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Conversión de García Morente

 
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Autor Mensaje
P. Fernando
Constante


Registrado: 07 Mar 2006
Mensajes: 638

MensajePublicado: Sab Abr 28, 2007 7:37 am    Asunto: Conversión de García Morente
Tema: Conversión de García Morente
Responder citando

Un saludo en el Señor:

Como se cumplen 70 años de la conversión de García Morente y de lo que él llamo "el hecho extraordinario", quería poner este artículo que acaban de publicar sobre el tema.

Si Dios me lo permite, más adelante pongo un link con el texto completo de la experiencia que Dios permitió a este importante filósofo español.

http://www.analisisdigital.com/Noticias/Noticia.asp?id=20669&idNodo=-7

Cita:
Allí estaba Él...
En el 70 aniversario de la conversión de don Manuel García Morente

Alfa y Omega
Salvador Ros García
26/04/07

Se cumplen 70 años de la conversión del filósofo Manuel García Morente, lo que él mismo llamó El hecho extraordinario, acontecimiento vivido en su exilio de París «en la noche del 29 al 30 de abril de 1937, aproximadamente a las dos de la madrugada». El oratorio de Berlioz La infancia de Jesús le sumergió en una deliciosa paz. De repente sintió que Cristo estaba con él, en la habitación

«En el relojito de pared sonaron las doce de la noche. La noche estaba serena y muy clara. En mi alma reinaba una paz extraordinaria... Aquí hay un hueco en mis recuerdos tan minuciosos. Debí quedarme dormido. Mi memoria recoge el hilo de los sucesos en el momento en que me despertaba bajo la impresión de un sobresalto inexplicable. No puedo decir exactamente lo que sentía: miedo, angustia, aprensión, turbación, presentimiento de algo inmenso, formidable, inenarrable, que iba a suceder ya mismo. Me puse de pie tembloroso y abrí de par en par la ventana. Una bocanada de aire fresco me azotó el rostro. Volví la cara hacia el interior de la habitación y me quedé petrificado. Allí estaba Él. Yo no lo veía, yo no lo oía, yo no lo tocaba. Pero Él estaba allí. En la habitación no había más luz que la de una lámpara eléctrica de esas diminutas, de una o dos bujías, en un rincón. Yo no veía nada, no oía nada, no tocaba nada... Pero Él estaba allí. Yo permanecía inmóvil, agarrotado por la emoción. Y le percibía... Y no podía caberme la menor duda de que era Él...

No sé cuánto tiempo permanecí inmóvil y como hipnotizado ante su presencia. Sí sé que no me atrevía a moverme y que hubiera deseado que todo aquello, Él allí, durara eternamente, porque su presencia me inundaba de tal y tan íntimo gozo, que nada es comparable al deleite sobrehumano que yo sentía. Era como una suspensión de todo lo que en el cuerpo pesa y gravita, una sutileza tan delicada de toda mi materia, que dijérase no tenía corporeidad, como si yo todo hubiese sido transformado en un suspiro o céfiro o hálito. Era una caricia infinitamente suave, impalpable, incorpórea, que emanaba de Él y que me envolvía y me sustentaba en vilo, como la madre que tiene en sus brazos al niño. Pero sin ninguna sensación concreta de tacto...

En un pasaje de santa Teresa se describe algo parecido. Está en el capítulo 27 de la Vida...: una percepción sin sensaciones, una percepción puramente espiritual».

Más frecuente de lo sospechado

García Morente escribió este relato tres años después, de un tirón, en setenta cuartillas de letra bien apretada y bajo el título de El «Hecho Extraordinario». En la cuarta parte del texto, expone las consecuencias que aquel acontecimiento tuvo en su vida: «Podría quizá suponer que Dios, queriendo afianzar mi conversión con una gracia tan profunda que se me grabase inolvidablemente en mi alma, permitió que se produjese en mi mente ese fenómeno subjetivo cuyo recuerdo indeleble fuese capaz de ayudarme a perseverar victorioso frente a todas las asechanzas, dificultades e inconvenientes que por necesidad habían de oponerse a mi vocación... Hace ya más de tres años que aconteció. Desde entonces nada he vuelto a notar en mí que se parezca a lo que suele llamarse estados extraordinarios o sobrenaturales. Mi vida espiritual ha seguido un curso normal y robusto. He ofrecido a Dios todos los padecimientos morales que necesariamente mi conversión ha traído consigo, y que no han sido pocos. Siempre el recuerdo del Hecho ha constituido para mí un consuelo extraordinariamente eficaz, y me ha servido de escudo y me ha ayudado a triunfar en todas las dificultades y adversidades».

La lectura completa del relato nos hace ver que el acontecimiento fue un extraordinario regalo de Dios al que él consintió y supo recibir agradecido. Al describirlo, con el cuidado, la emoción y la claridad que transparentan sus páginas, hace también un regalo inapreciable a creyentes y no creyentes de esta época nuestra. Porque pone de manifiesto un hecho que, bajo formas diferentes, se sigue produciendo hoy con más frecuencia de la que sospechamos. Es una experiencia en cierto modo similar a la que muchos de los que hoy vuelven a la Iglesia, tras un período más o menos largo de alejamiento, están viviendo.

El relato de García Morente es todo un signo de los tiempos y un estímulo para la acción evangelizadora, pues cuando la indiferencia parece suponer la imposibilidad práctica de la comunicación del mensaje cristiano a nuestro mundo, Dios sale al paso de los hombres, al margen de nuestros esfuerzos y de nuestras tareas, llamando por su cuenta a las personas desde lo hondo de su corazón, lugar donde tal vez habíamos olvidado que habita, moviéndolas desde ahí a pedirnos razón de nuestra esperanza y dándonos a la vez razones para seguir esperando.

Salvador Ros García
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Nubeia
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Registrado: 14 Ene 2006
Mensajes: 9171
Ubicación: México

MensajePublicado: Sab Abr 28, 2007 7:20 pm    Asunto:
Tema: Conversión de García Morente
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P. Fernando

¡Paz y bien!

Gracias por compartirnos este testimonio de conversión!

Esperaré el enlace que nos comenta.

Dios lo colme de bendiciones Smile

_________________
Claudia

"Padre... Hágase Tu Voluntad así en la tierra como en el cielo"
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P. Fernando
Constante


Registrado: 07 Mar 2006
Mensajes: 638

MensajePublicado: Dom Abr 29, 2007 5:24 pm    Asunto:
Tema: Conversión de García Morente
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¡Gracias, Nubeia!

Encontré varios enlaces que tienen el texto incompleto, y un enlace que, según creo, tiene el texto completo.

"El hecho extraordinario" es una carta a un sacerdote amigo (ese sacerdote luego llegó a ser obispo).

Se encuentra en este link:
http://www.oracionesydevociones.info/02295000_hecho_extraord.htm

¡Buena lectura! Es hermoso ver a un alma que se encuentra, de repente, con Dios, y le da un sí lleno de cariño.
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Albert
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Registrado: 03 Oct 2005
Mensajes: 27940
Ubicación: Puerto Rico

MensajePublicado: Dom Abr 29, 2007 8:31 pm    Asunto:
Tema: Conversión de García Morente
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Estimado P. Fernando:

¡Paz y bien!

Muchas gracias por compartirnos este testimonio. Dios le bendiga.
_________________

Transfíge, dulcíssime Dómine Jesu
Albert González Villanueva, OFS
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Gregory
Constante


Registrado: 07 Mar 2007
Mensajes: 520

MensajePublicado: Vie Jun 22, 2007 2:31 pm    Asunto: Garcia Morente
Tema: Conversión de García Morente
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El testimonio de García Morente es siempre actual y cuestionante, nos habla de esa capacidad de encontrarnos con Dios y pasar de ese Dios filosofico al Dios vivo y verdadero.
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Berriotxoa
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Registrado: 26 Nov 2007
Mensajes: 3375
Ubicación: A los pies de la amatxu de Begoña

MensajePublicado: Jue Jul 31, 2008 8:44 pm    Asunto:
Tema: Conversión de García Morente
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Resumen de su itinerario vital

Cita:

Desde el ateismo y el dios de los filósofos

Manuel García Morente

Prestigioso catedrático de filosofía públicamente conocido como ateo
El nombre de García Morente es bien conocido en la Universidad española. Era catedrático de Ética en la Universidad de Madrid -entonces, "Universidad Central"-, y una de las figuras más prestigiosas de la filosofía en España. Cuando estalló la guerra en España en julio de 1936, era Decano de su Facultad. Aparentemente, no era una persona con un perfil que diera motivos para temer nada de la República española. Era públicamente conocido como ateo; de hecho, poco después de morir su madre, siendo un adolescente, dejó de ir a la iglesia: ya decía que no creía.

Formado en Francia
Hizo estudios en Francia, y se licenció por la Sorbona, siendo discípulo de Bergson y Levy-Brühl. Filosóficamente, su mayor influencia venía del kantismo, como sucedía en España con muchos de los que habían pasado por la Institución Libre de Enseñanza, algunos de los cuales ocupaban puestos relevantes en la joven República. Era apolítico, y si acaso, sus ideas al respecto podían tener cierta afinidad con las de Ortega y Gasset, con quien le unían bastantes planteamientos y una estrecha amistad. Y sin embargo...

La muerte de su yerno
Apenas mes y medio de comenzada la guerra se produjo el vuelco. El 28 de agosto de 1936 recibe una llamada telefónica: su yerno había muerto. "Recibí la noticia de su muerte estando yo en la Universidad en el acto de entregar el decanato -del que fui destituido por el Gobierno republicano- a mi sucesor, el señor Besteiro. De mi casa, por teléfono, me comunicaron el fallecimiento de mi yerno. Yo comprendí enseguida que había sido asesinado. Y la impresión que la noticia me produjo fue tal que caí desvanecido al suelo. Cuando volví en mí pedí al señor Besteiro que interpusiera toda su influencia para lograr el rápido y seguro traslado de mi hija y nietos de Toledo a Madrid". Besteiro, que era un caballero, accedió y lo consiguió.

Lo mataron por ser de la "Adoración Nocturna"
El "delito" del yerno consistía en pertenecer a la Adoración Nocturna. Siguieron días de miedo, con registros y detenidos entre los vecinos. "En esta situación, el 26 de septiembre, al mes escaso del asesinato de mi yerno, recibí por la mañana temprano el aviso confidencialísimo de que urgía me ausentara de casa, y, si fuera posible, de España, pues se había acordado, por ciertos elementos descontentos de mi gestión en el decanato de la Facultad de Filosofía y Letras, darme la muerte, como era usual entonces". Como suele suceder en las guerras civiles, las rivalidades personales se mezclan con las políticas.

Huye a París amenazado de muerte
Tuvo que huir precipitadamente a Barcelona, y de allí a París. Comenzó así un periodo de angustias. "Llegué, pues, a París, sin dinero, y con el alma transida de angustia y de dolor, y además corroída por preocupaciones de índole moral. ¿Había hecho bien en abandonar mi casa y a mis hijas (estaba viudo desde 1923) y ponerme egoístamente a salvo?". Era evidente que no le había quedado otra opción que huir, pero quedaba la duda, un sentimiento de impotencia que nunca había experimentado, y la humillación no sólo de no poder subvenir a las necesidades de los suyos, sino ni siquiera a las propias: tenía que vivir de la generosidad de algunos amigos.

Desasosiego en París
"Así, en París -recuerda-, el insomnio fue el estado casi normal de mis noches tristísimas". Cavilaba sobre su familia y su suerte, pero también empezaba a verse de un modo distinto que antes: "también a veces repasaba en la memoria todo el curso de mi vida: veía lo infundada que era la especie de satisfacción modorrosa que sobre mí mismo había estado viviendo; percibía dolorosamente la incurable inquietud e inestabilidad espiritual en que de día en día había ido creciendo mi desasosiego".

Le ofrecen un trabajo
No permanecía inactivo. Hizo gestiones para intentar sacar a su familia de España: primero, con la embajada británica; después, con la Cruz Roja. Fallaron. Además, tampoco estaba muy seguro: ¿qué podía ofrecerles si llegaban? En esta situación, llegó un primer golpe de fortuna: se dirigió a él una editorial para que preparara un diccionario español-francés actualizado. Alguien se acordó de él.

¿Pero, sería todo un castigo de Dios?
Con todo, el motivo principal de su angustia seguía inalterado: su familia. La idea de Dios llegó por primera vez a su cabeza: ¿sería un castigo de Dios? "La primera vez que la idea «castigo de Dios» rozo mi mente fue cosa fugaz y transitoria, en la que no paré mientes. Pero por la noche la misma idea reapareció, y esta vez ya con claridad y persistencia tales que hube de prestarle mayor atención. Pero fue para mirarla, por decirlo así, despectivamente y rechazarla con un movimiento de enojo, de orgullo intelectual y de soberbia humana. «No seas bobo», me dije a mí mismo. Y el pensamiento volcó sobre la pobre ideíta, humildita y buena, un montón rápido de representaciones filosóficas, científicas, etc., que la ahogaron en ciernes".

Reconoce que su vida se configura en buena medida sin su intervención
De repente, apareció un rayo de esperanza, también inesperado. En una visita a su amigo Ortega y Gasset, encontró en casa de éste un hombre cuyo hijo era secretario de Negrín, por entonces Ministro de Hacienda de la República. Al enterarse de la preocupación de García Morente, se ofreció a hacer gestiones por medio de su hijo. Además de agradecido, el catedrático quedó desconcertado. "Yo me quedé pasmado. El conjunto de lo que me estaba sucediendo tenía caracteres verdaderamente extraños e incomprensibles. Alrededor de mí o, mejor dicho, sobre mí e independientemente de mí, se iba tejiendo, sin la más mínima intervención de mi parte, toda mi vida".

Se le imponía la idea de la Providencia pero la rechazaba
Todo lo que intentaba, no salía; todo lo que salía, no lo había intentado ni previsto. "Yo permanecía pasivo por completo e ignorante de todo lo que me sucedía. Se diría que algún poder incógnito, dueño absoluto del acontecer humano, arreglaba sin mí todo lo mío. (...) Por tercera vez la idea de la Providencia se clavó en mi mente. Por tercera vez, empero, la rechacé con terquedad y soberbia. Pero también con un vago sentimiento de angustia y de confusión. Era demasiado evidente que yo, por mí mismo, no podía nada y que todo lo bueno y lo malo que me estaba sucediendo tenía su origen y propulsión en otro poder bien distinto y harto superior. Con todo, me refugiaba en la idea cósmica del determinismo universal, y una vez que se me ocurrió tímidamente el pensamiento de pedir, de pedir a Dios, esto es, de rezar, de orar -que era, sin duda, la actitud más lógica y congruente con todo lo que me estaba sucediendo-, lo rechacé también como necia puerilidad".

Solo y angustiado en París
Las gestiones comenzaron dando buenos resultados... pero acabaron en un nuevo punto muerto. En abril de 1937 su familia pudo salir de Madrid... pero no de España. Se instalaron en Barcelona; desde luego, estaban mejor que en Madrid, y tenían parientes que les acogieron. Pero había alguien que no quería que sus hijas y nietas salieran de la España republicana; las veía como rehenes que garantizaban que García Morente no emprendería actividades antirrepublicanas (algo que nunca pasó por su cabeza). Este volvió a derrumbarse: "Yo solo en París, desde el octavo piso de la casa del boulevard Sérurier, estaba obligado a esperar, angustiado, el estallido de los hechos que se concertaban o desconcertaban ellos solos, por sí solos, encima de mi cabeza.

Esperando sin saber qué
Aquellas noches fueron atroces. «¿Qué está haciendo de mí -pensaba- Dios, la Providencia, la Naturaleza, el Cosmos, lo que sea?». La impotencia, la ignorancia, una noche sombría en derredor y nada, nada absolutamente, sino esperar la sentencia de los acontecimientos. ¡Esperar! ¿Y cómo esperar sin saber? ¿Qué esperanza es esa esperanza que no sabe lo que espera? Una esperanza que no sabe lo que espera es propiamente... la desesperación".

Inclinándose a favor de Dios
En su desesperación, daba vueltas y vueltas a su situación, y al sentido mismo de la vida. "¿Quién es ese algo distinto de mí que hace mi vida en mí y me la regala? Claro está que enseguida se me apareció en la mente la idea de Dios. Pero también enseguida debió asomar en mis labios la sonrisa irónica de la soberbia intelectual. «Vamos -pensé-, Dios, si lo hay, no se cura de otra cosa que de ser. Dejémonos de puerilidades». Y en efecto, realicé el acto interior de rechazar esas que yo llamaba puerilidades. Pero he aquí que las puerilidades insistían en quedarse y se negaban a ser rechazadas". Intentó aplicar el rigor de la filosofía que era su profesión. Pero, para su asombro, su corazón, y poco a poco su cabeza, se iban inclinando a favor de un Dios providente.

Una Providencia sabia y amable
"Por una parte, la idea de una providencia divina, que hace nuestra vida y nos la da y atribuye, estaba ya profundamente grabada en mi espíritu. Por otra parte, no podía concebir esa Providencia sino como supremamente inteligente, supremamente activa, fuente de vida, de mi vida y de toda vida, es decir, de todo complejo o sistema de hechos plenos de sentido. Llegado a esta conclusión, experimenté un gran consuelo. Y me quedé estupefacto al considerarlo. «¿Cómo es posible -pensé- que la idea de esa Providencia sabia, poderosa, activa y ordenadora, pero que acaba de asestarme tan terrible golpe, me sea ahora de consuelo?». No lo entendía bien. Pero el hecho era evidentísimo. El hecho era que me sentía más tranquilo, más sereno y reposado. (Mucho tiempo después, leyendo a San Agustín, he descubierto la verdadera clave del enigma en la frase «inquieto está mi corazón hasta que en Ti descansa»)". Pero, ¿por qué esa Providencia parecía tan cruel con él?

Un Dios para pensar no para rezar
Ya más tranquilo, "pensaba en Dios; pero siempre en el Dios del deísmo, en el Dios de la pura filosofía, en ese Dios intelectual en el que se piensa, pero al que no se reza. Dios humano, trascendente, inaccesible, puro ser lejanísimo, puro término de la mirada intelectual". Ante un Dios así concebido sólo cabe una postura: la resignación. Lo intentó, pero sintió primero la frialdad, después la rebeldía. "En mi alma se produjo una especie de protesta, y creo, Dios me perdone, que algo así como una blasfemia subió a mi mente. Creo que acusé de cruel, de indiferente, de burlona, de sarcástica a esa Providencia que se complacía en zarandear mi vida, en traerla y llevarla a su antojo inexplicable, en darle y atribuirle acontecimientos y hechos que yo no quería, que yo repudiaba. ¿Qué puedo esperar -pensaba yo- de un Dios que así se complace en jugar conmigo, que me engolosina de esa manera con la inminente perspectiva de la felicidad, para hacerla desaparecer en el momento mismo en que yo iba a tenerla ya entre las manos? (...) No me someto al destino que Dios quiere darme; no quiero nada con Dios, con ese Dios inflexible, cruel, despiadado".

Por pura rebeldía pensó en el suicidio, pero lo rechazó: nada resolvía con ello

En ese estado, se le ocurrió pensar en el acto supremo de la rebeldía, en lo que parecía la máxima expresión de libertad frente a ese Dios dueño de nuestros destinos: el suicidio. "Pero tan pronto como me di cuenta de la conclusión a que había llegado, me espanté de mí mismo. No por la idea de suicidio en sí, que ya en otras ocasiones había estado en los ámbitos de mi conciencia, sino más bien por la absoluta ineficacia de un acto así, que a nada conducía, que nada resolvía".

Estaba en un callejón sin salida. Puso la radio. Música. Primero, César Frank; después, Ravel. Siguió L'enfance de Jésus de Berlioz, bien cantada por un magnífico tenor:

Finalmente consintió en pensamientos sobre la vida de Jesucristo

"Algo exquisito, suavísimo, de una delicadeza y ternura tales que nadie puede escucharlo con los ojos secos. (...) Cuando terminó, cerré la radio para no perturbar el estado de deliciosa paz en que esa música me había sumergido. Y por mi mente empezaron a desfilar -sin que yo pudiera ofrecerles resistencia- imágenes de la niñez de Nuestro Señor Jesucristo. Le vi, en la imaginación, caminando de la mano de la Santísima Virgen, o sentado en un banquillo y mirando con grandes ojos atónitos a San José y a María. Seguí representándome otros episodios de la vida del Señor: el perdón que concede a la mujer adúltera, la Magdalena lavando y secando los pies del Salvador, Jesús atado a la columna, el Cirineo ayudando al Señor a llevar la Cruz, las santas mujeres al pie de la Cruz. (...) Y los brazos de Cristo crecían, crecían, y parecían abrazar a toda aquella humanidad doliente y cubrirla con la inmensidad de su amor, y la Cruz subía, subía hasta el cielo y llenaba el ámbito de todo y tras de ella subían muchos, muchos hombres y mujeres y niños; subían todos, ninguno se quedaba atrás; sólo yo, clavado en el suelo, veía desaparecer en lo alto a Cristo, rodeado por el enjambre inacabable de los que subían con Él; sólo yo me veía a mí mismo, en aquel paisaje ya desierto, arrodillado y con los ojos puestos en lo alto y viendo desvanecerse los últimos resplandores de aquella gloria infinita, que se alejaba de mí". Aquello "tuvo un efecto fulminante en mi alma".

Por fin, quiso rezar de rodillas pero había olvidado el Padrenuestro

En realidad, supuso su conversión. "¿Y qué me había sucedido? Pues que la distancia entre mi pobre humanidad y ese Dios teórico de la filosofía me había resultado infranqueable. Demasiado lejos, demasiado ajeno, demasiado abstracto, demasiado geométrico e inhumano. Pero Cristo, pero Dios hecho hombre, Cristo sufriendo como yo, más que yo, muchísimo más que yo, a ése si que le entiendo y ése sí que me entiende, a ése sí que puedo entregarle fielmente mi voluntad entera, tras de la vida. A ése sí que puedo pedirle, porque sé de cierto que sabe lo que es pedir y sé de cierto que da y dará siempre, puesto que se ha dado entero a nosotros los hombres. ¡A rezar, a rezar! Y puesto de rodillas empecé a balbucir el Padrenuestro. Y ¡horror!, ¡se me había olvidado!".

Una nueva visión de la vida

Siguió de rodillas, rezando como podía. Recordó cómo su madre le había enseñado a rezar, reconstruyó el Padrenuestro, y el Avemaría... y de ahí no pudo pasar. "No importaba demasiado; lo cierto era que una inmensa paz se había adueñado de mi alma". Se sentía otro hombre, el "hombre nuevo" del que hablaba San Pablo. Miró por la ventana: vio lo de siempre, Montmartre. Pero los ojos eran nuevos, y vio un significado que no había aparecido antes: ¡Mons Martyrum!, el Monte de los Mártires. Vio los mártires, que aceptaban libremente el supremo sacrificio. "¡Querer libremente lo que Dios quiera! He aquí el ápice supremo de la condición humana. «Hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo»".

Para reconstruir sobre nuevas bases

Las primeras conclusiones, los primeros propósitos, del cristiano Manuel García Morente empezaron a trazarse. "Lo primero que haré mañana será comprarme un libro devoto y algún buen manual de doctrina cristiana. Aprenderé las oraciones; me instruiré lo mejor que pueda en las verdades dogmáticas, procurando recibirlas con la inocencia del niño, es decir, sin discutirlas ni sopesarlas por ahora. Ya tendré tiempo de sobra, cuando mi fe sea sólida y robusta y esté por encima de toda vacilación, para reedificar mi castillo filosófico sobre nuevas bases. Compraré también los Santos Evangelios y una vida de Jesús. ¡Jesús, Jesús! ¡Misericordia! Una figura blanca, una sonrisa, un ademán de amor, de perdón, de universal ternura. ¡Jesús!".

Una misteriosa presencia de Jesucristo
Siguió algo extraordinario. Para reforzar la fe recién renacida, Jesucristo quiso tener en él un detalle extraordinario: hacerse presente de un modo misterioso, pero real; de un modo que no se podía percibir por los sentidos, pero se percibía. "Allí estaba él. Yo no lo veía, yo no lo oía, yo no lo tocaba. Pero Él estaba allí. (...) Y no podía caberme la menor duda de que era Él, puesto que le percibía, aunque sin sensaciones. ¿Cómo es esto posible? Yo no lo sé".

Como Santa Teresa
Duró un rato que no se podía medir, y terminó, para no volverse a repetir. Lo necesario, y nada más. Años después, encontró algo parecido en la Vida de Santa Teresa.

Alegría familiar
Al cabo de unos días, cayó el Gobierno en España y, poco tiempo después, pudo reunirse con su familia, en París, y darles la buena noticia de su conversión: ¡gran alegría para una familia en la que él era el único que había carecido de fe!

Sacerdote
En mayo de 1938 volvió a España, con la intención de realizar los estudios preliminares al sacerdocio. Fue ordenado sacerdote en 1940.

Manuel García Morente. El hecho extraordinario.


Fuente:
Fluvium.org
_________________

Esto es lo que pretendo: esforzarme cada día más en vivir el Evangelio; y cuando no lo consiga, o falte gravemente, empezare de nuevo, con la ayuda de Dios.
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