Leyes sobre vida y familia

[Montse*]

Las leyes sobre vida y familia preocupan al Papa
Confiesa al nuevo embajador de Colombia ante la Santa Sede

CIUDAD DEL VATICANO, viernes, 9 febrero 2007 (ZENIT.org).- Benedicto XVI confesó este viernes que las leyes que afectan a la vida humana, la enfermedad y la familia le preocupan de manera particular.

Así lo expresó al recibir las cartas credenciales del nuevo embajador de Colombia ante la Santa Sede, Juan Gómez Martínez, antiguo alcalde de Medellín y antiguo gobernador del Estado de Antioquía.

«Como Pastor de la Iglesia Universal, no puedo dejar de expresar», reconoció el Papa, «mi preocupación por las leyes que conciernen a cuestiones muy delicadas como la transmisión y defensa de la vida, la enfermedad, la identidad de la familia y el respeto del matrimonio».

«Sobre estos temas, y a la luz de la razón natural y de los principios morales y espirituales que provienen del Evangelio, la Iglesia católica seguirá proclamando sin cesar la inalienable grandeza de la dignidad humana», aseguró el obispo de Roma.

En esta materia, el Papa hizo un llamamiento «a la responsabilidad de los laicos presentes en los órganos legislativos, en el Gobierno y en la administración de la justicia, para que las leyes expresen siempre los principios y los valores que sean conformes con el derecho natural y que promuevan el auténtico bien común».
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Montse*

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[Rey Zen]

Reforzando tu comentario, es importante observar las bases de la familia para encontrar para ella un camino de sanación. En efecto, la familia es atacada particularmente por las fuerzas de Satanás. Es por eso, que para poder enfrentarse ante una lucha espiritual tal, hay que apoyarse en un modelo que el Señor nos da: su propia familia.

En el seno de la familia, la esposa es la que está especialmente sometida a una prueba, está viviendo una fase importante de crecimiento dentro de la humanidad, ya que está adquiriendo esta liberación frente al hombre tomando más conciencia de su lugar único dentro de la pareja, pero también se encamina hacia una pérdida dramática: la de su vocación profunda con Dios. Si la esposa olvida a Dios y su rol específico dentro de la salvación de la humanidad, entonces el hombre a su vez, estará perdido, ya no sabrá quien es él, ya no podrá llegar a ser el mismo: puesto que nace de la mujer y sin su ayuda, no podrá realizar su vocación de hombre, de esposo y de padre.
Para lograr un remedio, tenemos que descubrir una mujer esencialmente femenina, una esposa y una madre según el corazón de Dios, en la persona de María.

María ayuda a la mujer a volver a encontrar su vocación profunda. Ella nos introduce en la Sagrada Familia y da a luz al niño Jesús en nosotros mismos. Es así, que por medio de su Hijo, ella nos conduce dentro de la Familia Trinitaria y nos da la Vida Divina.
Pero no podemos entenderlo y vivirlo si constantemente separamos a aquellos que Dios ha unido. La vida espiritual esta aún muy a menudo centrada en las personas de Cristo y de la Virgen María, ignorando la presencia de San José. Cuando se actúa de tal manera, se quebranta la Sagrada Familia y se deforma la Encarnación del Verbo de Dios. No separaremos más al esposo de su esposa, al padre adoptivo de su hijo, a San José de la Virgen María y de su hijo Jesús.
Cuando Dios decidió venir a vivir en medio de los hombres, cuando abrió los cielos y descendió, no se dirigió a una mujer sola, sino a una pareja. Como está escrito en el Evangelio de San Lucas: El ángel Gabriel fue enviado por Dios a una virgen comprometida con un hombre cuyo nombre era José.

La escritura tiene cuidado de especificar, antes de nombrarla, que esta joven había sido comprometida en matrimonio con José, de la casa de David. Dios manifiesta así el plan de la Encarnación: habla a una familia, a una casa de sangre noble y a un pueblo pequeño. El primer nombre pronunciado por el evangelista es el de José, que luego se borra ante el nombre de María: liga la Sagrada Familia a una historia, si nos olvidamos de este hombre, nos falta una parte de la Encarnación con todas las graves consecuencias que esto implica. Es lo que desafortunadamente sucede muy a menudo en Occidente actualmente. La vida trinitaria no nos es dada por una sola persona - María - sino por una virgen comprometida con un hombre llamado José de la tribu de Judá., quiere decir, por una pareja, por una familia. Esta verdad es profundamente encarnada: sus consecuencias son incalculables.

Afectuoso en Cristo... Miguel A.