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“UNA VIDA CON KAROL” de Stanislaw Dziwisz

 
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Registrado: 02 Oct 2005
Mensajes: 4183

MensajePublicado: Mar Jun 26, 2007 6:08 pm    Asunto: “UNA VIDA CON KAROL” de Stanislaw Dziwisz
Tema: “UNA VIDA CON KAROL” de Stanislaw Dziwisz
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Me he "robado" el comentario de este libro, porque creo que es una buenísima presentación del mismo, y espero poder leerlo pronto, ya que debe de ser magnífico.
Si alguien ya pudo leerlo, me gustaría que aportara sus comentarios.

Una vida con Karol”, un solo corazón y una sola alma

María del Sol Carpintero, directora del Secretariado de la Pastoral de la Salud de la Diócesis de Ávila

Fecha de publicación: 20/06/2007


Esperaba con verdadera inquietud que llegase, traducido al castellano, el libro de Stanislaw Dziwisz “UNA VIDA CON KAROL”. Esta espera se hizo más apremiante, cuando el día 2 de abril, en el segundo aniversario de la muerte del amado Juan Pablo II, el cardenal Camilo Ruini, en la Basílica de San Juan de Letrán, en su discurso de la clausura del proceso diocesano de su beatificación, nos dijo que se trataba de un libro muy importante. Que era necesario conocer y leer.El pasado día 15 de junio llegó como novedad a las librerías de Ávila, era el regalo que nos hacía el Sagrado Corazón de Jesús en el día de su solemnidad. Cualquier rato libre, ha sido bueno para leer el siguiente capítulo. Su lectura, ha producido un gran gozo a mi alma, se agolpan en mi muchos sentimientos, muchos pensamientos, muchos recuerdos que me hacen caer en la cuenta, que, como me sucede siempre que se trata de Juan Pablo II, he de hacer una lectura más reposada. Stanislaw Dziwisz, al igual que lo hizo con su libro “Dejadme ir a la Casa del Padre”, nos habla de un hombre de Dios, de un gran sacerdote, de un fidelísimo vicario de Cristo, en definitiva de un hombre santo que sólo quiso servir, servir y amar a la Iglesia y a la humanidad, en cada momento de su vida, allí donde Dios le llamaba y le esperaba. Pero además, sin él quererlo, don Stanislaw hace un preciso retrato de su propio corazón y sobre todo de su alma: es el fiel servidor, que sabe estar, que sabe escuchar, que sabe cuidar, que sabe curar. Yo diría: “un solo corazón y una sola alma” con su obispo, “un solo corazón y una sola alma” con el Santo Padre, para hacer con Él un camino infatigable de servicio.

En aquella frase que le dirigió monseñor Wojtyla: “vendrás conmigo… me ayudarás”, don Stanislaw comprendió perfectamente que el aceptar aquel oficio de secretario, era un compromiso de fidelidad y amor a Dios que le pedía un servicio en la Iglesia; sin saber entonces (1966) que acompañaría más tarde al Papa, por un período de 27 años.

El libro hace un recorrido, que sabe a poco, por los momentos más importantes de la vida y el Pontificado de Juan Pablo II. Es impresionante su empeño en cumplir la voluntad de Dios por encima de todas las dificultades, las que vienen de fuera, y las que surgen dentro de la misma Iglesia. Pero ello no le aparta un ápice de su deber de guiar, en esta etapa de la historia de la salvación, al Pueblo de Dios que le ha sido confiado. Se destaca de una manera especial su defensa incondicional por la dignidad del hombre; el amor siempre ferviente a su patria; y el amor, no menos intenso al mundo y a la Iglesia.

A los que hemos leído los libros escritos por el Papa Wojtyla, nos son familiares las personas, los lugares, los acontecimientos. Es de destacar el conocimiento privilegiado que tiene don Stanislaw de la situación de la Iglesia en el mundo, que fue algo sin duda carismático en Juan Pablo II.

Me ha impresionado el prefacio del libro, “Aquel velo sobre su rostro”, y el último capítulo, “Dejadme ir con el Señor”. En las vivencias que ha querido compartir con todos don Stanislaw en los momentos más decisivos de su vida, se confunde amablemente lo humano y lo divino, lo más noble del corazón humano cuando se va un ser querido y la fragilidad de un cuerpo que se derrumba; el gozo más intenso por la esperanza y la tristeza más honda de la soledad; la fe más sólida en la Resurrección y el vacío que deja el amigo, el maestro.

Quisiera poder decirle a don Stanislaw, que el profundo amor que siento hacia este gran santo de Dios, Karol Wojtyla, y hacia él mismo, me permite tener el atrevimiento y la osadía de añadir mis propios sentimientos a sus dos últimas frases:

-“Pero de aquí se ha ido sólo”. No se ha ido sólo, don Stanislaw, cuando usted y los que le acompañaban creyeron que se había ido para siempre, en ese preciso instante estaban con Él y le sacaron de aquella habitación para conducirlo hasta el Padre, Karol, Emilia, Olga, Edmund, Jerzy y sus compañeros de la Escuela de Wadowice, aquellos otros de la Cantera, Jan Tiranowski, el padre Figlewicz, su amado príncipe Adam Stefan Sapieha. Ellos principalmente. pero con ellos, cientos de miles de niños, mujeres y hombres que le conocieron y le anticiparon en “el paso definitivo”, querían dar fe de su santidad ante el Padre del Amor Misericordioso. ¡Cómo no!, precedía a este gran coro la Madre de su Esperanza, la Madre de su Maestro, la Madre de la Iglesia. Usted no lo advirtió porque en ese momento se encendieron todas las luces de la casa. ¿Por qué cree usted que de forma impulsiva se cantó el “Te Deum”? Jasna Gora, Kalvaría, Fátima, la ofrenda de su vida era aceptada por Dios.

-“Y ahora ¿quién le acompaña en la otra orilla? Recuerde, don Stanislaw, lo que decía en 1996 de su primera Misa en la Catedral de Wawel, en la Cripta de San Leonardo, el 2 de noviembre de 1946: “… Fui ordenado el día anterior… cuando la Iglesia expresa litúrgicamente la verdad de la Comunión de los Santos… son aquellos que, habiendo acogido en la fe el misterio Pascual de Cristo, esperan ahora la resurrección final… Toda la Catedral parece repetir las palabras del Símbolo de los Apóstoles: “Creo en la resurrección de los muertos y en la vida eterna”. Nosotros, cada uno de nosotros, junto con usted, en compañía de todos los Santos, le acompañamos sobre todo haciendo vida su magisterio, sintiéndole cercano en todas las actividades de la Iglesia.

Los cristianos de la Diócesis de Cracovia, los cristianos de la Iglesia polaca, tienen la oportunidad de escuchar, de leer lo que dice el cardenal Stanislaw Dziwisz. El resto, en muchas partes del mundo, le rogamos que no sea éste el último libro en el que nos cuente muchas cosas de su experiencia al lado de un santo de Dios, de un gran Papa, de un fiel servidor de Jesucristo.

Gracias, no por descubrirnos muchas curiosidades, sino por compartir la vida de la Iglesia y la fe. Porque le amaste fielmente, te has hecho digno de vivir y de escribir “UNA VIDA CON KAROL”.

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