CÓMO MANEJAR LOS BERRINCHES EN LOS NIÑOS

[marina]

Entre los dos y los cinco años, los niños no han aprendido las palabras con las cuales pedir lo que necesitan, por ello, sus palabras implican exigencias, y si no se obtiene resultado inmediato hará, inevitablemente, un berrinche. A menudo éste responde a la fatiga, la enfermedad, la sobreestimulación y otras tensiones, sin embargo, a los niños que se les consienten los berrinches tienen más posibilidades de padecer problemas emocionales de adultos, pueden convertirse en personas egoístas y narcisistas. Los padres quienes ante la rabieta ceden y luego responden con sentimientos de culpa, charlas o sarcasmos no solucionan el problema sino que contribuyen a formar adultos ‘berrinchudos,’ sino que se obsesionan con la culpa.”

un berrinche también puede ser aprendido. Si papá o mamá no tiene buen nivel de tolerancia a la frustración, o es explosivo, los niños los son por imitación.

§ No haga caso del berrinche, eso permite al niño tomarse un respiro y calmarse, es recomendable hacer algo que le distraiga.
§ Ponga límite de tiempo para no hacer un caos del berrinche, unos 5 ó 10 minutos para que el niño se calme. Una vez consumido el tiempo ponga límites claros para que su hijo corte el berrinche: puede decirle con voz firme y sin gritar “cuando cuente hasta (el número que crea conveniente) quiero que te controles”.

Si el niño se daña a sí mismo o a otros:

§ Abrazarlo con fuerza para inmovilizarlo y decirle con energía que detenga el berrinche.
§ Cuente hasta el número que quiera.
§ Si sigue con el berrinche llévelo a un lugar seguro y aislado donde no pueda hacer o hacerse daño.
§ No hable con su niño mientras se resiste, tranquilícelo delicadamente pero con firmeza, luego déjelo.

Cabe señalar que independientemente de cómo manejar las rabietas, es importante que en la enseñanza se establezcan límites y reglas, pues son la mejor manera de prevenir rabietas.

conocer los límites que se definirán; si son adecuados le servirán al pequeño para crecer sanamente.

ü Aplicar los límites con sensatez pero con firmeza: el ser prudente al establecer límites no quiere decir que no se haga valer la autoridad sin rebasar el límite del autoritarismo.
ü Fijar reglas a seguir: éstas ayudan a relacionarse con los demás, sientan las bases para la toma de decisiones y proporcionan un modelo de comportamiento.
ü Establecer las consecuencias lógicas de sus acciones, haciéndole saber al hijo la responsabilidad y los efectos, tanto para él como para los demás, y cómo se puede solucionar.
ü Mantenerse firme y constante en la decisión y no permitir que los hijos/as se "salgan con la suya"; una vez tomada la decisión de prohibir algo se debe llegar hasta el fin, por muy exhausto que se esté.
ü Evitar contradecir la orden del padre o la madre: cuando uno autoriza y el otro desautoriza se tambalea la confianza del niño hacia ellos; además, los desacuerdos ocasionan que el menor manipule a sus padres.
ü Evitar la obediencia ciega sin el verdadero convencimiento.
ü Ser coherentes entre lo que se hace y lo que se dice: principios y valores han de ser siempre defendidos y, por lo mismo, actuar en conformidad con ellos, es decir, ser coherente entre lo que se hace y lo que se dice, sin que haya dobles mensajes: “debes hacer y pensar esto”, mientras que los padres hacen lo contrario.