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Comentario al Evangelio de Hoy
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scarlett
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MensajePublicado: Mie May 16, 2007 12:49 pm    Asunto:
Tema: Comentario al Evangelio de Hoy
Responder citando


Día litúrgico: Miércoles VI de Pascua
Hechos de los apóstoles 17,15.22-18,1, Sal 148,1-2.11-12.13.14,
Texto del Evangelio (Jn 16,12-15):
En aquel tiempo, Jesús habló así a sus discípulos: «Mucho tengo todavía que deciros, pero ahora no podéis con ello. Cuando venga Él, el Espíritu de la verdad, os guiará hasta la verdad completa; pues no hablará por su cuenta, sino que hablará lo que oiga, y os anunciará lo que ha de venir. Él me dará gloria, porque recibirá de lo mío y os lo anunciará a vosotros. Todo lo que tiene el Padre es mío. Por eso he dicho: Recibirá de lo mío y os lo anunciará a vosotros».
Cita:
Comentario: Rev. D. Santi Collell i Aguirre (La Garriga-Barcelona, España) «Cuando venga Él, el Espíritu de la verdad, os guiará hasta la verdad completa»

Hoy, Señor, una vez más, nos quieres abrir los ojos para que nos demos cuenta de que con demasiada frecuencia hacemos las cosas al revés. «El Espíritu de la verdad, os guiará hasta la verdad completa» (Jn 16,13), aquello que el Padre ha dado a conocer al Hijo.

¡Es curioso!: más que dejarnos guiar por el Espíritu (¡qué gran desconocido en nuestras vidas!), lo que hacemos es, bien pasar de Él, bien “imponerle” las cosas una vez ya hemos tomado nuestras decisiones. Y lo que hoy se nos dice es más bien lo contrario: dejar que Él nos guíe.

Pienso, Señor, en voz alta... Vuelvo a leer el Evangelio de hoy y me vienen a la cabeza los chicos y chicas que recibirán la Confirmación este año. Veo los que me rodean y estoy tentado a pensar: —¡Qué verdes están! ¡A éstos, tu Espíritu no les va ni por delante ni por detrás; y más bien se dejan guiar por todo y por nada!

A quienes se nos considera adultos en la fe, haznos instrumentos eficaces de tu Espíritu para llegar a ser “contagiadores” de tu verdad; para intentar “guiar-acompañar”, ayudar a abrir los corazones y los oídos de quienes nos rodean.

«Mucho tengo todavía que deciros» (Jn 16,12). —¡No te retengas, Señor, en dirigirnos tu voz para revelarnos nuestras propias identidades! Que tu Espíritu de Verdad nos lleve a reconocer todo aquello de falso que pueda haber en nuestras vidas y nos haga valientes para enmendarlo. Que ponga luz en nuestros corazones para que reconozcamos, también, aquello que de auténtico hay dentro de nosotros y que ya participa de tu Verdad. Que reconociéndolo sepamos agradecerlo y vivirlo con alegría.

Espíritu de Verdad, abre nuestros corazones y nuestras vidas al Evangelio de Cristo: que sea ésta la luz que ilumine nuestra vida cotidiana. Espíritu Defensor, haznos fuertes para vivir la verdad de Cristo, dando testimonio a todos
.
Cita:
“Muchas cosas me quedan por deciros, pero no podéis cargar con ellas por ahora; cuando venga él, el Espíritu de la verdad, os guiará hasta la verdad plena.” Comentario de Archimadrid.

La Sabiduría cristiana no nace en los libros (aunque es muy recomendable formarse y cuanto más mejor), sino en la docilidad al Espíritu Santo, a saber escuchar su voz, y para eso hace falta silencio. Cada día me convenzo más que en estos tiempos muchas veces es mejor callar que entrar en discusiones interminables. Hay muchos sordos que no quieren oír, muchos intelectuales que no quieren conocer, muchos cómodos que no quieren despertar. Los razonamientos no los moverán, la fe que actúa tal vez los interrogue.

Con esto no quiero decir que haya que callar las verdades u ocultar lo que es pecado y lo que no lo es. Pero no intentemos convencer con apologías si no van unidas a la santidad de vida. Sabemos bien que la santidad de vida no es haber logrado la perfección, que eso lo conseguiremos en la otra vida, sino caminar en la verdad. De eso se dará cuenta Pablo cuando marche, después de salir de Atenas, hacia Corinto y diga: “Nunca me he preciado de saber cosa alguna, sino a Jesucristo y este crucificado.”

Es entonces cuando pasa de sabihondo a sabio. Es cuando descubre que las almas no son de Pablo, de Apolo o de Cefas, sólo son de Cristo.

Nos vamos acercando hacia el día de Pentecostés. Sería bueno que cada día pidamos al Espíritu Santo que nos haga realmente sabios, al menos a mi falta me hace. Que le pidamos el don de saber callar, de escuchar, de que sea Él el que pondere las situaciones en nuestro interior y el que nos mueva a actuar.

La Virgen no es mujer de muchas palabras ni grandes discursos. Guarda las cosas en su corazón y entonces dice: “Haced lo que Él os diga.” Que ejemplo de sabiduría, que ella nos enseñe.

Cita:
El Espíritu de la verdad los guiará hasta la verdad plena Colaboración Servicio Bíblico Latinoamericano
Con las palabras que Jesús dirige a sus discípulos durante la Ultima Cena, podemos completar la idea que nos suscita la primera lectura, sobre la presencia iluminadora de Dios en medio de los suyos; sólo el Espíritu Santo que derramará Jesús sobre sus discípulos podrá iluminar lo suficiente la mente de los creyentes para captar un poco más y mejor toda la verdad que Dios ha revelado en su Hijo. La verdad que un hombre proclame siempre será incompleta; la verdad que una corriente religiosa, política, filosófica o cualquier rama de la ciencia proclame, siempre será parcial; la verdad que Dios ha revelado en Jesús es total y definitiva, pero la mente del creyente no puede captarla en su absoluta plenitud. Por eso Jesús promete su Espíritu, el único que nos irá mostrando el camino, guiando al conocimiento de esa verdad absoluta que es Dios. Nuestra actitud ante Dios, ante el Maestro Jesús, tendrá que ser siempre la de pedir continuamente esa luz, ese Espíritu, para que no nos encerremos en verdades parciales; para que nunca demos por acabada y descubierta la verdad total; para que cada momento seamos más conscientes de que, por más que sepamos sobre Dios y por más que hablemos de él, nuestro conocimiento, nuestra percepción de esa Verdad Única es siempre mínimo, insuficiente, carente de plenitud, y que es con otras verdades, con otras visiones, con otras percepciones de distintos hombres, de distintas culturas, de distintas religiones, como lograremos ir completando poco a poco la Única Verdad que es Dios manifestada en su Hijo Jesús.

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scarlett
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MensajePublicado: Jue May 17, 2007 1:47 pm    Asunto:
Tema: Comentario al Evangelio de Hoy
Responder citando


Día litúrgico: Jueves VI de Pascua
Hch 18,1-8: Todos los sábados Pablo discutía en la sinagoga
Salmo responsorial 97: El Señor revela a las naciones su victoria
Texto del Evangelio (Jn 16,16-20):
En aquel tiempo, Jesús habló así a sus discípulos: «Dentro de poco ya no me veréis, y dentro de otro poco me volveréis a ver». Entonces algunos de sus discípulos comentaron entre sí: «¿Qué es eso que nos dice: ‘Dentro de poco ya no me veréis y dentro de otro poco me volveréis a ver’ y ‘Me voy al Padre’?». Y decían: «¿Qué es ese ‘poco’? No sabemos lo que quiere decir». Se dio cuenta Jesús de que querían preguntarle y les dijo: «¿Andáis preguntándoos acerca de lo que he dicho: ‘Dentro de poco no me veréis y dentro de otro poco me volveréis a ver?’. En verdad, en verdad os digo que lloraréis y os lamentaréis, y el mundo se alegrará. Estaréis tristes, pero vuestra tristeza se convertirá en gozo».
Cita:
Comentario: Rev. D. Joan Pere Pulido i Gutiérrez (Molins de Rei-Barcelona, España) «Vuestra tristeza se convertirá en gozo»
Hoy contemplamos de nuevo la Palabra de Dios con la ayuda del evangelista Juan. En estos últimos días de Pascua sentimos una inquietud especial por hacer nuestra esta Palabra y entenderla. La misma inquietud de los primeros discípulos, que se expresa profundamente en las palabras de Jesús —«Dentro de poco ya no me veréis, y dentro de otro poco me volveréis a ver» (Jn 16,16)— concentra la tensión de nuestras inquietudes de fe, de búsqueda de Dios en nuestra vida cotidiana.

Los cristianos del siglo XXI sentimos la misma urgencia que los cristianos del primer siglo. Queremos ver a Jesús, necesitamos experimentar su presencia en medio de nosotros, para reforzar nuestra fe, esperanza y caridad. Por esto, nos provoca tristeza pensar que Él no esté entre nosotros, que no podamos sentir y tocar su presencia, sentir y escuchar su palabra. Pero esta tristeza se transforma en alegría profunda cuando experimentamos su presencia segura entre nosotros.

Esta presencia, así nos lo recordadaba Juan Pablo II en su última Carta encíclica Ecclesia de Eucharistia, se concreta —específicamente— en la Eucaristía: «La Iglesia vive de la Eucaristía. Esta verdad no expresa solamente una experiencia cotidiana de fe, sino que encierra en síntesis el núcleo del misterio de la Iglesia. Ésta experimenta con alegría cómo se realiza continuamente, en múltiples formas, la promesa del Señor: ‘He aquí que yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo’ (Mt 28,20). (...) La Eucaristía es misterio de fe y, al mismo tiempo, “misterio de luz”. Cada vez que la Iglesia la celebra, los fieles pueden revivir de algún modo la experiencia de los dos discípulos de Emaús: «Entonces se les abrieron los ojos y le reconocieron» (Lc 24,31)».

Pidamos a Dios una fe profunda, una inquietud constante que se sacie en la fuente eucarística, escuchando y entendiendo la Palabra de Dios; comiendo y saciando nuestra hambre en el Cuerpo de Cristo. Que el Espíritu Santo llene de luz nuestra búsqueda de Dios.


Cita:
Autor: Mauricio Flores | Fuente: Catholic.net.
El gozo tras la tristeza ¿Por qué sufrir si se puede evitar?


En esta escena podemos contemplar uno de los más profundos misterios de la vida de Jesús y de su forma de ser. Vemos a un Jesús que está hablando a sus discípulos. Él habla y ellos no le entienden. Él sabe que no le entienden. Luego les explica “sin explicarles”. Les dice también que llorarán y que luego se alegrarán. Si Dios sabe que van a estar tristes, si Jesús sabe que van a sufrir; si Jesús sabe y tiene el poder de evitarlo... ¿por qué no lo evita? ¿acaso no los ama?

El dolor. Qué gran misterio. ¿Por qué Dios permite el dolor? Parece una locura afirmar esto pero no es verdad que el dolor sea malo. No es verdad que la tristeza sea un mal. Cristo el “todopoderoso” estuvo triste también. - “Y Jesús lloró” (Jn 11, 35)- Cristo sufrió moral y físicamente más que ningún otro hombre en la historia. Y lo más extraño es que pudiendo evitarlo no lo hizo. Cristo permite el dolor y también la alegría. Cristo estuvo también muchas veces alegre.

Muchas veces damos tanta importancia a estar alegres, a no estar tristes a no sufrir. Esto es dar mucha importancia a lo poco importante. ¿Cuándo dijo Cristo que lo importante era estar siempre feliz? Yo pienso que en este sentido vivimos un poco fuera de la verdadera realidad; aquella realidad que vivía Cristo y en la que viven los santos de hoy; donde lo más importante no es la alegría sino la gloria de Dios y la salvación de las almas; donde lo único a evitar no es el dolor sino el pecado y el egoísmo. Este evangelio nos enseña, entre tantas otras cosas, que estar tristes o contentos no depende de nosotros ni es lo más importante. El dolor tiene varias y muy válidas razones para existir. Hay que preguntar a Jesús. Y si él lo considera oportuno nos lo explicará. Y si no lo considera oportuno no nos lo explicará.

¡Qué importa! Él nos ha dicho que Dios es nuestro papá y Él sabrá lo que hace. Él es Dios. Él es el importante, no nosotros. Si supiéramos lo que Dios nos tiene preparado en el paraíso..

Cita:
Comentario a la lectura del día.Lectura del libro de los Hechos de los Apóstoles (18, 1-Cool Colaboración Servicio Bíblico Latinoamericano

No olvidemos que la penetración o expansión original del Evangelio no fue tarea fácil, por lo menos en lo que tenía que ver con el mundo judío. Ellos, los judíos, esperaban un cierto tipo de Mesías que, por supuesto, no coincidía con el Mesías humillado, muerto en cruz, pero resucitado, que anunciaba Pablo; y de ahí el rechazo frontal a las enseñanzas y a la persona del apóstol, de que nos habla la primera lectura. Es de admirar la manera como a Pablo no lo amilanan ni los rechazos, ni las injurias, ni la persecución por causa del Evangelio; parece que, por el contrario, esto aumenta más su ardor evangelizador; la experiencia de Jesús muerto y resucitado es como una llama que lo abrasa permanentemente y lo impulsa a enfrentar todo tipo de adversidades naturales y humanas para llevar la buena nueva a los sitios más a apartados e inimaginables.

Los creyentes cristianos, de cualquier denominación, estamos llamados a mantener ese ardor y esa preocupación constante por llegar cada vez a más personas con el mensaje del Evangelio, presentándolo como lo hace Pablo, desde una realidad de entrega total, sin importar los obstáculos. Es probable que hoy nuestra tarea evangelizadora no suscite la persecución y el rechazo, pero sí existen múltiples motivos que obstaculizan nuestro quehacer evangelizador; ahí no podemos rendirnos, sino continuar adelante, convencidos de que en definitiva no somos nosotros los que evangelizamos, sino el Espíritu de Jesús que habita en nosotros y que nada ni nadie puede detener.

Pazybien.(Comentario de Laura Aguilar Ramírez.Scarlett)
"Cuando seas grande lo entenderás" decimos muchas veces a nuestros hijos y en ése momento no nos entienden, pero captan el amor en nuestras palabras y ése amor los reconforta. Me imagino que lo mismo sucedía con los discípulos. Cristo les estaba anunciando que pronto ya no estaría con ellos, pero no podía decirles lo que iba a suceder, sabía que no lo entendían, pero cuando sucedieran las cosas, entonces recordarían sus palabras y entenderían su gran amor.
Y su alegría se volvería gozo. Lo mismo sucede en mi vida, muchas veces me lleno de inquietud, no puedo evitarlo aún teniendo fé, sabiendo que todo es por mi bien. Tengo sentimientos y no puedo evitar el sufrir, el inquietarme. Cuando finalmente las cosas se desarrollan, entonces me doy cuenta de porqué Dios hizo tal o cual cosa en mi vida.
Sólo me queda decir como decía mi abue:"Sea por Dios y venga más"
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scarlett
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MensajePublicado: Vie May 18, 2007 1:26 pm    Asunto:
Tema: Comentario al Evangelio de Hoy
Responder citando


Día litúrgico: Viernes VI de Pascua
Hch 18,9-18: Muchos de esta ciudad son pueblo mío
Salmo responsorial: 46: Dios es el rey del mundo
Texto del Evangelio (Jn 16,20-23a):
En aquel tiempo, Jesús habló así a sus discípulos: «En verdad, en verdad os digo que lloraréis y os lamentaréis, y el mundo se alegrará. Estaréis tristes, pero vuestra tristeza se convertirá en gozo. La mujer, cuando va a dar a luz, está triste, porque le ha llegado su hora; pero cuando ha dado a luz al niño, ya no se acuerda del aprieto por el gozo de que ha nacido un hombre en el mundo. También vosotros estáis tristes ahora, pero volveré a veros y se alegrará vuestro corazón y vuestra alegría nadie os la podrá quitar. Aquel día no me preguntaréis nada».
Cita:
Comentario: Rev. D. Joaquim Font i Gassol (Igualada-Barcelona, España) «Vuestra tristeza se convertirá en gozo»

Hoy comenzamos el Decenario del Espíritu Santo. Reviviendo el Cenáculo, vemos a la Madre de Jesús, Madre del Buen Consejo, conversando con los Apóstoles. ¡Qué conversación tan cordial y llena! El repaso de todas las alegrías que habían tenido al lado del Maestro. Los días pascuales, la Ascensión y las promesas de Jesús. Los sufrimientos de los días de la Pasión se han tornado alegrías. ¡Qué ambiente tan bonito en el Cenáculo! Y el que se está preparando, como Jesús les ha dicho.

Nosotros sabemos que María, Reina de los Apóstoles, Esposa del Espíritu Santo, Madre de la Iglesia naciente, nos guía para recibir los dones y los frutos del Espíritu Santo. Los dones son como la vela de una embarcación cuando está desplegada y el viento —que representa la gracia— le va a favor: ¡qué rapidez y facilidad en el camino!

El Señor nos promete también en nuestra ruta convertir las fatigas en alegría: «Vuestra alegría nadie os la tomará» (Jn 16,22) y «vuestra alegría será completa» (Jn 16,24). Y en el Salmo 126,6: «Al ir, va llorando, llevando la semilla; al volver, vuelve cantando trayendo sus gavillas».

Durante toda esta semana, la Liturgia nos habla de rejuvenecer, de exultar (saltar de alegría), de la felicidad segura y eterna. Todo nos lleva a vivir de oración. Como nos dice san Josemaría: «Quiero que estés siempre contento, porque la alegría es parte integrante de tu camino. —Pide esa misma alegría sobrenatural para todos».

El ser humano necesita reír para la salud física y espiritual. El humor sano enseña a vivir. San Pablo nos dirá: «Sabemos que todas las cosas contribuyen al bien de los que aman a Dios» (Rom 8,2Cool. ¡He aquí una buena jaculatoria!: «¡Todo es para bien!»; «Omnia in bonum!».

Cita:
Colaboración Servicio Bíblico Latinoamericano. Nadie les quitará su alegría
Jesús prepara a sus discípulos para su partida definitiva. El sentimiento de los discípulos será algo distinto a los sentimientos del mundo. Los discípulos estarán tristes, en contraposición con el mundo, que por sus características no ha experimentado la visita de Dios en la carne de Jesús y, por tanto, no sabe lo que significa dejar de verlo, dejar de compartir con él.

Con todo, la ausencia de Jesús es temporal; es el tiempo que el discípulo necesitará para interiorizar el misterio de Jesús y volver a sentirlo completamente vivo en su vida. Ahí está el gran misterio de la Resurrección: es la capacidad de dejar entrar en la vida personal el modo de ser, de pensar y de actuar de Jesús, con la plena conciencia y convicción de que esa propuesta, tal como la planteó Jesús y tal como él la vivió, es la alternativa de vida que en definitiva se ajusta al querer de Dios. En ese momento el creyente se encuentra ante una realidad completamente nueva y distinta; ya no se trata de una fe inmóvil, de una fe pasiva e inactiva; la fe y la experiencia de la resurrección de Jesús es el motor que mueve al discípulo y a la comunidad a ponerse en camino de hacer posible el proyecto del Evangelio, primero en la comunidad misma y luego en medio del mundo.

No deja de tener relación con las predicciones del Señor sobre su muerte inminente, el espectáculo que cada Semana Santa exhibe nuestro mundo paganizado, específicamente nuestros países de raíz cristiana: mientras grupos generalmente pequeños nos asociamos a los sufrimientos y el martirio del Señor, las grandes mayorías convierten esos mismos días en una espléndida posibilidad de turismo, recreación y deleites. “Ustedes llorarán y se lamentarán mientras el mundo se divierte

Cita:
Autor: Juan Gralla | Fuente: Catholic.net. La existencia de la vida eterna
Perder a Jesús, al Maestro, debió ser un golpe durísimo para los discípulos. Y eso que ya estaban avisados. Cristo fue preparándoles para el momento culminante, el de su Pasión y muerte en la cruz, para que no se escandalizasen. La muerte no tendría la última palabra en Él. Y debían saberlo.

Era necesario que los discípulos de ayer y los de mañana supieran que, aunque la muerte es un drama que duele y es difícil de entender, esa tristeza se convertirá en gozo al constatar que existe la vida eterna, que no acaba todo en este mundo, que los sufrimientos de ahora tienen sentido si se ofrecen a Dios, como Jesús ofreció los suyos.

En este evangelio, Cristo presenta un hecho cotidiano: el de la mujer que va a dar a luz. Toda madre presiente los dolores que va a sufrir en el momento del parto, pero cuando tiene al niño y puede ver su carita y sus manos, se olvida de todo lo que ha pasado porque la alegría del recién nacido es superior al dolor que ha padecido.

De esta manera tenemos que ver la cruz: es algo que se nos presenta diariamente, y nos cuesta. Pero, al final, valdrá la pena haber ido abrazados a ella.
Paz y bien. (comentario de Laura Aguilar Ramírez.Scarlett)
Los discípulos debieron sentirse confundidos ante las palabras de Jesús que en varias ocasiones les menciona que partira, que regresara, que estarán tristes y después su alegría será tanta que no preguntarán nada.
Estaba preparándolos para su partida y su posterior regreso. Yo ya sé lo que pasó porque ya pasó, pero para ellos debieron ser confusas sus palabras. Más mérito para ellos porque yo ya sabiendo de la vida eterna, de la alegría que me espera, muchas veces sigo dudando.
Tal vez éstas palabras son de las que han causado que la palabra de Jesús sea distorsionada. Hay muchos que dicen: "El ya murió por mí, con su resurrección me trajo la salvación. Ahora todo es alegría. Y es cierto, vivimos en la alegría que da la confianza de saber que estaremos con El. Sin embargo también nos dijo:
Cita:
"Vosotros estáis ya limpios gracias a la Palabra que os he anunciado. Permaneced en mí, como yo en vosotros. Lo mismo que el sarmiento no puede dar fruto por sí mismo, si no permanece en la vid; así tampoco vosotros si no permanecéis en mí. Yo soy la vid; vosotros los sarmientos. El que permanece en mí y yo en él, ése da mucho fruto; porque separados de mí no podéis hacer nada. Si alguno no permanece en mí, es arrojado fuera, como el sarmiento, y se seca; luego los recogen, los echan al fuego y arden"Juan 15, 1-8
«Como el Padre me amó, yo también os he amado a vosotros; permaneced en mi amor. Si guardáis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor, como yo he guardado los mandamientos de mi Padre, y permanezco en su amor."Juan 15 9-11
»Os he dicho esto, para que mi gozo esté en vosotros, y vuestro gozo sea colmado. Este es el mandamiento mío: que os améis los unos a los otros como yo os he amado. Nadie tiene mayor amor que el que da su vida por sus amigos. Vosotros sois mis amigos, si hacéis lo que yo os mando. No os llamo ya siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su amo; a vosotros os he llamado amigos, porque todo lo que he oído a mi Padre os lo he dado a conocer. No me habéis elegido vosotros a mí, sino que yo os he elegido a vosotros, y os he destinado para que vayáis y deis fruto, y que vuestro fruto permanezca; de modo que todo lo que pidáis al Padre en mi nombre os lo conceda. Lo que os mando es que os améis los unos a los otros». Juan 15, 9-17


Permaneced en mí. Haz lo que te mando. Aménse los unos a los otros.
Anuncia a los que no conocen la buena nueva.
Asi que no es nadamás decir:"Soy salvo porque El ya resucitó por mí". Hay que hacer lo que El nos dice en todo su evangelio, como lo hicieron sus discípulos primeros hasta nuestros días.
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scarlett
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MensajePublicado: Sab May 19, 2007 12:33 pm    Asunto:
Tema: Comentario al Evangelio de Hoy
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Día litúrgico: Sábado VI de Pascua
Día litúrgico: Sábado VI de Pascua
Texto del Evangelio (Jn 16,23-2Cool: En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «En verdad, en verdad os digo: lo que pidáis al Padre os lo dará en mi nombre. Hasta ahora nada le habéis pedido en mi nombre. Pedid y recibiréis, para que vuestro gozo sea colmado. Os he dicho todo esto en parábolas. Se acerca la hora en que ya no os hablaré en parábolas, sino que con toda claridad os hablaré acerca del Padre. Aquel día pediréis en mi nombre y no os digo que yo rogaré al Padre por vosotros, pues el Padre mismo os quiere, porque me queréis a mí y creéis que salí de Dios. Salí del Padre y he venido al mundo. Ahora dejo otra vez el mundo y voy al Padre».

Cita:
Comentario: Rev. D. Xavier Romero i Galdeano (Cervera-Lleida, España) «Salí del Padre (...) y voy al Padre»

Hoy, en vigilias de la fiesta de la Ascensión del Señor, el Evangelio nos deja unas palabras de despedida entrañables. Jesús nos hace participar de su misterio más preciado; Dios Padre es su origen y es, a la vez, su destino: «Salí del Padre y he venido al mundo. Ahora dejo otra vez el mundo y voy al Padre» (Jn 16,2Cool.

No debiera dejar de resonar en nosotros esta gran verdad de la segunda Persona de la Santísima Trinidad: realmente, Jesús es el Hijo de Dios; el Padre divino es su origen y, al mismo tiempo, su destino.

Para aquellos que creen saberlo todo de Dios, pero dudan de la filiación divina de Jesús, el Evangelio de hoy tiene una cosa importante a recordar: “aquel” a quien los judíos denominan Dios es el que nos ha enviado a Jesús; es, por tanto, el Padre de los creyentes. Con esto se nos dice claramente que sólo puede conocerse a Dios de verdad si se acepta que este Dios es el Padre de Jesús.

Y esta filiación divina de Jesús nos recuerda otro aspecto fundamental para nuestra vida: los bautizados somos hijos de Dios en Cristo por el Espíritu Santo. Esto esconde un misterio bellísimo para nosotros: esta paternidad divina adoptiva de Dios hacia cada hombre se distingue de la adopción humana en que tiene un fundamento real en cada uno de nosotros, ya que supone un nuevo nacimiento. Por tanto, quien ha quedado introducido en la gran Familia divina ya no es un extraño.

Por esto, en el día de la Ascensión se nos recordará en la Oración Colecta de la Misa que todos los hijos hemos seguido los pasos del Hijo: «Concédenos, Dios todopoderoso, exultar de gozo y darte gracias en esta liturgia de alabanza, porque la Ascensión de Jesucristo, tu Hijo, es ya nuestra victoria, y donde nos ha precedido Él, que es nuestra cabeza, esperamos llegar también nosotros como miembros de su cuerpo». En fin, ningún cristiano debiera “descolgarse”, pues todo esto es más importante que participar en cualquier carrera o maratón, ya que la meta es el cielo, ¡Dios mismo!

Cita:
Colaboración del Servicio Bíblico Latinoamericano. Jn 16,23-28: Todo lo que pidan a mi Padre, él se lo concederá en mi nombre
Este evangelio suele ser mal interpretado, como si el Señor comprometiera a su Padre a darnos todo, así sean bienes materiales, necedades o cosas perjudiciales. No es eso lo que Jesús promete. Pero bien interpretada, sobre su promesa se ha basado la eficacia de la oración de petición. Y ¿qué nos dará el Padre, si pedimos en su nombre? Se trata de pedirle en comunión con Jesús; con ese Jesús que afirma “he venido para que tengan vida, y en abundancia” ( Jn 10,10). Todo lo que contribuye a incrementar la vida individual o comunitaria, o a comunicar vida a otros, bien puede ser objeto de petición. En esta línea, todo lo conseguiremos. La conciencia de unión con Jesús es ya una garantía de obtener lo pedido, y motivo de verdadera alegría. La experiencia del Padre asequible y generoso llena de alegría a la comunidad; con él, ésta tiene la certeza de poseer la riqueza de Dios, aunque viva bajo la amenaza de ser desposeída de los bienes e incluso de la vida. Ya no existe un Dios severo y un Jesús mediador entre Dios y la humanidad, sino un Dios Padre que ama a toda la humanidad y le manifiesta su amor en su Hijo.

Jesús nos alienta a pedir al Padre como hijos confiados. Pero mal haríamos en pedir a Dios en su nombre sin estar dispuestos a dar a nuestros hermanos que nos piden; sobre todo a los pobres y necesitados. Siempre es posible dar, siquiera sea una palabra, una sonrisa, un gesto de comprensión y respeto, una ayuda efectiva en las tribulaciones. Al recibir nos alegramos. Pero el Señor dijo: “Hay mayor felicidad en dar que en recibir (Hch 20,35). Y “Dios ama al que da con alegría” (2Co 9,7;Pr 22,Cool.
.
Paz y bien (Comentario de Laura Aguilar Ramírez.Scarlett) Hay días en que parecemos hablar de cosas distintas. Un mismo versiculo puede servirnos para pensar en diferentes cosas. Este es el caso. Jesús nos habla como lo ha hecho todo la semana, de su próxima ida al Padre, nos dice que nos ha hablado en parábolas y cuando El vaya al Padre, ya no lo hará más, sino que nos hablará con toda claridad. Nos anuncia su próxima pasión, su resurrección y la venida del Espíritu Santo que es El mismo y es el Padre pues los dos ya son uno mismo.
Será El quien guíe nuestras vidas. Nos dice que ya no será el intermediario entre Dios y nosotros puesto que Dios nos ama porque nosotros lo amamos a El en su Hijo.
Nos dice que lo que pidamos, nuestro Padre nos lo dará en su nombre. O sea en lugar de a El nos lo dará directamente a nosotros porque permanecemos unidos a El, amándolo como El nos amo: en los demás que El también ama. Formando un círculo perfecto: Padre, Hijo, Espíritu Santo en uno sólo, en comunión con aquellos que lo amamos en aquellos que El ama.
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MensajePublicado: Dom May 20, 2007 12:25 pm    Asunto:
Tema: Comentario al Evangelio de Hoy
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Día litúrgico: Ascensión del Señor (C)
Texto del Evangelio (Lc 24,46-53): En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Así está escrito que Cristo padeciera y resucitara de entre los muertos al tercer día y se predicara en su nombre la conversión para perdón de los pecados a todas las naciones, empezando desde Jerusalén. Vosotros seréis testigos de estas cosas. Mirad, voy a enviar sobre vosotros la Promesa de mi Padre. Por vuestra parte permaneced en la ciudad hasta que seáis revestidos de poder desde lo alto».

Los sacó hasta cerca de Betania y, alzando sus manos, los bendijo. Y sucedió que, mientras los bendecía, se separó de ellos y fue llevado al cielo. Ellos, después de postrarse ante Él, se volvieron a Jerusalén con gran gozo, y estaban siempre en el Templo bendiciendo a Dios.


Cita:
Comentario: Dom Josep Alegre, Abad de Santa María de Poblet (España) «Mientras los bendecía, se separó de ellos y fue llevado al cielo»
Hoy, Ascensión del Señor, recordamos nuevamente la “misión que” nos sigue confiada: «Vosotros seréis testigos de estas cosas» (Lc 24,4Cool. La Palabra de Dios sigue siendo actualidad viva hoy: «Recibiréis la fuerza del Espíritu Santo (...) y seréis mis testigos» (Hch 1,Cool hasta los confines del mundo. La Palabra de Dios es exigencia de urgente actualidad: «Id al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación» (Mc 16,15).

En esta Solemnidad resuena con fuerza esa invitación de nuestro Maestro, que —revestido de nuestra humanidad— terminada su misión en este mundo, nos deja para sentarse a la diestra del Padre y enviarnos la fuerza de lo alto, el Espíritu Santo.

Pero yo no puedo sino preguntarme: —El Señor, ¿actúa a través de mí? ¿Cuáles son los signos que acompañan a mi testimonio? Algo me recuerda los versos del poeta: «No puedes esperar hasta que Dios llegue a ti y te diga: ‘Yo soy’. Un dios que declara su poder carece de sentido. Tienes que saber que Dios sopla a través de ti desde el comienzo, y si tu pecho arde y nada denota, entonces está Dios obrando en él».

Y éste debe ser nuestro signo: el fuego que arde dentro, el fuego que —como en el profeta Jeremías— no se puede contener: la Palabra viva de Dios. Y uno necesita decir: «¡Pueblos todos, batid palmas, aclamad a Dios con gritos de alegría! Sube Dios entre aclamaciones, ¡salmodiad para nuestro Dios, salmodiad!» (Sal 47,2.6-7).

Su reinado se esta gestando en el corazón de los pueblos, en tu corazón, como una semilla que está ya a punto para la vida. —Canta, danza, para tu Señor. Y, si no sabes cómo hacerlo, pon la Palabra en tus labios hasta hacerla bajar al corazón: —Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, dame espíritu de sabiduría y revelación para conocerte. Ilumina los ojos de mi corazón para comprender la esperanza a la que me llamas, la riqueza de gloria que me tienes preparada y la grandeza de tu poder que has desplegado con la resurrección de Cristo.

Cita:
Autor: Misael Cisneros | Fuente: Catholic.net
De nosotros depende que este reino sea grande, Jesús nos está esperando

La Ascensión es sin duda un misterio de la vida de Cristo poco meditado. Sin embargo, adquiere especial consideración porque es parte de la resurrección de Cristo. No se entendería la resurrección sin la ascensión. De entre las muchas enseñanzas de la Ascensión podríamos considerar estas dos: Cristo fue levantado de la tierra para atraer a todos hacia Él (Jn 12, 32) y para sentarse a la derecha del Padre, como profesamos en la oración del credo cada domingo o con mayor frecuencia.

“La elevación de Cristo en la cruz significa y anuncia la elevación en la Ascensión al cielo”. (Catecismo de la Iglesia Católica no.662) Por ello encontramos en la cruz el inicio de su ascensión. Y todo con este único fin, atraer a todos lo hombres hacia Él. Jesús aceptó subir a la cruz para mantenernos unidos a Él, para que ninguno se perdiera. He aquí la grande y única aspiración de Cristo en la tierra. Su amor a cada hombre incluso por los que se resistirían a creer en Él. Sin embargo, así como aceptó subir a la cruz, sube al cielo para que disfrutemos de su gloria. Como lo hicieron sus apóstoles que después de verlo resucitado lo fueron a adorar al cenáculo. Nosotros, ¿cuándo fue la última vez dirigimos una oración de alabanza, de gloria, de adoración como lo hicieron los apóstoles?

Por otro lado, que Jesús esté sentado a la derecha del Padre nos quiere decir que a partir de ese momento Cristo inaugura el reino de Dios. Reino que no será destruido jamás. Reino que nunca pasará. Imperio que es eterno. Cada cristiano pertenece a este reino. De nosotros depende que este reino sea grande. Expandiéndolo por medio de la palabra de Cristo; y que sea fuerte en una unión monolítica por medio de la caridad, del perdón de la paciencia. Tal como la respondió Cristo a quienes le crucificaron.

Cita:
(Comentario de José-Fernando Rey Ballesteros(Archimadrid)LAS “NO-COMUNIONES

Ayer me hablaron de las “no-comuniones.” En un restaurante iban a celebrar la “no comunión” de una niña. En otros sitios lo llaman la comunión por lo civil. Se trata de vestir a la niña de forma curiosa (poco tardarán en vestirla de mini-novia), comprarla regalos e ir a comer a un restaurante con la familia y los amigos, sin pasar por la parroquia. Es decir, copiar todo lo negativo que tienen las Primeras Comuniones en nuestra sociedad de consumo, eliminar lo bueno, y celebrarlo gastándose un pastón. El resultado de esas celebraciones acabará en un cubo de basura (eso sí, reciclando), y en el inodoro, que es su camino natural. Seguramente si le preguntas a los padres de la criatura te saldrán con los argumentos contra la Iglesia del dinero, el poder, el lujo, la fastuosidad del Vaticano y banalidades varias. Curiosa forma de protestar contra la pobreza del mundo, exprimiendo la Visa.

“Galileos, ¿qué hacéis ahí plantados mirando al cielo? El mismo Jesús que os ha dejado para subir al cielo volverá como le habéis visto marcharse.” Hoy celebramos la Ascensión del Señor. Los apóstoles se quedan como desangelados, por eso el Señor les manda un par de ángeles que les saquen de la modorra y “se volvieron a Jerusalén con gran alegría; y estaban siempre en el templo bendiciendo a Dios.” Podemos vivir como si Cristo hubiese desaparecido, como si Jesús se hubiera ido para siempre, como si fuese un bello recuerdo de un pasado mejor. Entonces tendríamos motivos para celebrar las no-comuniones, las no-bodas, los no-bautizos y las no-exequias; sería todo absurdo y si nos gusta hacer el payaso (con todo mi respeto a la noble profesión de los payasos), ¡hagámoslo!. Pero Jesús no quiso irse sin dejarnos al Espíritu Santo y quedarse en su Iglesia, “Y todo lo puso bajo sus pies, y lo dio a la Iglesia como cabeza, sobre todo. Ella es su cuerpo, plenitud del que lo acaba todo en todos.”

Cada semana de este mes, cuando ensayo con los niños la celebración de su Primera Comunión, tengo que reconocer que se me cae el alma a los pies. Casi ninguno sabe contestar a las oraciones de la Misa, tampoco los padres, no saben cómo hay que ponerse, están distraídos, les llama más la atención una cámara de fotos que la Sagrada Forma y tengo la seguridad que el noventa por ciento no volverá a pisar la parroquia en bastantes años. Humanamente son un fracaso (por muy bonitas que queden), como organizador de no-comuniones sería un fracasado. Pero esa tarea no es la mía. Sabemos que cuando comulgan reciben al mismo Señor, que se queda con nosotros, que Él irá haciendo su labor en esos niños y sus familias, que tal vez el Espíritu Santo mueva a alguno a volver a la Iglesia, a redescubrir que Dios les quiere. Sólo por eso habría valido la pena tanta parafernalia. Trajes, flores, fotos, regalos, comilonas,… nos sobran, lo que queremos es hablar del Reino de Dios y que el Espíritu Santo nos vuelva testigos de su acción en “en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria y hasta los confines del mundo.”

Mi oración estos días se vuelve muchas veces hacia estos niños. Cuando tengan 14 ó 15 años y se encuentren sin referencias espirituales, sin ideales, sin esperanzas que no estén unidas al símbolo del euro, ojalá entonces se acuerden que recibieron algo, Alguien, que se les dio sin pedirles nada a cambio, que se acercó a ellos por un amor gratuito que ni sus padres supieron ver y valorar. Tal vez en épocas más descreídas, más beligerantes contra todo lo que signifique trascendencia, volvamos a ver como nueva y joven la vida de la Iglesia.

En este mes de Mayo vamos a pedirle a nuestra Madre la Virgen que acoja en sus brazos a estas familias, a todos nosotros, y nos ayude a descubrir lo único que no se puede comprar con dinero: el amor de Dios que continúa en la historia y se encierra en el Sagrario.

Paz y bien.
Hoy celebramos la Ascensión del Señor. Ya los que saben, nos explican lo que significa: No valdría de nada la resurrección sin la ascensión al Padre. Es digamos el momento culminante, la esperanza de todos nosotros. Por lo que "trabajamos" en ésta tierra. Hay una canción mexicana que dice en una parte "Para subir al cielo se necesita: una escalera grande y otra chiquita". No basta la fé, no basta decir: "Señor, Señor". Hace falta vivircomo Cristo vivió, para alcanzar lo que Cristo alcanzó por nosotros y para nosotros.
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MensajePublicado: Lun May 21, 2007 12:40 pm    Asunto:
Tema: Comentario al Evangelio de Hoy
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Día litúrgico: Lunes VII de Pascua
Hch 19,1-8: ¿Recibieron el Espíritu Santo al aceptar la fe?
Salmo responsorial 67: Reyes de la tierra, cantad a Dios.
Texto del Evangelio (Jn 16,29-33):

En aquel tiempo, los discípulos dijeron a Jesús: «Ahora sí que hablas claro, y no dices ninguna parábola. Sabemos ahora que lo sabes todo y no necesitas que nadie te pregunte. Por esto creemos que has salido de Dios». Jesús les respondió: «¿Ahora creéis? Mirad que llega la hora (y ha llegado ya) en que os dispersaréis cada uno por vuestro lado y me dejaréis solo. Pero no estoy solo, porque el Padre está conmigo. Os he dicho estas cosas para que tengáis paz en mí. En el mundo tendréis tribulación. Pero ¡ánimo!: yo he vencido al mundo».
Cita:
Comentario: Rev. D. Jordi Castellet i Sala (Sant Hipòlit de Voltregà-Barcelona, España) «¡Ánimo!: yo he vencido al mundo»

Hoy podemos tener la sensación de que el mundo de la fe en Cristo se debilita. Hay muchas noticias que van en contra de la fortaleza que querríamos recibir de la vida fundamentada íntegramente en el Evangelio. Los valores del consumismo, del capitalismo, de la sensualidad y del materialismo están en boga y en contra de todo lo que suponga ponerse en sintonía con las exigencias evangélicas. No obstante, este conjunto de valores y de maneras de entender la vida no dan ni la plenitud personal ni la paz, sino que sólo traen más malestar e inquietud interior. ¿No será por esto que, hoy, las personas van por la calle enfurruñadas, cerradas y preocupadas por un futuro que no ven nada claro, precisamente porque se lo han hipotecado al precio de un coche, de un piso o de unas vacaciones que, de hecho, no se pueden permitir?

Las palabras de Jesús nos invitan a la confianza: «¡Ánimo!: yo he vencido al mundo» (Jn 16,33), es decir, por su Pasión, Muerte y Resurrección ha alcanzado la vida eterna, aquella que no tiene obstáculos, aquella que no tiene límite porque ha vencido todos los límites y ha superado todas las dificultades.

Los de Cristo vencemos las dificultades tal y como Él las ha vencido, a pesar de que en nuestra vida también hayamos de pasar por sucesivas muertes y resurrecciones, nunca deseadas pero sí asumidas por el mismo Misterio Pascual de Cristo. ¿Acaso no son “muertes” la pérdida de un amigo, la separación de la persona amada, el fracaso de un proyecto o las limitaciones que experimentamos a causa de nuestra fragilidad humana?

Pero «sobre todas estas cosas triunfamos por Aquel que nos amó» (Rom 8,37). Seamos testigos del amor de Dios, porque Él en nosotros «ha hecho (...) cosas grandes» (Lc 1,49) y nos ha dado su ayuda para superar toda dificultad, incluso la muerte, porque Cristo nos comunica su Espíritu Santo.

Cita:
Autor: Misael Cisneros | Fuente: Catholic.net Yo he vencido al mundoUnos versículos antes de este evangelio Jesús habla clara y abiertamente a los apóstoles sobre su Padre. Por ese exclamarían “ahora sí no hablas con parábolas” Y versículos después Jesús se encuentra en oración antes de padecer los sufrimientos en la cruz. En medio de ambos versículos nos encontramos rejuvenecidos por su palabra. Es Jesús quien nos anima a ser fuertes, es Él quien nos dice que no estaremos exentos de tribulación pero tampoco de su gracia.

Por ello, ¿por qué nos extrañamos si en nuestra vida como cristianos atravesamos por dificultades, problemas o desilusiones que jamás hubiésemos pensado que nos sucederían a nosotros? Ya oímos decir a Jesús estas palabras dirigidas a Pedro “mira que Satanás ha pedido permiso de cribaros como trigo”. Y en el libro de Job, Satán pide permiso a Dios para tentar a su siervo.

Es una constante en la vida de todo hombre: la tribulación, la aflicción. Y efectivamente, tanto Pedro como Job fueron probados duramente. Tanto así que el primero negó a su maestro y el segundo maldijo el día de su nacimiento. Sin embargo, ambos encontraron la paz de Cristo después de la lucha. Ambos confiaron en el Señor y en el momento oportuno les llegó su recompensa. La paz de Cristo a sus almas. Por ello, si tenemos a Cristo en nuestro corazón, adiós tristezas, adiós angustias, adiós soledad. Nada hay que temer porque Jesús está con nosotros

Paz y bien.

En éste versículo, Jesús dice a sus discípulos que peramanezcan en El, que ha llegado el momento en que se dispersarán y lo dejarán sólo. El conoce nuestra naturaleza y sabe que ante las dificultades tendemos a correr, a escondernos, a culpar a otros. También nos dice que El nunca está sólo, nuestro Padre está con El y nos dice que El también permanecerá con nosotros, nos anima aún sabiendo que somos miedosos ante las dificultades, nos dice que no estaremos sólos como no lo está El, si permanecemos fieles a sus enseñanzas.
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MensajePublicado: Mar May 22, 2007 12:34 pm    Asunto:
Tema: Comentario al Evangelio de Hoy
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Día litúrgico: Martes VII de Pascua
Hch 20,17-27: Cumplo el encargo que me dio el Señor Jesús
Salmo responsorial: 67: Reyes de la tierra, cantad a Dios
Texto del Evangelio (Jn 17,1-11a):
En aquel tiempo, Jesús, alzando los ojos al cielo, dijo: «Padre, ha llegado la hora; glorifica a tu Hijo, para que tu Hijo te glorifique a ti. Y que según el poder que le has dado sobre toda carne, dé también vida eterna a todos los que tú le has dado. Ésta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y al que tú has enviado, Jesucristo. Yo te he glorificado en la tierra, llevando a cabo la obra que me encomendaste realizar.

»Ahora, Padre, glorifícame tú, junto a ti, con la gloria que tenía a tu lado antes que el mundo fuese. He manifestado tu Nombre a los hombres que tú me has dado tomándolos del mundo. Tuyos eran y tú me los has dado; y han guardado tu Palabra. Ahora ya saben que todo lo que me has dado viene de ti; porque las palabras que tú me diste se las he dado a ellos, y ellos las han aceptado y han reconocido verdaderamente que vengo de ti, y han creído que tú me has enviado.

»Por ellos ruego; no ruego por el mundo, sino por los que tú me has dado, porque son tuyos; y todo lo mío es tuyo y todo lo tuyo es mío; y yo he sido glorificado en ellos. Yo ya no estoy en el mundo, pero ellos sí están en el mundo, y yo voy a ti».
Cita:
Comentario: Rev. D. Pere Oliva i March (Sant Feliu de Torelló-Barcelona, España) «Padre, ha llegado la hora»

Hoy, el Evangelio de san Juan -que hace días estamos leyendo- comienza hablándonos de la "hora": «Padre, ha llegado la hora» (Jn 17,1). El momento culminante, la glorificación de todas las cosas, la donación máxima de Cristo que se entrega por todos... "La hora" es todavía una realidad escondida a los hombres; se revelará a medida que la trama de la vida de Jesús nos abre la perspectiva de la cruz.

¿Ha llegado la hora? ¿La hora de qué? Pues ha llegado la hora en que los hombres conocemos el nombre de Dios, o sea, su acción, la manera de dirigirse a la Humanidad, la manera de hablarnos en el Hijo, en Cristo que ama.

Los hombres y las mujeres de hoy, conociendo a Dios por Jesús («las palabras que tú me diste se las he dado a ellos»: Jn 17,Cool, llegamos a ser testigos de la vida, de la vida divina que se desarrolla en nosotros por el sacramento bautismal. En Él vivimos, nos movemos y somos; en Él encontramos palabras que alimentan y que nos hacen crecer; en Él descubrimos qué quiere Dios de nosotros: la plenitud, la realización humana, una existencia que no vive de vanagloria personal sino de una actitud existencial que se apoya en Dios mismo y en su gloria. Como nos recuerda san Ireneo, «la gloria de Dios es que el hombre viva». ¡Alabemos a Dios y su gloria para que la persona humana llegue a su plenitud!

Estamos marcados por el Evangelio de Jesucristo; trabajamos para la gloria de Dios, tarea que se traduce en un mayor servicio a la vida de los hombres y mujeres de hoy. Esto quiere decir: trabajar por la verdadera comunicación humana, la felicidad verdadera de la persona, fomentar el gozo de los tristes, ejercer la compasión con los débiles... En definitiva: abiertos a la Vida (en mayúscula).

Por el espíritu, Dios trabaja en el interior de cada ser humano y habita en lo más profundo de la persona y no deja de estimular a todos a vivir de los valores del Evangelio. La Buena Nueva es expresión de la felicidad liberadora que Él quiere darnos.

Cita:
Comentario: P.José-Fernando Rey Ballesteros (Archimadrid).TOMTOM

Mientras intento escribir este comentario, intento, a la par, actualizar unos mapas en un navegador TomTom (espero que me den algo por la publicidad), pero quien se está sintiendo tontón de verdad soy yo. La aplicación se cierra continuamente, no encuentra el dispositivo, me hace un pequeño corte de mangas y no hay manera. Lo de los GPS es un buen invento, pero como toda la técnica tiene sus limitaciones. (Creo que ya lo he conseguido, se están actualizando los mapas). Hay ciertos avances tecnológicos que simplemente te complican la vida, esto del GPS (si es verdad que acaba llevándote a tu destino), te la facilita bastante. Ya no hay que pararse en las ciudades a preguntar, que siempre dabas con el foráneo que estaba tan perdido como tú, o con el tonto del pueblo, que siempre se pone a tiro para que le preguntes.

“Y ahora me dirijo a Jerusalén, forzado por el Espíritu. No sé lo que me espera allí, sólo sé que el Espíritu Santo, de ciudad en ciudad, me asegura que me aguardan cárceles y luchas. Pero a mí no me importa la vida; lo que me importa es completar mi carrera, y cumplir el encargo que me dio el Señor Jesús: ser testigo del Evangelio, que es la gracia de Dios.” San Pablo sí tenía un buen navegador, que le llevaría a su destino. El Espíritu Santo era quien guiaba a Pablo hasta la meta para cumplir el encargo de Dios. “Yo te he glorificado sobre la tierra, he coronado la obra que me encomendaste.” Jesús también tiene claro su destino, el fin para el que se encarnó y que cumplió con perfección humana y divina.

Nos acercamos a la fiesta de Pentecostés. Puede ser un buen momento para actualizar nuestro itinerario en la vida y asegurarnos que no estamos navegando con la cartografía de Américo Vespucio. Jesús puede decir que “ha coronado su obra.” Nosotros tendríamos que decir lo mismo. Comprendo que no está muy de moda decir que tenemos que ir al cielo, pero esa será la única manera de “coronar” nuestra vida, de “completar nuestra carrera.” Si no conseguimos ese objetivo todo lo que hagamos en la vida habrá sido en vano.

También en la Iglesia se ha metido ese espíritu empresarial de marcarse metas, objetivos, líneas de acción, planes de pastoral, y un largo etcétera que llena folios y folios en los estantes de los despachos parroquiales. En pocos casos (creo que en ninguno), he visto como objetivo preferente el que la parroquia esté formada por santos. “¡Se da por supuesto!” me dirán. Pero a veces las cosas que se consideran “obvias” son las que antes se olvidan y las que menos se cuidan. No está mal programar, pero si olvidamos el “coronar nuestra obra” todo habrá sido inútil. Igualmente les diría a los padres de familia: su plan sobre sus hijos debería ser que fuesen santos (albañil o empresario, pero santo), y ser ellos un matrimonio santo. En la vida no sabemos qué nos esperará, que expectativas cumpliremos o veremos fracasar, pero el llegar a estar con Dios, por su infinita misericordia, no podemos olvidarlo ni dejarlo para la vejez.

El otro día escribía un matrimonio que a raíz de la primera Comunión de su hijo se había acercado a Dios. El Señor se sirve de muchos caminos para volver a actualizar nuestro itinerario en la vida, ¡cuántas gracias tenemos que darle!

Seguimos en mayo, el mes de María. Ella tenía bien claro que era lo que Dios le pedía y nunca dudo en decir sí. Pidamos hoy esa gracia.

Paz y bien (Comentario de Laura Aguilar Ramírez)
Como en todos los pasajes de la vida de Jesús, es mucho lo que nos dice en cada palabra. En éstos versículos nos dice varias cosas: Jesús ora por él y por los que Dios le dió, no ora por el mundo que no lo oyó. Nos menciona también que Dios le dió poder sobre toda carne y por ése poder El puede dar vida eterna a los que Dios le dió y que tomó del mundo (del pecado) Nos menciona qué es la vida eterna: Conocer a Dios y a Jesús su enviado. Con lo cual empezamos a vivir la vida eterna en ésta vida, conociendo de Jesús y de Dios por quien siempre habló y terminaremos de llegar a ella, cuando lo conozcamos cara a cara y estemos con Jesús como El nos prometió. Jesús glorificó a Dios hablando su palabra para lo que fué enviado y Dios lo glorificó en nosotros porque la aceptamos y hablamos su palabra, siendo enviados de él. El se va al Padre a hacernos un lugar, nosotros seguimos en el mundo, enviados por él a notificar la buena nueva ( a glorificarlo).
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MensajePublicado: Mie May 23, 2007 12:20 pm    Asunto:
Tema: Comentario al Evangelio de Hoy
Responder citando


Día litúrgico: Miércoles VII de Pascua
Hch 20,28-38: Dios tiene poder para construir y darles parte en la herencia
Salmo responsorial 67: Reyes de la tierra, cantad a Dios
Texto del Evangelio (Jn 17,11b-19):
En aquel tiempo, Jesús, alzando los ojos al cielo, dijo: «Padre santo, cuida en tu nombre a los que me has dado, para que sean uno como nosotros. Cuando estaba yo con ellos, yo cuidaba en tu nombre a los que me habías dado. He velado por ellos y ninguno se ha perdido, salvo el hijo de perdición, para que se cumpliera la Escritura. Pero ahora voy a ti, y digo estas cosas en el mundo para que tengan en sí mismos mi alegría colmada. Yo les he dado tu Palabra, y el mundo los ha odiado, porque no son del mundo, como yo no soy del mundo. No te pido que los retires del mundo, sino que los guardes del Maligno. Ellos no son del mundo, como yo no soy del mundo. Santifícalos en la verdad: tu Palabra es verdad. Como tú me has enviado al mundo, yo también los he enviado al mundo. Y por ellos me santifico a mí mismo, para que ellos también sean santificados en la verdad».
Cita:
Comentario: Fr. Thomas Lane (Emmitsburg-Maryland, USA) «Que tengan en sí mismos mi alegría colmada»

Hoy vivimos en un mundo que no sabe cómo ser verdaderamente feliz con la felicidad de Jesús, un mundo que busca la felicidad de Jesús en todos los lugares equivocados y de la forma más equivocada posible. Buscar la felicidad sin Jesús sólo puede conducir a una infelicidad aún más profunda. Fijémonos en las telenovelas, en las que siempre se trata de alguien con problemas. Estas series de la TV nos muestran las miserias de una vida sin Dios.

Pero nosotros queremos vivir el día de hoy con la alegría de Jesús. Él ruega a su Padre en el Evangelio de hoy «y digo estas cosas en el mundo para que tengan en sí mismos mi alegría colmada» (Jn 17,13). Notemos que Jesús quiere que en nosotros su alegría sea completa. Desea que nos colmemos de su alegría. Lo que no significa que no tengamos nuestra cruz, ya que «el mundo los ha odiado, porque no son del mundo» (Jn 17,14), pero Jesús espera de nosotros que vivamos con su alegría sin importar lo que el mundo pueda pensar de nosotros. La alegría de Jesús nos debe impregnar hasta lo más íntimo de nuestro ser, evitando que el estruendo superficial de un mundo sin Dios pueda penetrarnos.

Vivamos pues, hoy, con la alegría de Jesús. ¿Cómo podemos conseguir más y más de esta alegría del Señor Jesús? Obviamente, del propio Jesús. Jesucristo es el único que puede darnos la verdadera felicidad que falta en el mundo, como lo testimonian esas citadas series televisivas. Jesús dijo, «si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros, pedid lo que queráis y lo conseguiréis» (Jn 15,7). Dediquemos cada día, por tanto, un poco de nuestro tiempo a la oración con las palabras de Dios en las Escrituras; alimentémonos y consumamos las palabras de Jesús en la Sagrada Escritura; dejemos que sean nuestro alimento, para saciarnos con la su alegría: «Al inicio del ser cristiano no hay una decisión ética o una gran idea, sino el encuentro con un acontecimiento, con una Persona, que da a la vida un nuevo horizonte a la vida» (Benedicto XVI).

Cita:
P. José-Fernando Rey Ballesteros. LA CARPETA “COSAS

Varias veces en estos comentarios hablo de las ventajas y desventajas de los ordenadores, ya que supongo que los lectores son asiduos usuarios de estos inventos. Estoy convencido que si ahora minimizas todas tus aplicaciones te encontrarás un escritorio como el mío, lleno de iconos por todas partes. Casi cualquier aplicación nuevo, un documento que estamos trabajando, un archivo que hemos recibido, etc. lo dejamos en el escritorio para tenerlo más a mano, y al final eso acaba siendo un galimatías donde no encuentras nada. Windows los quita solo si quieres, pero te suele quitar los que no quieres que borre. Al final yo hago una carpeta que llamo “cosas” donde los voy guardando, para revisarla cuando tenga tiempo. Es como barrer y meter la basura debajo de la alfombra, pero el escritorio se ve limpio. Sería sencillo que el ordenador usase unos criterios para guardar todo tipo de archivos y lo hiciese automáticamente, aunque luego nos acordásemos de la parienta de todos los informáticos a la hora de buscar un archivo concreto.

“Ya sé que, cuando os deje, se meterán entre vosotros lobos feroces, que no tendrán piedad del rebaño. Incluso algunos de vosotros deformarán la doctrina y arrastrarán a los discípulos. Por eso, estad alerta: acordaos que durante tres años, de día y de noche, no he cesado de aconsejar con lágrimas en los ojos a cada uno en particular. Ahora os dejo en manos de Dios y de su palabra de gracia, que tiene poder para construiros y daros parte en la herencia de los santos.” Creo que la comparación no es muy gloriosa, pero la Iglesia es como un gigantesco ordenador en que cada uno quiere ordenar las cosas a su manera y decidir lo que es o no es importante, sin caer en la cuenta que el único administrador es el Espíritu Santo. Por eso mucha gente buena que se acerca a la Iglesia no entiende nada, como un neófito en informática al descubrir un escritorio lleno de iconos. Puede escuchar a un sacerdote despotricar contra la jerarquía, sin darse cuenta que para ese laico que le escucha el cura es jerarquía. Puede oír una homilía sobre el rigorismo de la Iglesia y descubrir con asombro que no se siguen la mitad de las normas litúrgicas y nadie viene a meterlo en la cárcel. La imagen que para muchos da la Iglesia es la de un caos informe, sin saber dónde dirigir el ratón para intentar descubrir el disco duro.

Esto lo permite el Espíritu Santo pues Dios es un amante celoso de la libertad. Los que se alejan de la Iglesia suelen hacer su propia cuenta de usuario, con contraseña, para que sólo entren sus amigos. De vez en cuando algunos de los usuarios del ordenador se dan cuenta que hay un criterio de orden, que si no nos ponemos a inventar cosas podemos usar todos los recursos del cacharro y las cosas son más sencillas de lo que parece a simple vista. Otros se empeñan en imponer su criterio y, después de unos años sin que ese icono sirviese para nada, acaba en la carpeta “cosas,” olvidadas de todos menos de los estudiantes de historia. En definitiva, para todos los que se hayan perdido y se estén a punto de cerrar el comentario y ponerse a limpiar su escritorio, que como no sintamos, vivamos, amemos y estemos en la Iglesia católica la vida en principio nos puede parecer mejor organizada, pero acabará siendo un caos.

Padre santo, guárdalos en tu nombre, a los que me has dado, para que sean uno, como nosotros.” Vivir la unidad en la Iglesia es vivir bajo la guía del Espíritu Santo, el que busca la confrontación o vive en la sospecha permanente, no está bajo la acción del Espíritu.

Nuestra Madre la Virgen no sabía informática (evidentemente), pero el orden de su vida lo dejó a la voluntad de Dios, por eso jamás tuvo que “limpiar su escritorio.” Algunos dicen que eso es ser tonto o sumiso, yo lo llamo ser humilde, y en la Iglesia tiene que ser humilde desde el Papa al último monaguillo. Que el Espíritu Santo nos lo conceda.

Cita:
Colaboración Servicio Bíblico Latinoamericano Jn 17,11b-19: Que sean uno, como nosotros
La segunda parte de la despedida de Pablo a sus amigos de Éfeso, que leíamos ayer, previene a los creyentes para los días difíciles que les esperan. Las dificultades que Pablo prevé por su gran experiencia vendrán de dos vertientes: de un lado las externas, especialmente de los judíos que no han querido aceptar el mensaje de Pablo y de los otros apóstoles; y de otro lado -lo más duro quizás-, vendrán las contradicciones surgidas del interior mismo de la comunidad. La intuición de Pablo apunta a algo que muchas veces se repitió entonces y se sigue constatando hoy. Cuando nos dejamos llevar por fuerzas antievangélicas como las luchas internas, lo que hacemos es poner en ridículo a Dios, a Jesús y al Evangelio, aparte de que nosotros mismos hacemos el ridículo ante el mundo. Pablo exhorta a un gran esfuerzo conjunto por la unidad, a la armonía y, sobre todo, a la fidelidad al único Señor y Padre de todos, que en Jesús nos ha hecho a todos hermanos.

El evangelio, por su parte, insiste en el mismo tema de la unidad. Hoy, quizás más que entonces, en un mundo dividido por el odio, las guerras, la injusticia, la desconfianza de unos por otros, Jesús nos pone como modelo de unidad aquélla que existe entre él y su Padre. Ese modelo de unidad lo tiene que hacer posible la comunidad de discípulos; no simplemente predicarla, sino, sobre todo, realizarla

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MensajePublicado: Jue May 24, 2007 12:09 pm    Asunto:
Tema: Comentario al Evangelio de Hoy
Responder citando


Día litúrgico: Jueves VII de Pascua
Hch 22,30-23,6-11: Tienes que dar testimonio en Roma
Salmo responsorial: 15: Protégeme, Dios mío, que me refugio en ti
Texto del Evangelio (Jn 17,20-26):
En aquel tiempo, Jesús, alzando los ojos al cielo, dijo: «Padre santo, no ruego sólo por éstos, sino también por aquellos que, por medio de su palabra, creerán en mí, para que todos sean uno. Como tú, Padre, en mí y yo en ti, que ellos también sean uno en nosotros, para que el mundo crea que tú me has enviado. Yo les he dado la gloria que tú me diste, para que sean uno como nosotros somos uno: yo en ellos y tú en mí, para que sean perfectamente uno, y el mundo conozca que tú me has enviado y que los has amado a ellos como me has amado a mí. Padre, los que tú me has dado, quiero que donde yo esté estén también conmigo, para que contemplen mi gloria, la que me has dado, porque me has amado antes de la creación del mundo. Padre justo, el mundo no te ha conocido, pero yo te he conocido y éstos han conocido que tú me has enviado. Yo les he dado a conocer tu Nombre y se lo seguiré dando a conocer, para que el amor con que tú me has amado esté en ellos y yo en ellos».
Cita:
Comentario: P. Joaquim Petit i Llimona LC (Barcelona, España) «Padre santo, no ruego sólo por éstos, sino también por aquellos que creerán en mí»

Hoy, encontramos en el Evangelio un sólido fundamento para la confianza: «Padre santo, no ruego sólo por éstos, sino también por aquellos que (...) creerán en mí...» (Jn 17,20). Es el Corazón de Jesús que, en la intimidad con los suyos, les abre los tesoros inagotables de su Amor. Quiere afianzar sus corazones apesadumbrados por el aire de despedida que tienen las palabras y gestos del Maestro durante la Última Cena. Es la oración indefectible de Jesús que sube al Padre pidiendo por ellos. ¡Cuánta seguridad y fortaleza encontrarán después en esta oración a lo largo de su misión apostólica! En medio de todas las dificultades y peligros que tuvieron que afrontar, esa oración les acompañará y será la fuente en la que encontrarán la fuerza y arrojo para dar testimonio de su fe con la entrega de la propia vida.

La contemplación de esta realidad, de esa oración de Jesús por los suyos, tiene que llegar también a nuestras vidas: «No ruego sólo por éstos, sino también por aquellos que (...) creerán en mí...». Esas palabras atraviesan los siglos y llegan, con la misma intensidad con que fueron pronunciadas, hasta el corazón de todos y cada uno de los creyentes.

En el recuerdo fresco de la última visita de Juan Pablo II a España, encontramos en las palabras del Papa el eco de esa oración de Jesús por los suyos: «Con mis brazos abiertos os llevo a todos en mi corazón -dijo el Pontífice ante más de un millón de personas-. El recuerdo de estos días se hará oración pidiendo para vosotros la paz en fraterna convivencia, alentados por la esperanza cristiana que no defrauda». Y ya no tan cercano, otro papa hacía una exhortación que nos llega al corazón después de muchos siglos: «No hay ningún enfermo a quien le sea negada la victoria de la cruz, ni hay nadie a quien no le ayude la oración de Cristo. Ya que si ésta fue de provecho para los que se ensañaron con Él, ¿cuánto más lo será para los que se convierten a Él?» (San León Magno).

Cita:
Colaboración Servicio Bíblico Latinoamericano. Jn 17,20-26: Que sean completamente unoLa idea central del evangelio que se nos ofrece hoy vuelve a ser la unidad. Jesús, siempre en el admirable discurso de despedida que nos ha hecho llegar Juan, ruega al Padre por sus discípulos, para que se mantengan en la fe y en la unidad; pero ruega además por quienes llegarán también al conocimiento de la fe por la predicación de los mismos discípulos. El paradigma de la unidad a la que aspira Jesús para los creyentes es la misma unidad que existe entre él y su Padre: “como tú y yo somos uno”. Ahora bien, esta unidad está basada en la comunión de proyectos, de ideales. Jesús hace girar toda su vida en torno a una única preocupación: transparentar ante el mundo el querer y la voluntad de Dios; poner al alcance de todos el plan divino hacia la humanidad, el cual es y será siempre la vida. Con toda razón se puede afirmar que Jesús es el sacramento –el signo, la señal- del Padre: “quien me ha visto a mí, ha visto al Padre” (Jn 14,9). Y ésa tiene que ser también la preocupación de los discípulos y de todo aquél que llegue al conocimiento de Jesús muerto y resucitado: transparentar en sus obras y en sus palabras el amor gratuito del Padre, que en Jesús se ha manifestado y donado a todos tal cual es.

Paz y bien.
«Padre santo, no ruego sólo por éstos, sino también por aquellos que, por medio de su palabra, creerán en mí, para que todos sean uno.
Es hermoso leer que Jesús ya nos tenía en mente a todos aquellos que creeríamos en El, a pesar del tiempo porque Dios nos conoce desde antes del principio de los tiempos. Es hermoso verlo orar por nosotros, aún en los momentos en que se disponía a su pasión, consolando a sus discípulos, diciéndoles que no los dejará:
Cita:
Yo les he dado a conocer tu Nombre y se lo seguiré dando a conocer, para que el amor con que tú me has amado esté en ellos y yo en ellos».
Y se los seguiré dando a conocer. O sea que El sigue con nosotros, El vive con el mismo amor y está con nosotros y nosotros en El.
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MensajePublicado: Vie May 25, 2007 1:36 pm    Asunto:
Tema: Comentario al Evangelio de Hoy
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Día litúrgico: Viernes VII de Pascua
Hch 25,13b-21: Un difunto llamado Jesús, que Pablo sostiene que está vivo
Salmo responsorial 102: El Señor puso en el cielo su trono
Texto del Evangelio (Jn 21,15-19):
Habiéndose aparecido Jesús a sus discípulos y comiendo con ellos, dice Jesús a Simón Pedro: «Simón de Juan, ¿me amas más que éstos?» Le dice él: «Sí, Señor, tú sabes que te quiero». Le dice Jesús: «Apacienta mis corderos». Vuelve a decirle por segunda vez: «Simón de Juan, ¿me amas?». Le dice él: «Sí, Señor, tú sabes que te quiero». Le dice Jesús: «Apacienta mis ovejas». Le dice por tercera vez: «Simón de Juan, ¿me quieres?». Se entristeció Pedro de que le preguntase por tercera vez: «¿Me quieres?» y le dijo: «Señor, tú lo sabes todo; tú sabes que te quiero». Le dice Jesús: «Apacienta mis ovejas. En verdad, en verdad te digo: cuando eras joven, tú mismo te ceñías, e ibas a donde querías; pero cuando llegues a viejo, extenderás tus manos y otro te ceñirá y te llevará a donde tú no quieras». Con esto indicaba la clase de muerte con que iba a glorificar a Dios. Dicho esto, añadió: «Sígueme».
Cita:
Comentario: Rev. D. Joaquim Monrós i Guitart (Tarragona, España) «‘Señor, tú lo sabes todo; tú sabes que te quiero’. Le dice Jesús: ‘Apacienta mis ovejas’»

Hoy hemos de agradecer a san Juan que nos deje constancia de la íntima conversación entre Jesús y Pedro: «‘Simón de Juan, ¿me amas más que éstos?’ Le dice él: ‘Sí, Señor, tú sabes que te quiero’. Le dice Jesús: ‘Apacienta mis corderos’» (Jn 21,15). —Desde los más pequeños, recién nacidos a la Vida de la Gracia... has de tener cuidado, como si fueras Yo mismo... Cuando por segunda vez... «le dice Jesús: ‘Apacienta mis ovejas’», Él le está diciendo a Simón Pedro: —A todos los que me sigan, tú los has de presidir en mi Amor, debes procurar que tengan la caridad ordenada. Así, todos conocerán por ti que me siguen a Mí; que mi voluntad es que pases por delante siempre, administrando los méritos que —para cada uno— Yo he ganado.

«Se entristeció Pedro de que le preguntase por tercera vez: ‘¿Me quieres?’ y le dijo: ‘Señor, tú lo sabes todo; tú sabes que te quiero’» (Jn 21,17). Le hace rectificar su triple negación y, solamente recordarla, le entristece. —Te amo totalmente, aunque te he negado..., ya sabes cómo he llorado mi traición, ya sabes cómo he encontrado consuelo solamente estando con tu Madre y con los hermanos.

Encontramos consuelo al recordar que el Señor estableció el poder de borrar el pecado que separa, mucho o poco, de su Amor y del amor a los hermanos. —Encuentro consuelo al admitir la verdad de mi alejamiento respecto de Ti y al sentir de tus labios sacerdotales el «Yo te absuelvo» “a modo de juicio”.

Encontramos consuelo en este poder de las llaves que Jesucristo otorga a todos sus sacerdotes-ministros, para volver a abrir las puertas de su amistad. —Señor, veo que un desamor se arregla con un acto de amor inmenso. Todo ello, nos conduce a valorar la joya inmensa del sacramento del perdón para confesar nuestros pecados, que realmente son “des-amor”.

Cita:
Colaboración Servicio Bíblico Latinoamericano- Apacienta mis corderos, apacienta mis ovejas

Jesús pregunta tres veces a Pedro sobre su amor. Si el Señor repite por segunda y tercera vez su pregunta, es porque quizás no ve en su discípulo la convicción y decisión de seguir sus huellas. Tal vez Pedro responde la primera vez con un “sí” poco convincente; sin tener claridad suficiente sobre las exigencias e implicaciones de amar de verdad a Jesús. Lo mismo revelan la segunda y la tercer respuesta. Pese a que Pedro dice “Sí, tú lo sabes...” Jesús quiere que lo haga con la mano en el corazón, esto es, dándose cuenta de la contradicción en que está viviendo en ese momento: después de los acontecimientos de Jerusalén, Pedro y sus compañeros se hallan de nuevo dedicados a la pesca y sus demás actividades del pasado, junto al lago, el punto mismo de inicio donde Jesús los había encontrado al comenzar su vida pública. Ahora hacen lo mismo que al comienzo, quizás incluso sin el éxito de antes. Al inicio de este capítulo nos cuenta el evangelio que habían pescado toda la noche sin obtener nada (21,1-3); ahora, después de la pesca fastuosa que les ha regalado del Señor, viene la triple pregunta de Jesús. Pedro responde también con un triple sí, pero su decisión será totalmente descomprometida mientras no acepte la consecuencia de su amor: cumplir la misión que el Maestro le confía. La triple pregunta es una forma de inducir a Pedro/comunidad al compromiso.

Paz y bien.(Comentario de Laura Aguilar Ramírez)
Pedro para mí, de todos los discípulos es el más controvertido. El que se muestra más humano y al mismo tiempo, más dispuesto a seguirlo. El discípulo que aún fallando, siempre está con Jesús. "Ordéname que vaya a Tí y lo haré" y Jesús lo hace y Pedro camina sobre el agua por unos momentos, cae porque deja de ver a Jesús, pero caminó como El. Pedro, el mismo que dijo: "Adonde iremos si tú tienes palabra de vida eterna", cuando lo abandonaron muchos discípulos y el mismo que lo negó 3 veces y Jesús lo sabía porque conocía su corazón. Y a ése mismo Pedro, Jesús le confió a sus ovejas porque El mismo le había dicho: "sobre ésta piedra edificaré mi iglesiä"". Sobre el discípulo que lo sigue, que duda, pero que lo sigue, que se arrepiente y lo sigue. El mismo que no sabiendo qué hacer cuando piensan que Jesús está muerto los mantiene unidos, tristes pero unidos. Sigueme le dice después de preguntarle 3 veces si lo amaba como 3 veces lo negó. Pedro debió sentirse muy triste ante el recordatorio, pero feliz cuando le dice: "Sígueme" (el "te perdono" tan ansiado) Y lo siguió a pesar de saber lo que le esperaba y que Jesús mismo le anunció.
Recuerdo en éste momento que los comentarios que yo hago, son sólo la forma en que yo veo las cosas, lo que a mí me dice la palabra. Es por éso que pongo el comentario de 2 o 3 sacerdotes. El comentario que yo hago, es mi manera de ir conociendo a Jesús através de su evangelio, un Jesús que desconocía y que cada día me atrae más. Es el comentario de alguien en busca de El y que lo está encontrando cada vez más.
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MensajePublicado: Sab May 26, 2007 12:30 pm    Asunto:
Tema: Comentario al Evangelio de Hoy
Responder citando


Día litúrgico: Sábado VII de Pascua
Hch 28,16-20.30-3: Pablo permaneció dos años en Roma proclamando el Reino
Salmo responsorial 10: Los buenos verán tu rostro, Señor.
Texto del Evangelio (Jn 21,20-25):
En aquel tiempo, volviéndose Pedro vio que le seguía aquel discípulo a quién Jesús amaba, que además durante la cena se había recostado en su pecho y le había dicho: «Señor, ¿quién es el que te va a entregar?». Viéndole Pedro, dice a Jesús: «Señor, y éste, ¿qué?». Jesús le respondió: «Si quiero que se quede hasta que yo venga, ¿qué te importa? Tú, sígueme». Corrió, pues, entre los hermanos la voz de que este discípulo no moriría. Pero Jesús no había dicho a Pedro: «No morirá», sino: «Si quiero que se quede hasta que yo venga».

Éste es el discípulo que da testimonio de estas cosas y que las ha escrito, y nosotros sabemos que su testimonio es verdadero. Hay además otras muchas cosas que hizo Jesús. Si se escribieran una por una, pienso que ni todo el mundo bastaría para contener los libros que se escribieran.

Cita:
Comentario: Rev. D. Fidel Catalan i Catalan (Terrassa-Barcelona, España) «Lo ha escrito y nosotros sabemos que su testimonio es verdadero»

Hoy leemos el final del Evangelio de san Juan. Se trata propiamente del final del apéndice que la comunidad joánica añadió al texto original. En este caso es un fragmento voluntariamente significativo. El Señor Resucitado se aparece a sus discípulos y los renueva en su seguimiento, particularmente a Pedro. Acto seguido se sitúa el texto que hoy proclamamos en la liturgia.

La figura del discípulo amado es central en este fragmento y aun en todo el Evangelio de san Juan. Puede referirse a una persona concreta —el discípulo Juan— o bien puede ser la figura tras la cual puede situarse todo discípulo amado por el Maestro. Sea cual sea su significación, el texto ayuda a dar un elemento de continuidad a la experiencia de los Apóstoles. El Señor Resucitado asegura su presencia en aquellos que quieran ser seguidores.

«Si quiero que se quede hasta que yo venga» (Jn 21,22) puede indicar más esta continuidad que un elemento cronológico en el espacio y el tiempo. El discípulo amado se convierte en testigo de todo ello en la medida en que es consciente de que el Señor permanece con él en toda ocasión. Ésta es la razón por la que puede escribir y su palabra es verdadera, porque glosa con su pluma la experiencia continuada de aquellos que viven su misión en medio del mundo, experimentando la presencia de Jesucristo. Cada uno de nosotros puede ser el discípulo amado en la medida en que nos dejemos guiar por el Espíritu Santo, que nos ayuda a descubrir esta presencia.

Este texto nos prepara ya para celebrar mañana domingo la Solemnidad de Pentecostés, el Don del Espíritu: «Y el Paráclito vino del cielo: el custodio y santificador de la Iglesia, el administrador de las almas, el piloto de quienes naufragan, el faro de los errantes, el árbitro de quienes luchan y quien corona a los vencedores» (San Cirilo de Jerusalén).

Cita:
P. José-Fernando Rey Ballesteros. ¿A TI QUÉ?

Una manía mundial es compararse con otros. Parece que de vez en cuando no nos gusta cómo somos y queremos ser como otros. Y mucho más triste, miramos con lupa cómo se trata a los otros para que nos traten a nosotros igual (siempre que sea bueno, nadie quiere que le traten como a un bobo por a ver visto a otro que le toman el pelo). La madre quiere que su hijo sea de otra manera, el estudiante ir a otra escuela, el cura cambiar de parroquia, la monja que cambie la superiora,… Así somos y creo que todos tenemos épocas en que cambiaríamos un montón de cosas.

“Pedro dice a Jesús: - «Señor, y éste ¿qué?» Jesús le contesta: - «Si quiero que se quede hasta que yo venga, ¿a ti qué? Tú sígueme.»” Tal vez Pedro y el resto de los discípulos habían asumido que San Juan, el más joven y el que no había abandonado a Cristo en la Pasión, sería el preferido del Señor y, por lo tanto, le haría cabeza del grupo. Ya habían dado respuesta a sus discusiones tan frecuentes sobre quién sería el jefe del grupo. Pedro, que se moriría de vergüenza recordando sus negaciones, no se sentiría preparado para tal cargo (siempre se lo podría echar en cara los demás). Pero no se daban cuenta que, al igual que cuando Jesús caminaba con ellos por los caminos, la Iglesia es y será lo que Dios quiera. Hay muchos aficionados (tengo que reconocer que a mi cada día me llama menos la atención), a decidir cómo tiene que ser la Iglesia. Ahora algunos critican al Papa y están esperando que le de un mal para ponerse a vocear qué tipo de Papa le hace falta a la Iglesia. Pero el Señor elige a quien quiera y ¿a ti qué?. ¿qué no te gusta el Papa, tu Obispo, tu parroquia, tu marido, tus hijos, tu barrio, tu comunidad, tu coche? Desde luego no vas a arreglarlo criticándolo. Cada día me convenzo más que seré feliz donde el Señor quiere que esté, aunque lo pase mal. Algunos me dirán (en mi caso): “Pero allí no te ha enviado Dios, te ha enviado tu Obispo.” El día que se me aparezca San Pancracio para decirme mi destino pastoral, me iré al psiquiatra. Y si creo que el Obispo se equivoca ¿a mi qué?, ya me dará el Señor la Gracia suficiente para estar donde estoy.

Dicen las noticias que España es el país donde más ha crecido el número de divorcios. Uno cada cuatro minutos. Estoy convencido que muchos de ellos son remediables, pero se mete la serpiente de las comparaciones entre unos matrimonios y otros. “Pilita se ha separado y dice que ahora es mucho más feliz” (nos cuesta tanto reconocer los errores). “La mujer de Pancho es mucho más simpática que la mía” (porque no la has visto cuando se queda a solas con el pobre Pancho). Etc. , etc. En el fondo ponemos la felicidad en no ser quienes somos, queremos ser otros, y saltaremos de desgracia en desgracia a lo largo de los años.

“(Pablo estaba en Roma) predicándoles el reino de Dios y enseñando lo que se refiere al Señor Jesucristo con toda libertad, sin estorbos.” Eso de “sin estorbos” parece mucho decir para alguien que esperaba ser juzgado, podía tener circunstancias mejores. Pero San Pablo sabía que lo que Dios quería era que anunciase el reino de Dios allí donde estuviese, en la cárcel o en Las Vegas. Ya esta tarde celebraremos Pentecostés, abrámosles completamente toda nuestra vida para que haga de nosotros lo que quiera Él, no lo queramos nosotros. Y si a otro le encarga otra cosa para la que nos creemos más capacitados ¿a ti qué?. Dios dará a cada uno la gracia suficiente para actuar por su medio, y eso es lo único que importa.

La Virgen nunca se comparó con nadie, ni presumió de nada. Ella sabía lo que el Espíritu Santo le había encargado y lo hizo con fidelidad. No quiso ser Juan, ni Pedro, ni la Duquesa de Alba. Simplemente hizo lo que Dios en cada momento le pedía y es la más dichosa de las mujeres.

Cita:
Colaboración del Servicio Bíblico Latinoamericano
Jn 21,20-25: Este es el discípulo que aquí da testimonio

La respuesta de Jesús a Pedro sobre el destino de Juan es realmente sabia: no se lo revela. Pedro queda así abierto al amor, al servicio y la ayuda a ése y todos sus hermanos, sin saber el camino que tomará la historia. Es que determinar el futuro puede enfriar o destruir el amor. Es mejor que éste permanezca vivo en medio de la incertidumbre. Esta compromete más la libertad, da mayores posibilidades a la gracia y abre siempre nuevos caminos al amor. Y es también para el cristiano un camino a la confianza absoluta en el amor providente del Señor. “¿Qué sabes tú lo que él nos tiene preparado”?, pero confiamos plenamente en él.

Es perjudicial, en cambio, apoyarse en premoniciones del futuro. Quienes lo hacen creen que saber lo que nos espera da seguridad y tranquilidad. Pero tener el futuro aferrado en la mente provoca en realidad un daño. Porque la libertad del ser humano, ¿qué papel juega entonces? Y la gracia de Dios, ¿no nos podrá dar, acaso, algunas sorpresas? Apoyarse en supuestas lecturas del futuro puede llevar a la pasividad interior frente a una historia que, por parecer establecida, aparece también como incambiable. Buscar los anuncios del futuro puede pervertir la espiritualidad, deformar la libertad del ser humano, desfigurar la imagen del Dios Señor de la historia, y matar las energías interiores destinadas a construir nuevas propuestas de una sociedad más justa. Sin embargo, no son escasos los cristianos que caen en tal inconsecuencia.

Paz y bien. (Comentario de Laura Aguilar Ramírez.
¿Y a tí qué? En nuestros días, el contestar ésto a alguien puede ser tomado como grosería, incluso crear dificultades porque estamos tan acostumbrados a seguir reglar de urbanidad que son importantes, pero es más importante la verdad y Jesús es verdad.
Jesús aquí me dice no que no debo ocuparme de los demás como podría pensarse, sino que El sabe lo que hace con cada uno de nosotros, puesto que El nos conoce mejor que nadie. Sigueme, me dice Jesús. Si El quiere hablarle y decirle a otro que lo siga, lo hará directamente a él, no me va a andar diciendo a mí lo que es para otro.
Esto creo es algo que difícilmente se entiende en el mundo en que vivimos, en que o no nos interesa lo que le suceda a los otros o nos metemos en sus vidas queriendo imponerles nuestra forma de pensar, en lo cual estamos mal en ambas formas de comportarnos con los demás.
La misión que yo tengo es anunciar la buena nueva, y rogar a Dios que caiga en terreno fértil, El se encargará de llamar a quien El desee.
¿cómo? por medio de su Espíritu Santo, no con los medios que uno quiere muchas veces imponer. "Haz lo que debes y el resultado depende de Dios"
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MensajePublicado: Dom May 27, 2007 1:33 pm    Asunto:
Tema: Comentario al Evangelio de Hoy
Responder citando


Día litúrgico: Pentecostés (Misa del día)
Hch 2,1-11: Se llenaron todos de Espíritu Santo y empezaron a hablar
Salmo responsorial 103: Envía tu Espíritu, Señor, y repuebla la faz de la tierra
1Co 12,3b-7.12-13: Bautizados en un mismo Espíritu, para formar un solo cuerpo
Texto del Evangelio (Jn 20,19-23):
Al atardecer de aquel día, el primero de la semana, estando cerradas, por miedo a los judíos, las puertas del lugar donde se encontraban los discípulos, se presentó Jesús en medio de ellos y les dijo: «La paz con vosotros». Dicho esto, les mostró las manos y el costado. Los discípulos se alegraron de ver al Señor. Jesús les dijo otra vez: «La paz con vosotros. Como el Padre me envió, también yo os envío». Dicho esto, sopló sobre ellos y les dijo: «Recibid el Espíritu Santo. A quienes perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos».

Cita:
Comentario: Mons. Josep Àngel Saiz i Meneses, Obispo de Terrassa (Barcelona, España) «Recibid el Espíritu Santo»

Hoy, en el día de Pentecostés se realiza el cumplimiento de la promesa que Cristo había hecho a los Apóstoles. En la tarde del día de Pascua sopló sobre ellos y les dijo: «Recibid el Espíritu Santo» (Jn 20,22). La venida del Espíritu Santo el día de Pentecostés renueva y lleva a plenitud ese don de un modo solemne y con manifestaciones externas. Así culmina el misterio pascual.

El Espíritu que Jesús comunica crea en el discípulo una nueva condición humana y produce unidad. Cuando el orgullo del hombre le lleva a desafiar a Dios construyendo la torre de Babel, Dios confunde sus lenguas y no pueden entenderse. En Pentecostés sucede lo contrario: por gracia del Espíritu Santo, los Apóstoles son entendidos por gentes de las más diversas procedencias y lenguas.

El Espíritu Santo es el Maestro interior que guía al discípulo hacia la verdad, que le mueve a obrar el bien, que lo consuela en el dolor, que lo transforma interiormente, dándole una fuerza, una capacidad nuevas.

El primer día de Pentecostés de la era cristiana, los Apóstoles estaban reunidos en compañía de María, y estaban en oración. El recogimiento, la actitud orante es imprescindible para recibir el Espíritu. «De repente, un ruido del cielo, como de un viento recio, resonó en toda la casa donde se encontraban. Vieron aparecer unas lenguas, como llamaradas, que se repartían, posándose encima de cada uno» (Hch 2,2-3).

Todos quedaron llenos del Espíritu Santo, y se pusieron a predicar valientemente. Aquellos hombres atemorizados habían sido transformados en valientes predicadores que no temían la cárcel, ni la tortura, ni el martirio. No es extraño; la fuerza del Espíritu estaba en ellos.

El Espíritu Santo, Tercera Persona de la Santísima Trinidad, es el alma de mi alma, la vida de mi vida, el ser de mi ser; es mi santificador, el huésped de mi interior más profundo. Para llegar a la madurez en la vida de fe es preciso que la relación con Él sea cada vez más consciente, más personal. En esta celebración de Pentecostés abramos las puertas de nuestro interior de par en par.

Cita:
P. José-Fernando Rey Ballesteros. ¿QUÉ FUE DE AQUELLA HOGUERA?

Hace cincuenta días, mi parroquia se llenó de luz. Primero fue una hoguera, un tímido fuego hecho que recibió la solemne bendición del sacerdote. De aquellas llamas tomó su luz el cirio pascual, símbolo de Cristo resucitado. E, instantes más tarde, cada uno de quienes allí estábamos prendimos nuestras candelas en la luz de aquel cirio...

Éramos muchos, más que ningún otro año, y parecía que la noche se iluminaba. Pero entramos procesionalmente en el templo, y, mientras aquella hoguera primera, abandonada en la puerta, se extinguía, la iglesia se llenó de luz... "Luz de Cristo" - cantaba yo-, y el pueblo respondía, haciendo estremecer con su voz las paredes del templo: "demos gracias a Dios". Aún brillaban las candelas, y cantaba yo el pregón: "alégrese también nuestra madre la Iglesia, revestida de luz tan brillante"... Y, aunque estaba por reventar de alegría, no podía yo evitar mirar hacia la puerta, y adivinar aquella hoguera primera, aquel fuego solitario, que ya no ardía... "Los ángeles -pensaba, mientras intentaba no perder las notas del pregón- nos estarán mirando desde el cielo. Y, desde el cielo, verán, en medio la noche, tantas lumbreras como iglesias... Mientras el resto del mundo está a oscuras." Perdido en estos pensamientos, mientras luchaba por no errar las notas, se me ocurrió que aquella ceremonia alcanzaría su punto culminante en el "podéis ir en paz, aleluya, aleluya" con que sería coronada, ya entrada la madrugada. Pensé que, entonces, todas aquellas candelas saldrían encendidas a llenar el mundo, a incendiarlo en una llama de Amor, y no echaría yo de menos la pequeña hoguera. "Te rogamos, Señor, que este cirio, arda sin apagarse..."

Pero, al día siguiente, leí la prensa, y estaba en tinieblas. Encendí el televisor, y sólo vi oscuridad. Salí a la calle, y era como si Cristo siguiera muerto. Dentro de mi parroquia, la luz casi reventaba: más de ochenta niños comulgaron por vez primera, y en sus rostros la alegría hablaba sólo de Dios. Pero, después, veía yo aquellos restaurantes donde celebraban los padres la comunión de sus hijos... Y ya no distinguí la luz. Volví a mi parroquia, y una vela seguía ardiendo ante el Santísimo; muchas personas escuchaban la Palabra y se llenaban de claridad... "Hay luz" -pensé-, "pero está toda aquí dentro"... Se deslizó en mi mente la palabra "cenáculo", y pensé: "Pentecostés".

"En Pentecostés se romperán las puertas del cenáculo, y los apóstoles, hasta entonces temerosos, saldrán a la calle llenando el mundo con el nombre de Jesús".

Es Pentecostés. Unidos a María, como ellos, esperamos la venida del Paráclito. Y, este año, no le pediré que venga a llenarnos de luz, porque luz hay. Le pediré que venga con un hacha, que rompa las puertas del cenáculo, y que mañana, al leer la prensa, me embriague de luz; al ir a la compra, me deslumbre Cristo; al encender el televisor, se ilumine mi casa. Le pediré cristianos valientes, locos de Amor, que no tengan sino un único deseo: que Cristo sea amado en todos los corazones. ¡Ven, Espíritu Santo!

Paz y bien. (Comentario de Laura Aguilar Ramírez)
El Espíritu Santo. En éste día celebramos el que Jesús cumpliendo su palabra infundiera sobre sus discípulos su espíritu soplando sobre ellos, en la lectura de hoy menciona que lenguas de fuego descendieron sobre los discípulos. Esto tal vez no pueda ser entendido o tal vez nos imaginemos la escena como en las películas, viéndolo tan alejados como vemos la película, se acaba la película, un comentario y "a otra cosa, mariposa" y no. El Espíritu Santo es flama interior que no se apaga, que al igual que un incendio forestal necesita de combustible para arder, el espíritu santo necesita de oración, de comunicarlo a otros. El Espíritu Santo es algo que no se puede explicar, "se siente". Jesús el día de Pentecostés les dijo:"Recibidlo". Y lo recibieron.
Al bautizarnos nos "sopla" Jesús su espíritu, pero tenemos que recibirlo, estar dispuestos a recibirlo. No quedarnos como cuando vemos la película. Y entonces, sólo entonces, realmente lo sentiremos dentro de nosotros.
♪♪"El Espíritu de Dios se mueve, se mueve.
El Espíritu de Dios se mueve, se mueve
dentro de tu corazón.
Hermano, deja que se mueva, se mueva" ♪♪

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MensajePublicado: Lun May 28, 2007 12:43 pm    Asunto:
Tema: Comentario al Evangelio de Hoy
Responder citando


Día litúrgico: Lunes VIII del tiempo ordinario
Eclo 17, 24-26.29: Apártate de la injusticia y odia virilmente la maldad
Salmo responsorial 31: Alegraos, justos, y gozad con el Señor
Texto del Evangelio (Mc 10,17-27):
Un día que Jesús se ponía ya en camino, uno corrió a su encuentro y arrodillándose ante Él, le preguntó: «Maestro bueno, ¿qué he de hacer para tener en herencia la vida eterna?». Jesús le dijo: «¿Por qué me llamas bueno? Nadie es bueno sino sólo Dios. Ya sabes los mandamientos: No mates, no cometas adulterio, no robes, no levantes falso testimonio, no seas injusto, honra a tu padre y a tu madre». Él, entonces, le dijo: «Maestro, todo eso lo he guardado desde mi juventud». Jesús, fijando en él su mirada, le amó y le dijo: «Una cosa te falta: anda, cuanto tienes véndelo y dáselo a los pobres y tendrás un tesoro en el cielo; luego, ven y sígueme». Pero él, abatido por estas palabras, se marchó entristecido, porque tenía muchos bienes.
Jesús, mirando a su alrededor, dice a sus discípulos: «¡Qué difícil es que los que tienen riquezas entren en el Reino de Dios!». Los discípulos quedaron sorprendidos al oírle estas palabras. Mas Jesús, tomando de nuevo la palabra, les dijo: «¡Hijos, qué difícil es entrar en el Reino de Dios! Es más fácil que un camello pase por el ojo de la aguja, que el que un rico entre en el Reino de Dios». Pero ellos se asombraban aún más y se decían unos a otros: «Y ¿quién se podrá salvar?». Jesús, mirándolos fijamente, dice: «Para los hombres, imposible; pero no para Dios, porque todo es posible para Dios».


Cita:
Comentario: P. Joaquim Petit i Llimona, LC (Barcelona, España)
«Anda, cuanto tienes véndelo y dáselo a los pobres; luego ven y sígueme»


Hoy, la liturgia nos presenta un evangelio ante el cual es difícil permanecer indiferente si se afronta con sinceridad de corazón.

Nadie puede dudar de las buenas intenciones de aquel joven que se acercó a Jesucristo para hacerle una pregunta: «Maestro bueno: ¿qué he de hacer para tener en herencia la vida eterna?» (Mc 10,17). Por lo que nos refiere san Marcos, está claro que en ese corazón había necesidad de algo más, pues es fácil suponer que —como buen israelita— conocía muy bien lo que la Ley decía al respecto, pero en su interior había una inquietud, una necesidad de ir más allá y, por eso, interpela a Jesús.

En nuestra vida cristiana tenemos que aprender a superar esa visión que reduce la fe a una cuestión de mero cumplimiento. Nuestra fe es mucho más. Es una adhesión de corazón a Alguien, que es Dios. Cuando ponemos el corazón en algo, ponemos también la vida y, en el caso de la fe, superamos entonces el conformismo que parece hoy atenazar la existencia de tantos creyentes. Quien ama no se conforma con dar cualquier cosa. Quien ama busca una relación personal, cercana, aprovecha los detalles y sabe descubrir en todo una ocasión para crecer en el amor. Quien ama se da.

En realidad, la respuesta de Jesús a la pregunta del joven es una puerta abierta a esa donación total por amor: «Anda, vende lo que tienes, dale el dinero a los pobres, y luego sígueme» (Mc 10,21). No es un dejar porque sí; es un dejar que es darse y es un darse que es expresión genuina del amor. Abramos, pues, nuestro corazón a ese amor-donación. Vivamos nuestra relación con Dios en esa clave. Orar, servir, trabajar, superarse, sacrificarse... todo son caminos de donación y, por tanto, caminos de amor. Que el Señor encuentre en nosotros no sólo un corazón sincero, sino también un corazón generoso y abierto a las exigencias del amor. Porque —en palabras de Juan Pablo II— «el amor que viene de Dios, amor tierno y esponsal, es fuente de exigencias profundas y radicales».

Cita:
P. José-Fernando Rey Ballesteros. LA VIDA ETERNA NO SE COMPRA

La lectura del episodio del joven rico nos deja un sabor agridulce. Es una de esas escenas del evangelio que, de alguna manera. Acaba mal. Y no por culpa de Dios sino nuestra. Jesús le recuerda al joven que debe tomar una decisión, aquella por la que va a confirmar verdaderamente lo que quiere, y el hombre prefiere irse triste.

Al repasar toda la escena quedamos aún más sorprendidos si cabe. Porque aquel hombre había guardado todos los mandamientos desde joven. Era fiel y piadoso. Una de esas personas a las que vale la pena envidiar por la coherencia de su vida. Aún más, si se acerca a Jesús es porque verdaderamente espera alcanzar la vida eterna. Lo que pasa es que él ya la ha tasado de antemano. Unilateralmente ha decidido que sus buenas obras son suficientes para conseguir el cielo. En esa perspectiva la pregunta que planeta es meramente retórica. Pregunta “¿qué he de hacer?” y espera que le digan, “ya has hecho bastante”. Pero Jesús no actúa de esa manera sino que le responde en dos tiempos. Por una parte lo hace ara resaltar el camino que el joven ha recorrido. Deja constancia de la lucha que ha sostenido a favor del bien y no le resta mérito alguno. Pero, el Señor añade otra condición, que es donde se resuelve todo.

Al pedirle que renuncie a sus riquezas Jesús está preguntándole en cuánto valora la vida eterna. El joven ha preguntado “¿Qué haré para heredar la vida eterna?” Y Jesús le responde diciendo: “¿Qué estás tú dispuesto a hacer?” Y ahí es donde el joven es descubierto en su verdad.

A pesar de que el Señor le mira con cariño él prefiere irse con el ceño fruncido y pesaroso. ¡Si supiera que esa mirada de Jesús vale más que todo su obrar moral! ¡Si comprendiera que el amor que Jesús le tiene le basta y sobra para llegar al cielo! Sin embargo, se aleja de aquella mirada y vuelve a la contemplación de sus riquezas. Las prefiere a la vida eterna. Aquel joven no es capaz de ordenar los amores. Quiere tener a Dios sin abandonarse en Él. Quiere vivir eternamente sin dejar de pertenecer a los bienes de la tierra. Ha caminado mucho pero inútilmente. Porque de nada sirve hacerlo todo bien si uno no lo hace con Jesucristo. Es como pretender salvarse sin Él cuando es el único camino por el cual podemos acceder al Padre.

Nuestro amor se manifiesta en lo que estamos dispuestos a arriesgar. El Evangelio de hoy nos pone ante los ojos la vacuidad de algunos deseos nuestros. Por una parte decimos que queremos ser santos pero, después, en la decisión concreta, elegimos lo contrario. Queremos una santidad sin renuncias ni esfuerzos. Pensamos que el bien que hemos de hacer lo decidimos nosotros y que Dios ha de estar contento con lo que le presentamos. Terrible presunción la nuestra.

Jesús a aquel hombre, como a nosotros, le pidió una cosa simple: “sígueme”. Para ello primero has de desatarte de las riquezas que te atan, que en aquel caso eran dinero y en el nuestro puede ser cualquier otra cosa, pero después sígueme, le dice Jesús. En ese seguimiento habría experimentado, como les sucedió a los apóstoles y a tantos otros, que su vida cambiaba radicalmente y descubriría también que era capaz de obras mayores de las que había hecho hasta entonces. También se daría cuenta de que la vida eterna nos es regalada si de verdad la queremos

Paz y bien. (Comentario de Laura Aguilar Ramírez)
Cuando leí por primera vez éste texto, creí sinceramente que Jesús nos pedía vender todo hasta lo poco que tengo. Es lo que nos comentaba ayer el sacerdote y lo que nos explicaba el P. Rivero en el curso de biblia: la palabra de Dios escrita no puede tomarse tal cual lo está, debe ser interpretada con la sabiduría del Espíritu Santo que nos inspira para poder captar realmente el mensaje de Dios.
En éste caso del joven rico, podríamos pensar los que no lo somos:"todos los ricos no se van a salvar porque no venden todo lo que tienen ( o que nos lo repartan a los que no tenemos Laughing )" Es lo primero que a muchos se nos ocurriría pensar. Y Jesús no se refiere sólo a lo material, sino a todo lo que nos hace aferrarnos a la tierra. El captó que el joven estaba seguro de salvarse y preguntaba sólo para confirmarlo. Jesús vió sus ropas, sus pertenencias y se dió cuenta que ése era "su punto débil" y por éso le pidió se deshiciera de todo si realmente quería salvarse. No pudo hacerlo.
Asi yo, muchas veces me aferro no sólo a lo material sino a mis defectos, a mis manias y como nos dice Jesús cuando le preguntan sus discípulos"entonces ¿quién podrá salvarse? y responde:«Para los hombres, imposible; pero no para Dios, porque todo es posible para Dios». Muchos (y lo he visto en la iglesia cuando se lee éstos versículos se sonrien e incluso comentan: "los ricos no se van a salvar, yo sí porque soy pobre". Y es que no pedimos la luz del Espíritu Santo para entender realmente. Tanto ricos como pobres nos vamos a salvar si Dios así lo quiere.
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scarlett
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MensajePublicado: Mar May 29, 2007 12:33 pm    Asunto:
Tema: Comentario al Evangelio de Hoy
Responder citando


Día litúrgico: Martes VIII del tiempo ordinario
Texto del Evangelio (Mc 10,28-31): En aquel tiempo, Pedro se puso a decir a Jesús: «Ya lo ves, nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido». Jesús dijo: «Yo os aseguro: nadie que haya dejado casa, hermanos, hermanas, madre, padre, hijos o hacienda por mí y por el Evangelio, quedará sin recibir el ciento por uno: ahora en el presente, casas, hermanos, hermanas, madres, hijos y hacienda, con persecuciones; y en el mundo venidero, vida eterna. Pero muchos primeros serán últimos y los últimos, primeros».
Cita:
Comentario: Rev. D. Jordi Sotorra i Garriga (Sabadell-Barcelona, España) «Nadie que haya dejado casa por mí y por el Evangelio quedará sin recibir el ciento por uno y, en el mundo venidero, vida eterna»
Hoy, como aquel amo que iba cada mañana a la plaza a buscar trabajadores para su viña, el Señor busca discípulos, seguidores, amigos. Su llamada es universal. ¡Es una oferta fascinante! El Señor nos da confianza. Pero pone una condición para ser discípulos, condición que nos puede desanimar: hay que dejar «casa, hermanos, hermanas, madre, padre, hijos o hacienda por mí y por el Evangelio» (Mc 10,29).

¿No hay contrapartida? ¿No habrá recompensa? ¿Esto aportará algún beneficio? Pedro, en nombre de los Apóstoles, recuerda al Maestro: «Nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido» (Mc 10,2Cool, como queriendo decir: ¿qué sacaremos de todo eso?

La promesa del Señor es generosa: «El ciento por uno, ahora en el presente (...); y, en el mundo venidero, la vida eterna» (Mc 10,30). Él no se deja ganar en generosidad. Pero añade: «Con persecuciones». Jesús es realista y no quiere engañar. Ser discípulo suyo, si lo somos de verdad, nos traerá dificultades, problemas. Pero Jesús considera las persecuciones y las dificultades como un premio, ya que nos ayudan a crecer, si las sabemos aceptar y vivir como una ocasión de ganar en madurez y en responsabilidad. Todo aquello que es motivo de sacrificio nos asemeja a Jesucristo que nos salva por su muerte en Cruz.

Siempre estamos a tiempo para revisar nuestra vida y acercarnos más a Jesucristo. Estos tiempos i todo tiempo nos permiten —por medio de la oración y de los sacramentos— averiguar si entre los discípulos que Él busca estamos nosotros, y veremos también cuál ha de ser nuestra respuesta a esta llamada. Al lado de respuestas radicales (como la de los Apóstoles) hay otras. Para muchos, “dejar casa, hermanos y hermanas, padre o madre...” significará dejar todo aquello que nos impida vivir en profundidad la amistad con Jesucristo y, como consecuencia, serle sus testigos ante el mundo. Y esto es urgente, ¿no te parece?

Cita:
José-Fernando Rey Ballesteros.EL CIENTO POR UNO

Después del triste espectáculo que escuchábamos en el Evangelio de ayer, surge la pregunta de Pedro: “¿Qué nos darás a nosotros que lo hemos dejado todo para seguirte?”. Las interpretaciones sobre el texto son muy dispares y no todos coinciden en el significado del ciento por uno prometido por Jesús. Fijémonos además que en la promesa van incluidas las persecuciones. ¿Qué decir?

A mi parecer, en el seguimiento de Jesús, surge una pregunta sobre qué nos toca a nosotros. Aceptamos la renuncia, pero esperamos obtener algo a cambio. Eso es así porque nuestro corazón no deja de desear y todos aspiramos a la plenitud. Además tenemos la intuición de que, por estrecho que sea el camino de Jesús, no debe ser intransitable y, de alguna manera hemos de encontrarnos a gusto en él. La vida de los santos testifica este aserto. Por una parte llevan una vida sacrificada y, por otra, descubrimos en ellos una alegría que nos gustaría compartir. Parece que la respuesta del Señor va en esa dirección.

Seguir a Jesús significa elegirlo y, en lo concreto, conlleva abandonar muchas cosas. Hay quien deja esposa e hijos, quien se aparta de sus padres, quien declina privilegios y quien renuncia a diversiones o riquezas. Pero ello siempre sucede porque se elige a Jesucristo. Si se quitara ese amor a la persona de Jesucristo la renuncia sería dolorosa. Estando Él no se nos priva del esfuerzo que debe hacerse pero el corazón se inunda por la alegría de haber elegido lo mejor. Esa alegría se vive ya en este mundo. Es así porque la relación con toda la realidad material y con las demás personas viene mediada por nuestra relación con el Señor. Con Jesús mejora nuestra vivencia del estudio, del trabajo, de la amistad y de las relaciones familiares. Todo gana en intensidad y en sentido. Al mismo tiempo, todo es visto desde el Señor, de manera que aprendemos a querer las cosas en su verdadera bondad. Eso Jesucristo ya nos lo da en la tierra y es totalmente compatible con la privación y el sacrificio. Lo uno no niega lo otro.

Por eso es compatible, en el catolicismo, amar la belleza y organizar las mejores fiestas, con la austeridad. Ambos aspectos coexisten en la sociedad católica, porque Jesús nos enseña a querer de una manera nueva todo y a amarlo a Él por encima de cualquier otra cosa. Todo, por decirlo con san Agustín, queda ordenado. Hilaire Belloc decía: “Donde luce un sol católico hay alegría y buen vino”. Es decir, allí la vida es mejor comprendida y alcanza una intensidad desconocida en otras partes.

Esa alegría que ya experimentamos en este mundo se ve además animada por la promesa de la vida eterna. La una no es incompatible con la otra, bien al contrario. Empezamos a participar de aquella felicidad que Dios nos tiene reservada en el cielo. Para gustarla es preciso aprender a distinguir lo que nos satisface momentáneamente de aquello que verdaderamente llena nuestro corazón. Pedro, pues, pregunta sobre algo que ya está experimentando y Jesús lo reafirma. Porque Pedro y los demás apóstoles ya se están dando cuenta de que al dejarlo todo por seguir a Jesús están gozando de la vida de una manera totalmente nueva e insospechada. A nosotros nos sucede lo mismo. Lo notamos sobretodo en la tristeza que nos sobreviene cuando nos aferramos al uno por miedo a que no nos den el ciento.

Paz y bien. (Comentario de Laura Aguilar Ramírez. Scarlett)

Por increíble que parezca cuando leí por primera vez éstas palabras, creía como creo muchos, puesto que parece que algunos tomamos la biblia como una hoja de ruta en un rally y vamos marcando: ésto ya lo cumplí, aver ¿qué sigue?. Creí que éso era lo que tenía que hacer: por etapas, ahora me toca ser caritativo, ahora me toca dejar mi casa, mis bienes ( y realmente desee hacerlo). Creo que muchos leemos la biblia de ésta manera, y es la incorrecta.
Sólo cuando pedimos la inspiración del Espíritu Santo y dejamos que sea él el que nos instruya podemos encontrar el sentido: No nos dice Cristo que dejemos nuestras casas, nuestros padres, nuestros amigos, sino la dependencia a ellos, asi como dejar nuestros vicios para vivir plenamente con El. Esto conlleva dolor porque no siempre nos es fácil, pero también El promete que la ganancia es mucha y es cierto.
Algunas veces me da risa la actitud de algunas personas porque yo misma las he tenido. Cuando oyen "los últimos serán los primeros", se esperan por ejemplo en la fila de la comunión hasta el último, como si de ésa manera hicieran más méritos. Y no es así. Muchos de los que están al frente de muchas obras o puestos, serán últimos si no cumplen los mandatos de Jesús: Amar a Dios sobretodo, amarse los unos a los otros como El nos ha amado. Asi, muchos vivimos. Atados a las superticiones, atados a los rituales, atados a las palabras. Nos decía el sacerdote el domingo que a Cristo hay que vivirlo, que la Biblia es un libro sagrado, tan sagrado que no podemos andarlo llevando por todos lados como si fuera una revista cualquiera.
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scarlett
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MensajePublicado: Mie May 30, 2007 12:47 pm    Asunto:
Tema: Comentario al Evangelio de Hoy
Responder citando


Eclo 36,1.4.5.10-17: Apresura, Señor, el tiempo de tu visita
Salmo 78: Muéstranos, Señor la luz de tu misericordia.
Texto del Evangelio (Mc 10,32-45):
En aquel tiempo, los discípulos iban de camino subiendo a Jerusalén, y Jesús marchaba delante de ellos; ellos estaban sorprendidos y los que le seguían tenían miedo. Tomó otra vez a los Doce y comenzó a decirles lo que le iba a suceder: «Mirad que subimos a Jerusalén, y el Hijo del hombre será entregado a los sumos sacerdotes y a los escribas; le condenarán a muerte y le entregarán a los gentiles, y se burlarán de Él, le escupirán, le azotarán y le matarán, y a los tres días resucitará».

Se acercan a Él Santiago y Juan, los hijos de Zebedeo, y le dicen: «Maestro, queremos, nos concedas lo que te pidamos». Él les dijo: «¿Qué queréis que os conceda?». Ellos le respondieron: «Concédenos que nos sentemos en tu gloria, uno a tu derecha y otro a tu izquierda». Jesús les dijo: «No sabéis lo que pedís. ¿Podéis beber la copa que yo voy a beber, o ser bautizados con el bautismo con que yo voy a ser bautizado?». Ellos le dijeron: «Sí, podemos». Jesús les dijo: «La copa que yo voy a beber, sí la beberéis y también seréis bautizados con el bautismo conque yo voy a ser bautizado; pero, sentarse a mi derecha o a mi izquierda no es cosa mía el concederlo, sino que es para quienes está preparado».

Al oír esto los otros diez, empezaron a indignarse contra Santiago y Juan. Jesús, llamándoles, les dice: «Sabéis que los que son tenidos como jefes de las naciones, las dominan como señores absolutos y sus grandes las oprimen con su poder. Pero no ha de ser así entre vosotros, sino que el que quiera llegar a ser grande entre vosotros, será vuestro servidor, y el que quiera ser el primero entre vosotros, será esclavo de todos, que tampoco el Hijo del hombre ha venido a ser servido, sino a servir y a dar su vida como rescate por muchos».
Cita:
Comentario: Rev. D. René Guillermo Parada Menéndez (San Salvador, El Salvador) «Tampoco el Hijo del hombre ha venido a ser servido, sino a servir y a dar su vida como rescate por muchos»

Hoy, el Señor nos enseña cuál debe ser nuestra actitud ante la Cruz. El amor ardiente a la voluntad de su Padre, para consumar la salvación del género humano —de cada hombre y mujer— le mueve a ir deprisa hacia Jerusalén, donde «será entregado (…), le condenarán a muerte (…), le azotarán y le matarán» (cf. Mt 10,33-34). Aunque a veces no entendamos o, incluso, tengamos miedo ante el dolor, el sufrimiento o las contradicciones de cada jornada, procuremos unirnos —por amor a la voluntad salvífica de Dios— con el ofrecimiento de la cruz de cada día.

La práctica asidua de la oración y los sacramentos, especialmente el de la Confesión personal de los pecados y el de la Eucaristía, acrecentarán en nosotros el amor a Dios y a los demás por Dios de tal modo que seremos capaces de decir «¡Podemos!» (Mc 10,39), a pesar de nuestras miserias, miedos y pecados. Sí, podremos abrazar la cruz de cada día (cf. Lc 9,23) por amor, con una sonrisa; esa cruz que se manifiesta en lo ordinario y cotidiano: la fatiga en el trabajo, las normales dificultades en la vida familia y en las relaciones sociales, etc.

Sólo si abrazamos la cruz de cada día, negando nuestros gustos para servir a los demás, conseguiremos identificarnos con Cristo, que «vino a servir y a dar su vida como rescate por muchos» (Mc 10,45). Juan Pablo II explicaba que «el servicio de Jesús llega a su plenitud con la muerte en Cruz, o sea, con el don total de sí mismo». Imitemos, pues, a Jesucristo, transformando constantemente nuestro amor a Él en actos de servicio a todas las personas: ricos o pobres, con mucha o poca cultura, jóvenes o ancianos, sin distinciones. Actos de servicio para acercarlos a Dios y liberarlos del pecado.

Cita:
P. José-Fernando Rey Ballesteros. LA NECESARIA PURIFICACIÓN

El Evangelio de hoy es un toque de atención sobre lo que puede ser nuestra vida espiritual. ¿Cuántas veces, detrás de intenciones nobles no se esconden otros intereses inconfesables! De alguna manera todas nuestras acciones pueden interpretarse. Al final el único criterio por lo que una obra se sabe realmente buena es por la caridad que muchas veces queda oculta a nuestros ojos, incluso en nuestros propios actos. Ello nos lleva a darnos cuenta de que continuamente hemos de rectificar la intención.

No se trata tampoco de entrar en un círculo de escrúpulos que tendría el agravante de impedir toda acción y nos paralizaría. Sólo hay que hacer como los apóstoles: contrastar directamente con el Señor nuestros propósitos y deseos. Eso se hace en el examen de conciencia.

La experiencia me indica que este no siempre es fácil. Podemos quedarnos sólo en los actos externos sin entrar a mirar qué nos ha movido o la intensidad de nuestra entrega. Insisto en que no hay que agobiarse con el tema, pero sí tenerlo a modo de horizonte.

El Evangelio nos muestra como Juan y Santiago, los hijos del Zebedeo, piden a Jesús un lugar de honor. De alguna manera piensan que se lo merecen. Prueba de ello es que a la pregunta de Jesús de si están dispuestos a beber su cáliz responden inmediatamente que sí. Sabemos que los dos hermanos eran algo impulsivos, pero no podemos dudar de su sinceridad. Sucede, sin embargo, que debajo de ese arrojo subsiste cierto deseo de reconocimiento público y recompensa. Lo que piden es muy grande (ocupar los puestos principales junto al Señor).

Pero ese hecho, que causa la indignación de los otros apóstoles, a mí me parece pequeño comparado con la franqueza que muestran. Tienen una pretensión y no la ocultan. Precisamente ese confrontarse con Jesucristo es lo que les permite enderezar el deseo de su corazón. Van forjando su interioridad en diálogo con el Señor. Y eso lo debemos hacer todos.

Si algo queda claro en este texto es que resulta muy peligroso ponerse a uno mismo como norma. La vida cristiana es un caminar en Cristo. Ello conlleva ser modelados continuamente. En la Eucaristía encontramos el elemento cristificante más importante. Recibiendo a Jesús nos vamos haciendo uno con Él. Es la acción de la gracia. Pero no es magia sino que conlleva un verdadero diálogo con Jesucristo. Por ello el Evangelio de hoy recuerda mucho la acción de gracias que acostumbramos a hacer después de comulgar. Ese momento especial en que estamos con el Señor es el momento privilegiado para que nuestro corazón se confronte con el suyo. A veces lo haremos diciendo nosotros algo; otras veces será suficiente con permanecer en silencio y escuchar todo lo que Él nos quiera decir.

Que la Virgen María nos enseñe a permanecer unidos a su Hijo y nos ayude a configurarnos cada vez más a Él. Que con su ayuda podamos purificar nuestras intenciones y buscar siempre en primer lugar el Reino de Dios.

Cita:
Colaboración Servicio Bíblico Latinoamericano Mc 10,32-45: El Hijo del Hombre no vino a ser servido, sino a servir
Este texto reproduce el tercer anuncio hecho por Jesús de su pasión y su muerte. En el primer anuncio los apóstoles no quieren oír sobre el tema y hacen todo lo posible por oponerse al futuro que se avecina; en el segundo, no comprenden un ápice; en el tercero, por ultimo, comprenden con mucha dificultad. En este momento de la vida pública de Jesús los apóstoles tienen conciencia de que él será mucho más que un Mesías nacionalista, pues será el mismo Hijo del Hombre al que Dios ha de confiar el juicio y la condenación de los paganos.

Ahora bien: la profecía de Daniel 7,9-10 describe a este Hijo del Hombre rodeado de un tribunal sentado en tronos.

Los apóstoles se imaginan que serán ellos quienes constituyan este tribunal, como lo confirma la petición de Santiago y Juan. Ellos se han percatado de que Jesús será entregado a los paganos ( v.33, es la única vez que éstos son mencionados en los anuncios de la Pasión), pero esperan que el juicio del Hijo del Hombre los castigará por su crimen, y confían en participar ellos mismos en esta justicia divina. Sin embargo, la clarificación del Maestro es contundente: en la comunidad de su reino no hay tronos para reinar ni juzgar; el que quiera ser grande debe hacerse servidor de los demás. Nosotros, por cierto, no podemos tener dudas al respecto.

Paz y bien. (Comentario de Laura Aguilar Ramírez)

Es curioso como un mismo texto puede interpretarse de varias maneras. Una cosa es segura: Sólo Dios conoce los corazones de los hombres. Cuando leo éste pasaje, entiendo el miedo de los apóstoles, entiendo su fidelidad en seguir a Jesús a pesar de él. Y coincido con el último comentario en que Santiago y Juan tratan no de pedir los mejores lugares, sino que no entienden todavía el proposito de Cristo, todavía ven con ojos humanos y piensan en un juicio y quieren estar con Cristo para defenderlo. Jesús les entiende y les dice que no está en El concederles éso, que sólo Dios lo puede hacer.
Los otros apóstoles son los que piensan que ellos buscan un lugar de privilegio porque tal vez son ellos los que lo desean. Comenta el P. Ballesteros que Santiago y Juan son los únicos que hacen patentes a Jesús sus ideas, los demás se quedan callados, guardándose sus miedos o sus preguntas,, y siempre es mejor preguntar que quedarse con la duda. Cada palabra de la Biblia guarda tanta sabiduría que puede desmenuzarse cada una y siempre se va a encontrar algo nuevo, cada palabra es nueva, como leída por primera vez.
Comenta también los sacerdotes que en la oración es como comunicamos a Jesús nuestras dudas, nuestros miedos, nuestras alegrías y ahi encontramos su respuesta de una manera interior y en la confesión y la eucaristía la hacemos palpable.
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Mardi
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Registrado: 30 May 2007
Mensajes: 33

MensajePublicado: Mie May 30, 2007 7:57 pm    Asunto: Evangelio del 29 de Mayo
Tema: Comentario al Evangelio de Hoy
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me llama la atención el hecho de que recibiremos el céntuplo pero con persecuciones. Gran consuelo para todos saber que el sufrimiento nos acerca a Dios porque Él sufrió primero. Saber que intentar vivir el evangelio aunque nos haga muchas veces sentirnos incomprendidos y marginados, nos une a Dios en esa alegría interior que da el amor de Dios Padre.
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scarlett
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Registrado: 07 Jun 2006
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Ubicación: México

MensajePublicado: Jue May 31, 2007 1:03 pm    Asunto: Re: Evangelio del 29 de Mayo
Tema: Comentario al Evangelio de Hoy
Responder citando

Mardi escribió:
me llama la atención el hecho de que recibiremos el céntuplo pero con persecuciones. Gran consuelo para todos saber que el sufrimiento nos acerca a Dios porque Él sufrió primero. Saber que intentar vivir el evangelio aunque nos haga muchas veces sentirnos incomprendidos y marginados, nos une a Dios en esa alegría interior que da el amor de Dios Padre.

Paz y bien.

Bienvenida al Foro de Círculo de oración, Mardi. Estos comentarios me han servido mucho, porque me ayudan primero a entender con ayuda del Espíritu Santo lo que no entendía (y sigo sin entender muchas veces Laughing ) y por otro lado, me han devuelto la alegría porque he podido ver mi vida y entender la mano de Dios en ella y ver que incluso en los momentos de desesperación, El ha estado presente, lo cual es un consuelo. Poder ver que incluso aquellas cosas que pensé en su momento eran malas, finalmente me dejan una lección y sobre todo, me dan la certeza de que El ha estado ahí y ha cargado la mayor parte del sufrimiento, compartiendo conmigo. Y la esperanza es que en su gloria ya no habrá sufrimiento.


Día litúrgico: 31 de Mayo: La Visitación de la Virgen
Santoral: Jueves después de Pentecostés: Jesucristo, sumo y eterno sacerdote
Texto del Evangelio (Lc 1,39-56): En aquellos días, se levantó María y se fue con prontitud a la región montañosa, a una ciudad de Judá; entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel. Y sucedió que, en cuanto oyó Isabel el saludo de María, saltó de gozo el niño en su seno, e Isabel quedó llena del Espíritu Santo; y exclamando con gran voz, dijo: «Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu seno; y ¿de dónde a mí que la madre de mi Señor venga a mí? Porque, apenas llegó a mis oídos la voz de tu saludo, saltó de gozo el niño en mi seno. ¡Feliz la que ha creído que se cumplirían las cosas que le fueron dichas de parte del Señor!».

Y dijo María: «Engrandece mi alma al Señor y mi espíritu se alegra en Dios mi salvador porque ha puesto los ojos en la humildad de su esclava, por eso desde ahora todas las generaciones me llamarán bienaventurada, porque ha hecho en mi favor maravillas el Poderoso, Santo es su nombre y su misericordia alcanza de generación en generación a los que le temen. Desplegó la fuerza de su brazo, dispersó a los que son soberbios en su propio corazón. Derribó a los potentados de sus tronos y exaltó a los humildes. A los hambrientos colmó de bienes y despidió a los ricos sin nada. Acogió a Israel, su siervo, acordándose de la misericordia -como había anunciado a nuestros padres- en favor de Abraham y de su linaje por los siglos». María permaneció con ella unos tres meses, y se volvió a su casa.
Cita:
Comentario: Mons. Francesc Xavier Ciuraneta i Aymí, Obispo emérito de Lleida (España) «Saltó de gozo el niño de mi seno»
Hoy contemplamos el hecho de la Visitación de la Virgen María a su prima Isabel. Tan pronto como le ha sido comunicado que ha sido escogida por Dios Padre para ser la Madre del Hijo de Dios y que su prima Isabel ha recibido también el don de la maternidad, marcha decididamente hacia la montaña para felicitar a su prima, para compartir con ella el gozo de haber sido agraciadas con el don de la maternidad y para servirla.

El saludo de la Madre de Dios provoca que el niño, que Isabel lleva en su seno, salte de entusiasmo dentro de las entrañas de su madre. La Madre de Dios, que lleva a Jesús en su seno, es causa de alegría. La maternidad es un don de Dios que genera alegría. Las familias se alegran cuando hay un anuncio de una nueva vida. El nacimiento de Cristo produce ciertamente «una gran alegría» (Lc 2,10).

A pesar de todo, hoy día, la maternidad no es valorada debidamente. Frecuentemente se le anteponen otros intereses superficiales, que son manifestación de comodidad y de egoísmo. Las posibles renuncias que comporta el amor paternal y maternal, asustan a muchos matrimonios que, quizá por los medios que han recibido de Dios, debieran ser más generosos y decir "sí" más responsablemente a nuevas vidas. Muchas familias dejan de ser "santuarios de la vida". El Papa Juan Pablo II constata que la anticoncepción y el aborto «tienen sus raíces en una mentalidad hedonista e irresponsable respecto a la sexualidad y presuponen un concepto egoísta de la libertad, que ve en la procreación un obstáculo al desarrollo de la propia personalidad».

Isabel, durante cinco meses, no salía de casa, y pensaba: «Esto es lo que ha hecho por mí el Señor» (Lc 1,25). Y María decía: «Engrandece mi alma al Señor (...) porque ha puesto los ojos en la humildad de su esclava» (Lc 1,46.4Cool. La Virgen María e Isabel valoran y agradecen la obra de Dios en ellas: ¡la maternidad! Es necesario que los católicos reencuentren el significado de la vida como un don sagrado de Dios a los seres humanos.

Cita:
P. José-Fernando Rey Ballesteros. SALTAR DE ALEGRÍA ANTE EL SEÑOR

Al releer el encuentro de la Virgen con su prima Isabel pienso en mi reacción cuando Jesús se hace presente en el Sacramento del Altar. Al igual que Juan Bautista saltó de entusiasmo en el seno de su madre también mi corazón debería conmoverse de una forma singular al producirse el milagro de la transubstanciación. El Misal prescribe una exclamación. La más utilizada dice: “Anunciamos tu muerte, proclamamos tu resurrección, ¡Ven Señor Jesús!”. En esas palabras se condensa nuestra alegría por el milagro renovado. Sobre los paños blancos del altar, en una patena y un cáliz que hacen de trono, está Jesús: verdaderamente, realmente, substancialmente. La Iglesia se conmueve en ese momento culmen de la celebración y nosotros con ella. Como María portaba a Jesús en su seno también la Iglesia lo trae hoy al mundo y lo acerca a los hombres. Es un milagro parecido que no deja de producir importantes efectos santificadores.

La Virgen María, además, simboliza a la Iglesia en cuanto que portadora de la salvación de Dios a otros hombres. A través de la humanidad, en este caso la de la Madre de Dios, el Señor se acerca a otros hombres. La presencia de un cristiano en gracia, abierto a todos los potenciales que esta supone, produce una transformación en nuestros semejantes. En este Evangelio queda claro que Isabel, al experimentar lo que sucede en su interior reconoce que detrás de su prima se oculta algo más grande. Por eso la saluda llamándola “Madre de mi Señor”.

No se queda en lo exterior ni niega lo que sucede en su interior sino que busca la única explicación posible. Si Juan ha saltado de alegría (signo de su santificación, por lo que la Iglesia celebra su nacimiento), es porque Dios está allí. Por eso señala san Agustín que los niños se reconocieron antes que la madres y fue por ellos que entendieron lo que estaba sucediendo.

Paz y bien.
La Visitación de la Virgen a su prima Isabel es un bello pasaje, por lo menos a mí me lo parece. Me habla de varias cosas: la unión entre las familias. Isabel es una prima y María va a ayudarla en su embarazo, estando ella misma embarazada. María vive conforme a los mandatos de Dios, y va a ayudar a su prima, además de compartir su alegría. Me habla de como comentaba Mardi, que Dios da al cien por uno. Isabel, la estéril concibió por gracia de Dios. María la virgen, concibió por obra del Espíritu Santo. Isabel la señalada y que aún así no reniega, sino que alaba al Señor, es bendecida con un hijo. María, pura, sumisa, humilde, obediente es bendecida con el Hijo de Dios. Ambas creyentes, ambas obedientes, elegidas para dar al mundo una al que abrió el camino y la otra al Salvador del mundo. Para Gloria de Dios y salvación de los hombres.
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MensajePublicado: Vie Jun 01, 2007 12:09 pm    Asunto:
Tema: Comentario al Evangelio de Hoy
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Día litúrgico: Viernes VIII del tiempo ordinario
Texto del Evangelio (Mc 11,11-25): En aquel tiempo, después de que la gente lo había aclamado, Jesús entró en Jerusalén, en el Templo. Y después de observar todo a su alrededor, siendo ya tarde, salió con los Doce para Betania.

Al día siguiente, saliendo ellos de Betania, sintió hambre. Y viendo de lejos una higuera con hojas, fue a ver si encontraba algo en ella; acercándose a ella, no encontró más que hojas; es que no era tiempo de higos. Entonces le dijo: «¡Que nunca jamás coma nadie fruto de ti!». Y sus discípulos oían esto.

Llegan a Jerusalén; y entrando en el Templo, comenzó a echar fuera a los que vendían y a los que compraban en el Templo; volcó las mesas de los cambistas y los puestos de los vendedores de palomas y no permitía que nadie transportase cosas por el Templo. Y les enseñaba, diciéndoles: «¿No está escrito: ‘Mi Casa será llamada Casa de oración para todas las gentes?’.¡Pero vosotros la tenéis hecha una cueva de bandidos!». Se enteraron de esto los sumos sacerdotes y los escribas y buscaban cómo podrían matarle; porque le tenían miedo, pues toda la gente estaba asombrada de su doctrina. Y al atardecer, salía fuera de la ciudad.

Al pasar muy de mañana, vieron la higuera, que estaba seca hasta la raíz. Pedro, recordándolo, le dice: «¡Rabbí, mira!, la higuera que maldijiste está seca». Jesús les respondió: «Tened fe en Dios. Yo os aseguro que quien diga a este monte: ‘Quítate y arrójate al mar’ y no vacile en su corazón sino que crea que va a suceder lo que dice, lo obtendrá. Por eso os digo: todo cuanto pidáis en la oración, creed que ya lo habéis recibido y lo obtendréis. Y cuando os pongáis de pie para orar, perdonad, si tenéis algo contra alguno, para que también vuestro Padre, que está en los cielos, os perdone vuestras ofensas».
Cita:
Comentario: Fray Agustí Boadas i Llavat OFM (Barcelona, España) «Todo cuanto pidáis en la oración, creed que ya lo habéis recibido»

Hoy, fruto y petición son palabras clave en el Evangelio. El Señor se acerca a una higuera y no encuentra allí frutos: sólo hojarasca, y reacciona maldiciéndola. Según san Isidoro de Sevilla, “higo” y “fruto” tienen la misma raíz. Al día siguiente, sorprendidos, los Apóstoles le dicen: «¡Rabbí, mira!, la higuera que maldijiste está seca» (Mc 11,21). En respuesta, Jesucristo les habla de fe y de oración: «Tened fe en Dios» (Mc 11,22).

Hay gente que casi no reza, y, cuando lo hacen, es con vista a que Dios les resuelva un problema tan complicado que ya no ven en él solución. Y lo argumentan con las palabras de Jesús que acabamos de escuchar: «Todo cuanto pidáis en la oración, creed que ya lo habéis recibido y lo obtendréis» (Mc 11,24). Tienen razón y es muy humano, comprensible y lícito que, ante los problemas que nos superan, confiemos en Dios, en alguna fuerza superior a nosotros.

Pero hay que añadir que toda oración es “inútil” («vuestro Padre sabe lo que necesitáis antes de pedírselo»: Mt 6,Cool, en la medida en que no tiene una utilidad práctica directa, como —por ejemplo— encender una luz. No recibimos nada a cambio de rezar, porque todo lo que recibimos de Dios es gracia sobre gracia.

Por tanto, ¿no es necesario rezar? Al contrario: ya que ahora sabemos que no es sino gracia, es entonces cuando la oración tiene más valor: porque es “inútil” y es “gratuita”. Aun con todo, hay tres beneficios que nos da la oración de petición: paz interior (encontrar al amigo Jesús y confiar en Dios relaja); reflexionar sobre un problema, racionalizarlo, y saberlo plantear es ya tenerlo medio solucionado; y, en tercer lugar, nos ayuda a discernir entre aquello que es bueno y aquello que quizá por capricho queremos en nuestras intenciones de la oración. Entonces, a posteriori, entendemos con los ojos de la fe lo que dice Jesús: «Todo lo que pidáis en mi nombre, yo lo haré, para que el Padre sea glorificado en el Hijo» (Jn 14,13).

Cita:
P.José-Fernando Rey Ballesteros. LA HIGUERA INÚTIL

Lo mejor que le puede pasar a un árbol que no da fruto es secarse. Por lo menos así dejará el terreno libre para que pueda arraigar otra semilla y la tierra no quede baldía. La dura imagen del evangelio de hoy nos lleva a pensar en tantas iniciativas incrustadas en la Iglesia y totalmente estériles. No lo son por sí mismas sino porque se han endurecido los corazones de sus promotores..Lo peor que puede suceder es que permanezcan molestando y sin aportar nada y, como señala el refrán “ni hacen ni dejan hacer”.

La maldición de la higuera sólo puede indignar a una sensibilidad absolutamente pervertida en la que el amor no tiene ningún objeto y la caridad verdadera se confunde con la indiferencia correspondida. Pero el mensaje es clarísimo: cada uno debe dar lo que corresponde.

El episodio de la higuera aparece acompañando el relato de la expulsión de los mercaderes del templo. De alguna manera aquellos personajes estaban esterilizando la casa de Dios. Lo que podía ser un servicio para los peregrinos que venían de lejos a cumplir con las obligaciones cultuales se acaba pervirtiendo. Y la casa de Dios se convierte en cueva de ladrones. La dedicación a Dios queda desplazada por otras cosas.

Lo que sucedió en la ciudad de Jerusalén puede pasar también en nuestras comunidades y en nuestra propia vida espiritual. Mil cosas accidentales, que en algún momento pudieron tener su sentido, pueden acabar ocultando a Dios. Si eso sucedenos convertimos en higueras estériles que no sólo no aportan sino que entorpecen.

San Pablo nos ha enseñado que el templo de Dios es cada uno de nosotros. Aquí viene Dios a poner su morada. Por tanto hay que cuidar esa presencia del Seor en nosotros. Es lo que se denomina gracia santificante, porque verdaderamente nos hace santos. Cuidar la vida de la gracia es lo primero. Para hacerlo es imprescindible no perder de vista a Jesucristo. La relación es directa con Él. No se puede mantener la vida de la gracia sin cuidar la relación con Dios. Es decir, Dios ha de ser continuamente nuestro punto de referencia y, en ningún caso, podemos desplazarlo del lugar central que ocupa.

Lo curioso, en la escena evangélica de este día, es ver cómo actividades vinculadas a la vida religiosa acaban escondiendo a Dios. Eso nos puede pasar a nosotros. Podemos visitar enfermos en nombre de Cristo e ir sin Cristo; podemos rezar y no hablar con Dios; podemos dar catequesis y ser portadores de palabras muertas sin ninguna relevancia. Y todo ello no es incompatible con cuidar las cosas. Simplemente se descuida lo principal: a Dios.

Quizás estoy siendo un poco tremendo, pero hablo por experiencia propia. En cierta ocasión un sacerdote estaba moviendo los bancos de la Iglesia. Hay que reconocer que hacía mucho ruido. De repente oyó una voz que procedía del sagrario: “Padre, ¿qué haces armando tanto jaleo?”. Respondió el buen cura: “Señor, ¿no recuerdas que mañana tenemos las primeras comuniones?”. “¿Cómo quieres que lo sepa –respondió Jesús- si tú no me lo has dicho?”.

Pues eso es lo que puede pasarnos.

Paz y bien.

Este mismo episodio de los vendedores despedidos por Jesús visto el día de hoy, lo veo de una manera diferente a cómo lo entendí varias veces.
Incluso llegó a molestarme el que se vendan cosas en la iglesia para conseguir fondos. Leyendo ahora y gracias a los comentarios de los sacerdotes me doy cuenta de su verdadera dimensión. Ese episodio se da después del de la higuera, verde, con hojas pero sin frutos. Siempre los vi como episodios separados y tienen relación entre sí. El fin para el que fué instituida la venta de artículos seguramente había derivado en hacer negocio, ya no era el vender para solucionar problemas, para ayudar a la iglesia sino como menciona hacer uso incluso de malas artes, olvidándose de la caridad para los visitantes de fuera. Lo mismo se puede aplicar a cada uno, de nada sirve el pasar por persona creyente, si no se ven frutos en uno, frutros de caridad, de amor a los demás.
Cuando empieza uno a conocer, siente uno la necesidad de dar a conocer lo que uno va conociendo, de dar a conocer la buena nueva de Jesús, no sólo por cumplir con el mandato que nos dió, sino porque realmente somos felices haciéndolo y pensando en los demás.
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MensajePublicado: Sab Jun 02, 2007 12:02 pm    Asunto:
Tema: Comentario al Evangelio de Hoy
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Día litúrgico: Sábado VIII del tiempo ordinario
Eclo 51,17-27: Me apasioné por la sabiduría hasta unirme con ella
Salmo responsorial 18: Los mandatos del Señor son rectos y alegran el corazón
Texto del Evangelio (Mc 11,27-33):
En aquel tiempo, Jesús y sus discípulos volvieron a Jerusalén y, mientras paseaba por el Templo, se le acercan los sumos sacerdotes, los escribas y los ancianos, y le decían: «¿Con qué autoridad haces esto?, o ¿quién te ha dado tal autoridad para hacerlo?». Jesús les dijo: «Os voy a preguntar una cosa. Respondedme y os diré con qué autoridad hago esto. El bautismo de Juan, ¿era del cielo o de los hombres? Respondedme».

Ellos discurrían entre sí: «Si decimos: ‘Del cielo’, dirá: ‘Entonces, ¿por qué no le creísteis?’. Pero, ¿vamos a decir: ‘De los hombres’?». Tenían miedo a la gente; pues todos tenían a Juan por un verdadero profeta. Responden, pues, a Jesús: «No sabemos». Jesús entonces les dice: «Tampoco yo os digo con qué autoridad hago esto».


Cita:
Comentario: Rev. D. Antoni Ballester i Díaz (Camarasa-Lleida, España) «¿Con qué autoridad haces esto?»

Hoy, el Evangelio nos pide que pensemos con qué intención vamos a ver a Jesús. Hay quien va sin fe, sin reconocer su autoridad: por eso, «los sumos sacerdotes, los escribas y los ancianos, le decían: ‘¿Con qué autoridad haces esto?, o ¿quién te ha dado tal autoridad para hacerlo?’» (Mc 11,27-2Cool.

Si no tratamos a Dios en la oración, no tendremos fe. Pero, como dice san Gregorio Magno, «cuando insistimos en la oración con toda vehemencia, Dios se detiene en nuestro corazón y recobramos la vista perdida». Si tenemos buena disposición, aunque estemos en un error, viendo que la otra persona tiene razón, acogeremos sus palabras. Si tenemos buena intención, aunque arrastremos el peso del pecado, cuando hagamos oración Dios nos hará comprender nuestra miseria, para que nos reconciliemos con Él, pidiendo perdón de todo corazón y por medio del sacramento de la penitencia.

La fe y la oración van juntas. Nos dice san Agustín que, «si la fe falta, la oración es inútil. Luego, cuando oremos, creamos y oremos para que no falte la fe. La fe produce la oración, y la oración produce a su vez la firmeza de la fe». Si tenemos buena intención, y acudimos a Jesús, descubriremos quién es y entenderemos su palabra, cuando nos pregunte: «El bautismo de Juan, ¿era del cielo o de los hombres?» (Mc 11,30). Por la fe, sabemos que era del cielo, y que su autoridad le viene de su Padre, que es Dios, y de Él mismo porque es la segunda Persona de la Santísima Trinidad.

Porque sabemos que Jesús es el único salvador del mundo, acudimos a su Madre que también es Madre nuestra, para que deseando acoger la palabray la vida de Jesús, con buena intención y buena voluntad, para tener la paz y la alegría de los hijos de Dios.

Cita:
P.José-Fernando Rey Ballesteros. AUTORIDAD Y PODER

Álvaro D’Ors, gran estudioso del Derecho fijó una distinción entre autoridad y poder, términos que a menudo se confunden. Según su expresión tiene poder quien puede hacer preguntas; en cambio está investido de autoridad quien tiene capacidad para responderlas.

En Jesús se dan ambas en toda su plenitud ya que sólo Él tiene la respuesta adecuada a la pregunta sobre la Verdad y del hombre y también posee un poder sobre todo, tanto por ser Dios como por su sacrificio redentor. Una vez resucitado recuerda a sus discípulos: “Me ha sido dado todo poder en el cielo y en la tierra...”.

Sin embargo, en nuestro mundo no siempre ambas van unidas. Muchas veces tienen el poder personas que no son capaces de dar respuestas y que, por lo mismo, acaban retorciendo la realidad y maltratando al hombre. Los regímenes totalitarios son de este tipo. Sus gobernantes se sienten capaces de preguntar todo y quieren regular hasta las cosas más pequeñas. Disponen de la fuerza para hacerlo pero no pueden apelar ni a la verdad ni al bien para justificar sus decisiones. También nos encontramos, a veces, con una autoridad desprovista de poder. Hay quien tiene verdaderas respuestas para el hombre o una situación pero no puede hacerlas valer por carecer de la fuerza necesaria.

La etimología de “autoridad” remite a un verbo latino, “augeo”, que significa “hacer crecer”. Tiene autoridad, pues, quien ayuda al crecimiento del otro. Por eso la autoridad es reconocida por sí misma. Un niño la reconoce en sus padres y un alumno en sus maestros. La autoridad se acaba imponiendo por su misma verdad. Eso no significa que siempre le hagamos caso. Basta pensar en las enseñanzas de la Iglesia y en la resistencia de algunos frente a ellas. Sin embargo, siempre podemos medir la autoridad por lo que supone de ayuda para nosotros. Así como el poder a veces puede ser opresivo, la autoridad siempre es liberadora. Lo ideal es que caminen juntas, porque el poder, por sí mismo no es malo.

En el Evangelio de hoy nos encontramos con unos personajes que se sorprenden por el modo de actuar de Jesús. Éste hacía milagros, hablaba de una manera nueva y se mostraba en el mundo como Señor de la historia y de los elementos. Quienes le preguntan son personas importantes: sumos sacerdotes, escribas, ancianos... ¿Por qué lo hacen? La primera impresión es que pretenden colocar a Jesús por debajo de ellos. Quieren saber con la única finalidad de dominar. Es como en la época de los fisiócratas en que se hizo célebre la expresión “saber es poder”.

Nuestro Señor desmonta su pretensión. Lo hace con otra pregunta que pretende desmontar la falacia de sus interlocutores. Les interroga sobre el bautismo de Juan sabiendo que no le van a responder. Y aquellos no contestan, precisamente, porque no les interesa la verdad sino mantener su influencia y posición. Según lo que digan se hacen culpables por no creer y según lo que responda deberán enfrentarse al pueblo. Optan por el silencio que, en este caso, les condena.

No tenía sentido que Jesús les dijera nada. Al igual que ante Pilatos Jesús elige el silencio. Porque no vale hablar ante quien convierte la verdad en dialéctica o motivo de entretención pero no está dispuesto a ser medido por ella. Gran lección para nosotros. A Dios se le puede preguntar todo siempre y cuando estemos dispuestos a la Verdad.

Paz y bien.
He comentado varias veces que me gusta poner la reflexión de varios sacerdotes porque siento que se "redondea" la idea y puedo adaptarla mejor a mi vida. Constantemente estamos ante situaciones en las que se nos cuestiona el porqué hacemos algo.
Jesús nos muestra el modo de contestar ante aquellos que sólo buscan imponer su criterio. El silencio. No entrar en discusiones, no vale la pena si sabemos que el que nos guia es el Espíritu Santo.
Jesús se comporta de una manera diferente con aquellos que realmente lo buscan por comprender, que lo cuestionan porque no entienden. Con ellos, Jesús se explaya. Siembra en tierra fértil. Entonces la intención es la que da la pauta para la forma de responder ante aquellos que nos cuestionan. Y ¿cómo sabemos cual es la intención de ellos, si sólo Dios conoce sus corazones? Por sus obras. Nosotros no podemos saber qué piensan o que sienten, podemos oir sus palabras y dice Santiago cuando menciona la lengua como un arma de dos filos que con la misma se alaba a Dios y se blasfema. Sólo podemos guiarnos por sus obras, en ellas se refleja finalmente el que sigue el camino de Dios y el que no.
A alguien que habla muy bello, pero sus obras me dicen lo contrario, no puedo creerlo.
Y a otra persona aunque dude, aunque se equivoque, pero sus obras me dicen que busca a Dios, que busca hacer su voluntad, puedo creerle.
Jesús es armonía, es congruencia.
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MensajePublicado: Dom Jun 03, 2007 12:38 pm    Asunto:
Tema: Comentario al Evangelio de Hoy
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Día litúrgico: La Santísima Trinidad (C)
Texto del Evangelio (Jn 16,12-15): En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Mucho tengo todavía que deciros, pero ahora no podéis con ello. Cuando venga Él, el Espíritu de la verdad, os guiará hasta la verdad completa; pues no hablará por su cuenta, sino que hablará lo que oiga, y os anunciará lo que ha de venir. Él me dará gloria, porque recibirá de lo mío y os lo anunciará a vosotros. Todo lo que tiene el Padre es mío. Por eso he dicho: ‘Recibirá de lo mío y os lo anunciará a vosotros’».


Cita:
Comentario: Cardenal Jorge Mejía, Archivista y Bibliotecario de la Santa Iglesia Romana «Cuando venga el Espíritu de la verdad os guiará hasta la verdad completa»

Hoy celebramos la solemnidad del misterio que está en el centro de nuestra fe, del cual todo procede y al cual todo vuelve. El misterio de la unidad de Dios y, a la vez, de su subsistencia en tres Personas iguales y distintas. Padre, Hijo y Espíritu Santo: la unidad en la comunión y la comunión en la unidad. Conviene que los cristianos, en este gran día, seamos conscientes de que este misterio está presente en nuestras vidas: desde el Bautismo —que recibimos en nombre de la Santísima Trinidad— hasta nuestra participación en la Eucaristía, que se hace para gloria del Padre, por su Hijo Jesucristo, gracias al Espíritu Santo. Y es la señal por la cual nos reconocemos como cristianos: la señal de la Cruz en nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.

La misión del Hijo, Jesucristo, consiste en la revelación de su Padre, del cual es la imagen perfecta, y en el don del Espíritu, también revelado por el Hijo. La lectura evangélica proclamada hoy nos lo muestra: el Hijo recibe todo del Padre en la perfecta unidad: «Todo lo que tiene el Padre es mío», y el Espíritu recibe lo que Él es, del Padre y del Hijo. «Por eso he dicho —dice Jesús— ‘recibirá de lo mío y os lo anunciará a vosotros’» (Jn 16,15). Y en otro pasaje de este mismo discurso (15,26): «Cuando venga el Paráclito, que yo os enviaré de junto al Padre, el Espíritu de la verdad, que procede del Padre, Él dará testimonio de mí».

Aprendamos de esto la gran y consoladora verdad: la Trinidad Santísima, lejos de ponerse aparte, distante e inaccesible, viene a nosotros, habita en nosotros y nos transforma en interlocutores suyos. Y esto por medio del Espíritu, quien así nos guía hasta la verdad completa (cf. Jn 16,13). La incomparable “dignidad del cristiano”, de la cual habla varias veces san León el Grande, es ésta: poseer en sí el misterio de Dios y, entonces, tener ya, desde esta tierra, la propia “ciudadanía” en el cielo (cf. Flp 3,20), es decir, en el seno de la Trinidad Santísima.
Cita:
P.José-Fernando Rey Ballesteros. LA SANTÍSIMA TRINIDAD
El Misterio de la Trinidad, tres Personas distintas y un solo Dios, es el más importante del cristianismo. Sucede que como no alcanzamos a entenderlo podemos dejarlo olvidado en la buhardilla de las ideas inútiles. Sería un error tremendo. Aunque sea un misterio que no podemos comprender, sí que lo podemos vivir. Dios nos manifiesta el misterio de su vida para que participemos de Él. Esa participación será plena en la vida eterna, pero ya ahora podemos empezar a gustarla.

Isabel de la Trinidad compuso una oración que hacia el final dice así: ¡Oh mis Tres, mi Todo, mi bienaventuranza, Soledad infinita, Inmensidad en la que me pierdo!
En ella se dicen muchas cosas. En primer lugar, se señala que no podemos relacionarnos con la Trinidad sin hacerlo con cada una de las Personas: Padre, Hijo y Espíritu Santo. El camino pasa por el Hijo, que es quien nos ha manifestado el misterio inefable. Sin Él no podemos ir a ningún sitio. Al mismo tiempo, como indica el Evangelio de este día, necesitamos del Espíritu Santo para que nos conduzca hasta la verdad plena. Por tanto, la Trinidad debe ser tratada conforme a lo que es. Debemos dirigirnos a cada una de las divinas Personas. Ciertamente ninguna de ellas es superior a las otras, sino que, como indica el prefacio de este día, las tres son iguales en dignidad. Las tres son Dios y, por tanto, han de ser tratadas por igual. Ahora bien, al mismo tiempo no podemos concebir a Dios si falta alguna de ellas. Como dice Isabel de la Trinidad, es una inmensidad en la que nos perdemos.

Muchas veces he meditado sobre este Misterio que nunca llegaré a entender. Pero aún así, me he dado cuenta de una cosa: ahora me es imposible pensar un Dios que no sea trinitario. No sé explicarlo bien, pero me doy cuenta de que si separo el Misterio de Dios de las tres divinas Personas me parece inconsistente y sin sentido. ¿Cómo he llegado a ello? Pienso que de una manera muy simple: santiguándome cada mañana en nombre de la Trinidad, empezando y acabando la santa Misa en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo, invocando a cada Persona por separado o a las tres a la vez. Aun sin entenderlo, el misterio se nos hace presente y nos ilumina.

La misma santa que hemos citado tenía otra cosa muy clara: por el bautismo las tres divinas Personas vinieron a su alma e inhabitaron en ella. Es lo que sucedió en cada uno de nosotros el día en que fuimos incorporados a la Iglesia. Llevada de esa convicción escribió: Quisiera sepultarme, por así decir, en el fondo de mi alma a fin de perderme en la Trinidad que vive en ella, para transformarme en ella. Entonces seré de verdad Isabel de la Trinidad.

El camino para mejor conocer a Dios, Padre, Hijo y Espíritu Santo, no pasa por la elucubración, sino por la oración sencilla. Se conoce a través de la relación personal que podemos cultivar cuidando de nuestra vida interior. Ese misterio inmenso no está lejos de nosotros, sino que ha venido a vivir a nuestra alma. Está ahí, en lo más interior de cada uno, esperando ser adorado. El Dios viviente se ha hecho cercano a mí comunicándome su propia vida, que es la gracia. Viviendo en gracia conozco a la Trinidad amantísima.

Paz y bien:
Oración de humildad y de confianza a la Santísima Trinidad

Santísima y adorable Trinidad, heme aquí postrado delante de Ti para rendir homenaje a tu divina Majestad. Te consagro en estos momentos de oración, todas mis palabras, todos mis pensamientos, todas mis resoluciones. No soy digno, Dios mío, de recibir nuevas luces ni nuevas ayudas por el mal uso que he hecho de tus dones. Sin embargo, acudo a ti con entera confianza, como a Padre bueno y misericordioso, y te ruego por los méritos de Jesucristo, mi Salvador, y por la intercesión de la Virgen Maria, mi Madre, y de todos mis santos patronos, que quieras otorgarme la gracia de buscarte con humildad, sinceridad y absoluta generosidad. Por medio de tu Espíritu Santo, guíame, Señor. Amén.
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MensajePublicado: Lun Jun 04, 2007 12:14 pm    Asunto:
Tema: Comentario al Evangelio de Hoy
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Día litúrgico: Lunes IX del tiempo ordinario
Tb 1,1a.2;2,1-9: Tobías temía a Dios más que al rey
Salmo responsorial 111:
Dichoso quien teme al Señor.
Texto del Evangelio (Mc 12,1-12): En aquel tiempo, Jesús comenzó a hablarles en parábolas: «Un hombre plantó una viña, la rodeó de una cerca, cavó un lagar y edificó una torre; la arrendó a unos labradores, y se ausentó.

»Envió un siervo a los labradores a su debido tiempo para recibir de ellos una parte de los frutos de la viña. Ellos le agarraron, le golpearon y le despacharon con las manos vacías. De nuevo les envió a otro siervo; también a éste le descalabraron y le insultaron. Y envió a otro y a éste le mataron; y también a otros muchos, hiriendo a unos, matando a otros. Todavía le quedaba un hijo querido; les envió a éste, el último, diciendo: ‘A mi hijo le respetarán’. Pero aquellos labradores dijeron entre sí: ‘Éste es el heredero. Vamos, matémosle, y será nuestra la herencia’. Le agarraron, le mataron y le echaron fuera de la viña.

»¿Qué hará el dueño de la viña? Vendrá y dará muerte a los labradores y entregará la viña a otros. ¿No habéis leído esta Escritura: ‘La piedra que los constructores desecharon, en piedra angular se ha convertido; fue el Señor quien hizo esto y es maravilloso a nuestros ojos?’».

Trataban de detenerle —pero tuvieron miedo a la gente— porque habían comprendido que la parábola la había dicho por ellos. Y dejándole, se fueron.
Cita:
Comentario: Fr. Alphonse Diaz (Nairobi, Kenya)
«Envió un siervo a los labradores a su debido tiempo para recibir de ellos una parte de los frutos de la viña»

Hoy, el Señor nos invita a pasear por su viña: «Un hombre plantó una viña (...) y la arrendó a unos labradores» (Mc 12,1). Todos somos arrendatarios de esa viña. La viña es nuestro propio espíritu, la Iglesia y el mundo entero. Dios quiere frutos de nosotros. Primero, nuestra santidad personal; luego, un constante apostolado entre nuestros amigos, a quienes nuestro ejemplo y nuestra palabra les anime a acercarse cada día más a Cristo; finalmente, el mundo, que se convertirá en un mejor sitio para vivir, si santificamos nuestro trabajo profesional, nuestras relaciones sociales y nuestro deber hacia el bien común.

¿Qué clase de arrendatarios somos? ¿De los que trabajan duro, o de los que se irritan cuando el dueño envía a sus siervos a cobrarnos el alquiler? Podemos oponernos a los que tienen la responsabilidad de ayudarnos a proporcionar los frutos que Dios espera de nosotros. Podemos poner objeciones a las enseñanzas de la Santa Madre Iglesia y del Papa, los obispos, o quizás, más modestamente, de nuestros padres, nuestro director espiritual, o de aquel buen amigo que está tratando de ayudarnos. Podemos, incluso, volvernos agresivos, y tratar de herirles o, hasta “matarlos” mediante nuestra crítica y comentarios negativos. Deberíamos examinarnos a nosotros mismos acerca de los motivos reales de dicha postura. Quizás necesitamos un conocimiento más profundo de nuestra fe; quizás debemos aprender a conocernos mejor, a efectuar un mejor examen de conciencia, para poder descubrir las razones por las que no queremos producir frutos.

Pidamos a Nuestra Madre María su ayuda para que podamos trabajar con amor, bajo la guía del Papa. Todos podemos ser “buenos pastores” y “pescadores” de hombres. «Entonces, vayamos y pidamos al Señor que nos ayude a llevar fruto, un fruto que permanezca. Sólo así este valle de lágrimas se transformará en jardín de Dios» (Benedicto XVI). Nosotros podríamos acercar a Jesucristo nuestro espíritu, el de nuestros amigos, o el del mundo entero, si tan sólo leyéramos y meditáramos las enseñanzas del Santo Padre, y tratásemos de ponerlas en práctica.
Cita:
P..José-Fernando Rey Ballesteros. APROPIARSE DE LAS COSAS DE DIOS
Quizás uno de los mayores peligros para el hombre espiritual es apropiarse de las cosas de Dios. Nguyen van Thuan, cardenal vietnamita de quien va abrirse el proceso de beatificación, afirmaba que los momentos de éxito apostólicos son los preferidos por el demonio para tentarnos. Sin duda es así.

Con frecuencia olvidamos lo que decía san Agustín: “Para pecar te bastas a ti mismo. Para obrar bien, necesitas ayuda”. Y esa ayuda no es de un momento sino continua. Sin ella no podemos nada. Acudimos a Dios cuando nos sentimos acosados y cuando desaparece el peligro nos olvidamos de Él. De ello parece que habla la parábola de este día, y los que escuchaban a Jesús lo entendieron a la perfección. Esperemos que nosotros también caigamos en la cuenta de lo que Dios nos quiere decir. Para ello lo primero es estar dispuesto a escuchar de verdad a Dios. Es decir, hay que abrir el corazón. Hecho esto pasemos a comentarla un poco.

La viña representa el pueblo de Israel, pero también puede ser figura de la Iglesia y de nuestra propia alma. Los cuidados del Señor por su viña pueden registrarse en la historia. Él fue quien buscó a Israel una tierra y le permitió asentarse en ella. También fue Dios el que de mil maneras distintas cuidó de su pueblo. De vez en cuando les pedía frutos. Lo hacía a través de los profetas y, finalmente, a través de su propio Hijo. Atendiendo a la historia nos damos cuenta de que principalmente lo que pedía el Señor era que le reconocieran, que se dieran cuenta de que Él era su Dios. No parece que pidiera nada especial. Sin embargo, tanto los profetas como finalmente el Hijo, Jesucristo, son maltratados. Precisamente al que cupo la peor suerte es al Hijo. Aquí leemos todos los acontecimientos de su pasión y muerte.

En el asesinato del Hijo se escucha una afirmación que indica la trascendencia del hecho para toda la historia: “Este es el heredero. Venga, lo matamos, y será nuestra la herencia”. Leído a la luz de la historia de los últimos siglos nos parece descubrir el deseo de acabar con Dios para que el hombre pueda disponer libremente de sí mismo y de todo lo creado sin remitirse a nadie superior. Al eliminar a Jesucristo se niega la preocupación de Dios por el hombre. Porque si el amo envía gente a su viña, si acaba viniendo su propio Hijo, es porque le interesa el destino del hombre. A Dios le interesa lo que nos pasa. Nuestro sufrimiento le afecta y no deja de bendecirnos para que demos fruto. Para ayudarnos nos ha puesto la Iglesia.

La viña no sólo daba frutos para su dueño, sino que era la posibilidad, para todos los que trabajaban en ella de vivir. Todos vivían de la viña. Gracias a ella salían adelante, lo mismo que sus familias. Pero deciden apropiársela.

Leída en nuestros días y para nosotros sentimos la honda responsabilidad de trabajar donde nos ha puesto el Señor. Vemos que hemos de hacerlo reconociendo que todo es suyo. Los éxitos apostólicos son posibles porque existe la Iglesia. Por tanto le corresponden a Dios. Es su gracia la que cambia las almas. ¿Qué puede pasar si lo olvidamos y nos apropiamos de lo que no es nuestro? Sin duda Dios acabará cediendo nuestro campo a otros. Así lo anuncia la parábola. Jesús anticipaba el paso de Israel a la Iglesia, nuevo pueblo elegido. Pero lo puede decir de cada uno de nosotros si olvidamos que no somos más que siervos inútiles. Y ello ya es una gran misericordia.
Paz y bien.
(Comentario de Laura Aguilar Ramírez)
El comentario de hoy me afecta personalmente. No soy muy buena hablando de Dios. Es cierto que El ha ido cambiando mi vida, mi pensamiento y mi forma de actuar, sin embargo no es fácil el hablar de El con otros que no lo conocen, sobre todo mis hijos y mi esposo.
No sé realmente hasta dónde sean vistos el fruto de nuestro trabajo.
Ciertamente mis hijos y mi esposo se dan cuenta de mi cambio, y les he dicho que es por la oración, he tratado de acercarlos a Dios, de hecho aprovecho cualquier oportunidad para agradecer a Dios delante de ellos, sin embargo cuando quiero hablar de El y de su palabra, se cierran.
Esto es triste, sobre todo porque sé que es su alma la que está en juego.
Con otros familiares he recomendado también el orar, el asistir a misa. Sin embargo, las cosas de Dios les parecen aburridas.
Esto me duele, pero creo que he llegado a la conclusión de que a mí me corresponde seguir haciendo lo que hasta ahora he hecho y que a ellos les corresponde abrir sus oídos. Mi esposo por lo menos ya va a misa. Mis hijos no quieren ni oir hablar de ello a pesar de ser bautizados.
El fruto puede verse en mí. Ellos deben trabajar en su propia viña. Yo no puedo hacerlo por ellos. Es cierto que no son malos muchachos, que viven bien, pero sé que les falta la palabra de Dios en sus vidas y lamento mucho que no quieran oirla, que no vivan los sacramentos, pero de éso yo no soy culpable y mucho tiempo me consideré así.
Tengo la esperanza de que la semilla algún florezca en ellos.
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***¡ Dulce Jesús, dad descanso eterno a las benditas almas del Purgatorio !
San José, patrono de la buena muerte, ruega por los que van a morir hoy ***

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MensajePublicado: Mar Jun 05, 2007 1:07 pm    Asunto:
Tema: Comentario al Evangelio de Hoy
Responder citando


Día litúrgico: Martes IX del tiempo ordinario San Bonifacio, obispo y mártir.Memoria
Tb 2,9-14: Tobías no se abatió a causa de la ceguera
Salmo responsorial 111: El corazón del justo está firme en el Señor
Texto del Evangelio (Mc 12,13-17):
En aquel tiempo, enviaron a Jesús algunos fariseos y herodianos, para cazarle en alguna palabra. Vienen y le dicen: «Maestro, sabemos que eres veraz y que no te importa por nadie, porque no miras la condición de las personas, sino que enseñas con franqueza el camino de Dios: ¿Es lícito pagar tributo al César o no? ¿Pagamos o dejamos de pagar?».

Mas Él, dándose cuenta de su hipocresía, les dijo: «¿Por qué me tentáis? Traedme un denario, que lo vea». Se lo trajeron y les dice: «¿De quién es esta imagen y la inscripción?». Ellos le dijeron: «Del César». Jesús les dijo: «Lo del César, devolvédselo al César, y lo de Dios, a Dios». Y se maravillaban de Él.

Cita:
Comentario: Rev. D. Manuel Sánchez Sánchez (Sevilla, España) «Lo del César, devolvédselo al César, y lo de Dios, a Dios»

Hoy, de nuevo nos maravillamos del ingenio y sabiduría de Cristo. Él, con su magistral respuesta, señala directamente la justa autonomía de las realidades terrenas: «Lo del César, devolvédselo al César» (Mc 12,17).

Pero la Palabra de hoy es algo más que saber salir de un apuro; es una cuestión que tiene actualidad en todos los momentos de nuestra vida: ¿qué le estoy dando a Dios?; ¿es realmente lo más importante en mi vida? ¿Dónde he puesto el corazón? Porque... «donde esté vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón» (Lc 12,34).

En efecto, según san Jerónimo, «tenéis que dar forzosamente al César la moneda que lleva impresa su imagen; pero vosotros entregad con gusto todo vuestro ser a Dios, porque impresa está en nosotros su imagen y no la del César». A lo largo de su vida, Jesucristo plantea constantemente la cuestión de la elección. Somos nosotros los que estamos llamados a elegir, y las opciones son claras: vivir desde los valores de este mundo, o vivir desde los valores del Evangelio.

Siempre es tiempo de elección, tiempo de conversión, tiempo para volver a “resituar” nuestra vida en la dinámica de Dios. Será la oración, y especialmente la realizada con la Palabra de Dios, la que nos vaya descubriendo lo que Dios quiere de nosotros. El que sabe elegir a Dios se convierte en morada de Dios, pues «si alguno me ama, guardará mi Palabra, y mi Padre le amará, y vendremos a él, y haremos morada en él» (Jn 14,23). Es la oración la que se convierte en la auténtica escuela donde, como afirma Tertuliano, «Cristo nos va enseñando cuál era el designio del Padre que Él realizaba en el mundo, y cual la conducta del hombre para que sea conforme a este mismo designio». ¡Sepamos, por tanto, elegir lo que nos conviene!

Cita:
P.José-Fernando Rey Ballesteros. LA HIPOCRESÍA
Molière escribió una célebre obra de teatro titulada “Tartufo, el hipócrita”. Es divertida y describe bien el perfil del hipócrita. Sin embargo, las escenas que retratan con mayor precisión a ese personaje las hayamos en el Evangelio. Porque la hipocresía no es sólo la pose de un momento, ni la capacidad para simular o disimular; ni siquiera ese don de afectación con que muchas veces se reviste el que pretende aparentar lo que no es. Es algo más profundo que acaba convirtiéndose en vida. El hipócrita no vive tras una máscara sino que es su máscara, de la que al final le es imposible desprenderse.

Los fariseos y partidarios de Herodes, señala el Evangelio, quisieron cazar a Jesús con una trampa. Cualquier deseo de saber la verdad estaba fuera de su horizonte. Seguramente no les importaba para nada. Era una pregunta que se resolvía en el “estado actual”, en lo “políticamente correcto” del momento. Pero como Jesús distorsionaba sus proyectos y provocaba cierta inquietud, había que destruirlo. Lo intentan con una pregunta, que en verdad era una daga envenenada, pero la disfrazaron en forma de debate intelectual como si fuera un guante de seda.

La pregunta era inteligente, porque la maldad no está reñida con ciertas habilidades intelectuales. Esa inteligencia hacía la pregunta aún más perversa si cabe. Querían que Jesús incitara a la rebelión negándose a pagar impuestos o, en el menos grave de los casos, que justificara el dominio romano para poder presentarlo como enemigo del pueblo y colaboracionista. Pero la pregunta va más allá de ese contexto histórico y ha seguido planteándose a lo largo de los siglos. De hecho la respuesta de Jesús, “Lo que es del César pagádselo al César, y lo que es de Dios a Dios”, se cita para justificar posturas absolutamente antagónicas sin entrar en el meollo de la cuestión, que no es tan complicado.

Existe una autonomía del orden natural. Este no contradice que todas las cosas deban ordenarse a Dios. Pero sí que afirma que la realidad natural se rige por unas leyes propias. Esto sirve también para la comunidad política. Los impuestos de una ciudad no se deben estipular buscando en la Biblia, aunque la autoridad municipal si que debe buscar el bien común y no legislar en contra de la voluntad de Dios. Por lo mismo enseña la Iglesia que la ley en principio hay que obedecerla siempre, salvo cuando manda algo injusto, porque entonces no tiene carácter de ley.

Pretender una teocracia es peligrosísimo, principalmente porque esa forma política acaba sometiendo a Dios a la voluntad de los políticos; al mismo tiempo, un sistema que prescinda de toda referencia a unos valores superiores y niegue la objetividad de la verdad puede convertirse en el más totalitario de todos.

Jesús con su respuesta nos indica un camino. Está claro que a Dios siempre hay que darle lo que le corresponde y que servirle a Él es lo primero de todo. Ello no nos priva de nuestras responsabilidades concretas en la vida social y política. Es cierto que las circunstancias varían mucho y hay que estar atento a todas ellas. Lo que no puede hacerse es oponer, de entrada, ambos como absolutamente antagónicos. Entre otras cosas porque es Dios quien ha creado al hombre y lo ha hecho social por naturaleza y, por tanto, necesitado de una organización y de una autoridad para cumplir su cometido en la tierra.

Cita:
Colaboración Servicio Bíblico LatinoamericanoMc 12,13-17: Den al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios

Este pasaje pertenece al relato de las “tentaciones” a que los escribas, fariseos y saduceos someten a Jesús. La pregunta es clásica en el mundo de los sabios encargados de interpretar la Ley: “¿Está permitido…? ¿Está permitido pagar el impuesto (considerado por los judíos como una obligación religiosa) al César, príncipe extranjero que no es de la raza de David y no tiene, por tanto, ningún derecho divino a reinar sobre el pueblo?

Jesús responde con un argumento práctico: ustedes aceptan la autoridad y los favores del imperio romano; acepten también sus prescripciones y sométanse a sus exigencias.

No se pronuncia, pues, respecto a la legitimidad del poder; se limita a dejar constancia de que es aceptado y que, como tal, exige obediencia. Al actuar así, Jesús desacraliza el concepto de impuesto, que no es ya, como lo era para los judíos, un acto religioso en beneficio del Templo y un reconocimiento de la teocracia, sino un acto profano regulado por el bien común.
De esta manera quedan los inquisidores reducidos a su sitio, y al mismo tiempo confirmados en su celo prorromano. Por eso añade Jesús: “Dar a Dios lo que es de Dios”. Es decir: actúen de manera que su obediencia cívica no esté en contradicción con los deberes para con Dios

Paz y bien.
Padre misericordioso: Que tengamos la sabiduría suficiente, la Fé en Tí para poder hacer válidas éstas palabras de Jesús en nuestras vidas.
Que sepamos siempre elegir tu camino antes que todas las tentaciones que hay en el mundo, muéstranos siempre tu voluntad por medio de tu Espíritu Santo, para que sepamos tomar las decisiones adecuadas. Por Cristo, nuestro Señor. Amén.
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Tema: Comentario al Evangelio de Hoy
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Día litúrgico: Martes IX del tiempo ordinario San Bonifacio, obispo y mártir.Memoria
Tb 2,9-14: Tobías no se abatió a causa de la ceguera
Salmo responsorial 111: El corazón del justo está firme en el Señor
Texto del Evangelio (Mc 12,13-17):
En aquel tiempo, enviaron a Jesús algunos fariseos y herodianos, para cazarle en alguna palabra. Vienen y le dicen: «Maestro, sabemos que eres veraz y que no te importa por nadie, porque no miras la condición de las personas, sino que enseñas con franqueza el camino de Dios: ¿Es lícito pagar tributo al César o no? ¿Pagamos o dejamos de pagar?».

Mas Él, dándose cuenta de su hipocresía, les dijo: «¿Por qué me tentáis? Traedme un denario, que lo vea». Se lo trajeron y les dice: «¿De quién es esta imagen y la inscripción?». Ellos le dijeron: «Del César». Jesús les dijo: «Lo del César, devolvédselo al César, y lo de Dios, a Dios». Y se maravillaban de Él.

Cita:
Comentario: Rev. D. Manuel Sánchez Sánchez (Sevilla, España) «Lo del César, devolvédselo al César, y lo de Dios, a Dios»

Hoy, de nuevo nos maravillamos del ingenio y sabiduría de Cristo. Él, con su magistral respuesta, señala directamente la justa autonomía de las realidades terrenas: «Lo del César, devolvédselo al César» (Mc 12,17).

Pero la Palabra de hoy es algo más que saber salir de un apuro; es una cuestión que tiene actualidad en todos los momentos de nuestra vida: ¿qué le estoy dando a Dios?; ¿es realmente lo más importante en mi vida? ¿Dónde he puesto el corazón? Porque... «donde esté vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón» (Lc 12,34).

En efecto, según san Jerónimo, «tenéis que dar forzosamente al César la moneda que lleva impresa su imagen; pero vosotros entregad con gusto todo vuestro ser a Dios, porque impresa está en nosotros su imagen y no la del César». A lo largo de su vida, Jesucristo plantea constantemente la cuestión de la elección. Somos nosotros los que estamos llamados a elegir, y las opciones son claras: vivir desde los valores de este mundo, o vivir desde los valores del Evangelio.

Siempre es tiempo de elección, tiempo de conversión, tiempo para volver a “resituar” nuestra vida en la dinámica de Dios. Será la oración, y especialmente la realizada con la Palabra de Dios, la que nos vaya descubriendo lo que Dios quiere de nosotros. El que sabe elegir a Dios se convierte en morada de Dios, pues «si alguno me ama, guardará mi Palabra, y mi Padre le amará, y vendremos a él, y haremos morada en él» (Jn 14,23). Es la oración la que se convierte en la auténtica escuela donde, como afirma Tertuliano, «Cristo nos va enseñando cuál era el designio del Padre que Él realizaba en el mundo, y cual la conducta del hombre para que sea conforme a este mismo designio». ¡Sepamos, por tanto, elegir lo que nos conviene!

Cita:
P.José-Fernando Rey Ballesteros. LA HIPOCRESÍA
Molière escribió una célebre obra de teatro titulada “Tartufo, el hipócrita”. Es divertida y describe bien el perfil del hipócrita. Sin embargo, las escenas que retratan con mayor precisión a ese personaje las hayamos en el Evangelio. Porque la hipocresía no es sólo la pose de un momento, ni la capacidad para simular o disimular; ni siquiera ese don de afectación con que muchas veces se reviste el que pretende aparentar lo que no es. Es algo más profundo que acaba convirtiéndose en vida. El hipócrita no vive tras una máscara sino que es su máscara, de la que al final le es imposible desprenderse.

Los fariseos y partidarios de Herodes, señala el Evangelio, quisieron cazar a Jesús con una trampa. Cualquier deseo de saber la verdad estaba fuera de su horizonte. Seguramente no les importaba para nada. Era una pregunta que se resolvía en el “estado actual”, en lo “políticamente correcto” del momento. Pero como Jesús distorsionaba sus proyectos y provocaba cierta inquietud, había que destruirlo. Lo intentan con una pregunta, que en verdad era una daga envenenada, pero la disfrazaron en forma de debate intelectual como si fuera un guante de seda.

La pregunta era inteligente, porque la maldad no está reñida con ciertas habilidades intelectuales. Esa inteligencia hacía la pregunta aún más perversa si cabe. Querían que Jesús incitara a la rebelión negándose a pagar impuestos o, en el menos grave de los casos, que justificara el dominio romano para poder presentarlo como enemigo del pueblo y colaboracionista. Pero la pregunta va más allá de ese contexto histórico y ha seguido planteándose a lo largo de los siglos. De hecho la respuesta de Jesús, “Lo que es del César pagádselo al César, y lo que es de Dios a Dios”, se cita para justificar posturas absolutamente antagónicas sin entrar en el meollo de la cuestión, que no es tan complicado.

Existe una autonomía del orden natural. Este no contradice que todas las cosas deban ordenarse a Dios. Pero sí que afirma que la realidad natural se rige por unas leyes propias. Esto sirve también para la comunidad política. Los impuestos de una ciudad no se deben estipular buscando en la Biblia, aunque la autoridad municipal si que debe buscar el bien común y no legislar en contra de la voluntad de Dios. Por lo mismo enseña la Iglesia que la ley en principio hay que obedecerla siempre, salvo cuando manda algo injusto, porque entonces no tiene carácter de ley.

Pretender una teocracia es peligrosísimo, principalmente porque esa forma política acaba sometiendo a Dios a la voluntad de los políticos; al mismo tiempo, un sistema que prescinda de toda referencia a unos valores superiores y niegue la objetividad de la verdad puede convertirse en el más totalitario de todos.

Jesús con su respuesta nos indica un camino. Está claro que a Dios siempre hay que darle lo que le corresponde y que servirle a Él es lo primero de todo. Ello no nos priva de nuestras responsabilidades concretas en la vida social y política. Es cierto que las circunstancias varían mucho y hay que estar atento a todas ellas. Lo que no puede hacerse es oponer, de entrada, ambos como absolutamente antagónicos. Entre otras cosas porque es Dios quien ha creado al hombre y lo ha hecho social por naturaleza y, por tanto, necesitado de una organización y de una autoridad para cumplir su cometido en la tierra.

Cita:
Colaboración Servicio Bíblico LatinoamericanoMc 12,13-17: Den al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios

Este pasaje pertenece al relato de las “tentaciones” a que los escribas, fariseos y saduceos someten a Jesús. La pregunta es clásica en el mundo de los sabios encargados de interpretar la Ley: “¿Está permitido…? ¿Está permitido pagar el impuesto (considerado por los judíos como una obligación religiosa) al César, príncipe extranjero que no es de la raza de David y no tiene, por tanto, ningún derecho divino a reinar sobre el pueblo?

Jesús responde con un argumento práctico: ustedes aceptan la autoridad y los favores del imperio romano; acepten también sus prescripciones y sométanse a sus exigencias.

No se pronuncia, pues, respecto a la legitimidad del poder; se limita a dejar constancia de que es aceptado y que, como tal, exige obediencia. Al actuar así, Jesús desacraliza el concepto de impuesto, que no es ya, como lo era para los judíos, un acto religioso en beneficio del Templo y un reconocimiento de la teocracia, sino un acto profano regulado por el bien común.
De esta manera quedan los inquisidores reducidos a su sitio, y al mismo tiempo confirmados en su celo prorromano. Por eso añade Jesús: “Dar a Dios lo que es de Dios”. Es decir: actúen de manera que su obediencia cívica no esté en contradicción con los deberes para con Dios

Paz y bien.
Padre misericordioso: Que tengamos la sabiduría suficiente, la Fé en Tí para poder hacer válidas éstas palabras de Jesús en nuestras vidas.
Que sepamos siempre elegir tu camino antes que todas las tentaciones que hay en el mundo, muéstranos siempre tu voluntad por medio de tu Espíritu Santo, para que sepamos tomar las decisiones adecuadas. Por Cristo, nuestro Señor. Amén.
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MensajePublicado: Mar Jun 05, 2007 1:08 pm    Asunto:
Tema: Comentario al Evangelio de Hoy
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Día litúrgico: Martes IX del tiempo ordinario San Bonifacio, obispo y mártir.Memoria
Tb 2,9-14: Tobías no se abatió a causa de la ceguera
Salmo responsorial 111: El corazón del justo está firme en el Señor
Texto del Evangelio (Mc 12,13-17):
En aquel tiempo, enviaron a Jesús algunos fariseos y herodianos, para cazarle en alguna palabra. Vienen y le dicen: «Maestro, sabemos que eres veraz y que no te importa por nadie, porque no miras la condición de las personas, sino que enseñas con franqueza el camino de Dios: ¿Es lícito pagar tributo al César o no? ¿Pagamos o dejamos de pagar?».

Mas Él, dándose cuenta de su hipocresía, les dijo: «¿Por qué me tentáis? Traedme un denario, que lo vea». Se lo trajeron y les dice: «¿De quién es esta imagen y la inscripción?». Ellos le dijeron: «Del César». Jesús les dijo: «Lo del César, devolvédselo al César, y lo de Dios, a Dios». Y se maravillaban de Él.

Cita:
Comentario: Rev. D. Manuel Sánchez Sánchez (Sevilla, España) «Lo del César, devolvédselo al César, y lo de Dios, a Dios»

Hoy, de nuevo nos maravillamos del ingenio y sabiduría de Cristo. Él, con su magistral respuesta, señala directamente la justa autonomía de las realidades terrenas: «Lo del César, devolvédselo al César» (Mc 12,17).

Pero la Palabra de hoy es algo más que saber salir de un apuro; es una cuestión que tiene actualidad en todos los momentos de nuestra vida: ¿qué le estoy dando a Dios?; ¿es realmente lo más importante en mi vida? ¿Dónde he puesto el corazón? Porque... «donde esté vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón» (Lc 12,34).

En efecto, según san Jerónimo, «tenéis que dar forzosamente al César la moneda que lleva impresa su imagen; pero vosotros entregad con gusto todo vuestro ser a Dios, porque impresa está en nosotros su imagen y no la del César». A lo largo de su vida, Jesucristo plantea constantemente la cuestión de la elección. Somos nosotros los que estamos llamados a elegir, y las opciones son claras: vivir desde los valores de este mundo, o vivir desde los valores del Evangelio.

Siempre es tiempo de elección, tiempo de conversión, tiempo para volver a “resituar” nuestra vida en la dinámica de Dios. Será la oración, y especialmente la realizada con la Palabra de Dios, la que nos vaya descubriendo lo que Dios quiere de nosotros. El que sabe elegir a Dios se convierte en morada de Dios, pues «si alguno me ama, guardará mi Palabra, y mi Padre le amará, y vendremos a él, y haremos morada en él» (Jn 14,23). Es la oración la que se convierte en la auténtica escuela donde, como afirma Tertuliano, «Cristo nos va enseñando cuál era el designio del Padre que Él realizaba en el mundo, y cual la conducta del hombre para que sea conforme a este mismo designio». ¡Sepamos, por tanto, elegir lo que nos conviene!

Cita:
P.José-Fernando Rey Ballesteros. LA HIPOCRESÍA
Molière escribió una célebre obra de teatro titulada “Tartufo, el hipócrita”. Es divertida y describe bien el perfil del hipócrita. Sin embargo, las escenas que retratan con mayor precisión a ese personaje las hayamos en el Evangelio. Porque la hipocresía no es sólo la pose de un momento, ni la capacidad para simular o disimular; ni siquiera ese don de afectación con que muchas veces se reviste el que pretende aparentar lo que no es. Es algo más profundo que acaba convirtiéndose en vida. El hipócrita no vive tras una máscara sino que es su máscara, de la que al final le es imposible desprenderse.

Los fariseos y partidarios de Herodes, señala el Evangelio, quisieron cazar a Jesús con una trampa. Cualquier deseo de saber la verdad estaba fuera de su horizonte. Seguramente no les importaba para nada. Era una pregunta que se resolvía en el “estado actual”, en lo “políticamente correcto” del momento. Pero como Jesús distorsionaba sus proyectos y provocaba cierta inquietud, había que destruirlo. Lo intentan con una pregunta, que en verdad era una daga envenenada, pero la disfrazaron en forma de debate intelectual como si fuera un guante de seda.

La pregunta era inteligente, porque la maldad no está reñida con ciertas habilidades intelectuales. Esa inteligencia hacía la pregunta aún más perversa si cabe. Querían que Jesús incitara a la rebelión negándose a pagar impuestos o, en el menos grave de los casos, que justificara el dominio romano para poder presentarlo como enemigo del pueblo y colaboracionista. Pero la pregunta va más allá de ese contexto histórico y ha seguido planteándose a lo largo de los siglos. De hecho la respuesta de Jesús, “Lo que es del César pagádselo al César, y lo que es de Dios a Dios”, se cita para justificar posturas absolutamente antagónicas sin entrar en el meollo de la cuestión, que no es tan complicado.

Existe una autonomía del orden natural. Este no contradice que todas las cosas deban ordenarse a Dios. Pero sí que afirma que la realidad natural se rige por unas leyes propias. Esto sirve también para la comunidad política. Los impuestos de una ciudad no se deben estipular buscando en la Biblia, aunque la autoridad municipal si que debe buscar el bien común y no legislar en contra de la voluntad de Dios. Por lo mismo enseña la Iglesia que la ley en principio hay que obedecerla siempre, salvo cuando manda algo injusto, porque entonces no tiene carácter de ley.

Pretender una teocracia es peligrosísimo, principalmente porque esa forma política acaba sometiendo a Dios a la voluntad de los políticos; al mismo tiempo, un sistema que prescinda de toda referencia a unos valores superiores y niegue la objetividad de la verdad puede convertirse en el más totalitario de todos.

Jesús con su respuesta nos indica un camino. Está claro que a Dios siempre hay que darle lo que le corresponde y que servirle a Él es lo primero de todo. Ello no nos priva de nuestras responsabilidades concretas en la vida social y política. Es cierto que las circunstancias varían mucho y hay que estar atento a todas ellas. Lo que no puede hacerse es oponer, de entrada, ambos como absolutamente antagónicos. Entre otras cosas porque es Dios quien ha creado al hombre y lo ha hecho social por naturaleza y, por tanto, necesitado de una organización y de una autoridad para cumplir su cometido en la tierra.

Cita:
Colaboración Servicio Bíblico LatinoamericanoMc 12,13-17: Den al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios

Este pasaje pertenece al relato de las “tentaciones” a que los escribas, fariseos y saduceos someten a Jesús. La pregunta es clásica en el mundo de los sabios encargados de interpretar la Ley: “¿Está permitido…? ¿Está permitido pagar el impuesto (considerado por los judíos como una obligación religiosa) al César, príncipe extranjero que no es de la raza de David y no tiene, por tanto, ningún derecho divino a reinar sobre el pueblo?

Jesús responde con un argumento práctico: ustedes aceptan la autoridad y los favores del imperio romano; acepten también sus prescripciones y sométanse a sus exigencias.

No se pronuncia, pues, respecto a la legitimidad del poder; se limita a dejar constancia de que es aceptado y que, como tal, exige obediencia. Al actuar así, Jesús desacraliza el concepto de impuesto, que no es ya, como lo era para los judíos, un acto religioso en beneficio del Templo y un reconocimiento de la teocracia, sino un acto profano regulado por el bien común.
De esta manera quedan los inquisidores reducidos a su sitio, y al mismo tiempo confirmados en su celo prorromano. Por eso añade Jesús: “Dar a Dios lo que es de Dios”. Es decir: actúen de manera que su obediencia cívica no esté en contradicción con los deberes para con Dios

Paz y bien.
Padre misericordioso: Que tengamos la sabiduría suficiente, la Fé en Tí para poder hacer válidas éstas palabras de Jesús en nuestras vidas.
Que sepamos siempre elegir tu camino antes que todas las tentaciones que hay en el mundo, muéstranos siempre tu voluntad por medio de tu Espíritu Santo, para que sepamos tomar las decisiones adecuadas. Por Cristo, nuestro Señor. Amén.
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MensajePublicado: Mie Jun 06, 2007 1:10 pm    Asunto:
Tema: Comentario al Evangelio de Hoy
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Día litúrgico: Miércoles IX del tiempo ordinario
Tb 3,1-11.16-17: Llegaron las oraciones de ambos a la presencia del Altísimo
Salmo responsorial 24: A tí, Señor, levanto mi alma
Texto del Evangelio (Mc 12,18-27):
En aquel tiempo, se le acercaron a Jesús unos saduceos, que niegan que haya resurrección, y le preguntaban: «Maestro, Moisés nos dejó escrito que si muere el hermano de alguno y deja mujer y no deja hijos, que su hermano tome a la mujer para dar descendencia a su hermano. Eran siete hermanos: el primero tomó mujer, pero murió sin dejar descendencia; también el segundo la tomó y murió sin dejar descendencia; y el tercero lo mismo. Ninguno de los siete dejó descendencia. Después de todos, murió también la mujer. En la resurrección, cuando resuciten, ¿de cuál de ellos será mujer? Porque los siete la tuvieron por mujer».

Jesús les contestó: «¿No estáis en un error precisamente por esto, por no entender las Escrituras ni el poder de Dios? Pues cuando resuciten de entre los muertos, ni ellos tomarán mujer ni ellas marido, sino que serán como ángeles en los cielos. Y acerca de que los muertos resucitan, ¿no habéis leído en el libro de Moisés, en lo de la zarza, cómo Dios le dijo: Yo soy el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob? No es un Dios de muertos, sino de vivos. Estáis en un gran error».
Cita:
Comentario: Pbro. D. Federico Elías Alcamán Riffo (Puchuncaví-Valparaíso, Chile) «No es un Dios de muertos, sino de vivos»
Hoy, la Santa Iglesia pone a nuestra consideración —por la palabra de Cristo— la realidad de la resurrección y las propiedades de los cuerpos resucitados. En efecto, el Evangelio nos narra el encuentro de Jesús con los saduceos, quienes —mediante un caso hipotético rebuscado— le presentan una dificultad acerca de la resurrección de los muertos, verdad en la cual ellos no creían.

Le dicen que, si una mujer enviuda siete veces, «¿de cuál de ellos [los siete esposos] será mujer?» (Mc 12,23). Buscan, así, poner en ridículo la doctrina de Jesús. Mas, el Señor deshace tal dificultad al exponer que, «cuando resuciten de entre los muertos, ni ellos tomarán mujer, ni ellas marido, sino que serán como ángeles en los cielos» (Mc 12,25).

Y, dada la ocasión, Nuestro Señor aprovecha la circunstancia para afirmar la existencia de la resurrección, citando lo que le dijo Dios a Moisés en el episodio de la zarza: «Yo soy el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob», y agrega: «No es un Dios de muertos, sino de vivos» (Mc 12,26-27). Ahí Jesús les reprocha lo equivocados que están, porque no entienden ni la Escritura ni el poder de Dios; es más, esta verdad ya estaba revelada en el Antiguo Testamento: así lo enseñaron Isaías, la madre de los Macabeos, Job y otros.

San Agustín describía así la vida de eterna y amorosa comunión: «No padecerás allí límites ni estrecheces al poseer todo; tendrás todo, y tu hermano tendrá también todo; porque vosotros dos, tú y él, os convertiréis en uno, y este único todo también tendrá a Aquel que os posea a ambos».

Nosotros, lejos de dudar de las Escrituras y del poder misericordioso de Dios, adheridos con toda la mente y el corazón a esta verdad esperanzadora, nos gozamos de no quedar frustrados en nuestra sed de vida, plena y eterna, la cual se nos asegura en el mismo Dios, en su gloria y felicidad. Ante esta invitación divina no nos queda sino fomentar nuestras ansias de ver a Dios, el deseo de estar para siempre reinando junto a Él.
Cita:
P. José-Fernando Rey Ballesteros. UN DIOS DE VIVOS

El Evangelio de este día nos habla de la resurrección de los muertos. Algunas estadísticas indican que muchos cristianos no son conscientes de esta verdad de fe. Yo mismo he comprobado, hablando con adolescentes y jóvenes, que consideran la resurrección de la carne como algo metafórico. En los primeros tiempos pasaba algo parecido. San Pablo, cuando anuncia en Atenas que los muertos resucitarán, ve con sorpresa que todos dejan de escucharle. Encontraban aquella doctrina extravagante.

Al decir que resucita la carne, lo cual es posible gracias a la resurrección de Jesucristo de entre los muertos, afirmamos también el valor de todo lo humano. La Iglesia siempre ha huido del angelismo. En la historia han existido muchos movimientos, nacidos en el seno del cristianismo, que despreciaban lo material. Daban tanta importancia a lo espiritual que negaban el valor del cuerpo. Era el caso, por ejemplo, de los maniqueos. Sin embargo, Jesús, con su encarnación asume todo lo humano y, en primer lugar el cuerpo y el alma. Muere verdaderamente y resucita.

La resurrección de la carne nos ayuda a relacionarnos con todo lo material sabiendo que lo mejor de ello será recuperado en la vida eterna. Por ello tienen sentido las emociones estéticas, escuchar una música bella o paladear un buen vino. El mundo no es malo y nuestro cuerpo tampoco. El hecho de que la vida humana no se agote en su corporeidad no significa que debamos despreciarlo.

Ahora bien, la resurrección señala también un estado de plenitud. Nuestro cuerpo, entonces glorificado, no estará sujeto a las necesidades que ahora experimentamos ni tampoco se resistirá a las mociones del alma. Resplandecerá con la plenitud de vida que Dios le comunica. Pensar en la resurrección no nos lleva a idolatrar lo corporal sino a tomarnos la vida en serio y con esperanza. De hecho, si no hubiera esperanza tampoco habría seriedad y todo parecería un juego.

San Pedro de Alcántara tiene unas sugerentes meditaciones sobre la muerte. Para algunos pueden resultar tremebundas, pero dice cosas muy interesantes. Señala, por ejemplo, y a mí me ayuda, el dolor que deben sentir alma y cuerpo al separarse en el momento de la muerte. Lo han compartido todo durante tantos años y, de repente, emprenden viajes separados. Ese es un punto muy misterioso de nuestra existencia. De ahí que nosotros aceptemos alegres la noticia del Señor de que la muerte ha sido vencida y el hombre, después de esta vida, podrá alcanzar en plenitud la unidad por la que lucha en esta vida.

Porque la resurrección de la carne nos habla también de la unidad del hombre y nos impulsa a buscarla. Precisamente uno de nuestros dramas es el vivir escindidos. Jesús nos da una clave para esa unidad: “No es un Dios de muertos, sino de vivos, porque para él todos están vivos”. La pregunta de los saduceos escondía una trampa. Con su ejemplo absolutamente inverosímil pretendían separar lo que hacemos en este mundo de nuestro destino definitivo. Pero estamos en manos de Dios y sólo en Él se entiende todo.

Paz y bien. (Comentario de Laura Aguilar Ramírez)
La resurrección es la esperanza de los que creemos en Dios. Antes tenía miedo a la muerte, a los fantasmas. Nadie me explicaba nada. Y la ignorancia es un muy buen cultivo para las dudas. El vivir en duda es vivir sin paz. Primero pensaba que al morir simplemente desaparecería, lo cual me daba miedo. Después que andaría vagando como fantasma. Después que sería un ángel al morir si había hecho los suficientes méritos. Y la resurrección no es ninguna de ésas cosas. Es integrarse a Dios, vivir dentro de él, en la luz. Con mi corporeidad, con mi espíritu. Jesús dice que seremos como ángeles, no que seremos ángeles. Menciona que es un Dios de vivos, no de muertos. El mismo en su Transfiguración estuvo junto a Elias y Moisés corpóreos y espirituales al mismo tiempo, llenos de luz.
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MensajePublicado: Jue Jun 07, 2007 1:16 pm    Asunto:
Tema: Comentario al Evangelio de Hoy
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Día litúrgico: Jueves IX del tiempo ordinario
Tb 6,10-11a;7,1.9-17; 8,4-10: Dios los trajo a mi casa para que mi hija se case contigo
Salmo responsorial 127: Dichosos los que temen al Señor
Texto del Evangelio (Mc 12,28-34):
En aquel tiempo, se llego uno de los escribas y le preguntó: «¿Cuál es el primero de todos los mandamientos?». Jesús le contestó: «El primero es: ‘Escucha, Israel: El Señor, nuestro Dios, es el único Señor, y amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente y con todas tus fuerzas’. El segundo es: ‘Amarás a tu prójimo como a ti mismo’. No existe otro mandamiento mayor que éstos».

Le dijo el escriba: «Muy bien, Maestro; tienes razón al decir que Él es único y que no hay otro fuera de Él, y amarle con todo el corazón, con toda la inteligencia y con todas las fuerzas, y amar al prójimo como a si mismo vale más que todos los holocaustos y sacrificios».

Y Jesús, viendo que le había contestado con sensatez, le dijo: «No estás lejos del Reino de Dios». Y nadie más se atrevía ya a hacerle preguntas.
Cita:
Comentario: P. Rodolf Puigdollers i Noblom SchP (La Roca del Vallès-Barcelona, España) «No existe otro mandamiento mayor que éstos»

Hoy, un maestro de la Ley le pregunta a Jesús: «¿Cuál es el primero de todos los mandamientos?» (Mc 12,2Cool. La pregunta es capciosa. En primer lugar, porque intenta establecer un ránquing entre los diversos mandamientos; y, en segundo lugar, porque su pregunta se centra en la Ley. Está claro, se trata de la pregunta de un maestro de la Ley.

La respuesta del Señor desmonta la espiritualidad de aquel «maestro de la Ley». Toda la actitud del discípulo de Jesucristo respecto a Dios queda resumida en un punto doble: «Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón» y «amarás a tu prójimo como a ti mismo» (Mc 12,31). El comportamiento religioso queda definido en su relación con Dios y con el prójimo; y el comportamiento humano, en su relación con los otros y con Dios. Lo dice con otras palabras san Agustín: «Ama y haz lo que quieras». Ama a Dios y ama a los otros, y el resto de cosas será consecuencia de este amor en plenitud.

El maestro de la ley lo entiende perfectamente. E indica que amar a Dios con todo el corazón y a los otros como a uno mismo «vale más que todos los holocaustos y sacrificios» (Mc 12,33). Dios está esperando la respuesta de cada persona, la entrega plena «con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente y con todas tus fuerzas» (Mc 12,30) a Él, que es la Verdad y la Bondad, y la entrega generosa a los otros. Los «sacrificios y ofrendas» tan solamente tienen sentido en la medida que sean expresión verdadera de este doble amor. ¡Y pensar que a veces utilizamos los “pequeños mandamientos” y «los sacrificios y las ofrendas» como una piedra para criticar o herir al otro!

Jesús comenta la respuesta del maestro de la Ley con un «no estás lejos del Reino de Dios» (Mc 12,34). Para Jesucristo nadie que ame a los demás por encima de todo está lejos del reinado de Dios.

Cita:
Colaboración Servicio Bíblico Latinoamericano Mc 12,28b-34: Ama al Señor con todo tu corazón, y al prójimo como a ti mismo

Marcos muestra la buena disposición y la preocupación del letrado por el esclarecimiento de su duda. También es Marcos el único que pone en boca de Jesús un elogio de este hombre (v.34). A la pregunta del escriba Jesús contesta enunciando los dos mandamientos del amor (v.29-31).

El amor de Dios y de los hombres es el contenido esencial de la liturgia cristiana. En efecto, la asamblea eucarística es el terreno eclesiástico por excelencia donde se construye y se arraiga en el corazón de los cristianos la unión indisoluble entre el amor de Dios y el amor de todos los hombres. Se acepta esta unión gracias a una iniciación reiterada, cuyo centro es la celebración eucarística. Desde el momento en que da gracias al Padre como respuesta a su iniciativa de amor, el cristiano está llamado a unirse activamente a todos los hombres, a los que recibe como hermanos en Jesucristo. Concretamente, la acción de gracias se une con el reparto fraternal del mismo pan y llama a la misión, que no son más que la expresión suprema del amor a todos.

Paz y bien.
Cita:
El Señor, nuestro Dios, es el único Señor, y amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente y con todas tus fuerzas’. El segundo es: ‘Amarás a tu prójimo como a ti mismo’. No existe otro mandamiento mayor que éstos».
En éstos dos mandamientos está toda la base del camino a Jesús y por lo tanto a Dios.
Amar a Dios sobre todas las cosas y sobre todos. A veces suena como dejar todo, alejarse de todos y es al contrario, Dios está presente siempre, tanto que envió a su Hijo para salvarnos de la muerte. Dios mismo interactúa con nosotros por medio de su Espíritu Santo, entonces el amarlo necesariamente nos lleva a amar a los demás. Sin embargo también ahí equivocamos el sentido del amor. Amor es entregarse, servir, darse. Creemos que amar es consentir, mimar. Pedimos ser amados de ésta manera y cuando no sucede así, entonces nos enojamos, símbolo de que estamos mal, porque Dios es paz interior que se refleja.
Todavía me falta mucho, Señor. Perdón.
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MensajePublicado: Vie Jun 08, 2007 1:21 pm    Asunto:
Tema: Comentario al Evangelio de Hoy
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Día litúrgico: Viernes IX del tiempo ordinario
Tb 11,5-17: Ahora me has salvado, Señor, y puedo ver a mi hijo
Salmo responsorial 145: Alaba, alma mía, al Señor.
Texto del Evangelio (Mc 12,35-37):
En aquel tiempo, Jesús, tomando la palabra, decía mientras enseñaba en el Templo: «¿Cómo dicen los escribas que el Cristo es hijo de David? David mismo dijo, movido por el Espíritu Santo: ‘Dijo el Señor a mi Señor: Siéntate a mi diestra hasta que ponga a tus enemigos debajo de tus pies’. El mismo David le llama Señor; ¿cómo entonces puede ser hijo suyo?». La muchedumbre le oía con agrado.
Cita:
Comentario: P. Josep de Calasanç Laplana OSB (Monje de Montserrat, Cataluña-España) «El mismo David llama Señor [al Mesías]»
Hoy, el judaísmo aún sabe que el Mesías ha de ser “hijo de David” y debe inaugurar una nueva era del reinado de Dios. Los cristianos “sabemos” que el Mesías Hijo de David es Jesucristo, y que este reino ha empezado ya incoativamente —como semilla que nace y crece— y se hará realidad visible y radiante cuando Jesús vuelva al final de los tiempos. Pero ahora ya Jesús es el Hijo de David y nos permite vivir “en esperanza” los bienes del reino mesiánico.

El título “Hijo de David” aplicado a Jesucristo forma parte de la médula del Evangelio. En la Anunciación, la Virgen recibió este mensaje: «El Señor Dios le dará el trono de David, su padre, reinará sobre la estirpe de Jacob por siempre» (Lc 1,32-33). Los pobres que pedían la curación a Jesús, clamaban: «¡Hijo de David, Jesús, ten compasión de mí!» (Mc 10,4Cool. En su entrada solemne en Jerusalén, Jesús fue aclamado: «¡Bendito el reino que viene, el de nuestro padre David!» (Mc 11,10). El antiquísimo libro de la Didakhé agradece a Dios «la viña santa de David, tu siervo, que nos has dado a conocer por medio de Jesús, tu siervo».

Pero Jesús no es sólo hijo de David, sino también Señor. Jesús lo afirma solemnemente al citar el Salmo davídico 110, cita incomprensible para los judíos: pues resulta imposible que el hijo de David sea “Señor” de su padre. San Pedro, testigo de la resurrección de Jesús, vio claramente que Jesús había sido constituido “Señor de David”, porque «David murió y fue sepultado, y su sepulcro aún se conserva entre nosotros (…). A este Jesús Dios lo ha resucitado, y de ello somos testigos todos nosotros» (Ac 2,14).

Jesucristo, «nacido, en cuanto hombre, de la estirpe de David y constituido por su resurrección de entre los muertos Hijo poderoso de Dios», como dice san Pablo (Rm 1,3-4), se ha convertido en el foco que atrae el corazón de todos los hombres, y así, mediante su atracción suave, ejerce su señorío sobre todos los hombres que se dirigen a Él con amor y confianza
Cita:
Arzobispado de Madrid- UNA BELLA HISTORIAHoy escuchamos, en la primera lectura, el final de la historia de Tobías. Es muy edificante el final. Los nuevos esposos vuelven a casa y Tobías, con el hígado del pez que le ha dado Rafael sana la ceguera de su padre. Este acaba alabando a Dios y bendiciendo a su hijo y a su nuera. Es una historia con final feliz. Para nosotros cumple una función importante: nos ayuda a mantener la esperanza y a recordar que toda nuestra vida está en manos de Dios.

Alguno podría objetar que en la vida nos encontramos con muchos dramas familiares que no acaban de esa manera. Todos conocemos casos. Pero la historia de Tobit no hay que leerla como un cúmulo de casualidades que al final acaba bien. Lo que nos enseña es a no dejar de confiar nunca en Dios y a buscar caminar siempre en su presencia. Aunque todos deseamos ver las obras grandes de Dios en esta vida, y que se realicen prodigios, especialmente cuando vivimos dolorosos dramas familiares, lo que más nos ayuda es comprender que a los ojos de Dios todo tiene un sentido.

Muchas veces lo que querríamos para nosotros lo vemos realizados en otros. El mayor bien, que se esconde y del que son figura las realizaciones materiales, es la paz del alma. Hace pocos días viajé a Lourdes con un muchacho que padece una cojera desde su nacimiento. En la ida fuimos rezando el rosario. También, al llegar al santuario participamos de las diversas funciones religiosas. El último día de la peregrinación me dijo que le gustaría bañarse en las piscinas. Después me comentó: “todos estos días, siempre que rezábamos le pedía a la Virgen que me curara la cojera, pero al ir a bañarme le he pedido algo más grande, que me dé el Espíritu Santo”. Y estaba muy feliz por ello. De hecho lo segundo es mucho más grande que lo primero.

En la Biblia encontramos curaciones y milagros de otro tipo que recuerdan los grandes bienes espirituales que el Señor nos regala con su gracia. A través de los primeros caemos en la cuenta de que existen los segundos y de que son esos los que verdaderamente convienen a nuestra alma y deseamos.

Así también caemos en la cuenta de que las realidades visibles son imagen de otras invisibles. En el Evangelio encontramos otro ejemplo al respecto. Jesús lo enseña a propósito del Mesías, que es del linaje de David. Del hecho de que David fue rey, muy importante, algunos judíos esperaban un nuevo rey temporal que los liberara del dominio romano. La realeza de Jesucristo se manifiesta de otra manera. Ciertamente Él es el heredero de la promesa mesiánica hecha a David. Así lo señalan los ángeles tanto a la Virgen María como a san José. Sin embargo la realeza de Jesús es muy superior a la que le correspondería a un simple descendiente legítimo del gran rey David. Es lo que enseña Jesús al mostrar como el mismo rey llamaba Señor al que debía ser descendiente suyo.

Pidámosle a María que nos ayude a no perder la confianza en Dios cuando las cosas nos vayan mal y también a saber agradecerle todos los bienes que recibimos. Que ella aguce nuestra mirada interior para que, a través de las cosas visibles, sepamos levantar nuestra mirada a las eternas.
Cita:
Colaboración Servicio Bíblico LatinoamericanoMc 12,35-37: Dijo el Señor a mi Señor: Siéntate a mi derecha

Cuarta discusión de Jesús con los representantes de la sectas judías, que esta vez son los fariseos. Inmediatamente toma la iniciativa y orienta el tema hacia los orígenes del Mesías.

Los escribas piensan que el Mesías es hijo de David, cuando David, por su parte, pensaba que era su Señor. Ahora bien, en oriente es inconcebible que un padre de familia conceda el titulo de señor a uno de sus hijos. Por consiguiente, David tuvo que haber estado inspirado por el Espíritu al hacer una declaración de ese tipo.

La argumentación de Jesús se fundamenta en un procedimiento rabínico consistente en contraponer dos tradiciones o dos textos bíblicos para llegar a una síntesis.

El reino mesiánico de Jesús trasciende, pues, el reino nacionalista de David. Pero las palabras de Cristo las recogió con particular esmero la comunidad primitiva, que vio en ellas una prueba de su resurrección y de su filiación divina. En efecto, entendió la palabra “Señor” en el sentido que le daba después de la Resurrección, y quiso que la realeza mesiánica de Jesús tuviera cumplimiento en su soberanía de Hijo de Dios resucitado. Esta asociación entre el titulo mesiánico y el titulo señorial de Jesús (Rm 1,1-5) permite comprender que Dios no se ha unido tan sólo con la humanidad en general, sino con una humanidad concreta, condicionada por el contexto social y político de Palestina. El Mesías es un regalo de Dios, pero es también un fruto de la historia de los hombres.

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MensajePublicado: Sab Jun 09, 2007 12:09 pm    Asunto:
Tema: Comentario al Evangelio de Hoy
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Día litúrgico: Sábado IX del tiempo ordinario
Tb 12,1.5-15.20: Vuelvo al que me envió; ustedes bendigan al Señor
Interleccional Tb 13: Bendito sea Dios, que vive eternamente
Texto del Evangelio (Mc 12,38-44):
En aquel tiempo, dijo Jesús a las gentes en su predicación: «Guardaos de los escribas, que gustan pasear con amplio ropaje, ser saludados en las plazas, ocupar los primeros asientos en las sinagogas y los primeros puestos en los banquetes; y que devoran la hacienda de las viudas so capa de largas oraciones. Esos tendrán una sentencia más rigurosa.

Jesús se sentó frente al arca del Tesoro y miraba cómo echaba la gente monedas en el arca del Tesoro: muchos ricos echaban mucho. Llegó también una viuda pobre y echó dos moneditas, o sea, una cuarta parte del as. Entonces, llamando a sus discípulos, les dijo: «Os digo de verdad que esta viuda pobre ha echado más que todos los que echan en el arca del Tesoro. Pues todos han echado de los que les sobraba, ésta, en cambio, ha echado de lo que necesitaba todo cuanto poseía, todo lo que tenía para vivir».
Cita:
Comentario: Rev. D. Enric Prat i Jordana (Sort-Lleida, España)
«Llegó también una viuda pobre y echó dos moneditas
»

Hoy, como en tiempo de Jesús, los devotos —y todavía más los “profesionales” de la religión— podemos sufrir la tentación de una especie de hipocresía espiritual, manifestada en actitudes vanidosas, justificadas por el hecho de sentirnos mejores que el resto: por alguna cosa somos los creyentes, practicantes... ¡los puros! Por lo menos, en el fuero interno de nuestra conciencia, a veces quizá nos sentimos así; sin llegar, sin embargo, a “hacer ver que rezamos” y, menos aún a “devorar los bienes de nadie”.

En contraste evidente con los maestros de la ley, el Evangelio nos presenta el gesto sencillo, insignificante, de una mujer viuda que suscitó la admiración de Jesús: «Llegó también una viuda pobre y echó dos moneditas» (Mc 12,42). El valor del donativo era casi nulo, pero la decisión de aquella mujer era admirable, heroica: dio todo lo que tenía para vivir.

En este gesto, Dios y los demás pasaban delante de ella y de sus propias necesidades. Ella permanecía totalmente en las manos de la Providencia. No le quedaba ninguna otra cosa a la que agarrarse porque, voluntariamente, lo había puesto todo al servicio de Dios y de la atención de los pobres. Jesús —que lo vio— valoró el olvido de sí misma, y el deseo de glorificar a Dios y de socorrer a los pobres, como el donativo más importante de todos los que se habían hecho —quizá ostentosamente— en el mismo lugar.

Todo lo cual indica que la opción fundamental y salvífica tiene lugar en el núcleo de la propia conciencia, cuando decidimos abrirnos a Dios y vivir a disposición del prójimo; el valor de la elección no viene dado por la cualidad o cantidad de la obra hecha, sino por la pureza de la intención y la generosidad del amor
Cita:
Archimadrid-EL ÓBOLO DE LA SENTENCIA 9

Nos pasamos el tiempo calculando cuánto hemos de dar para cumplir adecuadamente, y muchas veces apesta ese deseo de quedar bien ante los demás. Las buenas obras que hacemos mueren apenas han nacido porque no podemos contenernos y se lo explicamos a los demás alardeando de ello. Jesús hoy lanza una sentencia sobre los hipócritas que ocultan debajo de amplios ropajes (porque a veces para parecer buenos hacemos notables esfuerzos, pero sólo para parecerlo), recibirán una sentencia más rigurosa.

Como contrapunto aparece esa viuda pobre que da sin medida. No conoce el cálculo. En su corazón tiene muy grabada una verdad: la generosidad duele y es como si te arrancaran algo. Es pobre pero lucha por desprenderse de su codicia. Sus dos reales lo son todo. Una insignificancia en medio de tanto tesoro, pero cuánto bien espiritual no habrá producido aquella buena obra.

Hace poco me comentaba un miembro de una asociación religiosa: “nuestro problema es que tenemos demasiado dinero”. Debajo de esa expresión se ocultaba una nostalgia. Quizás era la de darlo todo para dedicarse más al Señor. Al apóstol le está prohibido el ahorro y el cálculo. Aparece otras veces en el Evangelio. Lo oímos y de nuevo se reproduce en nuestra cabeza, tan dada ella a no entregarse del todo, el cálculo: “¿cuánto debo dar para no condenarme? ¿hasta dónde se me puede exigir? ¿qué puedo guardarme para mí?”.

La historia de la Iglesia nos enseña que, aunque en lo práctico pueda solventarse de muchas maneras, lo cierto es que hay que estar dispuesto a darlo todo. Si nos lo pidiera Jesucristo en persona no dudaríamos (eso creemos), pero lo hace a través de intermediarios. Está la Iglesia, que precisa de nuestra generosidad para seguir adelante, y están también los pobres (pequeños Cristos disfrazados) que hurgan de sopetón en nuestras conciencias. No somos capaces de juzgar lo que hacen los demás; no nos corresponde. Nos queda confrontar cada día lo que hacemos con el pasaje del Evangelio que hoy leemos bajo la atenta y misericordiosa mirada del Señor.

No debemos engañarnos. A muy pocos se les pide que den todos sus bienes materiales. Hay que cuidar la familia, proveer el futuro, que también Dios nos pide eso. Pero bajo la acción de aquella pobre viuda, descubrimos la excelencia de la acción. Lo que nos sorprende no es la cantidad de lo que da, sino el valor de su acto. Como a aquellos hombres que estaban allí también a nosotros sus dos reales nos diseccionan como un afilado cuchillo mostrando las entrañas de lo que somos. Nos cuestiona todo nuestro obrar moral, que ha de ser redefinido desde la caridad y el abandono total en Dios. No hacemos las buenas obras para conquistar a Dios sino acompañados de Jesucristo, y eso último se nos escapa. Por eso medimos el alcance de nuestras obras. Y de esa manera nos cercenamos a nosotros mismos. Nuestro corazón, que quiere expandirse en el amor, se encoge en su propia mezquindad.

Gracias Señor por esa viuda pobre que, al menos por unos instantes, me ha ayudado a pensar en todo lo que hago. Que María, la Virgen, me ayude a quererte con todo el corazón.
Paz ybien.
En éstos versículos, Jesús habla de la caridad, de la forma de hacer caridad.
Podríamos pensar en que los ricos que menciona tienen más méritos porque con su dinero pueden hacerse obras, sin embargo para Dios vale más la intención con que hagamos las cosas que el mismo hecho en sí.
La viuda da todo lo que tiene, lors ricos de lo que les sobra.
La viuda lo hace por el deseo de ayudar a los que como ella, no tienen mucho. Los ricos mencionados lo hacen con el fin de figurar.
A veces pareciera que Jesús desprecia el dinero, pero no es el dinero en sí, sino el uso que se le da, para menoscabar a otros, para presumir.
Jesús como se ve en las bodas de Caná, en diferentes pasajes disfruta de la comida, del convivir. Sabe que las cosas materiales son importantes, pero para servirse de ellas no para hacer de ellas la moneda corriente de intercambio entre los hombres. Ante éso. El pone su Amor como ejemplo de vida y del modo de vivir.
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MensajePublicado: Dom Jun 10, 2007 1:27 pm    Asunto:
Tema: Comentario al Evangelio de Hoy
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Día litúrgico: Solemnidad del Cuerpo y de la Sangre de Cristo (C) Gn 14,18-20: Melquisedec ofreció pan y vino
Salmo responsorial 109: Tú eres sacerdote eterno, según el rito de Melquisedec.
1Co 11,23-26: Cada vez proclaman ustedes la muerte del Señor
Texto del Evangelio (Lc 9,11b-17):
En aquel tiempo, Jesús les hablaba acerca del Reino de Dios, y curaba a los que tenían necesidad de ser curados. Pero el día había comenzado a declinar, y acercándose los Doce, le dijeron: «Despide a la gente para que vayan a los pueblos y aldeas del contorno y busquen alojamiento y comida, porque aquí estamos en un lugar deshabitado». Él les dijo: «Dadles vosotros de comer». Pero ellos respondieron: «No tenemos más que cinco panes y dos peces; a no ser que vayamos nosotros a comprar alimentos para toda esta gente».

Pues había como cinco mil hombres. Él dijo a sus discípulos: «Haced que se acomoden por grupos de unos cincuenta». Hicieron acomodarse a todos. Tomó entonces los cinco panes y los dos peces, y levantando los ojos al cielo, pronunció sobre ellos la bendición y los partió, y los iba dando a los discípulos para que los fueran sirviendo a la gente. Comieron todos hasta saciarse. Se recogieron los trozos que les habían sobrado: doce canastos.
Cita:
Comentario: Rev. D. Manuel Cociña Abella (Madrid, España) «Dadles vosotros de comer»

Hoy es el día más grande para el corazón de un cristiano, porque la Iglesia, después de festejar el Jueves Santo la institución de la Eucaristía, busca ahora la exaltación de este augusto Sacramento, tratando de que todos lo adoremos ilimitadamente. «Quantum potes, tantum aude...», «atrévete todo lo que puedas»: ésta es la invitación que nos hace santo Tomás de Aquino en un maravilloso himno de alabanza a la Eucaristía. Y esta invitación resume admirablemente cuáles tienen que ser los sentimientos de nuestro corazón ante la presencia real de Jesucristo en la Eucaristía. Todo lo que podamos hacer es poco para intentar corresponder a una entrega tan humilde, tan escondida, tan impresionante. El Creador de cielos y tierra se esconde en las especies sacramentales y se nos ofrece como alimento de nuestras almas. Es el pan de los ángeles y el alimento de los que estamos en camino. Y es un pan que se nos da en abundancia, como se distribuyó sin tasa el pan milagrosamente multiplicado por Jesús para evitar el desfallecimiento de los que le seguían: «Comieron todos hasta saciarse. Se recogieron los trozos que habían sobrado: doce canastos» (Lc 9,17).

Ante esa sobreabundancia de amor, debería ser imposible una respuesta remisa. Una mirada de fe, atenta y profunda, a este divino Sacramento, deja paso necesariamente a una oración agradecida y a un encendimiento del corazón. San Josemaría solía hacerse eco en su predicación de las palabras que un anciano y piadoso prelado dirigía a sus sacerdotes: «Tratádmelo bien».

Un rápido examen de conciencia nos ayudará a advertir qué debemos hacer para tratar con más delicadeza a Jesús Sacramentado: la limpieza de nuestra alma -siempre debe estar en gracia para recibirle-, la corrección en el modo de vestir -como señal exterior de amor y reverencia-, la frecuencia con la que nos acercamos a recibirlo, las veces que vamos a visitarlo en el Sagrario... Deberían ser incontables los detalles con el Señor en la Eucaristía. Luchemos por recibir y por tratar a Jesús Sacramentado con la pureza, humildad y devoción de su Santísima Madre, con el espíritu y fervor de los santos.
Cita:
Colaboración del Servicio Bíblico Latinoamericano.Lc 9,11b-17: Comieron todos y quedaron satisfecho

Jesús está cerca de Betsaida y tiene delante a una gran muchedumbre de gente pobre, enferma, hambrienta. Es a este pueblo marginado y oprimido al que Jesús se dirige, “hablándoles del reino de Dios y sanando a los que lo necesitaban” (v. 11). A continuación Lucas añade un dato importante con el que se introduce el diálogo entre Jesús y los Doce: comienza a atardecer (v. 12). El momento recuerda la invitación de los dos peregrinos que caminaban hacia Emaús precisamente al caer de la tarde: “Quédate con nosotros porque es tarde y está anocheciendo” (Lc 24,29). En los dos episodios la bendición del pan acaece al caer el día.

El diálogo entre Jesús y los Doce pone en evidencia dos perspectivas. Por una parte los apóstoles que quieren enviar a la gente a los pueblos vecinos para que se compren comida, proponen una solución “realista”. En el fondo piensan que está bien dar gratis la predicación pero que es justo que cada cual se preocupe de lo material. La perspectiva de Jesús, en cambio, representa la iniciativa del amor, la gratuidad total y la prueba incuestionable de que el anuncio del reino abarca también la solución a las necesidades materiales de la gente.

Al final del v. 12 nos damos cuenta que todo está ocurriendo en un lugar desértico. Esto recuerda sin duda el camino del pueblo elegido a través del desierto desde Egipto hacia la tierra prometida, época en la que Israel experimentó la misericordia de Dios a través de grandes prodigios, como por ejemplo el don del maná. La actitud de los discípulos recuerda las resistencias y la incredulidad de Israel delante del poder de Dios que se concretiza a través de obras salvadoras en favor del pueblo (Ex 16,3-4).

La respuesta de Jesús: “dadles vosotros de comer” (v. 13) no sólo es provocativa dada la poca cantidad de alimento, sino que sobre todo intenta poner de manifiesto la misión de los discípulos al interior del gesto misericordioso que realizará Jesús. Los discípulos, aquella tarde cerca de Betsaida y a lo largo de toda la historia de la Iglesia, están llamados a colaborar con Jesús preocupándose por conseguir el pan para sus hermanos. Después de que los discípulos acomodan a la gente, Jesús “tomó los cinco panes y los dos peces, levantó los ojos al cielo, pronunció la bendición, los partió y se los iba dando a los discípulos para los distribuyeran entre la gente” (v. 16).

El gesto de “levantar los ojos al cielo” pone en evidencia la actitud orante de Jesús que vive en permanente comunión con el Dios del reino; la bendición (la berajá hebrea) es una oración que al mismo tiempo expresa gratitud y alabanza por el don que se ha recibido o se está por recibir. Es digno de notar que Jesús no bendice los alimentos, pues para él “todos los alimentos son puros” (Mc 7,19), sino que bendice a Dios por ellos reconociéndolo como la fuente de todos los dones y de todos los bienes. El gesto de partir el pan y distribuirlo indiscutiblemente recuerda la última cena de Jesús, en donde el Señor llena de nuevo sentido el pan y el vino de la comida pascual, haciéndolos signo sacramental de su vida y su muerte como dinamismo de amor hasta el extremo por los suyos.

Al final todos quedan saciados y sobran doce canastas (v. 17). El tema de la “saciedad” es típico del tiempo mesiánico. La saciedad es la consecuencia de la acción poderosa de Dios en el tiempo mesiánico (Ex 16,12; Sal 22,27; 78,29; Jer 31,14). Jesús es el gran profeta de los últimos tiempos, que recapitula en sí las grandes acciones de Dios que alimentó a su pueblo en el pasado (Ex 16; 2Re 4,42-44). Los doce canastos que sobran no sólo subraya el exceso del don, sino que también pone en evidencia el papel de “los Doce” como mediadores en la obra de la salvación. Los Doce representan el fundamento de la Iglesia, son como la síntesis y la raíz de la comunidad cristiana, llamada a colaborar activamente a fin de que el don de Jesús pueda alcanzar a todos los seres humanos.

En el texto, como hemos visto, se sobreponen diversos niveles de significado. El milagro realizado por Jesús lo presenta como el profeta de los últimos tiempos. Al mismo tiempo el evento anticipa el gesto realizado por Jesús en la última cena, cuando el Señor dona a la comunidad en el pan y el vino el signo sacramental de su presencia.

Por otra parte, el don del pan en el desierto inaugura el tiempo nuevo de la fraternidad, que prefigura la plenitud de la comunión escatológica en plenitud. Además se pone en evidencia, como hemos señalado antes, el papel esencial de los discípulos de Jesús como mediadores del reino. A través de aquellos que creemos en el Señor debería llegar a todos los hombres el pan que del bienestar material que permite una vida digna de hijos de Dios, el pan de la esperanza y de la gratuidad del amor, y sobre todo el pan de la Palabra y de la Eucaristía, sacramento de la presencia de Jesús y de su amor misericordioso en favor de todos los hombres.

Para la revisión de vida
¿En mi vida cristiana el misterio eucarístico se manifiesta como fuente de unidad y de caridad?
¿Cómo podría comprometerme concretamente en favor de las personas que viven en la pobreza y sufren hambre de pan y de justicia?

Para la reunión de grupo
- ¿En nuestra comunidad la celebración eucarística genera mayor amor y compromiso en favor de los más pobres o se limita a ser un simple rito religioso?
- ¿Con cuáles iniciativas concretas podríamos hacer que nuestra participación comunitaria en la Eucaristía sea más activa y dinámica?
- ¿Cómo podríamos como comunidad comprometernos más para llevar a los demás el pan del bienestar material, el pan del amor y de la esperanza, y el pan del evangelio del Reino?

Para la oración de los fieles
- Señor Jesús, que en el misterio eucarístico has dejado para tus discípulos un memorial vivo de tu vida, tu muerte y tu resurrección, haz que participando con fe de tu Cuerpo y de tu Sangre seamos testigos fieles del evangelio de la liberación en medio del mundo. Roguemos al Señor.
- Señor Jesús, que congregas a tu Iglesia en torno al misterio de tu Cuerpo y de tu Sangre, haz que nuestra comunidad viva el misterio de la comunión en la diversidad, superando la intolerancia y el sectarismo, y así sea signo e instrumento de tu reino. Roguemos al Señor.
- Señor Jesús, que alimentaste a la multitud en el desierto con el pan material y el pan de la Palabra, haz que la comunidad cristiana viva atenta a los signos de los tiempos, a través de una misión de evangelización liberadora e integral, llevando a todos el anuncio del Reino y comprometiéndose activamente en la promoción humana. Roguemos al Señor.

Oración comunitaria
Señor Jesús, Pan Vivo de esperanza y de amor, concede a cuantos participamos en la cena eucarística, vivir el misterio de la comunión en el amor y ser testigos de tu reino en el mundo. Por nuestro Señor Jesucristo.

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scarlett
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MensajePublicado: Lun Jun 11, 2007 2:36 pm    Asunto:
Tema: Comentario al Evangelio de Hoy
Responder citando


Día litúrgico: Lunes X del tiempo ordinario
Santoral: 11 de Junio: San Bernabé, apóstol

Hch 11,21-26;13,1-3: Bernabé era un hombre bueno, lleno de fe y de Espíritu Santo
Salmo responsorial 97: El Señor revela a las naciones su justicia.
Lectura del santo evangelio según san Mateo 10, 7-

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus apóstoles: -«ld y proclamad que el reino de los cielos está cerca. Curad enfermos, resucitad muertos, limpiad leprosos, echad demonios. Lo que habéis recibido gratis, dadlo gratis. No llevéis en la faja oro, plata ni calderilla; ni tampoco alforja para el camino, ni túnica de repuesto, ni sandalias, ni bastón; bien merece el obrero su sustento. Cuando entréis en un pueblo o aldea, averiguad quién hay allí de confianza y quedaos en su casa hasta que os vayáis. Al entrar en una casa, saludad; si la casa se lo merece, la paz que le deseáis vendrá a ella. Si no se lo merece, la paz volverá a vosotros.»

Palabra del Señor.
Cita:
Colaboración Servicio Bíblico Latinoamericano Mt 10,7-13: Proclamen que el reino de los cielos está cerca
Cuando la Iglesia se enteró de la respuesta positiva de los habitantes de Antioquía frente al Evangelio, los discípulos enviaron a Bernabé, “hombre justo y lleno del Espíritu Santo y fe” (Hch 11, 24).

Bernabé es un “justo”, es decir, según el lenguaje teológico del Antiguo Testamento, una persona íntegra y fiel a los mandamientos del Señor. Pero además es descrito como alguien “lleno del Espíritu Santo y fe”, con lo cual se le coloca en el ámbito de la Nueva Alianza presentándolo como alguien dócil a la acción de Dios en la obra de expansión del Evangelio. El Espíritu Santo, en efecto, actuará eficazmente por mediación de Bernabé en la predicación del Evangelio a los paganos. Cuando Bernabé llega a Antioquía se llena de alegría “al ver lo que había realizado la gracia de Dios” (Hch 11,23). Para el evangelista Lucas el gozo es una de las manifestaciones típicas de la presencia del Espíritu (cf. Lc. 10,21). El relato de los Hechos añade que Bernabé “exhorta a todos a que se mantuvieran fieles al Señor”. Luego se describe el fruto abundante de la predicación y de la exhortación de este hombre “lleno del Espíritu Santo y fe”: “una considerable multitud se unió al Señor” Hch 11,24. En el anuncio del Evangelio es determinante la santidad del apóstol y la acción misteriosa del Espíritu, más allá de los métodos que se utilicen y los planes que se pretenda desarrollar.
En el capítulo 10 del evangelio de Mateo se narra el envío de los Doce de parte de Jesús y se reúnen las instrucciones básicas para la misión evangelizadora: los destinatarios (Mt 10,5-6), el contenido (Mt 10,7-Cool, sus exigencias (Mt 10,9-10) y el modo cómo debe realizarse (Mt 10,11-13).

Jesús elige a “Doce” de entre los discípulos para continuar su obra. El número “doce” nos remite a las doce tribus de Israel. En el proyecto mesiánico de Jesús “los Doce” representan, por tanto, la raíz ideal del nuevo pueblo de Dios.

La misión de los “Doce” va destinada originariamente a “las ovejas perdidas de la casa de Israel” (10,6). A partir de Israel, la misión se va abriendo poco a poco a todas las gentes, lo cual acontece plenamente sólo después de la muerte y resurrección mediante la cual es constituido Mesías y Señor universal (Mt 28,1Cool. Los Doce son enviados a las ovejas perdidas de la casa de Israel con la misión de convocar a los creyentes en la asamblea mesiánica definitiva.

Su programa misionero, descrito y estructurado a imagen de la misión histórica de Jesús, comprende dos momentos: el anuncio del Reino y la realización de los signos mesiánicos. Palabra y acción. Deberán anunciar que “está llegando el reino de los cielos” (10,7); es decir, tienen que proclamar que la justicia, la compasión y la solidaridad son una gracia y una realidad que hay que acoger como don de Dios para construir un proyecto nuevo de humanidad.

Por otra parte, están llamados a continuar realizando los gestos de liberación de Jesús en favor de los pobres, los enfermos y los marginados del mundo. Para esto, Jesús les hace partícipes de le plenitud de su “poder” mesiánico: “Les dio autoridad y poder para expulsar los espíritus inmundos y para curar toda clase de enfermedad y dolencias” (10,1).

La misión es camino. Exige moverse de un lugar a otro, avanzar, superar obstáculos y no dejarse vencer por el cansancio o el rechazo de los seres humanos. Los Apóstoles deben confiar absolutamente en la gracia que poseen y que anuncian. Esta es su mayor fuerza: no apoyarse en ninguna seguridad humana para anunciar el mensaje de Dios, ir desprovistos de todo, confiando sólo en la fuerza del mensaje que llevan y abandonados totalmente a la providencia divina (Mt 10,9-10).

Jesús les pide además que “cuando lleguen a algún pueblo, averigüen quién hay en él digno de recibirlos y se queden hasta que se vayan” (v. 11). Antes que dar, los evangelizadores deben estar dispuestos a recibir. Su pobreza no está sólo en el no poseer, sino en el depender de lo que los otros les ofrezcan. Aparecen como desprovistos de todo y necesitados de todo, cuando, en realidad, llevan consigo la mayor riqueza: el don del reino. De esta forma enseñan a los demás la actitud fundamental para acoger el don de Dios: la pobreza, la confianza y el abandono.
Cita:
P. José-Fernando Rey Ballesteros. SAN BERNABÉ
El Nuevo Testamento, tan parco en elogios (ni del propio Jesús hacen los evangelistas elogio alguno), declara hoy a San Bernabé “hombre de bien”…

Pero no te apresures; no quiere decir con eso que estuviera libre de culpa; era un pecador como tú y como yo. Unas páginas más tarde, en Hech 15, 37-40, contemplaremos una “bronca monumental” entre Bernabé y Pablo, que les llevó a ambos a separarse y a tomar cada uno un camino distinto. Y, en este tipo de lances, ya sabemos que ninguna de las dos partes suele quedar libre de pecado. Cuando la Escritura define a Bernabé como “hombre de bien”, semejante sentencia conlleva unos considerandos muy distintos a la ausencia de culpas: “lleno de Espíritu Santo y de fe”… Es decir, un hombre que amaba a Dios, que había dejado entrar a Jesús en su vida y creía en Él. Permíteme escribir de nuevo en esta página una de las expresiones en que hallo más consuelo: un pecador que amaba a Jesucristo. Eso es, en la Biblia, un “hombre de bien”.

Y, como era un pecador que amaba a Jesucristo, en apenas diez líneas de primera lectura le veremos en cuatro sitios distintos: Jerusalén, Antioquía, Tarso, y Chipre (destino del envío que corona la lectura). No es que fuera un “turista empedernido”; es que había entregado su vida, y se dejaba llevar por el Espíritu: “enviaron a Bernabé a Antioquía”… Y Bernabé, que quizás nunca había pensado en ir allí, obedece.

“Apartadme a Bernabé y a Saulo para la misión a que los he llamado”… Y Bernabé se deja apartar sin interponer sus planes personales, y se marcha a donde lo envían. Yo no sé qué hubiera dicho de él la justicia americana; pero un “no culpable” se me hace ridículo. Bernabé, culpable como tú y como yo, que tenemos culpas, era un “hombre de bien, lleno de Espíritu Santo y de fe”. Y la Santísima Virgen, Reina de los apóstoles, de quien podemos decir sin miedo “inmaculada”, porque “inocente” se nos queda pequeño, se sonríe en el cielo cada vez que un apóstol del siglo XXI obedece al Espíritu Santo y convierte su vida en un anuncio gozoso de la resurrección de Cristo.
Paz y bien.
Varias cosas nos señala Jesús en el Evangelio de hoy. Lo que recibis gratis, dadlo gratis. ¿Qué recibo yo gratis?Tanto, tanto. Prácticamente todo. Fuera de lo que se compra en las tiendas, todo lo demás es gratis. El amor, la amistad, el aire, los dones del Espíritu Santo.Y Jesús me envia a hacer lo que El hace en mi vida, consolarme, apoyarme. Esto, sinceramente nunca me ha costado trabajo. Es parte de mí desde pequeña. Lo que sigue, sí me cuesta trabajo: "Al entrar en una casa, saludad; si la casa se lo merece, la paz que le deseáis vendrá a ella. Si no se lo merece, la paz volverá a vosotros"; es difícil el dar algo y no te sea devuelto, normalmente espero que se me regrese lo mismo que doy. Y es ahí donde fallo. Jesús sencillamente me dice: "Ve, haz las cosas, si se acepta bien, si no, también". Y yo muchas veces he pretendido que la respuesta sea la que yo espero. Esto ha sido el motivo de muchas decepciones, incluso de malos entendidos o de discusiones. Es en ésta parte, donde todavía fallo, porque quiero hacer mi voluntad y no la de El.
Señor: me cuesta trabajo aceptar que las cosas no salen conforme a mis deseos, sin embargo poco a poco voy comprendiendo que siempre salen conforme a los tuyos. Sólo te pido me des aceptación.
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