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Comentario al Evangelio de Hoy
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monik
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MensajePublicado: Jue Feb 08, 2007 5:07 pm    Asunto:
Tema: Comentario al Evangelio de Hoy
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Cita:
Día litúrgico: Jueves V del tiempo ordinario


Texto del Evangelio (Mc 7,24-30): En aquel tiempo, Jesús partiendo de allí, se fue a la región de Tiro, y entrando en una casa quería que nadie lo supiese, pero no logró pasar inadvertido, sino que, en seguida, habiendo oído hablar de Él una mujer, cuya hija estaba poseída de un espíritu inmundo, vino y se postró a sus pies. Esta mujer era pagana, sirofenicia de nacimiento, y le rogaba que expulsara de su hija al demonio. Él le decía: «Espera que primero se sacien los hijos, pues no está bien tomar el pan de los hijos y echárselo a los perritos». Pero ella le respondió: «Sí, Señor; que también los perritos comen bajo la mesa migajas de los niños». Él, entonces, le dijo: «Por lo que has dicho, vete; el demonio ha salido de tu hija». Volvió a su casa y encontró que la niña estaba echada en la cama y que el demonio se había ido.


Comentario: Rev. D. Enric Cases i Martín (Barcelona, España)

«Vino y se postró a sus pies. Le rogaba que expulsara de su hija al demonio»

Hoy se nos muestra la fe de una mujer que no pertenecía al pueblo elegido, pero que tenía la confianza en que Jesús podía curar a su hija. En efecto, aquella madre «era pagana, sirofenicia de nacimiento, y le rogaba que expulsara de su hija al demonio» (Mc 7,26). El dolor y el amor le llevan a pedir con insistencia, sin tener en cuenta ni desprecios, ni retrasos, ni indignidad. Y consigue lo que pide, pues «volvió a su casa y encontró que la niña estaba echada en la cama y que el demonio se había ido» (Mc 7,30).

San Agustín decía que muchos no consiguen lo que piden pues son «aut mali, aut male, aut mala». O son malos y lo primero que tendrían que pedir es ser buenos; o piden malamente, sin insistencia, en lugar de hacerlo con paciencia, con humildad, con fe y por amor; o piden malas cosas que si se recibiesen harían daño al alma o al cuerpo o a los demás. Hay que esforzarse, pues, por pedir bien. La mujer sirofenicia es buena madre, pide algo bueno («que expulsara de su hija al demonio») y pide bien («vino y se postró a sus pies»).El Señor nos mueve a usar perseverantemente la oración de petición. Ciertamente, existen otros tipos de plegaria —la adoración, la expiación, la oración de agradecimiento—, pero Jesús insiste en que nosotros frecuentemos mucho la oración de petición.

¿Por qué? Muchos podrían ser los motivos: porque necesitamos la ayuda de Dios para alcanzar nuestro fin; porque expresa esperanza y amor; porque es un clamor de fe. Pero existe uno que quizá sea poco tenido en cuenta: Dios quiere que las cosas sean un poco como nosotros queremos. De este modo, nuestra petición —que es un acto libre— unida a la libertad omnipotente de Dios, hace que el mundo sea como Dios quiere y algo como nosotros queremos. ¡Es maravilloso el poder de la oración!
www.evangeli.net



Cita:
COMENTARIO
Jesús quiere permanecer oculto, pero esta mujer extranjera lo revela. Con tremenda sabiduría, ella entra en la metáfora planteada por Jesús, pero no se conforma con la propuesta. Desde la realidad del cuerpo de su hija atormentada por un espíritu inmundo, esta mujer sabe que los dones de Dios son para todos, que no puede haber antes o después para la salvación. Y Jesús reconoce la sabiduría de sus palabras: “A causa de lo que has dicho, ...el demonio ha salido de tu hija”.
http://www.san-pablo.com.ar/


Pidamosle a Dios que aumente nuestra fe, que tengamos siempre la certeza que nuestras oraciones serán escuchadas.
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monik
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MensajePublicado: Vie Feb 09, 2007 6:39 pm    Asunto:
Tema: Comentario al Evangelio de Hoy
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Cita:
Día litúrgico: Viernes V del tiempo ordinario


Texto del Evangelio (Mc 7,31-37): En aquel tiempo, Jesús se marchó de la región de Tiro y vino de nuevo, por Sidón, al mar de Galilea, atravesando la Decápolis. Le presentan un sordo que, además, hablaba con dificultad, y le ruegan imponga la mano sobre él. Él, apartándole de la gente, a solas, le metió sus dedos en los oídos y con su saliva le tocó la lengua. Y, levantando los ojos al cielo, dio un gemido, y le dijo: «Effatá», que quiere decir: “¡Ábrete!”.

Se abrieron sus oídos y, al instante, se soltó la atadura de su lengua y hablaba correctamente. Jesús les mandó que a nadie se lo contaran. Pero cuanto más se lo prohibía, tanto más ellos lo publicaban. Y se maravillaban sobremanera y decían: «Todo lo ha hecho bien; hace oír a los sordos y hablar a los mudos».


Comentario: Rev. D. Joan Marqués i Suriñach (Vilamarí-Girona, España)

«Todo lo ha hecho bien»Hoy, el Evangelio nos presenta un milagro de Jesús: hizo volver la escucha y destrabó la lengua a un sordo. La gente se quedó admirada y decía: «Todo lo ha hecho bien» (Mc 7,37).

Ésta es la biografía de Jesús hecha por sus contemporáneos. Una biografía corta y completa. ¿Quién es Jesús? Es aquel que todo lo ha hecho bien. En el doble sentido de la palabra: en el qué y en el cómo, en la sustancia y en la manera. Es aquel que sólo ha hecho obras buenas, y el que ha realizado bien las obras buenas, de una manera perfecta, acabada. Jesús es una persona que todo lo hace bien, porque sólo hace acciones buenas, y aquello que hace, lo deja acabado. No entrega nada a medias; y no espera a acabarlo después.—Procura también tú dejar las cosas totalmente listas ahora: la oración; el trato con los familiares y las otras personas; el trabajo; el apostolado; la diligencia para formarte espiritual y profesionalmente; etc. Sé exigente contigo mismo, y sé también exigente, suavemente, con quienes dependen de ti. No toleres chapuzas. No gustan a Dios y molestan al prójimo. No tomes esta actitud simplemente para quedar bien, ni porque este procedimiento es el que más rinde, incluso humanamente; sino porque a Dios no le agradan las obras malas ni las obras “buenas” mal hechas. La Sagrada Escritura afirma: «Las obras de Dios son perfectas» (Dt 32,4). Y el Señor, a través de Moisés, manifiesta al Pueblo de Israel: «No ofrezcáis nada defectuoso, pues no os sería aceptado» (Lev 22,20). Pide la ayuda maternal de la Virgen María. Ella, como Jesús, también lo hizo todo bien.

San Josemaría nos ofrece el secreto para conseguirlo: «Haz lo que debas y está en lo que haces». ¿Es ésta tu manera de actuar?

www.evangeli.net



Cita:
Mc 7,31-37: Hace oír a los sordos y hablar a los mudos

Jesús continúa su camino. Pasa de Tiro a la Decápolis, región habitada por mayoría de paganos. Allí le presentan al hombre que no puede escuchar ni expresar palabra. Piden a Jesús que le imponga las manos, su forma ya típica de sanación. Pero él realiza esta vez un gesto mucho más elocuente de unión solidaria estrecha con el sufriente: le traspasa algo de su propio cuerpo, tocándole los oídos y untándole la lengua con su propia saliva; luego eleva los ojos al cielo, en una indudable actitud de comunicación con el Padre, lanza un suspiro que expresa su compasión por la situación del enfermo, y con una orden que deja en claro su poder le devuelve la palabra y el oído. Pero Jesús no quiere que su fama gire en torno a los milagros, sino a la predicación del Evangelio; por eso pide silencio. Sin embargo la alegría y admiración de la gente es tal, que todos lo proclaman. Y recuerdan el pasaje de Isaías 35,5 ss.: “se despegarán los ojos de los ciegos, y las orejas de los sordos se abrirán; saltará el cojo como un ciervo, y la lengua del mudo lanzará gritos de júbilo…” La curación del sordomudo simboliza la posibilidad que tienen los paganos de escuchar y proclamar la palabra de Dios. Aunque nuestros oídos y nuestra lengua funcionen perfectamente, muchas veces estamos sordos y mudos ante las situaciones injustas que nos rodean. Urge que Jesús nos toque los oídos, nos trasmita su propia elocuencia, y con ella nos haga hablar proclamando con fuerza y sin temor el evangelio de la justicia y la paz.
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monik
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MensajePublicado: Sab Feb 10, 2007 1:29 pm    Asunto:
Tema: Comentario al Evangelio de Hoy
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Cita:
Día litúrgico: Sábado V del tiempo ordinario

Santoral: 10 de febrero: Santa Escolástica, virgen


Texto del Evangelio (Mc 8,1-10): En aquel tiempo, habiendo de nuevo mucha gente con Jesús y no teniendo qué comer, Él llama a sus discípulos y les dice: «Siento compasión de esta gente, porque hace ya tres días que permanecen conmigo y no tienen qué comer. Si los despido en ayunas a sus casas, desfallecerán en el camino, y algunos de ellos han venido de lejos». Sus discípulos le respondieron: «¿Cómo podrá alguien saciar de pan a éstos aquí en el desierto?». Él les preguntaba: «¿Cuántos panes tenéis?». Ellos le respondieron: «Siete».

Entonces Él mandó a la gente acomodarse sobre la tierra y, tomando los siete panes y dando gracias, los partió e iba dándolos a sus discípulos para que los sirvieran, y ellos los sirvieron a la gente. Tenían también unos pocos pececillos. Y, pronunciando la bendición sobre ellos, mandó que también los sirvieran. Comieron y se saciaron, y recogieron de los trozos sobrantes siete espuertas. Fueron unos cuatro mil; y Jesús los despidió. Subió a continuación a la barca con sus discípulos y se fue a la región de Dalmanuta.


Comentario: Rev. D. Carles Elias i Cao (Esplugues de Llobregat-Barcelona, España)

«No tienen qué comer»

Hoy, tiempo de inclemencia y desasosiego, también Jesús nos llama para decirnos que siente «compasión de esta gente» (Mc 8,2). Hoy, con la paz en crisis, puede abundar el miedo, la apatía, el recurso a la banalidad y a la evasión: «No tienen qué comer».

¿A quién llama el Señor? Dice el texto: «A sus discípulos» (Mc 8,1), es decir, me llama a mí, para no despedirlos en ayunas, para darles algo. Jesús se ha compadecido —esta vez en tierra de paganos— porque también tienen hambre.

¡Ah!, y nosotros —refugiados en nuestro pequeño mundo— decimos que nada podemos hacer. «¿Cómo podrá alguien saciar de pan a éstos aquí en el desierto?» (Mc 8,4). ¿De dónde sacaremos una palabra de esperanza cierta y firme, sabiendo que el Señor estará con nosotros cada día hasta el fin de los tiempos? ¿Cómo decir a los creyentes y a los incrédulos que la violencia y la muerte no son solución?

Hoy, el Señor nos pregunta, simplemente, cuántos panes tenemos. Los que sean, ésos necesita. El texto dice «siete», símbolo para paganos, como doce era símbolo para el pueblo judío. El Señor quiere llegar a todos —por eso la Iglesia se quiere reconocer a sí misma desde su catolicidad— y pide tu ayuda. Dale tu oración: ¡es un pan! Dale tu Eucaristía vivida: ¡es otro pan! Dale tu decisión por la reconciliación con los tuyos, con los que te han ofendido: ¡es otro pan! Dale tu reconciliación sacramental con la Iglesia: ¡es otro pan! Dale tu pequeño sacrificio, tu ayuno, tu solidaridad: ¡es otro pan! Dale tu amor a su Palabra, que te da consuelo y fuerza: ¡es otro pan! Dale, en fin, lo que Él te pida, aunque creas que sólo es un poco de pan.
Como nos dice san Gregorio de Nisa, «el que parte su pan con los pobres se constituye en parte de aquél que, por nosotros, quiso ser pobre. Pobre fue el Señor, no temas la pobreza».

www.evangeli.net



Cita:
Mc 8,1-10: Todos comieron hasta saciarse

Nos encontramos ahora con la segunda multiplicación de los panes. Jesús se siente conmovido porque la gente tiene hambre y no hay a su alcance cómo solucionar esta situación. Nuevamente los discípulos caen en la trampa. No saben qué hacer. Jesús pregunta por el número de panes que tienen. Da gracias (eucaristía), parte los panes y los entrega a los discípulos para que los repartan entre la gente. Todos comen, y sobran siete canastos. Llama enormemente la atención la sensibilidad de Jesús ante las carencias humanas. Siente compasión, es decir, comparte el dolor por el hambre de la gente. No sólo por el hambre física, sino también por el hambre de fe, esperanza, amor, paz y justicia. Y movido por la ternura de su corazón sacia el hambre del pueblo con lo que tienen los discípulos.

Ante las dificultades de nuestra gente normalmente tenemos excusas para no comprometernos. Jesús nos invita a que estemos atentos a las necesidades de la comunidad, y, sin paternalismos paralizantes, pero con actitudes y acciones solidarias, busquemos juntos soluciones, proyectos, construcción de alternativas. Nuestra tarea evangelizadora (kerigma) no será completa si no nos lleva al servicio generoso de los hermanos (diakonía). ¿Buscamos disculpas para no comprometernos efectivamente con los hermanos más necesitados de nuestro medio?

Colaboración del Servicio Bíblico Latinoamericano


Pídamosle a Nuestro Señor que multiplique nuestros panes, que seamos capaces de darle lo mucho o poco que tengamos para saciar nuestra hambre y la de nuestros hermanos.
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monik
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Registrado: 01 Jun 2006
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MensajePublicado: Dom Feb 11, 2007 12:32 pm    Asunto:
Tema: Comentario al Evangelio de Hoy
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Cita:

Texto del Evangelio (Lc 6,17.20-26): En aquel tiempo, Jesús bajó de la montaña y se detuvo con sus discípulos en un paraje llano; había una gran multitud de discípulos suyos y gran muchedumbre del pueblo, de toda Judea, de Jerusalén y de la región costera de Tiro y Sidón. Y Él, alzando los ojos hacia sus discípulos, decía: «Bienaventurados los pobres, porque vuestro es el Reino de Dios. Bienaventurados los que tenéis hambre ahora, porque seréis saciados. Bienaventurados los que lloráis ahora, porque reiréis. Bienaventurados seréis cuando los hombres os odien, cuando os expulsen, os injurien y proscriban vuestro nombre como malo, por causa del Hijo del hombre. Alegraos ese día y saltad de gozo, que vuestra recompensa será grande en el cielo. Pues de ese modo trataban sus padres a los profetas.

»Pero ¡ay de vosotros, los ricos!, porque habéis recibido vuestro consuelo. ¡Ay de vosotros, los que ahora estáis hartos!, porque tendréis hambre. ¡Ay de los que reís ahora!, porque tendréis aflicción y llanto. ¡Ay cuando todos los hombres hablen bien de vosotros!, pues de ese modo trataban sus padres a los falsos profetas».


Comentario: Rev. D. Enric Ribas i Baciana (Barcelona, España)

«Alegraos ese día y saltad de gozo»

Hoy volvemos a vivir las bienaventuranzas y las "malaventuranzas": «Bienaventurados vosotros...», si ahora sufrís en mi nombre; «Ay de vosotros...», si ahora reís. La fidelidad a Cristo y a su Evangelio hace que seamos rechazados, escarnecidos en los medios de comunicación, odiados, como Cristo fue odiado y colgado en la cruz. Hay quien piensa que eso es debido a la falta de fe de algunos, pero quizá -bien mirado- es debido a la falta de razón. El mundo no quiere pensar ni ser libre; vive inmerso en el anhelo de la riqueza, del consumo, del adoctrinamiento libertario que se llena de palabras vanas, vacías donde se oscurece el valor de la persona y se burla de la enseñanza de Cristo y de la Iglesia, ya que -hoy por hoy- es el único pensamiento que ciertamente va contra corriente. A pesar de todo, el Señor Jesús nos infunde coraje: «Bienaventurados seréis cuando los hombres os odien, cuando os expulsen, os injurien y proscriban vuestro nombre como malo, por causa del Hijo del hombre (...). Vuestra recompensa será grande en el cielo» (Lc 6, 22.23).

Juan Pablo II, en la encíclica Fides et Ratio, dijo: «La fe mueve a la razón a salir de su aislamiento y a apostar, de buen grado, por aquello que es bello, bueno y verdadero». La experiencia cristiana en sus santos nos muestra la verdad del Evangelio y de estas palabras del Santo Padre. Ante un mundo que se complace en el vicio y en el egoísmo como fuente de felicidad, Jesús muestra otro camino: la felicidad del Reino del Dios, que el mundo no puede entender, y que odia y rechaza. El cristiano, en medio de las tentaciones que le ofrece la "vida fácil", sabe que el camino es el del amor que Cristo nos ha mostrado en la cruz, el camino de la fidelidad al Padre. Sabemos que en medio de las dificultades no podemos desanimarnos. Si buscamos de verdad al Señor, alegrémonos y saltemos de gozo (cf. Lc 6,23).
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Cita:
Domingo VI: Invertir en alegría

11 de febrero
“Dichosos los pobres porque vuestro es el reino de Dios. Dichosos los que ahora tenéis hambre, porque quedaréis saciados. Dichosos los que lloráis, porque reiréis. Dichosos vosotros cuando os odien los hombres y os excluyan y os insulten a causa del hijo del hombre” (Lc 6,20-23)
Cristo sorprendió a sus contemporáneos con aquel sermón conocido como el de la montaña, en el que proclamó las bienaventuranzas. Ese mensaje sigue siendo hoy igual de sorprendente y, aparentemente, contradictorio. ¿Cómo voy a considerarme dichoso si paso hambre, si lloro o si soy perseguido?. Lógicamente, no se trata de una invitación al masoquismo, como si la felicidad estuviera ligada a las desgracias. Se trata de una visión diferente de la vida y de los valores a los que damos importancia. Las bienaventuranzas se entienden desde el amor, porque son manifestaciones del amor.Serían algo semejante a esto: “Dichoso tú que has dado limosna para que otros tuvieran algo de comer o con qué vestir. Dios te lo va a recompensar en el cielo y vas a encontrar una alegría y una paz inmensa en la tierra”. “Dichoso tú, que ahora estás aguantando las burlas de los que te rodean porque tienes principios morales y no quieres renunciar a ellos. Llegará un día en que te darás cuenta de que elegiste el camino correcto, mientras ves cómo lo pasan mal, víctimas de sus excesos, los que ahora se ríen de ti”. “Dichoso tú, si te critican por ser mi discípulo e incluso si por ese motivo pierdes algún buen negocio. No te quepa duda de que Dios te lo pagará con creces, tanto en el cielo como en la tierra”. En definitiva, lo que el Señor nos dice es esto: “Dichoso tú cuando amas, cuando compartes, cuando perdonas, cuando eres fiel a tu conciencia. Dichoso tú porque estás invirtiendo en alegría y en felicidad, tanto en la tierra como en el cielo. Y esta alegría no te la quitará nadie”.
Propósito: Analizar el propio comportamiento a la luz de cada una de las bienaventuranzas. ¿Doy limosna? ¿Acompaño al solitario y al que sufre? ¿Doy la cara por Cristo? ¿Trabajo por la paz?.



Pidamosle a Nuestro Señor que nos de la luz para seguir el camino de las bienaventuranzas.
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roberto viera gonzalez
Veterano


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Mensajes: 1799

MensajePublicado: Dom Feb 11, 2007 7:38 pm    Asunto:
Tema: Comentario al Evangelio de Hoy
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Así es, Amigos. pedir mucho. Pedir mucho y con mortificación. Y con paciencia. Ojalá de rodillas. No olvidando nunca a María Santísima. Ojalá fuera lo primero que hagamos en cada jornada. Gracias Scarlett por este amor tan grande que tienes al Señor. He vuelto a santiago y trataré de leer tus mensajes en esta página. Saludos. Pordioseros.
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me interesan los temas sobre santidad
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monik
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Registrado: 01 Jun 2006
Mensajes: 12456
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MensajePublicado: Lun Feb 12, 2007 1:59 pm    Asunto:
Tema: Comentario al Evangelio de Hoy
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Cita:
Día litúrgico: Lunes VI del tiempo ordinario


Texto del Evangelio (Mc 8,11-13): En aquel tiempo, salieron los fariseos y comenzaron a discutir con Jesús, pidiéndole una señal del cielo, con el fin de ponerle a prueba. Dando un profundo gemido desde lo íntimo de su ser, dice: «¿Por qué esta generación pide una señal? Yo os aseguro: no se dará a esta generación ninguna señal». Y, dejándolos, se embarcó de nuevo, y se fue a la orilla opuesta.


Comentario: Rev .D. Jordi Pou i Sabaté (Sant Jordi Desvalls-Girona, España)

«Yo os aseguro: no se dará a esta generación ninguna señal»

Hoy, el Evangelio parece que no nos diga mucho ni de Jesús ni de nosotros mismos. «¿Por qué esta generación pide una señal?» (Mc 8,12). Juan Pablo II, comentando este episodio de la vida de Jesucristo, dice: «Jesús invita al discernimiento respecto a las palabras y las obras que testifican (son “señal de”) la llegada del reino del Padre». Parece que a los judíos que interrogan a Jesús les falta la capacidad o la voluntad de discernir aquella señal que —de hecho— es toda la actuación, obras y palabras del Señor.

También hoy día se piden señales a Jesús: que haga notar su presencia en el mundo o que nos diga de una manera evidente cómo hemos de actuar nosotros. El Papa nos hace ver que la negativa de Jesucristo a dar una señal a los judíos —y, por tanto, también a nosotros— se debe a que quiere «cambiar la lógica del mundo, orientada a buscar signos que confirmen el deseo de autoafirmación y de poder del hombre». Los judíos no querían un signo cualquiera, sino aquel que indicara que Jesús era el tipo de mesías que ellos esperaban. No aguardaban al que venía para salvarlos, sino el que venía a dar seguridad a su visión de cómo se tenían que hacer las cosas.

En definitiva, cuando los judíos del tiempo de Jesús como también los cristianos de ahora pedimos —de una manera u otra— una señal, lo que hacemos es pedir a Dios que actúe según nuestra manera, la que nosotros creemos más acertada y que de hecho apoya a nuestro modo de pensar. Y Dios, que sabe y puede más (y por eso pedimos en el Padrenuestro que se haga “su” voluntad), tiene sus caminos, aunque a nosotros no nos sea fácil comprenderlos. Pero Él, que se deja encontrar por todos los que le buscan, también, si le pedimos discernimiento, nos hará comprender cuál es su manera de obrar y cómo podemos distinguir hoy sus signos.

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Cita:
Mc 8,11-13: Los fariseos piden una señal

Los fariseos piden a Jesús un signo del cielo. Llama la atención esta petición, porque los pasajes anteriores han estado llenos de signos. ¿Qué clase de señales están pidiendo los adversarios incrédulos? ¿No basta con los signos que ratifican la fe del pueblo sencillo que se apretuja siguiendo a Jesús? Las acciones milagrosas realizadas por el Maestro favorecen por sobre todo a los pobres y los excluidos (impuros) del sistema legal. Estos signos son la confirmación de la fe de sus destinatarios; fe de la que carece la mayor parte de los poderosos en Israel. Es claro que Jesús no busca un espectáculo grandioso. No quiere la fama. Esto no lo podían entender los fariseos, enfermos de ostentación y apariencias. También a los discípulos, como se verá más adelante, les cuesta entender. Tal vez por eso el Señor suspira como decepcionado. O bien podrá ser que suspira profundamente para contener las invectivas que tienden a brotarle ante la contumacia de sus detractores.

Las señales milagrosas de Jesús no son para acrecentar su poder temporal. Están orientadas a satisfacer las necesidades de la gente y hacer palpables los bienes del reino.

No necesitamos hacer cosas espectaculares para suscitar o recuperar la fe de la gente. El mejor signo es el testimonio de una vida coherente según la voluntad de Dios. Nuestra comunidad cristiana ¿es un signo de la presencia salvífica de Dios en medio del pueblo? Nuestro estilo de vida ¿manifiesta los valores profundos del mensaje evangélico?

Servicio Bíblico Latinoamericano


Agradezcamos a Dios por habernos dado mediante su Hijo el mayor signo de su amor y pidamos que nos conceda la gracia de convertirnos en signo para tantos que viven extraviados.
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MensajePublicado: Mar Feb 13, 2007 2:06 pm    Asunto:
Tema: Comentario al Evangelio de Hoy
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Cita:
Día litúrgico: Martes VI del tiempo ordinario


Texto del Evangelio (Mc 8,14-21): En aquel tiempo, los discípulos se habían olvidado de tomar panes, y no llevaban consigo en la barca más que un pan. Jesús les hacía esta advertencia: «Abrid los ojos y guardaos de la levadura de los fariseos y de la levadura de Herodes». Ellos hablaban entre sí que no tenían panes. Dándose cuenta, les dice: «¿Por qué estáis hablando de que no tenéis panes? ¿Aún no comprendéis ni entendéis? ¿Es que tenéis la mente embotada? ¿Teniendo ojos no veis y teniendo oídos no oís? ¿No os acordáis de cuando partí los cinco panes para los cinco mil? ¿Cuántos canastos llenos de trozos recogisteis?». «Doce», le dicen. «Y cuando partí los siete entre los cuatro mil, ¿cuántas espuertas llenas de trozos recogisteis?» Le dicen: «Siete». Y continuó: «¿Aún no entendéis?».


Comentario: + Rev. D. Lluís Roqué i Roqué (Manresa-Barcelona, España)

«¿Teniendo ojos no veis y teniendo oídos no oís?»

Hoy notamos que Jesús —como ya le pasaba con los Apóstoles— no siempre es comprendido. A veces se hace difícil. Por más que veamos prodigios, y que se digan las cosas claras, y se nos comunique buena doctrina, merecemos su reprensión: «¿Aún no comprendéis ni entendéis? ¿Es que tenéis la mente embotada?» (Mc 8,17).

Nos gustaría decirle que le entendemos y que no tenemos el entendimiento ofuscado, pero no nos atrevemos. Sí que osamos, como el ciego, hacerle esta súplica: «Señor, que vea» (Lc 18,41), para tener fe, y para ver, y como el salmista dice: «Inclina mi corazón a tus dictámenes, y no a ganancia injusta» (Sal 119,36) para tener buena disposición, escuchar y acoger la Palabra de Dios y hacerla fructificar.

Será bueno también, hoy y siempre, hacer caso a Jesús que nos alerta: «Abrid los ojos y guardaos de la levadura de los fariseos» (Mc 8,15), alejados de la verdad, “maniáticos cumplidores”, que no son adoradores en Espíritu y en verdad (cf. Jn 4,23), y «de la levadura de Herodes», orgulloso, despótico, sensual, que sólo quiere ver y oír a Jesús para complacerse.

Y, ¿cómo preservarnos de esta “levadura”? Pues haciendo una lectura continua, inteligente y devota de la Palabra de Dios y, por eso mismo, “sabia”, fruto de ser «piadosos como niños: pero no ignorantes, porque cada uno ha de esforzarse, en la medida de sus posibilidades, en el estudio serio, científico de la fe (...). Piedad de niños, pues, y doctrina segura de teólogos» (San Josemaría).Así, iluminados y fortalecidos por el Espíritu Santo, alertados y conducidos por los buenos Pastores, estimulados por los cristianos y cristianas fieles, creeremos lo que hemos de creer, haremos lo que hemos de hacer. Ahora bien, hay que “querer” ver: «Y el Verbo se hizo carne» (Jn 1,14), visible, palpable; hay que “querer” escuchar: María fue el “cebo” para que Jesús dijera: «Dichosos más bien los que escuchan la palabra de Dios y la guardan» (Lc 11,28).

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Cita:
OJOS PARA VER "GRAN HERMANO"
Fuente: Arquidiócesis de Madrid

"¿Para qué os sirven los ojos, si no veis, y los oídos, si no oís?"... Aquellos a quienes iba dirigido este dulcísimo reproche, los apóstoles, eran hombres perfectamente constituidos, y, que nos conste, ninguno de ellos era ciego ni sordo. Por eso, debemos entender que las palabras del Señor apuntan mucho más lejos. No obstante, conozco a muchos que no hubieran dudado ni un segundo antes de contestar a esta "reprimenda":

"¡Pero Maestro! ¡Parece mentira que aún no nos conozcas! Los ojos nos sirven para ver "Gran Hermano", y los oídos para escuchar a "Luis del Colmo". También nos sirven para ir al cine, para escuchar las noticias, para conversar con los amigos..." Y así, a lo largo del día, van los sentidos de un sitio a otro, agitados y posándose, como un pájaro inquieto, de una en otra rama sin hallar en ninguna su descanso ni encontrar jamás su nido: de la radio al claxon; del claxon al ordenador; del ordenador a la fútil conversación del café de mediodía; de la conversación al ordenador y de éste al claxon; luego los llantos y los gritos de los niños; después el televisor... Y de noche se cierran ojos y oídos cansados, sin haber visto ni oído nada que realmente mereciera la pena. De cuando en cuando, creen haber encontrado un punto en que poder descansar: "¡Qué hermosura!", dicen, y allí se detienen... La belleza de un cuadro, la armonía de una pieza musical, la dulzura de un hombre o de una mujer que parece brillar ante ellos... Sueñan que podrían pasar la vida contemplando aquella luz... Pero, al cabo de un tiempo, también esto les aburre. A María Magdalena le aburrieron hasta los ángeles en la mañana en que buscaba el Rostro de su Señor.

"¿Para qué os sirven los ojos, si no veis, y los oídos, si no oís?"; ¿Para qué sirven estos miembros hambrientos, si nada en este mundo puede saciarlos? ¿Acaso están condenados al cansancio de por vida? ¿Por qué nos dotó Dios de ojos y de oídos?... Y recordaré, ahora, las palabras de un anciano que respondió a esta pregunta como nadie jamás lo ha hecho: "Ahora, Señor, según tu promesa, puedes dejar a tu siervo irse en paz; porque mis ojos han visto a tu Salvador" (Lc 2, 29-30). El siglo de oro español pudo escuchar palabras semejantes: "véante mis ojos, muérame yo luego".

Nuestros ojos han sido creados para ver el Rostro de Jesús, y nuestros oídos fueron hechos para escuchar su Palabra. Ninguna otra cosa en este mundo -¡ninguna!- puede darles descanso. Por eso, hasta que nuestra mirada se ilumine con la Faz del Salvador, y nuestros oídos se colmen con el timbre de su voz, nuestra Madre la Iglesia nos ha enseñado a guardar los sentidos, a mantenerlos recogidos... No vaya a ser que, cuando ante ellos se presenten los dulces semblantes de María y de Jesús, nos pillen viendo "Gran Hermano", y cambiemos las mejillas sonrosadas de la Virgen por las tonterías de unos manipulados concursantes.


Cita:
Mc 8,14-21: Cuídense de la levadura de los fariseos

Nuevamente nos encontramos a Jesús navegando con sus discípulos. En el episodio anterior lo vimos discutiendo con los fariseos. Por eso les dice a sus discípulos que tengan cuidado con la levadura de los fariseos y los herodianos. La levadura hace referencia al espíritu hinchado de odios, resentimientos y corrupción que anima a estos personajes que quieren eliminar a Jesús porque les resulta demasiado incómodo. Pero los discípulos no comprenden. Piensan que Jesús se está refiriendo al poco pan que tienen para comer. Es entonces cuando Jesús los interpela por su falta de comprensión. El es quien da el verdadero pan de la vida. Les recuerda los episodios respectivos de las dos multiplicaciones de los panes que ha hecho en su presencia.

Dice un adagio popular que cuando el dedo indica la luna, el bobo mira la punta del dedo. No andamos lejos al quedarnos en las minucias y no ir al fondo de las cosas. Nos limitamos a resolver problemas prácticos, pasajeros, insignificantes, pero no vamos a la raíz de los asuntos. Hacemos del Evangelio un recetario, pero no tenemos conciencia de las fuertes exigencias y repercusiones que él tiene para nuestra vida personal y comunitaria. ¿Somos buena levadura en medio de la comunidad? ¿De qué manera profundizamos el Evangelio? ¿Podrá ser que usemos una levadura rancia que indigeste a quienes reciban el pan de nuestra palabra y nuestros testimonios de vida? ¿Tendrá que poner el Señor también en guardia contra nosotros a quienes reciben nuestra influencia?
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Pidamos a Dios que nos abra los ojos para que veamos lo que realmente es importante.
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MensajePublicado: Mie Feb 14, 2007 2:00 pm    Asunto:
Tema: Comentario al Evangelio de Hoy
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Día litúrgico: Miércoles VI del tiempo ordinario

Santoral: 14 de Febrero: San Cirilio, monje, y san Metodio, obispo, Patronos de Europa

Texto del Evangelio (Mc 8,22-26): En aquel tiempo, Jesús y sus discípulos llegan a Betsaida. Le presentan un ciego y le suplican que le toque. Tomando al ciego de la mano, le sacó fuera del pueblo, y habiéndole puesto saliva en los ojos, le impuso las manos y le preguntaba: «¿Ves algo?». Él, alzando la vista, dijo: «Veo a los hombres, pues los veo como árboles, pero que andan». Después, le volvió a poner las manos en los ojos y comenzó a ver perfectamente y quedó curado, de suerte que veía claramente todas las cosas. Y le envió a su casa, diciéndole: «Ni siquiera entres en el pueblo».


Comentario: Rev. D. Joaquim Meseguer i García (Sant Quirze del Vallès-Barcelona, España)

«Quedó curado, de suerte que veía claramente todas las cosas»

Hoy a través de un milagro, Jesús nos habla del proceso de la fe. La curación del ciego en dos etapas muestra que no siempre es la fe una iluminación instantánea, sino que, frecuentemente requiere un itinerario que nos acerque a la luz y nos haga ver claro. No obstante, el primer paso de la fe —empezar a ver la realidad a la luz de Dios— ya es motivo de alegría, como dice san Agustín: «Una vez sanados los ojos, ¿qué podemos tener de más valor, hermanos? Gozan los que ven esta luz que ha sido hecha, la que refulge desde el cielo o la que procede de una antorcha. ¡Y cuán desgraciados se sienten los que no pueden verla!».

Al llegar a Betsaida traen un ciego a Jesús para que le imponga las manos. Es significativo que Jesús se lo lleve fuera; ¿no nos indicará esto que para escuchar la Palabra de Dios, para descubrir la fe y ver la realidad en Cristo, debemos salir de nosotros mismos, de espacios y tiempos ruidosos que nos ahogan y deslumbran para recibir la auténtica iluminación?
Una vez fuera de la aldea, Jesús «le untó saliva en los ojos, le impuso las manos y le preguntó: ‘¿Ves algo?’» (Lc 8,23). Este gesto recuerda al Bautismo: Jesús ya no nos unta saliva, sino que baña todo nuestro ser con el agua de la salvación y, a lo largo de la vida, nos interroga sobre lo que vemos a la luz de la fe. «Le puso otra vez las manos en los ojos; el hombre miró: estaba curado, y veía todo con claridad» (Lc 8,25); este segundo momento recuerda el sacramento de la Confirmación, en el que recibimos la plenitud del Espíritu Santo para llegar a la madurez de la fe y ver más claro. Recibir el Bautismo, pero olvidar la Confirmación nos lleva a ver, sí, pero sólo a medias.

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Jesús continúa su viaje misionero con los discípulos. Llega a Betsaida, costa norte del mar de Galilea, en la desembocadura del río Jordán. Le llevan un ciego de nacimiento para que lo toque. Pero Jesús lo saca a las afueras del pueblo y, como en la curación del sordomudo, le traspasa algo de su propio cuerpo untándolo con su saliva. Pero aun así no recobra la vista. Entonces le toca de nuevo varias veces los ojos, y el hombre alcanza poco a poco la visión perfecta.

El ciego simboliza la oscuridad de la fe de los discípulos de Jesús, que todavía no comprenden su misión. Poco a poco irán alcanzando claridad, pero todavía necesitan caminar mucho de la mano de Jesús. Los signos de sanidad, la palabra del Maestro, la multiplicación de los panes, aún no son suficientes. Un día él les dará a comer su propio cuerpo, y aún será insuficiente. Al poco rato se dispersarán en estampida huyendo como conejos, o llegarán a negar que lo conocen.

Nuestra conciencia se encuentra hoy enajenada. Por el ambiente hedonista y egoísta en que nos hallamos inmersos es difícil que podamos ver con claridad el horizonte del reino de Dios. Entonces necesitamos caminar de la mano de los hermanos para alcanzar poco a poco la luz del Evangelio.

Asistimos día a día al avance tecnológico impresionante de los medios de comunicación. La televisión, el cine, la radio, la prensa, Internet, etc. nos presentan demasiadas veces una visión tergiversada de la realidad. Y el efecto es enceguecedor. Por eso necesitamos acudir al Evangelio con un corazón abierto, para poder despejar nuestra mirada interior y develar la verdadera realidad. El contacto íntimo con el Señor es para ello imprescindible
Colaboración Servicio Bíblico Latinoamericano


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Comentario:

La fe en Jesús nos lleva por caminos luminosos en los que podemos encontrar rastros del Jesús histórico que nos fascinan y, al mismo tiempo, podemos descubrir al Cristo de nuestra fe que nos llama hoy, nos enseña hoy, nos cura hoy dándonos oleadas de vida nueva que tanto necesitamos para seguir su mensaje.

Algo grande y maravilloso sucede cuando nos encontramos con Jesús. Es preciso mantener los ojos bien abiertos para saber captar las maravillosas obras de nuestro Dios. Los árboles, una vez más, no nos dejan ver el bosque. Los intereses creados, las urgencias de cada hora nos impiden adentrarnos en el corazón insondable de Cristo para detectar las bellezas inacabables de su amor sanador. ¡Qué pena observar que tenemos ojos y no vemos, tenemos oídos y no oímos! Jesús saca al ciego de la aldea llevándolo de la mano. Símbolo precioso que nos recuerda la urgencia de salir de los dominios de la comodidad, del “que dirán”, de las pasiones desenfrenadas, del materialismo paralizante, de la esclavitud del pecado, bien amarrados de la mano de Cristo. Los afanes de la tierra y los dominios de la carne nos impiden volar hacia las regiones del Espíritu. Hay que salir de los eriales secos y espinosos de una vida sin sentido, para descansar en los brazos amorosos de Dios.

El ciego fue recuperando la vista poco a poco. Aunque estaba lejos de la aldea, seguían persiguiéndole las imágenes confusas de los que le habían tenido esclavizado. Para ver con claridad, tenia que mirar de dentro, limpiar sus bajos fondos, divisar los paisajes que Jesús le mostraba, internalizar sus palabras y adquirir unos nuevos ojos. La Palabra nos habla a menudo de tener un corazón nuevo, un espíritu nuevo y, ahora mismo, poseer unos ojos nuevos, capaces de ver la gloria de Dios.

Pon, Señor, luz a mis ojos para contemplarte.

Pon. Señor, luz a mis ojos para verte en mi hermano.

Pon, Señor, luz a mis ojos para verte en la naturaleza.

Pon, Señor, luz a mis ojos para verte en el dolor.

Pon, Señor, luz a mis ojos para superar las sombras del pecado.

Pon, Señor, luz a mis ojos para salir de la noche del placer.

Pon, Señor, luz a mis ojos para caminar por la senda de la luz.

Pon, Señor, luz a mis ojos para ver tu mano en mi vida.

Pon, Señor, luz a mis ojos en mis horas de oración.

Pon, Señor, luz a mis ojos para ver tus mensajes de gracia.

A Jesús no le gusta que le conozcan por los milagros que hace. Le repite al ciego, ahora curado, que no lo diga a nadie. Hay que demostrar la fe con hechos, no con palabras. Quien quiere saber de Jesús, tiene que acercarse a El, conocerle en profundidad, seguirle, ser testigo de sus hechos y palabras. No basta conformarse en lo que han oído de él.

Todos los que verían, luego, al ciego con los ojos abiertos podrían dar testimonio de que ahora caminaba sin bastón, no necesitaba un lazarillo, distinguía con claridad los colores y los objetos. ¿Quién te ha abierto los ojos? Buscadle y hará lo mismo con vosotros. Cristo puede curar (Padre Gregorio Mateu)



Que Nuestro Señor nos cure de todas nuestra cegueras y que seamos capaces de llevar hacia Él a todos nuestros hermanos que andan ciegos.
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MensajePublicado: Jue Feb 15, 2007 2:06 pm    Asunto:
Tema: Comentario al Evangelio de Hoy
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Texto del Evangelio (Mc 8,27-33): En aquel tiempo, salió Jesús con sus discípulos hacia los pueblos de Cesarea de Filipo, y por el camino hizo esta pregunta a sus discípulos: «¿Quién dicen los hombres que soy yo?». Ellos le dijeron: «Unos, que Juan el Bautista; otros, que Elías; otros, que uno de los profetas». Y Él les preguntaba: «Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?». Pedro le contesta: «Tú eres el Cristo».

Y les mandó enérgicamente que a nadie hablaran acerca de Él. Y comenzó a enseñarles que el Hijo del hombre debía sufrir mucho y ser reprobado por los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas, ser matado y resucitar a los tres días. Hablaba de esto abiertamente. Tomándole aparte, Pedro, se puso a reprenderle. Pero Él, volviéndose y mirando a sus discípulos, reprendió a Pedro, diciéndole: «¡Quítate de mi vista, Satanás! porque tus pensamientos no son los de Dios, sino los de los hombres».


Comentario: Rev. D. Joan Pere Pulido i Gutiérrez (Molins de Rei-Barcelona, España)

«¿Quién dicen los hombres que soy yo? ¿Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?»
Hoy seguimos escuchando la Palabra de Dios con la ayuda del Evangelio de san Marcos. Un Evangelio con una inquietud bien clara: descubrir quién es este Jesús de Nazaret. Marcos nos ha ido ofreciendo, con sus textos, la reacción de distintos personajes ante Jesús: los enfermos, los discípulos, los escribas y fariseos. Hoy nos lo pide directamente a nosotros: «Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?» (Mc 8,29).

Ciertamente, quienes nos llamamos cristianos tenemos el deber fundamental de descubrir nuestra identidad para dar razón de nuestra fe, siendo unos buenos testigos con nuestra vida. Este deber nos urge para poder transmitir un mensaje claro y comprensible a nuestros hermanos y hermanas que pueden encontrar en Jesús una Palabra de Vida que dé sentido a todo lo que piensan, dicen y hacen. Pero este testimonio ha de comenzar siendo nosotros mismos conscientes de nuestro encuentro personal con Él. Juan Pablo II, en su Carta apostólica Novo millennio ineunte, nos escribió: «Nuestro testimonio sería enormemente deficiente si nosotros no fuésemos los primeros contempladores de su rostro».San Marcos, con este texto, nos ofrece un buen camino de contemplación de Jesús. Primero, Jesús nos pregunta qué dice la gente que es Él; y podemos responder, como los discípulos: Juan Bautista, Elías, un personaje importante, bueno, atrayente. Una respuesta buena, sin duda, pero lejana todavía de la Verdad de Jesús. Él nos pregunta: «Y vosotros, quién decís que soy yo?». Es la pregunta de la fe, de la implicación personal. La respuesta sólo la encontramos en la experiencia del silencio y de la oración. Es el camino de fe que recorre Pedro, y el que hemos de hacer también nosotros.

Hermanos y hermanas, experimentemos desde nuestra oración la presencia liberadora del amor de Dios presente en nuestra vida. Él continúa haciendo alianza con nosotros con signos claros de su presencia, como aquel arco puesto en las nubes prometido a Noé.
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UN PÉSIMO DECORADO DE INTERIORES

Nunca me ha gustado esa frase tan hispánica según la cual "el Infierno está empedrado de buenas intenciones"... En primer lugar, porque, puestos a empedrar el Infierno, se me ocurre que al Diablo le gustaría un entarimado bastante más repulsivo que ése; el decorador que fuese a ofrecerle a Satanás un conjunto de baldosas de semejante jaez para su casa correría el riesgo de tostarse, junto con la mercancía, durante unos cuantos miles de siglos... ¡Menudas ganas tiene el Maligno de caminar sobre nada que sea "bueno"! En segundo lugar, me disgusta la frasecita porque siempre te la dicen con muy mala... Bueno, ya me entiendes, con retintín. Te sale un tiro por la culata, metes el remo en el agua fuera de tiempo, y cuando, humildemente, arguyes que tu intención era buena, siempre te sale un bobo con la dichosa frase y te manda a las calderas de Pedro Botero por menos de nada. Estoy seguro de que no escucharé esa frase en el Juicio Final. Quizá escuche otras más duras, pero dichas con más justicia y menos mala... Bueno, ya me entiendes.

Sin embargo, tengo que admitir que existen "buenas intenciones" que son bastante "puñeteras" (¡Ya está bien de puntos suspensivos!), y que ponen un arma en las manos de Satanás de la forma más ingenua (en estos casos, siempre prefiero creer en la cláusula de ingenuidad, aún cuando corra el riesgo de ser yo el ingenuo). Cuando Simón reprende al Señor y pretende apartarle del camino de la Cruz, no está deseando sino lo mejor para la salud del Maestro. Él ama tanto a Jesús, que le desea una vida feliz, tranquila, "saludable"... ¡Aún cuando ello conlleve apartarle del plan que su Padre había preparado para Él! Está dispuesto a todo para ayudarle a salvar la vida, pero, en su "buena intención", no moverá un dedo para ayudarle a entregarla... La cuestión es más seria de lo que parece. Muchas personas entregarían su patrimonio y su vida, sin reservarse nada, por obtener la sanación de un ser amado que agoniza; pero apenas mueven un dedo para que se confiese o reciba la Santa Unción. Otros te desean salud y bienestar tan "de corazón", que estarían dispuestos incluso a ayudarte a pecar por conseguirlos. O, al menos, no pondrían el mismo empeño en ayudarte a evitar el pecado... ¡Ojo con las "buenas intenciones"! ¡Las carga el Diablo, aunque luego no se las lleve a su casa!

Aún así, seguiré sin creerme esas teorías acerca de los gustos del Maligno en cuanto a decoración de interiores, aunque no tengo la menor intención de comprobar si me equivoco. Pero le pediré a la Santísima Virgen que nos libre, a mí y a todos, de los "bien intencionados", y ponga en nuestro camino a ángeles que nos quieran de verdad, y nos muestren la misteriosa belleza del camino que lleva a la Cruz.


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Comentario:

El hombre inteligente se mide por las preguntas que hace y no por las respuestas que da. Las respuestas se encuentran en los libros, en las enciclopedias, en los contenidos de la red digital. Las preguntas nos llevan siempre por horizontes desconocidos y nos permiten crecer, aprender, investigar, madurar.

¿Quién dice la gente que soy yo?, pregunta Jesús. La gente, en general, no suele captar la verdad de las cosas, de los acontecimientos o de las personas. Se queda en la periferia, en las apariencias. Le resulta más facial comparar con lo que ya conoce, con las respuestas aprendidas antes. Suelen descansar en el pasado, vivir de recuerdos, deletrear los acontecimientos como de una historia ya conocida. Y Jesús es nuevo, eternamente joven, original en su esencia y espontáneo en sus actos. Identificarlo con Juan, con Elías o con alguno de los grandes profetas del pasado es lo mismo que pensar que todo está hecho, acabado. Y Jesús es la gran NOVEDAD.
Pedro se atreve a contestar desde la experiencia, después de tener los ojos bien abiertos, con la sinceridad y el aplomo que le caracteriza: “Tú eres el Cristo”. Una afirmación certera, valiente que demuestra que ha captado la verdad profunda del predicador al que sigue con fidelidad. Y, una vez más, les recuerda que no lo digan a nadie. La gente tiene que verle, escucharle, captando en directo que ha llegado el Salvador. Como Pedro, necesitamos sentir, captar, gozar de la presencia de Cristo en nuestras vidas para que no hablemos de lo que nos han dicho, sino de lo que hemos experimentado.
Tú eres, Cristo, mi Dios y mi Señor.

Tú eres, Cristo, mi senda y mi poder.

Tú eres, Cristo, mi guía y mi destino.

Tú eres, Cristo, fuerza en mi debilidad.

Tú eres, Cristo, consuelo en mi desgracia.

Tú eres, Cristo, sabiduría en mi ignorancia.

Tú eres, Cristo, alegría en mi desánimo.

Tú eres, Cristo, ventura en mi decepción.

Tú eres, Cristo, perdón en mis flaquezas.

Tú eres, Cristo, salvación en mis caídas.


Cada día tenemos que conocer un poco más a Cristo. Y jamás tenemos que fabricar un Cristo a nuestra medida. Pedro, con su enérgica actitud, quiere cercenar el futuro de Jesús. No quiere que vaya a Jerusalén, no desea que se someta a la ley del dolor, busca apartarle de sus enemigos. Y el Señor le corrige de una forma muy dura: “Apártate de mí, Satanás”.

Pedro confiesa al Jesús glorioso, pero rechaza al Jesús crucificado. Entiende el Reino como poder, dominio, fuerza y se olvida del desprendimiento, del sacrificio que Jesús acepta libremente. Es el momento de seguir a Jesús, renegar de nosotros mismos y tomar la cruz. Poco a poco sabrás quién es para ti Jesús. (Padre Gregorio Mateu)


Que en cada circunstancia de nuestra vida sepamos ver a Jesús, que el Espíritu Santo nos conduzca para que cumplamos la voluntad de Dios Padre.
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MensajePublicado: Vie Feb 16, 2007 1:03 pm    Asunto:
Tema: Comentario al Evangelio de Hoy
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Día litúrgico: Viernes VI del tiempo ordinario


Texto del Evangelio (Mc 8,34-9,1): En aquel tiempo, Jesús llamando a la gente a la vez que a sus discípulos, les dijo: «Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame. Porque quien quiera salvar su vida, la perderá; pero quien pierda su vida por mí y por el Evangelio, la salvará. Pues, ¿de qué le sirve al hombre ganar el mundo entero si arruina su vida? Pues, ¿qué puede dar el hombre a cambio de su vida? Porque quien se avergüence de mí y de mis palabras en esta generación adúltera y pecadora, también el Hijo del hombre se avergonzará de él cuando venga en la gloria de su Padre con los santos ángeles». Les decía también: «Yo os aseguro que entre los aquí presentes hay algunos que no gustarán la muerte hasta que vean venir con poder el Reino de Dios».


Comentario: Rev. D. Joaquim Font i Gassol (Piera-Barcelona, España)

«Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame»Hoy recordamos que de aquí a pocos días comenzamos el tiempo de gracia que es la Cuaresma. La Iglesia, Madre y Maestra, nos va preparando. Con el Evangelio de hoy nos habla de dos temas complementarios: nuestra cruz de cada día y su fruto, es decir, la Vida en mayúscula, sobrenatural y eterna.

Nos ponemos de pie para escuchar el Santo Evangelio, como signo de querer seguir sus enseñanzas. Jesús nos dice que nos neguemos a nosotros mismos, expresión clara de no seguir «el gusto de los caprichos» -como menciona el salmo- o de apartar «las riquezas engañosas», como dice san Pablo. Tomar la propia cruz es aceptar las pequeñas mortificaciones que cada día encontramos por el camino.
Nos puede ayudar a ello la frase que Jesús dijo en el sermón sacerdotal en el Cenáculo: «Yo soy la vid verdadera y mi Padre es el labrador. Todo sarmiento que en mí no da fruto, lo corta; y todo el que da fruto, lo poda para que dé más fruto» (Jn 15,1-2). ¡Un labrador ilusionado mimando el racimo para que alcance mucho grado! ¡Sí, queremos seguir al Señor! Sí, somos conscientes de que el Padre nos puede ayudar para dar fruto abundante en nuestra vida terrenal y después gozar en la vida eterna.

San Ignacio guiaba a san Francisco Javier con las palabras del texto de hoy: «¿De qué le sirve al hombre ganar el mundo entero si arruina su vida?» (Mc 8,36). Así llegó a ser el patrón de las Misiones. Con la misma tónica, leemos el último canon del Código de Derecho Canónico (n. 1752): «(...) teniendo en cuenta la salvación de las almas, que ha de ser siempre la ley suprema de la Iglesia». San Agustín tiene la famosa lección: «Animam salvasti tuam predestinasti», que el adagio popular ha traducido así: «Quien la salvación de un alma procura, ya tiene la suya segura». La invitación es evidente.

María, la Madre de la Divina Gracia, nos da la mano para avanzar en este camino.

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Mc 8,34-38: Quien pierda la vida por mí, la salvará

El seguimiento de Jesús implica asumir la cruz hasta la muerte. La cruz fue utilizada como escarmiento por diferentes antiguos imperios de turno, y en Israel, por los dominadores romanos para castigar a rebeldes, sediciosos, o a los esclavos desobedientes a sus amos. Era un lugar de suplicio terrible y una ejecución pública vergonzosa

La cruz es el elemento simbólico que mejor expresa las implicancias del seguimiento de Jesús. Enfrentado a la cruz, el discípulo puede tomar una decisión ante la propuesta de Jesús: la carga y lo sigue, o no va en pos de él y se devuelve. Pero la cruz es camino obligado hacia la resurrección.
De aquí se deduce que no hay cruz sin resurrección, ni resurrección sin el camino doloroso de la cruz. Así lo propone Jesús. Sólo después de la Pascua lo van a entender sus discípulos. En su mayoría ellos morirán mártires por el anuncio y la práctica del Evangelio.

Así lo han entendido y vivido también miles de cristianos a lo largo de la historia de la Iglesia. Así lo han asumido los mártires del reino que han fecundado con su sangre, entre otras, las tierras de América latina y el Caribe. ¿Estás dispuesto/a a dar la vida por la causa de Jesús, asumiendo el camino testimonial de la cruz? ¿Cómo vives en tu vida cotidiana la esperanza en la resurrección?

Colaboración Servicio Bíblico Latinoamericano



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Comentario:

Jesús acaba de anunciar la “cruz para sí”, para después anunciar la “cruz para sus discípulos”. Los apóstoles no entendían que Jesús, voluntariamente, quisiera subir a Jerusalén sabiendo que iba a ser condenado. Vale recordar que no hay glorificación ni resurrección, si no se camina antes por la senda de la cruz La cruz, escándalo para los judíos y locura para los paganos, iba a entrar con fuerza en la espiritualidad evangélica. En la cruz, efectivamente, se manifiesta la fuerza de Dios para reconciliar a los hombres con la verdad. En la debilidad está la fuerza. Por la sangre de la cruz se ha reconciliado Dios con todos los seres humanos. Se han superado las antiguas divisiones provocadas por el pecado.

La senda de los triunfadores está marcada por el sacrificio. El que toma su cruz acepta la realidad de sus limitaciones y adquiere fuerza de voluntad para caminar por la senda de la santidad. Hemos sido justificados por la entrega y el sacrificio de Jesús crucificado. En la vida diaria, el cristiano debe saber morir al hombre viejo para ser librados del pecado y de la muerte. La sabiduría de la cruz alcana límites impensables, pues Cristo fue humilde y obediente hasta la muerte y muerte de cruz.

San Pablo nos recuerda: “Cuanto a mí, no quiera Dios que me gloríe sino en la cruz de Nuestro Señor Jesucristo, por quien el mundo está crucificado para mí y yo para el mundo”. (Gal 6,14)

No hay luz sin cruz.

No hay gloria sin sacrificio.

No hay triunfo sin esfuerzo.

No hay sonrisas sin lágrimas.

No hay descanso sin haberse cansado.

No hay obras si antes no hay trabajo.

No hay perdón si no hay penitencia.

No hay oración si no hay capacidad de escucha.

No hay sanación si antes no tenemos fe.

No hay salvación si no se renuncia al pecado.
Llama la atención la propaganda insidiosa, falaz y escasamente, que insinúa a la gente que debe dejar de sufrir. Mientras estemos peregrinando hacia la casa del Padre, tendremos como compañero de viaje el sufrimiento. De una forma inevitable. La limitación y vulnerabilidad de la persona humana nos obliga a abrazar la cruz de nuestras obligaciones con buen ánimo y con deseos de superación. (Padre Gregorio Mateu)



Pidamos que seamos capaces de seguir a Jesús en cada momento de nuestra vida, que ninca reneguemos de nuestra cruz sino que la aceptemos con alegría como parte de nuestro camino hacia la patria eterna.
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MensajePublicado: Sab Feb 17, 2007 6:03 am    Asunto:
Tema: Comentario al Evangelio de Hoy
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Día litúrgico: Sábado VI del tiempo ordinario


Texto del Evangelio (Mc 9,2-13): En aquel tiempo, Jesús toma consigo a Pedro, Santiago y Juan, y los lleva, a ellos solos, aparte, a un monte alto. Y se transfiguró delante de ellos, y sus vestidos se volvieron resplandecientes, muy blancos, tanto que ningún batanero en la tierra sería capaz de blanquearlos de ese modo. Se les aparecieron Elías y Moisés, y conversaban con Jesús.

Toma la palabra Pedro y dice a Jesús: «Rabbí, bueno es estarnos aquí. Vamos a hacer tres tiendas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías»; pues no sabía qué responder ya que estaban atemorizados. Entonces se formó una nube que les cubrió con su sombra, y vino una voz desde la nube: «Este es mi Hijo amado, escuchadle». Y de pronto, mirando en derredor, ya no vieron a nadie más que a Jesús solo con ellos.

Y cuando bajaban del monte les ordenó que a nadie contasen lo que habían visto, hasta que el Hijo del hombre resucitara de entre los muertos. Ellos observaron esta recomendación, discutiendo entre sí qué era eso de “resucitar de entre los muertos”.

Y le preguntaban: «¿Por qué dicen los escribas que Elías debe venir primero?». Él les contestó: «Elías vendrá primero y restablecerá todo; mas, ¿cómo está escrito del Hijo del hombre que sufrirá mucho y que será despreciado? Pues bien, yo os digo: Elías ha venido ya y han hecho con él cuanto han querido, según estaba escrito de él».


Comentario: Rev. D. Xavier Romero i Galdeano (Cervera-Lleida, España)

«Les ordenó que a nadie contasen lo que habían visto»

Hoy, el Evangelio de la transfiguración nos presenta un enigma descifrado. El texto evangélico de san Marcos está plagado de secretos mesiánicos, de momentos puntuales en los cuales Jesús prohibe que se dé a conocer lo que ha hecho. Hoy nos encontramos ante un “botón de muestra”. Así, Jesús «les ordenó que a nadie contasen lo que habían visto, hasta que el Hijo del hombre resucitara de entre los muertos» (Mc 9,9).

¿En qué consiste este secreto mesiánico? Se trata de levantar un poco el velo de aquello que se esconde debajo, pero que sólo será desvelado totalmente al final de los días de Jesús, a la luz de su Misterio Pascual. Hoy lo vemos claro en este Evangelio: la transfiguración es un momento, una catadura de gloria para descifrar a los discípulos el sentido de aquel momento íntimo.

Jesús había anunciado a sus discípulos la inminencia de su pasión, pero al verles tan turbados por tan trágico fin, les explica con hechos y palabras cómo será el final de sus días: unas jornadas de pasión, de muerte, pero que concluirán con la resurrección. He aquí el enigma descifrado. Santo Tomás de Aquino dice: «Con el fin de que una persona camine rectamente por un camino es necesario que conozca antes, de alguna manera, el lugar al cual se dirige».

También nuestra vida de cristianos tiene un fin desvelado por Nuestro Señor Jesucristo: gozar eternamente de Dios. Pero esta meta no estará exenta de momentos de sacrificio y de cruz. Con todo, hemos de recordar el mensaje vivo del Evangelio de hoy: en este callejón aparentemente sin salida, que es frecuentemente la vida, por nuestra fidelidad a Dios, viviendo inmersos en el espíritu de las Bienaventuranzas, se agrietará el final trágico, gozando de Dios eternamente.

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Cita:
Se transfiguró delante de ellos

Está dicho: seguir a Jesús pasa por el camino de la cruz. El verdadero discípulo debe ir tras los pasos del Maestro hacia Jerusalén, lugar del suplicio y de la muerte. Sin embargo, los tres anuncios de la Pasión van acompañados de tres anuncios de la Resurrección. Este es el sentido de la Transfiguración. Jesús va en camino hacia la muerte, y en medio de él es reconocido como el Hijo querido de Dios. La luz manifiesta la gloria de Dios. Es la luz que está presente desde la Creación, el Exodo y la liberación del pueblo. Ahora se hace presente en la persona misma de Jesús. Moisés y Elías, grandes figuras del Antiguo Testamento, aparecen como testigos del acontecimiento luminoso. También acompañan a Jesús Pedro, Santiago y Juan. Pedro se siente atrapado por la experiencia de Dios y desea que se prolongue. Pero la nube, la gloria de Dios que se cernía sobre la antigua ruta del Exodo, lo cubre, y se oye la confirmación de la estrecha relación que hay entre Jesús y el Padre. El es el predilecto del Padre a quien los discípulos deben escuchar.

Colaboración del Servicio Bíblico Latinoamericano


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Comentario:


Jamás debemos cansarnos de proclamar a los cuatro vientos la gloria de Dios sin dejar de pensar en la glorificación en el madero de la cruz, paso necesario para una glorificación eterna en el cielo. La escena del evangelio de hoy se sitúa en una montaña alta, lejos del bullicio de la ciudad, con un brillante relámpago de luz que deslumbra a los sorprendidos apóstoles que no acaban de creer lo que están viendo. Sólo tres apóstoles han sido elegidos para ser testigos de su gloria. Estos apóstoles serán también testigos de la agonía en el huerto de los Olivos, Getsemaní. En el Tabor se manifiesta su divinidad y en el Huerto de los olivos su humanidad. Se dan la mano portentosamente el dolor y la gloria, el sometimiento y la liberación.

No es el sol, el que alumbra a Jesús. Es Jesús quien brilla más que el sol. El alma ilumina el cuerpo. En aquel momento aparece la Ley y los Profetas, representados en Moisés y Elías. Todo el Antiguo Testamento quedaba iluminado por la fuerza, el poder y la gloria de Cristo. No tendría sentido la ruptura, sino continuidad, iluminación. Al fin, se había realizado todo lo que había sido profetizado.

Pedro, atrevido, generoso, dispuesto, se atreve a pedir a Jesús que todos se queden allí. Hará tres tiendas, una para Jesús, otra Moisés y otra para Elías. Ellos son los señores; los apóstoles serán los siervos. Aguardaran en la puerta de las tiendas en espera de que amanezca un nuevo día y se pueda llamar a la gente para que vea Quién es Jesús, para que crean en Él, para que le adoren y se admiren de su gloria.

Dios se muestra a los que le buscan con sincero corazón.

Dios se muestra a los que acuden a Él en busca de auxilio.

Dios se muestra a los que aceptan su Palabra.

Dios se muestra a los que oran con constancia.

Dios se muestra a los que suben la montaña del dolor.

Dios se muestra a los que le sirven con fidelidad.

Dios se muestra a los pobres y los sencillos.

Dios se muestra a los que miran hacia arriba.

Dios se muestra a los que saben escucharle.

Dios se muestra a los ven con el corazón.

Apareció la nube luminosa, que tan bien conocía Moisés por haberla seguido en el desierto. La nube en la Biblia era un signo visible de la manifestación de Dios. Asombrados, se arrodillaron y oyeron las palabras claras que definían con precisión a Jesús: “Este es mi Hijo muy amado, escuchadlo”. ¿Qué más necesitaban? Ahora lo tenían todo más claro. Habían estado en un contacto profundo con la divinidad y podían dar testimonio de la verdad que habían contemplado.

Luego llega la realidad prosaica de un Jesús familiar, sencillo, que les toca y les invita a bajar de la montaña. Quienes están ahora transfigurados, cambiados, son ellos. Hay que volver a la vida de cada día, hay que aceptar la cruz, hay que unirse a la comunidad para dar testimonio de que Jesús es el Señor. (Padre Gregorio Mateu)



Pídamosle a Dios nos conceda la gracia de que nuestras vidas sean un proceso constante de transfiguración, para que sepamos ser Jesús para nuestros hermanos .
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monik
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MensajePublicado: Dom Feb 18, 2007 1:00 pm    Asunto:
Tema: Comentario al Evangelio de Hoy
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Cita:
Día litúrgico: Domingo VII (C) del tiempo ordinario


Texto del Evangelio (Lc 6,27-3Cool: En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Yo os digo a los que me escucháis: Amad a vuestros enemigos, haced bien a los que os odien, bendecid a los que os maldigan, rogad por los que os difamen. Al que te hiera en una mejilla, preséntale también la otra; y al que te quite el manto, no le niegues la túnica. A todo el que te pida, da, y al que tome lo tuyo, no se lo reclames. Y lo que queráis que os hagan los hombres, hacédselo vosotros igualmente. Si amáis a los que os aman, ¿qué mérito tenéis? Pues también los pecadores aman a los que les aman. Si hacéis bien a los que os lo hacen a vosotros, ¿qué mérito tenéis? ¡También los pecadores hacen otro tanto! Si prestáis a aquellos de quienes esperáis recibir, ¿qué mérito tenéis? También los pecadores prestan a los pecadores para recibir lo correspondiente.

»Más bien, amad a vuestros enemigos; haced el bien, y prestad sin esperar nada a cambio; y vuestra recompensa será grande, y seréis hijos del Altísimo, porque Él es bueno con los ingratos y los perversos. Sed compasivos, como vuestro Padre es compasivo. No juzguéis y no seréis juzgados, no condenéis y no seréis condenados; perdonad y seréis perdonados. Dad y se os dará; una medida buena, apretada, remecida, rebosante pondrán en el halda de vuestros vestidos. Porque con la medida con que midáis se os medirá».


Comentario: Rev. D. Josep Miquel Bombardó i Alemany (Sabadell-Barcelona, España)

«Sed compasivos, como vuestro Padre es compasivo»

Hoy escuchamos unas palabras del Señor que nos invitan a vivir la caridad con plenitud, como Él lo hizo («Padre, perdónales porque no saben lo que hacen»: Lc 23,34). Éste ha sido el estilo de nuestros hermanos que nos han precedido en la gloria del cielo, el estilo de los santos. Han procurado vivir la caridad con la perfección del amor, siguiendo el consejo de Jesucristo: «Sed perfectos como es perfecto vuestro Padre celestial» (Mt 5,4Cool.

La caridad nos lleva a amar, en primer lugar, a quienes nos aman, ya que no es posible vivir en plenitud lo que leemos en el Evangelio si no amamos de verdad a nuestros hermanos, a quienes tenemos al lado. Pero, acto seguido, el nuevo mandamiento de Cristo nos hace ascender en la perfección de la caridad, y nos anima a abrir los brazos a todos los hombres, también a aquellos que no son de los nuestros, o que nos quieren ofender o herir de cualquier manera. Jesús nos pide un corazón como el suyo, como el del Padre: «Sed compasivos, como vuestro Padre es compasivo» (Lc 6,36), que no tiene fronteras y recibe a todos, que nos lleva a perdonar y a rezar por nuestros enemigos.

Ahora bien, como se afirma en el Catecismo de la Iglesia, «observar el mandamiento del Señor es imposible si se trata de imitar desde fuera el modelo divino. Se trata de una participación vital y nacida del fondo del corazón, en la santidad, en la misericordia y en el amor de nuestro Dios». El Cardenal Newman escribía: «¡Oh Jesús! Ayúdame a esparcir tu fragancia dondequiera que vaya. Inunda mi alma con tu espíritu y vida. Penetra en mi ser, y hazte amo tan fuertemente de mí que mi vida sea irradiación de la tuya (...). Que cada alma, con la que me encuentre, pueda sentir tu presencia en mi. Que no me vean a mí, sino a Ti en mí».

Amaremos, perdonaremos, abrazaremos a los otros sólo si nuestro corazón es engrandecido por el amor a Cristo.

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Cita:
Evangelio

Seguimos con el “sermón del llano”. Después de una primera parte de bienaventuranzas y “Ayes”, Jesús inicia la segunda parte invitando a todos los que lo escuchan a cultivar un amor misericordioso y universal para llegar a ser como el Padre que está en los cielos. Si a los pobres los había llamado bienaventurados sin exigirles ningún comportamiento ético previo, ahora, si quieren seguir siéndolo deben llenarse del modo de ser cristiano. Para esto, se necesita según Jesús, algunos principios fundamentales.

En primer lugar, el amor a los enemigos. El AT ve en el odio a los enemigos algo natural (Sal 35), Jesús en cambio une el amor a los enemigos con el amor al prójimo. Los padres de la Iglesia, vieron en el perdón a los enemigos, la gran novedad de la ética cristiana. El filósofo judío del siglo XX P. Lapide (citado por Francois Bovon) escribió: “alegrarse de la desgracia del otro, odiar a los enemigos, devolver mal por mal son actos prohibidos, mientras que se exige la magnanimidad y el socorro ofrecido al enemigo necesitado. Pero el judaísmo ignora el amor a los enemigos como principio moral.

Este imperativo es el único en los tres capítulos del sermón de la montaña, que no tiene ni un paralelismo claro ni una analogía con la literatura rabínica. Constituye, en términos teológicos, una propiedad jesuánica”. La novedad de Jesús supera por tanto, la ley del talión “ojo por ojo y diente por diente”, que rigió por siglos la justicia de Israel. También supera la fórmula veterotestamentaria y neotestamentaria de “amarás la prójimo como a ti mismo” pues ya incluye a los enemigos. Esto no significa que estamos exentos de tener enemigos, menos aún, los que al estilo de Jesús luchamos contra la injusticia, la intolerancia, la corrupción, la violencia, etc. De lo que se trata es de no asumir actitudes condenatorias, sino de abrir los espacios y posibilidades para que los “enemigos” encuentren el camino de la conversión y reconciliación. Que vean en nosotros el amor del Padre y el testimonio vivo de lo agradable que es vivir como hermanos.

Un segundo principio es “al que te golpee en una mejilla preséntale también la otra. Al que te arrebate el manto, entrégale también el vestido. Da al que te pide, y al que te quita lo tuyo, no se lo reclames” (vv. 29-30). Se trata de ser mansos pero no “mensos” (tontos). Jesús no intenta reducirnos a la pasividad, el conformismo o la resignación. ¿Por cuánto tiempo utilizaron los poderosos la “resignación cristiana” para acallar las voces que exigía sus derechos? No se trata de renunciar a nuestros derechos ni de callarnos frente a las injusticias, sino de renunciar a la violencia como medio absoluto para resolver las diferencias y los conflictos, también, renunciar a nuestras comodidades o a nuestras prendas más preciadas para darla a los que más las necesitan. En este sentido, Jesús supera el concepto de compartir que se tenía hasta el momento, pues ya no basta solo compartir el “pan con el hambriento...” sino entregarlo todo, incluso hasta la propia vida.

En 6,31 encontramos lo que suele llamarse la regla de oro de la convivencia humana. Esta regla era ya conocida en el mundo judío. La novedad de Jesús es cambiar su sentido de reciprocidad por la búsqueda sincera e inagotable de “tratar bien al otro, como quisiéramos que nos trataran a nosotros. La prueba mayor de “tratar bien” es hacerlo con los enemigos, que significa el amor por todos aquellos que con sus obras hacen del mundo un caos, la tolerancia por lo que piensan diferente, la comprensión por los que escogen caminos diferentes, etc. Esto hay que concretizarlo religiosamente rezando por los que nos persiguen y bendiciendo a los que nos maldicen. Amar, bendecir, orar por los “enemigos” no significa perder el sentido de la crítica, de la denuncia o de la reprensión. Lo que pide Jesús es que la iniciativa del amor, del perdón, de la bendición la llevemos los cristianos. Es el testimonio lo que más rápida y eficazmente puede cambiar a los que odian, hacen el mal y maldicen. Bien dice Mt 5,16: “hagan, pues, que brille su luz ante los hombres; que vean estas buenas obras, y por ello den gloria al Padre de ustedes que está en los cielos”. El v. 35 es un precioso resumen de todo lo dicho hasta el momento. En el v. 36 encontramos un tercer principio para vivir al modo cristiano: “Sean misericordiosos como es misericordioso el Padre de ustedes”. Mientras Lucas habla de misericordia Mateo de perfección. La misericordia se presenta como un elemento constitutivo del ser cristiano, por que lo es también de Dios.

¿Nos hemos preguntando alguna vez cuán misericordiosos somos? Muchas veces confundimos la misericordia o la compasión con la lástima y eso no es cristiano, por que el que tiene lástima inconscientemente se presenta como superior al otro, en cambio el que tiene misericordia establece una relación de hermanos para encontrar juntos el camino del Señor.

En cuarto lugar tenemos tres exhortaciones que concretan la actitud misericordiosa de todo cristiano. La primera “No juzguen y no serán juzgados” (v. 37). Esto no significa perder la capacidad de opinar sobre lo bueno o lo malo, sino destruir al hermano a través de la crítica, el chisme y la calumnia. Si esta primera exhortación se dice en negativo, la segunda será en positivo: “perdonen y serán perdonados. La misericordia no se entiende sin la capacidad de perdonar, por que es en este momento cuando las comunidades llegan a vivir realmente como hermanos. La última exhortación, también en positivo es “Den y se les dará”. La misericordia encuentra su punto más alto en el dar y darse. El testimonio de Jesús fue de entrega total por la causa de Dios. Dios lo entregó todo, hasta su propio Hijo. Y nosotros? Entregamos lo que nos sobra o solo lo menos importante. Dar hasta la propia vida por el hermano es la manera más auténtica de vivir el cristianismo.
Para la revisión de vida
- ¿Está mi vida instalada en un amor como el que me presenta Jesús en las bienaventuranzas y en este texto subsiguiente?
¿Soy capaz de amar a quienes no me gusta, a quienes me disgustan, a mis enemigos?

Colaboración del Servicio Bíblico Latinoamericano



Cita:
Comentario:

El tema del amor es inagotable. La manera de relacionarnos con los demás, desde la clave evangélica, supone actitudes fundamentales de radicalidad y gratuidad. Partimos del amor gratuito y misericordioso de nuestro Dios que perdona y salva incondicionalmente por más numerosos y graves que sean nuestros pecados. Dios pone su Corazón en nuestra miseria para convertirla en bendición y en camino de purificación.

Buena parte de los comportamientos humanos suelen ser interesados y egoístas. Cada uno busca su propia comodidad, olvidando la necesidad que tienen los seres humanos de dar y recibir amor. Los demás son como un espejo: nos devuelven la imagen que les damos. Si damos malas caras, rostros crispados nos devuelve imágenes tristes y acongojadas. Si, por el contrario, le regalamos al espejo una linda sonrisa, nos devuelve un rostro agradable y feliz.

No puede haber felicidad si no desbordamos de amor. Jesús nos recuerda algunos verbos (acciones) cuyo significado va más allá de la frontera del interés o de la conveniencia: Amad, haced el bien, bendecid, orad, dad con generosidad, prestad gratuitamente, sed compasivos, no juzguéis, no condenéis, perdonad... Si revisamos, en nuestras vidas, cada uno de estos verbos podremos descubrir el perfil de nuestro amor.

Amemos a nuestros enemigos sin condiciones.

Amemos de corazón a los que nos odian.

Amemos devolviendo bien por mal.

Amemos dando lo mejor de nosotros mismos.

Amemos sirviendo a Dios gratuitamente.

Amemos sin exigir recompensa alguna.

Amemos orando por nuestros enemigos.

Amemos compartiendo lo que somos y tenemos.

Amemos bendiciendo, alabando, apoyando.

Amemos abriendo de par en par nuestros corazones.
Hoy solemos poner precio a todo y cabe recordar que las cosas más hermosas del mundo no tienen precio. No hay dinero en el mundo para pagar el amor incondicional de una madre. ¿Con qué monedas se puede comprar la misericordia de Dios? ¿Podemos, acaso, comprar una puesta de sol, el canto de un pájaro o la belleza de un mar en calma?

El amor da un nuevo color a todas las acciones humanas. Con el amor crecen mil primaveras en el corazón del ser humano. Lo malo es confundir el amor con el sexo desbordado, o con el interés egoísta, o con el placer sin medida. Sólo Dios puede mostrarnos la calidad del verdadero amor, y bien que lo saben aquellos seres humanos que viven entregados al servicio de los más necesitados de la sociedad. (Padre Gregorio Mateu)



Cita:
“Dad y se os dará. La medida que uséis, la usarán con vosotros” (Lc 6, 3Cool
Esta semana el Evangelio nos ofrece un resumen del mensaje moral de Cristo. Lo hace proponiéndonos algunos ejemplos concretos de difícil aplicación: “amad a vuestros enemigos, haced el bien a los que os odian, orad por los que os injurian”. Y a continuación dice algo que nos tiene que servir de estímulo para poder llevar a la práctica sus mandatos: “La medida que uséis, la usarán con vosotros”.
Ya sin esta advertencia deberíamos estar dispuestos a intentar practicar el mandamiento del amor, pues deberíamos amar aunque no fuera más que por gratitud a Dios, que tanto nos ha amado. Pero es que, además, nos conviene hacerlo pues si no amamos no nos amarán, si no perdonamos no nos perdonarán. Sólo aquel que cree estar libre de toda culpa o que piensa que nunca va a necesitar ayuda de nadie, puede permitirse el lujo del egoísmo. Pero si obra así, ¿de verdad está limpio de pecado? Quizá lo parezca, pero en realidad está lleno de soberbia.Por lo tanto, hagamos las cosas por agradecimiento al Señor, con el cual tenemos una deuda infinita. Aunque el prójimo no se lo merezca, hagámoslo por Él, por Dios. Si tuviéramos en cuenta, a la hora de hacer el bien a quien creemos que no lo merece, el mucho amor que a nosotros nos ha dado Dios a pesar de no merecerlo, seguramente todo sería más fácil. Pero, además, no debemos olvidar que nosotros no somos perfectos y que también a nosotros nos tienen que soportar, perdonar, consolar, ayudar. Si no somos capaces de ser generosos, ¿cómo podemos pretender que lo sean con nosotros?. Con frecuencia usamos dos varas de medir: reclamamos para nosotros comprensión, misericordia, tener en cuenta las circunstancias, mientras que somos intransigentes con los defectos del prójimo.

Propósito: Tener en cuenta, a la hora de juzgar, de criticar, de perdonar o, incluso, de dar limosna, que un día podemos estar en la misma situación en que ahora está nuestro prójimo.



Padre Misericordioso te pedimos que hags nuestro corazón semejante al tuyo
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MensajePublicado: Lun Feb 19, 2007 2:17 pm    Asunto:
Tema: Comentario al Evangelio de Hoy
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Cita:

Texto del Evangelio (Mc 9,14-29): En aquel tiempo, Jesús bajó de la montaña y, al llegar donde los discípulos, vio a mucha gente que les rodeaba y a unos escribas que discutían con ellos. Toda la gente, al verle, quedó sorprendida y corrieron a saludarle. Él les preguntó: «¿De qué discutís con ellos?». Uno de entre la gente le respondió: «Maestro, te he traído a mi hijo que tiene un espíritu mudo y, dondequiera que se apodera de él, le derriba, le hace echar espumarajos, rechinar de dientes y lo deja rígido. He dicho a tus discípulos que lo expulsaran, pero no han podido».

Él les responde: «¡Oh generación incrédula! ¿Hasta cuándo estaré con vosotros? ¿Hasta cuándo habré de soportaros? ¡Traédmelo!». Y se lo trajeron. Apenas el espíritu vio a Jesús, agitó violentamente al muchacho y, cayendo en tierra, se revolcaba echando espumarajos. Entonces Él preguntó a su padre: «¿Cuánto tiempo hace que le viene sucediendo esto?». Le dijo: «Desde niño». Y muchas veces le ha arrojado al fuego y al agua para acabar con él; pero, si algo puedes, ayúdanos, compadécete de nosotros». Jesús le dijo: «¡Qué es eso de si puedes! ¡Todo es posible para quien cree!». Al instante, gritó el padre del muchacho: «¡Creo, ayuda a mi poca fe!».

Viendo Jesús que se agolpaba la gente, increpó al espíritu inmundo, diciéndole: «Espíritu sordo y mudo, yo te lo mando: sal de él y no entres más en él». Y el espíritu salió dando gritos y agitándole con violencia. El muchacho quedó como muerto, hasta el punto de que muchos decían que había muerto. Pero Jesús, tomándole de la mano, le levantó y él se puso en pie. Cuando Jesús entró en casa, le preguntaban en privado sus discípulos: «¿Por qué nosotros no pudimos expulsarle?». Les dijo: «Esta clase con nada puede ser arrojada sino con la oración».


Comentario: Rev. D. Antoni Carol i Hostench (Sant Cugat del Vallès-Barcelona, España)

«¡Creo, ayuda a mi poca fe!»

Hoy contemplamos —¡una vez más!— al Señor solicitado por la gente («corrieron a saludarle») y, a la vez, Él solícito de la gente, sensible a sus necesidades. En primer lugar, cuando sospecha que alguna cosa pasa, se interesa por el problema.

Interviene uno de los protagonistas, esto es, el padre de un chico que está poseído por un espíritu maligno: «Maestro, te he traído a mi hijo que tiene un espíritu mudo y, dondequiera que se apodera de él, le derriba, le hace echar espumarajos, rechinar de dientes y lo deja rígido» (Mc 9,17-1Cool.

¡Es terrible el mal que puede llegar a hacer el Diablo!, una criatura sin caridad. —Señor, ¡hemos de rezar!: «Líbranos del mal». No se entiende cómo puede haber hoy día voces que dicen que no existe el Diablo, u otros que le rinden algún tipo de culto... ¡Es absurdo! Nosotros hemos de sacar una lección de todo ello: ¡no se puede jugar con fuego!

«He dicho a tus discípulos que lo expulsaran, pero no han podido» (Mc 9,1Cool. Cuando escucha estas palabras, Jesús recibe un disgusto. Se disgusta, sobre todo, por la falta de fe... Y les falta fe porque han de rezar más: «Esta clase con nada puede ser arrojada sino con la oración» (Mc 9,29).

La oración es el diálogo “intimista” con Dios. Juan Pablo II ha afirmado que «la oración comporta siempre una especie de escondimiento con Cristo en Dios. Sólo en semejante “escondimiento” actúa el Espíritu Santo». En un ambiente íntimo de escondimiento se practica la asiduidad amistosa con Jesús, a partir de la cual se genera el incremento de confianza en Él, es decir, el aumento de la fe.

Pero esta fe, que mueve montañas y expulsa espíritus malignos («¡Todo es posible para quien cree!») es, sobre todo, un don de Dios. Nuestra oración, en todo caso, nos pone en disposición para recibir el don. Pero este don hemos de suplicarlo: «¡Creo, ayuda a mi poca fe!» (Mc 9,24). ¡La respuesta de Cristo no se hará “rogar”!

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Cita:
El evangelio de Marcos nos presenta el relato de la curación de un epiléptico por parte de Jesús. La descripción del enfermo parece extraída de un manual de patología. Los verbos concatenados transmiten fuerza y dinamismo: Tiene un espíritu que no le deja hablar; y cuando lo agarra, lo tira al suelo, echa espumarajos, rechina los dientes y se queda tieso. ¿Qué os parece esta descripción tan precisa y somera de los síntomas? ¡Ojalá pudiéramos expresarnos nosotros de un modo parecido!

En torno a este muchacho epiléptico descubrimos varios personajes. Cada uno de ellos representa una actitud: la gente (curiosidad), el padre del muchacho (fe y duda), los discípulos (impotencia). Y, por supuesto, Jesús. En este relato ofrece reacciones diversas, que van desde la curiosidad y el interés (¿De qué discutís? ¿Cuánto tiempo hace que le pasa esto?) hasta la energía y la autoridad (Espíritu mudo y sordo, yo te lo mando: Vete y no vuelvas a entrar en él) pasando por el enfado (¿Hasta cuándo os tendré que soportar?). Aunque sólo fuera por esto, nos ayudaría a no tener una imagen de Jesús demasiado hecha. Pero, además, el relato sirve como marco para hablar del poder de la fe (Todo es posible al que tiene fe) y de la oración (Esta especie sólo puede salir con oración).

¿Qué es un creyente? ¡Alguien que posee el poder de la fe! En tiempos de fe devaluada, como a medias, ¡qué difícil es aceptar que se nos ha concedido una energía capaz de derrotar cualquier mal! Es verdad que la fe se vive en continua tensión (Tengo fe, pero dudo, ayúdame). Es verdad que no poseemos la fe como si fuera una herramienta a nuestro servicio. Es verdad que la fe nos desborda siempre. Pero, ¿no os parece que deberíamos profundizar más en la energía que posee para hacernos vivir? Creo que hoy merecería la pena repetir muchas veces las palabras de Jesús: Todo es posible al que tiene fe.Ciudad redonda.



Cita:
Mc 9,13-29: “Creo; pero ayuda mi falta de fe”

Jesús baja del monte, lugar de la Transfiguración, acompañado de los tres discípulos: Pedro, Santiago y Juan. Los demás discípulos se encuentran rodeados de mucha gente. Entre ellos se encuentran unos maestros de la Ley. El tema de discusión es la incapacidad de los discípulos de Jesús para liberar a un muchacho dominado por un espíritu maligno (posiblemente un enfermo de epilepsia). Jesús cuestiona la incredulidad de la generación presente. Luego pide que le traigan al muchacho, y se pone de manifiesto la compasión (dolor profundo) de Jesús por la grave situación de este joven. El padre del muchacho manifiesta la debilidad de su fe. Jesús se lo hace notar. El hombre pide que le ayude en su fe. Y eso es precisamente lo que hace que Jesús obre el milagro. Más que la curación del enfermo poseído es la afirmación de la fe. Ese es el gran milagro de Jesús: ayudar a cambiar el corazón incrédulo y desconfiado del ser humano. Mostrar la dirección correcta del camino que conduce hacia Dios. Hoy necesitamos que Jesús ayude a nuestra frágil fe. Es urgente recuperar el sentido de la vida desde el horizonte del evangelio del reino.

Colaboración Servicio Bíblico Latinoamericano



Cita:
Comentario:

Resulta reiterativo el tema del dominio de los espíritus inmundos en las mentes y corazones de los jóvenes. Dejando a un lado los aspectos truculentos de la posesión diabólica, cabe adentrarse en los terrenos resbaladizos de las nuevas formas de actuar del espíritu del mal. No hay duda que el mal se reviste hoy de una forma muy atractiva, con luces multicolores, ritmos musicales atractivos, placeres físicos prometidos, dejando en los corazones jóvenes una resaca interior difícil de superar.

La publicidad alienante tiene la palabra. Muchos jóvenes son mudos, o peor, sólo saben repetir lo que han aprendido de los manipuladores de conciencias. Una supuesta elite, mal llamada progresista, le hace su trabajo al espíritu del mal, enseñando las peores artes del engaño a unas mentes jóvenes que buscan con pasión nuevas formas de vida. ¿No estamos, acaso, un poco dormidos los seguidores de Cristo, manteniendo escondidos los grandes valores del Espíritu? ¿Tenemos prendido en nuestras vidas el ardor luminoso del Evangelio? ¿Hemos sabido gritar con convicción que Jesús está vivo?

Es preciso defender a la juventud de la estéril sabiduría del maligno y de la lúgubre tiranía de los vicios que inauguran nuevas formas de esclavitud. “No es posible detener la primavera en el año, pero cabe mantenerse joven hasta el fin si en el propio corazón se conserva vivo el amor hacia todos los que son dignos de ser amados, guardando abiertos los ojos y el alma para lo que es bello, grande, bueno y veraz”. (Fanny Lewald)

La juventud debe volar con las alas del espíritu.

La juventud debe conservar siempre la ilusión de vivir.

La juventud es una joya que no esta en venta.

La juventud es el tiempo de las esperanzas.

La juventud es la edad de los ojos abiertos y curiosos.

La juventud es el paraíso de vida.

La juventud es proyecto, siempre inacabado.

La juventud ha sido creada para soñar, no para arrastrarse.

La juventud es la edad del Evangelio (Buena Noticia)

La juventud es a menudo, divina impaciencia.

Para liberar la juventud de los malos espíritu es preciso mantener la fe, practicar la oración y fomentar el ayuno. Podrán pensar algunos que este proyecto suena a rancio, a pasado de moda, y rito meramente religioso. La fe en Dios, la confianza en uno mismo y la seguridad de que poseemos todos los recursos para ser felices nos darán alas para volar por encima de rastreras esclavitudes. La oración, como diálogo enriquecedor con Dios y con los seres humanos, en un clima de respeto, sinceridad y verdad, facilitarán que no nos dejemos llevar por los pregoneros de la mentira. Saber ayunar de todo lo que puede contaminar nuestra vida, tanto corporal como espiritual, denotará la personalidad de los que saben llevar el mando de sus vidas renunciando a lo que no les conviene. (Padre Gregorio Mateu)


Pidamos a Dios que aumente nuestra fe, que tengamos siempre la certeza que vamos a obtener lo que pedimos y sepamos esperar, que confiemos más en Él que en nosotros mismos y no busquemos la felicidad por caminos equivocados sino a través del único camino.
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monik
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MensajePublicado: Mar Feb 20, 2007 6:48 pm    Asunto:
Tema: Comentario al Evangelio de Hoy
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Cita:
Día litúrgico: Martes VII del tiempo ordinario


Texto del Evangelio (Mc 9,30-37): En aquel tiempo, Jesús y sus discípulos iban caminando por Galilea, pero Él no quería que se supiera. Iba enseñando a sus discípulos. Les decía: «El Hijo del hombre será entregado en manos de los hombres; le matarán y a los tres días de haber muerto resucitará». Pero ellos no entendían lo que les decía y temían preguntarle.

Llegaron a Cafarnaúm, y una vez en casa, les preguntaba: «¿De qué discutíais por el camino?». Ellos callaron, pues por el camino habían discutido entre sí quién era el mayor. Entonces se sentó, llamó a los Doce, y les dijo: «Si uno quiere ser el primero, sea el último de todos y el servidor de todos». Y tomando un niño, le puso en medio de ellos, le estrechó entre sus brazos y les dijo: «El que reciba a un niño como éste en mi nombre, a mí me recibe; y el que me reciba a mí, no me recibe a mí sino a Aquel que me ha enviado».


Comentario: Rev. D. Jordi Pascual i Bancells (Salt-Girona, España)

«El Hijo del hombre será entregado»

Hoy, el Evangelio nos trae dos enseñanzas de Jesús, que están estrechamente ligadas una a otra. Por un lado, el Señor les anuncia que «le matarán y a los tres días de haber muerto resucitará» (Mc 9,31). Es la voluntad del Padre para Él: para esto ha venido al mundo; así quiere liberarnos de la esclavitud del pecado y de la muerte eterna; de esta manera Jesús nos hará hijos de Dios. La entrega del Señor hasta el extremo de dar su vida por nosotros muestra la infinidad del Amor de Dios: un Amor sin medida, un Amor al que no le importa abajarse hasta la locura y el escándalo de la Cruz.
Resulta aterrador escuchar la reacción de los Apóstoles, todavía demasiado ocupados en contemplarse a sí mismos y olvidándose de aprender del Maestro: «No entendían lo que les decía» (Mc 9,32), porque por el camino iban discutiendo quién de ellos sería el más grande, y, por si acaso les toca recibir, no se atreven a hacerle ninguna pregunta.

Con delicada paciencia, Jesús añade: hay que hacerse el último y servidor de todos. Hay que acoger al sencillo y pequeño, porque el Señor ha querido identificarse con él. Debemos acoger a Jesús en nuestra vida porque así estamos abriendo las puertas a Dios mismo. Es como un programa de vida para ir caminando.

Así lo explica con claridad el Santo Cura de Ars, Juan Bautista Mª Vianney: «Cada vez que podemos renunciar a nuestra voluntad para hacer la de los otros, siempre que ésta no vaya contra la ley de Dios, conseguimos grandes méritos, que sólo Dios conoce». Jesús enseña con sus palabras, pero sobre todo enseña con sus obras. Aquellos Apóstoles, en un principio duros para entender, después de la Cruz y de la Resurrección, seguirán las mismas huellas de su Señor y de su Dios. Y, acompañados de María Santísima, se harán cada vez más pequeños para que Jesús crezca en ellos y en el mundo.


www.evangeli.net



Cita:
Mc 9,30-37: Ser el servidor de todos

Jesús anuncia nuevamente a sus discípulos la proximidad de su muerte y resurrección. Ellos no entienden y se ponen discutir por el poder. Jesús les pregunta sobre la cusa de su discusión, pero ellos se dan cuenta de su incoherencia y prefieren callar. Entonces Jesús les instruye sobre la primacía del servicio a los demás. Luego abraza a un niño para indicar que quien acoge a un niño lo acoge a él y al que lo ha enviado. Contrasta el anuncio de la muerte cruenta de Jesús con la ambición de poder y prestigio de los discípulos. Parece que la competencia por el poder es una enfermedad muy antigua que afecta gravemente el corazón humano. Hasta los discípulos de Jesús, sobre quienes se va a construir el templo vivo del Espíritu Santo, están gravemente afectados por esa terrible epidemia que atraviesa la historia de la humanidad. Sólo el servicio generoso, desinteresado y entregado en sinceridad y fidelidad a Jesús es la medicina capaz de curarnos de esa mortal enfermedad. Sólo quien tiene alma de niño podrá entender y vivir la propuesta de Jesús. ¿Qué piensas del poder? ¿cómo se vive esa dimensión en tu comunidad? ¿Y el servicio?

Colaboración Servicio Bíblico Latinoamericano




Cita:
Comentario:

El contraste resulta dramático: Mientras Jesús reflexiona sobre la amarga situación que va a soportar en Jerusalén, a saber, vivir el sufrimiento de la Pasión y Muerte en manos de sus enemigos para luego resucitar de entre los muertos, sus discípulos discutían acaloradamente quién era el más importante entre ellos. Es el problema de siempre entre los que queremos servir al Señor. Al final, terminamos sirviéndonos a nosotros mismos.
La vida es un camino. La tierra no es una meta final, sino una estación intermedia. Somos peregrinos que cubrimos una ruta espinosa, con alegrías y penas, que tenemos que pagar un tributo a una muerte temporal para amanecer a la felicidad eterna. Jesús enfatiza el sufrimiento del Hijo del Hombre para recordarnos que, junto a Él, por Él y en Él, el dolor tiene un sentido redentor que es preciso valorar. Cuando se auto proclama Hijo del Hombre no quiere enfatizar su humanidad, sino evocar al Mesías anunciado por Daniel (Daniel 7, 13-14) La expresión Hijo del Hombre en menos provocativa que Hijo de Dios, que tanto molestaba a los escribas y fariseos.

La cumbre de la vida de Cristo es la Resurrección.
Es el triunfo final sobre el sufrimiento y la muerte. Es el comienzo de la verdadera vida. Todo se aclara con la salida gloriosa del sepulcro. El destino fatal y la derrota sin paliativos que ha representado la Pasión y la Muerte, ha dado lugar al triunfo de la verdad total. El hombre ha encontrado sentido a su existencia; se le han abierto de par en par las puertas de una felicidad inacabable.

Bendita sea la ofrenda de mi Redentor.

Bendito sea el dolor con sentido.

Bendito sea el llanto por un pasado superado.

Bendita sea la cruz que nos alcanza tanta gloria.

Bendito sea el camino de nuestro calvario.

Bendito sea el peso de mi deber.

Bendito sea el perdón de mis culpas.

Bendita sea la ofrenda de mi vida.

Bendita sea la carga de mis hermanos.

Bendita sea la Gloria de mi Señor.

Los apóstoles buscaban la gloria humana, el triunfo sobre los demás. No habían entendido todavía la lección de la humildad y de la entrega en el servicio. Jesús les recuerda la sabiduría de la humildad. Servir a los demás es un privilegio.
La soberbia nos aleja de las personas, nos hace insufribles.
Somos pobres gentes que llevamos dentro un gran tesoro que cabe conservar y usar a beneficio de los que nos rodean. Todo cuanto somos y tenemos es regalo de Dios. Debemos usarlo con una actitud de acción de gracias, sabiendo que Dios nos acoge tal como somos.

Imitar a un niño supone mantener una actitud inocente de espontaneidad que nos aleja de tantas formas de dominio y opresión que muy poco tienen que ver con los valores evangélicos que profesamos.. (Padre Gregorio Mateu)



Pidamosle a Dios que nos de un espíritu humilde, que los deseos de sobresalir se trnasformen en deseos de servir.
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roberto viera gonzalez
Veterano


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MensajePublicado: Mie Feb 21, 2007 9:13 am    Asunto:
Tema: Comentario al Evangelio de Hoy
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Saludos Monik y felicitaciones por esta página. Hoy empezamos Cuaresma y todo esfuerzo por irradiar el Evangelio del Flaco recibirá una gran recompensa. ¿Cómo estará Scarlett? Cariños.
_________________
me interesan los temas sobre santidad
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monik
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MensajePublicado: Mie Feb 21, 2007 7:10 pm    Asunto:
Tema: Comentario al Evangelio de Hoy
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Cita:
Día litúrgico: Miércoles de Ceniza


Texto del Evangelio (Mt 6,1-6.16-1Cool: En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Cuidad de no practicar vuestra justicia delante de los hombres para ser vistos por ellos; de lo contrario no tendréis recompensa de vuestro Padre celestial. Por tanto, cuando hagas limosna, no lo vayas trompeteando por delante como hacen los hipócritas en las sinagogas y por las calles, con el fin de ser honrados por los hombres; en verdad os digo que ya reciben su paga. Tú, en cambio, cuando hagas limosna, que no sepa tu mano izquierda lo que hace tu derecha; así tu limosna quedará en secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará.

»Y cuando oréis, no seáis como los hipócritas, que gustan de orar en las sinagogas y en las esquinas de las plazas bien plantados para ser vistos de los hombres; en verdad os digo que ya reciben su paga. Tú, en cambio, cuando vayas a orar, entra en tu aposento y, después de cerrar la puerta, ora a tu Padre, que está allí, en lo secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará. Cuando ayunéis, no pongáis cara triste, como los hipócritas, que desfiguran su rostro para que los hombres vean que ayunan; en verdad os digo que ya reciben su paga. Tú, en cambio, cuando ayunes, perfuma tu cabeza y lava tu rostro, para que tu ayuno sea visto, no por los hombres, sino por tu Padre que está allí, en lo secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará».


Comentario: Rev. D. Manel Valls i Serra (Barcelona, España)

«Cuidad de no practicar vuestra justicia delante de los hombres para ser vistos por ellos»Hoy iniciamos la Cuaresma: «He aquí el día de la salvación» (2Cor 6,2). La imposición de la ceniza —que debiéramos recibir— es acompañada por una de estas dos fórmulas. La antigua: «Acuérdate de que eres polvo y al polvo volverás»; y la que ha introducido la liturgia renovada del Concilio: «Conviértete y cree en el Evangelio». Ambas fórmulas son una invitación a contemplar de manera diversa —normalmente tan superficial— nuestra vida. El papa san Clemente I nos recuerda que «el Señor quiere que todos los que ama se conviertan».

En el Evangelio, Jesús pide practicar la limosna, el ayuno y la oración alejados de toda hipocresía: «No lo vayas trompeteando por delante» (Mt 6,2). Los hipócritas, enérgicamente denunciados por Jesucristo, se caracterizan por la falsedad de su corazón. Pero, Jesús advierte hoy no sólo de la hipocresía subjetiva sino también de la objetiva: cumplir, incluso de buena fe, todo lo que manda la Ley de Dios y la Escritura Santa, pero realizándolo de manera que quede en la mera práctica exterior, sin la correspondiente conversión interior.

Entonces, la limosna —reducida a “propina”— deja de ser un acto fraternal y se reduce a un gesto tranquilizador que no cambia la mirada sobre el hermano ni hace sentir la caridad de prestarle la atención que se merece. El ayuno, por otra parte, queda limitado al cumplimiento formal, que ya no recuerda en ningún momento la necesidad de moderar nuestro consumismo compulsivo ni la necesidad que tenemos de ser curados de la “bulimia espiritual”. Finalmente, la oración —reducida a estéril monólogo— no llega a ser auténtica apertura espiritual, coloquio íntimo con el Padre y escucha atenta del Evangelio del Hijo.

La religión de los hipócritas es una religión triste, legalista, moralista, de una gran estrechez de espíritu. Por el contrario, la Cuaresma cristiana es la invitación que cada año nos hace la Iglesia a una profundización interior, a una conversión exigente, a una penitencia humilde, para que dando los frutos pertinentes que el Señor espera de nosotros, vivamos con la máxima plenitud de alegría y el gozo espiritual de la Pascua.
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Cita:
Mt 6,1-6.16-18: Tu Padre, que ve en lo secreto, te lo pagará

Mateo, que presenta a sus lectores judeocristianos una Buena Noticia, se preocupa en evitar que caigan en la hipocresía que caracteriza a otros sectores del judaísmo. La palabra reaparece -también en el Sermón del Monte- en 7,5 donde se cuestiona al que mira la paja en el ojo ajeno y no ve la viga en el suyo, pero sigue sin decirnos a quienes se refiere con ese epíteto. Pero más adelante, ya en 15,7 se dirige claramente a escribas y fariseos, son un pueblo -como lo dice la misma Escritura en Is 29,13- que honra a Dios con los labios pero su corazón está lejos, rinden un culto vano porque enseñan doctrinas de hombres y no de Dios. Es importante en Mateo que algo sea confirmado con la autoridad de la Escritura, especialmente por los destinatarios de su Evangelio. Estos hipócritas hablan mucho de Dios, pero no siguen sus caminos. La hipocresía los lleva también a estar cerca de la idolatría que acepta imágenes e inscripciones idolátricas en la moneda del Cesar (22,1Cool con la que pretenden, junto a los herodianos, atrapar a Jesús. Finalmente, en un grave discurso en el cap. 23 repite insistentemente “Ay de ustedes, escribas y fariseos hipócritas...” (vv. 13.15.23.25.27.29), y se caracteriza, su hipocresía, en que cierran a los hombres el Reino al que no entran ni dejan entrar, que se ocupan de los más pequeños detalles y descuidan lo fundamental como es la justicia, la misericordia y la fe, o dicho metafóricamente “cuelan un mosquito y se tragan un camello”, se preocupan de lo exterior desatendiendo lo fundamental, por eso son “sepulcros blanqueados”, asesinos de profetas... Finalmente, como el mayordomo que en vez de alimentar a los siervos se dedica a golpearlos y come su comida, serán destinados al lugar del llanto y temor (24,51). Los hipócritas no están interesados en Dios sino en los aplausos, y por eso sus característicos actos de piedad no los conducen a Dios sino a ser “bien mirados” por los hombres.

La limosna es, entre los judíos, algo muy distinto a como la entendemos hoy. Para comenzar señalemos que el término es casi exclusivamente judío ya que no se encuentra en el griego clásico, pero es a su vez propio del judaísmo tardío (Sir, Tob). Un pueblo de hermanos no puede permitir que haya pobres entre ellos (Dt 15,4), y todas las leyes de solidaridad así lo indican. Sin embargo, en muchas oportunidades el pueblo no puede aplicar esas leyes por estar sometidos a leyes extrañas (bajo el dominio persa, griego o romano, por ejemplo); entonces cada judío debe comportarse como hermano de los demás, y compartir sus bienes con los necesitados. Eso es la limosna. La motivación es siempre una: no debe haber pobres porque la pobreza es mala, y el amor a los pobres debe ser prioritario. Hacer limosna, entonces, es un acto de justicia (en la Biblia griega eleêmosyne traduce con frecuencia el hebreo sedaqah, justicia). La práctica de la justicia no puede ser un show teatral. La limosna no puede ser hecha para que todos vean cuan justos somos, sino que debe nacer de una verdadera fraternidad porque hay un Padre en el cielo.La oración es dirigirse personalmente a Dios. Y los judíos saben hasta el cansancio que Dios no mira las manos levantadas (Is 1,15; Jer 14,12; Mi 3,4) sino la práctica de la justicia. Por más que esa oración sea expresada delante de todos, “el Padre que ve en lo secreto” sabe con qué actitud interior se levantan esas manos. Unas manos hipócritas no se encuentran con Dios, simplemente son “vistas por los hombres” que no saben ver el corazón.
El ayuno no es, en general, una manifestación propiamente cristiana sino más bien judía. Los discípulos de Jesús no ayunan como lo hacen los fariseos (9,14), y su maestro es caracterizado más bien por los banquetes que por los ayunos, hasta el extremo de ser acusado de “comilón y borracho, amigo de publicanos y pecadores” (se entiende “amigo” porque “come con ellos”, 11,19). Es interesante lo que afirma un gran estudioso español al respecto: “El ayuno expresa el distanciamiento con respecto a la sociedad. Es ésta una característica muy acentuada del grupo del Bautista, que se ha separado incluso físicamente yéndose al desierto, y de los fariseos, cuyo mismo nombre significa etimológicamente “separados”. Jesús y la comunidad cristiana tienen un comportamiento muy diferente (Lc 5,33-39). Jesús no convoca a la gente al desierto; por el contrario, va él a buscarla por todos los pueblos y aldeas de Galilea. Jesús no funda una secta separada, sino que se dirige a todo el pueblo de Israel, y no se expresa en ayunos, sino en comidas con toda clase de personas” (R. Aguirre, La mesa compartida, Santander 1994, págs. 62-63). En este caso, como decimos, la imagen es más judía que cristiana, y -sin embargo- se preocupa claramente de distanciarse del modo fariseo de ayunar, es algo no para ser visto, sino para encontrarse personalmente con Dios en lo secreto.El esquema del relato es evidente ya que el paralelismo de los tres actos de piedad y su correspondiente contraposición entre lo que es hecho por los hipócritas y el tú “cuando hagas...” salta a la vista. Aunque manifestemos nuestra fidelidad a Dios y los hermanos (“justicia”, v.1) del mismo modo que lo hacen los judíos, los verdaderos judíos -los no hipócritas- debemos hacerlo de este modo. Como es evidente mirando el esquema, el texto del “Padrenuestro” es agregado posteriormente al relato, y precisamente por eso es omitido en el texto de hoy que pone su acento, al comenzar la Cuaresma en los “actos de piedad”. Mateo, que pretende mostrar que los cristianos son los “verdaderos judíos” no duda en poner el acento en las obras, en la fidelidad a la Ley, pero no desde un cumplimiento fariseo, sino desde un acto que nace desde el corazón, desde el interior, y pretende reflejar un verdadero encuentro con Dios y los hermanos. No otra cosa es el Reino de lo que con tanta insistencia habla Mateo.

Comentario

Para los judíos, los actos de piedad eran modos concretos de manifestar un encuentro con Dios. Se supone que ese encuentro se produce. En tiempos de Jesús, y ya desde un poco antes, las manifestaciones clásicas eran la limosna, la oración y el ayuno. Pero la insistencia en practicarlas llevó a procurar que todos vean que cumplimos, eso nos dará imágenes de fidelidad a los ojos de todos, nos hará creíbles. Esto llevó a vaciar los actos de piedad, importaba más la cáscara que el contenido. La limosna era un gesto de solidaridad que mostraba una profunda preocupación por el pobre. La oración era un encuentro sincero con Dios para pedirle, alabarlo o manifestarle nuestro dolor. El ayuno era un signo concreto de fidelidad que buscaba solidarizarse con el prójimo necesitado haciéndolo partícipe de nuestras privaciones. Todas estar prácticas judías tenían un sentido: la justicia, es decir la fidelidad en el encuentro don Dios y con los miembros del pueblo como hermanos. Pero al vaciarlas de contenido ni Dios ni el hermano eran importantes, “yo” era el centro, los aplausos son importantes.

Las comunidades cristianas que venían del mundo judío siguieron con la costumbre de la oración, la limosna y el ayuno, pero Mateo quiere alertarlos sobre cualquier hipocresía en la cual los signos de la piedad y la justicia son en realidad injustos e impíos. Para que verdaderamente haya un encuentro con Dios y el hermano esos signos, o cualquier otro, deben nacer de una encuentro profunda con Dios como Padre y los otros como hermanos. De eso se trata el Reino de Dios. Y todas nuestras actitudes, especialmente los signos con los que en la Cuaresma que comienza pretendemos expresar nuestra fidelidad a Dios como Pueblo, serán verdaderos signos de un verdadero encuentro, sólo en la medida que vayan acompañados de obras de justicia.

Colaboración Servicio Bíblico Latinoamericano


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Comentario:

Vivir pendiente del “que dirán” es uno de los errores más funestos del ser humano. Uno pierde su libertad. Vive encadenado a los que le rodean. Destruye su personalidad de una forma lamentable.

Actuar de cara a las personas, buscando su consideración, esperando elogios y alabanzas, no nos permite vivir en plenitud nuestra vocación humana..

Hay pagas onerosas que, al gastarlas, se nos vuelven esquivas. Queríamos ganar consideración, respeto y hemos provocado envidias, suspicacias...

No hay que actuar por conveniencias pasajeras y estructurales, sino por convicciones serias y maduradas. Buscar premios caducos y sin relevancia nos hace perder tiempo y fuerzas.

La farsa, la mentira y el engaño, si se llevan al mundo religioso, se convierten en un desprecio a Dios, a los demás y a nosotros mismos. La religiosidad sin vida es una comedia de mal gusto. La pretensión de “negociar” con Dios beneficios puramente materiales a cambio de ofrecerle ciertos ritos o fórmulas estudiadas es un desprecio a la divinidad del Creador.

La oración, la limosna y el ayuno forman parte esencial de la identidad del creyente en Cristo Jesús. Pero, todas ellas tienen su clima, su estilo y su manera.

La oración ha sido, en muchos casos, desvirtuada por una práctica exterior, sin vida y sin corazón, como recurso fácil para obtener beneficios materiales y espirituales. Hay una forma de ayuno interesado que busca, en bastantes casos, mejorar la figura corporal, rendir tributo a la estética o simplemente buscar réditos deportivos. Existen formas de generosidad mediatizadas por el orgullo, siendo generosos, exigiendo a cambio, honores y servilismos. Te doy si tu, a cambio, me adoras.

La Palabra de Cristo purifica mentes, enciende corazones, transforma vida, siempre desde dentro. Exige cambio interior, limpieza de conciencia, transparencia de vida.

Aquello que tantas veces hemos oído de “polvo eres y en polvo te has de convertir” es un claro aviso de navegantes. Lo que de verdad trasciendo el dolor y la muerte es la luz interior del ser humano.

Me parece más positivo y estimulante el sabio aviso de la Iglesia: Conviértete y cree en el Evangelio. Es un grito de liberación y un mejor programa de vida saludable. Practicando con fidelidad el Evangelio no vamos a llamar la atención de los poderosos de la tierra, pero nos sentiremos muy a gusto frente a Dios. (Padre Gregorio Mateu)



Pidamos a Dios nos conceda la gracia de no caer en la tentación de vivir pendientes del que dirán los otros sino que dirá Él, al fin de cuentas podemos engañar a todos menos a Él. Del mismo modo que no pretendamos creernos dioses y jueces que saben lo que hay en el corazón de los demás, que la limosna que demos sea mirar con amor a nuestro prójimo más aun cuando está caído y necesita más de nuestra mano para levantarse que de nuestras críticas. que confiemos en el poder de la oración porque Nuestro Señor asi lo ha prometido y que ayunemos de todo aquello que pueda manchar nuestra alma.
Bendiciones
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MensajePublicado: Jue Feb 22, 2007 4:15 pm    Asunto:
Tema: Comentario al Evangelio de Hoy
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Día litúrgico: 22 de Febrero: La Cátedra de san Pedro, apóstol


Texto del Evangelio (Mt 16,13-19): En aquel tiempo, llegado Jesús a la región de Cesarea de Filipo, hizo esta pregunta a sus discípulos: «¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del hombre?». Ellos dijeron: «Unos, que Juan el Bautista; otros, que Elías, otros, que Jeremías o uno de los profetas». Díceles Él: «Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?». Simón Pedro contestó: «Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo».

Replicando Jesús le dijo: «Bienaventurado eres Simón, hijo de Jonás, porque no te ha revelado esto la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en los cielos. Y yo te digo que tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella. A ti te daré las llaves del Reino de los Cielos; y lo que ates en la tierra quedará atado en los cielos, y lo que desates en la tierra quedará desatado en los cielos».


Comentario: Rev. D. Antoni Carol i Hostench (Sant Cugat del Vallès-Barcelona, España)

«Y yo te digo que tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia»

Hoy celebramos la Cátedra de san Pedro. Desde el siglo IV, con esta celebración se quiere destacar el hecho de que —como un don de Jesucristo para nosotros— el edificio de su Iglesia se apoya sobre el Príncipe de los Apóstoles, quien goza de una ayuda divina peculiar para realizar esa misión. Así lo manifestó el Señor en Cesarea de Filipo: «Yo te digo que tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia» (Mt 16,18). En efecto, «es escogido sólo Pedro para ser antepuesto a la vocación de todas las naciones, a todos los Apóstoles y a todos los padres de la Iglesia» (San León Magno).

Desde su inicio, la Iglesia se ha beneficiado del ministerio petrino de manera que san Pedro y sus sucesores han presidido la caridad, han sido fuente de unidad y, muy especialmente, han tenido la misión de confirmar en la verdad a sus hermanos.

Jesús, una vez resucitado, confirmó esta misión a Simón Pedro. Él, que profundamente arrepentido ya había llorado su triple negación ante Jesús, ahora hace una triple manifestación de amor: «Señor, tú lo sabes todo, tú sabes que te amo» (Jn 21,17). Entonces, el Apóstol vio con consuelo cómo Jesucristo no se desdijo de él y, por tres veces, lo confirmó en el ministerio que antes le había sido anunciado: «Apacienta mis ovejas» (Jn 21,16.17).Esta potestad no es por mérito propio, como tampoco lo fue la declaración de fe de Simón en Cesarea: «No te ha revelado esto la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en los cielos» (Mt 16,17). Sí, se trata de una autoridad con potestad suprema recibida para servir. Es por esto que el Romano Pontífice, cuando firma sus escritos, lo hace con el siguiente título honorífico: Servus servorum Dei.

Se trata, por tanto, de un poder para servir la causa de la unidad fundamentada sobre la verdad. Hagamos el propósito de rezar por el Sucesor de Pedro, de prestar atento obsequio a sus palabras y de agradecer a Dios este gran regalo.

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Mateo 16,13-19: Te daré las llaves del reino de los cielos

El verdadero discípulo debe tener claridad sobre la identidad de su maestro. Pedro responde sin vacilaciones por todos sus compañeros, pero Jesús sabe que, aunque su respuesta sea correcta y merezca felicitación por sus palabras, todavía no tiene claro en qué consiste el mesianismo del Maestro. Por eso en seguida pide a todos no digan a nadie que él es el Mesías (Mt 16,20). Porque Pedro y los otros discípulos creen todavía que el Mesías tiene que manifestarse con unos rasgos extraordinarios que la tradición judía le había ido adjudicando con el paso de los años. Esto lo podemos comprobar en la reacción que luego tendrá Pedro ante el anuncio que hace Jesús respecto de su pasión y sufrimientos futuros en Jerusalén a manos de las autoridades judías (Mt 16,21-22). El cristiano que siga a Jesús tanto en lo personal como en lo comunitario ha de responderse frecuentemente a la misma pregunta de Jesús: “¿quién dicen ustedes que soy yo?”. Movimientos y grupos a lo largo del tiempo han tenido y siguen teniendo distintas aproximaciones a la experiencia del Jesús histórico, las que van desde las más espiritualistas hasta las de un materialismo absoluto. Tales extremos deshumanizan de un modo u otro a Jesús, porque lo reducen a un modelo sólo espiritual y descarnado, o bien le asignan características en apariencia más humanas, pero que no trascienden ni ayudan a trascender al hombre y la mujer de hoy.

Colaboración Servicio Bíblico Latinoamericano





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Comentario:

La dinámica de las preguntas nos permite aprender, mejorar, descubrir... Dentro de una pregunta hay altas dosis de curiosidad, deseos de saber, inquietud intelectual.

Vivimos tiempos de conformismo, de poco esfuerzo. Se acude a lo establecido ya que resulta más cómodo repetir lo conocido que buscar nuevos caminos, arriesgadas rutas.

La mejor pedagogía es la que estimula la curiosidad del niño y le invita a descubrir por sí mismo las sendas de la verdad.

La imaginación creadora abre cauces adecuados al progreso del mundo y de las personas.

Recrear es un privilegio singular de los seres humanos.

Jesús pregunta a los apóstoles. Quiere que piensen, que indaguen, que descubran la verdad. Quiere que iluminen sus mentes para seguir en el camino correcto.

Pueden escuchar a la gente, saber lo que opinan las personas, siempre que ellos tengan su propio pensamiento, su genuina convicción.

La verdad total no se encuentra en los libros, no es propiedad exclusiva de unos pocos privilegiados, no se puede comprar con dinero.
La verdad es fruto de una búsqueda constante, de un trabajo denodado centrado en descubrir las maravillas inacabables de la vida y de las personas.

La verdad se encuentra en Jesús. En su vida. En su mensaje. En su herencia: la Iglesia. En la fuerza de su Espíritu. Pedro contesta, no lo que sabe y ha aprendido, sino lo que Dios le ha inspirado. Su respuesta no es fruto de ciencia humana, sino de mensaje divino.

Pedro ha indagado, preguntado meditado sobre aquel hombre extraordinario que tiene a su lado y al que sigue con fidelidad. No es como los demás. ¿Quién es?

Las respuestas de Jesús son como semillas sembradas en el corazón humano: generan otras preguntas, despiertan nuevas curiosidades.

Las llaves abren y cierran puertas. En manos siempre de personas libres, capaces de lo mejor y de lo peor. Pedro y sus sucesores tienen las llaves del reino.

Atar y desatar es el acto en que los jueces deciden la libertad o la prisión del acusado. Autoridad y obediencia se conjugan en clave evangélica.

No hay Iglesia sin Pedro. No hay unidad sin referencias a Cristo y a su Palabra. No hay verdadera libertad sin búsqueda sincera de la voluntad de Dios en nuestras vidas. ¿Quién es Cristo para ti? Entra dentro de ti mismo, y busca, pregunta, indaga que ha hecho en tu vida, que misión te encomienda y que espera de ti en el futuro. (Padre Gregorio Mateu)


Que al igual que Pedro podamos decir siempre que Jesús es para nosotros el hijo de Dios vivo, alguien que nos acompaña siempre y está en cada uno de nuestros hermanos. Y que sepamos aceptar la autoridad del Papa y nos dejémos guiar por nuestros sacerdotes.
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MensajePublicado: Vie Feb 23, 2007 12:50 pm    Asunto:
Tema: Comentario al Evangelio de Hoy
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Día litúrgico: Viernes después de Ceniza


Texto del Evangelio (Mt 9,14-15): En aquel tiempo, se le acercan los discípulos de Juan y le dicen: «¿Por qué nosotros y los fariseos ayunamos, y tus discípulos no ayunan?». Jesús les dijo: «Pueden acaso los invitados a la boda ponerse tristes mientras el novio está con ellos? Días vendrán en que les será arrebatado el novio; entonces ayunarán».


Comentario: Rev. D. Xavier Pagés i Castañer (La Llagosta-Barcelona, España)

«Días vendrán en que les será arrebatado el novio; entonces ayunarán»


Hoy, primer viernes de Cuaresma, habiendo vivido el ayuno y la abstinencia del Miércoles de Ceniza, hemos procurado ofrecer el ayuno y el rezo del Santo Rosario por la paz, que tanto urge en nuestro mundo. Nosotros estamos dispuestos a tener cuidado de este ejercicio cuaresmal que la Iglesia, Madre y Maestra, nos pide que observemos, y a recordar que el mismo Señor dijo: «Días vendrán en que les será arrebatado el novio; entonces ayunarán» (Mt 9,15). Tenemos el deseo de vivirlo no sólo como el cumplimiento de un precepto al que estamos obligados, sino —sobre todo— procurando llegar a encontrar el espíritu que nos conduce a vivir esta práctica cuaresmal y que nos ayudará en nuestro progreso espiritual.
Buscando este sentido profundo, nos podemos preguntar: ¿cuál es el verdadero ayuno? Ya el profeta Isaías, en la primera lectura de hoy, comenta cuál es el ayuno que Dios aprecia: «Parte con el hambriento tu pan, y a los pobres y peregrinos mételos en tu casa; cuando vieres al desnudo, cúbrelo; no los rehuyas, que son hermanos tuyos. Entonces tu luz saldrá como la mañana, y tu salud más pronto nacerá, y tu justicia irá delante de tu cara, y te acompañará el Señor» (Is 58,7-Cool. A Dios le gusta y espera de nosotros todo aquello que nos lleva al amor auténtico con nuestros hermanos.

Cada año, el Santo Padre Juan Pablo II nos escribía un mensaje de Cuaresma. En uno de estos mensajes, bajo el lema «Hace más feliz dar que recibir» (Hch 20,35), sus palabras nos ayudaron a descubrir esta misma dimensión caritativa del ayuno, que nos dispone —desde lo profundo de nuestro corazón— a prepararnos para la Pascua con un esfuerzo para identificarnos, cada vez más, con el amor de Cristo que le ha llevado hasta dar la vida en la Cruz. En definitiva, «lo que todo cristiano ha de hacer en cualquier tiempo, ahora hay que hacerlo con más solicitud y con más devoción» (San León Magno, papa).


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Mt 9,14-15: Cuando se lleven al novio ayunarán

Los discípulos de Juan están aún desconcertados frente a la persona de Jesús, y observan cuidadosamente sus acciones. Quizás sea este profeta nazareno el Ungido de Dios, el Mesías. Pero, si es así, ¿por qué no cumple con la Ley? Por eso van a plantearle el tema del ayuno. Ellos mismos y los discípulos de los fariseos (los religiosos por excelencia) ayunan en todas las instancias ordenadas.

De ese encuentro afloran en este texto dos elementos importantes. En primer lugar, la controversia de Jesús con las prácticas de piedad de sus contemporáneos. En segundo lugar, la diferencia entre la comunidad de Jesús y los demás grupos religiosos o mesiánicos de la época. En el fondo del pasaje está el conflicto entre el grupo de Jesús, el de Juan y el de los fariseos.

La respuesta de Jesús a la consulta es tajante. Mientras el novio esté con sus invitados –o sea, él mismo celebrando con sus discípulos la gran boda del reino que llega- no es lógico que ellos ayunen. Cuando el novio les sea arrebatado, entonces sí ayunarán. Mientras Jesús esté en medio de los suyos, las prácticas externas, rituales o meramente devocionales no tienen vigencia importante. Pero cuando Jesús no esté presente, entonces se sentirá el vacío de su ausencia en la vida de las personas y de la comunidad, y ésta decidirá las prácticas acordes con el mensaje del Maestro.

Para Jesús, la práctica del ayuno está ligada estrechamente a la conversión del corazón y a la práctica del amor fraterno y solidario con los hermanos. Lo que salva al ser humano no es el cumplimiento de una serie de preceptos y ritos externos. La salvación, es decir, la liberación y dignificación de las personas, radica en la relación personal con Jesús y el compromiso con su proyecto: el reinado de Dios. Todo lo demás es secundario.
Es útil tenerlo en cuenta en esta Cuaresma, tiempo tan ligado antiguamente a la rigurosidad de los ayunos y abstinencias.

Colaboración Servicio Bíblico Latinoamericano




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Comentario:

La alegría de estar con Cristo aleja de nosotros todo forma externa de tristeza y laceración. Es preciso marcar el acento en lo positivo antes que en lo negativo.

Resulta peligroso confundir los medios con los fines. Cuando convertimos los medios en fines, dejamos los fines en el terreno de lo anecdótico.

En la vida necesitamos tener bien claros los ‘porqués” antes de aplicar los “cómos”... “Quién tiene un gran por qué, se hace capaz de soportar cualquier cómo”. (Nietzche)

El ayuno manifiesta un deseo de conversión. Pero, hay que ir mucho más allá del rito externo, para llegar al cambio interior.

No puede entenderse el ayuno externo sin el perfume de la caridad. Ofrezco mi ayuno a Dios para mejor solidarizarme con el ser humano.
Los planos son un medio para, luego, edificar la obra. Los contemplamos, los estudiamos para construir el edificio. Pero, no vivimos en ellos, ni les rendimos culto.

Las formas religiosas, los preceptos legales, los cumplimientos externos carecen de sentido si no responden a la vivencia interior.

Los discípulos estaban con el maestro. Le escuchaban, aprenden, seguían sus enseñanzas, imitaban sus obras y estaban dispuestos a dar su vida por Él.

Prestaban muy poca importancia a nimiedades legales cuando está con ellos el Legislador supremo, el modelo ejemplar de fidelidad.

¿Qué importancia puede tener tomar o dejar de tomar un alimento en un día concreto, cuando han encontrado la luz que guía sus pasos por caminos seguros y el alimento que les satisface plenamente?

La Cuaresma no es meta, sino camino hacia la Pascua. La penitencia no es el fin, sino la estrategia para dominar nuestras pasiones y unirnos a Dios. (Padre Gregorio Mateu)

Que nuestro ayuno no sea simplemente por cumplir sino que por amor sea un proceso de conversión, y que aparte de compartir el pan material compartamos el pan de la Palabra con todos los que lo necesitan.
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MensajePublicado: Sab Feb 24, 2007 12:58 pm    Asunto:
Tema: Comentario al Evangelio de Hoy
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Día litúrgico: Sábado después de Ceniza

Texto del Evangelio (Lc 5,27-32): En aquel tiempo, Jesús salió y vio a un publicano llamado Leví, sentado en el despacho de impuestos, y le dijo: «Sígueme». El, dejándolo todo, se levantó y le siguió. Leví le ofreció en su casa un gran banquete. Había un gran número de publicanos, y de otros que estaban a la mesa con ellos. Los fariseos y sus escribas murmuraban diciendo a los discípulos: «¿Por qué coméis y bebéis con los publicanos y pecadores?». Les respondió Jesús: «No necesitan médico los que están sanos, sino los que están mal. No he venido a llamar a conversión a justos, sino a pecadores».

Comentario: Rev. D. Joan Carles Montserrat i Pulido (Sabadell-Barcelona, España)

«No he venido a llamar a conversión a justos, sino a pecadores»


Hoy vemos cómo avanza la Cuaresma y la intensidad de la conversión a la que el Señor nos llama. La figura del apóstol y evangelista Mateo es muy representativa de quienes podemos llegar a pensar que, por causa de nuestro historial, o por los pecados personales o situaciones complicadas, es difícil que el Señor se fije en nosotros para colaborar con Él.

Pues bien, Jesucristo, para sacarnos toda duda nos pone como primer evangelista el cobrador de impuestos Leví, a quien le dice sin más: «Sígueme» (Lc 5,27). Con él hace exactamente lo contrario de lo que una mentalidad “prudente” pudiera considerar. Si hoy queremos aparentar ser “políticamente correctos”, Leví —en cambio— venía de un mundo donde padecía el rechazo de todos sus compatriotas, ya que se le consideraba, sólo por el hecho de ser publicano, colaboracionista de los romanos y, posiblemente, defraudador por las “comisiones”, el que ahogaba a los pobres para cobrarles los impuestos, en fin, un pecador público.

A los que se consideraban perfectos no se les podía pasar por la cabeza que Jesús no solamente los llamara a seguirlo, sino ni tan sólo a sentarse en la misma mesa.

Pero con esta actitud de escogerlo, Nuestro Señor Jesucristo nos dice que más bien es este tipo de gente de quien le gusta servirse para extender su Reino; ha escogido a los malvados, a los pecadores, a los que no se creen justos: «Para confundir a los fuertes, ha escogido a los que son débiles a los ojos del mundo» (1Cor 1,27). Son éstos los que necesitan al médico, y sobre todo, ellos son los que entenderán que los otros lo necesiten.
Hemos de huir, pues, de pensar que Dios quiere expedientes limpios e inmaculados para servirle. Este expediente sólo lo preparó para Nuestra Madre. Pero para nosotros, sujetos de la salvación de Dios y protagonistas de la Cuaresma, Dios quiere un corazón contrito y humillado. Precisamente, «Dios te ha escogido débil para darte su propio poder» (San Agustín). Éste es el tipo de gente que, como dice el salmista, Dios no menosprecia.

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No vine a llamar a justos, sino a pecadores

Leví encarna la actitud del hombre que sabe discernir cuál es el camino que debe seguir. De una vida completamente dedicada a la opresión y a la injusticia, Leví es capaz de pasar a un seguimiento que humanamente no trae lucro alguno ni compensación material, pero que sintoniza perfectamente con el evangelio de Jesús; y eso es motivo de celebración y fiesta. Ese cambio de vida y de actitud, ese encuentro con la verdad y la justicia encarnadas en Jesús es motivo para celebrar con lo que los orientales más aman: con un banquete; y en él participan Jesús y sus discípulos. Es la manera también como Jesús vive y celebra los cambios que van produciendo en los otros sus palabras y sus acciones; no se trata solamente de invitar al seguimiento; Jesús se involucra en la vida del seguidor/discípulo hasta el punto de aparecer como un infractor de la Ley, que prohibía compartir la mesa con publicanos y pecadores. Los fariseos encarnan aquí la contradicción y la hipocresía que muchas veces invade a la religión. Creyéndonos buenos y justos, con frecuencia obstaculizamos el camino de la conversión de tantos hombres y mujeres; somos celosos del amor y la misericordia de Dios hasta el punto de pretender prohibirle a Dios su cercanía y acogida a quienes consideramos pecadores.
Colaboración del Servicio Bíblico Latinoamericano


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Comentario:

La mirada de Jesús es penetrante, acogedora, sugerente. No se limita a pasar por encima de las personas. Lleva dentro en mensaje de salvación.

Jesús no pasa de largo, rozando apenas el vestido; entra en cada corazón, dejando huellas de bondad y sugiriendo rutas de felicidad.

No le importa el prestigio, ni las miserias, ni la solvencia económica, ni los quebrantos morales... La interesa la identidad del ser, llamado a hermosas aventuras de realización.

Vio a un publicano, dedicado a su negocio de recaudar, extorsionando. Estaba sentado, seguro en su negocio, satisfecho de su labor, enriquecido a costa del pobre.

Jesús observa la verdad de aquel corazón confundido e inquieto. No el poder ni el dinero le han proporcionado la felicidad deseada. Busca más, desea algo mejor para su espíritu.

Por ello, las palabras de Jesús marcan su vida definitivamente: ¡SIGUEME!

Habiendo seguido la ruta del dinero, se sentía pobre. Habiendo caminado por la ruta del poder, se sentía esclavo. Habiendo extorsionado a los más débiles, se sentía insatisfecho.

No sólo se siente observado, mirado, tocado por Jesús. También él sabe ver: la paz del nazareno, sus palabras de fuego, su corazón amoroso, su entrega incondicional a los más pobres y necesitados.

Jesús le ofrece su amistad, su compañía, su mensaje de salvación. Leví le abre su casa, le brinda su corazón, le ofrece su vida sin condiciones.

Una vez más, podemos disfrutar de la magia de los encuentros en el evangelio. Amor con amor se paga. Generosidad genera generosidad. Luz disipa tinieblas.

Los encuentros con Jesús sanan heridas, devuelven paz y serenidad, generan oleadas de generosidad. Él es médico, medicina y salud, todo a la vez. (Padre Gregorio Mateu)

Que cuando Jesús nos llame seamos capaces de seguirlo, que no nos llenemos de nostalgia por lo que dejamos sino gozo por lo que ganamos y que cuando veamos a un hermano en proceso de conversión lo le echemos en cara su pasado sino compartamos us alegría por ese nacimiento a la vida nueva.
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monik
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MensajePublicado: Dom Feb 25, 2007 1:44 pm    Asunto:
Tema: Comentario al Evangelio de Hoy
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Día litúrgico: Domingo I (C) de Cuaresma


Texto del Evangelio (Lc 4,1-13): En aquel tiempo, Jesús, lleno de Espíritu Santo, se volvió del Jordán, y era conducido por el Espíritu en el desierto, durante cuarenta días, tentado por el diablo. No comió nada en aquellos días y, al cabo de ellos, sintió hambre. Entonces el diablo le dijo: «Si eres Hijo de Dios, di a esta piedra que se convierta en pan». Jesús le respondió: «Esta escrito: ‘No sólo de pan vive el hombre’».

Llevándole a una altura le mostró en un instante todos los reinos de la tierra; y le dijo el diablo: «Te daré todo el poder y la gloria de estos reinos, porque a mí me ha sido entregada, y se la doy a quien quiero. Si, pues, me adoras, toda será tuya». Jesús le respondió: «Está escrito: ‘Adorarás al Señor tu Dios y sólo a Él darás culto’».

Le llevó a Jerusalén, y le puso sobre el alero del Templo, y le dijo: «Si eres Hijo de Dios, tírate de aquí abajo; porque está escrito: ‘A sus ángeles te encomendará para que te guarden’. Y: ‘En sus manos te llevarán para que no tropiece tu pie en piedra alguna’». Jesús le respondió: «Está dicho: ‘No tentarás al Señor tu Dios’». Acabada toda tentación, el diablo se alejó de Él hasta un tiempo oportuno.


Comentario: P. Josep de Calasanç Laplana OSB (Monje de Montserrat, Cataluña-España)

«Era conducido por el Espíritu en el desierto, durante cuarenta días, tentado por el diablo»Hoy, Jesús, «lleno de Espíritu Santo» (Lc 4,1), se adentra en el desierto, lejos de los hombres, para experimentar de forma inmediata y sensible su dependencia absoluta del Padre. Jesús se siente agredido por el hambre y este momento de desfallecimiento es aprovechado por el Maligno, que lo tienta con la intención de destruir el núcleo mismo de la identidad de Jesús como Hijo de Dios: su adhesión sustancial e incondicional al Padre. Con los ojos puestos en Cristo, vencedor del mal, los cristianos hoy nos sentimos estimulados a adentrarnos en el camino de la Cuaresma. Nos empuja a ello el deseo de autenticidad: ser plenamente aquello que somos: discípulos de Jesús y, con Él, hijos de Dios. Por esto queremos profundizar en nuestra adhesión honda a Jesucristo y a su programa de vida que es el Evangelio: «No sólo de pan vive el hombre» (Lc 4,4).

Como Jesús en el desierto, armados con la sabiduría de la Escritura, nos sentimos llamados a proclamar en nuestro mundo consumista que el hombre está diseñado a escala divina y que sólo puede colmar su hambre de felicidad cuando abre de par en par las puertas de su vida a Jesucristo Redentor del hombre. Esto comporta vencer multitud de tentaciones que quieren empequeñecer nuestra vocación humano-divina. Con el ejemplo y con la fuerza de Jesús tentado en el desierto, desenmascaremos las muchas mentiras sobre el hombre que nos son dichas sistemáticamente desde los medios de comunicación social y desde el medio ambiente pagano donde vivimos.

San Benito dedica el capítulo 49 de su Regla a “La observancia cuaresmal” y exhorta a «borrar en estos días santos las negligencias de otros tiempos (...), dándonos a la oración con lágrimas, a la lectura, a la compunción del corazón y a la abstinencia (...), a ofrecer a Dios alguna cosa por propia voluntad con el fin de dar gozo al Espíritu Santo (...) y a esperar con deseo espiritual la Santa Pascua».

www.evangeli.net



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Tiempo lindo la Cuaresma. Tiempo de "parar la máquina", de serenidad, de "mirar para adentro"... y ¡¡¡preguntarnos tantas cosas!!! En nuestros días, ¡cuántas caídas!, ¡cuántas infidelidades!, ¡cuántas injusticias! Es tiempo de descubrir cuánto tenemos que cambiar.

El Evangelio de Lucas, nos pone a Jesús en paralelo con el pueblo de Israel. En las mismas circunstancias en las que el pueblo fue infiel, Jesús sale adelante; y para resaltar el paralelo entre ambas situaciones, el evangelista recurre al desierto y a citas del Deuteronomio. Allí donde Israel cayó, allí Jesús sale adelante. Más que un acontecimiento es una plataforma, un programa: unidos a Jesús nada tenemos que temer, sólo el amor cuenta. Deberíamos aprovechar la Cuaresma para revisar cuántos desencuentros, cuántas infidelidades, cuántas injusticias... Pero, al revisarlas, corregirlas; es que la Cuaresma es tiempo de conversión, y conversión significa caminar, camino de vuelta al Padre.

Cuaresma, ¡tiempo lindo! Tiempo de volverse a Dios, y de volverse a tantos hermanos despreciados, olvidados, oprimidos.Tiempo de justicia, de verdad, de liberación.

Mientras el pueblo de Israel, en la tentación no fue fiel y cedió, ahora nos encontramos a Jesús en la misma situación, en la misma tentación. ¡Y triunfa! Jesús aparece en el Evangelio de hoy como el que vence la tentación. Porque es posible vencerla. Muchas voces, de dentro y de fuera buscan separarnos de Dios, de sus proyectos, de sus caminos. Pero hay una voz más fuerte, más firme, que puede vencer esas otras voces si disponemos el corazón para escucharla. Hace falta tener un oído muy fino, un silencio atento, un corazón dócil.

Para eso existe la Cuaresma, para que sepamos mirar la vida, y mirarnos en la vida; para que sepamos prestar atención a los caminos y proyectos que nos rodean, y enfrentarlos con los caminos y proyectos de Dios. Para eso existe la Cuaresma, para que apaguemos los ruidos que aturden y ensordecen, para que acallemos las voces que esconden la voz de Dios, para no escuchar cantos de sirenas que nos hablan de la felicidad de comprar, de poseer o de determinados caminos, sino que podamos oír la voz del amor, la voz que se grita en el silencio y el desierto. Para eso existe la Cuaresma, para dejarnos seducir por Dios en el desierto, para volver a las fuentes, para volver a la fidelidad primera, “como un niño frente a Dios". Para eso existe la Cuaresma.

¿Y nuestra Cuaresma? Tantas veces habremos dicho: “Cuaresma, tiempo de confesión”, pero ¿de qué sirve si no es un cambio de vida, un cambio de camino? ¿Qué Cuaresma vive el que no vive? La Cuaresma es tiempo de desierto, pero de desierto en medio del ruido y del mundo, en medio del pecado y la infidelidad, en medio de la gente... Es allí donde estoy invitado a encontrarme con Dios y los hermanos, allí donde debo retomar la fidelidad... El recuerdo del desierto, terminó siendo recuerdo de la fidelidad de los israelitas: tiempo de fe, como recuerda el "Credo primitivo" de la primera lectura; se nos invita a creer de corazón en la Palabra (2a. lectura), no con los labios, sino con la vida, una vida de fidelidad y servicio. Aquí tenemos el centro, el corazón de la Cuaresma: ¡los hermanos! Revisemos nuestro servicio, nuestro amor, nuestro compromiso liberador; así revisaremos nuestra fe; así viviremos religiosamente nuestra Cuaresma.

Quien afirme no tener pecado es un mentiroso dice san Juan. Quien se reconoce pecador, y se decide a devolverle a Dios su lugar, empieza a preparar el camino para una vida coherente con los proyectos de Dios. El problema con los que no se reconocen pecadores, o con quienes no están dispuestos a dejar entrar a Dios en sus vidas, es que permanecen en el pecado. El tiempo de la cuaresma que comenzamos, es un ¡detente!, un mirar para adentro, es reconocer que hemos caminado sin Dios buena parte de nuestra vida... Pero, casi podemos decir que a Dios no le importa: no le importa la gravedad de nuestra ruptura, no le importa qué tan dios nos sentimos. Le importa que estemos decididos a vencer el pecado en el seguimiento de Jesús, a vencer el pecado con la Palabra de Dios.

En toda historia hay tiempos y momentos de fidelidad, y momentos de caídas. La Cuaresma es tiempo de recobrar fuerzas para retomar el camino, para "hacer camino al andar”. La Cuaresma es el tiempo oportuno para revisar, corregir y fortalecer todo esto; es tiempo de desierto, tiempo de encuentro con Dios frente a tantos desencuentros. Pero ¡cuidado! "¿Cuántas veces se ha empujado a las multitudes hacia el desierto, como si Tú sólo fueses accesible allá... Ábrenos los ojos para irte encontrando en cada rostro, para comulgarte cada vez que estrechamos una mano o sonreímos" (Luis Espinal).

Para la revisión de vida
- ¿Cuál es la tentación de fondo, mayor, en mi vida? ¿Qué debo hacer para superarla?
- ¿Cuáles son mis tentaciones menores, diarias? ¿Qué debo hacer?


Colaboración del Servicio Bíblico Latinoamericano



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Comentario:

Silencio, soledad, desierto son palabras que expresan encuentro con uno mismo, viaje interior, descubrimiento de la propia identidad.

El silencio es siempre hermoso. En sus campos fecundos florece la sabiduría.

Si quieres oír las melodías de tu cielo interior, deja que el silencio se apodere de tu vida.

La mejor manera de defender tu identidad y guardar los tesoros de tu alma, se logra fomentado el silencio fecundo, la reflexión serena y la escucha atenta.

El espíritu del mal quiere turbar la serenidad de Jesús. No logra su propósito en el silencio del desierto; fracasa en las alturas del templo; pierde la batalla en lo alto de un monte.

Jesús estaba preparado para vencer las taimadas tentaciones que le brindaba el diablo. Sencillamente, había orado, había practicado el ayuno... Era dueño de sus actos.

Jesús no lleva a cabo milagros innecesarios. No hace jamás alardes de su poder. No acepta imposiciones de los agentes de la mentira.

La labor de convertir las piedras en pan está en nuestras manos. Es fruto de nuestro trabajo. Deja que Dios sea Dios y cumple tu misión humana con fidelidad.

Los reinos de este mundo son caducos y permanecen vacíos de contenido. Son como sombras que se desvanecen como nubes que pasan sin dejar huella.

El poder y la gloria en clave humana están destinados a desaparecer. Solo quedan en pie el poder y la gloria de Dios.

El tentador tiene éxito cuando encuentra al ser humano descuidado. No hay que dejarle ningún resquicio para que pueda entrar en nuestras vidas.

Las tentaciones nos sitúan en nuestra frágil realidad: somos vulnerables, capaces de lo mejor y de lo peor. Para vencer al enemigo, necesitamos poner todas nuestras fuerzas al servicio del bien.

La oración, la penitencia, el ayuno, el sacrificio y la caridad tienen que aflorar para podamos lograr el cambio interior que tanto necesitamos. (Padre Gregorio Mateu)


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Domingo I de Cuaresma: No caer en la tentación

25 de febrero
"Jesús, lleno del Espíritu Santo, volvió del Jordán y durante cuarenta días, el Espíritu lo fue llevando por el desierto, mientras era tentado por el diablo” (Lc 4, 1-4)
El mundo y el demonio son pródigos en sugerirnos tentaciones que nos apartan del camino de Cristo, del camino del amor. Tentaciones que son siempre atractivas, pues de lo contrario sería muy fácil e incluso espontáneo rechazarlas.
Hay muchas tentaciones y, quizá, cada uno tiene las suyas particulares, lo mismo que se tienen determinadas virtudes. Con frecuencia, incluso, hay defectos que van unidos a las virtudes; las personas nerviosas suelen ser muy activas y las tranquilas tienden a ser perezosas; las personas que estallan con explosiones de mal genio, tienden a tener un buen corazón y a no guardar rencor, mientras que las que controlan mejor su carácter a veces pasan facturas más tarde. Por eso no hay que alarmarse por sufrir tentaciones, sino que hay que luchar para no caer en ellas, a la vez que se saca partido de la parte positiva de nuestra manera de ser, de la manera de ser de cada uno. No hay que olvidar aquella vieja máxima que expresa con sabiduría un principio básico de la moral católica: “Una cosa es sentir y otra consentir”, lo cual no significa que tengamos vía libre para jugar con fuego.
Pero hay una tentación que es frecuente hoy: la de trabajar hasta el agotamiento sin nutrirnos de motivaciones que nos ayuden a recuperar las fuerzas que gastamos en el trabajo. Hay mucha gente que se da y que un día descubre que está vacía. Darse es una forma de llenarse, ciertamente, pero eso sólo se produce cuando la entrega se hace por amor a Dios. No caer en la tentación del activismo es el objetivo de esta semana.
Propósito: Rezar más para trabajar mejor. Buscar en Cristo la ayuda que necesitamos para poder amar como Él nos ha enseñado, para rechazar las tentaciones
www.frmaria.org/



Es muy importante la lectura de la Biblia, el mismo Jesús nos lo dice que tenemos que alimentarnos de la Palabra de Dios, asimilarla en nuestra vida, fortalecernos con ella asi como hacemos con el alimento material, creer que todo lo que dice es para nuestro bien aunque en algunas ocasiones no nos guste porque el demonio nos tienta y nos quiere hacer creer que vamos a ser más felices si desobedecemos a Dios. También Dios debe ser el centro de nuestra vida, sólo a Él adoración, no pensar que es el fin del mundo cuando perdemos algo lo que sea por muy valioso, podemos vivir sin todo excepto sin Él. Tampoco debemos caer en la tentación de tentar a Dios cuestionándo lo cuando no nos resuelve un problema, es muy fácil cuando nos sentimos mal caer en la tentación de decir por qué a mi o hasta cuándo, en todo caso deberíamos pedirle a Dios que nos de su luz para aún en medio de esa adversidad poder sacar algo provechoso y también la fortalez.a necesaria para saber esperar y aceptar su voluntad.
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MensajePublicado: Lun Feb 26, 2007 1:19 pm    Asunto:
Tema: Comentario al Evangelio de Hoy
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Día litúrgico: Lunes I de Cuaresma


Texto del Evangelio (Mt 25,31-46): En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Cuando el Hijo del hombre venga en su gloria acompañado de todos sus ángeles, entonces se sentará en su trono de gloria. Serán congregadas delante de Él todas las naciones, y Él separará a los unos de los otros, como el pastor separa las ovejas de los cabritos. Pondrá las ovejas a su derecha, y los cabritos a su izquierda. Entonces dirá el Rey a los de su derecha: ‘Venid, benditos de mi Padre, recibid la herencia del Reino preparado para vosotros desde la creación del mundo. Porque tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber; era forastero, y me acogisteis; estaba desnudo, y me vestisteis; enfermo, y me visitasteis; en la cárcel, y vinisteis a verme’. Entonces los justos le responderán: ‘Señor, ¿cuándo te vimos hambriento, y te dimos de comer; o sediento, y te dimos de beber? ¿Cuándo te vimos forastero, y te acogimos; o desnudo, y te vestimos? ¿Cuándo te vimos enfermo o en la cárcel, y fuimos a verte?’. Y el Rey les dirá: ‘En verdad os digo que cuanto hicisteis a unos de estos hermanos míos más pequeños, a mí me lo hicisteis’.

»Entonces dirá también a los de su izquierda: ‘Apartaos de mí, malditos, al fuego eterno preparado para el Diablo y sus ángeles. Porque tuve hambre, y no me disteis de comer; tuve sed, y no me disteis de beber; era forastero, y no me acogisteis; estaba desnudo, y no me vestisteis; enfermo y en la cárcel, y no me visitasteis’. Entonces dirán también éstos: ‘Señor, ¿cuándo te vimos hambriento o sediento o forastero o desnudo o enfermo o en la cárcel, y no te asistimos?’. Y él entonces les responderá: ‘En verdad os digo que cuanto dejasteis de hacer con uno de estos más pequeños, también conmigo dejasteis de hacerlo’. E irán éstos a un castigo eterno, y los justos a una vida eterna».


Comentario: Rev. D. Joaquim Monrós i Guitart (Tarragona, España)

«Cuanto dejasteis de hacer con uno de estos más pequeños, también conmigo dejasteis de hacerlo»Hoy se nos recuerda el juicio final, «cuando el Hijo del hombre venga en su gloria acompañado de todos sus ángeles» (Mt 25,31), y nos remarca que dar de comer, beber, vestir... resultan obras de amor para un cristiano, cuando al hacerlas se sabe ver en ellas al mismo Cristo.

Dice san Juan de la Cruz: «A la tarde te examinarán en el amor. Aprende a amar a Dios como Dios quiere ser amado y deja tu propia condición». No hacer una cosa que hay que hacer, en servicio de los otros hijos de Dios y hermanos nuestros, supone dejar a Cristo sin estos detalles de amor debido: pecados de omisión.

El Concilio Vaticano II, en la Gaudium et spes, al explicar las exigencias de la caridad cristiana, que da sentido a la llamada asistencia social, dice: «En nuestra época, especialmente urge la obligación de hacernos prójimo de cualquier hombre que sea y de servirlos con afecto, ya se trate de un anciano abandonado por todos, o de un niño nacido de ilegítima unión que se ve expuesto a pagar sin razón el pecado que él no ha cometido, o del hambriento que apela a nuestra conciencia trayéndonos a la memoria las palabras del Señor: ‘Cuanto hicisteis a unos de estos hermanos míos más pequeños, a mí me lo hicisteis’ (Mt 25,40)».
Recordemos que Cristo vive en los cristianos... y nos dice: «Yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo» (Mt 28,20).El Concilio Lateranense IV define el juicio final como verdad de fe: «Jesucristo ha de venir al fin del mundo, para juzgar a vivos y muertos, y para dar a cada uno según sus obras, tanto a los reprobados como a los elegidos (...) para recibir según sus obras, buenas o malas: aquellos con el diablo castigo eterno, y éstos con Cristo gloria eterna».

Pidamos a María que nos ayude en las acciones servicio a su Hijo en los hermanos.


www.evangeli.net





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Comentario:

De alguna manera tenemos que dar cuenta de nuestra vida. Todo cuanto vivimos y hacemos queda en la historia de cada ser humano.

Nada pasa desapercibido para Dios. No hay actos indiferentes. Todo tiene su sentido. La calidad de nuestras acciones viene dada por el amor que ponemos al realizarlas.

Al final de nuestra vida seremos examinados sobre el amor. La dificultad radica en saber que es el amor. ¿Cómo distinguir el verdadero amor entre tantos sucedáneos que se presentan como validos?

Jesús no elabora teorías sofisticadas sobre el amor. Prefiere mostrar lecciones practicas, aplicar terapias concretas.

Se repiten con exagerada reiteración muchas frases referidas al amor: “Mi amor”, “cariño mío”, “te quiero”, “mi cielo”... ¿Responden, en general, a un sentimiento profundo de afecto hacia la otra persona?

Recuerdo una canción, que susurro a menudo en mis horas de ocio: “Amor es vida, vida es alegría...” Lejos de definiciones sofisticadas, académicas, el amor se mueve en el terreno de la vida diaria.

El gran milagro: Dios está presente en cada uno de los que nos rodean.

La mejor ventura: Ganar el cielo siendo amables, cariñosos, asequibles, cercanos a los que nos encontramos en la tierra.

La mejor compañía: La de aquellos que ven a Dios en el hombre y la de los que sirven al hombre sabiendo que sirven a Dios.

La más valiosa tarea: Dar de comer a los que tienen hambre, vestir al desnudo, saciar la sed del sediento, visitar al preso, hospedar al peregrino, curar a los enfermos...

La mayor ventura: Oír a Cristo que nos dice: ¡Venid, benditos de mi Padre!

El descubrimiento más sorprendente: Dios está siempre presente en el entramado de nuestra vida diaria. (Padre Gregorio Mateu)




Cita:


http://www.archimadrid.es/comentario/default.htm
LOS AVISOS

Cada día estoy más convencido que los avisos no sirven para nada. Ayer vinieron tres personas preguntándome si no era Domingo de Ramos (eso es una Cuaresma cortita). Por otra parte el lampadario de mi parroquia (de esos modernos de lucecitas, que no son nada románticos pero son limpios), tiene un cartel hermoso que dice: “Sólo introducir monedas.” Alguien tuvo la paciencia de doblar un billete de cinco euros e introducirlo por la ranura, por lo que se cargó el monedero, me costará doscientos el arreglo. Así que tapé la ranura con un cartel más grande que decía: “No funciona.” Esta mañana una buena feligresa según llega, arranca el cartel, introduce sus veinte céntimos y viene a reclamarme que no se ha encendido su lucecita. Casi estoy convencido que si quiero llenar mi iglesia sólo tengo que poner una pancarta fuera, bien grande, que diga: “Prohibido venir a Misa.” Seguro que se pone a rebosar. Un amigo mío entró hace años en el metro, leyó que en cierta línea no había servicio y pensó: “no me importa, ya he ido al baño en mi casa” y después de un buen rato tuvo que avisarle el jefe de estación que se marchara del andén, que no iba a pasar ningún tren. Parece que si leemos un aviso, hacemos lo contrario.

“Cuando venga en su gloria el Hijo del hombre, y todos los ángeles con él, se sentará en el trono de su gloria, y serán reunidas ante él todas las naciones. Él separará a unos de otros, como un pastor separa las ovejas de las cabras.” A pesar de los pesares, aún a consta de sabernos de memoria el aviso de este Evangelio, seguimos pensando que la salvación será lo que nosotros queramos. Cuanta gente sigue dejando el infierno vacío, pues, a pesar de lo que hoy leemos, no de dejan a Jesucristo juzgar, ni a Dios poner sus mandamientos. “Yo soy el Señor.” Bastaría esa razón para que acatásemos como buenos siervos los mandatos del Señor, sin rechistar. Pero además de siervos hemos sido hechos hijos en el Hijo, por lo que nuestra celeridad y prontitud por cumplir lo que Dios nos manda debería ser mayor. Cuánto más cuanto Dios no piensa en sí mismo al darnos sus mandamientos, piensa en nosotros, nos conoce mejor que nosotros mismos y sólo quiere nuestra felicidad, ahora y en la eternidad.

“Venid vosotros, benditos de mi Padre; heredad el reino preparado para vosotros desde la creación del mundo.” Dios piensa en nosotros desde la creación del mundo. Esta cuaresma podemos cumplir los mandamientos o podemos amar los mandamientos de Dios. Si los cumplimos (que no está del todo mal), nos aferraremos a la letra para no hacer nada malo. Si los amamos estaremos pendientes de la más mínima indicación que Dios nos hace en nuestra vida, cuando nos encontramos con el que tiene hambre, sed, está desnudo, enfermo o en la cárcel. Es distinto preguntarse ¿qué tengo que hacer? a preguntarse ¿qué quiere Dios que haga?. Amar los mandamientos no es sólo escuchar los avisos, es hacerlos míos y vivirlos. Os aseguro que es mucho más apasionante vivir buscando cuál es la voluntad de Dios en mi vida, que vivir simplemente intentando no transgredir los mandamientos.
“Y éstos irán al castigo eterno, y los justos a la vida eterna.” Madre mía del cielo, ayúdanos a todos a ir a la vida eterna, contigo y todos los santos.

Pidamos al Señor que seamos capaces de hacer a un lado nuestro egoísmo y veamos el rostro de Jesús en cada uno de nuestros hermanos.
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MensajePublicado: Mar Feb 27, 2007 1:52 pm    Asunto:
Tema: Comentario al Evangelio de Hoy
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Día litúrgico: Martes I de Cuaresma


Texto del Evangelio (Mt 6,7-15): En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Al orar, no charléis mucho, como los gentiles, que se figuran que por su palabrería van a ser escuchados. No seáis como ellos, porque vuestro Padre sabe lo que necesitáis antes de pedírselo.

»Vosotros, pues, orad así: ‘Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu Nombre; venga tu Reino; hágase tu Voluntad así en la tierra como en el cielo. Nuestro pan cotidiano dánosle hoy; y perdónanos nuestras deudas, así como nosotros hemos perdonado a nuestros deudores; y no nos dejes caer en tentación, mas líbranos del mal’. Que si vosotros perdonáis a los hombres sus ofensas, os perdonará también a vosotros vuestro Padre celestial; pero si no perdonáis a los hombres, tampoco vuestro Padre perdonará vuestras ofensas».


Comentario: Rev. D. Joaquim Fainé i Miralpech (Tarragona, España)

«Al orar, no charléis mucho, porque vuestro Padre sabe lo que necesitáis»Hoy, Jesús —que es el Hijo de Dios— me enseña a mi a comportarme como un hijo de Dios. Un primer aspecto es el de la confianza cuando hablo con Él. Pero el Señor nos advierte: «No charléis mucho» (Mt 6,7). Y es que los hijos, cuando hablan con sus padres, no lo hacen con razonamientos complicados, ni diciendo muchas palabras, sino que con sencillez piden todo aquello que necesitan. Siempre tengo la confianza de ser escuchado porque Dios —que es Padre— me ama y me escucha. De hecho, orar no es informar a Dios, sino pedirle todo lo que necesito, ya que «vuestro Padre sabe lo que necesitáis antes de pedírselo» (Mt 6,8). No seré buen cristiano si no hago oración, como no puede ser buen hijo quien no habla habitualmente con sus padres.

El Padrenuestro es la oración que Jesús mismo nos ha enseñado, y es un resumen de la vida cristiana. Cada vez que rezo al Padre nuestro me dejo llevar de su mano y le pido aquello que necesito cada día para llegar a ser mejor hijo de Dios. Necesito no solamente el pan material, sino —sobre todo— el Pan del Cielo. «Pidamos que nunca nos falte el Pan de la Eucaristía». También aprender a perdonar y ser perdonados: «Para poder recibir el perdón que Dios nos ofrece, dirijámonos al Padre que nos ama», dicen las fórmulas introductorias al Padrenuestro de la Misa.

Durante la Cuaresma, la Iglesia me pide profundizar en la oración. «La oración, el coloquio con Dios, es el bien más alto, porque constituye (...) una unión con Él» (San Juan Crisóstomo). Señor, necesito aprender a rezar y a sacar consecuencias concretas para mi vida. Sobre todo, para vivir la virtud de la caridad: la oración me da fuerzas para vivirla cada día mejor. Por esto, pido diariamente que me ayude a disculpar tanto las pequeñas molestias de los otros, como perdonar las palabras y actitudes ofensivas y, sobre todo, a no tener rencores, y así podré decirle sinceramente que perdono de todo corazón a mis deudores. Lo podré conseguir porque me ayudará en todo momento la Madre de Dios.

www.evangeli.net




Cita:
Mt 6,7-15: Ustedes deben rezar así

Jesús traza criterios que se deben poner en práctica y que se convierten a la vez en motivo de revisión permanente para comprobar si avanzamos o retrocedemos en el camino a la construcción del reino que imploramos. Porque no se trata de “rezar” mucho, sino de orar y trabajar por lo que se pide.A qué apunta, pues, Jesús cuando lanza este derrotero para el camino de sus discípulos: en la versión mateana del Padrenuestro, Jesús invita en primer lugar a “ubicarnos” como personas con respecto a Dios, y a establecer tres aspectos importantes en esta relación, los que son un compromiso para cada momento: en primer lugar, que el nombre de Dios sea santificado. Es cierto que la santidad de Dios no depende de nosotros, pero es obligación primordial nuestra testimoniar ante el mundo esa santidad, mediante el estilo de vida consecuente que nos exigen nuestra filiación de tal Padre y la hermandad con todos sus demás hijos.

Así, hemos de orar dirigiéndonos a Dios como Padre, pero no con un mero sentimiento íntimo o un arrebato místico. Jesús se dirige a Dios y lo hace ver como Padre junto con asumir que sus semejantes son sus hermanos. Para Jesús la paternidad de Dios se tiene que sacramentalizar en la fraternidad; y esto no es un mero sentimiento suyo, sino su opción de vida; de modo que el nombre de Dios que Jesús santifica descansa sobre el proyecto de transparentarlo como Padre, pero a través de una relación de fraternidad sin exclusiones ni límites. He ahí el primer desafío para el discípulo y para nosotros, cristianos/as de hoy.

Colaboración Servicio Bíblico Latinoamericano




Cita:
Comentario:

¡Que pena que los rezos tengan, para mucha gente, sabor a algo rancio, repetitivo, rutinario! La monotonía de la lección aprendida de memoria, llega a también a la mente de muchos creyentes en Dios.

Usamos, muy a menudo, la comunicación con enorme superficialidad, sin acordarnos que las palabras son como dardos encendidos que queman y pueden lacerar. También pueden bendecir y aliviar.

Jesús es Palabra viva. Es Palabra encarnada. Es Palabra incisiva; penetra hasta el fondo del alma. Como Palabra de amor, enciende ilusiones, da vida eterna.

La palabra humana puede ser acertada, veraz, consoladora, estimulante, ejemplar, gozosa, llena de sabiduría, comunicadora de vida. Pero también puede estar revestida de falsedad, engaño, violencia y, por tanto, lastimar a las personas.

Cristo nos enseña a orar con las palabras precisas, claras, luminosas, llenas de sentido. Las pronuncian los hijos. Se dirigen al Padre. Se comparten con los hermanos.

Buscan primero la gloria de Dios. Nos impulsan a valorar en su justa medida el amor de Dios, su poder, su reinado de paz y de justicia. Nos invitan cordialmente a cumplir su voluntad.

Necesitamos el pan de cada día. Lo ganaremos con trabajo, nos supondrá un rosario de lágrimas, pero nos permitirá seguir adelante en la apasionante aventura de vivir.

Todavía no hemos asimilado convenientemente la lección del perdón. Guardamos en los recovecos del resentimiento una larga retahíla de suspicacias que no nos dejan volar y ser libres.

Perdonar es un ejercicio necesario para conjugar los tiempos de la fe. Es, asimismo, una condición necesaria para mantener la salud mental y emocional. Los rencores reiterados paralizan el alma.

Dios ha señalado con claridad las medidas del perdón. Nos recuerda San Agustín: “La medida del amor es amar sin medida”. Y el amor no puede jamás convivir con el rencor.

“Perdonando una ofensa se puede convertir en amigo a un enemigo, a un perverso reducirlo en hombre de nobles sentimientos. ¡Cuán consolador y hermoso es este triunfo, y cuanto supera en grandeza a todas las horribles victorias de la venganza!” (Silvio Pellico)

Que necio el que pone todas sus fuerzas en la venganza. Por el contrario, el perdón puede convertir los ardores de la venganza en raudales de sabiduría. (Padre Gregorio Mateu)




Cita:
Hemos emprendido el camino hacia la Pascua. Ayer empezamos a ejercitarnos en la práctica del amor cristiano. Hoy el tema de reflexión y la ejercitación cuaresmal se centra en la oración, la oración por antonomasia que el mismo Señor nos enseñó y en la que se concentra todo el evangelio.

Mateo ha resumido en este capítulo una auténtica catequesis en la que se propone una nueva forma de orar en contraste con la forma de orar de los fariseos y de los paganos. A este propósito es interesante notar que la oración es un ejercicio del ser humano en todas las religiones. E incluso las aves, al amanecer, alaban a su Creador y extienden sus alas imitando una cruz, dirá Orígenes.
El Padrenuestro no es sólo una oración, sino una escuela de oración en la que los discípulos deber aprender a orar. Y es también una escuela de vida, pues nadie puede orar así, sino vive en coherencia con lo que pide.La novedad más sorprendente de la oración dominical está en la primera palabra con la que comienza: PADRE. De ella surge espontáneamente y cobra su sentido todo lo demás.
Jesús nos enseña que Dios es realmente Padre y se dirigirá a Él con el diminutivo entrañable con que los niños se dirigen a la persona que les dio la vida: “Papá”. A esa persona le pedimos, con el perdón y la protección, que nos dé el alimento, el pan de cada día y el alimento definitivo del reinado de Dios anticipado en el pan de la Eucaristía.

COMO REZARIA DIOS EL "PADRE NUESTRO"
Hijo mío que estás en la tierra,
preocupado, desorientado, solitario.
Yo conozco perfectamente tu nombre.
Y lo pronuncio santificándolo.
Porque te amo.
No, no estás sólo, sino habitado por mí.
Juntos construiremos el Reino de los Cielos
del que tu serás el heredero.
Me gusta que hagas mi voluntad.
Mi voluntad es que tu seas feliz.
Cuenta siempre conmigo
y tendrás el pan para hoy.
No te preocupes.
Tan sólo te pido que sepas compartirlo
con tus hermanos.
Sabes que te perdono todas
tus ofensas, antes incluso de que las cometas.
Te pido que hagas lo mismo
con los que te ofenden a ti.
Para que nunca caigas en la tentación,
agárrate fuerte de mi mano
y yo te libraré del mal.
Te quiere desde siempre
tu Padre.

Carlos Latorre
Ciudad redonda



El Padre Nuestro es la oración más completa y a la vez la más difícil, pues generalmente hacemos lo contrario, olvidamos las palabras que Jesús nos dice antes de enseñarnos a orar. Recordemos que Dios nos ama infinitamente y nadie como Él sabe lo que nos conviene y por eso todo lo que hace es para nuestro bien, nosotros como padres queremos lo mejor para nuestros hijos, entonces con mayor razón Dios también quiere lo mejor asi que tenemos que aprender a aceptar con alegría todo lo que viene de su mano aunque algunas veces nos duela y no lo comprendamos, pero debemos tener la certeza que siempre será para nuestro bien.
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MensajePublicado: Mie Feb 28, 2007 1:07 pm    Asunto:
Tema: Comentario al Evangelio de Hoy
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Cita:
Día litúrgico: Miércoles I de Cuaresma


Texto del Evangelio (Lc 11,29-32): En aquel tiempo, habiéndose reunido la gente, comenzó a decir: «Esta generación es una generación malvada; pide una señal, y no se le dará otra señal que la señal de Jonás. Porque, así como Jonás fue señal para los ninivitas, así lo será el Hijo del hombre para esta generación. La reina del Mediodía se levantará en el Juicio con los hombres de esta generación y los condenará: porque ella vino de los confines de la tierra a oír la sabiduría de Salomón, y aquí hay algo más que Salomón. Los ninivitas se levantarán en el Juicio con esta generación y la condenarán; porque ellos se convirtieron por la predicación de Jonás, y aquí hay algo más que Jonás».


Comentario: Fr. Roger J. Landry (Hyannis-Massachusetts, USA)

«Así como Jonás fue señal para los ninivitas, así lo será el Hijo del hombre para esta generación»

Hoy, Jesús nos dice que la señal que dará a la "generación malvada" será Él mismo, como la "señal de Jonás" (cf. Lc 11,30). De la misma manera que Jonás dejó que lo arrojaran por la borda para calmar la tempestad que amenazaba con hundirlos -y, así, salvar la vida de la tripulación-, de igual modo permitió Jesús que le arrojasen por la borda para calmar las tempestades del pecado que hacen peligrar nuestras vidas. Y, de igual forma que Jonás pasó tres días en el vientre de la ballena antes de que ésta lo vomitara sano y salvo a tierra, así Jesús pasaría tres días en el seno de la tierra antes de abandonar la tumba (cf. Mt 12,40).

La señal que Jesús dará a los "malvados" de cada generación es su muerte y resurrección. Su muerte, aceptada libremente, es la señal del increíble amor de Dios por nosotros: Jesús dio su vida para salvar la nuestra. Y su resurrección de entre los muertos es la señal de su divino poder. Se trata de la señal más poderosa y conmovedora jamás dada.Pero, además, Jesús es también la señal de Jonás en otro sentido. Jonás fue un icono y un medio de conversión. Cuando en su predicación «dentro de cuarenta días Nínive será destruida» (Jon 3,4) advierte a los ninivitas paganos, éstos se convierten, pues todos ellos -desde el rey hasta niños y animales- se cubren con arpillera y cenizas. Durante estos cuarenta días de Cuaresma, tenemos a alguien "mucho más grande que Jonás" (cf. Lc 11,32) predicando la conversión a todos nosotros: el propio Jesús. Por tanto, nuestra conversión debiera ser igualmente exhaustiva.

«Pues Jonás era un sirviente», escribe san Juan Crisóstomo en la persona de Jesucristo, «pero yo soy el Maestro; y él fue arrojado por la ballena, pero yo resucité de entre los muertos; y él proclamaba la destrucción, pero yo he venido a predicar la Buena Nueva y el Reino».

La semana pasada, el Miércoles de Ceniza, nos cubrimos con ceniza, y cada uno escuchó las palabras de la primera homilía de Jesucristo, «Arrepiéntete y cree en el Evangelio» (cf. Mc 1,15). La pregunta que debemos hacernos es: -¿Hemos respondido ya con una profunda conversión como la de los ninivitas y abrazado aquel Evangelio?

www.evangeli.net



Cita:
Lucas 11,29-32: Sólo tendrán la señal de Jonás

Es sorprendente el comportamiento actual de tantos creyentes cristianos, que añoran y suspiran por señales maravillosas sobre las cuales fundar su fe. No caen en cuenta de que, por más espectacular o maravillosa que pueda aparecer una señal, siempre se esperará otra más espectacular.

No son los fenómenos espectaculares los que dan razón, valor y sentido a nuestra fe. Fe es la adhesión sincera y consecuente a Dios como se ha manifestado en la persona de su Hijo. Y con éste nos basta; no necesitamos otros signos. La fe es un don gratuito de Dios; y en tanto que don, es una tarea, una misión, un desafío para el creyente. También vale hoy para nosotros la misma sentencia de Jesús: “el Hijo del Hombre es la única señal para la gente de este tiempo”. El desafío constante de la fe es la conversión; es corregir, revertir y transformar en nuestra vida todo aquello que, sin una entrega plena y consecuente al Dios en quien creemos, hace de una supuesta fe no más que una simple creencia. La fe necesita ser auténtica y práctica, vivida y actuada. Las creencias necesitan de la espectacularidad.
Jesús nos invita a conocerlo más cada día; a abrir nuestra mente y nuestro corazón a su palabra; a entender los signos que realiza como verdaderas y auténticas señales de liberación, que también pueden operarse en nosotros si hay un mínimo de disponibilidad en cada uno para asumir el reto de una fe auténtica.

Revisemos, entonces, si lo que hemos recibido de Dios como el don de la fe no lo hemos transformado más bien en una simple creencia carente de sentido y de compromiso, y, por tanto, sedienta de espectacularidades.

Colaboración Servicio Bíblico Latinoamericano


Cita:
Comentario:

Solemos estar siempre a punto para pedir cuentas a Dios, especialmente cuando nos sucede algo desagradable. No tenemos la misma actitud a la hora de dar gracias por los repetidos beneficios y dones que recibimos a diario.

Somos muy prontos para exigir y muy lentos para dar. Nos sentimos muy satisfechos cuando nadamos en la abundancia, mientras que prodigamos los lamentos cuando llegan los tiempos de escasez.

Es propio de personas inteligentes saber leer los signos de los tiempos. Son muy pocos los que saben sacar partido del dolor, de la escasez, de las lágrimas... Todo acontecimiento humano lleva consigo un mensaje. Nuestra propia vida es un acontecimiento dichoso de liberación.

Todas nuestras precariedades nos gritan bien fuerte el valor de la vida. Más allá de nuestras limitaciones podemos encontrar la misericordia de un Dios que nos espera siempre con los brazos abiertos. Vivimos para amanecer a una vida que no acabará jamás.

Necesitamos convertir nuestra mente, transformar nuestro corazón, mejorar nuestros comportamientos para alcanzar la plenitud. La Cuaresma es el tiempo adecuado para aprender a leer los signos que marcan nuestra existencia.

Necesitamos un poco más de control de nosotros mismos. Poner a raya las pasiones desordenadas. Mantener el equilibrio entre acción y oración. Privarnos de algo que nos gusta (ayuno) para llevar el control de nuestros deseos.

Precisamos abrirnos con mas fluidez al Espíritu (oración) para clamar al Padre con gritos de jubilo y alabanza. Vale la pena interiorizar para descubrir la acción de Dios en nuestras vidas.

Conviene dejar fluir el amor (caridad) hacia los hermanos para compartir con acierto lo que somos y lo que tenemos. Salir de nosotros mismos es una buena terapia para alcanzar la plenitud de la vivencia de una fe comprometida.

La renovación por dentro nos llegará cuando luchemos con espíritu firme y voluntad decidida para alcanzar la meta que Dios nos ha señalado. Los signos de la bondad de Dios se han manifestado con profusión en nuestras vidas. Ha llegado el momento de la respuesta del hombre.

Las promesas más hermosas se abren ante nuestros ojos. Llegará la Pascua, la fiesta de la Resurrección. Seguirá la efusión abundante del Espíritu Santo en Pentecostés. Mientras tanto, estamos en tiempo de preparación, de conversión. No dejemos pasar esta oportunidad. (Padre Gregorio Mateu)


Dios nos ha dado todo y seguimos dudando, dudamos porque no actuamos de acuerdo a su Palabra, no confiamos que Él sabe mejor lo que nos conviene y muchas veces pretendemos dirigirlo con nuestro pedidos y custionamientos ante su demora en responderlos, sin darnos cuenta que si nos dio a su Hijo las demás cosas podría casi decirse que son pequeñeces y si no nos las da es sencillamente porque no nos convienen y no necesariamente porque sean malas sino porque muchas veces cuando obtenemos algo rápidamente ni siquiera damos gracias, volvemos a nuestras rutinas y hasta la próxima necesidad acudimos a pedir y continuamos en ese circulo pide y pide , en cambio cuando demora vamos dándonos cuenta de nuestra pequeñez de que sin Él no somos nada y que necesitamos perseverar en la oración y vivir en continua conversión y eso es lo que Dios quiere para nosotros para eso Jesús entregó su vida, para que un día podamos todos gozar de su reino.
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MensajePublicado: Jue Mar 01, 2007 1:41 pm    Asunto:
Tema: Comentario al Evangelio de Hoy
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Cita:
Día litúrgico: Jueves I de Cuaresma


Texto del Evangelio (Mt 7,7-12): En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Pedid y se os dará; buscad y hallaréis; llamad y se os abrirá. Porque todo el que pide recibe; el que busca, halla; y al que llama, se le abrirá. ¿O hay acaso alguno entre vosotros que al hijo que le pide pan le dé una piedra; o si le pide un pez, le dé una culebra? Si, pues, vosotros, siendo malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¡cuánto más vuestro Padre que está en los cielos dará cosas buenas a los que se las pidan! Por tanto, todo cuanto queráis que os hagan los hombres, hacédselo también vosotros a ellos; porque ésta es la Ley y los Profetas».


Comentario: Rev. D. Joaquim Meseguer i García (Sant Quirze del Vallès-Barcelona, España)

«Todo el que pide recibe; el que busca, halla»

Hoy, Jesús nos habla de la necesidad y del poder de la oración. No podemos entender la vida cristiana sin relación con Dios, y en esta relación, la oración ocupa un lugar central. Mientras vivimos en este mundo, los cristianos nos encontramos en un camino de peregrinaje, pero la oración nos acerca a Dios, nos abre las puertas de su amor inmenso y nos anticipa ya las delicias del cielo. Por esto, la vida cristiana es una continua petición y búsqueda: «Pedid y se os dará; buscad y hallaréis; llamad y se os abrirá» (Mt 7,7), nos dice Jesús.

Al mismo tiempo, la oración va transformando el corazón de piedra en un corazón de carne: «Si, pues, vosotros, siendo malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¡cuánto más vuestro Padre que está en los cielos dará cosas buenas a los que se las pidan!» (Mt 7,11). El mejor resumen que podemos pedir a Dios se encuentra en el Padrenuestro: «Venga a nosotros tu Reino, hágase tu voluntad así en la tierra como en el cielo» (cf. Mt 6,10). Por tanto, no podemos pedir en la oración cualquier cosa, sino aquello que sea realmente un bien. Nadie desea un daño para sí mismo; por esto, tampoco no lo podemos querer para los demás.

Hay quien se queja de que Dios no le escucha, porque no ve los resultados de manera inmediata o porque piensa que Dios no le ama. En casos así, no nos vendrá mal recordar este consejo de san Jerónimo: «Es cierto que Dios da a quien se lo pide, que quien busca encuentra, y a quien llama le abren: se ve claramente que aquel que no ha recibido, que no ha encontrado, ni tampoco le han abierto, es porque no ha pedido bien, no ha buscado bien, ni ha llamado bien a la puerta». Pidamos, pues, en primer lugar a Dios que haga bondadoso nuestro corazón como el de Jesucristo.

www.evangeli.net



Cita:
Mt 7,7-12: Quien pide recibe

Muchos cristianos se desaniman porque a pesar de orar y orar no obtienen de Dios lo que le piden. Algunos hasta se “enojan” con él porque parece no escucharlos. Es que a veces hacemos de nuestra oración y nuestras relaciones con Dios una negociación comercial: “tú me das esto o aquello, y yo de doy esto otro”. ¿Cuántos creyentes no van a la Eucaristía, o rezan rosarios o hacen ‘mandas’ con el ‘convenio’ previo de que han de recibir de Dios, o incluso de María o de los santos lo que creen que necesitan? Dios, por su parte, ¿necesita de misas, de largos rezos, de sacrificios a veces tan inhumanos como realizar largos y tortuosos desplazamientos de rodillas, días de ayuno, en fin…, necesita él alguna de esas cosas para atender a nuestras necesidades y súplicas? Por supuesto que no. El ser humano tiene necesidades; Dios no. Y ahí está la diferencia entre Dios y nosotros. El ser humano lucha y se fatiga día tras día en la tarea de satisfacer sus necesidades; sin embargo no todas las necesidades que decimos tener son en realidad importantes o imprescindibles para nuestra vida; luego, el cristiano debe mantener una actitud de discernimiento para establecer sus reales necesidades vitales. Y en nuestra relación de confianza absoluta en Dios como en un padre que conoce nuestras necesidades y está dispuesto a otorgarnos lo que en realidad nos conviene, una adecuada disposición de corazón cuando lo pedimos algo, sobre todo cosas materiales, es decirle de corazón: “…si en realidad eso me conviene y está de acuerdo con tu voluntad”. Pero ese amante Padre nunca dejará de escucharnos si le pedimos sabiduría y la luz de su Espíritu para cumplir su voluntad, como el pequeño Samuel: “¡Habla; Señor, que tu siervo escucha!” (1S 3,10).

Colaboración Servicio Bíblico Latinoamericano




Cita:
Comentario:

Pedir, buscar y llamar son los verbos que usa Jesús para estimular a los apóstoles, y con ellos a todos nosotros, a acudir a Dios con la absoluta confianza que seremos atendidos.

Pedimos cuando tenemos la convicción de que alguien nos escucha. Pedir sin esperar una respuesta convincente, seria una posición inútil y fuera de lugar. Pedir a quien no puede o no quiere atendernos se convertiría en una pérdida de tiempo.

Pedimos a un Dios bueno, todopoderoso, atento a nuestras demandas. Pedimos porque sabemos que Él puede ofrecernos todo lo que necesitamos para seguir caminando con acierto y sin tropiezo. Sabemos, efectivamente, de quien nos hemos fiado. La búsqueda de soluciones a nuestros conflictos lleva consigo una absoluta confianza de que podemos encontrar lo que tanto necesitamos. Buscar lo que no podemos encontrar es un ejercicio inútil que provoca desánimos y decepciones.

“No busquéis entre los muertos al que está vivo”, avisó el ángel a los discípulos que buscaban a Jesús en el sepulcro. Había resucitado. Y se quedaba vivo en la comunidad, en la Eucaristía, en su Iglesia, en su Palabra. Ya sabemos donde tenemos que buscar la felicidad, la paz, el sentido de la vida. En Jesús se encuentra la plenitud de victoria que satisface el ansia de gozo de todo ser humano.

El grito desesperado de aquel que se encuentra en la soledad más espantosa, sin que nadie pueda escuchar el eco de su gemido en una sociedad tan crispada, llega a convertirse en mueca de dolor, en espera angustiosa. Llamar a Cristo, por el contrario, es la mejor terapia del que se encuentra solo, del que ansia desesperadamente encontrar la senda correcta de la felicidad.

Solemos pedir sin confiar en la respuesta; buscamos en la oscuridad sin llegar a ver la luz de un encuentro saludable; llamamos en el desierto del vacío más aterrador, sin esperar respuesta a nuestras demandas. Abramos los ojos, los oídos, la boca para encontrar eco a nuestras inquietudes.

Dios tiene respuesta a todas nuestras demandas, está atento a nuestras plegarias, escucha con atención los gritos de socorro que brotan de nuestro corazón. Sólo pone una condición: que tengamos fe incondicional en su poder absoluto.

La otra cara de la moneda, es que nosotros, a su vez, debemos tener los oídos abiertos, la mente despierta, la voluntad dispuesta para atender el grito de socorro de nuestros hermanos.

Dios no es un ser alejado de nuestras vidas, un simple referente mistico, alejado de la realidad existencial que nos rodea. Dios nos compromete a una acción liberadora hacia todos los que acuden pidiendo auxilio. La ley y los profetas van mucho más allá de unas prácticas piadosas, muchas veces acarameladas por un sentimiento enfermizo. Vivir en comprometerse. Creer es arriesgarse. Amar es dar y darse sin condiciones. (Padre Gregorio Mateu)



Que hermoso, nuestro Padre nos da carta blanca para pedir, en el evangelio de ayer comentábamos de la señal de su infinito amor al darnos a su Hijo, hoy por si ello fuera poco dice que todo lo que le pidamos lo vamos a conseguir, sin embargo a veces malgastamos esa oportunidad pedimos cosas que precisamente no son malas pero que no son tan maravillosas como las que Nuestro Padre desea darnos, también muchas veces no comprendemos que su negativa es para darnos algo mejor, algo que me ayudó a comprender este punto fue la siguiente reflexión:
Le pedí a Dios…



Le pedí a Dios que me quitara mi "orgullo"…
Dios me dijo ¡No!… eres tu quien se tiene que humillar

Le pedí a Dios que "sanara" mi hijo enfermo…
Dios me dijo ¡No!… su cuerpo es temporal, su alma está limpia y sana, ¡y es inmortal!.

Le pedí a Dios que me diera "paciencia"…
Dios me dijo ¡No!… la paciencia es fruto de la tribulación, no se regala, ¡hay que ganarla!.

Le pedí a Dios que me diera "felicidad"…
Dios me dijo ¡No!… Yo doy "bendiciones", la felicidad depende de tu actitud ante mis dones.

Le pedí a Dios que me hiciera "crecer en santidad"…
Dios me dijo ¡No!…tu eres quien tiene que crecer, yo podaré tu maldad, para que crezcas en verdad.

Le pedí a Dios que me quitara mi "dolor"…
Dios me dijo ¡No!… el dolor te hace preocuparte menos del mundo, y crecer más en mi amor.

Le pedí a Dios que me quitara mi Vicio...
Dios me dijo ¡No!... Yo te abriré el Mar Rojo de tu vicio, pero tu eres quien tiene que andar el camino.

Le pedí a Dios que me diera más FE...
Dios me dijo ¡No!... ya estás saturado, ya tienes toda la que puedes tener para hacer lo que tu tienes que hacer.

Le pedí a Dios que me sacara de la cárcel de mis Pecados...
Dios me dijo ¡No!... Yo rompo tus cadenas, y te abro las puertas, pero tu tienes que salir por ellas.

Le pedí a Dios que "me amara" con gran amor…
¡Eso sí!, me dijo Dios… te di a mi propio Hijo para morir por tu amor, y ahora te espera cada día en la Eucaristía, e irás al Cielo algún día, porque creíste y viviste estas maravillas.

Le pedí a Dios que me ayudara a "amar" a los otros tanto como El nos amó…
¡Oh si!, me dijo Dios… ¡ya estás comprendiendo un poco mi labor!.
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MensajePublicado: Vie Mar 02, 2007 11:37 am    Asunto:
Tema: Comentario al Evangelio de Hoy
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Cita:
Día litúrgico: Viernes I de Cuaresma


Texto del Evangelio (Mt 5,20-26): En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Os digo que, si vuestra justicia no es mayor que la de los escribas y fariseos, no entraréis en el Reino de los cielos. Habéis oído que se dijo a los antepasados: ‘No matarás; y aquel que mate será reo ante el tribunal’. Pues yo os digo: Todo aquel que se encolerice contra su hermano, será reo ante el tribunal; pero el que llame a su hermano "bobo", será reo ante el Sanedrín; y el que le llame "renegado", será reo de la gehenna de fuego.

»Si, pues, al presentar tu ofrenda en el altar te acuerdas entonces de que un hermano tuyo tiene algo contra ti, deja tu ofrenda allí, delante del altar, y vete primero a reconciliarte con tu hermano; luego vuelves y presentas tu ofrenda. Ponte enseguida a buenas con tu adversario mientras vas con él por el camino; no sea que tu adversario te entregue al juez y el juez al guardia, y te metan en la cárcel. Yo te aseguro: no saldrás de allí hasta que no hayas pagado el último céntimo».


Comentario: Fr. Thomas Lane (Emmitsburg-Maryland, USA)

«Deja tu ofrenda allí, delante del altar, y vete primero a reconciliarte con tu hermano»Hoy, el Señor, al hablarnos de lo que ocurre en nuestros corazones, nos incita a convertirnos. El mandamiento dice «No matarás» (Mt 5,21), pero Jesús nos recuerda que existen otras formas de privar de la vida a los demás. Podemos privar de la vida a los demás abrigando en nuestro corazón una ira excesiva hacia ellos, o al no tratarlos con respeto e insultarlos («bobo»; «renegado»: cf. Mt 5,22).

El Señor nos llama a ser personas íntegras
: «Deja tu ofrenda allí, delante del altar, y vete primero a reconciliarte con tu hermano» (Mt 5,24), es decir, la fe que profesamos cuando celebramos la Liturgia debería influir en nuestra vida cotidiana y afectar a nuestra conducta. Por ello, Jesús nos pide que nos reconciliemos con nuestros enemigos. Un primer paso en el camino hacia la reconciliación es rogar por nuestros enemigos, como Jesús solicita. Si se nos hace difícil, entonces, sería bueno recordar y revivir en nuestra imaginación a Jesucristo muriendo por aquellos que nos disgustan. Si hemos sido seriamente dañados por otros, roguemos para que cicatrice el doloroso recuerdo y para conseguir la gracia de poder perdonar. Y, a la vez que rogamos, pidamos al Señor que retroceda con nosotros en el tiempo y lugar de la herida -reemplazándola con su amor- para que así seamos libres para poder perdonar.

En palabras de Benedicto XVI, «si queremos presentaros ante Él, también debemos ponernos en camino para ir al encuentro unos de otros. Por eso, es necesario aprender la gran lección del perdón: no dejar que se insinúe en el corazón la polilla del resentimiento, sino abrir el corazón a la magnanimidad de la escucha del otro, abrir el corazón a la comprensión, a la posible aceptación de sus disculpas y al generoso ofrecimiento de las propias».

www.evangeli.net




Cita:
Si el modo de obrar de ustedes no supera al de los letrados y fariseos, no entrarán al reino de los cielos”. ¿Cuál era, en el criterio de Jesús, el concepto de justicia según el cual actuaban los letrados y fariseos? Estas dos categorías de personajes eran muy familiares y fáciles de reconocer en tiempos de Jesús. Los letrados, como su nombre lo indica, eran los conocedores de la Escritura. Sabían leer la Ley e interpretarla; pero a su manera, de acuerdo a su acomodo y a su propia conveniencia. Los fariseos, aunque no hay total claridad sobre su origen, se tenían por los más buenos, los únicos justos. El nombre indica algo así como ‘separado, puro, perfecto’; ello con base en su conocimiento, estudio e interpretación de la Ley. Ambos grupos, por el acceso privilegiado que tenían a la Escritura, solían invocarla y citarla con frecuencia. El problema estaba en que no iban más allá del texto; se aferraban a la letra, exigiendo un cumplimiento literal de la Escritura; y partiendo de allí señalaban con el dedo y condenaban al resto del pueblo ante cualquier infracción de la Ley, por mínima que fuera. Actitudes como ésta no las admite Jesús entre sus seguidores: si la justicia de ustedes no supera a la de los que se creen buenos y ya justificados, con toda seguridad no habrá riesgo de que peleche entre ustedes el reino de Dios.

Colaboración Servicio Bíblico Latinoamericano





Por nuestro propio bien debemos perdonar, es una condición que Dios nos pone para perdonar nuestros pecados, tenemos que orar para sanar nuestro corazón de rencores y para que aquellos que nos han hecho daño se arrepientan pero no para alimentar nuestro orgullo al verlos llegar hacia nosotros pidiendo perdón sino porque nuestro deseo debe ser que todos construyamos el Reino de Dios.
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MensajePublicado: Sab Mar 03, 2007 1:18 pm    Asunto:
Tema: Comentario al Evangelio de Hoy
Responder citando

Código:
Día litúrgico:  Sábado I de Cuaresma
 

Texto del Evangelio (Mt 5,43-48):  En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Habéis oído que se dijo: ‘Amarás a tu prójimo y odiarás a tu enemigo’. Pues yo os digo: Amad a vuestros enemigos y rogad por los que os persigan, para que seáis hijos de vuestro Padre celestial, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y llover sobre justos e injustos. Porque si amáis a los que os aman, ¿qué recompensa vais a tener? ¿No hacen eso mismo también los publicanos? Y si no saludáis más que a vuestros hermanos, ¿qué hacéis de particular? ¿No hacen eso mismo también los gentiles? Vosotros, pues, sed perfectos como es perfecto vuestro Padre celestial».

 
Comentario: Rev. D. Joan Costa i Bou (Barcelona, España)

[size=18][color=darkblue][b]«Amad a vuestros enemigos y rogad por los que os persigan»[/b][/color][/size]

Hoy, el Evangelio nos exhorta al amor más perfecto. [u]Amar es querer el bien del otro y en esto se basa nuestra realización personal[/u]. No amamos para buscar nuestro bien, sino por el bien del amado, y haciéndolo así crecemos como personas. El ser humano, afirmó el Concilio Vaticano II, [u]«no puede encontrar su plenitud si no es en la entrega sincera de sí mismo a los demás[/u]». A esto se refería santa Teresa del Niño Jesús cuando pedía hacer de nuestra vida un holocausto. El amor es la vocación humana. Todo nuestro comportamiento, para ser verdaderamente humano, debe manifestar la realidad de nuestro ser, realizando la vocación al amor. Como ha escrito Juan Pablo II, «el hombre no puede vivir sin amor. Él permanece para sí mismo un ser incomprensible, su vida está privada de sentido si no se le revela el amor, si no se encuentra con el amor, si no lo experimenta y lo hace propio, si no participa en él vivamente».

El amor tiene su fundamento y su plenitud en el amor de Dios en Cristo. La persona es invitada a un diálogo con Dios. [color=darkblue][b]Uno existe por el amor de Dios que lo creó, y por el amor de Dios que lo conserva, «y sólo puede decirse que vive en la plenitud de la verdad cuando reconoce libremente este amor y se confía totalmente a su Creador[/b][/color]» (Concilio Vaticano II): ésta es la razón más alta de su dignidad. El amor humano debe, por tanto, ser custodiado por el Amor divino, que es su fuente, en él encuentra su modelo y lo lleva a plenitud. Por todo esto, el amor, cuando es verdaderamente humano, ama con el corazón de Dios y abraza incluso a los enemigos. Si no es así, uno no ama de verdad. De aquí que la exigencia del don sincero de uno mismo devenga un precepto divino: «Vosotros, pues, sed perfectos como es perfecto vuestro Padre celestial» (Mt 5,48).

www.evangeli.net



Cita:
Sean perfectos como su Padre del cielo

Las actitudes que Jesús exige a sus discípulos son realmente revolucionarias; cambian totalmente el sentido de la cotidianidad y de la historia. Hablar de amar a quien te odia, de bendecir a quien te maldice, de poner la otra mejilla... eso cambia totalmente toda una estructura de relaciones consolidada desde hacía muchos siglos en los códigos de conducta del pueblo judío y de la generalidad de aquéllos con los que se había relacionado en su historia; también, por cierto, en los de su dominador de turno, el imperio romano. Pero aquello es lo que Jesús exige: un cambio personal y comunitario para poder volver a lo original; y lo original con respecto al mandato del amor entregado por Dios a su pueblo fue “amar al prójimo como a sí mismo” (Lv 19,18); y esto como la forma más cercana posible a la perfección de Dios, que ama por igual a buenos y malos, que “hace salir el sol sobre todos y hace llover sobre justos e injustos”. En el judaísmo secular, el ‘prójimo’ hacía referencia sólo a los miembros del mismo pueblo ; los demás no eran prójimos para el pueblo israelita. Sin embargo, en algún estadio de la vida de Israel, algunos de sus miembros que llegaron a formar corriente de pensamiento teológico alcanzaron a intuir que al extranjero, al emigrante, también había que amarlo como a sí mismo, porque “extranjeros fueron ustedes en Egipto” (Lv 19,34); con todo, primó y sigue primando en parte del judaísmo actual ese concepto de prójimo: de solidaridad y acogida primordial hasta la exclusividad, a los miembros del propio pueblo.

El concepto cabal de prójimo fue para el Señor el del Buen Samaritano (Lc 10,30-37). Y éste era un extranjero para el pueblo judío

Colaboración del Servicio Bíblico Latinoamericano



Cita:
Comentario:

La perfección sugerida por Cristo tiene mucho que ver con el amor. Podemos mejorar nuestros conocimientos, adquirir nuevas habilidades, mostrar afectos estudiados, pero si no van acompañados de un amor verdadero poco tienen que aportar a la vida humana.

Cuanto más renuncia uno a su propio yo, tanto mayor y verdadero aparece su amor. Pensar en el otro, honrarle, ayudarle, apoyarle sin esperar nada a cambio, tipifica el amor que Cristo predica en el Evangelio.

“En materia de amor, demasiado es todavía poco”. (Beaumarchais) Por ello, el amor supera contratiempos, calumnias, enemistades, zancadillas, traiciones y olvidos.

El mejor beso en la vida no se da con los labios, se da con el corazón y bien que lo experimentan aquellos que reciben la caricia de la bondad, sin que sean necesarias bonitas palabras o sofisticadas expresiones.
He llegado a pensar que el amor es mudo. No hay palabras que lo puedan expresar. Trasciende las leyes de la lógica para adentrarse en los océanos insondables del misterio.

Un Dios crucificado entre ladrones, maltratado por los amigos, musitando palabras de perdón y de misericordia, muestra, de alguna manera, el increíble arcano de una bondad sin medida.

Si se siembra amor en los campos del mundo, se recogen corazones entrañables que ponen sensibilidad y buena rima a la apasionante aventura de vivir. Es la canción de las manos que acarician con ternura los perfiles de las almas nobles.

Las acciones ponen letra y música a la melodía del amor. La canción del amor resuena en los prados de la Buena Noticia con ritmos vitales de buenas obras, trabajos desinteresados y sacrificios redentores.

Para amar de verdad hay que traspasar fronteras, romper muros, derribar montañas. Para Jesús no hay extranjeros, ni seres perversos, ni enemigos implacables. En su corazón humano caben los seres más explotados y rastreros de la sociedad.

Vivir la cuaresma con ojos de amor sería una buena tarea. Superar, de una vez por todas, las murallas de la discriminación podría abrir nuevos caminos de luz a las almas atormentadas por el desamor.

Amar es un bello apostolado que no precisa argumentos ni sofisticadas explicaciones. Basta mirarse en el espejo de Jesús para entender la gran lección del amor.

“Nunca se ama bastante, si no se ama demasiado”. (L. Du Peschier) El amor es la base de la existencia, su esencia, su destino, su motivo. Gracias al amor todo se alcanza, Con el amor se mejora el mundo, la sociedad y la persona. (Padre Gregorio Mateu)


Ayer se nos pedía perdonar y hoy se nos da la clave para lograrlo: rezar por nuestros enemigos, de este modo nos estaremos haciendo semejantes a Jesús, recordemos sus palabras en la cruz cuando dijio perdónalos Padre porque no saben lo que hacen; el primer fruto de nuestra oración será que la herida causada por la ofensa recibida no nos dolerá más y luego conseguiremos el arrepentimiento de quien nos ofendió, recordemos que en días pasados se nos decía pidan y se les dará, entonces tenemos que dar por hecho que vamos a lograr la conversión de nuestros enemigos, ¿no es maravilloso este círculo de amor? nuestra alma libre de heridas y un hermano arrepentido.
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MensajePublicado: Dom Mar 04, 2007 12:30 pm    Asunto:
Tema: Comentario al Evangelio de Hoy
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Día litúrgico: Domingo II (C) de Cuaresma


Texto del Evangelio (Lc 9,28-36): En aquel tiempo, Jesús tomó consigo a Pedro, Juan y Santiago, y subió al monte a orar. Y sucedió que, mientras oraba, el aspecto de su rostro se mudó, y sus vestidos eran de una blancura fulgurante, y he aquí que conversaban con Él dos hombres, que eran Moisés y Elías; los cuales aparecían en gloria, y hablaban de su partida, que iba a cumplir en Jerusalén.

Pedro y sus compañeros estaban cargados de sueño, pero permanecían despiertos, y vieron su gloria y a los dos hombres que estaban con Él. Y sucedió que, al separarse ellos de Él, dijo Pedro a Jesús: «Maestro, bueno es estarnos aquí. Vamos a hacer tres tiendas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías», sin saber lo que decía. Estaba diciendo estas cosas cuando se formó una nube y los cubrió con su sombra; y al entrar en la nube, se llenaron de temor. Y vino una voz desde la nube, que decía: «Este es mi Hijo, mi Elegido; escuchadle». Y cuando la voz hubo sonado, se encontró Jesús solo. Ellos callaron y, por aquellos días, no dijeron a nadie nada de lo que habían visto.


Comentario: Rev. D. Jaume González i Padrós (Barcelona, España)

«Jesús subió al monte a orar»

Hoy, segundo domingo de Cuaresma, la liturgia de la palabra nos trae invariablemente el episodio evangélico de la Transfiguración del Señor. Este año con los matices propios de san Lucas.

El tercer evangelista es quien subraya más intensamente a Jesús orante, el Hijo que está permanentemente unido al Padre a través de la oración personal, a veces íntima, escondida, a veces en presencia de sus discípulos, llena de la alegría del Espíritu Santo.

Fijémonos, pues, que Lucas es el único de los sinópticos que comienza la narración de este relato así: «Jesús (...) subió al monte a orar» (Lc 9,28), y, por tanto, también es el que especifica que la transfiguración del Maestro se produjo «mientras oraba» (Lc 9,29). No es éste un hecho secundario.

La oración es presentada como el contexto idóneo, natural, para la visión de la gloria de Cristo: cuando Pedro, Juan y Santiago se despertaron, «vieron su gloria» (Lc 9,32). Pero no solamente la de Él, sino también la gloria que ya Dios manifestó en la Ley y los Profetas; éstos —dice el evangelista— «aparecían en gloria» (Lc 9,31). Efectivamente, también ellos encuentran el propio esplendor cuando el Hijo habla al Padre en el amor del Espíritu. Así, en el corazón de la Trinidad, la Pascua de Jesús, «su partida, que iba a cumplir en Jerusalén» (Lc 9,31) es el signo que manifiesta el designio de Dios desde siempre, llevado a término en el seno de la historia de Israel, hasta el cumplimiento definitivo, en la plenitud de los tiempos, en la muerte y la resurrección de Jesús, el Hijo encarnado.

Nos viene bien recordar, en esta Cuaresma y siempre, que solamente si dejamos aflorar el Espíritu de piedad en nuestra vida, estableciendo con el Señor una relación familiar, inseparable, podremos gozar de la contemplación de su gloria. Es urgente dejarnos impresionar por la visión del rostro del Transfigurado. A nuestra vivencia cristiana quizá le sobran palabras y le falta estupor, aquel que hizo de Pedro y de sus compañeros testigos auténticos de Cristo viviente.

www.evangeli.net



Cita:
Comentario

¡Jesús es tan extraño. Después de tirar abajo todas las expectativas propias de su tiempo, y remarcar que como Mesías lo van a matar, y así salvará a todos, -después de eso-, dice que sus seguidores deben caminar su mismo camino, deben pasar las mismas cruces, y hasta el mismo martirio, y esto ¡cada día! ¿Quién lo entiende? Pero cuando todo parece, casi, una invitación al masoquismo, se nos manifiesta transfigurado "¡esto es lo que les espera!", nos señala, como en un relámpago en medio de la noche. Cruz y resurrección, van tan de la mano, que se hace imposible separarlas. La resurrección da un sentido nuevo y fructífero a una vida que quiere gastarse y entregarse, como el fruto da sentido al entierro del grano. Pero también, la muerte da un sentido nuevo a la resurrección, ¡¡¡el amor nunca se hace tan generoso como cuando da la vida!!!, y Jesús no será un Mesías “allá en las nubes”, sino uno que camina nuestros pasos, uno que pasó por la cruz y que se dirige a Jerusalén, tierra de Pascua, y tierra que es punto de partida de la misión.

La transfiguración es un anticipo; es un "eclipse al revés": una luz en medio de la noche. Da un sentido completamente nuevo a la vida, ¡y a la muerte! Hace comprensible la maravillosa reflexión de Hélder Camara: "El que no tiene una razón para vivir, no tiene una razón para morir”.

¡Pobres de nosotros si queremos aburguesarnos, instalarnos o acomodarnos! El «qué bien estamos aquí» es, evidentemente, "no saber qué se está diciendo". "Cambia, todo cambia" dice una canción la Cuaresma es "tiempo de cambio" dice la Iglesia. En cambio, Pedro quiere quedarse: "quedémonos aquí". Muchos, no quieren saber nada con los cambios: "más vale malo conocido, que bueno por conocer", sentencian. ¡Qué diferencia!

La Transfiguración es decirnos "esto es lo que les espera”, es decirnos que "dar la vida vale la pena". Todo proceso de conversión y cambio tiene sentido porque tenemos una roca firme, tenemos uno que no cambia, y garantiza nuestra vida fecunda, un "resucitado que es el crucificado" (J. Sobrino). Por eso la importancia que tiene “escuchar” a Jesús. Es la voz del profeta de los tiempos finales, del profeta como Moisés, que nos enseña el camino de la vida, el camino del éxodo que es camino de Pascua.

Lo que celebramos en la Cuaresma, no es un hecho "piadoso" en el sentido común del término; es un hecho vital, de vida; un jugarse y comprometerse, un dar la vida. Es un volverse a Cristo presente en los hermanos. Como todas las alianzas de la Biblia, la alianza con Abraham se sella con sangre; Jesús, selló -en su sangre- una alianza "nueva y eterna”... Ya no es sangre de animales la que da vida y es signo de la alianza, ahora es la sangre de Cristo, su amor, su vida unida a la sangre de tantos mártires que, con su muerte transfigurada, dan vida a tantos muertos por la violencia y la injusticia. No es que Dios quiera sangre, ciertamente, sino que el amor nunca es más verdadero como cuando llega hasta el final, y en el caso de Jesús, hasta dar la vida, que es el signo de amor por excelencia. Estamos ante una alianza que es amor ofrecido en generosidad, y que cada creyente confirma y reafirma “cada día” en su derramamiento de sangre, sea en el amor cotidiano, como en el martirio doloroso de tantos hermanos nuestros latinoamericanos. Y, si la muerte es el mayor de los absurdos, desde Cristo, desde su muerte y su resurrección (hoy vislumbrada en la Transfiguración), jugarse la vida, gastarla en la lucha por la justicia y la solidaridad, por la verdad y la vida, es el acontecimiento fructífero por excelencia, ya que Cristo asocia a sí mismo a una multitud de hermanos... No es que Dios quiera -hay que repetirlo- que alguien muera; Él es Dios de vida, no de muerte- pero nada hay más dador de vida que el amor, por eso es Dios de amor. Dios nos quiere siempre, cada día, dando vida, aunque frente a la injusticia, la violencia y el pecado, esa búsqueda de dar vida pueda implicar tener que dar la vida. Pero como siempre, es la vida y el amor lo que cuenta, es la vida por el reino, es un dar la vida para que otros vivan. Una muerte que da vida, da sentido a tantas vidas muertas.

Para la revisión de vida
En mi vida, como en la de todo ser humano, ha tenido que haber tiempos o momentos privilegiados, llenos de sentido, embriagados de amor, de felicidad plena. Me hará bien revivir esos momentos o tiempos: cuáles fueron, cómo se dieron, cómo los viví, qué sentía, por qué se acabaron… Hacer un tiempo de oración recalando en mi conciencia esas vivencias de “transfiguración”. Más: ¿debería volver al “entusiasmo”, al “fervor del amor primero”?
“Este es mi hijo predilecto, escúchenle": ¿puedo decir que el proyecto fundamental de mi vida es una acogida de la propuesta de Jesús, en la que vemos la palabra de Dios que nos habla?


Para la oración de los fieles
- Para que purificando nuestro corazón y educando nuestros ojos seamos capaces de transfigurar nuestra mirada sobre la realidad de cada día y ver el sentido divino que la habita.
- Para que el Señor sostenga nuestra fe, nos haga dignos de este don y no nos deje caer en la desorientación o el sinsentido de la vida...
- Por todos los hombres y mujeres que buscan y no encuentran el sentido para sus vidas; para que Dios se les haga encontradizo y ellos alcancen la felicidad a la que están destinados.
- Para que seamos testigos de esperanza ante nuestros hermanos, pero siempre con la humildad de quien ofrece un don gratuito y no un mérito propio...
- Para que seamos personas contemplativas, que acostumbran a saborear esa presencia de Dios que se oculta en la realidad pero se descubre en la oración.

Oración comunitaria
Dios Padre nuestro: como el evangelista Lucas, también nosotros creemos que de hecho, en la vida de Jesús Tú mismo nos has estado dirigiendo tu Palabra. Haz que iluminados por ella, podamos transfigurar y mirar de un modo nuevo las realidades que también hemos de transformar, unidos a todos los hombres y mujeres que, iluminados también de mil modos por tu misma Palabra, caminan hacia el mismo «otro mundo posible» que Tú quieres ayudarnos a que construyamos entre todos los pueblos de la Humanidad mundializada. Nosotros te lo pedimos inspirados en Jesús, hijo tuyo y hermano nuestro. Amén.

Colaboración del Servicio Bíblico Latinoamericano



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Comentario:

La subida es siempre costosa. Lleva consigo un gran esfuerzo, supone voluntad decidida, limita las fuerzas, aumenta el cansancio... Pero, las almas generosas y valientes siguen con paso decidido hacia la cumbre. Nada ni nadie les puede detener.

Bastantes se quedan en el camino. Se asustan ante la dureza de las pendientes. Prefieren el descanso y la bajada. Renuncian a las cumbres, dejando de lado los paisajes hermosos y los horizontes de grandeza.

A muchos se les hace cuesta arriba seguir los dictados del Evangelio. Les molestan las exigencias de la cruz. No quieren toparse cara a cara con las responsabilidades de la fe y del amor.

Los ciegos del espíritu nunca saldrán de la oscuridad de la vida ni sabrán del misterio de la luz, ni de los claros amaneceres de un amor inacabable. Viviendo entre sombras de comodidad y de pereza no llegarán a probar jamás las mieles de la felicidad verdadera.

Jesús se trasfigura siempre en las cumbres de la generosidad y de la entrega. Muestra su rostro a los que logran subir la pendiente de la fe, sin reparar en esfuerzos ni sacrificios. Los que transitan fielmente por las sendas de la oración y se alimentan con la fuerza de la Palabra, la subida el Monte de las Bienaventuranzas se les hace llevadera.

Es preciso superar una visión infantil de la fe. No hay fe sin dudas, sin problemas, sin compromisos. No podemos quedarnos en el cielo de las mieles sabrosas del sentimiento; es preciso convivir con la gente, participar de sus inquietudes, compartir sus luchas.

La fe no elimina la oscuridad de la vida ni las sombras del dolor. Mas bien, abre cauces al compromiso existencial, al misterio de una liberación que ilumina la oscuridad del mal y de la muerte. El drama de la fe de los apóstoles trasciende las fronteras del tiempo y de las personas. Esperaban un líder, liberador de esclavitudes políticas, cargado de poder humano, capaz de imponer la ley de la fuerza y del dominio.

Y aparece un hombre humilde, sufrido, muy humano, liberador de esclavitudes interiores, agente de paz y de concordia, dispuesto siempre a servir antes que a ser servido. Se transfigura temporalmente para gritar bien fuerte que su poder no es de este mundo.

También hoy Cristo se transfigura en el corazón de los pobres y humildes de corazón. Se manifiesta con poder bajo la fuerza imparable del Espíritu. La tienda del corazón humano es el campo fecundo de los grandes prodigios de Dios.

No es necesario programar a grandes voces las maravillas de Dios en nuestras vidas. El comportamiento diario, la fuerza de las convicciones y la alegría del rostro patentizan la obra de Dios en cada uno de los creyentes. (Padre Gregorio Mateu)


Cita:

Continuando con la lección de la semana anterior, el Evangelio de este domingo nos muestra un ejemplo concreto sobre la necesidad de orar para poder resistir la tentación. Cristo, preocupado por fortalecer a sus discípulos para la inminente prueba de la Cruz, se los llevó al monte Tabor y allí se transfiguró ante ellos. Quería robustecer su fe en que Él era el Hijo de Dios y en que Dios estaba de su parte, para que cuando le vieran colgando del madero no entraran en crisis. Sabemos que aquella experiencia, algo parecido pero infinitamente más fuerte que unos ejercicios espirituales, no dio en principio los resultados esperados, pero a la larga sirvió para que los apóstoles volvieran a recuperar la fe que perdieron el Viernes Santo.
Si eso hizo el Maestro con aquellos discípulos que tantas veces le habían visto ya hacer milagros, cuánta más necesidad tendrá de hacerlo con nosotros. Él quiere prepararnos para las pruebas de la vida, quiere darnos fuerzas para que resistamos los golpes. Nosotros, en cambio, lo que queremos es que esas pruebas no existan, lo cual es imposible. Por eso, porque es inevitable tener problemas y sufrir tentaciones, nos conviene “dejarnos iluminar”, dejarnos fortalecer. Y para eso, como la semana pasada, la oración y la participación en la Eucaristía son los mejores instrumentos. “No soy tan fuerte”, debes decirte a ti mismo, para correr enseguida a buscar ayuda y consuelo en el único que te la puede dar siempre: Cristo. Dejémonos ayudar, dejémonos iluminar por Cristo para poder retener algo de esa luz, de esa fuerza, en los momentos de oscuridad, en los momentos de decaimiento. Y cuando éstos llegan, recordemos los buenos momentos, los tiempos dulces en que sentíamos a Dios muy cerca de nosotros.
Propósito: Acudir a rezar siempre, con perseverancia, al margen de nuestra apetencia. Hacerlo tanto si tenemos ganas como si no, para estar preparados para cuando vengan los problemas.
www.frmaria.org


Que nuestra vida sea un acto de oración para que podamos reflejar la luz de Dios e iluminar a nuestros hermanos.
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MensajePublicado: Lun Mar 05, 2007 11:53 pm    Asunto:
Tema: Comentario al Evangelio de Hoy
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Lucas (6, 36-38)

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “Sean misericordiosos, como su
Padre es misericordioso. No juzguen y no serán juzgados; no condenen y no serán condenados; perdonen y serán perdonados.
Den y se les dará: recibirán una medida buena, bien sacudida, apretada y
rebosante en los pliegues de su túnica. Porque con la misma medida con que
midan, serán medidos”.



Muchas veces, desde nuestros esquemas mentales no siempre basados en la caridad ni en el Evangelio, lanzamos juicios contra nuestro prójimo, condenamos abiertamente actitudes ajenas, sin un mínimo de juicio ni discernimiento. Esto es tanto más escandaloso si consideramos que esos juicios y condenas los lanzamos generalmente contra quienes están más cerca de nosotros, y de esa forma desaprovechamos frecuentes y valiosas oportunidades que tenemos a nuestro alcance para ejercitar el Evangelio. Es muy fácil, pero de nada sirve, profesar amor, aunque sea en teoría, a personas que no conocemos y con quienes jamás tropezamos en el camino, en vez de comenzar por entregarlo a nuestros más cercanos. Lo meritorio está en profesar ese amor, esa compasión y misericordia a aquéllos a quienes vemos a diario, que se cruzan por nuestro camino, que conocen nuestras debilidades y flaquezas, y de quienes conocemos también las suyas. Ahí es donde el Evangelio se vuelve difícil y molesto, y ahí es donde las más de las veces nos saltamos las exigencias de ética práctica y las convertimos en simple y vana teoría: “debemos amar...”, “debemos respetar...”; o cuando mucho, las espiritualizamos de un modo innecesario mientras invocamos: “que sepamos amar...”, “que seamos compasivos...”. Pero a la hora de la práctica, ¿qué? La propuesta de Jesús exige un modo de relación totalmente nuevo y distinto, que tal vez Lucas no explicita, pero que conocemos por medio de Mateo: “así, la justicia de ustedes será distinta a la de los escribas y fariseos” (Mt 5,20). En otras palabras, dejaremos de ser hipócritas.

Colaboración Servicio Bíblico Latinoamericano




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Comentario:

Necesitamos estímulos positivos que nos impulsen a salir de la vulgaridad enervante que tanto daño nos causa. El imperio del mal tiene sus agentes bien adiestrados para que nos convenzan de que hay que disfrutar de la vida, gozar el momento presente, desentendiéndonos de los demás para divertirnos sin medida.

Jesús lanza a los cuatro vientos mensajes de liberación. Son principios de sabiduría que orientan la vida humana por senderos de luz, abren cauces a la mejor esperanza, dejan huellas indelebles en los corazones nobles y sirven de guía a los que buscan la verdad sin complejos.

La compasión nos acerca a los demás para aceptarlos incondicionalmente sin juicios valorativos. La compasión viene a ser el condimento que solemos poner a las acciones de las personas buenas.

Si quieres ser misericordioso tiende tu mano piadosa al que permanece al borde del abismo, acoge al infeliz que está falto de apoyo, acompaña al que vive hundido en las mazmorras de la soledad, levanta al que se arrastra en el fango del pecado, abre los ojos al que camina sin rumbo y sin consuelo.

La compasión nace de dentro, se patentiza en obras piadosas y se disfruta en los cielos de la cordialidad. El proceso de la compasión se fragua en el corazón de aquellos que han aprendido el camino de las bienaventuranzas.

Los juicios apresurados, casi siempre negativos, revelan la ruindad de las almas rastreras. Las verdades del corazón no siempre se manifiestan con claridad. No es cierto aquel adagio que nos recomienda: “Piensa mal y acertarás”. La bondad, el amor y la misericordia cambian la visión rastrera de quienes etiquetan negativamente a las personas. Suele pensar bien de los demás el que es bueno de verdad.

Nadie posee el derecho de condenar. Todos somos frágiles, quebradizos, preparados para caminar por los prados de la miseria. Adivinando nuestra debilidad nos hacemos capaces de comprender y justificar la debilidad ajena.

Y no se trata de actuar como “perdonavidas”, ejerciendo como jueces implacables de debilidades ajenas, cuando hemos sido perdonados por Dios una y mil veces, sin castigos onerosos ni condenas humillantes. Tampoco parece evangélico actuar por miedos apocalípticos o por interés en recibir premios futuros en el cielo. La verdadera compasión tiene que ser desprendida, gratuita, generosa, misericordiosa, repleta de bondad.

Siendo misericordiosos, no sólo hacemos un favor al hermano, sino que disfrutamos de un cielo de paz en nuestra propia vida. Focílides sentenciaba: “Tiende tu mano caritativa al que cae; salva al infeliz que no puede encontrar apoyo. El dolor es común a todos los hombres y la vida es una rueda, de modo que la felicidad nada tiene de estable”. Los campos del dolor necesitan perentoriamente la lluvia del amor. Y el amor evangélico logra que las semillas del dolor se conviertan en frutos de felicidad. (Padre Gregorio Mateu)


Pidamos a Dios que nos conceda la gracia de saber perdonar, y también de no presumir ofensas porque también sucede que algunas veces creemos que ha habido alguna intención de ofendernos, que cuando alguien nos ofende recemos por él pensando que el daño que nos ha hecho es menos grave que él que se está causando a si mismo pues se está alejando de Dios.
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MensajePublicado: Mar Mar 06, 2007 1:52 pm    Asunto:
Tema: Comentario al Evangelio de Hoy
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Día litúrgico: Martes II de Cuaresma


Texto del Evangelio (Mt 23,1-12): En aquel tiempo, Jesús se dirigió a la gente y a sus discípulos y les dijo: «En la cátedra de Moisés se han sentado los escribas y los fariseos. Haced, pues, y observad todo lo que os digan; pero no imitéis su conducta, porque dicen y no hacen. Atan cargas pesadas y las echan a las espaldas de la gente, pero ellos ni con el dedo quieren moverlas. Todas sus obras las hacen para ser vistos por los hombres; se hacen bien anchas las filacterias y bien largas las orlas del manto; quieren el primer puesto en los banquetes y los primeros asientos en las sinagogas, que se les salude en las plazas y que la gente les llame "Rabbí".

»Vosotros, en cambio, no os dejéis llamar "Rabbí", porque uno solo es vuestro Maestro; y vosotros sois todos hermanos. Ni llaméis a nadie "Padre" vuestro en la tierra, porque uno solo es vuestro Padre: el del cielo. Ni tampoco os dejéis llamar "Doctores", porque uno solo es vuestro Doctor: Cristo. El mayor entre vosotros será vuestro servidor. Pues el que se ensalce, será humillado; y el que se humille, será ensalzado».


Comentario: Rev. D. Antoni Carol i Hostench (Sant Cugat del Vallès-Barcelona, España)

«No imitéis su conducta, porque dicen y no hacen»


Hoy, Jesús nos llama a dar testimonio de vida cristiana mediante el ejemplo, la coherencia de vida y la rectitud de intención. El Señor, refiriéndose a los maestros de la Ley y a los fariseos, nos dice: «No imitéis su conducta, porque dicen y no hacen» (Mt 23,3). ¡Es una acusación terrible!

Todos tenemos experiencia del mal y del escándalo -desorientación de las almas- que causa el "antitestimonio", es decir, el mal ejemplo. A la vez, todos también recordamos el bien que nos han hecho los buenos ejemplos que hemos visto a lo largo de nuestras vidas. No olvidemos el dicho popular que afirma que «más vale una imagen que mil palabras». En definitiva, «hoy más que nunca, la Iglesia es consciente de que su mensaje social se hará creíble por el testimonio de las obras, antes que por su coherencia y lógica interna» (Juan Pablo II).

Y una modalidad de mal ejemplo especialmente perniciosa para la evangelización es la falta de coherencia de vida. Un apóstol del tercer milenio, que se encuentra llamado a la santidad en medio de la gestión de los asuntos temporales, ha de tener presente que «sólo la relación entre una verdad consecuente consigo misma y su cumplimiento en la vida puede hacer brillar aquella evidencia de la fe esperada por el corazón humano; solamente a través de esta puerta [de la coherencia] entrará el Espíritu en el mundo» (Benedicto XVI).

Finalmente, Jesús se lamenta de quienes «todas sus obras las hacen para ser vistos por los hombres» (Mt 23,5). La autenticidad de nuestra vida de apóstoles de Cristo reclama la rectitud de intención. Hemos de actuar, sobre todo, por amor a Dios, para la gloria del Padre. Tal como lo podemos leer en el Catecismo de la Iglesia, «Dios creó todo para el hombre, pero el hombre fue creado para servir y amar a Dios y para ofrecerle toda la creación». He aquí nuestra grandeza: ¡servir a Dios como hijos suyos!

www.evangeli.net




Cita:
Jesús fija su posición con respecto a la Ley y declara cuál debe ser la posición de sus discípulos y de la comunidad creyente. Ya Jesús lo había afirmado: “no he venido a abolir la Ley, sino a llevarla a su plenitud” (Mt 5,17); por tanto no hay aquí interés alguno de parte suya en cuestionar la ley de Moisés; para él sigue siendo válida, como sigue siendo válido el escuchar las enseñanzas de esa Ley. Lo que Jesús rechaza abiertamente son las obras de la Ley vacías de contenido, así como los extremos a que han llegado quienes en nombre de ella lo único que hacen es esclavizar a la gente, doblegar a los demás con pesados fardos que ellos mismos ni intentan mover. Con sus palabras Jesús desenmascara la hipocresía de los escribas y fariseos que creen poder dominarlo todo haciendo creer que son los más devotos y fieles a la Ley, porque portan en público trozos de ella grabados en sus vestidos o en algunas partes del cuerpo (la frente y los brazos). Esta actitud no es válida, útil ni necesaria según el modo de pensar y ver de Jesús. La comunidad de discípulos debe tener, por tanto, una forma muy distinta de relacionarse con la Ley, la que tiene que nacer de un modo completamente nuevo y diferente de relacionarse entre sí.

Colaboración Servicio Bíblico Latinoamericano



Cita:
Comentario:

No parece necesario cebarse en los escribas y fariseos de la época de Jesús, criticando su comportamiento y vituperando sus ideas, sino detectar nuestra realidad social y personal para convertirnos y cambiar nuestras posturas para ajustarlas a los dictados del Evangelio.

El evangelista deseaba llamar a los nuevos creyentes, al pueblo, para que prestaran mucha más atención a la vida que a las leyes. Los fieles tienen que mirarse en el espejo de Jesús y no en los pastores, a los que tienen que escuchar para saber lo que tienen que hacer.

Resulta fácil criticar el pasado, ver los errores de los que nos rodean, poner en tela de juicio las obras de los demás, mientras intentamos justificar nuestras debilidades. Exigimos imperiosamente nuestros derechos, pero olvidamos lamentablemente nuestras obligaciones. Intentamos pasar por “personas buenas”, cuidando nuestro prestigio, exigiendo atención y consideración, al tiempo que dejamos a un lado las más elementales normas de cortesía y las exigencias del agradecimiento que merecen los que viven a nuestro lado.

La nueva doctrina, predicada por Jesús, está cargada de sencillez, humildad, tolerancia, buena acogida, respeto, misericordia, perdón y cordialidad. Nada de prepotencia ni de manifestaciones ampulosas de superioridad.

Tenemos un solo SEÑOR. A Él debemos escuchar. Él nos ofrece horizontes de vida feliz, muy alejados de conveniencias estructurales o de temores injustificados. Nos avisa E. M. Arndt: “Frente a los hombres, un águila; ante Dios, un gusano: asi debes manifestarte en la tempestad de la vida. Solamente aquel que se siente pequeño ante Dios puede ser poderoso ante los hombres”.

La humildad es el mejor perfume de una vida positiva. La persona humilde cree que vale muy poco y la realidad es que, por si misma, se muestra como un gran tesoro que agrada a los que le rodean y resulta muy amada por Dios.

La prueba más evidente de un hombre grande es la humildad. Puede darse un hombre santo o un hombre ignorante; es posible acceder a la virtud con o sin cualidades espectaculares; se pueden alcanzar altas cotas de éxito en la pobreza o en la prosperidad. Pero, en ningún caso, puede darse un santo que no sea humilde. (Padre Gregorio Mateu)



Pidamos a Dios que nos conceda la gracia de ser coherentes para que con nuestro ejemplo de vida podamos evangelizar a nuestros hermanos que andan por caminos equivocados y sobre todo que no hagamos para buscar reconocimiento sino para ganar almas para la gloria de Dios.
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MensajePublicado: Jue Mar 08, 2007 1:52 pm    Asunto:
Tema: Comentario al Evangelio de Hoy
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Día litúrgico: Jueves II de Cuaresma


Texto del Evangelio (Lc 16,19-31): En aquel tiempo, Jesús dijo a los fariseos: «Era un hombre rico que vestía de púrpura y lino, y celebraba todos los días espléndidas fiestas. Y un pobre, llamado Lázaro, que, echado junto a su portal, cubierto de llagas, deseaba hartarse de lo que caía de la mesa del rico pero hasta los perros venían y le lamían las llagas.

»Sucedió, pues, que murió el pobre y fue llevado por los ángeles al seno de Abraham. Murió también el rico y fue sepultado. Estando en el Hades entre tormentos, levantó los ojos y vio a lo lejos a Abraham, y a Lázaro en su seno. Y, gritando, dijo: ‘Padre Abraham, ten compasión de mí y envía a Lázaro a que moje en agua la punta de su dedo y refresque mi lengua, porque estoy atormentado en esta llama’. Pero Abraham le dijo: ‘Hijo, recuerda que recibiste tus bienes durante tu vida y Lázaro, al contrario, sus males; ahora, pues, él es aquí consolado y tú atormentado. Y además, entre nosotros y vosotros se interpone un gran abismo, de modo que los que quieran pasar de aquí a vosotros, no puedan; ni de ahí puedan pasar donde nosotros’.

»Replicó: ‘Con todo, te ruego, padre, que le envíes a la casa de mi padre, porque tengo cinco hermanos, para que les dé testimonio, y no vengan también ellos a este lugar de tormento’. Díjole Abraham: ‘Tienen a Moisés y a los profetas; que les oigan’. Él dijo: ‘No, padre Abraham; sino que si alguno de entre los muertos va donde ellos, se convertirán’. Le contestó: ‘Si no oyen a Moisés y a los profetas, tampoco se convencerán, aunque un muerto resucite’».


Comentario: Rev. D. Xavier Sobrevía i Vidal (Sant Boi de Llobregat-Barcelona, España)

«Si no oyen a Moisés y a los profetas, tampoco se convencerán, aunque un muerto resucite»

Hoy, el Evangelio es una parábola que nos descubre las realidades del hombre después de la muerte. Jesús nos habla del premio o del castigo que tendremos según cómo nos hayamos comportado.El contraste entre el rico y el pobre es muy fuerte. El lujo y la indiferencia del rico; la situación patética de Lázaro, con los perros que le lamen las úlceras (cf. Lc 16,19-21). Todo tiene un gran realismo que hace que entremos en escena.

Podemos pensar, ¿dónde estaría yo si fuera uno de los dos protagonistas de la parábola? Nuestra sociedad, constantemente, nos recuerda que hemos de vivir bien, con confort y bienestar, gozando y sin preocupaciones. Vivir para uno mismo, sin ocuparse de los demás, o preocupándonos justo lo necesario para que la conciencia quede tranquila, pero no por un sentido de justicia, amor o solidaridad.

Hoy se nos presenta la necesidad de escuchar a Dios en esta vida, de convertirnos en ella y aprovechar el tiempo que Él nos concede. Dios pide cuentas. En esta vida nos jugamos la vida.Jesús deja clara la existencia del infierno y describe algunas de sus características: la pena que sufren los sentidos —«que moje en agua la punta de su dedo y refresque mi lengua, porque estoy atormentado en esta llama» (Lc 16,24)— y su eternidad —«entre nosotros y vosotros se interpone un gran abismo» (Lc 16,26).

San Gregorio Magno nos dice que «todas estas cosas se dicen para que nadie pueda excusarse a causa de su ignorancia». Hay que despojarse del hombre viejo y ser libre para poder amar al prójimo. Hay que responder al sufrimiento de los pobres, de los enfermos, o de los abandonados. Sería bueno que recordáramos esta parábola con frecuencia para que nos haga más responsables de nuestra vida. A todos nos llega el momento de la muerte. Y hay que estar siempre preparados, porque un día seremos juzgados.

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Para Jesús, uno de los signos más potentes de la irrupción del reino es el reparto justo de los bienes. La sociedad de su tiempo era desigual como la nuestra: muy pocos tenían mucho más de los necesario, y muchísimos contaban con muy poco para poder vivir. Lázaro, símbolo de estos últimos, anhela comer aunque sean las migajas que caen de la mesa del opulento. Es la imagen precisa para dar idea del desequilibrio socioeconómico que quiere describir Jesús. Por ninguna parte alude Jesús a una supuesta “mala suerte” del pobre Lázaro, que sólo obtuvo hambre, privaciones y la humillación inhumana de no tener absolutamente nada. Para Jesús, el empobrecimiento cuyo extremo emblemático es Lázaro, no es consecuencia de una mala suerte, y mucho menos podría formar parte del proyecto del Padre por medio del cual él “ponga a prueba” a sus hijos, como a veces se nos enseñó y aún se suele insistir. Para Jesús, ese empobrecimiento de las personas tiene un origen que todos conocen: la codicia, la ambición, el desenfrenado apetito de tener, aun a costa de la expoliación de los otros con total indiferencia e inmisericordia. Esa actitud genera de por sí un gran abismo entre los opulentos y los paupérrimos; una brecha que cada vez se ensancha más y que es sumamente difícil de superar, porque implica la conversión del opulento; conversión que implica despojarse y abrir la mano a los desposeídos (cf. Dt 15,11).

Colaboración Servicio Bíblico Latinoamericano




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Comentario:

La injusticia, la pésima distribución de la riqueza y las hirientes desigualdades entre los seres humanos claman al cielo en unos momentos en los que tanto hemos avanzado en tecnología, comunicación y la tan llevada globalización.

No se trata de globalizar la pobreza, sino de que los bienes materiales lleguen a todos los seres humanos para satisfacer sus necesidades más elementales. Pasan los siglos y siguen las injusticias sin que lleguemos a la convicción de que todos los seres humanos somos iguales en dignidad y tenemos los mismos derechos y deberes.

Cabe recordarlo muchas veces; “No; me es imposible creerlo aunque lo afirmase ella misma. La Naturaleza no ha creado los pobres. Es buena y es sabia; es una madre y no una madrastra; todos nosotros somos sus hijos y tanto quiere al primero como al ultimo”. (C. Bini)

No me gusta que usemos la parábola del rico Epulón para consolarnos pensando que en la otra vida se hará justicia y, mientras el pobre será ensalzado, para el rico llegará el tiempo del castigo. La justicia, la solidaridad y la armoniosa convivencia entre los seres humanos debe darse ya en esta tierra.
Otra cosa es que sepamos ir por este mundo ligeros de equipaje. Compartiendo nuestros bienes logramos disfrutar mucho más de la bella aventura de vivir. Siendo solidarios nos hacemos agradables a los ojos de Dios y nos acercamos a los hermanos. En la otra vida completamos lo que hemos iniciado en este mundo. No parece oportuno mantener las diferencias ofensivas entre ricos y pobres; parece mucho mejor acercarnos para compartir lo que somos y tenemos para que cada ser humano descubra su maravillosa dignidad.

Estamos a tiempo de llamar a los “epulones” para que compartan lo que tienen, siembren raudales de justicia, ofrezcan trabajo bien remunerado, fomenten riqueza para todos y, en definitiva recreen un mundo más justo y solidario.

Los “lazaros” pueden brindar sencillez, humildad, simpatía, pese a sus enormes carencias. También ellos pueden evangelizar a los poderosos de este mundo con el ejemplo vivo de su alegría. Los pobres de Yahvé son aquellos que tienen sitio en su corazón para albergar a millones de hermanos. Y que mantienen la esperanza de que Dios, que es la mejor riqueza, está siempre con ellos.

Todos tenemos que escuchar la voz de la justicia que clama intensamente en el corazón de los creyentes para evitar sorpresas en el futuro. (Padre Gregorio Mateu)


Pidamos a Dios que nos conceda la gracia de quitar el egoísmo de nuestros corazones, de sentirnos comprometidos a construir un mundo mejor desde todo punto de vista, que no nos conformemos con dar una limosma para calmar nuestra conciencia, sino que cada uno de nuestros actos sea un vivir y transmitir la fe.
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