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Historias Judias

 
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SHAJENKEN
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Registrado: 26 Nov 2006
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MensajePublicado: Mie Ene 17, 2007 10:20 am    Asunto: Historias Judias
Tema: Historias Judias
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Flavius Josefus

El primer escritor no cristiano que se refiere a Cristo es el historiador judío Flavio Josefus, nacido en A.D. 37, fue contemporáneo de los Apóstoles y murió en Roma en A.D. 94. Dos pasajes en su "Antiquities" que confirman dos hechos de las crónicas cristianas inspiradas no tienen disputa. En uno reporta el asesinato de "Juan llamado el Bautista" en manos de Herodes, (Ant., XVIII, v, 2), en el que describe además el carácter y trabajo de Juan; en el otro, (Ant., XX, ix, 1) desaprueba la sentencia pronunciada por el sumo sacerdote Ananus contra "Santiago, hermano de Jesús, Quien era llamado Cristo." Es probable por antecedente que un escritor tan bien informado como Josefus debe haber tenido una familiaridad además con la doctrina y la historia de Jesucristo. Viendo, además, que registra eventos de importancia menor en la historia de los judíos, sería sorprendente si se mantuviese en silencio acerca de Jesucristo. La consideración por los sacerdotes y fariseos no le impidió mencionar los asesinatos judiciales de Juan el Bautista y el Apóstol Santiago; su intento de encontrar la realización de las profecías Mesiánicas en Vespasiano no lo indujeron a callar sobre varias sectas judías, aún cuando sus principios parecían ser inconsistentes con las aseveraciones de Vespasiano. Uno espera, naturalmente, una mención sobre Jesucristo en Josefus. Antiquities XVIII, iii, 3, parece satisfacer esta expectativa.

Por este tiempo apareció Jesús, un hombre sabio (si es que es correcto llamarlo hombre, ya que fue un hacedor de milagros impactantes, un maestro para los hombres que reciben la verdad con gozo), y atrajo hacia Él a muchos judíos (muchos griegos además. Era el Cristo). Y cuando Pilatos, frente a la denuncia de aquellos que son los principales entre nosotros, lo había condenado a la Cruz, aquellos que lo habían amado primero no abandonaron (ya que se les apareció vivo nuevamente al tercer día, habiendo predicho esto y otras tantas maravillas sobre Él los santos profetas) La tribu de los cristianos llamados así por El no han cesado hasta este día.

Un testimonio tan importante como el mencionado arriba no podía escaparse del trabajo de los críticos. Sus conclusiones pueden reducirse a tres titulares: aquellos que consideran el pasaje como totalmente falso; aquellos que lo consideran completamente auténtico; y aquellos que lo consideran un poco de cada cosa.

Aquellos que consideran el pasaje como falso:

Primero, están aquellos que consideran al pasaje entero como falso. Las razones principales para esta visión parecen ser las siguientes:
Josefus no podría representar a Jesucristo como un simple moralista y por otra parte no podría enfatizar las profecías y expectativas mesiánicas sin ofender las susceptibilidades romanas; El pasaje arriba mencionado de Josefus parece haber sido desconocido por Orígenes y los primeros escritores patrísticos; Su lugar preciso en el texto de Josefus es incierto, ya que Eusebio (Hist. Eccl., II, vi) lo debe haber encontrado con anterioridad a las notas referidas a Pilato, mientras que ahora se encuentran luego de ellas.

Pero la falsedad del disputado pasaje de Josefus no implica la ignorancia del historiador con respecto a los hechos conectados con Jesucristo. La narración de Josefus acerca de su propia precocidad juvenil ante los maestros judíos (Vit., 2) nos recuerda la historia de la estadía de Cristo en el Templo a la edad de doce años; la descripción del naufragio en su viaje a Roma (Vit., 3) nos recuerda al naufragio de Pablo relatado en Hechos; finalmente su introducción arbitraria de un engaño practicado por los sacerdotes de Isis sobre una mujer romana, a continuación de sus supuestas alusiones a Jesús, muestran una disposición a explicar el nacimiento virginal de Jesús y a preparar las falsedades que tomaron cuerpo en los escritos judíos subsiguientes.

Aquellos que consideran el pasaje como auténtico, con algunas adiciones inventadas:

Una segunda clasificación de críticos no consideran a la totalidad del testimonio de Josefus concerniente a Cristo como falso pero sostienen que existe una interpolación de las partes marcadas arriba entre paréntesis. Las razones asignadas para esta opinión pueden reducirse a las siguientes dos:
Josefus debe haber mencionado a Jesús, pero no puede haberlo reconocido como el Cristo; por lo tanto parte de nuestro testo Josefiano actual debe ser genuina y parte interpolada.

Igualmente, la misma conclusión se sigue del hecho que Orígenes conocía un texto Josefiano acerca de Jesús, pero no le era familiar nuestro texto actual, ya que, de acuerdo con el gran doctor de Alejandría, Josefus no creía que Jesús fuese el Mesías. ("In Matth.", xiii, 55; "Contra Cels.", I, 47).

Cualquiera sea el peso de estos dos argumentos, se pierde frente al hecho que Josefus no escribía para los judíos, sino para los romanos; consecuentemente, cuando dice "Este era el Cristo" no implica necesariamente que Jesús era el Cristo considerado por los romanos como el fundador de la religión cristiana.

Aquellos que lo consideran completamente genuino:

Una tercera clase de estudiosos cree que el pasaje completo acerca de Jesús, como se encuentra hoy en día en Josefus, es genuino. Los argumentos principales de la autenticidad del pasaje de Josefus son los siguientes:
Primero, todos los códices o manuscritos del trabajo de Josefus contienen el texto en cuestión; para mantener la falsificación de este texto debemos suponer que todas las copias de Josefus estaban en manos de los cristianos, y fueron cambiados de la misma manera.

Segundo, es cierto que ni Tertuliano ni San Justino utilizan el pasaje de Josefus acerca de Jesús; pero su silencio se debe probablemente al desprecio con el que los judíos contemporáneos consideraban a Josefus, y a la relativa poca autoridad que tenía entre los lectores romanos. Los escritores de la edad de Tertuliano y Justino podían apelar a testigos vivos de la tradición Apostólica.

Tercero, Eusebio ("Hist. Eccl"., I, xi; cf. "Dem. Ev.", III, v) Sozomen (Hist. Eccl., I, i), Niceph. (Hist. Eccl., I, 39), Isidoro de Pelusium (Ep. IV, 225), San Jerónimo (catal.script. eccles. xiii), Ambrosio, Casiodoro, etc., recurren al testimonio de Josefus; no deben haber existido dudas respecto a su autenticidad en el tiempo de estos ilustres escritores.

Cuarto, el silencio completo de Josefus acerca de Jesús hubiese sido un testimonio aun más elocuente del que tenemos en el presente texto; este último no contiene ninguna afirmación que sea incompatible con su origen Josefiano: el lector romano necesitaba la información de que Jesús era el Cristo o el fundador de la religión cristiana; las maravillosas obras de Jesús y su Resurrección de entre los muertos eran pregonadas incesantemente por los cristianos de forma tal que sin estos atributos el Jesús de Josefus no hubiera sido prácticamente reconocido como el fundador de la religión cristiana.

Todo esto no implica necesariamente que Josefus considerase a Jesús como el Mesías judío; pero, aun si hubiese estado convencido de su mesianismo, no se sigue por esto que se haya convertido al cristianismo. Un número de posibles subterfugios pueden haberle brindado al historiador judío razones aparentemente suficientes como para no abrazar el cristianismo.


http://www.meta-religion.com/Religiones_de...a_historica.htm
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SHAJENKEN
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MensajePublicado: Mie Ene 17, 2007 10:21 am    Asunto: Las Guerras Judías
Tema: Historias Judias
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Las Guerras Judías

En Jerusalén, mientras tanto, los acontecimientos se precipitaban hacia enfrentamientos cada vez más violentos. Los nazoreos eran cada vez más osados en sus manifestaciones y los romanos más despectivos en su trato a los judíos. Varios graves insultos de los romanos a los judíos provocaron enfrentamientos que Santiago, como jefe de los nazoreos, intentó sofocar sabiendo que aún no estaban preparados para la rebelión.

Pero los enfrentamientos más graves de los nazoreos se producían contra el cuerpo sacerdotal de los saduceos que intentaban por todos los medios desprestigiar a una secta que cada vez atraía más al pueblo.

El año 62 los saduceos tuvieron la oportunidad y no la dejaron pasar.

El gobernador de Judea, Porcio Festo, murió de una grave enfermedad. Al llegar la noticia a Roma, Nerón nombró como gobernador a un liberto llamado Albino que en ese momento se encontraba en Alejandría por lo que hubo que mandarle aviso para que se dirigiera a Judea.

Durante esos meses de interregno, tal como hizo su hermano Jonatán en el 37, Anás, el sumo sacerdote aprovechó para "preparar" un juicio contra Santiago.

Hubiera sido muy difícil que declararan culpable a Santiago de ningún cargo, ya que era un fiel cumplidor de la ley y nadie hubiera creído jamás de él que se hubiera saltado el más mínimo precepto. Sin embargo, en un tumulto "espontáneo" del pueblo, Santiago fue zarandeado y golpeado hasta morir. En su agonía, antes de perder el conocimiento, exclamó "Perdónalos, Señor, porque no saben lo que hacen", frase ésta que posteriormente los cristianos atribuyeron a Jesús.

Para sustituir a Santiago, los nazoreos nombraron a Simeón, hijo de Cleofás, el cual era hermano de José. Pero Simeón no estaba a la altura de sus primos Jesús y Santiago y no pudo reprimir los disturbios que se produjeron tras la muerte de Santiago y que fueron severamente sofocados por Albino.

Tres años más tarde, el 65, finalizaron las obras del templo de Jerusalén que venían realizándose desde la época de Herodes el Grande. El fin de las obras dejó sin trabajo a varios miles de trabajadores que, incapaces de encontrar subsistencia ingresaron en las filas de nazoreos y zelotes y otros muchos formaron bandas de sicarios que se dedicaban a saltear caminos.

Sin la presencia moderadora de Santiago, y recordando todos la ignominiosa forma en que éste murió, la revolución no se hizo esperar: estalló en el año 66 y fueron necesarios varios ejércitos romanos para sofocar la insurrección. El templo de Jerusalén volvió a ser destruido y los nazoreos hubieron de huir a otros países para ponerse a salvo. Aún así hubo ciudades que por su situación en lo alto de abruptas colinas resistieron durante años pero también hubo ciudades en las que, llevados por el fanatismo religioso, sus habitantes prefirieron suicidarse antes que rendirse a los romanos.

Así, en Masada, tras resistir varios años de asedio, cada hombre mató a su mujer e hijos. De los supervivientes se seleccionaron diez hombres que mataron a espada a todos los demás. Cuando sólo quedaron esos diez, uno mató a los otros nueve para después suicidarse.

Cuando las tropas romanas entraron en Masada, sólo encontraron dos mil cadáveres y una mujer que se había ocultado con su bebé recién nacido para salvarlo.

Hubo varias ciudades que protagonizaron escenas similares y en una de ellas, cuando sólo quedaban dos supervivientes, uno de ellos convenció al otro de que se entregaran a los romanos para explicarles con qué valor mueren los judíos. Éste fue el famoso historiador judío Flavio Josefo que durante décadas narró cuanto sabía sobre la historia judía aunque, viviendo entre los romanos, todas sus historias quedaron impregnadas de alabanzas a los romanos y veladas críticas a los judíos.

Los judíos que sobrevivieron se repartieron por todas las ciudades del mundo pero no integrándose en ellas como nuevos ciudadanos de las mismas sino manteniéndose apartados, viviendo en ghetos y juderías y manteniendo vivas unas creencias y costumbres que los separaban de los que no eran judíos con la esperanza de que tarde o temprano regresaría el Mesías que los devolvería a la Tierra Prometida para desde allí volver a dominar a todas las naciones del mundo.

La historia de los judíos como nación termina aquí, aunque a mediados del siglo siguiente hubo un nuevo intento de rebelión que también fue sofocado con dureza. En todos estos intentos de revolución se han podido identificar a varios cabecillas zelotes integrándolos dentro de una misma familia. De hecho sabemos que Judas de Galilea, que protagonizó los disturbios durante el censo de Quirino en el año 6, el general Eleazar, último defensor de Masada y Bar Cochba, instigador de la última rebelión judía a mediados del siglo II eran todos miembros de la misma familia, familia que muy probablemente también estaba relacionada con Cleofás, hermano de José, cuyo hijo Simeón, primo hermano de Jesús, fue sucesor de Santiago a la cabeza de los nazoreos.

http://www.maslibertad.com/religion/apocrifo/guerra.htm
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