Foros de discusión de Catholic.net :: Ver tema - TEMA VI. PRIMERA PARTE. VIDA EN FAMILIA
Foros de discusión
El lugar de encuentro de los católicos en la red
Ir a Catholic.net


Importante: Estos foros fueron cerrados en julio de 2009, y se conservan únicamente como banco de datos de todas las participaciones, si usted quiere participar en los nuevos foros solo de click aquí.


TEMA VI. PRIMERA PARTE. VIDA EN FAMILIA
Ir a página Anterior  1, 2, 3, 4, 5, 6  Siguiente
 
Este foro está cerrado y no puede publicar, responder o editar temas   Este tema está cerrado y no puede editar mensajes o responder    Foros de discusión -> Curso Crecer en Familia
Ver tema anterior :: Ver tema siguiente  
Autor Mensaje
bromero67
Nuevo


Registrado: 02 Oct 2007
Mensajes: 15

MensajePublicado: Jue Ene 10, 2008 6:31 pm    Asunto:
Tema: TEMA VI. PRIMERA PARTE. VIDA EN FAMILIA
Responder citando

¿Porqué es necesario lograr una comunicación profunda con los hijos?
Por que ahí se encuentra la clave del éxito para tener una vida en familia armoniosa y feliz, comonos dicen en este artículo cada hijo es un ser irrepetible con grandes cualidades que no siempre exaltamos y que más bien nos fijamos más en su defectos, luego si logramos comunicarnos con nuestros hijos la vivencia familiar será una tarea compartida donde cada uno de nosotros viva intensamente su rol familiar buscando el bienestar de todos, pero una vez más no debemos esperar que esto suceda por obra del Espírutu Santo (que es grande su poder), nosotros también tenemos que poner mucho de nuestra parte, tenemos que trabajar para cosechar logros e ir superando los obstáculos que siempre se van ir presentando, pidiendo a Dios su ayuda y a María Santísima su protección
¿Qué haré en concreto para asignar un tiempo de comunicación y conocimiento con cada uno de mis hijos?
Pues dar de mis tiempos personales sobre todo pensando que los logros familiares son de valor incalculable, es decir dejar algún tiempo destinado para mi y compartirlo en los niños sobre todo por que ellos también reclaman su tiempo y nosotros como padres sabemos que cada hijo necesita su tiempo, necesitan ser tomados en cuenta; después de todo ellos son la razón de nuestra existencia una regalo que Dios nos otorga.
Volver arriba
Ver perfil de usuario Enviar mensaje privado
Yudy Leyva
Nuevo


Registrado: 10 Oct 2007
Mensajes: 23

MensajePublicado: Jue Ene 10, 2008 6:36 pm    Asunto: TEMA VI 1a. parte " Vida en Familia "
Tema: TEMA VI. PRIMERA PARTE. VIDA EN FAMILIA
Responder citando

Rolling Eyes [/b] ¡HHHHOOLAAA! a todos que gusto volver al curso, les deseo un buen año lleno de dicha, amor y todas las bendiciones de Nuestro Señor para cada uno de ustedes y sus familias.

¿Porqué es necesario lograr una comunicación profunda con los hijos?´

Por que en esa comunicación conocemos realmente el sentimiento de nuestros hijos, lo que les gusta, disgusta, sus planes (como se ven ellos de grande) como les gusta que seamos como padres, que no les gusta de nosotros lo mas importante para ellos es que los escuchemos, mas si tenemos ya hijos adolecentes. En este momento de comunicación pienso que es nuestra gran oportunidad para demostrarles el amor tan grande que sentimos por ellos retrocediendo un poco en tiempo (Cuando nosotros teníamos esa edad) acuerdense " SOLO SE AMA LO QUE SE CONOCE ".
Volver arriba
Ver perfil de usuario Enviar mensaje privado
Yudy Leyva
Nuevo


Registrado: 10 Oct 2007
Mensajes: 23

MensajePublicado: Jue Ene 10, 2008 6:47 pm    Asunto:
Tema: TEMA VI. PRIMERA PARTE. VIDA EN FAMILIA
Responder citando

Razz ¿Qué haré en concreto para asignar un tiempo de comunicación y conocimiento con c /u de mis hijos?

En esto ya estamos trabajando como padres, tenemos tiempos determinados para estar juntos y poder platicar en familia y con c/u por separado.
Amigos esta misión de ser padres es una responsabilidad enorme pero bella, con la confianza que Dios pone en cada uno de nosotros para poder entregar a este mundo hijos fuertes, responsables, capaces y llenos de amor.

Que Diositos los bendiaga. Laughing
Volver arriba
Ver perfil de usuario Enviar mensaje privado
goshi
Nuevo


Registrado: 02 Oct 2007
Mensajes: 18

MensajePublicado: Jue Ene 10, 2008 8:18 pm    Asunto:
Tema: TEMA VI. PRIMERA PARTE. VIDA EN FAMILIA
Responder citando

Feliz año para todos.
Es muy importante y necesario tener una comunicación profunda con nuestros hijos para conocerlos mejor, para poderlos apoyar y darnos cuenta cuando algo les sucede. A veces ni ellos mismos lo pueden explicar, sobre todo cuando son pequeños. Muchas veces a nosotros los adultos nos puede parecer algo sin importancia, pero para un niño es algo muy importante. Conocer a nuestros hijos en su caracter, sus gustos y hasta en sus disgustos, es poder entenderlos y comprenderlos.
Para lograr esto hay que buscar el momento adecuado , desde pequeños fomentarles la confianza para que nos puedan contar sus cosas y nunca decirles que no tenemos tiempo, porque perdemos la oportunidad, al contrario hacerlos sentir que son lo mas importante. Yo les puedo decir que el momento para hablar con mis hijos y escucharlos era cuando los iba a buscar despues de una actividad de la escuela o alguna fiesta, procuraba ir sola para propiciar el momento de estar solos y platicar.
Recuerdo el dia que fui por mi hija cuando era adolecente a una fiesta y me dijo que se sentia enamorada de un chico que le gusto, la vi tan feliz que me recordaba cuando yo tambien me enamore por primera vez y lo comparti con ella, esa fue tambien la llave para que fueramos amigas en la adolecencia. Ahora mi hija tiene 28 años y se caso con el mismo chico del cual se enamoro en aquella fiesta.
Volver arriba
Ver perfil de usuario Enviar mensaje privado
Elva Ileana Ruiz Corpus
Nuevo


Registrado: 03 Oct 2007
Mensajes: 16
Ubicación: Monterrey, N.L. Mexico

MensajePublicado: Jue Ene 10, 2008 10:37 pm    Asunto: Respuesta
Tema: TEMA VI. PRIMERA PARTE. VIDA EN FAMILIA
Responder citando

¿Porqué es necesario lograr una comunicación profunda con los hijos?
Porque gracias a la comunicacion es que nuestros hijos pueden formarse y llegar a ser hombres de bien, se requiere mucha paciencia y amor para educar a nuestros hijos, y ademas, hay que complementarlo con la comunicacion, pues es el modo de saber que piensan, que hacen, que planes tienen y de alguna manera involucrarnos en sus planes, en sus metas.

¿Qué haré en concreto para asignar un tiempo de comunicación y conocimiento con cada uno de mis hijos?
Me dare un tiempo para salir con cada uno de ellos a algun lugar que le guste particularmente, pues teniendo edades diferentes, sus gustos son muy diferentes, de esta manera tendremos tiempo de charlar y conocer un poco mas de sus gustos y aficiones.
Tambien es bueno aplicar algunos de los consejos que algunos de ustedes han escrito, como el asegurar que el niño te ve a los ojos, decirle que lo quieres antes de reprenderlo, hacer una lista de sus cualidades y reafirmarlas, etc.
_________________
Dios los bendiga.
Volver arriba
Ver perfil de usuario Enviar mensaje privado
EMILCE
Nuevo


Registrado: 03 Oct 2007
Mensajes: 9

MensajePublicado: Jue Ene 10, 2008 10:46 pm    Asunto:
Tema: TEMA VI. PRIMERA PARTE. VIDA EN FAMILIA
Responder citando

Smile Smile Smile Smile Smile Smile

Hola amig@s, les deseo todo lo mejor para este año que empieza, que sigamos nutriéndonos del conocimiento que este curso nos está brindando con temas tan importantes e interesantes como el que nos ocupa ahora, quiero comentarles que mi esposo y yo ya tenemos síndrome de nido vacío, pues nuestros hijos ya formaron sus propias familias, sin embargo, quiero compartirles que en la práctica, todo lo que los autores nos señalan, lo experimentamos en el trayecto de la educación de nuestros dos hijos, pues en los primeros años de matrimonio, por falta de conocimiento y de la presencia de Dios en nuestras vidas, caímos muchas veces en los errores que nos señalan de degradar a nuestra pareja a los ojos de nuestros hijos, o promover la falta de confianza en su padre o madre, afortunadamente, rectificamos a tiempo y posteriormente, nos dimos a la tarea de mostrarles que ellos eran el fruto del amor que nos tenemos e inmediatamnete pudimos observar el cambio en ellos, se volvieron más espontáneos, más amorosos y con mayor confianza en sí mismos y en los demás. Ahora, todo esto que estamos aprendiendo, se los transmitimos para que a futuro, también ellos se esfuercen en ser buenos padres, para que eduquen en el amor.

De manera relevante quiero acotar que me impresionó ese concepto nuevo que manejan los autores en relación al sustituto del líquido amniótico que debemos generar los padres a través del amor, es fantástico y me parece que muchas parejas deberían tenerlo muy presente. Very Happy Very Happy Very Happy Very Happy

Bendiciones abundantes para todos ustedes.

Su hermana en Cristo:

Emilce Lagos Chávez (México, D. F. )
_________________
QUE DIOS LES BENDIGA HERMANOS
Volver arriba
Ver perfil de usuario Enviar mensaje privado Yahoo Messenger
anamariaymartin
Nuevo


Registrado: 03 Oct 2007
Mensajes: 20

MensajePublicado: Vie Ene 11, 2008 12:14 am    Asunto: tema VI Vida en familia Primera Parte
Tema: TEMA VI. PRIMERA PARTE. VIDA EN FAMILIA
Responder citando

Porque es necesario lograr un comunicacion profunda con tus hijos¨
Yo creo que es la unica maera de conocer lo que pasa dentro de ellos, sus temores , sus alegrias , sus metas, ets. la comunicacion se lograr poco a poco, asi como la confianza para que nuestros hijos se abran de corazon ante nosostros pero es lo mas maravillosos que puedo haber, la confianza que nuestros hijos nos demuestran en las conversaiones que tenemos con ellos.
Y que hare en concreto para asignar un tiempo de comunicacion y conocimiento con cada uo de mis hijos
Programar mi tiempo de una manera eficaz para que asi cada día poder tener un tiempo especial con cada uno de ellos. Asi como procurar que los tiempos de comida sean mas familiares y procurar la sbremesa con la familia, dedicarle mas tiempo a los pequeños detalles, que por las prisas dejamos que se pierdan y esta mal.
Volver arriba
Ver perfil de usuario Enviar mensaje privado MSN Messenger
Catycaen
Esporádico


Registrado: 01 Oct 2007
Mensajes: 37

MensajePublicado: Vie Ene 11, 2008 12:16 am    Asunto: Vida en familia
Tema: TEMA VI. PRIMERA PARTE. VIDA EN FAMILIA
Responder citando

Hola! feliz año a todos!

Creo que la necesidad de una comunicación profunda con los hijos es porque de este modo uno aprende a darles un juicio crítico y pensamiento crítico. De este modo también es un proceso de conocimiento personal y con una seguridad de que se le pueden enseñar cosas importantes para que de este modo el hijo sepa hacer las decisiones correctas en los momentos correctos.

Es importante tener el tiempo necesario para lograr esta comunicación, para esto, se deben de aprovechar los días para llevarse a uno de los hijos y platicar, a comer un helado y llevarse al otro, pero tratar de convivir un día con cada hijo.

Saludos a todos!
_________________
Caty
Volver arriba
Ver perfil de usuario Enviar mensaje privado
Yeni Castañeda Ponce
Esporádico


Registrado: 02 Sep 2006
Mensajes: 47

MensajePublicado: Vie Ene 11, 2008 3:46 pm    Asunto: Re: TEMA VI. PRIMERA PARTE. VIDA EN FAMILIA
Tema: TEMA VI. PRIMERA PARTE. VIDA EN FAMILIA
Responder citando

[]Porqué es necesario lograr una comunicación profunda con los hijos?
Como les comenté anteriormente, mis hijos ya son jóvenes casados, tengo tres nietos. Pero lo que más me preocupo como madre, fue participar en la Escuela de padres del Colegio de nuestros hijos, involucrar y contagiar a mi esposo en esta hermosa responsabilidad.

Prepararnos y aprender a ser mejores padres ya que nos considerábamos, buenos padres; lo cual nos sirvió muchísimo como persona, pareja y familia.
Actualmente seguimos en la escuela trabajando en retribución por el bien que hemos recibido y ayudando a otras parejas y familias.

Para comunicarnos con nuestros hijos diariamente preguntábamos como les había ido el día , mientras hacíamos tareas, nos contaban sus experiencias, y antes de dormir todos ya en sus camas rezábamos, les leía un cuento o si había que comentar algo lo aprovechaba.

También teníamos conversaciones en familia, nos dábamos un tiempo donde apagábamos todo artefacto distractor. Conversábamos de nuestra niñez y juventud, como era nuestra familia a esa edad, y ellos también nos contaban de lo sentía como niño y como integrante de familia, en su relación con padres y hermanos, analizábamos las situaciones en equipo

Empezamos a conocerlos a cada uno tal como era, respetando sus opiniones, y tratando de corregir nuestros errores como padres. Esto también lo hacíamos desde tareas de reflexión que compartíamos en escuela.

Importante fue pedirles perdón por las fallas que habíamos cometido con ellos, por ser seres humanos, y que a ser padres no se nos enseña pero pretendíamos aprender, pero que los queríamos mucho y lo mejor para cada uno por ser un regalo de Dios.

Nuestra comunicación fue y es muy buena, a veces dolorosa cuando adolescentes, por la exigencia que había de imponer, cuando nos comparaban con otros padres. Pero lo superábamos con mucho amor.

Ahora ya con sus hijos nuestra comunicación es bastante buena, con mucha confianza y amor que compartimos con nuestras nueras y nietos.

¿Qué haré en concreto para asignar un tiempo de comunicación y conocimiento con cada uno de mis hijos?

Conforme fuimos creciendo como pareja, fuimos dando a cada uno mayor espacio y tiempo para conocer a cada uno con mayor profundidad, de acuerdo al acercamiento con papa o mamá cultivábamos al compartir el deporte, tardes de compras, pasear en el parque; asistir a misa. Y todo momento que nos brindaba nuestro limitado tiempo.

Muchas gracias.
Volver arriba
Ver perfil de usuario Enviar mensaje privado Enviar email
Alberto Rodriguez E.
Nuevo


Registrado: 03 Oct 2007
Mensajes: 18

MensajePublicado: Vie Ene 11, 2008 5:06 pm    Asunto: Tema VI. 1a Parte. Vida en familia
Tema: TEMA VI. PRIMERA PARTE. VIDA EN FAMILIA
Responder citando

Feliz Ano nuevo a todos y que Dios nos regale su bendicion para este nuevo 2008.

¿Porqué es necesario lograr una comunicación profunda con los hijos?
El principal problema de la pareja y la familia, es la comunicacion. Manejamos una comunicacion muy inmediata y somos mas reactivos que propositivos.

En mi experiencia con mi hijo mayor, me la pasaba criticandolo mucho por sus actitudes (que sin duda son reflejo de lo que ha aprendido en casa), me costo sobremanera poder manejar una relacion armoniosa, pero gracias a Dios logre superar una buena parte de esa mala comunicacion.

TIP: Cuando llegues a casa date a sentir, saluda a todos, si es posible abrazalos y diles cuanto los amas, el resultado sera sorprendente. Que tu llegada sea esperada, como el perro a su amo (perdon por la comparacion, pero es lo que tienes que lograr).


¿Qué haré en concreto para asignar un tiempo de comunicación y conocimiento con cada uno de mis hijos?
Esta tarea, es la tarea pendiente de siempre, es la meta que tengo desde fin del ano pasado, se que no lo estoy haciendo y tengo que promover mas espacios con mi familia. Tengo 2 chicos grandes que estan decidiendo su futuro y quiero ser parte de su orientacion.
En concreto hare reuniones familiares para planear que haremos juntos y ayudarles a tomar sus decisiones.

Bendiones a todos
Volver arriba
Ver perfil de usuario Enviar mensaje privado
Jaime Eguizábal González
Nuevo


Registrado: 19 Feb 2007
Mensajes: 6
Ubicación: El Salvador

MensajePublicado: Vie Ene 11, 2008 6:17 pm    Asunto:
Tema: TEMA VI. PRIMERA PARTE. VIDA EN FAMILIA
Responder citando

Pienso que es una urgencia ya que para implementar esos cambios, tienen que partir principalmente de Dios, y he descubierto que tengo que implementar espiritualidad en la relación con mis hijos, comenzare a llevarlos por cortos tiempos visitas al Santísimo, un poco de tiempo para los juegos recreativos, salir a caminar y así aprovechar para dialogar con ellos.
Estamos a las puerta de inicio de clases, y hemos acordado con mi esposa tomar a cada uno de los dos varones para asistir a las escuelas y reuniones de padres de familia, para que sientan ellos el apoyo.

Saludos
_________________
Jaime Eguizábal
Parroquia San José Obrero
Evangelizador a Tiempo Completo
Con Jesús y María hasta la eternidad
Volver arriba
Ver perfil de usuario Enviar mensaje privado Yahoo Messenger
antomaria
Nuevo


Registrado: 02 Oct 2007
Mensajes: 18

MensajePublicado: Vie Ene 11, 2008 9:47 pm    Asunto: Porqué es necesario lograr una comunicación profunda con los
Tema: TEMA VI. PRIMERA PARTE. VIDA EN FAMILIA
Responder citando

Porqué es necesario lograr una comunicación profunda con los hijos?

para que los hijos no se desvien, algo que siempre agradecere a mi madre es el tiempo que ella siempre me ha dedicado cuando tengo problemas, gracias a Dios no tuvo que trabajar tiempo completo, debido a eso no s brindo tiempo, estaba alli cuando llegabamos del colegio para saber sobre nuestros, problemas , mientra s a una de mis amigas le pasaba totalmente lo conrario, su madre no estaba nunca y era huerfana de padre, sus abuelos fueron su unico apoyo y cuando el abuelo murio , fue muy duro para ella, siempre decia no querer a su madre, siempre nos mostraba su desprecio hacia ella por haberla dejado siempre sola, en los momentos de tristeza, de problemas nunca tenia su apoyo, por otro lado siempre vivia rodeada de lujos, a tal punto que nuestra relacion no termino bien, pues era tal su necesidad de cariño que practicamente fue alejando a una de mis mejores amigas de nuestro lado, solo queria su amistad para ella, la compraba con regalos para tener su exclusivamente su cariño, y la puso en nuestra contra. aparte mi ex amiga, era egoista, pedante y en cierto modo humillativa, si uno decia que un objeto como el de ella ej: un afiche, ella siempre menospreciaba las cosas que uno pudiera tener hablando siempre las cosas que tenian que eran finas y originales y que tal vez nosotras jamas podriamos tener, eramos 5 amigas, contandola a ella.

los lujos exagerados desde niña la hicieron vacia, vacia como amiga, y vacia como ser humano.

tal vez si le hubieran dado mas amor y mas compañia hubieran echo de ella una mejor persona.

¿Qué haré en concreto para asignar un tiempo de comunicación y conocimiento con cada uno de mis hijos?

no tengo hijos. Very Happy
Volver arriba
Ver perfil de usuario Enviar mensaje privado Dirección AIM Yahoo Messenger MSN Messenger
urpy
Nuevo


Registrado: 02 Oct 2007
Mensajes: 20

MensajePublicado: Vie Ene 11, 2008 10:30 pm    Asunto:
Tema: TEMA VI. PRIMERA PARTE. VIDA EN FAMILIA
Responder citando

Es importante establecer una comunicación profunda con los hijos porque somos el mejor apoyo que pueden tener y además nos permite crecer con ellos y aprender ambos de nuestras experiencias. Además la comunicación no solo es oral y ellos toman el ejemplo de los padres tanto en la forma en que se tratan y en las actitudes que cada uno se demuestra entre sí.

Lo que tengo que hacer para tener un tiempo de comunicación y conocimiento es conversar con ellos cada vez que tengo oportunidad participar en sus juegos en sus actividades de entretenimiento y ser un apoyo constante aunque dejándolos en libertad para tomar sus propias decisiones, respetando su independencia, su privacidad e incluso sus secretos y su singularidad frente a sus demás hermanos.
Volver arriba
Ver perfil de usuario Enviar mensaje privado MSN Messenger
Elizabeth Monopoli Acker
Nuevo


Registrado: 10 Oct 2007
Mensajes: 20

MensajePublicado: Vie Ene 11, 2008 11:13 pm    Asunto: Re: TEMA VI. PRIMERA PARTE. VIDA EN FAMILIA
Tema: TEMA VI. PRIMERA PARTE. VIDA EN FAMILIA
Responder citando

Aunque todavia no tengo hijos, mi opinion acerca de la comunicacion profunda entre padres e hijos es que es muy importante, ya que esta formara el caracter de cada uno de los hijos. La conversacion con cada hijo debe ser de acuerdo a su edad y personalidad, y con la comunicacion profunda se iran formando como personas y cristianos.
La comunicacion sirve para crear lazos mucho mas profundos de confianza, amistad, respeto y amor entre padres e hijos.



María Eugenia escribió:
Padre y madre son, por naturaleza, los primeros e irrenunciables educadores de sus hijos… aunque en los momentos actuales a veces dé la impresión de que pretenden ignorarlo, con más o menos consciencia (es un primer indicio de que educamos «más bien mal»).

Con todo, esta especie de resistencia resulta comprensible. Y es que la misión paterno-materna de educar no es nada sencilla. Está llena de contrastes en apariencia irreconciliables, y hoy, si cabe, más agudizados.

Por tal motivo, antes de señalar algunas de esas dificultades, copio el diagnóstico de la (disminución de la) «capacidad educativa» de la familia media actual, realizado por Fernando Sebastián. Aunque las reflexiones establecen como punto de partida la enseñanza de la fe en el seno del hogar cristiano, pienso que constituyen una buena toma de contacto con el problema en su conjunto:

«El cambio no está únicamente en que los padres no eduquen cristianamente, sino que, en realidad, la familia, los padres, han perdido buena parte de su capacidad educadora en general.

En el estilo actual de vida, los padres no tienen tiempo para convivir tranquilamente con sus hijos. Los hijos están muy poco tiempo con sus padres. No hay apenas espacios tranquilos, ociosos, en los que puedan surgir temas de interés. El trabajo de la mujer fuera de casa se ha introducido rápidamente sin tener apenas en cuenta la función de la madre en la vida familiar, sin una suficiente atención a las exigencias de una adecuada educación de los hijos.

Tanto el padre como la madre tienen sus tareas específicas, además de las comunes, en ese delicado y decisivo proceso que es la educación y la maduración afectiva y personal de los hijos. Puede ser que no estén siendo suficientemente respetadas por el modelo de vida vigente en nuestra sociedad ni las del padre ni las de la madre.

Hay además un concepto equivocado de la educación, que favorece comportamientos equivocados. El objetivo de una buena educación no es que el hijo “esté contento”, que no le falte nada, sino que se desarrolle como persona en el conocimiento y en su comportamiento, en sus convicciones y sus actitudes, enriquecido con las virtudes cardinales y teologales.

[…] Para que una persona perciba la llamada de la fe y la acoja positivamente hace falta que tenga una actitud vital determinada: que esté abierto a los mensajes de la realidad y no esté encerrado en el mundo estrecho de sus gustos, de sus preferencias, que se sienta recibido en un mundo más amplio que él, que no se sienta el centro del mundo, que no esté cerrado sobre sí mismo, ni por egoísmo, ni por temor o resentimiento.

Para dar el paso de la fe hace falta sentir y vivir la realidad como un seno acogedor, amable, en el que nuestra vida tiene que ser posible, en donde podemos vivir seguros. Hace falta además vivir la propia vida como respuesta, con responsabilidad frente a la realidad, a nuestra realidad y la realidad de los demás, hace falta percibir y vivir la propia libertad como respuesta positiva a una realidad buena y acogedora, y hace falta que seamos sensibles al don del amor y a la interpelación del amor, “vivimos del amor de los demás, pero a este amor tenemos que responder lealmente con más amor”.

Estas actitudes de realismo, responsabilidad, generosidad son fruto de una buena educación. La renuncia a educar puede privar de estas disposiciones a un hijo desde sus primeros años.

Quien ha crecido encerrado en el gusto de las propias apetencias, sin sentir el valor de la vida como don y respuesta en el amor, será incapaz de entender lo que es “creer” en Dios, ni creer en nadie. Hace falta percibir las consecuencias de una vida dialogante, compartida, recibida. Cuando un niño sabe que vive del amor de los demás, y que el amor recibido merece y reclama una respuesta de amor, entenderá mejor las explicaciones y los testimonios acerca del buen Padre de Dios y de la necesidad de tenerle en cuenta en su vida.»

Y paso ahora a exponer algunos de…

Los contrastes

1. A lo largo de toda su existencia, los padres han de acoger a cada hijo —único e irrepetible, en virtud de su condición personal— tal como es, aun cuando en ocasiones no responda a sus expectativas… o incluso «les caiga mal».
(Tal «antipatía» —e incluso un inicial rechazo— no debería asustar a nadie, pues es perfectamente humana y compatible con el amor más puro, que reside en la voluntad y no es propiamente un sentimiento.

Y esto, tanto de manera habitual, que habrá que intentar vencer, como en momentos de particular enfado. En un estupendo escrito sobre educación, Nancy Samalin recuerda que bastante a menudo «… los padres normales se enfurecen con sus hijos normales. Es inevitable llegar a sentir una rabia intensa hacia los niños, con independencia del amor que sintamos hacia ellos.»)

2. Han de saber comprender, pero también exigir, sin ceder inoportunamente.

3. Respetar la libertad de los chicos y hacerla crecer… ¡siempre!, superando todo afán de posesión y sobreprotección; pero, a la vez, deben guiarles y corregirles.

4. Ayudarles en sus tareas, pero sin sustituirlos ni evitarles el esfuerzo formativo y la satisfacción que el realizarlas lleva consigo, y que robustece su autoconocimiento y su autoestima… ¡y su capacidad de desenvolverse en la vida, sin depender siempre de sus mayores!

5. Y otro sinfín de dificultades y de aparentes contradicciones que sería largo enumerar y que irán apareciendo a lo largo del escrito.

Una primera aproximación se encuentra en estos sensatos párrafos de Murphy-Witt, que no tienen desperdicio:

«En la actualidad, los niños ya no crecen espontáneamente. Han cambiado demasiadas cosas en nuestra sociedad. No hace mucho tiempo se decía: “Lo que llegue, bien recibido será”. Pero hoy en día prácticamente no quedan familias con una visión tan distendida. Abuelas que prefieren viajar por todo el mundo en lugar de ocuparse de sus nietos, pisos pequeños y condiciones adversas para los niños, falta de oferta para cuidarlos y una presión continua, tanto en términos de tiempo como de rendimiento, para combinar trabajo y familia: ¡los padres de hoy en día no lo tienen precisamente fácil!

No solo falta un apoyo útil, sino que también la vida diaria de las familias es cada vez más complicada: comida rápida y falta de ejercicio físico, culto a las marcas y consumismo, televisión publicitaria y videos violentos, Internet y juegos de ordenador, conductas agresivas en el parque y mobbing en el colegio, dificultades para leer y déficit de atención, trastornos alimentarios y éxtasis: el mundo de nuestros hijos es multiproblemático.

En este contexto nuestros retoños necesitan una buena línea directriz, instrucciones intensivas y pautas inamovibles para encontrar su camino. La responsabilidad que los padres tienen sobre sus hombros es grande. Se exige mucho de las madres y los padres, más bien un trabajo a tiempo completo que una ocupación temporal. Muchas parejas jóvenes opinan que se puede ir aprendiendo sobre la marcha, que se consigue de algún modo. Pero, por desgracia, las cosas se tuercen con demasiada frecuencia. Cada vez más familias se ven atrapadas en el estrés de la educación. Los problemas se convierten en dominantes y las disputas continuas envenenan el ambiente en el hogar. Año tras año aumenta la demanda de asesoramiento educativo. Y cada vez hay más familias que no pueden solucionar solas sus conflictos.»

Más escueto, pero también más esencial, es el panorama que ofrece Diego Macià:

«La tarea de educar supone esforzarse por comprender, respetar y enriquecer al “otro” y esto en una sociedad como la nuestra, siempre con prisas, dificultades de comunicación, horarios de trabajo incompatible con los hijos, etc., no siempre resulta fácil. De hecho, parte del precio que estamos pagando los seres humanos por el progreso de nuestra sociedad es dejar en segundo plano las relaciones amorosos entre padres e hijos, fundamentales para que estos alcancen una personalidad madura e independiente.»

Y que, como es lógico, concuerda casi a la letra con el de otros dos especialistas en psicología y educación (Fernández Millán y Buela-Casal):

«Si algo es importante en la educación de los hijos, es conocerlos y que ellos conozcan a sus padres. Desgraciadamente la sociedad en la que vivimos nos roba una gran parte del tiempo que deberíamos usar para hablar entre los miembros familiares; tiempo que empleamos en el trabajo, el desplazamiento, la televisión, etc. Se ha dejado de contar cuentos a los más pequeños o trasmitir las historias de nuestros antepasados (es sorprendente como muchos niños apenas conocen la vida de sus abuelos), las sobremesas son fugaces o individuales, llegamos muy cansados del trabajo o el hijo debe de hacer los deberes de clase…, hay miles de excusas para no sentarse y dialogar, empezando por escuchar.»

De ahí que los padres tengan que aprender por sí mismos a serlo… y desde muy pronto

Capacitarse

En ningún oficio la capacitación profesional comienza cuando el aspirante alcanza puestos de relieve y tiene entre sus manos encargos muy comprometidos o de alto riesgo. No ocurre así ni en la albañilería, la mecánica, las artes gráficas o el diseño; tampoco en medicina, arquitectura, ingeniería, informática, derecho, en la carrera militar o política, en la administración o en el seno de una empresa…

¿Por qué en el «oficio de padres» debería ser de otra forma? ¿Tal vez porque su responsabilidad es menor que la de quienes trabajan en una profesión convencional? Da la impresión de que no, sino más bien al contrario: en fin de cuentas, educar es poner los medios para que una persona llegue a ser feliz, y ¿existe algo de más trascendencia que «eso»?

¿Acaso, entonces, porque se trata más de un arte que de una ciencia? Aunque se pudiera estar de acuerdo en este último extremo, en ningún arte bastan la inspiración y la intuición; es menester también instruirse, formarse, ejercitarse… como confirman justamente los artistas que en apariencia trabajan sin apenas esfuerzo: cuanto más «natural» parece la obra maestra, más trabajo (en ocasiones, previo y sedimentado a modo de habilidades) ha llevado consigo.

Cuanto más «natural» parece la obra maestra, más trabajo suele encerrar en su seno

Llegar al fondo

Por otro lado, aprender el «oficio» de padre y educador no consiste en proveerse de un conjunto de recetas o soluciones ya dadas e inmediatamente aplicables a los problemas que van surgiendo. Ni tampoco de un racimo de técnicas infalibles.

Tales recetas y técnicas no existen. Hay, por el contrario, principios o fundamentos de la educación, que iluminan las distintas situaciones: los padres deben conocerlos muy a fondo, hasta hacerlos pensamiento de su pensamiento y vida de su vida —¡ser de su propio ser!—, para con ellos, y casi sin necesidad de deliberaciones, encarar la práctica diaria.

Y no se trata, tampoco, de una labor sencilla: comporta mucha atención a los hijos, mucha reflexión y cambio de impresiones de los esposos entre sí… y mucho sacrificio para saber prescindir del propio bienestar —incluso del necesario y no caprichoso— en pro del bien de los hijos.

Tal como explica Macià, «… educar en el sentido más amplio es, sin duda, una tarea compleja. Educar de forma responsable a los hijos requiere responsabilidad, respeto, conocimiento y ejemplo. Ser padres es una oportunidad maravillosa que nos proporciona la naturaleza, pero es también “un oficio”, “una profesión” que hay que aprender. Por tanto, requiere de un proceso de instrucción que supone reflexión, adquisición de conocimientos teóricos y puesta en práctica de los mismos. El oficio de ser padres se puede aprender y mejorar.»

Una mejora y aprendizaje que se resume en lograr que, de forma espontánea y habitual, impere la siguiente máxima:

El tú de la persona amada debe prevalecer siempre sobre el propio yo: ¡he aquí la regla de oro de toda labor educativa, de la vida entera… y de la auténtica felicidad!

Teniendo esto claro, y sin demasiadas pretensiones, ofreceré un memorando, el más accesible y concreto que se me ocurre, de los principales criterios y sugerencias sobre «el arte de las artes», como ha sido llamada la educación.

En la confluencia de tres amores

Si planteamos el asunto del modo más hondo y radical posible, las claves de la educación, y de todas las tareas que lleva consigo, se encierran en un solo término y misión —amar (amar ¡bien!)—… y en los dos corolarios que de ahí se siguen:

1. ¡Aprender a amar inteligentemente!, sin nunca, nunca, dar por supuesto que uno ya sabe hacerlo, en contra de lo que a menudo sucede («… el amor debe ir a la escuela», me gusta recordar con Benavente).

2. Y sin imaginar tampoco que va a lograrlo como por arte de magia, sin poner de su parte cuanto fuere necesario para querer cada vez mejor (lo cual supone, como vengo diciendo, esforzarse por ser mejor persona).

1. Amor a los hijos

El requisito ineludible

La primera cosa que los padres necesitan para educar es un verdadero y cabal amor a sus hijos: querer efectiva y eficazmente su bien, el de «cada uno de todos» ellos.

Según escribe G. Courtois en El arte de educar a los muchachos de hoy, la educación requiere, además de «un poco de ciencia y de experiencia, mucho sentido común y, sobre todo, mucho amor».
Algo similar sostienen Charles y Laura Robinson, animando a los padres a asumir su tarea educadora:

«Podéis hacer de ellos unos seres fundamentalmente felices; podéis darles el gran impulso inicial para la carrera de la vida. Ese impulso, en el ser humano tendrá que constar, en buena parte, de una gran dosis de amor.

Porque el amor es la suprema actividad humana y la que tiene más virtud para equilibrar y potenciar a los hombres.»

Con otras palabras, es preciso dominar algunos principios pedagógicos y obrar con sensatez, pero sin suponer que baste aplicar una bonita teoría para obtener seguros resultados. Todo ello sería insuficiente sin el elemento indispensable de un amor auténtico y cabal… y hondamente enraizado en lo más íntimo de nuestro ser.

[Esto se aplica tanto a los padres como a los educadores «de profesión»: maestros y profesores. Así lo muestran las siguientes palabras de Francisco Gómez Antón, Catedrático con muchos años de experiencia universitaria. Cuando le preguntaron por el «secreto» de su triunfo en las aulas, contestó: «Para dar una buena clase hay que hacer muchas cosas. La primera de ellas, querer mucho a los alumnos».]

Lo primero que los padres necesitan para educar es un verdadero amor a sus hijos

Amor clarividente…

¿Por qué? Entre otros muchos motivos, porque «cada niño —justo por su condición de persona— es una realidad absolutamente irrepetible», distinta de todas las demás.

Antes que nada, en contra de lo que implícitamente pensamos… o ni siquiera pensamos, pero guía a menudo nuestros comportamientos, estamos ante un niño: no ante una suerte de mini-adulto o de adulto virtual y en construcción, que necesita ser tratado «como si fuera mayor» para lograr la plenitud que le corresponde… ¡o para que no turbe la tranquilidad en que nos hemos instalado!

Parece absurdo decirlo y, sin embargo, resulta de capital importancia: un niño es… un niño. Y tiene el derecho y el deber de vivir como niño, justo para después dejar de serlo y transformarse en el varón o la mujer cumplidos, a través de ese amargo trago en que nos empeñamos que sea la adolescencia.

El niño piensa como niño, imagina como niño, percibe el tiempo y el espacio —también el propio cuerpo— como niño, se relaciona con el mundo, con sus semejantes ¡y con Dios! como niño, y un muy extenso etcétera.

Y respetuoso

Y los adultos, en lugar de agostar esa condición con nuestras pretensiones «de mayores», deberíamos dedicarnos a contemplarlo, para aprender de él —más a menudo de lo que suponemos— en qué consiste ser humanos (aunque también sin ingenuidades a lo Rousseau).

Lo sostiene, bella y agudamente, Bartolomé Menchén: el «… estudio del hombre en la etapa inicial de su vida […] nos indica —con sus capacidades y sus necesidades— el camino adecuado para su educación, o, mejor dicho, para su formación. Porque para poder acertar a guiarle, hay primero que dejarse guiar por él; es decir, observarle con atención para ayudarle a desarrollar sus capacidades y poder responder a sus necesidades.»

Y concreta después: «… todo lo que sé de importancia sobre los niños lo he aprendido de ellos; y podría decir, también, que observándolos y reflexionando he aprendido muchas cosas sobre mí. La relación con los hijos hace profundizar enormemente en el conocimiento de quiénes son ellos y quiénes somos nosotros.»

Ideas similares a las que resume, con plasticidad un tanto agresiva, Murphy-Witt:

«Los niños no son pequeños adultos. Esto es algo que los padres olvidan a veces, por desgracia. Sobre todo cuando su retoño es tranquilo, está adaptado y da pocos problemas, lo desbordan rápidamente con una ración demasiado grande de vida adulta: mundos relucientes de consumismo en lugar de un espacio para jugar, espacios de cemento en lugar de experiencias en la naturaleza, restaurantes ruidosos en lugar de comidas agradables en la mesa familiar. Conversaciones de adultos en lugar de amigos de la misma edad.

Todo ello exige demasiado de los pequeños. No pueden explotar su afán natural por moverse, no se pueden manchar, los visten con ropa de moda con la que no pueden andar dando saltos, tienen que estar sentados en un rincón callados. Cuando no hay otra posibilidad, los sientan delante del televisor o de un video. Así por lo menos dejan de molestar. De este modo, los padres tienen siempre a un niño limpio y pulcramente vestido que los sigue. Sin embargo, estas condiciones vitales no son en absoluto adecuadas para los niños. Después, que no se sorprendan mamá y papá cuando en algún momento su retoño salga de la jaula de oro y quiera ser un niño de una vez.»
Y concluye, con buen humor:

«Así pues, ¡se acabó la obligación de tener que jugar al miniadulto! Los niños se hacen mayores y se ven enfrentados a la cruda realidad.

Concedámosles tantos hermosos días y experiencias infantiles como sea posible. Dejemos que jueguen, correteen y también se ensucien en función de su edad. A arreglárselas en el mundo de los adultos tienen que aprender de todos modos bastante pronto.»

El niño piensa como niño, imagina como niño, percibe el tiempo y el espacio como niño, se relaciona con el mundo, con sus semejantes ¡y con Dios! como niño…


Que no siempre lo es


Mas, como veremos más tarde, es frecuente que los adultos, después de sofocar al niño que debería pervivir en nosotros —y precisamente por ello—, impidamos a nuestros hijos vivir su infancia como tal.

En este contexto pueden leerse las advertencias de Robinson:

«Todo ser humano tiene también su marcha, su velocidad de crucero. Como padres, tenéis que conocerla bien y luego tratar de lanzarles a esa velocidad, pero sin pretender forzar su marcha.
Forzar su marcha sería insensato. No conseguiríais otra cosa que estropear su maquinaria y dejarles expuestos a serias averías.»
Aunque más directa resulta, de nuevo, la exposición de Menchén:

«Os preguntaba por vuestra infancia —observa, en un diálogo imaginario—, porque la madurez humana consiste en ir pasando de una etapa a otra de la vida llevando con nosotros los mejores recuerdos; lo que es tanto como decir que no son imágenes de un pasado que se fue, sino momentos constituyentes de nuestra personalidad, de nuestro ser más profundo, y que están presentes en la actualidad. Si fuimos auténticamente niños nunca dejaremos de serlo.»

Y no solo por los recuerdos, me atrevería a añadir, sino por el conjunto de hábitos que únicamente en la infancia pueden forjarse.
De ahí que quepa proseguir: «… todos hemos sido niños, pero se puede decir de algunas personas que no han tenido infancia.»

Y explicar, con sugerente metáfora:

«La armonía afectiva y espiritual es el eco que va resonando en el interior del niño al compás de las acciones que va realizando; y esos ecos interiores tienen que ser ordenados, matizados, amplificados o moderados por los padres. Va surgiendo así una maravillosa melodía. De otra forma, serán sonidos inconexos o ruidos que se lleva el viento. La armonía afectiva y espiritual del niño necesita de unos maestros músicos, que son los padres. Si me permitís seguir con el símil de la música, os diría que al pentagrama en blanco de la vida del niño van llegando todo tipo de notas que, si no se integran en una melodía, se pierden en gran parte; y, así, cuando crecemos, desaparece la música de nuestra infancia.»

Para concluir: «Viendo el modo de hablar y actuar de muchas personas adultas, metidas en un mundo de ambiciones demasiado humanas, de ansias de poder y dinero, es difícil descubrir en ellas a los niños que fueron, quizá porque los adultos les ayudaron muy poco a serlo.»

Y si no le permitimos ser niño durante su infancia, es muy probable que el resto de su vida arrastre ese déficit, que, en ocasiones, le impedirá incluso ser un joven y un adulto cabal
Amor, por tanto, clarividente y respetuoso
Por otro lado, admitida, fomentada y consolidada su condición infantil, jamás se tratará de un caso más entre muchos. De ahí que ningún manual sea capaz de explicarnos ese presunto «caso» concreto.

Hay que aprender, pues, a modular los principios a tenor del temperamento, la edad y las circunstancias en que se encuentren los chicos, teniendo en cuenta que lo que en este preciso instante puede resultar oportuno e incluso imprescindible para uno de ellos, en otro momento y en otra situación ha de ser evitado a toda costa… para ese mismo hijo.

Pero solo el amor permite conocer a cada uno de nuestros hijos tal como es hoy y ahora y actuar en función de ese conocimiento: aun concediendo la parte de verdad que encierra el dicho de que «el amor es ciego», resulta mucho más profundo y real sostener que es agudo y perspicaz, clarividente; y que, tratándose de personas, solo un amor auténtico nos capacita para conocerlas con hondura y tratarlas en consecuencia.

Solo el amor permite «andarse con contemplaciones» —conocer a cada uno de nuestros hijos tal como es hoy y ahora— y actuar de acuerdo con ese conocimiento
Jugar las mejores bazas…

De hecho, será el amor el que enseñe a los padres a poner en práctica una de las claves más importantes de la educación. Lo que suele llamarse «educar en positivo», cuyo principio fundamental consiste quizá, una vez anclados con fuerza en la condición personal de cada uno de ellos, en:

1. Descubrir y, si es necesario, poner por escrito —con sus nombres propios, para que queden bien claras y para repasarlas y perfilarlas todavía más cuantas veces fuere conveniente—, las cualidades que sus hijos ya poseen y deben ser potenciadas.

2. Procurar no insistir monótona, reiterativa y exclusivamente:

2.1 En la corrección de sus defectos.

2.2. O en los que lleva anejos el papel o función en que —siguiendo una mala costumbre tremendamente extendida— lo hemos encasillado: tozudo, holgazán, manazas, payaso, desordenado, cachaza, intransigente, protestón, desaliñado…
(Defectos que, precisamente por serlo, resultan difíciles de vencer. Atender, por el contrario, a sus puntos fuertes, y solicitar en esos campos mejoras asequibles, permitirá a los chicos:

1. Ir obteniendo pequeñas victorias, con la alegría que a ellas va aparejada.

2. Aumentar de esta forma la propia estima y las ganas de luchar.

3. Ponerse, con el crecimiento conjunto de su persona, en condiciones de superar unos defectos que antes eran invencibles.)
De igual modo, el amor llevará a los padres a advertir el momento más adecuado para «estar» —de forma más o menos activa, o simplemente «estar»— y para «desaparecer», para hablar y para callar; el tiempo para jugar con los niños e interesarse por sus problemas sin someterlos a un interrogatorio y el de respetar su necesidad de estar a solas… con su propia intimidad; las ocasiones en que conviene «soltar un poco de cuerda» y «no darse por enterados», frente a aquellas otras en las que procede intervenir con decisión e incluso con resuelta viveza y una pizca de agresividad fingida…

Y, según decía, en todo este difícil arte los padres resultan irreemplazables: porque solo quien ama con locura —incondicional, incondicionada e incondicionablemente— es capaz de descubrir los tesoros inauditos de grandeza que cualquier persona encierra en lo más íntimo de su ser y prestarle el vigor y el apoyo imprescindibles para hacer que despunten, se desarrollen, maduren y alcancen su plenitud.
Un matrimonio muy agobiado por su trabajo profesional buscaba en una tienda de juguetes un regalo para su niño: pedían algo que lo divirtiera, lo mantuviese tranquilo y, sobre todo, le quitara la sensación de estar solo.

Una dependiente inteligente les explicó: «lo siento, pero no vendemos padres»

Pues nadie lo hará en nuestro lugar…


Como ya apunté, la experiencia muestra que normalmente insistimos más en los defectos de nuestros hijos que en sus atributos positivos.

Escribe Nancy Samalin: «Nosotros nos fijamos demasiado en las correcciones rojas del trabajo de Historia, en la palabra mal escrita, en el resultado equivocado del problema de Matemáticas o en los acentos que faltan. Tenemos la costumbre de fijarnos en lo "malo", en lugar de hacerlo en lo "bueno", de nuestros hijos, no solo en el ámbito escolar, sino también en otros aspectos de la vida. Si usted es capaz de romper este esquema […] y fijarse en lo positivo, su hijo mostrará una mayor motivación, cooperación y seguridad en sí mismo.»

Y algo semejante suelen hacer los demás: casi sin pretenderlo, advierten lo más negativo.

Una de las más tristes consecuencias de este modo de obrar es que los chicos pueden pasar muchos años ignorando no solo su grandeza constitutiva e inalienable —¡amigos potenciales de Dios!—, sino también aquellas cualidades en las que, con un mínimo de esfuerzo, podrían sobresalir y apoyarse para mejorar el conjunto de su persona.
Lo ilustran estas sensatas —y tal vez un tanto excesivas— reflexiones de Faber y Mazlish:

«Parece ser que elogiar un comportamiento cabal no brota espontáneamente. La mayoría de nosotros somos prontos en criticar y tardos en aplaudir. Como padres, tenemos la obligación de invertir ese orden. […]

El lector habrá constatado que el mundo exterior no es muy proclive a las alabanzas. ¿Cuándo fue la última vez que otro conductor le dijo: “Gracias por ocupar solamente una plaza de aparcamiento. Así cabrá también mi coche”? Nuestros esfuerzos de colaboración se dan por sentados. Si en cambio sufrimos un desliz, la condena será virulenta.

Seamos diferentes en nuestros hogares. Recordemos que además de proporcionarles alimento, refugio y vestido, tenemos otro deber con nuestros hijos, y es consolidar sus mejores “atributos”. El mundo entero les afeará los defectos, con vigor e insistencia. Nuestra función es darles a conocer su parte buena.»

Y resulta imprescindible

«El hombre —apunta de nuevo Robinson— es un ser que necesita absolutamente del aprecio de los demás. Esta sensación íntima de que uno es acogido y estimado es un artículo de primera necesidad para el ser humano; lo mismo que el aire, el agua, el alimento y el calor.»
Y precisa, certeramente:

«La aprobación debe estar más dirigida a aquellos que más necesitan de ella y en aquellos sectores que la necesitan. A un muchacho que suele traer malas notas, el saber apreciar las veces que las trae buenas, será acertar en una de las teclas más profundas de su espíritu, será, quizá, remover un desánimo persistente y profundo, abrirle una hermosa esperanza, afirmarle en la confianza en sí mismo.

El alabar con oportunidad la superación, siquiera sea momentánea, de un defecto, será más eficaz que reprimendas y muchos castigos.»
Insistir en sus defectos e ignorar sus cualidades puede llevar al niño a desconocer cuáles son las auténticas armas con las que cuenta para desarrollarse y triunfar en la vida

2. Amor mutuo

Amor entre los cónyuges

La primera cosa que el hijo necesita para ser educado es que sus padres se quieran entre sí (es decir, como esposos).

«Hacemos que no le falte de nada, estamos pendientes hasta de sus menores caprichos, y sin embargo…»

Expresiones como esta las oímos a menudo, proferidas por tantos padres que parecen volcarse sobre sus hijos —alimentos sanos, reconstituyentes y vitaminas, juegos más y más sofisticados, vestidos y demás prendas de marca, vacaciones junto al mar o en la nieve, diversiones sin tasa ni de tiempo ni de precio, resolución de problemas o de gestiones que deberían realizar los hijos, trasportes en coche cuando lo mejor es que tomaran el autobús, etc.—, pero se olvidan de la cosa más importante que precisan los críos: que los propios padres se amen y estén unidos… como esposos (repito con plena voluntariedad, pues solo luchando por mejorar su condición de esposos podrán llegar a ser buenos padres).

El cariño mutuo de los padres es el que ha hecho que los hijos vengan al mundo. Y el mismo afecto recíproco debe completar la tarea comenzada, ayudando al niño a alcanzar la plenitud y la felicidad a que se encuentra llamado.

El complemento natural de la procreación, la educación, ha de estar movido por las mismas causas que engendraron al hijo: el amor de los esposos


Sentirse protegidos y tener un punto de referencia


Hace ya bastantes siglos que se dijo que, al salir del útero materno, donde el líquido amniótico lo protegía y alimentaba, el niño reclama imperiosamente otro «útero» y otro «líquido», sin los que no podría crecer y desarrollarse; a saber, los que originan el padre y la madre al quererse de veras.

Además, cualquier chico o chica necesitan un modelo vivo al que imitar, aunque sea remotamente y de acuerdo con sus propias peculiaridades, para poder desplegar las riquezas de su propia personalidad.

Por eso, cada uno de los esposos ha de empeñarse en un combate constante de mejora personal, según antes apunté, al que los hijos puedan contemplar y referirse; y, como fruto de su amor recíproco, debe asimismo:

1. Mostrar con delicadeza, también para que los chicos lo adviertan, el cariño hacia su marido o su mujer (probablemente nada resulte más gratificante y educativo para un hijo que advertir cómo se quieren sus padres).

2. Y, además, y como consecuencia:

2.1. Engrandecer la imagen del otro ante los hijos.

2.2. Evitar cuanto pueda hacer disminuir el cariño de estos hacia su cónyuge.

Promover el amor de cada hijo hacia el otro cónyuge

Lo anterior puede concretarse, de momento, en los siguientes preceptos.

Desde que los críos son muy pequeños:

1. Además de manifestar prudente pero claramente el afecto que los une, con gestos y palabras («nunca agradeceré lo bastante a mis padres el que se besaran con cariño delante de mí», me comentaba el otro día una chica de unos 25 años).
2. Los padres han de prestar atención:

2.1. A no hacerse reproches mutuos ni comentarios irónicos delante de ellos
.
2.2. A no permitir uno lo que el otro prohíbe (la pregunta refleja, ante una consulta del hijo o la hija ha de ser: «¿qué te ha dicho papá o mamá?», aunque luego, si opinaran de manera distinta, deban hablar a solas para ponerse de acuerdo).

2.3. A evitar de plano ciertas aberrantes recomendaciones al niño, que le llevaría a desconfiar del otro cónyuge: «esto no se lo digas a papá o a mamá», etc.

Cualquier ruptura o disminución de la armonía entre los cónyuges, cualquier asomo de acritud, es inmediatamente advertido por los hijos, hace que les falte el aire que respiraban y provoca, junto a indecibles sufrimientos normalmente inconfesados, una detención o una contrahechura en su desarrollo personal.

Espléndida es la explicación de Menchén:

«El problema es que a los niños pequeños las desavenencias de los padres les generan inseguridad. No tienen capacidad de intervenir en una situación que les desconcierta y se encierran en sí mismos. Si las riñas son frecuentes, les costará abrirse a sus padres con sencillez porque aprecian una cierta amenaza que no saben identificar. La cuestión es aún peor si piensan que ellos son la causa de los problemas. El equilibrio del niño se empieza a romper. Por el contrario, cuando la relación de los padres es profundamente cordial, los hijos se manifiestan —cada uno según su carácter— con gran espontaneidad y alegría.»

Al salir del útero materno, donde el líquido amniótico lo protegía y alimentaba, el niño reclama otra protección y alimento sin los que no podría crecer y desarrollarse: los que originan el padre y la madre al quererse de veras

3. Enseñar a querer

Principio y meta


Como acabamos de ver:
1. El principio radical de la educación es que los padres se quieran entre sí y, como consecuencia de ese amor, que quieran de veras a sus hijos.

2. El fin o meta de esa educación es que los hijos, a su vez, vayan aprendiendo a querer, a amar… pues esa es la actividad más propia y que más perfecciona a cualquier persona y, como consecuencia, la que los hará feliz.

Lo expresan con hondura y fluidez Charles y Laura Robinson:

«Amar a los demás es lo más grande y lo más importante que puede hacer un ser humano en toda su vida. Fomentar y desarrollar en vuestros hijos la capacidad de amar es llevarles a la cumbre de su personalidad. Todas las demás capacidades y cualidades tendrán sentido si ese ser humano sabe amar. Si no es capaz de amar mucho a sus semejantes, las demás cualidades que posea se insertarán en su egoísmo y harán de él un inadaptado, un fracasado, quizá un tirano, un criminal, un monstruo.»

Curiosamente y en compendio, educar es amar, y amar es enseñar a amar: pues no es otro el destino del ser humano ni la clave de su felicidad.

Por consiguiente, educar equivale a enseñar a amar

Un ser-para-el-amor

Según afirma Philippe, «en el plano psicológico y espiritual la necesidad más profunda del hombre es el amor: amar y ser amado.»

A lo que añade C. Singer: «El amor es lo que queda cuando ya no queda nada más. En lo más hondo de nosotros, todos lo recordamos cuando —más allá de nuestros fracasos, de nuestras separaciones, de las palabras a las que sobrevivimos— desde la oscuridad de la noche se eleva, como un canto apenas audible, la seguridad de que, por encima de los desastres de nuestras biografías, más allá incluso de la alegría, de la pena, del nacimiento, de la muerte, existe un espacio que nadie amenaza, que nadie ha amenazado nunca y que no corre ningún peligro de ser destruido: un espacio intacto que es el del amor que ha creado nuestro ser» (es decir, el amor recíproco de nuestros padres).

Y, en cierto modo como resumen, y en la esfera de la gracia, explica Alfonso María de Ligorio: «¡Ojalá que todos entendieran esta verdad, que solo una cosa es necesaria! No es necesario allegar en la tierra muchos caudales, ni granjearse la estima de los demás, ni llevar vida regalada, ni escalar las dignidades, ni ganar reputación de sabio; una soca cosa es necesaria: amar a Dios y cumplir su voluntad. Para este único fin nos creó y conserva la vida, y solamente por este camino llegaremos un día a conquistar el paraíso.»

Todo el esfuerzo educativo de los padres ha de dirigirse, pues, en última instancia, a incrementar la capacidad de amar de cada hijo y a desterrar cuanto lo torne más egoísta, más cerrado y pendiente de sí, menos capaz de descubrir, querer, perseguir y realizar el bien de los otros.

Solo así contribuirán eficazmente a hacerlos felices, puesto que la dicha —como muestran desde los filósofos clásicos hasta los más certeros psiquiatras contemporáneos… y la experiencia sincera de cada uno de nosotros— no es sino el efecto no buscado de engrandecer la propia persona, de mejorar progresivamente: y esto solo se consigue amando más y mejor, dilatando las fronteras del propio corazón… con objeto de que, al término de nuestro paso por este mundo, «nos quepa más Dios en él» y seamos, consiguientemente, mucho más dichosos.

El empeño educativo de los padres ha de dirigirse a incrementar la capacidad de amar de cada hijo y a evitar cuanto lo torne más egoísta

Educar para la felicidad

Con otras palabras. Pese a cualquier apariencia en contrario, la felicidad es directa y exclusivamente proporcional a la capacidad de amar de cada persona, expresada en obras:

1. Quien ama mucho, es muy feliz.

2. Quien tiene un amor mediocre, nunca alcanzará una dicha completa.

3. Y quien no sabe o no quiere amar, por más que triunfe en los restantes aspectos de la existencia humana, será un auténtico desgraciado… aunque a veces pretenda encubrirlo o negarlo: ¡cuántos famosos acaban por reconocer que llevan una vida insufrible!

De ahí que San Juan de la Cruz pudiera sostener, con expresión que casi nunca se cita literalmente (yo tampoco lo hago ahora):

«En el atardecer de nuestra existencia, se nos examinará del amor»… ¡y de nada más!

El amor encarnado
En conclusión-conclusión: cualquier acción educativa tendrá validez en la exclusiva medida en que el motor de lo que se aconseja hacer o dejar de hacer, de lo que uno realiza u omite, sea:

1. Un amor auténtico e inteligente hacia la persona que se pretende formar.

2. O, con otras palabras, el bien real de esa persona.

2.1. Que siempre habrá de prevalecer sobre el nuestro.

2.2. Y que consiste, a su vez, en que el ser querido esté más pendiente del bien de los demás que del suyo propio… y no en un sinfín de concesiones que interpretamos como signo de amor, pero que no son sino trampas en las que caemos con más o menos conciencia y con más o menos dosis de egoísmo y comodidad.

Certeros y templados, también por caminar contracorriente, me parecen los siguientes juicios:

«Los padres que adoptan un igualitarismo exagerado, o una permisividad excesiva (“¡Ya es mayor para hacer lo que quiera!, ¡cada uno es libre de tomar sus propias decisiones!”), no proporcionan a sus hijos la clase de apoyo que necesitan.

Muchos padres adoptan esta actitud al no sentirse comprometidos ni implicados en la educación de sus hijos (padres despreocupados, negligentes o con pocos recursos educativos), otros a causa de nociones deformadas (¡y muy extendidas!) de cómo debe establecerse la relación padres-hijos. En familias de clase media se incrementa el riesgo de que los adolescentes presenten conductas socialmente desviadas, consuman drogas, etc., cuando los padres se declaraban partidarios de valores como la individualidad, la comprensión de sí mismo, la disposición a aceptar cualquier innovación, la necesidad del igualitarismo en la familia, pero que realmente utilizaban dichos valores para eludir sus obligaciones de la responsabilidad educativa que corresponde a los padres.»

El bien más radical de cualquier persona —lo que la perfecciona y hace feliz— consiste en que, olvidada de sí, se ocupe de procurar el bien a quienes la rodean


Tomás Melendo
Catedrático de Filosofía (Metafísica)
Director de los Estudios Universitarios en Ciencias para la Familia
Universidad de Málaga
Comentarios al autor: tmelendo@masterenfamilias.com
http://www.edufamilia.com


¿Qué hace diferente a cada persona?

La herencia genética, las circunstancias de la gestación y parto, los estímulos o educación recibidos, el número que se ocupa en la familia, las amistades, las enfermedades, la etapa de crecimiento en que se encuentra, el temperamento, el carácter. Todo ello se relaciona y logran hacer de cada uno, una persona diferente en aptitudes, gustos, intereses, aficiones, etc.

Por todo esto, necesitamos conocer a nuestros hijos a fondo, a través de una convivencia estrecha, a fin de que cada uno se sienta importante y querido de forma especial.

Es necesario dedicar un tiempo a solas con cada uno de ellos para lograr una comunicación profunda, conocer en cada momento qué piensan, cómo se sienten, cuáles son sus intereses y sus gustos, promover la verdadera amistad de los padres con los hijos, con una relación de confianza y sinceridad. Y cuanto antes sea, es mejor. Hoy estamos a tiempo, mañana puede ser muy tarde. Hay que saber abrir esas puertas oportunamente.

Cada hijo, por lo tanto, debe ser educado y tratado según sus características y necesidades. Para ello nos será útil conocer las siguientes circunstancias:

Educar en la Infancia


Las primeras etapas por las que va pasando tu hijo de Francisco de P. Cardona Lira
http://es.catholic.net/familiayvida/158/287/articulo.php?id=32904

En los primeros años de vida el niño no razona de Salvador Casadevall
http://es.catholic.net/familiayvida/158/287/articulo.php?id=32904

Educar en la Infancia Sección Catholic.net
http://es.catholic.net/familiayvida/158/287/

Educar en la Adolescencia

Adolescentes en acción de Emilio Avilés Cutillas
http://es.catholic.net/familiayvida/158/154/articulo.php?id=32796

Cuatro ideas para educar a adolescentes en la afectividad de Angel Mª Gutierrez
http://es.catholic.net/familiayvida/158/154/articulo.php?id=30743

Educar a los jóvenes en la fe, una tarea fundamental VIS
http://es.catholic.net/familiayvida/158/154/articulo.php?id=30255

Adolescencia, edad difícil de Gaston Courtois
http://es.catholic.net/familiayvida/158/154/articulo.php?id=25378

¡Auxilio...! Hay un adolescente en mi casa de German Sánchez Griese y Benjamín Manzano Gómez
http://es.catholic.net/familiayvida/158/154/articulo.php?id=2995

Educar en la Adolescencia Sección de Catholic.net
http://es.catholic.net/familiayvida/158/154/

Comentarios a los autores: crecerenfamilia@prodigy.net.mx
tmelendo@masterenfamilias.com

Tutores del Curso


Emilio Avilés Cutillas. emilioaviles@es.catholic.net

P. Emilio Acosta Díaz. acostadi@msn.com

Salvador Casadevall. salvadorcasadevall@yahoo.com.ar

Marcela Velázquez. velazquezvmarce@gmail.com

Participación en el foro ¿Porqué es necesario lograr una comunicación profunda con los hijos?
¿Qué haré en concreto para asignar un tiempo de comunicación y onocimiento con cada uno de mis hijos?

Es importante que al participar en el foro, leas los comentarios anteriores y participes enriqueciéndolos dando tu punto de vista, cuida el no ser repetitivo, el objetivo del foro no es "únicamente entregar la tarea" sino principalmente aprender de los comentarios
Volver arriba
Ver perfil de usuario Enviar mensaje privado Enviar email
sonia Chacon González
Esporádico


Registrado: 25 Sep 2006
Mensajes: 77

MensajePublicado: Sab Ene 12, 2008 12:58 am    Asunto: Tema IV Primera Parte Vida en Familia.
Tema: TEMA VI. PRIMERA PARTE. VIDA EN FAMILIA
Responder citando

Contestando las preguntas debo decir que es muy importante la comunicación con los hijos, solo de esta forma podremos conocerlos mejor, saber sus gustos, sus emociones, lo que les preocupa. Cómo se sienten, qué están pasando.
Solo cuando hablamos con ellos, con seriedad y dedicándoles suficiente tiempo para escucharlos, nos daremos cuenta qué hacen.
Tengo tres hijos: una muchacha de 26 años, casada, un muchacho de 23 años, soltero y una adolescente de 14 años. También tengo un nietito de dos años.
Es difícil comportarse como padres, y más como padres bien preparados. La función de padre necesita de mucha preparación y esfuerzo y a veces se siente que hemos fallado.
He logrado una buena comunicación con todos ellos. He podido separar tiempo para cada uno, incluso para el nietito.
Creo que esto me ha ayudado a poder guiarlos mejor y ser sus amigos.
Sonia Chacón.
Volver arriba
Ver perfil de usuario Enviar mensaje privado
Rosalindaslehiman
Nuevo


Registrado: 06 Oct 2007
Mensajes: 17

MensajePublicado: Sab Ene 12, 2008 1:01 am    Asunto: Vida en familia
Tema: TEMA VI. PRIMERA PARTE. VIDA EN FAMILIA
Responder citando

¿Porqué es necesario lograr una comunicación profunda con los hijos?
Mis niños son muy pequeños por ahora, pero si considero muy importante el lograr una comunicación profunda con ellos, sobretodo fundada en una total confianza y apertura con los padres.

¿Qué haré en concreto para asignar un tiempo de comunicación y onocimiento con cada uno de mis hijos?
en el dia a dia, sin descuidar detalles para ir conociéndolos más y poder formarlos como cada uno necesita.
Volver arriba
Ver perfil de usuario Enviar mensaje privado MSN Messenger
YAYU
Esporádico


Registrado: 04 Oct 2007
Mensajes: 25

MensajePublicado: Sab Ene 12, 2008 3:06 am    Asunto:
Tema: TEMA VI. PRIMERA PARTE. VIDA EN FAMILIA
Responder citando

¿Porqué es necesario lograr una comunicación profunda con los hijos?
Creó que es la forma en que como padres nos manifestamos en nuestra esencia a los hijos, y viceversa, es en los temas profundos, o en los sencillos que nos llevan a reflexiones sinceras de nuestro ser como nos damos cuenta como van madurando y tomando sus propias ideas y principios nuestros hijos, además, la comunicación no es solo dialogo, es todas las expresiones que nos enviamos constantemente con ellos, es facinante poder sentir con solo una mirada la emoción o los sentimientos de los hijos.

¿Qué haré en concreto para asignar un tiempo de comunicación y onocimiento con cada uno de mis hijos?
Seguir escuchandolos, siempre comemos juntos, Dios me ha bendecido abundantemente, me ha permitido poder tener mi actividad productiva en mi casa, y a mis hijos, les gusta estar en casa, por lo que constantemente estamos platicando y conviviendo, cuando llega mi esposo del trabajo lo esperamos para compartirle los temas del día, me siento muy agradecida con nuestro Señor, y con su Santísima Madre, por no dejarme sola en esta maravillosa aventura de la maternidad.
Volver arriba
Ver perfil de usuario Enviar mensaje privado MSN Messenger
Laura Arias
Esporádico


Registrado: 01 Oct 2007
Mensajes: 67

MensajePublicado: Sab Ene 12, 2008 3:57 am    Asunto: TEMA VI. PRIMERA PARTE. VIDA EN FAMILIA
Tema: TEMA VI. PRIMERA PARTE. VIDA EN FAMILIA
Responder citando

¿Porqué es necesario lograr una comunicación profunda con los hijos?

Porque es necesario conocerlos, conocer sus sentimientos, sus inquietudes, sus miedos, sus problemas, etc. A mi personalmente me ha servido mucho un curso que tome de inteligencia emocional, me di cuenta de lo importante que es enseñarles a definir lo que sienten y eso solo lo podemos lograr si estamos cerca de ellos, con el canal de comunicación abierto.
Además considerando a cada hijo único, es decir como decía mi abuelo "los hijos son como los dedos de la mano, todos de la misma mano, pero todos diferentes". Asi tomando en cuenta esto debemos de pensar que tipo de comunicación nos funciona con cada hijo, y llevarla acabo, darle a cada uno su "momento"


¿Qué haré en concreto para asignar un tiempo de comunicación y conocimiento con cada uno de mis hijos?
Yo seguire con el sistema de a cada uno su "momento" ya que tengo 3 hombres y son celosos "unos de los otros" cada uno me quiere para si solo, entonces si voy a algún lado me llevo a uno de ellos, otro dia a otro, y así voy buscando los "momentos"
Volver arriba
Ver perfil de usuario Enviar mensaje privado
Cindy Ramírez
Nuevo


Registrado: 17 Oct 2007
Mensajes: 23
Ubicación: Ciudad de Guatemala

MensajePublicado: Sab Ene 12, 2008 3:05 pm    Asunto:
Tema: TEMA VI. PRIMERA PARTE. VIDA EN FAMILIA
Responder citando

¡Hola a todos! ¡Deseo de corazón que sus proyectos estén bendecidos por el Señor! Laughing

Publico hasta hoy mi respuesta porque no tenía señal de internet en casa.

Creo que es importantísimo lograr una comunicación profunda con nuestros hijos porque cada uno es un ser independiente, individual, con sus propias necesidades; según su carácter, personalidad, edad, etc. Es así como podemos ayudarles y enseñarles a solucionar problemas, inculcar valores y las virtudes en ellos.

Les comparto que mi hermano tiene 11 hijos, el mayor se casó en Diciembre y el menor tiene 6 años. Así que es un hombre con bastante experiencia en educar a su familia. Le encanta leer y compartir sus anécdotas.

El nos ha dado tres consejos que hemos aplicado a lo largo de la vida de nuestros hijos, Diana Sofía de 16, José Manuel de 11 y Juan Pablo de 7:

1. ámalos.
2. escúchalos siempre,
3. sé perseverante, ellos merecen todo tu tiempo y tu firmeza.

Los hijos a veces aprovechan los momentos en que estamos más ocupados para pedirnos cosas... permisos... etc... y luego nos preguntamos ¿Á qué hora te dije que si? ... Eso fue oir, no escuchar...

Otras veces nos dedicamos al platicar de todos los días, que si la rutina, que si las tareas de la casa, que si las tareas del colegio, que si esto y que si lo otro... y no tenemos una comunicación realmente efectiva y profunda sobre todo.

En mi casa nos hemos propuesto tener tiempos asignados para cada uno de los hijos, un día cada 15 días, en el que salimos con el o ella a platicar, a compartir sus ideas, sentimientos, emociones y también las nuestras... porque no se trata de interrogarlos, sino de fomentar el mútuo conocimiento y desarrollo.

Aparte de esto todas las noches tenemos grandes tertulias después de la cena hasta la hora de dormir y esto nos ha servido miles porque los chiquitos aprenden de los grandes y los grandes de los chiquitos. Se ayudan, se aconsejan, se regañan, se estimulan, se comprenden, se solidarizan unos con otros...

Otra cosa, nos dejamos notitas cuando vemos que necesitamos hablar sobre algún tema importante y tal vez urgente, convocamos a sesiones familiares, nos citamos invididualmente dejando todo a un lado porque el tiempo de comunicación para nosotros es lo primero.

Bueno queridos amigos, espero que la estén pasando super en este inicio del año, si alguno desea que le envíe presentaciones en power point, sin pena escríbame, tengo unos bien lindos que me gustaría compartir con ustedes... Por favor, solo indiquen que forman parte de este grupo. Gracias. Muchos besos y abrazos desde Guatemala.

Razz Razz Razz Razz Razz Razz Razz Razz Razz
_________________
"Bendigamos al Señor con corazón agradecido, no olvidemos ninguno de sus beneficios".
Volver arriba
Ver perfil de usuario Enviar mensaje privado Enviar email Yahoo Messenger MSN Messenger
Cindy Ramírez
Nuevo


Registrado: 17 Oct 2007
Mensajes: 23
Ubicación: Ciudad de Guatemala

MensajePublicado: Sab Ene 12, 2008 3:05 pm    Asunto:
Tema: TEMA VI. PRIMERA PARTE. VIDA EN FAMILIA
Responder citando

¡Hola a todos! ¡Deseo de corazón que sus proyectos estén bendecidos por el Señor! Laughing

Publico hasta hoy mi respuesta porque no tenía señal de internet en casa.

Creo que es importantísimo lograr una comunicación profunda con nuestros hijos porque cada uno es un ser independiente, individual, con sus propias necesidades; según su carácter, personalidad, edad, etc. Es así como podemos ayudarles y enseñarles a solucionar problemas, inculcar valores y las virtudes en ellos.

Les comparto que mi hermano tiene 11 hijos, el mayor se casó en Diciembre y el menor tiene 6 años. Así que es un hombre con bastante experiencia en educar a su familia. Le encanta leer y compartir sus anécdotas.

El nos ha dado tres consejos que hemos aplicado a lo largo de la vida de nuestros hijos, Diana Sofía de 16, José Manuel de 11 y Juan Pablo de 7:

1. ámalos.
2. escúchalos siempre,
3. sé perseverante, ellos merecen todo tu tiempo y tu firmeza.

Los hijos a veces aprovechan los momentos en que estamos más ocupados para pedirnos cosas... permisos... etc... y luego nos preguntamos ¿Á qué hora te dije que si? ... Eso fue oir, no escuchar...

Otras veces nos dedicamos al platicar de todos los días, que si la rutina, que si las tareas de la casa, que si las tareas del colegio, que si esto y que si lo otro... y no tenemos una comunicación realmente efectiva y profunda sobre todo.

En mi casa nos hemos propuesto tener tiempos asignados para cada uno de los hijos, un día cada 15 días, en el que salimos con el o ella a platicar, a compartir sus ideas, sentimientos, emociones y también las nuestras... porque no se trata de interrogarlos, sino de fomentar el mútuo conocimiento y desarrollo.

Aparte de esto todas las noches tenemos grandes tertulias después de la cena hasta la hora de dormir y esto nos ha servido miles porque los chiquitos aprenden de los grandes y los grandes de los chiquitos. Se ayudan, se aconsejan, se regañan, se estimulan, se comprenden, se solidarizan unos con otros...

Otra cosa, nos dejamos notitas cuando vemos que necesitamos hablar sobre algún tema importante y tal vez urgente, convocamos a sesiones familiares, nos citamos invididualmente dejando todo a un lado porque el tiempo de comunicación para nosotros es lo primero.

Bueno queridos amigos, espero que la estén pasando super en este inicio del año, si alguno desea que le envíe presentaciones en power point, sin pena escríbame, tengo unos bien lindos que me gustaría compartir con ustedes... Por favor, solo indiquen que forman parte de este grupo. Gracias. Muchos besos y abrazos desde Guatemala.

Razz Razz Razz Razz Razz Razz Razz Razz Razz
_________________
"Bendigamos al Señor con corazón agradecido, no olvidemos ninguno de sus beneficios".
Volver arriba
Ver perfil de usuario Enviar mensaje privado Enviar email Yahoo Messenger MSN Messenger
Cindy Ramírez
Nuevo


Registrado: 17 Oct 2007
Mensajes: 23
Ubicación: Ciudad de Guatemala

MensajePublicado: Sab Ene 12, 2008 3:05 pm    Asunto:
Tema: TEMA VI. PRIMERA PARTE. VIDA EN FAMILIA
Responder citando

¡Hola a todos! ¡Deseo de corazón que sus proyectos estén bendecidos por el Señor! Laughing

Publico hasta hoy mi respuesta porque no tenía señal de internet en casa.

Creo que es importantísimo lograr una comunicación profunda con nuestros hijos porque cada uno es un ser independiente, individual, con sus propias necesidades; según su carácter, personalidad, edad, etc. Es así como podemos ayudarles y enseñarles a solucionar problemas, inculcar valores y las virtudes en ellos.

Les comparto que mi hermano tiene 11 hijos, el mayor se casó en Diciembre y el menor tiene 6 años. Así que es un hombre con bastante experiencia en educar a su familia. Le encanta leer y compartir sus anécdotas.

El nos ha dado tres consejos que hemos aplicado a lo largo de la vida de nuestros hijos, Diana Sofía de 16, José Manuel de 11 y Juan Pablo de 7:

1. ámalos.
2. escúchalos siempre,
3. sé perseverante, ellos merecen todo tu tiempo y tu firmeza.

Los hijos a veces aprovechan los momentos en que estamos más ocupados para pedirnos cosas... permisos... etc... y luego nos preguntamos ¿Á qué hora te dije que si? ... Eso fue oir, no escuchar...

Otras veces nos dedicamos al platicar de todos los días, que si la rutina, que si las tareas de la casa, que si las tareas del colegio, que si esto y que si lo otro... y no tenemos una comunicación realmente efectiva y profunda sobre todo.

En mi casa nos hemos propuesto tener tiempos asignados para cada uno de los hijos, un día cada 15 días, en el que salimos con el o ella a platicar, a compartir sus ideas, sentimientos, emociones y también las nuestras... porque no se trata de interrogarlos, sino de fomentar el mútuo conocimiento y desarrollo.

Aparte de esto todas las noches tenemos grandes tertulias después de la cena hasta la hora de dormir y esto nos ha servido miles porque los chiquitos aprenden de los grandes y los grandes de los chiquitos. Se ayudan, se aconsejan, se regañan, se estimulan, se comprenden, se solidarizan unos con otros...

Otra cosa, nos dejamos notitas cuando vemos que necesitamos hablar sobre algún tema importante y tal vez urgente, convocamos a sesiones familiares, nos citamos invididualmente dejando todo a un lado porque el tiempo de comunicación para nosotros es lo primero.

Bueno queridos amigos, espero que la estén pasando super en este inicio del año, si alguno desea que le envíe presentaciones en power point, sin pena escríbame, tengo unos bien lindos que me gustaría compartir con ustedes... Por favor, solo indiquen que forman parte de este grupo. Gracias. Muchos besos y abrazos desde Guatemala.

Razz Razz Razz Razz Razz Razz Razz Razz Razz
_________________
"Bendigamos al Señor con corazón agradecido, no olvidemos ninguno de sus beneficios".
Volver arriba
Ver perfil de usuario Enviar mensaje privado Enviar email Yahoo Messenger MSN Messenger
Emilio Avilés
Nuevo


Registrado: 28 Sep 2007
Mensajes: 21

MensajePublicado: Sab Ene 12, 2008 3:19 pm    Asunto: La convivencia diaria como regalo y tarea!!!
Tema: TEMA VI. PRIMERA PARTE. VIDA EN FAMILIA
Responder citando

Hola a todas y a todos y Feliz Año 2008:

Como hemos visto a lo largo del curso , hablar de familia es hablar de libertad, autoridad, respeto, amor, crecimiento, entrega a los demás.

Sabemos que en la familia, por su propia naturaleza, se produce el desarrollo personal en un marco de responsabilidad y solidaridad, pues las relaciones familiares son –luchamos todos porque sean- esencialmente relaciones de amor. Por eso es fuente de humanización y mejora. Vemos claro que la civilización del amor, de los valores que muchos ven como una utopía, empieza en la familia.

Os cuento ahora el descubrimiento que me comentó un buen amigo, el año pasado. El caso es que se organizó mejor para ajustar su ya denso horario laboral y así poder estar más tiempo con su esposa e hijos. No todo fueron más horas de atenciones y cuidados a los demás, también pudo disfrutar con intensidad del tiempo libre en familia.

El descubrimiento-conocimiento, en esos días, de algo tan trivial como el color del cepillo de dientes de su hija pequeña -asunto muy importante para la niña- le animó a reflexionar sobre otros muchos detalles relacionados con los demás. Detalles vistos y vividos al momento, in situ, ilusiones y dificultades de cada uno, trato directo. Aparecen al detalle las aficiones, cualidades, inquietudes y necesidades de todos; también de él mismo, que es capaz de mostrar una paciencia infinita para ayudar a montar un barquito de juguete, ensayar teatro con la hija mayor o cocinar casi al gusto de todos.

Pues bien, ¿verdad que es en la intimidad familiar donde podemos adquirir con más naturalidad la valentía de mostrarnos como somos? En esa convivencia encontramos mil ocasiones para ayudar y dejarnos ayudar. Cada miembro de la familia es querido por sí mismo, no por sus perfecciones, edad o capacidades. Todos muestran la alegría de ser comprendidos. Ese ambiente facilita el ejercitarse en cualquier reto personal.

Seguro que todos buscamos la autenticidad de nuestros adolescentes y jóvenes, y la nuestra propia. He aquí un medio, pues la presencia de los otros es regalo y tarea para todos.

Tan es así que, ante las desavenencias que pueden aparecer dentro de la familia, somos capaces de encontrar la parte amable del otro e incluso dar cauce ancho a sus potencialidades, descubrir virtudes, ¿No os parece un genial fundamento e inicio de la vida social de las personas?

En esa trabajada convivencia familiar, no sólo educaremos con las palabras, sino también con la propia vida. El tiempo que dediquemos a quienes conviven con nosotros, empezando por los más necesitados, será el mejor regalo que podemos ofrecerles.

Y, por supuesto, sabremos de qué color es el cepillo de dientes de la peque o el peque de la casa.

Es un sucedido que me sirvió de mucho para mejorar la vida en familia.

Saludos cordialísimos,

Emili Avilés Cutillas
_________________
Emili Avilés
Volver arriba
Ver perfil de usuario Enviar mensaje privado Enviar email Visitar sitio web del autor
José Eduardo Bancayán
Nuevo


Registrado: 10 Oct 2007
Mensajes: 18

MensajePublicado: Sab Ene 12, 2008 4:23 pm    Asunto: Re: TEMA VI. PRIMERA PARTE. VIDA EN FAMILIA
Tema: TEMA VI. PRIMERA PARTE. VIDA EN FAMILIA
Responder citando

Como siempre les comento, aun no tenemos hijos mi esposa y yo, pero, considero de suma y vital importancia el tema de la comunicación con los hijos.

Respondiendo a la primera pregunta diré que:

* Para conocer a la persona de mi hijo(a), que es de suma importancia, porque el o ella es una persona totalmente diferenta a mi.
* Para poder formarlo de acuerdo a lo que a el o a ella le conviene, respetando su individualidad.
* Para poderle transmitir las tradiciones familiares.
* Para transmitirle la fe.

Respondiendo a la segunda pregunta:

* Donando mi tiempo, no lo que me sobra, sino, lo que me hace falta.
* Tratándome de amoldar a las necesidades que tenga mi hijo(a).


María Eugenia escribió:
Padre y madre son, por naturaleza, los primeros e irrenunciables educadores de sus hijos… aunque en los momentos actuales a veces dé la impresión de que pretenden ignorarlo, con más o menos consciencia (es un primer indicio de que educamos «más bien mal»).

Con todo, esta especie de resistencia resulta comprensible. Y es que la misión paterno-materna de educar no es nada sencilla. Está llena de contrastes en apariencia irreconciliables, y hoy, si cabe, más agudizados.

Por tal motivo, antes de señalar algunas de esas dificultades, copio el diagnóstico de la (disminución de la) «capacidad educativa» de la familia media actual, realizado por Fernando Sebastián. Aunque las reflexiones establecen como punto de partida la enseñanza de la fe en el seno del hogar cristiano, pienso que constituyen una buena toma de contacto con el problema en su conjunto:

«El cambio no está únicamente en que los padres no eduquen cristianamente, sino que, en realidad, la familia, los padres, han perdido buena parte de su capacidad educadora en general.

En el estilo actual de vida, los padres no tienen tiempo para convivir tranquilamente con sus hijos. Los hijos están muy poco tiempo con sus padres. No hay apenas espacios tranquilos, ociosos, en los que puedan surgir temas de interés. El trabajo de la mujer fuera de casa se ha introducido rápidamente sin tener apenas en cuenta la función de la madre en la vida familiar, sin una suficiente atención a las exigencias de una adecuada educación de los hijos.

Tanto el padre como la madre tienen sus tareas específicas, además de las comunes, en ese delicado y decisivo proceso que es la educación y la maduración afectiva y personal de los hijos. Puede ser que no estén siendo suficientemente respetadas por el modelo de vida vigente en nuestra sociedad ni las del padre ni las de la madre.

Hay además un concepto equivocado de la educación, que favorece comportamientos equivocados. El objetivo de una buena educación no es que el hijo “esté contento”, que no le falte nada, sino que se desarrolle como persona en el conocimiento y en su comportamiento, en sus convicciones y sus actitudes, enriquecido con las virtudes cardinales y teologales.

[…] Para que una persona perciba la llamada de la fe y la acoja positivamente hace falta que tenga una actitud vital determinada: que esté abierto a los mensajes de la realidad y no esté encerrado en el mundo estrecho de sus gustos, de sus preferencias, que se sienta recibido en un mundo más amplio que él, que no se sienta el centro del mundo, que no esté cerrado sobre sí mismo, ni por egoísmo, ni por temor o resentimiento.

Para dar el paso de la fe hace falta sentir y vivir la realidad como un seno acogedor, amable, en el que nuestra vida tiene que ser posible, en donde podemos vivir seguros. Hace falta además vivir la propia vida como respuesta, con responsabilidad frente a la realidad, a nuestra realidad y la realidad de los demás, hace falta percibir y vivir la propia libertad como respuesta positiva a una realidad buena y acogedora, y hace falta que seamos sensibles al don del amor y a la interpelación del amor, “vivimos del amor de los demás, pero a este amor tenemos que responder lealmente con más amor”.

Estas actitudes de realismo, responsabilidad, generosidad son fruto de una buena educación. La renuncia a educar puede privar de estas disposiciones a un hijo desde sus primeros años.

Quien ha crecido encerrado en el gusto de las propias apetencias, sin sentir el valor de la vida como don y respuesta en el amor, será incapaz de entender lo que es “creer” en Dios, ni creer en nadie. Hace falta percibir las consecuencias de una vida dialogante, compartida, recibida. Cuando un niño sabe que vive del amor de los demás, y que el amor recibido merece y reclama una respuesta de amor, entenderá mejor las explicaciones y los testimonios acerca del buen Padre de Dios y de la necesidad de tenerle en cuenta en su vida.»

Y paso ahora a exponer algunos de…

Los contrastes

1. A lo largo de toda su existencia, los padres han de acoger a cada hijo —único e irrepetible, en virtud de su condición personal— tal como es, aun cuando en ocasiones no responda a sus expectativas… o incluso «les caiga mal».
(Tal «antipatía» —e incluso un inicial rechazo— no debería asustar a nadie, pues es perfectamente humana y compatible con el amor más puro, que reside en la voluntad y no es propiamente un sentimiento.

Y esto, tanto de manera habitual, que habrá que intentar vencer, como en momentos de particular enfado. En un estupendo escrito sobre educación, Nancy Samalin recuerda que bastante a menudo «… los padres normales se enfurecen con sus hijos normales. Es inevitable llegar a sentir una rabia intensa hacia los niños, con independencia del amor que sintamos hacia ellos.»)

2. Han de saber comprender, pero también exigir, sin ceder inoportunamente.

3. Respetar la libertad de los chicos y hacerla crecer… ¡siempre!, superando todo afán de posesión y sobreprotección; pero, a la vez, deben guiarles y corregirles.

4. Ayudarles en sus tareas, pero sin sustituirlos ni evitarles el esfuerzo formativo y la satisfacción que el realizarlas lleva consigo, y que robustece su autoconocimiento y su autoestima… ¡y su capacidad de desenvolverse en la vida, sin depender siempre de sus mayores!

5. Y otro sinfín de dificultades y de aparentes contradicciones que sería largo enumerar y que irán apareciendo a lo largo del escrito.

Una primera aproximación se encuentra en estos sensatos párrafos de Murphy-Witt, que no tienen desperdicio:

«En la actualidad, los niños ya no crecen espontáneamente. Han cambiado demasiadas cosas en nuestra sociedad. No hace mucho tiempo se decía: “Lo que llegue, bien recibido será”. Pero hoy en día prácticamente no quedan familias con una visión tan distendida. Abuelas que prefieren viajar por todo el mundo en lugar de ocuparse de sus nietos, pisos pequeños y condiciones adversas para los niños, falta de oferta para cuidarlos y una presión continua, tanto en términos de tiempo como de rendimiento, para combinar trabajo y familia: ¡los padres de hoy en día no lo tienen precisamente fácil!

No solo falta un apoyo útil, sino que también la vida diaria de las familias es cada vez más complicada: comida rápida y falta de ejercicio físico, culto a las marcas y consumismo, televisión publicitaria y videos violentos, Internet y juegos de ordenador, conductas agresivas en el parque y mobbing en el colegio, dificultades para leer y déficit de atención, trastornos alimentarios y éxtasis: el mundo de nuestros hijos es multiproblemático.

En este contexto nuestros retoños necesitan una buena línea directriz, instrucciones intensivas y pautas inamovibles para encontrar su camino. La responsabilidad que los padres tienen sobre sus hombros es grande. Se exige mucho de las madres y los padres, más bien un trabajo a tiempo completo que una ocupación temporal. Muchas parejas jóvenes opinan que se puede ir aprendiendo sobre la marcha, que se consigue de algún modo. Pero, por desgracia, las cosas se tuercen con demasiada frecuencia. Cada vez más familias se ven atrapadas en el estrés de la educación. Los problemas se convierten en dominantes y las disputas continuas envenenan el ambiente en el hogar. Año tras año aumenta la demanda de asesoramiento educativo. Y cada vez hay más familias que no pueden solucionar solas sus conflictos.»

Más escueto, pero también más esencial, es el panorama que ofrece Diego Macià:

«La tarea de educar supone esforzarse por comprender, respetar y enriquecer al “otro” y esto en una sociedad como la nuestra, siempre con prisas, dificultades de comunicación, horarios de trabajo incompatible con los hijos, etc., no siempre resulta fácil. De hecho, parte del precio que estamos pagando los seres humanos por el progreso de nuestra sociedad es dejar en segundo plano las relaciones amorosos entre padres e hijos, fundamentales para que estos alcancen una personalidad madura e independiente.»

Y que, como es lógico, concuerda casi a la letra con el de otros dos especialistas en psicología y educación (Fernández Millán y Buela-Casal):

«Si algo es importante en la educación de los hijos, es conocerlos y que ellos conozcan a sus padres. Desgraciadamente la sociedad en la que vivimos nos roba una gran parte del tiempo que deberíamos usar para hablar entre los miembros familiares; tiempo que empleamos en el trabajo, el desplazamiento, la televisión, etc. Se ha dejado de contar cuentos a los más pequeños o trasmitir las historias de nuestros antepasados (es sorprendente como muchos niños apenas conocen la vida de sus abuelos), las sobremesas son fugaces o individuales, llegamos muy cansados del trabajo o el hijo debe de hacer los deberes de clase…, hay miles de excusas para no sentarse y dialogar, empezando por escuchar.»

De ahí que los padres tengan que aprender por sí mismos a serlo… y desde muy pronto

Capacitarse

En ningún oficio la capacitación profesional comienza cuando el aspirante alcanza puestos de relieve y tiene entre sus manos encargos muy comprometidos o de alto riesgo. No ocurre así ni en la albañilería, la mecánica, las artes gráficas o el diseño; tampoco en medicina, arquitectura, ingeniería, informática, derecho, en la carrera militar o política, en la administración o en el seno de una empresa…

¿Por qué en el «oficio de padres» debería ser de otra forma? ¿Tal vez porque su responsabilidad es menor que la de quienes trabajan en una profesión convencional? Da la impresión de que no, sino más bien al contrario: en fin de cuentas, educar es poner los medios para que una persona llegue a ser feliz, y ¿existe algo de más trascendencia que «eso»?

¿Acaso, entonces, porque se trata más de un arte que de una ciencia? Aunque se pudiera estar de acuerdo en este último extremo, en ningún arte bastan la inspiración y la intuición; es menester también instruirse, formarse, ejercitarse… como confirman justamente los artistas que en apariencia trabajan sin apenas esfuerzo: cuanto más «natural» parece la obra maestra, más trabajo (en ocasiones, previo y sedimentado a modo de habilidades) ha llevado consigo.

Cuanto más «natural» parece la obra maestra, más trabajo suele encerrar en su seno

Llegar al fondo

Por otro lado, aprender el «oficio» de padre y educador no consiste en proveerse de un conjunto de recetas o soluciones ya dadas e inmediatamente aplicables a los problemas que van surgiendo. Ni tampoco de un racimo de técnicas infalibles.

Tales recetas y técnicas no existen. Hay, por el contrario, principios o fundamentos de la educación, que iluminan las distintas situaciones: los padres deben conocerlos muy a fondo, hasta hacerlos pensamiento de su pensamiento y vida de su vida —¡ser de su propio ser!—, para con ellos, y casi sin necesidad de deliberaciones, encarar la práctica diaria.

Y no se trata, tampoco, de una labor sencilla: comporta mucha atención a los hijos, mucha reflexión y cambio de impresiones de los esposos entre sí… y mucho sacrificio para saber prescindir del propio bienestar —incluso del necesario y no caprichoso— en pro del bien de los hijos.

Tal como explica Macià, «… educar en el sentido más amplio es, sin duda, una tarea compleja. Educar de forma responsable a los hijos requiere responsabilidad, respeto, conocimiento y ejemplo. Ser padres es una oportunidad maravillosa que nos proporciona la naturaleza, pero es también “un oficio”, “una profesión” que hay que aprender. Por tanto, requiere de un proceso de instrucción que supone reflexión, adquisición de conocimientos teóricos y puesta en práctica de los mismos. El oficio de ser padres se puede aprender y mejorar.»

Una mejora y aprendizaje que se resume en lograr que, de forma espontánea y habitual, impere la siguiente máxima:

El tú de la persona amada debe prevalecer siempre sobre el propio yo: ¡he aquí la regla de oro de toda labor educativa, de la vida entera… y de la auténtica felicidad!

Teniendo esto claro, y sin demasiadas pretensiones, ofreceré un memorando, el más accesible y concreto que se me ocurre, de los principales criterios y sugerencias sobre «el arte de las artes», como ha sido llamada la educación.

En la confluencia de tres amores

Si planteamos el asunto del modo más hondo y radical posible, las claves de la educación, y de todas las tareas que lleva consigo, se encierran en un solo término y misión —amar (amar ¡bien!)—… y en los dos corolarios que de ahí se siguen:

1. ¡Aprender a amar inteligentemente!, sin nunca, nunca, dar por supuesto que uno ya sabe hacerlo, en contra de lo que a menudo sucede («… el amor debe ir a la escuela», me gusta recordar con Benavente).

2. Y sin imaginar tampoco que va a lograrlo como por arte de magia, sin poner de su parte cuanto fuere necesario para querer cada vez mejor (lo cual supone, como vengo diciendo, esforzarse por ser mejor persona).

1. Amor a los hijos

El requisito ineludible

La primera cosa que los padres necesitan para educar es un verdadero y cabal amor a sus hijos: querer efectiva y eficazmente su bien, el de «cada uno de todos» ellos.

Según escribe G. Courtois en El arte de educar a los muchachos de hoy, la educación requiere, además de «un poco de ciencia y de experiencia, mucho sentido común y, sobre todo, mucho amor».
Algo similar sostienen Charles y Laura Robinson, animando a los padres a asumir su tarea educadora:

«Podéis hacer de ellos unos seres fundamentalmente felices; podéis darles el gran impulso inicial para la carrera de la vida. Ese impulso, en el ser humano tendrá que constar, en buena parte, de una gran dosis de amor.

Porque el amor es la suprema actividad humana y la que tiene más virtud para equilibrar y potenciar a los hombres.»

Con otras palabras, es preciso dominar algunos principios pedagógicos y obrar con sensatez, pero sin suponer que baste aplicar una bonita teoría para obtener seguros resultados. Todo ello sería insuficiente sin el elemento indispensable de un amor auténtico y cabal… y hondamente enraizado en lo más íntimo de nuestro ser.

[Esto se aplica tanto a los padres como a los educadores «de profesión»: maestros y profesores. Así lo muestran las siguientes palabras de Francisco Gómez Antón, Catedrático con muchos años de experiencia universitaria. Cuando le preguntaron por el «secreto» de su triunfo en las aulas, contestó: «Para dar una buena clase hay que hacer muchas cosas. La primera de ellas, querer mucho a los alumnos».]

Lo primero que los padres necesitan para educar es un verdadero amor a sus hijos

Amor clarividente…

¿Por qué? Entre otros muchos motivos, porque «cada niño —justo por su condición de persona— es una realidad absolutamente irrepetible», distinta de todas las demás.

Antes que nada, en contra de lo que implícitamente pensamos… o ni siquiera pensamos, pero guía a menudo nuestros comportamientos, estamos ante un niño: no ante una suerte de mini-adulto o de adulto virtual y en construcción, que necesita ser tratado «como si fuera mayor» para lograr la plenitud que le corresponde… ¡o para que no turbe la tranquilidad en que nos hemos instalado!

Parece absurdo decirlo y, sin embargo, resulta de capital importancia: un niño es… un niño. Y tiene el derecho y el deber de vivir como niño, justo para después dejar de serlo y transformarse en el varón o la mujer cumplidos, a través de ese amargo trago en que nos empeñamos que sea la adolescencia.

El niño piensa como niño, imagina como niño, percibe el tiempo y el espacio —también el propio cuerpo— como niño, se relaciona con el mundo, con sus semejantes ¡y con Dios! como niño, y un muy extenso etcétera.

Y respetuoso

Y los adultos, en lugar de agostar esa condición con nuestras pretensiones «de mayores», deberíamos dedicarnos a contemplarlo, para aprender de él —más a menudo de lo que suponemos— en qué consiste ser humanos (aunque también sin ingenuidades a lo Rousseau).

Lo sostiene, bella y agudamente, Bartolomé Menchén: el «… estudio del hombre en la etapa inicial de su vida […] nos indica —con sus capacidades y sus necesidades— el camino adecuado para su educación, o, mejor dicho, para su formación. Porque para poder acertar a guiarle, hay primero que dejarse guiar por él; es decir, observarle con atención para ayudarle a desarrollar sus capacidades y poder responder a sus necesidades.»

Y concreta después: «… todo lo que sé de importancia sobre los niños lo he aprendido de ellos; y podría decir, también, que observándolos y reflexionando he aprendido muchas cosas sobre mí. La relación con los hijos hace profundizar enormemente en el conocimiento de quiénes son ellos y quiénes somos nosotros.»

Ideas similares a las que resume, con plasticidad un tanto agresiva, Murphy-Witt:

«Los niños no son pequeños adultos. Esto es algo que los padres olvidan a veces, por desgracia. Sobre todo cuando su retoño es tranquilo, está adaptado y da pocos problemas, lo desbordan rápidamente con una ración demasiado grande de vida adulta: mundos relucientes de consumismo en lugar de un espacio para jugar, espacios de cemento en lugar de experiencias en la naturaleza, restaurantes ruidosos en lugar de comidas agradables en la mesa familiar. Conversaciones de adultos en lugar de amigos de la misma edad.

Todo ello exige demasiado de los pequeños. No pueden explotar su afán natural por moverse, no se pueden manchar, los visten con ropa de moda con la que no pueden andar dando saltos, tienen que estar sentados en un rincón callados. Cuando no hay otra posibilidad, los sientan delante del televisor o de un video. Así por lo menos dejan de molestar. De este modo, los padres tienen siempre a un niño limpio y pulcramente vestido que los sigue. Sin embargo, estas condiciones vitales no son en absoluto adecuadas para los niños. Después, que no se sorprendan mamá y papá cuando en algún momento su retoño salga de la jaula de oro y quiera ser un niño de una vez.»
Y concluye, con buen humor:

«Así pues, ¡se acabó la obligación de tener que jugar al miniadulto! Los niños se hacen mayores y se ven enfrentados a la cruda realidad.

Concedámosles tantos hermosos días y experiencias infantiles como sea posible. Dejemos que jueguen, correteen y también se ensucien en función de su edad. A arreglárselas en el mundo de los adultos tienen que aprender de todos modos bastante pronto.»

El niño piensa como niño, imagina como niño, percibe el tiempo y el espacio como niño, se relaciona con el mundo, con sus semejantes ¡y con Dios! como niño…


Que no siempre lo es


Mas, como veremos más tarde, es frecuente que los adultos, después de sofocar al niño que debería pervivir en nosotros —y precisamente por ello—, impidamos a nuestros hijos vivir su infancia como tal.

En este contexto pueden leerse las advertencias de Robinson:

«Todo ser humano tiene también su marcha, su velocidad de crucero. Como padres, tenéis que conocerla bien y luego tratar de lanzarles a esa velocidad, pero sin pretender forzar su marcha.
Forzar su marcha sería insensato. No conseguiríais otra cosa que estropear su maquinaria y dejarles expuestos a serias averías.»
Aunque más directa resulta, de nuevo, la exposición de Menchén:

«Os preguntaba por vuestra infancia —observa, en un diálogo imaginario—, porque la madurez humana consiste en ir pasando de una etapa a otra de la vida llevando con nosotros los mejores recuerdos; lo que es tanto como decir que no son imágenes de un pasado que se fue, sino momentos constituyentes de nuestra personalidad, de nuestro ser más profundo, y que están presentes en la actualidad. Si fuimos auténticamente niños nunca dejaremos de serlo.»

Y no solo por los recuerdos, me atrevería a añadir, sino por el conjunto de hábitos que únicamente en la infancia pueden forjarse.
De ahí que quepa proseguir: «… todos hemos sido niños, pero se puede decir de algunas personas que no han tenido infancia.»

Y explicar, con sugerente metáfora:

«La armonía afectiva y espiritual es el eco que va resonando en el interior del niño al compás de las acciones que va realizando; y esos ecos interiores tienen que ser ordenados, matizados, amplificados o moderados por los padres. Va surgiendo así una maravillosa melodía. De otra forma, serán sonidos inconexos o ruidos que se lleva el viento. La armonía afectiva y espiritual del niño necesita de unos maestros músicos, que son los padres. Si me permitís seguir con el símil de la música, os diría que al pentagrama en blanco de la vida del niño van llegando todo tipo de notas que, si no se integran en una melodía, se pierden en gran parte; y, así, cuando crecemos, desaparece la música de nuestra infancia.»

Para concluir: «Viendo el modo de hablar y actuar de muchas personas adultas, metidas en un mundo de ambiciones demasiado humanas, de ansias de poder y dinero, es difícil descubrir en ellas a los niños que fueron, quizá porque los adultos les ayudaron muy poco a serlo.»

Y si no le permitimos ser niño durante su infancia, es muy probable que el resto de su vida arrastre ese déficit, que, en ocasiones, le impedirá incluso ser un joven y un adulto cabal
Amor, por tanto, clarividente y respetuoso
Por otro lado, admitida, fomentada y consolidada su condición infantil, jamás se tratará de un caso más entre muchos. De ahí que ningún manual sea capaz de explicarnos ese presunto «caso» concreto.

Hay que aprender, pues, a modular los principios a tenor del temperamento, la edad y las circunstancias en que se encuentren los chicos, teniendo en cuenta que lo que en este preciso instante puede resultar oportuno e incluso imprescindible para uno de ellos, en otro momento y en otra situación ha de ser evitado a toda costa… para ese mismo hijo.

Pero solo el amor permite conocer a cada uno de nuestros hijos tal como es hoy y ahora y actuar en función de ese conocimiento: aun concediendo la parte de verdad que encierra el dicho de que «el amor es ciego», resulta mucho más profundo y real sostener que es agudo y perspicaz, clarividente; y que, tratándose de personas, solo un amor auténtico nos capacita para conocerlas con hondura y tratarlas en consecuencia.

Solo el amor permite «andarse con contemplaciones» —conocer a cada uno de nuestros hijos tal como es hoy y ahora— y actuar de acuerdo con ese conocimiento
Jugar las mejores bazas…

De hecho, será el amor el que enseñe a los padres a poner en práctica una de las claves más importantes de la educación. Lo que suele llamarse «educar en positivo», cuyo principio fundamental consiste quizá, una vez anclados con fuerza en la condición personal de cada uno de ellos, en:

1. Descubrir y, si es necesario, poner por escrito —con sus nombres propios, para que queden bien claras y para repasarlas y perfilarlas todavía más cuantas veces fuere conveniente—, las cualidades que sus hijos ya poseen y deben ser potenciadas.

2. Procurar no insistir monótona, reiterativa y exclusivamente:

2.1 En la corrección de sus defectos.

2.2. O en los que lleva anejos el papel o función en que —siguiendo una mala costumbre tremendamente extendida— lo hemos encasillado: tozudo, holgazán, manazas, payaso, desordenado, cachaza, intransigente, protestón, desaliñado…
(Defectos que, precisamente por serlo, resultan difíciles de vencer. Atender, por el contrario, a sus puntos fuertes, y solicitar en esos campos mejoras asequibles, permitirá a los chicos:

1. Ir obteniendo pequeñas victorias, con la alegría que a ellas va aparejada.

2. Aumentar de esta forma la propia estima y las ganas de luchar.

3. Ponerse, con el crecimiento conjunto de su persona, en condiciones de superar unos defectos que antes eran invencibles.)
De igual modo, el amor llevará a los padres a advertir el momento más adecuado para «estar» —de forma más o menos activa, o simplemente «estar»— y para «desaparecer», para hablar y para callar; el tiempo para jugar con los niños e interesarse por sus problemas sin someterlos a un interrogatorio y el de respetar su necesidad de estar a solas… con su propia intimidad; las ocasiones en que conviene «soltar un poco de cuerda» y «no darse por enterados», frente a aquellas otras en las que procede intervenir con decisión e incluso con resuelta viveza y una pizca de agresividad fingida…

Y, según decía, en todo este difícil arte los padres resultan irreemplazables: porque solo quien ama con locura —incondicional, incondicionada e incondicionablemente— es capaz de descubrir los tesoros inauditos de grandeza que cualquier persona encierra en lo más íntimo de su ser y prestarle el vigor y el apoyo imprescindibles para hacer que despunten, se desarrollen, maduren y alcancen su plenitud.
Un matrimonio muy agobiado por su trabajo profesional buscaba en una tienda de juguetes un regalo para su niño: pedían algo que lo divirtiera, lo mantuviese tranquilo y, sobre todo, le quitara la sensación de estar solo.

Una dependiente inteligente les explicó: «lo siento, pero no vendemos padres»

Pues nadie lo hará en nuestro lugar…


Como ya apunté, la experiencia muestra que normalmente insistimos más en los defectos de nuestros hijos que en sus atributos positivos.

Escribe Nancy Samalin: «Nosotros nos fijamos demasiado en las correcciones rojas del trabajo de Historia, en la palabra mal escrita, en el resultado equivocado del problema de Matemáticas o en los acentos que faltan. Tenemos la costumbre de fijarnos en lo "malo", en lugar de hacerlo en lo "bueno", de nuestros hijos, no solo en el ámbito escolar, sino también en otros aspectos de la vida. Si usted es capaz de romper este esquema […] y fijarse en lo positivo, su hijo mostrará una mayor motivación, cooperación y seguridad en sí mismo.»

Y algo semejante suelen hacer los demás: casi sin pretenderlo, advierten lo más negativo.

Una de las más tristes consecuencias de este modo de obrar es que los chicos pueden pasar muchos años ignorando no solo su grandeza constitutiva e inalienable —¡amigos potenciales de Dios!—, sino también aquellas cualidades en las que, con un mínimo de esfuerzo, podrían sobresalir y apoyarse para mejorar el conjunto de su persona.
Lo ilustran estas sensatas —y tal vez un tanto excesivas— reflexiones de Faber y Mazlish:

«Parece ser que elogiar un comportamiento cabal no brota espontáneamente. La mayoría de nosotros somos prontos en criticar y tardos en aplaudir. Como padres, tenemos la obligación de invertir ese orden. […]

El lector habrá constatado que el mundo exterior no es muy proclive a las alabanzas. ¿Cuándo fue la última vez que otro conductor le dijo: “Gracias por ocupar solamente una plaza de aparcamiento. Así cabrá también mi coche”? Nuestros esfuerzos de colaboración se dan por sentados. Si en cambio sufrimos un desliz, la condena será virulenta.

Seamos diferentes en nuestros hogares. Recordemos que además de proporcionarles alimento, refugio y vestido, tenemos otro deber con nuestros hijos, y es consolidar sus mejores “atributos”. El mundo entero les afeará los defectos, con vigor e insistencia. Nuestra función es darles a conocer su parte buena.»

Y resulta imprescindible

«El hombre —apunta de nuevo Robinson— es un ser que necesita absolutamente del aprecio de los demás. Esta sensación íntima de que uno es acogido y estimado es un artículo de primera necesidad para el ser humano; lo mismo que el aire, el agua, el alimento y el calor.»
Y precisa, certeramente:

«La aprobación debe estar más dirigida a aquellos que más necesitan de ella y en aquellos sectores que la necesitan. A un muchacho que suele traer malas notas, el saber apreciar las veces que las trae buenas, será acertar en una de las teclas más profundas de su espíritu, será, quizá, remover un desánimo persistente y profundo, abrirle una hermosa esperanza, afirmarle en la confianza en sí mismo.

El alabar con oportunidad la superación, siquiera sea momentánea, de un defecto, será más eficaz que reprimendas y muchos castigos.»
Insistir en sus defectos e ignorar sus cualidades puede llevar al niño a desconocer cuáles son las auténticas armas con las que cuenta para desarrollarse y triunfar en la vida

2. Amor mutuo

Amor entre los cónyuges

La primera cosa que el hijo necesita para ser educado es que sus padres se quieran entre sí (es decir, como esposos).

«Hacemos que no le falte de nada, estamos pendientes hasta de sus menores caprichos, y sin embargo…»

Expresiones como esta las oímos a menudo, proferidas por tantos padres que parecen volcarse sobre sus hijos —alimentos sanos, reconstituyentes y vitaminas, juegos más y más sofisticados, vestidos y demás prendas de marca, vacaciones junto al mar o en la nieve, diversiones sin tasa ni de tiempo ni de precio, resolución de problemas o de gestiones que deberían realizar los hijos, trasportes en coche cuando lo mejor es que tomaran el autobús, etc.—, pero se olvidan de la cosa más importante que precisan los críos: que los propios padres se amen y estén unidos… como esposos (repito con plena voluntariedad, pues solo luchando por mejorar su condición de esposos podrán llegar a ser buenos padres).

El cariño mutuo de los padres es el que ha hecho que los hijos vengan al mundo. Y el mismo afecto recíproco debe completar la tarea comenzada, ayudando al niño a alcanzar la plenitud y la felicidad a que se encuentra llamado.

El complemento natural de la procreación, la educación, ha de estar movido por las mismas causas que engendraron al hijo: el amor de los esposos


Sentirse protegidos y tener un punto de referencia


Hace ya bastantes siglos que se dijo que, al salir del útero materno, donde el líquido amniótico lo protegía y alimentaba, el niño reclama imperiosamente otro «útero» y otro «líquido», sin los que no podría crecer y desarrollarse; a saber, los que originan el padre y la madre al quererse de veras.

Además, cualquier chico o chica necesitan un modelo vivo al que imitar, aunque sea remotamente y de acuerdo con sus propias peculiaridades, para poder desplegar las riquezas de su propia personalidad.

Por eso, cada uno de los esposos ha de empeñarse en un combate constante de mejora personal, según antes apunté, al que los hijos puedan contemplar y referirse; y, como fruto de su amor recíproco, debe asimismo:

1. Mostrar con delicadeza, también para que los chicos lo adviertan, el cariño hacia su marido o su mujer (probablemente nada resulte más gratificante y educativo para un hijo que advertir cómo se quieren sus padres).

2. Y, además, y como consecuencia:

2.1. Engrandecer la imagen del otro ante los hijos.

2.2. Evitar cuanto pueda hacer disminuir el cariño de estos hacia su cónyuge.

Promover el amor de cada hijo hacia el otro cónyuge

Lo anterior puede concretarse, de momento, en los siguientes preceptos.

Desde que los críos son muy pequeños:

1. Además de manifestar prudente pero claramente el afecto que los une, con gestos y palabras («nunca agradeceré lo bastante a mis padres el que se besaran con cariño delante de mí», me comentaba el otro día una chica de unos 25 años).
2. Los padres han de prestar atención:

2.1. A no hacerse reproches mutuos ni comentarios irónicos delante de ellos
.
2.2. A no permitir uno lo que el otro prohíbe (la pregunta refleja, ante una consulta del hijo o la hija ha de ser: «¿qué te ha dicho papá o mamá?», aunque luego, si opinaran de manera distinta, deban hablar a solas para ponerse de acuerdo).

2.3. A evitar de plano ciertas aberrantes recomendaciones al niño, que le llevaría a desconfiar del otro cónyuge: «esto no se lo digas a papá o a mamá», etc.

Cualquier ruptura o disminución de la armonía entre los cónyuges, cualquier asomo de acritud, es inmediatamente advertido por los hijos, hace que les falte el aire que respiraban y provoca, junto a indecibles sufrimientos normalmente inconfesados, una detención o una contrahechura en su desarrollo personal.

Espléndida es la explicación de Menchén:

«El problema es que a los niños pequeños las desavenencias de los padres les generan inseguridad. No tienen capacidad de intervenir en una situación que les desconcierta y se encierran en sí mismos. Si las riñas son frecuentes, les costará abrirse a sus padres con sencillez porque aprecian una cierta amenaza que no saben identificar. La cuestión es aún peor si piensan que ellos son la causa de los problemas. El equilibrio del niño se empieza a romper. Por el contrario, cuando la relación de los padres es profundamente cordial, los hijos se manifiestan —cada uno según su carácter— con gran espontaneidad y alegría.»

Al salir del útero materno, donde el líquido amniótico lo protegía y alimentaba, el niño reclama otra protección y alimento sin los que no podría crecer y desarrollarse: los que originan el padre y la madre al quererse de veras

3. Enseñar a querer

Principio y meta


Como acabamos de ver:
1. El principio radical de la educación es que los padres se quieran entre sí y, como consecuencia de ese amor, que quieran de veras a sus hijos.

2. El fin o meta de esa educación es que los hijos, a su vez, vayan aprendiendo a querer, a amar… pues esa es la actividad más propia y que más perfecciona a cualquier persona y, como consecuencia, la que los hará feliz.

Lo expresan con hondura y fluidez Charles y Laura Robinson:

«Amar a los demás es lo más grande y lo más importante que puede hacer un ser humano en toda su vida. Fomentar y desarrollar en vuestros hijos la capacidad de amar es llevarles a la cumbre de su personalidad. Todas las demás capacidades y cualidades tendrán sentido si ese ser humano sabe amar. Si no es capaz de amar mucho a sus semejantes, las demás cualidades que posea se insertarán en su egoísmo y harán de él un inadaptado, un fracasado, quizá un tirano, un criminal, un monstruo.»

Curiosamente y en compendio, educar es amar, y amar es enseñar a amar: pues no es otro el destino del ser humano ni la clave de su felicidad.

Por consiguiente, educar equivale a enseñar a amar

Un ser-para-el-amor

Según afirma Philippe, «en el plano psicológico y espiritual la necesidad más profunda del hombre es el amor: amar y ser amado.»

A lo que añade C. Singer: «El amor es lo que queda cuando ya no queda nada más. En lo más hondo de nosotros, todos lo recordamos cuando —más allá de nuestros fracasos, de nuestras separaciones, de las palabras a las que sobrevivimos— desde la oscuridad de la noche se eleva, como un canto apenas audible, la seguridad de que, por encima de los desastres de nuestras biografías, más allá incluso de la alegría, de la pena, del nacimiento, de la muerte, existe un espacio que nadie amenaza, que nadie ha amenazado nunca y que no corre ningún peligro de ser destruido: un espacio intacto que es el del amor que ha creado nuestro ser» (es decir, el amor recíproco de nuestros padres).

Y, en cierto modo como resumen, y en la esfera de la gracia, explica Alfonso María de Ligorio: «¡Ojalá que todos entendieran esta verdad, que solo una cosa es necesaria! No es necesario allegar en la tierra muchos caudales, ni granjearse la estima de los demás, ni llevar vida regalada, ni escalar las dignidades, ni ganar reputación de sabio; una soca cosa es necesaria: amar a Dios y cumplir su voluntad. Para este único fin nos creó y conserva la vida, y solamente por este camino llegaremos un día a conquistar el paraíso.»

Todo el esfuerzo educativo de los padres ha de dirigirse, pues, en última instancia, a incrementar la capacidad de amar de cada hijo y a desterrar cuanto lo torne más egoísta, más cerrado y pendiente de sí, menos capaz de descubrir, querer, perseguir y realizar el bien de los otros.

Solo así contribuirán eficazmente a hacerlos felices, puesto que la dicha —como muestran desde los filósofos clásicos hasta los más certeros psiquiatras contemporáneos… y la experiencia sincera de cada uno de nosotros— no es sino el efecto no buscado de engrandecer la propia persona, de mejorar progresivamente: y esto solo se consigue amando más y mejor, dilatando las fronteras del propio corazón… con objeto de que, al término de nuestro paso por este mundo, «nos quepa más Dios en él» y seamos, consiguientemente, mucho más dichosos.

El empeño educativo de los padres ha de dirigirse a incrementar la capacidad de amar de cada hijo y a evitar cuanto lo torne más egoísta

Educar para la felicidad

Con otras palabras. Pese a cualquier apariencia en contrario, la felicidad es directa y exclusivamente proporcional a la capacidad de amar de cada persona, expresada en obras:

1. Quien ama mucho, es muy feliz.

2. Quien tiene un amor mediocre, nunca alcanzará una dicha completa.

3. Y quien no sabe o no quiere amar, por más que triunfe en los restantes aspectos de la existencia humana, será un auténtico desgraciado… aunque a veces pretenda encubrirlo o negarlo: ¡cuántos famosos acaban por reconocer que llevan una vida insufrible!

De ahí que San Juan de la Cruz pudiera sostener, con expresión que casi nunca se cita literalmente (yo tampoco lo hago ahora):

«En el atardecer de nuestra existencia, se nos examinará del amor»… ¡y de nada más!

El amor encarnado
En conclusión-conclusión: cualquier acción educativa tendrá validez en la exclusiva medida en que el motor de lo que se aconseja hacer o dejar de hacer, de lo que uno realiza u omite, sea:

1. Un amor auténtico e inteligente hacia la persona que se pretende formar.

2. O, con otras palabras, el bien real de esa persona.

2.1. Que siempre habrá de prevalecer sobre el nuestro.

2.2. Y que consiste, a su vez, en que el ser querido esté más pendiente del bien de los demás que del suyo propio… y no en un sinfín de concesiones que interpretamos como signo de amor, pero que no son sino trampas en las que caemos con más o menos conciencia y con más o menos dosis de egoísmo y comodidad.

Certeros y templados, también por caminar contracorriente, me parecen los siguientes juicios:

«Los padres que adoptan un igualitarismo exagerado, o una permisividad excesiva (“¡Ya es mayor para hacer lo que quiera!, ¡cada uno es libre de tomar sus propias decisiones!”), no proporcionan a sus hijos la clase de apoyo que necesitan.

Muchos padres adoptan esta actitud al no sentirse comprometidos ni implicados en la educación de sus hijos (padres despreocupados, negligentes o con pocos recursos educativos), otros a causa de nociones deformadas (¡y muy extendidas!) de cómo debe establecerse la relación padres-hijos. En familias de clase media se incrementa el riesgo de que los adolescentes presenten conductas socialmente desviadas, consuman drogas, etc., cuando los padres se declaraban partidarios de valores como la individualidad, la comprensión de sí mismo, la disposición a aceptar cualquier innovación, la necesidad del igualitarismo en la familia, pero que realmente utilizaban dichos valores para eludir sus obligaciones de la responsabilidad educativa que corresponde a los padres.»

El bien más radical de cualquier persona —lo que la perfecciona y hace feliz— consiste en que, olvidada de sí, se ocupe de procurar el bien a quienes la rodean


Tomás Melendo
Catedrático de Filosofía (Metafísica)
Director de los Estudios Universitarios en Ciencias para la Familia
Universidad de Málaga
Comentarios al autor: tmelendo@masterenfamilias.com
http://www.edufamilia.com


¿Qué hace diferente a cada persona?

La herencia genética, las circunstancias de la gestación y parto, los estímulos o educación recibidos, el número que se ocupa en la familia, las amistades, las enfermedades, la etapa de crecimiento en que se encuentra, el temperamento, el carácter. Todo ello se relaciona y logran hacer de cada uno, una persona diferente en aptitudes, gustos, intereses, aficiones, etc.

Por todo esto, necesitamos conocer a nuestros hijos a fondo, a través de una convivencia estrecha, a fin de que cada uno se sienta importante y querido de forma especial.

Es necesario dedicar un tiempo a solas con cada uno de ellos para lograr una comunicación profunda, conocer en cada momento qué piensan, cómo se sienten, cuáles son sus intereses y sus gustos, promover la verdadera amistad de los padres con los hijos, con una relación de confianza y sinceridad. Y cuanto antes sea, es mejor. Hoy estamos a tiempo, mañana puede ser muy tarde. Hay que saber abrir esas puertas oportunamente.

Cada hijo, por lo tanto, debe ser educado y tratado según sus características y necesidades. Para ello nos será útil conocer las siguientes circunstancias:

Educar en la Infancia


Las primeras etapas por las que va pasando tu hijo de Francisco de P. Cardona Lira
http://es.catholic.net/familiayvida/158/287/articulo.php?id=32904

En los primeros años de vida el niño no razona de Salvador Casadevall
http://es.catholic.net/familiayvida/158/287/articulo.php?id=32904

Educar en la Infancia Sección Catholic.net
http://es.catholic.net/familiayvida/158/287/

Educar en la Adolescencia

Adolescentes en acción de Emilio Avilés Cutillas
http://es.catholic.net/familiayvida/158/154/articulo.php?id=32796

Cuatro ideas para educar a adolescentes en la afectividad de Angel Mª Gutierrez
http://es.catholic.net/familiayvida/158/154/articulo.php?id=30743

Educar a los jóvenes en la fe, una tarea fundamental VIS
http://es.catholic.net/familiayvida/158/154/articulo.php?id=30255

Adolescencia, edad difícil de Gaston Courtois
http://es.catholic.net/familiayvida/158/154/articulo.php?id=25378

¡Auxilio...! Hay un adolescente en mi casa de German Sánchez Griese y Benjamín Manzano Gómez
http://es.catholic.net/familiayvida/158/154/articulo.php?id=2995

Educar en la Adolescencia Sección de Catholic.net
http://es.catholic.net/familiayvida/158/154/

Comentarios a los autores: crecerenfamilia@prodigy.net.mx
tmelendo@masterenfamilias.com

Tutores del Curso


Emilio Avilés Cutillas. emilioaviles@es.catholic.net

P. Emilio Acosta Díaz. acostadi@msn.com

Salvador Casadevall. salvadorcasadevall@yahoo.com.ar

Marcela Velázquez. velazquezvmarce@gmail.com

Participación en el foro ¿Porqué es necesario lograr una comunicación profunda con los hijos?
¿Qué haré en concreto para asignar un tiempo de comunicación y onocimiento con cada uno de mis hijos?

Es importante que al participar en el foro, leas los comentarios anteriores y participes enriqueciéndolos dando tu punto de vista, cuida el no ser repetitivo, el objetivo del foro no es "únicamente entregar la tarea" sino principalmente aprender de los comentarios
Volver arriba
Ver perfil de usuario Enviar mensaje privado Enviar email
Eva Lups
Nuevo


Registrado: 02 Oct 2007
Mensajes: 19
Ubicación: Guadalajara, México

MensajePublicado: Sab Ene 12, 2008 7:04 pm    Asunto:
Tema: TEMA VI. PRIMERA PARTE. VIDA EN FAMILIA
Responder citando

¿Porqué es necesario lograr una comunicación profunda con los hijos?

Para conocer mas sus inquietudes, necesidades y dusas.. para apoyarlos con su crecimiento y su formacion como personas, para establecer una buena relacion familiar conociendolos ampliamente.

¿Qué haré en concreto para asignar un tiempo de comunicación y conocimiento con cada uno de mis hijos?

Darme un espacio y tiempo para dedicarlo completamente a ellos.
_________________
Que Dios y la Virgen Maria te bendiga, te de salud y amor a ti y a tu familia..
Xto Jesus VTR
Volver arriba
Ver perfil de usuario Enviar mensaje privado Enviar email MSN Messenger
amoamaria
Nuevo


Registrado: 02 Nov 2007
Mensajes: 21

MensajePublicado: Dom Ene 13, 2008 3:20 am    Asunto: Tema Vi. Vida en familia
Tema: TEMA VI. PRIMERA PARTE. VIDA EN FAMILIA
Responder citando

Porque es importante la comunicación con los hijos?
1. Para conocerlos mejor, saber sus inquietudes, intereses, anhelos, problemas, etc.
2. Para que ellos te conozcan a ti, para que sepan que esperas de ellos, como reaccionas ante diferentes acontecimientos, que piensas de diferentes temas,etc.
3. Para darles retroalimentación sobre su comportamiento, contestarles dudas.

Para lograr esa comunicación se debe dedicar tiempo en familia a compartir lo vivido durante el dia, también dedicar un tiempo a cada hijo en particular para poder guiarlo y orientarlo en su situación específica. El tiempo que se le dedica individualmente a cada hijo es muy enriquecedor y ayuda a que cada uno se sienta especial y a disminuir la competencia entre hermanos.
_________________
Laura R.
Volver arriba
Ver perfil de usuario Enviar mensaje privado MSN Messenger
jose enrique lopez garcia
Nuevo


Registrado: 05 Oct 2007
Mensajes: 16

MensajePublicado: Dom Ene 13, 2008 4:46 pm    Asunto:
Tema: TEMA VI. PRIMERA PARTE. VIDA EN FAMILIA
Responder citando

la comunicacion en el ser humano es importante, pero lo es aun más en el ambiente familiar, porque esto permite que se conoscan padre e hijos al mismo tiempo que se fomenta la confianza y se logra un ambiente fraterno.

creo que la familias se debe de buscar los momentos para platicar los proyectos, expresar sentimoientos, e incluso buscar soluciones a los problemas
Volver arriba
Ver perfil de usuario Enviar mensaje privado
olga P.
Esporádico


Registrado: 08 Oct 2007
Mensajes: 36

MensajePublicado: Dom Ene 13, 2008 4:48 pm    Asunto:
Tema: TEMA VI. PRIMERA PARTE. VIDA EN FAMILIA
Responder citando

Mil gracias por estar nuevamente este año, que el Dips del amor nos de el don de aumentar nuestra Fe.
Cada tema siempre lo hace encontrar elementos nuegos y sobre todo una visión diferente, otras perspectivas.

LA COMUNICACION CON LOS HIJOS ES IMPORTANTE PORQUE NOS PERMITE CONOCER SUS INQUIETUDES, DESTREZAS Y SABER REALMENTE LO QUE PIENSAN Y LA MANERA COMO VEN EL MUNDO Y ESTO SIRVE PARA ENSEÑARLES A ENFRENTAR EL MUNDO Y PREPARARSEN PARA ELLO. Y COMO DECIA UN GRAN CANTANTE DEL CUAL HE TOMADO PARA MI VIDA ESTAS PALABRAS "NO HAY QUE FORMAN UN MUNDO PARA EL HIJO SINO AL HIJO PARA EL MUNDO" ES DECIR NO FORMARLOS CON TANTAS LIMITACIONES MENTALES Y SACARLOS DE SU ZONA DE COMODIDAD PARA QUE SEAN UTILES A LA SOCIEDAD Y A SUS FAMILIAS Y SOBRE TODO TENIENDO TEMOR A DIOS -.

QUE HARE PARA DEDICAR TIEMPO: SEGUIR COMPARTIENDO EN LAS COMIDAS NOCTURNAS DONDE COMPARTIMOS EL ACONTECER DEL DIA DE CADA UNO DE LOS MIEMBRIS DE LA CASA Y RESPETANDO SUS PERSONALIDADES PERO HACIENDO CAER EN LA CUENTA SI ALGO NO SE HA HECHO CORRECTAMENTE.
Volver arriba
Ver perfil de usuario Enviar mensaje privado
gonfranc
Nuevo


Registrado: 07 Oct 2007
Mensajes: 21

MensajePublicado: Lun Ene 14, 2008 1:51 am    Asunto: LA IMPORTANCIA DE LA COMUNICACION CON LOS HIJOS Y COMO LOGRA
Tema: TEMA VI. PRIMERA PARTE. VIDA EN FAMILIA
Responder citando

CREO QUE ES MUY IMPORTANTE YA QUE DE ESO DEPENDE LA CONFIANZA QUE NOS PUEDAN LLEGAR A TENER, DEBEMOS CUIDARLA COMO LO QUE EN VERDAD ES UN GRAN TESORO EL CUÁL SE DEBE CRECER DÍA CON DÍA Y DE NOSOTROS DEPENDE QUE NO SE ROMPA.

CON LA MISMA COMUNICACIÓN NUESTROS HIJOS NOS PODRÁN DECIR QUE ESPERAN DE NOSOTROS Y EN QUE HEMOS FALLADO Y DE ESTA FORMA BUSCAR ENTRE LOS DOS UNA MANERA DE RESOLVERLO.

CREO QUE DEBO BUSCAR EL MOMENTO PARA PLATICAR CON ELLOS Y VER LA HORA OPORTUNA EN LA QUE PODAMOS COMENTAR LO QUE LES PASÓ EN EL DÍA, SUS PROBLEMAS Y SUS ALEGRÍAS PARA QUE EL DÍA DE MAÑANA ELLOS TENGAN LA CONFIANZA DE BUSCARNOS SI TIENEN ALGÚN PROBLEMA FUERTE O SIMPLEMENTE SI SE SIENTEN SOLOS; APOYARLOS SI TIENEN GANAS DE LLORAR SIN QUE RECIBAN UN REGAÑO O INCOMPRENSIONES.

NUESTROS HIJOS SON LO MÁS VALIOSO QUE DIOS NOS HA BRINDADO PARA QUE NOSOTROS LOS AYUDEMOS A ESCRIBIR A LLENAR SU LIBRO EL CUÁL TIENE MUCHAS PÁGINAS EN BLANCO DE NOSOTROS DEPENDE QUE ÉSTAS ESTÉN LLENAS DE MUCHO AMOR DEL CUÁL FORMEMOS PARTE O DE DOLOR E INCOMPRENSIÓN.

NUNCA DEJARÍAMOS LA PUERTA DE NUESTRA CASA ABIERTA PARA QUE ENTRE CUALQUIER PERSONA Y ROBARA LO QUE TENEMOS DE VALOR, TAMPOCO DEJEMOS QUE CUALQUIER PERSONA SE META EN LA VIDA DE NUESTROS HIJOS Y QUE LES ROBE LA INOCENCIA O NOS ROBE A NOSOTROS TIEMPO CON ELLOS, O LOS EDUQUE COMO ESA PERSONA LO PIENSA.

VOY A DEDICAR 30 MIN CON CADA UNO DE MIS HIJOS A PLATICAR, A JUGAR Y A ESPERAR QUE ME DIGAN LO QUE SIENTEN Y EN LO LES GUSTA Y LO QUE NO, ADEMÁS SALDRÉ CON MI HIJA UN VIERNES A TOMAR UN REFRESCO Y OTRO VIERNES CON MI HIJO SOLO LOS DOS PARA DEDICARNOS UN TIEMPO A SOLAS.

MARTHA GLEZ
Volver arriba
Ver perfil de usuario Enviar mensaje privado
Hector Dominguez
Nuevo


Registrado: 04 Oct 2007
Mensajes: 19
Ubicación: Argentina

MensajePublicado: Lun Ene 14, 2008 4:04 am    Asunto: Vida en familia
Tema: TEMA VI. PRIMERA PARTE. VIDA EN FAMILIA
Responder citando

Queridos hermanas y hermanos en CRISTO que tengan en el 2008 lo mejor y muchas bendiciones.

¿ Porque es necesario lograr una comunicación profunda con los hijos?
Para que nuestros hijos confíen en nosotros. Mas en la adolescencia, es la etapa de muchos problemas y requieren para ellos de muchas repuestas. Sin esa comunicación ellos no obtendrán repuesta y la buscaran en otro lado, y pueden ser distorsionadas o tal ves falsas.
Tenemos que tener los canales de comunicación siempre abierto ellos (los hijos) nos necesitan.

¿Qué haré en concreto para asignar un tiempo de comunicación y conocimiento con cada uno de mis hijos?
Siempre tuvimos con mi esposa tiempo para nuestros hijos en conjunto o individual.

Que la paz de JESUCRISTO este siempre con ustedes
Volver arriba
Ver perfil de usuario Enviar mensaje privado
Hector Dominguez
Nuevo


Registrado: 04 Oct 2007
Mensajes: 19
Ubicación: Argentina

MensajePublicado: Lun Ene 14, 2008 4:52 am    Asunto: Vida en familia
Tema: TEMA VI. PRIMERA PARTE. VIDA EN FAMILIA
Responder citando

Queridos hermanas y hermanos en CRISTO que tengan en el 2008 lo mejor y muchas bendiciones.

¿ Porque es necesario lograr una comunicación profunda con los hijos?
Para que nuestros hijos confíen en nosotros. Mas en la adolescencia, es la etapa de muchos problemas y requieren para ellos de muchas repuestas. Sin esa comunicación ellos no obtendrán repuesta y la buscaran en otro lado, y pueden ser distorsionadas o tal ves falsas.
Tenemos que tener los canales de comunicación siempre abierto ellos (los hijos) nos necesitan.

¿Qué haré en concreto para asignar un tiempo de comunicación y conocimiento con cada uno de mis hijos?
Siempre tuvimos con mi esposa tiempo para nuestros hijos en conjunto o individual.

Que la paz de JESUCRISTO este siempre con ustedes
Volver arriba
Ver perfil de usuario Enviar mensaje privado
Mostrar mensajes de anteriores:   
Este foro está cerrado y no puede publicar, responder o editar temas   Este tema está cerrado y no puede editar mensajes o responder    Foros de discusión -> Curso Crecer en Familia Todas las horas son GMT
Ir a página Anterior  1, 2, 3, 4, 5, 6  Siguiente
Página 2 de 6

 
Cambiar a:  
Puede publicar nuevos temas en este foro
No puede responder a temas en este foro
No puede editar sus mensajes en este foro
No puede borrar sus mensajes en este foro
No puede votar en encuestas en este foro


Powered by phpBB © 2001, 2007 phpBB Group
© 2007 Catholic.net Inc. - Todos los derechos reservados