Maellus haereticorum Veterano
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Publicado:
Mie Nov 30, 2005 3:49 am Asunto:
Tema: Padre March ¿Es Poderoso el nombre de JESÚS, Dios? |
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Primavera:
En primer lugar, quiero disculparme por responder, ya que te interesa la opinión del P. March, no la mía.
Sin embargo, tengo que ceder al sentimiento que me infunde el Santo Nombre de Jesús y comentar lo siguiente.
¿Es Poderoso el Nombre de Jesús?...¡Si es el Nombre más bello, fuente de nuestro bien y salud!!
Lucas 2, 21: “Cuando se hubieron cumplido los ocho días para circuncidar al Niño, le dieron el nombre de Jesús, impuesto por el ángel antes de ser concebido en el seno”.
"Dios le ensalzó y le dio un nombre que está por encima de todo nombre, para que ante el nombre de Jesús toda rodilla se doblegue, de los que moran en los cielos, en la tierra y en los infiernos" . Eso dice la Biblia acerca del nombre de Jesús. Es, efectivamente el nombre con mayor peso específico. Procede del hebreo Yehosuá, que significa "Salvador".
Es el nombre que le pusieron en la ceremonia de la circuncisión. Un nombre, ciertamente, al que es difícil añadirle más belleza y grandeza.
El nombre Jesús es la forma latina del griego Iesous, que a su vez es la transliteración del hebreo Jeshua, o Joshua, o también Jehoshua, que significa “Yahveh es salvación”. Si bien el nombre aparece frecuentemente en el Antiguo Testamento, no fue usado por ninguna persona destacada entre el tiempo de Josué, hijo de Nun y Josué, sumo sacerdote en tiempos de Zorobabel. También fue el nombre del autor del Eclesiástico de uno de los ancestros de Cristo mencionados en Su genealogía, encontrada en el Tercer Evangelio (Lucas, 3, 29), y uno de los compañeros de San Pablo (Col., 4, 11). Durante el período helénico, Jasón, nombre puramente griego y análogo de Jesús, parece haber sido adoptado por muchos (I Mac., 8, 17; 12, 16; 14, 22; II Mac., 1, 7; 2, 24; 4, 7 26; 5, 5 10; Hch., 17i, 5 9; Rom., 16, 21).
El nombre griego está relacionado con el verbo iasthai, sanar; no sorprende, por lo tanto, que algunos de los Padres Griegos hayan asociado la palabra Jesús con la misma raíz (Euseb., "Dem. Ev.", IV; cf. Hch., ix, 34; x., 38).
Si bien en el tiempo de Cristo el nombre Jesús parece haber sido bastante común (Jos., "Ant.", XV, ix, 2; XVII, xiii, 1; XX, ix, 1; "Bel. Jud.", III, ix, 7; IV, iii, 9; VI, v, 5; "Vit.", 22) fue impuesto a Nuestro Señor por orden expresa de Dios (Lc., 1, 31; Mat., 1, 21), como señal de que el Niño estaba destinado a “salvar a su pueblo del pecado.”
Honramos el Nombre de Jesús no porque creamos que existe un poder intrínseco escondido en las letras que lo componen, sino porque el nombre de Jesús nos recuerda todas las bendiciones que recibimos a través de Nuestro Santo Redentor. Para agradecer estas bendiciones reverenciamos su Santo Nombre, así como honramos la Pasión de Cristo honrando Su Cruz (Colvenerius, "De festo SS. Nominis", ix). Descubrimos nuestras cabezas y doblamos nuestras rodillas ante el Santísimo Nombre de Jesús; Él da sentido a todos nuestros afanes, como indicaba el emperador Justiniano en su libro de leyes: "En el Nombre de Nuestro Señor Jesús empezamos todas nuestras deliberaciones". El Nombre de Jesús, invocado con confianza:
- Brinda ayuda a necesidades corporales, según la promesa de Cristo: "En mi nombre expulsarán demonios, hablarán en lenguas nuevas, agarrarán serpientes en sus manos y aunque beban veneno no les hará daño; impondrán las manos sobre los enfermos y se pondrán bien" (Marcos 16, 17-18). En el Nombre de Jesús los Apóstoles dieron fuerza a los lisiados (Hechos 3, 6; 9, 34) y vida a los muertos (Hechos 9, 40).
- Da consuelo en las aflicciones espirituales. El Nombre de Jesús le recuerda al pecador al padre del Hijo Pródigo y del Buen Samaritano; le recuerda al justo el sufrimiento y la muerte del inocente Cordero de Dios.
- Nos protege de Satanás y sus engaños, ya que el Demonio teme el Nombre de Jesús, Quien lo ha vencido en la Cruz.
- En el nombre de Jesús obtenemos toda bendición y gracia en el tiempo y la eternidad, pues Cristo dijo: "lo que pidáis al Padre os lo dará en mi nombre." (Juan 16, 23). Por eso la Iglesia concluye todas sus plegarias con las palabras: "Por Jesucristo Nuestro Señor", etc.
Así se cumple la palabra de San Pablo: "Para que al nombre de Jesús toda rodilla se doble en los cielos, en la tierra y en los abismos." (Fil 2, 10).
No hay que olvidar tampoco lo que ha dicho el profeta Joel “todo el que invocare el NOMBRE del Señor será salvo”. Dios, nombrado en el Antiguo Testamento con su memorial “Señor” (Adonai en hebreo, Kyrios en griego), declara que Él es el único salvador y que fuera de Él no hay quien salve; en el Nuevo Testamento, vemos cumplido cual es ese Nombre que nos da la salvación:
Lucas 1, 31: “Y concebirás en tu seno y darás a luz un Hijo, a quien pondrás por nombre Jesús”
Mateo 1, 21: “Dará a luz un Hijo, a quien pondrás por nombre Jesús, por que salvará a su pueblo de sus pecados”
Y la misma Escritura nos dice que el Señor es Jesús:
Lucas 1, 43: “¿De dónde a mí que la madre de mi Señor venga a mí?”
Los promotores más destacados de la devoción del Santo Nombre de Jesús, fueron San Bernardino de Siena y San Juan Capistrano. Llevaron consigo en sus misiones en las turbulentas ciudades de Italia una copia del monograma del Santísimo Nombre, rodeado de rayos, pintado en una tabla de madera, con el cual bendecían a los enfermos y obraban grandes milagros. Al finalizar sus sermones mostraban el emblema a los fieles y les pedían que se postraran a adorar al Redentor de la humanidad. Les recomendaban que tuviesen el monograma de Jesús ubicado sobre las puertas de sus ciudades y sobre las puertas de sus viviendas (cf. Seeberger, "Key to the Spiritual Treasures", 1897, 102). Debido a que la manera en que San Bernardino predicaba esta devoción era nueva, fue acusado por sus enemigos y llevado al tribunal del Papa Martín V.
Pero San Juan Capistrano defendió a su maestro tan exitosamente que el papa no sólo permitió la adoración del Santísimo Nombre, sino que asistió a una procesión en la que se llevaba el Santo Monograma. La tabla usada por San Bernardino es venerada en Santa María en Ara Coeli en Roma.
Escribió san Bernardino de Siena:
Éste es aquel santísimo nombre anhelado por los
patriarcas, esperado con ansiedad , demandado con
gemidos, invocado con suspiros, requerido con
lagrimas, donado al llegar la plenitud de la gracia.
No pienses en un nombre de poder, menos en uno
de venganza, sino de salvación. Su nombre es
misericordia, es perdón. Que el nombre de Jesús
resuene en mis oídos, porque su voz es dulce y su
rostro bello.
No dudes, el nombre de Jesús es fundamento de la
fe, mediante le cual somos constituidos hijos de
Dios. La fe de la religión católica consiste en el
conocimiento de Cristo Jesús y de su persona, que
el luz del alma, franquicia de la vida, piedra de
salvación eterna. Quien no llegó a conocerle o le
abandonó camina por la vida en tinieblas, y va a
ciegas con inminente riesgo de caer en el precipicio,
y cuanto más se apoye en la humana inteligencia,
tanto más se servirá de un lazarillo también ciego,
al pretender escalar los recónditos secretos
celestiales con sólo la sabiduría del propio
entendimiento, y no será difícil que le acontezca,
por descuidar los materiales sólidos, construir la
casa en vano, y, por olvidar la puerta de entrada,
pretenda luego entra a ella por el tejado.
No hay otro fundamento fuera de Jesús, luz y
puerta, guía de los descarriados, lumbrera de la fe
para todos los hombres, único medio para encontrar
de nuevo al Dios indulgente, y, una vez encontrado,
fiarse de él; y poseído, disfrutarle. Esta base
sostiene la Iglesia, fundamentada en el nombre de
Jesús.
El nombre de Jesús es el brillo de los predicadores,
porque de Él les viene la claridad luminosa, la
validez de su mensaje y la aceptación de su palabra
por los demás. ¿De dónde piensas que procede tanto
esplendor y que tan rápidamente se haya propagado
la fe por todo el mundo, sino por haber predicado a
Jesús? ¿Acaso no por la luz y dulzura de este
nombre, por el que Dios nos llamó y condujo a su
gloria? Con razón el Apóstol, a los elegidos y
predestinados por este nombre luminoso, les dice:
en otro tiempo fuisteis tinieblas, mas ahora sois luz
en el Señor. Caminad como hijo de la luz.
¡Oh nombre glorioso, nombre regalado, nombre
amoroso y santo! Por ti las culpas se borran, los
enemigos huyen vencidos, los enfermos sanan, los
atribulados y tentados se robustecen, y se sienten
gozosos todos. Tú eres la honra de los creyentes, tú
el maestro de los predicadores, tú la fuerza de los
que trabajan, tú el valor de los débiles. Con el fuego
de tu ardor y de tu celo se enardecen los ánimos,
crecen los deseos, se obtienen los favores, las almas
contemplativas se extasían; por ti, en definitiva,
todos los bienaventurados del cielo son
glorificados.
Haz, dulcísimo Jesús, que también nosotros
reinemos con ello por la fuerza de tu santísimo
nombre.
El emblema o monograma que representa el Santísimo Nombre de Jesús consiste de las tres letras: IHS. En la Edad Media el Nombre de Jesús se escribía: IHESUS; el monograma contiene la primera y la última letra del Santísimo Nombre. Se encuentra por primera vez en una moneda de oro del siglo VIII: DN IHS CHS REX REGNANTIUM (El Señor Jesucristo, Rey de Reyes). Algunos sostienen que las tres letras son las iniciales de "Jesús Hominum Salvator" (Jesús Salvador de los Hombres). Los jesuitas hicieron de este monograma el emblema de su Sociedad, añadiéndole una cruz sobre la H y tres clavos bajo ella. _________________
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