15. Cristo al centro de la vida sacerdotal

[Padre Jairo Yate R.]

Cristo debe ser el centro de la vida del sacerdote, esa es una gran verdad, difícil de comprender para todos aquellos que aspiran al sacerdocio, por en medio de esa verdad, están los medios como el hombre se gana el amor de Dios y aprende a amar a Dios y por ende a cumplir su misión. Es correcto decir que el amor debe ser apasionado, totalizante. Eso permite encontrar la diferencia entre amar como algo etéreo o fascinante y amar como una gracia de Dios o un don de Dios. Bien interesante la Sagrada Escritura, cuando dice: Conocer y amar a Cristo significa conformar la vida a sus mandatos: «si me amáis, guardaréis mis mandamientos» (Jn 14,15); «en esto sabemos que le conocemos: en que guardamos sus mandamientos» (1 Jn 2,3) «quien dice que permanece en él, debe vivir como vivió él» (1 Jn 2,6). De aquí la segunda dificultad que describe magistralmente san Juan: «todo el que obra el mal aborrece la luz y no va a la luz, para que no sean censuradas sus obras» (Jn 3,20).
Ahora recuerdo alguna homilía que escribí hace algún tiempo, la cual dice: El testamento guarda cuatro mandatos para encontrar una nueva civilización: el mandamiento del amor “habiendo amado a los suyos, los amó hasta el extremo”. El servicio, que se traduce como la epifanía del amor en la enseñanza de Jesús “no vine para ser servido, sino para servir”. La invitación al perdón y a la reconciliación “es necesario perdonar 70 veces 7” el resultado es la tolerancia. Y el cuarto mandato es la Iglesia, la comunidad de todos aquellos que creemos en Jesús y queremos asumir libre y voluntariamente su Evangelio
La santidad de Dios nos indica la diferencia total entre lo sagrado y lo profano, entre lo vulgar y lo trascendente, entre lo terreno y lo celestial. Muchos juegan a la tentación de combinar lo divino con lo pecaminoso. Otros se contentan con decir “Se hace lo que se puede” El pueblo de Dios debe aprender a vivir al estilo de Yahvéh. Debe descubrir el secreto de los diez mandamientos. Cuando hombres y mujeres aspiran a la santidad como un valor supremo, encuentran la facilidad de combinar en sus vidas la relación: Dios-hombre, Dios-mujer, Dios mundo, Dios naturaleza, Dios-eternidad. Es vida y es Gracia, todo aquello que se mueve en el campo de la voluntad de Dios; es muerte y finitud, todo lo que se opone a la voluntad del Señor. El estilo de vida que Dios quiere para la humanidad, no contempla alternativas o posibilidades que puedan nacer de nuestro razonar, pues Dios, bien sabe que nuestro pensar es limitado, se equivoca fácilmente, no persevera, no es constante, siempre hay limitaciones que desvían fácilmente el presupuesto divino.
El libro del Levítico en su capítulo 19 presenta los mandatos del Señor, los conocemos como la tabla de los 10 mandamientos, todos los preceptos guardan un denominador común “El amor”, porque es la única fuerza capacitada para entender lo que es de Dios, lo que es del hombre mismo, lo que es de los demás. Sin el amor es imposible entender la regla de oro para una vida sana y feliz. Dios propone el amor, y a su vez, pospone el odio y la venganza. Es muy propio de la santidad de Dios perdonar, es un requisito indispensable de quien es santo “perdonar y olvidar.”
Padre, Jairo Yate, Ibagué Colombia
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Hacer la voluntad de Dios es fundamental para ser un buen ministro

[Ronald La Barrera Villarr]

¿Le parece adecuado decir que el amor a Cristo debe ser “apasionado”? ¿en qué sentido? ¿no es una exageración?
Me parece muy adecuado que el amor a Cristo debe ser apasionado, pues es la pasión que uno siente por el otro que le hacer darse completamente e incluso capaz de dar su vida por quien ama.
Si Cristo no nos hubiera amado sin pasión no hubiera dado su vida por nosotros, los mártires si han podido dar su vida por Cristo es porque su amor era apasionado, de lo contrario habrían abandonado a Cristo. Solo cuando se ama de verdad, con un amor sincero y real, con afecto y pasión, uno puede permanecer fiel a quien ama.
Hay que lograr llegar a ese amor compasión y necesitamos sentirnos amados por Dios, pues quien se siente amado es capaz de amar. Si no tenemos una experiencia del amor que Dios nos tiene no podremos amar. Muchas veces sabemos que Dios nos ama, pero se trata no de saber sino de sentir que Dios nos ama. Una cosa es saber que el fuego quema y otra quemarse con el fuego. Igualmente una cosa es saber que Dios nos ama y otra sentirse amado por Dios.
En cuanto nos sentimos amados podremos también nosotros amar a Cristo y amarlo con pasión para ser le fieles y ser capaces de dar nuestra vida por él.

[paisaschp]

¿Cómo ayudar a los seminaristas esta posible dificultad: “para algunos el amor a Cristo parece algo ilusorio, etéreo; algo que no llena su deseo de amar, de ser amado, de sentir afecto, de sentirse acompañado y consolado”?

Si esto fuera así habría que plantear incluso el punto de partida vocacional. No creo que pueda haber vocación donde no hay amor, y donde uno mismo no se siente amado hasta el final y llamado a una determinada misión en la Iglesia. Puede ocurrir que haya un momento inicial de “pasión” vocacional, que con el tiempo se enfríe, o que con la filosofía y la teología llegue a racionalizarse. En cualquier caso, el camino a recorrer se basa en el descubrimiento del amor vivo a Cristo a través de la liturgia, la experiencia espiritual en la oración y el servicio, en la humildad para estudiar las materias de filosofía y teología, y en la docilidad para dejarse ayudar a comprender la propia vida desde el evangelio. Si no se consiguiera así, habría que reconsiderar su respuesta vocacional porque sin el amor que se señala que le falta, no daría la imagen de Cristo Sacerdote y Pastor.

[MANUEL HERNÁNDEZ PUJADAS]

15. CRISTO AL CENTRO DE LA VIDA SACERDOTAL

Otros participantes.

¿Cómo presentar hoy un “Cristo atractivo” a los hombres?Identificándose con Cristo. Permitiendo que Cristo esté en ti, en tu vida. Para eso hay que tratar a Cristo, conocerle. Permitirle que su Espíritu nos ilumine en la realización de nuestras acciones. Para ello tenemos dos herramientas: la oración y los sacramentos.

MANUEL HERNÁNDEZ PUJADAS

[luis94]

Otros participantes
- ¿Cómo presentar hoy un “Cristo atractivo” a los hombres?
Pienso que Cristo es atractivo por sí mismo. Lo era cuando vivió en la tierra hace dos mil años. Mucha gente se sentía irresistiblemente atraída por algún rasgo de su persona (su bondad, su autoridad, su poder, su amor, su mirada misericordiosa, etc.). Hoy la imagen de Cristo se oculta bajo el velo de la imagen que damos los cristianos. Por eso, creo que la mejor forma de presentar un Cristo atractivo hoy es identificarse lo más plena y profundamente con Él, con sus actitudes, con sus gestos, con sus gustos, con sus criterios, con su forma de mirar, con su forma de hablar, de actuar, de conducir y guiar, de perdonar, y sobre todo, con su forma de amar.
En una palabra, cuanto más desaparezcamos nosotros para que aparezca Él en nuestra vida cotidiana; cuanto más profundamente unidos a Él y enamorados de Él nos vean los hombres de hoy, más “será Él en nosotros”, y nosotros seremos “menos nosotros mismos”. No hay que “acomodar” ninguno de los rasgos de Cristo a la conveniencia de la época. Simplemente, dejar lo más posible que Él sea en nosotros. Tratar de ser como cristales cada vez más puros, que transparenten al Señor cada vez con mayor fidelidad. Un trabajo que, sin duda, nos ha de llevar toda la vida.

[P. José Estebas Martínez]

Es excelente el poder resumir la vida y misión del sacerdote como un amor apasionado de Cristo.
Desde el día de su llamada Jesús ha ganado el corazón del vocacional, y este le atrae de tal forma que deja todo y va en búsqueda de ese Amor. Yo recuerdo que cuando fui invitado al Seminario, me llene de un gozo increíble y descubrí que mi amor debía ser entregado todo a Jesús y por Él a los hermanos.
Cuando ingresé al seminario lo vi también en clave de amar a Jesús, debía ser mi máximo Amigo, más tarde cuando ingresaba al noviciado y mis años de Filosofía y Teología lo viví como un enamorarme y conocerle más y más, con Amor esponsal. Y cuando me destinaron a los primeros campos de misión a servir al Esposo.
Hoy continúo en la tarea de entregarle todo mi amor, aún en medio del trajín desbordante de la vida y del trabajo pastoral, todo para El.
Y el amarle me lleva a cuidar ese Amor y a saber amar a los demás con el cuidado y respeto que se merecen.