CarlosR26† Veterano
Registrado: 01 Oct 2005 Mensajes: 3941 Ubicación: MEXICO, Jal.
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Publicado:
Mie May 02, 2007 10:13 pm Asunto:
Diferentes idiomas
Tema: Diferentes idiomas |
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Aqui pedazos aqui y alla de conversaciones acerca del Lenguaje humano con un amigo teólogo.... solo los dejo para reflexión.
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De tanto que necesito subrayar y remarcar en esa frase, al final me queda todo en negrita; porque precisamente uno de los grandes problemas que arrastramos en el lenguaje de nuestra época es que -aunque no nos guste- el lenguaje adquirió tal desarrollo que ya no podemos decir las cosas bien con palabras elementales.
¿Qué es un hecho? Un hecho es algo real que ocurre en un momento del tiempo, así que nosotros, que estamos inmersos en el tiempo, estamos rodeados de hechos, producimos hechos, y contemplamos hechos.
Sin embargo, de todos esos hechos, sólo algunos pueden ser calificados de históricos... ¿cuáles? aquellos que pueden ser verificados siguiendo un conjunto de criterios llamados precisamente los "criterios de historicidad".
Eso no es algo que aplicamos arbitrariamente al Evangelio, es algo que forma parte de nuestra cultura: nos la pasamos distinguiendo hechos que son históricos de hechos que no lo son... pero resulta que cuando llegamos al Evangelio, nos parece impío hacer lo mismo que hacemos sin darnos cuenta a cada minuto y con cada cosa que nos rodea.
Hace 1500 años tal vez uno podía llamar "hecho histórico" a un montón de cosas que hoy están fuera del campo que abarca esa palabra; efectivamente, la palabra "histórico" fue adquiriendo una precisión, una concresión, cada vez mayor. Eso no lo decidimos nosotros individualmente, no es una cuestión de buena o mala voluntad, sino que lo decide el giro que ha tomado nuestra cultura, nuestra época. Y puesto que nosotros pretendemos hablar del
Evangelio en términos que sean entendibles para nuestra época, no podemos pasar por alto matices tan importantes, aunque nos resulten un poco difíciles.
Nosotros no podemos decidir a voluntad el valor que tienen las palabras, hay conjuntos de decisiones , de predecisiones, que nos vienen en la cultura en la que estamos inmersos, y simplemente tenemos como tarea el entender lo de siempre en el molde de eso que no es de siempre sino exclusivamente nuestro. No es tan simple, claro.
Esta bien que en la vida cotidiana nos manejamos con una imprecisión muy grande, y es lógico que sea así... pero cuando hablamos de la historicidad de los relatos evangélicos, ya no estamos en la vida cotidiana, estamos, cada uno en su fragmento de mundo, tratando de entrar en una cuestión compleja y delicada, y que depende de conceptos y significaciones que no podemos inventar cada uno para el propio uso.
Tampoco significa que todo sea "para especialistas", al contrario, estas cosas deben hablarse, cuanto más, mejor, precisamente porque adquirir una mirada más compleja sobre el Evangelio, ayuda a la fe indirectamente, al hacernos madurar en nuestra humanidad.
Un hecho histórico es un hecho que podemos de alguna manera asegurarnos.. pero no de cualquier manera, tiene que ser de una manera que pueda valer para cualquiera, que cualquiera pudiera venir y repetir esa manera, y llegar al hecho histórico.
Si algo ocurrió, pero sólo lo pueden verificar los que de antemano tienen una cosa que llaman "fe", y que enima en sus teorías sobre la fe esos mismo dicen que la fe no se adquiere voluntariamente sino que hay que esperar a que Dios mismo la suscite, entonces m'hijo: lo que Ud. tiene será un hecho, habrá ocurrido en la historia... pero no es un hecho histórico.
-¿Por qué, porque a algunos se les ocurrió se les ocurre?
-No, no es una ocurrencia casual: es un punto de llegada de nuestra época acerca de lo que podemos considerar historia y lo que no, para poder dialogar entre nosotros, y que todo esto tenga algún fruto.
-¿Y por qué está mal considerar histórico algo que cae fuera de lo histórico tal como lo definimos en nuestra época, si de hecho, Abel, tú mismo reconoces que el hecho de que algo no sea histórico no quiere decir que no haya ocurrido?
-Está mal porque crea confusión, crea en los que se acercan a conocer el Evangelio unas expectativas de sentido que luego no podemos sostener. Porque como la gente que se acerca al Evangelio es -naturalmente y al igual que nosotros- gente de nuestra época, tarde o temprano pedirán a nuestras palabras la solidez que se le pide a los hechos históricos, ya que les hemos dicho que les dábamos historia... y cuando esto se sostenga por una oscura tradición del siglo III, aquello porque lo dijo el Papa, que lo sacó de lo que pensaban los escritores del siglo IV, lo de más allá los sabemos por las revelaciones a Santa Cucufata, y esto es cierto porque si no peligra la fe... pues bueno, no sé a quién le podrán dejar el evangelio en la mano más de diez minutos sin que se los parta por la cabeza.
Hay aspectos de la Biblia que son históricos, en el sentido pleno de la palabra, es decir: hechos que han ocurrido y pueden ser verificados; hay aspectos que son posiblemente históricos, es decir: no pueden ser individualmente verificados por nuestra falta de fuentes, pero no es imposible que ocurrieran; y hay finalmente -y son muchos- hechos que no son históricos, en el sentido en que ni están verificados ni pueden verificarse, y entran en el conjunto de hechos que forman el entramado de lo que los creyentes aceptamos "a bulto", como aspectos de la expresión de la fe.
Pero "a bulto" no quiere de ninguna manera decir de manera acrítica, al contrario: sabemos que estamos aceptando cosas difíciles, y así debemos hacérselo saber a quienes deseen conocer nuestra fe.
No se puede, no se debe, confundir el nivel de los hechos comprobables históricamente, con el de aquello que alcanzamos por la fe y dentro de la fe, como paret de la expresión de la fe.
A la virginidad de María no accederé nunca con medios históricos. Desde el punto de vista histórico no es un hecho histórico, precisamente porque lo histórico tiene que ver con el mecanismo de verificación que se pone en juego frente a los hechos.
Ahora bien, ¿quiere decir entonces que no ocurrió, que María no fue Virgen?
No, quiere decir que a esa verdad accedo de una manera que no es histórica, y que por lo tanto no lo puedo hacer valer como verdad universal: vale para mí y mi comunidad, es cierto, pero en los límites de mi fe.
En una época en que el mundo era oficialmente cristiano, es posible que no pasara nada si se confundía la dimensión de las verdades de la fe, de las verdades fundamentales de la comunidad (pero que sólo valen para la comunidad creyente), con las verdades universalmente válidas y que todos están obligados a compartir.
Pero hoy sí que no podemo ya darnos el lujo de esa confuión, precisamente para evitar que el Evangelio pueda volver a ser tomado como el garante del poder: "puesto que tengo unos hechos innegables...."
¡No! no tenemos unos hechos innegables, tenemos unos hechos completamete frágiles, ¡y eso es un gran gozo!
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Lo que no veo claro es basado en que criterios el hombre debe , entonces , estar dispuesto a aceptar como verdaderos , como realmente acaecidos, hechos que no pueden ser aprehendidos por la historia. En el ejemplo sobre el amor de nuestros seres queridos creo que lo aceptamos como verdadero basados en una experiencia personal y directa de ese amor; pero no lo alcanzo a relacionar con la aceptación , por ejemplo, de la resurrección como algo que realmente sucedió.
R= -Por un lado ha quedado perfectamente comprendido el ejemplo de los "seres queridos", y -aunque aún hay que darle muchas vueltas a esto- tenemos una fuente que puede ser válida por fuera de la comprobación histórica por testimonios fiables: la experiencia personal.
El cariño concreto... no el amor abstracto de estampita paulina, sino el cariño concreto, ese mismo del que habla Juan Presbítero, y que experimentamos cotidianamente, es sin duda un "sentimiento", pero no se basa en un mero acto de "sentimentalidad", sino en un conjunto de hechos de mi historia personal, de encuentros y desencuentros personales, de lo que llamaríamos (en esto sigo a Ricoeur, por un punto muy necesario a nuestro tema) una "experiencia vivida".
Es un "sentimiento", pero no a modo de Boca o el Barça (a lo mejor sí, pero yo no comprendo el sentimiento futbolero), no es "un sentimiento que no puedo parar", sino un sentimiento que se va contrastando permanentemente en mi persona, y con los hechos vividos por mi persona: el amor me hace crecer, y me obliga incluso a rectificar esa percepción del amor que me rodea.
Tenemos tan desprestigiada la palabra "sentimiento" que casi cuesta imaginar lo complejo del proceso de apropiación de la verdad de algunas cosas por el "sentimiento". Sentir la realidad de lo que sólo se aprehende sintiendo (y el amor por sobre todo) no tiene nada de automático, ni mucho menos de mariconería. Se trata de una tarea de contraste permanente entre mí mismo y el mundo que me rodea, en donde el mundo se me mete dentro y me ensancha, me hace crecer, por la fuerza de algo que sin embargo es inobjetivable... sólo en la certeza de que no hay persona en el mundo -por más abyecta que pudiera ser- que no tenga una pizca de experiencia vivida de esto, es que podemos comunicarnos unos a otros esta experiencia.
¿Se puede llamar "verdadero" a lo que percibimos por medio de ese amor que nos rodea? ¡Pues claro!!!!!
Sólo para las máquinas la verdad es binaria, para nosotros es decimal, o mejor: multifacética, y ninguna verdad agota el horizonte de Verdad. Y tenemos derecho a hablar de la verdad de nuestra experiencia vivida en el mundo, tanto como el científico tiene derecho -si aporta las pruebas adecuadas- a reclamar verdad para su tesis.
Ahí está todo el asunto: el científico que reclama verdad para su tesis, aporta las "pruebas" que la avalan... ¿qué deberíamos aportar nosotros para permitirnos llamar "verdad" a nuestra experiencia vivida?
Está claro que no puede ser nada que quede fuera del ámbito de nuestra vida, será nuestra vida, nuestro propio movimiento vital, la transformación de nuestra existencia y el rastro que dejamos de ello, lo que aporta "pruebas" de la "verdad" de nuestra experiencia vivida.
LLeguemos por fin (si queda alguien además de yo, si no me pongo a escribir en singular) a la palabra clave de todo esto: la verdad de la percepción existencial, es una verdad débil.
No importa si por ahora nos anoticiamos de la grandeza de esta comprobación. Basta retener que dentro del panorama unitario de la verdad tal como nos quiere plantear el espejismo cientificista, hemos detectado que hay verdad por fuera de los ámbitos de la prueba y la contrastación... pero esas verdades son "verdades débiles". La verdad circula entre los hombres siguiendo pautas musicales de fortaleza y debilidad. [no sé si la frase se entiende, pero está buenísima para una estampita, me podrian contratar]. Sólo el conjunto de la verdad aprehendida en su pluralidad de posibilidades, nos da el panorama -útil a todos los demás hombres- de la verdad de una existencia.
Esto, creo yo, está contenido, y sólo era necesario extraerlo, en lo primero que dice Eduardo. vamos a lo segundo, que plantea ya una pregunta y un problema:
Lo que no veo claro es basado en que criterios el hombre debe , entonces , estar dispuesto a aceptar como verdaderos , como realmente acaecidos, hechos que no pueden ser aprehendidos por la historia.
El criterio no parece ser otro que el mismo de la experiencia vivida. Así parecen hablar los Evangelios en tanto apelan a la transformación interior vivida por el creyente en su encuentro con el Resucitado, para validar la verdad de esa resurrección, cuyos ejemplos se nos brindan en los "relatos de aparición del Resucitado".
En todos esos relatos se destaca la imposibilidad de ver a Jesús como Resucitado, hasta que no hay una transformación súbita que abre los ojos: el escucharnos llamados por nuestro nombre, la fracción del pan, la paz... etc.
No son relatos que nos cuenten anécdotas apostólicas: son el modelo para interpretar nuestra propia experiencia de encuentro con el Resucitado; son relatos que dan lenguaje a nuestra experiencia vivida.
Creo que de una u otra manera vengo insistiendo en un punto que me parece central: no hay cristianismo sin una experiencia personal de Encuentro. No hay nada que haga verdadera a nuestra fe antes de esa experiencia personal de Encuentro. Toda argumentación, todo "signo de credibilidad" pende de esa experiencia débil, sólo comunicable por similitud, por contigüidad, no por continuidad y enseñanza. Podemos hablar de la fe compartida, porque podemos estar ciertos de que en la vida de los otros es posible también que haya ocurrido un Encuentro.
Enseñar la fe es un hecho posterior y consecuente a compartir el impacto personal de la experiencia vivida.
Ahora bien: una razón débil no hace falso al hecho, lo que hace una razón débil es que no podamos transmitirlo sin contar previamente con que el otro ha realizado su Encuentro. la Resurrección no se puede conocer antes de experimentar el poder del Resucitado en mí. Es ese poder el que me abre los ojos para ver el hecho. precisamente porque no se trata de un hecho histórico, sino de un hecho real, sólo visible a partir de una experiencia vivida.
Si dudamos de la Resurrección, poco ganaremos leyendo argumentos a favor de la probabilidad histórica del hecho; haremos mucho mejor en remontar nuestra experiencia de vida, contrastarla con los seres que amamos y nos aman, encontrar allí, reencontrar, el momento del Encuentro, como magistralmente traza el camino de la fe el salmo: "cómo te contemplaba en el santuario, viendo tu fuerza y tu gloria, tu gracia vale más que la vida, te alabarán mis labios" (S 62)
Es la recuperación de la memoria existencial, la recuperación del pasado personal, lo que nos vuelve a las fuentes del Encuentro, y desde nuestro Encuentro, a la experiencia histórica de una Iglesia débil (no en sentido moral, sino epistemológico, como lo he usado hasta ahora), que no tiene nada para ofrecer como no sea la imposibilidad de olvidar sus 2000 años de Encuentro, la sangre de los mártires, la santidad difusa entre sus miembros, y todas las "notas de credibilidad", que no son otra cosa que la memoria vivida convertida en palabra y proclamación.
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La pregunta previa es: ¿es posible en la historia humana, compuesta de datos verificables, que sucedan intervenciones divinas? Si no es posible, entonces nada de todo eso ocurrió, y sólo pueden ser entendidos como metáforas. Si son posibles, debemos admitir que la historia no está compuesta sólo de hechos “verificables”, sino también de otra clase de hechos.
Durante siglos, el cristianismo no tuvo dificultad en admitir que la historia comprende hechos de distintas clases, no sólo los verificables. Normalmente cualquier cristiano acepta eso. Pero con el advenimiento del racionalismo, nos encontramos con una visión reductiva de la realidad, donde se está dispuesto a admitir sólo cierta clase de hechos: los que pueden ser observados por cualquier público, sin ningún condicionamiento previo.
Una estrategia apologética -errónea a mi humilde juicio- que adoptamos en el cristianismo a inicios del siglo XX, fue reducir los milagros y la resurrección a “hechos objetivos”, de la clase de hechos que admiten los racionalistas. Eso lo hacíamos para pelearle al racionalismo en su mismo terreno, pero a la postre resultó un problema, porque puesto que no son esa clase de hechos, nos terminamos quedando sin argumentos.
-la resurrección es un hecho de la historia “historiográfica”
-Bueno, aceptado, pero entonces dame pruebas como de cualquier otro hecho de la historia historiográfica, como cuando voy al seguro y le digo que me chocaron el coche y me pide pruebas.
-Ok, mis pruebas son: la tumba vacía.
-Eso demuestra que Jesús no estaba donde se esperaba, no que resucitó.
-El testimonio múltiple de los que lo vieron resucitado.
-También hay testimonio múltiple de que robaron el cuerpo.
-Eso lo dijeron soldados sobornados.
-Eso último lo afirman los testigos interesados (por lo tanto no imparciales) en la resurrección.
-Me desesperas, ñato, ¿entonces no resucitó?
-Sí, sólo que estás equivocado en querer pelear con mis armas de racionalista, porque te voy a ganar siempre, por la sencilla razón de que lo que tú anuncias exige otra comprensión de la historia, que no es la que yo tengo. Yo estoy dispuesto a salir de la estrechez de mi racionalismo, si tú te dispones a explicarme la seriedad de tu mirada sobre la historia en lugar de ponerte en mi perspectiva, que ni es la tuya ni te sirve. |
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