“Mi Cristo Roto”

[misionerassps]

El libro: “Mi Cristo Roto”, lo leí por primera vez cuando cursaba la secundaria. Uno de los periódicos, que yo solía leer, editaba todos los domingos un capítulo del mismo. Lo empecé a leer y me atrapó. Cada vez más, me sentía parte del diálogo que tenía Cristo con el autor. Me parecía que me estaba hablando a mí. Con ansiedad esperaba cada domingo para poder seguir con la historia, y escuchar a Cristo.
Al terminar el relato, sentía que Él estaba esperando, de mí parte, una respuesta. Necesitaba de mí. Su vos resonaba en mi corazón. Creo que mi vida cambió de rumbo a partir de este encuentro con Cristo Roto. Lo hallé, a través, de las páginas del libro.
Con el tiempo y después de muchos acontecimientos significativos que pasaron, decidí darle mi respuesta. Le ofrecí mis manos, mis pies, mi rostro, mi voz y sobre todo mi corazón para que Él pueda seguir amando.
Ahora, después de 20 años, volví a leerlo.
Fue a raíz de un regalo que me hizo mi hermana. Una hermosa cruz, tallada en madera, pero lo que más me impresionó, fue el rostro de Cristo. Sus labios entre abiertos, parecían estar hablándome. Y me acordé del libro. Fui a comprarlo y volví a leerlo con el mismo entusiasmo que hace años atrás. Cristo volvió a hablarme. La lectura me llevo a leer la segunda parte de la historia que continua en el libro: “Cristo Roto de Casa en Casa”. Fue impresionante, para mí, poder acompañar a Cristo a visitar los lugares más oscuros y peligrosos de nuestra sociedad. Y presenciar sus encuentros con personas alejadas, caídas en el pecado y marginadas.
Me di cuenta que hoy como ayer, Cristo sale al encuentro de los más pobres, abandonados, rechazados por la sociedad: los de la calle, los sin techo, los privados de libertad, los que sufren la violencia y la injusticia. Baja de la cruz y se mete entre la gente, abraza, consuela, levanta y ofrece su compañía. Y sigue necesitando de mí, para poder brindar su amor.
¡No puedo, no verlo! Él esta presente en cada hombre. Siento que mis tareas cotidianas, mis encuentros con la gente tienen un valor indescriptible, siempre cuando, dejo trascender su amor. Cada mañana, al despertar, miro la cruz y escucho su voz: “Te necesito, hay tanta gente que no sabe que los amo”. Por eso, sigo adelante mi misión y sé que él esta conmigo.
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La Palabra de Dios es Viva y eficaz
Helena- Argentina - Mar del Plata
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