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El Papa defiende a la familia

 
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Autor Mensaje
Albert
+ Moderador
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Registrado: 03 Oct 2005
Mensajes: 27940
Ubicación: Puerto Rico

MensajePublicado: Dom Oct 08, 2006 5:25 pm    Asunto: El Papa defiende a la familia
Tema: El Papa defiende a la familia
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Herman@s:

¡Paz y bien!

Les comparto este artículo, que es muy pertinente con este foro. Dios les bendiga

CIUDAD DEL VATICANO (AP) - El papa Benedicto XVI defendió el domingo el matrimonio cristiano y los valores de la familia tradicional, pidiendo a las parejas que resistan las modernas corrientes culturales inspiradas sólo por la búsqueda de la felicidad y el placer.



"Ojalá que las parejas cristianas construyan una familia que esté abierta a la vida y sea capaz de lidiar, de manera unida, con los muchos y complejos desafíos de nuestra época", dijo el pontífice al formular su tradicional bendición dominical desde la ventana que domina la Plaza de San Pedro.

"Existe la necesidad de familias que no se dejen arrastrar por modernas corrientes culturales inspiradas en el hedonismo y en el relativismo", añadió el pontífice.

"Ojalá que también los jóvenes descubran el valor de tal compromiso", señaló Benedicto XVI. "Y también espero, para bien de todos, que aquellos responsables por la vida pública respalden la institución (del matrimonio), que es de fundamental importancia para la sociedad".

La Iglesia Católica se opone al divorcio y a otros desafíos a su doctrina que se han hecho muy comunes en Europa y en otras partes.

El Vaticano también ha criticado movimientos en Italia y en otros países que exigen derechos legales para parejas no casadas, considerándolos un ataque contra la familia tradicional.

Gran Bretaña y otras naciones europeas han dado a esas parejas el derecho a obtener los mismos derechos en materia impositiva y de jubilación que las parejas casadas. Y en años recientes, Holanda, Bélgica, España y Canadá han legalizado el matrimonio de personas del mismo sexo, algo a lo que se opone la Iglesia.

El Papa citó en su discurso palabras de Jesús al decir que las parejas casadas son "dos en una sola carne".

"La verdad acerca del matrimonio data del comienzo de la creación, cuando Dios ... creó al hombre y a la mujer", indicó el pontífice.
_________________

Transfíge, dulcíssime Dómine Jesu
Albert González Villanueva, OFS
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P. Fernando
Constante


Registrado: 07 Mar 2006
Mensajes: 638

MensajePublicado: Lun Oct 09, 2006 1:33 pm    Asunto:
Tema: El Papa defiende a la familia
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Gracias, Albert, por la idea.
Pongo el texto completo del Papa, pues como ya sabemos las agencias informativas no permiten captar toda la belleza de los discursos papales al cortarlos y contextualizarlos según los puntos de vista de personas no siempre muy competentes y, a veces, con el deseo de manipular (como ocurrió con el discurso famoso en Alemania sobre la fe y la razón).
Que Dios le bendiga mucho.
Cita:
Benedicto XVI: Los esposos cristianos, «“misioneros” del amor y de la vida»

Palabras al rezar la oración mariana del Ángelus

CIUDAD DEL VATICANO, domingo, 8 octubre 2006 (ZENIT.org).- Publicamos las palabras que pronunció Benedicto XVI este domingo a mediodía al rezar la oración mariana del Ángelus desde la ventana de su estudio junto a varios miles de peregrinos congregados en la plaza de San Pedro del Vaticano.



* * *



Queridos hermanos y hermanas:

En este domingo, el Evangelio nos presenta las palabras de Jesús sobre el matrimonio. A quien le preguntaba si es lícito al marido repudiar a su mujer, como estaba previsto por un precepto de la ley mosaica (Cf. Deutoronomio 24, 1), respondió que se trataba de una concesión de Moisés a causa de la «dureza del corazón», mientras que la verdad sobre el matrimonio se remontaba «al comienzo de la creación», cuando, como está escrito en el Génesis, Dios «los hizo varón y hembra. Por eso dejará el hombre a su padre y a su madre y los dos se harán una sola carne» (Marcos 10, 6-7; Cf. Génesis 1, 27; 2,24). Y Jesús añadió: «De manera que ya no son dos, sino una sola carne. Pues bien, lo que Dios unió, no lo separe el hombre» (Marcos 10, 8-9). Este es el proyecto originario de Dios, como ha recordado también el Concilio Vaticano II en la constitución «Gaudium et spes»: «Fundada por el Creador y en posesión de sus propias leyes, la íntima comunidad conyugal de vida y amor se establece sobre la alianza de los cónyuges… Pues es el mismo Dios el autor del matrimonio» (n. 48).

Mi pensamiento se dirige a todos los esposos cristianos: doy las gracias con ellos al Señor por el don del Sacramento del matrimonio, y les exhorto a mantenerse fieles a su vocación en cada una de las estaciones de la vida, «en la alegría y en el dolor, en la salud y en la enfermedad», como prometieron en el rito sacramental. Que los esposos cristianos, conscientes de la gracia recibida, construyan una familia abierta a la vida y capaz de afrontar unida los numerosos y complicados desafíos de nuestro tiempo. Hoy particularmente es necesario su testimonio. Hacen falta familias que no se dejen arrastrar por las modernas corrientes culturales inspiradas en el hedonismo y en el relativismo, y que estén dispuestas a realizar con generosa dedicación a su misión en la Iglesia y en la sociedad.

En la exhortación apostólica «Familiaris consortio», el siervo de Dios Juan Pablo II escribió que el sacramento del matrimonio «constituye a los cónyuges y padres cristianos en testigos de Cristo “hasta los últimos confines de la tierra”, como auténticos “misioneros” del amor y de la vida» (Cf. número 54). Esta misión se orienta tanto hacia la vida interna de la familia --especialmente en el servicio recíproco y en la educación de los hijos-- como hacia el exterior: la comunidad doméstica, de hecho, está llamada a ser signo del amor de Dios hacia todos. La familia sólo puede cumplir esta misión si está apoyada por la gracia divina. Por este motivo, es necesario rezar sin cansarse nunca y perseverar en el esfuerzo cotidiano por mantener los compromisos asumidos en el día del matrimonio.

Invoco la maternal protección de la Virgen y de su esposo José sobre todas las familias, especialmente, sobre aquellas que atraviesan dificultades. ¡María, Reina de la familia, reza por nosotros!

[Traducción del original italiano realizada por Zenit. Al final del Angelus, el Santo Padre saludó a los peregrinos en varios idiomas. En español, dijo:]

Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española, especialmente a los feligreses de la Basílica de Nuestra Señora de las Angustias, de Granada. Reitero la invitación a rezar el Santo Rosario también en familia, para que la intercesión maternal de la Virgen María ayude a los esposos a vivir fielmente su compromiso matrimonial y a fortalecer la unidad en todos los hogares. ¡Feliz domingo!

[© Copyright 2006 - Libreria Editrice Vaticana]
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P. Fernando
Constante


Registrado: 07 Mar 2006
Mensajes: 638

MensajePublicado: Sab Ene 06, 2007 7:16 am    Asunto:
Tema: El Papa defiende a la familia
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¡Un saludo en el Señor y feliz año nuevo!

El Papa, el 22 de diciembre de 2006, volvió a recordar su viaje a Valencia y el valor de la familia. Quería copiar sus palabras pues están llenas de riqueza.

Que Dios bendiga mucho a todas las familias del mundo.

http://www.vatican.va/holy_father/benedict_xvi/speeches/2006/december/documents/hf_ben_xvi_spe_20061222_curia-romana_sp.html

Cita:
El viaje a España, a Valencia, se centró en el tema del matrimonio y de la familia. Fue hermoso escuchar, ante la asamblea de personas de todos los continentes, el testimonio de cónyuges que, bendecidos con muchos hijos, se presentaron delante de nosotros y hablaron de sus respectivos caminos en el sacramento del matrimonio y en sus familias numerosas. No ocultaron que han tenido también días difíciles, que han pasado tiempos de crisis. Pero precisamente en el esfuerzo por soportarse mutuamente día tras día, precisamente al aceptarse siempre en el crisol de los afanes cotidianos, viviendo y sufriendo a fondo el "sí" inicial, precisamente en este camino del "perderse" evangélico habían madurado, se habían encontrado a sí mismos y habían llegado a ser felices. El sí que se habían dado recíprocamente, con la paciencia del camino y con la fuerza del sacramento con que Cristo los había unido, se había transformado en un gran "sí" ante sí mismos, ante los hijos, ante el Dios creador y ante el Redentor Jesucristo.

Así, del testimonio de estas familias nos llegaba una ola de alegría, no de una alegría superficial y mezquina, que desaparece en seguida, sino de una alegría madurada incluso en el sufrimiento, de una alegría muy profunda que realmente redime al hombre. Ante estas familias con sus hijos, ante estas familias en las que las generaciones se dan la mano y en las que el futuro está presente, el problema de Europa, que aparentemente casi ya no quiere tener hijos, me penetró en el alma.

Para un extraño, esta Europa parece cansada; más aún, da la impresión de querer despedirse de la historia. ¿Por qué están así las cosas? Esta es la gran pregunta. Seguramente las respuestas son muy complejas. Antes de buscar esas respuestas es necesario dar las gracias a los numerosos cónyuges que también hoy, en nuestra Europa, dicen "sí" al hijo y aceptan las molestias que esto conlleva: los problemas sociales y económicos, así como las preocupaciones y los trabajos de cada día; la entrega necesaria para abrir a los hijos el camino hacia el futuro.

Aludiendo a estas dificultades tal vez se aclaran un poco las razones por las cuales a muchos les parece demasiado grande el riesgo de tener hijos. El niño necesita atención amorosa. Eso significa que debemos darle algo de nuestro tiempo, del tiempo de nuestra vida. Pero precisamente esta "materia prima" esencial de la vida —el tiempo— parece escasear cada vez más. El tiempo de que disponemos apenas basta para nuestra propia vida: ¿cómo podríamos cederlo, darlo a otro? Tener tiempo y dar tiempo es para nosotros un modo muy concreto de aprender a entregarnos nosotros mismos, de perdernos para encontrarnos.

A este problema se añade el cálculo difícil: ¿qué normas debemos imponer al niño para que siga el camino recto? Y, al hacerlo, ¿cómo debemos respetar su libertad? El problema se ha vuelto tan difícil, entre otras causas, porque ya no estamos seguros de las normas que conviene transmitir; porque ya no sabemos cuál es el uso correcto de la libertad, cuál es el modo correcto de vivir, qué cosas son un deber moral y, al contrario, qué cosas son inaceptables. El espíritu moderno ha perdido la orientación, y esta falta de orientación nos impide ser para los demás señales que indiquen el camino recto.

Pero el problema es aún más profundo. El hombre de hoy siente gran incertidumbre con respecto a su futuro. ¿Se puede enviar a alguien a ese futuro incierto? En definitiva, ¿es algo bueno ser hombre? Tal vez esta profunda incertidumbre acerca del hombre mismo —juntamente con el deseo de tener la vida totalmente para sí mismos— es la razón más profunda por la que el riesgo de tener hijos se presenta a muchos como algo prácticamente insostenible.

De hecho, sólo podemos transmitir la vida de modo responsable si somos capaces de transmitir algo más que la simple vida biológica, es decir, un sentido que sostenga también en las crisis de la historia futura y una certeza en la esperanza que sea más fuerte que las nubes que ensombrecen el porvenir. Si no aprendemos nuevamente los fundamentos de la vida, si no descubrimos de nuevo la certeza de la fe, cada vez nos resultará menos posible comunicar a otros el don de la vida y la tarea de un futuro desconocido.

Por último, también está unido a lo anterior el problema de las decisiones definitivas: ¿el hombre puede vincularse para siempre?, ¿puede decir un "sí" para toda la vida"? Sí puede. Ha sido creado para esto. Precisamente así se realiza la libertad del hombre y así se crea también el ámbito sagrado del matrimonio, que se ensancha al convertirse en familia y construye futuro.

Al llegar a este punto, no puedo ocultar mi preocupación por las leyes de parejas de hecho. Muchas de estas parejas han elegido este camino porque, al menos por el momento, no se sienten capaces de aceptar la convivencia jurídicamente ordenada y vinculante del matrimonio. De este modo, prefieren quedarse simplemente en el estado de hecho. Cuando se crean nuevas formas jurídicas que relativizan el matrimonio, la renuncia a un vínculo definitivo obtiene también, por decirlo así, un sello jurídico. En este caso, a quien ya tiene dificultad, le resulta aún más difícil decidirse.

Además, para la otra forma de parejas, se añade la relativización de la diferencia de sexos. Así, la unión de un hombre y una mujer resulta igual que la de dos personas del mismo sexo. De este modo se confirman tácitamente las funestas teorías que quitan toda importancia a la masculinidad y a la feminidad de la persona humana, como si se tratara de un hecho puramente biológico; teorías según las cuales el hombre —es decir, su intelecto y su voluntad— decidiría autónomamente qué es o no es.

En esto se produce una depreciación de la corporeidad, de la cual se sigue que el hombre, al querer emanciparse de su cuerpo —de la "esfera biológica"— acaba por destruirse a sí mismo. Si nos dicen que la Iglesia no debería entrometerse en estos asuntos, entonces podemos limitarnos a responder: ¿Es que el hombre no nos interesa? Los creyentes, en virtud de la gran cultura de su fe, ¿no tienen acaso el derecho de pronunciarse en todo esto? ¿No tienen —no tenemos— más bien el deber de alzar la voz para defender al hombre, a la criatura que precisamente en la unidad inseparable de cuerpo y alma es imagen de Dios?

El viaje a Valencia se convirtió para mí en un viaje a la búsqueda de lo que significa ser hombre.

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