Anécdotas, pensamientos y testimonios

[A. Ma. Betania]

Si alguien gusta compratir un testimonio, una anécdota o un pensamiento, me gustaria que lo compartan.
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[A. Ma. Betania]

Bueno, les comienzo a contar algo que me pasó. ¡Bendito sea el Señor de que con ello aprendí mucho a dar sin que me fije cuánto doy!.

Pues una ocasión fuí al zócalo con mi hermana. Comimos golosinas y nos dimos una vuelta. El caso es que afuera de la puerta principal de la Catedral, se ponen muchos pobres a pedir dinero. Ahí, en ese lugar casi siempre se pone una viejecita muy pobre... que incluso no tiene zapatos.

Entonces despues de comprar a mi hermana y a mí un elote enchilado, y despues de que lo saborié con gusto, decidímos irnos, y me topé con la viejecita, y ví que me estiró la mano (para que yo le diera una moneda). Dí unos 20 pasos adelante y me remordió un poco la conciencia, me acordé mucho de lo que dijo el Señor: "tuve hambre y no me diste de comer"...

Pero yo ¡¡¡tan coda!!! con tal de no darle la moneda de $10.00 ... le dije a mi hermana: "le voy a dar a ésta persona que me pidió, pero tengo una moneda de $10.00. Vamos a esa máquina de refrescos, compraré uno... me quedarán $5.00 y le daremos los $5.00 a la viejecita"... y les puedo confesar de que ni sed teníamos como para comprar el dichoso refresco!!.

El caso es que metí la moneda de $10.00 a la máquina, pulsé el botón del sabor del refresco... pero la máquina se tragó la moneda.

Así que hice un coraje!!!... que me dije: "ésto me pasa por no hacer lo que el Señor me dijo".

Entonces tomé otra moneda de $10.00 y ésta se la di a la viejecita. ¡¡Pero ya habia perdido $10.00 cuando se lo tragó la máquina!!!.

Dióme un remordimiento... que después mi hermana soltó la carcajada y me dijo: "eso te pasa por coda". Y le dije: "Si ¿ya ves? eso me pasa por estarme fijando en lo que doy ".

De ésto, hermanos aprendí lo que el sacerdote hablabla en la lectura de ayer domingo 04 de noviembre: "Cuando des, da con amor".

Todo hay que darlo con amor... eso he aprendido en aquella ocasión. No tanto por lo que se da... si $10.00, $20.00.. o $1.00.. sino que la abundancia está en el amor. Dar con amor es mejor que dar por dar.

Sin embargo, hermanos... he aprendido mucho de aquella ocasión. No es tanto lo que dé... en serio, que ojalá y hubiera recapacitado y hubiera dado con amor... que me hubiera acordado de primero es amar al prójimo. Porque aquel que ama, da incondicionalmente... y no te fijas de lo que das.


PAz y bien.
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[A. Ma. Betania]

y lo peor fue que me sucedió frente a la catedral
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[A. Ma. Betania]

[bella flor]

Un día yo perdí un anillo de plata,que es el rosario vasco.
Se me cayó y era imposible recuperarlo.
Amo a ese anillo porque me lo regaló mi madre poco antes de morir..
Entonces,entre lágrimas le rogué a Dios que pudiera recuperarlo;
no quería comprar otro,quería ese,el que me dio mi madre..
Sabía que era imposible recuperar el perdido,pero también sabía que para Dios nada es imposible y que..
"si tienes fe,dile a esa montaña que se mueva y se moverá.."
Y así, con esa fe, pedí algo imposible..
Me dormí tranquila sabiendo, aunque no entendía cómo, que Dios me ayudaría a recuperar el anillo.
Al día siguiente,al despertarme, ese anillo estaba a mi lado sobre la almohada .. .y ahora lo tengo en mi dedo.
Bendiciones
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Jesús,en vos confío.

[A. Ma. Betania]

[Marisolilla Mor]

[David Quiroa]

Vivo en una zona relativamente pobre, donde no es extraño encontrarse con personas sin hogar durmiendo en las aceras, aunque tampoco es tan común como que haya uno en cada puerta.

Una noche, uno de estos se quedó en mi puerta, para mi disgusto. Nada hace perder más el valor de la propiedad que un vagabundo en la entrada.

Me costó mucho dormir esa noche, pensando en cómo iba a hacer para lograr que el individuo este escogiera otro portal para su residencia. Consideré llamar a la policía, mojar la acera con una manguera, rogarle, amenazarlo... nada me convencía.

A la mañana siguiente, muy temprano, tome la decisión. Preparé la mejor comida caliente que pude y la puse cuidadosamente en un paquete envuelto en papel de aluminio, al estilo de los restaurantes. Añadí un refresco y un paquete con ropa, desde el suéter hasta la ropa interior (el tipo era de mi talla), un par de zapatos, de los que todavía estaban buenos y un billete de baja denominación que metí discretamente en el bolsillo del pantalón.

Salí a la puerta pensando: "Ya me fregué. A partir de hoy, fila en mi casa de vagabundos pidiendo comida y ropa". El hombre apenas estaba despertando. Sólo atiné a decirle: "Esto es para usted" y me fui a trabajar.

Al medio día volví y sólo encontré tirado en la calle el mugriento pantalón del hombre, mudo testigo que el pobre tuvo que cambiarse ropa a plena luz del día.

Desde entonces (hace cinco años ya) no ha vuelto a dormir nadie en mi puerta.