Orpam Saretnoc Laverz Veterano
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Publicado:
Lun Mar 26, 2007 9:48 am Asunto:
La anunciación, solemnidad litúrgica
Tema: La anunciación, solemnidad litúrgica |
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Amigos míos del alma.
El testimonio de un católico en medio de un mundo protestante en Inglaterra me ha hecho pensar esta mañana en la Liturgia.
Como celebramos la fiesta del 25 de marzo, hoy mismo os brindo este texto que tenía guardado para vosotros.
Espero que nos ayude a hacer algo parecido a lo que María hizo de su vida y de Ella nos vino el Salvador del mundo que como vemos en esta Cuaresma 2007 se acerca a su momento culmen: Muerte y Resurrección.
"MARÍA:
La Virgen de Nazaret anuncia lo que más cuenta para la historia de todos los tiempos; cuanto Dios había prometido a Abraham y a sus descendientes se cumplió con la concepción virginal de Jesús.
Como Israel es “siervo del Señor” así María encuentra en el epíteto “sierva del Señor” la expresión de su identidad.
El surgir desde todo el cántico la consoladora certeza de tener “confianza” en Dios. De Él te puedes fiar, porque su actuar es un tener fe en las promesas hechas a Abraham y a su descendencia. Y no por un tiempo determinado, ¡sino para siempre!
En cuanto a María “sierva del Señor”, basta recordar que se identifica con una de las pocas, limitadísimas expresiones salidas de su boca. “He aquí la esclava del Señor”, dice al Arcángel Gabriel en la anunciación (Lc 1, 3 . Luego en el Magníficat canta: “Dios ha puesto los ojos en la humildad de su esclava” (Lc 1, 4 .
A Cristo siervo manso “cordero” que muere cargándose los pecados, corresponde María-sierva, mansa “oveja” a la que una espada atravesará el corazón (cf. Lc 2, 35).
Estamos en el punto focal; en el seno de esta mujer que canta el Magníficat se cumple cada promesa. La verdad inequívoca es que el Mesías ya no es el gran esperado, sino el Dios-con-nosotros.
Lo que nos lleva a acoger en el corazón el canto de María es precisamente este continuo fluir de la misericordia de Dios. Como una colada de oro que nunca dará señales de cesar y que “dora”, es decir, recupera y transfigura, toda nuestra vida.
Este cántico del Magníficat, nos orienta verdaderamente a entregar, cada noche, nuestro corazón a Dios, en la paz.
En efecto, ¿a quién y qué podríamos temer nunca? En definitiva ¿quién y qué podrá prevalecer contra nuestra persona si, continuamente somos perdonados por un Padre misericordioso, por su infinita misericordia somos protegidos y regenerados hasta la vida eterna?
Otro estímulo que viene de la Virgen María que se define “sierva del Señor”. Es precisamente en fuerza de su ser y percibirse como tal, como la mujer del Magníficat logra proclamar la plena liberación de los hombres, no ya en contra, sino precisamente en fuerza de este su ser “sierva de Yahvé”.
Como delicado y débil es el término “esclava” igualmente fuerte y expresivo es el de “sierva” de un Dios que expresa su omnipotencia salvífica haciendo misericordia".
Podemos decir nosotras, las mujeres, y ¿por qué no pasar al masculino el contenido?.
"Sí conozco y me persuado que como Jesús, como María, como los timoratos de Dios del Antiguo y del Nuevo Testamento, yo también soy “sierva del Señor”. Y me es dado comprender que mi liberación interior pasa a través del hecho de vivir como sierva de un Dios que amo y sirvo, prácticamente, en cada uno de los hermanos y de las hermanas con los que entro en contacto.
El egoísmo es, en el origen, un expediente de autodefensa, pero luego se convierte en una prisión obscura y solitaria de la que el individuo pasa a la ofensiva, al dominio del otro en el autoencadenarse a sí mismo.
Precisamente el espíritu de servicio, en un gran respiro de la misericordia de Dios percibida como la atmósfera vital de mi vida, me hace libre; una mujer verdaderamente mujer porque, como María, a servicio dentro de un proyecto que me supera, pero que es mi alegría porque es proyecto de Amor y salvación para todos".
No sé a vosotros pero a mí, al traducir la diferencia entre esclava y sierva tuve gran alegría. A veces un vocablo sólo hace que se altere el contenido de una frase.
Amigos, recibid mi felicitación como hijos de María, todos, en este día en que recordamos que esa joven sencilla al decir sí en su vida fue la Madre de Dios ¡nada menos!
Y tú y yo ¿qué decimos en lo concreto? Os aseguro que al escribir esto me avergüenzo bastante por mi poca generosidad en decir sí a Dios en todo lo que me ocurre, ahora precisamente.
Seguramente que vosotros sois todos y cada uno mucho más "de Cristo" y no decís palabras sino que vivís. No me olvidéis para que haga como vosotros, lo mejor.
Os abrazo cariñosamente. Orpam Saretnoc Laverz  |
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