTICULAR

TESIS: En el mismo instante de la muerte el alma racional es juzgada por Dios, y su suerte queda determinada para siempre y de una manera definitiva, de tal moso que los justos van al cielo, los condenados al infierno, y temporalmente al purgatorio aquellas que tengan que purificarse de algo

(Para algunos es doctrina de fe divina católica, para otros, explícitamente definida en cuanto a la retribución inmediata, implícitamente en cuanto a la existencia del juicio particular, y próxima a fe o de fe católica)

ESTADO DE LA CUESTION.- Se trata de saber si, inmediatamente después de la muerte, el alma queda completamente libre y ajena a toda sentencia, o si, por el contrario, deba sufrir un juicio particular, en el que se le dé a conocer su suerte definitiva y sea destinada al cielo o al infierno, en conformidad con sus méritos o deméritos, o al purgatorio, según la necesidad de que se purifique temporalmente de la pena debida al pecado. Nuestra respuesta está en la enunciación de la tesis, en la que decimos que inmediatamente después de la muerte, o sea, sin que haya ninguna dilación física del tiempo, el alma de cada hombre es juzgada por Dios e inmediatamente también recibe: o la condenación en el infierno o la bienaventuranza definitiva e inmutable en el cielo, a no ser que antes de entrar en el cielo tengan necesidad de purificarse temporalmente en el purgatorio, acabado el cual, va definitivamente al cielo.

NIEGAN LA TESIS: todos los que entre la muerte y la asignación del premio o castigo imaginan algún espacio de tiempo en el que el alma: o perece con el cuerpo y resucita en el día del juicio final universal (Thnetosychistas: así Taciano, R 157), o está en estado de sueño (Hypnosychistas: así Afraates, R 688), o está en suspenso hasta que aparezca Cristo Redentor (así Calvino), o no está segura su suerte (así Lutero D 778), o no tiene conciencia de sí misma (así Rosmini, D 1913)

SE PRUEBA LA TESIS:

a) POR EL MAGISTERIO ECLESIASTICO, pues el Concilio I de Lión dice que “las almas, empero, de los niños pequeños después del bautismo y también las de los adultos que mueren en caridad y no están retenidas ni por el pecado ni por satisfacción alguna por él mismo, VUELAN SIN DEMORA A LA PATRIA SEMPITERNA” (D 457)

Y Benedicto XII define que as almas de todos los santos, si cuando murieron nada tenían que purgar, o si lo hubo, ya fue purgado, “inmediatamente después de su muerte o de la dicha purgación los que necesitaren de ella, aun antes de la reasunción de sus cuerpos y del juicio universal, después de la ascensión del Salvador Señor nuestro Jesucristo al cielo, estuvieron, están y estarán, en el cielo, en el reino de los cielos y paraíso celeste con Cristo…, vieron y ven la divina esencia con visión intuitiva y también cara a cara…Definimos además que…las almas de los que salen del mundo con pecado mortal actual, inmediatamente después de su muerte bajan al infierno, donde son atormentados con penas infernales” (D 530-531)

Véase también Clemente VI (D 570 sgs.), Concilio de Florencia (D 693), Juan XXII (D 493ª) en cuanto a las almas que salen de este mundo en pecado mortal o con sólo el pecado original.

León X condenó el error de Lutero: “Las almas en el purgatorio no están seguras de su salvación, por lo menos todas…” (D 778)

En el Concilio Vaticano I se había preparado un canon en el que se decia: “Después de la muerte, que es el término de nuestra vida, inmediatamente comparecemos ante el tribunal de Dios, para que cada uno dé cuenta de lo que hizo, ni hay ya después de esta vida mortal lugar a la penitencia en orden a la justificación” (CL 7, 564)

Por último, Pio XII dice: “El supremo Juez restablecerá el equilibrio, en primer lugar, inmediatamente después de la muerte, y luego, más tarde y más completamente, delante de todos, en el último juicio universal”: AAS 47 (1955), 64 sgs.



b) POR LA SAGRADA ESCRITURA, pues aun cuando al hablar de la retribución futura de los hombres, se refiere principalmente al juicio universal, sin embargo parece indicar también que tiene lugar la retribución inmediatamente después de la muerte de cada uno, lo mismo para los buenos que para los malos.

Así por ejemplo, en la parábola del rico epulón y de Lázaro: muere éste y es llevado por los ángeles al seno de Abraham; muere también el rico y es sepultado en lo profundo de los infiernos; que en este pasaje no se trate del juicio universal, puede también deducirse de que el rico pide a Lázaro que avise a sus hermanos, “a fin de que no vengan también ellos a este lugar de tormento” (Lc 16, 2Cool

Y lo mismo se infiere de las palabras de Cristo en la cruz: “Hoy estarás conmigo en el paraíso” (Lc 23, 43), en las que se promete al buen ladrón la participación inmediata de la misma gloria con Cristo.

Y también el Apóstol que nos dice: “Deseo morir para estar con Cristo” (Fil 1, 23); estas palabras suponen que Pablo estaba persuadido de que inmediatamente después de la muerte vería a Cristo, no en cuanto hombre, sino en cuanto Dios.

Suelen citarse muchos otros textos: 2 Cor 5, 10; Hebr 9, 27; 2 Tim 4, 8; Mt 18, 23-35; Lc 16, 1-8; pero quizá no se trata del juicio particular, sino del universal.

c) POR LA TRADICION, puesto que excepto Taciano y Afraates, no hay otro Padre que niegue el juicio particular, y al menos implícitamente también se admite éste, cuando se nos enseña que inmediatamente después de la muerte se verifica la separación definitiva de los buenos y de los malos y que a cada uno se le asigna un lugar diverso, según que el alma haya sido buena o mala.


DE LA EJECUCION INMEDIATA DE LA SENTENCIA DADA EN EL JUICIO PARTICULAR

TESIS: La sentencia dada en el juicio particular por el Juez supremo, se ejecuta inmediatamente (Doctrina de fe divina católica definida)

ESTADO DE LA CUESTION: Como quiera que en la Sagrada Escritura (Mt 25, 31-46) parece que la retribución definitiva se reserva para el día del juicio final universal y que, por tanto, no se cumple en seguida la sentencia dada en el juicio particular, se trata de saber si es así en realidad, o, si por el contrario, sin que haya de por medio ninguna dilación, los justos gozan de la bienaventuranza, o sea, de la visión facial e intuitiva de Dios, y los condenados son atormentados con las penas eternas. Se trata del premio o de la pena esencial, no accidental. Nuestra respuesta está en la enunciación de la tesis.

NIEGAN LA TESIS: además de los que se citan en la tesis anterior:
a) Algunos Santos Padre, como San Justino (R132), San Ireneo (R 259); Tertuliano (R351), según los cuales las almas de los justos tendrían inmediatamente después de la muerte, una gran felicidad, pero no gozarían de la visión de Dios, sino que esperarían el juicio universal, en el que se les concedería la bienaventuranza completa.
b) Los Orientales, según los cuales la retribución al menos completa se ha de diferir hasta el día del juicio universal.
c) Juan XXII, siguiendo en esto a San Bernardo, enseñó como doctor privado en teoría, y permitió también disputar a los teólogos, que las almas, inmediatamente después de la muerte, ni son premiadas totalmente en el cielo, ni tampoco totalmente castigadas en el infierno, hasta que llegue el día del juicio universal; pero él, sin embargo, estaba dispuesto a pensar de otra manera si se le demostraba la sentencia contraria con buenos argumentos.

SE PRUEBA LA TESIS

a) POR EL MAGISTERIO ECLESIASTICO, pues, como ya nos consta por los documentos citados en la tesis anterior, las retribución definitiva y esencial no se difiere, sino que se pone en ejecución inmediatamente; así, Benedicto XII (D 530-531); así también Clemente VI: “Asimismo, si crees que son atormentadas con fuego temporalmente y que apenas están purgadas, aun antes del día del juicio, llegan a la verdadera y eterna beatitud que consiste en la visión de Dios cara a cara y en su amor” (D 570), etc.

Las canonizaciones y el culto de los santos suponen esta misma doctrina, a saber: que están en el cielo y que gozan de la eterna felicidad, o con otras palabras, que no esperan la resurrección final para que posean la visión de Dios, por la cual son felices completamente.

b) POR LA SAGRADA ESCRITURA, pues en ésta, no con palabras expresas, pero sí equivalentes, se nos enseña que la retribución no debe diferirse hasta el día del juicio universal, sino que más bien se cumple inmediatamente después de la muerte.

Así, por ejemplo, en la parábola del rico epulón y de Lázaro, en la que éste, inmediatamente después de la muerte, es llevado al seno de Abraham, y el epulón es atormentado con el fuego, mientras todavía vivían sus hermanos. Luego antes de la resurrección final.

Así también en estas palabras de San Pablo: “Mientras moramos en el cuerpo, estamos ausentes del Señor, porque caminamos en fe y no en visión…” (2 Cor 5, 6-Cool, en las que se ve que, mientras vivimos en este mundo, estamos ausentes de Dios, y por eso caminamos en fe y no en visión; mientras que, por el contrario (1 Cor 13, 12), cuando muramos, caminamos en visión, o sea, estamos presentes a Dios. Luego en el justo, inmediatamente después de la muerte cesa la fe y comienza la visión de Dios. Ahora bien, en estas palabras del Apóstol, el justo pasa de la vida corporal a la visión de Dios, sin que haya ninguna tardanza de por medio. Luego antes de la resurrección.

Además ¿qué utilidad le reportaría al Apóstol el desear en seguida la muerte, si la visión de Dios o de Cristo no tuvieran lugar sino después del juicio final?

c) POR LA TRADICION, pues los Santos Padres, al comentar la parábola del rico epulón, dicen con palabras expresas o equivalentes que los justos, inmediatamente después de la muerte, son felices y gozan de la visión de Dios y que los malos son llevados al infierno, donde son atormentados con penas eternas. Véase R 11, 721, 886, 2234, 2320.

d) POR LA RAZON TEOLOGICA, pues parece que se debe poner el tiempo de la retribución del premio o del castigo, cuando el alma sea capaz de recibirla y no haya impedimento por razón del retribuyente. Ahora bien, el alma, separada del cuerpo, es capaz de recibir el premio o el castigo inmediatamente después de la muerte, porque el premio o la pena son independientes del cuerpo, y por parte del que premia o castiga no existe impedimento alguno, porque el mérito de Cristo está ya adquirido para todos y es a todos aplicable. Luego no hay razón alguna para diferir la retribución hasta el día del juicio universal, y, por tanto, a todos se concede inmediatamente después de la muerte (Contr. Gent., 4, 91)

Manual de Teología del Dogma Católico, Padre Javier de Abarzuza, O.F.M, , Edic. Studium

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Beatriz
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MensajePublicado: Lun Ago 21, 2006 3:53 pm    Asunto:
Tema: ¿cuándo resucitamos?
Responder citando

Sitibundo escribió:

Lo que no puedo aceptar, por ahora, es un ser humano dividido y separado, no puedo admitir la división de un ser creado en la unidad y para la unidad, no sólo de sí mismo, sino de la unidad de y en el Cuerpo Místico de Cristo.


Querido Sitibundo

Lo que yo entiendo es que el cuerpo y el alma permanecen unidos, me imagino que es una unión sobrenatural, como la común-unión de los santos. Yo no veo en la muerte una 'división' o 'separación' del alma y del cuerpo, sino un 'cambio' o 'transformación' que culmina en la resurrección.

Cita:
1.- La idea de inmortalidad expresada en la Biblia con la palabra resurrección, indica la inmortalidad de la .persona., del hombre. Mientras que para los griegos la típica esencia del hombre es un producto que en cuanto tal no subsiste, sino que el cuerpo y el alma siguen caminos diferentes según su índole diversa, para la fe bíblica la esencia hombre permanece como tal, aunque cambia.



Ratzinger dice sobre la concepción griega de alma y cuerpo:

Cita:
Según la concepción griega, el hombre consta de dos sustancias diversas; una de ellas, el cuerpo, se descompone, pero la otra, el alma, es por sí misma imperecedera y, en consecuencia, puede subsistir en sí misma independientemente de la otra; es más, sólo cuando el alma se separa del cuerpo, esencia extraña a ella, se realiza el alma en todo lo que es.


Y luego aclara el pensamiento bíblico de alma y cuerpo:

Cita:
Por el contrario, el pensamiento bíblico presupone la unidad indivisible del hombre; la Escritura no conoce, por ejemplo, palabra alguna para designar el cuerpo separado y distinto del alma; la palabra .alma. significa en la mayoría de los casos todo el hombre existente, viviente. Los textos restantes, que nos ofrecen una concepción diversa, fluctúan en cierto modo entre la concepción griega y la bíblica, pero no excluyen esta última.


Según la concepción griega alma-cuerpo, son dos sustancias 'diversas', y que una puede subsistir 'independientemente' de la otra. Para los griegos, el alma y el cuerpo siguen caminos 'diferentes' según su índole diversa.

El pensamiento bíblico es lo contrario al pensamiento griego. Por eso Ratzinger dice "La resurrección de los muertos, no de los cuerpos, de que habla la Escritura, se refiere según eso a la salvación del hombre íntegro, no al destino de una parte del hombre"

que Dios te bendiga
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Sitibundo
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MensajePublicado: Lun Ago 21, 2006 4:09 pm    Asunto:
Tema: ¿cuándo resucitamos?
Responder citando

Muchas gracias Beatriz.
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Eduardo Vener
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MensajePublicado: Lun Ago 21, 2006 5:45 pm    Asunto: ¿Cuándo resucitamos?
Tema: ¿cuándo resucitamos?
Responder citando

Apreciado amigo Sitibundo

Quiero aportar otro material que varios meses atrás introduje en uno de los foros viejos de Catholic. net sobre el mismo tema. Refleja con exactitud lo que he prendido dede que mi madre, allá por finales de los años ´40, empezó a enseñarme la Biblia, y entenderás por qué me alegró ver el mismo entendimiento en una fuente católica.



usuarios.lycos.es/smn2003/Diccionario/a.htm
Diccionario Católico

Alma.
Existe una disparidad entre el concepto que el AT tiene de nephes y la idea que el NT tiene de psyché. La diferencia básica está en el hecho de que nephes, a diferencia de psyché, no es una entidad espiritual que existe aparte del cuerpo. La palabra nephes se usa en general para designar hombres o animales individuales en su esencia total (Gn. 1:20; Ex. 1:5). Esto es claro en Gn. 2:7, donde el aliento divino es soplado dentro del cuerpo, de tal forma que se crea "una nephes viviente" esto es, un hombre. De esta forma, para el hebreo, el hombre no es un "cuerpo" y un "alma," sino un "cuerpo-alma," una unidad de poder vital. El "alma" es al mismo tiempo algo visible que puede tener hambre y sed (Sal. 107:5), como tambiιn algo invisible que puede ser entristecido (Gn. 42:21; Job. 14:22)., y de esta forma viene a usarse a menudo para denotar el ego mismo (Job 16:4; Sal. 124:7). Puede usarse en un extremo para referirse al principio de vida en el hombre o el animal (Gn. 37:21), y, en el otro, para hablar de un cuerpo muerto (Nu. 19:11). El nephes es entonces, nada mαs que el individuo en su totalidad.



Personalmente discrepo en que haya una diferencia entre el significado de nephesch en el AT y el de psikjé en el NT. Esto sólo podría aceptarse por la influencia Platónica sobre la doctrina cristiana, felizmente en proceso de anularse ahora, y en especial sobre lo relacionado con el "alma". La diferencia está entre el nephesch del AT y la psikjé de la filosofía griega.

Espero que esto enriquezca aunque sea un poco más la interesantísima consideración del tema que están manteniendo.

Eduardo
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Beatriz
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Registrado: 01 Oct 2005
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MensajePublicado: Mar Ago 22, 2006 4:14 pm    Asunto:
Tema: ¿cuándo resucitamos?
Responder citando

Resurrección

Estimados Sitibundo y Eduardo

Me interesó el tema y encontré una mayor explicación sobre el tema de la inmortalidad del alma y la resurrección de los muertos en el Tomo IX del Curso de Teología Dogmática de la Editorial Herder, que les recomiendo, cuyo autor de este Tomo es precisamente Joseph Ratzinger.

Es muy extenso pero voy a tratar de exponer las ideas más importantes que aclaren un poco más este tema que estamos tratando.

Cita:
PLANTEAMIENTO DEL PROBLEMA

En los últimos decenios se ha planteado la cuestión sobre la inmortalidad del alma y la resurrección más vivamente que antes. Difícilmente se podrá plantear la cuestión de modo más resumido y dramático que como lo ha hecho Oscar Cullman, el cual escribe: “Si hoy le preguntamos a un cristiano corriente, sea protestante o católico, intelectual o no, qué dice el Nuevo Testamento sobre la suerte individual del hombre tras la muerte, con pocas excepciones la respuesta será: “la inmortalidad del alma”. En esta forma esta opinión representa uno de los mayores equívocos del cristianismo” (Unsterblichkeit 19).
Y por supuesto que ahora sería una exigua minoría la que se atrevería a dar la respuesta que entonces era de los más natural, porque la idea de que pensar eso es una equivocación, se ha introducido con una rapidez sorprendente hasta en las comunidades creyentes, por supuesto que sin que en su lugar se haya dado una nueva respuesta concreta. Predecesores de esta nueva situación fueron los teólogos protestantes Carl Stange (1870-1959) y Adolf }Schlatter (1852-1938), a los que en gran medida se agregó Paul Althaus.



El problema en esta respuesta (“la inmortalidad del alma”) está en adoptar la concepción griega de separar el alma del cuerpo.

Cita:
Se rechaza como dualismo platónico, apoyándose en la Biblia y en Lutero, la idea de una separación de cuerpo y alma en la muerte, lo cual se presupone en la doctrina de la inmortalidad del alma. Lo único bíblico es, se dice, que el hombre en la muerte “sucumbe en cuerpo y alma”, única manera de que se mantenga el carácter de juicio propio de la muerte, del que la Biblia habla de manera más clara. Así, cristianamente no se podría hablar de inmortalidad del alma, sino únicamente de resurrección de todo el hombre. A la religiosidad corriente frente a la muerte con su escatología del cielo habría que contraponerle la perspectiva del juicio final como única esperanza cristiana. En 1950 intentó Althaus introducir algunas correcciones en este modo de pensar, que por entonces comenzaba a extenderse: la Biblia conoce también el esquema “dualístico”; ella conoce no sólo la esperanza del juicio final, sino una especie de esperanza de cielo para el individuo; intentó probar que también Lutero vio así las cosas. “La escatología cristiana, escribía Althaus, no tiene, pues, que luchar contra la inmortalidad como tal… El escándalo a que con frecuencia hemos dado lugar con esta lucha en los últimos tiempos, no es el escándalo del Evangelio” (Retraktatinen 256). Es cierto que en la discusión de entonces obtuvo gran apoyo, pero estas opiniones no tuvieron ningún peso para el diálogo que siguió adelante. La idea de que no es bíblico hablar del alma, se impuso de tal manera que hasta el nuevo Missale Romanum de 1970 suprimió en la liturgia exequias el término anima, desapareciendo igualmente del ritual de sepultura.

¿Qué fue, en definitiva, lo que tuvo tanta fuerza como para acabar tan rápidamente con una tradición tan enraizada desde los tiempos de la antigua Iglesia, una tradición que se consideraba tan central? No hay duda de que el dato bíblico únicamente y de modo aislado no hubiera bastado para ello, mucho menos sabiendo que se trata de una evidencia aparente al apelar a la Biblia. La fuerza arrolladora de los nuevos puntos de vista, se debió en gran parte, sin duda, al hecho de que lo que ahora se presentaba como bíblico, es decir, la absoluta indivisibilidad del hombre, concordaba con la antropología moderna, bajo la influencia decisiva de las ciencias naturales. Esta antropología halla al hombre totalmente en su cuerpo, sin ser capaz de imaginarse siquiera un alma separable de él. Así que el paso siguiente resultaba inevitable.

Por supuesto que la renuncia a la inmortalidad del alma suprime un posible conflicto entre fe y pensamiento moderno. Pero con eso no se salva la biblia, pues el camino bíblico aparece para el hombre moderno todavía más intransitable. Unidad del hombre, conforme, pero ¿quién puede imaginarse una resurrección del cuerpo a partir de los actuales datos de las ciencias naturales? Esta resurrección presupondría una materialidad totalmente nueva, un cosmos radicalmente cambiado, que escapa en absoluto a nuestras posibilidades de imaginación. Ni se puede suprimir sin más la cuestión de qué ocurre hasta el “fin de los tiempos”. Aquí no sirve de nada lo que Lutero dice del “sueño del alma”. Y si no existe alma que valga, no habiendo , por tanto, nada que pueda dormir, entonces el problema que se plantea es éste:

¿Quién es, en realidad, el que puede ser resucitado? ¿Cómo se realiza la identidad entre el hombre de antes y el que tiene que volverse a crear indudablemente de la nada? Y que no se venga diciendo que tales cuestiones son “filosóficas”, porque eso será una cómoda manera de desentenderse de ellas, pero en nada contribuye a aclarar las cosas.

Se ha visto, pues, con toda rapidez que el puro biblicismo no conduce a nada en el asunto que nos ocupa. Sin “hermenéutica”, o sea, sin ocuparse en profundidad del dato bíblico no se puede conseguir nada.

Se intenta solucionar el problema de la escatología próxima, diciendo que el “fin del tiempo” como tal ya no es tiempo, o sea, que no se trata de un día que se retarda mucho, sino que sería precisamente no-tiempo, algo que se encontraría fuera de toda temporalidad y, en consecuencia, también al lado de cualquier tiempo. A esta idea se le juntó con facilidad la de que también la muerte es un salir del tiempo y que desemboca en lo no-temporal. En el campo católico esemodo de pensar adquirió importancia en ladiscusión sobre el dogma de la asunción de María a la gloria celeste. La afirmación de que un ser humano –Maria- hubiera resucitado ya corporalmente, obligó de modo insoslayable a pensar de nuevo la relación entre muerte y tiempo, así como la esencia de la corporeidad humana. Si fue posible entender el dogma mariano como modelo del destino humano como tal, se aclararon, al mismo tiempo, dos problemas: poruna parte, se superó el escándalo causado por el dogma en el terreno ecuménico e intelectual y, por otra, ayudó a corregir las opiniones corrientes hasta entonces sobre inmortalidad y resurrección, aproximándose a juicios más conformes con la Biblia y con la mentalidad moderna. Pero en la producción literaria es inútil buscar desarrollos claros y consecuentes del nuevo pensamiento.
Con todo, puede decirse que, en general, se impuso esta idea: el tiempo es una forma de la vida corporal. La muerte significa el salirse del tiempo, penetrando en la eternidad, en su “hoy” incomparable. De modo que el problema de la “situación intermedia” entre muerte y resurrección es aparente. El “inter.” no se da sino en nuestra perspectiva. El “fin de los tiempos” es, en realidad, atemporal. El que se muere, se adentra en la actualidad del último día, del juicio, de la resurrección y de la vuelta del Señor. “Por consiguiente, la resurrección se puede situar también en la muerte y no en el “último día”.

La idea de que la resurrección ocurre en el momento de la muerte, se ha impuesto hasta tal punto, que se recoge también en el Nuevo catecismo para adultos (Catecismo holandés), aunque dicho con algunos rodeos: “Es decir, que la vida después de la muerte es ya algo así como la resurrección del nuevo cuerpo” (453). O sea, lo que el dogma dice sobre María valía de cualquier persona. A causa de la atemporalidad que reina más allá de la muerte, cualquier muerte es entrar en el nuevo cielo y la nueva tierra, adentrarse en la parusía, y en la resurrección.


A continuación Ratzinger plantea un cuestionamiento importante a esta teoría:


Cita:
¿No se trata, en realidad, de una velada restauración de la doctrina de la inmortalidad, que filosóficamente se asienta en presupuestos algo aventurados? Pues ahora se afirma la resurrección para el que todavía se encuentra en el lecho de muerte o es llevado al sepulcro. De pronto parece que ya no desempeña ningún papel la indivisibilidad del hombre y su vinculación a la corporeidad que acaba de sucumbir, la cual era precisamente el punto de partida de la construcción ideológica a que se había llegado.



cita el catecismo holandés:

Cita:
“El Señor quiere decir…que, después de la muerte, puede salvarse algo, lo peculiar del hombre. Este “algo” no es el cadáver que dejamos…” (453)


y pregunta:

Cita:
Tales ideas pueden ser todo lo profundas que se quiera, pero uno se pregunta con qué derecho se puede seguir hablando de “corporeidad”, si se niega expresamente toda relación con la materia y su participación en lo definitivo se mantiene únicamente en cuanto que la materia fue “momento extático del acto humano libre”. En cualquier caso, también en este modelo el cuerpo se deja a la muerte, afirmándose, al mismo tiempo, que el hombre sigue viviendo. Así que la oposición al concepto del alma se hace incomprensible, porque, como quiera que sea, se tiene que volver a mantener una realidad propia de la persona separada del cuerpo, y eso era ni más ni menos que lo que quería decir el concepto de alma.


Para luego dar su opinión:

Cita:
De modo que en la cuestión de la corporeidad y de la existencia del alma se da una extraña mezcla de opiniones, que ciertamente no se puede aceptar como la última palabra



Continúa exponiendo el problema:


Cita:
G. Lohfink, defensor de las tesis de la resurrección “en la muerte misma”, se ha dado cuenta entretanto de las contradicciones mencionadas y ha intentado darles una solución, remitiendo el concepto medieval del aevum, que intenta explicar la manera específica de relación entre espíritu y tiempo. De modo que el concepto de aevum se convierte en camino hermenéutico para poder decir que parusía y resurrección se dan siempre en la muerte. La esperanza en la parusía próxima aparece, pues, identificada con la esperanza de la muerte, con lo que tal cosa se justifica para todos: “Hemos visto que un concepto reflejo de tiempo (que no parte sin más del supuesto de que el tiempo del más allá sea comparable con el tiempo material) tiene que llevar necesariamente a situar los eskhata (novísimos) no sólo de cada individuo, sino también del mundo, en la muerte misma. Con ello se nos han aproximado los eskhata de un modo ilimitado. Entonces, cada hombre vive en el “último tiempo”…” (Greshake-Lohfink, Naherwartung 77)


Para Lohfink la resurrección se da “en la muerte misma”. A lo que Ratzinger añade con la delicadeza que lo caracteriza:

Cita:
Tiene que ser un poco extraño para un exegeta el que para apoyar esta especulación se apoye en que por lo referente a Jesús, “según la interpretación del cristianismo de primera hora, a la muerte le siguió inmediatamente la resurrección de los muertos” y que afirme que ése será el “modelo real de la escatología cristiana”. De lo primero que no se debería prescindir al respecto es de notar que el mensaje de la resurrección “al tercer día” pone muy claramente una distancia entre muerte y resurrección.


Totalmente cierto. Jesús murió y resucitó al tercer día. Por eso no se puede hablar de resurrección “en la muerte misma”. Con Jesús hubo una “situación intermedia” entre muerte y resurrección. En la Iglesia primitiva jamás se predicó la teoría de Lohfink.

Cita:
Ante todo, debería estar claro que en la primitiva predicación cristiana jamás se identificó el destino de los que mueren antes de la parusía con el acontecimiento fundamental de la resurrección de Jesús.


Para al final dar su opinión (nada favorable) sobre estas teorías:

Cita:
Por lo demás, hay que rechazar aquí un platonismo exacerbado en un doble sentido: por un parte, en tales modelos el cuerpo se excluye definitivamente de la esperanza de salvación; en segundo lugar, con el aevum se lleva a cabo una hipostización de la historia, que se queda por detrás de la doctrina platónica de las ideas, ante todo, por la falta de consecuencia lógica.

La exposición que antecede quizás sea demasiado extensa para un manual. Pero parece necesaria en el momento, a la vista de que tales ideas han acabado por imponerse casi completamente a todo lo largo y ancho de la conciencia teológica. Se pretendía poner en claro que este consenso se apoya sobre un terreno extremadamente quebradizo. Con ese entramado hermenéutico, lleno de grietas y fallas lógicas, no pueden trabajar a la larg ni la teología ni la predicación. Había que cerrar el paso lo más pronto posible a un pensamiento que hace callar a la predicación, descalificándose, pues, a sí mismo como manera de interpretación.



Este es el planteamiento del problema. Después continuaré con lo que expresa sobre la "situación intermedia" entre muerte y resurrección, el material judío primitivo y reflexiones muy interesantes para este tema.
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Beatriz
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MensajePublicado: Mar Ago 22, 2006 6:46 pm    Asunto:
Tema: ¿cuándo resucitamos?
Responder citando

Esta es la continuación de lo anterior. Es solo un extracto. Espero les sirva. Sobre todo a Eduardo para que se anime a leer más a Ratzinger Laughing


Cita:
LA SITUACION INTERMEDIA ENTRE MUERTE Y RESURRECCIÓN

Si el “último día” no se identifica con el momento de la muerte individual, sino que se considera verdaderamente como el final común de la historia, al individuo se le plantea la cuestión de qué es lo que hay “entretanto”. En la teología católica, tal y como se formó sistemáticamente en la alta edad media, esta cuestión se consideraba solucionada por aquello de la inmortalidad del alma. Es cierto que ya Lutero no quiso aceptar como válida esta respuesta. El la consideraba como producto de la alienación de la fe por la filosofía. Lo que él mismo dice es ambiguo. La mayor parte de los textos se hace eco del modo de hablar bíblico que llama a la muerte “sueño”, lo que él considera como acomodado en el fondo a lo que representa la situación intermedia: el alma descansa en la paz de Cristo y en el último día ella, lo mismo que el cuerpo, será resucitada. Pero también hay testimonios como, por ejemplo, el comentario que Lutero hace de la historia de Lázaro (Lc 16, 19-31). Dice que la distinción entre cuerpo y alma, de la que se echaba mano para intentar explicar la vida de Lázaro en el seno de Abraham, es un “porquería”. “Hay que decir: el hombre todo debe vivir…” De modo que se tiene la impresión de que lo que le importaba a Lutero no era tanto la negación de la vida de los muertos como combatir la distinción entre cuerpo y alma, distinción que, por cierto, se sustituye por una nueva concepción que no se sabe a ciencia cierta cuál es. Se ha visto claro en el planteamiento del problema que la teología más reciente excluye una “situación intermedia”. Esta teología lo que hace es sistematizar indicios que primeramente desarrolló Lutero.

EL MATERIAL JUDIO PRIMITIVO

¿Y qué dice al respecto el material bíblico?

Lo que se dijo antes sobre la idea neotestamentaria de la resurrección, permite afirmar, en general, que no está en la línea de la Escritura una interrupción de la vida entre la muerte y el fin del mundo. Pero los textos nos permiten afirmaciones mucho más precisas.

Lo primero que hay que tener en cuenta es que tanto la Iglesia primitiva y Pablo como el mismo Jesús se mueven fundamentalmente en el terreno de la tradición judía.

El libro etiópico de Henok (hacia el 150 a.C.) ofrece en el capítulo 22 una descripción del lugar donde permanecen los espíritus o las almas de los muertos. La idea de sheol, que antes se consideró generalmente como el lugar donde se llevaba una existencia como de sombras, aparece ahora dividido y diferenciado. Especialmente se determina ahora con más precisión: el mundo en que permanecen los muertos hasta el juicio final, ya no se encuentra en el interior de la tierra, sino en occidente, el reino del sol poniente, en un monte en el que se muestra en cuatro lugares (cuevas) distintos. Ahora justos y pecadores se encuentran separados; los pecadores esperan el juicio sumidos en la oscuridad, mientras que los justos (entre los que ocupan lugar preferente los mártires) viven en la luz, reunidos junto a una fuente vivificante. Esto muestra ya cómo tales ideas del “judaísmo primitivo” se asimilaron totalmente en la antigua Iglesia: el memento de difuntos de la misa romana (ahora es el canon I) reza por los que murieron en el signo de la fe y ahora “duermen el sueño de la paz”. Concretamente se pide para ellos que Dios les dé el lugar de la luz, del agua fresca y de la paz.. Como se ve esta concepción coincide totalmente con lo que el libro de Henok dice sobre la suerte de los justos que murieron.

Un nivel ulterior en el desarrollo de la materia que nos ocupa está representado por el 4 Esd (hacia el a. 100 d.C.). También auqí los difuntos viven en “cámaras” distintas, también aquí son las “almas” de los difuntos las que siguen viviendo. Coincide con Henok al afirmar que el premio de los justos ya ha comenzado. Pero, mientras que para Henok el castigo comienza sólo con el último juicio, en lEsdras el sufrimiento de los impíos, como el premio, empieza ya en la situaciónintermedia, de modo que en algunos textos parece que lo que les ocurre representa ya el infierno definitivo.

Más consecuente es todavía la distinción de destinos en el judaísmo rabínico: desde el juicio, que tiene lugar inmediatamente tras la muerte, comienzan dos caminos, el del jardín del Edén, el que lleva al paraíso (que desemboca o al oriente de la tierra o se conserva en el cielo) y el que lleva al valle Gehenna, el lugar de condenación. En lo referente al destino de los justos se da, además de la idea del paraíso, toda una serie de imágenes distintas: se habla del “tesoro donde se guardan las almas”, de la espera “bajo el trono de Dios” y, finalmente, se menciona el hecho de que los justos –especialmente los mártires- encontrarían acogida en el seno de Abraham.

También en esto es clara la continuidad ininterrumpida entre las ideas judías y las del primitivo cristianismo: en la tradición neotestamentaria encontramos la idea del paraíso (Lc 23, 43), la imagen del seno de Abraham (Lc. 16, 19-29) y lo mismo la espera de las almas bajo el trono de Dios (Ap. 6,9)

En lo que hasta ahora hemos dicho se ha visto claramente la pertenencia de la fe neotestamentaria al mundo judío. Desde el punto de vista metodológico hay que presuponer aquí de modo general que Jesús y la Iglesia más antigua comparten la fe de Israel en su forma actual y lo que únicamente hacen es darle un nuevo centro en el sí a la conciencia que Jesús tiene de su misión. Es a partir de ese centro de donde poco a poco se van transformando los distintos elementos de la tradición..

Lo que se refiere a la historia de Lázaro, no hay duda de que lo que se dice sobre la permanencia del pobre en el seno de Abraham y la del rico en el infierno no pertenecen propiamente al contenido de la parábola, en la que lo único que hay que mantener como obligatoriamente enseñado es la puesta en guardia sobre la peligrosidad de las riquezas. Pero resulta absolutamente claro que el narrador de la parábola considera como muy a propósito para describir el verdadero futuro del hombre esas ideas del más allá de que se sirve. En consecuencia el texto es un testimonio claro de que la primitiva cristiandad comparte la fe en el más allá propia del judaísmo de aquel tiempo.

Algo parecido hay que deducir de esa especie de diálogo entre el crucificado y el buen ladrón. También aquí se ve claro el trasfondo judío. El crucificado se presenta con poder para abrir el paraíso a los que están perdidos. De modo que el “conmigo” adquiere una importancia transformadora. El paraíso se abre en Jesús. Es inseparable de su persona. En este sentido tiene razón J. Jeremias al notar que de aquí parte una línea que llega hasta la petición que hace Esteban al morir: “Señor Jesús, recibe mi espíritu” (Hechos 7, 59): “Con una unanimidad grande resalta…el Nuevo Testamento la comunión con Cristo después de la muerte como la afirmación específicamente cristiana sobre la situación intermedia” (Th WNT V 769)

Se abre paso la idea de que Cristo mismo es el paraíso, la luz, el agua fresca, la paz segura, la meta de la espera y la esperanza de los hombres. Quizás se pueda llamar la atención en este contexto sobre el nuevo empleo que se hace de la imagen del “seno” de Abraham, como se ve en el Evangelio de san Juan: Jesús no viene del seno de Abraham, sino del seno del Padre (1, 1Cool. El discípulo que se considera como símbolo de la verdadera condición de discípulo como tal reposa en el seno de Jesús (13, 23); el cristiano, gracias a su amor creyente, se encuentra seguro en el seno de Jesucristo y, en definitiva, en el seno del Padre. Desde una nueva perspectiva se especifica claramente aquí qué se entiende con el “Yo soy la resurrección”.

Después de todo lo dicho podemos ser breves en el análisis de Flp 1, 23: para Pablo “Cristo” es la vida en este mundo, pero la muerte es ganancia, porque ésta significa “estar con Cristo” a base del “deshacerse” terreno. De saber eso resulta libertad interior: apertura libre de angustia y también de quejas frente a la muerte; más todavía: alegre disponibilidad para seguir sirviendo. Antes se pensaba que este texto únicamente se podía explicar a base de decir que la “helenización” se introdujo en el pensamiento del Apóstol. Aquí no se trata de que un “dualismo” griego desplace al “monismo” hebreo, sino que lo que ocurre es que la herencia judía de que se disponía se centra cristológicamente con la mayor naturalidad. En el fondo se ha llegado ya a la convicción que luego Juan formularía diciendo: “Yo soy la resurrección y la vida” (11, 25)

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MensajePublicado: Mar Ago 22, 2006 10:20 pm    Asunto:
Tema: ¿cuándo resucitamos?
Responder citando

Otra vez, muchas gracias Beatriz por proporcionarnos documentos de gran valor sobre este tema.
Ya estaba a punto de terminar un aporte con comentarios sobre el primer documento, que presentaron Eduardo y tú.
Pero voy a esperar a leerme lo nuevo para tener una mejor idea.
Saludos y bendiciones.
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Quieren abnegar su Gracia
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Eduardo Vener
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MensajePublicado: Mar Ago 22, 2006 11:00 pm    Asunto: ¿Cuando resucitamos?
Tema: ¿cuándo resucitamos?
Responder citando

Querida Beatriz

Esto se está poniendo buenísimo.

Copio ahora un material de un rabino de nuestros días, que discrepa con la posición del Judaísmo tradicional, y cuya conclusión coincide asombrosamente con la frase de Ratzinger en Introducción al Cristianismo

b).- La inmortalidad esencial del hombre
La persona, lo esencial al hombre, permanece; lo que ha madurado en la existencia terrena de la espiritualidad corporal y de la corporeidad espiritual, permanece de modo distinto; permanece porque vive en el recuerdo de Dios




Entendiendo el Judaísmo
El Verdadero Tú

Por el Rabino Aryeh Kaplan

Los investigadores están prediciendo que dentro de la siguiente década o dos, transplantes cerebrales probablemente serán posibles. Esto nos obligaría a reevaluar el concepto de la personalidad humana.

Imagínate lo que sería tomar parte de un transplante cerebral. Un hombre puede estar sufriendo una enfermedad incurable en su cuerpo, pero tiene una mente sana. El donador por otro lado, había sufrido un daño cerebral irreparable pero tiene un cuerpo perfectamente sano. El cerebro es removido de la persona enferma y puesto en la sana.

¿Quién es la nueva persona? Tenemos un cerebro con todas sus memorias, cualidades de su personalidad y patrones de comportamiento. Pero tiene un cuerpo totalmente nuevo. El cuerpo viejo podría haber sido uno enfermo, mientras que el nuevo es joven y lleno de energía.

Preguntémosle a este hombre que se señale a si mismo. Acaso señalaría a su cuerpo? ¿Tu verdadero tú es tu cuerpo o tu mente


TRANSFERENCIA DE MEMORIA

Un transplante de cerebro levanta suficientes preguntas. ¿Y qué tal un transplante de memoria?
La ciencia de la cibernética ha descubierto muchas similitudes entre las computadoras y el cerebro humano. la tecnología de la computación permite programar un transplante de memoria, tomando toda la información contenida en una computadora y transfiriéndola a otra. Todo lo que pasa de una computadora a la otra es información.

Tratemos de imaginar aquel transplante de memoria. Asumamos que tenemos una persona con una enfermedad incurable donde ni el cerebro ni el cuerpo pueden ser salvados. Clonamos un nuevo cuerpo y un nuevo cerebro para este individuo. Las posibilidades de hacer esto ya han sido discutidas extensamente en la literatura. Este nuevo cuerpo tiene un nuevo cerebro, en blanco, capaz de funcionar, pero sin memorias o patrones de pensamiento. Como un paso final, conseguimos un transplante de memoria, trayendo toda la información de la persona enferma, al cerebro del cuerpo nuevo.

Ahora tenemos una situación fascinante. Si todas las memorias de la persona, patrones de pensamiento y cualidades de la personalidad son transferidas a un nuevo cuerpo y cerebro, esta personalidad literalmente existe en este nuevo cuerpo. Pero nada físico ha sido transferido. Ninguna parte física de si ha sido puesta en este nuevo cuerpo. Todo lo que ha sido puesto en este nuevo cuerpo es información que existía previamente en el cerebro pasado. Sin embargo esta información contiene la suma total de la personalidad de esta persona.

Si esto es verdadero, esto nos ofrece una nueva visión a nuestra pregunta inicial: ¿Quién es el verdadero tú?
El verdadero tú no es tu cuerpo o tu cerebro sino la información contenida en el mismo -- tus memorias, tu personalidad y tus patrones de pensamiento.


LA MEMORIA DE Dios*

¿Qué pasa cuando una persona muere

Sabemos que el cuerpo deja de funcionar. El cerebro se hace inerte y la persona física está muerta.

Pero ¿qué le pasa al verdadero tú - a la personalidad humana? ¿Qué le pasa a toda esta información, las memorias, los patrones de pensamiento y las cualidades de la personalidad? Cuando un libro es quemado, su contenido ya no es disponible. Cuando una computadora es destruida la información dentro también es destruida.

¿Acaso pasa lo mismo cuando una persona muere? ¿Acaso la mente y la personalidad se pierden?

Sabemos que Dios es omnipresente. Sabe todo y no se le olvida nada. Dios sabe cada pensamiento y memoria que existe dentro de nuestro cerebro. No existe ni un pedacito de información que se escapa de su Conocimiento.

Entonces ¿qué pasa cuando una persona muere?
Dios no se olvida, y por lo tanto toda esta información sigue existiendo al menos en la memoria de Dios

Nota- Recordar que al Judío no le está permitido pronunciar o escribir el Nombre de Dios, y eso lo han hecho extensivo a los títulos, por lo cual no sólo no hablan de Jehová o Yahveh, sino que tampoco escriben Dios sino Dios


¿Notas la asombrosa coincicidencia?

"permanece porque vive en el recuerdo de Dios"-Ratzinger

"toda esta información sigue existiendo al menos en la memoria de Dios"
-Aryeh Kaplan

Ambas declaraciones se parecen muchísimo a la afirmación de Jesús en Lucas 20, 37 y 38, cuando argumenta a favor de la resurrección con los saduceos que negaban esa esperanza bíblica.


"Y que los muertos resucitan lo ha indicado también Moisés en lo de la zarza, cuando llama al Señor el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob.
No es un Dios de muertos, sino de vivos, porque para él todos viven.»"

Saludos
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Beatriz
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MensajePublicado: Mie Ago 23, 2006 3:13 pm    Asunto:
Tema: ¿cuándo resucitamos?
Responder citando

Estimado Eduardo

Ratzinger dice en el libro que cité arriba:

Cita:

Lo primero que hay que tener en cuenta es que tanto la Iglesia primitiva y Pablo como el mismo Jesús se mueven fundamentalmente en el terreno de la tradición judía.


Cita:
También en esto es clara la continuidad ininterrumpida entre las ideas judías y las del primitivo cristianismo


Los judíos creen en la resurrección como también creen que los muertos estan vivos y no dormidos o en como en estado de coma como afirmaba Lutero a lo que Ratzinger desaprueba señalando:

Cita:
Hablar de la muerte como de un sueño en el sentido de una situación inconsciente que va de la muerte al fin del mundo es un arcaísmo desafortunado, sin apoyo en ningún texto del Nuevo Testamento. Pablo piensa siempre partiendo de la doctrina de los fariseos (rabínica), la centra y profundiza cristológicamente, sin llegar a anularla. Los muertos en Cristo viven. Esta es la certeza fundamental que pudo enlazar objetivamente con la conciencia judía contemporánea.



Esto lo encontré en una revista judía:

“Los justos son llamados vivos” (boletín no.63 de www.judaismovirtual.com)


“Porque los vivos saben que morirán, y los muertos no saben nada” (Proverbios 9: 5)

Rabí Jía le explicó: “Porque los vivos saben que morirán” se refiere a los justos, los cuales también después de la muerte son llamados vivos. Pese a ello, piensan en el día de la muerte, y al tener eso presente, no cometan faltas. “Y los muertos no saben nada”, se refiere a los malvados, los cuales aun en vida son llamados muertos. Es decir, se hacen los que no saben que les sobrevendrá la muerte y por eso infringen la ley sin reparo. (Berajot 18ª, Rashi)

Un versículo que prueba que los justos son llamados vivos aun después de la muerte es este: “Benaiahu ben Ioiadá, el hijo del vivo -ben ish jai-”. (2 Samuel 23: 20).

Se pregunta: ¿Acaso todos son hijos de muertos que dice “hijo del vivo”?.

Se responde: Esto no es posible, por lo tanto debemos decir que la intención de esta declaración es, enseñarnos, que incluso después de muerto, el justo –en este caso Ioiadá, que en vida fue un hombre sumamente recto y jefe del Sanhedrin- es llamado vivo.”


Bendiciones
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MensajePublicado: Mie Ago 23, 2006 4:31 pm    Asunto:
Tema: ¿cuándo resucitamos?
Responder citando

Muy estimados y queridos Eduardo, Beatriz y Gunita.
Me permití comentar el primer documento escrito por el cardenal Ratzinger publicado parcialmente por Eduardo y completado después por Beatriz.
El texto es el original. Los exalaltados, los subrayados, las puntuaciones de los apartes y de la comillas, los colores y lo escrito en cursivas y azul son míos.

El Cardenal Ratzinger escribió:

El artículo de la resurrección de la carne supone para nosotros un auténtico dilema. Hemos redescubierto la indivisibilidad del hombre; con nueva intensidad vivimos nuestra corporeidad y la experimentamos como camino imprescindible para realizar el único ser del hombre.
Por eso podemos comprender muy bien el mensaje bíblico que no promete la inmortalidad al alma separada del cuerpo, sino a todo el hombre
A raíz de tales observaciones, la teología evangélica se ha levantado en nuestros días en contra de la doctrina griega de la inmortalidad del alma, que sin razón se consideraba como idea cristiana
Ahí se nos presenta en verdad un doble dualismo no cristiano:
La fe cristiana no hablaría sino de la resurrección de los muertos por el poder de Dios. Pero en seguida nos preguntamos:
¿Si la doctrina griega de la inmortalidad es problemática, no sería mucho más irrealizable la bíblica?
Es muy bonito eso de la unidad del hombre, pero ¿quién puede imaginarse la resurrección del cuerpo según la idea moderna del hombre?
La resurrección incluiría, al menos así lo parece, un cielo nuevo y una tierra nueva, unos cuerpos inmortales que no tienen que alimentarse, es decir, un distinto estado de la materia.
¿Pero no es esto totalmente absurdo? ¿no contradice plenamente nuestra idea de la materia y su modo de comportarse? ¿no es, por tanto, una desesperación mitológica?

NO . En primer lugar por los pasajes evangélicos conocemos el comportamiento del cuerpo glorioso de Jesús.
Sabemos que Jesús resucitado comió (Lc 24, 30) (Jn 21, 13.) (Mt 26, 29)
Retrotrayendo el tiempo hasta el momento de la muerte del cristiano, así se tendrá el cuerpo al momento de su defunción y echando el reloj para atrás un poco más se recuperará toda su vida. ¿Qué tiene de difícil? Si ahora en la actualidad suena posible para el hombre, cuanto más para Dios.


Creo que no podemos llegar a una respuesta satisfactoria si no estudiamos atentamente la finalidad de las expresiones bíblicas, y si después no las comparamos con las concepciones griegas. Cuando se unieron lo bíblico y lo griego, se condicionaron mutuamente; uno ocultó las verdaderas intenciones del otro en una visión sintética nueva, que hemos de deshacer primero para volver al principio.

La esperanza en la resurrección de los muertos presenta ante todo la forma fundamental de la esperanza bíblica en la inmortalidad.
En el Nuevo Testamento no aparece como idea que continúa la precedente e independiente inmortalidad del alma, sino como expresión esencial y fundamental sobre el destino humano.
Pronto surgieron en el judaísmo tardío puntos de partida para una doctrina de la inmortalidad de tipo griego. Este es uno de los principales motivos por el que se comprendió en el mundo griego-romano todo el alcance de la resurrección.
Se pensó más bien que la concepción griega de la inmortalidad del alma y el mensaje bíblico de la resurrección de los muertos se completaban mutuamente para dar solución al problema del destino humano;
sólo había que añadir una cosa a otra; eso bastaba.

A las ideas griegas sobre la inmortalidad del alma añadía la Biblia la revelación de que el último día los cuerpos resucitarían para participar por siempre en el destino del alma: condenación o bienaventuranza.
Creo que en un principio no se trataba propiamente de dos concepciones complementarias; más bien nos encontramos frente a dos representaciones diversas que no pueden sumarse fácilmente.
La imagen del hombre, de Dios y del futuro es diversa en cada una de ellas; por eso, en el fondo, cada una de ellas sólo puede considerarse como intentos de dar una respuesta total al problema del destino humano.
Según la concepción griega, el hombre consta de dos sustancias diversas; una de ellas, el cuerpo, se descompone, pero la otra, el alma, es por sí misma imperecedera y, en consecuencia, puede subsistir en sí misma independientemente de la otra; es más, sólo cuando el alma se separa del cuerpo, esencia extraña a ella, se realiza el alma en todo lo que es.
Por el contrario, el pensamiento bíblico presupone la unidad indivisible del hombre; la Escritura no conoce, por ejemplo, palabra alguna para designar el cuerpo separado y distinto del alma; la palabra alma significa en la mayoría de los casos todo el hombre existente, viviente.
Los textos restantes, que nos ofrecen una concepción diversa, fluctúan en cierto modo entre la concepción griega y la bíblica, pero no excluyen esta última.
La resurrección de los muertos, no de los cuerpos, de que habla la Escritura, se refiere según eso a la salvación del hombre íntegro, no al destino de una parte del hombre, si cabe, secundaria. Esto indica claramente que la médula de la fe en la resurrección no consiste en la idea de la restitución de los cuerpos, a lo que nosotros la hemos reducido; todo esto es válido, aunque la Biblia haya cambiado la representación. ¿Cuál es, pues, el auténtico contenido? ¿Qué es lo que la Biblia anuncia al hombre como esperanza suya cuando habla de la resurrección de los muertos? A mi juicio, como mejor podemos comprender esta particularidad es en la contraposición con la concepción dualística de la filosofía antigua:

Parece que en el pensamiento judío antes de Cristo la resurrección era de la carne primordialmente ver (Isaías, 26,19 y 66,14) También (Daniel 12, 2) En Juan 20,27 Jesús parece demostrar su resurrección mostrando su cuerpo, (su carne)

1.- La idea de inmortalidad expresada en la Biblia con la palabra resurrección, indica la inmortalidad de la “persona“, del hombre. Mientras que para los griegos la típica esencia del hombre es un producto que en cuanto tal no subsiste, sino que el cuerpo y el alma siguen caminos diferentes según su índole diversa, para la fe bíblica la esencia hombre permanece como tal, aunque cambia.

2.- Se trata de una inmortalidad dialógica (resurrección). Es decir, la inmortalidad no nace simplemente de la evidencia de no-poder-morir, sino del acto salvador del que ama y que tiene poder para realizarlo. El hombre no puede, pues, perecer totalmente, porque ha sido conocido y amado por Dios.

De aquí parte y se funda la gran esperanza de que todos los hombres son conocidos y amados por Dios y al fin de cuentas todos nos salvaremos.
Ya Eduardo hace mención de la coincidencia en este en este punto por muchos pensadores modernos. Lo esencial de la inmortalidad del hombre, prefiero llamarle la “vida perdurable” se encuentra en la memoria de Dios, por cierto una memoria perfectísima. [/
i]

El amor pide eternidad, el amor de Dios no sólo la pide, sino que la da y lo es; de hecho, la idea bíblica de la resurrección nació de este motivo dialógico:
El que ora sabe en la fe que Dios restablecerá el derecho (Job 19,25 s.; Sal 73,23 s.);
La fe sabe que quienes han padecido por causa de Dios participarán en la recompensa prometida (2 Mac 7,9s).
La inmortalidad bíblica tiene que ser resurrección porque no nace del propio poder de no morir, sino de la relación establecida en el diálogo con el creador. La resurrección de los muertos tiene que ser resurrección del hombre porque el creador no se refiere sólo al alma, sino al hombre que se realiza dentro de la corporeidad de la historia y a quien Dios concede la inmortalidad.

Notemos que en la fórmula del Símbolo, “resurrección de la carne“, la palabra carne significa el mundo de los hombres (en el sentido que tiene, por ejemplo, la expresión bíblica toda carne contemplará la salvación de Dios.); tampoco aquí indica la palabra la corporeidad aislada y separada del alma.

[i]De acuerdo pero es obvio que la incluye primordialmente.[/color]

3.- La resurrección en el “último día“, al final de la historia y en presencia de todos los hombres, muestra el carácter co-humano de la inmortalidad relacionada con toda la humanidad de la que, para la que y con la que el individuo vivió y después será feliz o desdichado.

[color=darkblue]Bravo, bravísimo y mejor estaría si le quitáramos lo de desdichado.[/i]

Esta concepción nace espontáneamente del carácter humano de la inmortalidad bíblica.
El cuerpo y la historia son siempre exteriores al alma, concebida según los griegos; el alma puede continuar existiendo independientemente de ellos y no necesita ninguna otra esencia; en cambio para el hombre concebido como unidad, la co-humanidad es constitutiva.
Si él tiene que sobrevivir, no puede excluirse esta dimensión; por eso, partiendo de la Biblia, queda resuelto el problema tan agitado de si después de la muerte puede haber una comunidad de hombres.
Fundamentalmente el problema se expresa en esta frase, superando el elemento griego: quien cree en la “comunidad de los santos“, supera a la postre la idea del anima separata de la que habla la teología de la culpa.

[i]La comunión de los santos es la clave para entender el Juicio final.[/i]

El pleno contorno de estas ideas sólo es posible en la concreción neotestamentaria de la esperanza bíblica.
El Antiguo Testamento deja todavía pendiente el problema del futuro humano.
Sólo Cristo, el hombre que es “uno con el Padre“, por quien el ser humano ha entrado en la eternidad de Dios,[/b] se abre definitivamente el futuro del hombre; por eso en él está presente el problema de qué seremos nosotros, hombres.
Pero es al mismo tiempo interpelación de Dios a nosotros, “palabra de Dios“.
El diálogo entre Dios y el hombre que desde el principio de la historia gira en torno a esto, entra con él en un nuevo estadio:
[b]En él la palabra de Dios se hace “carne“, entra realmente en nuestra existencia.

Si el diálogo de Dios con el hombre significa vida.
Si es verdad que el que toma parte en el diálogo con Dios mediante la interpelación de quien vive eternamente, tiene vida.
Entonces, Cristo, en cuanto palabra de Dios a nosotros, es la "resurrección y la vida". (Jn 11,25).
Esto significa también que quien entra en el ser-conocido y amado por Dios, entra en la inmortalidad:
Quien cree en el Hijo, tiene vida eterna. (Jn 3,15s.; 3,36; 5,24).

[i]El tremendo poder de la oración, en nuestro diálogo con Dios entramos por una rendija a la eternidad, entramos en el recuerdo de Dios, entramos a la vida perdurable.


Así hay que comprender el mundo conceptual del cuarto evangelio, que al narrar la historia de la resurrección de Lázaro nos dice que la resurrección no es un acontecimiento lejano que tendrá lugar al fin del mundo, sino que se realiza ahora mediante la fe.
Quien cree, dialoga con Dios que es vida y supera la muerte.
Así coinciden la línea “dialógica“, inmediatamente relacionada con Dios, y la línea “co-humana” de la idea bíblica de inmortalidad.
En Cristo, hombre, nos encontramos con Dios; en él nos encontramos también con la comunidad de hombres;

Pues Él y nosotros formamos su Cuerpo Místico, en este cuerpo fluye la comunión de los santos.[/
i]


el ingreso en esta comunidad es un camino que lleva a Dios y a los demás.[u]
En Cristo la orientación hacia Dios es también orientación hacia la comunidad humana; así, la integración en la comunidad humana es acercarse a Dios que no está separado de Cristo, de la historia o de su tarea co-humana.

[i]¡¡¡Super bravísimo genial!!!


Así se explica el "estado intermedio" entre la muerte y la resurrección del que tanto se trató en tiempo de los Padres y de Lutero.
[u]El estar-con-Cristo, abierto a la fe, es el comienzo de la vida, de la resurrección y de la superación de la muerte
(Flp 1,23; 2 Cor 5,8; 1 Tes 5,10).

El diálogo de la fe es ya vida que no puede quedar destruida por la muerte.
El sueño de la muerte, defendido por los teólogos luteranos y recientemente apuntado en el catecismo holandés, no puede fundarse ni justificarse por el Nuevo Testamento porque en el Nuevo Testamento aparezca la palabra "dormir".
Su hilo espiritual se opone completamente a tal explicación, prácticamente incomprensible también para el judaísmo tardío que se planteaba el problema de la vida después de la muerte.

b).- La inmortalidad esencial del hombre.

Lo dicho anteriormente ha puesto de manifiesto en cierto modo de qué habla propiamente la predicación de la resurrección bíblica.
Su contenido esencial no es la representación de una restitución de los cuerpos a las almas después de un largo período intermedio.
Su sentido es más bien decir al hombre que él mismo sobrevivirá, no por poder propio, sino porque Dios lo ha conocido y amado. Mediante la resurrección y frente a la concepción dualista de la inmortalidad, expresada en el esquema griego cuerpo-alma, la forma bíblica de inmortalidad ofrece una concepción completamente humana y dialógica de la inmortalidad:
La persona, lo esencial al hombre, permanece; lo que ha madurado en la existencia terrena de la espiritualidad corporal y de la corporeidad espiritual, permanece de modo distinto; permanece porque vive en el recuerdo de Dios; porque el hombre es quien vive, y no el alma separada.
El elemento co-humano pertenece al futuro, por eso el futuro de cada uno de los hombres se realizará plenamente cuando llegue a término el futuro de la humanidad.

Otra vez ¡¡¡Bravísimo!!![/i]

[i]Surge ahora una serie de preguntas; la primera suena así:
¿No convertimos de esta forma la inmortalidad en pura gracia, a pesar de que pertenece en verdad a la esencia del hombre en cuanto hombre? En otros términos, ¿No llegamos así a una inmortalidad para los justos y, consiguientemente, a una división del destino humano, cosa que es inaceptable?
Hablando en términos teológicos, ¿no se cambia la inmortalidad natural de la esencia hombre con el don sobrenatural de la vida eterna que hace feliz al hombre?
¿No deberíamos contentarnos, por amor a la humanidad de la fe, con la inmortalidad natural, ya que una supervivencia puramente cristológica caería necesariamente en lo milagroso y mitológico?
A esta última pregunta sólo puede darse una respuesta afirmativa. Pero esto no supone contradicción alguna con nuestro punto de partida. De él podemos afirmar claramente que la inmortalidad que hemos llamado “resurrección“ por razón de su carácter “dialógico“, pertenece al hombre en cuanto hombre, a todo hombre, y no es algo sobrenatural añadido secundariamente.
Pero todavía hemos de preguntarnos, ¿qué es lo que hace al hombre propiamente hombre? ¿qué es lo que en último término lo diferencia?
Lo que diferencia al hombre, considerado desde arriba, es el ser interpelado y llamado por Dios, el ser interlocutor de Dios.
Visto desde abajo, consiste en que el hombre es el ser que puede pensar en Dios, el ser abierto a la trascendencia. El problema no es si él piensa realmente en Dios, si se abre realmente, sino si es capaz en sí mismo de todo eso, aun cuando quizá nunca pueda realizar esa capacidad por cualquier motivo.

[i]Aquí es necesario decir que desde mi punto de vista personal, el futuro del hombre, es ser el vehículo para que la creación lanzada fuera de Sí, por el Creador tenga que regresar a Dios, para que todo sea Dios, que por ahora no lo es. Hoy, mientras haya tiempo, materia y muerte, la creación y Dios son dos cosas distintas, son dos entes separados, Nuestro Señor Jesucristo viene a redimir esta diferencia, Él se echa a cuestas la responsabilidad de hacernos uno con Él a pesar del pecado y lograr junto con nosotros, asociándonos en su tarea, (Jn 4, 33’3Cool terminar con los contrarios de Dios como dice san Pablo:[/i]

“Después será el fin, cuando entregue a Dios Padre el reino, cuando haya destruido todo principado, toda potestad, todo poder pues preciso es que Él reine hasta poner a todos sus contrarios bajo sus pies. El último enemigo será la muerte, pues ha puesto todas las cosas bajo sus pies. Cuando dice que todas las cosas están sometidas, es evidente que excepto aquel que sometió todas las cosas; antes, cuando le queden sometidas todas las cosas, entonces, el mismo Hijo se sujetará a quien a Él todo se lo sometió para que sea Dios en todas las cosas. (1Cor 15, 24-2Cool [/color][/b] [/i]

Alguien podría decirnos: ¿no es mucho más fácil considerar el alma espiritual e inmortal como lo peculiar del hombre? La pregunta es justa, pero veamos su significado concreto. Ambas concepciones no se contradicen, sino que de modo diverso expresan lo mismo: Tener un alma espiritual significa ser querido, conocido y amado especialmente por Dios; tener un alma espiritual es ser llamado por Dios a un diálogo eterno, ser capaz de conocer a Dios y de responderle. Lo que en un lenguaje sustancialista llamamos “tener alma“, lo podemos expresar con palabras más históricas y actuales diciendo “ser interlocutor de Dios“.

En otro lugar aquí mismo expresé lo que entiendo por alma y lo que entiendo por espíritu esta alma espiritual corresponde a lo que yo llamo simplemente espíritu.

Esto no es afirmar que la terminología del alma es falsa, como ocasionalmente afirma un biblicismo unilateral y acrítico; es en cierto modo necesario para expresar el todo de lo que se trata. Pero necesita, por otra parte, ser completado si no queremos caer en una concepción dualista que no hace justicia a la intuición dialógica y personal de la Biblia.

Cuando afirmamos que la inmortalidad del hombre se funda en su relación con Dios cuyo amor crea la eternidad, no pretendemos una suerte especial a lo justos, sino que expresamos la esencial inmortalidad del hombre en cuanto hombre.
Según nuestras últimas reflexiones es posible desarrollar esta idea desde el esquema cuerpo-alma; el significado de éste estriba quizá en que revela ese carácter esencial de la inmortalidad humana; pero siempre ha de referirse a la perspectiva bíblica y ha de ser corregido por ésta, para permanecer fiel a la intuición inaugurada por la fe en el futuro del hombre.
Por lo demás, es evidente que a la postre no se puede distinguir puramente entre lo “natural” y lo “sobrenatural“. El diálogo fundamental que en todo lugar constituye al hombre como hombre salta al diálogo de la gracia, a Jesucristo; no puede ser de otro modo si Cristo es realmente el “segundo Adán“, la auténtica realización de ese anhelo infinito que brota del primer Adán, del hombre en general.

En este lugar san Pablo distingue entre alma viviente, es decir el hombre y espíritu vivificante, es decir el Cristo.

c).- El problema de la resurrección del cuerpo.

Todavía no hemos llegado al término de nuestras reflexiones. ¿Se da propiamente la resurrección del cuerpo, o todo se limita a la inmortalidad de la persona? Este es el problema que todavía hemos de resolver. No es un problema nuevo, se lo plantearon ya a San Pablo, como nos indica el capítulo 15 de la primera carta a los coríntios. El apóstol intenta dar una respuesta a lo que puede suceder más allá de los límites de nuestra concepción y de nuestro mundo accesible.
Muchas de las imágenes que emplea Pablo son extrañas para nosotros, pero su respuesta global es lo más grande, lo más artístico y lo más convincente que se puede afirmar sobre esto.
Comencemos por el versículo 50, que parece ser la clave de todo: Pero yo os digo, hermanos, que la carne y la sangre no pueden poseer el reino de Dios, ni la corrupción heredará la incorrupción.

A mi entender, este versículo ocupa en nuestro texto un lugar semejante al del versículo 63 en el capítulo 6 del cuarto evangelio. Esto acerca dos textos diversos más de lo que puede pensarse a primera vista. Después de afirmar con claridad la presencia real de la carne y de la sangre de Jesús en la eucaristía, Juan nos dice: El espíritu es el que vivifica, la carne no sirve para nada.
Tanto el texto paulino como el joánico quieren desarrollar el dualismo de la carne. Juan habla del realismo de los sacramentos, es decir, del realismo de la resurrección de Jesús y de su “carne“ provechosa para nosotros. En Pablo, en cambio, se trata del realismo de la resurrección de la carne, de la resurrección de los cristianos y de la salvación que ahí se realiza para nosotros. Pero en ambos casos hay un fuerte contrapunto que opone el realismo puramente intramundo, cuasi-físico, al realismo cristiano como realismo de más allá de la física, como realismo del Espíritu Santo.

Nuestro idioma no puede traducir toda la riqueza del griego bíblico. La palabra griega soma significa algo así como cuerpo, pero también puede significar individuo. Este soma puede ser sarx, es decir, cuerpo de manera histórico-terrena y químico-física, pero también pneuma, es decir .espíritu., según los léxicos. Esto quiere decir que el individuo que ahora se presenta en su cuerpo comprensible físicaquímicamente, puede reaparecer definitivamente a modo de realidad transfísica.
En la terminología de Pablo no se oponen “cuerpo“y “espíritu“, sino “cuerpo carnal” y “cuerpo espiritual“. No vamos a estudiar aquí los innumerables problemas históricos y filosóficos que esto lleva consigo, bastemos afirmar que tanto para Juan (6,63) como para Pablo (1 Cor 15,50) la “resurrección de la carne” es la .resurrección de las personas
(Leiber), no de los cuerpos (Körper). Según el pensamiento moderno, el modelo paulino es mucho menos ingenuo que la tardía erudición teológica con sus sutiles ideas sobre el problema de si son posibles los cuerpos eternos. En pocas palabras, Pablo no enseña la resurrección de los cuerpos, sino de las personas; esto no se realiza en el retorno del “cuerpo carnal“, es decir, del sujeto biológico, cosa según él imposible (la corrupción no heredará incorrupción), sino en la diversidad de la vida de la resurrección, cuyo modelo es el Señor resucitado.

¿Pero es que la resurrección no guarda relación alguna con la materia? ¿No tendrá el “ultimo día” relación con la vida que nace de la llamada de Dios? A esta última pregunta ya hemos dado una primera respuesta cuando hemos hablado del retorno de Cristo. Si el cosmos es historia y si la materia es un momento en la historia del espíritu, no puede darse una eterna y neutral yuxtaposición de materia y espíritu, sino una “complejidad” última en la que el mundo encuentre su omega y su unidad.
Existe también una última unión entre la materia y el espíritu en la que se realiza el destino del hombre y del mundo, aun cuando nosotros no podamos definirla con más precisión. Hay también un “último día” en el que se lleva a perfección el destino de los individuos, porque se realiza entonces el destino de la humanidad.

La meta del cristiano no es la bienaventuranza privada, sino el todo.
El cristiano cree en Cristo, por eso cree también en el futuro del mundo, no sólo en su propio futuro.
Sabe que ese futuro es más de lo que él puede hacer.
Sabe que existe una inteligencia que él no puede destruir; pero, ¿se cruzará por eso de brazos? Sabe, por el contrario, que existe una inteligencia; por eso se entrega alegre y resueltamente a realizar la obra de la historia, aún cuando tenga la impresión de que su trabajo es sólo la labor de Sísifo, y que la piedra del destino humano será empujada hacia la cima a lo largo de las generaciones para escurrirse un día y frustar los esfuerzos humanos.
El creyente sabe que camina hacia adelante, que no se mueve en círculos.
Sabe que la historia no es como la tela que Penélope tejía para destejer después. Quizá moleste al cristiano la pesadilla del miedo ante la inutilidad; esa pesadilla creó en el mundo precristiano los cuadros angustiosos de la nulidad de la obra humana, pero en el sueño resuena la voz de la realidad, salvadora y transformadora: "Animo, yo he vencido al mundo". (Jn 16,33).
El nuevo mundo descrito al final de la Biblia bajo la imagen de la Jerusalén celestial no es una utopía, sino la certeza que nos sale al paso en la fe.
El mundo ha sido redimido, esa es la certeza que mantiene a los cristianos y les anima, también hoy, a serlo.
Hasta Aquí el entonces Cardenal Ratzinger.

A manera de colofón daré mi posición final.
Quiero por último decir que la humanidad, o mejor dicho el Cuerpo Místico de Cristo, no es de ninguna manera ajena a la mecánica de la resurrección y que creo plenamente que en la unión final que me va a ser uno con todos los hombres, con Cristo y con Dios, mi cuerpo, tal como lo tengo y lo tuve me acompañará, de la misma manera que sus cuerpos están acompañando en este instante a Nuestro Señor Jesucristo y a la Virgen María y que desde luego no entiendo y por ahora, está fuera de mi fe, una resurrección sin cuerpo.


Saludos y bendiciones
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Beatriz
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MensajePublicado: Mie Ago 23, 2006 5:37 pm    Asunto:
Tema: ¿cuándo resucitamos?
Responder citando

Querido Sitibundo

Cita:
Así se explica el "estado intermedio" entre la muerte y la resurrección del que tanto se trató en tiempo de los Padres y de Lutero.

El estar-con-Cristo, abierto a la fe, es el comienzo de la vida, de la resurrección y de la superación de la muerte (Flp 1,23; 2 Cor 5,8; 1 Tes 5,10).


Totalmente de acuerdo contigo y es lo que enseña Ratzinger: El estar-con-Cristo, abierto a la fe, es el comienzo de la vida, de la resurrección y de la superación de la muerte. De ahi se entiende las palabras de Cristo cuando le anunciaron la muerte de Lázaro "Yo soy la Resurrección".

Nos encontramos en el "estado intermedio" y la muerte es quizás la etapa final de ese estado intermedio hasta alcanzar la resurrección.

Estuve pensando en un comentario que hiciste:

Cita:
Para mí era muy difícil de aceptar lo del alma que vuela al cielo muy risueña mientras su cuerpo material se pudre


Y pienso que tienes razón. Es dificil aceptar que el alma espiritual está en el cielo muy feliz mientras que el cuerpo se pudre. Pero recordé lo que dijo San Pedro sobre el tiempo de Dios. Lo que es para nosotros mil años, para Dios es un día.

Cita:
2Pe 3:8
Mas, oh amados, no ignoréis una cosa: y es que un día delante del Señor es como mil años y mil años son como un día.



Nos es dificil aceptarlo porque medimos el tiempo de acuerdo a 'nuestro' tiempo y no de acuerdo al tiempo de Dios. Jesús murió y resucitó al tercer día. Nosotros quizás morimos y resucitamos también al tercer día, pero para los vivos serán tres mil años, pero para nosotros será como si hubieran pasado tan solo tres dias, dos días o un día... ¿Me dejo entender? Aclaro que esta es una reflexión mia. No la he leido en ninguna parte.

que Dios te bendiga
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Beatriz
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MensajePublicado: Mie Ago 23, 2006 5:41 pm    Asunto:
Tema: ¿cuándo resucitamos?
Responder citando

Querido Sitibundo

Esto no lo entendí:

Cita:
y que desde luego no entiendo y por ahora, está fuera de mi fe, una resurrección sin cuerpo.


Me lo puedes explicar?

Bendiciones
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Sitibundo
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MensajePublicado: Mie Ago 23, 2006 7:10 pm    Asunto: Resurrección del cuerpo.
Tema: ¿cuándo resucitamos?
Responder citando

Querida Beatriz primero que nada que estoy completamente de acuerdo contigo sobre los tiempos, la carta de Pedro es elocuente pero tú lo fuiste más.
Sobre lo otro, hay una corriente teológica que da por hecho que la inmortalidad del hombre se da, en la persona, independientemente, del futuro de su cuerpo, es más suponen que el cuerpo hecho polvo ya es irrecuperable y ante la posibilidad de la entrada a la eternidad, esto es, al ámbito espiritual el cuerpo sería más un estorbo que un bien. Esta posición es la que yo rechazo, porque para mí es fundamental, en el propósito de nuestra creación ser el medio por el cual los opuestos a Dios, principalmente el tiempo, Dios es eterno, la materia, Dios es espíritu, la muerte, Dios es la vida eterna, y otros como el pecado o la Ley, que san Pablo los califica como los peores, serán derrotados por volverse afines a Dios, el ejemplo más sencillo es la cruz, que siendo lo más ignominioso y penoso, se revierte en lo más meritorio y glorioso, en fin yo creo fundamentalmente que la misión del hombre es trcar el mal, enemigo de Dios en bien afín de Dios, esto se liga a trocar mi cuerpo material y pecador, en un cuerpo espiritual afín a Dios.
Saludos y bendiciones.
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Beatriz
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MensajePublicado: Jue Ago 24, 2006 5:28 am    Asunto:
Tema: ¿cuándo resucitamos?
Responder citando

Sitibundo escribió:
Querida Beatriz primero que nada que estoy completamente de acuerdo contigo sobre los tiempos, la carta de Pedro es elocuente pero tú lo fuiste más.
Sobre lo otro, hay una corriente teológica que da por hecho que la inmortalidad del hombre se da, en la persona, independientemente, del futuro de su cuerpo, es más suponen que el cuerpo hecho polvo ya es irrecuperable y ante la posibilidad de la entrada a la eternidad, esto es, al ámbito espiritual el cuerpo sería más un estorbo que un bien. Esta posición es la que yo rechazo, porque para mí es fundamental, en el propósito de nuestra creación ser el medio por el cual los opuestos a Dios, principalmente el tiempo, Dios es eterno, la materia, Dios es espíritu, la muerte, Dios es la vida eterna, y otros como el pecado o la Ley, que san Pablo los califica como los peores, serán derrotados por volverse afines a Dios, el ejemplo más sencillo es la cruz, que siendo lo más ignominioso y penoso, se revierte en lo más meritorio y glorioso, en fin yo creo fundamentalmente que la misión del hombre es trcar el mal, enemigo de Dios en bien afín de Dios, esto se liga a trocar mi cuerpo material y pecador, en un cuerpo espiritual afín a Dios.
Saludos y bendiciones.


Gracias Sitibundo. Ya entendí.

Bueno, corrientes teológicas hay muchas, por eso es mejor estar atentos a lo que el Magisterio enseña...

Eso de que el cuerpo seria un estorbo me parece una tonteria.

Eso es precisamente lo que dice el catecismo (protestante) Holandés:

Cita:
“El Señor quiere decir…que, después de la muerte, puede salvarse algo, lo peculiar del hombre. Este “algo” NO es el cadáver que dejamos…” (453)


A lo que Ratzinger hace un comentario nada favorable (leer arriba)

Solo hay que recordar cuál fue el plan inicial de Dios: Adán y Eva, el hombre con cuerpo material co-habitando con Dios. Cuando a Jesús le preguntaron por el divorcio, les hizo recordar también el plan inicial de Dios.

Para mi las palabras de San Pablo son más que suficientes: "En efecto, es necesario que este ser corruptible se revista de incorruptibilidad; y que este ser mortal se revista de inmortalidad"(1 Cor 15,35-37. 42. 53).
Nuestros cuerpos serán transformados en cuerpos gloriosos, como el de Cristo resucitado. Dejarán de ser cuerpos corruptibles para convertirse en cuerpos incorruptibles, dejarán de ser mortales para ser cuerpos inmortales (alma y cuerpo se sobreentiende). Comprendo perfectamente lo que dice Ratzinger, la inmortalidad no es solo del alma sino también del cuerpo, es la inmortalidad de la 'persona' y el estar-con-Cristo es haber empezado ya la resurrección (Yo soy la Resurrección).

Te copio un texto sobre los cuerpos gloriosos de San Agustín estudiado y comentado por el Padre Victorino Capanaga, O.R.S.A.

(las palabras entre comillas son palabras de San Agustín, perdón por no dar las citas)

Cita:
EL ORGANO DEL CUERPO GLORIOSO

El cuerpo glorioso recobrará con ventajas la función ministerial que en parte perdió con la culpa primitiva y las consiguientes, y se hará espiritual no en sentido ontológico, sino en el moral, "porque estará a las órdenes del espíritu".

No será ya carga y pesadumbre, sino fuerza de elevación. Todos los miembros serán restituidos con nuevo decoro, aun los miembros, que no tendrán el uso que tuvieron en este mundo, para "auge y recomendación de su hermosura". No habrá, pues, en él "nada indecoroso, sino suma paz; nada discordante ni monstruoso, nada que ofenda la vista, y Dios será alabado en todos". No habrá tampoco necesidad de vestidos para cubrirse o abrigarse, porque todo se hallará vestido de luz y de la gloria divina.

Pero San Agustín no se atreve a describir "cuál y cuán grande será la gracia del cuerpo, porque, sin experiencia de ello, temo que no sea temerario todo lo que pueda decir". Aunque sí le aplica plenamente la definición de la hermosura corporal corriente en su tiempo: "Pues toda la hermosura del cuerpo resulta de la congruencia de las partes con cierta suavidad de color. Y así, donde falta la congruencia de las partes suele ofender alguna cosa, o porque está mal formada, o porque es pequeña o excesivamente grande. Y así no habrá deformidad alguna originada de la incongruencia de las partes, pues lo que está mal se corregirá, y lo que es menos de lo conveniente, lo suplirá el Creador con lo que El sabe, y lo que fuere demasiado, lo quitará sin merma de la integridad de la materia.

Y cuánta será la suavidad del color allí donde los justos resplandecerán como el sol en el reino de su Padre? (Mt 13, 43). El cual resplandor hemos de creer que no faltó al cuerpo resucitado de Cristo, sin más bien fue encubierto a los ojos de los apóstoles, porque no lo podría sufrir la flaqueza de la vista humana".

La hermosura humana en toda su plenitud funde su armonía en la asamblea coral de los bienaventurados. El cuerpo humano se convierte en órgano coral, cuyas notas enriquecen y varían el canto de las alabanzas divinas. No hay parte en el organismo humano que no ponga mano en la orquesta celeste.

"Todos los miembros y partes interiores del cuerpo corruptibles -que ahora se hallan repartidos en varios usos y ejercicios necesarios, porque entonces cesará la necesidad y habrá plena, cierta, segura y sempiterna felicidad -se mejorarán en las alabanzas de Dios. Porque todos aquellos números de la armonía corporal de que ya he hablado, que ahora están ocultos, no lo estarán, y, estando dispuestos por todas partes del cuerpo por dentro y por defuera, con las demás cosas que allí se verán grandes y admirables, inflamarán en la suavidad de la belleza racional el amor racional de la alabanza del grande Artífice. Cuáles serán los movimientos que allí tendrán estos cuerpos, no me atrevo a afirmar temerariamente, pues que no alcanzo a concebirlo"

Estas palabras muestran el elevado sentimiento estético que San Agustín tenía del cuerpo humano y de su nobleza y de la nueva revelación de gloria con que resplandecerán los ojos de los beatos, como obra de suprema sabiduría y hermosura de su Creador y Redentor. La creación entera, vestida de la nueva luz, será el teatro de la felicidad futura, porque toda ella será irradiación del esplendor de la belleza infinita de su autor y estímulo de su alabanza. Dios será todas las cosas en todos, y todos recibirán también de su gloria, "porque allí habrá verdadera gloria, donde nadie será alabado por error o lisonja del que alabe. Habrá verdadera honra, que no se negará a ningún digno ni se tributará a ningún indigno; aunque ningún indigno la ambicionará, poque no se permitirá que esté allí sino el que sea digno. Allí habrá verdadera paz, donde nadie padecerá contrariedad ni de sí mismo ni de otro alguno".

Si en todas las especulaciones agustinianas tiene mucha parte la luz, no sólo como elemento estético sino también como elemento ontológico, no lo es menos en la gloria del paraíso, en que todas las cosas se harán transparentes a los ojos de la contemplación.

En un texto poco antes citado, San Agustín nos ha hecho ver cómo todas las hermosuras interiores del cuerpo resucitado se harán patentes a la contemplación y admiración común. Pero la transparencia llegará también a los secretos de los pensamientos, deseos y ocupaciones del mismo espíritu. Todo bienaventurado será como un palacio de cristal inundado por la luz de la gloria. Y si, en la vida presente, uno de los tormentos más penosos es el trasfondo oscuro que se encierra dentro de cada uno, invisible a nuestros ojos, y mucho más a los ajenos, entonces no habrá secretos para nadie ni velos que oculten verguenzas, sino todo resplandecerá con divina luz, porque de tal "manera será Dios notorio y visible, que se vea con el espíritu por cada uno de nosotros en cada uno de nosotros, y se vea por uno en otro, y se vea en sí mismo en el cielo nuevo y en la nueva tierra, y en todas las criaturas que entonces hubiere se vea también por los cuerpos en todo cuerpo; dondequiera que pusiéramos la vista del cuerpo espiritual, veremos también patentes los pensamientos unos de otros". Cada conciencia será un espectáculo de belleza espiritual, "pues los pensamientos que ahora sólo ve Dios, srán mutuamente patentes a todos en aquella sociedad de los santos, pues nada habrá en ellos sino lo que es honesto, lo que es verdadero, lo que es puro, lo que es sincero. Como ahora quieres que sea vista tu cara, querrás entonces que tu conciencia esté a la vista de todos". Será la misma hermosura de Dios, reflejada en las augustas interioridades de los resucitados, la que se exhibirá, dándose en espectáculo agradable a los demás. De suerte que lo que llama San Agustín societas sanctorum, la compañia de unos con otros vestidos del mismo esplendor de belleza interior y exterior, dará auge a la felicidad, siendo Dios siempre el autor y consumador de la misma. Todos se gozarán en la gloria y hermosura de los demás y en la suya propia cuando Dios será todas las cosas en todos. Cada conciencia será un templo de claridad y hermosura.

Agustín de Hipona, autor: Victorino Capanaga, O.R.S.A., B.A.C., 1974



Aunque son especulaciones de San Agustín, creo que acertó Laughing
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MensajePublicado: Jue Ago 24, 2006 9:54 am    Asunto:
Tema: ¿cuándo resucitamos?
Responder citando

En mi modesta opinión, y puedo aseguraros que me da verguenza comentar algo dada el alto nivel en que os movéis, hay una cosa que me intriga: ¿por qué desapareció el cuerpo mortal de Jesús? ¿por qué se dió tanta importancia a encontrar el sepulcro vacío? lo cual me da por pensar que si bien el cuerpo mortal no es el que resucita debe tener algún tipo de relación con el cuerpo resucitado.
Lo mismo me indica la ascensión de la Virgen o la incorruptibilidad de los cuerpos de algunos santos, como si la santidad de alguna forma interviniera en comenzar a hacer incorruptibles o espirituales los cuerpos mortales.
Como seguramente habré dicho muchas tonterías, espero vuestra corrección y opiniones.
Very Happy
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Sitibundo
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MensajePublicado: Jue Ago 24, 2006 3:04 pm    Asunto:
Tema: ¿cuándo resucitamos?
Responder citando

muy querida Gunita:
Sé que quiero, debo y puedo responder a tus inquietudes, y no deseo hacerte esperar, pero no me siento del todo bien para hacerlo.
Escribiste:
¿por qué desapareció el cuerpo mortal de Jesús? ¿por qué se dió tanta importancia a encontrar el sepulcro vacío? lo cual me da por pensar que si bien el cuerpo mortal no es el que resucita debe tener algún tipo de relación con el cuerpo resucitado.

Debo empezar por contestarte que sí es el cuerpo mortal o muerto, el que resucita, sólo que ese cuerpo ya resucitado está revestido de incorruptibilidad. En Cristo como seguramente ocurrirá con nosotros, es un cuerpo glorioso, un cuerpo donde su materialidad se haya espiritualizada, donde materia y espíritu vayan de la mano y no como hasta ahora que son términos y realidades antagónicas.
¿por qué desapareció el cuerpo mortal de Jesús? ¿por qué se dió tanta importancia a encontrar el sepulcro vacío?
Algo extraordinario había sucedido, el cuerpo pudo haber sido robado, como pretendieron hacerlo creer los propios judíos, quienes habían apostado una fuerza armada y vigilante para impedir que eso ocurriera.
Así que cuando la Magdalena va, el primer día de la semana, a terminar de ungir el cadáver de Jesús, que, por las prisas, la fecha y la hora, no pudo hacerlo el viernes, se encuentra con un sepulcro vacío y no atina a comprender qué pasó, hasta que alguien, un ángel, le avisa que Jesús ha resucitado esta noticia le cae de inesperado, pero tal vez recuerda entonces haberle oído decir que resucitaría, y es a ella a quien primero se le aparece.
Después la resurrección va haciéndose clara, comprensible y enormemente estimulante.
Por supuesto es un acontecimiento tan insólito, que Nuestro Señor tiene que aparecerse ya resucitado varias veces a sus discípulos para confirmar lo acaecido.
Según Pablo en (1Cor 15, 1 yss) dice que primero se le apareció a Pedro, luego a los doce, después a 500 hermanos de los cuales muchos de ellos vivían tras haber pasado unos 20 años de este portentoso suceso.
Luego se apareció a Santiago el "hermano del Señor" más tarde a todos los apóstoles y por último al mismo Pablo.
Los evangelios traen un orden distinto de apariciones e incluso otras que no menciona Pablo, de manera que la resurrección de Jesucristo es un hecho histórico perfectamente comprobable.
La Resurrección de Cristo es algo inaudito, de nada parecido se había hablado, en su género es la Primera y hasta ahora única Resurrección pero es la muestra y el aval de nuestras resurrecciones.
Es cuanto simpática Gunita
Saludos y bendiciones.
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