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Altavoces para oídos sordos!

 
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Patricia Mireles
Asiduo


Registrado: 13 Dic 2006
Mensajes: 473
Ubicación: Viena, Austria

MensajePublicado: Jue Mar 08, 2007 8:55 am    Asunto: Altavoces para oídos sordos!
Tema: Altavoces para oídos sordos!
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Altavoces para oídos sordos

Se ha publicado en España la primera edición de la revista mensual “Chesterton” como respuesta al intento del poder político y cultural de arrinconar los principios, valores y formas de vida de una gran mayoría de españoles que, tantas veces, carecen de altavoces para defenderlos. Su título refleja el amor a la verdad, el inconformismo, el sentido del humor, el humanismo y la apasionada defensa del cristianismo.
Fuente: Alfa y Omega, 15.02.2007

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Pepa
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Registrado: 02 Oct 2005
Mensajes: 4183

MensajePublicado: Jue Mar 08, 2007 2:23 pm    Asunto: ¡Qué ganas de leerla!!! Ojalá la manden para acá
Tema: Altavoces para oídos sordos!
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Revista Chesterton

Comentarios del director a modo de prólogo
Ignatius Reilly, Don Mendo y Rodríguez Zapatero

José Antonio Fúster
Fue en Michigan, en el pequeño pueblo de Spring Lake, mi segunda casa, el lugar en el que me cobijo de España. En una cierta noche del tardoverano de 2005, sumergido en los sopores que siguen a la duermevela, desperté sobresaltado con la certeza de que mi subconsciente acababa de dar con una buena idea. A oscuras, palpé la mesita de noche, tomé un lápiz y garabateé un par de palabras en la página 157 de un soporífero ensayo sobre los “fallos” de la Administración Bush que “permitieron” los atentados del 11 de septiembre y que había comprado una semana antes en una modesta librería de Battle Creek (patria chica de los corn-flakes). Y me volví a dormir con el sueño del hondo cansancio y la conciencia tranquila. Cuando amanecí, no recordaba nada en absoluto de aquel sobresalto, ni de aquellos garabatos en el libro. La idea, si es que había tenido una, si es que era buena, se había arrebujado en el interior de una neurona desconectada.

Pasaron dos meses hasta que una noche, ya en España, concedí una segunda oportunidad a aquel libro. Los primeros capítulos, por las necedades de algunos planteamientos antiamericanos y por el afán desesperado del autor de echarle la culpa a George W. Bush hasta de la extinción del pichón peregrino, podían rivalizar en aburrimiento con la lectura de las páginas amarillas suecas. Pero había (hay) que conocer los argumentos del adversario y empeñé mi determinación en dar cuenta del libro. No lo conseguí. Cuando llegué a la página 157, vi que estaba manchada con dos palabras, dos nombres propios emborronados por mi caligrafía adormilada: “Ignatius” y “Katrina”.

La neurona durmiente se activó y mi consciencia se apoderó de ella. Aquel sobresalto de inspiración había ocurrido en septiembre de 2005, un mes después de que el huracán Katrina devastara la ciudad de Nueva Orleans, escenario de la novela de John Kennedy Toole “La conjura de los necios”, cuyo protagonista absoluto y enorme es un gordo desalmado, sedicioso, antisistema, egoísta, onanista, misógino y genial autodidacta llamado Ignatius Reilly. La conexión entre ambos mundos, la realidad devastadora del Katrina y la ficción egocéntrica de Ignatius, era la clave de la idea rescatada del sueño: ¿qué hubiera hecho Ignatius si se hubiera enfrentado con el Katrina? ¿Habría sobrevivido?

En resumen: ¿sería capaz de escribir un “capítulo” de la novela de Toole, al estilo Toole, pero con Ignatius como víctima de todos los hechos ciertos y documentados que ocurrieron en Nueva Orleans a partir de la madrugada del 29 de agosto de 2005? ¿Debía darle una última vuelta de tuerca al Nuevo Periodismo? ¿Podría escribir un reportaje-ficción titulado “Ignatius contra el Katrina”?

La pregunta quedó allí, flotando en la nebulosa del humo de un cigarro. Quizá sí, quizá no. No lo sabía. De lo que sí tenía certeza indudable era de que no había un solo lugar de la Prensa española en el que publicar un “reportaje-ficción” semejante. Esa es la gran desgracia de todos los periodistas que llegaron a serlo a través de la Literatura. Seguro que en el “New Yorker” lo publicarían. Quizá “gratis pro Deo” en una pequeña revista llamada “Cuadernos del Matemático”... Da igual. No lo escribí. “Ignatius contra el Katrina” quedó como una idea imposible (una más) en mi mente. Puede el lector preguntarse que por qué explico un ensueño frustrado; y dejo a Lady Macbeth que responda por mí: “¿Por qué temer que se sepa cuando nadie nos puede pedir que rindamos cuentas?”.

Sin embargo, algo ha cambiado desde finales de 2005 hasta hoy. Sobre mí recae, con todo el peso de la responsabilidad, la dirección de esta revista nacida con vocación de originalidad y excelencia. No he encontrado en toda mi vida una mejor oportunidad que esta para domar el caballo del aburrimiento y provocar en los lectores algo más que una benévola suscripción o un gesto vago de “buenas noches, y buena suerte”. Es mi decisión, por tanto, que “Chesterton, la revista” sea refugio no sólo de la libertad de creación (sin más límite que el respeto a la familia cristiana, y disculpen la redundancia), sino del reportaje-ficción tal y como lo soñé en Michigan una noche de septiembre de 2005.

La idea es simple: tomamos un personaje de ficción reconocidísimo, o quizá una personalidad histórica, y lo situamos en un contexto narrativo extemporáneo gracias al cual podamos explicar alguno de los grandes asuntos en los que está ocupada España, o los españoles; o el mundo.

Para este primer número, cómo no, presenté a Ignatius a la redacción. Pero lo descartamos. Tenía que ser alguien próximo, un héroe de ficción patrio o un español histórico, el que despertara la curiosidad del lector por la revista Chesterton. Además, en nuestro ánimo estaba repasar los casi tres años de Gobierno socialista. ¿Don Quijote? Ni atrevernos... por ahora. ¿Santi Andía? Ni molestarnos. Max Estrella, Lazarillo, Carvalho, Alatriste, Azaña, Isabel II, Oquendo, Laro, El Cid, Zumalacárregui, Prim, Pi i Margall... Sí, pero no. Todos esos personajes tienen un mucho de fatalidad que obligarían al “reportaje” a convertirse en una pieza serísima, con un alto contenido dramático; y aunque lo que estemos viviendo sea, en la mayor parte, un drama, no queríamos ahuyentar al lector con nueve o diez páginas de un relato de tristezas y enfados sin fin.

Si no habíamos de ponernos ceñudos; si la mejor opción era reírnos... ¿a qué héroe debía recurrir nuestra revista para contar la legislatura de José Luis Rodríguez Zapatero? Era evidente. A tamaña astracanada de Gobierno, semejante astracán de reportaje. Y así dimos con el protagonista de “La venganza de Don Mendo”, obra maestra del genial don Pedro Muñoz Seca; autor asesinado en 1936 por orden de un sujeto que más allá del juicio que le reserven Dios y la Historia, demostró una falta completa de sentido del humor.

Mas hay, ¡ay!, un problema cuando uno piensa en un genio, y es el de estar a la altura de tal o, por lo menos, no caer en ridículo. ¿Quién podría dar forma, negro sobre blanco, a tamaña empresa? Quizá haya en España apenas uno o dos escritores vivos tan osados como para escribir una pieza tan increíble. Y, entre ellos, cero o cero como para aceptar el encargo. (De entre los muertos, alguno más, pero rechacé la idea desesperada de organizar una velada espiritista para obligar al fantasma de don Enrique Jardiel Poncela a telegrafiarme el “reportaje”). Casi por casualidad, cuando estaba a punto de rendirme y convocar a la redacción de Chesterton a una nueva tormenta de ideas, di con un autor joven, agazapado tras el seudónimo de Monsieur de Sans-Foy, quien, tras un breve intercambio epistolar con salutaciones en francés (desdeñadas después cuando reveló, tras ese seudónimo, ser más vasco que los Altos Hornos de Vizcaya), aceptó con cierto entusiasmo, y no poco terror, el inverosímil encargo.

Su nombre real queda guardado bajo siete llaves en una urna de misterio... No olviden que es vasco. Hay que guardarle las espaldas.

Lo que leerá el lector nada más volver la página es “Don Mendo en La Moncloa”, “comedia en verso en cuatro actos y con algún ripio”, según definición de Monsieur de Sans-Foy. Una pieza divertidísima que presenta a los actores principales del Gobierno en una actuación simpar junto a los protagonistas de “La venganza de Don Mendo”. En sus versos encontrarán la mayoría de las claves de la precipitante legislatura socialista; entendiendo la acción de precipitar en cualquiera de las cinco acepciones del Diccionario de la Real Academia Española:

tr. Despeñar, arrojar o derribar de un lugar alto. U. t. c. prnl.
tr. Provocar la aceleración de unos hechos. U. t. c. prnl.
tr. Exponer a alguien o incitarle a una ruina espiritual o temporal.
tr. Quím. Producir en una disolución una materia sólida que se deposita en el fondo de la vasija.
prnl. Arrojarse inconsideradamente y sin prudencia a ejecutar o decir algo.
Bueno. Quizá la cuarta... no. Pero las demás son de cajón o, como diría el presidente de Cantabria, el gran delator don Miguel Ángel Revilla: “Blanco, en botella y lo dan las vacas”.

Puede que haya lectores, un buen número, que exijan a cualquier escrito que critique la labor de este Gobierno la profundidad que demandan los hechos dramáticos que nos toca vivir. No les faltaría razón; y por eso les animo a dar lectura al resto de Chesterton, donde encontrarán argumentos serios y sesudos con los que convencerse y con los que vencer en las contiendas dialécticas que a todos nos plantean con regularidad los nacionalistas sentimentaloides, socialistas de eslogan, pacifistas de salón de estar, eruditos a la Google, espectadores de Gran Hermano o lectores ocasionales de Atxaga o Marías.

Pero permítanme que les anime desde la experiencia de quien ha escrito centenares de reportajes “serios” con la convicción de que no los lee ni su tía, a que disfruten con la lectura de “Don Mendo en La Moncloa”.

Y no me queda más que darle las gracias a usted por comprar la revista Chesterton y a don José Luis Rodríguez Zapatero, “el hombre que fue 30 de diciembre” (en la fotografía, mostrando a la Prensa el tamaño de sus embustes), por habernos proporcionado tantos asuntos de los que tratar. A él va dedicado este primer reportaje-ficción. El segundo, “Sherlock Holmes y el caso del 11-M”, también irá por él.
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