Juan Asiduo
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Publicado:
Vie Ago 11, 2006 7:06 am Asunto:
Abrir un Seminario
Tema: Abrir un Seminario |
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Abrir un Seminario
11.08.06 @ 06:44:54. Archivado en Vocaciones
“La deseada renovación de toda la Iglesia depende en gran parte del ministerio de los sacerdotes, animado por el Espíritu Santo”. Con estas palabras comienza el Decreto sobre la formación sacerdotal, Optatam totius, del Concilio Vaticano II. Sería difícil objetar nada a esta afirmación. La renovación de la Iglesia consiste en su fidelidad a Jesucristo; en la capacidad de ser transparencia de su Señor. Y es Él, Jesucristo, quien hace nueva a su Iglesia mediante la Palabra y los sacramentos. El ministerio de los sacerdotes es un recuerdo permanente de la primacía de Dios, de la gracia, del don sobre la tarea, de la inutilidad de todo pelagianismo “comprometido”.
Por eso es una buena noticia saber que un Obispo, una diócesis, decide abrir su Seminario. Es un indicio claro de que esa iglesia particular sabe lo que es y lo que quiere. Es una muestra de fe; un motivo de esperanza; una apuesta por el futuro. La penuria vocacional merece ser desafiada con la fuerza de la fe, que hace real lo que, a veces, humanamente parece imposible.
En la raíz de la escasez de vocaciones están diversas causas; también causas internas; también causas teológicas. No habría que desestimar la advertencia al respecto del documento de los Obispos Teología y secularización en España: “La falta de claridad respecto al ministerio ordenado en la Iglesia no ha sido ajena a la crisis vocacional de los últimos años. En algunos casos parece, incluso, que hay el deseo de provocar un “desierto vocacional” para así lograr que se produzcan cambios en la estructura interna de la Iglesia”.
Se ha oído más de una vez que cuantos menos sacerdotes, mejor, porque, de ese modo, se potenciaría en la Iglesia la misión de los laicos. Pobre compresión es aquella que, para subrayar la vocación de los laicos, ha de recurrir a oscurecer la del clero. La verdad es que ambas misiones se refuerzan y complementan mutuamente. Si hay laicos que viven su fe, habrá vocaciones, habrá sacerdotes. Y si hay sacerdotes dedicados a su tarea, los laicos dispondrán de todos los medios necesarios para vivir bien su fe.
Abrir un Seminario es un paso decisivo, pero es sólo el primer paso. A mí me parece que el segundo es ganar la confianza; hacerse merecedor de la credibilidad. Y esa confianza se gana cuando los Seminarios son, de modo claro y por todos conocido, lo que deben ser. Saludamos la feliz iniciativa de la diócesis de Terrassa, que se suma a otras no menos dignas de elogio, y estamos convencidos de que un Obispo que abre, y mantiene, y prestigia, su Seminario, podrá, cuando le llegue la hora de la jubilación, y, sobre todo, la del encuentro con Dios, hacer suyas las palabras de Simeón: “Ahora, Señor, puedes dejar a tu siervo irse en paz”.
Guillermo Juan Morado.
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