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Comentario al Evangelio de Hoy
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monik
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MensajePublicado: Vie Mar 09, 2007 1:12 pm    Asunto:
Tema: Comentario al Evangelio de Hoy
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Cita:
Día litúrgico: Viernes II de Cuaresma


Texto del Evangelio (Mt 21,33-43.45-46): En aquel tiempo, Jesús dijo a los grandes sacerdotes y a los notables del pueblo: «Escuchad otra parábola. Era un propietario que plantó una viña, la rodeó de una cerca, cavó en ella un lagar y edificó una torre; la arrendó a unos labradores y se ausentó. Cuando llegó el tiempo de los frutos, envió sus siervos a los labradores para recibir sus frutos. Pero los labradores agarraron a los siervos, y a uno le golpearon, a otro le mataron, a otro le apedrearon. De nuevo envió otros siervos en mayor número que los primeros; pero los trataron de la misma manera. Finalmente les envió a su hijo, diciendo: ‘A mi hijo le respetarán’. Pero los labradores, al ver al hijo, se dijeron entre sí: ‘Este es el heredero. Vamos, matémosle y quedémonos con su herencia’. Y agarrándole, le echaron fuera de la viña y le mataron. Cuando venga, pues, el dueño de la viña, ¿qué hará con aquellos labradores?».

Dícenle: «A esos miserables les dará una muerte miserable y arrendará la viña a otros labradores, que le paguen los frutos a su tiempo». Y Jesús les dice: «¿No habéis leído nunca en las Escrituras: La piedra que los constructores desecharon, en piedra angular se ha convertido; fue el Señor quien hizo esto y es maravilloso a nuestros ojos? Por eso os digo: Se os quitará el Reino de Dios para dárselo a un pueblo que rinda sus frutos».

Los sumos sacerdotes y los fariseos, al oír sus parábolas, comprendieron que estaba refiriéndose a ellos. Y trataban de detenerle, pero tuvieron miedo a la gente porque le tenían por profeta.


Comentario: Rev. D. Melcior Querol i Solà (Ribes de Freser-Girona, España)

«La piedra que los constructores desecharon, en piedra angular se ha convertido»Hoy, Jesús, por medio de la parábola de los viñadores homicidas, nos habla de la infidelidad; compara la viña con Israel y nos viñadores con los jefes del pueblo escogido. A ellos y a toda la descendencia de Abraham se les había confiado el Reino de Dios, pero han malversado la heredad: «Por eso os digo: Se os quitará el Reino de Dios para dárselo a un pueblo que rinda sus frutos» (Mt 21,43).

Al principio del Evangelio de Mateo, la Buena Nueva parece dirigida únicamente a Israel. El pueblo escogido, ya en la Antigua Alianza, tiene la misión de anunciar y llevar la salvación a todas las naciones. Pero Israel no ha sido fiel a su misión. Jesús, el mediador de la Nueva Alianza, congregará a su alrededor a los doce Apóstoles, símbolo del “nuevo” Israel, llamado a dar frutos de vida eterna y a anunciar a todos los pueblos la salvación.

Este nuevo Israel es la Iglesia, todos los bautizados. Nosotros hemos recibido, en la persona de Jesús y en su mensaje, un regalo único que hemos de hacer fructificar. No nos podemos conformar con una vivencia individualista y cerrada a nuestra fe; hay que comunicarla y regalarla a cada persona que se nos acerca. De ahí se deriva que el primer fruto es que vivamos nuestra fe en el calor de familia, el de la comunidad cristiana. Esto será sencillo, porque «donde hay dos o más reunidos en mi nombre, yo estoy allí en medio de ellos» (Mt 18,20).

Pero se trata de una comunidad cristiana abierta, es decir, eminentemente misionera (segundo fruto). Por la fuerza y la belleza del Resucitado “en medio nuestro”, la comunidad es atractiva en todos sus gestos y actos, y cada uno de sus miembros goza de la capacidad de engendrar hombres y mujeres a la nueva vida del Resucitado. Y un tercer fruto es que vivamos con la convicción y certeza de que en el Evangelio encontramos la solución a todos los problemas.

Vivamos en el santo temor de Dios, no fuera que nos sea tomado el Reino y dado a otros.

www.evangeli.net



Cita:
Jesús denuncia el comportamiento histórico de su pueblo, y también a nosotros, que muchas veces hacemos el papel de los dirigentes religiosos judíos, más preocupados por la ortodoxia doctrinal que por nuestra sincera conversión. A veces enjuiciamos a personas o grupos que por su fidelidad al Evangelio se salen de lo estipulado poniendo por delante a las personas antes que a las estructuras, o la libertad y la conciencia de los individuos antes que la ley y la norma. Y caemos entonces en enjuiciarlos, en crearles mala fama, e incluso más aun, llegamos de hecho a excomulgarlos de la vida eclesial.

Es saludable revisar nuestras actitudes respecto a la Palabra de Dios. Tomémosla como el mensajero que viene de parte del dueño de la viña a pedirnos cuentas de los frutos. ¿Cuántas veces hemos respondido como debería ser? ¿Cuántas veces nuestra respuesta al Señor que nos exige justicia, verdad, solidaridad, amor fraterno, “misericordia y no sacrificios” (Mt 9,13;12,7;Os 6,6), han sido en realidad piedras y palos? Colaboración Servicio Bíblico Latinoamericano





Cita:
Comentario:

Todos estamos llamados a cumplir con una tarea importante en este mundo. Tenemos que producir frutos de vida. Es preciso llenar el vacío que hemos encontrado en nuestro entorno.

Tenemos la enorme responsabilidad de edificar o destruir. De sembrar o pisar los campos. De levantar ánimos decaídos o de amargar la vida de las personas. De correr y volar o de arrastrarnos por el sendero fangoso de la pereza. De mirar arriba, hacia el cielo de la fe, o de hundirnos en las mazmorras de la indiferencia y el olvido de las cosas de arriba. Supone un enorme error aprovecharnos de los dones de Dios como si fueran propios. Somos administradores de unos dones y bienes que Dios nos ha regalado y de los que nos pedirá cuenta puntual. Lo bonito es que estamos a tiempo de rectificar, de cambiar de vida. El árbol de nuestra vida está todavia en los campos del reino de Dios. No se ha secado. No lo ha cortado el Señor pese a que no ha dado el debido fruto. Todavia gozamos de la oportunidad de dar fruto. Dios sigue regando el campo de nuestro corazón con su amor y su generosidad.

Desgraciadamente, los creyentes siguen maltratados en buena parte de nuestra sociedad. No son comprendidos los agentes del reino de Dios. Molestan sus valores incuestionables a una legión de enemigos de la verdad, que venden felicidades utópicas centradas en la degradación de la dignidad humana.

San Mateo marca de una forma muy especial los comportamientos de Jesus. Más allá de las apalabras esta la vida. De nada valen las bellas expresiones si no van acompañadas de acciones bondadosas. Los preceptos legales carecen de importancia si no van acompañados de convicciones profundas que nacen de la mente, mueven el corazón y nos llevan a las obras.

Todos somos necesarios en el Reino de Dios. Dios se sirve de los pequeños, de los humildes, para llevar a cabo maravillosas realizaciones. Dejarse conducir por Cristo es la mejor manera de servir en este reino.

El labrador usa los recursos que Dios le ha dado. Simplemente los cuida, los atiende para que produzcan fruto abundante. Es la ley del trabajo constante y eficaz que siempre recrea las mejores cosechas en los campos del mundo.

¿Hemos producido hasta ahora los frutos esperados por el Señor? (Padre Gregorio Mateu)



Pidamos a Nuestro Señor que nos conceda la gracia de ser perseverantes en la siembra aun cuando tardemos en ver los frutos que no nos convirtamos en asesinos de su Palabra al dudar de ella y actuar de acuerdo a nuestros deseos y no conforme a la Ley de Dios.
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monik
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MensajePublicado: Sab Mar 10, 2007 1:52 pm    Asunto:
Tema: Comentario al Evangelio de Hoy
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Cita:
Día litúrgico: Sábado II de Cuaresma


Texto del Evangelio (Lc 15,1-3.11-32): En aquel tiempo, viendo que todos los publicanos y los pecadores se acercaban a Jesús para oírle, los fariseos y los escribas murmuraban, diciendo: «Este acoge a los pecadores y come con ellos». Entonces les dijo esta parábola. «Un hombre tenía dos hijos; y el menor de ellos dijo al padre: ‘Padre, dame la parte de la hacienda que me corresponde’. Y él les repartió la hacienda. Pocos días después el hijo menor lo reunió todo y se marchó a un país lejano donde malgastó su hacienda viviendo como un libertino. Cuando hubo gastado todo, sobrevino un hambre extrema en aquel país, y comenzó a pasar necesidad. Entonces, fue y se ajustó con uno de los ciudadanos de aquel país, que le envió a sus fincas a apacentar puercos. Y deseaba llenar su vientre con las algarrobas que comían los puercos, pero nadie se las daba. Y entrando en sí mismo, dijo: ‘¡Cuántos jornaleros de mi padre tienen pan en abundancia, mientras que yo aquí me muero de hambre! Me levantaré, iré a mi padre y le diré: Padre, pequé contra el cielo y ante ti. Ya no merezco ser llamado hijo tuyo, trátame como a uno de tus jornaleros’. Y, levantándose, partió hacia su padre.

»Estando él todavía lejos, le vio su padre y, conmovido, corrió, se echó a su cuello y le besó efusivamente. El hijo le dijo: ‘Padre, pequé contra el cielo y ante ti; ya no merezco ser llamado hijo tuyo’. Pero el padre dijo a sus siervos: ‘Traed aprisa el mejor vestido y vestidle, ponedle un anillo en su mano y unas sandalias en los pies. Traed el novillo cebado, matadlo, y comamos y celebremos una fiesta, porque este hijo mío estaba muerto y ha vuelto a la vida; estaba perdido y ha sido hallado’. Y comenzaron la fiesta.

»Su hijo mayor estaba en el campo y, al volver, cuando se acercó a la casa, oyó la música y las danzas; y llamando a uno de los criados, le preguntó qué era aquello. El le dijo: ‘Ha vuelto tu hermano y tu padre ha matado el novillo cebado, porque le ha recobrado sano’. Él se irritó y no quería entrar. Salió su padre, y le suplicaba. Pero él replicó a su padre: ‘Hace tantos años que te sirvo, y jamás dejé de cumplir una orden tuya, pero nunca me has dado un cabrito para tener una fiesta con mis amigos; y ¡ahora que ha venido ese hijo tuyo, que ha devorado tu hacienda con prostitutas, has matado para él el novillo cebado!’ Pero él le dijo: ‘Hijo, tú siempre estás conmigo, y todo lo mío es tuyo; pero convenía celebrar una fiesta y alegrarse, porque este hermano tuyo estaba muerto, y ha vuelto a la vida; estaba perdido, y ha sido hallado’».


Comentario: Rev. D. Llucià Pou i Sabaté (Vic-Barcelona, España)

«Me levantaré, iré a mi padre y le diré: ‘Padre, pequé contra el cielo y ante ti’»

Hoy vemos la misericordia, la nota distintiva de Dios Padre, en el momento en que contemplamos una Humanidad “huérfana”, porque —desmemoriada— no sabe que es hija de Dios. Cronin habla de una hijo que marchó de casa, malgastó dinero, salud, el honor de la familia... cayó en la cárcel. Poco antes de salir en libertad, escribió a su casa: si le perdonaban, que pusieran un pañuelo blanco en el manzano, tocando la vía del tren. Si lo veía, volvería a casa; si no, ya no le verían más. El día que salió, llegando, no se atrevía a mirar... ¿Habría pañuelo? «¡Abre tus ojos!... ¡mira!», le dice un compañero. Y se quedó boquiabierto: en el manzano no había un solo pañuelo blanco, sino centenares; estaba lleno de pañuelos blancos.

Nos recuerda aquel cuadro de Rembrandt en el que se ve cómo el hijo que regresa, desvalido y hambriento, es abrazado por un anciano, con dos manos diferentes: una de padre que le abraza fuerte; la otra de madre, afectuosa y dulce, le acaricia. Dios es padre y madre...

«Padre, he pecado» (cf. Lc 15,21), queremos decir también nosotros, y sentir el abrazo de Dios en el sacramento de la confesión, y participar en la fiesta de la Eucaristía: «Comamos y celebremos una fiesta, porque este hijo mío estaba muerto y ha vuelto a la vida» (Lc 15,23-24). Así, ya que «Dios nos espera —¡cada día— como aquel padre de la parábola esperaba a su hijo pródigo» (San Josemaría), recorramos el camino con Jesús hacia el encuentro con el Padre, donde todo se aclara: «El misterio del hombre sólo se esclarece en el misterio del Verbo encarnado» (Concilio Vaticano II).

El protagonista es siempre el Padre. Que el desierto de la Cuaresma nos lleve a interiorizar esta llamada a participar en la misericordia divina, ya que la vida es un ir regresando al Padre.

www.evangeli.net



Cita:
Los fariseos criticaban a Jesús por no evitar que se mezclaran entre sus oyentes personas reconocidas como pecadoras, y no sólo porque les permitía estar entre su auditorio, sino porque hasta compartía la mesa con ellos; ¡horror de horrores! Eso era impensable e imperdonable para la mentalidad de los fariseos.

En lugar de una respuesta teórica magistral, Jesús les responde con tres parábolas que reflejan con toda claridad cuál es la actitud de Dios respecto a quienes la religión ha excluido, y a los que se creen dueños absolutos de la gracia divina. Esas tres parábolas definen en pocas palabras la misericordia y acogida de Dios: el pastor que encuentra la oveja perdida; la mujer que halla su moneda extraviada, y el padre que recupera al hijo descarriado.

Sobre esta última se centra el texto asumido hoy, dándonos una imagen profundamente conmovedora sobre el amor sin límites, el perdón, la misericordia y la acogida de Dios Padre para con sus hijos descarriados. Ella será por siempre la mayor fuente de confianza para el pecador que se arrepiente y decide volver al hogar paterno.

Colaboración del Servicio Bíblico Latinoamericano

Cita:
Comentario:

Amor, misericordia, perdón, reconciliación son palabras mágicas que vienen de perlas en este tiempo de Cuaresma. Tiempo de conversión, de cambio, de reconciliación. Tienen que cambiar muchas cosas en nuestras vidas para que podemos seguir en los caminos del Señor.

¿En cuál de las figuras del Evangelio de hoy nos sentimos reflejados? ¿Encarnamos la figura del padre bueno que espera con ansia y con fe el retorno de su hijo al hogar? ¿Nos lamentamos, como el hermano mayor, de la fiesta que el padre organizado para el hijo díscolo que ha regresado? ¿Somos como el hijo prodigo, que necesitamos regresar de una vez por todas a la casa del Padre?

Desde luego que nos hemos encontrado con un Padre bueno, que nos espera con los brazos abiertos para recibirnos, darnos nueva vida e invitarnos al banquete de su reino.

La misericordia de Dios nos acompaña siempre. Pero, es necesario lanzarse en su brazos amorosos con confianza y con arrepentimiento.

Prefiero mil veces meditar en el corazón amoroso del padre que en los amargos avatares de una vida sin Dios, en las mazmorras insufribles del hambre, de la soledad y de la miseria física y moral. Poco cuentan mil miserias si confío plenamente en Aquel que ha derramado toda su sangre por mi amor.
El verdadero banquete no lo proporcionan los selectos manjares puestos en la mesa, sino las actitudes de un corazón de padre que devuelve a su hijo su dignidad perdida, calzándolo de nuevo, vistiendo su cuerpo con una hermosa túnica.

Los reproches, las amonestaciones, los castigos son ampliamente superados por la misericordia, el perdón y la reconciliación incondicional. El insondable milagro de la acogida amorosa, cura todas las cicatrices abiertas en los dominios del corazón arrepentido.

El encuentro con el padre hace olvidar todos los errores que han marcado nuestra vida. Dios sabe nuestra verdad y nos perdona sin condiciones. “Si conociéramos a los demás como nos conocemos a nosotros mismos, sus actos mas reprobables nos parecerían dignos de indulgencia”. (A. Maurois)

No basta que nos dejemos perdonar por un padre amoroso. Es preciso que nosotros demos un paso mas, perdonando sin condiciones a los que alguna manera nos han ofendido.

Todos, efectivamente, hemos interpretado en alguna ocasión la actitud del Padre bueno, la del hermano rebelde y engreído, asi como la del hijo prodigo que se he perdido en los dominios del pecado. Al final, tiene que triunfar el amor y la reconciliación. (Padre Gregorio Mateu)


Demos gracias a Dios porque siempre nos está esperando y pidamos por los que todavía no han aprendido a perdonar, para que descubran la alegría y la paz que trae consigo la fiesta del perdón; por los que se sienten con remordimiento y culpables de pecado, para que tengan el valor de buscar el perdón y la reconciliación.
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monik
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MensajePublicado: Dom Mar 11, 2007 2:02 pm    Asunto:
Tema: Comentario al Evangelio de Hoy
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Cita:
Día litúrgico: Domingo III (C) de Cuaresma


Texto del Evangelio (Lc 13,1-9): En aquel tiempo, llegaron algunos que contaron a Jesús lo de los galileos, cuya sangre había mezclado Pilato con la de sus sacrificios. Les respondió Jesús: «¿Pensáis que esos galileos eran más pecadores que todos los demás galileos, porque han padecido estas cosas? No, os lo aseguro; y si no os convertís, todos pereceréis del mismo modo. O aquellos dieciocho sobre los que se desplomó la torre de Siloé matándolos, ¿pensáis que eran más culpables que los demás hombres que habitaban en Jerusalén? No, os lo aseguro; y si no os convertís, todos pereceréis del mismo modo».

Les dijo esta parábola: «Un hombre tenía plantada una higuera en su viña, y fue a buscar fruto en ella y no lo encontró. Dijo entonces al viñador: ‘Ya hace tres años que vengo a buscar fruto en esta higuera, y no lo encuentro; córtala; ¿para qué va a cansar la tierra?’. Pero él le respondió: ‘Señor, déjala por este año todavía y mientras tanto cavaré a su alrededor y echaré abono, por si da fruto en adelante; y si no da, la cortas’».


Comentario: Cardenal Jorge Mejía, Archivista y Bibliotecario de la Santa Iglesia Romana

«Si no os convertís, todos pereceréis del mismo modo»

Hoy, tercer domingo de Cuaresma, le lectura evangélica contiene una llamada de Jesús a la penitencia y a la conversión. O, más bien, una exigencia de cambiar de vida.

Convertirse” significa, en el lenguaje del Evangelio, mudar de actitud interior, y también de estilo externo. Es una de las palabras más usadas en el Evangelio. Recordemos que, antes de la venida del Señor Jesús, san Juan Bautista resumía su predicación con la misma expresión: «Predicaba un bautismo de conversión» (Mc 1,4). Y, enseguida, la predicación de Jesús se resume con estas palabras: «Convertíos y creed en el Evangelio» (Mc 1,15).

Esta lectura de hoy tiene, sin embargo, características propias, que piden atención fiel y respuesta consecuente. Se puede decir que la primera parte, con ambas referencias históricas (la sangre derramada por Pilato y la torre derrumbada), contiene una amenaza. ¡Imposible llamarla de otro modo!: lamentamos las dos desgracias —entonces sentidas y lloradas— pero Jesucristo, muy seriamente, nos dice a todos: —Si no cambiáis de vida, «todos pereceréis del mismo modo» (Lc 13,5).

Esto nos muestra dos cosas. Primero, la absoluta seriedad del compromiso cristiano. Y, segundo: de no respetarlo como Dios quiere, la posibilidad de una muerte, no en este mundo, sino mucho peor, en el otro: la eterna perdición. Las dos muertes de nuestro texto no son más que figuras de otra muerte, sin comparación con la primera.Cada uno sabrá cómo esta exigencia de cambio se le presenta. Ninguno queda excluido. Si esto nos inquieta, la segunda parte nos consuela. El “viñador”, que es Jesús, pide al dueño de la viña, su Padre, que espere un año todavía. Y entretanto, él hará todo lo posible (y lo imposible, muriendo por nosotros) para que la viña dé fruto. Es decir, ¡cambiemos de vida! Éste es el mensaje de la Cuaresma. Tomémoslo entonces en serio. Los santos —san Ignacio, por ejemplo, aunque tarde en su vida— por gracia de Dios cambian y nos animan a cambiar.

www.evangeli.net



Cita:
Comentario

Jesús nos enseña, en el texto de hoy a aprender a escuchar la voz de Dios en los acontecimientos de la historia. De hecho sus interlocutores también lo hacían, y por eso van a contarle los hechos, pero escuchaban mal, Dios no decía lo que ellos entendían. Es verdad que Dios habla, pero hay que aprender a escucharlo. Dios no nos dice que los muertos de esos acontecimientos drásticos eran pecadores, de hecho todos lo son. Lo que Dios nos dice es que por serlo, debemos convertirnos y dar frutos de conversión. Los frutos son una palabra de Dios para esta etapa de la historia.

La vid y la higuera, representan en la Biblia, frecuentemente, al pueblo de Israel, para que quede claro que se refiere a esto, el pasaje de la parábola nos habla de una higuera plantada en un a viña. Pero en estos casos, el problema, con muchísima frecuencia son los frutos, o para ser precisos, los frutos malos la falta de ellos ¿De qué sirve una higuera que no da frutos? Si no da frutos reiteradamente, el problema se agrava: no sólo no da fruto sino que ocupa un lugar que se podría aprovechar para otra planta. Dios preparó el terreno, hizo todo lo necesario, se tomó un tiempo prudencial, pero ¿y los frutos? El pueblo que Dios se ha preparado con tanto cariño, ¿cómo responde al cariño de Dios?, el tiempo se acaba y la higuera puede ser cortada. Sólo la intercesión de los trabajadores puede postergar esto un breve tiempo más.

Vivimos en sociedades llamadas cristianas. "Occidental y cristiana" se decía, y los frutos fueron torturas, desapariciones, asesinatos, delaciones, miedo, desesperanza y más todavía: hambre, desocupación, analfabetismo, falta de salud y vivienda, desesperanza y "por los frutos se conoce el árbol". Hoy, muchos llamados cristianos siguen viviendo su fe muy lejos de los frutos de amor y justicia que nos pide el Evangelio: participan de mesas de dinero, de la tiranía del mercado, pagan sueldos "estrictamente «justos»” y precisamente bajos, están afiliados a partidos que nada tienen que ver con la Doctrina Social de la Iglesia (¿se puede -por ejemplo- ser cristiano y neo- liberal? ¡ciertamente no!). ¿Y los frutos? Individualismo, hambre, pobreza Así, por ejemplo, vemos que uno de los problema que tenemos en América Latina para el reconocimiento “oficial” de nuestros mártires es que quienes los han matado “se llaman ellos mismos cristianos!”, y esto desconcierta a muchos.

¡Cuántos se llaman cristianos entre nosotros! ¡Cuántos son "cristianos comprometidos" participantes de misas y movimientos! Pero también, ¡cuánto es el escándalo!

"Dios mío: quiero pedirte perdón hoy por haberme olvidado de lo más importante: que eres mi Padre; Señor, nunca más quiero tenerte miedo, soy tu hijo y no tu esclavo. Desde hoy en adelante quiero que estés contento conmigo. Quiero demostrarte con hechos, y no con meras palabras, que te quiero quiero amarte en cada hombre que me salga al encuentro, porque ésa es tu voluntad. Quiero sufrir con mis hermanos que están sin trabajo, quiero sentir como mía la angustia de miles y miles de jubilado. Haz, Señor, que como Tú, pase por la vida desparramando amor
No bastan las palabras. De nada sirve una higuera estéril. Una higuera debe dar higos ya que para eso ha sido plantada. Un pueblo redimido por Cristo, debe edificar, con su vida (y con su muerte si fuera necesario) un Reino que dé frutos de verdad, de justicia y de paz, de libertad, de vida y de esperanza. Estamos lejos, ¡muy lejos! de lograrlo. Es verdad que en decenas de comunidades hay también frutos muy vivos de solidaridad, de paz, de oración, de justicia y de vida, de celebración y de esperanza y podríamos multiplicar los frutos que vemos en las comunidades; pero todo lo anterior también es cierto. Faltan muchos frutos que dar, falta mucha vida que cosechar y alegría que festejar. El continente de la violencia, de la injusticia y el hambre reclama frutos de los cristianos. Y esos frutos deben darse en la historia. Los acontecimientos cotidianos, de dolor y de muerte, que tan frecuentes vivimos en América Latina nos dan una palabra de Dios, una palabra que debemos aprender a escuchar, que debemos comprender para no creer que Dios dice lo que no está diciendo. Jesús nos enseña la “dinámica del fruto” para aprender a reconocer allí un Dios que sigue hablando y que nos sigue llamando a la conversión. no para una conversión individual y personal, sino que dé frutos para los hermanos, para la historia y para la vida. Y la Cuaresma es tiempo oportuno para empezar a darlos.

Para la revisión de vida
- ¿Cuántas veces –en qué concretamente, de qué form - ha venido Dios a buscar fruto a mi higuera sin encontrarlo? ¿Estaré agotando la “paciencia de Dios”? ¿Será necesaria una poda en mi vida para que se renueve y revitalice?


Para la oración de los fieles
- Para que tengamos en nuestra fe una imagen de Dios conforme a lo que la Palabra de Dios nos manifiesta: un Dios que interviene en la historia, escucha el clamor de su puelo y sin quedarse en la pasividad decide entrar en acción, roguemos al Señor.
- Para que también nosotros tengamos una espiritualidad que corresponda al Dios bíblico: abierta a captar los signos de la presencia de Dios en la historia, y principalmente dispuesta a escuchar el clamor de los hermanos que sufren, roguemos al Señor.
- Para que no achaquemos a Dios el mal que nosotros mismos provocamos, roguemos al Señor.
- Para que no decepcionemos una y otra vez al Señor que viene a recoger los frutos que espera de nosotros, sino que con tesón y con esperanza produzcamos frutos de amor comprometido, roguemos al Señor.
- Por la humanidad, para que se haga cada vez más consciente de que tiene que cuidar este mundo, sus riquezas naturales, sus aguas, sus bosques, su capa de ozono como el hogar que nos ha sido dado y que debemos conservar para las futuras generaciones, en vez de destruirlo simplemente por ambición y afán irracional de lucro, roguemos al Señor


Oración comunitaria
Oh Dios, misterio infinito. Estamos acostumbrados a atribuir a tu acción todo lo que nosotros no sabemos explicar, sobre todo el mal cuyo sentido no logramos captar. Queremos expresarte nuestra voluntad de ser adultos, de asumir nuestras responsabilidades en el mal, y de preferir maduramente el silencio y la adoración del misterio, a la respuesta fácil de achacarte nuestros límites y deficiencias. Nosotros lo aprendemos esto del ejemplo de Jesús, nuestro hermano, tu hijo bienamado.

Colaboración del Servicio Bíblico Latinoamericano



Cita:
Comentario:

Dios es exigente. Confía en el ser humano y quiere que se muestre capaz de dar lo mejor de sí mismo en la batalla de la vida. Le ha hecho el rey de la creación para que, con su trabajo, mejore cada día más las condiciones de vida de la sociedad.

Convertirse significa mejorar. Es una de las exigencias más hermosas, al tiempo que de las más duras, propias de quien sabe que la vida es una apasionante aventura de felicidad. Tenemos la privilegiada posibilidad de ser cada día mejores: más buenos, más inteligentes, más solidarios, más acogedores...

Nuestra fe puede convertirse en una apasionante aventura de servicio a nuestro Dios y de compromiso con nuestros hermanos, especialmente los más pobres y necesitados. Alguien ha dicho que “creer es comprometerse”, y no solo un asentimiento intelectual a una larga serie de verdades.

El Reino de Dios compromete a cada uno de los creyentes que desean ser plenamente fieles a su fe. Las exigencias del evangelio tocan día a día las puertas de nuestro corazón, invitándonos a la generosidad y a la entrega.

Ha llegado la hora de entrar dentro de nosotros mismos para detectar la urgencia de un cambio significativo y de un compromiso ineludible: Es preciso responder si más demora a la llamada de Cristo.

La palabra de la higuera que no da fruto puede llegar a ser como un espejo en el que tenemos que mirarnos. ¿Qué hemos hecho de nuestra vida? ¿Dónde están los frutos de la fe que profesamos? ¿A quién podemos ofrecer la cosecha de las semillas que Dios ha plantado en nuestro corazón?

Nuestro encuentro con el Señor en el día de hoy nos permite descubrir las deficiencias de nuestra vida. Hoy se abren ante nuestros ojos sorprendidos un manojo de actitudes que deben cambiar. Es preciso que seamos más humildes, solidarios, generosos... Nuestros deberes sociales, familiares, personales nos urgen sin demora. Algo tiene que cambiar en nuestras vidas durante la Cuaresma.

Todavía no hemos agotado la paciencia de Dios. Nos está llamando. Nos está aguardando. Su misericordia se abre ante nuestros ojos con perfiles inacabables de bondad. Permanecerá atento a nuestra vida, regará con su gracia nuestro corazón, echará el abono fecundo de los sacramentos y seguirá esperando nuestro regreso.

Dios no castiga, Dios no quiere la muerte del pecador, sino que se convierta y viva; Con paciencia infinita nos aguarda un año y otro. No le dejemos esperando, echémonos en sus brazos misericordiosos y sabremos de primera mano donde está la felicidad. (Padre Gregorio Mateu)


Cita:
Domingo III de Cuaresma: No abuses de la bondad

11 de marzo
“Dijo entonces al viñador: ‘Córtala. ¿Para qué va a ocupar terreno en balde?. Pero el viñador contestó: ‘Señor, déjala todavía este año; yo cavaré alrededor y le echaré estiércol, a ver si da fruto. Si no, el año que viene la cortarás’” (Lc 13,6-9)
Cuando somos jóvenes, nos parece que el tiempo es infinito y con frecuencia lo desperdiciamos, como si fuésemos poseedores de una fortuna inagotable. Después, al envejecer, quisiéramos hacer lo que no hicimos y con frecuencia comprobamos que ya se nos ha pasado la edad, ya no tenemos fuerzas. Con respecto a Dios sucede algo parecido. Estamos tan seguros de su bondad que nos parece que ésta no se va a acabar nunca y por eso pensamos que siempre, en cualquier momento, podemos convertirnos y dar los frutos de santidad que Él espera. La certeza que nos da nuestra fe de saber que hasta en el último instante un pecador puede pedir perdón y ser perdonado, se vuelve contra el propio Dios, como si su bondad fuera su peor enemigo y, a la postre, también el nuestro, pues al no hacer el bien que debiéramos nos hacemos daño a nosotros mismos. Es como si Dios fuera equivalente a un padre indulgente que termina por conseguir una colección de hijos malcriados y, por eso, desgraciados. Para evitarlo, para colocar la idea de Dios en su justo término, para hacernos comprender que el amor divino no está reñida con la justicia, es por lo que Jesús nos contó la parábola de la higuera que no daba fruto.Dios, efectivamente, nos da muchas oportunidades, pero éstas no son infinitas. Llegará un momento en la vida de cada uno en el cual las oportunidades para amar se habrán acabado y quizá entonces querremos pedir una prórroga, una hora más de vida, para hacer lo que no hicimos durante tantos años y días perdidos. Aprovechemos que nuestro corazón late todavía para agradecer, para amar.
Propósito: ¿Estoy cumpliendo los buenos propósitos que hice? ¿Si me llegara la hora de la muerte estaría preparado, en gracia de Dios y con las manos llenas de buenas obras?.
www.frmaria.org

Vivamos cada día como si fuera el último, demos al mundo lo mejor de nosotros mismos independientemente de lo que hagan nuestros hermanos, no pongamos la excusa de ¿por qué yo?, que nuestra meta sea contribuir a un mundo mejor.
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monik
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MensajePublicado: Lun Mar 12, 2007 1:05 pm    Asunto:
Tema: Comentario al Evangelio de Hoy
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Cita:
Día litúrgico: Lunes III de Cuaresma


Texto del Evangelio (Lc 4,24-30): En aquel tiempo, Jesús dijo a la gente reunida en la sinagoga de Nazaret: «En verdad os digo que ningún profeta es bien recibido en su patria. Os digo de verdad: muchas viudas había en Israel en los días de Elías, cuando se cerró el cielo por tres años y seis meses, y hubo gran hambre en todo el país; y a ninguna de ellas fue enviado Elías, sino a una mujer viuda de Sarepta de Sidón. Y muchos leprosos había en Israel en tiempos del profeta Eliseo, y ninguno de ellos fue purificado sino Naamán, el sirio».

Oyendo estas cosas, todos los de la sinagoga se llenaron de ira; y, levantándose, le arrojaron fuera de la ciudad, y le llevaron a una altura escarpada del monte sobre el cual estaba edificada su ciudad, para despeñarle. Pero Él, pasando por medio de ellos, se marchó.


Comentario: Rev. D. Santi Collell i Aguirre (La Garriga-Barcelona, España)

«En verdad os digo que ningún profeta es bien recibido en su patria»

Hoy escuchamos del Señor que «ningún profeta es bien recibido en su patria» (Lc 4,24). Esta frase —puesta en boca de Jesús— nos ha sido para muchas y muchos —en más de una ocasión— justificación y excusa para no complicarnos la vida. Jesucristo, de hecho, sólo nos quiere advertir a sus discípulos que las cosas no nos serán fáciles y que, frecuentemente, entre aquellos que se supone que nos conocen mejor, todavía lo tendremos más complicado.
La afirmación de Jesús es el preámbulo de la lección que quiere dar a la gente reunida en la sinagoga y, así, abrir sus ojos a la evidencia de que, por el simple hecho de ser miembros del “Pueblo escogido” no tienen ninguna garantía de salvación, curación, purificación (eso lo corroborará con los datos de la historia de la salvación).

Pero, decía, que la afirmación de Jesús, para muchas y muchos nos es, con demasiada frecuencia, motivo de excusa para no “mojarnos evangélicamente” en nuestro ambiente cotidiano. Sí, es una de aquellas frases que todos hemos medio aprendido de memoria y, ¡qué efecto!

Parece como grabada en nuestra conciencia particular de manera que cuando en la oficina, en el trabajo, con la familia, en el círculo de amigos, en todo nuestro entorno social más debiéramos tomar decisiones solamente comprensibles a la luz del Evangelio, esta “frase mágica” nos echa atrás como diciéndonos: —No vale la pena que te esfuerces, ¡ningún profeta es bien recibido en su tierra! Tenemos la excusa perfecta, la mejor de las justificaciones para no tener que dar testimonio, para no apoyar a aquel compañero a quien le está haciendo una mala pasada la empresa, o para no mirar de favorecer la reconciliación de aquel matrimonio conocido.
San Pablo se dirigió, en primer lugar, a los suyos: fue a la sinagoga donde «hablaba con valentía, discutiendo acerca del Reino de Dios e intentando convencerles» (Hch 19,8). ¿No crees que esto era lo que Jesús quería decirnos?

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Cita:
Jesús apenas ha hecho pública su decisión de iniciar su tarea mesiánica confiada por el Padre y asistida por el Espíritu. La gente de su pueblo escucha admirada las cosas tan bellas que dice. Hasta aquí no hay problemas; pero viene luego un interrogante que motiva la intervención siguiente de Jesús: “¿no es éste el hijo de José?” Una señal de aviso para Jesús: seguramente su ministerio no va a tener mucha acogida entre sus paisanos; de seguro va a tener que soportar rechazos, los que son también un presagio del rechazo de todo el Israel oficial. Sin embargo, Jesús no se amilana por lo que pueda pasar entre sus coterráneos, porque es ya conocido por todos el refrán “nadie es profeta en su propia tierra”. Pero más que refrán popular, ésta es una realidad que se ha vivido muchas veces a lo largo de la historia de su pueblo. De modo que, si los paisanos de Jesús no son capaces de ver en él -aunque les parezca tan común y silvestre como el hijo de José- al enviado de Dios, al que llevará adelante la misión de evangelizar a los pobres, dar libertad a los presos, la vista a los ciegos y la libertad a los oprimidos, él les anuncia a sus empedernidos paisanos y a los israelitas en general que habrán de ver cómo las “buenas noticias” y las obras del reino las disfrutarán otros: los de afuera. Los “paganos”, nosotros, seremos admitidos al banquete del reino que ellos rechazaron, conformaremos un pueblo de Dios ya sin fronteras, y gozaremos plenamente de la filiación divina que él ganará para nosotros con su propia sangre. Colaboración Servicio Bíblico Latinoamericano




Pidamos a Dios que nos libre del temor de ser rechazados cuando llevemos su Palabra, que siempre tengamos la fortaleza para cumplir la misión que nos encomendó: Anunciar su evangelio; del mismo modo que seamos capaces de acoger a quienes nos llevan la Palabra de Dios aunque muchas veces no nos guste lo que nos digan.


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MensajePublicado: Mar Mar 13, 2007 4:09 pm    Asunto:
Tema: Comentario al Evangelio de Hoy
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Día litúrgico: Martes III de Cuaresma


Texto del Evangelio (Mt 18,21-35): En aquel tiempo, Pedro se acercó entonces y le dijo: «Señor, ¿cuántas veces tengo que perdonar las ofensas que me haga mi hermano? ¿Hasta siete veces?». Dícele Jesús: «No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete.

»Por eso el Reino de los Cielos es semejante a un rey que quiso ajustar cuentas con sus siervos. Al empezar a ajustarlas, le fue presentado uno que le debía 10.000 talentos. Como no tenía con qué pagar, ordenó el señor que fuese vendido él, su mujer y sus hijos y todo cuanto tenía, y que se le pagase. Entonces el siervo se echó a sus pies, y postrado le decía: ‘Ten paciencia conmigo, que todo te lo pagaré’. Movido a compasión el señor de aquel siervo, le dejó en libertad y le perdonó la deuda.

»Al salir de allí aquel siervo se encontró con uno de sus compañeros, que le debía cien denarios; le agarró y, ahogándole, le decía: ‘Paga lo que debes’. Su compañero, cayendo a sus pies, le suplicaba: ‘Ten paciencia conmigo, que ya te pagaré’. Pero él no quiso, sino que fue y le echó en la cárcel, hasta que pagase lo que debía. Al ver sus compañeros lo ocurrido, se entristecieron mucho, y fueron a contar a su señor todo lo sucedido. Su señor entonces le mandó llamar y le dijo: ‘Siervo malvado, yo te perdoné a ti toda aquella deuda porque me lo suplicaste. ¿No debías tú también compadecerte de tu compañero, del mismo modo que yo me compadecí de ti?’. Y encolerizado su señor, le entregó a los verdugos hasta que pagase todo lo que le debía. Esto mismo hará con vosotros mi Padre celestial, si no perdonáis de corazón cada uno a vuestro hermano»


Comentario: Rev. D. Enric Prat i Jordana (Sort-Lleida, España)

«Movido a compasión, le perdonó la deuda»

Hoy, el Evangelio de Mateo nos invita a una reflexión sobre el misterio del perdón, proponiendo un paralelismo entre el estilo de Dios y el nuestro a la hora de perdonar.

El hombre se atreve a medir y a llevar la cuenta de su magnanimidad perdonadora: «Señor, ¿cuántas veces tengo que perdonar las ofensas que me haga mi hermano? ¿Hasta siete veces?» (Mt 18,21). A Pedro le parece que siete veces ya es mucho o que es, quizá, el máximo que podemos soportar. Bien mirado, Pedro resulta todavía espléndido, si lo comparamos con el hombre de la parábola que, cuando encontró a un compañero suyo que le debía cien denarios, «le agarró y, ahogándole, le decía: ‘Paga lo que debes’» (Mt 18,28), negándose a escuchar su súplica y la promesa de pago.

Echadas las cuentas, el hombre, o se niega a perdonar, o mide estrictamente a la baja su perdón. Verdaderamente, nadie diría que venimos de recibir de parte de Dios un perdón infinitamente reiterado y sin límites. La parábola dice: «Movido a compasión el señor de aquel siervo, le dejó en libertad y le perdonó la deuda» (Mt 18,27). Y eso que la deuda era muy grande.

Pero la parábola que comentamos pone el acento en el estilo de Dios a la hora de otorgar el perdón. Después de llamar al orden a su deudor moroso y de haberle hecho ver la gravedad de la situación, se dejó enternecer repentinamente por su petición compungida y humilde: «Postrado le decía: ‘Ten paciencia conmigo, que todo te lo pagaré’. Movido a compasión...» (Mt 18,26-27). Este episodio pone en pantalla aquello que cada uno de nosotros conoce por propia experiencia y con profundo agradecimiento: queDios perdona sin límites al arrepentido y convertido. El final negativo y triste de la parábola, con todo, hace honor a la justicia y pone de manifiesto la veracidad de aquella otra sentencia de Jesús en Lc 6,38: «Con la medida con que midáis se os medirá».



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Cita:
LA DIFICULTAD DEL PERDÓN

Nos cuesta perdonar. Ciertamente las ofensas hacen daño y, al tener el poder de perdonar nos sentimos fuertes frente al que nos ha ofendido. De alguna manera, mientras no lo perdonamos, poseemos su alma. La tenemos como cogida. Perdonar significa liberar a otro de la culpa y, a veces, pensamos que es mejor mantenerlo en ella. Pero la culpa destruye al hombre. Otra cosa es la pena. Muchas personas, quizás nosotros mismos, cunado hemos hecho algo mal deseamos pagar por ello. Porque nos sabemos culpables queremos ser castigados para pagar así nuestra culpa. Son dos cosas distintas, aunque íntimamente unidas.

Hay santos que, a saberse perdonados por Dios, han querido dedicarle toda su vida a su servicio como signo de verdadero arrepentimiento, y para ello se han privado de muchas cosas.

Dios perdona sin medida.Así nos libera de peso de la culpa. También, a veces, si nuestro arrepentimiento es muy grande, nos libera de las penas que mereceríamos por nuestros pecados. Así de bueno es Dios Por su infinita misericordia es capaz de perdonar todos los pecados a quien se arrepiente.

Pero hoy le pregunta al Señor cuántas veces debe perdonar. La respuesta es clara, debe hacerlo siempre. Para ello Jesús pone un ejemplo muy gráfico en el que señala que las culpas que nosotros debemos perdonar son pequeñas comparadas con las que Dios nos perdona. Ello es así, entre otras cosas, porque la culpa se mide en razón de quien es ofendido y, al pecar, cometemos un ofensa infinita. Sólo podemos librarnos de ella si Dios nos perdona.

El perdón que Dios nos da es consecuencia de su misericordia. Dado su amor infinito se conmueve ante la criatura que le ofende y desde el mismo momento en que nosotros pecamos ya está buscando la manera de otorgarnos su perdón. En su corazón ya hemos sido perdonados, pero para recibirlo verdaderamente es necesario que seamos capaces de acogerlo. Hay que pedir perdón.

Perdonar no es fácil. A veces las ofensas son muy grandes. Pensemos, por ejemplo, en las víctimas del terrorismo. Hay casos en los que incluso nos parece que e perdón es imposible. Pero perdonar es participar del amor de Dios y, por eso, debemos pedirle a Él las fuerzas para hacerlo.El perdón nunca es una pose. Por eso Jesús señala al final del evangelio de hoy que “hemos de perdonar de corazón”. Eso significa mirar al que nos ha ofendido de una manera nueva, como alguien que ha renacido. Por eso el auténtico perdón va unido al amor. Perdonar significa querer el bien del que nos ha hecho daño y desear que pueda empezar de nuevo y hacer las cosa bien. El perdón va unido al deseo sincero de que la persona que nos ha ofendido sea feliz. No es fácil, pero es hermoso y Jesús, que nos lo pide también nos ayuda a conseguirlo.

Que la Virgen María nos dé entrañas de misericordia para saber perdonar a todos los que nos hacen daño y así poder participar del perdón que Dios nos da.
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Cita:
Así los tratará mi Padre si no perdonan a sus hermanos

Característica importante de la comunidad cristiana como signo de conversión es la capacidad de reconciliación. Esta debe nacer de la iniciativa de quien es capaz de corregir con amor y paciencia evangélica al hermano que ha errado; pero es al mismo tiempo capacidad y apertura de este último para reconocer su error. De la reconciliación nace el perdón, y, viceversa, el perdón genera un ambiente de vida fraterna recuperada, reconciliada. Pedro creía que debía perdonar al hermano hasta siete veces; es decir, muchas veces, tomando el número siete como símbolo de plenitud. Jesús le corrige: no; muchas veces es poco; hay que perdonar infinidad de veces.

El ofensor no puede creer que ha recibido el perdón porque lo merezca. El perdón debe entenderse siempre como una gracia, un don gratuito, que debe llevar al perdonado a sentir profundamente la experiencia de haber sanado su alma gracias a quien lo perdonó. Pero como consecuencia directa de haber sentido la grandeza de alma del ofendido, surge la obligación de hacer él otro tanto con sus hermanos. De lo contrario, el resultado, según Jesús, es inequívoco: el Padre no los perdonará a ustedes si no son capaces de perdonar. Colaboración Servicio Bíblico Latinoamericano




Pidamos a Dios que nos de un corazón semejante al suyo, que no llevemos cuenta del mal que nos hacen sino que con amor tratemos de corregir a aquellos que nos han ofendido.
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MensajePublicado: Jue Mar 15, 2007 12:44 pm    Asunto:
Tema: Comentario al Evangelio de Hoy
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Texto del Evangelio (Lc 11,14-23): En aquel tiempo, Jesús estaba expulsando un demonio que era mudo; sucedió que, cuando salió el demonio, rompió a hablar el mudo, y las gentes se admiraron. Pero algunos de ellos dijeron: «Por Beelzebul, Príncipe de los demonios, expulsa los demonios». Otros, para ponerle a prueba, le pedían una señal del cielo. Pero Él, conociendo sus pensamientos, les dijo: «Todo reino dividido contra sí mismo queda asolado, y casa contra casa, cae. Si, pues, también Satanás está dividido contra sí mismo, ¿cómo va a subsistir su reino?, porque decís que yo expulso los demonios por Beelzebul. Si yo expulso los demonios por Beelzebul, ¿por quién los expulsan vuestros hijos? Por eso, ellos serán vuestros jueces. Pero si por el dedo de Dios expulso yo los demonios, es que ha llegado a vosotros el Reino de Dios. Cuando uno fuerte y bien armado custodia su palacio, sus bienes están en seguro; pero si llega uno más fuerte que él y le vence, le quita las armas en las que estaba confiado y reparte sus despojos. El que no está conmigo, está contra mí, y el que no recoge conmigo, desparrama».


Comentario: Rev. D. Josep Gassó i Lécera (Corró d'Avall-Barcelona, España)

«Si por el dedo de Dios expulso yo los demonio, es que ha llegado a vosotros el Reino de Dios»

Hoy, en la proclamación de la Palabra de Dios, vuelve a aparecer la figura del diablo: «Jesús estaba expulsando un demonio que era mudo» (Lc 11,14). Cada vez que los textos nos hablan del demonio, quizá nos sentimos un poco incómodos. En cualquier caso, es cierto que el mal existe, y que tiene raíces tan profundas que nosotros no podemos conseguir eliminarlas del todo. También es verdad que el mal tiene una dimensión muy amplia: va “trabajando” y no podemos de ninguna manera dominarlo. Pero Jesús ha venido a combatir estas fuerzas del mal, al demonio. Él es el único que lo puede echar.Se ha calumniado y acusado a Jesús: el demonio es capaz de conseguirlo todo. Mientras que la gente se maravilla de lo que ha obrado Jesucristo, «algunos de ellos dijeron: ‘Por Beelzebul, Príncipe de los demonios, expulsa los demonios’» (Lc 11,15).

La respuesta de Jesús muestra la absurdidad del argumento de quienes le contradicen. De paso, esta respuesta es para nosotros una llamada a la unidad, a la fuerza que supone la unión. La desunión, en cambio, es un fermento maléfico y destructor. Precisamente, uno de los signos del mal es la división y el no entenderse entre unos y otros. Desgraciadamente, el mundo actual está marcado por este tipo de espíritu del mal que impide la comprensión y el reconocimiento de los unos hacia los otros.

Es bueno que meditemos cuál es nuestra colaboración en este “expulsar demonios” o echar el mal. Preguntémonos: ¿pongo lo necesario para que el Señor expulse el mal de mi interior? ¿Colaboro suficientemente en este “expulsar”? Porque «del corazón del hombre salen las intenciones malas» (Mt 15,19). Es muy importante la respuesta de cada uno, es decir, la colaboración necesaria a nivel personal.

Que María interceda ante Jesús, su Hijo amado, para que expulse de nuestro corazón y del mundo cualquier tipo de mal (guerras, terrorismo, malos tratos, cualquier tipo de violencia). María, Madre de la Iglesia y Reina de la Paz, ¡ruega por nosotros!

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Cita:
Uno de los elementos principales que se pueden resaltar en el evangelio de hoy es el rechazo que hace Jesús a la petición de sus opositores de un “signo” o señal de su misión divina para poder creer.

Es demasiado débil e infantil la fe de quien pretende sustentarla con signos o milagros. La fe es siempre un don de la gracia divina, y como tal es a la vez un camino que conduce a la aceptación confiada del plan de Dios como la mejor alternativa de vida. En cuanto camino, tendrá tropiezos, caídas, levantadas, pero ahí estará siempre el Dios fiel que tiende su mano para levantar al creyente y confortarlo a fin de que prosiga con pie firme su marcha. Dios no exige grandes cosas, y mucho menos algo que sobrepase nuestras capacidades; lo único que exige es docilidad de espíritu para aceptar que sólo en él está garantizada la plenitud de nuestra vida, y para reconocer igualmente que a través de cualquier medio puede él comunicarnos su voluntad y corregir nuestro rumbo con el fin de acercarnos más a él.
Eso era lo que pretendía Jesús, y eso es lo que pretende comunicar Lucas a su comunidad. Y, por supuesto, es lo que pretende también el Señor para el creyente de hoy.

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Comentario:

Ha llegado la hora de que los católicos abramos la boca para anunciar sin complejos a todo el que quiera oírnos que Cristo vive, salva, libera, da vida... Hay muchos mudos en nuestro entorno, aun sabiendo el mandato de Cristo de proclamar el Evangelio a todas las criaturas.

Se calla por miedo, por ignorancia o por pereza. Se necesita un milagro para devolver la voz a quienes deben hablar con sus palabras y con sus obras. Se precisas testigos fieles de todo cuanto Cristo sigue haciendo en la mente y en el corazón de millones de seres humanos.

Para hablar con Jesús y proclamar su gloria, es preciso sacar del corazón el espíritu del mal. Para que entre la luz en el corazón, es imprescindible que desaparezca la oscuridad. El bien y el mal se oponen radicalmente.

No puede haber acuerdo con el demonio, ya que se revela siempre como padre de la mentira. No es de fiar. La indignidad moral de quienes acusaban a Jesús de aliarse con el diablo carece de todo fundamento y revela la perversidad de sus acusadores.

Necesitamos ojos limpios, mente pura y oídos bien abiertos para captar el significado profundo de la Palabra. Dios habla a quien quiere oírle y muestra su misericordia a los que se arrepienten de sus pecados y se proponen cambiar de vida. Atacar la verdad con argumentos sofisticados y hermosear la mentira con oropeles falaces no es más que una perversa estrategia para justificar las propias debilidades. La verdad se impone por si misma, mientras que la mentira deja estelas de su debilidad en todos los enclaves.

“La mentira engaña solamente al que la dice”. (D’Houdetot) De hecho la conciencia recta del hombre no halla descanso más que en la verdad. Por el contrario, el que miente, aunque no sea descubierto, encuentra el castigo dentro de sí mismo. Sabe que camina en la oscuridad y se degrada.

Cristo es el aliado perfecto de la verdad. La vive y la predica. Y quiere que sus seguidores la rindan pleitesía, recordándonos que la verdad nos hará libres.

Tenemos que cuidar especialmente nuestras relaciones con Dios y con los hermanos. Dios nos habla: hay que escucharlo. Conviene estar atentos a sus demandas que nos llegan a través de los acontecimientos de cada día, mediante las personas que viven a nuestro lado, manteniendo una constante oración o dejando que el Espíritu Santo nos inspire sus deseos.

Estamos en este mundo para servir: especialmente a las personas que solicitan y esperan nuestra ayuda. Nada sucede por casualidad. Por ello, hay que estar atentos al clamor de los seres humanos que necesitan nuestra ayuda. Resulta muy triste llegar tarde al corazón de las personas que nos necesitan.

Con Cristo todo lo podemos, sin limitaciones. El es nuestro poder y nuestra fuerza. (Padre Gregorio Mateu)



Somos conscientes de la existencia del mal pero debemos tener mayor conciencia de que con la ayuda de Dios lo vamos a derrotar, no podemos ni debemos permanecer indiferentes ante el mal del mundo ni excusarnos diciendo que somos un granito de arena en la humanidad y que de nada servirá lo que hagamos, no estamos solos Jesús nos acompaña y tenemos que cumplir nuestra misión porque como dice la Palabra o estamos con él o estamos contra él.
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MensajePublicado: Vie Mar 16, 2007 7:58 pm    Asunto:
Tema: Comentario al Evangelio de Hoy
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Día litúrgico: Viernes III de Cuaresma


Texto del Evangelio (Mc 12,28b-34): En aquel tiempo, uno de los maestros de la Ley se acercó a Jesús y le hizo esta pregunta: «¿Cuál es el primero de todos los mandamientos?». Jesús le contestó: «El primero es: ‘Escucha, Israel: El Señor, nuestro Dios, es el único Señor, y amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente y con todas tus fuerzas’. El segundo es: ‘Amarás a tu prójimo como a ti mismo’. No existe otro mandamiento mayor que éstos».

Le dijo el escriba: «Muy bien, Maestro; tienes razón al decir que Él es único y que no hay otro fuera de Él, y amarle con todo el corazón, con toda la inteligencia y con todas las fuerzas, y amar al prójimo como a si mismo vale más que todos los holocaustos y sacrificios». Y Jesús, viendo que le había contestado con sensatez, le dijo: «No estás lejos del Reino de Dios». Y nadie más se atrevía ya a hacerle preguntas.


Comentario: Rev. D. Pere Montagut i Piquet (Barcelona, España)

«No existe otro mandamiento mayor que éstos»

Hoy, la liturgia cuaresmal nos presenta el amor como la raíz más profunda de la autocomunicación de Dios: «El alma no puede vivir sin amor, siempre quiere amar alguna cosa, porque está hecha de amor, que yo por amor la creé» (Santa Catalina de Siena). Dios es amor todopoderoso, amor hasta el extremo, amor crucificado: «Es en la cruz donde puede contemplarse esta verdad» (Benedicto XVI). Este Evangelio no es sólo una autorevelación de cómo Dios mismo -en su Hijo- quiere ser amado. Con un mandamiento del Deutoronomio: «Ama al Señor, tu Dios» (Dt 6,5) y otro del Levítico: «Ama a los otros» (Lev 19,18), Jesús lleva a término la plenitud de la Ley. Él ama al Padre como Dios verdadero nacido del Dios verdadero y, como Verbo hecho hombre, crea la nueva Humanidad de los hijos de Dios, hermanos que se aman con el amor del Hijo.

La llamada de Jesús a la comunión y a la misión pide una participación en su misma naturaleza, es una intimidad en la que hay que introducirse. Jesús no reivindica nunca ser la meta de nuestra oración y amor. Da gracias al Padre y vive continuamente en su presencia. El misterio de Cristo atrae hacia el amor a Dios -invisible e inaccesible- mientras que, a la vez, es camino para reconocer, verdad en el amor y vida para el hermano visible y presente. Lo más valioso no son las ofrendas quemadas en el altar, sino Cristo que quema como único sacrificio y ofrenda para que seamos en Él un solo altar, un solo amor.Esta unificación de conocimiento y de amor tejida por el Espíritu Santo permite que Dios ame en nosotros y utilice todas nuestras capacidades, y a nosotros nos concede poder amar como Cristo, con su mismo amor filial y fraterno. Lo que Dios ha unido en el amor, el hombre no lo puede separar. Ésta es la grandeza de quien se somete al Reino de Dios: el amor a uno mismo ya no es obstáculo sino éxtasis para amar al único Dios y a una multitud de hermanos.

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Cita:
Para Jesús el principal y más importante mandamiento es el amor a Dios y al prójimo. Y pare de contar. La exigencia que originalmente hizo Dios al pueblo fue de adhesión absoluta a él como Dios único, vivo y dador de vida. Escuchándolo y obedeciéndolo sólo a él, el pueblo podía estar seguro de que su vida estaba garantizada.

Amarlo con todo el corazón, con toda la mente, con todas las fuerzas, es el modo de decir “no des cabida a otros dioses, a otros proyectos opuestos a mí, porque ninguno puede darte vida; son sólo distractores que te alejarán del camino”.

La adhesión y amor exclusivo a Dios no se da en la mera intimidad. Tiene que realizarse a través de un único medio posible: el prójimo. El otro, mi semejante, es el único medio y el único espacio posible donde el verdadero amor a Dios y la adhesión exclusiva a él puede hacerse realidad, puede convertirse en vida. No hay sacrificio, holocausto ni ofrenda que pueda suplantar este medio imprescindible para demostrar que se ama a Dios.

Solemos pasar por alto esta realidad tan importante. Y estos días cuaresmales se prestan de modo especial para incentivar algunas prácticas ascéticas como ayunos, mortificaciones y otras por el estilo. Con ello creemos estar agradando a Dios, manifestándole nuestra adhesión y amor; pero en forma contradictoria desconocemos tal vez que ahí, al lado nuestro, hay un hermano al que es necesario acoger, amar y servir.

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Cita:
Comentario:

A menudo damos mucha importancia a las formas y nos olvidamos de la esencia. Rendimos culto a las apariencias y dejamos a un lado lo que da sentido a nuestra vida. No hay duda de que hay mandamientos muy importantes que, de alguna manera, centran el meollo de nuestra fe.

El mandamiento de amar a Dios sobre todas las cosas, más que una exigencia impuesta por la ley, tiene que ser una prueba de agradecimiento de quienes tanto hemos recibido de él: la vida, la familia, todo lo que nos rodea, nuestras cualidades, nuestra fe. “Dios existe. No debemos ni queremos probarlo; intentarlo seria una blasfemia, como seria locura el negarlo. Dios existe, porque nosotros existimos. Dios vive en nuestra conciencia, en la conciencia de la humanidad y en el universo que nos rodea. La humanidad ha podido transformar y menospreciar el santo nombre, pero nunca suprimirlo”. (G. Mazzini)

Si queremos adorar a Dios es preciso que pongamos todo nuestro ser a su servicio. Nuestra mente tiene que asumir sus limitaciones, al tiempo que la pone al servicio de la fe. Nuestro corazón tiene que vibrar de agradecimiento y amor por haber recibido la vida. Nuestra voluntad tiene que ajustarse a sus demandas en reconocimiento a su amor salvador.

Pero, deben ser primordialmente nuestras obras las que den culto a Dios, sirviéndole con fidelidad. De poco sirven las genuflexiones, las reverencias, los actos de culto si no van acompañados de acciones buenas. Los hechos siempre tienen mucho más efecto que las palabras.

Pero, la gran noticia evangélica es que el que quiera pertenecer al Reino de Dios ha de unir dos mandamientos: amar a Dios y amar al prójimo. Ninguno de los dos se puede comprender sin el otro en clave cristiana. Entre las mas de 600 leyes que tenían los judíos, Jesús marca decididamente el acento en el mandamiento del amor. Toda la ley se condensa en algo tan sencillo como amar, generosamente, sin condiciones, a Dios y al prójimo.

Puestos a resaltar valores importantes en nuestra vivencia religiosa, encontraríamos actitudes muy valiosas, como orar, sacrificarse, trabajar, y así alcanzar la perfección a la que todos hemos sido llamados. Pero Cristo, conocedor del corazón humano, nos recuerda el mandato imperativo del amor.

Es cierto que para Jesús es amor no es una abstracción intelectual o un buen deseo; es, sobre todo, un compromiso radical con la persona amada. Podemos rezar, peregrinar, cantar, celebrar la fe, hacer sacrificios, formar un hogar, animar una comunidad o simplemente convivir, pero si no lo hacemos con verdadero amor, no sirve de nada.

Ama y vivirás en plenitud tu fe. (Padre Gregorio Mateu)



Pidamos a Dios que nos de un corazón semejante al suyo para que podamos amar a nuestros hermanos de la misma forma que Él nos ama.
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MensajePublicado: Sab Mar 17, 2007 1:47 pm    Asunto:
Tema: Comentario al Evangelio de Hoy
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Día litúrgico: Sábado III de Cuaresma


Texto del Evangelio (Lc 18,9-14): En aquel tiempo, Jesús dijo también a algunos que se tenían por justos y despreciaban a los demás, esta parábola: «Dos hombres subieron al templo a orar; uno fariseo, otro publicano. El fariseo, de pie, oraba en su interior de esta manera: ‘¡Oh Dios! Te doy gracias porque no soy como los demás hombres, rapaces, injustos, adúlteros, ni tampoco como este publicano. Ayuno dos veces por semana, doy el diezmo de todas mis ganancias’. En cambio el publicano, manteniéndose a distancia, no se atrevía ni a alzar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho, diciendo: ‘¡Oh Dios! ¡Ten compasión de mí, que soy pecador!’. Os digo que éste bajó a su casa justificado y aquél no. Porque todo el que se ensalce será humillado; y el que se humille será ensalzado».


Comentario: Rev. D. David Compte i Verdaguer (Manlleu-Barcelona, España)

«Todo el que se ensalce será humillado; y el que se humille será ensalzado»Hoy, inmersos en la cultura de la imagen, el Evangelio que se nos propone tiene una profunda carga de contenido. Pero vayamos por partes.

En el pasaje que contemplamos vemos que en la persona hay un nudo con tres cuerdas, de tal manera que es imposible deshacerlo si uno no tiene presentes las tres cuerdas mencionadas. La primera nos relaciona con Dios; la segunda, con los otros; y la tercera, con nosotros mismos. Fijémonos en ello: aquéllos a quien se dirige Jesús «se tenían por justos y despreciaban a los demás» (Lc 18,9) y, de esta manera, rezaban mal. ¡Las tres cuerdas están siempre relacionadas!

¿Cómo fundamentar bien estas relaciones? ¿Cuál es el secreto para deshacer el nudo? Nos lo dice la conclusión de esa incisiva parábola: la humildad. Así mismo lo expresó santa Teresa de Ávila: «La humildad es la verdad».

Es cierto: la humildad nos permite reconocer la verdad sobre nosotros mismos. Ni hincharnos de vanagloria, ni menospreciarnos. La humildad nos hace reconocer como tales los dones recibidos, y nos permite presentar ante Dios el trabajo de la jornada. La humildad reconoce también los dones del otro. Es más, se alegra de ellos.Finalmente, la humildad es también la base de la relación con Dios. Pensemos que, en la parábola de Jesús, el fariseo lleva una vida irreprochable, con las prácticas religiosas semanales e, incluso, ¡ejerce la limosna! Pero no es humilde y esto carcome todos sus actos.

Tenemos cerca la Semana Santa. Pronto contemplaremos —¡una vez más!— a Cristo en la Cruz: «El Señor crucificado es un testimonio insuperable de amor paciente y de humilde mansedumbre» (Juan Pablo II). Allí veremos cómo, ante la súplica de Dimas —«Jesús, acuérdate de mí cuando llegues a tu Reino» (Lc 23,42)— el Señor responde con una “canonización fulminante”, sin precedentes: «En verdad te digo, hoy mismo estarás conmigo en el paraíso» (Lc 23,43). Este personaje era un asesino que queda, finalmente, canonizado por el propio Cristo antes de morir.

Es un caso inédito y, para nosotros, un consuelo...: la santidad no la “fabricamos” nosotros, sino que la otorga Dios, si Él encuentra en nosotros un corazón humilde y converso.

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Cita:
Otra de las formas como Jesús denuncia y pone al descubierto las obras del legalismo fariseo es a través de esta parábola que leemos hoy.

Es de veras chocante la actitud del fariseo. Por tratarse de una parábola, una de cuyas características es exagerar algún punto para llamar la atención de los oyentes en orden a la moraleja que se pretende deducir, alguien podría pensar que el punto exagerado aquí es la actitud satisfecha y la oración del fariseo, rebosante de soberbia. Pero viéndolo bien, no es así. Jesús no exagera en ese punto, porque está haciendo sólo un retrato cabal del fariseo típico de entonces. La verdadera exageración está en el atrevimiento del publicano que pide perdón a Dios, y la sentencia de Jesús: el publicano salió justificado, mientras que el fariseo, no.

Eso debió de sonar muy duro para quienes no podían entender ni aceptar que Dios fuera amoroso y misericordioso con los pecadores. A ellos no les cabía en la mente cómo podía Dios acoger a un pecador por el solo hecho de reconocerse como tal y creer que de verdad era perdonado. Sin embargo, eso es precisamente lo que Jesús ha querido enseñar y demostrar sentándose a la mesa con publicanos, pecadores y pecadoras; pero el legalismo judío se niega a aceptar esta realidad. Para él, el publicano y otros pecadores públicos son seres despreciables y, como tales, réprobos. El solo hecho de demostrarles amistad contamina con su conducta execrable a quien los acoja.

¡Cuán diferente es el Dios misericordioso del condenador prejuiciado!

Colaboración del Servicio Bíblico Latinoamericano


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Comentario:

Vale la pena resaltar la enorme importancia de la autoestima en el proceso educativo del ser humano. Cada persona es una obra original salida de los talleres de Dios. Es obra privilegiada de amor. Sus posibilidades son extraordinarias. Cada ser humano tiene que cumplir una misión para la que ha sido bendecido por el Creador.

Pero, al mismo tiempo, conviene recordar la vulnerabilidad de cada persona. Somos limitados, frágiles, quebradizos, capaces de lo mejor y de lo peor. Confesar humildemente nuestra debilidad no significa desprecio hacia nosotros mismos, sino aceptar nuestras limitaciones para superarlas con esfuerzo y dedicación. Somos limitados pero con una capacidad maravillosa de superación. Nacemos ignorantes, pero poseemos una posibilidad enorme de aprender. Nos sentimos solos y abandonados y tenemos a un Cristo vivo que esta siempre con nosotros. Nuestra alma esta hambrienta y contamos con la Palabra de Dios, que es una palabra viva y eficaz.

Con orgullo y prepotencia no podemos llegar muy lejos. Con humildad y sencillez tenemos la hermosa oportunidad de llegar al corazón de Dios. La autosuficiencia ofensiva bloquea toda forma de comunicación. El que se presenta ante Dios con la coraza de la soberbia, difícilmente encontrará paz y serenidad en su vida.
¿Con qué actitud nos presentamos ante Dios? ¿Pedimos con confianza? ¿Estamos dispuestos a aceptar su voluntad? ¿Sabemos aceptar con alegría nuestras limitaciones?
A Dios podemos ofrecerle nuestra miseria, nuestra pequeñez, nuestra debilidad y El va a darnos fuerza para superarnos y ser cada día un poco mejores.

Que pena ir a la iglesia y salir sin habernos encontrado con Dios. No se entiende que recemos distraídamente sin escuchar la respuesta de Jesús. Puede que pasemos un día ajetreado, con trabajos, preocupaciones, prisas, sin haber tenido un minuto para dirigir nuestra mente a Dios.

Puede que sean semanas y más semanas que transcurran velozmente sin que hayamos aprovechado la ocasión de decirle Dios que le amamos. No tenemos una religión de ideas abstractas o de conocimiento concretos; nuestra fe se patentiza en la relación amistosa, amorosa y cordial con Dios. Dios está presente en todo momento en nuestras vidas, permea las zonas mas profundas de nuestro ser. No es el templo el único sitio donde se encuentra a Dios. Hay que saberlo buscar en todas partes. El amor y la fidelidad se conjugan en el entramado diario de nuestras actividades. Cada día puede amanecer Dios en mi vida. Nada ni nadie puede impedirlo, si entregamos plenamente nuestra persona al Creador.

No es necesario hacer grandes manifestaciones de humildad para ser agradables a Dios. Basta simplemente aceptarnos como somos, limitados y vulnerables, pero intentando ser un poco mejores cada día. No tienen que juzgarnos los hombres, sino Dios quien ve en nuestro interior. (Padre Gregorio Mateu)


Pidamos a Dios que nos de la gracia de un corazón sencillo y un deseo de ser mejores ante sus ojos, que no busquemos agradar a los hombres sino agradarlo a Él.
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MensajePublicado: Mar Mar 20, 2007 11:43 pm    Asunto:
Tema: Comentario al Evangelio de Hoy
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Día litúrgico: Martes IV de Cuaresma


Texto del Evangelio (Jn 5,1-3.5-16): Era el día de fiesta de los judíos, y Jesús subió a Jerusalén. Hay en Jerusalén, junto a la Probática, una piscina que se llama en hebreo Betsaida, que tiene cinco pórticos. En ellos yacía una multitud de enfermos, ciegos, cojos, paralíticos, esperando la agitación del agua. Había allí un hombre que llevaba treinta y ocho años enfermo. Jesús, viéndole tendido y sabiendo que llevaba ya mucho tiempo, le dice: «¿Quieres curarte?». Le respondió el enfermo: «Señor, no tengo a nadie que me meta en la piscina cuando se agita el agua; y mientras yo voy, otro baja antes que yo». Jesús le dice: «Levántate, toma tu camilla y anda». Y al instante el hombre quedó curado, tomó su camilla y se puso a andar.

Pero era sábado aquel día. Por eso los judíos decían al que había sido curado: «Es sábado y no te está permitido llevar la camilla». Él le respondió: «El que me ha curado me ha dicho: ‘Toma tu camilla y anda’». Ellos le preguntaron: «¿Quién es el hombre que te ha dicho: ‘Tómala y anda?’». Pero el curado no sabía quién era, pues Jesús había desaparecido porque había mucha gente en aquel lugar. Más tarde Jesús le encuentra en el Templo y le dice: «Mira, estás curado; no peques más, para que no te suceda algo peor». El hombre se fue a decir a los judíos que era Jesús el que lo había curado. Por eso los judíos perseguían a Jesús, porque hacía estas cosas en sábado.


Comentario: Rev. D. Àngel Caldas i Bosch (Salt-Girona, España)

«Jesús, viéndole tendido, le dice: ‘¿Quieres curarte?’»

Hoy, san Juan nos habla de la escena de la piscina de Betsaida. Parecía, más bien, una sala de espera de un hospital de trauma: «Yacía una multitud de enfermos, ciegos, cojos, paralíticos» (Jn 5,3). Jesús se dejó caer por allí.

¡Es curioso!: Jesús siempre está en medio de los problemas. Allí donde haya algo para “liberar”, para hacer feliz a la gente, allí está Él. Los fariseos, en cambio, sólo pensaban en si era sábado. Su mala fe mataba el espíritu. La mala baba del pecado goteaba de sus ojos. No hay peor sordo que el que no quiere entender.

El protagonista del milagro llevaba treinta y ocho años de invalidez. «¿Quieres curarte?» (Jn 5,6), le dice Jesús. Hacía tiempo que luchaba en el vacío porque no había encontrado a Jesús. Por fin, había encontrado al Hombre. Los cinco pórticos de la piscina de Betsaida retumbaron cuando se oyó la voz del Maestro: «Levántate, toma tu camilla y anda» (Jn 5,8). Fue cuestión de un instante.

La voz de Cristo es la voz de Dios. Todo era nuevo en aquel viejo paralítico, gastado por el desánimo. Más tarde, san Juan Crisóstomo dirá que en la piscina de Betsaida se curaban los enfermos del cuerpo, y en el Bautismo se restablecían los del alma; allá, era de cuando en cuando y para un solo enfermo. En el Bautismo es siempre y para todos. En ambos casos se manifiesta el poder de Dios por medio del agua.

El paralítico impotente a la orilla del agua, ¿no te hace pensar en la experiencia de la propia impotencia para hacer el bien? ¿Cómo pretendemos resolver, solos, aquello que tiene un alcance sobrenatural? ¿No ves cada día, a tu alrededor, una constelación de paralíticos que se “mueven” mucho, pero que son incapaces de apartarse de su falta de libertad? El pecado paraliza, envejece, mata. Hay que poner los ojos en Jesús. Es necesario que Él —su gracia— nos sumerja en las aguas de la oración, de la confesión, de la apertura de espíritu. Tú y yo podemos ser paralíticos sempiternos, o portadores e instrumentos de luz.

www.evangeli.net


Cita:

Todo lo que necesitaba aquel paralítico para su curación era una mano piadosa que lo empujara a tiempo a la piscina de sanación. En Israel estaba prohibido, hasta hoy, portar cualquier peso en sábado; era más importante hacer cumplir la ley que lograr la curación de un lisiado. La religión oficial de Israel, sus instituciones y sus fiestas, que debían ser para el pueblo vehículos de liberación, vías de acceso al Dios que se reveló a los antiguos como fuente de la libertad y de la vida, han llegado a un punto totalmente contrario; se han convertido en objeto de postración para el pueblo y para sus mismos dirigentes religiosos. Dios y su proyecto de vida han pasado a un plano secundario; el primer plano lo ocupan la ley y la obsesión por su cumplimiento, lo que coloca al legalista en oposición a Dios y a su genuina voluntad. El cuestionamiento y rechazo a la acción de vida que acaba de realizar Jesús es, en definitiva, cuestionamiento y rechazo al mismo Dios. A eso llegan el legalismo y el fanatismo religioso.

Cuidémonos también nosotros de poner la ley por sobre la misericordia hacia el que sufre. Colaboración Servicio Bíblico Latinoamericano




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Comentario:

El creyente tiene que captar el significado profundo de los “signos” que Jesús realiza para llevar a la propia vida el mensaje liberador de las palabras, de las actitudes y de los gestos que observa.

Este milagro, realizado en sabido, no es sólo un gesto humanitario y liberador de una enfermedad física, sino una manera de proclamar la superación de formas externas encadenantes o de prácticas formalistas y sin vida que mantenían a las personas en una practica religiosa muy superficial.

Se superan los ritos mágicos, las supersticiones, los gestos sin sentido, para enfatizar que la verdadera liberación llega en el encuentro personal con el Señor. La verdadera religiosidad nos lleva a sentir la presencia de Cristo en nuestras vidas, a seguir su doctrina, a internalizar la fuerza imparable del Espíritu.

Había estado treinta y ocho años cerca del agua sin reaccionar, atado a su parálisis, siempre esperando una liberación que no llegaba. Y llega Jesús, fuente de agua viva, y se produce el prodigio de la liberación.

Podemos vivir cerca de un templo, tener imágenes religiosas en nuestra casa, mantener el rosario colgado en el parabrisas de nuestro carro y seguir paralizados por el pecado o por la tibieza religiosa. Los que salva no son los amuletos mágicos, ni los ritos solemnes. Encontramos la salvación cuando mantenemos un encuentro personal con Cristo vivo. De poco sirve mantenerse atado a la camilla de la comodidad. Siguiendo postrados, dejándonos llevar, muy pocos progresos vamos a realizar. Es preciso levantarse con decisión, seguir los pasos de Cristo, coger la camilla de nuestra debilidad para dar un nuevo rumbo a la trayectoria de nuestra vida.

El paralítico, ahora curado, vuelve a encontrar a Jesús en el templo, habla con él, le reconoce, aclara sus dudas y, luego, va a proclamar a quien quiere oírle que Cristo le ha sanado. Ha desaparecido el miedo, se enfrenta con los enemigos y escucha atentamente la recomendación del Jesús: “No peques más”.

Vamos al templo para encontrarnos con Jesús, escuchar su Palabra, recibirlo en la Eucaristía, hacer comunidad con los hermanos, llevando nuestra carga (camilla) para ser purificados y recuperar fuerzas para seguir en el camino del Evangelio.

Si llegamos a proclamarlo con nuestro testimonio y con nuestras palabras, será verdad que ha cambiado nuestras vidas y comienza para nosotros una hermosa aventura de generosidad. (Padre Gregorio Mateu)



Pidamos a Dios que nos conceda la gracia de sanar nuestras dolencias
y que luego no seamos ingratos sino testimonio vivo del poder del amor de Dios en nuestra vida.
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MensajePublicado: Mie Mar 21, 2007 1:06 pm    Asunto:
Tema: Comentario al Evangelio de Hoy
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Día litúrgico: Miércoles IV de Cuaresma


Texto del Evangelio (Jn 5,17-30): En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Mi Padre trabaja hasta ahora, y yo también trabajo» Por eso los judíos trataban con mayor empeño de matarle, porque no sólo quebrantaba el sábado, sino que llamaba a Dios su propio Padre, haciéndose a sí mismo igual a Dios.

Jesús, pues, tomando la palabra, les decía: «En verdad, en verdad os digo: el Hijo no puede hacer nada por su cuenta, sino lo que ve hacer al Padre: lo que hace Él, eso también lo hace igualmente el Hijo. Porque el Padre quiere al Hijo y le muestra todo lo que Él hace. Y le mostrará obras aún mayores que estas, para que os asombréis. Porque, como el Padre resucita a los muertos y les da la vida, así también el Hijo da la vida a los que quiere. Porque el Padre no juzga a nadie; sino que todo juicio lo ha entregado al Hijo, para que todos honren al Hijo como honran al Padre. El que no honra al Hijo no honra al Padre que lo ha enviado. En verdad, en verdad os digo: el que escucha mi Palabra y cree en el que me ha enviado, tiene vida eterna y no incurre en juicio, sino que ha pasado de la muerte a la vida.

»En verdad, en verdad os digo: llega la hora (ya estamos en ella), en que los muertos oirán la voz del Hijo de Dios, y los que la oigan vivirán. Porque, como el Padre tiene vida en sí mismo, así también le ha dado al Hijo tener vida en sí mismo, y le ha dado poder para juzgar, porque es Hijo del hombre. No os extrañéis de esto: llega la hora en que todos los que estén en los sepulcros oirán su voz y saldrán los que hayan hecho el bien para una resurrección de vida, y los que hayan hecho el mal, para una resurrección de juicio. Y no puedo hacer nada por mi cuenta: juzgo según lo que oigo; y mi juicio es justo, porque no busco mi voluntad, sino la voluntad del que me ha enviado».


Comentario: Rev. D. Francesc Perarnau i Cañellas (Girona, España)

«En verdad, en verdad os digo: el que escucha mi Palabra y cree en el que me ha enviado, tiene vida eterna»Hoy, el Evangelio nos habla de la respuesta que Jesús dio a algunos que veían mal que Él hubiese curado a un paralítico en sábado. Jesucristo aprovecha estas críticas para manifestar su condición de Hijo de Dios y, por tanto, Señor del sábado. Unas palabras que serán motivo de la sentencia condenatoria el día del juicio en casa de Caifás. En efecto, cuando Jesús se reconoció Hijo de Dios, el gran sacerdote exclamó: «¡Ha blasfemado! ¿Qué necesidad tenemos ya de testigos? Acabáis de oír la blasfemia, ¿qué os parece?» (Mt 26,65).

Muchas veces, Jesús había hecho referencias al Padre, pero siempre marcando una distinción: la Paternidad de Dios es diferente si se trata de Cristo o de los hombres. Y los judíos que le escuchaban le entendían muy bien: no era Hijo de Dios como los otros, sino que la filiación que reclama para Él mismo es una filiación natural. Jesús afirma que su naturaleza y la del Padre son iguales, aun siendo personas distintas. Manifiesta de esta manera su divinidad. Es éste un fragmento del Evangelio muy interesante de cara a la revelación del misterio de la Santísima Trinidad.

Entre las cosas que hoy dice el Señor hay algunas que hacen especial referencia a todos aquellos que a lo largo de la historia creerán en Él: escuchar y creer a Jesús es tener ya la vida eterna (cf. Jn 5,24). Ciertamente, no es todavía la vida definitiva, pero ya es participar de la promesa. Conviene que lo tengamos muy presente, y que hagamos el esfuerzo de escuchar la palabra de Jesús, como lo que realmente es: la Palabra de Dios que salva. La lectura y la meditación del Evangelio ha de formar parte de nuestras prácticas religiosas habituales. En las páginas reveladas oiremos las palabras de Jesús, palabras inmortales que nos abren las puertas de la vida eterna. En fin, como enseñaba san Efrén, la Palabra de Dios es una fuente inagotable de vida.

www.evangeli.net



Cita:
Continuamos con el diálogo en forma de disputa que suscita la curación del paralítico que recordábamos ayer. Los enardecidos judíos critican la forma como Jesús induce a quebrantar la ley del sábado; pero antes él mismo la ha quebrantado realizando un trabajo, el de curar. En Lc 13,14 el archisinagogo hace un reproche a la gente: “hay seis días para trabajar; vengan en esos días a ser sanados, y no en sábado”. Una vez más el legalismo se interpone entre la acción gratuita de Dios que no se ajusta a tiempos ni a espacios predeterminados, y la obsesión por el cumplimiento estricto de lo que está mandado. Lo que está realizando Jesús es un juicio a los judíos, a su obstinación en no aceptar las obras de vida proporcionadas por Dios. Hacía falta corregir el concepto del Dios legislador y castigador que tenían los adversarios de Jesús, y era necesario que Jesús lo trasparentara tal cual es: el Dios de la compasión y la misericordia; el Dios Amor.
Y nosotros, ¿hasta dónde hemos asumido que la misericordia está por encima de los sacrificios (Mt 9,13;12,7;Os 6,6), y con mayor razón por sobre las normas? Colaboración Servicio Bíblico Latinoamericano

Cita:
Comentario:

Jesús es el enviado de Dios. Es Hijo del Padre. Es el mensajero de la verdad. Es el siervo de Yahvé. Es el Hijo del Hombre. Tenemos un Dios que ama a su pueblo, que lo cuida con amor, que quiere salvar a todos los hombres y mujeres de la humanidad. Jesús ha venido como agricultor, como medico, como pastor para llevar a los hombres a la salvación eterna.

La incansable actividad de Jesús en su vida pública alcanza a todos los que quieran acercarse a Él. No rechaza a nadie. Pero no permite que en su nombre se oprima o esclavice a las personas. El seguirá perdonando, predicando, curando, hasta resucitando muertos.

Sus obras hablan por Él. No se inventa un poder ficticio. Manifiesta con claridad que se lo ha dado el Padre. Quienes no saben ver la mano de Dios, amparados en formas religiosas sin vida, quieren pararle los pies, sin conseguirlo. La verdad siempre se abre camino por sí misma.

Los que aceptan incondicionalmente a Jesús y practican sus enseñanzas serán los que tendrán vida inacabable. Jesús es el que da la vida. Unido a su Padre da testimonio de la verdad, proclama la buena noticia de la salvación. Con El todo será posible: recuperar la salud, regenerar el alma, volver a sonreír aun en medio del dolor. La muerte habrá perdido su aguijón. Todo será vida. Los dones de “vida abundante”, “vida plena”, “Vida inacabable”, “vida eterna” cobran sentido a la luz de la muerte y resurrección de aquel que sigue siendo camino, verdad y VIDA.

Nada ni nadie podrá detener el río caudaloso de gracia que brota del corazón amoroso de Cristo como enviado del Padre. Vivimos un tiempo de gracia, de conversión, de penitencia. La Cuaresma nos prepara para la explosión de la Pascua.

Son muy pocos los que logran “oír” la voz de Dios. Están atentos a la última canción de moda, a las criticas de los vecinos, a la noticia del momento, pero permanecen sordos a las mil formas que tiene Dios de comunicarnos sus mensajes. Dios habla a través de los acontecimientos, a través de la historia de cada día, a través de los hermanos y, sobre todo, mediante su Palabra.

Hay que abrir bien los oídos de la mente y del corazón para ser sensibles a los mensajes divinos que llegan puntualmente a nuestras vidas. (Padre Gregorio Mateu)

Pidamos a Dios que nos conceda la gracia de verlo en todas las circunstancias de nuestra vida, y también que aumente nuestra confianza en Él para que siempre tengamos la certeza que todas sus enseñanzas son para nuestro bien y por lo tanto debemos cumplirlas aunque en algunos casos nos resulten difíclies.
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MensajePublicado: Jue Mar 22, 2007 2:05 pm    Asunto:
Tema: Comentario al Evangelio de Hoy
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Día litúrgico: Jueves IV de Cuaresma

Texto del Evangelio (Jn 5,31-47): En aquel tiempo, dijo Jesús a los judíos: «Si yo diera testimonio de mí mismo, mi testimonio no sería válido. Otro es el que da testimonio de mí, y yo sé que es válido el testimonio que da de mí. Vosotros mandasteis enviados donde Juan, y él dio testimonio de la verdad. No es que yo busque testimonio de un hombre, sino que digo esto para que os salvéis. Él era la lámpara que arde y alumbra y vosotros quisisteis recrearos una hora con su luz. Pero yo tengo un testimonio mayor que el de Juan; porque las obras que el Padre me ha encomendado llevar a cabo, las mismas obras que realizo, dan testimonio de mí, de que el Padre me ha enviado. Y el Padre, que me ha enviado, es el que ha dado testimonio de mí. Vosotros no habéis oído nunca su voz, ni habéis visto nunca su rostro, ni habita su palabra en vosotros, porque no creéis al que Él ha enviado.

»Vosotros investigáis las escrituras, ya que creéis tener en ellas vida eterna; ellas son las que dan testimonio de mí; y vosotros no queréis venir a mí para tener vida. La gloria no la recibo de los hombres. Pero yo os conozco: no tenéis en vosotros el amor de Dios.

»Yo he venido en nombre de mi Padre, y no me recibís; si otro viene en su propio nombre, a ése le recibiréis. ¿Cómo podéis creer vosotros, que aceptáis gloria unos de otros, y no buscáis la gloria que viene del único Dios? No penséis que os voy a acusar yo delante del Padre. Vuestro acusador es Moisés, en quién habéis puesto vuestra esperanza. Porque, si creyerais a Moisés, me creeríais a mí, porque él escribió de mí. Pero, si no creéis en sus escritos, ¿cómo vais a creer en mis palabras?».


Comentario: Rev. D. Miquel Masats i Roca (Girona, España)

«Si yo diera testimonio de mí mismo, mi testimonio no sería válido»

Hoy, el Evangelio nos enseña cómo Jesús hace frente a la siguiente objeción: según se lee en Dt 19,15, para que un testimonio tenga valor es necesario que proceda de dos o tres testigos. Jesús alega a favor suyo el testimonio de Juan el Bautista, el testimonio del Padre —que se manifiesta en los milagros obrados por Él— y, finalmente, el testimonio de las Escrituras.

Jesucristo echa en cara a los que le escuchan tres impedimentos que tienen para reconocerle como al Mesías Hijo de Dios: la falta de amor a Dios; la ausencia de rectitud de intención —buscan sólo la gloria humana— y que interpretan las Escrituras interesadamente.El Santo Padre Juan Pablo II nos escribía: «A la contemplación del rostro de Cristo tan sólo se llega escuchando en el Espíritu la voz del Padre, ya que nadie conoce al Hijo fuera del Padre (cf. Mt 11,27). Así, pues, se necesita la revelación del Altísimo. Pero, para acogerla, es indispensable ponerse en actitud de escuchar».

Por esto, hay que tener en cuenta que, para confesar a Jesucristo como verdadero Hijo de Dios, no es suficiente con las pruebas externas que se nos proponen; es muy importante la rectitud en la voluntad, es decir, las buenas disposiciones.
En este tiempo de Cuaresma, intensificando las obras de penitencia que facilitan la renovación interior, mejoraremos nuestras disposiciones para contemplar el verdadero rostro de Cristo. Por esto, san Josemaría nos dice: «Ese Cristo, que tú ves, no es Jesús. —Será, en todo caso, la triste imagen que pueden formar tus ojos turbios...—Purifícate. Clarifica tu mirada con la humildad y la penitencia. Luego... no te faltarán las limpias luces del Amor. Y tendrás una visión perfecta. Tu imagen será realmente la suya: ¡Él!».

www.evangeli.net



Cita:
La parte final del discurso de Jesús en los días anteriores, desenmascara por completo las intenciones de sus adversarios. Ellos no tienen fe porque se han cerrado a tenerla; dicen creer, pero sus actitudes están muy lejos del que en verdad ama y cree en Dios. Jesús no da testimonio de sí mismo; es el propio Padre quien lo da (Jn 5,37-38;8,18). Juan Bautista dio también testimonio de él; sus adversarios lo saben, porque ellos mismos enviaron mensajeros a Juan para pedírselo, pero tampoco le creyeron. Y dan testimonio de Jesús sus propias obras, que son las mismas del Padre. Finalmente, las Escrituras son otro testimonio autorizado de Jesús (vv. 39-40). Hé ahí la gran contradicción y la prueba más clara de que sus enemigos están completamente de espaldas a la voluntad de creer: han pedido signos, pero a ningún testimonio han prestado oídos.Nosotros, no desatendamos los signos que en cada rincón proclaman a nuestro Dios.

Colaboración Servicio Bíblico Latinoamericano



Cita:
En este largo pasaje se alude a la práctica judía de la necesidad de testigos para comprobar la veracidad de las afirmaciones, y de ahí todas las expresiones de dar testimonio de sí o por otro.

Pero lo importante para nosotros no es la cuestión del testimonio; lo importante es la acusación a los judíos. Conocen bien las Escrituras, y sin embargo no reconocen (ni aceptan) a Aquel de quien se habla en ellas. Parece una clara incoherencia pero, sin embargo, tiene su lógica (humana).

Efectivamente, los fariseos y doctores de la ley (en el cuarto evangelio, los “judíos”) eran los especialistas en las Escrituras. Durante siglos habían sido los intérpretes autorizados de las mismas. La “verdad” estaba (desde el punto de vista de la sociedad judía) en su mano. Y ahora viene uno que desafía esa supuesta “verdad”, alterando algunos esquemas y planteamientos tradicionales de la ley (“habéis oído que se dijo… pero yo os digo…”). La lógica, que decíamos antes, es que no se puede permitir que llegue uno de repente a cambiar algo que ha venido siendo así durante siglos. ¿Cómo va a tener más razón aquel personaje que se autodenomina Hijo de Dios que toda la tradición del pueblo judío?

El razonamiento es lógico y peligroso. Peligroso para los judíos, a quienes cerraba la ojos para ver la auténtica Verdad. Peligroso para nosotros, que tenemos nuestros esquemas hechos de lo que es la religión, nuestra relación con Dios, y tendemos a interpretarlo todo (consciente o inconscientemente) en esa dirección. Lo que rompe los esquemas no se considera oportuno, o se descalifica, o se amolda para que encaje en nuestros razonamientos previos.

Uno de los grandes peligros de nuestra relación con Dios es la estabilidad, la ausencia de capacidad de superación, el miedo a la novedad. La Palabra es siempre nueva, sorprendente. Si nos acercamos a ella con sinceridad, si la escuchamos con atención, siempre nos planteará alguna novedad, nos invitará a asumir alguna actitud distinta; siempre nos hará dar algún paso que a nosotros no se nos hubiera ocurrido.

Huyamos del peligro de la estabilidad, de la tentación de “eso ya me lo sé”. Cada día, cada persona, cada Eucaristía, cada rato de oración, puede ser una ocasión para que Dios nos sorprenda.

Vivamos una Cuaresma sorprendente.


Manuel Tamargo, cmf.
www.ciudadredonda.org


No podemos separar el hecho de creer en Dios y creerle a Dios, son una misma cosa, sin embargo muchas vees dudamos de su palabra, suponemos que vamos a ser más felices si obramos de acuerdo a lo que nos parece en vez hacerlo de acuerdo a la voluntad de Dios, lo cuestionamos cuando no resuelve rápidamente nuestros problemas de la forma que nosotros queremos es decir nos creemos más sabios que Dios pues queremos dirigirlo y no dejarnos dirigir por Él, no vemos que si nos entregó a su Hijo para nuestra salvación lo demás que le pedimos es nada y que si no nos lo da es porque nos tine reservado un bien mayor o porque no es el momento oportuno. Pidamos a Nuestro Señor para que aumente nuestra fe.
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MensajePublicado: Vie Mar 23, 2007 1:37 pm    Asunto:
Tema: Comentario al Evangelio de Hoy
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Día litúrgico: Viernes IV de Cuaresma


Texto del Evangelio (Jn 7,1-2.10.14.25-30): En aquel tiempo, Jesús estaba en Galilea, y no podía andar por Judea, porque los judíos buscaban matarle. Se acercaba la fiesta judía de las Tiendas. Después que sus hermanos subieron a la fiesta, entonces Él también subió no manifiestamente, sino de incógnito.

Mediada ya la fiesta, subió Jesús al Templo y se puso a enseñar. Decían algunos de los de Jerusalén: «¿No es a ése a quien quieren matar? Mirad cómo habla con toda libertad y no le dicen nada. ¿Habrán reconocido de veras las autoridades que éste es el Cristo? Pero éste sabemos de dónde es, mientras que, cuando venga el Cristo, nadie sabrá de dónde es». Gritó, pues, Jesús, enseñando en el Templo y diciendo: «Me conocéis a mí y sabéis de dónde soy. Pero yo no he venido por mi cuenta; sino que me envió el que es veraz; pero vosotros no le conocéis. Yo le conozco, porque vengo de Él y Él es el que me ha enviado». Querían, pues, detenerle, pero nadie le echó mano, porque todavía no había llegado su hora.


Comentario: Rev. D. Josep Vall i Mundó (Barcelona, España)

«Nadie le echó mano, porque todavía no había llegado su hora»

Hoy, el evangelista Juan nos dice que a Jesús «no [le] había llegado su hora» (Jn 7,30). Se refiere a la hora de la Cruz, al preciso y precioso tiempo de darse por los pecados de la entera Humanidad. Todavía no ha llegado la hora, pero ya se encuentra muy cerca. Será el Viernes Santo cuando el Señor llevará hasta el fin la voluntad del padre Celestial y sentirá -como escribía el Cardenal Wojtyla- todo «el peso de aquella hora, en la que el Siervo de Yahvé ha de cumplir la profecía de Isaías, pronunciado su "sí"».

Cristo -en su constante anhelo sacerdotal- habla muchísimas veces de esta hora definitiva y determinante (Mt 26,45; Mc 14,35; Lc 22,53; Jn 7,30; 12,27; 17,1). Toda la vida del Señor se verá dominada por la hora suprema y la deseará con todo el corazón: «Con un bautismo he de ser bautizado, y ¡cómo me siento urgido hasta que se realice!» (Lc 12,50). Y «la víspera de la fiesta de la Pascua, sabiendo Jesús que había llegado su hora de pasar de este mundo al Padre, como hubiera amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el fin» (Jn 13,1). Aquel viernes, nuestro Redentor entregará su espíritu a las manos del Padre, y desde aquel momento su misión ya cumplida pasará a ser la misión de la Iglesia y de todos sus miembros, animados por el Espíritu Santo.

A partir de la hora de Getsemaní, de la muerte en la Cruz y la Resurrección, la vida empezada por Jesús «guía toda la Historia» (Catecismo de la Iglesia n. 1165). La vida, el trabajo, la oración, la entrega de Cristo se hace presente ahora en su Iglesia: es también la hora del Cuerpo del Señor; su hora deviene nuestra hora, la de acompañarlo en la oración de Getsemaní, «siempre despiertos -como afirmaba Pascal- apoyándole en su agonía, hasta el final de los tiempos». Es la hora de actuar como miembros vivos de Cristo. Por esto, «al igual que la Pascua de Jesús, sucedida "una vez por todas" permanece siempre actual, de la misma manera la oración de la Hora de Jesús sigue presente en la Liturgia de la Iglesia» (Catecismo de la Iglesia n. 2746).

www.evangeli.net


Cita:
La vocación misionera de la Iglesia nace de la misión misma de Jesús, de su preocupación por extender y proclamar a todo el mundo la Buena Nueva del reino. La comunidad cristiana adquiere su pleno sentido cuando se pone a la tarea de extender el Evangelio. Así se entendió pronto en la Iglesia primitiva, y a ese paradigma se tiene que confrontar en forma permanente la Iglesia. Cuando se descuidan las tareas del Evangelio, la Iglesia cambia radicalmente de rostro. Podrá parecerse a cualquier otra cosa, menos al Jesús misionero, metido y comprometido de lleno con el marginado.Una estampa que puede ilustrar más claramente ese cambio de imagen de la Iglesia cuando se desentiende de su labor misionera, nos la refleja la crítica que hacía en su momento el virrey en América al santo de hoy: Toribio de Mogrovejo. Este apóstol admirable se entregó en forma apasionada a la evangelización y defensa de los indígenas, conviviendo con ellos por largas temporadas. Esto, que debía ser motivo de admiración y ejemplo, fue, sin embargo, motivo de acusación contra el pastor: el virrey lo acusa de pasarse largos períodos entre los indios y de abandonar con ello su sede episcopal. Ojalá hubiera hoy quien nos acusara de esa forma; sería un honor. Pero más que eso, sería signo inequívoco de fidelidad al Jesús misionero y a su evangelio.

Colaboración Servicio Bíblico Latinoamericano

Cita:
Comentario:

Jesús está siempre en movimiento, en camino, recorriendo ciudades y aldeas, comunicando la buena noticia, atento a las necesidades de la gente, curando enfermedades, cumpliendo la misión que le había encomendado su Padre.

Unos le aceptaban, seguían sus enseñanzas, salían a su encuentro, mientras otros, saturados de odio, querían matarle. Es la historia de siempre. La verdad resulta incómoda para los que se han aliado con la mentira. Solamente los humildes y limpios de corazón se sienten capaces de vivir la verdad hasta las últimas consecuencias.

Jesús no se podía esconder. La luz brilla en las tinieblas. Las palabras pueden convencer, pero los ejemplos arrastran. La ejemplar trayectoria de Jesús llamaba profundamente la atención. Los escribas y fariseos querían matarle pues les molestaban su doctrina y no aceptaban el éxito de su mensaje entre la gente sencilla.

Los que ponen condiciones para aceptar la verdad suelen carecer de la sinceridad necesaria para asumir sus responsabilidades. A Jesús le exigen condiciones que muy poco tienen que ver con su misión: que se calle, que deje de pregonar su misión salvadora, que sea desconocido su origen, que se someta a la ley del sábado...

Él es el enviado. En él se cumplen las previsiones de los antiguos profetas. Todo está previsto en la Escritura, pero la ceguera de los interesados no les deja ver la verdad. Por eso, Jesús grita en el templo su mensaje a quien le quiera escuchar.

Hoy, como ayer, los enemigos de la verdad siguen gritando sus consignas perversas en contra del mensaje cristiano. Puede que algunos creyentes en Cristo Jesús se sientan aturdidos ante tanta noticia manipulada que intenta negar la fuerza salvadora del mensaje de Cristo. Se escriben novelas de contenido supuestamente religioso, cargadas de maldad y falsas informaciones que intentan confundir a las personas de buena voluntad.

Hay que abrir los ojos ante calumniosas informaciones sobre códigos antiguos que sólo tienen cabida en las mentes calenturientas de negociantes de la mentira. No resisten la más elemental crítica histórica esa profusa aparición de libelos infames, cargados de calumnias sin consistencia, que nos ofrecen evangelios falsos de “judas improvisados” o de “codigosdavinci” que vienen a desprestigiar la dignísima profesión del historiador.

La fuerza de Cristo esta aquí, imparable, salvadora, liberadora, en la vida de cada cristiano. Basta abrirle el corazón y darle el mando un nuestras vidas para encontrar sentido a nuestro quehacer y disfrutar de una existencia feliz.

Mi experiencia de fe, mi trato diario con Cristo en la oración y mi profunda convicción de que vale la pena seguirle, son mas fuertes que la propaganda de quienes quieren aprovecharse del escándalo y la mentira para medar en un mundo de medianías sin tono. (Padre Gregorio Mateu)

Que siempre sepamos reconocer a Jesús y que seamos capaces de proclamar y estificar su presencia aun cuando las circunstancias no sean favorables.
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MensajePublicado: Dom Mar 25, 2007 12:29 pm    Asunto:
Tema: Comentario al Evangelio de Hoy
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Día litúrgico: Domingo V (C) de Cuaresma


Texto del Evangelio (Jn 8,1-11): En aquel tiempo, Jesús se fue al monte de los Olivos. Pero de madrugada se presentó otra vez en el Templo, y todo el pueblo acudía a Él. Entonces se sentó y se puso a enseñarles. Los escribas y fariseos le llevan una mujer sorprendida en adulterio, la ponen en medio y le dicen: «Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en flagrante adulterio. Moisés nos mandó en la Ley apedrear a estas mujeres. ¿Tú qué dices?». Esto lo decían para tentarle, para tener de qué acusarle. Pero Jesús, inclinándose, se puso a escribir con el dedo en la tierra.

Pero, como ellos insistían en preguntarle, se incorporó y les dijo: «Aquel de vosotros que esté sin pecado, que le arroje la primera piedra». E inclinándose de nuevo, escribía en la tierra. Ellos, al oír estas palabras, se iban retirando uno tras otro, comenzando por los más viejos; y se quedó solo Jesús con la mujer, que seguía en medio. Incorporándose Jesús le dijo: «Mujer, ¿dónde están? ¿Nadie te ha condenado?». Ella respondió: «Nadie, Señor». Jesús le dijo: «Tampoco yo te condeno. Vete, y en adelante no peques más».


Comentario: Pbro. Pablo Arce Gargollo (México DF)

«Tampoco yo te condeno»

Hoy vemos a Jesús «escribir con el dedo en la tierra» (Jn 8,6), como si estuviera a la vez ocupado y divertido en algo más importante que el escuchar a quienes acusan a la mujer que le presentan porque «ha sido sorprendida en flagrante adulterio» (Jn 8,3).

Es de llamar la atención la serenidad e incluso el buen humor que vemos en Jesucristo, aún en los momentos que para otros son de gran tensión. Una enseñanza práctica para cada uno, en estos días nuestros que llevan velocidad de vértigo y ponen los nervios de punta en un buen número de ocasiones.

La sigilosa y graciosa huida de los acusadores, nos recuerda que quien juzga es sólo Dios y que todos nosotros somos pecadores. En nuestra vida diaria, con ocasión del trabajo, en las relaciones familiares o de amistad, hacemos juicios de valor. Más de alguna vez, nuestros juicios son erróneos y quitan la buena fama de los demás. Se trata de una verdadera falta de justicia que nos obliga a reparar, tarea no siempre fácil. Al contemplar a Jesús en medio de esa “jauría” de acusadores, entendemos muy bien lo que señaló santo Tomás de Aquino: «La justicia y la misericordia están tan unidas que la una sostiene a la otra. La justicia sin misericordia es crueldad; y la misericordia sin justicia es ruina, destrucción».

Hemos de llenarnos de alegría al saber, con certeza, que Dios nos perdona todo, absolutamente todo, en el sacramento de la confesión. En estos días de Cuaresma tenemos la oportunidad magnífica de acudir a quien es rico en misericordia en el sacramento de la reconciliación.

Y, además, para el día de hoy, un propósito concreto: al ver a los demás, diré en el interior de mi corazón las mismas palabras de Jesús: «Tampoco yo te condeno» (Jn 8,11).

www.evangeli.net


Cita:
Comentario

Como no conocemos el contexto de este relato, que es añadido al Evangelio, no sabemos las razones por las cuales a Jesús quieren “ponerle una trampa”. Pero dada la semejanza con los acontecimientos del final de la vida de Jesús, según nos cuentan los Sinópticos, podemos pensar que el drama ya se ha desencadenado y se pretende por todos los medios encontrar argumentos para un juicio que ya está decidido. En ese sentido, el texto es semejante al de la moneda del impuesto al César. Tampoco es fácil saber exactamente cuál es la trampa, pero parece ser ponerlo en la disyuntiva entre ser fiel a la ley de Moisés, y consentir en que la adúltera sea apedreada, con lo que su insistencia en la misericordia se revela “hipócrita”, o insistir en la misericordia con lo que se manifiesta como infiel a lo mandado por Moisés.

A Jesús no van a buscarlo porque confíen en su buen criterio o porque reconozcan autoridad a su palabra, o porque él pueda decidir la suerte de la mujer. En realidad, en este drama ni Jesús ni la mujer son importantes. Ambos son rechazados por los escribas y fariseos. Jesús, porque buscan atraparlo, la mujer porque es una simple excusa para ese objetivo. Por eso, porque su palabra en realidad no importa es que el Señor se inclina para escribir en tierra. Manifiesta su desinterés por la cuestión, como ellos también la manifiestan.

Somos tan prontos a juzgar y condenar, nosotros los hombres. ¡Es tan fácil en este caso! Nada menos que una adúltera, descubierta en plena infidelidad. Hay que aplicarle el rigor de la ley: ¡debe ser apedreada! De paso, veremos cuánto de fiel a la ley es Jesús. La actitud del Señor no parece ser muy atenta; casi, hasta parece indiferente . Juzgar y condenar, en nuestras actitudes, muchas veces van de la mano, se le parecen. Los hombres ya condenaron, falta que hable Jesús, para condenarlo también a él.

¿Sexo? ¡Horror! Para tantos, todavía sigue siendo el más grave y horroroso de los pecados. Es cierto que muchas veces nos hemos ido al otro extremo, y no hablamos ya del tema, pero cuántas veces nos encontramos con actitudes o comentarios que parecen que el único pecado existente es el pecado sexual. La envidia, la ambición, la falta de solidaridad, la injusticia, la soberbia, y tantos otros, parecen no existir en la “lista”. El sexo es "el" pecado. Esa es, también, la actitud de los acusadores de la mujer: fue descubierta en pleno pecado, ¡debe ser apedreada! "-Muy bien, el que no tenga pecado, tire la primera piedra". Y, casualmente, los primeros en retirarse son los ancianos, los que ya no tienen "ese" pecado. Muchos pecados hay, no uno, pero nosotros juzgamos, ¡y hasta condenamos!

Sería casi sin sentido hacer una lista de todos los pecados de nuestro presente; sería sin sentido porque sería interminable: basta con leer casi cada página de los diarios. ¿Quién considera pecado sus opciones políticas que miran sus intereses y no lo que mejor beneficie la causa de los pobres? ¿Quién considera pecado su falta de solidaridad con los marginados de su mismo barrio o región? ¿Quién considera pecado su "no te entrometas", o su falta de compromiso político para que los pecados desaparezcan? Y, en esa misma línea: ¿quién no considera un pecado atroz y gravísimo a una madre soltera, o todo lo relacionado con el sexo?, ¿quién no considera verdaderamente intolerable toda cercanía siquiera con prostitutas.? Este, que hoy leemos, fue el texto comentado por monseñor Romero en su célebre última homilía: “No encuentro figura más hermosa de Jesús salvando la dignidad humana, que este Jesús que no tiene pecado frente a frente con una mujer adúltera... Fortaleza pero ternura: la dignidad humana ante todo. A Jesús no le importaban (los) detalles legalistas. Él ama, ha venido precisamente para salvar a los pecadores convertirla es mucho mejor que apedrearla, ordenarla y salvarla es mucho mejor que condenarla. Las fuentes (del) pecado social (están) en el corazón del hombre nadie quiere echarse la culpa y todos son responsables de la ola de crímenes y violencia la salvación comienza arrancando del pecado a cada hombre." "-No peques más".

Oración comunitaria
Oremos. Haz Señor que en medio de los tiempos que vivimos, que no los sentimos tanto como una época de cambios cuanto como un cambio de época, nuestos corazones estén firmes en las grandes Causas y Opciones que nos orientan, para que entre las dudas y las sombras, siempre encuentren “aquella Paz” que consuela con consuelos inefables. Nosotros te lo pedimos inspirados en Jesús, nuestro hermano mayor, Transparencia tuya.

Colaboración del Servicio Bíblico Latinoamericano


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Comentario:

El hecho de retirarse por la noche al monte de los Olivos es para Jesús una necesidad perentoria, y no un simple gesto esporádico. Necesita la soledad, quiere estar con el Padre, busca el silencio fecundo de la reflexión.

Los medios de comunicación, las relaciones sociales, las actividades laborales absorben nuestro tiempo. Miramos hacia fuera sin apenas prestar atención a lo que sucede dentro de nosotros mismos. El volcán de nuestras emociones está en permanente erupción sin que encontremos tiempo de viajar al corazón para captar los latidos de nuestras angustias y temores.

¡Que insondable es el corazón humano! Hemos estado tanto tiempo fuera de nosotros mismos que nos resulta difícil reconocer nuestra propia identidad. Somos náufragos perdidos en busca del faro que guíe nuestra desazón. Es preciso retirarnos todos los días en los prados de la oración para encontrar a Dios y reconocernos a nosotros mismos. Cuando presentan a una mujer sorprendida en adulterio, Jesús no se detiene en las apariencias. No le inquietan las acusaciones. No presta atención a los que buscan confundirle. Reflexiona, va al fondo del problema, examina el corazón de aquella mujer humillada sin prestar excesiva atención a la ley y, al final, pone en evidencia a los acusadores.

“Nadie te ha condenado, yo tampoco; anda y no peques más”. La misericordia de Dios se desborda de una forma extraordinaria. Se rompen moldes encorsetados de la intransigencia y la culpabilidad. Siempre es posible la regeneración. Mientras Jesús está cerca, siempre hay esperanza. No cuentan los pecados sino el perdón. Los acusadores se ponen en evidencia. Hay piedras para ser lanzadas a la mujer, pero faltan manos limpias para arrojarlas. Ni uno de ellos está sin pecado. Practican la violencia compensadora. Quieren que pague las culpas una mujer equivocada, para ellos sentirse justificados. Pero, al final, triunfa la verdad.

Es el momento oportuno para arrodillarnos frente a Cristo, reconocer nuestra debilidad, pedir perdón de nuestros pecados e iniciar una nueva aventura de conversión. Van pasando los días de cuaresma, iniciada con gran fervor, pero que poco a poco se va diluyendo en la dolorosa ineficacia de la rutina.

¿Qué tiene que cambiar en mi vida? ¿Qué hábitos de comportamiento debo cambiar para ser totalmente de Cristo? ¿Qué tengo que hacer para responder a la llamada que Cristo me está haciendo en esta cuaresma?

Mis pecados son siempre viejos, dolorosos, deleznables. Pero, el amor de Dios es siempre nuevo, me invita a una vida nueva y renueva todo mi ser para que sirva de donación viva en su Reino. La hora de mi conversión ha llegado hoy. (Padre Gregorio Mateu)


Cita:
El relato de la mujer adúltera y el esfuerzo que hace Cristo para salvarla de las garras de los justicieros que la acosan, es un buen ejemplo de lo que el Señor lleva a cabo cada día a favor de cada uno de nosotros. Él es el mediador ante el Padre y, si no fuera por su intercesión, el justo castigo de Dios recaería inmediatamente sobre nosotros. La “palabra de vida” de esta semana nos invita a considerar este aspecto misericordioso de Dios y también a imitarle. Para ello debemos considerar que nosotros somos equiparables a la mujer pecadora, necesitados por lo tanto de perdón, pero que en ocasiones también somos víctimas de los defectos de otras personas. Somos, pues, víctimas y culpables a la vez. Como víctimas podemos perdonar y como culpables necesitamos perdón. Convendrá recordar, pues, aquella frase de Jesús en la que nos decía que íbamos a recibir la medida que nosotros mismos usáramos con los demás. Recibe la absolución de Dios, pues, pidiendo perdón y perdonando tú a quien te ha hecho daño.Por otro lado, no hay que identificar la misericordia de Dios con el pecador con tolerancia con el pecado. Cristo no dice a la adúltera que lo que ha hecho esté bien y que puede marcharse para seguir haciéndolo. Evita que la maten y él mismo la perdona, pero la invita a que no lo vuelva a hacer. La Iglesia tiene como una de sus máximas morales la de condenar el pecado y salvar al pecador. Así debemos hacer nosotros: condenamos lo que está mal hecho pero intentamos ayudar al que lo ha hecho para que no lo vuelva a hacer. Tal y como nos gustaría que se comportasen con nosotros.
Propósito: Rechazar el mal, sea quien sea el que lo haga, pero no al que lo hace. A éste intentar ayudarle. Perdonar para poder ser nosotros perdonados.


Pidamos a Jesús que nos de un corazón semejante al suyo, que sepamos perdonar y ayudar a nuestros hermanos caídos, que dejemos a un lado al fariseo que llevamos dentro y que nos hace elaborar una escala de pecados donde siempre los más graves son los que cometen los otros. Y démosle gracias por su infinito amor y misericordia que siempre nos muestra a pesar de nuestras caídas.
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MensajePublicado: Jue Mar 29, 2007 7:55 pm    Asunto:
Tema: Comentario al Evangelio de Hoy
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Día litúrgico: Jueves V de Cuaresma


Texto del Evangelio (Jn 8,51-59): En aquel tiempo, Jesús dijo a los judíos: «En verdad, en verdad os digo: si alguno guarda mi Palabra, no verá la muerte jamás». Le dijeron los judíos: «Ahora estamos seguros de que tienes un demonio. Abraham murió, y también los profetas; y tú dices: ‘Si alguno guarda mi Palabra, no probará la muerte jamás’. ¿Eres tú acaso más grande que nuestro padre Abraham, que murió? También los profetas murieron. ¿Por quién te tienes a ti mismo?». Jesús respondió: «Si yo me glorificara a mí mismo, mi gloria no valdría nada; es mi Padre quien me glorifica, de quien vosotros decís: ‘Él es nuestro Dios’, y sin embargo no le conocéis, yo sí que le conozco, y si dijera que no le conozco, sería un mentiroso como vosotros. Pero yo le conozco, y guardo su Palabra. Vuestro padre Abraham se regocijó pensando en ver mi día; lo vio y se alegró». Entonces los judíos le dijeron: «¿Aún no tienes cincuenta años y has visto a Abraham?». Jesús les respondió: «En verdad, en verdad os digo: antes de que Abraham existiera, Yo Soy». Entonces tomaron piedras para tirárselas; pero Jesús se ocultó y salió del Templo.


Comentario: Rev. D. Enric Cases i Martín (Barcelona, España)

«Vuestro Padre Abraham se regocijó pensando en ver mi día; lo vio y se alegró»

Hoy nos sitúa san Juan ante una manifestación de Jesús en el Templo. El Salvador revela un hecho desconocido para los judíos: que Abraham vio y se alegró al contemplar el día de Jesús. Todos sabían que Dios había hecho una alianza con Abraham, asegurándole grandes promesas de salvación para su descendencia. Sin embargo, desconocían hasta qué punto llegaba la luz de Dios. Cristo les revela que Abraham vio al Mesías en el día de Yahvé, al cual llama mi día.

En esta revelación Jesús se muestra poseyendo la visión eterna de Dios. Pero, sobre todo se manifiesta como alguien preexistente y presente en el tiempo de Abraham. Poco después, en el fuego de la discusión, cuando le alegan que aún no tiene cincuenta años les dice: «En verdad, en verdad os digo: antes de que Abraham existiera, Yo Soy» (Jn 8,58) Es una declaración notoria de su divinidad, podían entenderla perfectamente, y también hubieran podido creer si hubieran conocido más al Padre. La expresión "Yo soy" es parte del tetragrama santo Yahvhé, revelado en el monte Sinaí.

El cristianismo es más que un conjunto de reglas morales elevadas, como pueden ser el amor perfecto, o, incluso, el perdón. El cristianismo es la fe en una persona. Jesús es Dios y hombre verdadero. «Perfecto Dios y perfecto Hombre», dice el Símbolo Atanasiano. San Hilario de Poitiers escribe en una bella oración: «Otórganos, pues, un modo de expresión adecuado y digno, ilumina nuestra inteligencia, haz también que nuestras palabras sean expresión de nuestra fe, es decir, que nosotros, que por los profetas y los Apóstoles te conocemos a ti, Dios Padre y al único Señor Jesucristo, podamos también celebrarte a ti como Dios, en quien no hay unicidad de persona, y confesar a tu Hijo, en todo igual a ti».



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Comentario:

Solemos amarrarnos a la vida para disfrutarla en plenitud ya que es el don supremo que hemos recibido de Dios. Vivir es un hermoso privilegio que nos permite gozar de los maravillosos regalos que Dios ha puesto ante nuestros ojos: la familia, el paisaje, los pájaros, las flores, los ríos, los mares, los peces... La lista se haría interminable.

Hoy se cultiva en muchos casos la cultura de la muerte: guerras, asesinatos, violencia, terrorismo, aborto, eutanasia, hambre, miseria, pecado... Aumenta, desgraciadamente, la fuerza imparable de la degradación de muchas estructuras humanas que no están al servicio de la salud y la vida de las personas.

Las palabras de Jesús fueron palabras de vida. El mismo era la vida. Cuidaba la vida, estaba al servicio de la vida e, incluso, prometía vida eterna a sus seguidores. Proyectaba vida en abundancia a sus fieles seguidores.

Ofrecía agua viva, devolvía la salud, dominaba el poder de la muerte, hablaba de nacer de nuevo y, desafiaba el dolor y la desesperanza con los signos de su poder. La alianza con Dios dignifica de una manera especial al ser humano que da lo mejor de sí mismo por la causa del evangelio, sin reparar en sacrificios ni ceder a los cansancios. Hay que dar gratuitamente todo cuanto somos y tenemos, sabiendo que Dios, en su alianza, se nos da sin condiciones. Amor con amor se paga. Con Dios no hay negocios rentables ni ganancias contables: todo es generosidad, luz, vida, salvación, liberación... Es cierto que en general no queremos morir. Nunca nos cansamos de vivir si estamos cerca de Cristo que es vida. Habla de vida, la recrea, la purifica, la ilumina para que descubramos en su seno el perfume de la eternidad. Es tan bonita la vida, que ni la muerte la puede matar.

Hoy como ayer y como, posiblemente, mañana, seguirá la persecución implacable de la verdad y de la vida. Solamente unos pocos, tocados por la fuerza del Espíritu, proyectarán la doctrina luminosa del Evangelio. Y serán perseguidos por causa de la justicia, pues la verdad resulta incomoda para los que prefieren el imperio de la mentira.

A Jesús le llamaron endemoniado, le querían apoderar, le persiguieron implacablemente y le mataron en una cruz. Todo por defender la verdad y luchar para salvar al ser humano de la perdición eterna. Lo mismo sucede con sus seguidores.

El testimonio de los mártires sigue vivo en la Iglesia. Millones de cristianos viven el martirio permanente de la incomprensión en un mundo que lo relativiza todo, como si no hubiera verdades intocables por las que vale la pena luchar.

El amor incondicional, la paz, el perdón, la misericordia y la humildad seguiré siendo el santo y seña de los que ajustan su vida al Evangelio de Jesús. El Evangelio es la mejor garantía de una vida con sentido que ni la muerte nos puede arrebatar. (Padre Gregorio Mateu)

Pidamos a Jesús que nos conceda la gracia de tener una fe viva, que sepamos siempre confiar en Él y cumplir su palabra.
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MensajePublicado: Mar Abr 03, 2007 1:08 pm    Asunto:
Tema: Comentario al Evangelio de Hoy
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Día litúrgico: Martes Santo


Texto del Evangelio (Jn 13,21-33.36-38): En aquel tiempo, estando Jesús sentado a la mesa con sus discípulos, se turbó en su interior y declaró: «En verdad, en verdad os digo que uno de vosotros me entregará». Los discípulos se miraban unos a otros, sin saber de quién hablaba. Uno de sus discípulos, el que Jesús amaba, estaba a la mesa al lado de Jesús. Simón Pedro le hace una seña y le dice: «Pregúntale de quién está hablando». Él, recostándose sobre el pecho de Jesús, le dice: «Señor, ¿quién es?». Le responde Jesús: «Es aquel a quien dé el bocado que voy a mojar». Y, mojando el bocado, le toma y se lo da a Judas, hijo de Simón Iscariote. Y entonces, tras el bocado, entró en él Satanás. Jesús le dice: «Lo que vas a hacer, hazlo pronto». Pero ninguno de los comensales entendió por qué se lo decía. Como Judas tenía la bolsa, algunos pensaban que Jesús quería decirle: «Compra lo que nos hace falta para la fiesta», o que diera algo a los pobres. En cuanto tomó Judas el bocado, salió. Era de noche.

Cuando salió, dice Jesús: «Ahora ha sido glorificado el Hijo del hombre y Dios ha sido glorificado en Él. Si Dios ha sido glorificado en Él, Dios también le glorificará en sí mismo y le glorificará pronto. Hijos míos, ya poco tiempo voy a estar con vosotros. Vosotros me buscaréis, y, lo mismo que les dije a los judíos, que adonde yo voy, vosotros no podéis venir, os digo también ahora a vosotros». Simón Pedro le dice: «Señor, ¿a dónde vas?». Jesús le respondió: «Adonde yo voy no puedes seguirme ahora; me seguirás más tarde». Pedro le dice: «¿Por qué no puedo seguirte ahora? Yo daré mi vida por ti». Le responde Jesús: «¿Que darás tu vida por mí? En verdad, en verdad te digo: no cantará el gallo antes que tú me hayas negado tres veces».


Comentario: Abbé Jean Gottigny (Bruselas, Bélgica)

«Era de noche»

Hoy, Martes Santo, la liturgia pone el acento sobre el drama que está a punto de desencadenarse y que concluirá con la crucifixión del Viernes Santo. «En cuanto tomó Judas el bocado, salió. Era de noche» (Jn 13,30). Siempre es de noche cuando uno se aleja del que es «Luz de Luz, Dios verdadero de Dios verdadero» (Símbolo de Nicea-Constantinopla).

El pecador es el que vuelve la espalda al Señor para gravitar alrededor de las cosas creadas, sin referirlas a su Creador. San Agustín describe el pecado como «un amor a sí mismo hasta el desprecio de Dios». Una traición, en suma. Una prevaricación fruto de «la arrogancia con la que queremos emanciparnos de Dios y no ser nada más que nosotros mismos; la arrogancia por la que creemos no tener necesidad del amor eterno, sino que deseamos dominar nuestra vida por nosotros mismos» (Benedicto XVI). Se puede entender que Jesús, aquella noche, se haya sentido «turbado en su interior» (Jn 13,21).

Afortunadamente, el pecado no es la última palabra. Ésta es la misericordia de Dios. Pero ella supone un “cambio” por nuestra parte. Una inversión de la situación que consiste en despegarse de las criaturas para vincularse a Dios y reencontrar así la auténtica libertad. Sin embargo, no esperemos a estar asqueados de las falsas libertades que hemos tomado, para cambiar a Dios. Según denunció el padre jesuita Bourdaloue, «querríamos convertirnos cuando estuviésemos cansados del mundo o, mejor dicho, cuando el mundo se hubiera cansado de nosotros». Seamos más listos. Decidámonos ahora. La Semana Santa es la ocasión propicia. En la Cruz, Cristo tiende sus brazos a todos. Nadie está excluido. Todo ladrón arrepentido tiene su lugar en el paraíso. Eso sí, a condición de cambiar de vida y de reparar, como el del Evangelio: «Nosotros, en verdad, recibimos lo debido por lo que hemos hecho; pero éste no hizo mal alguno» (Lc 23,41).

www.evangeli.net



Cita:
¿De veras darás la vida por mí?
Nos trae este evangelio el anuncio de la traición de Judas. Pero no sólo la de Judas; Jesús anuncia también que Pedro lo negará tres veces. ¿No es ésa otra forma de traición? Es evidente que Jesús, en el momento crucial de su vida, ha quedado solo, traicionado, negado y absolutamente inerme para enfrentar a sus furiosos enemigos. Su única arma es la convicción radical de haber dedicado su vida al servicio del reino del Padre y de entregar su sangre por esa causa.

No podemos creer que Judas estuviera destinado desde el principio a traicionar a Jesús, y que Pedro estaba predestinado a negarlo. Suponerlo desconoce que Dios respeta sagradamente la libertad humana. Si negamos esto, de hecho estamos afirmando que la vida de Jesús fue una comedia, una obra de teatro cuyos actores eran movidos por Dios como marionetas. Esa herejía ya fue condenada en los primeros siglos del cristianismo, pero a veces vuelva a salir a flote. En verdad nadie, ni Jesús, ni Judas, ni Pedro, ni los que enjuiciaron y condenaron a muerte a Jesús, estaban predestinados a realizar lo que cada uno realizó.

Dios nos creó libres. Y en tal condición ¿le somos fieles, o le volvemos la espalda? Colaboración Servicio Bíblico Latinoamericano


Cita:
Comentario:

Me inquieta esta narración, porque no entiendo la actitud cegada de Judas que no logra ver la bondad y la misericordia de Jesús, con quien había convivido durante mucho tiempo. Había participado de su mesa, le había acompañado en sus correrías apostólicas, había sido testigo de primera mano de sus milagros y, sin embargo, estaba ciego. ¿Qué ocultos intereses anidaban en aquel corazón confundido?

Jesús estaba “profundamente conmovido”. Los discípulos se mostraban “perplejos”. Dos actitudes que marcan significativamente la realidad humana. Dios busca al hombre; quiere su bien, su felicidad, su salvación. Lo da todo para conseguir que la criatura descubra el sentido de su vida y logre salvar su alma. Por otra parte, resulta sobrecogedor como el ser humano no sabe aprovechar las oportunidades que Dios le ofrece para caminar seguro por el trayecto de la felicidad. Jesús le da pan, y Satanás intenta entra en la vida de Judas para robarlo. Como pasa en nuestras vidas. Dios nos ha colmado de bienes, bendice a diario nuestra vida, pero a menudo puede más el maligno que quiere arrebatarnos la gracia, la paz, la felicidad que hemos recibido de lo alto.

Hoy puede ser un buen día para sintonizar con acierto con la voluntad de Dios. Estamos en Semana Santa, tiempo de gracia para cambiar el rumbo de nuestra existencia. Y no se trata de palabras bonitas, de emociones pasajeras, sino de decisiones maduradas que proyecten una nueva forma de vivir el Evangelio.

Pedro quiere acompañar a Jesús, dar su vida por él, pero, cuando llega la ocasión, cede cobardemente y afirma que ni le conoce. Menos mal que, luego, repara su pecado, llora amargamente y, finalmente da su vida por Cristo, muriendo también crucificado.

La pregunta que tenemos que hacer hoy a Cristo no es ¿a dónde vas?, sino, ¿dónde estás?

Está en nuestras vidas, en la vida de nuestros hermanos, en la Eucaristía. Habla a través de la Palabra. Se comunica con nosotros mediante la oración. Permanece con nosotros a todas horas. Nos alimenta con la fe. Nos da fuerza para seguir adelante mandándonos su Espíritu. ¿Qué más podemos desear?
Junto a Pedro, cantó el gallo para recordarle su traición. Le provocó oleadas de arrepentimiento, le despertó de su modorra espiritual y le llevó por las sendas seguras de una conversión sin condiciones. No se debía fiar solamente de sus fuerzas; necesitaba la ayuda de lo alto para superar su inmensa debilidad.

También hoy, debe despertar el gallo de nuestra conciencia para recordarnos que no habrá fidelidad si no hay humildad y lucha. Siempre estamos a tiempo de rectificar. (Padre Gregorio Mateu)


Qué dificil reconocer que tenemos algo de Judas y algo del Pedro que negó a Jesús, pero cuantas veces traicionamos a Jesús por seguir nuestros propios intereses, cuando hacemos lo que creemos nos dará más felicidad que obrar de acuerdo a la voluntad de Dios; y luego tal como Pedro en más de una ocasión nos sentimos mejores simplemente por el hecho de haber comenzado a caminar junto al Señor pero sin embargo a veces preferimos "llevar la fiesta en paz" y no alzamos nuestra voz para defender nuestra fe.
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MensajePublicado: Jue Abr 05, 2007 5:50 pm    Asunto:
Tema: Comentario al Evangelio de Hoy
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Día litúrgico: Jueves Santo (Misa vespertina de la Cena del Señor)
Texto del Evangelio (Jn 13,1-15): Antes de la fiesta de la Pascua, sabiendo Jesús que había llegado su hora de pasar de este mundo al Padre, habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo. Durante la cena, cuando ya el diablo había puesto en el corazón a Judas Iscariote, hijo de Simón, el propósito de entregarle, sabiendo que el Padre le había puesto todo en sus manos y que había salido de Dios y a Dios volvía, se levanta de la mesa, se quita sus vestidos y, tomando una toalla, se la ciñó. Luego echa agua en un lebrillo y se puso a lavar los pies de los discípulos y a secárselos con la toalla con que estaba ceñido.

Llega a Simón Pedro; éste le dice: «Señor, ¿tú lavarme a mí los pies?». Jesús le respondió: «Lo que yo hago, tú no lo entiendes ahora: lo comprenderás más tarde». Le dice Pedro: «No me lavarás los pies jamás». Jesús le respondió: «Si no te lavo, no tienes parte conmigo». Le dice Simón Pedro: «Señor, no sólo los pies, sino hasta las manos y la cabeza». Jesús le dice: «El que se ha bañado, no necesita lavarse; está del todo limpio. Y vosotros estáis limpios, aunque no todos». Sabía quién le iba a entregar, y por eso dijo: «No estáis limpios todos».
Después que les lavó los pies, tomó sus vestidos, volvió a la mesa, y les dijo: «¿Comprendéis lo que he hecho con vosotros? Vosotros me llamáis “el Maestro” y “el Señor”, y decís bien, porque lo soy. Pues si yo, el Señor y el Maestro, os he lavado los pies, vosotros también debéis lavaros los pies unos a otros. Porque os he dado ejemplo, para que también vosotros hagáis como yo he hecho con vosotros».

Comentario: Mons. Josep Àngel Saiz i Meneses, Obispo de Terrassa (Barcelona, España)«Si yo, el Señor y el Maestro, os he lavado los pies, vosotros también debéis lavaros los pies unos a otros»

Hoy recordamos aquel primer Jueves Santo de la historia, en el que Jesucristo se reúne con sus discípulos para celebrar la Pascua. Entonces inauguró la nueva Pascua de la nueva Alianza, en la que se ofrece en sacrificio por la salvación de todos.
En la Santa Cena, al mismo tiempo que la Eucaristía, Cristo instituye el sacerdocio ministerial. Mediante éste, se podrá perpetuar el sacramento de la Eucaristía. El prefacio de la Misa Crismal nos revela el sentido: «Él elige a algunos para hacerlos partícipes de su ministerio santo; para que renueven el sacrificio de la redención, alimenten a tu pueblo con tu Palabra y lo reconforten con tus sacramentos».

Y aquel mismo Jueves, Jesús nos da el mandamiento del amor: «Amaos unos a otros como yo os he amado» (Jn 13,34). Antes, el amor se fundamentaba en la recompensa esperada a cambio, o en el cumplimiento de una norma impuesta. Ahora, el amor cristiano se fundamenta en Cristo. Él nos ama hasta dar la vida: ésta ha de ser la medida del amor del discípulo y ésta ha de ser la señal, la característica del reconocimiento cristiano.
Pero, el hombre no tiene capacidad para amar así. No es simplemente fruto de un esfuerzo, sino don de Dios. Afortunadamente, Él es Amor y —al mismo tiempo— fuente de amor, que se nos da en el Pan Eucarístico.

Finalmente, hoy contemplamos el lavatorio de los pies. En actitud de siervo, Jesús lava los pies de los Apóstoles, y les recomienda que lo hagan los unos con los otros (cf. Jn 13,14). Hay algo más que una lección de humildad en este gesto del Maestro. Es como una anticipación, como un símbolo de la Pasión, de la humillación total que sufrirá para salvar a todos los hombres.
El teólogo Romano Guardini dice que «la actitud del pequeño que se inclina ante el grande, todavía no es humildad. Es, simplemente, verdad. El grande que se humilla ante el pequeño es el verdaderamente humilde». Por esto, Jesucristo es auténticamente humilde. Ante este Cristo humilde nuestros moldes se rompen. Jesucristo invierte los valores meramente humanos y nos invita a seguirlo para construir un mundo nuevo y diferente desde el servicio.

Paz y bien. Comentario de Laura Aguilar Ramírez (Scarlett).

En éste pasaje de la vida de Jesús, en que humildemente lava los pies a sus discípulos y les ordena que se laven los pies unos a otros nos da un gesto de humildad, porque siendo él el Maestro y el Señor se arrodilla ante sus discípulos para lavarles los pies. Además en éste gesto, como dijo a Pedro "más tarde lo comprenderás", les está diciendo que tienen el deber de lavarse unos a otros. Cristo es el que nos lava de nuestros pecados cuando nos arrepentimos de ellos. De la misma manera sus discípulos lo hacemos. Los sacerdotes cumplen ésta función al oirnos en confesión y absolvernos de nuestros pecados. Esa es una de sus funciones. Es cierto que ellos no se confiesan con nosotros, se confiesan entre ellos. Y uno como católico, así lo acepta. Sin embargo, el Papa Juan Pablo II como representante de la Iglesia, pidió perdón por todos los pecados cometidos por los miembros de la Iglesia en un gesto de humildad. Creo que el lavatorio de los pies simboliza el limpiarnos de nuestros pecados por medio de la confesión. Con ése gesto, Cristo instituyó la confesión.

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Día litúrgico: Viernes Santo

Texto del Evangelio (Jn 18,1—19,42): En aquel tiempo, Jesús pasó con sus discípulos al otro lado del torrente Cedrón, donde había un huerto, en el que entraron él y sus discípulos. Pero también Judas, el que le entregaba, conocía el sitio, porque Jesús se había reunido allí muchas veces con sus discípulos. Judas, pues, llega allí con la cohorte y los guardias enviados por los sumos sacerdotes y fariseos, con linternas, antorchas y armas. Jesús, que sabía todo lo que le iba a suceder, se adelanta y les pregunta: «¿A quién buscáis?». Le contestaron: «A Jesús el Nazareno». Díceles: «Yo soy». Judas, el que le entregaba, estaba también con ellos. Cuando les dijo: «Yo soy», retrocedieron y cayeron en tierra. Les preguntó de nuevo: «¿A quién buscáis?». Le contestaron: «A Jesús el Nazareno». Respondió Jesús: «Ya os he dicho que yo soy; así que si me buscáis a mí, dejad marchar a éstos». Así se cumpliría lo que había dicho: «De los que me has dado, no he perdido a ninguno». Entonces Simón Pedro, que llevaba una espada, la sacó e hirió al siervo del Sumo Sacerdote, y le cortó la oreja derecha. El siervo se llamaba Malco. Jesús dijo a Pedro: «Vuelve la espada a la vaina. La copa que me ha dado el Padre, ¿no la voy a beber?».

Entonces la cohorte, el tribuno y los guardias de los judíos prendieron a Jesús, le ataron y le llevaron primero a casa de Anás, pues era suegro de Caifás, el Sumo Sacerdote de aquel año. Caifás era el que aconsejó a los judíos que convenía que muriera un solo hombre por el pueblo. Seguían a Jesús Simón Pedro y otro discípulo. Este discípulo era conocido del Sumo Sacerdote y entró con Jesús en el atrio del Sumo Sacerdote, mientras Pedro se quedaba fuera, junto a la puerta. Entonces salió el otro discípulo, el conocido del Sumo Sacerdote, habló a la portera e hizo pasar a Pedro. La muchacha portera dice a Pedro: «¿No eres tú también de los discípulos de ese hombre?». Dice él: «No lo soy». Los siervos y los guardias tenían unas brasas encendidas porque hacía frío, y se calentaban. También Pedro estaba con ellos calentándose. El Sumo Sacerdote interrogó a Jesús sobre sus discípulos y su doctrina. Jesús le respondió: «He hablado abiertamente ante todo el mundo; he enseñado siempre en la sinagoga y en el Templo, donde se reúnen todos los judíos, y no he hablado nada a ocultas. ¿Por qué me preguntas? Pregunta a los que me han oído lo que les he hablado; ellos saben lo que he dicho». Apenas dijo esto, uno de los guardias que allí estaba, dio una bofetada a Jesús, diciendo: «¿Así contestas al Sumo Sacerdote?». Jesús le respondió: «Si he hablado mal, declara lo que está mal; pero si he hablado bien, ¿por qué me pegas?». Anás entonces le envió atado al Sumo Sacerdote Caifás. Estaba allí Simón Pedro calentándose y le dijeron: «¿No eres tú también de sus discípulos?». El lo negó diciendo: «No lo soy». Uno de los siervos del Sumo Sacerdote, pariente de aquel a quien Pedro había cortado la oreja, le dice: «¿No te vi yo en el huerto con Él?». Pedro volvió a negar, y al instante cantó un gallo.

De la casa de Caifás llevan a Jesús al pretorio. Era de madrugada. Ellos no entraron en el pretorio para no contaminarse y poder así comer la Pascua. Salió entonces Pilato fuera donde ellos y dijo: «¿Qué acusación traéis contra este hombre?». Ellos le respondieron: «Si éste no fuera un malhechor, no te lo habríamos entregado». Pilato replicó: «Tomadle vosotros y juzgadle según vuestra Ley». Los judíos replicaron: «Nosotros no podemos dar muerte a nadie». Así se cumpliría lo que había dicho Jesús cuando indicó de qué muerte iba a morir. Entonces Pilato entró de nuevo al pretorio y llamó a Jesús y le dijo: «¿Eres tú el Rey de los judíos?». Respondió Jesús: «¿Dices eso por tu cuenta, o es que otros te lo han dicho de mí?». Pilato respondió: «¿Es que yo soy judío? Tu pueblo y los sumos sacerdotes te han entregado a mí. ¿Qué has hecho?». Respondió Jesús: «Mi Reino no es de este mundo. Si mi Reino fuese de este mundo, mi gente habría combatido para que no fuese entregado a los judíos: pero mi Reino no es de aquí». Entonces Pilato le dijo: «¿Luego tú eres Rey?». Respondió Jesús: «Sí, como dices, soy Rey. Yo para esto he nacido y para esto he venido al mundo: para dar testimonio de la verdad. Todo el que es de la verdad, escucha mi voz». Le dice Pilato: «¿Qué es la verdad?». Y, dicho esto, volvió a salir donde los judíos y les dijo: «Yo no encuentro ningún delito en Él. Pero es costumbre entre vosotros que os ponga en libertad a uno por la Pascua. ¿Queréis, pues, que os ponga en libertad al Rey de los judíos?». Ellos volvieron a gritar diciendo: «¡A ése, no; a Barrabás!». Barrabás era un salteador.

Pilato entonces tomó a Jesús y mandó azotarle. Los soldados trenzaron una corona de espinas, se la pusieron en la cabeza y le vistieron un manto de púrpura; y, acercándose a Él, le decían: «Salve, Rey de los judíos». Y le daban bofetadas. Volvió a salir Pilato y les dijo: «Mirad, os lo traigo fuera para que sepáis que no encuentro ningún delito en Él». Salió entonces Jesús fuera llevando la corona de espinas y el manto de púrpura. Díceles Pilato: «Aquí tenéis al hombre». Cuando lo vieron los sumos sacerdotes y los guardias, gritaron: «¡Crucifícalo, crucifícalo!». Les dice Pilato: «Tomadlo vosotros y crucificadle, porque yo ningún delito encuentro en Él». Los judíos le replicaron: «Nosotros tenemos una Ley y según esa Ley debe morir, porque se tiene por Hijo de Dios». Cuando oyó Pilato estas palabras, se atemorizó aún más. Volvió a entrar en el pretorio y dijo a Jesús: «¿De dónde eres tú?». Pero Jesús no le dio respuesta. Dícele Pilato: «¿A mí no me hablas? ¿No sabes que tengo poder para soltarte y poder para crucificarte?». Respondió Jesús: «No tendrías contra mí ningún poder, si no se te hubiera dado de arriba; por eso, el que me ha entregado a ti tiene mayor pecado». Desde entonces Pilato trataba de librarle. Pero los judíos gritaron: «Si sueltas a ése, no eres amigo del César; todo el que se hace rey se enfrenta al César». Al oír Pilato estas palabras, hizo salir a Jesús y se sentó en el tribunal, en el lugar llamado Enlosado, en hebreo Gabbatá. Era el día de la Preparación de la Pascua, hacia la hora sexta. Dice Pilato a los judíos: «Aquí tenéis a vuestro Rey». Ellos gritaron: «¡Fuera, fuera! ¡Crucifícale!». Les dice Pilato: «¿A vuestro Rey voy a crucificar?». Replicaron los sumos sacerdotes: «No tenemos más rey que el César». Entonces se lo entregó para que fuera crucificado.

Tomaron, pues, a Jesús, y Él cargando con su cruz, salió hacia el lugar llamado Calvario, que en hebreo se llama Gólgota, y allí le crucificaron y con Él a otros dos, uno a cada lado, y Jesús en medio. Pilato redactó también una inscripción y la puso sobre la cruz. Lo escrito era: «Jesús el Nazareno, el Rey de los judíos». Esta inscripción la leyeron muchos judíos, porque el lugar donde había sido crucificado Jesús estaba cerca de la ciudad; y estaba escrita en hebreo, latín y griego. Los sumos sacerdotes de los judíos dijeron a Pilato: «No escribas: ‘El Rey de los judíos’, sino: ‘Éste ha dicho: Yo soy Rey de los judíos’». Pilato respondió: «Lo que he escrito, lo he escrito». Los soldados, después que crucificaron a Jesús, tomaron sus vestidos, con los que hicieron cuatro lotes, un lote para cada soldado, y la túnica. La túnica era sin costura, tejida de una pieza de arriba abajo. Por eso se dijeron: «No la rompamos; sino echemos a suertes a ver a quién le toca». Para que se cumpliera la Escritura: «Se han repartido mis vestidos, han echado a suertes mi túnica». Y esto es lo que hicieron los soldados. Junto a la cruz de Jesús estaban su madre y la hermana de su madre, María, mujer de Cleofás, y María Magdalena. Jesús, viendo a su madre y junto a ella al discípulo a quien amaba, dice a su madre: «Mujer, ahí tienes a tu hijo». Luego dice al discípulo: «Ahí tienes a tu madre». Y desde aquella hora el discípulo la acogió en su casa.

Después de esto, sabiendo Jesús que ya todo estaba cumplido, para que se cumpliera la Escritura, dice: «Tengo sed». Había allí una vasija llena de vinagre. Sujetaron a una rama de hisopo una esponja empapada en vinagre y se la acercaron a la boca. Cuando tomó Jesús el vinagre, dijo: «Todo está cumplido». E inclinando la cabeza entregó el espíritu.

Los judíos, como era el día de la Preparación, para que no quedasen los cuerpos en la cruz el sábado —porque aquel sábado era muy solemne— rogaron a Pilato que les quebraran las piernas y los retiraran. Fueron, pues, los soldados y quebraron las piernas del primero y del otro crucificado con Él. Pero al llegar a Jesús, como lo vieron ya muerto, no le quebraron las piernas, sino que uno de los soldados le atravesó el costado con una lanza y al instante salió sangre y agua. El que lo vio lo atestigua y su testimonio es válido, y él sabe que dice la verdad, para que también vosotros creáis. Y todo esto sucedió para que se cumpliera la Escritura: «No se le quebrará hueso alguno». Y también otra Escritura dice: «Mirarán al que traspasaron».

Después de esto, José de Arimatea, que era discípulo de Jesús, aunque en secreto por miedo a los judíos, pidió a Pilato autorización para retirar el cuerpo de Jesús. Pilato se lo concedió. Fueron, pues, y retiraron su cuerpo. Fue también Nicodemo —aquel que anteriormente había ido a verle de noche— con una mezcla de mirra y áloe de unas cien libras. Tomaron el cuerpo de Jesús y lo envolvieron en vendas con los aromas, conforme a la costumbre judía de sepultar. En el lugar donde había sido crucificado había un huerto, y en el huerto un sepulcro nuevo, en el que nadie todavía había sido depositado. Allí, pues, porque era el día de la Preparación de los judíos y el sepulcro estaba cerca, pusieron a Jesús.


Comentario: Rev. D. Francesc Catarineu i Vilageliu (Sabadell-Barcelona, España) «Cuando tomó Jesús el vinagre, dijo: «Todo está cumplido». E inclinando la cabeza entregó el espíritu»Hoy celebramos el primer día del Triduo Pascual. Por tanto, es el día de la Cruz victoriosa, desde donde Jesús nos dejó lo mejor de Él mismo: María como madre, el perdón —también de sus verdugos— y la confianza total en Dios Padre.

Lo hemos escuchado en la lectura de la Pasión que nos transmite el testimonio de san Juan, presente en el Calvario con María, la Madre del Señor y las mujeres. Es un relato rico en simbología, donde cada pequeño detalle tiene sentido. Pero también el silencio y la austeridad de la Iglesia, hoy, nos ayudan a vivir en un clima de oración, bien atentos al don que celebramos.

Ante este gran misterio, somos llamados —primero de todo— a ver. La fe cristiana no es la relación reverencial hacia un Dios lejano y abstracto que desconocemos, sino la adhesión a una Persona, verdadero hombre como nosotros y, a la vez, verdadero Dios. El “Invisible” se ha hecho carne de nuestra carne, y ha asumido el ser hombre hasta la muerte y una muerte de cruz. Pero fue una muerte aceptada como rescate por todos, muerte redentora, muerte que nos da vida. Aquellos que estaban ahí y lo vieron, nos transmitieron los hechos y, al mismo tiempo, nos descubren el sentido de aquella muerte.

Ante esto, nos sentimos agradecidos y admirados. Conocemos el precio del amor: «Nadie tiene mayor amor que el de dar la vida por sus amigos» (Jn 15,13). La oración cristiana no es solamente pedir, sino —antes de nada— admirar agradecidos.

Jesús, para nosotros, es modelo que hay que imitar, es decir, reproducir en nosotros sus actitudes. Hemos de ser personas que aman hasta darnos y que confiamos en el Padre en toda adversidad.

Esto contrasta con la atmósfera indiferente de nuestra sociedad; por eso, nuestro testimonio tiene que ser más valiente que nunca, ya que el don es para todos. Como dice Melitón de Sardes, «Él nos ha hecho pasar de la esclavitud a la libertad, de las tinieblas a la luz, de la muerte a la vida. Él es la Pascua de nuestra salvación».


Paz y bien. Comentario de Laura Aguilar Ramírez.
Es increíble en 46 años de ser cristiana, bautizada a los meses de nacida es el primer año que vivo ésta epoca de Semana Santa como tal. El día de ayer participé en la misa de Jueves Santo, fecha muy importante en que Jesús instituyó la Eucaristía, nos dió ejemplo extremo de humildad al lavarle los pies a sus discípulos y nos invito a seguir su ejemplo de humildad en el servicio a los demás miembros de la comunidad.

Digo participé porque realmente lo hice. Estuve con el sacerdote en las oraciones, estuve con el coro alabando a Dios. Estuve en la procesión y estuve en la vigilia acompañando a Jesús, para no dormir mientras El ora. Estuve en espíritu, con mi corazón vuelto hacia Jesús, sintiendo cada momento. Antes habíamos participado en un rosario. Fué una celebración hermosa y dolorosa porque en la noche, también sentí el dolor de Jesús y su sudor ante lo que le esperaba.
Anteriormente en éstas fechas me limitaba a ir a ver las diferentes representaciones, a visitar las iglesias como si fuera paseo. No saliamos de viaje no por falta de ganas, sino por falta de dinero o porque las playas o los lugares de recreo están llenos, pero no porque entendiera y viviera realmente lo que es la entrega sublime de Jesús.

No comento acerca del evangelio de hoy, espero hacerlo mañana si Dios lo permite, puesto que asistiré en la mañana al Viacrucis y en la tarde a oir las 7 palabras en la iglesia.
Que las meditaciones de éstos días y las distintas conmemoraciones nos sean provechosas. No dejemos a Jesús orar sólo. No nos durmamos.

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Día litúrgico: Viernes Santo

Texto del Evangelio (Jn 18,1—19,42): En aquel tiempo, Jesús pasó con sus discípulos al otro lado del torrente Cedrón, donde había un huerto, en el que entraron él y sus discípulos. Pero también Judas, el que le entregaba, conocía el sitio, porque Jesús se había reunido allí muchas veces con sus discípulos. Judas, pues, llega allí con la cohorte y los guardias enviados por los sumos sacerdotes y fariseos, con linternas, antorchas y armas. Jesús, que sabía todo lo que le iba a suceder, se adelanta y les pregunta: «¿A quién buscáis?». Le contestaron: «A Jesús el Nazareno». Díceles: «Yo soy». Judas, el que le entregaba, estaba también con ellos. Cuando les dijo: «Yo soy», retrocedieron y cayeron en tierra. Les preguntó de nuevo: «¿A quién buscáis?». Le contestaron: «A Jesús el Nazareno». Respondió Jesús: «Ya os he dicho que yo soy; así que si me buscáis a mí, dejad marchar a éstos». Así se cumpliría lo que había dicho: «De los que me has dado, no he perdido a ninguno». Entonces Simón Pedro, que llevaba una espada, la sacó e hirió al siervo del Sumo Sacerdote, y le cortó la oreja derecha. El siervo se llamaba Malco. Jesús dijo a Pedro: «Vuelve la espada a la vaina. La copa que me ha dado el Padre, ¿no la voy a beber?».

Entonces la cohorte, el tribuno y los guardias de los judíos prendieron a Jesús, le ataron y le llevaron primero a casa de Anás, pues era suegro de Caifás, el Sumo Sacerdote de aquel año. Caifás era el que aconsejó a los judíos que convenía que muriera un solo hombre por el pueblo. Seguían a Jesús Simón Pedro y otro discípulo. Este discípulo era conocido del Sumo Sacerdote y entró con Jesús en el atrio del Sumo Sacerdote, mientras Pedro se quedaba fuera, junto a la puerta. Entonces salió el otro discípulo, el conocido del Sumo Sacerdote, habló a la portera e hizo pasar a Pedro. La muchacha portera dice a Pedro: «¿No eres tú también de los discípulos de ese hombre?». Dice él: «No lo soy». Los siervos y los guardias tenían unas brasas encendidas porque hacía frío, y se calentaban. También Pedro estaba con ellos calentándose. El Sumo Sacerdote interrogó a Jesús sobre sus discípulos y su doctrina. Jesús le respondió: «He hablado abiertamente ante todo el mundo; he enseñado siempre en la sinagoga y en el Templo, donde se reúnen todos los judíos, y no he hablado nada a ocultas. ¿Por qué me preguntas? Pregunta a los que me han oído lo que les he hablado; ellos saben lo que he dicho». Apenas dijo esto, uno de los guardias que allí estaba, dio una bofetada a Jesús, diciendo: «¿Así contestas al Sumo Sacerdote?». Jesús le respondió: «Si he hablado mal, declara lo que está mal; pero si he hablado bien, ¿por qué me pegas?». Anás entonces le envió atado al Sumo Sacerdote Caifás. Estaba allí Simón Pedro calentándose y le dijeron: «¿No eres tú también de sus discípulos?». El lo negó diciendo: «No lo soy». Uno de los siervos del Sumo Sacerdote, pariente de aquel a quien Pedro había cortado la oreja, le dice: «¿No te vi yo en el huerto con Él?». Pedro volvió a negar, y al instante cantó un gallo.

De la casa de Caifás llevan a Jesús al pretorio. Era de madrugada. Ellos no entraron en el pretorio para no contaminarse y poder así comer la Pascua. Salió entonces Pilato fuera donde ellos y dijo: «¿Qué acusación traéis contra este hombre?». Ellos le respondieron: «Si éste no fuera un malhechor, no te lo habríamos entregado». Pilato replicó: «Tomadle vosotros y juzgadle según vuestra Ley». Los judíos replicaron: «Nosotros no podemos dar muerte a nadie». Así se cumpliría lo que había dicho Jesús cuando indicó de qué muerte iba a morir. Entonces Pilato entró de nuevo al pretorio y llamó a Jesús y le dijo: «¿Eres tú el Rey de los judíos?». Respondió Jesús: «¿Dices eso por tu cuenta, o es que otros te lo han dicho de mí?». Pilato respondió: «¿Es que yo soy judío? Tu pueblo y los sumos sacerdotes te han entregado a mí. ¿Qué has hecho?». Respondió Jesús: «Mi Reino no es de este mundo. Si mi Reino fuese de este mundo, mi gente habría combatido para que no fuese entregado a los judíos: pero mi Reino no es de aquí». Entonces Pilato le dijo: «¿Luego tú eres Rey?». Respondió Jesús: «Sí, como dices, soy Rey. Yo para esto he nacido y para esto he venido al mundo: para dar testimonio de la verdad. Todo el que es de la verdad, escucha mi voz». Le dice Pilato: «¿Qué es la verdad?». Y, dicho esto, volvió a salir donde los judíos y les dijo: «Yo no encuentro ningún delito en Él. Pero es costumbre entre vosotros que os ponga en libertad a uno por la Pascua. ¿Queréis, pues, que os ponga en libertad al Rey de los judíos?». Ellos volvieron a gritar diciendo: «¡A ése, no; a Barrabás!». Barrabás era un salteador.

Pilato entonces tomó a Jesús y mandó azotarle. Los soldados trenzaron una corona de espinas, se la pusieron en la cabeza y le vistieron un manto de púrpura; y, acercándose a Él, le decían: «Salve, Rey de los judíos». Y le daban bofetadas. Volvió a salir Pilato y les dijo: «Mirad, os lo traigo fuera para que sepáis que no encuentro ningún delito en Él». Salió entonces Jesús fuera llevando la corona de espinas y el manto de púrpura. Díceles Pilato: «Aquí tenéis al hombre». Cuando lo vieron los sumos sacerdotes y los guardias, gritaron: «¡Crucifícalo, crucifícalo!». Les dice Pilato: «Tomadlo vosotros y crucificadle, porque yo ningún delito encuentro en Él». Los judíos le replicaron: «Nosotros tenemos una Ley y según esa Ley debe morir, porque se tiene por Hijo de Dios». Cuando oyó Pilato estas palabras, se atemorizó aún más. Volvió a entrar en el pretorio y dijo a Jesús: «¿De dónde eres tú?». Pero Jesús no le dio respuesta. Dícele Pilato: «¿A mí no me hablas? ¿No sabes que tengo poder para soltarte y poder para crucificarte?». Respondió Jesús: «No tendrías contra mí ningún poder, si no se te hubiera dado de arriba; por eso, el que me ha entregado a ti tiene mayor pecado». Desde entonces Pilato trataba de librarle. Pero los judíos gritaron: «Si sueltas a ése, no eres amigo del César; todo el que se hace rey se enfrenta al César». Al oír Pilato estas palabras, hizo salir a Jesús y se sentó en el tribunal, en el lugar llamado Enlosado, en hebreo Gabbatá. Era el día de la Preparación de la Pascua, hacia la hora sexta. Dice Pilato a los judíos: «Aquí tenéis a vuestro Rey». Ellos gritaron: «¡Fuera, fuera! ¡Crucifícale!». Les dice Pilato: «¿A vuestro Rey voy a crucificar?». Replicaron los sumos sacerdotes: «No tenemos más rey que el César». Entonces se lo entregó para que fuera crucificado.

Tomaron, pues, a Jesús, y Él cargando con su cruz, salió hacia el lugar llamado Calvario, que en hebreo se llama Gólgota, y allí le crucificaron y con Él a otros dos, uno a cada lado, y Jesús en medio. Pilato redactó también una inscripción y la puso sobre la cruz. Lo escrito era: «Jesús el Nazareno, el Rey de los judíos». Esta inscripción la leyeron muchos judíos, porque el lugar donde había sido crucificado Jesús estaba cerca de la ciudad; y estaba escrita en hebreo, latín y griego. Los sumos sacerdotes de los judíos dijeron a Pilato: «No escribas: ‘El Rey de los judíos’, sino: ‘Éste ha dicho: Yo soy Rey de los judíos’». Pilato respondió: «Lo que he escrito, lo he escrito». Los soldados, después que crucificaron a Jesús, tomaron sus vestidos, con los que hicieron cuatro lotes, un lote para cada soldado, y la túnica. La túnica era sin costura, tejida de una pieza de arriba abajo. Por eso se dijeron: «No la rompamos; sino echemos a suertes a ver a quién le toca». Para que se cumpliera la Escritura: «Se han repartido mis vestidos, han echado a suertes mi túnica». Y esto es lo que hicieron los soldados. Junto a la cruz de Jesús estaban su madre y la hermana de su madre, María, mujer de Cleofás, y María Magdalena. Jesús, viendo a su madre y junto a ella al discípulo a quien amaba, dice a su madre: «Mujer, ahí tienes a tu hijo». Luego dice al discípulo: «Ahí tienes a tu madre». Y desde aquella hora el discípulo la acogió en su casa.

Después de esto, sabiendo Jesús que ya todo estaba cumplido, para que se cumpliera la Escritura, dice: «Tengo sed». Había allí una vasija llena de vinagre. Sujetaron a una rama de hisopo una esponja empapada en vinagre y se la acercaron a la boca. Cuando tomó Jesús el vinagre, dijo: «Todo está cumplido». E inclinando la cabeza entregó el espíritu.

Los judíos, como era el día de la Preparación, para que no quedasen los cuerpos en la cruz el sábado —porque aquel sábado era muy solemne— rogaron a Pilato que les quebraran las piernas y los retiraran. Fueron, pues, los soldados y quebraron las piernas del primero y del otro crucificado con Él. Pero al llegar a Jesús, como lo vieron ya muerto, no le quebraron las piernas, sino que uno de los soldados le atravesó el costado con una lanza y al instante salió sangre y agua. El que lo vio lo atestigua y su testimonio es válido, y él sabe que dice la verdad, para que también vosotros creáis. Y todo esto sucedió para que se cumpliera la Escritura: «No se le quebrará hueso alguno». Y también otra Escritura dice: «Mirarán al que traspasaron».

Después de esto, José de Arimatea, que era discípulo de Jesús, aunque en secreto por miedo a los judíos, pidió a Pilato autorización para retirar el cuerpo de Jesús. Pilato se lo concedió. Fueron, pues, y retiraron su cuerpo. Fue también Nicodemo —aquel que anteriormente había ido a verle de noche— con una mezcla de mirra y áloe de unas cien libras. Tomaron el cuerpo de Jesús y lo envolvieron en vendas con los aromas, conforme a la costumbre judía de sepultar. En el lugar donde había sido crucificado había un huerto, y en el huerto un sepulcro nuevo, en el que nadie todavía había sido depositado. Allí, pues, porque era el día de la Preparación de los judíos y el sepulcro estaba cerca, pusieron a Jesús.


Comentario: Rev. D. Francesc Catarineu i Vilageliu (Sabadell-Barcelona, España) «Cuando tomó Jesús el vinagre, dijo: «Todo está cumplido». E inclinando la cabeza entregó el espíritu»Hoy celebramos el primer día del Triduo Pascual. Por tanto, es el día de la Cruz victoriosa, desde donde Jesús nos dejó lo mejor de Él mismo: María como madre, el perdón —también de sus verdugos— y la confianza total en Dios Padre.

Lo hemos escuchado en la lectura de la Pasión que nos transmite el testimonio de san Juan, presente en el Calvario con María, la Madre del Señor y las mujeres. Es un relato rico en simbología, donde cada pequeño detalle tiene sentido. Pero también el silencio y la austeridad de la Iglesia, hoy, nos ayudan a vivir en un clima de oración, bien atentos al don que celebramos.

Ante este gran misterio, somos llamados —primero de todo— a ver. La fe cristiana no es la relación reverencial hacia un Dios lejano y abstracto que desconocemos, sino la adhesión a una Persona, verdadero hombre como nosotros y, a la vez, verdadero Dios. El “Invisible” se ha hecho carne de nuestra carne, y ha asumido el ser hombre hasta la muerte y una muerte de cruz. Pero fue una muerte aceptada como rescate por todos, muerte redentora, muerte que nos da vida. Aquellos que estaban ahí y lo vieron, nos transmitieron los hechos y, al mismo tiempo, nos descubren el sentido de aquella muerte.

Ante esto, nos sentimos agradecidos y admirados. Conocemos el precio del amor: «Nadie tiene mayor amor que el de dar la vida por sus amigos» (Jn 15,13). La oración cristiana no es solamente pedir, sino —antes de nada— admirar agradecidos.

Jesús, para nosotros, es modelo que hay que imitar, es decir, reproducir en nosotros sus actitudes. Hemos de ser personas que aman hasta darnos y que confiamos en el Padre en toda adversidad.

Esto contrasta con la atmósfera indiferente de nuestra sociedad; por eso, nuestro testimonio tiene que ser más valiente que nunca, ya que el don es para todos. Como dice Melitón de Sardes, «Él nos ha hecho pasar de la esclavitud a la libertad, de las tinieblas a la luz, de la muerte a la vida. Él es la Pascua de nuestra salvación».


Paz y bien. Comentario de Laura Aguilar Ramírez.
Es increíble en 46 años de ser cristiana, bautizada a los meses de nacida es el primer año que vivo ésta epoca de Semana Santa como tal. El día de ayer participé en la misa de Jueves Santo, fecha muy importante en que Jesús instituyó la Eucaristía, nos dió ejemplo extremo de humildad al lavarle los pies a sus discípulos y nos invito a seguir su ejemplo de humildad en el servicio a los demás miembros de la comunidad.

Digo participé porque realmente lo hice. Estuve con el sacerdote en las oraciones, estuve con el coro alabando a Dios. Estuve en la procesión y estuve en la vigilia acompañando a Jesús, para no dormir mientras El ora. Estuve en espíritu, con mi corazón vuelto hacia Jesús, sintiendo cada momento. Antes habíamos participado en un rosario. Fué una celebración hermosa y dolorosa porque en la noche, también sentí el dolor de Jesús y su sudor ante lo que le esperaba.
Anteriormente en éstas fechas me limitaba a ir a ver las diferentes representaciones, a visitar las iglesias como si fuera paseo. No saliamos de viaje no por falta de ganas, sino por falta de dinero o porque las playas o los lugares de recreo están llenos, pero no porque entendiera y viviera realmente lo que es la entrega sublime de Jesús.

No comento acerca del evangelio de hoy, espero hacerlo mañana si Dios lo permite, puesto que asistiré en la mañana al Viacrucis y en la tarde a oir las 7 palabras en la iglesia.
Que las meditaciones de éstos días y las distintas conmemoraciones nos sean provechosas. No dejemos a Jesús orar sólo. No nos durmamos.

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MensajePublicado: Sab Abr 07, 2007 2:40 pm    Asunto:
Tema: Comentario al Evangelio de Hoy
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Día litúrgico: Sábado Santo


Cita:
Texto del Evangelio :

Comentario: Rev. D. Joan Busquets i Masana (Sabadell-Barcelona, España)
«---»

Hoy, propiamente, no hay “evangelio” para meditar o —mejor dicho— se debería meditar todo el Evangelio en mayúscula (la Buena Nueva), porque todo él desemboca en lo que hoy recordamos: la entrega de Jesús a la Muerte para resucitar y darnos una Vida Nueva.

Hoy, la Iglesia no se separa del sepulcro del Señor, meditando su Pasión y su Muerte. No celebramos la Eucaristía hasta que haya terminado el día, hasta mañana, que comenzará con la Solemne Vigilia de la resurrección. Hoy es día de silencio, de dolor, de tristeza, de reflexión y de espera. Hoy no encontramos la Reserva Eucarística en el sagrario. Hay sólo el recuerdo y el signo de su “amor hasta el extremo”, la Santa Cruz que adoramos devotamente.

Hoy es el día para acompañar a María, la madre. La tenemos que acompañar para poder entender un poco el significado de este sepulcro que velamos. Ella, que con ternura y amor guardaba en su corazón de madre los misterios que no acababa de entender de aquel Hijo que era el Salvador de los hombres, está triste y dolida: «Vino a los suyos, pero los suyos no le recibieron» (Jn 1,11). Es también la tristeza de la otra madre, la Santa Iglesia, que se duele por el rechazo de tantos hombres y mujeres que no han acogido a Aquel que para ellos era la Luz y la Vida.

Hoy, rezando con estas dos madres, el seguidor de Cristo reflexiona y va repitiendo la antífona de la plegaria de Laudes: «Cristo se hizo por nosotros obediente hasta la muerte y una muerte de cruz. Por lo cual Dios le exaltó y le otorgó el nombre que está sobre todo nombre» (cf. Flp 2,8-9).

Hoy, el fiel cristiano escucha la Homilía Antigua sobre el Sábado Santo que la Iglesia lee en la liturgia del Oficio de Lectura: «Hoy hay un gran silencio en la tierra. Un gran silencio y soledad. Un gran silencio porque el Rey duerme. La tierra se ha estremecido y se ha quedado inmóvil porque Dios se ha dormido en la carne y ha resucitado a los que dormían desde hace siglos. Dios ha muerto en la carne y ha despertado a los del abismo».

Preparémonos con María de la Soledad para vivir el estallido de la Resurrección y para celebrar y proclamar —cuando se acabe este día triste— con la otra madre, la Santa Iglesia: ¡Jesús ha resucitado tal como lo había anunciado! (cf. Mt 28,6).

Como dice el Rev. d. Joan Busquets el día de hoy, no hay un evangelio. El día de hoy es día de duelo, de acompañar a Cristo en el sepulcro, de velarlo. Es un día de ayuno.
Al contrario, que la tradición marca en México por lo menos, del sábado de gloria en el que celebrabamos que Jesús resucita, es hoy un día de velación. Mañana es el día de la resurrrección.
Creo que ésta diferencia se da por la diferencia de horarios con Roma de donde nacen todas las celebraciones o conmemoraciones.
Sin embargo, a últimas fechas se ha tratado de acoplar las fechas para ser como iglesia un sólo clamor ante el Padre.
Así que aquellos que estamos acostumbrados a celebrar el día de la resurrección hoy, podemos empezar a cambiar nuestra costumbre para poder acoplarnos a la Iglesia moderna y nuestro duelo sea uno sólo como Iglesia, debemos recordar que no somos sólo una iglesia local. La Iglesia católica es una iglesia universal.
Por otro lado, me gustaría seguir comentando la forma en que he vivido ésta Semana Santa, la primera que vivo realmente como católica.
El día de ayer participamos mi esposo, uno de mis dos hijos y yo en el Via Crucis viviente. Vivimos el juicio, la latigación, las burlas, los salivazos, la coronación de espinas, las caidas de Jesús, el verlo cargando la cruz por calles y calles y luego subimos a un cerro atrás de él. Cuando finalmente lo crucificaron y levantaron la cruz, para mí fué com si realmente fuera Jesús y estuviera siendo izado por mis pecados. No pude ver directamente la escena, no pude contener las lágrimas de arrepentimiento.
Muchas personas veían, unas con curiosidad, otras miraban al muchacho que representaba a Jesús y comentaban: pobre muchacho o comentaban sobre la cruz si era o no pesada, si estaban bien representados los distintos personajes. Pocos hubo en los que yo notara arrepentimiento, sufrimiento o lágrimas. Pocos hubo que realmente traspasaran la representación y vivieran ésos momentos como si fueran ciertos, que es realmente el propóito de ésa representación.
El darnos cuenta que Cristo murió por nosotros, que sufrió lo indecible y que lo hizo por Amor a nosotros y por Amor al Padre, que lo hizo siguiendo la voluntad del Padre.
Creo que es importante tratar de traspasar las representaciones, el simbolismo que implica cada acto en la iglesia para realmente acompañara a Jesús en su camino al Padre.
Me pareció incluso notar en algunas un cierto alivio. Cristo ya murió para salvarme. Estoy salvado.
Sin darse cuenta que Cristo murió para mostrarnos el camino al Padre.
"Yo soy el camino, la verdad y la vida. Quien me conoce, conoce al Padre. Nadie llega al Padre si no es por mí. Toma tu cruz y sígueme".
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MensajePublicado: Dom Abr 08, 2007 2:35 pm    Asunto:
Tema: Comentario al Evangelio de Hoy
Responder citando

1er. DOMINGO DE PASCUA- DOMINGO DE RESURRECCION.
Cita:
Evangelio según San Juan 20,1-9.

El primer día de la semana, de madrugada, cuando todavía estaba oscuro, María Magdalena fue al sepulcro y vio que la piedra había sido sacada.
Corrió al encuentro de Simón Pedro y del otro discípulo al que Jesús amaba, y les dijo: "Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto".
Pedro y el otro discípulo salieron y fueron al sepulcro.
Corrían los dos juntos, pero el otro discípulo corrió más rápidamente que Pedro y llegó antes.
Asomándose al sepulcro, vio las vendas en el suelo, aunque no entró.
Después llegó Simón Pedro, que lo seguía, y entró en el sepulcro: vio las vendas en el suelo,
y también el sudario que había cubierto su cabeza; este no estaba con las vendas, sino enrollado en un lugar aparte.
Luego entró el otro discípulo, que había llegado antes al sepulcro: él también vio y creyó.
Todavía no habían comprendido que, según la Escritura, él debía resucitar de entre los muertos.

COMENTARIO
Un sermón atribuido a San Juan Crisóstomo (hacia 345-407), obispo de
Antioquia, después de Constantinopla, doctor de la Iglesia

“Entra en el gozo de tu Señor” (Mt 25,23)

¡Que todo hombre piadoso y amigo de Dios se goce en esta bella y luminosa fiesta de Pascua! ¡Que todo fiel servidor entre con alegría en el gozo de su Señor! (Mt 25,23). El que ha soportado el peso del ayuno, que venga ahora a recibir su recompensa. El que ha trabajado desde la hora primera, que reciba hoy el justo salario (Mt 20,1s). El que ha venido después de la hora tercera, que celebre esta fiesta en acción de gracias. El que ha llegado después de la hora sexta, que no tema, no será abandonado. Si alguno no ha llegado hasta la hora novena, que se acerque sin dudar. Si todavía hay alguno que se ha rezagado hasta la hora undécima, que no se avergüence de su tibieza, porque el Maestro es generoso y recibe al último igual que al primero…, tiene misericordia de aquél, y colma a éste. A uno le da, al otro lo favorece…

Así pues, ¡entrad todos en el gozo de vuestro Amo! Primeros y últimos…, ricos y pobres…, vigilantes y holgazanes…, los que habéis ayunado y los que no lo habéis hecho, alegraos todos hoy. El festín está a punto, venid, pues, todos (Mt 22,4). El ternero cebado está servido, que nadie se marche hambriento. Gozad todos del banquete de la fe, venid a sacar el tesoro del pozo de la misericordia. Que nadie deplore su pobreza, porque el Reino ha llegado para todos; que nadie se lamente de sus faltas, porque el perdón ha brotado del sepulcro; que nadie tema la muerte, porque la muerte del Señor nos ha librado de ella. Ha destruido la muerte Aquél que la muerte le había apresado, ha despojado al infierno, Aquél que ha descendido a los infiernos…

Ya Isaías lo había predicho diciendo: “El infierno se consternó al encontrarte” (14,9). El infierno se ha llenado de amargura…, porque ha sido abatido; humillado, porque ha sido condenado a muerte; hundido, porque ha sido aniquilado. Quiso arrebatar un cuerpo y se encontró delante de Dios; cogió lo que era terrestre y se encontró con cielo; tomó lo que era visible, y cayó a causa del Invisible. “¿Dónde está, muerte, tu victoria? ¿Dónde está, muerte, tu aguijón?” (1C 15,55). ¡Cristo ha resucitado y tú has sido derribada! ¡Cristo ha resucitado y los demonios han caído! ¿Cristo ha resucitado y los ángeles se gozan! ¡Cristo ha resucitado y he aquí que reina la vida! ¡Cristo ha resucitado y ya no hay más muertos en las tumbas, porque Cristo, resucitado de entre los muertos, es la primicia de los que se durmieron. A Él la gloria y el poder por los siglos de los siglos! Amén

Paz y bien.
El día de ayer como se acostumbra, participé gracias a Dios en una ceremonia muy hermosa para celebrar la resurrección de Jesús.
Empezó con la quema de las palmas del año pasado de Domingo de Ramos. Seguidamente, el sacerdote procedió a bendecir el fuego y con él, encender el cirio que representa a Cristo en el que colocó 4 alfileres que representan las llagas de Cristo.
Al encender el cirio representa la resurrección de Cristo venciendo el fuego del infierno a una nueva vida.
Seguidamente, una procesión. Todo en oscuras, sólo la luz del cirio pascual y la de los cirios que llevabamos todos los asistentes que encendimos con el cirio pascual y fuimos pasando la luz de uno a otro, como las mujeres piadosas, anunciando la resurrección de Cristo.
La celebración de la misa empezó también con la luz apagada y posteriormente se encendió.
Las lecturas hablando desde la creación en que Dios dió al hombre el dominio de la tierra, las plantas, los animales; la caida en el pecado.
La esclavitud en Egipto, la salida guiados por Moisés.
El pecado nacido con Adan y lavado con la sangre de Cristo.
Y finalmente la victoria de Cristo sobre la muerte, sobre el mal, sobre el infierno.
En éste momento, las campanas jubilosas anunciaron la resurrección, al igual que campanillas que llevábamos algunos.
También el sacerdote nos renovó nuestros votos bautismales al preguntarnos si renunciabamos a Satanás, si creiamos en Cristo, nos bendijo con agua bendita borrando nuestros pecados y resucitando junto con Cristo a una nueva vida.
Bendijo agua para llevarla a nuestras casas y bendecirlas al igual que bendijo imágenes que llevamos para tal propósito.

Fué muy hermoso. Es la primera vez que capto todo el significado de cada acción, de cada simbolo. La cruz de Cristo en el altar, cubierta con un lienzo blanco, representando que Jesús bajó de la cruz y ésta ya no existe más para El.
FELICES PASCUAS A TODOS!

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MensajePublicado: Lun Abr 09, 2007 12:53 pm    Asunto:
Tema: Comentario al Evangelio de Hoy
Responder citando

Día litúrgico: Lunes de la octava de Pascua
Cita:
Texto del Evangelio (Mt 28,8-15): En aquel tiempo, las mujeres partieron a toda prisa del sepulcro, con miedo y gran gozo, y corrieron a dar la noticia a sus discípulos. En esto, Jesús les salió al encuentro y les dijo: «¡Dios os guarde!». Y ellas se acercaron a Él, y abrazándole sus pies, le adoraron. Entonces les dice Jesús: «No temáis. Id, avisad a mis hermanos que vayan a Galilea; allí me verán».

Mientras ellas iban, algunos de la guardia fueron a la ciudad a contar a los sumos sacerdotes todo lo que había pasado. Estos, reunidos con los ancianos, celebraron consejo y dieron una buena suma de dinero a los soldados, advirtiéndoles: «Decid: ‘Sus discípulos vinieron de noche y le robaron mientras nosotros dormíamos’. Y si la cosa llega a oídos del procurador, nosotros le convenceremos y os evitaremos complicaciones». Ellos tomaron. el dinero y procedieron según las instrucciones recibidas. Y se corrió esa versión entre los judíos, hasta el día de hoy.


Comentario: Rev. D. Joan Costa i Bou (Barcelona, España)
«Las mujeres partieron a toda prisa del sepulcro, con miedo y gran gozo, y corrieron a dar la noticia a sus discípulos»

Hoy, la alegría de la resurrección hace de las mujeres que habían ido al sepulcro mensajeras valientes de Cristo. «Una gran alegría» sienten en sus corazones por el anuncio del ángel sobre la resurrección del Maestro. Y salen “corriendo” del sepulcro para anunciarlo a los Apóstoles. No pueden quedar inactivas y sus corazones explotarían si no lo comunican a todos los discípulos. Resuenan en nuestras almas las palabras de Pablo: «La caridad de Cristo nos urge» (2Cor 5,14).

Jesús se hace el “encontradizo”: lo hace con María Magdalena y la otra María —así agradece y paga Cristo su osadía de buscarlo de buena mañana—, y lo hace también con todos los hombres y mujeres del mundo. Y más todavía, por su encarnación, se ha unido, en cierto modo, a todo hombre.

Las reacciones de las mujeres ante la presencia del Señor expresan las actitudes más profundas del ser humano ante Aquel que es nuestro Creador y Redentor: la sumisión —«se asieron a sus pies» (Mt 28,9)— y la adoración. ¡Qué gran lección para aprender a estar también ante Cristo Eucaristía!

«No tengáis miedo» (Mt 28,10), dice Jesús a las santas mujeres. ¿Miedo del Señor? Nunca, ¡si es el Amor de los amores! ¿Temor de perderlo? Sí, porque conocemos la propia debilidad. Por esto nos agarramos bien fuerte a sus pies. Como los Apóstoles en el mar embravecido y los discípulos de Emaús le pedimos: ¡Señor, no nos dejes!

Y el Maestro envía a las mujeres a notificar la buena nueva a los discípulos[/i].[i] Ésta es también tarea nuestra, y misión divina desde el día de nuestro bautizo: anunciar a Cristo por todo el mundo,[color=blue] «a fin que todo el mundo pueda encontrar a Cristo, para que Cristo pueda recorrer con cada uno el camino de la vida, con la potencia de la verdad (...) contenida en el misterio de la Encarnación y de la Redención, con la potencia del amor que irradia de ella» [/color](Juan Pablo II).

Paz y bien. (Comentario de Laura Aguilar Ramírez.Scarlett)Id y notificad a los discípulos la buena nueva. Esa es nuestra misión. El anunciar la buena nueva de la resurrección de Cristo para que otros puedan también obtener la salvación.
Es curioso como va uno cambiando la forma de captar el mensaje de Cristo. A medida que voy avanzando e incrementando mi fé en Cristo y por lo tanto en el Padre, voy viendo en sus palabras más claro.
Comenta el P. Joan Costa como Jesús se hace el encontradizo, Jesús SIEMPRE salió al encuentro. Eso me habla de la forma en que debo hacer el anuncio de la buena nuevo. Dar el primer paso, acercarme.
Y sujetarme a Cristo como las mujeres lo hicieron. Con la fé y el júbilo que ellas lo hicieron.
Menciona el evangelio que los sumos sacerdotes fueron notificados también por los soldados, quienes recibieron una suma de dinero para cambiar la versión de los hechos. Esto me habla de que como siempre, el mal existe. Los soldados aún viendo lo sucedido, prefirieron el dinero que se les ofrecía, posiblemente porque estaban acostumbrados a obedecer. Sin embargo, los sumos sacerdotes sabiendo que era verdad lo que se les relataba, no quisieron reconocer la verdad porque sería tanto como reconocer su error.
A éso es a lo que me debo enfrentar al dar la buena nueva. Al miedo que algunas gentes tienen de afrontar su error. Sólo Cristo es capaz de vencer ésta resistencia. Sólo su Santo nombre puede obrar en ésas personas. Cristo mismo lo dijo: "Pedid en mi nombre y se os dará".
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MensajePublicado: Mar Abr 10, 2007 2:07 pm    Asunto:
Tema: Comentario al Evangelio de Hoy
Responder citando

10/04/2007, Martes de la Octava de Pascua

Cita:
He visto al Señor
Lectura del santo evangelio según san Juan 20, 11-18

En aquel tiempo, fuera, junto al sepulcro, estaba María, llorando. Mientras lloraba, se asomó al sepulcro y vio dos ángeles vestidos de blanco, sentados, uno a la cabecera y otro a los pies, donde había estado el cuerpo de Jesús. Ellos le preguntan: - «Mujer, ¿por qué lloras?» Ella les contesta: - «Porque se han llevado a mi Señor y no sé dónde lo han puesto.» Dicho esto, da media vuelta y ve a Jesús, de pie, pero no sabía que era Jesús. Jesús le dice: - «Mujer, ¿por qué lloras?, ¿a quién buscas?» Ella, tomándolo por el hortelano, le contesta: - «Señor, si tú te lo has llevado, dime dónde lo has puesto y yo lo recogeré.» Jesús le dice: - «¡María!» Ella se vuelve y le dice: - «¡Rabboni!», que significa: «¡Maestro!» Jesús le dice: - «Suéltame, que todavía no he subido al Padre. Anda, ve a mis hermanos y diles: "Subo al Padre mío y Padre vuestro, al Dios mío y Dios vuestro."» María Magdalena fue y anunció a los discípulos: - «He visto al Señor y ha dicho esto.»

Palabra del Señor.
¿POR QUÉ LLORAS?http://www.archimadrid.es/comentario/default.htm

El Jueves Santo retransmitían por una radio “La Madrugá,” es decir, las procesiones de la noche de Sevilla. El locutor, que lo vive con toda pasión y emoción, se quedó sin voz a las seis de la mañana. Preguntando a uno de los periodistas que estaba en una de las iglesias de donde salía una de las más famosas procesiones a este se le quebró la voz, se puso a llorar en directo. Pero, un tanto forzado, a contestar a la pregunta de qué le había impresionado más dijo algo parecido a esto. “Ver la iglesia vacía, sin la Virgen y sin el Cristo (que estaban por las calles), y sin fieles. Y así me siento yo, vacío, y tengo que decirlo.” (Todo esto mientras luchaba por contener los sollozos). Fue emocionante, la radio tiene esas cosas que tal vez en televisión moverían a mofa.

“¿Por qué lloras?” Es la pregunta que le hace Jesús a María Magdalena. María también se sentía vacía. Su único consuelo era velar y cuidar el cuerpo muerto de su maestro, y ni eso le queda. A veces me encuentro con cristianos que viven como maría Magdalena. Cuidan a un maestro muerto y por eso están tristes. Han descuidado a Dios en su vida, y lo han convertido en una reliquia, en una momia, a la que de vez en cuando se acude para limpiar la lápida. No van a hablar con Dios, a hacer oración, pues creen que un muerto no puede contestarles, lo más se enzarzan en un monólogo sobre el pasado, sin dejar meter baza al Señor. Eso lleva a la tristeza, por eso hay tantos cristianos tristes. Han matado a Dios y no quieren creer en la resurrección. No es algo consciente y racional, si se lo planteases así dirían que ellos sí confiesan la resurrección, pero en su vida no nota.

Pero, como decíamos ayer, es Dios quien toma la iniciativa. Si callamos un poco nuestro monólogo, descubriremos que nos preguntan ¿Por qué lloras?, y tras esa pregunta, descubriremos a Cristo vivo y resucitado. «¿Qué tenemos que hacer, hermanos?» Pedro les contestó: -«Convertíos y bautizaos todos en nombre de Jesucristo para que se os perdonen los pecados, y recibiréis el don del Espíritu Santo. Porque la promesa vale para vosotros y para vuestros hijos y, además, para todos los que llame el Señor, Dios nuestro, aunque estén lejos.» Volvemos otra vez a la llamada que recibíamos al principio de la cuaresma y el primer día del año: convertíos. Pero ahora sabemos que la conversión es reconocer el hecho de la resurrección, que Cristo sigue presente y actuante en un mundo que se niega a reconocerle. Y entonces, dejamos hacer al Espíritu Santo lo que Él quiera, pues sabemos que no nos deja vacíos, sino que nos llena plenamente.

Al final de la procesión los pasos volvieron a su iglesia. María, nuestra Madre, ,siempre vuelve a sus hijos, aunque estén lejos, y con ella viene su Hijo y el don del Espíritu Santo, que nos secarán las lágrimas y nos llenarán de alegría.

Paz y bien.
Realmente las palabras del sacerdote de Archimadrid tienen mucha razón. ¿Cuántas veces he visto a Cristo como la imágen clavada en la cruz que está en todas las iglesias? Casi siempre.
Pocas veces recuerdo que Cristo vive, vive porque resucitó, venció a la muerte. Y es la resurrección la que envía Cristo a predicar a María Magdalena. Es a Cristo vivo al que debemos predicar, al Cristo que vive dentro de nosotros através de su Espíritu Santo.
Tal vez por éso cuesta tanto trabajo sentirlo como VIVO.
Dentro de nuestras costumbres está el ir a los cementerios a "visitar" a nuestros muertos, a ponerles flores. ¿qué tan válida es ésta acción? Cuando en todo el año no los recordamos. Por lo menos a mí me sucede, es vergonzoso pero no sé ni la fecha exacta en que falleció mi papá, sin embargo en Día de todos santos, le enciendo una veladora.
Creo que lo mismo pasa con Cristo. Lo veo sufriente todo el tiempo, clavado en la cruz y El está vivo.

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MensajePublicado: Mie Abr 11, 2007 1:56 pm    Asunto:
Tema: Comentario al Evangelio de Hoy
Responder citando


Cita:

Lo reconocieron al partir el pan
Lectura del santo evangelio según san Lucas 24, 13-35

Dos discípulos de Jesús iban andando aquel mismo día, el primero de la semana, a una aldea llamada Emaús, distante unas dos leguas de Jerusalén; iban comentando todo lo que había sucedido. Mientras conversaban y discutían, Jesús en persona se acercó y se puso a caminar con ellos. Pero sus ojos no eran capaces de reconocerlo. Él les dijo: - «¿Qué conversación es esa que traéis mientras vais de camino?» Ellos se detuvieron preocupados. Y uno de ellos, que se llamaba Cleofás, le replicó: - «¿Eres tú el único forastero en Jerusalén, que no sabes lo que ha pasado allí estos días?»
Él les preguntó: - «¿Qué?» Ellos le contestaron: - «Lo de Jesús el Nazareno, que fue un profeta poderoso en obras y palabras, ante Dios y ante todo el pueblo; como lo entregaron los sumos sacerdotes y nuestros jefes para que lo condenaran a muerte, y lo crucificaron. Nosotros esperábamos que él fuera el futuro liberador de Israel. Y ya ves: hace ya dos días que sucedió esto. Es verdad que algunas mujeres de nuestro grupo nos han sobresaltado: pues fueron muy de mañana al sepulcro, no encontraron su cuerpo, e incluso vinieron diciendo que habían visto una aparición de ángeles, que les habían dicho que estaba vivo. Algunos de los nuestros fueron también al sepulcro y lo encontraron como habían dicho las mujeres; pero a él no lo vieron.»
Entonces Jesús les dijo: - «¡Qué necios y torpes sois para creer lo que anunciaron los profetas! ¿No era necesario que el Mesías padeciera esto para entrar en su gloria?» Y, comenzando por Moisés y siguiendo por los profetas, les explicó lo que se refería a él en toda la Escritura. Ya cerca de la aldea donde iban, él hizo ademán de seguir adelante; pero ellos le apremiaron, diciendo: - «Quédate con nosotros, porque atardece y el día va de caída,» Y entró para quedarse con ellos. Sentado a la mesa con ellos, tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo dio. A ellos se les abrieron los ojos y lo reconocieron. Pero él desapareció. Ellos comentaron: - «¿No ardía nuestro corazón mientras nos hablaba por el camino y nos explicaba las Escrituras?» Y, levantándose al momento, se volvieron a Jerusalén, donde encontraron reunidos a los Once con sus compañeros, que estaban diciendo: - «Era verdad, ha resucitado el Señor y se ha aparecido a Simón.» Y ellos contaron lo que les habla pasado por el camino y cómo lo habían reconocido al partir el pan.
Palabra del Señor

IRSE PARA VOLVER http://www.archimadrid.es/comentario/default.htm

Los jóvenes de mi parroquia son muy buenos, pero son un desastre. Es culpa mía y pido perdón cada día. Son unos animadores estupendos, pero creo que no se han encontrado con Jesús. Saben muchas cosas, pero muchas otras les distraen. Y a la hora de llevar un grupo de adolescentes les hablan del consumismo, de las drogas, de las diversiones, … pero les falta rematar. Jesús se convierte en un añadido al margen de todo eso. Y claro, los grupos nacen y, al poco, mueren de inanición. La moral o los moralismos no alimentan el alma. Son consecuencia de lo que se cree. No se cree en Dios por ser bueno, se suele ser santo cuando se cree. Es muy distinto.

“Cleofás, le replicó: - «¿Eres tú el único forastero en Jerusalén, que no sabes lo que ha pasado allí estos días?» Él les preguntó: - «¿Qué?» Ellos le contestaron: - «Lo de Jesús el Nazareno, que fue un profeta poderoso en obras y palabras, ante Dios y ante todo el pueblo; como lo entregaron los sumos sacerdotes y nuestros jefes para que lo condenaran a muerte, y lo crucificaron. Nosotros esperábamos que él fuera el futuro liberador de Israel. Y ya ves: hace ya dos días que sucedió esto. Es verdad que algunas mujeres de nuestro grupo nos han sobresaltado: pues fueron muy de mañana al sepulcro, no encontraron su cuerpo, e incluso vinieron diciendo que habían visto una aparición de ángeles, que les habían dicho que estaba vivo. Algunos de los nuestros fueron también al sepulcro y lo encontraron como habían dicho las mujeres; pero a él no lo vieron.» Entonces Jesús les dijo: - «¡Qué necios y torpes sois para creer lo que anunciaron los profetas! ¿No era necesario que el Mesías padeciera esto para entrar en su gloria?» Y, comenzando por Moisés y siguiendo por los profetas, les explicó lo que se refería a él en toda la Escritura.”

Perdonar una cita tan larga. Pero me encanta el “¿Qué?” de Jesús. Es la respuesta que Dios da a los desencantados, a los descreídos, a los vacilantes en su fe. Cuando nos quejamos a Dios por lo que pasa nos responde “¿Qué?” Y es que nosotros, como Cleofás y su compañero, no nos hemos enterado de nada.

“A ellos se les abrieron los ojos y lo reconocieron.” Jesús es como la pieza que falta de un puzzle, como la piedra clave de un arco, que da sentido y sujeta toda la vida. Si no tenemos a Cristo el puzzle no encaja, el arco se viene abajo. Pero con Él todo tiene sentido. Se recuperan fuerzas y el paso cansino que nos apartaba de la Vida se convierte en fuerza, en energía para volver a anunciarlo.

«No tengo plata ni oro, te doy lo que tengo: en nombre de Jesucristo Nazareno, echa a andar.» En la Eucaristía recibimos sólo a Cristo. ¿Sólo? ¡Qué más podemos desear! Si en esta Pascua hacemos de la Eucaristía el auténtico centro de nuestra vida, poniendo en el altar nuestros anhelos, esperanzas, ilusiones y proyectos, junto a nuestras decepciones, fracasos e incomprensiones, Cristo será la pieza clave que da sentido a todo.

María tuvo en sus manos a Jesús niño y a Jesús muerto. Ahora nos ofrece en sus manos a Jesús resucitado. Ojalá sólo hablásemos de Cristo, ojalá Jesús nunca sea un añadido, sino el comienzo, el nudo y el desenlace de nuestro discurso y de nuestra vida.
.
Cita:
Comentario: Rev. D. Xavier Pagès i Castañer (Barcelona, España)
«Entonces se les abrieron los ojos y le reconocieron»

Hoy «es el día que hizo el Señor: regocijémonos y alegrémonos en él» (Sal 117,24). Así nos invita a rezar la liturgia de estos días de la octava de Pascua. Alegrémonos de ser conocedores de que Jesús resucitado, hoy y siempre, está con nosotros. Él permanece a nuestro lado en todo momento. Pero es necesario que nosotros le dejemos que nos abra los ojos de la fe para reconocer que está presente en nuestras vidas. Él quiere que gocemos de su compañía, cumpliendo lo que nos dijo: «Yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo» (Mt 28,20).

Caminemos con la esperanza que nos da el hecho de saber que el Señor nos ayuda a encontrar sentido a todos los acontecimientos. Sobre todo, en aquellos momentos en que, como los discípulos de Emaús, pasemos por dificultades, contrariedades, desánimos... Ante los diversos acontecimientos, nos conviene saber escuchar su Palabra, que nos llevará a interpretarlos a la luz del proyecto salvador de Dios. Aunque, quizá, a veces, equivocadamente, nos pueda parecer que no nos escucha, Él nunca se olvida de nosotros; Él siempre nos habla. Sólo a nosotros nos puede faltar la buena disposición para escuchar, meditar y contemplar lo que Él nos quiere decir.

En los variados ámbitos en los que nos movemos, frecuentemente podemos encontrar personas que viven como si Dios no existiera, carentes de sentido. Conviene que nos demos cuenta de la responsabilidad que tenemos de llegar a ser instrumentos aptos para que el Señor pueda, a través de nosotros, acercarse y “hacer camino” con los que nos rodean. Busquemos cómo hacerlos conocedores de la condición de hijos de Dios y de que Jesús nos ha amado tanto, que no sólo ha muerto y resucitado para nosotros, sino que ha querido quedarse para siempre en la Eucaristía. Fue en el momento de partir el pan cuando aquellos discípulos de Emaús reconocieron que era Jesús quien estaba a su lado.

Paz y bien.(Comentario de Laura Aguilar Ramírez. Scarlett)

He oído muchas veces "como los caminantes de Emaús""ésto o aquello. Me gusta poner dos puntos de vista de dos distintos sacerdotes porque se complementan maravillosamente. Los dos nos hablan de un Cristo histórico pero adaptado a nuestra vida actual. Me gusta porque puedo entender mejor el mensaje de Cristo y tratar de adaptarlo a mi propia vida, no porque sea yo una erudita, al contrario: porque estoy en busca de El, en el camino andando como los discípulos de Emaús.
Los dos caminantes iban descontrolados, comentando sobre Jesús, con las esperanzas rotas porque pensaban que él iba a ser su libertador del poder romano, pero no iban dolidos, pensaban en ellos. Tampoco creían en las palabras de las mujeres que anunciaban que Cristo estaba vivo.
En el tiempo que pasaron junto a Jesús no alcanzaron a comprender todo de lo que El les hablaba. Se necesitaba que El pasara por la cruz para que se cumpliera todo lo profetizado y además para que los discípulos creyeran y pudieran llevar el mensaje de resurrección y esperanza.

Igual yo, muchas veces dudo a pesar de tener pruebas de la existencia de Cristo vivo, muchas veces también soy necia y torpe al querer ver a Jesús actuando en mi vida conforme a mis deseos y no a la voluntad del Padre como los discípulos de Emaús.
Nos habla éste pasaje también de algo importante: La Eucaristía.
Lo reconocieron al partir el pan. En la última cena con sus discípulos, Jesús partió el pan y lo repartió, instituyendo la Eucaristía.
Al volver a hacer éste gesto ya resucitado, los discípulos lo reconocieron.
Esto para aquellos que dudan que Cristo está en ésa pequeña hostia que da el sacerdote al comulgar. Por éso es importante el comulgar, para recibir el pan que Jesús comparte con nosotros. Su propio cuerpo para hacerlo uno con nosotros, cosa que yo no alcanzaba a comprender en su exacta dimensión.

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MensajePublicado: Mie Abr 11, 2007 1:57 pm    Asunto:
Tema: Comentario al Evangelio de Hoy
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Cita:

Lo reconocieron al partir el pan
Lectura del santo evangelio según san Lucas 24, 13-35

Dos discípulos de Jesús iban andando aquel mismo día, el primero de la semana, a una aldea llamada Emaús, distante unas dos leguas de Jerusalén; iban comentando todo lo que había sucedido. Mientras conversaban y discutían, Jesús en persona se acercó y se puso a caminar con ellos. Pero sus ojos no eran capaces de reconocerlo. Él les dijo: - «¿Qué conversación es esa que traéis mientras vais de camino?» Ellos se detuvieron preocupados. Y uno de ellos, que se llamaba Cleofás, le replicó: - «¿Eres tú el único forastero en Jerusalén, que no sabes lo que ha pasado allí estos días?»
Él les preguntó: - «¿Qué?» Ellos le contestaron: - «Lo de Jesús el Nazareno, que fue un profeta poderoso en obras y palabras, ante Dios y ante todo el pueblo; como lo entregaron los sumos sacerdotes y nuestros jefes para que lo condenaran a muerte, y lo crucificaron. Nosotros esperábamos que él fuera el futuro liberador de Israel. Y ya ves: hace ya dos días que sucedió esto. Es verdad que algunas mujeres de nuestro grupo nos han sobresaltado: pues fueron muy de mañana al sepulcro, no encontraron su cuerpo, e incluso vinieron diciendo que habían visto una aparición de ángeles, que les habían dicho que estaba vivo. Algunos de los nuestros fueron también al sepulcro y lo encontraron como habían dicho las mujeres; pero a él no lo vieron.»
Entonces Jesús les dijo: - «¡Qué necios y torpes sois para creer lo que anunciaron los profetas! ¿No era necesario que el Mesías padeciera esto para entrar en su gloria?» Y, comenzando por Moisés y siguiendo por los profetas, les explicó lo que se refería a él en toda la Escritura. Ya cerca de la aldea donde iban, él hizo ademán de seguir adelante; pero ellos le apremiaron, diciendo: - «Quédate con nosotros, porque atardece y el día va de caída,» Y entró para quedarse con ellos. Sentado a la mesa con ellos, tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo dio. A ellos se les abrieron los ojos y lo reconocieron. Pero él desapareció. Ellos comentaron: - «¿No ardía nuestro corazón mientras nos hablaba por el camino y nos explicaba las Escrituras?» Y, levantándose al momento, se volvieron a Jerusalén, donde encontraron reunidos a los Once con sus compañeros, que estaban diciendo: - «Era verdad, ha resucitado el Señor y se ha aparecido a Simón.» Y ellos contaron lo que les habla pasado por el camino y cómo lo habían reconocido al partir el pan.
Palabra del Señor

IRSE PARA VOLVER http://www.archimadrid.es/comentario/default.htm

Los jóvenes de mi parroquia son muy buenos, pero son un desastre. Es culpa mía y pido perdón cada día. Son unos animadores estupendos, pero creo que no se han encontrado con Jesús. Saben muchas cosas, pero muchas otras les distraen. Y a la hora de llevar un grupo de adolescentes les hablan del consumismo, de las drogas, de las diversiones, … pero les falta rematar. Jesús se convierte en un añadido al margen de todo eso. Y claro, los grupos nacen y, al poco, mueren de inanición. La moral o los moralismos no alimentan el alma. Son consecuencia de lo que se cree. No se cree en Dios por ser bueno, se suele ser santo cuando se cree. Es muy distinto.

“Cleofás, le replicó: - «¿Eres tú el único forastero en Jerusalén, que no sabes lo que ha pasado allí estos días?» Él les preguntó: - «¿Qué?» Ellos le contestaron: - «Lo de Jesús el Nazareno, que fue un profeta poderoso en obras y palabras, ante Dios y ante todo el pueblo; como lo entregaron los sumos sacerdotes y nuestros jefes para que lo condenaran a muerte, y lo crucificaron. Nosotros esperábamos que él fuera el futuro liberador de Israel. Y ya ves: hace ya dos días que sucedió esto. Es verdad que algunas mujeres de nuestro grupo nos han sobresaltado: pues fueron muy de mañana al sepulcro, no encontraron su cuerpo, e incluso vinieron diciendo que habían visto una aparición de ángeles, que les habían dicho que estaba vivo. Algunos de los nuestros fueron también al sepulcro y lo encontraron como habían dicho las mujeres; pero a él no lo vieron.» Entonces Jesús les dijo: - «¡Qué necios y torpes sois para creer lo que anunciaron los profetas! ¿No era necesario que el Mesías padeciera esto para entrar en su gloria?» Y, comenzando por Moisés y siguiendo por los profetas, les explicó lo que se refería a él en toda la Escritura.”

Perdonar una cita tan larga. Pero me encanta el “¿Qué?” de Jesús. Es la respuesta que Dios da a los desencantados, a los descreídos, a los vacilantes en su fe. Cuando nos quejamos a Dios por lo que pasa nos responde “¿Qué?” Y es que nosotros, como Cleofás y su compañero, no nos hemos enterado de nada.

“A ellos se les abrieron los ojos y lo reconocieron.” Jesús es como la pieza que falta de un puzzle, como la piedra clave de un arco, que da sentido y sujeta toda la vida. Si no tenemos a Cristo el puzzle no encaja, el arco se viene abajo. Pero con Él todo tiene sentido. Se recuperan fuerzas y el paso cansino que nos apartaba de la Vida se convierte en fuerza, en energía para volver a anunciarlo.

«No tengo plata ni oro, te doy lo que tengo: en nombre de Jesucristo Nazareno, echa a andar.» En la Eucaristía recibimos sólo a Cristo. ¿Sólo? ¡Qué más podemos desear! Si en esta Pascua hacemos de la Eucaristía el auténtico centro de nuestra vida, poniendo en el altar nuestros anhelos, esperanzas, ilusiones y proyectos, junto a nuestras decepciones, fracasos e incomprensiones, Cristo será la pieza clave que da sentido a todo.

María tuvo en sus manos a Jesús niño y a Jesús muerto. Ahora nos ofrece en sus manos a Jesús resucitado. Ojalá sólo hablásemos de Cristo, ojalá Jesús nunca sea un añadido, sino el comienzo, el nudo y el desenlace de nuestro discurso y de nuestra vida.
.
Cita:
Comentario: Rev. D. Xavier Pagès i Castañer (Barcelona, España)
«Entonces se les abrieron los ojos y le reconocieron»

Hoy «es el día que hizo el Señor: regocijémonos y alegrémonos en él» (Sal 117,24). Así nos invita a rezar la liturgia de estos días de la octava de Pascua. Alegrémonos de ser conocedores de que Jesús resucitado, hoy y siempre, está con nosotros. Él permanece a nuestro lado en todo momento. Pero es necesario que nosotros le dejemos que nos abra los ojos de la fe para reconocer que está presente en nuestras vidas. Él quiere que gocemos de su compañía, cumpliendo lo que nos dijo: «Yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo» (Mt 28,20).

Caminemos con la esperanza que nos da el hecho de saber que el Señor nos ayuda a encontrar sentido a todos los acontecimientos. Sobre todo, en aquellos momentos en que, como los discípulos de Emaús, pasemos por dificultades, contrariedades, desánimos... Ante los diversos acontecimientos, nos conviene saber escuchar su Palabra, que nos llevará a interpretarlos a la luz del proyecto salvador de Dios. Aunque, quizá, a veces, equivocadamente, nos pueda parecer que no nos escucha, Él nunca se olvida de nosotros; Él siempre nos habla. Sólo a nosotros nos puede faltar la buena disposición para escuchar, meditar y contemplar lo que Él nos quiere decir.

En los variados ámbitos en los que nos movemos, frecuentemente podemos encontrar personas que viven como si Dios no existiera, carentes de sentido. Conviene que nos demos cuenta de la responsabilidad que tenemos de llegar a ser instrumentos aptos para que el Señor pueda, a través de nosotros, acercarse y “hacer camino” con los que nos rodean. Busquemos cómo hacerlos conocedores de la condición de hijos de Dios y de que Jesús nos ha amado tanto, que no sólo ha muerto y resucitado para nosotros, sino que ha querido quedarse para siempre en la Eucaristía. Fue en el momento de partir el pan cuando aquellos discípulos de Emaús reconocieron que era Jesús quien estaba a su lado.

Paz y bien.(Comentario de Laura Aguilar Ramírez. Scarlett)

He oído muchas veces "como los caminantes de Emaús""ésto o aquello. Me gusta poner dos puntos de vista de dos distintos sacerdotes porque se complementan maravillosamente. Los dos nos hablan de un Cristo histórico pero adaptado a nuestra vida actual. Me gusta porque puedo entender mejor el mensaje de Cristo y tratar de adaptarlo a mi propia vida, no porque sea yo una erudita, al contrario: porque estoy en busca de El, en el camino andando como los discípulos de Emaús.
Los dos caminantes iban descontrolados, comentando sobre Jesús, con las esperanzas rotas porque pensaban que él iba a ser su libertador del poder romano, pero no iban dolidos, pensaban en ellos. Tampoco creían en las palabras de las mujeres que anunciaban que Cristo estaba vivo.
En el tiempo que pasaron junto a Jesús no alcanzaron a comprender todo de lo que El les hablaba. Se necesitaba que El pasara por la cruz para que se cumpliera todo lo profetizado y además para que los discípulos creyeran y pudieran llevar el mensaje de resurrección y esperanza.

Igual yo, muchas veces dudo a pesar de tener pruebas de la existencia de Cristo vivo, muchas veces también soy necia y torpe al querer ver a Jesús actuando en mi vida conforme a mis deseos y no a la voluntad del Padre como los discípulos de Emaús.
Nos habla éste pasaje también de algo importante: La Eucaristía.
Lo reconocieron al partir el pan. En la última cena con sus discípulos, Jesús partió el pan y lo repartió, instituyendo la Eucaristía.
Al volver a hacer éste gesto ya resucitado, los discípulos lo reconocieron.
Esto para aquellos que dudan que Cristo está en ésa pequeña hostia que da el sacerdote al comulgar. Por éso es importante el comulgar, para recibir el pan que Jesús comparte con nosotros. Su propio cuerpo para hacerlo uno con nosotros, cosa que yo no alcanzaba a comprender en su exacta dimensión.

_________________
***¡ Dulce Jesús, dad descanso eterno a las benditas almas del Purgatorio !
San José, patrono de la buena muerte, ruega por los que van a morir hoy ***

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MensajePublicado: Mie Abr 11, 2007 2:08 pm    Asunto:
Tema: Comentario al Evangelio de Hoy
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Cita:

Lo reconocieron al partir el pan
Lectura del santo evangelio según san Lucas 24, 13-35

Dos discípulos de Jesús iban andando aquel mismo día, el primero de la semana, a una aldea llamada Emaús, distante unas dos leguas de Jerusalén; iban comentando todo lo que había sucedido. Mientras conversaban y discutían, Jesús en persona se acercó y se puso a caminar con ellos. Pero sus ojos no eran capaces de reconocerlo. Él les dijo: - «¿Qué conversación es esa que traéis mientras vais de camino?» Ellos se detuvieron preocupados. Y uno de ellos, que se llamaba Cleofás, le replicó: - «¿Eres tú el único forastero en Jerusalén, que no sabes lo que ha pasado allí estos días?»
Él les preguntó: - «¿Qué?» Ellos le contestaron: - «Lo de Jesús el Nazareno, que fue un profeta poderoso en obras y palabras, ante Dios y ante todo el pueblo; como lo entregaron los sumos sacerdotes y nuestros jefes para que lo condenaran a muerte, y lo crucificaron. Nosotros esperábamos que él fuera el futuro liberador de Israel. Y ya ves: hace ya dos días que sucedió esto. Es verdad que algunas mujeres de nuestro grupo nos han sobresaltado: pues fueron muy de mañana al sepulcro, no encontraron su cuerpo, e incluso vinieron diciendo que habían visto una aparición de ángeles, que les habían dicho que estaba vivo. Algunos de los nuestros fueron también al sepulcro y lo encontraron como habían dicho las mujeres; pero a él no lo vieron.»
Entonces Jesús les dijo: - «¡Qué necios y torpes sois para creer lo que anunciaron los profetas! ¿No era necesario que el Mesías padeciera esto para entrar en su gloria?» Y, comenzando por Moisés y siguiendo por los profetas, les explicó lo que se refería a él en toda la Escritura. Ya cerca de la aldea donde iban, él hizo ademán de seguir adelante; pero ellos le apremiaron, diciendo: - «Quédate con nosotros, porque atardece y el día va de caída,» Y entró para quedarse con ellos. Sentado a la mesa con ellos, tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo dio. A ellos se les abrieron los ojos y lo reconocieron. Pero él desapareció. Ellos comentaron: - «¿No ardía nuestro corazón mientras nos hablaba por el camino y nos explicaba las Escrituras?» Y, levantándose al momento, se volvieron a Jerusalén, donde encontraron reunidos a los Once con sus compañeros, que estaban diciendo: - «Era verdad, ha resucitado el Señor y se ha aparecido a Simón.» Y ellos contaron lo que les habla pasado por el camino y cómo lo habían reconocido al partir el pan.
Palabra del Señor

IRSE PARA VOLVER http://www.archimadrid.es/comentario/default.htm

Los jóvenes de mi parroquia son muy buenos, pero son un desastre. Es culpa mía y pido perdón cada día. Son unos animadores estupendos, pero creo que no se han encontrado con Jesús. Saben muchas cosas, pero muchas otras les distraen. Y a la hora de llevar un grupo de adolescentes les hablan del consumismo, de las drogas, de las diversiones, … pero les falta rematar. Jesús se convierte en un añadido al margen de todo eso. Y claro, los grupos nacen y, al poco, mueren de inanición. La moral o los moralismos no alimentan el alma. Son consecuencia de lo que se cree. No se cree en Dios por ser bueno, se suele ser santo cuando se cree. Es muy distinto.

“Cleofás, le replicó: - «¿Eres tú el único forastero en Jerusalén, que no sabes lo que ha pasado allí estos días?» Él les preguntó: - «¿Qué?» Ellos le contestaron: - «Lo de Jesús el Nazareno, que fue un profeta poderoso en obras y palabras, ante Dios y ante todo el pueblo; como lo entregaron los sumos sacerdotes y nuestros jefes para que lo condenaran a muerte, y lo crucificaron. Nosotros esperábamos que él fuera el futuro liberador de Israel. Y ya ves: hace ya dos días que sucedió esto. Es verdad que algunas mujeres de nuestro grupo nos han sobresaltado: pues fueron muy de mañana al sepulcro, no encontraron su cuerpo, e incluso vinieron diciendo que habían visto una aparición de ángeles, que les habían dicho que estaba vivo. Algunos de los nuestros fueron también al sepulcro y lo encontraron como habían dicho las mujeres; pero a él no lo vieron.» Entonces Jesús les dijo: - «¡Qué necios y torpes sois para creer lo que anunciaron los profetas! ¿No era necesario que el Mesías padeciera esto para entrar en su gloria?» Y, comenzando por Moisés y siguiendo por los profetas, les explicó lo que se refería a él en toda la Escritura.”

Perdonar una cita tan larga. Pero me encanta el “¿Qué?” de Jesús. Es la respuesta que Dios da a los desencantados, a los descreídos, a los vacilantes en su fe. Cuando nos quejamos a Dios por lo que pasa nos responde “¿Qué?” Y es que nosotros, como Cleofás y su compañero, no nos hemos enterado de nada.

“A ellos se les abrieron los ojos y lo reconocieron.” Jesús es como la pieza que falta de un puzzle, como la piedra clave de un arco, que da sentido y sujeta toda la vida. Si no tenemos a Cristo el puzzle no encaja, el arco se viene abajo. Pero con Él todo tiene sentido. Se recuperan fuerzas y el paso cansino que nos apartaba de la Vida se convierte en fuerza, en energía para volver a anunciarlo.

«No tengo plata ni oro, te doy lo que tengo: en nombre de Jesucristo Nazareno, echa a andar.» En la Eucaristía recibimos sólo a Cristo. ¿Sólo? ¡Qué más podemos desear! Si en esta Pascua hacemos de la Eucaristía el auténtico centro de nuestra vida, poniendo en el altar nuestros anhelos, esperanzas, ilusiones y proyectos, junto a nuestras decepciones, fracasos e incomprensiones, Cristo será la pieza clave que da sentido a todo.

María tuvo en sus manos a Jesús niño y a Jesús muerto. Ahora nos ofrece en sus manos a Jesús resucitado. Ojalá sólo hablásemos de Cristo, ojalá Jesús nunca sea un añadido, sino el comienzo, el nudo y el desenlace de nuestro discurso y de nuestra vida.
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Cita:
Comentario: Rev. D. Xavier Pagès i Castañer (Barcelona, España)
«Entonces se les abrieron los ojos y le reconocieron»

Hoy «es el día que hizo el Señor: regocijémonos y alegrémonos en él» (Sal 117,24). Así nos invita a rezar la liturgia de estos días de la octava de Pascua. Alegrémonos de ser conocedores de que Jesús resucitado, hoy y siempre, está con nosotros. Él permanece a nuestro lado en todo momento. Pero es necesario que nosotros le dejemos que nos abra los ojos de la fe para reconocer que está presente en nuestras vidas. Él quiere que gocemos de su compañía, cumpliendo lo que nos dijo: «Yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo» (Mt 28,20).

Caminemos con la esperanza que nos da el hecho de saber que el Señor nos ayuda a encontrar sentido a todos los acontecimientos. Sobre todo, en aquellos momentos en que, como los discípulos de Emaús, pasemos por dificultades, contrariedades, desánimos... Ante los diversos acontecimientos, nos conviene saber escuchar su Palabra, que nos llevará a interpretarlos a la luz del proyecto salvador de Dios. Aunque, quizá, a veces, equivocadamente, nos pueda parecer que no nos escucha, Él nunca se olvida de nosotros; Él siempre nos habla. Sólo a nosotros nos puede faltar la buena disposición para escuchar, meditar y contemplar lo que Él nos quiere decir.

En los variados ámbitos en los que nos movemos, frecuentemente podemos encontrar personas que viven como si Dios no existiera, carentes de sentido. Conviene que nos demos cuenta de la responsabilidad que tenemos de llegar a ser instrumentos aptos para que el Señor pueda, a través de nosotros, acercarse y “hacer camino” con los que nos rodean. Busquemos cómo hacerlos conocedores de la condición de hijos de Dios y de que Jesús nos ha amado tanto, que no sólo ha muerto y resucitado para nosotros, sino que ha querido quedarse para siempre en la Eucaristía. Fue en el momento de partir el pan cuando aquellos discípulos de Emaús reconocieron que era Jesús quien estaba a su lado.

Paz y bien.(Comentario de Laura Aguilar Ramírez. Scarlett)

He oído muchas veces "como los caminantes de Emaús""ésto o aquello. Me gusta poner dos puntos de vista de dos distintos sacerdotes porque se complementan maravillosamente. Los dos nos hablan de un Cristo histórico pero adaptado a nuestra vida actual. Me gusta porque puedo entender mejor el mensaje de Cristo y tratar de adaptarlo a mi propia vida, no porque sea yo una erudita, al contrario: porque estoy en busca de El, en el camino andando como los discípulos de Emaús.
Los dos caminantes iban descontrolados, comentando sobre Jesús, con las esperanzas rotas porque pensaban que él iba a ser su libertador del poder romano, pero no iban dolidos, pensaban en ellos. Tampoco creían en las palabras de las mujeres que anunciaban que Cristo estaba vivo.
En el tiempo que pasaron junto a Jesús no alcanzaron a comprender todo de lo que El les hablaba. Se necesitaba que El pasara por la cruz para que se cumpliera todo lo profetizado y además para que los discípulos creyeran y pudieran llevar el mensaje de resurrección y esperanza.

Igual yo, muchas veces dudo a pesar de tener pruebas de la existencia de Cristo vivo, muchas veces también soy necia y torpe al querer ver a Jesús actuando en mi vida conforme a mis deseos y no a la voluntad del Padre como los discípulos de Emaús.
Nos habla éste pasaje también de algo importante: La Eucaristía.
Lo reconocieron al partir el pan. En la última cena con sus discípulos, Jesús partió el pan y lo repartió, instituyendo la Eucaristía.
Al volver a hacer éste gesto ya resucitado, los discípulos lo reconocieron.
Esto para aquellos que dudan que Cristo está en ésa pequeña hostia que da el sacerdote al comulgar. Por éso es importante el comulgar, para recibir el pan que Jesús comparte con nosotros. Su propio cuerpo para hacerlo uno con nosotros, cosa que yo no alcanzaba a comprender en su exacta dimensión.

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MensajePublicado: Jue Abr 12, 2007 1:42 pm    Asunto:
Tema: Comentario al Evangelio de Hoy
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Cita:
Resucitará de entre los muertos al tercer día Lectura del santo evangelio según san Lucas 24, 35-48

En aquel tiempo, contaban los discípulos lo que les había pasado por el camino y cómo habían reconocido a Jesús al partir el pan. Estaban hablando de estas cosas, cuando se presenta Jesús en medio de ellos y les dice: - «Paz a vosotros.» Llenos de miedo por la sorpresa, creían ver un fantasma. Él les dijo: - «¿Por qué os alarmáis;" ¿por qué surgen dudas en vuestro interior? Mirad mis manos y mis pies: soy yo en persona. Palpadme y daos cuenta de que un fantasma no tiene carne y huesos, como veis que yo tengo.»
Dicho esto, les mostró las manos y los pies. Y como no acababan de creer por la alegría, y seguían atónitos, les dijo: - «¿Tenéis ahí algo de comer?» Ellos le ofrecieron un trozo de pez asado. Él lo tomó y comió delante de ellos. Y les dijo: - «Esto es lo que os decía mientras estaba con vosotros: que todo lo escrito en la ley de Moisés y en los profetas y salmos acerca de mí tenía que cumplirse.»
Entonces les abrió el entendimiento para comprender las Escrituras. Y añadió: - «Así estaba escrito: el Mesías padecerá, resucitará de entre los muertos al tercer día y en su nombre se predicará la conversión y el perdón de los pecados a todos los pueblos, comenzando por Jerusalén. Vosotros sois testigos de esto.»
Palabra del Señor

.¿POR QUÉ OS EXTRAÑÁIS DE ESTO?http://www.archimadrid.es/comentario

“Palpadme y daos cuenta de que un fantasma no tiene carne y huesos, como veis que yo tengo.» Dicho esto, les mostró las manos y los pies. Y como no acababan de creer por la alegría, y seguían atónitos, les dijo: - «¿Tenéis ahí algo de comer?» Ellos le ofrecieron un trozo de pez asado. Él lo tomó y comió delante de ellos.”
Parece que Jesús resucitado tiene bastante hambre, muchas veces pide de comer. Jesús les está diciendo, nos está diciendo, yo soy yo y soy real, y soy Dios. Jesús ha querido que le tratemos así, con cercanía, sin miedo. A Dios no hay que convencerle de que nos tiene que conceder algo, simplemente hay que pedir, y recibiréis. Por eso a los cristianos no nos tienen que asombrar los milagros, es Dios que actúa y eso es normal.
La verdad es que estamos rodeados de milagros todo el día, pero quisiéramos más espectáculo.
“Así estaba escrito: el Mesías padecerá, resucitará de entre los muertos al tercer día y en su nombre se predicará la conversión y el perdón de los pecados a todos los pueblos, comenzando por Jerusalén. Vosotros sois testigos de esto.”
Que nos prediquen la conversión nos parece un “rollo,” incluso la catequesis se les hace a tantos cuesta arriba. Y sin embargo, el primer y mayor milagro es que Dios ha querido ser conocido por nosotros. Que le tratemos como a un Padre, que tengamos una cercanía asombrosa con Él, que “perdone nuestros pecados” y nos llame a vivir con Él. ¿No es ese un milagro mucho más grande que sanar a un cojo o resucitar a un muerto? Y, sin embargo, hacemos pereza para leer el Evangelio, para sacar un rato de conversación tranquila y sosegada con Dios, para acudir a la Eucaristía y alimentarnos de su Cuerpo y de su Sangre.
El otro día me comentaba un buen feligrés que muchas personas entran en mi iglesia a pedirle milagros a San Judas Tadeo y no dan un par de pasos para acercarse a ver el verdadero Milagro de Cristo presente en el sagrario. Así somos y el espectáculo debe continuar.

La Virgen maría no buscó el espectáculo, contemplaba el milagro cada día crecer delante suyo, lo contempla ahora en el cielo. Por eso puede saber que la raíz de cada milagro es simplemente “hacer lo que Él os diga.”

Cita:
Comentario: Rev. D. Joan Carles Montserrat i Pulido (Sabadell-Barcelona, España) «La paz con vosotros»

Hoy, Cristo resucitado saluda a los discípulos, nuevamente, con el deseo de la paz: «La paz con vosotros» (Lc 24,36). Así disipa los temores y presentimientos que los Apóstoles han acumulado durante los días de pasión y de soledad.

Él no es un fantasma, es totalmente real, pero, a veces, el miedo en nuestra vida va tomando cuerpo como si fuese la única realidad. En ocasiones es la falta de fe y de vida interior lo que va cambiando las cosas: el miedo pasa a ser la realidad y Cristo se desdibuja de nuestra vida. En cambio, la presencia de Cristo en la vida del cristiano aleja las dudas, ilumina nuestra existencia, especialmente los rincones que ninguna explicación humana puede esclarecer. San Gregorio Nacianceno nos exhorta: «Debiéramos avergonzarnos al prescindir del saludo de la paz, que el Señor nos dejó cuando iba a salir del mundo. La paz es un nombre y una cosa sabrosa, que sabemos proviene de Dios, según dice el Apóstol a los filipenses: ‘La paz de Dios’; y que es de Dios lo muestra también cuando dice a los efesios: ‘Él es nuestra paz’».

La resurrección de Cristo es lo que da sentido a todas las vicisitudes y sentimientos, lo que nos ayuda a recobrar la calma y a serenarnos en las tinieblas de nuestra vida. Las otras pequeñas luces que encontramos en la vida sólo tienen sentido en esta Luz.

«Es necesario que se cumpla todo lo que está escrito en la Ley de Moisés, en los Profetas y en los Salmos acerca de mí...»: nuevamente les «abrió sus inteligencias para que comprendieran las Escrituras» (Lc 24,44-45), como ya lo había hecho con los discípulos de Emaús. También quiere el Señor abrirnos a nosotros el sentido de las Escrituras para nuestra vida; desea transformar nuestro pobre corazón en un corazón que sea también ardiente, como el suyo: con la explicación de la Escritura y la fracción del Pan, la Eucaristía. En otras palabras: la tarea del cristiano es ir viendo cómo su historia Él la quiere convertir en historia de salvación.

Paz y bien (Comentario de Laura Aguilar Ramírez.Scarlett)
La paz con ustedes. Nunca me había puesto a reflexionar acerca de éstas sencillas palabras. La paz. La paz del Señor. Mi paz os dejo, mi paz os doy.
Jesús vivió con paz, paz interior, nacida de un corazón que hace la voluntad del Padre, que sabe y tiene confianza en el Padre.
Lo primero que hace al resucitar, es saludar deseando Paz, borrando el miedo de sus discípulos. El tener miedo es algo natural en el ser humano porque el no saber a donde voy infunde miedo, sin embargo cuando Cristo abre mi entendimiento y entra en mi corazón, el miedo desaparece.
"En donde yo esté, estarán ustedes". Cristo resucitó y con su resurrección llenó de esperanza nuestra vida, sólo tenemos que hacer lo que El. Seguir la voluntad del Padre y la voluntad del Padre fué enviarnos a su Hijo para que fuera nuestro Señor, nuestro Maestro, nuestro Guía, nuestro Pastor. Jesús, Señor mío, en Tí confío.

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MensajePublicado: Vie Abr 13, 2007 3:10 pm    Asunto:
Tema: Comentario al Evangelio de Hoy
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Día litúrgico: Viernes de la octava de Pascua

Texto del Evangelio (Jn 21,1-14): En aquel tiempo, se manifestó Jesús otra vez a los discípulos a orillas del mar de Tiberíades. Se manifestó de esta manera. Estaban juntos Simón Pedro, Tomás, llamado el Mellizo, Natanael, el de Caná de Galilea, los de Zebedeo y otros dos de sus discípulos. Simón Pedro les dice: «Voy a pescar». Le contestan ellos: «También nosotros vamos contigo». Fueron y subieron a la barca, pero aquella noche no pescaron nada.

Cuando ya amaneció, estaba Jesús en la orilla; pero los discípulos no sabían que era Jesús. Díceles Jesús: «Muchachos, ¿no tenéis pescado?». Le contestaron: «No». Él les dijo: «Echad la red a la derecha de la barca y encontraréis». La echaron, pues, y ya no podían arrastrarla por la abundancia de peces. El discípulo a quien Jesús amaba dice entonces a Pedro: «Es el Señor». Simón Pedro, cuando oyó que era el Señor, se puso el vestido —pues estaba desnudo— y se lanzó al mar. Los demás discípulos vinieron en la barca, arrastrando la red con los peces; pues no distaban mucho de tierra, sino unos doscientos codos.

Nada más saltar a tierra, ven preparadas unas brasas y un pez sobre ellas y pan. Díceles Jesús: «Traed algunos de los peces que acabáis de pescar». Subió Simón Pedro y sacó la red a tierra, llena de peces grandes: ciento cincuenta y tres. Y, aun siendo tantos, no se rompió la red. Jesús les dice: «Venid y comed». Ninguno de los discípulos se atrevía a preguntarle: «¿Quién eres tú?», sabiendo que era el Señor. Viene entonces Jesús, toma el pan y se lo da; y de igual modo el pez. Ésta fue ya la tercera vez que Jesús se manifestó a los discípulos después de resucitar de entre los muertos.

Comentario: Rev. D. Joaquim Monrós i Guitart (Tarragona, España) «Ésta fue la tercera vez que Jesús se manifestó a los discípulos después de resucitar de entre los muertos»

Hoy, Jesús por tercera vez se aparece a los discípulos desde que resucitó. Pedro ha regresado a su trabajo de pescador y los otros se animan a acompañarle. Es lógico que, si era pescador antes de seguir a Jesús, continúe siéndolo después; y todavía hay quien se extraña de que no se tenga que abandonar el propio trabajo, honrado, para seguir a Cristo.

¡Aquella noche no pescaron nada! Cuando al amanecer aparece Jesús, no le reconocen hasta que les pide algo para comer. Al decirle que no tienen nada, Él les indica dónde han de lanzar la red. A pesar de que los pescadores se las saben todas, y en este caso han estado bregando sin frutos, obedecen. «¡Oh poder de la obediencia! —El lago de Genesaret negaba sus peces a las redes de Pedro. Toda una noche en vano. —Ahora, obediente, volvió la red al agua y pescaron (...) una gran cantidad de peces. —Créeme: el milagro se repite cada día» (San Josemaría).

El evangelista hace notar que eran «ciento cincuenta y tres» peces grandes (cf. Jn 21,11) y, siendo tantos, no se rompieron las redes. Son detalles a tener en cuenta, ya que la Redención se ha hecho con obediencia responsable, en medio de las tareas corrientes.

Todos sabían «que era el Señor. Viene entonces Jesús, toma el pan y se lo da» (Jn 21,12-13). Igual hizo con el pescado. Tanto el alimento espiritual, como también el alimento material, no faltarán si obedecemos. Lo enseña a sus seguidores más próximos y nos lo vuelve a decir a través de Juan Pablo II: «Al comienzo del nuevo milenio, resuenan en nuestro corazón las palabras con las que un día Jesús (...) invitó al Apóstol a ‘remar mar adentro’: ‘Duc in altum’ (Lc 5, 4). Pedro y los primeros compañeros confiaron en la palabra de Cristo (...) y ‘recogieron una cantidad enorme de peces’ (Lc 5,6). Esta palabra resuena también hoy para nosotros».

Por la obediencia, como la de María, pedimos al Señor que siga otorgando frutos apostólicos a toda la Iglesia.

Paz y bien. (Comentario de Laura Aguilar Ramírez. Scarlett)

¡Qué hermoso pasaje! Puedo imaginar la escena, el gusto de los discípulos al volver a ver a su Maestro, el mismo gusto con el que nosotros celebramos su resurrección.
Al irse, todos volvieron a sus actividades tal vez tristes y sintiéndose abandonados. Enfrentándose de nuevo a las dificultades diarias: no hay pesca.
Y un desconocido (hasta ese momento) les dice: echen las redes a la derecha. Y ellos son tan humildes que lo hacen (¿cuántos de nosotros, no le contestaríamos mal, cómo va a llegar alguien ajeno a decirme qué hacer?) sin embargo, ellos han aprendido de Jesús la humildad y hacen lo que les dice el desconocido. Aceptan una opinión de alguien que no saben si sabe, pero que se preocupa por su situación.
Al pescar, reconocen a Jesús. ¿hubiera sido lo mismo de no hacerle caso al desconocido? Jesús se presenta a ellos como cualquier persona y ellos han aprendido tanto de Jesús que aplican lo que el les enseñó en su vida diaria. Creo que para mí ésto es lo importante:
El hacer lo que Jesús me enseña en mi vida diaria, porque no sé si ése desconocido sea El que me viene a visitar.

UNA DISCULPA A QUIENES HACEN EL FAVOR DE LEER ESTOS COMENTARIOS. PARECE QUE LOS CODIGOS PARA PONER IMAGENES, COLORES, ENMARCAR LOS COMENTARIOS ( quote) HAN SIDO DESHABILITADOS.
SUPLICO A LOS MODERADORES (Catholic.net, llazcano, Mayra Novelo, Beatriz) HAGAN FAVOR DE VOLVERLOS A HABILITAR, PUES ESTOS COMENTARIOS ESTAN DEDICADOS A LLEVAR Y PROMOVER LA PALABRA DE DIOS, TAL Y COMO JESUS NOS ENSEñO Y EL NO HACERLO DE LA MEJOR MANERA ES UNA FALTA DE RESPETO A AQUEL QUE NOS DIRIGE.

A DIOS SE LE DEBE SERVIR CON TODAS NUESTRAS CAPACIDADES. PONER A SU SERVICIO TODAS LAS CAPACIDADES QUE EL NOS DIO.
SI HAY CODIGOS QUE SIRVEN PARA HACER MAS BELLAS SUS PALABRAS, DEBEN SER USADOS.
SE QUE SON FALLAS TECNICAS Y POR ESO MI SUPLICA PARA QUE SE RESUELVAN.

GRACIAS.
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***¡ Dulce Jesús, dad descanso eterno a las benditas almas del Purgatorio !
San José, patrono de la buena muerte, ruega por los que van a morir hoy ***

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scarlett
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MensajePublicado: Sab Abr 14, 2007 1:43 pm    Asunto:
Tema: Comentario al Evangelio de Hoy
Responder citando

Día litúrgico: Sábado de la octava de Pascua
Texto del Evangelio (Mc 16,9-15): Jesús resucitó en la madrugada, el primer día de la semana, y se apareció primero a María Magdalena, de la que había echado siete demonios. Ella fue a comunicar la noticia a los que habían vivido con Él, que estaban tristes y llorosos. Ellos, al oír que vivía y que había sido visto por ella, no creyeron. Después de esto, se apareció, bajo otra figura, a dos de ellos cuando iban de camino a una aldea. Ellos volvieron a comunicárselo a los demás; pero tampoco creyeron a éstos. Por último, estando a la mesa los once discípulos, se les apareció y les echó en cara su incredulidad y su dureza de corazón, por no haber creído a quienes le habían visto resucitado. Y les dijo: «Id por todo el mundo y proclamad la Buena Nueva a toda la creación».

Comentario: P. Raimondo Sorgia, OP (San Domenico di Fiesole-Florencia, Italia) «María Magdalena fue a comunicar la noticia a los que habían vivido con Él, pero no creyeron»

Hoy, el Evangelio nos ofrece la oportunidad de meditar algunos aspectos de los que cada uno de nosotros tiene experiencia: estamos seguros de amar a Jesús, lo consideramos el mejor de nuestros amigos; no obstante, ¿quién de nosotros podría afirmar no haberlo traicionado nunca? Pensemos si no lo hemos mal vendido, por lo menos, alguna vez por un bien ilusorio, del peor oropel. En segundo lugar, aunque frecuentemente estamos tentados a sobrevalorarnos en cuanto cristianos, sin embargo el testimonio de nuestra propia conciencia nos impone callar y humillarnos, a imitación del publicano que no osaba ni tan sólo levantar la cabeza, golpeándose el pecho, mientras repetía: «Oh Dios, ven junto a mí a ayudarme, que soy un pecador» (Lc 18,13).

Afirmado todo esto, no puede sorprendernos la conducta de los discípulos. Han conocido personalmente a Jesús, le han apreciado los dotes de mente, de corazón, las cualidades incomparables de su predicación. Con todo, cuando Jesucristo ya había resucitado, una de las mujeres del grupo —María Magdalena— «fue a comunicar la noticia a los que habían vivido con Él, que estaban tristes y llorosos» (Mc 16,10) y, en lugar de interrumpir las lágrimas y comenzar a bailar de alegría, no le creen. Es la señal de que nuestro centro de gravedad es la tierra.

Los discípulos tenían ante sí el anuncio inédito de la Resurrección y, en cambio, prefieren continuar compadeciéndose de ellos mismos. Hemos pecado, ¡sí! Le hemos traicionado, ¡sí! Le hemos celebrado una especie de exequias paganas, ¡sí! De ahora en adelante, que no sea más así: después de habernos golpeado el pecho, lancémonos a los pies, con la cabeza bien alta mirando arriba, y... ¡adelante!, ¡en marcha tras Él!, siguiendo su ritmo. Ha dicho sabiamente el escritor francés Gustave Flaubert: «Creo que si mirásemos sin parar al cielo, acabaríamos teniendo alas». El hombre, que estaba inmerso en el pecado, en la ignorancia y en la tibieza, desde hoy y para siempre ha de saber que, gracias a la Resurrección de Cristo, «se encuentra como inmerso en la luz del mediodía».
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scarlett
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Registrado: 07 Jun 2006
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MensajePublicado: Dom Abr 15, 2007 1:34 pm    Asunto:
Tema: Comentario al Evangelio de Hoy
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A los ocho días, llegó Jesús
Lectura del santo evangelio según san Juan 20, 19-31

Al anochecer de aquel día, el primero de la semana, estaban los discípulos en una casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos. Y en esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo: - «Paz a vosotros.»
Y, diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegria al ver al Señor. Jesús repitió: - «Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo. »
Y, dicho esto, exhaló su aliento sobre ellos y les dijo: - «Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos.»
Tomás, uno de los Doce, llamado el Mellizo, no estaba con ellos cuando vino Jesús. Y los otros discípulos le decían: - «Hemos visto al Señor.» Pero él les contestó: - «Si no veo en sus manos la señal de los clavos, si no meto el dedo en el agujero de los clavos y no meto la mano en su costado, no lo creo.»
A los ocho días, estaban otra vez dentro los discípulos y Tomás con ellos. Llegó Jesús, estando cerradas las puertas, se puso en medio y dijo: - «Paz a vosotros.»
Luego dijo a Tomás: - «Trae tu dedo, aquí tienes mis manos; trae tu mano y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente.» Contestó Tomás: - «¡Señor mío y Dios mío!» Jesús le dijo: - «¿Porque me has visto has creído? Dichosos los que crean sin haber visto.» Muchos otros signos, que no están escritos en este libro, hizo Jesús a la vista de los discípulos. Éstos se han escrito para que creáis que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y para que, creyendo, tengáis vida en su nombre.
Palabra del Señor.

Cita:
DIVINA MISERICORDIA Y "MANDO A DISTANCIA"(Archimadrid)

Me gusta describir, en este domingo de Resurrección que hoy llega a su fin para prolongarse eternamente, a Jesús resucitado como un manantial. De la llaga de su costado brota un torrente de gracia que recorre el mundo y la Historia empapándolos de misericordia. Cantábamos, durante la vigilia Pascual, el salmo 32: "La misericordia del Señor llena la tierra". Y hoy, al finalizar este primer día de la nueva Creación, contemplamos la misma fuente de la misericordia divina y el cauce querido por el propio Cristo para que en esas aguas se bañen todas las almas.

Nunca, nunca nadie se había atrevido, antes de la llegada a este mundo del Hijo de Dios, a perdonar los pecados. La maldición que pesaba sobre Adán y recaía sobre cada miembro de la familia humana pesaba como una losa terrible sobre todas las almas, y nadie, fuera del propio Dios, tenía fuerzas para levantarla. Consciente de su terrible pecado, el Rey David soñó con que un día pudiese ser perdonado: "Dichoso el que está absuelto de su culpa, a quien le han sepultado su pecado..."(Sal 32, 1). Lo soñó, pero murió sin verlo, y se fue al Infierno, al Seno de Abraham, donde permaneció hasta el Sábado Santo, en que la sangre de Cristo lo rescató.

Sin embargo, hoy: "Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados les quedan perdonados; a quienes se los retengáis les quedan retenidos". Con la ligereza de un soplo, el propio Jesús resucitado y glorioso alumbra un río de misericordia y, consagrando las manos de sus apóstoles, las convierte en cauces de las aguas del Perdón. Las manos del sacerdote son sagradas; son las manos de Cristo. A ellas acuden, a beber, todos los miserables y pecadores necesitados de la Misericordia divina. En ellas se sacian de Vida cuantos están muertos por sus pecados; en ellas se sumergen los cadáveres, y de ellas emergen hijos de Dios, recién nacidos a la gracia por la renovación de su Bautismo. No me explico cómo los sacerdotes podemos con nuestras manos.

No han faltado idiotas que han imaginado un perdón tan estrecho como nuestras miras; un perdón para el hombre "del mando a distancia", para el espiritualista estúpido que cree salvarse con poesías: "yo me confieso con Dios; desde mi interior pido perdón, y recibo la gracia". Pero no quiero hablar de ellos hoy; es un día muy alegre, y los mandos a distancia se los regalaremos a quienes ven el "Gran Hermano" repantingados en su sofá. Cristo no nos ha redimido con un mando a distancia, sino con una Carne entregada. Y es esa misma Carne la que la toca la nuestra cuando las manos del sacerdote se alzan, y nuestros oídos reciben la buena noticia: "Yo te absuelvo de tus pecados en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo". Y la Virgen María, una vez más, deposita en las manos del ministro de su Hijo un beso de perdón que no habrá de agotarse nunca, nunca, nunca.


Paz y bien. (Comentario de Laura Aguilar Ramírez.Scarlett)

En éste domingo de la Divina Misericordia, podemos leer en el Evangelio de la misericorida infinita de Jesucristo, muerto por nuestra causa, y resucitado para gloria de Diios, se presenta a sus discípulos, comparte con ellos. Sin embargo, hay un discípulo que no cree aún viéndolo, necesita tener pruebas de que El es El. Y Jesús con su infinita paciencia lo invita a tocarlo, a ver sus heridas.
Asi yo muchas veces dudé de Jesús, no me bastaba verlo, hasta que me invitó a tocar sus heridas, a sentirlas. Entonces exclamé: "Dios mío, Señor mío". Yo fuí como Tomás.
Conocí desde pequeña la fé (tal vez no muy bien orientada, pero la conocí) me alejé, deje de ver a Jesús, es cierto que nunca perdí la fé en El pero tambien es cierto que dudaba de que El actuara en mi vida. Sentía que yo debía salir sola, hasta que El me dió la prueba de que actuaba en mi vida y de que sin El nada puedo. Esto, que aparentemente suena como a esclavitud es lo contrario, es la liberación porque con Jesús todo es transparente, todo es claro: es la verdad, la vida.
No hay más ataduras a la mentira, no hay más ataduras al pecado. "Tus pecados te son perdonados". La liberación.

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scarlett
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MensajePublicado: Lun Abr 16, 2007 2:30 pm    Asunto:
Tema: Comentario al Evangelio de Hoy
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El que no nazca de nuevo no puede ver el reino de Dios
Lectura del santo evangelio según san Juan 3,1-8

Había un fariseo llamado Nicodemo, jefe judío. Éste fue a ver a Jesús de noche y le dijo: - «Rabí, sabemos que has venido de parte de Dios, como maestro; porque nadie puede hacer los signos que tú haces si Dios no está con él.» Jesús le contestó: - «Te lo aseguro, el que no nazca de nuevo no puede ver el reino de Dios.»
Nicodemo le pregunta: - «¿Cómo puede nacer un hombre, siendo viejo? ¿Acaso puede por segunda vez entrar en el vientre de su madre y nacer? » Jesús le contestó: - «Te lo aseguro, el que no nazca de agua y de Espíritu no puede entrar en el reino de Dios. Lo que nace de la carne es carne, lo que nace del Espíritu es espíritu. No te extrañes de que te haya dicho: "Tenéis que nacer de nuevo"; el viento sopla donde quiere y oyes su ruido, pero no sabes de dónde viene ni a dónde va. Así es todo el que ha nacido del Espíritu.»
Palabra del Señor.
Cita:
QUÉ SIGNIFICA NACER DE NUEVO?

Nicodemo, hombre culto e instruido hace una pregunta que puede parecer tonta pero que no lo es. Dice: “¿Cómo puede nacer un hombre, siendo viejo?”. Aunque la pregunta parezca ingenua responde a la situación de muchos de nosotros. La vida nos ha llevado por diferentes caminos y en ellos hemos ejercitado nuestra libertad. De repente nos gustaría que todo fuera distinto pero esa posibilidad se nos muestra como una utopía irrealizable. Precisamente Jesús nos dice lo contrario y nos muestra la posibilidad.

Nacer de nuevo significa colocarse de una nueva manera en el mundo. Quien nace aparece por una gracia. No sabe bien por qué y se encuentra ante una realidad que se le ofrece como una posibilidad y que ha de descubrir. Será educado para conocerla y, al mismo tiempo, para moverse en ella. De esa manera irá escribiendo su propia biografía. Según el uso que haga de su libertad encontrará la felicidad o vagará por submundos más o menos inconfesables que lo irán atando y destruyendo. Sea cual fuere el recorrido en muchos momentos le gustaría poder colocarse de nuevo ante todas las cosas de una forma más plena, más auténtica y más verdadera. ¿Es eso posible?

Con la alegría de la resurrección podemos decir que sí. Jesucristo resucitado hace todas las cosas nuevas y permite al hombre compartir su resurrección. Por eso podemos nacer de nuevo. Ese nacimiento, de forma radical se da con el bautismo. Dice Jesús: “el que no nazca de agua y del Espíritu no puede ver el reino de Dios”. De forma parecida a nuestro nacimiento biológico, el espiritual también nos es regalado. No se trata de una cura de rejuvenecimiento. Eso es lo que proponen muchas técnicas modernas de autoestima y otros inventos quizás útiles. No, Jesús no viene a rejuvenecernos, sino a darnos una vida totalmente nueva. Se trata de una realidad diferente. Entramos en el mundo como hijos de Dios y herederos del Reino.

El tiempo pascual nos permite vivir esa realidad a través de muchos signos. De una parte quizás asistamos a algún bautizo en el que se produce ese milagro. Puede ser el de un niño pequeño o el de un adulto que ha encontrado la fe. Además, en muchas iglesias, el rito penitencial se realiza mediante la aspersión del agua, que nos recuerda nuestro propio bautismo. Son signos que nos ayudan a tomar conciencia de la nueva vida que Jesucristo nos ha dado. Esa vida no viene de la carne, sino que es un nacer de lo alto.

Por otra parte, cuando ya estamos en la vida cristiana podemos caer en cierta rutina que puede producirnos desazón e incluso tristeza. Somos hijos de Dios pero vivimos como si eso no significara nada. Dios, sin embargo, nos ofrece la oportunidad de recomenzar cada día. Jesucristo es el que vive para siempre. Es el que fue, el que es y el que será. De esa manera nos brinda la posibilidad de recomenzar cada día.

La resurrección conlleva la perenne novedad de todo. Introduce en el mundo una fuerza regeneradora que no se detiene ante nada. Si abrimos nuestro corazón Dios no deja de ofrecernos la belleza de su vida. Cada día se nos presenta con una actualidad renovada. Es la victoria sobre la muerte que lo ensombrece todo y llena nuestro corazón de tinieblas. En Cristo todo es nuevo.

Que María, Madre de Jesús y de todos los creyentes nos ayude a caminar como hijos de Dios, engendrados de nuevo por el bautismo, y nos acompañe a lo largo de toda nuestra vida.

Paz y bien. (Comentario de Laura Aguilar Ramírez. Scarlett)

Nacer de nuevo. Hay ocasiones en que me siento más inteligente que muchos, Embarassed , hay ocasiones en que al leer la Biblia encuentro interpretaciones incluso absurdas pero que de momento me parecen lógicas. Algo así debió sucederle a Nicodemo al preguntar qué es nacer de nuevo.
Y lo mismo que a Nicodemo, me contesta Jesús, ahora por medio del Espíritu Santo depositado en sus apóstoles. En el curso de Biblia que tomé aquí mismo en Catholic.net comentaba el P. Antonio Rivero que la interpretación que debemos darle a la Biblia es la que nos marca la Santa Iglesia, guiada por el Espíritu Santo. Y estoy de acuerdo.
Hay pasajes que se prestan a fantasías, a malas interpretaciones como éste. Nacer a la vida de Cristo, es el recibir el bautismo y por lo tanto, el Espíritu Santo de las manos de los sacerdotes.
Los bautizados somos limpios del pecado original porque Jesús nos ha limpiado con la sangre y agua brotados de su costado. El conservar éste estado de gracia, ya es responsabilidad nuestra y ahí es donde entra nuestro libre albeldrío.
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