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Comentario al Evangelio de Hoy
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scarlett
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MensajePublicado: Sab Ene 06, 2007 6:05 pm    Asunto:
Tema: Comentario al Evangelio de Hoy
Responder citando

Cita:
Evangelio según San Mateo 2,1-12.

Cuando nació Jesús, en Belén de Judea, bajo el reinado de Herodes, unos magos de Oriente se presentaron en Jerusalén
y preguntaron: "¿Dónde está el rey de los judíos que acaba de nacer? Porque vimos su estrella en Oriente y hemos venido a adorarlo".
Al enterarse, el rey Herodes quedó desconcertado y con él toda Jerusalén.
Entonces reunió a todos los sumos sacerdotes y a los escribas del pueblo, para preguntarles en qué lugar debía nacer el Mesías.
"En Belén de Judea, le respondieron, porque así está escrito por el Profeta:
Y tú, Belén, tierra de Judá, ciertamente no eres la menor entre las principales ciudades de Judá, porque de ti surgirá un jefe que será el Pastor de mi pueblo, Israel".
Herodes mandó llamar secretamente a los magos y después de averiguar con precisión la fecha en que había aparecido la estrella,
los envió a Belén, diciéndoles: "Vayan e infórmense cuidadosamente acerca del niño, y cuando lo hayan encontrado, avísenme para que yo también vaya a rendirle homenaje".
Después de oír al rey, ellos partieron. La estrella que habían visto en Oriente los precedía, hasta que se detuvo en el lugar donde estaba el niño.
Cuando vieron la estrella se llenaron de alegría,
y al entrar en la casa, encontraron al niño con María, su madre, y postrándose, le rindieron homenaje. Luego, abriendo sus cofres, le ofrecieron dones: oro, incienso y mirra.
Y como recibieron en sueños la advertencia de no regresar al palacio de Herodes, volvieron a su tierra por otro camino

Cita:
Autor: . | Fuente: Archidiócesis de Madrid
Epifanía del Señor
Fiesta, 6 de enero

Enero 6

Con los pastores pasó hace unos días un acontecimiento extraño que resultó bien. Cuidaban sus rebaños cumpliendo su rudo oficio cuando vieron una tan extraña como clara visión de ángeles que les decían cosas al principio incomprensibles y al poco rato comprobadas. Sí, allí, en un casuco, estaba el Niño del que se les habló, con su madre y un varón. Hicieron lo que pudieron en su tosquedad y carencia según mandaban las circunstancias. Como les habían asegurado que era la "Luz que iluminaba al pueblo que habitaba en sombras de muerte", de lo que tenían dieron para ayudar y para quedar bien con aquella familia que al parecer era más pobre que ellos. No les costó trabajo aceptar el milagro que era tan claro. Lo dijeron los ángeles, pues... tenían razón.

Vinieron unos Reyes. Fueron los últimos en llegar a ver a aquel Niño y si se entretienen un poco más..., pues ¡que no lo encuentran! Viajaron mucho por los caminos del mundo. Venían desde muy lejos. Pasaron miedo, frío y calor. Hasta estuvieron perdidos pero, preguntando e inquiriendo, sacaron fruto de su investigación. Aquello fue un consuelo porque tuvieron susto de haber perdido el tiempo y tener que regresar a los comienzos con el fracaso en sus reales frentes. Pero no, sabían que aquella estrella era capaz de llevarles adonde estaba Dios. También las circunstancias mandaban y adoraron y ¡cómo no! ofrecieron dones al Niño-Creador.

Los dos son caminos, la fe y la razón. Uno es sencillo, basta con que hable Dios. El otro es costoso, búsqueda constante y sincera con peligros de equivocación. La Verdad está en su sitio. Sencillez es condición. Los pastores la aprehenden y los sabios la descubren. Entrambos la sirven y entrambos son de Dios.
Consulta también, Fiesta de la Epifanía



Paz y bien.

Me gustó mucho la meditación de la Archidioscesis de Madrid. Es la primera vez que veo ésta concordancia entre la visita de los pastores a los cuales el ángel les dijjo:"hoy enla ciudad de David, ha nacido paa ustedes un Salvador que es el Mesías y el Salvador" y una multitud de seres celestiales alababan a Dios con éstas palabras "Gloria a Dios en lo más alto dell cielo y en la tierra paz a los honbres; esta es la hora de su gracia" (Lucas 2, 11-14) Y los pastores fueron apresuradamente y hallaron a María y a José con el recien nacido acostado en el pesebre. Entonces contaron lo que los angeles les habian dicho del niño.

Al mismo tiempo les fué comunicado a los sabios que vivían en tierras lejanas el nacimiento del Mesías. Tardaron 2 años en llegar, pasaron una serie de problemas, se perdieron, preguntaron donde no debían y a quien no debían y finalmente llegaron a adorar al Niño Jesús.
Estos reyes o sabios eran de una clase prominente, de ciudades paganas.
Se puede ver claramente que el Mesías nació para todos los hombres y les fué comunicado tanto a ricos como a pobres.
También se puede deducir que hay dos caminos como bien dice la Archidiocesis de Madrid
Cita:
Los dos son caminos, la fe y la razón. Uno es sencillo, basta con que hable Dios. El otro es costoso, búsqueda constante y sincera con peligros de equivocación. La Verdad está en su sitio. Sencillez es condición. Los pastores la aprehenden y los sabios la descubren. Entrambos la sirven y entrambos son de Dios
El camino de los pastores que fueron a ver lo que se les anunciaba y creyeron aún cuando el niño era másmpobre que ellos. Creyeron por simple fé.
Los reyes, magos o sabios representan el camino de la razón por el que muchos transitamos como yo antes de encontrar el camino simple de la fé. En ée camino puede uno perderse, equivocarse, como en mi caso.
Sencillez es condición. Los pastores la aprehenden o sea que simplemente la adoptan y los sabios la descubren. Es tan maravilloso Dios que a todos nos es dado el conocerlo. A ricos, a pobres, a sabios, a ignorantes. Par El todos somos iguales.
_________________
***¡ Dulce Jesús, dad descanso eterno a las benditas almas del Purgatorio !
San José, patrono de la buena muerte, ruega por los que van a morir hoy ***

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scarlett
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MensajePublicado: Lun Ene 08, 2007 8:36 pm    Asunto:
Tema: Comentario al Evangelio de Hoy
Responder citando

Cita:
Autor: Javier Caballero | Fuente: Catholic.net
Bautismo del Señor
Lucas 3, 15-16.21-22. Bautismo del Señor. Seamos apóstoles y portadores del mensaje redentor.
Lucas 3, 15-16. 21-22

En aquel tiempo, el pueblo estaba en expectación, y todos se preguntaban si no sería Juan el Mesías; él tomó la palabra y dijo a todos: «Yo os bautizo con agua; pero viene el que es más fuerte que yo, y no soy digno de desatarle la correa de sus sandalias. El os bautizará en Espíritu Santo y fuego. En un bautismo general Jesús también se bautizó. Y mientras oraba, se abrió el cielo, bajó el Espíritu Santo sobre él en forma de paloma, y vino una voz del cielo: Tú eres mi Hijo, el amado, el predilecto.

Reflexión:

Uno de los momentos más importantes de la vida de todo cristiano es el bautismo. A diferencia de otros momentos, nos acordamos muy poco de él. No sólo porque, cuando nos bautizaron y nos “mojaron” la cabeza, no teníamos uso de razón, sino también porque no siempre lo valoramos en su justa medida.

El Evangelio de hoy nos presenta el bautismo de Jesús. Él, que era Dios, que no tenía ningún pecado, acudió a Juan, el Bautista, para ser bautizado. ¡Qué sorpresa para el Bautista ver que el mismo Dios se inclinaba ante él para recibir este sacramento! Con este gesto, Jesús nos demuestra la grandeza de este misterio y nos da una lección más de humildad.

En efecto, por el bautismo nos hacemos hijos de Dios. Somos curados del pecado original. Gracias a este sacramento se nos abren las puertas del cielo y comenzamos a ganar méritos en la gran competición que es la vida. Dios nos da su gracia. A nosotros nos corresponde hacerla fecunda, hacerla crecer día tras día. ¿Hasta dónde? «Y descendió el Espíritu Santo en forma corporal, como una paloma, sobre Él, y se dejó oír del cielo una voz: “Tú eres mi Hijo amado, en Ti me complazco”. Hemos de lograr que el Padre también exclame de cada uno de nosotros: “Éste es mi hijo amado... en él me complazco...” Y todo ello porque tratamos de agradarle en todo, correspondiendo a ese don tan maravilloso que nos vino por el bautismo, el don del Espíritu Santo.

Que todos aquellos con los que convivimos descubran en nosotros esa paloma invisible que se traduce en santidad y en donación hacia nuestros hermanos los hombres. Una vez que Cristo se hizo bautizar, comenzó de lleno su misión apostólica. Seamos apóstoles y portadores del mensaje redentor y salvífico de Cristo a un mundo que, a veces, parece caminar a ciegas

Debo confesar que me descontroló un poco éste mismo pasaje del Evangelio en fechas tan recientes. Sin embargo ésto no demuestra sino que la palabra de Dios es tan hermosa que puede aplicarse en diferentes perspectivas.
Hace poco comentabamos éste pasaje desde el punto de vista de Juan. En el que reconoce a Cristo y envia a sus seguidores a ser seguidores de Cristo.
El día de hoy hablamos del Bautismo del Señor el cual sin tener pecado se bautizó para darnos muestra de la importancia de éste Sacramento. Además de su humildad. El, el Hijo de Dios era bautizado por Juan.
Se menciona que con éste acto, Jesucristo dió inicio a su misión apostólica. Al igual que nosotros al ser bautizados debemos también cumplir con nuestra misión apostólica como miembros de la Iglesia, de acuerdo a nuestras propias circunstancias. Comenta el Papa Benedicto XVI la importancia de la familia, en cómo los padres tenemos la obligación de transmitir la buena nueva a nuestros hijos. He oido varias veces que somos adoptados como hijos de Dios. No lo entendía muy bien. El Papa con palabras muy claras habla de ésto
Cita:
La adopción como hijos de Dios, del Dios trinitario, es al mismo tiempo introducción en la familia concreta en la que vivimos con la Madre Iglesia, como hermanos y hermanas, en esta gran familia de Dios. Sólo si nos introducimos en este “nosotros” de los hijos, como hermanos y hermanas, podemos decir: “Padre nuestro”», aseguró
No puedo llamarme hija de Dios si no vivo de acuerdo a la familia de la Santa Iglesia. Aceptar a la Santa Iglesia como mi madre.
Esto se me hacía medio complicado de entender. Sé que la fé no se entiende, se siente. Por éso me costaba tanto entender, sentir.
El llamar Padre a Dios y Santo Padre al Papa. Madre a la Iglesia y Madre a la Virgen María. Pero con la fé puede entenderse. Al igual que con la fé puede entenderse el creer en Santos y al mismo tiempo creer en el Santísimo Jesús. Es por éso que no puedo entender cómo los hermanos separados insisten en creer sólo lo que está escrito en la Biblia.

¿Y el Espíritu Santo? ¿El que dejó Jesús para guiarnos, para consolarnos, para instruirnos?
Cita:
Al bautizar a 13 bebés, Benedicto XVI subraya la importancia de la familia
Para acoger a todo niño, que «nos trae la sonrisa de Dios»

CIUDAD DEL VATICANO, domingo, 7 enero 2007 (ZENIT.org).- Al bautizar en este domingo en la Capilla Sextina a 13 bebés, Benedicto XVI subrayó la importancia de la familia para acoger a todo recién nacido, que «nos trae la sonrisa de Dios».

El pontífice continuó con esta tradición introducida por Juan Pablo II en la fiesta del Bautismo del Señor en el Jordán, en el espectacular marco de la Capilla Sixtina, en donde se encontraban unas trescientas familias, padres y familiares de los nuevos hijos de la Iglesia.

«Cada niño que nace nos trae la sonrisa de Dios y nos invita a reconocer que la vida es un don suyo, don que hay que acoger con amor y que hay que custodiar para siempre, en todo momento», dijo el Papa en la homilía de la celebración eucarística, en la que recibieron el sacramento 6 niñas y 7 niños.

«Cada niño que nace Dios lo confía a sus padres --añadió, entre sollozos de los bebés--. Qué importante es, entonces, la familia fundada sobre el matrimonio, cuna de la vida y del amor».

En una homilía, en la que el Papa dejó con frecuencia a un lado los papeles, explicó que con el bautismo los cristianos quedan unidos «al Padre celestial» en la gran «familia de Dio», que es la Iglesia.

«En el bautismo somos adoptados por el Padre celestial, pero en esta familia hay también una madre, la Madre Iglesia», recordó. «El cristianismo no es algo sólo espiritual, individual, una posición objetiva que yo asumo, sino que es algo real, concreto, incluso material; la familia de Dios se concretiza en la familia real, concreta, la Iglesia».

«La adopción como hijos de Dios, del Dios trinitario, es al mismo tiempo introducción en la familia concreta en la que vivimos con la Madre Iglesia, como hermanos y hermanas, en esta gran familia de Dios. Sólo si nos introducimos en este “nosotros” de los hijos, como hermanos y hermanas, podemos decir: “Padre nuestro”», aseguró.
Por este motivo, el Papa exhortó a los padres de los niños bautizados a que enseñen a sus hijos a rezar y a ser miembros activos en la comunidad eclesial.

En particular, les presentó el Catecismo de la Iglesia Católica como instrumento para crecer en la fe y transmitirla a sus niños.



Cita:
Autor: SS Juan Pablo II | Fuente: Audiencia General miércoles 11 de enero de 1984
Comienza la vida pública del Redentor
"¿Podéis beber el cáliz que yo he de beber o ser bautizados con el bautismo con que yo he de ser bautizado?"

Queridos hermanos y hermanas:

1. La fiesta litúrgica del Bautismo de Jesús, nos recuerda el acontecimiento que inauguró la vida pública del Redentor, y comenzó así a manifestarse el misterio ante el pueblo.

El relato evangélico pone de relieve la conexión que hay, desde el comienzo, entre la predicación de Juan Bautista y la de Jesús. Al recibir aquel bautismo de penitencia, Jesús manifiesta la voluntad de establecer una continuidad entre su misión y el anuncio que el Precursor había hecho de la proximidad de la venida mesiánica. Considera a Juan Bautista como el último de la estirpe de los Profetas y "más que un profeta" (Mt 11, 9), ya que fue encargado de abrir el camino al Mesías.

En este acto del Bautismo aparece la humildad de Jesús: Él, el Hijo de Dios, aunque es consciente de que su misión transformará profundamente la historia del mundo, no comienza su ministerio con propósitos de ruptura con el pasado, sino que se sitúa en el cauce de la tradición judaica, representada por el Precursor. Esta humildad queda subrayada especialmente en el Evangelio de San Mateo, que refiere las palabras de Juan Bautista: "Soy yo quien debe ser por Tí bautizado, ¿y vienes Tú a mí?" (3, 14). Jesús responde, dejando entender que en ese gesto se refleja su misión de establecer un régimen de justicia, o sea, de santidad divina, en el mundo: "Déjame hacer ahora, pues conviene que cumplamos toda justicia" (3, 15).

2. La intención de realizar a través de su humanidad una obra de santificación, anima el gesto del bautismo y hace comprender su significado profundo. El bautismo que administraba Juan Bautista era un bautismo de penitencia con miras a la remisión de los pecados. Era conveniente para los que, reconociendo sus culpas, querían convertirse y retornar a Dios. Jesús, absolutamente santo e inocente, se halla en una situación diversa. No puede hacerse bautizar para la remisión de sus pecados. Cuando Jesús recibe un bautismo de penitencia y de conversión, es para la remisión de los pecados de la humanidad. Ya en el Bautismo comienza a realizarse todo lo que se había anunciado sobre el siervo doliente en el oráculo del libro de Isaías: allí el siervo es representado como un justo que llevaba el peso de los pecados de la humanidad y se ofrecía en sacrificio para obtener a los pecadores el perdón divino (53, 4-12).

El Bautismo de Jesús es, pues, un gesto simbólico que significa el compromiso en el sacrificio para la purificación de la humanidad. El hecho de que en ese momento se haya abierto el Cielo, nos hace comprender que comienza a realizarse la reconciliación entre Dios y los hombres. El pecado había hecho que el cielo se cerrase; Jesús restablece la comunicación entre el Cielo y la tierra. El Espíritu Santo desciende sobre Jesús para guiar toda su misión, que consistirá en instaurar la alianza entre Dios y los hombres.

3. Como nos relatan los Evangelios, el Bautismo pone de relieve la filiación divina de Jesús: el Padre lo proclama su Hijo predilecto, en el que se ha complacido. Es clara la invitación a creer en el misterio de la Encarnación y, sobre todo, en el misterio de la Encarnación redentora, porque está orientada hacia el sacrificio que logrará la remisión de los pecados y ofrecerá la reconciliación al mundo. Efectivamente, no podemos olvidar que Jesús presentará más tarde este sacrificio como un bautismo, cuando pregunte a dos de sus discípulos: "¿Podéis beber el cáliz que yo he de beber o ser bautizados con el bautismo con que yo he de ser bautizado?" (Mc 10, 3Cool. Su Bautismo en el Jordán es sólo una figura; en la Cruz recibirá el Bautismo que va a purificar al mundo.

Mediante este Bautismo, que primero tuvo expresión en las aguas del Jordán y que luego fue realizado en el Calvario, el Salvador puso el fundamento del bautismo cristiano. El bautismo que se practica en la Iglesia se deriva del sacrificio de Cristo.

Es el Sacramento con el cual, a quien se hace cristiano y entra en la Iglesia, se le aplica el fruto de este sacrificio: la comunicación de la vida divina con la liberación del estado de pecado.

El rito del bautismo, rito de purificación con el agua, evoca en nosotros el Bautismo de Jesús en el Jordán. En cierto modo reproduce ese primer bautismo, el del Hijo de Dios, para conferir la dignidad de la filiación divina a los nuevos bautizados. Sin embargo, no se debe olvidar que el rito bautismal produce actualmente su efecto en virtud del sacrificio ofrecido en la Cruz. A los que reciben el bautismo se les aplica la reconciliación obtenida en el Calvario.

He aquí, pues, la gran verdad: el bautismo, al hacernos partícipes de la Muerte y Resurrección del Salvador, nos llena de una vida nueva. En consecuencia, debemos evitar el pecado o, según la expresión del Apóstol Pablo, "estar muertos al pecado", y "vivir para Dios en Cristo Jesús" (Rom 6, 11).

En toda nuestra existencia cristiana el bautismo es fuente de una vida superior, que se otorga a los que, en calidad de hijos del Padre en Cristo, deben llevar en sí mismos la semejanza divina.

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scarlett
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MensajePublicado: Mar Ene 09, 2007 6:03 pm    Asunto:
Tema: Comentario al Evangelio de Hoy
Responder citando

Cita:
]Martes 09 de Enero, 2007¿Que es el hombre, para que de él te acuerdes ?

Antífona de Entrada

Vi al Señor sentado en un trono excelso; lo adoraban una multitud de ángeles que cantaban a una sola voz: “Este es aquél cuyo poder permanece eternamente”.

Primera Lectura
Lectura de la carta a los hebreos (2, 5-12)
Dios no ha sometido a los ángeles el nuevo orden de la salvación, del cual estamos hablando. Un salmo lo atestigua solemnemente diciendo: ¿Qué es el hombre, para que de él te acuerdes, ese pobre ser humano, para que de él te preocupes? Sin embargo, lo hiciste un poquito inferior a los ángeles, lo coronaste de gloria y dignidad. Todo lo sometiste bajo sus pies.
Al decir aquí la Escritura que Dios le sometió todo, no se hace ninguna excepción. Es verdad que ahora todavía no vemos el universo entero sometido al hombre; pero sí vemos ya al que por un momento Dios hizo inferior a los ángeles que Jesús, que por haber sufrido la muerte, está coronado de gloria y honor. Así, por la gracia de Dios, la muerte que él sufrió redunda en bien de todos.
En efecto, el creador y Señor de todas las cosas, quiere que todos sus hijos tengan parte en su gloria. Por eso convenía que Dios consumara en la perfección,mediante el sufrimiento, a Jesucristo, autor y guía de nuestra salvación.
El santificador y los santificados tienen la misma condición humana. Por eso no se avergüenza de llamar hermanos a los hombres, cuando dice: Hablaré de ti a mis hermanos; en medio de la asamblea te alabaré.
Palabra de Dios.
Te alabamos,Señor.
Salmo Responsorial Sal 8, 2a y 5. 6-7. 8-9

¡Señor, dueño nuestro,
qué admirable es tu nombre en toda la tierra!
¿Qué es el hombre,
para que te acuerdes de él,
el ser humano,
para darle poder?

Lo hiciste poco inferior a los ángeles,
lo coronaste de gloria y dignidad,
le diste el mando sobre las obras de tus manos.

Todo lo sometiste bajo sus pies:
rebaños de ovejas y toros,
y hasta las bestias del campo,
las aves del cielo,
los peces del mar,
que trazan sendas por el mar.

† Lectura del santo Evangelio según san Marcos (1, 21-2Cool
En aquel tiempo, se hallaba Jesús en Cafarnaúm y el sábado fue a la sinagoga y se puso a enseñar. Los oyentes quedaron asombrados de sus palabras, pues enseñaba como quien tiene autoridad y no como los escribas.
Había en la sinagoga un hombre poseído por un espíritu inmundo, que se puso a gritar: “¿Qué quieres tú con nosotros, Jesús de Nazaret? ¿Has venido a acabar con nosotros? Ya sé quién eres: el Santo de Dios”. Jesús le ordenó: “¡Cállate y sal de él!” El espíritu inmundo, sacudiendo al hombre con violencia y dando un alarido, salió de él. Todos quedaron estupefactos y se preguntaban: “¿Qué es esto? ¿Qué nueva doctrina es ésta? Este hombre tiene autoridad para mandar hasta a los espíritus inmundos y lo obedecen”. Y muy pronto se extendió su fama por toda Galilea.
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.
Cita:
Autor: Juan Mª Piñero | Fuente: Catholic.net
¿Amamos apasionadamente a la Iglesia que seguimos o es sólo una tradición más?

Reflexión

Resulta gracioso oír a la gente que dice creer en Dios, en la Encarnación de Cristo pero no en la Iglesia, que ellos solos se pueden relacionar con Cristo.

Sin embargo vemos que Jesús acudía a la sinagoga a cumplir con los preceptos siendo Él Dios. Acudía allí a hablar de su Padre y con su Padre.
Observamos que predicaba con autoridad, con la autoridad de quien está apasionado con lo que dice. Los escribas y los fariseos hablaban de lo que habían estudiado pero ¿lo amaban de verdad? ¿Creían de verdad en aquel que esperaban?
Estas mismas preguntas nos llegan hasta nuestros oídos, a nuestras conciencias. ¿Amamos apasionadamente a Aquel que seguimos o es sólo una tradición más? Hay católicos entre nosotros que enseñan con autoridad su fe gracias al testimonio de sus propias vidas y hay otros que la viven exteriormente pero sin amar plenamente a Cristo y a su Esposa, la Santa Iglesia.
¿En qué grupo nos encontramos? Sea cual sea la respuesta, mantengámonos constantes en nuestra lucha para que esa autoridad en la fe crezca en nuestro interior y dejemos de lado lo que quiera mandar más que ella.
Cita:
(comentario de la Archidioscesis de Madrid) “¿Qué quieres de nosotros, Jesús Nazareno? ¿Has venido a acabar con nosotros? Sé quién eres: el Santo de Dios.” Esta primera pregunta de un espíritu inmundo a Jesús nos puede ayudar a reflexionar en el día de hoy. Demasiadas veces pensamos en lo que queremos de Dios. Le pedimos cosas, le rogamos, le exhortamos. Pero pocas veces nos preguntamos qué quiere Él de nosotros. El espíritu inmundo es de esos demonios que dice San Pablo que “creen y tiemblan.” Se acercan a Dios con miedo, con temor, pero tienen bien presente el poder de Dios. Es Dios quien manda. Nosotros en ocasiones nos acercamos a Dios como si se tratase de un funcionario a nuestro servicio, exigiéndole, mandándole y reclamando cosas. Parece que es Él el que nos decepciona, el que nos ha fallado o nos defrauda. Y sin embargo tendríamos que acercarnos a Él como el espíritu inmundo, excepto por el miedo. “¿Qué quieres de nosotros, Jesús Nazareno?” y hacer lo que Él quiera. ¿Que quiere que vivamos en pobreza? Seamos pobres. ¿Qué quiere que sintamos la debilidad de la enfermedad? Seamos buenos enfermos. ¿Qué quiere que matemos nuestro orgullo sintiendo el desprecio de los otros? Seamos humildes.

Los grandes santos se han puesto siempre en manos de Dios. Han tenido bien claras esas palabras del salmo 8: “¿Qué es el hombre, para que te acuerdes de él, o el hijo del hombre, para que mires por él?”. Y, al contrario que el espíritu inmundo sabemos que no ha venido a acabar con nosotros, sino para que sepamos que somos queridos de Dios, amados por Él hasta entregarnos a su único Hijo y que “no se avergüenza de llamarnos hermanos.” Por eso, al comienzo de este año, tenemos que renovar nuestra pregunta “¿Qué quieres de nosotros, Jesús? Y estar dispuesto a responder que sí a esas palabras que tienen la autoridad de aquel que nos a amado primero.

No es tan difícil seguir las rúbricas del libro de la vida. A veces querremos acortar, atajar e incluso mejorar lo que Dios quiere de nosotros, pero acabaríamos con una vida gris, vacía, aburrida. Deja que sea la Virgen quien te enseñe a “celebrar” la vida diciendo al Señor que se haga y se cumpla en ti su bendita voluntad.
Cita:
Comentario: Rev. D. Antoni M. Oriol i Tataret (Vic-Barcelona, España)
«Quedaban asombrados de su doctrina, porque les enseñaba como quien tiene autoridad, y no como los escribas»
Hoy, primer martes del tiempo ordinario, san Marcos nos presenta a Jesús enseñando en la sinagoga y, acto seguido, comenta: «Quedaban asombrados de su doctrina, porque les enseñaba como quien tiene autoridad, y no como los escribas» (Mc 1,21). Esta observación inicial es impresionante. En efecto, la razón de la admiración de los oyentes, por un lado, no es la doctrina, sino el maestro; no aquello que se explica, sino Aquél que lo explica; y, por otro lado, no ya el predicador visto globalmente, sino remarcado específicamente: Jesús enseñaba «con autoridad», es decir, con poder legítimo e irrecusable. Esta particularidad queda ulteriormente confirmada por medio de una nítida contraposición: «No lo hacía como los escribas».

Pero, en un segundo momento, la escena de la curación del hombre poseído por un espíritu maligno incorpora a la motivación admirativa personal el dato doctrinal: «¿Qué es esto? ¡Una doctrina nueva, expuesta con autoridad!» (Mc 1,27). Sin embargo, notemos que el calificativo no es tanto de contenido como de singularidad: la doctrina es «nueva». He aquí otra razón de contraste: Jesús comunica algo inaudito (nunca como aquí este calificativo tiene sentido).

Añadimos una tercera advertencia. La autoridad proviene, además, del hecho que a Jesús «hasta a los espíritus inmundos le obedecen». Nos encontramos ante una contraposición tan intensa como las dos anteriores. A la autoridad del maestro y a la novedad de la doctrina hay que sumar la fuerza contra los espíritus del mal.

¡Hermanos! Por la fe sabemos que esta liturgia de la palabra nos hace contemporáneos de lo que acabamos de escuchar y que estamos comentando. Preguntémonos con humilde agradecimiento: ¿Tengo conciencia de que ningún otro hombre ha hablado jamás como Jesús, la Palabra de Dios Padre? ¿Me siento rico de un mensaje que tampoco tiene parangón? ¿Me doy cuenta de la fuerza liberadora que Jesús y su enseñanza tienen en la vida humana y, más concretamente, en mi vida? Movidos por el Espíritu Santo, digamos a nuestro Redentor: Jesús-vida, Jesús-doctrina, Jesús-victoria, haz que, como le complacía decir al gran Ramon Llull, ¡vivamos en la continua "maravilla" de Ti!
Cita:
Autor: P. Fernando Pascual LC | Fuente: Catholic.net
Jesús, peregrino de la Trinidad
Jesús es una presencia misteriosa, profunda, hermosa, noble.

Jesús es un misterio. Lo fue para sus padres, que iban comprendiendo, poco a poco, lo que significaban las palabras del ángel que habló sobre una Encarnación y un Nacimiento fuera de lo normal. Lo fue para sus compañeros de juegos y de trabajo en Nazaret, que no entendían por qué, cuando se hizo grande, Jesús empezó a predicar con tanta autoridad. Lo fue para los discípulos, que no acababan de asimilar cuál era el espíritu de su Maestro. Lo fue para los fariseos, los escribas, los romanos.

También hoy Jesús es un misterio. Demasiado “normal” para revelar los tesoros de su divinidad. Demasiado “especial” para que lo aceptemos plenamente como uno de nosotros. Demasiado bueno como para ser capaz de triunfar en un mundo de intrigas y egoísmos. Demasiado enérgico como para no amoldarse a “acuerdos” y “arreglos” que hoy resultan imprescindibles para vivir de modo “políticamente correcto”.

Jesús es una presencia misteriosa, profunda, hermosa, noble. Quizá podríamos decir, en palabras del difunto cardenal Van Thuan, que Jesús fue en nuestra tierra un peregrino especial, un “peregrino de la Trinidad”.

“Jesús era, como nadie, maestro en el arte de amar. Igual que un emigrante que se ha marchado al extranjero, aunque se adapte a la nueva situación, lleva siempre consigo, al menos en su corazón, las leyes y las costumbres de su pueblo, así Él al venir a la Tierra se trajo, como peregrino de la Trinidad, el modo de vivir de su patria celestial” (F.X. Nguyen Van Thuan, Testigos de la esperanza).

Van Thuan, con esta fórmula, recoge lo que enseña el Catecismo de la Iglesia Católica: “El Hijo de Dios comunica, pues, a su humanidad su propio modo personal de existir en la Trinidad. Así, en su alma como en su cuerpo, Cristo expresa humanamente las costumbres divinas de la Trinidad (cf. Jn 14,9-10)” (Catecismo de la Iglesia Católica n. 470).

Jesús, peregrino en un mundo difícil, conflictivo, lleno de odios y de pecado. Peregrino capaz de traer un mensaje distinto, superior. Peregrino que sueña con ofrecer una vida quizá no imaginada, unas costumbres distintas porque se basan sólo en el amor. Peregrino alegre, rodeado de niños y de pecadores, de prostitutas y de estafadores, de pescadores y de doctores de la ley.

Amado y odiado, hoy como ayer, ese peregrino sigue en tantos lugares y habla de tantos modos. Aunque algunos no quieran oír, aunque muchos le cierren la puerta, aunque otros crean ser cristianos cuando no saben para nada lo que es amar y perdonar a sus hermanos.

Dios es amor. Sólo quien ama puede conocer algo de ese Dios magnífico, inmenso. Jesús es la mejor expresión del amor divino, es el Amor hecho Hombre, capaz de caminar a nuestro lado.
Desde que Jesús vino al mundo podemos descubrir el corazón del Padre, el sentido más profundo de la vida, de mi propio caminar en este mundo de abetos y computadoras, de ancianos y de niños. Nos revela el fin, la meta que nos espera, el abrazo más deseado, el cielo en donde no cabe ni el odio ni la soberbia.

El Peregrino de la Trinidad sigue entre nosotros. En su Palabra, en los Sacramentos, en el corazón de cada bautizado. Sigue especialmente en el gran misterio de la Eucaristía. Podemos acercarnos a Él, podemos aprender cómo se vive en el mundo divino. Podemos, desde Él, descubrir que también nosotros existimos para amar, para ser amados, para incendiar el mundo con el fuego del amor
Bueno... como se darán cuenta, ha aumentado éste comentario. Como dice Juan Ma. Piñero, a veces pretendemos vivir a Cristo sin la iglesia, lo cual no es posible puesto que El mismo acudía a la Sinagoga.
El vivió como hombre, sufrió como hombre, murió como hombre siendo Dios. No dudaba en llamarnos hermanos. Convivía con ricos, pobres, escribas, prostitutas, aán siendo Hijo de Dios. Se comenta en el Salmo 8 que Dios hizo al hombre un poco inferior a los ángeles, le dió mando sobre las obras de las manos de Dios, sobre los animales, sobre las plantas. Cristo vino a enseñarnos y a enseñarnos con autoridad. A mostrarnos el camino. Decía "Sed como yo". El Peregrino de la Trinidad sigue entre nosotros. En su Palabra, en los Sacramentos, en el corazón de cada bautizado. Sigue especialmente en el gran misterio de la Eucaristía. Podemos acercarnos a Él, podemos aprender cómo se vive en el mundo divino. Podemos, desde Él, descubrir que también nosotros existimos para amar, para ser amados, para incendiar el mundo con el fuego del amor
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MensajePublicado: Mie Ene 10, 2007 8:44 pm    Asunto:
Tema: Comentario al Evangelio de Hoy
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Miercoles 10 de Enero de 2007

Cita:
Autor: P. José Rodrigo Escorza | Fuente: Catholic.net
Curación de la suegra de Pedro
Marcos 1, 29-39. Tiempo Ordinario. Jesús siempre atento para curar nuestras necesidades.

Marcos 1, 29-39

Cuando salió de la sinagoga se fue con Santiago y Juan a casa de Simón y Andrés. La suegra de Simón estaba en cama con fiebre; y le hablan de ella. Se acercó y, tomándola de la mano, la levantó. La fiebre la dejó y ella se puso a servirles. Al atardecer, a la puesta del sol, le trajeron todos los enfermos y endemoniados; la ciudad entera estaba agolpada a la puerta. Jesús curó a muchos que se encontraban mal de diversas enfermedades y expulsó muchos demonios. Y no dejaba hablar a los demonios, pues le conocían. De madrugada, cuando todavía estaba muy oscuro, se levantó, salió y fue a un lugar solitario y allí se puso a hacer oración. Simón y sus compañeros fueron en su busca; al encontrarle, le dicen: «Todos te buscan». El les dice: «Vayamos a otra parte, a los pueblos vecinos, para que también allí predique; pues para eso he salido». Y recorrió toda Galilea, predicando en sus sinagogas y expulsando los demonios.

Reflexión

Jesús nunca se ha cansado de servir a los hombres. Hoy aún sigue siendo el hombre más servidor de todos. Él mismo nos lo dijo: “no he venido a ser servido, sino a servir”. Pero de vez en cuando Él buscaba momentos de tranquilidad al lado de sus discípulos. Hoy es uno de esos días.

Han llegado a la casa de Simón, y encuentra a la suegra de éste enferma. Jesús, no sabiendo cómo no salvar un alma más en ese día, la toma de la mano y la cura. Parece que Dios, hecho hombre para servir no quiera hacer otra cosa. Él todo poderoso; Él conocedor de los sufrimientos humanos; Él que tanto ha amado al mundo, ¿se iba a quedar tranquilo viendo a los hombres perderse? No, hay que salvarlos a toda costa. Por eso allí está, sirviendo en los momentos de mayor intimidad con sus discípulos. La suegra aprendió muy bien la lección de ese día: “En ese momento se le quitó la fiebre y se puso a servirles”. ¿Cuántas lecciones tenemos que sacar de este pequeño acto de donación? Se dice que arrastra más un ejemplo que muchas palabras. Aquí lo tienen. El ejemplo está claro: Cristo, servidor de los hombres para salvarlos.

Aunque haya pasado toda una tarde de enseñanzas con sus discípulos, Él al atardecer sirvió a los demás, para darles la Vida y que la tuvieran en abundancia. No sólo actuó en ese pueblo, sino que su amor se extendió, durante su vida terrena, a los judíos, pero ahora sigue haciendo el bien, a través de un ejemplo de uno de sus consagrados, a través de la oración abnegada de todos los días de una madre de familia, o la sencillez de corazón de un jovencito que hace un acto de amor para con el viejito que está cruzando la calle. El actúa hoy de muchas formas en el mundo, principalmente a través de la oración.
Cita:
Comentario: Fray Josep Mª Massana i Mola OFM (Barcelona-España)

«De madrugada, cuando todavía estaba muy oscuro, se levantó, salió y fue a un lugar solitario y allí se puso a hacer oración»

Hoy vemos claramente cómo Jesús dividía la jornada. Por un lado, se dedicaba a la oración, y, por otro, a su misión de predicar con palabras y con obras. Contemplación y acción. Oración y trabajo. Estar con Dios y estar con los hombres.
En efecto, vemos a Jesús entregado en cuerpo y alma a su tarea de Mesías y Salvador: cura a los enfermos, como a la suegra de san Pedro y muchos otros, consuela a los tristes, expulsa demonios, predica. Todos le llevan sus enfermos y endemoniados. Todos quieren escucharlo: «Todos te buscan» (Mc 1,37), le dicen los discípulos. Seguro que debía tener una actividad frecuentemente muy agotadora, que casi no le dejaba ni respirar.

Pero, Jesús se procuraba también tiempo de soledad para dedicarse a la oración: «De madrugada, cuando todavía estaba muy oscuro, se levantó, salió y fue a un lugar solitario y allí se puso a hacer oración» (Mc 1,35). En otros lugares de los evangelios vemos a Jesús dedicado a la oración en otras horas e, incluso, muy entrada la noche. Sabía distribuirse el tiempo sabiamente, a fin de que su jornada tuviera un equilibrio razonable de trabajo y oración.

Nosotros decimos frecuentemente: —¡No tengo tiempo! Estamos ocupados con el trabajo del hogar, con el trabajo profesional, y con las innumerables tareas que llenan nuestra agenda. Con frecuencia nos creemos dispensados de la oración diaria. Realizamos un montón de cosas importantes, eso sí, pero corremos el riesgo de olvidar la más necesaria: la oración. Hemos de crear un equilibrio para poder hacer las unas sin desatender las otras.

San Francisco nos lo plantea así: «Hay que trabajar fiel y devotamente, sin apagar el espíritu de la santa oración y devoción, al cual han de servir las otras cosas temporales».

Quizá nos debiéramos organizar un poco más. Disciplinarnos, “domesticando” el tiempo. Lo que es importante ha de caber. Pero más todavía lo que es necesario.

Vemos la actitud de Jesús: curando, sanando, consolando incansablemente.
Y la respuesta de la suegra de Simón: al ser curada no se sigue en la cama esperando seguir siendo consolada, se levanta y se pone a servir.
Eso es lo que a veces no me cabe en la cabeza. Quisiera que todo el día me estuvieran consolando, pero no es así. Jesús era el más servidor de todos y uno debe seguir su ejemplo. Como bien comentan los P. Joseph y José Rodrigo.
Y después de servir, darnos tiempo para orar, para estar en comunión nuestro Padre.
Contemplación y acción. Oración y trabajo. Estar con Dios y estar con los hombres.
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MensajePublicado: Jue Ene 11, 2007 5:02 pm    Asunto:
Tema: Comentario al Evangelio de Hoy
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Paz y bien.

Jueves 11 de enero de 2007
Cita:
Autor: Miguel Ángel Andrés Ugalde | Fuente: Catholic.net
Curación de un leproso
Marcos 1, 40-45. Tiempo Ordinario. Pongamos con sinceridad nuestra vida en manos de Dios

Marcos 1, 40-45.

En aquel tiempo, se acercó a Jesús un leproso suplicándole y, puesto de rodillas, le dice: «Si quieres, puedes limpiarme». Compadecido de él, extendió su mano, le tocó y le dijo: «Quiero; queda limpio». Y al instante, le desapareció la lepra y quedó limpio. Le despidió al instante prohibiéndole severamente: «Mira, no digas nada a nadie, sino vete, muéstrate al sacerdote y haz por tu purificación la ofrenda que prescribió Moisés para que les sirva de testimonio». Pero él, así que se fue, se puso a pregonar con entusiasmo y a divulgar la noticia, de modo que ya no podía Jesús presentarse en público en ninguna ciudad, sino que se quedaba a las afueras, en lugares solitarios. Y acudían a él de todas partes.

Reflexión:

El leproso del evangelio de hoy nos presenta una realidad muy cercana a nosotros: la pobreza de nuestra condición humana. Nosotros la experimentamos y nos la topamos a diario: las asperezas de nuestro carácter que dificultan nuestras relaciones con los demás; la dificultad y la inconstancia en la oración; la debilidad de nuestra voluntad, que aun teniendo buenos propósitos se ve abatida por el egoísmo, la sensualidad, la soberbia ... Triste condición si estuviéramos destinados a vivir bajo el yugo de nuestra miseria humana. Sin embargo, el caso del leproso nos muestra otra realidad que sobrepasa la frontera de nuestras limitaciones humanas: Cristo.

El leproso es consciente de su limitación y sufre por ella, como nosotros con las nuestras, pero al aparecer Cristo se soluciona todo. Cristo conoce su situación y no se siente ajeno a ella, más aún se enternece, como lo hace la mejor de las madres. Quizá nosotros mismos lo hemos visto de cerca. Cuando una madre tiene a su hijo enfermo es cuando más cuidados le brinda, pasa más tiempo con él, le ofrece más cariño, se desvela por él, etc. Así ocurre con Cristo. Y este evangelio nos lo demuestra; el leproso no es despreciado ni se va defraudado, sino que recibe de Cristo lo que necesita y se va feliz, compartiendo a los demás lo que el amor de Dios tiene preparado para sus hijos. Pongamos con sinceridad nuestra vida en manos de Dios con sus méritos y flaquezas para arrancar de su bondad las gracias que necesitamos.

Cita:
Comentario: Rev. D. Xavier Pagès i Castañer (La Llagosta-Barcelona, España)

«‘Si quieres, puedes limpiarme’ (...). ‘Quiero, queda limpio’»

Hoy, en la primera lectura, leemos: «¡Ojalá oyereis la voz del Señor: ‘No queráis endurecer vuestros corazones’!» (Heb 3,7-Cool. Y lo repetimos insistentemente en la respuesta al Salmo 94. En esta breve cita, se contienen dos cosas: un anhelo y una advertencia. Ambas conviene no olvidarlas nunca.

Durante nuestro tiempo diario de oración deseamos y pedimos oír la voz del Señor. Pero, quizá, con demasiada frecuencia nos preocupamos de llenar ese tiempo con palabras que nosotros queremos decirle, y no dejamos tiempo para escuchar lo que el Buen Dios nos quiere comunicar. Velemos, por tanto, para tener cuidado del silencio interior que —evitando las distracciones y centrando nuestra atención— nos abre un espacio para acoger los afectos, inspiraciones... que el Señor, ciertamente, quiere suscitar en nuestros corazones.

Un riesgo, que no podemos olvidar, es el peligro de que nuestro corazón —con el paso del tiempo— se nos vaya endureciendo. A veces, los golpes de la vida nos pueden ir convirtiendo, incluso sin darnos cuenta de ello, en una persona más desconfiada, insensible, pesimista, desesperanzada... Hay que pedir al Señor que nos haga conscientes de este posible deterioro interior. La oración es ocasión para echar una mirada serena a nuestra vida y a todas las circunstancias que la rodean. Hemos de leer los diversos acontecimientos a la luz del Evangelio, para descubrir en cuáles aspectos necesitamos una auténtica conversión.

¡Ojalá que nuestra conversión la pidamos con la misma fe y confianza con que el leproso se presentó ante Jesús!: «Puesto de rodillas, le dice: ‘Si quieres, puedes limpiarme’» (Mc 1,40). Él es el único que puede hacer posible aquello que por nosotros mismos resultaría imposible. Dejemos que Dios actúe con su gracia en nosotros para que nuestro corazón sea purificado y, dócil a su acción, llegue a ser cada día más un corazón a imagen y semejanza del corazón de Jesús. Él, con confianza, nos dice: «Sí que lo quiero: queda limpio» (Mc 1,41).

Cita:
Archidioscesis de Madrid.
El corazón puede volverse malo y, lo que es peor, incrédulo. En tiempos de Jesús (aunque estos siguen siendo sus tiempos), habría muchos leprosos. Pero sólo unos pocos, como el del Evangelio de hoy, se acerca a pedirle de rodillas: “Si quieres, puedes limpiarme.” Nosotros podemos volvernos “leprosos de corazón incrédulo.” Decir como esa pobre niña (una niña que no quería hacer su primera comunión)“¡que no!” y quedarnos encerrados en la miseria de nuestra lepra. No puedo ser santo, no puedo ser casto, no puedo ser piadoso, no puedo… mil cosas más que se nos ocurrirán a cada uno. Con tantos “noes” el corazón se empieza a necrosar, empieza a desconfiar de todo y de todos, y puede llegar el momento en que Cristo pase a nuestro lado y miremos para otro lado pensando “Él tampoco puede curarme.”

Por eso es muy bueno ir a las revisiones del cardiólogo. Ya lo decíamos ayer, cuando empieza a llegar la tristeza, cuando nada nos apasiona y tenemos tentaciones de no ser fieles, hay que hacerse el electro de un buen examen de conciencia, ver las arritmias de nuestro corazón y acudir al sacramento de la confesión, para que nos vuelvan a poner a punto nuestra víscera más importante. A veces podemos pensar que lo nuestro no tiene arreglo, pero la oración de un amigo, la Eucaristía celebrada despacio, un rato ante el sagrario, te ayuda a comprender que Él lo puede todo. Educar el corazón es hacer que vuelva al primer amor, que es amor que Dios nos ha tenido primero.
Siguiendo el ejemplo de Juan el Bautista, poco a poco he ido menguando mis propios comentarios, para que la Luz de Cristo brille por medio de los comentarios de Sacerdotes. Es por éso que ha variado éste espacio, sin embargo creo yo se ha enriquecido. Con 3 diferentes comentarios, con tres voces diferentes y un sólo corazón: Cristo.
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MensajePublicado: Vie Ene 12, 2007 2:35 pm    Asunto:
Tema: Comentario al Evangelio de Hoy
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Cita:
Autor: Miguel Ángel Andrés Ugalde | Fuente: Catholic.net
Curación de un paralítico
Marcos 2, 1-12. Tiempo Ordinario. Esforzarnos por conocer profundamente a Cristo, para transmitirlo a los demás.

Marcos 2, 1-12.

Cuando a los pocos días entró Jesús a Cafarnaúm se supo que estaba en casa. Se agolparon tantos que ni siquiera ante la puerta había ya sitio, y él les anunciaba la Palabra. Y le vienen a traer a un paralítico llevado entre cuatro. Al no poder presentárselo a causa de la multitud, abrieron el techo encima de donde él estaba y, a través de la abertura que hicieron, descolgaron la camilla donde yacía el paralítico. Viendo Jesús la fe de ellos, dice al paralítico: «Hijo, tus pecados te son perdonados». Estaban allí sentados algunos escribas que pensaban en sus corazones: «¿Por qué éste habla así? Está blasfemando. ¿Quién puede perdonar pecados, sino Dios sólo?» Pero, al instante, conociendo Jesús en su espíritu lo que ellos pensaban en su interior, les dice: «¿Por qué pensáis así en vuestros corazones? ¿Qué es más fácil, decir al paralítico: "Tus pecados te son perdonados", o decir: "Levántate, toma tu camilla y anda?" Pues para que sepáis que el Hijo del hombre tiene en la tierra poder de perdonar pecados - dice al paralítico -: "A ti te digo, levántate, toma tu camilla y vete a tu casa."» Se levantó y, al instante, tomando la camilla, salió a la vista de todos, de modo que quedaban todos asombrados y glorificaban a Dios, diciendo: «Jamás vimos cosa parecida».

Reflexión:

¡Qué atrayente es la persona de Jesús! ¡Se juntaron tantos que ni aún junto a la puerta cabían!. Es cautivadora su figura porque refleja el amor del Padre. Él les hablaría del amor misericordioso de Dios que perdona al que le ofende y luego de perdonarle le ama como al más querido de sus hijos. No le guarda resentimiento, sino que le da todo lo que daría al hijo fiel y todavía más porque sabe que es débil y necesita de un mayor amor y cuidado.

Sin embargo, no todos los presentes le escuchaban por primera vez, al menos así parece por la forma de actuar. Quizá le estaban siguiendo desde tiempo atrás, quizá le habían visto obrar y habían convivido con Él. No lo sabemos. El hecho es que aparecen cuatro personas que conducen a un enfermo a Cristo. ¿Por qué lo hacen? Lo más seguro es que ya conocían al Maestro y también conocían el amor que en ese momento enseñaba a los demás. Quizá habían sido objetos de su bondad divina y ahora se dedican a pregonar la gran novedad del amor de Dios. Ha sido tan grande su experiencia y es tan grande la felicidad que han sacado de ella, que se dedican a comunicarla a los demás y a tratar de hacerla partícipe al mayor número de personas posibles. Es tan grande su deseo de transmitirla que rompen el techo de la casa para que un hombre más goce de la felicidad que da ser blanco del amor divino.

Así debemos hacer cada uno de nosotros en nuestras vidas: Esforzarnos por conocer profundamente a Cristo, para transmitirlo al mayor número de personas posible, por encima del cansancio o del sacrificio que ello pueda implicar. La verdadera felicidad de muchas personas depende de nuestro mensaje. No lo reservemos para nosotros mismos.
Cita:
Comentario: Rev. D. Joan Carles Montserrat i Pulido (Sabadell-Barcelona, España)

«Hijo, tus pecados te son perdonados (...). A ti te digo, levántate, toma tu camilla y vete a tu casa»
Hoy vemos nuevamente al Señor rodeado de un gentío: «Se agolparon tantos que ni siquiera ante la puerta había ya sitio» (Mc 2,2). Su corazón se deshace ante la necesidad de los otros y les procura todo el bien que se puede hacer: perdona, enseña y cura a la vez. Ciertamente, les dispensa ayuda a nivel material (en el caso de hoy, lo hace curando una enfermedad de parálisis), pero —en el fondo— busca lo mejor y primero para cada uno de nosotros: el bien del alma.

Jesús-Salvador quiere dejarnos una esperanza cierta de salvación: Él es capaz, incluso, de perdonar los pecados y de compadecerse de nuestra debilidad moral. Antes que nada, dice taxativamente: «Hijo, tus pecados te son perdonados» (Mc 2,5). Después, lo contemplamos asociando el perdón de los pecados —que dispensa generosa e incansablemente— a un milagro extraordinario, “palpable” con nuestros ojos físicos. Como una especie de garantía externa, como para abrirnos los ojos de la fe, después de declarar el perdón de los pecados del paralítico, le cura la parálisis: «‘A ti te digo, levántate, toma tu camilla y vete a tu casa’. Se levantó y, al instante, tomando la camilla, salió a la vista de todos» (Mc 2,11-12).

Este milagro lo podemos revivir frecuentemente nosotros con la Confesión. En las palabras de la absolución que pronuncia el ministro de Dios («Yo te absuelvo en el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo») Jesús nos ofrece nuevamente —de manera discreta— la garantía externa del perdón de nuestros pecados, garantía equivalente a la curación espectacular que hizo con el paralítico de Cafarnaum.

Ahora comenzamos un nuevo tiempo ordinario. Y se nos recuerda a los creyentes la urgente necesidad que tenemos del encuentro sincero y personal con Jesucristo misericordioso. Él nos invita en este tiempo a no hacer rebajas ni descuidar el necesario perdón que Él nos ofrece en su alcoba, en la Iglesia
Cita:

Archidioscesis de Madrid
DESCANSOS Y DESCANSOS

¡Por fin! Seis años después de poner el confesionario en mi parroquia (antes era considerado un mueble inútil, y por lo tanto era inexistente), después de unos cuantos centenares de horas sentado allí, de un buen número de libros leídos en su interior, de alguna que otra siestecilla y de algún pensamiento sobre la futura aparición de almorranas, ayer por fin –repito-, se confesó alguien de menos de 25 años (y será aproximadamente el sexto menor de 65). No es que no se confiese nadie joven en mi parroquia, pero habitualmente tengo que decirles: “Tú, a confesarte que ya te toca,” y se confiesan, pero eso sólo se lo puedo decir a los que voy conociendo. No es un logro mío, lo sé. Es más, me ha ayudado a pensar en la de veces que en los días de diario no me he sentado y me he quedado en la sacristía porque “total, para los que vienen ya me encuentran.” Así que, como creo que me hace falta descansar, hago propósito de descansar pero dentro del confesionario, que tal vez dentro de otros seis años venga alguien joven a confesarse.

“Empeñémonos, por tanto, en entrar en aquel descanso, para que nadie caiga, siguiendo aquel ejemplo de rebeldía.” La vida cristiana no debe ser muy cómoda cuando se nos promete el descanso eterno, es broma, pero lo cierto es que hay que cansarse por el Señor. La rebeldía consiste en no querer adherirse a la fe, gastarse por Dios, y decidimos dedicar nuestra vida a nosotros mismos. Entonces rehusamos el entrar en el descanso de Dios. Tenemos que gastar la vida y, aunque nos parezca que hacemos el tonto, si es por Dios, bien gastada está. El cristiano debería ser una persona felizmente cansada, pero que sabe descansar en el Señor. Hay días que por una enfermedad, por un disgusto, por algún pecado o por la propia rutina podemos estar muy cansados. Hay quien piensa que la solución es quedarse en la cama y despertarse a la hora que Dios quiera (siempre a partir de las 10, que como Dios quiera antes le callamos la boca). Seguramente (a no ser que estés enfermo), al día siguiente te encuentres igual de cansado, enfadado y mosqueado que el día anterior o seguramente más. Sin embargo si el día que te sientes muy cansado te acuestas a tu hora, duermes lo suficiente dejando descansar tus problemas en Dios y al día siguiente, por la mañanita, haces un rato de oración y te pones a hacer lo que debes hacer, seguramente te encuentres con nuevas fuerzas. Cuanta gente a veces me dice: “es que el cuerpo me pide dormir.” Ni que hubieran descargado un camión de ladrillos. Yo les digo que lo que tienen cansado es el alma, no el cuerpo, y para ese descanso no hace falta almohada, basta con rezar y en muchos casos con confesarse bien.

Y así hemos vuelto al principio, el confesionario. Yo confieso muy poco porque soy un tarugo, no porque la gente tenga poca formación. Pero Dios se sirve también de los tarugos. Si hacemos como los amigos del paralítico y llevamos, primero a cada uno de nosotros, y después, sin vergüenza, a nuestros amigos a que se confiesen, delante del Señor en el confesionario, tal vez consigamos que los curas nos aburramos menos y nos ayudéis a despabilar. Hay curas que confiesan mucho, tal vez sea por los que confesamos tan poco: distribuyamos el trabajo.
La Virgen es Madre de toda la humanidad, no tiene tiempo de dejar de estar pendiente de nosotros, pero está descansada pues descansa en Dios. Que ella nos enseñe.

Paz y bien.
Me gusta mucho la forma en que ha quedado éste Comentario, porque podemos observar una forma catequista del Evangelio. Y el comentario un poco jocoso de un sacerdote en la Archidiosescis de Madrid (desconosco el nombre, desgraciadamente) pero nos muestra un hombre, un sacerdote y su diario vivir. Así como yo procuro aplicarlo a mi propia vida.
Las palabras que me llaman la atención son: "Tus pecados te son perdonados", o decir: "Levántate, toma tu camilla y anda?" Comenta el Rev. Joan que Cristo hacía éstos milagros de forma palpable para que la gente creyera, no porque necesitara hacerlos. Simplemente con que él pronuciara las palabras "Tus pecados te son perdonados" el hombre quedaría limpio de corazón. Sin embargo, necesitaban señales para creer. Y él se las daba. Porque así somos. No creemos lo que no vemos. No creo que el hacer milagros sea lo que Cristo hace, sino vino por nuestra salvación, por la salvación de nuestra alma.
Al igual que muchos en ése tiempo que lo seguían para que los curara, yo también una vez corrí a la iglesia a buscarlo, desesperada. Y me curó.
Sin embargo, muchos me imagino los curó y se fueron gozando su curación física y hasta ahí. Pobres.
Otros aparte de gozar de una curación quisieron compartir con los que amaban su gozo. Tal vez los amigos del paralítico sólo deseaban su sanación física, pero al preocuparse de sus amigos, lograron la salvación de su alma. Así creo que es Cristo. A unos los salva de una manera y a otros de otra, pero vino por todos nosotros. Todos.
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MensajePublicado: Sab Ene 13, 2007 4:10 pm    Asunto:
Tema: Comentario al Evangelio de Hoy
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Sábado 13 de Enero 2007
Cita:

Autor: Vicente David Yanes | Fuente: Catholic.net
La vocación de Mateo
Marcos 2, 13-17. Tiempo Ordinario. El caso de Mateo es especial. Él no era pescador. Era un hombre de negocios y...le iba bastante bien.

Marcos 2, 13-17

Salió de nuevo por la orilla del mar, toda la gente acudía a él, y él les enseñaba. Al pasar, vio a Leví, el de Alfeo, sentado en el despacho de impuestos, y le dice: «Sígueme». El se levantó y le siguió. Y sucedió que estando él a la mesa en casa de Leví, muchos publicanos y pecadores estaban a la mesa con Jesús y sus discípulos, pues eran muchos los que le seguían. Al ver los escribas de los fariseos que comía con los pecadores y publicanos, decían a los discípulos: «¿Qué? ¿Es que come con los publicanos y pecadores?» Al oír esto Jesús, les dice: «No necesitan médico los que están fuertes, sino los que están mal; no he venido a llamar a justos, sino a pecadores».

Reflexión

¡Premio mayor! Mateo, el publicano, se llevó el premio mayor. El leproso recobró la lozanía en su piel. El paralítico volvió a andar y además se le perdonaron sus pecados.

Pero Mateo, se quedó con la mejor parte: elegido para seguir a Cristo, y además de los primeros doce.

El caso de Mateo es especial. Él no era pescador. Era un hombre de negocios y podemos suponer que le iba bastante bien. Pero a diferencia de lo que muchas veces nos pasa, él no estaba apegado. Pasó Cristo por su vida y como dijo el Maestro en la parábola “lo dejó todo para comprar el terreno donde estaba el tesoro escondido”.
Esto nos habla de que hay vocaciones ocultas incluso bajo los ropajes de una vida exitosa. Y de hecho, Cristo no riñe nunca con Mateo porque era rico. Pues Mateo antes de partir con Jesús a extender el Reino decidió hacer una fiesta: ¡porque es un gran acontecimiento ser llamado! Y porque no tenía su corazón apegado a los bienes de este mundo.
Cita:
Comentario: Rev. D. Joaquim Monrós i Guitart (Tarragona, España) «No he venido a llamar a justos, sino a pecadores»

Hoy, en la escena que relata san Marcos, vemos cómo Jesús enseñaba y cómo todos venían a escucharle. Es manifiesta el hambre de doctrina, entonces y también ahora, porque el peor enemigo es la ignorancia. Tanto es así, que se ha hecho clásica la expresión: «Dejarán de odiar cuando dejen de ignorar».

Pasando por allí, Jesús vio a Leví, hijo de Alfeo, sentado donde cobraban impuestos y, al decirle «sígueme», dejándolo todo, se fue con Él. Con esta prontitud y generosidad hizo el gran “negocio”. No solamente el “negocio del siglo”, sino también el de la eternidad.

Hay que pensar cuánto tiempo hace que el negocio de recoger impuestos para los romanos se ha acabado y, en cambio, Mateo —hoy más conocido por su nuevo nombre que por el de Leví— no deja de acumular beneficios con sus escritos, al ser una de las doce columnas de la Iglesia. Así pasa cuando se sigue con prontitud al Señor. Él lo dijo: «Y todo el que haya dejado casa, hermanos o hermanas, padre o madre, hijos o campo por mi nombre, recibirá el ciento por uno y gozará de la vida eterna» (Mt 19,29).

Jesús aceptó el banquete que Mateo le ofreció en su casa, juntamente con los otros cobradores de impuestos y pecadores, y con sus apóstoles. Los fariseos —como espectadores de los trabajos de los otros— hacen presente a los discípulos que su Maestro come con gente que ellos tienen catalogados como pecadores. El Señor les oye, y sale en defensa de su habitual manera de actuar con las almas: «No he venido a llamar a justos, sino a pecadores» (Mc 2,17). Toda la Humanidad necesita al Médico divino. Todos somos pecadores y, como dirá san Pablo, «todos han pecado y se han privado de la gloria de Dios» (Rm 3,23).

Respondamos con la misma prontitud con que María respondió siempre a su vocación de corredentora.
Cita:
Comentario de Archidioscesis de Madrid--
JESÚS
Son ya tantos los comentarios que creo que ya he escrito alguna vez sobre las películas que tratan la vida de Jesús. Gustar, gustar, lo que se dice gustar, no me gusta ninguna. Las hay más fieles al Evangelio, con más ritmo narrativo, más lentas o con mejores efectos, pero un rato personal de lectura del Santo Evangelio supera con mucho la película más valorada. Me parece que Jesús siempre aparece como con “algo raro,” un hálito de ser misterioso que me da un poco de grima. Jesús no puede ser así, alguien rarito, extraño, un pedazo de expediente X caminando por Galilea. Eso sólo atraería a otros locos, zumbados o curiosos personajes de esa época.

“No tenemos un sumo sacerdote incapaz de compadecerse de nuestras debilidades, sino que ha sido probado en todo exactamente como nosotros, menos en el pecado. Por eso, acerquémonos con seguridad al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y encontrar gracia que nos auxilie oportunamente.” Jesús es Dios y hombre. Esa simple y breve afirmación contiene algo esencial de nuestra fe. Si Jesús fuese un hombre fingido, un extraño para nosotros, nos provocaría un cierto rechazo. Un ser superior, tremendamente distante, puede provocar sumisión y podemos esperar de él clemencia, pero no podría suscitar amor y derramar misericordia. Un hombre como nosotros podría comunicarnos un mensaje, enseñarnos algunas actitudes para acercarnos a la divinidad, pero no podría hacernos a Dios cercano. Jesús es Dios y por eso tenemos a Dios tan cerca de nosotros, Dios se hace hombre y por eso se compadece de nosotros, nos tiende una mano.

“La palabra de Dios es viva y eficaz, más tajante que espada de doble filo, penetrante hasta el punto donde se dividen alma y espíritu, coyunturas y tuétanos. Juzga los deseos e intenciones del corazón. No hay criatura que escape a su mirada. Todo está patente y descubierto a los ojos de aquel a quien hemos de rendir cuentas.” Esa es la grandeza de Jesús, que ninguna película puede reflejar. Jesús no conoce muy bien la Palabra de Dios, Él mismo es la Palabra de Dios encarnada y por eso penetra en el alma de los que se encuentran con Él, ayer, hoy y siempre.
“Sígueme.” A Jesús no le hacen falta más palabras. No expone su ideología, su “hoja de ruta” para un mundo nuevo, ni su ideario político. Jesús no era un iluminado, ni un magnífico orador, ni un gran visionario. Jesús es el hombre verdadero, el hombre que Dios creó -a imagen de Dios lo creó-, y que descubre a cada hombre su verdad, lo que él debería ser, a lo que está llamado a ser y el pecado se lo impide.
Por eso para los cristianos es necesaria la contemplación, dejarnos de muchas palabras y escuchar, mirar y detenernos ante Jesucristo. Olvidarnos un poco del “qué” para llegar hasta el “quien.” Sólo hay un nombre que pueda salvarnos, sólo hay un médico para nosotros, pobres enfermos.
María vio, palpó y sintió como la Palabra de Dios se iba gestando en su interior, la acunó en sus brazos, la vio crecer y desarrollarse. Para ella la palabra de Dios tenía un nombre: Jesús. Acudamos muchas veces bajo la protección de ese nombre.
Paz y bien.
"Sígueme". Así. Simple.
Sólo sígueme y empieza la aventura. La aventura del Reino de Dios. Comenta Vicente David que Cristo curó y perdonó pecados, pero a unos les dijo "Sígueme". Sígueme para guiarte, para instruirte, para que hagas lo que debes hacer, para que seas salvo.
No he venido por justos, sino por pecadores. Los justos tienen su lugar, pero ¿los pecadores?. No necesitan médico los sanos, sino los enfermos y Jesús es nuestro médico.
Por lo menos éso entiendo yo.
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MensajePublicado: Dom Ene 14, 2007 7:24 pm    Asunto:
Tema: Comentario al Evangelio de Hoy
Responder citando

Paz y bien.

Tal vez alguien se preguntará porqué el domingo no incluyo el Comentario al Evangelio del Día de hoy.
La respuesta es simple. El Domingo asisto a misa a oir la palabra de boca del sacerdote de la capilla a la que voy.
También a comulgar.
Como pienso que los demás hacen lo mismo, pues simplemente no le veo el caso a poner el Comentario.
Espero me disculpen por omitirlo el día Domingo.

Pero como dice la canción de Cricri: "....porque el domingo se van al campo, todas vestidas de rojo y blanco"

Así me voy a la iglesia vestida del rojo del amor y del blanco de la reconciliación con Dios.
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MensajePublicado: Lun Ene 15, 2007 4:01 pm    Asunto:
Tema: Comentario al Evangelio de Hoy
Responder citando

Lunes 15 de Enero 2007
Cita:
Autor: Óscar Pérez Lomán | Fuente: Catholic.net
Discípulos de Juan no ayunan
Marcos 2, 18-22. Tiempo Ordinario. Si Cristo habita en nuestra alma no podemos estar tristes o preocupados.

Marcos 2, 18-22

En aquel tiempo los discípulos de Juan y los fariseos estaban ayunando. Vinieron unos y le preguntaron a Jesús: «¿Por qué mientras los discípulos de Juan y los discípulos de los fariseos ayunan, tus discípulos no ayunan?» Jesús les dijo: «¿Pueden acaso ayunar los invitados a la boda mientras el novio está con ellos? Mientras tengan consigo al novio no pueden ayunar. Días vendrán en que les será arrebatado el novio; entonces ayunarán, en aquel día. Nadie cose un remiendo de paño sin tundir en un vestido viejo, pues de otro modo, lo añadido tira de él, el paño nuevo del viejo, y se produce un desgarrón peor. Nadie echa tampoco vino nuevo en pellejos viejos; de otro modo, el vino reventaría los pellejos y se echaría a perder tanto el vino como los pellejos: sino que el vino nuevo, en pellejos nuevos.

Reflexión:

Cristo nos llama a la alegría. A una alegría profunda, nacida desde la paz del alma. Él nos lo dijo claramente: “¿Cómo pueden ayunar los invitados a la boda mientras están con el esposo?” Si realmente Jesucristo habita en nuestra alma a través de la gracia, ¿Cómo podemos mantenernos tristes o acongojados?
Él vive en nuestra alma. Y aquí se nos presenta uno de los misterios más hermosos de nuestra fe: Dios vive realmente en medio de nosotros en la Eucaristía y dentro de nosotros por la gracia. Por lo tanto, fuera las angustias, porque Dios es paz; fuera el desaliento, porque Dios es esperanza; fuera la desazón, porque Dios es consuelo. Habrá dificultades, sí, y muy fuertes, pero cuando Él vive en nosotros nunca se pierde la paz interior del alma. Aunque la sensibilidad sufra.

Jesús nos conoce y sabe que vendrán días en que posiblemente le dejemos por el pecado. Por eso nos dice qué hacer. Nos aconseja el ayuno, es decir, la abnegación. Pero no quiere que suframos porque sí. El sacrificio es sólo un medio para llegar al Fin. Un medio de purificación para llegar a Dios, para volver a recuperar al divino Huésped de nuestra alma, que es la Paz y la Felicidad.

El fin es maravilloso; el camino, claro. ¿Qué esperamos para recorrerlo?
Cita:
Comentario: Rev. D. Joaquim Villanueva i Poll (Girona, España)

«¿Pueden acaso ayunar los invitados a la boda mientras el novio está con ellos?»
Hoy comprobamos cómo los judíos, además del ayuno prescrito para el Día de la Expiación (cf. Lev 16,29-34) observaban muchos otros ayunos, tanto públicos como privados. Eran expresión de duelo, de penitencia, de purificación, de preparación para una fiesta o una misión, de petición de gracia a Dios, etc. Los judíos piadosos apreciaban el ayuno como un acto propio de la virtud de la religión y muy grato a Dios: el que ayuna se dirige a Dios en actitud de humildad, le pide perdón privándose de aquellas cosas que, satisfaciéndole, le hubieran apartado de Él.

Que Jesús no inculque esta práctica a sus discípulos y a los que le escuchan, sorprende a los discípulos de Juan y a los fariseos. Piensan que es una omisión importante en sus enseñanzas. Y Jesús les da una razón fundamental: «¿Acaso pueden los amigos del esposo ayunar mientras está con ellos el esposo?» (Mc 2,19). El esposo, según la expresión de los profetas de Israel, indica al mismo Dios, y es manifestación del amor divino hacia los hombres (Israel es la esposa, no siempre fiel, objeto del amor fiel del esposo, Yahvé). Es decir, Jesús se equipara a Yahvé. Está aquí declarando su divinidad: llama a sus discípulos «los amigos del esposo», los que están con Él, y así no necesitan ayunar porque no están separados de Él.
La Iglesia ha permanecido fiel a esta enseñanza que, viniendo de los profetas e incluso siendo una práctica natural y espontánea en muchas religiones, Jesucristo la confirma y le da un sentido nuevo: ayuna en el desierto como preparación a su vida pública, nos dice que la oración se fortalece con el ayuno, etc.
Entre los que escuchaban al Señor, la mayoría serían pobres y sabrían de remiendos en vestidos; habría vendimiadores que sabrían lo que ocurre cuando el vino nuevo se echa en odres viejos. Les recuerda Jesús que han de recibir su mensaje con espíritu nuevo, que rompa el conformismo y la rutina de las almas avejentadas, que lo que Él propone no es una interpretación más de la Ley, sino una vida nueva
Cita:
Archidióscesis de Madrid.
UNA SANTA ESCANDALOSA
Acudió a mí, como quien tiene una noticia sensacional que no puede reprimir por más tiempo, un niño de ocho años, y, abrazándose a mi cintura, me dijo: "¡Don Fernando, Don Fernando, mi mamá es santa!"... Sorprendido por no haberme percatado de esa maravilla en el tiempo que llevo en la parroquia, y mientras buscaba en la agenda el teléfono de la oficina para las causas de los santos, le pregunté al niño: "¿Y tú cómo lo sabes, Jorge?"... - "Porque ella siempre nos dice que la estamos haciendo santa con todo lo que la hacemos sufrir"... Cerré la agenda e hice la señal de la Cruz sobre la frente de Jorge: "Bueno, bueno, pues déjala que sea santa despacito y no la empujes"... Me hizo pensar. Desde luego, los santos no dicen eso; los santos, cuando sufren, sufren en silencio. Pero más me hizo pensar esa concepción de la santidad como efecto automático del sufrimiento. Adivino que, detrás, se halla una visión chata de la Cruz, esa visión que nos lleva a escupir el "¡Señor, qué cruz!", cada vez que las cosas no van a nuestro gusto. Pronto identificamos cruz con sufrimiento, y cualquier sufrimiento con la Cruz redentora, la de Cristo... Y así nos va. Tenemos más mártires en la tierra que santos en el Cielo (¡Y eso que hay muchísimos!).

Debiéramos prestar una enorme atención a la carta a los Hebreos, cuyas páginas estamos saboreando en la liturgia de estos días. Es una carta difícil de leer, hay que fijar la mirada en los puntos de luz y enfocar desde ahí el resto. Hoy escuchamos: "Él, a pesar de ser Hijo, aprendió, sufriendo, a obedecer. Y, llevado a la consumación, se ha convertido para todos los que le obedecen en autor de salvación eterna". Si prestáramos atención, nos daríamos cuenta de que el centro del Sacrificio Redentor no estuvo en el sufrimiento - aún cuando lo hubo, y mucho -, sino en la obediencia: Dios no se complació en que su Hijo sufriera, sino en que, aún sufriendo, obedeciera. Ha sido la obediencia de Cristo la que ha dado a su sufrimiento un sentido redentor. No se lo dije al pequeño Jorge, pero no todo el que sufre se santifica; sin embargo, sí se santifica todo el que obedece. Esa obediencia, será, en ocasiones, "vino viejo": sufrimiento, penitencia, arrepentimiento y abrazo gozoso a las contrariedades; en otras ocasiones, será "vino nuevo": celebración, alegría, comida y bebida, fiesta... Y ambos vinos nos santificarán por igual, si han sido criados en la bodega del cumplimiento de la Voluntad de Dios.

Obediencia es someterse al director espiritual; obediencia es olvidar la propia voluntad; obediencia es orar incesantemente para conocer lo que Dios quiere; obediencia es no ser dueño de la propia vida, sino ponerla a disposición del plan divino. Obediencia es María, la "esclava del Señor"... Virgen fiel: ¡ruega por nosotros

Paz y bien.
No sé a ustedes, pero a mí éstos 3 comentarios me llenan porque me enseñan costumbres del tiempo en que Jesús vivió físicamente en éste mundo, me muestran la forma de adaptarla a mi vida en éste momento.
Alguna vez alguien me dijo que ayunara para solicitar de Dios un favor especial. Y lo hice. Era el tiempo en que andaba como veleta sin rumbo. ¡cómo se debió reir la persona que me lo sugirió! Era de otra nominación cristiana. Ahora pienso que Cristo no hubiera hecho éso, El me hubiera enseñado tal como lo hizo con sus discípulos: "vino nuevo en odres nuevos, vino viejo en odres viejos". Para hacer en mí la voluntad de Dios debo ser una nueva persona para que la Buena Nueva que es Jesucristo entre en mi vida como un vino nuevo. ¿Cómo ser una persona nueva? Con fé, creyendo firmemente en mi corazón que Cristo me ha cambiado, que perdona mis pecados, que El está en mí y yo en El. Alguna vez creí que el estar en El sería cuando muriera. Y no. Es ahora cuando El está en mí y yo en El. Yo en El cuando oro, cuando medito sus palabras, cuando dejo que haga su voluntad en mí, cuando me dejo guiar por su Espíritu Santo. Como comentan los sacerdotes, cuando Obedesco y dejo de ser una santa escandalosa, quejándome de mi cruz.
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MensajePublicado: Mar Ene 16, 2007 3:28 pm    Asunto:
Tema: Comentario al Evangelio de Hoy
Responder citando

Martes 16 de Enero de 2007
Cita:
Autor: José de Jesús González | Fuente: Catholic.net
La observancia del sábado
Marcos 2, 23-28. Tiempo Ordinario. Dios ha querido un día de descanso para compartirlo y darnos la paz del alma.

Marcos 2, 23-28

Caminando Él a través de las mieses en día de sábado, sus discípulos, mientras iban, comenzaron a arrancar espigas. Los fariseos le dijeron: Mira, ¿cómo hacen en sábado lo que no está permitido? Y les dijo: ¿Nunca habéis leído lo que hizo David cuando tuvo necesidad y sintió hambre él y los suyos? ¿Cómo entró en la casa de Dios, bajo el pontificado de Abiatar, y comió de los panes de la proposición, que no es lícito comer sino a los sacerdotes, y los dio asimismo y a los suyos? Y añadió: El sábado ha sido hecho para el hombre, y no el hombre para el sábado. Y dueño del sábado es el Hijo del hombre.

Reflexión

Cuentan que en un reino no muy lejano, había un rey, famoso por su grande amor y misericordia a su pueblo. Tan grande era este amor, que un buen día decidió establecer un día de descanso (sabbat) para todos sus súbditos. Pero no sólo eso, sino que quería estar con ellos y que gozaran de su presencia y de su grande amor. Por ello, tuvo la feliz idea de que no sólo fuera un día de descanso en el que el pueblo no trabajara, sino que sería un día dedicado a convivir y compartir con su rey. Ofreció pues un gran banquete a diversas horas del día, pues tal era la cantidad de su súbditos y la grandeza de su amor por ellos. Y en cada uno de estos banquetes, el rey estaba presente para escuchar atentamente a sus súbditos y satisfacer sus necesidades, para animarles y fortalecerlos.

Pues bien, ¿qué ha hecho por nosotros el Rey de reyes, para cada uno de sus fieles del Reino de los cielos? Algo parecido, pero infinitamente más grande. Desde la creación, instituyó el ‘día de descanso’ en el que admiró la bondad y la belleza de su creación. Y como Él es ‘dueño del sábado’ (esto es, del descanso o día del descanso), lo ha querido compartir con nosotros para darnos el verdadero descanso, la paz del alma. Es por ello que de manera especial, el domingo (el “Día del Señor” –Dominus-), se nos ofrece en alimento en el Gran Banquete Eucarístico, y dispone a sus sacerdotes para otorgar a quienes lo necesiten su perdón y la reconciliación para poder participar de su Mesa Sagrada. Este es el gran significado y realidad del “Día del Señor”: vivir en Cristo y alegrarnos en Él por la paz y la salvación que nos ha venido a traer. ¿Puede hacer algo más por nosotros nuestro gran Rey?
Cita:
Comentario: Rev. D. Ignasi Fabregat i Torrents (Terrassa-Barcelona, España)
«El sábado ha sido instituido para el hombre y no el hombre para el sábado»
Hoy como ayer, Jesús se las ha de tener con los fariseos, que han deformado la Ley de Moisés, quedándose en las pequeñeces y olvidándose del espíritu que la informa. Los fariseos, en efecto, acusan a los discípulos de Jesús de violar el sábado (cf. Mc 2,24). Según su casuística agobiante, arrancar espigas equivale a “segar”, y trillar significa “batir”: estas tareas del campo —y una cuarentena más que podríamos añadir— estaban prohibidas en sábado, día de descanso. Como ya sabemos, los panes de la ofrenda de los que nos habla el Evangelio, eran doce panes que se colocaban cada semana en la mesa del santuario, como un homenaje de las doce tribus de Israel a su Dios y Señor.

La actitud de Abiatar es la misma que hoy nos enseña Jesús: los preceptos de la Ley que tienen menos importancia han de ceder ante los mayores; un precepto ceremonial debe ceder ante un precepto de ley natural; el precepto del reposo del sábado no está, pues, por encima de las elementales necesidades de subsistencia. El Concilio Vaticano II, inspirándose en la perícopa que comentamos, y para subrayar que la persona ha de estar por encima de las cuestiones económicas y sociales, dice: «El orden social y su progresivo desarrollo se han de subordinar en todo momento al bien de la persona, porque el orden de las cosas se ha de someter al orden de las personas, y no al revés. El mismo Señor lo advirtió cuando dijo que el sábado había sido hecho para el hombre, y no el hombre para el sábado (cf. Mc 2,27)».

San Agustín nos dice: «Ama y haz lo que quieras». ¿Lo hemos entendido bien, o todavía la obsesión por aquello que es secundario ahoga el amor que hay que poner en todo lo que hacemos? Trabajar, perdonar, corregir, ir a misa los domingos, cuidar a los enfermos, cumplir los mandamientos..., ¿lo hacemos porque toca o por amor de Dios? Ojalá que estas consideraciones nos ayuden a vivificar todas nuestras obras con el amor que el Señor ha puesto en nuestros corazones, precisamente para que le podamos amar a Él.
Cita:
Archidióscesis de Madrid BUSCAR REFUGIO
Ignoro si fue por haber visto “El jorobado de Notre Dame,” o muchas películas de la edad media, pero hace unos años un señor, al que le estaban dando una paliza, entró en la Iglesia gritando: “¡Derecho de asilo!” “¡Me acojo a sagrado!” No pude evitar que me hiciese gracia cuando me lo contaban. Lo cierto es que se le dió refugio y se calmaron los ánimos de los que querían medirle las costillas a palos. El pobre hombre había ido antes a esconderse a un bar, pero de allí le habían echado para no tener problemas, así que corrió hacia la Iglesia y dijo lo primero que se le pasó por la cabeza.

“Cobremos ánimos y fuerza los que buscamos refugio en Él, asiéndonos a la esperanza que se nos ha ofrecido. La cual es para nosotros como ancla del alma, segura y firme.” Que importante es buscar refugio en el Señor. Cada vez que paso por la capilla de mi parroquia tendría que decirle yo también al Señor: “Me acojo a Sagrado.” Buscar refugio en Dios, agarrarnos bien fuerte a la esperanza que nos ha ofrecido, ,y entonces el alma se siente anclada, segura y firme, en Dios, a pesar del oleaje de la vida.

A veces escucho decir a algunos que les ha “fallado” un sacerdote y que por eso han dejado de ir a Misa y de vivir su vida cristiana. Cuanto más me conozco como sacerdote más cuenta me doy de mi debilidad, de las veces que fallo. Por eso puedo recomendar a estos que les ha fallado un sacerdote que la fé es en Dios, no en los hombres que tantas veces somos pecadores. “Un sábado, atravesaba el Señor un sembrado; mientras andaban, los discípulos iban arrancando espigas. Los fariseos le dijeron: -«Oye, ¿por qué hacen en sábado lo que no está permitido?»” Me gusta pensar que los fariseos se dirigen a Jesús para pedir explicaciones de los actos de sus discípulos. Podrían haber amonestado a Pedro o echar la bronca a Juan. Pero se dirigen al que se veía que se hacía responsable de ellos, a su maestro, a Jesús. Me consuela pensar que si me refugio en el Señor el día que pase de este mundo y esté Satanás, el acusador, con un montón de cosas que tirarme a la cara, no me va a defender un abogado laboralista, ni tan siquiera mi Obispo vendrá a defenderme, será el mismo Jesús, si dejo que él sea mi refugio y mi defensa. Los sacerdotes fallaremos, Dios no y Él es fiel. El único y eterno sacerdote es Cristo, los sacerdotes de la Iglesia tendremos que parecernos más a Cristo, si no seremos una caricatura, pero también tenemos la certeza de que por nuestro medio Dios consagra y perdona. A los sacerdotes nos convocan a cientos de reuniones, parece que todo se arregla con reuniones, pero si rezáramos más y nos reuniésemos menos, la Iglesia cambiaría, sin duda alguna.

“El sábado se hizo para el hombre y no el hombre para el sábado; así que el Hijo del hombre es señor también del sábado.” Toda la creación se hizo para el hombre, para que diésemos gloria a Dios por todo lo que nos ha dado. Si no fuésemos tan pretenciosos que nos creemos los dueños de todo, entonces no dudaríamos en refugiarnos en el Señor, conscientes de nuestra pequeñez y de su grandeza.

No sé si será una herejía decir que Dios buscó refugio en el seno de María, pero lo diré, y acudiré a ella para que de su mano nos lleve a todos a buscar refugio en Dios.
Paz y bien.
El sábado se hizo para el hombre y no el hombre para el sábado". Se dicen cosas muy importantes. Toda la creación fué hecha para el hombre para que diésemos gloria a Dios por lo que nos ha dado. Yo veo a Dios creando y al séptimo día descansó para gozar de su creación. Como creó al hombre a su imágen y semejanza, por supuesto que espera que nosotros también nos gocemos en su creación descansando el séptimo día. Pero quiere gozarlo con nosotros que somos su creación también. No somos los dueños, somos su creación. ¿Cómo dar gloria a Dios?
Por supuesto que con la oración, con seguir sus mandamientos, pero también gozando su creación. Gozándonos a nosotros mismos, gozándo su creación, CUIDANDOLA. GOZANDOLA.
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MensajePublicado: Mie Ene 17, 2007 2:49 pm    Asunto:
Tema: Comentario al Evangelio de Hoy
Responder citando

Miércoles 17 de Enero de 2007

Cita:
Autor: Ignacio Sarre | Fuente: Catholic.net
Curación del hombre de la mano seca
Marcos 3, 1-6. Tiempo Ordinario. Ser coherentes con la fé que profesamos y sobre todo, vivir con amor.
Marcos 3, 1-6

En aquel tiempo entró de nuevo en la sinagoga, y había allí un hombre que tenía la mano paralizada. Estaban al acecho a ver si le curaba en sábado para poder acusarle. Dice al hombre que tenía la mano seca: Levántate ahí en medio. Y les dice: ¿Es lícito en sábado hacer el bien en vez del mal, salvar una vida en vez de destruirla? Pero ellos callaban. Entonces, mirándoles con ira, apenado por la dureza de su corazón, dice al hombre: Extiende la mano. Él la extendió y quedó restablecida su mano. En cuanto salieron los fariseos, se confabularon con los herodianos contra él para ver cómo eliminarle.

Reflexión:

Cristo no ha venido para abolir la antigua ley, sino a darle plenitud. Este pasaje lo deja en evidencia. Los fariseos se molestan porque Cristo hace algo prohibido por la ley. Y Cristo pone de relieve que lo más importante es hacer el bien; en este caso, salvar una vida.

¿Cuál es esta ley para nosotros? Los Mandamientos, nuestros deberes como padres, esposos, hijos, ciudadanos... Nada del otro mundo. No se nos imponen dolorosos sacrificios, ni numerosas prohibiciones o rezos... Se nos pide ser coherentes con la fe que profesamos. Y sobre todo, vivir con amor.

Esta es la plenitud de la ley: el amor. El amor vale mucho más que el frío cumplimiento de una norma o regla de vida. Por eso, aunque lo que hagamos sean pequeñas cosas, éstas se ven engrandecidas, agigantadas por el amor.
El Evangelio comenta que Cristo estaba entristecido por la dureza del corazón de los fariseos. Podemos concluir que conocemos la mejor manera de agradar a Dios y de provocarle la más gozosa alegría: cumplir la ley con amor. No se contraponen. No se trata de elegir una de las dos: o cumplo o amo. Mejor cumplir y amar

Cita:
Comentario: Rev. D. Joaquim Meseguer i García (Sant Quirze del Vallès-Barcelona, España) «¿Es lícito en sábado hacer el bien en vez del mal, salvar una vida en vez de destruirla?»

Hoy, Jesús nos enseña que hay que obrar el bien en todo tiempo: no hay un tiempo para hacer el bien y otro para descuidar el amor a los demás. El amor que nos viene de Dios nos conduce a la Ley suprema, que nos dejó Jesús en el mandamiento nuevo: «Amaos unos a otros como yo mismo os he amado» (Jn 13,34). Jesús no deroga ni critica la Ley de Moisés, ya que Él mismo cumple sus preceptos y acude a la sinagoga el sábado; lo que Jesús critica es la interpretación estrecha de la Ley que han hecho los maestros y los fariseos, una interpretación que deja poco lugar a la misericordia.

Jesucristo ha venido a proclamar el Evangelio de la salvación, pero sus adversarios, lejos de dejarse convencer, buscan pretextos contra Él: «Había allí un hombre que tenía la mano paralizada. Estaban al acecho a ver si le curaba en sábado para poder acusarle» (Mc 3,1-2). Al mismo tiempo que podemos ver la acción de la gracia, constatamos la dureza del corazón de unos hombres orgullosos que creen tener la verdad de su parte. ¿Experimentaron alegría los fariseos al ver aquel pobre hombre con la salud restablecida? No, todo lo contrario, se obcecaron todavía más, hasta el punto de ir a hacer tratos con los herodianos —sus enemigos naturales— para mirar de perder a Jesús, ¡curiosa alianza!

Con su acción, Jesús libera también el sábado de las cadenas con las cuales lo habían atado los maestros de la Ley y los fariseos, y le restituye su sentido verdadero: día de comunión entre Dios y el hombre, día de liberación de la esclavitud, día de la salvación de las fuerzas del mal. Nos dice san Agustín: «Quien tiene la conciencia en paz, está tranquilo, y esta misma tranquilidad es el sábado del corazón». En Jesucristo, el sábado se abre ya al don del domingo.
Cita:
Archidióscesis de Madrid. LO BUENO O LO MALO
Hoy, día de San Antonio, Abad, aparecerán en las noticias las largas colas de dueños de animalillos que se acercan a la Iglesia para que bendigan a sus mascotas. Es una imágen simpática que se repite años tras año. Hay animales de todo tipo, grandes, pequeños, feos, hermosos, viscosos o peludos, pero para cada uno de sus dueños su animal es el más guapo, listo, cariñoso y especial del mundo entero. Parece increíble que una señora, de pinta respetable, se dedique a darle besitos a su iguana, pero así somos. Cuando en las noticias aparece un hombre apaleando a su perro, o las pobres focas, o las simpáticas ballenas arponeadas, decimos: ¡Qué bestias!, pero no dejan de emitir esas imágenes para movernos el corazón a la compasión y, si se puede, movernos la cartera hacia alguna asociación de defensa de los animales. Me gustan los animales (excepto las babosas, no sé por qué), pero creo que a veces miramos a los animales para dejar de mirar a la humanidad, tan deshumanizada.

-«¿Qué está permitido en sábado?, ¿hacer lo bueno o lo malo?, ¿salvarle la vida a un hombre o dejarlo morir?» A esta pregunta los que vigilaban al Señor se quedaron callados. Para no buscarse líos el Señor podía haber mirado hacia otro lado (hay tantos enfermos, tantos pobres, tantas desgracias), y nadie se lo hubiera echado en cara. Pero el Señor mira al hombre, nos mira a nosotros, con nuestros pecados, nuestras fragilidades, nuestras miserias. El Señor nunca rehuye sanar al enfermo. A veces nosotros no tenemos la mirada de Jesús, preferimos olvidar el problema. No vemos en la televisión los cuerpos mutilados de los niños que no llegan a nacer, víctimas del aborto, cambiamos de canal cuando alguna vez (y es algo diario), nos muestran la hambruna en distintos países, cruzamos de acera cuando vemos a alguien durmiendo el la calle, tal vez subamos el volumen del televisor cuando escuchamos los gritos de pelea del matrimonio de la puerta de al lado. El no hacer nada no significa que no hagamos nada bueno o malo, no es indiferente moralmente. Habitualmente la pasividad es mala.
“Echando en torno una mirada de ira, y dolido de su obstinación, le dijo al hombre: -«Extiende el brazo.»” No es fácil encontrar a Jesús airado, pero esta es una de esas ocasiones. La Iglesia, los cristianos, muchas veces miramos como Cristo. Gracias a Dios son miles de personas y cientos de instituciones católicas que se encargan de los que el mundo no quiere mirar. A lo mejor nos gustaría que los documentos de la Iglesia nos hablasen de la peste negra (creo que ya no existe), como algo curioso y anecdótico. Pero nos habla de esos niños (unos cuantos mientras lees este comentario), que parece que “sobran” en el mundo, de esa legión de hombres y mujeres que viven en la pobreza ante la indiferencia de tantos. Y la Iglesia no sólo habla, actúa, aunque reciba muchas críticas por ello. No podemos perder la sensibilidad hacia los problemas del mundo. No podremos arreglarlos todos, pero no podemos dedicarnos a volver la vista a los animalillos. Tendríamos que decir un sí grande a la vida, a toda vida, pero especialmente a la vida humana. No podemos permitir que nos insensibilicemos, como tantos y tantos a los que esos problemas no les preocupan.
A una madre buena le preocupan sus hijos, a nuestra Madre del cielo le preocupamos todos. Echémosle una mano a cuidar de toda la gran familia humana

Paz y bien.
Como señalan nuestros articulistas, pocas veces se ve a Jesús enojado. Es compasivo, cura, entiende la ignorancia, perdona. Pero ¿la maldad? A veces pareciera que vivimos en constantes sábados fariseos. En los consultorios, los médicos no atienden después de su horario ( y a veces ni en él, porque hay que ir a desayunar, hay que 'cotorrear", hay que ponerse al corriente del chisme diario) Y éso para todas las profesiones...lo digo por experiencia. Alguna vez siendo secretaria a mis 17 años, llegaba "hecha la raya" a checar tarjeta y directo al baño: a pintarme (porque no me habí pintado en casa) a platicar el chisme diario (porque nos reuniamos la mayoría de las "secres") y ahi como una hora después nos ibamos a nuestros lugares. A la hora de la salida, a las 5:00 en punto estábamos formadas checando nuestra tarjeta de salida. Eso hacemos muchos actualmente todavía. Si en nuestro horario normal, no hacemos lo que debemos, menos en Sábado o en un día no laboral. Aunque se caiga la oficina, el hospital, la obra, etc.
Cuando leo "se enojaba ante el corazón endurecido de los fariseos", pienso "tiene razón" ¿cómo dejan a un enfermo sin atención? ¿y yo? ¿no soy igual de mala al no cumplir con mis obligaciones?
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MensajePublicado: Jue Ene 18, 2007 3:30 pm    Asunto:
Tema: Comentario al Evangelio de Hoy
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Jueves 18 de Enero de 2007
Cita:
Autor: Ignacio Sarre | Fuente: Catholic.net
Predicación y curación de enfermos
Marcos 3, 7-12. Tiempo Ordinario. Jesús sigue curando y bendiciendo a los que le buscan.

Marcos 3, 7-12

En aquel tiempo Jesús se retiró con sus discípulos hacia el mar, y le siguió una gran muchedumbre de Galilea. También de Judea, de Jerusalén, de Idumea, del otro lado del Jordán, de los alrededores de Tiro y Sidón, una gran muchedumbre, al oír lo que hacía, acudió a él. Entonces, a causa de la multitud, dijo a sus discípulos que le prepararan una pequeña barca, para que no le aplastaran. Como había curado a muchos, todos los que sufrían de algo se le echaban encima para tocarle. Y los espíritus inmundos, al verle, se arrojaban a sus pies y gritaban: Tú eres el Hijo de Dios. Pero él les mandaba enérgicamente que no le descubrieran.

Reflexión:

Mirando alrededor en nuestro mundo, que inicia un nuevo año, podríamos hacer una narración muy similar a la que hace este Evangelio. Muchedumbres buscaban y seguían a Jesús, le escuchaban y Él les curaba.

Muchos se dejan llevar por el pesimismo, y piensan que todo va “de cabeza”. Dirían que la vocación no entra en la descripción de la situación actual. Están convencidos de que no hay vocaciones, de que la juventud está extraviada sin remedio, de que la práctica religiosa disminuye en todo el globo...

Algo de razón tendrán. Pero les falta abrir los ojos para ver el otro lado de la moneda. Y contemplar los países en las que el número de vocaciones aumenta, los movimientos juveniles crecen con vigor y fuerza y donde los fieles ya no caben en las iglesias.

Sí. Los cristianos debemos tener esta certeza: Cristo es realmente amado por millones y millones. Muchedumbres que en todo el mundo, como en Galilea hace dos mil años, le siguen y le escuchan. Podemos sumarnos o sustraernos a esta realidad. Jesús, por su parte, sigue curando y bendiciendo a los que le buscan.
Cita:
Comentario: Rev. D. Melcior Querol i Solà (Ribes de Freser-Girona, España)
«Le siguió una gran muchedumbre de Galilea. También de Judea, del otro lado del Jordán, de los alrededores de Tiro y Sidón»
Hoy, todavía reciente el bautismo de Juan en las aguas del río Jordán, deberíamos recordar el talante de conversión de nuestro propio bautismo. Todos fuimos bautizados en un solo Señor, una sola fe, «en un solo Espíritu para formar un solo cuerpo» (1Cor 12,13). He aquí el ideal de unidad: formar un solo cuerpo, ser en Cristo una sola cosa, para que el mundo crea.

En el Evangelio de hoy vemos cómo «una gran muchedumbre de Galilea» y también otra mucha gente procedente de otros lugares (cf. Mc 3,7-Cool se acercan al Señor. Y Él acoge y procura el bien para todos, sin excepción. Esto lo hemos de tener muy presente durante el octavario de oración para la unidad de los cristianos.

Démonos cuenta de cómo, a lo largo de los siglos, los cristianos nos hemos dividido en católicos, ortodoxos, anglicanos, luteranos, y un largo etcétera de confesiones cristianas. Pecado histórico contra una de las notas esenciales de la Iglesia: la unidad.

Pero aterricemos en nuestra realidad eclesial de hoy. La de nuestro obispado, la de nuestra parroquia. La de nuestro grupo cristiano. ¿Somos realmente una sola cosa? ¿Realmente nuestra relación de unidad es motivo de conversión para los alejados de la Iglesia? «Que todos sean uno, para que el mundo crea» (Jn 17,21), ruega Jesús al Padre. Éste es el reto. Que los paganos vean cómo se relaciona un grupo de creyentes, que congregados por el Espíritu santo en la Iglesia de Cristo tienen un solo corazón y una sola alma (cf. Hch 4,32-34).

Recordemos que, como fruto de la Eucaristía —a la vez que la unión de cada uno con Jesús— se ha de manifestar la unidad de la Asamblea, ya que nos alimentamos del mismo Pan para ser un solo cuerpo. Por tanto, lo que los sacramentos significan, y la gracia que contienen, exigen de nosotros gestos de comunión hacia los otros. Nuestra conversión es a la unidad trinitaria (lo cual es un don que viene de lo alto) y nuestra tarea santificadora no puede obviar los gestos de comunión, de comprensión, de acogida y de perdón hacia los demás.
Cita:
Arquidioscésis de Madrid. EL PC
A pesar de mi conocida preferencia y afición a los ordenadores Mac, he tenido que comprar un PC, especialmente para usar algunos programas a los que el ministerio de Hacienda me obliga. Una vez que ya está en marcha y, siendo completamente sincero, me quedo con Mac. En el PC no venía ningún programa (así era más barato), y una vez que instalé el sistema operativo tuve que instalar siete programas más de terceras partes para que funcionase el modem, la tarjeta gráfica, la tarjeta de sonido y la tarjeta de visita de la suegra de Bill Gates. De momento sé que la unidad de DVD funciona, pues he tenido que meter y sacar más discos que Julio Iglesias de sus estantes en una mudanza. Además, estos días, como tantos de vosotros, estoy griposo, con esa poca fiebre que no es para dejar de trabajar, pero que te deja el cuerpo y la cabeza como si hubieras asistido a una conferencia de Sylvester Stallone, y cada vez que veía un “globito” dando un aviso me acordaba del PC y todos sus familiares. Ya funciona, pero cuando acabe este comentario (en mi Mac), me dedicaré a ordenar todos los Cds de terceras partes que hacen un hermoso montón al lado del PC.

“Esto es lo principal de toda la exposición: Tenemos un sumo sacerdote tal, que está sentado a la derecha del trono de la Majestad en los cielos y es ministro del santuario y de la tienda verdadera, construida por el Señor y no por hombre.” Con Dios no hay que recurrir a terceras partes. Tenemos a Cristo, Sumo Sacerdote, y su cuerpo que es la Iglesia. Conozco a bastantes que recurren a terceras partes, pero que difícil –por no decir imposible-, es conocer a Cristo sin la Iglesia. A algunos les da por las cosas esotéricas, a otros por ideologías políticas, a otros por su propio instinto o por su falta de olfato, e intentan así crear un nuevo dios, pero que se queda en una caricatura pobre de Cristo.

¿Y cual es el acceso directo para acercarse a Jesús? Pues acercarse a la Iglesia, acudir a las fuentes, llegarse hasta el Sagrario y de allí, en unos pasos, hasta el confesionario. Comprendo que los católicos podamos parecer pretenciosos a los ojos de muchos. Confesamos en nuestra fe que cuando se consagra en la Santa Misa, en el altar, bajo las formas de pan y el vino, está el mismo Jesús. ¡Incluso hacemos una genuflexión al pasar delante del Sagrario o en la Misa! (aunque algunos pasen mirando a las Batuecas). El Obispo y el Papa (los “jefes” para el mundo civil), se descubren la cabeza ante el Santísimo, en señal de obediencia. También confesamos que cuando un sacerdote da la absolución es el mismo Jesús el que perdona y decimos: “Yo te absuelvo de tus pecados …” Podríamos decir “creo que Dios te ha perdonado” “rezaré por tu salvación,” pero no, hablamos en nombre de Cristo. No hay terceras partes, aunque puedan parecer más baratas o fáciles de encontrar. Los sacerdotes tendríamos que vivir con el miedo de que nos “estruje el gentío,” llegar hasta el Sagrario o hasta el confesionario debería ser una aventura digna de Indiana Jones, tan difícil fuese abrirse paso.

Pero parece que nos quedamos con el PC, a fin de cuentas la inversión inicial es menor, pero los “espíritus inmundos” no reconocerán en las terceras partes al “Hijo de Dios.” Tal vez Hacienda, la economía, o mi sensualidad, o mi fragilidad, o mi tacañería o mi estupidez me “exija” que me quede con un PC, con una fé tibia, con un dios con minúsculas, pero no estoy dispuesto a ceder a ésas exigencias a costa de jugarme mi felicidad y mi eternidad.

Santa María no usó intermediarios, y lo sabía. ¿Cómo no nos va a enseñar ella a reconocer a su Hijo y a hablar con Él?. Pidámoselo hoy.
(Por cierto, me quedo con mi Mac).
Paz y bien.
Bueno. Después de los comentarios de los sacerdotes mencionados, no queda mucho que decir, ¿verdad? ¿Qué más podría aumentar que no se haya dicho? Tal vez sólo desde mi punto de vista como laica, como católica que empieza a conocer acerca de su iglesia. Algunas veces cuando empecé a leer acerca de santidad, de oración, de iglesia me dió un poco de terror. Porque hay tantos caminos, tantas formas que puede uno empezar a confundirse. Sin embargo me he dado cuenta de una cosa: cada santo tiene una forma personal de llevar su santidad. Los hay ascéticos, los hay fundadores, los hay ermitaños, los hay carismáticos, los hay estigmatizados. Menciona un sacerdote la unidad en las diferentes iglesias, sin embargo dentro de la misma iglesia católica ésta unidad se da a pesar de las diferentes formas de ser de las personas que pertenecemos a ella. Al igual que ellos, yo también en mi familia (formada por 4 personas) tengo que luchar diario para lograr unidad, puesto que somos 4 personas y nos amamos pero somos distintos cada uno. Tengo que aprender a convivir con las otras 3 personas ( independientemente si son mis hijos y mi esposo) que viven conmigo en mi misma casa. Así creo sucede en las comunidades de las diferentes iglesias.
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MensajePublicado: Vie Ene 19, 2007 4:15 pm    Asunto:
Tema: Comentario al Evangelio de Hoy
Responder citando

Viernes 19 de Enero de 2007
Cita:
Autor: Ignacio Sarre | Fuente: Catholic.net
Elección de los doce
Marcos 3, 13-19. Tiempo Ordinario. Ser mensajeros del amor de Dios con nuestra vida, nuestro modo de actuar, de hablar, de pensar.

Marcos 3, 13-19

En aquel tiempo, Jesús subió al monte y llamó a los que él quiso; y vinieron donde él. Instituyó Doce, para que estuvieran con él, y para enviarlos a predicar con poder de expulsar los demonios. Instituyó a los Doce y puso a Simón el nombre de Pedro; a Santiago el de Zebedeo y a Juan, el hermano de Santiago, a quienes puso por nombre Boanerges, es decir, hijos del trueno; a Andrés, Felipe, Bartolomé, Mateo, Tomás, Santiago el de Alfeo, Tadeo, Simón el Cananeo y Judas Iscariote, el mismo que le entregó.

Reflexión:

Siendo Dios, Cristo nos podría haber salvado de muchas maneras. Le habría bastado un soplo, un abrir y cerrar de ojos, el simple deseo de redimirnos. Pero sus caminos no son como los nuestros. Quiso obrar “a su manera”.
Los hombres pedimos ayuda cuando la necesitamos, cuando no podemos hacer algo por nosotros mismos. Cristo quiso que le ayudáramos, aunque Él podía hacerlo todo. Y sin duda, podía hacerlo mejor que nosotros. Eligió a doce hombres. Detrás del nombre de los doce apóstoles, yacen escondidos los de miles y millones de hombres elegidos por Dios para continuar su misión. Y no sólo se trata de sacerdotes y almas consagradas. Todos los bautizados estamos llamados a ser sus apóstoles.
Con esta elección, no recibimos un título honorífico. Ante todo se trata de un compromiso. El de ser mensajeros del amor de Dios con nuestra vida, con nuestro modo de actuar, de hablar, de pensar... Al llamarnos, Cristo no nos impone una carga. Al contrario, nos da la oportunidad de dar un sentido pleno a nuestra vida en este mundo, buscando lo más llevadero y trascendente. La mejor empresa a la que podemos dedicarnos: ayudarle a Cristo en la salvación de la humanidad.
Cita:
Comentario: Rev. D. Llucià Pou i Sabater (Vic-Barcelona, España)
«Jesús subió al monte y llamó a los que Él quiso»

Hoy, el Evangelio condensa la teología de la vocación cristiana: el Señor elige a los que quiere para estar con Él y enviarlos a ser apóstoles (cf. Mc 3,13-14). En primer lugar, los elige: antes de la creación del mundo, nos ha destinado a ser santos (cf. Ef 1,4). Nos ama en Cristo, y en Él nos modela dándonos las cualidades para ser hijos suyos. Sólo en vistas a la vocación se entienden nuestras cualidades; la vocación es el “papel” que nos ha dado en la redención. Es en el descubrimiento del íntimo “por qué” de mi existencia cuando me siento plenamente “yo”, cuando vivo mi vocación.
¿Y para qué nos ha llamado? Para estar con Él. Esta llamada implica correspondencia: «Un día —no quiero generalizar, abre tu corazón al Señor y cuéntale tu historia—, quizá un amigo, un cristiano corriente igual a ti, te descubrió un panorama profundo y nuevo, siendo al mismo tiempo viejo como el Evangelio. Te sugirió la posibilidad de empeñarte seriamente en seguir a Cristo, en ser apóstol de apóstoles. Tal vez perdiste entonces la tranquilidad y no la recuperaste, convertida en paz, hasta que libremente, porque te dio la gana —que es la razón más sobrenatural—, respondiste que sí a Dios. Y vino la alegría, recia, constante, que sólo desaparece cuando te apartas de El» (San Josemaría).
Es don, pero también tarea: santidad mediante la oración y los sacramentos, y, además, la lucha personal. [/u]«Todos los fieles de cualquier estado y condición de vida están llamados a la plenitud de la vida cristiana y a la perfección de la caridad, santidad que, aún en la sociedad terrena, promueve un modo más humano de vivir» (Concilio Vaticano II).

Así, podemos sentir la misión apostólica: llevar a Cristo a los demás; tenerlo y llevarlo. Hoy podemos considerar más atentamente la llamada, y afinar en algún detalle de nuestra respuesta de amor.
Cita:
(Archidioscésis de Madrid) LAS ALIANZAS
Cada vez que se acercan las elecciones, se decide votar una ley importante o hay un debate de interés entre los políticos, se saca a relucir el tema de las alianzas. Más que alianzas, yo lo llamaría el mercadeo. Una alianza entre políticos significa que yo te apoyo si tú me apoyas, que te doy si me das, que te aplaudo si me miras. Para hacer alianzas hay que acercar posturas, llegar a consensos, ceder en algunas cosas para ganar apoyos y, sobre todo, estar dispuesto a mentir como un descosido. Por eso, esas alianzas se rompen rápido, y si te he visto no me acuerdo.

“Así será la alianza que haré con la casa de Israel después de aquellos días -oráculo del Señor-: Pondré mis leyes en su mente y las escribiré en sus corazones; yo seré su Dios, y ellos serán mi pueblo.” La Alianza de Dios no es como la de los hombres. Con Dios no tenemos nada que negociar, no tenemos nada que ofrecerle y dependemos exclusivamente de su libérrima voluntad. Pero Él ha querido hacer una alianza nueva con los hombres, ampliando la antigua, para que le conozcamos y sepamos que nos ama. Dios se ha aliado con los hombres para que descubramos que nos ama, y que ese amor no pasará nunca. Nosotros podemos cerrar nuestro corazón al Señor, echar diecisiete cerrojos y renegar de Dios, pero Él no reniega de nosotros. Así es la Alianza de Dios, única e irreversible. Cuando Jesús llama a los doce llamó “ a los que él quiso” y nunca dejó de quererlos. A Judas le hubiera sido mucho más “fácil” entregar a Jesús si este le llega a odiar, despreciar o ningunear, pero hasta en el momento de la traición le mira a los ojos, le llama por su nombre y le acepta el beso. [u]También a nosotros nos sería mucho más fácil justificarnos por nuestros pecados si pudiéramos achacarle algo de culpa a Dios, pero siendo sinceros toda la culpa es siempre nuestra, el Señor sigue a nuestro lado invitándonos a acercarnos a su misericordia en la confesión, aunque nos dé cierta rabia.

Estamos en el Octavario de Oración por la Unidad de los Cristianos. Algunos confunden el ecumenismo con hacer una nueva alianza con Dios, una especie de pastiche de todo lo anterior, para que todos podamos entendernos. A esos habría que decirles, con mucho cariño, ¡No seas ególatra!. Nosotros no hacemos los términos de la alianza de Dios con los hombres, ya la hubiéramos roto unas miles de veces en estos siglos. No se trata de un consenso de los hombres entre sí, se trata de conocer la nueva alianza de Dios con los hombres y ser fiel a ella. Sin duda el misterio del mal y del pecado en el mundo, el “mysterium iniquitatis” (me encanta esa expresión), ha dejado huellas en la Iglesia católica y en todas las demás iglesias, eso habrá que hacerlo desaparecer, pero no habrá que renegar de la alianza de Dios. Se trata de buscar y encontrar, no de construir algo nuevo y participativo. El que busca con sincero corazón encontrará. El ecumenismo consiste en caminar con Jesús, no en decir con quién va Jesús y con quien no.
Nuestra Madre la Virgen es la puerta de la nueva Alianza. Ella la conoce de primera mano y no se dedica a hacerle correcciones, simplemente deja que Dios haga en ella lo que crea. Demos gracias a Dios por la alianza que hace con nosotros y pidámosle la gracia de la fidelidad a esa alianza.
Paz y bien.
No sé ustedes, pero cómo disfruto copiando éstos comentarios al Evangelio. Descubro a Jesús tan humano y al mismo tiempo tan divino. Cuando nos llama, nos llama personalmente.
Al empezar a escribir éste comentario lo hice con el propósito de ir conociendo a Cristo, poniendo el comentario de una persona con más conocimiento y el mío como aprendiz. Ahora veo que lo hice guiada por El a través de su Espíritu Santo en respuesta a la búsqueda de El, en respuesta a su llamada. Yo no sabía qué era. Sólo sentía un fuego inmenso, una sensación de algo y no saber qué era. Alguien me mencionaba "es la llamada" y y pensaba en algo así como sobrenatural, esotérico. Y he descubierto que es algo como el mismo Jesús: humano y al mismo tiempo, divino. Es el camino de Jesús hacia el Padre como humana. Es hermoso sentir que el fuego se calma con un agua tan transparente.
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MensajePublicado: Sab Ene 20, 2007 5:31 pm    Asunto:
Tema: Comentario al Evangelio de Hoy
Responder citando

Sábado 20 de Enero de 2007.
Cita:
Autor: Carlos Llaca | Fuente: Catholic.net
Jesús predica el Evangelio
Marcos 3, 20-21. Tiempo Ordinario. Contemplemos el ejemplo de Cristo e imitémosle en esa locura por hacer el bien a los demás.

Marcos 3, 20-21

En aquel tiempo volvió Jesús con sus discípulos a casa y se juntó tanta gente, que no los dejaban ni comer. Se enteraron sus parientes y fueron a hacerse cargo de él, pues decían: Está fuera de sí.

Reflexión

A primera vista parece que este Evangelio habla mal de Cristo en vez de hablar bien. Pero si leemos entre líneas encontraremos que no es así. Cristo se consagró al Padre para cumplir una misión dada, concreta e importantísima, que era precisamente la salvación de todos los hombres. Y Cristo, sabiendo la responsabilidad que tenía y teniendo un amor infinito hacia el Padre, no dudaba en sacrificar nada para cumplir su misión, por amor al Padre y a los hombres.

Si tenía que predicar todo el día, lo hacía, aunque esto implicara quedarse sin comer, aunque no durmiera, aunque apenas tuviera tiempo para descansar. Hasta cierto punto, es normal que sus parientes, al verle, dijeran “está fuera de sí.” Y claro, una persona apasionada por llevar el Evangelio a todas las gentes no puede hacer otra cosa que aparecer como un loco delante de los hombres. Pero delante de Dios, es un héroe, pues su principal motivación es el amor. Contemplemos el ejemplo de Cristo e imitémosle en esa locura por hacer el bien a los que nos rodean, por amor a Cristo y su Reino.
Cita:
Comentario: Rev. D. Antoni Carol i Hostench (Sant Cugat del Vallès-Barcelona, España) «Está fuera de sí»
Hoy vemos cómo los propios de la parentela de Jesús se atreven a decir de Él que «está fuera de sí» (Mc 3,21). Una vez más, se cumple el antiguo proverbio de que «un profeta sólo en su patria y en su casa carece de prestigio» (Mt 13,57). Ni qué decir tiene que esta lamentación no "salpica" a María Santísima, porque desde el primero hasta el último momento -cuando ella se encontraba al pie de la Cruz- se mantuvo sólidamente firme en la fe y confianza hacia su Hijo.

Ahora bien, ¿y nosotros? ¡Hagamos examen! ¿Cuántas personas que viven a nuestro lado, que las tenemos a nuestro alcance, son luz para nuestras vidas, y nosotros...? No nos es necesario ir muy lejos: pensemos en el Papa Juan Pablo II: ¿cuánta gente le siguió, y... al mismo tiempo, cuántos le interpretaban como un "tozudo-anticuado", celoso de su "poder"? ¿Es posible que Jesús -dos mil años después- todavía siga en la Cruz por nuestra salvación, y que nosotros, desde abajo, continuemos diciéndole «baja y creeremos en ti» (cf. Mc 15,32)?

O a la inversa. Si nos esforzamos por configurarnos con Cristo, nuestra presencia no resultará neutra para quienes interaccionan con nosotros por motivos de parentesco, trabajo, etc. Es más, a algunos les resultará molesta, porque les seremos un reclamo de conciencia. ¡Bien garantizado lo tenemos!: «Si a mí me han perseguido, también os perseguirán a vosotros» (Jn 15,20). Mediante sus burlas esconderán su miedo; mediante sus descalificaciones harán una mala defensa de su "poltronería".
¿Cuántas veces nos tachan a los católicos de ser "exagerados"? Les hemos de responder que no lo somos, porque en cuestiones de amor es imposible exagerar. Pero sí que es verdad que somos "radicales", porque el amor es así de "totalizante": «o todo, o nada»; «o el amor mata al yo, o el yo mata al amor».
Es por esto que el Santo Padre nos habló de "radicalismo evangélico" y de "no tener miedo": «En la causa del Reino no hay tiempo para mirar atrás, y menos para dejarse llevar por la pereza» (Juan Pablo II).
Cita:
Archidióscesis de Madrid. NUEVOS OCUPAS

Parece que hay una nueva clase de “ocupas” (me niego a escribirlo con k). Los de ahora no se dedican a invadir fábricas o edificios abandonados, ahora en cuanto te vas de vacaciones entran, cambian la cerradura y se instalan, incluso llegan a alquilar el piso a unos terceros. Eso es vivir de las rentas (de los demás). Si el hecho ya es triste de por sí, encima la policía dice que no puede hacer nada, ni tan siquiera prestarte una colchoneta para dormir en el descansillo. Tal vez esto favorezca el que las familias se lleven a casa a la suegra y la dejen en el salón con una buena escopeta (al menos el tiempo estival y algún fin de semana).

“En aquel tiempo, Jesús fue a casa con sus discípulos y se juntó de nuevo tanta gente que no los dejaban ni comer. Al enterarse su familia, vinieron a llevárselo, porque decían que no estaba en sus cabales.” El Evangelio de hoy es tan cortito que podemos transcribirlo entero. Así se queda Jesús que no “tiene un sitio ni donde reclinar la cabeza.” Jesús va a su casa y hace lo que quiere, pero eso escandaliza, le toman por loco. A lo mejor alguno de esos familiares –que habrían acogido a la Virgen al quedarse viuda-, pensaban quedarse con la casa y el taller que el heredero de José parecía no apreciar y veían peligrar su herencia. Si convertía su casa, que ya habrían adjudicado a algún otro heredero, y la convertía en un ambulatorio, se frustrarían sus planes. Imagino que la Virgen defendería los derechos de su hijo, así se tuvo que ir a la casa de Juan cuando fuimos liberados en la cruz. Así que, imaginando, podríamos decir que Jesús también fue victima de los ocupas, aunque fueran sus parientes.

“Cristo ha venido como sumo sacerdote de los bienes definitivos. Su tabernáculo es más grande y más perfecto: no hecho por manos de hombre, es decir, no de este mundo creado.” La casa de Cristo está a la derecha del Padre, pero también ha querido hacer su casa en nuestra alma, y la ha comprado a gran precio. En nuestra vida podemos dejar entrar a Jesús, tiene todo los derechos, pero también podemos abrir la puerta a una serie de “ocupas,” tan cercanos a nosotros que parecen de nuestra familia: nuestras pasiones, vanidades, pecados y debilidades y que ellos expulsen a Jesús o lo tomen por loco y lo encierren en el psiquiátrico.
Los santos son los que han comprendido que son de Dios, y de nadie más. Han expulsado de su vida todo aquello que quería hacerse fuerte en su alma. Han expulsado hasta el carácter o la soberbia, que parecen siempre tan instalados en nosotros. A veces nos pueden hacer creer que Jesús es el extraño, el que invade “mi” libertad. Entonces el santo sería una especie de poseso, de loco, de persona falta de carácter y fácilmente manipulable. Recordando a San Agustín tenemos que decir: “nos hiciste, Señor, para Ti, y nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en Ti.” El “ocupa” en el hombre es el pecado. Como se decía clásicamente “el mundo, el demonio y la carne” son los tres enemigos del alma, los tres ocupas que lo único que quieren es aprovecharse de nuestra vida y, seguramente, alquilárselo a otros (la tibieza, la doble vida, la mentira o la avaricia), pues su único objetivo es expulsar a Cristo de nuestra vida.

No podemos dejar a Cristo sin casa, también nosotros nos quedaríamos en la calle. Tenemos que expulsar de nuestra conciencia a las “obras muertas,” darle una buena limpieza, dejarla acogedora y que Cristo viva como Rey y Señor de nuestra alma.

Juan acogió a María en su casa. Ábrele a ella también las puertas (aunque tengas que forzar siete cerrojos), y ella preparará tu alma para que Cristo pueda descansar (o hacer lo que quiera) en ella.
Paz y bien.
Este comentario al Evangelio de parte de los 3 "invitados" (mas bien yo soy la invitada Laughing) es muy agradable. Como dicen el pasaje del evangelio es bien corto, pero muy revelador. Y me viene como "anillo al dedo" en éstos días porque precisamente estaba cayendo no en la pereza (no lo soy) pero sí en un pecado que se esconde retorcidamente en lo más hondo de mi alma, se disfraza de humildad, se pone la camiseta de Dios y se viste de pobre: el orgullo.
Es tan cierto que el demonio se esconde en cosas bellas. En éstos días renuncié a una de ellas.... me costó lágrimas. Lloré porque era algo bonito, pero después me dí cuenta que me hacía daño. Y renuncié a éso. No es fácil. Cuesta.
Exito unido a la Riqueza y disfrazado de Amor.
La fama del oropel disfrazada de tesoro. Puaff.
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MensajePublicado: Lun Ene 22, 2007 2:32 pm    Asunto:
Tema: Comentario al Evangelio de Hoy
Responder citando

Lunes 22 de Enero de 2007
Cita:
Autor: Carlos Llaca | Fuente: Catholic.net
Un reino no puede estar dividido
Marcos 3, 22-30. Tiempo Ordinario. Aprendamos a perdonar, para que seamos perdonados en el amor de Dios, en el Espíritu Santo.

Marcos 3, 22-30

En aquel tiempo unos letrados de Jerusalén decían: Está poseído por Beelzebul y por el príncipe de los demonios expulsa los demonios. El, los invitó a acercarse y les puso estas comparaciones: ¿Cómo puede Satanás expulsar a Satanás? Si un reino está dividido contra sí mismo, ese reino no puede subsistir. Si una casa está dividida contra sí misma, esa casa no podrá subsistir. Y si Satanás se ha alzado contra sí mismo y está dividido, no puede subsistir, pues ha llegado su fin. Pero nadie puede entrar en la casa del fuerte y saquear su ajuar, si no ata primero al fuerte; entonces podrá saquear su casa. Yo os aseguro que se perdonará todo a los hijos de los hombres, los pecados y las blasfemias, por muchas que éstas sean. Pero el que blasfeme contra el Espíritu Santo, no tendrá perdón nunca, antes bien, será reo de pecado eterno. Es que decían: Está poseído por un espíritu inmundo.

Reflexión:

Cuando una persona se apasiona por un ideal, no sólo lo lleva a cabo, sino que contagia a los que están a su alrededor.

Cristo reunía en torno a sí más gente que los escribas. Y, claro, la manera más común entre los envidiosos y egoístas para quitar la atención de la gente de su adversario es la calumnia. Esto es lo que hacen los escribas. Temen enfrentarse a Jesús cara a cara y le calumnian. Pero Cristo les da una lección. Primero les dice que su razonamiento está equivocado cuando se refieren a la división interna de un reino. Cristo no pertenece al mismo reino que el diablo. Aquí está su error. Y se lo explica con una parábola.

Luego les pone en guardia contra el peor pecado que pueda cometer un hombre, que es el negar el Espíritu Santo. Aquel que niegue o rechace al Espíritu Santo es reo de condenación eterna por propia elección. La razón es porque en el amor de Dios es donde nos salvamos y somos perdonados. Porque la misericordia de Dios sobre nosotros depende del infinito amor que nos tiene. Por tanto, si una persona rechaza este amor, el Espíritu de Amor, el Espíritu Santo, está rechazando al mismo Dios. En otras palabras, está prefiriendo su condenación.

Aprendamos hoy a perdonar, para que seamos perdonados en el amor de Dios, en el Espíritu Santo. Perdonemos aquellos que nos ofenden o que no nos agradan tanto. Dios en su infinito amor nos perdona. Imitémosle amando y perdonando de corazón, olvidando las ofensas.
Cita:
Comentario: Rev. D. Vicenç Guinot i Gómez (Lavern-Barcelona, España)
«El que blasfeme contra el Espíritu Santo no tendrá perdón nunca»

Hoy, al leer el Evangelio del día, uno no sale de su asombro —“alucina”, como se dice en el lenguaje de la calle—. «Los escribas que habían bajado de Jerusalén» ven la compasión de Jesús por las gentes y su poder que obra en favor de los oprimidos, y —a pesar de todo— le dicen que «está poseído por Beelzebul» y «por el príncipe de los demonios expulsa los demonios» (Mc 3,22). Realmente uno queda sorprendido de hasta dónde pueden llegar la ceguera y la malicia humanas, en este caso de unos letrados. Tienen delante la Bondad en persona, Jesús, el humilde de corazón, el único Inocente y no se enteran. Se supone que ellos son los entendidos, los que conocen las cosas de Dios para ayudar al pueblo, y resulta que no sólo no lo reconocen sino que lo acusan de diabólico.

Con este panorama es como para darse media vuelta y decir: «¡Ahí os quedáis!». Pero el Señor sufre con paciencia ese juicio temerario sobre su persona. Como ha afirmado Juan Pablo II, Él «es un testimonio insuperable de amor paciente y de humilde mansedumbre». Su condescendencia sin límites le lleva, incluso, a tratar de remover sus corazones argumentándoles con parábolas y consideraciones razonables. Aunque, al final, advierte con su autoridad divina que esa cerrazón de corazón, que es rebeldía ante el Espíritu Santo, quedará sin perdón (cf. Mc 3,29). Y no porque Dios no quiera perdonar, sino porque para ser perdonado, primero, uno ha de reconocer su pecado.
Como anunció el Maestro, es larga la lista de discípulos que también han sufrido la incomprensión cuando obraban con toda la buena intención. Pensemos, por ejemplo, en santa Teresa de Jesús cuando intentaba llevar a más perfección a sus hermanas.

No nos extrañe, por tanto, si en nuestro caminar aparecen esas contradicciones. Serán indicio de que vamos por buen camino. Recemos por esas personas y pidamos al Señor que nos dé aguante
Cita:
¿CÓMO TRATAR A UN DIOS CERCANO?

Muchas veces me pregunto si no abusamos de la misericordia de Dios. A nivel coloquial se dice que donde hay confianza da asco. Dios no puede tenerlo de nosotros, pero sí que puede suceder que nos perdamos algo importante por nuestra manera de tratar al Señor.

Me comentaba un amigo sacerdote que en cierta ocasión se le acercó un musulmán y le dijo que la culpa de que nuestra sociedad fuera tan blasfema era de los cristianos. Según su argumento, al hablar de un Dios que se hace hombre, habíamos insistido tanto en su cercanía que nos habíamos olvidado de su trascendencia. Dios es cercano por nuestro bien, aunque nosotros podamos abusar de esa cercanía y acabar entendiéndola como un derecho.

El evangelio de hoy habla de la blasfemia contra el Espíritu Santo. Según todos los comentaristas, al menos los más serios, esta consiste bien en desesperar del auxilio divino bien en la presunción. Jesús, en el texto, une esa blasfemia al hecho de que le acusan de tener un espíritu inmundo. Él libera a los hombres del poder de los demonios y, en vez de sorprenderse y agradecerlo, lo acusan de ser cómplice del demonio. La acusación es terrible. Incluye una cerrazón radical del corazón y una impermeabilidad a la gracia. Aquellas gentes lamentan el bien que Jesús hace y prefieren pensar que es un mal. Se revela en esa actitud un deseo de no cambiar de vida. Prefieren seguir viviendo igual como si Dios no se hubiera encarnado. Les gustaría que siguiera siendo lejano aunque, para ello, tengan que renegar de su misericordia. Es terrible.

Pero, también debemos interrogarnos sobre cómo este evangelio nos interpela a nosotros. Hay un camino que nunca engaña que es el de la sencillez. El de la verdadera, claro. Jesús está aquí, con nosotros, en su Iglesia, y sigue haciendo obras grandes. ¿Por qué a veces buscamos tres pies al gato para justificar los éxitos apostólicos de otros? ¿Por qué nos agotamos intentando encontrar argumentos que justifiquen nuestra comodidad? ¿Por qué abusamos de la misericordia divina pensando que no hemos de mover nuestra libertad?

La escena narrada en el evangelio quizás no es tan ajena a muchas actitudes nuestras. Al hablar de demonios y de su expulsión quizás pensamos que es algo extraño, imposible de que suceda en nuestros días. Pero aquel hecho mostraba la misericordia de un Dios cercano que viene a dar respuesta a los problemas concretos de cada hombre. Entonces fue una posesión, hoy puede ser cualquier otra cosa. En esos signos hemos de reconocer a Jesús, y seguir el camino del agradecimiento y de la adoración.

Que la Virgen María nos ayude a reconocer la misericordia que Dios tiene cada día con nosotros y nos aparte de la tentación de no agradecerla

Paz y bien.

Cuando leí las primeras veces éstos textos, lo primero que me impresionó fué el que hablaran de demonios, creo que le tengo tanto pánico a los sobrenatural que es lo primero que se me viene a la cabeza al leer algo como lo anterior y paso de lado lo importante: La actitud amorosa de Jesús, la actitud de perdón. ¿Cuántas veces cuando se me acusa injustamente de algo, me rebelo y mi primera reacción es contestar conotra agresión? Sin embargo la reprimo, trato de entender al otro, trato de dialogar. Esto que a primera vista puede sonar a: "ah... qué buena" no lo es en realidad porque lo hago con aquellos a los que amo y además aunque los puedo entender, no por ello me dejo de resentir con ellos. Esa es la diferencia entre Jesús y yo. Trato de seguir sus palabras, pero aún no logro dejar de resentirme. Sin embargo, también encuentro que Jesús soporta todo, perdona todo menos las ofensas al Espíritu Santo, al Espíritu de amor. Entonces es cuando dejo de sentirme culpable definitivamente ante personas que aprovechando el echo de que uno cree en el amor y en el perdón, piensan que todo lo vamos a pasar.
Claro que no voy a ponerme a pelear, pero puedo perdonar y continuar mi camino. No tiene caso tratar de convencer a personas que no quieren ser convencidas sean cuales sean sus razones.
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MensajePublicado: Mar Ene 23, 2007 5:49 pm    Asunto:
Tema: Comentario al Evangelio de Hoy
Responder citando

Martes 23 de Enero de 2007
Cita:
Autor: P. Juan Gralla | Fuente: Catholic.net
¿Quienes son mi madre y mis hermanos?
Marcos 3, 31-35. Tiempo Ordinario. María cumplió siempre la Voluntad de Dios.
Marcos 3, 31-35

En aquel tiempo, llegaron su madre y sus hermanos, y quedándose fuera, lo mandaron llamar. Estaba mucha gente sentada a su alrededor. Le dicen: ¡Oye!, tu madre, tus hermanos y tus hermanas están fuera y te buscan. Él les responde: ¿Quién es mi madre y mis hermanos? Y mirando en torno a los que estaban sentados en corro, a su alrededor, dice: Estos son mi madre y mis hermanos. Quien cumpla la voluntad de Dios, ése es mi hermano, mi hermana y mi madre.

Reflexión

Días después de su nacimiento, la “Llena de Gracia”, la “Inmaculada Concepción”, la Criatura más excelsa que ha podido existir, fue presentada en el Templo. Una hermosa tradición que hoy la liturgia recoge, si bien el Evangelio no dice nada de este hecho de la vida de María.

Pero el Evangelio es palabra de Dios, es vida de Cristo que tiene sabor a vida eterna y que habla al hombre de todos los tiempos. Por lo tanto los misterios nos son, por así decirlo, misteriosamente entregados en sus palabras. Y este hecho tan puntual de los sucesos que acaecieron al Señor hablan de esta hermosa Señora que fue su Madre y nos reflejan su misterio que es para nosotros enseñanza de vida eterna.

Ahí tenemos a Cristo que está predicando a sus “ovejuelas”. Pero he aquí que de pronto alguien viene con la noticia de que su Madre y su parentela quieren verlo. ¿Por qué Cristo no se ha levantado presuroso a recibir a la que más amó en la tierra, su mamá? ¿Por qué en cambio ha respondido de una manera casi indiferente? Pero nada de eso estaba en el Corazón del mejor de los hijos. Si su Madre lo buscaba iría a recibirlo. Y si respondió así la ensalzó sobre todos y como que nos remontó a aquel suceso de años, cuando a la niña María la presentaron en el Templo. “¿Quién es mi Madre y mis hermanos?... Quien cumpla la voluntad de Dios” enseñaba el Maestro.

¿Y quién cumplió mejor en esta tierra esa Voluntad de Dios sino María? Su Madre, Ella, la Siempre Fiel. Por eso la puso de modelo. Todo aquel que llegue a cumplir los deseos de su Padre podrá asemejarse a aquella Dulce Madre, Fidelísima a quien se le confiaron tesoros tan grandes. Y así como una vez fue presentada en el Templo para consagrarla totalmente al Señor ahora Ella, de labios de su Hijo, fue confirmada en su ofrenda total ante el Padre celestial, porque sólo Ella ha logrado vivir consagrada plenamente a los deseos del Señor.
Cita:
Comentario: Rev. D. Josep Gassó i Lécera (Corró d'Avall-Barcelona, España)
«Éstos son mi madre y mis hermanos. Quien cumpla la voluntad de Dios, ése es mi hermano, mi hermana y mi madre»

Hoy contemplamos a Jesús —en una escena muy concreta y, a la vez, comprometedora— rodeado por una multitud de gente del pueblo. Los familiares más próximos de Jesús han llegado desde Nazareth a Cafarnaum. Pero en vista de la cantidad de gente, permanecen fuera y lo mandan llamar. Le dicen: «¡Oye!, tu madre, tus hermanos y tus hermanas están fuera y te buscan» (Mc 3,31).

En la respuesta de Jesús, como veremos, no hay ningún motivo de rechazo hacia sus familiares. Jesús se había alejado de ellos para seguir la llamada divina y muestra ahora que también internamente ha renunciado a ellos: no por frialdad de sentimientos o por menosprecio de los vínculos familiares, sino porque pertenece completamente a Dios Padre. Jesucristo ha realizado personalmente en Él mismo aquello que justamente pide a sus discípulos.

En lugar de su familia de la tierra, Jesús ha escogido una familia espiritual. Echa una mirada sobre los hombres sentados a su alrededor y les dice: «Éstos son mi madre y mis hermanos. Quien cumpla la voluntad de Dios, ése es mi hermano, mi hermana y mi madre» (Mc 3,34-35). San Marcos, en otros lugares de su Evangelio, refiere otras de esas miradas de Jesús a su alrededor.

¿Es que Jesús nos quiere decir que sólo son sus parientes los que escuchan con atención su palabra? ¡No! No son sus parientes aquellos que escuchan su palabra, sino aquellos que escuchan y cumplen la voluntad de Dios: éstos son su hermano, su hermana, su madre.

Lo que Jesús hace es una exhortación a aquellos que se encuentran allí sentados —y a todos— a entrar en comunión con Él mediante el cumplimiento de la voluntad divina. Pero, a la vez, vemos en sus palabras una alabanza a su madre, Maria, la siempre bienaventurada por haber creído.
Cita:
CUANDO LAS APARIENCIAS ENGAÑAN
Escuchamos hoy un texto difícil del evangelio. Aparentemente Jesús marca distancia respecto de sus familiares. La que más sorprende es la que vemos respecto de su madre, de María. De hecho hay una gran sintonía entre esta escena y la actitud de Jesús cuando se pierde en el Templo, o la que, ya en su vida pública, mostrará cuando el primer milagro en Caná de Galilea. También, en otra ocasión, una mujer del pueblo elogiará a la Madre del Señor y Jesús aprovechará, una vez más, para marcar distancias.

Quizás detrás de todo eso se esconde una gran lección. Jesús nos enseña a mirar más allá de la humanidad. No quiere que nos fijemos sólo en María como mujer, que lo es, y estupenda. Quiere que entremos en la mirada sobrenatural de las cosas. A mí me ayuda mucho el pensar así. María no es una mujer cualquiera, sino que fue predestinada desde toda la eternidad para dar a luz en la carne, al Verbo eterno de Dios. Para ello fue dotada con unas cualidades singulares. En nadie, como ella, resplandece la acción de la gracia divina. Es inmaculada y llena de gracia, tan unida a su Hijo, que ahora lo acompaña, en cuerpo y alma, en el cielo. Es del todo singular.

Pero, si nos fijamos bien, la mirada que Jesús nos enseña a tener sobre ella es la misma que María tiene de sí misma. Basta recodar el Magníficat para darse cuenta. En él expresa la Madre de Dios su pequeñez y, al mismo tiempo, reconoce que el Señor hizo maravillas en ella. Ella quiere ser alabanza de Dios. No quiere retener nada para sí misma. Su más íntimo deseo es que, mirándola a ella, elevemos nuestro corazón a Dios. Se sabe criatura del Señor y quiere que los bienes que se le han dado redunden en ien de todos los hombres. Está en plena continuidad con la condescendencia divina. Es una criatura que se sabe amada y le interesa sobre todo el origen de ese amor.

Jesús nos invita a mirar lo sobrenatural que hay en María. Y, en concreto, nos lleva a fijarnos en su fe, que se manifiesta en el cumplimiento de la voluntad de Dios. Jesús, de Él mismo, nos ha dicho que su alimento es cumplir la voluntad del Padre. Y María responde al ángel con aquellas conocidas palabras: “hágase en mí según tu palabra”.
No debemos mirar a María diciendo: qué suerte es la Madre del Señor y además tiene esta y aquellas cualidades, pero quedándonos sólo en lo humano, sino que hemos de contemplarla en cuanto criatura elegida por Dios que ocupa un lugar muy importante en la historia de la salvación y, al mismo tiempo, nos indica un camino: cumplir la voluntad del Padre, como hace ella, como también vemos en Jesucristo.

Jesús nos hace hermanos suyos por la gracia. Es el don de la filiación divina. Por él somos capacitados para secundar en todo la voluntad de Dios. Que la Virgen interceda por nosotros para que siempre antepongamos el deseo de Dios al nuestro.
Paz y bien.
Realmente es un pasaje difícil. Realmente a mi ver es un pasaje CRUCIAL del Evangelio. Quien sólo lee el Evangelio como lo hacía yo antes, de corrido. O quien lo lee sacando frases de aquí y de allá como alguien pretendía que lo leyera, puede perderse como me perdí yo.
Siempre fuí devota de la Virgen y después de un ""lavado de cerebro" llegué hasta a insultarla cuando oraba, es tal el rechazo que sentía y al mismo tiempo, sentía que estaba mal porque la Virgen de niña (cuando yo era niña) me era muy querida. Creo que en ella se cumple lo que también se decía de Jesús mismo: que expulsaba demonios en nombre del demonio. ¿cómo es ésto posible? Si Dios mismo la eligió para ser la Madre de su Hijo y la salvadora de la humanidad al triturar la cabeza del mal, como Cristo venció a la muerte, ¿cómo es posible que la nieguen y no vean más allá de las palabras?. No quiero reiterar lo que ya dijeron los sacerdotes, sólo dar mi testimonio.
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MensajePublicado: Mar Ene 23, 2007 5:55 pm    Asunto:
Tema: Comentario al Evangelio de Hoy
Responder citando

Paz y bien.

Cita:
Si Dios mismo la eligió para ser la Madre de su Hijo y la salvadora de la humanidad al triturar la cabeza del mal, como Cristo venció a la muerte
Una aclaración para no suscitar controversias.
Cuando digo que la Virgen es salvadora de la humanidad me refiero al papel que juega al aceptar el ser madre del salvador con su humildad, su obediencia, con su fé de no saber cómo sería pero que sería.
Por supuesto que todos sabemos que la salvación vino con la Resurrección de Jesús al vencer a la muerte y traernos con ello la Reconciliación con Dios porque la humanidad con el pecado de Adán y Eva de desobediencia fuimos condenados a la muerte.
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MensajePublicado: Jue Ene 25, 2007 5:21 pm    Asunto:
Tema: Comentario al Evangelio de Hoy
Responder citando

Jueves 25 de Enero de 2007.
Cita:
Autor: Noé Patiño | Fuente: Catholic.net
Aparición de Jesús a los once
Marcos 16, 15-18. Fiesta de la Conversión San Pablo. No esperemos más, convirtámonos en esos apóstoles resucitados.

Marcos 16, 15-18

En aquel tiempo se apareció Jesús a los Once y les dijo: Id por todo el mundo y proclamad el Evangelio a toda la creación. El que crea y sea bautizado, se salvará; el que no crea, se condenará. Estas son las señales que acompañarán a los que crean: en mi nombre expulsarán demonios, hablarán en lenguas nuevas, agarrarán serpientes en sus manos y aunque beban veneno no les hará daño; impondrán las manos sobre los enfermos y se pondrán bien.

Reflexión:

Nos encontramos en el monte de los olivos, en el mismo lugar donde cuarenta días antes, Jesús era entregado por uno de sus discípulos y donde todos los demás le abandonaron. Pero las cosas han cambiado y ya no son los mismos apóstoles de antes, la Resurrección los ha cambiado. Y Jesús se da cuenta de esto, por eso, les da una nueva misión: predicar el evangelio a todos los hombres, suscitar la fe, transmitir la salvación mediante el bautismo: he aquí la misión de los apóstoles después de la Resurrección. Y nosotros católicos somos hoy en día esos apóstoles resucitados.
Es verdad que en nuestras vidas hemos abandonado a Cristo muchas veces, pero eso a Jesús no le importa. Él nos llama a predicar el evangelio como volvió a llamar a los apóstoles y como un día llamó a San Pablo, cuya conversión celebramos hoy. San Pablo persiguió a los apóstoles y quería borrar el nombre de Jesús de Nazareth de la faz de Israel. Pero Jesús resucitado le convierte de un perseguidor a un precursor de la Buena Nueva y en un apóstol apasionado de este Cristo a quien perseguía. Jesús nos manda a predicar el Evangelio y es el primero que nos da ejemplo convirtiendo al más “temido” de todos los judíos.

La conversión infundió en Saulo una fe que lo hace ser misionero incansable; enciende en su alma un ardor de caridad que le obliga a transmitir a los demás la verdad que ha encontrado; le da la fuerza para ser tanto de palabra como de obra un ferviente testimonio del evangelio. Ahora bien, ¿qué nos diferencia a nosotros de san Pablo? Tenemos la misma fe, la misma caridad, la misma doctrina, el mismo Dios... Pero nos falta su amor apasionado a Cristo, que le llevó a considerar todo basura y estiércol comparado con Cristo.

Hoy es un día de conversión. No esperemos más, convirtámonos en esos apóstoles resucitados y pidamos esa fe y ese amor que convirtió a san Pablo para que nos convierta también a nosotros en luz y fuego en medio de la oscuridad del mundo.
Cita:
Comentario: Rev. D. Josep Gassó i Lécera (Corró d'Avall-Barcelona, España)
«Id por todo el mundo y proclamad la Buena Nueva»

Hoy, la Iglesia celebra la fiesta de la Conversión de san Pablo, apóstol. El breve fragmento del Evangelio según san Marcos recoge una parte del discurso acerca de la misión que confiere el Señor resucitado. Con la exhortación a predicar por todo el mundo va unida la tesis de que la fe y el bautismo son requisitos necesarios para la salvación: «El que crea y sea bautizado, se salvará; el que no crea, se condenará» (Mc 16,16). Además, Cristo garantiza que a los predicadores se les dará la facultad de hacer prodigios o milagros que habrán de apoyar y confirmar su predicación misionera (cf. Mc 17,1Cool. La misión es grande —«Id por todo el mundo»—, pero no faltará el acompañamiento del Señor: «Yo estaré con vosotros todos los días hasta el fin del mundo» (Mt 28,20).

La oración colecta de hoy, propia de la fiesta, nos dice: «Oh Dios, que con la predicación del Apóstol san Pablo llevaste a todos lo pueblos al conocimiento de la verdad, concédenos, al celebrar hoy su conversión, que, siguiendo su ejemplo, caminemos hacia Ti como testigos de tu verdad». Una verdad que Dios nos ha concedido conocer y que tantas y tantas almas desearían poseer: tenemos la responsabilidad de transmitir hasta donde podamos este maravilloso patrimonio.

La Conversión de san Pablo es un gran acontecimiento: él pasa de perseguidor a convertido, es decir, a servidor y defensor de la causa de Cristo. Muchas veces, quizá, también nosotros mismos hacemos de “perseguidores”: como a san Pablo, tenemos que convertirnos de “perseguidores” a servidores y defensores de Jesucristo.

Con Santa María, reconozcamos que el Altísimo también se ha fijado en nosotros y nos ha escogido para participar de la misión sacerdotal y redentora de su Hijo divino: Regina apostolorum, Reina de los apóstoles, ¡ruega por nosotros!; haznos valientes para dar testimonio de nuestra fe cristiana en el mundo que nos toca vivir.
Cita:
PARA ECHARSE A TEMBLAR.
En la primera lectura de hoy escuchamos un fragmento de la carta a los Hebreos. Quizás porque a algunos les parece un texto difícil es una carta poco leída, pero muy importante. La verdad es que el texto de hoy pone los pelos de punta. Al igual que en el evangelio trata de la fe. Pero no se refiere a la fe intelectual, sino a esa fe que impregna y se hace una con la vida. Como dice san Pablo: “el justo vive de la fe”.

Aquí se habla de la fe que es seguridad. Queda, por tanto, muy lejos de esa especie de opinión en que algunos la han convertido. La fe es una certeza que nos mueve y por la que vivimos. Y en la carta se ponen unos cuantos ejemplos en los que se observa un dato común: aquella gente creyó y se pusieron en camino. Por la fe dejó Abraham su casa cumpliendo aquello que dice san Juan de la Cruz: “para ir dónde no sabes debes caminar por dónde no sabes”. Tuvo que vivir como extranjero y cuando se le concedió, ya anciano, un hijo, el Señor le pidió que lo sacrificara.
¡Qué lejos queda Abrahán de esos equilibrios a los que estamos acostumbrados! Nos va bien una fe de pose, pero creer significa poner toda la vida en manos de Dios e intentar cumplir su voluntad. Creer es arriesgar la propia libertad por obediencia a Dios, y eso sacrificando nuestra comodidad y yendo muchas veces donde no nos apetece ir. Y, en el mecanismo de la fe, tal como lo presenta la carta a los Hebreos, la esperanza siempre tiene un objeto. Toda la vida se sustenta sobre la fe. No se trata de un instante ni de unos momentos. Por eso se refiere a que la patria que habían de esperar era otra, celestial. Así siempre anduvieron en aquella oscuridad, en lo humano, pero con la certeza en un Dios que no engaña.
En este texto se nos alerta del peligro de compartimentar nuestra vida. Según dicho criterio, muy extendido en nuestro tiempo, ponemos una parte de nuestra vida en manos de Dios pero nos reservamos la gerencia del resto. De hecho acabamos poniendo en manos de Dios la complicado sucediendo así que en vez de cumplir nosotros su voluntad queremos que Él se ciña a la nuestra.

Le pedimos a Dios ayuda cuando estamos enfermos, buscamos trabajo o un amigo a perdido la fe. Todo eso está bien y hay que hacerlo. Así actúan los apóstoles en el Evangelio. Se acuerdan de Jesús cuando llega la tempestad. Pero, ¿le preguntamos qué espera de nosotros, cómo hemos de disponer de nuestro tiempo libre, si conviene cambiar de trabajo para evitar la tentación o qué hacer con nuestro dinero? ¿Le consultamos cómo educar a nuestros hijos o de qué manera colaborar con las obras de la Iglesia?

Pidamos a Dios, por intercesión de María, la mujer creyente, protectora y garante de nuestra fe, que nos ayude a ponernos totalmente en manos de Dios.
Paz y bien.
Creo que éste episodio a mí me ha traido algunas confusiones porque dice que a quienes crean: en el nombre de Jesús expulsaran demonios, hablaran en lenguas nuevas, agarrarán serpientes en sus manos y aunque beban veneno no les hará daño, impondrán las manos sobre los enfermos y se pondrán bien.
Y ya me imaginaba yo curando enfermos, agarrando serpientes y demás jajaja Sin embargo, como he ido aprendiendo, a la Biblia hay que leerla desde el punto de vista del Magisterio de la Iglesia porque lo han estudiado por mucho tiempo, además Dios nos da a unos unos dones y a otros, otros. No dice que vamos a tener todos. Asi que uno puede "deslumbarse" con todo lo que uno puede hacer: milagros y olvidarsenos de lo principal: Id por todo el mundo y proclamad el Evangelio a toda la creación. El que crea y sea bautizado, se salvará; el que no crea, se condenará. Si Dios quiere darme algún don por obedecer su voluntad, es su voluntad y si no lo quiere, también es su voluntad.
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MensajePublicado: Vie Ene 26, 2007 1:43 pm    Asunto:
Tema: Comentario al Evangelio de Hoy
Responder citando

Viernes 26 de Enero de 2007
Cita:
Autor: P Juan Pablo Menéndez | Fuente: Catholic.net
La semilla que crece
Marcos 4, 26-34. Tiempo Ordinario. Cuida tu vida interior que crece como una pequeña semilla.

Marcos 4, 26-34

También decía: «El Reino de Dios es como un hombre que echa el grano en la tierra; duerma o se levante, de noche o de día, el grano brota y crece, sin que él sepa cómo. La tierra da el fruto por sí misma; primero hierba, luego espiga, después trigo abundante en la espiga. Y cuando el fruto lo admite, en seguida se le mete la hoz, porque ha llegado la siega». Decía también: «¿Con qué compararemos el Reino de Dios o con qué parábola lo expondremos? Es como un grano de mostaza que, cuando se siembra en la tierra, es más pequeña que cualquier semilla que se siembra en la tierra; pero una vez sembrada, crece y se hace mayor que todas las hortalizas y echa ramas tan grandes que las aves del cielo anidan a su sombra». Y les anunciaba la Palabra con muchas parábolas como éstas, según podían entenderle; no les hablaba sin parábolas; pero a sus propios discípulos se lo explicaba todo en privado.

Reflexión

¿No es ésta la más pequeña de entre todas las semillas? Y aún así es el más grande de todos los arbustos. Así es la vida interior, y Cristo nos la ha dado ha conocer de esa misma manera.

Lo único que se tiene que hacer para poseer ese magnifico arbusto es cultivar esa pequeña semillita hasta que crezca totalmente. Así la vida interior, en un principio es como una pequeña semilla, posteriormente, dentro de nuestro corazón, crece tanto que llena todo el corazón. Es como el amor que da verdadera felicidad, es tan pequeño al inicio que hay que irlo cultivando para que crezca y se fortalezca. Poco a poco éste se hace más fuerte hasta que se mantiene en pie por sí solo, pero sigue siendo frágil, porque cualquier hachazo puede derribarlo, por lo tanto necesita un cuidado continuo.

Esto es lo que hay que hacer con la vida interior, cuidarla cuando este bien crecidita, para que ningún hacha o sierra eléctrica nos lo vaya a echar para abajo
Cita:
Comentario: Rev. D. Jordi Pascual i Bancells (Salt-Girona, España)
«El Reino de Dios es como un hombre que echa el grano y la tierra da el fruto por sí misma»

Hoy Jesús habla a la gente de una experiencia muy cercana a sus vidas: «Un hombre echa el grano en la tierra (...); el grano brota y crece (...). La tierra da el fruto por sí misma; primero hierba, luego espiga, después trigo abundante en la espiga» (Mc 4,26-2Cool. Con estas palabras se refiere al Reino de Dios, que consiste en «la santidad y la gracia, la Verdad y la Vida, la justicia, el amor y la paz» (Prefacio de la Solemnidad de Cristo Rey), que Jesucristo nos ha venido a traer. Este Reino ha de ser una realidad, en primer lugar, dentro de cada uno de nosotros; después en nuestro mundo.
En el alma de cada cristiano, Jesús ha sembrado —por el Bautismo— la gracia, la santidad, la Verdad... Hemos de hacer crecer esta semilla para que fructifique en multitud de buenas obras: de servicio y caridad, de amabilidad y generosidad, de sacrificio para cumplir bien nuestro deber de cada instante y para hacer felices a los que nos rodean, de oración constante, de perdón y comprensión, de esfuerzo por conseguir crecer en virtudes, de alegría...
Así, este Reino de Dios —que comienza dentro de cada uno— se extenderá a nuestra familia, a nuestro pueblo, a nuestra sociedad, a nuestro mundo. Porque quien vive así, «¿qué hace sino preparar el camino del Señor (...), a fin de que penetre en él la fuerza de la gracia, que le ilumine la luz de la verdad, que haga rectos los caminos que conducen a Dios?» (San Gregorio Magno).

La semilla comienza pequeña, como «un grano de mostaza que, cuando se siembra en la tierra, es más pequeña que cualquier semilla que se siembra en la tierra; pero una vez sembrada, crece y se hace mayor que todas las hortalizas» (Mc 4,31-32). Pero la fuerza de Dios se difunde y crece con un vigor sorprendente. Como en los primeros tiempos del cristianismo, Jesús nos pide hoy que difundamos su Reino por todo el mundo.
Cita:
AMIGOS Y SANTOS

Después de recordar a san Pablo, la liturgia de la Iglesia hace memoria de dos discípulos suyos: Timoteo y Tito. El primero presidió la Iglesia de Éfeso y el segundo la de Creta. Habían sido colaboradores del Apóstol, y este los nombró obispos. Era tan grande la relación entre ellos que san Pablo les dirigió algunas cartas. De ellas algunas han pasado a formar parte del canon, esto es, son inspiradas. Este hecho es hermoso por sí mismo. Pablo escribió a sus discípulos unos textos que son normativos para toda la Iglesia, ya que fueron inspirados por el Espíritu Santo.

La experiencia nos indica que, a veces, no somos cuidadosos con nuestro lenguaje. La prisa nos hace decir lo que no querríamos y las palabras salen sin haber sido pensadas con calma. Eso da lugar a malentendidos, incluso a faltas contra la caridad. Al ponernos delante de estos textos de san Pablo nos damos cuenta de lo importante que es hablar reflexivamente, pero aún más, de lo conveniente que es no abrir la boca sin antes habernos puesto delante del Señor. San Pablo se comporta de esta manera. Concretamente, dirigiéndose a Timoteo, escribe: “tengo siempre presente tu nombre en mis labios cuando rezo, de noche y de día”.
Y, además, en todas sus cartas lo primero que Pablo desea a sus destinatarios es la gracia y la paz de Dios. Esta es otra gran lección para todos nosotros. Después podemos decir muchas cosas a los demás, pero lo primero es desear que vivan en gracia, que disfruten de la amistad con Jesucristo y que puedan gozar de su amor y su paz.

Este hecho nos indica también que el amor de Pablo por sus discípulos estaba bien ordenado. Así ha de ser en la Iglesia. Se ve en sus cartas. Quería a Timoteo y a Tito y, por eso, los quería santos. Y además su amor estaba mediado por el servicio a la Iglesia. No podía separarse de ella.
Hace poco Benedicto XVI dijo que la Iglesia consistía en una amistad con Jesucristo y entre nosotros. Los santos que hoy recordamos nos indican ese camino. No se niega nada de la realidad humana, sino que se mira todo sobrenaturalizándolo. De ahí que nosotros detectemos ese verdadero afecto que se tenían entre ellos y nos sorprendamos de que su único móvil sea sobrenatural. ¡Qué bonito sería que nuestras amistades también fueran así! Podemos decir que san Pablo ayudaba a Timoteo y a Tito a ser santos. Por eso la liturgia pone la fiesta de ellos después de la de su maestro.
Entre las enseñanzas que dirige a sus discípulos hay una que se recuerda a menudo. Dice el Apóstol: “te recuerdo que reavives el don de Dios que recibiste cuando te impuse las manos”. Son palabras que podemos aplicarnos a todos nosotros. El don del bautismo, de la confirmación o del sacerdocio, que nos marcan definitivamente en el alma, son bienes que han de ser especialmente cuidados. San Pablo se lo dice a Timoteo en la línea de que aproveche todo el potencial que ha recibido por el sacramento del orden. Es algo que también nosotros debemos implorar. Que toda la potencia del bautismo y de la confirmación se hagan manifiestos en nuestra vida para que resplandezca ante el mundo el amor de Dios.
Paz y bien.
El Reino de Dios. ¿Qué es el Reino de Dios? Es increible que vaya aprendiéndolo a mis 46 años siendo bautizada desde bebé. Cuando oia del reino de Dios, me imaginaba cosas grandes, sorprendentes. Algunas veces que me dieron "estudios bíblicos" lo pintan como el Edén. Y sin embargo, Jesús nos habla de una semilla de mostaza que nace ahora lo entiendo en el corazón. Dice el Evangelio "Jesús hablaba en parábolas y a sus discípulos les hablaba en privado". Asi nos habla a nosotros también, en lo interno, en la oración. Y después llevamos ése Reino hacia los demás, hacia nuestro entorno.
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MensajePublicado: Sab Ene 27, 2007 5:12 pm    Asunto:
Tema: Comentario al Evangelio de Hoy
Responder citando

Sábado 27 de Enero de 2007
Cita:
Autor: Estanislao Mª García | Fuente: Catholic.net
La tempestad calmada
Marcos 4, 35-41. Tiempo Ordinario. Cristo está cerca de nosotros en cualquier tempestad de nuestra vida.

Marcos 4, 35-41

Aquel día, al atardecer, les dice: Pasemos a la otra orilla. Dejando a la gente, se lo llevaron en barca, como estaba; e iban otras barcas con él. En esto, se levantó una fuerte borrasca y las olas irrumpían en la barca, de suerte que ya se anegaba la barca. Él estaba en popa, durmiendo sobre un cabezal. Le despiertan y le dicen: Maestro, ¿no te importa que perezcamos? Se puso en pie, increpó al viento y dijo al mar: ¡Calla, enmudece! El viento se calmó y sobrevino una gran bonanza. Y les dijo: ¿Por qué estáis con tanto miedo? ¿Cómo no tenéis fe? Ellos se llenaron de gran temor y se decían unos a otros: Pues ¿quién es éste que hasta el viento y el mar le obedecen?

Reflexión

Han pasado más de dos mil años desde que Jesucristo fundó la Iglesia. Han pasado más de dos mil años de cristianismo y parece que todo se viene abajo; parece que las nuevas doctrinas religiosas están tomando el puesto de la Iglesia, pero no es así.

La Iglesia parece naufragar en la tempestad del mundo y en los problemas que se le presentan; pero cada vez que los hombres dudamos se alza una voz que parece despertar de un largo sueño: ¡No temáis, tened fe! Y el mar vuelve a la calma; la barca de Pedro sigue su rumbo a través de los años, los siglos y los milenios.

Cristo no está lejos de nosotros; duerme junto al timón, para que cuando nuestra fe desfallezca, cuando estemos tristes y desamparados, Él tome el timón de nuestra vida.

Además en el mar de nuestra vida brilla una estrella; relampaguea en el cielo de nuestra alma la estrella de María, para que no perdamos el rumbo.
Cita:
Comentario: Rev. D. Joaquim Fluriach Domínguez (Sant Esteve de Palautordera-Barcelona, España)
«¿Por qué estáis con tanto miedo? ¿Cómo no tenéis fe?»

Hoy, el Señor riñe a los discípulos por su falta de fe: «¿Cómo no tenéis fe?» (Mc 4,40). Jesucristo ya había dado suficientes muestras de ser el Enviado y todavía no creen. No se dan cuenta de que, teniendo con ellos al mismo Señor, nada han de temer. Jesús hace un paralelismo claro entre “fe” y “valentía”.

En otro lugar del Evangelio, ante una situación en la que los Apóstoles dudan, se dice que todavía no podían creer porque no habían recibido el Espíritu Santo. Mucha paciencia le será necesaria al Señor para continuar enseñando a los primeros aquello que ellos mismos nos mostrarán después, y de lo que serán firmes y valientes testigos.

Estaría muy bien que nosotros también nos sintiéramos “reñidos”. ¡Con más motivo aun!: hemos recibido el Espíritu Santo que nos hace capaces de entender cómo realmente el Señor está con nosotros en el camino de la vida, si de verdad buscamos hacer siempre la voluntad del Padre. Objetivamente, no tenemos ningún motivo para la cobardía. Él es el único Señor del Universo, porque «hasta el viento y el mar le obedecen» (Mc 4,41), como afirman admirados los discípulos.

Entonces, ¿qué es lo que me da miedo? ¿Son motivos tan graves como para poner en entredicho el poder infinitamente grande como es el del Amor que el Señor nos tiene? Ésta es la pregunta que nuestros hermanos mártires supieron responder, no ya con palabras, sino con su propia vida. Como tantos hermanos nuestros que, con la gracia de Dios, cada día hacen de cada contradicción un paso más en el crecimiento de la fe y de la esperanza. Nosotros, ¿por qué no? ¿Es que no sentimos dentro de nosotros el deseo de amar al Señor con todo el pensamiento, con todas las fuerzas, con toda el alma?

Uno de los grandes ejemplos de valentía y de fe, lo tenemos en María, Auxilio de los cristianos, Reina de los confesores. Al pie de la Cruz supo mantener en pie la luz de la fe... ¡que se hizo resplandeciente en el día de la Resurrección!
Cita:
PARA ECHARSE A TEMBLAR
En la primera lectura de hoy escuchamos un fragmento de la carta a los Hebreos. Quizás porque a algunos les parece un texto difícil es una carta poco leída, pero muy importante. La verdad es que el texto de hoy pone los pelos de punta. Al igual que en el evangelio trata de la fe. Pero no se refiere a la fe intelectual, sino a esa fe que impregna y se hace una con la vida. Como dice san Pablo: “el justo vive de la fe”.

Aquí se habla de la fe que es seguridad. Queda, por tanto, muy lejos de esa especie de opinión en que algunos la han convertido. La fe es una certeza que nos mueve y por la que vivimos. Y en la carta se ponen unos cuantos ejemplos en los que se observa un dato común: aquella gente creyó y se pusieron en camino. Por la fe dejó Abraham su casa cumpliendo aquello que dice san Juan de la Cruz: “para ir dónde no sabes debes caminar por dónde no sabes”. Tuvo que vivir como extranjero y cuando se le concedió, ya anciano, un hijo, el Señor le pidió que lo sacrificara.
¡Qué lejos queda Abrahán de esos equilibrios a los que estamos acostumbrados! Nos va bien una fe de pose, pero creer significa poner toda la vida en manos de Dios e intentar cumplir su voluntad. Creer es arriesgar la propia libertad por obediencia a Dios, y eso sacrificando nuestra comodidad y yendo muchas veces donde no nos apetece ir. Y, en el mecanismo de la fe, tal como lo presenta la carta a los Hebreos, la esperanza siempre tiene un objeto. Toda la vida se sustenta sobre la fe. No se trata de un instante ni de unos momentos. Por eso se refiere a que la patria que habían de esperar era otra, celestial. Así siempre anduvieron en aquella oscuridad, en lo humano, pero con la certeza en un Dios que no engaña.

En este texto se nos alerta del peligro de compartimentar nuestra vida. Según dicho criterio, muy extendido en nuestro tiempo, ponemos una parte de nuestra vida en manos de Dios pero nos reservamos la gerencia del resto. De hecho acabamos poniendo en manos de Dios la complicado sucediendo así que en vez de cumplir nosotros su voluntad queremos que Él se ciña a la nuestra.

Le pedimos a Dios ayuda cuando estamos enfermos, buscamos trabajo o un amigo ha perdido la fe. Todo eso está bien y hay que hacerlo. Así actúan los apóstoles en el Evangelio. Se acuerdan de Jesús cuando llega la tempestad. Pero, ¿le preguntamos qué espera de nosotros, cómo hemos de disponer de nuestro tiempo libre, si conviene cambiar de trabajo para evitar la tentación o qué hacer con nuestro dinero? ¿Le consultamos cómo educar a nuestros hijos o de qué manera colaborar con las obras de la Iglesia?
Pidamos a Dios, por intercesión de María, la mujer creyente, protectora y garante de nuestra fe, que nos ayude a ponernos totalmente en manos de Dios.
Paz y bien.
«¿Por qué estáis con tanto miedo? ¿Cómo no tenéis fe?»
Fé. Creer ciegamente. Ante las adversidades nos asustamos, clamamos por ayuda. Y por supuesto, El nos oye. Sin embargo creo que va un poco más allá. El vivir con la confianza puesta en El. Cuando todo va bien, es fácil creer. pero cuando empiezan los problemas entonces nuestra fé se debilita. Por lo menos la mía.
_________________
***¡ Dulce Jesús, dad descanso eterno a las benditas almas del Purgatorio !
San José, patrono de la buena muerte, ruega por los que van a morir hoy ***

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MensajePublicado: Mar Ene 30, 2007 2:02 pm    Asunto:
Tema: Comentario al Evangelio de Hoy
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Martes 30 de enero

Día litúrgico: Martes IV del tiempo ordinario


Texto del Evangelio (Mc 5,21-43): En aquel tiempo, Jesús pasó de nuevo en la barca a la otra orilla y se aglomeró junto a Él mucha gente; Él estaba a la orilla del mar. Llega uno de los jefes de la sinagoga, llamado Jairo, y al verle, cae a sus pies, y le suplica con insistencia diciendo: «Mi hija está a punto de morir; ven, impón tus manos sobre ella, para que se salve y viva». Y se fue con él. Le seguía un gran gentío que le oprimía.

Entonces, una mujer que padecía flujo de sangre desde hacía doce años, y que había sufrido mucho con muchos médicos y había gastado todos sus bienes sin provecho alguno, antes bien, yendo a peor, habiendo oído lo que se decía de Jesús, se acercó por detrás entre la gente y tocó su manto. Pues decía: «Si logro tocar aunque sólo sea sus vestidos, me salvaré». Inmediatamente se le secó la fuente de sangre y sintió en su cuerpo que quedaba sana del mal. Al instante, Jesús, dándose cuenta de la fuerza que había salido de Él, se volvió entre la gente y decía: «¿Quién me ha tocado los vestidos?». Sus discípulos le contestaron: «Estás viendo que la gente te oprime y preguntas: ‘¿Quién me ha tocado?’». Pero Él miraba a su alrededor para descubrir a la que lo había hecho. Entonces, la mujer, viendo lo que le había sucedido, se acercó atemorizada y temblorosa, se postró ante Él y le contó toda la verdad. Él le dijo: «Hija, tu fe te ha salvado; vete en paz y queda curada de tu enfermedad».

Mientras estaba hablando llegan de la casa del jefe de la sinagoga unos diciendo: «Tu hija ha muerto; ¿a qué molestar ya al Maestro?». Jesús que oyó lo que habían dicho, dice al jefe de la sinagoga: «No temas; solamente ten fe». Y no permitió que nadie le acompañara, a no ser Pedro, Santiago y Juan, el hermano de Santiago. Llegan a la casa del jefe de la sinagoga y observa el alboroto, unos que lloraban y otros que daban grandes alaridos. Entra y les dice: «¿Por qué alborotáis y lloráis? La niña no ha muerto; está dormida». Y se burlaban de Él. Pero Él después de echar fuera a todos, toma consigo al padre de la niña, a la madre y a los suyos, y entra donde estaba la niña. Y tomando la mano de la niña, le dice: «Talitá kum», que quiere decir: «Muchacha, a ti te digo, levántate». La muchacha se levantó al instante y se puso a andar, pues tenía doce años. Quedaron fuera de sí, llenos de estupor. Y les insistió mucho en que nadie lo supiera; y les dijo que le dieran a ella de comer.


Comentario: Rev. D. Francesc Perarnau i Cañellas (Girona, España)

«Hija, tu fe te ha salvado; vete en paz y queda curada de tu enfermedad»

Hoy el Evangelio nos presenta dos milagros de Jesús que nos hablan de la fe de dos personas bien distintas. Tanto Jairo —uno de los jefes de la sinagoga— como aquella mujer enferma muestran una gran fe: Jairo está seguro de que Jesús puede curar a su hija, mientras que aquella buena mujer confía en que un mínimo de contacto con la ropa de Jesús será suficiente para liberarla de una enfermedad muy grave. Y Jesús, porque son personas de fe, les concede el favor que habían ido a buscar.

La primera fue ella, aquella que pensaba que no era digna de que Jesús le dedicara tiempo, la que no se atrevía a molestar al Maestro ni a aquellos judíos tan influyentes. Sin hacer ruido, se acerca y, tocando la borla del manto de Jesús, “arranca” su curación y ella enseguida lo nota en su cuerpo. Pero Jesús, que sabe lo que ha pasado, no la quiere dejar marchar sin dirigirle unas palabras: «Hija, tu fe te ha salvado; vete en paz y queda curada de tu enfermedad» (Mc 5,34).

A Jairo, Jesús le pide una fe todavía más grande. Como ya Dios había hecho con Abraham en el Antiguo Testamento, pedirá una fe contra toda esperanza, la fe de las cosas imposibles. Le comunicaron a Jairo la terrible noticia de que su hijita acababa de morir. Nos podemos imaginar el gran dolor que le invadiría en aquel momento, y quizá la tentación de la desesperación. Y Jesús, que lo había oído, le dice: «No temas, solamente ten fe» (Mc 5,36). Y como aquellos patriarcas antiguos, creyendo contra toda esperanza, vio cómo Jesús devolvía la vida a su amada hija.

Dos grandes lecciones de fe para nosotros. Desde las páginas del Evangelio, Jairo y la mujer que sufría hemorragias, juntamente con tantos otros, nos hablan de la necesidad de tener una fe inconmovible. Podemos hacer nuestra aquella bonita exclamación evangélica: «Creo, Señor, ayuda mi incredulidad» (Mc 9,24).
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Pidamosle a Dios que aumente nuestra fe, sobretodo en las adversidades o cuando los demás nos dicen que ya no se puede hacer nada tal como en el caso de Jairo.
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MensajePublicado: Mie Ene 31, 2007 2:33 pm    Asunto:
Tema: Comentario al Evangelio de Hoy
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Día litúrgico: Miércoles IV del tiempo ordinario

Santoral: 31 de enero: San Juan Bosco, presbítero


Texto del Evangelio (Mc 6,1-6): En aquel tiempo, Jesús salió de allí y vino a su patria, y sus discípulos le siguen. Cuando llegó el sábado se puso a enseñar en la sinagoga. La multitud, al oírle, quedaba maravillada, y decía: «¿De dónde le viene esto?, y ¿qué sabiduría es ésta que le ha sido dada? ¿Y esos milagros hechos por sus manos? ¿No es éste el carpintero, el hijo de María y hermano de Santiago, José, Judas y Simón? ¿Y no están sus hermanas aquí entre nosotros?». Y se escandalizaban a causa de Él. Jesús les dijo: Un profeta sólo en su patria, entre sus parientes y en su casa carece de prestigio». Y no podía hacer allí ningún milagro, a excepción de unos pocos enfermos a quienes curó imponiéndoles las manos. Y se maravilló de su falta de fe. Y recorría los pueblos del contorno enseñando.


Comentario: Rev. D. Miquel Masats i Roca (Girona, España)

«¿De dónde le viene esto?, y ¿qué sabiduría es ésta que le ha sido dada? ¿Y esos milagros hechos por sus manos?»

Hoy el Evangelio nos muestra cómo Jesús va a la sinagoga de Nazaret, el pueblo donde se había criado. El sábado es el día dedicado al Señor y los judíos se reúnen para escuchar la Palabra de Dios. Jesús va cada sábado a la sinagoga y allí enseña, no como los escribas y fariseos, sino como quien tiene autoridad (cf. Mc 1,22).

Dios nos habla también hoy mediante la Escritura. En la sinagoga se leen las Escrituras y, después, uno de los entendidos se ocupaba de comentarlas, mostrando su sentido y el mensaje que Dios quiere transmitir a través de ellas. Se atribuye a san Agustín la siguiente reflexión: «Así como en la oración nosotros hablamos con Dios, en la lectura es Dios quien nos habla».

El hecho de que Jesús, Hijo de Dios, sea conocido entre sus conciudadanos por su trabajo, nos ofrece una perspectiva insospechada para nuestra vida ordinaria. El trabajo profesional de cada uno de nosotros es medio de encuentro con Dios y, por tanto, realidad santificable y santificadora. Con palabras de san Josemaría Escrivá: «Vuestra vocación humana es parte, y parte importante, de vuestra vocación divina. Ésta es la razón por la cual os tenéis que santificar, contribuyendo al mismo tiempo a la santificación de los demás, de vuestros iguales, precisamente santificando vuestro trabajo y vuestro ambiente: esa profesión u oficio que llena vuestros días, que da fisonomía peculiar a vuestra personalidad humana, que es vuestra manera de estar en el mundo; ese hogar, esa familia vuestra; y esa nación, en que habéis nacido y a la que amáis».

Acaba el pasaje del Evangelio diciendo que Jesús «no podía hacer allí ningún milagro (...). Y se maravilló de su falta de fe» (Mc 6,5-6). También hoy el Señor nos pide más fe en Él para realizar cosas que superan nuestras posibilidades humanas. Los milagros manifiestan el poder de Dios y la necesidad que tenemos de Él en nuestra vida de cada día.

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Tal vez aqui este la respuesta a porque a veces nuestras oraciones no son escuchadas y es por la falta de fe, tenemos que seguir pidiéndole a Dios que aumente nuestra fe.
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MensajePublicado: Jue Feb 01, 2007 3:42 pm    Asunto:
Tema: Comentario al Evangelio de Hoy
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Cita:
Texto del Evangelio (Mc 6,7-13): En aquel tiempo, Jesús llamó a los Doce y comenzó a enviarlos de dos en dos, dándoles poder sobre los espíritus inmundos. Les ordenó que nada tomasen para el camino, fuera de un bastón: ni pan, ni alforja, ni calderilla en la faja; sino: «Calzados con sandalias y no vistáis dos túnicas». Y les dijo: «Cuando entréis en una casa, quedaos en ella hasta marchar de allí. Si algún lugar no os recibe y no os escuchan, marchaos de allí sacudiendo el polvo de la planta de vuestros pies, en testimonio contra ellos». Y, yéndose de allí, predicaron que se convirtieran; expulsaban a muchos demonios, y ungían con aceite a muchos enfermos y los curaban.


Comentario: Rev. D. Josep Vall i Mundó (Barcelona, España)

«Jesús llamó a los Doce y comenzó a enviarlos de dos en dos. Y yéndose de allí, predicaron que se convirtieran»

Hoy, el Evangelio relata la primera de las misiones apostólicas. Cristo envía a los Doce a predicar, a curar todo tipo de enfermos y a preparar los caminos de la salvación definitiva. Ésta es la misión de la Iglesia, y también la de cada cristiano. El Concilio Vaticano II afirmó que «la vocación cristiana implica como tal la vocación al apostolado. Ningún miembro tiene una función pasiva. Por tanto, quien no se esforzara por el crecimiento del cuerpo sería, por ello mismo, inútil para toda la Iglesia como también para sí mismo»

El mundo actual necesita —como decía Gustave Thibon— un “suplemento de alma” para poderlo regenerar. Sólo Cristo con su doctrina es medicina para las enfermedades de todo el mundo. Éste tiene sus crisis. No se trata solamente de una parcial crisis moral, o de valores humanos: es una crisis de todo el conjunto. Y el término más preciso para definirla es el de una “crisis de alma”.

Los cristianos con la gracia y la doctrina de Jesús, nos encontramos en medio de las estructuras temporales para vivificarlas y ordenarlas hacia el Creador: «Que el mundo, por la predicación de la Iglesia, escuchando pueda creer, creyendo pueda esperar, y esperando pueda amar» (san Agustín). El cristiano no puede huir de este mundo. Tal como escribía Bernanos: «Nos has lanzado en medio de la masa, en medio de la multitud como levadura; reconquistaremos, palmo a palmo, el universo que el pecado nos ha arrebatado; Señor, te lo devolveremos tal como lo recibimos aquella primera mañana de los días, en todo su orden y en toda su santidad».

Uno de los secretos está en amar al mundo con toda el alma y vivir con amor la misión encomendada por Cristo a los Apóstoles y a todos nosotros. Con palabras de san Josemaría, «el apostolado es amor de Dios, que se desborda, con entrega de uno mismo a los otros (...). Y el afán de apostolado es la manifestación exacta, adecuada, necesaria, de la vida interior». Éste ha de ser nuestro testimonio cotidiano en medio de los hombres y a lo largo de todas las épocas.


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Pidámosle a Nuestro Señor que nos de la valentía para cumplir la tarea de evangelizar.
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MensajePublicado: Vie Feb 02, 2007 1:59 pm    Asunto:
Tema: Comentario al Evangelio de Hoy
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Cita:
La Presentación del Señor
Lucas 2, 22-40. Fiesta de la Presentación del Señor. Cristo es nuestra luz y esperanza de vida.


Lucas 2, 22-40



Cuando se cumplieron los días de la purificación de María, según la Ley de Moisés, llevaron a Jesús a Jerusalén para presentarle al Señor, como está escrito en la Ley del Señor: Todo varón primogénito será consagrado al Señor y para ofrecer en sacrificio un par de tórtolas o dos pichones. Y he aquí que había en Jerusalén un hombre llamado Simeón; este hombre era justo y piadoso, y esperaba la consolación de Israel; y estaba en él el Espíritu Santo. Le había sido revelado por el Espíritu Santo que no vería la muerte antes de haber visto al Cristo del Señor. Movido por el Espíritu, vino al Templo; y cuando los padres introdujeron al niño Jesús, para cumplir lo que la Ley prescribía sobre él, le tomó en brazos y bendijo a Dios diciendo: «Ahora, Señor, puedes, según tu palabra, dejar que tu siervo se vaya en paz; porque han visto mis ojos tu salvación, la que has preparado a la vista de todos los pueblos, luz para iluminar a los gentiles y gloria de tu pueblo Israel.» Su padre y su madre estaban admirados de lo que se decía de él. Simeón les bendijo y dijo a María, su madre: «Este está puesto para caída y elevación de muchos en Israel, y para ser señal de contradicción, ¡y a ti misma una espada te atravesará el alma! - a fin de que queden al descubierto las intenciones de muchos corazones.» Había también una profetisa, Ana, hija de Fanuel, de la tribu de Aser, de edad avanzada; después de casarse había vivido siete años con su marido, y permaneció viuda hasta los ochenta y cuatro años; no se apartaba del Templo, sirviendo a Dios noche y día en ayunos y oraciones. Como se presentase en aquella misma hora, alababa a Dios y hablaba del niño a todos los que esperaban la redención de Jerusalén. Así que cumplieron todas las cosas según la Ley del Señor, volvieron a Galilea, a su ciudad de Nazaret. El niño crecía y se fortalecía, llenándose de sabiduría; y la gracia de Dios estaba sobre él.



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Cita:
Queridos amigos y amigas:

Hoy celebramos la fiesta de la presentación de Jesús en el Templo. La familia de Nazaret se acerca a Jerusalén para ofrecer al Señor la nueva vida: Jesús. Allí les espera Simeón, un hombre ya anciano y profundamente creyente. Él descubre que llega el Mesías y nos lo presenta. El evangelio de Lucas nos revela de qué manera vivía su fe este hombre sencillo llamado Simeón.

* Hombre que esperaba la liberación . Simeón era uno de tantos judíos que aguardaba la llegada del Salvador y, a pesar de que los años iban corriendo e iba viendo el final de su vida, no perdía la esperanza. Confiaba en que el Señor iba a cumplir su promesa. El paso del tiempo, los desengaños de la vida, las dudas,... no habían minado su confianza en Dios; al contrario, alimentaban la esperanza de que Dios algo tenía que decir en esta historia; tenía que manifestarse con claridad.

* El Espíritu Santo estaba en él . No sólo estaba, sino que le movía; movido por él fue al Templo. Hombre de Dios, que se deja conducir y guiar por Él, atento a las señales del Espíritu, conocedor de las llamadas al corazón, persona que sabe discernir, que intuye los caminos de Dios. Hoy diríamos hombre de profunda espiritualidad.

* Hombre que bendice a Dios . Reconoce la presencia de Dios en su vida y manifiesta con espontaneidad su gozo, su alegría, su agradecimiento. Dios es la verdadera alegría de su vida, lo que verdaderamente le llena, lo que mueve, su razón de vivir. Una vez que ha visto cumplida la promesa ve realizada su vida (puedes dejar morir en paz a tu siervo).

* Hombre que anuncia a Jesús . Simeón intuye que la presencia de Dios en el mundo no va a ser algo neutral y que complacerá a todos. Será luz que ilumine y que muestre las cosas tal como son. Esto será alegría para unos y desencanto para otros; unos serán ensalzados y otros serán humillados. A María le tocará ser testigo de estas contradicciones y acompañar, muchas veces en silencio y sin comprender, esta vida de Jesús que será signo de contradicción.

Estos cuatro rasgos señalados tendrían que ser básicos en todo creyente. Pidamos a Dios que nos conceda el don de vivirlos y de contagiarlos a los que nos rodean.

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MensajePublicado: Sab Feb 03, 2007 1:42 pm    Asunto:
Tema: Comentario al Evangelio de Hoy
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Cita:
Día litúrgico: Sábado IV del tiempo ordinario


Texto del Evangelio (Mc 6,30-34): En aquel tiempo,. los Apóstoles se reunieron con Jesús y le contaron todo lo que habían hecho y lo que habían enseñado. Él, entonces, les dice: «Venid también vosotros aparte, a un lugar solitario, para descansar un poco». Pues los que iban y venían eran muchos, y no les quedaba tiempo ni para comer. Y se fueron en la barca, aparte, a un lugar solitario. Pero les vieron marcharse y muchos cayeron en cuenta; y fueron allá corriendo, a pie, de todas las ciudades y llegaron antes que ellos. Y al desembarcar, vio mucha gente, sintió compasión de ellos, pues estaban como ovejas que no tienen pastor, y se puso a enseñarles muchas cosas.


Comentario: Rev. D. David Compte i Verdaguer (Manlleu-Barcelona, España)

«‘Venid también vosotros aparte, a un lugar solitario, para descansar un poco’. Pues los que iban y venían eran muchos, y no les quedaba tiempo»

Hoy, el Evangelio nos plantea una situación, una necesidad y una paradoja que son muy actuales.

Una situación. Los Apóstoles están “estresados”: «Los que iban y venían eran muchos y no les quedaba tiempo ni para comer» (Mc 6,30). Frecuentemente nosotros nos vemos abocados al mismo trasiego. El trabajo exige buena parte de nuestras energías; la familia, donde cada miembro quiere palpar nuestro amor; las otras actividades en las que nos hemos comprometido, que nos hacen bien y, a la vez, benefician a terceros... ¿Querer es poder? Quizá sea más razonable reconocer que no podemos todo lo que quisiéramos.
Una necesidad. El cuerpo, la cabeza y el corazón reclaman un derecho: descanso. En estos versículos tenemos un manual, frecuentemente ignorado, sobre el descanso. Ahí destaca la comunicación. Los Apóstoles «le contaron todo lo que habían hecho» (Mc 6,30). Comunicación con Dios, siguiendo el hilo de lo más profundo de nuestro corazón. Y —¡qué sorpresa!— encontramos a Dios que nos espera. Y espera encontrarnos con nuestros cansancios.

Jesús les dice: «Venid también vosotros aparte, a un lugar solitario, para descansar un poco» (Mc 6,31). ¿En el plan de Dios hay un lugar para el descanso! Es más, nuestra existencia, con todo su peso, debe descansar en Dios. Lo descubrió el inquieto Agustín: «Nos has creado para ti y nuestro corazón está inquieto hasta que no descanse en ti». El reposo de Dios es creativo; no “anestésico”: toparse con su amor centra nuestro corazón y nuestros pensamientos.
Una paradoja. La escena del Evangelio acaba “mal”: los discípulos no pueden reposar. El plan de Jesús fracasa: son abordados por la gente. No han podido “desconectar”. Nosotros, con frecuencia, no podemos liberarnos de nuestras obligaciones (hijos, cónyuge, trabajo...): ¡sería como traicionarnos! Se impone encontrar a Dios en estas realidades. Si hay comunicación con Dios, si nuestro corazón descansa en Él, relativizaremos tensiones inútiles... y la realidad —desnuda de quimeras— mostrará mejor la impronta de Dios. En Él, allí, hemos de reposar.




Cita:
Vivimos en un mundo donde surgen todos los días nuevas ideas, nuevas doctrinas, nuevas modas...además se hace propaganda de todas ellas con gran fuerza y se transmiten a toda velocidad por los medios de comunicación. Todo esto hace que sea muy difícil profundizar en lo que nos rodea, y por ello estamos inmersos en una cultura de la superficialidad, todo pasa rápido, sin demasiado tiempo para pensar.

En la religión pasa lo mismo, nos vamos haciendo la nuestra propia, hacemos una religión subjetivista en la que lo importante es lo que me gusta y lo que no, lo que me interesa o no... Y a veces lo hacemos casi sin caer en cuenta de ello.

Jesús se nos presenta como el verdadero Maestro, el Pastor, el que es capaz de guiar al desorientado, el que endereza al que está torcido, ilumina al que está a oscuras...
Quizá nosotros también debamos buscar sitios tranquilos y apartados donde podamos descansar de la velocidad y el estrés de nuestro mundo, para encontrarnos con Jesús y escuchar con calma sus enseñanzas, para después ser capaces de amar y de no reservarnos nada para nosotros.

También el evangelio de hoy nos hace reflexionar a todos porque todos tenemos alguna responsabilidad, somos padres, educadores, sacerdotes, obispos, hermanos, amigos...pidamos al Señor que nos ayude a cumplir estas responsabilidades intentando hacer siempre el bien, ayudándonos mutuamente y así todos podremos cumplir la voluntad del Señor y Él realizará en nosotros lo que es de su agrado.

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MensajePublicado: Dom Feb 04, 2007 2:14 pm    Asunto:
Tema: Comentario al Evangelio de Hoy
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Día litúrgico: Domingo V (C) del tiempo ordinario


Texto del Evangelio (Lc 5,1-11): En una ocasión, Jesús estaba a la orilla del lago Genesaret y la gente se agolpaba sobre Él para oír la Palabra de Dios, cuando vio dos barcas que estaban a la orilla del lago. Los pescadores habían bajado de ellas, y lavaban las redes. Subiendo a una de las barcas, que era de Simón, le rogó que se alejara un poco de tierra; y, sentándose, enseñaba desde la barca a la muchedumbre. Cuando acabó de hablar, dijo a Simón: «Boga mar adentro, y echad vuestras redes para pescar». Simón le respondió: «Maestro, hemos estado bregando toda la noche y no hemos pescado nada; pero, en tu palabra, echaré las redes». Y, haciéndolo así, pescaron gran cantidad de peces, de modo que las redes amenazaban romperse. Hicieron señas a los compañeros de la otra barca para que vinieran en su ayuda. Vinieron, pues, y llenaron tanto las dos barcas que casi se hundían.

Al verlo Simón Pedro, cayó a las rodillas de Jesús, diciendo: «Aléjate de mí, Señor, que soy un hombre pecador». Pues el asombro se había apoderado de él y de cuantos con él estaban, a causa de los peces que habían pescado. Y lo mismo de Santiago y Juan, hijos de Zebedeo, que eran compañeros de Simón. Jesús dijo a Simón: «No temas. Desde ahora serás pescador de hombres». Llevaron a tierra las barcas y, dejándolo todo, le siguieron.


Comentario: Rev. D. Blas Ruiz i López (Ascó-Tarragona, España)

«En tu palabra echaré las redes»

Hoy, el Evangelio nos ofrece el diálogo, sencillo y profundo a la vez, entre Jesús y Simón Pedro, diálogo que podríamos hacer nuestro: en medio de las aguas tempestuosas de este mundo, nos esforzamos por nadar contra corriente, buscando la buena pesca de un anuncio del Evangelio que obtenga una respuesta fructuosa...

Y es entonces cuando nos cae encima, indefectiblemente, la dura realidad; nuestras fuerzas no son suficientes. Necesitamos alguna cosa más: la confianza en la Palabra de aquel que nos ha prometido que nunca nos dejará solos. «Maestro, hemos estado bregando toda la noche y no hemos pescado nada; pero, en tu palabra, echaré las redes» (Lc 5,5). Esta respuesta de Pedro la podemos entender en relación con las palabras de María en las bodas de Caná: «Haced lo que Él os diga» (Jn 2,5). Y es en el cumplimiento confiado de la voluntad del Señor cuando nuestro trabajo resulta provechoso.

Y todo, a pesar de nuestra limitación de pecadores: «Aléjate de mí, Señor, que soy un hombre pecador» (Lc 5,Cool. San Ireneo de Lyón descubre un aspecto pedagógico en el pecado: quien es consciente de su naturaleza pecadora es capaz de reconocer su condición de criatura, y este reconocimiento nos pone ante la evidencia de un Creador que nos supera.

Solamente quien, como Pedro, ha sabido aceptar su limitación, está en condiciones de aceptar que los frutos de su trabajo apostólico no son suyos, sino de Aquel de quien se ha servido como de un instrumento. El Señor llama a los Apóstoles a ser pescadores de hombres, pero el verdadero pescador es Él: el buen discípulo no es más que la red que recoge la pesca, y esta red solamente es efectiva si actúa como lo hicieron los Apóstoles: dejándolo todo y siguiendo al Señor (cf. Lc 5,11).

www.evangeli.net



Cita:
Domingo V: Construye al menos un pajar

4 de febrero
“Al ver esto, Simón Pedro se arrojó a los pies de Jesús, diciendo: ‘Apártate de mí, Señor, que soy un pecador’.... Jesús dijo a Simón: ‘No temas: desde ahora serás pescador de hombres’” (Lc 5,8-11)
Ante el milagro, ante la irrupción de Dios en la propia vida, siempre hay dos posturas: la de echar a correr despavorido, porque se intuye que tras conocer a Dios hay que cambiar de vida, y la de postrarse a los pies del Señor pidiendo ayuda para poder hacer lo que la conciencia te está diciendo que tienes que hacer. El primero, el que huye, en el fondo sabe que es un pecador, pero no quiere que se lo digan y ni siquiera desea decírselo él mismo. El segundo también lo sabe, pero ha decidido quedarse para, con la fuerza de Dios, darle al Señor lo que Él tiene derecho a encontrar.
Sin embargo, con frecuencia, tras la conversión, el que ha optado por quedarse junto a Cristo experimenta la rutina. Una rutina que consiste en ver cómo los pecados se repiten. Parece entonces que la conversión ha sido falsa o que los pecados están tan arraigados en la propia naturaleza que es inútil cualquier esfuerzo por suprimirlos. Esta experiencia del propio pecado reiterado conduce a muchos al desánimo y, como consecuencia, al abandono de la lucha y al alejamiento.
Quizá habría que ser más humilde para poder perseverar. La humildad de aquellos que, al comprobar que no pueden construirle a Dios la catedral que merece, deciden ofrecerle al menos un pajar. No podrán dar el cien por cien, por mucho que lo intenten, pero están decididos a darle todo lo que puedan, aunque sea poco. Sólo los humildes perseveran. Sólo los que aceptan las derrotas vencen. Sólo los que siguen confesándose, aunque no experimenten grandes cambios, terminan por alcanzar la santidad.
Propósito: Confesarse aunque se sepa que se va a volver a caer. Volver a empezar en la relación con el prójimo, pidiendo perdón o perdonando, mientras haya una posibilidad de solución.
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MensajePublicado: Lun Feb 05, 2007 3:12 pm    Asunto:
Tema: Comentario al Evangelio de Hoy
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Cita:
Día litúrgico: Lunes V del tiempo ordinario

Santoral: 5 de febrero: Santa Águeda, virgen y mártir

Texto del Evangelio (Mc 6,53-56): En aquel tiempo, cuando Jesús y sus discípulos hubieron terminado la travesía, llegaron a tierra en Genesaret y atracaron. Apenas desembarcaron, le reconocieron en seguida, recorrieron toda aquella región y comenzaron a traer a los enfermos en camillas adonde oían que Él estaba. Y dondequiera que entraba, en pueblos, ciudades o aldeas, colocaban a los enfermos en las plazas y le pedían que tocaran siquiera la orla de su manto; y cuantos la tocaron quedaban salvados.

Comentario: Rev. D. Joaquim Monrós i Guitart (Tarragona, España)

«Apenas desembarcaron, le reconocieron»

Hoy contemplamos la fe los habitantes de aquella región a la que llegó Jesús para llevar la salvación de las almas. El Señor es dueño del alma y del cuerpo; por eso, no dudaban en llevarle a sus enfermos: «Todos los que le tocaban quedaban sanos» (Mc 6,56). Tenemos hoy, como siempre, enfermos del alma y del cuerpo. Conviene que pongamos todos los medios humanos y sobrenaturales para acercar a nuestros parientes, amigos y conocidos al Señor. Lo podemos hacer, en primer lugar, rezando por ellos, pidiendo su salud espiritual y corporal. Si hay una enfermedad del cuerpo, no dudamos en enterarnos de si existe un tratamiento adecuado, si hay personas que puedan cuidarlo, etc.

Cuando se trata de una “enfermedad” del alma (habitualmente, palpable externamente), como puede ser que un hijo, un hermano, un pariente no asista a Misa los domingos, aparte de rezar conviene hablarle del remedio, tal vez transmitiéndole de palabra algún pensamiento o alguna orientación motivadora que podamos nosotros mismos extraer del Magisterio (por ejemplo, de la Carta apostólica El día del Señor de Juan Pablo II, o de alguno de los puntos del Catecismo de la Iglesia).

Si el hermano “enfermo” es alguien constituido en pública autoridad que justifica o mantiene una ley injusta —como puede ser la despenalización del aborto—, no dudemos —además de orar— en buscar la oportunidad para transmitirle —de palabra o por escrito— nuestro testimonio acerca de la verdad.

«Nosotros no podemos dejar de anunciar lo que hemos visto y oído» (Hch 4,20). Todas las personas tienen necesidad del Salvador. Cuando no acuden a Él es porque todavía no le han reconocido, quizá porque nosotros todavía no hemos sabido anunciarle. El hecho es que, en cuanto le reconocían, «colocaban a los enfermos en las plazas y le pedían que tocaran siquiera la orla de su manto» (Mc 6,56). Jesús curaba tanto más cuanto había algunos que «colocaban» (ponían al alcance del Señor) a los que más urgentemente necesitaban remedio.

www.evangeli.net



Cita:
“Colocaban a los enfermos en la plaza y le rogaban que les dejase tocar al menos el borde de su manto; y los que lo tocaban se ponían sanos”. Decían del Señor que “todo lo hacía bien”, ya que “su hacer” era el del Padre, que le miraba con complacencia (el Hijo amado al que hay que escuchar), y los que pasaban junto a Él ya no deseaban dejarle. Y es que la autoridad del Señor también era un arte. Era la ciencia de Dios puesta al servicio de la humanidad. Tan solo se nos pide un requisito por nuestra parte: tener fe y confiar plenamente en Él. ¡Ahí es nada!... pero algo tendremos que hacer tú y yo para que el don de la libertad que se nos ha concedido quede en algo justificado. Más allá de obrar por instintos, nuestra racionalidad nos impele a amar a Aquel que nos ha amado primero para que su Arte impregne cada rincón de la Tierra.

Hoy se lo quiero decir yo a mi Creador: "Señor, qué bien lo has hecho todo. Ahora me invitas a trabajar contigo, y quiero yo hacerlo a tu estilo: despacito, poniendo amor en cada paso, sabiendo que todo lo que hoy haga es -debe ser- para ti. Que sea yo un digno aprendiz de tan buen Maestro. Que renuncie para siempre, y en todo, a la chapuza (aunque tenga que sufrirla). Que trabaje yo al estilo de Dios".


Cita:
Autor: P Juan Pablo Menéndez | Fuente: Catholic.net
Toma tu cruz cada día y sígueme
Lucas 9, 23-26. Fiesta de San Felipe de Jesús. Ofrecer los pequeños sacrificios de nuestra vida, para que Dios los convierta en gracias de salvación.

Lucas 9, 23-26

Decía a todos: "Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día, y sígame. Porque quien quiera salvar su vida, la perderá; pero quien pierda su vida por mí, ése la salvará. Pues, ¿de qué le sirve al hombre haber ganado el mundo entero, si él mismo se pierde o se arruina? Porque quien se avergüence de mí y de mis palabras, de ése se avergonzará el Hijo del hombre, cuando venga en su gloria, en la de su Padre y en la de los santos ángeles.

Reflexión

¿Quién puede soportar estas palabras? ¿Seremos capaces realmente de seguir esta doctrina que se nos presenta hoy? ¿Podremos vivir el significado cristiano de la palabra abnegación?

Son algunas preguntas que se me presentan al leer este pasaje. Cristo es claro: seguirle significa dolor, sufrimiento y abnegación. Sí, significa todo esto más la salvación eterna. Pero ¿qué quiere decir eso de salvación eterna? Muy fácil, es la plenitud de la propia felicidad, es el cielo, vivido con Jesús y María, y todas las demás potestades.
Ya los antiguos, tenían la certeza que existía un mundo después de esta vida, por eso no tiene que extrañarnos que Jesucristo nos quiera dar como premio la vida eterna.

Con una motivación tan fuerte, el sacrificio propio queda transformado como un medio para llegar a tener la felicidad que anhelamos. Ofrezcamos los pequeños sacrificios de nuestra vida diaria, para que Dios los convierta en gracias de salvación.

San Felipe de Jesús fue el protomártir mexicano. Fue un religioso de la orden de los franciscanos en Manila. Al venir a ordenarse a México, naufragó su barco y llegó a Japón donde lo mataron. Fue beatificado, junto con sus compañeros, el 14 de septiembre de 1627 y canonizado el 8 de julio de 1862.

Estos mártires son frecuentemente recordados por el Papa dando a saber que su sangre no fue derramada en balde. Llegaron al cielo.

Este día nos podemos acercar a la Eucaristía para pedirle a Jesús nos ayude a realizar la vocación que tenemos en la vida.

Recuerda que el testimonio de los santos confirma el amor a Dios (CEC 313). El testimonio de estas personas nos puede ayudar a crecer en nuestra vida espiritual, en nuestra vida de fe.


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MensajePublicado: Lun Feb 05, 2007 7:28 pm    Asunto: Negarse
Tema: Comentario al Evangelio de Hoy
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A propósito del evangelio de hoy encontré esta reflexión de Carlos Torres Pastorino

Negarse
Negarse a sí mismo es no pensar en si. Negarse a si mismo es trabajar por los otros y para los otros, sin llevar la cuenta de lo que hacemos.
Negarse a sí mismo es dejar un almuerzo o una comida para ayudar a los demás. Ayudar cuando ello no exige sacrificio de nosotros, no encierra renuncia de si.
Negarse a sí mismo es trabajar en lo ajeno dejando de lado lo nuestro.
Negarse a sí mismo es sacrificar las comodidades, el bienestrar, el propio trabajo que nos agrada, para hacer lo que agrada alos otros.
Negarse a sí mismo es dejar que los otros usen y abusen de nosotros sin quejarnos siquiera con el pensamiento.
Negarse a sí mismo es no dar importancia alas ofensas y calumnias -no por orgullo, despreciando- sino porqueencontramos que la ofensa y la calumnia son auxilios que vienen de afuera para hacernos mejores, tal como los golpes del cincel que hiriendo la piedra logran de ella una estatua.
Negarse a sí mismo es olvidar el cuerpo cuando el espíritu tiene que trabajar.
Negarse a sí mismo es calmar de tal modo la propia personalidad, la propia voluntad que el Cristo que habita en nuestro interior pueda manifestarse a través de nosotros
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MensajePublicado: Mar Feb 06, 2007 1:57 pm    Asunto:
Tema: Comentario al Evangelio de Hoy
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Cita:
Autor: Misael Cisneros | Fuente: Catholic.net
Las tradiciones de los fariseos
Marcos 7, 1-13. Tiempo Ordinario. Que nuestros días sean un continuo ofrecimiento a Dios de nuestras acciones.




Marcos 7, 1-13

En aquel tiempo se acercó a Jesús un grupo de fariseos con algunos letrados de Jerusalén. Y al ver que algunos de sus discípulos comían con manos impuras, es decir no lavadas, - es que los fariseos y todos los judíos no comen sin haberse lavado las manos hasta el codo, aferrados a la tradición de los antiguos, y al volver de la plaza, si no se bañan, no comen; y hay otras muchas cosas que observan por tradición, como la purificación de copas, jarros y bandejas -. Por ello, los fariseos y los escribas le preguntan: «¿Por qué tus discípulos no viven conforme a la tradición de los antepasados, sino que comen con manos impuras?». Él les dijo: «Bien profetizó Isaías de vosotros, hipócritas, según está escrito: Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí. En vano me rinden culto, ya que enseñan doctrinas que son preceptos de hombres. Dejando el precepto de Dios, os aferráis a la tradición de los hombres. Les decía también: «¡Qué bien violáis el mandamiento de Dios, para conservar vuestra tradición! Porque Moisés dijo: Honra a tu padre y a tu madre y: el que maldiga a su padre o a su madre, sea castigado con la muerte. Pero vosotros decís: Si uno dice a su padre o a su madre: "Lo que de mí podrías recibir como ayuda lo declaro Korbán - es decir: ofrenda -", ya no le dejáis hacer nada por su padre y por su madre, anulando así la Palabra de Dios por vuestra tradición que os habéis transmitido; y hacéis muchas cosas semejantes a éstas.

Reflexión

La vida podría convertirse en un cumplimiento meticuloso de la ley, normas, compromisos, como hacían los fariseos y judíos. Pero valdría preguntarse en medio de tanta exigencia personal ¿por qué? ¿Por qué tanto empeño y dedicación para ser fieles?. ¿Realmente cumplían de esa manera para agradar a Dios? Por la actitud de Jesús su fidelidad era incienso que en lugar de agradar a Dios los alababa a ellos mismos.

Sólo a Dios hay que dar culto, y el verdadero culto consiste en la caridad y amor a Dios, nos dice el Catecismo de la Iglesia Católica en el número 2095. Debe ser aquí por tanto, donde florezca la exigencia por ser fieles a los compromisos.
El santo Padre, Juan Pablo II escribió que ser cristiano no es en primer lugar cumplir una cantidad de compromisos y obligaciones sino dejarse amar por Dios.
De esta manera, hemos de buscar a Dios para que nuestra jornada no se convierta en una serie de actividades, compromisos, obligaciones sin sentido, porque se tienen que hacer, hechos en ocasiones sin saber por qué se hacen, sino que sean nuestros días un continuo ofrecimiento a Dios de nuestras acciones.




Cita:
UN TEMPLO CON ORDENADORES Y SALA DE ESTAR

Reprocha Jesús a los fariseos un pecado especialmente "sutil": tenían los hijos la obligación de socorrer con determinados bienes a sus ancianos padres. Para evadirse de este deber, algunos declaraban tales bienes bienes como ofrenda al templo, y quedaban así exentos de sus obligaciones filiales. Podrá parecerte que es un pecado "de los de antes", que difícilmente podrá encontrarse a quien adopte en nuestros días semejante actitud...

No quiero decir que haya quien eche en el cestillo de la iglesia el pan de sus hijos; la tentación de nuestros feligreses, hoy día, es más bien la contraria. Pero, para algunas personas, las "cosas de Dios" suponen una huída de las obligaciones familiares y profesionales más santas; y, en ese caso, las "cosas de Dios" se convierten, merced a una abominable profanación, en pecados contra Dios. Es necesario ir a la iglesia; en el templo nos encontramos con Jesús sacramentado, celebramos la Eucaristía, catequizamos a nuestros niños y mayores, socorremos a los necesitados... Si puedes asistir a misa diariamente, te animo con toda mi alma a hacerlo. Además de ello, necesitas dedicar todos los días un tiempo, que debe ser de soledad, a tu oración personal. Debes también formarte, y, si tienes tiempo, colaborar en la labor formativa de la Iglesia... Pero recuerda que, como laico, has sido bendecido con una vocación maravillosa: "Creced, multiplicaos, llenad la tierra y sometedla". Por eso, el verdadero templo en que realizas tu ofrenda y prolongas la Eucaristía está en la calle, en tu hogar, en tu centro de trabajo. Allí, delante del ordenador o al volante un coche; en la sala de estar o en la habitación de estudio de tus hijos; en la cocina; en el restaurante... Allí está tu altar.

Cuando un laico, con la excusa de atender a las "cosas de Dios", pasa horas y horas en la iglesia, desatendiendo a su familia o a su trabajo, lo que está haciendo en la iglesia es pecar; puede hasta parecer que ayuda... pero estorba, porque desobedece. Cuantas veces un padre o una madre de familia llegan tarde a casa, por haber estado enzarzados en reuniones maratonianas dentro de los locales parroquiales, y luego despachan lo antes posible la cena de los niños, como quien tiene prisa, se está cometiendo un pecado que hiere a los mismos ángeles. Y, como estos, otros muchos casos podría contarte.

Hoy le pediré a la Santísima Virgen que los laicos paséis el día entero delante del altar: del altar de la mesa del despacho, del altar de la cocina, del altar de la sala de cine, del altar del dormitorio matrimonial. Que pueda yo veros ante el altar en que celebro la misa, y que, después, pueda contemplar a la misma Víctima eucarística entrando en los autobuses, en los coches, en los mercados... Y llenando el mundo. Eso es Eucaristía; lo otro es "caradura".
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MensajePublicado: Mie Feb 07, 2007 2:38 pm    Asunto:
Tema: Comentario al Evangelio de Hoy
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Cita:
Día litúrgico: Miércoles V del tiempo ordinario


Texto del Evangelio (Mc 7,14-23): En aquel tiempo, Jesús llamó a la gente y les dijo: «Oídme todos y entended. Nada hay fuera del hombre que, entrando en él, pueda contaminarle; sino lo que sale del hombre, eso es lo que contamina al hombre. Quien tenga oídos para oír, que oiga».

Y cuando, apartándose de la gente, entró en casa, sus discípulos le preguntaban sobre la parábola. Él les dijo: «¿Así que también vosotros estáis sin inteligencia? ¿No comprendéis que todo lo que de fuera entra en el hombre no puede contaminarle, pues no entra en su corazón, sino en el vientre y va a parar al excusado?» —así declaraba puros todos los alimentos—. Y decía: «Lo que sale del hombre, eso es lo que contamina al hombre. Porque de dentro, del corazón de los hombres, salen las intenciones malas: fornicaciones, robos, asesinatos, adulterios, avaricias, maldades, fraude, libertinaje, envidia, injuria, insolencia, insensatez. Todas estas perversidades salen de dentro y contaminan al hombre».
Comentario: Rev. D. Norbert Estarriol i Seseras (Lleida, España)

«Nada hay fuera del hombre que, entrando en él, pueda contaminarle»

Hoy Jesús nos enseña que todo lo que Dios ha hecho es bueno. Es, más bien, nuestra intención no recta la que puede contaminar lo que hacemos. Por eso, Jesucristo dice: «Nada hay fuera del hombre que, entrando en él, pueda contaminarle; sino lo que sale del hombre, eso es lo que contamina al hombre» (Mc 7,15). La experiencia de la ofensa a Dios es una realidad. Y con facilidad el cristiano descubre esa huella profunda del mal y ve un mundo esclavizado por el pecado. La misión que Jesús nos encarga es limpiar —con ayuda de su gracia— todas las contaminaciones que las malas intenciones de los hombres han introducido en este mundo.El Señor nos pide que toda nuestra actividad humana esté bien realizada: espera que en ella pongamos intensidad, orden, ciencia, competencia, afán de perfección, no buscando otra mira sino restaurar el plan creador de Dios, que todo lo hizo bueno para provecho del hombre: «Pureza de intención. —La tendrás, si, siempre y en todo, sólo buscas agradar a Dios» (San Josemaría).

Sólo nuestra voluntad puede estropear el plan divino y hace falta vigilar para que no sea así. Muchas veces se meten la vanidad, el amor propio, los desánimos por falta de fe, la impaciencia por no conseguir los resultados esperados
, etc. Por eso, nos advertía san Gregorio Magno: «No nos seduzca ninguna prosperidad halagüeña, porque es un viajero necio el que se para en el camino a contemplar los paisajes amenos y se olvida del punto al que se dirige».Convendrá, por tanto, estar atentos en el ofrecimiento de obras, mantener la presencia de Dios y considerar frecuentemente la filiación divina, de manera que todo nuestro día —con oración y trabajo— tome su fuerza y empiece en el Señor, y que todo lo que hemos comenzado por Él llegue a su fin.

Podemos hacer grandes cosas si nos damos cuenta de que cada uno de nuestros actos humanos es corredentor cuando está unido a los actos de Cristo.

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Cita:

Miércoles 7 de febrero de 2007
Gastón, Romualdo
Mc 7,14-23: Lo que hace impuro al ser humano


En este pasaje, Jesús explica a sus oyentes el asunto de frecuente discusión con los escribas en torno a lo puro e impuro: lo importante no son las apariencias, los comportamientos exteriores, sino lo que se encierra dentro del corazón humano. Cuando lo que está adentro sale, puede causar severos daños a los demás. Porque es en el corazón (centro de la persona humana para la mentalidad bíblica), donde residen la maldad, la injusticia, la corrupción y la violencia. Cuando damos rienda suelta a estos sentimientos podemos hacer mucho daño a quienes se encuentran a nuestro alrededor. En muchas ocasiones la práctica religiosa se limita al cumplimiento estricto de ritos y ceremonias, aunque las relaciones con las demás personas de la familia, del grupo o de la comunidad estén averiadas. Hemos colocado un muro infranqueable entre la vida cotidiana y la celebración de la fe. Parece que la una nada tuviera que ver con la otra. Por eso, lo que hay que limpiar, purificar, es la conciencia; no tanto las manos o el cuerpo. Lo que hay que purificar continuamente son nuestras actitudes negativas y agresivas. ¿Cómo andan tu interior, tu conciencia, tu corazón, tus relaciones con los demás?


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