toto_Gabi Esporádico
Registrado: 25 Jul 2006 Mensajes: 98
|
Publicado:
Jue Nov 23, 2006 1:25 pm Asunto:
Oratio ad Sanctum Michael
Tema: Oratio ad Sanctum Michael |
|
|
Sancte Michael Archangele, defende nos in proelio; contra nequitiam et insidias diaboli esto praesidium. Imperet illi Deus, supplices deprecamur: tuque, Princeps militiae caelestis, Satanam aliosque spiritus malignos, qui ad perditionem animarum pervagantur in mundo, divina virtute in infernum detrude. Amen.
Oración a San Miguel
San Miguel Arcángel, defiéndenos en la batalla. Sé nuestro amparo contra la perversidad y asechanzas del demonio. Reprímale Dios, pedimos suplicantes, y tú Príncipe de la milicia celestial, arroja al infierno con el divino poder a Satanás y a los otros espíritus malignos que andan dispersos por el mundo para la perdición de las almas. Amén.
La oración del Papa León XIII
El 13 de octubre de 1884, el Papa León XIII experimentó una visión horrible. Después de celebrar la Eucaristía, estaba hablando con sus cardenales en la capilla privada del Vaticano cuando de pronto se detuvo al pie del altar y quedó sumido en una realidad que sólo él veía. Su rostro mostraba una expresión de horror y de impacto y se fue palideciendo: había visto algo muy duro! De repente se incorporó y se retiró a su estudio privado.
Lo siguieron y le preguntaron: ¿qué le sucede su Santidad? ¿Se siente mal?
El respondió: «¡Oh, qué imágenes tan terribles he visto y escuchado!» y se encerró en su oficina.
Luego comentó: «Vi demonios y oí sus crujidos, sus blasfemias, sus burlas. Oí la espeluznante voz de Satanás desafiando a Dios, diciendo que él podía destruir la Iglesia y llevar a todo el mundo al infierno si se le daba suficiente tiempo y poder. Satanás le pidió permiso a Dios de tener 100 años para influenciar al mundo como nunca antes había podido hacerlo». León XIII pudo ver también a San Miguel Arcángel aparecer y lanzar a Satanás con su legiones en el abismo del infierno.
Después de media hora, llamó al Secretario para la Congregación de Ritos y le entregó una oración (que se reproduce a continuación) para que se enviara a todos los obispos del mundo, indicando que bajo mandato debía ser recitada después de cada misa.
Esta práctica fue obligatoria hasta el Concilio Vaticano II. |
|