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El Proyecto de Dios

 
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Autor Mensaje
CarlosR26†
Veterano


Registrado: 01 Oct 2005
Mensajes: 3941
Ubicación: MEXICO, Jal.

MensajePublicado: Vie Dic 02, 2005 9:38 pm    Asunto: El Proyecto de Dios
Tema: El Proyecto de Dios
Responder citando

I. Cuando el hombre debe pasar de su proyecto...
al Proyecto de Dios


«¡Sumo, glorioso Dios!, ilumina las tinieblas de mi corazón y dame fe recta, esperanza cierta y caridad perfecta, sentido y conocimiento, Señor, para que cumpla tu santo y verdadero mandamiento» (OrSD).

Francisco de Asís es, en primer lugar, un itinerario viviente, dinámico: el itinerario de la Fe. Su aventura humana y espiritual es la de un creyente que, súbitamente, toma en serio su Fe. Pasar de una religión, tan bien «asimilada» y «aseptizada» que ya no molesta a nadie, al riesgo de la Fe, no es algo trivial. Esto es lo que le aconteció a Francisco.

¡Tiene 25 años! Rico, hábil en los negocios, de compañía y conversación agradables, posee todo lo necesario para seducir, triunfar y deslumbrar. Y no se priva de ello. Fácilmente excéntrico, le gusta hacerse notar. Ambicioso, sueña con asir la vida a manos llenas. Los honores militares, la gloria y la celebridad asedian su mente.

Pero el ensueño de Dios sobre el hombre es aún mayor. Algunos fracasos, un año de cárcel, un año de enfermedad le golpean duramente. Su descompás choca con la realidad. Sus sueños se cuartean. ¿Tras qué corro? Un gran vacío se apodera de él. Tiene sed de otra cosa. Pero, ¿de qué? ¡La Fe es, en primer lugar, una pregunta! El Espíritu lo deja insatisfecho de sí mismo. La carrera militar y el negocio pierden atractivo. Toma distancias. Su ambición se interioriza. Y empieza el combate de la Fe, que le marcará de por vida. «Lleno de un nuevo y singular espíritu, oraba en lo íntimo a su Padre... Sostenía en su alma tremenda lucha... uno tras otro se sucedían en su mente los más varios pensamientos» (1 Cel 6).

¡Pasar de las ambiciones personales al Proyecto de Dios... no es cosa fácil! Presiente un nuevo camino de libertad, una nueva dirección capaz de saciar su hambre de vida..., pero el hombre teme siempre perder sus «proyectos» inmediatos para entrar en el futuro de Dios. Francisco descubre que la Fe es una tenue luz en la noche. Va a penetrar en la Fe como se cava un pozo en el desierto, como se trabaja un campo a la búsqueda de un tesoro. Nunca olvidará esa primera etapa en la que descubrió que la aventura evangélica empieza siempre con un desgarro. ¿Cómo acoger la gratuidad de los dones del Señor sin dejar que nuestras pseudo-riquezas resbalen de nuestras pobres manos? Estos primeros años serán decisivos para el futuro del Pobrecillo. El Evangelio le ha hecho daño, como el bisturí del cirujano. ¡La tranquila homilía dominical que acunaba el semisueño de la asamblea, se ha convertido en un Evangelio peligroso! Y, sin embargo, la Fe es precisamente lo contrario del miedo. Tener la valentía de arriesgarlo todo. Renunciar al deseo de adueñarse de la propia vida, de sus dones y sus bienes, renunciar a guiar la propia vida uno solo, a fin de abandonarse al querer de Dios, entrar en su Proyecto de amor para con nosotros..., eso es el misterio de la Fe. Francisco ilustra esa apuesta de la Fe. Si se olvida este fundamento inicial, no se puede comprender nada en su vida. Su conversión es el deseo del hombre que se abre al deseo de Dios. «Ninguna otra cosa, pues, deseemos, ninguna otra cosa queramos, ninguna otra cosa nos agrade y deleite, sino nuestro Creador, y Redentor, y Salvador, solo verdadero Dios, que es bien pleno, todo bien, bien total, verdadero y sumo bien... Nada, pues, impida, nada separe, nada adultere; nosotros todos, dondequiera, en todo lugar, a toda hora y en todo tiempo, todos los días y continuamente, creamos verdadera y humildemente y tengamos en el corazón y amenos... al altísimo y sumo Dios eterno... sobre todas las cosas deseable» (1 R 23,9-10).

Dios no tiene ya un espacio «reservado» en un culto semanal. Ha invadido todo el espacio y todo el tiempo de un hombre. Eso es creer. Francisco hablará una y otra vez de esta convicción: mantener la Fe. Buscar a Dios en todas partes y siempre. Pues sabe por experiencia que todo, en nosotros y a nuestro alrededor, obstaculiza generosamente la presencia de Dios. Creer es franquear muchas barreras, muchas pantallas, para atreverse a poner ese acto de confianza que nos abre sin condiciones a una llamada venida de fuera. Al término de este trayecto de obstáculos, Francisco está presto. Puede de verdad exclamar: «De aquí en adelante puedo decir con absoluta confianza: Padre nuestro, que estás en los cielos, en quien he depositado todo mi tesoro y toda la seguridad de mi esperanza» (LM 2,4; en la traducción francesa: «pues a Él he confiado mi tesoro y dado mi Fe-mi palabra»).

Desapropiado de cualquier proyecto humano predeterminado, liberado de todo tipo de seguridad material, en lo sucesivo estará disponible en las manos del Padre. La radicalidad evangélica de su vida es ese apostar por la paternidad de Dios. Eso es la Fe. Repetirá con frecuencia a sus hermanos que se comprometerán en el mismo camino: «Después que hemos abandonado el mundo, ninguna otra cosa hemos de hacer sino seguir la voluntad del Señor y agradarle... Por eso, pues, todos los hermanos estemos muy vigilantes, no sea que, so pretexto de alguna merced, o quehacer, o favor, perdamos o apartemos del Señor nuestra mente y corazón. Antes bien, en la santa caridad que es Dios, ruego a todos los hermanos, tanto a los ministros como a los otros, que, removido todo impedimento y pospuesta toda preocupación y solicitud, como mejor puedan, sirvan, amen, honren y adoren al Señor Dios, y háganlo con limpio corazón y mente pura, que es lo que Él busca por encima de todo; y hagamos siempre en ellos habitación y morada... Y adorémosle con puro corazón» (1 R 22, 9. 25-29).

He aquí el centro de la espiritualidad de Francisco. La Fe vigilante. La disponibilidad interior al Espíritu del Señor. La subordinación de todo el obrar humano a la acogida de esta presencia activa. Escuchar a Dios. Buscar a Dios. Dejarse amar y moldear por Dios. Dejarse guiar por su Santa Voluntad. Ese es el proyecto evangélico de Francisco, que él legará a sus hermanos. Semejante actitud se basa en la Fe. Lo cual supone que el hombre cree que Dios es Bueno, que su proyecto sobre el hombre es bueno y que su amor no aliena al hombre sino lo libera.


LA ESPIRITUALIDAD DE FRANCISCO DE ASÍS
Algunas características fundamentales
por Michel Hubaut, o.f.m.
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Amar es decir al otro: "Tu no moriras"
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