marina Veterano
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Publicado:
Vie Jul 03, 2009 3:41 pm Asunto:
Mi príncipe azul…
Tema: Mi príncipe azul… |
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Mi príncipe azul…
Por: Padre Fábio de Melo
A los quince años, se espera que el príncipe azul venga montado a un caballo blanco. A los veinte, la exigencia se vuelve menor: el caballo ya puede ser pardo. A los veinticinco, se admite la posibilidad de cualquier caballo. A los treinta, ni siquiera el caballo es necesario, puede aparecer hasta en un burrito.
Las experiencias se van acomodando más o menos de esta forma dentro de nuestro corazón a medida que el tiempo va pasando. Cuanto mayor el horizonte de posibilidades, mayores son las exigencias que hacemos. Esto nos hace recordar la frase del filósofo francés Sartre: la angustia nace de las posibilidades.
Tener más de una opción hace que el corazón se divida para ejercer la elección. Es más o menos eso lo que tu corazón tan joven experimenta cuando tienes que elegir a alguien a quien dedicar tus afectos. Tu no puedes negar que , de algún modo, participa de este gran remate de amores, donde prevalece la ley de la oferta y búsqueda: a veces tú te ofreces; a veces busas; y otras entras en liquidación. Y así continúa. Es muy común hoy en día encontrar chicas y chicos con apenas 17 años, ya se sienten en liquidación. Ya han pasado por innumerables “propietarios” y, después, fueron devueltos. Probaron la triste y dolorosa experiencia de sentirse descartados como si fueran objetos de consumo que, después de usados, son descartados.
El mito del amor romántico
Así sigue la vida, fuertemente marcada por los signos del amor romántico, donde las chiquillas encadenadas en la torre ansiosamente esperan por los príncipes que vendrán con sus poderosos caballos blancos para libertarlas de la condición de encadenadas.
Es interesante que, en el mito del amor romántico, la fuerza arrebatadora del amor siempre vence la altura de las torres y los proyectos retorcidos de maquiavélicas madrastras. El beso final es la concretización feliz de un proceso de lucha y búsqueda que parece ser metáfora del sueño humano de, un día, finalmente descansar en los brazos de un amor eterno.
Es justamente por eso que esas historias permanecen vivas en el inconsciente colectivo, visto que expresan nuestro deseo de ser personajes de cuento de hadas.
Que sea eterno
La vida es real y, por ser real, los caballos no son tan blancos, los príncipes no son tan lindos y las princesas tienen hongos de los dedos de los pies.
Al mismo tiempo que percibimos lo inadecuado entre sueño y realidad, descubrimos que el amor que pensábamos, que teníamos por el otro, en realidad, no pasaba de una proyección de nuestras carencias e idealizaciones.
No podemos olvidarnos que el amor humano sólo es posible a partir de la precariedad. Somos la mezcla de cualidades y defectos, de bellezas y fealdades. El amor sólo es verdaderamente consistente cuando descubrimos lo que el otro tiene de mejor y de peor. El problema es que, en la proyección de nuestras necesidades, cerramos los ojos a lo real, a lo verdaderamente posible. Con eso, pasamos a esperar lo que no existe, que no se dará justamente por estar fuera del horizonte de nuestras posibilidades.
Por tanto, el príncipe tan esperado puede inclusive existir. Y su princesa tan desesperada puede inclusive estar escondida en algún lugar, pero por favor, sé realista.
Debemos bajar las expectativas. El amor de tu vida vendrá, pero no creo que sea todo eso que esperas. Caballos blancos son muy raros hoy en día. Es más fácil que el príncipe llegue en un cochecillo sencillo.
Tu princesa, creo que puede estar esperándote, pero no creo que esté en una torre, envuelta en una atmósfera de encanto. Es más probable encontrarla detrás de un mostrador de panadería o en caja de supermercado más próximo. No hay problema. Aunque los modelos sean diferentes de los cuentos de hadas, ustedes también tienen el derecho de vivir felices para siempre.
Fuente: Cancaonova
http://www.almas.com.mx/almas/artman/publish/article_2365.php |
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