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Bob Geldof, la abstinencia y el SIDA

 
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Autor Mensaje
Luis Fernando
Veterano


Registrado: 04 Dic 2005
Mensajes: 1072

MensajePublicado: Dom Oct 01, 2006 10:47 pm    Asunto: Bob Geldof, la abstinencia y el SIDA
Tema: Bob Geldof, la abstinencia y el SIDA
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Bob Geldof, la abstinencia y el SIDA


Leo en los periódicos que Bob Geldof, “el activista y organizador de los célebres conciertos benéficos Live Aid y Live 8, señaló en un mitin del Partido Laborista británico en Manchester que la política de abstinencia sexual es ‘altamente efectiva’ en la lucha contra el SIDA”. Lo que hace el célebre músico es constatar un dato, no por negado o silenciado menos real. Lo eficaz, en este caso, no es el llamado “sexo seguro”. Lo que logra detener el SIDA es la abstinencia o, si se quiere emplear una palabra todavía más maldita, la castidad.

Naturalmente, “castidad” y “abstinencia” no son lo mismo. La abstinencia es privación. La castidad es integración; es decir, hacer que algo forme parte de un todo. Uno puede abstenerse de mantener relaciones sexuales y no ser casto. Y uno puede ser casto y gozar del placer de la recíproca donación del cuerpo y del espíritu. Todo depende de cuando, como y con quien. El temor al SIDA no creo que haga a nadie casto; a lo más, puede hacerle abstinente. El “sexo seguro” no lo hará ni una cosa ni otra.

La abstinencia es una virtud; un hábito bueno. Todos, necesariamente, nos abstenemos de algo; al menos, si queremos comportarnos como personas, como seres racionales. Quizá nos gustaría una segunda o tercera copa, pero el sentido de responsabilidad, el deseo de cuidar la salud, y hasta la Dirección General de Tráfico, nos invitan – incluso nos obligan – a privarnos de ella. Si alguien tiene la experiencia de seguir una dieta, sabe que, si quiere perder peso, debe renunciar a determinados placeres; a alimentos que apetecen más que nunca cuando se sigue un régimen. Y lo mismo con el tabaco, con Internet y hasta con la placidez de no caminar y permanecer sentados, o tumbados, en el asiento que nos resulte más cómodo. Los médicos, las autoridades sanitarias, nuestra propia inteligencia, nos llaman a la abstinencia. Y nadie se escandaliza ni se rasga las vestiduras por ello.

Si abstenerse, parcialmente, de comer o de beber, o, totalmente, de fumar no es irracional, tampoco se entiende que, en principio, sea un disparate abstenerse, parcial o totalmente, de las relaciones sexuales. Si invitar a lo primero parece lógico, no habría que considerar un abuso invitar a lo segundo. Y nadie duda de que es más grave contraer el SIDA que ganar unos centímetros en la cintura.

La castidad tiene en común con la abstinencia el ser una virtud. Sí, es una virtud, aunque resulte inédito definirla de este modo en nuestros días. La diferencia radica en su carácter positivo. La castidad equivale, ni más ni menos, a integrar de modo logrado la sexualidad en la persona; en la unidad interior del hombre en su ser corporal y espiritual (cf Catecismo de la Iglesia Católica, 2337). La parte – la sexualidad – ha de integrarse en el todo – la persona - , para ser una sexualidad personalizada, auténticamente humana, verdaderamente relacional. Proponer a alguien vivir la castidad es lo mismo que recomendar que viva su sexualidad como una persona. No parece que existan razones serias para juzgar ofensiva esta propuesta.

Considerar que el único remedio para evitar contagiarse del SIDA, para prevenir los abortos, o para defenderse de las enfermedades de transmisión sexual sea lo que comúnmente se entiende por “sexo seguro” es, de algún modo, no tratar a los demás como personas. Es algo así como no confiar en su racionalidad; en su capacidad de virtud; en su potestad para la abstinencia y para la castidad. Si esperamos que los demás sean solventes para comer adecuadamente o para conducir con sensatez, ¿por qué hemos de prejuzgar que no sean aptos para amarse como personas?

Si la música de Geldof, cuando toca ciertos registros, es ahogada por el ruido de lo políticamente correcto, ¿cuál será la suerte de quien osa pronunciar en público “castidad”, esa palabra maldita, esa ofensa inmerecida que, sin embargo, nos ennoblece?

Guillermo Juan Morado.

Fuente: http://blogs.periodistadigital.com/predicareneldesierto.php/2006/10/02/bob_geldof_la_abstinencia_y_el_sida
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