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EL PAPA EN TIERRA SANTA
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Alfeo
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MensajePublicado: Vie May 15, 2009 8:10 pm    Asunto:
Tema: EL PAPA EN TIERRA SANTA
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Pues solo darte las gracias por el resumen.

Saludos en Xto.
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Cristo, Alfa y Omega.
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Julian_Consolad
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MensajePublicado: Vie May 15, 2009 9:19 pm    Asunto:
Tema: EL PAPA EN TIERRA SANTA
Responder citando

Alfeo escribió:
Pues solo darte las gracias por el resumen.

Saludos en Xto.

Todavía me faltan los discursos de hoy y el del encuentro interreligioso del martes.
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Julian_Consolad
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MensajePublicado: Sab May 16, 2009 1:43 pm    Asunto:
Tema: EL PAPA EN TIERRA SANTA
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Comienzo con los discursos de ayer. A las 10:15 de Jerusalén y 09:15 de Roma el Santo Padre visitó la Basílica del Santo Sepulcro, en Jerusalén. En ella el Papa visitó el Santo Sepulcro (lugar de la sepultura y resurrección de Cristo), la Capilla de las Apariciones y la Capilla del Calvario (lugar de la muerte y crucifixión de Cristo). Este es el disurso pronunciado por el Papa en la basílica:


Queridos amigos en Cristo:



El himno de alabanza que acabamos de cantar nos une a las filas de los ángeles y a la Iglesia de todo tiempo y lugar --"el glorioso coro de los apóstoles, la multitud admirable de los profetas y el blanco ejército de los mártires"-- mientras damos gloria a Dios por la obra de nuestra redención, cumplida en la pasión, muerte y resurrección de Jesucristo. Ante este Santo Sepulcro, donde el Señor "ha vencido el aguijón de la muerte abriendo a los creyentes el Reino de los Cielos", os saludo a todos en el gozo del tiempo pascual. Agradezco al patriarca Fouad Twal y al custodio, padre Pierbattista Pizzaballa, por sus amables palabras de bienvenida. Deseo expresar de igual manera mi aprecio por la acogida que me ha sido reservada por los jerarcas de la Iglesia Ortodoxa Griega y de la Iglesia Armenia Apostólica. Con gratitud tomo acto de la presencia de representantes de las otras comunidades cristianas de Tierra Santa. Saludo al cardenal John Foley, gran maestre de la Orden Ecuestre del Santo Sepulcro de Jerusalén y también los caballeros y las damas del Orden aquí presentes, agradeciendo su inagotable entrega para sostener la misión de la Iglesia en estas tierras hechas santas por la presencia terrenal del Señor.

El Evangelio de san Juan nos ha transmitido una sugerente narración de la visita de Pedro y del discípulo amado a la tumba vacía la mañana de Pascua. Hoy, a distancia de casi veinte siglos, el sucesor de Pedro, el obispo de Roma, se encuentra frente a la misma tumba vacía y contempla el misterio de la resurrección. Siguiendo las huellas del apóstol, deseo una vez más proclamar, ante los hombres y mujeres de nuestro tiempo, la sólida fe de la iglesia en que Jesucristo "fue crucificado, murió y fue sepultado", y que "al tercer día resucitó de entre los muertos". Elevado a la derecha del Padre, nos ha enviado su Espíritu para el perdón de los pecados. Fuera de Él, a quien Dios ha constituido Señor y Cristo, "no hay bajo el cielo otro nombre dado a los hombres por el que nosotros debamos salvarnos" (Hechos 4, 12).

Al encontrarnos en este santo lugar y considerando ese asombroso acontecimiento, ¿cómo podríamos no sentirnos con el "corazón conmovido" (Hechos 2, 37) como los primeros que escucharon la predicación de Pedro en el día de Pentecostés? Aquí Cristo murió y resucitó, para no morir nunca más. Aquí la historia de la humanidad cambió definitivamente. El largo dominio del pecado y de la muerte fue destruido por el triunfo de la obediencia y de la vida; el madero de la cruz revela la verdad sobre el bien y el mal; el juicio de Dios fue pronunciado sobre este mundo y la gracia del Espíritu Santo fue derramada sobre toda la humanidad. Aquí Cristo, el nuevo Adán, nos ha enseñado que el mal nunca tiene la última palabra, que el amor es más fuerte que la muerte, que nuestro futuro y el de la humanidad está en las manos de un Dios providente y fiel.

La tumba vacía nos habla de esperanza, la misma que no defrauda, porque es don del Espíritu Santo, que nos da la vida (cf. Romanos 5, 5). Este es el mensaje que hoy deseo dejaros, al concluir mi peregrinación a Tierra Santa. ¡Que la esperanzase eleve nuevamente, por la gracia de Dios, en el corazón de cada persona que vive en estas tierras! Que pueda arraigarse en vuestros corazones, permanecer en vuestras familias y comunidades e inspirar a cada uno de vosotros un testimonio cada vez más fiel del Príncipe de la Paz. La Iglesia en Tierra Santa, que continuamente ha experimentado el oscuro misterio del Gólgota, no debe nunca dejar de ser un intrépido heraldo del luminoso mensaje de esperanza que proclama esta tumba vacía. El Evangelio nos dice que Dios puede hacer nuevas todas las cosas, que la historia no necesariamente se repite, que las memorias pueden ser purificadas, que los frutos amargos de la recriminación y de la hostilidad pueden ser superados, y que un futuro de justicia, de paz, de prosperidad y de colaboración puede surgir para cada hombre y mujer, para toda la familia humana, y de manera especial para el pueblo que vive en esta tierra, tan querida por el corazón del Salvador.

Este antiguo Memorial de la Anástasis es un testigo mudo tanto del peso del nuestro pasado --con todas sus faltas, incomprensiones y conflictos--, como de la promesa gloriosa que sigue irradiando desde la tumba vacía de Cristo. Este lugar santo, donde la potencia de Dios se reveló en la debilidad, y los sufrimientos humanos fueron transfigurados por la gloria divina, nos invita a mirar una vez más con los ojos de la fe el rostro del Señor crucificado y resucitado. Al contemplar su carne glorificada, completamente transfigurada por el Espíritu, llegamos a comprender más plenamente que también ahora, mediante el Bautismo, llevamos "siempre en nuestros cuerpos por todas partes el morir de Jesús, a fin de que también la vida de Jesús se manifieste en nuestro cuerpo" (2 Corintios 4, 10-11). ¡También ahora la gracia de la resurrección está actuando en nosotros! Que la contemplación de este misterio impulse nuestros esfuerzos, como individuos y como miembros de la comunidad eclesial, para crecer en la vida del Espíritu mediante la conversión, la penitencia y la oración. Que nos ayude a superar, con la potencia de ese mismo Espíritu, todo conflicto y tensión nacidos de la carne y remover todo obstáculo, por dentro y por fuera, que se interpone en nuestro testimonio común de Cristo y en el poder de su amor que reconcilia.

Con estas palabras de aliento, queridos amigos, concluyo mi peregrinación a los santos lugares de nuestra redención y renacimiento en Cristo. Rezo para que la Iglesia en Tierra Santa obtenga siempre una mayor fuerza de la contemplación de la tumba vacía del Redentor. En esa tumba está llamada a sepultar todas sus ansiedades y temores para resurgir nuevamente cada día y proseguir su viaje por los caminos de Jerusalén, de Galilea y más allá, proclamando el triunfo del perdón de Cristo y la promesa de una vida nueva. Como cristianos, sabemos que la paz que anhela esta tierra lacerada por los conflictos tiene un nombre: Jesucristo. "Él es nuestra paz" que nos ha reconciliado con Dios en un solo cuerpo mediante la Cruz, poniendo fin a la enemistad (cf. Efesios 2, 14). En sus manos ponemos toda nuestra esperanza en el futuro, como lo hizo Él en la hora de las tinieblas poniendo su espíritu en las manos del Padre.

Permitidme que concluya con unas palabras particulares de aliento a mis hermanos obispos y sacerdotes, así como a los religiosos y a las religiosas que están al servicio de la amada Iglesia en Tierra Santa. Aquí, ante la tumba vacía, el corazón mismo de la Iglesia, os invito a renovar el entusiasmo de vuestra consagración a Cristo y vuestro compromiso en el amoroso servicio a su místico Cuerpo. Tenéis el inmenso privilegio de dar testimonio a Cristo en esta tierra que Él ha santificado mediante su presencia terrena y su ministerio. Con pastoral caridad permitís a vuestros hermanos y hermanas y a todos los habitantes de esta tierra percibir la presencia que sana y el amor reconciliador del resucitado. Jesús nos pide a cada uno de nosotros que seamos testigos de unidad y de paz para todos aquellos que viven en esta Ciudad de la Paz. Como nuevo Adán, Cristo es la fuente de la unidad a la que está llamada toda la familia humana, esa misma unidad de la que la Iglesia es signo y sacramento. Como Cordero de Dios, él es la fuente de la reconciliación, que es al mismo tiempo don de Dios y sagrado deber que se nos ha confiado. Como Príncipe de la paz, Él es el manantial de esa paz que supera cada comprensión, la paz de la nueva Jerusalén. Que Él pueda sosteneros en vuestras pruebas, confortaros en vuestras aflicciones, y confirmaros en vuestros esfuerzos por anunciar y extender su Reino. A todos vosotros y a los que dedicáis vuestro servicio, os imparto cordialmente mi bendición apostólica, como prenda del gozo y de la paz de la Pascua.
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MensajePublicado: Sab May 16, 2009 3:18 pm    Asunto:
Tema: EL PAPA EN TIERRA SANTA
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Después el Papa visitó la Iglesia Patriarcal Armenia, pero todavía no cuento con ese discurso. Paso pues a las 13:30 de Jerusalén y 12:30 de Roma, cuando el Santo Padre tuvo la ceremonia de despedida en el aeropuerto de Tel Aviv antes de partir hacia Roma. Este es el discurso que allí pronunció:

Señor presidente,

señor primer ministro,

excelencias, señoras y señores:





Al disponerme a regresar a Roma, quisiera compartir con vosotros algunas de las fuertes impresiones que me ha dejado la peregrinación a Tierra Santa. He mantenido fecundas conversaciones con las autoridades civiles tanto de Israel como de los Territorios Palestinos, y he sido testigo de los grandes esfuerzos que ambos gobiernos están haciendo para asegurar el bienestar de las personas. He mantenido encuentros con los líderes de la Iglesia católica en Tierra Santa, y me alegra el ver la manera en que están trabajando juntos para atender al rebaño del Señor. He tenido, además, la oportunidad de encontrar a los líderes de varias iglesias cristianas y comunidades eclesiales, así como a los líderes de otras religiones de Tierra Santa. Esta tierra es realmente un terreno fértil para el ecumenismo y el diálogo interreligioso, y rezo para que la gran variedad de testimonios religiosos en la región traiga como fruto un creciente entendimiento mutuo y respeto.

Señor presidente, usted y yo plantamos un olivo en vuestra residencia el día en que yo llegué a Israel. El olivo, como usted sabe, es una imagen utilizada por san Pablo para describir las relaciones sumamente cercanas entre los cristianos y los judíos. Pablo describe en su carta a los Romanos cómo la Iglesia de los gentiles es como un brote de olivo silvestre, injertado en el olivo cultivado, el Pueblo de la Alianza (cf. 11, 17-24). Somos alimentados por las mismas raíces espirituales. Nos encontramos como hermanos, hermanos que en algunos momentos de nuestra historia han tenido relaciones tensas, pero que ahora están firmemente comprometidos por construir puentes de amistad duradera.

A la ceremonia en el palacio presencial le siguió uno de los momentos más solemnes de mi estancia en Israel: mi visita al Memorial del Holocausto en Yad Vashem para rendir homenaje a las víctimas de la Shoá. Allí también pude encontrar a algunos de los supervivientes. Esos encuentros, profundamente conmovedores, me recordaron mi visita de hace tres años al campo de la muerte de Auschwitz, donde muchos judíos --madres, padres, maridos, esposas, hijos e hijas, hermanos y hermanas, amigos-- fueron brutalmente exterminados bajo un régimen sin Dios que propagaba una ideología de antisemitismo y odio. Este espantoso capítulo de la historia nunca debe ser olvidado o negado. Por el contrario, aquellos oscuros recuerdos deberían reforzar nuestra determinación para acercarnos aún más los unos a los otros, como ramas del mismo olivo, alimentados por las mismas raíces y unidos por el amor fraterno.

Señor presidente, le doy las gracias por el calor de su hospitalidad, sumamente apreciada, y deseo que quede constancia del hecho que he venido a visitar este país como amigo de los israelíes, así como soy amigo del pueblo palestino. A los amigos les gusta pasar tiempo en recíproca compañía y se afligen profundamente al ver que el otro sufre. Ningún amigo de los israelíes y de los palestinos puede dejar de entristecerse por la tensión continua entre vuestros dos pueblos. Ningún amigo puede dejar de llorar por el sufrimiento y la pérdida de vidas humanas que ambos pueblos han sufrido en las últimas seis décadas. Permítame lanzar este llamamiento a todas las personas de estas tierras: ¡Nunca más derramamiento de sangre! ¡Nunca más enfrentamientos! ¡Nunca más terrorismo! Nunca más guerra! Por el contrario, rompamos el círculo vicioso de la violencia. Que pueda establecerse una paz duradera basada en la justicia, que haya una verdadera reconciliación y curación. Que sea universalmente reconocido que el Estado de Israel tiene derecho a existir y a gozar de paz y seguridad en el interior de sus fronteras internacionalmente reconocidas. Que sea igualmente reconocido que el pueblo palestino tiene el derecho a una patria independiente, soberana, a vivir con dignidad y viajar libremente. Que la solución de los dos Estados se convierta en realidad y no se quede en un sueño. Y que la paz pueda difundirse desde estas tierras; que puedan ser "luz para las naciones"(Isaías 42,6), llevando esperanza a muchas otras regiones que son golpeadas por conflictos.

Una de las imágenes más tristes para mí durante mi visita a estas tierras ha sido el muro. Al pasar a su lado, recé por un futuro en el que los pueblos de Tierra Santa puedan vivir juntos, en paz y armonía, sin necesidad de semejantes instrumentos de seguridad y de separación, sino más bien respetándose y confiando mutuamente, renunciando a toda forma de violencia y agresión. Señor presidente, sé lo difícil que será alcanzar ese objetivo. Sé lo difícil que es su tarea, y la de la Autoridad Palestina. Pero le aseguro que mis oraciones y las oraciones de los católicos de todo el mundo le acompañan siempre, mientras usted continúa sus esfuerzos por edificar una paz justa y duradera en esta región.

No me queda más que dar las gracias de todo corazón a todos los que han colaborado de tantas maneras con mi visita. Me siento profundamente agradecido con el gobierno, los organizadores, los voluntarios, los medios de comunicación, y todos los que me han ofrecido hospitalidad y a los que me han acompañado. Podéis estar seguros de que os recordaré con afecto en mis oraciones. A todos vosotros os digo: gracias y que Dios esté con vosotros. ¡Shalom!


[Traducción del original inglés realizada por Jesús Colina

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MensajePublicado: Sab May 16, 2009 3:22 pm    Asunto:
Tema: EL PAPA EN TIERRA SANTA
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Se ha duplicado el último, a ver si alguien puede borrar uno de los dos. Embarassed
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MensajePublicado: Sab May 16, 2009 3:24 pm    Asunto:
Tema: EL PAPA EN TIERRA SANTA
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El Papa aterrizó a las 16:50 en el aeropuerto de Ciampino, de Roma. Durante el vuelo el Papa tuvo un breve encuentro con los perodistas, a los que dirigió estas palabras:

Queridos amigos:

Gracias por vuestro trabajo. Me imagino lo difícil que ha sido, rodeado de tantos problemas, tantos traslados, etc. Y quisiera daros las gracias por haber aceptado estas dificultades para informar al mundo sobre esta peregrinación, e invitar así también a los demás a la peregrinación en estos lugares santos.

Ya he hecho un breve resumen de este viaje en el discurso del aeropuerto. No quisiera añadir mucho. Podría presentar tantos, muchos detalles: el conmovedor descenso al punto más profundo de la tierra, el Jordán, que para nosotros es también un símbolo del descenso de Dios, del descenso de Cristo, en los puntos más profundos de la existencia humana.


El Cenáculo, donde el Señor nos entregó la Eucaristía, donde tuvo lugar Pentecostés, la venida del Espíritu Santo..., el Santo Sepulcro, otras muchas impresiones... Pero me parece que no es el momento para hacerlo.
Quizá son tres las impresiones fundamentales: la primera es que he encontrado por doquier, en todos los ambientes, musulmanes, cristianos, judíos, una voluntad decidida de diálogo interreligioso, de encuentro, de colaboración entre las tres religiones.

Es importante que todos vean esto no sólo como una acción movida, digámoslo así, por motivos políticos en la situación dada, sino como un fruto del mismo núcleo de la fe, pues creer en un único Dios que nos ha creado a todos nosotros, Padre de todos nosotros, creer en este Dios que ha creado a la humanidad como una familia, creer que Dios es amor y quiere que el amor sea la fuerza dominante en el mundo, implica este encuentro, esta necesidad de encuentro, de diálogo, de colaboración como exigencia de la misma fe.

Segundo punto: he encontrado también un clima ecuménico muy alentador. Hemos tenido muchos encuentros con el mundo ortodoxo con gran cordialidad; he podido también hablar con un representante de la Iglesia anglicana, y dos representantes luteranos, y se ve que este clima de Tierra Santa alienta también el ecumenismo.

Y tercer punto: hay grandísimas dificultades, lo sabemos, lo hemos visto y escuchado. Pero yo he visto también un profundo deseo de paz por parte de todos. Las dificultades son más visibles y no debemos esconder las dificultades: existen y deben ser aclaradas. Pero no es tan visible el deseo común de paz, de fraternidad, y me parece que tenemos que hablar también de esto, alentar a todos en esta voluntad para encontrar las soluciones ciertamente no fáciles para estas dificultades.

He venido como peregrino de paz. La peregrinación es un elemento esencial de muchas religiones, en particular del islam, de la religión judía y del cristianismo. Es también la imagen de nuestra existencia, que es un caminar hacia adelante, hacia Dios, y de este modo hacia la comunión de la humanidad.
He venido como peregrino y espero que muchos sigan estas huellas y de este modo alienten la unidad de los pueblos de esta Tierra Santa y se conviertan también en mensajeros de paz. ¡Gracias!

[Traducción del italiano realizada por Jesús Colina]
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MensajePublicado: Sab May 16, 2009 3:29 pm    Asunto:
Tema: EL PAPA EN TIERRA SANTA
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Bien, habrán notado que faltan algunos de los discursos del Papa. Estos no han sido todavía traducidos. En cuanto se traduzcan los pondre aquí para tener todas las palabras del Papa en este precioso e histórico viaje a Tierra Santa. Para no liar a nadie, estos son los discursos que faltan:

-El del encuentro con representantes del diálogo interreligioso del martes.
-El de la visita a un campo de refugiados e Belén, el miércoles.
-El de la visita a un hospital infantil en Belén, el miércoles.
-El de la despedida de los terriorios palestinos en Belén, el miércoles.
-El del encuentro ecuménico en el patriarcado griego, el viernes.
-El del encuentro con los armenios, el viernes.

Espero de momento a que sean traducidos, para difundir desde aquí el precioso magisterio de Benedicto XVI.
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MensajePublicado: Sab May 30, 2009 6:32 pm    Asunto:
Tema: EL PAPA EN TIERRA SANTA
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Comiezo con lo que faltaba.


ENCUENTRO CON LAS ORGANIZACIONES
PARA EL DIÁLOGO INTERRELIGIOSO

DISCURSO DEL SANTO PADRE BENEDICTO XVI

Auditorio del Notre Dame of Jerusalem Center - Jerusalén
Lunes 11 de mayo de 2009



Queridos hermanos en el episcopado;
distinguidos líderes religiosos;
queridos amigos:

Para mí es motivo de gran alegría encontrarme con vosotros esta tarde. Deseo agradecer a Su Beatitud el patriarca Fouad Twal las amables palabras de bienvenida que me ha dirigido en nombre de todos los presentes. Correspondo a los afectuosos sentimientos expresados y os saludo cordialmente a todos vosotros y a los miembros de los grupos y organización que representáis.

"El Señor dijo a Abram: "Sal de tu tierra, de tu patria y de la casa de tu padre, y ve a la tierra que yo te mostraré". Marchó, pues, Abram (...), tomando a Sara, su mujer" (cf. Gn 12, 1-5). La irrupción de la llamada de Dios, que marca el inicio de la historia de nuestras tradiciones religiosas, se escuchó en medio de la vida ordinaria de un hombre. Y la historia que de ahí derivó no se plasmó en el aislamiento, sino a través del encuentro con las culturas egipcia, hitita, sumeria, babilónica, persa y griega.

La fe siempre se vive dentro de una cultura. La historia de la religión nos muestra que una comunidad de creyentes avanza por grados de fidelidad a Dios, tomando de la cultura que encuentra y plasmándola. Esta misma dinámica se realiza en cada uno de los creyentes de las tres grandes tradiciones monoteístas: en sintonía con la voz de Dios, como Abraham, respondemos a su llamada y partimos buscando el cumplimiento de sus promesas, esforzándonos por obedecer su voluntad, trazando un sendero en nuestra cultura particular.

Hoy, alrededor de cuatro mil años después de Abraham, el encuentro de religiones con la cultura no se realiza meramente en un plano geográfico. Algunos aspectos de la globalización, y en particular el mundo de internet, han creado una amplia cultura virtual, cuyo valor es tan variado como sus innumerables manifestaciones. No cabe duda de que es mucho lo que se ha logrado para crear un sentido de cercanía y de unidad dentro de la familia humana universal. Sin embargo, al mismo tiempo, la cantidad ilimitada de portales a través de los cuales las personas tienen fácil acceso a fuentes indiscriminadas de información puede convertirse fácilmente en instrumento de creciente fragmentación: la unidad del conocimiento se fragmenta y a veces no se aplican o se descuidan las complejas habilidades de crítica, discernimiento y discriminación aprendidas de las tradiciones académicas y éticas.

La pregunta que surge entonces espontáneamente es: ¿qué contribución da la religión a las culturas del mundo para contrarrestar los efectos negativos de una globalización tan rápida? Mientras muchos se dedican a señalar las diferencias notorias que existen entre las religiones, nosotros, como creyentes o personas religiosas, tenemos el desafío de proclamar con claridad lo que tenemos en común.

El primer paso de Abraham en la fe, y nuestros pasos hacia —o desde— la sinagoga, la iglesia, la mezquita o el templo, recorren el sendero de nuestra historia humana avanzando —podríamos decir— hacia la Jerusalén eterna (cf. Ap 21, 23). Asimismo, cada cultura, con su capacidad propia de dar y recibir, da expresión a la única naturaleza humana. Sin embargo, lo que es propio del individuo nunca se expresa plenamente a través de su cultura, sino que lo trasciende en la búsqueda constante de algo que está más allá.

Desde esta perspectiva, queridos amigos, vemos la posibilidad de una unidad que no depende de la uniformidad. Aunque las diferencias que analizamos en el diálogo interreligioso a veces pueden parecer barreras, no deben oscurecer el sentido común de temor reverencial y de respeto por lo universal, por lo absoluto y por la verdad, que impulsa a las personas religiosas ante todo a entablar relaciones unas con otras. En efecto, es común la convicción de que estas realidades trascendentes tienen su fuente —y llevan sus huellas— en el Omnipotente, que los creyentes ponen ante los demás, ante nuestras organizaciones, nuestra sociedad y nuestro mundo. De este modo, no sólo enriquecemos la cultura, sino también la modelamos: las vidas de fidelidad religiosa reflejan la irruptora presencia de Dios y así forman una cultura no definida por límites del tiempo o de lugar, sino fundamentalmente plasmada por los principios y las acciones que provienen de la fe.

La fe religiosa presupone la verdad. El que cree busca la verdad y vive según ella. Aunque el medio por el cual comprendemos el descubrimiento y la comunicación de la verdad en parte es diferente de religión a religión, no debemos desalentarnos en nuestros esfuerzos por dar testimonio de la fuerza de la verdad. Juntos podemos proclamar que Dios existe y puede ser conocido, que la tierra es creación suya, que nosotros somos sus criaturas, y que él llama a cada hombre y a cada mujer a un estilo de vida que respete su plan para el mundo.

Amigos, si creemos tener un criterio de juicio y de discernimiento divino en su origen y destinado a toda la humanidad, entonces no podemos cansarnos de procurar que ese conocimiento influya en la vida civil. La verdad debe ser ofrecida a todos; está destinada a todos los miembros de la sociedad. Arroja luz sobre los fundamentos de la moralidad y de la ética, e infunde en la razón la fuerza para superar sus propios límites a fin de dar expresión a nuestras aspiraciones comunes más profundas. Lejos de amenazar la tolerancia de las diferencias o la pluralidad cultural, la verdad posibilita el consenso, hace que el debate público se mantenga razonable, honrado y justificable, y abre el camino a la paz. Promoviendo el deseo de obedecer a la verdad, de hecho ensancha nuestro concepto de razón y su ámbito de aplicación, y hace posible el diálogo genuino de las culturas y las religiones, tan urgentemente necesario hoy.

Cada uno de los que estamos aquí presentes sabe también que hoy la voz de Dios se escucha menos claramente, y que la razón misma se ha hecho sorda a lo divino en numerosas situaciones. Con todo, ese "vacío" no es un vacío de silencio; es el ruido de pretensiones egoístas, de promesas vacías y de falsas esperanzas, que con tanta frecuencia invaden el espacio mismo en el que Dios nos busca. Entonces ¿podemos crear espacios, oasis de paz y de reflexión profunda, en los que se pueda volver a escuchar la voz de Dios, en los que su verdad se pueda descubrir dentro de la universalidad de la razón, en los que cada individuo, independientemente del lugar donde habita, de su grupo étnico, de su afiliación política o de su fe religiosa, pueda ser respetado como persona, como ser humano, como un semejante?

En una época de acceso inmediato a la información y de tendencias sociales que generan una especie de cultura uniforme, una reflexión profunda que contraste el alejamiento de la presencia de Dios fortalecerá la razón, estimulará el genio creativo, facilitará la valoración crítica de las costumbres culturales y sostendrá el valor universal de la fe religiosa.

Estimados amigos, las instituciones y grupos que representáis están comprometidos en el diálogo interreligioso y en la promoción de iniciativas culturales en una vasta gama de niveles. Desde instituciones académicas —y aquí quiero mencionar en particular las excepcionales conquistas de la Universidad de Belén— hasta grupos de padres con dificultades, desde iniciativas de música y artes hasta el ejemplo valiente de madres y padres ordinarios, desde grupos de diálogo formal hasta organizaciones caritativas, demostráis diariamente vuestra convicción de que nuestro deber ante Dios no sólo se expresa en el culto, sino también en el amor y en la solicitud por la sociedad, por la cultura, por nuestro mundo y por todos los que viven en esta tierra.

Algunos quisieran hacernos creer que nuestras diferencias son necesariamente causa de división y que, por tanto, al máximo habría que tolerarlas. Otros, incluso, sostienen que nuestras voces simplemente deben silenciarse. Pero nosotros sabemos que nuestras diferencias nunca deben presentarse indebidamente como una fuente inevitable de fricción o de tensión sea entre nosotros sea, en un ámbito más amplio, en la sociedad.

Por el contrario, ofrecen a personas de diversas religiones una espléndida oportunidad para convivir en profundo respeto, estima y aprecio, animándose unos a otros por los caminos de Dios. Ojalá que, impulsados por el Omnipotente e iluminados por su verdad, sigáis caminando con valentía, respetando todo lo que nos diferencia y promoviendo todo lo que nos une como criaturas bendecidas con el deseo de llevar esperanza a nuestras comunidades y al mundo.

Que Dios nos guíe por este camino.


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MensajePublicado: Sab May 30, 2009 6:35 pm    Asunto:
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VISITA AL CÁRITAS BABY HOSPITAL

PALABRAS DEL SANTO PADRE BENEDICTO XVI

Belén
Miércoles 13 de mayo de 2009



Queridos amigos:

Os saludo afectuosamente en nombre de nuestro Señor Jesucristo, "que murió, más aún, resucitó, está a la derecha de Dios e intercede por nosotros" (cf. Rm 8, 34). Que vuestra fe en su resurrección y en su promesa de vida nueva mediante el Bautismo colme vuestro corazón de alegría en este tiempo pascual.

Agradezco las cordiales palabras de saludo que me han dirigido en vuestro nombre el padre Michael Schweiger, presidente de la Asociación Kinderhilfe; el señor Ernesto Langensand, que está concluyendo su período de jefe de administración del Hospital infantil de Cáritas; y la madre Erika Nobs, superiora de esta comunidad local de las religiosas Franciscanas Isabelinas de Padua.


ambién saludo cordialmente al arzobispo Robert Zollitsch y al obispo Kurt Koch, representantes respectivamente de las Conferencias episcopales de Alemania y Suiza, que han hecho progresar la misión del Hospital infantil de Cáritas con su generoso apoyo económico.

Dios me ha concedido esta oportunidad de expresar a los administradores, médicos, enfermeros y personal del Hospital infantil de Cáritas mi aprecio por el inestimable servicio que han prestado, y siguen prestando, desde hace más de cincuenta años a los niños de la región de Belén y de toda Palestina. El padre Ernst Schnydrig fundó este hospital con la convicción de que los niños inocentes merecen un lugar seguro donde estén protegidos de todo lo que puede hacerles daño en tiempos y lugares de conflicto. Gracias a la entrega del Children's Relief Bethlehem, esta institución ha sido un oasis tranquilo para los más vulnerables, y ha brillado como un faro de esperanza de que el amor prevalezca sobre el odio, y la paz sobre la violencia.

A los jóvenes pacientes y a los miembros de sus familias que se benefician de vuestra asistencia deseo decirles simplemente: "El Papa está con vosotros". Hoy está con vosotros en persona, pero todos los días os acompaña espiritualmente a cada uno en sus pensamientos y en sus oraciones, pidiendo al Todopoderoso que vele sobre vosotros con su amorosa solicitud.

El padre Schnydrig describió este lugar como "uno de los pequeños puentes construidos para la paz". Ahora que las camas han aumentado de catorce hasta ochenta, atendiendo a las necesidades de miles de niños cada año, ya no es un pequeño puente. Acoge a la vez a personas de diferentes orígenes, lenguas y religiones, en el nombre del reino de Dios, el reino de la paz (cf. Rm 14, 17). De corazón os animo a perseverar en vuestra misión de manifestar caridad a todos los enfermos, a los pobres y a los débiles.

En esta fiesta de Nuestra Señora de Fátima, quiero concluir invocando la intercesión de María, mientras imparto la bendición apostólica a los niños y a todos vosotros. Oremos:

María, Salud de los enfermos, Refugio de los pecadores, Madre del Redentor, nos unimos a las numerosas generaciones que te han llamado "Bendita". Escucha a tus hijos mientras invocamos tu nombre. Tú prometiste a los tres niños de Fátima: "Al final, mi Corazón inmaculado triunfará". Que así suceda. Que el amor triunfe sobre el odio, la solidaridad sobre la división, y la paz sobre toda forma de violencia. Que el amor que tuviste a tu Hijo nos enseñe a amar a Dios con todo nuestro corazón, con todas nuestras fuerzas y con toda nuestra alma. Que el Todopoderoso nos muestre su misericordia, nos fortalezca con su poder, y nos colme de todo bien (cf. Lc 1, 46-56). Pedimos a tu Hijo Jesús que bendiga a estos niños y a todos los niños que sufren en el mundo. Que reciban la salud del cuerpo, la fuerza de la mente y la paz del alma. Pero, sobre todo, que sepan que son amados con un amor que no conoce confines ni límites: el amor de Cristo, que supera todo conocimiento (cf. Ef 3, 19). Amén.





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MensajePublicado: Sab May 30, 2009 6:37 pm    Asunto:
Tema: EL PAPA EN TIERRA SANTA
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VISITA AL CAMPO DE REFUGIADOS AIDA

DISCURSO DEL SANTO PADRE BENEDICTO XVI

Belén
Miércoles 13 de mayo de 2009



Señor presidente;
queridos amigos:

Mi visita de esta tarde al campo de refugiados de Aida me brinda la grata oportunidad de expresar mi solidaridad a todos los palestinos que no tienen vivienda, y anhelan poder volver a sus lugares de origen o vivir permanentemente en una patria propia. Gracias, señor presidente, por su amable saludo. También le doy las gracias a usted, señora Abu Zayd, y a los demás portavoces. A todos los oficiales de la Agencia de las Naciones Unidas para la asistencia y el apoyo, que cuidan de los refugiados, les manifiesto el aprecio que sienten innumerables hombres y mujeres de todo el mundo por la labor que se realiza aquí y en otros campos de la región.

Extiendo mi saludo en particular a los niños y a los profesores de la escuela. Con vuestro compromiso en la educación expresáis esperanza en el futuro. A todos los jóvenes aquí presentes les digo: renovad vuestros esfuerzos a fin de prepararos para el tiempo en que seáis responsables de los asuntos del pueblo palestino en los próximos años. Los padres de familia desempeñan aquí un papel muy importante. A todas las familias presentes en este campo les digo: no dejéis de sostener a vuestros hijos en sus estudios y en el cultivo de sus dones, de forma que no haya escasez de personal bien formado para ocupar en el futuro puestos de responsabilidad en la comunidad palestina.

Sé que muchas de vuestras familias están divididas —a causa del encarcelamiento de miembros de la familia o de restricciones a la libertad de movimiento— y que muchos de vosotros habéis experimentado pérdidas durante las hostilidades. Mi corazón acompaña a todos los que sufren por esa razón. Tened la seguridad de que recuerdo constantemente en mis oraciones a todos los prófugos palestinos en el mundo, especialmente a los que han perdido su casa o a personas queridas durante el reciente conflicto de Gaza.

Me complace constatar el excelente trabajo que han realizado muchas agencias de la Iglesia al cuidar de los refugiados aquí y en otras partes de los Territorios palestinos. La Misión pontificia para Palestina, fundada hace aproximadamente sesenta años para coordinar la asistencia humanitaria católica a los refugiados, prosigue su obra tan necesaria en colaboración con otras organizaciones similares. En este campo la presencia de las religiosas Franciscanas Misioneras del Corazón Inmaculado de María recuerda la figura carismática de san Francisco, el gran apóstol de paz y de reconciliación. A este respecto, quiero expresar mi aprecio en particular por la inmensa contribución que han dado diversos miembros de la familia franciscana cuidando de la gente de estas tierras, convirtiéndose en "instrumentos de paz", según la conocida expresión atribuida al santo de Asís.

Instrumentos de paz. ¡Cuánto anhelan la paz las personas de este campo, de estos Territorios y de toda la región! En estos días ese deseo asume una intensidad particular al recordar los sucesos de mayo de 1948 y los años de conflicto, aún sin resolver, que siguieron a esos acontecimientos. Vosotros ahora vivís en condiciones precarias y difíciles, con escasas oportunidades de empleo. Es comprensible que a menudo sintáis frustración. Vuestras legítimas aspiraciones a una patria permanente, a un Estado palestino independiente, siguen sin hacerse realidad. Y vosotros, al contrario, os sentís atrapados, como muchos en esta región y en el mundo, en una espiral de violencia, de ataques y contraataques, de represalias y de destrucción continua. Todo el mundo desea fuertemente que se rompa esa espiral, anhela que la paz ponga fin a las hostilidades perennes. Mientras nos encontramos aquí reunidos esta tarde, se yergue sobre nosotros un duro testimonio del punto muerto en el que parecen hallarse los contactos entre israelíes y palestinos: el muro.

En un mundo en que se van abriendo cada vez más las fronteras —para el comercio, para viajar, para la movilidad de la gente, para intercambios culturales— es trágico ver que todavía se siguen construyendo muros. ¡Cuánto aspiramos a ver los frutos de la tarea, mucho más difícil, de edificar la paz! ¡Cuán ardientemente oramos para que cesen las hostilidades que han causado la erección de este muro!

A los dos lados del muro se necesita una gran valentía para superar el miedo y la desconfianza, para superar el deseo de venganza por pérdidas o heridas. Hace falta magnanimidad para buscar la reconciliación después de años de enfrentamientos armados. Y, sin embargo, la historia nos enseña que la paz llega solamente cuando las partes en conflicto están dispuestas a ir más allá de las recriminaciones y a colaborar para fines comunes, tomando en serio los intereses y las preocupaciones de los demás y tratando de crear un clima de confianza. Debe haber voluntad de poner en marcha iniciativas fuertes y creativas para la reconciliación: si cada uno insiste en concesiones preliminares por parte del otro, el resultado será sólo el estancamiento de las negociaciones.

La ayuda humanitaria, como la que se presta en este campo, desempeña un papel esencial, pero la solución a largo plazo a un conflicto como este sólo puede ser política. Nadie espera que los pueblos palestino e israelí lleguen a ella por sí solos. Es vital el apoyo de la comunidad internacional. Por eso, renuevo mi llamamiento a todas las partes implicadas para que ejerzan su influencia en favor de una solución justa y duradera, respetando las legítimas exigencias de todas las partes y reconociendo su derecho a vivir en paz y con dignidad, según el derecho internacional.

Con todo, al mismo tiempo, los esfuerzos diplomáticos sólo podrán tener éxito si los mismos palestinos e israelíes están dispuestos a romper con el ciclo de las agresiones. Me vienen a la mente estas otras espléndidas palabras atribuidas a san Francisco: "Que donde hay odio, ponga yo amor; que donde hay ofensa, ponga yo perdón...; que donde hay tinieblas, ponga vuestra luz; que donde hay tristeza, ponga yo alegría".

A cada uno de vosotros renuevo la invitación a un profundo compromiso de cultivar la paz y la no violencia, siguiendo el ejemplo de san Francisco y de otros grandes constructores de paz. La paz debe comenzar en el propio hogar, en la propia familia, en el propio corazón. Sigo rezando para que todas las partes en conflicto en esta tierra tengan la valentía y la imaginación de avanzar por el camino exigente pero indispensable de la reconciliación. Que la paz florezca una vez más en estas tierras. Que Dios bendiga a su pueblo con la paz.


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Julian_Consolad
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MensajePublicado: Sab May 30, 2009 6:39 pm    Asunto:
Tema: EL PAPA EN TIERRA SANTA
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CEREMONIA DE DESPEDIDA DE LOS TERRITORIOS PALESTINOS

DISCURSO DEL SANTO PADRE BENEDICTO XVI

Patio del Palacio Presidencial - Belén
Miércoles 13 de mayo de 2009



Señor presidente;
queridos amigos:

Os agradezco la gran cordialidad que me habéis mostrado en este día que he pasado en vuestra compañía aquí en los Territorios palestinos. Doy las gracias al presidente, señor Mahmoud Abbas, por su hospitalidad y sus amables palabras. Me conmovió profundamente escuchar los testimonios de los residentes que nos han hablado de las condiciones de vida aquí en la zona oeste y en Gaza. Os aseguro a todos que os llevo en mi corazón y anhelo ver la paz y la reconciliación en estas tierras atormentadas.

Ha sido realmente un día muy memorable. Desde que llegué a Belén esta mañana, tuve la alegría de celebrar la misa con una gran multitud de fieles en el lugar donde nació Jesucristo, luz de las naciones y esperanza del mundo. Constaté la solicitud con que se atiende a los niños de hoy en el Hospital infantil de Cáritas. Con angustia vi la situación de los refugiados que, como la Sagrada Familia, se han visto obligados a abandonar sus hogares. Y vi el muro que, bordeando el campo y ocultando gran parte de Belén, se introduce en vuestros territorios, separando a los vecinos y dividiendo a las familias.

Los muros se pueden construir fácilmente; pero todos sabemos que no duran para siempre. Pueden ser derribados. Sin embargo, ante todo es necesario remover los muros que construimos en torno a nuestro corazón, las barreras que levantamos contra nuestro prójimo. Precisamente por eso, en mis palabras conclusivas, quiero hacer un nuevo llamamiento a la apertura y a la generosidad de espíritu, para que se ponga fin a la intolerancia y a la exclusión. Por más intratable y profundamente arraigado que pueda parecer un conflicto, siempre hay motivos para esperar que pueda resolverse, que al final den fruto los esfuerzos pacientes y perseverantes de los que trabajan por la paz y la reconciliación. Mi vivo deseo para vosotros, pueblo de Palestina, es que eso suceda pronto, y que finalmente podáis gozar de la paz, la libertad y la estabilidad que os ha faltado durante tanto tiempo.

Os aseguro que seguiré aprovechando toda oportunidad para exhortar a los que están implicados en las negociaciones de paz a buscar una solución justa que respete las legítimas aspiraciones de israelíes y palestinos. Como paso importante en esta dirección, la Santa Sede desea establecer pronto, en unión con la Autoridad palestina, la Comisión bilateral de trabajo permanente, que se programó en el Acuerdo de base, firmado en el Vaticano el 15 de febrero de 2000 (cf. Acuerdo de base entre la Santa Sede y la Organización para la liberación de Palestina, art. 9).

Señor presidente; queridos amigos, una vez más os doy las gracias y os encomiendo a todos a la protección del Todopoderoso. Que Dios ponga su mirada de amor sobre cada uno de vosotros, sobre vuestras familias y sobre todos vuestros seres queridos; y que bendiga al pueblo palestino con la paz.


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