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5. Meditación Jueves (EL INFIERNO)

 
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Autor Mensaje
MAngeles González
Constante


Registrado: 10 Abr 2008
Mensajes: 851
Ubicación: Edo. de México, México

MensajePublicado: Jue Jul 02, 2009 8:11 pm    Asunto: 5. Meditación Jueves (EL INFIERNO)
Tema: 5. Meditación Jueves (EL INFIERNO)
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JUEVES
EL INFIERNO


El infierno es el castigo eterno, preparado para el demonio y para los que lo siguen:

“Allí el gusano roedor de la conciencia nunca muere, el fuego nunca se apaga”, dice Jesús. (Mc 9,44).

Nuestro Señor nos recomienda estar alerta y “Preferir hasta quedarnos mancos o muertos por no pecar, con tal de no ser echados con las manos y los ojos al fuego del infierno” (Mt 18, 8 ).

Y en la parábola del Rico Epulón nos cuenta Jesucristo que el rico, que no quiso ayudar al pobre, fue echado al infierno y estando allá entre tormentos vio en el cielo a Abraham y junto a él a Lázaro y le dijo: “Padre Abraham, ten compasión de mí y envía a Lázaro a que moje en agua la punta de su dedo y refresque mi lengua porque estoy atormentado entre estas llamas” (Lc 16,23). Pero ni siquiera esto fue permitido.

Infierno, infierno, ¡qué infelices son los que en ti caen! ¿Qué dices de todo esto, amable creyente? ¿Si debieras morir en este momento a dónde irías? Si ahora no eres capaz de aguantar ni por medio minuto tu dedo en la llama de una vela, ¿cómo quieres arriesgarte a tener que ir al fuego qué jamás se apaga?

Piensa en el remordimiento que experimentará la conciencia de los que se condenan. Recordarán que tuvieron tantas oportunidades para arrepentirse, para hacer obras buenas y ganarse el cielo y que sin embargo prefirieron seguir pecando tranquilamente y se condenaron para siempre.

La mayor pena, el peor castigo del infierno, será lo que se llama “Pena de daño”, que consiste en no poder ver ni amar a Dios. Los condenados sufrirán al recordar los motivos por los que se perdieron: Un placer, una mala amistad, el darle gusto a sus pasiones, una mala costumbre, la pereza que no los dejó rezar ni recibir sacramentos, el deseo exagerado de tener dinero, los vicios, su orgullo, su sed de venganza… etc.

Pensarán con tristeza cuánto tiempo les concedió Dios para arrepentirse, para hacer obras buenas y evitar su eterna condenación. Recordarán los ejemplos de santidad y de buena conducta que les dieron tantas personas y los buenos consejos que recibieron. Las llamadas que su conciencia les hacía para que dejaran la mala conducta y empezaran a portarse bien… y de todo esto se darán cuenta cuando ya no habrá remedio posible.

En el infierno, la voluntad no tendrá lo que desea sino lo que le desagrada. El entendimiento comprenderá la locura increíble que cometió al vivir en paz con el pecado, al no haber hecho a tiempo las paces con Dios.

Alma creyente, que ahora no te preocupas por tener disgustado a Dios con tu vida llena de pecados y que estás perdiendo el Paraíso con la más loca despreocupación: ¿qué pensarás, que sentirás, si un día tienes que presenciar que amigos, familiares y conocidos que tenían menos ciencia y menos cualidades que tú, se van a gozar para siempre en el reino de los cielos, mientras que a ti te echan y te alejan de aquella Patria feliz, y te privan de ver y amar a Dios y tú no podrás tener la amable compañía de la Sma. Virgen, de los ángeles y de los santos, y ya no amarás jamás ni te amaran? ¿Y todo porque preferiste vivir pecando en esta vida, a costa de ser infeliz en la vida eterna?

Por lo tanto, apresúrate a arrepentirte, a convertirte, a abandonar esa vida de pecado que has llevado. A pagarle a Dios con oraciones y pequeños sacrificios y limosnas las muchas ofensas que le has hecho y a pedirle perdón día por día de tus innumerables pecados.

No esperes para más tarde cuando quizás no tendrás tiempo, y dedícate desde hoy mismo a tratar de tener contento a Dios.

Quizás sea esta última llamada que Dios te hace para salvarte. Tienes que decir con San Agustín: “Temo a Dios que pasa, porque puede llamar hoy, pero no volver a pasar después”. Jesús te repite sus palabras del Apocalipsis: “He aquí que estoy a la puerta de tu alma y llamo. Si alguien atiende a mi llamada le llevaré a cenar conmigo en la Patria Celestial” (Ap 3,20).

¿Y si es esta la última llamada para ti? Y si no quieres responder ahora al llamado que Dios te hace a la conversión y a la salvación, y Dios te abandona y te deja caer en los abismos eternos? “Dios abandona a los que lo abandonan a Él, y si nos alejamos de Él, Él se alejará de nosotros”, dijo el profeta Zacarías (2 Cr 24).

Hoy, si escucháis el llamado de Dios, no endurezcáis vuestro corazón, no sea que os suceda como a los que Él castigó en la antigüedad” (Sal 94).
De las penas del infierno y de la condenación eterna, líbranos, Señor.

Madre querida, Virgen María: sabemos que no se condenará aquel por quién tú supliques a tu Hijo que es Dios. Ruega por nosotros pecadores ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.

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"Antes era el hombre el que esperaba a Dios; ahora es Dios quién espera al hombre en la Eucaristía"
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