Luciana Belén Moderador

Registrado: 21 Nov 2005 Mensajes: 4928 Ubicación: La Plata, Argentina
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Publicado:
Mie Jun 20, 2007 3:26 pm Asunto:
Oh Dios mío, vuestro amor es fuerte como la muerte
Tema: Oh Dios mío, vuestro amor es fuerte como la muerte |
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EL AMOR ES FUERTE COMO LA MUERTE.
San Francisco de Sales
El amor es fuerte como la muerte300. Algunas veces el amor sagrado es tan violento, que efectivamente causa la separación del cuerpo y del alma, haciendo morir a los amantes con una muerte tan dichosa que vale más que cien vidas.
Así como es propio de los réprobos morir en pecado, así es propio de los elegidos morir en el amor y gracia de Dios; pero con todo, acaece de una manera muy diferente. El justo nunca muere de una manera imprevista, porque gran previsión de la muerte es el haber perseverado en la justicia cristiana hasta el fin.
Ha habido en nuestros tiempos varones eximios, en virtud y en doctrina, que han sido encontrados muertos, unos en el confesionario, otros oyendo un sermón, y no han faltado algunos que han fallecido al bajar del pulpito, después de haber predicado con gran fervor; muertes repentinas todas éstas, mas no imprevistas!,
Y a cuántos hombres de bien no hemos visto morir de apoplejía, de letargo, y de otras mil dolencias repentinas, y a cuántos también presa de desvarío, y aún privados del uso de la razón! Todos éstos, con los niños bautizados, han muerto en gracia y, por consiguiente, en el amor de Dios. Mas ¿cómo han podido morir en el amor de Dios, sin pensar siquiera en Dios en el momento de su tránsito?
Los hombres sabios no pierden su ciencia cuando están dormidos; de lo contrario, serían de nuevo ignorantes al despertar y tendrían que volver a la escuela. Lo mismo ocurre con todos los demás hábitos de prudencia, de templanza, de fe, de esperanza, de caridad: siempre se conservan dentro del espíritu de los justos, aunque no siempre produzcan sus actos. Parece que, en el hombre dormido, todos los hábitos duermen con él, y que con él despiertan.
De la misma manera, cuando el justo muere súbitamente, ya sea aplastado por una casa que se le cae encima, ya herido del rayo, ya ahogado por un catarro, o bien fuera de sus cabales, por causa de una fiebre muy subida, no muere, ciertamente, en el ejercicio del amor divino, pero muere en el hábito de este amor, por lo cual dijo el Sabio: El justo, aunque sea arrebatado de muerte prematura, estará en lugar del refrigerio 301; porque, para obtener la vida eterna, basta morir en el estado y en el hábito del amor y de la caridad.
Muchos santos, empero, han muerto no sólo en caridad y con el hábito del amor celestial, sino también en el acto y en la práctica de éste. San Agustín murió en el ejercicio de la santa contrición; San Jerónimo, mientras exhortaba a sus queridos hijos al amor de Dios, del prójimo y de la virtud; San Ambrosio, del todo arrobado, mientras conversaba dulcemente con su Salvador, inmediatamente después de haber recibido el divinísimo Sacramento del altar; San Antonio de Padua, después de haber repetido un himno a la gloriosa Virgen madre, y hablando gozosamente con el Salvador; Santo Tomás de Aquino, juntando las manos, levantando los ojos al cielo, alzando fuertemente la voz y pronunciando, a manera de aspiraciones, con gran fervor, estas palabras de los Cantares, que era las últimas que había explicado: Ven querido amigo, salgamos a los campos302. Todos los apóstoles y casi todos los mártires murieron rogando a Dios.
El bienaventurado y venerable Beda, habiendo tenido noticia, por revelación, de la hora de su muerte, acudió a vísperas (era el día de la Ascensión), y, estando en pie, apoyado tan sólo en los brazos de su silla, sin enfermedad alguna, acabó su vida en el mismo instante en que acababa de cantar las vísperas, como en la hora más a propósito para seguir a su Señor en su subida a los cielos, a fin de gozar, ya muy de mañana, de la eternidad que no tiene noche.
Juan Gersón, canciller de la Universidad de París, hombre tan docto como piadoso, del cual, como dice Sixto de Siena, no se puede discernir si, en él, la doctrina, aventajó a la piedad o la piedad a la doctrina, después de haber explicado las cincuenta propiedades de] amor divino indicadas en el Cantar de los Cantares, tres días después, con un rostro y un corazón llenos de vida, expiró, pronunciando y repitiendo muchas veces, a manera de jaculatoria, estas sagradas palabras sacadas del mismo Cantar: «Oh Dios mío, vuestro amor es fuerte como la muerte»303; y el gran apóstol de los japoneses, Francisco Javier, expiró sosteniendo y besando el crucifijo, y repitiendo a cada momento estas aspiraciones, salidas de su alma: ¡Oh Jesús, Dios de mi corazón!
298 Cant.,II, 16.
299 Rom., VIII, 38,39.
300 Cant, VIII. 6.
301 Sab.,IV,7.
Tratado del Amor de Dios. San Francisco de Sales _________________
"Aspira a lo celeste que siempre dura, fiel y rico en promesas Dios no se muda." |
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