Rey Zen Asiduo
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Publicado:
Lun Mar 05, 2007 11:15 pm Asunto:
Humildad personal y confianza en Dios
Tema: Humildad personal y confianza en Dios |
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: HUMILDAD PERSONAL y CONFIANZA en DIOS y en su MADRE BENDITA y MADRE NUESTRA en 3 partes:
1ª) Sólo quien es humilde puede confiar de verdad en el SEÑOR y en Ntra. Madre del Cielo. 2ª) El GRAN OBSTÁCULO de la SOBERBIA y sus Manifestaciones. 3ª) Ejercitarse en la virtud de la HUMILDAD.
A) "Sé la Roca de mi refugio, Señor, un baluarte donde me salve", rezábamos en la antífona de entrada de esta Santa Misa. Dios es la fortaleza y la seguridad de tanta debilidad como encontramos a nuestro alrededor y en nosotros mismos; a cualquier edad y en toda circunstancia. "Bendito quien confía en Dios y pone en ÉL toda su confianza", nos dice el Profeta JEREMÍAS. Por el contrario, es maldito quien, apartándose del Señor, confía en el hombre, y en la carne busca su FUERZA: su vida será ESTÉRIL. Sé la ROCA de mi REFUGIO, Señor. ¡La HUMILDAD personal y la CONFIANZA en Dios van siempre juntas!.
Sólo el humilde busca su dicha y su fortaleza en el SEÑOR.
Uno de los motivos por los que los soberbios tratan de buscar alabanzas con avidez, de sobrestimarse a sí mismos y se resienten ante cualquier cosa que pueda rebajarles en su propia estima y en la de otros, es la FALTA de FIRMEZA INTERIOR: No tienen más punto de apoyo, ni más esperanzas de FELICIDAD que ellos mismos. Por esto son tan SENSIBLES a la menor crítica, con mucha frecuencia son tan insistentes en salirse con la suya, tan deseosos de ser conocidos, tan ansiosos de consideraciones. Pero sea lo que hayan obtenido en la vida, siempre se sienten INSEGUROS, INSATISFECHOS, sin PAZ ... EI CRISTIANO tiene puesta en DIOS su ESPERANZA, y, porque reconoce y acepta su propia DEBILIDAD, no se fia ni mucho ni poco de lo propio. Sabe que en cualquier empresa deberá poner todos los medios HUMANOS a su alcance, pero conoce bien que ante todo debe contar con su ORACIÓN; reconoce y acepta con alegría que TODO lo que posee lo ha recibido de DIOS.
La HUMILDAD NO consiste tanto en el propio desprecio- porque Dios no nos desprecia, somos obra salida de sus manos-, sino en el OLVIDO de sí y en la PREOCUPACIÓN SINCERA por los demás. Es la SENCILLEZ INTERIOR la que nos lleva a sentirnos HIJOS de DIOS. "Cuando imaginamos que todo se nos hunde ante nuestros ojos, NO se HUNDE NADA, porque TÚ eres, SEÑOR, mi FORTALEZA" (Salmo 42,2)
B) Los mayores obstáculos que el alma encuentra para seguir a CRISTO y para ayudar a otros, tienen origen en el DESORDENADO AMOR de sí mismo, que lleva unas veces a SOBREVALORAR las propias fuerzas y, otras, al DESÁNIMO y al DESALIENTO, al ver los propios FALLOS y DEFECTOS.
La SOBERBIA se manifiesta frecuentemente en un MONÓLOGO interior, en el que los propios INTERESES se agrandan o desorbitan; el YO sale siempre enaltecido. En la conversación, el orgullo conduce al hombre a hablar de sí mismo y de sus propios asuntos y a buscar la ESTIMACIÓN a toda costa. Algunos se empeñan en mantener su propia OPINIÓN, con razón o sin ella, ; no dejan pasar cualquier descuido AJENO sin corregirlo y hacen DIFÍCIL la CONVIVENCIA. La forma más vil de resaltar la propia VALÍA es aquella en la que se busca DESACREDITAR a otros. A los ORGULLOSOS NO les gusta ESCUCHAR ALABAR a los demás y están prontos a DESCUBRIR las DEFICIENCIAS de quienes sobresalen. Tal vez su nota más característica estriba en que NO pueden SUFRIR la CONTRADICCIÓN: que les contradigan o la CORRECCIÓN: que les corrijan.
Quien está lleno de orgullo, parece NO NECESITAR mucho de DIOS en sus trabajos, en sus quehaceres; incluso en su lucha ASCÉTICA misma por mejorar, exagera sus cualidades personales, cerrando los ojos para no ver sus DEFECTOS, y termina por considerar como una gran cualidad lo que en realidad es una DESVIACIÓN del buen criterio: Se persuade, por ejemplo, de tener un espíritu AMPLIO y GENEROSO, porque hace poco caso de las menudas obligaciones de cada día, y se olvida de que para ser FIEL en lo mucho es NECESARIO serlo en lo POCO. Y llega por ese camino a creerse SUPERIOR, rebajando INJUSTAMENTE las cualidades de otros que le superan en muchas virtudes.
San BERNARDO señala diferentes manifestaciones progresivas de la soberbia: La CURIOSIDAD- querer saberlo todo de todos-, La FRIVOLIDAD de espíritu, por falta de HONDURA en su oración y en su vida; La ALEGRÍA NECIA y fuera de lugar, que se alimenta frecuentemente de los DEFECTOS de otros (riéndolos), RIDICULIZÁNDOLOS. La JACTANCIA, afán de SINGULARIDAD: La ARROGANCIA, la PRESUNCIÓN; NO reconocer los propios FALLOS, aunque sean de BULTO; DISIMULAR las faltas en la CONFESIÓN, aunque hoy siendo como es un Sacramento que el SEÑOR instituyó NO se VALORA ni se RECIBE. No hay más que ver cómo se dan y se acude a las ABSOLUCIONES COLECTIVAS, ciertamente INVÁLIDAS.
El SOBERBIO es poco amigo de conocer la AUTÉNTICA realidad que anida en su corazón... Examinemos, hermanas y hermanos, si valoramos la HUMILDAD; si la pedimos al SEÑOR con frecuencia; si nos sentimos constantemente NECESITADOS de NTR° PADRE DIOS, en lo grande y en lo pequeño. Si Le decimos con el salmista: "Oh DIOS, TÚ eres mi DIOS, TE busco ansioso; en pos de Ti mi carne desfallece; tiene mi alma SED de TI, como tierra reseca, sin agua".
C) El olvido de sí mismo es una condición indispensable para la Santidad a la que TODOS somos LLAMADOS: Sólo entonces, podemos mirar a Dios como nuestro BIEN ABSOLUTO, y tenemos CAPACIDAD para OCUPARNOS de los demás. Junto a la ORACIÓN, que es el primer medio que debemos poner siempre, hemos de ejercitarnos en esta virtud de la HUMILDAD; y esto en nuestros quehaceres, en la vida familiar, cuando estamos solos..., siempre. Procuremos no estar excesivamente preocupados de las cosas personales: La salud, el descanso, si nos estiman y aprecian, si nos tienen en cuenta ...Procuremos hablar tan poco como nos sea posible de nosotros mismos, de los propios asuntos, de aquello que nos dejaría en buen lugar. Evitemos la curiosidad, el afán de saberlo todo y mostrar que se conoce... Aceptemos la
contradicción sin impaciencia, sin mal humor, ofreciéndola con alegría al Señor. Procuremos no insistir sobre la propia opinión, a no ser que la verdad o la justicia lo requieran; y entonces empleemos la moderación, pero también la firmeza. Pasemos por alto los errores de otros, disculpándolos y ayudándoles con caridad delicada a superarlos, ACEPTEMOS LA CORRECIÓN, AUNQUE NOS PAREZCA INJUSTA. Cedamos en ocasiones a la voluntad de otros cuando no esté implicado el deber o la caridad. Procuremos evitar siempre la ostentación de cualidades, bienes materiales, conocimientos ... Aceptemos ser menospreciados, olvidados, no consultados en aquella materia en la que nos consideramos con más ciencia o con más experiencia. No busquemos ser admirados, rectificando la intención ante las alabanzas y los elogios.
Sí debemos buscar mayor prestigio profesional, pero por Dios, no por orgullo, ni por sobresalir.
Creceremos en esta virtud de la humildad cuando nos humillen y lo llevemos con alegría por el Señor; alegrémonos en el desprecio, seamos pacientes con los propios defectos, esforcémonos en gloriarnos de las flaquezas ante el Sagrario, a donde iremos a pedirle al Señor que nos dé su gracia y que no nos abandone y reconozcamos una vez más que no hay nada bueno que no venga de Dios, que lo personal es precisamente el OBSTÁCULO, lo que estorba para que el Espíritu Santo nos llene de sus DONES. Aprenderemos a ser HUMILDES frecuentando el TRATO con JESUCRISTO y con su MADRE y nuestra MADRE SANTÍSIMA. La meditación frecuente de la PASION de JESUCRISTO, HUMILLADO, CALUMNIADO, MALTRATADO hasta el extremo por nosotros; ahí se encenderá nuestro amor y un vivo deseo de IMITARLE. El ejemplo de Ntra. Madre Santa María, "La esclava del Señor", nos moverá a vivir la virtud de la humildad. A Ella acudimos, Madre de Misericordia y de Ternura, Madre de la Gracia, del Amor y de la Esperanza", a la que nadie ha acudido en vano. Abandónate lleno de confianza en su seno materno. Pídele que te alcance esta virtud que tanto amó Ella. Y como María es OMNIPOTENTE cerca de su HIJO, será con toda seguridad oída en tu favor. Amén. |
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