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¿Porque el Sufrimiento?

 
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allessandro_87
Esporádico


Registrado: 08 May 2008
Mensajes: 64
Ubicación: El Salvador

MensajePublicado: Mar Jul 08, 2008 5:49 pm    Asunto: ¿Porque el Sufrimiento?
Tema: ¿Porque el Sufrimiento?
Responder citando

El sufrimiento es algo que el ser humano tiene consigo desde la caida, pues son los efectos que el pecado original ha dejado en nosotros.
Es el sufrimiento calgo connatural al ser humano, todos sufrimos en alguna medida, pero muy pocos comprendemos lo que en realidad significa sufrir.
En la sociedad de Hoy se plantean dos interrogantes:
la primera es el sufrimiento causa de que muchos jovenes entren en la tentación del suicidio.
la segunda es el sufrimiento el que nos puede llevar a la perfección
esto se puede simplificar en la sencilla pregunta ¿Porque sufrir?
He querido introducirme a este tema del sufrimiento atendiendo a una polematica tendencia juvenil que esta promoviendo el sufrir por sufrir. Esto dodria ser producto de un ateismo exacervado que nos pretende dominar.
Podria ser tambien una travesura del mismo satanas que nos trata de confundir y nos hace pensar en el sufrimiento como una escusa para asi hacernos abandonar la fe.
La verdad, es que el sufrimiento tiene su porque en la vida Cristiana y no se puede ideologizar, o tomar como algo aislado.
Cristo padecio por nosotros por lo tanto nosotros tracendemos nuetro sufrimiento con Cristo.
Estamos llamados a la felicidad y por lo tanto ¿Porque sufrimos?
La respuesta a esta interrogante quiero que la vayamos dando todos no solo yo para luego concluir con la verdad evangelica.
_________________
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Luis-Carlos
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Registrado: 24 Oct 2005
Mensajes: 1311

MensajePublicado: Mar Jul 08, 2008 6:32 pm    Asunto:
Tema: ¿Porque el Sufrimiento?
Responder citando

Si no hubiera sufrimiendo en este mundo viviriamos como eternos niños incapaces de asumir responsabilidades ni de solidarizarnos con los necesitados. Seríamos poco más que teletubbies, entregados al hedonismo y el egoismo sin pensar en las consecuencias a largo plazo. No tendriamos fuerza de voluntad ni altruismo.

El sufrimiento es lo que nos hace madurar, crecer como personas.
_________________
-“Voy a destruir su Iglesia” “Je detruirai votre eglise!” (Napoleon).
- No, no podrá. ¡Ni siquiera nosotros hemos podido hacerlo!”- (respuesta del cardenal Consalvi).

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superducking
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Registrado: 22 Jun 2008
Mensajes: 25
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MensajePublicado: Mie Jul 09, 2008 4:50 pm    Asunto: Re: ¿Porque el Sufrimiento?
Tema: ¿Porque el Sufrimiento?
Responder citando

bueno yo lo veo asi. cuando este aparece por un determinado motivo es para ayudar a subir a alma pecadora que lo recibe a un nivel superior, fortalece el espiritu, a largo o medio plazo ilumina la mente, osea sirve para reflexionar e indicarnos si algo falta o estamos haciendo mal, tambien sucede que entre mas amor tienes en tu corazon mejor lo sabes manejar, y para el santo este es una bendicion por muy fuerte que sea.
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la alegria y el dolor, es siempre visita de Dios (Padre Alberto Hurtado)
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allessandro_87
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Registrado: 08 May 2008
Mensajes: 64
Ubicación: El Salvador

MensajePublicado: Mie Jul 09, 2008 9:43 pm    Asunto: Buenos Criterios
Tema: ¿Porque el Sufrimiento?
Responder citando

Me llama la atención que se tengan buenos Criterios pero aun falta profundisar un poco.
Bueno gracias por sus aportes, hace poco consegui un aporte literario pero no lo cito pues solo esta en mis recuerdos:
Tu te das cuenta de la presencia del dolor humano desde el mero hecho del nacimiento, los dolores de la madre y el dolor de un bebito al nomas nacer, el llanto es la expresión mas viva de ese dolor. Aunque pequeño el llanto de un recien nacio es expresion no solo de dolor sino de vida, pues el recien nacido al llorar nos manifiesta su existencia nos manifiesta que esta vivo.
Durante el desarrollo humano lo primero con que el hombre se comunica es con el llanto, que no es producto de dolor, si no de una necesidad, el bebe llora, porque tiene hambre, llora porque esta mojado, llora en fin por sus muchas necesidades que muchas de las veces no sera por dolor.
El sufrimiento es parte de la vida humana. Y con este nos damos cuenta de la presencia de la felicidad y de una felicidad mayor si sufrimos por amor a Dios.
Pero sufrir en si mismo no conlleva mas que al dolor y a la autodestrucción, y por lo tanto el sufrimiento necesita ser tracendido.
_________________
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monika
Veterano


Registrado: 31 Ago 2007
Mensajes: 1310
Ubicación: servidora

MensajePublicado: Jue Jul 10, 2008 12:18 am    Asunto:
Tema: ¿Porque el Sufrimiento?
Responder citando

Los Católicos y el Sufrimiento
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Muchos evangélicos encuentran muy dificil comprender porqué los católicos le dan tanto valor al sufrimiento. Algunos piensan que un cristiano fiel siempre debe estar sano y le debe ir bien si ora lo suficiente. Ellos dicen que "si uno tiene suficiente fe será sanado" (garantizándolo). Esta es la gente que cree en el "Evangelio de la Prosperidad". Pastores como Kennteh Copeland, que son parte de esta teología, proclaman que quien se convierte auténticamente a Jesús recibe como resultado inmediato salud abundante y prosperidad financiera. La idea implica así que los verdaderos fieles cristianos nunca deberían ser pobres ni experimentar la enfermedad.

Por supuesto que Jesús sana. Eso es totalmente cierto y los católicos creen que Jesús sana si esa es la voluntad del Padre Eterno para la persona.
Yo he sido sanado y liberado de muchos problemas incluyendo el alcoholismo, la bulimia, la voz que no pude utilizar por 3 años, etc. (puedes ver aquí testimonio) Conozco a un católico que fue sanado de cancer del cuello y el esófago por las oraciones de sus hermanas que eran monjas. Los católicos celebran misas por los enfermos, oraciones comunitarias de sanación y celebran el "sacramento de la unción de los enfermos" orando por sanación física, sicológica y espiritual. Esto ha sido así desde siempre, no es un invento del Movimiento Carismático. El sacramento de la Unción viene del tiempo de los Apóstoles y está registrado en la Biblia. Puedes verlo en Sgo. 5,14-15. Hay entre los católicos miles de reportes de sanación luego de haber orado en Lourdes o en otro sitio de peregrinación o después de participar en una misa de sanación o de recibir el sacramento de la Unción. Recientemente he entrevistado a "Gé La" una cantante hispana católica que fuera completamente sanada de un tumor de 5,9cm en su garganta. Su voz ha vuelto y ella la ofreció al Señor transformándose en una de las más queridas cantantes cristianas en Latinoamérica.

Algunos evangélicos utilizan frases como "reclama tu sanación" citanto Mt.17,14-20 cuando Jesús expulsa el demonio del epiléptico después que sus discípulos fallaron y justificando con ello que quien no se ha sanado es por falta de fe. Pero si miramos el pasaje con cuidado veremos que la sanación obrada nada tiene que ver con la fe del epiléptico, es a sus discípulos que oraron por él -ejerciendo un ministerio- a quien Jesús recrimina la falta de fe. De modo que si un pastor te dice que no te has sanado por falta de fe bien puedes contestarle, si él oró por ti: "¡No señor pastor de acuerdo a Mt. 17,20 es usted quien tiene poca fe! Otra cosa que podemos notar en este pasaje es que no se trata de una sanación de enfermedad física sino de la expulsión de un demonio. No son la misma cosa, la enfermedad física poco y nada tiene que ver con la posesión demoniáca, que puede existir pero de hecho es muy muy rara.

La clave de la comprensión del sufrimiento está en la Voluntad del Padre. La conversión y la fe, aunque sinceras no significan salud total y prosperidad financiera para siempre. Nadie podría negar que el Apóstol Pablo fue uno de los más grandes cristianos de todos los tiempos, sin embargo su vida no parece un lecho de rosas. Cuando el Apostol Pablo entregó su vida a Jesús lo hizo autenticamente. Si bien Jesús le devolvió la vista después de la ceguera causada en el camino de Damasco unos pocos días después (Hech.9,8-9), Pablo tuvo que pasar por bastantes momentos dolorosos (II Cor. 11,23-33. 12,7-10). Él mismo lo dice: "Me alegro de poder sufrir por ustedes y completo en mi carne lo que le falta a los padecimientos de Cristo para bien de su cuerpo que es la Iglesia" (1 Col 1, 24) Los católicos no piensan que esto por lo que atravesó Pablo haya sido a causa de su falta de fe.

El ladrón de la Cruz (Lc. 23,42-43) fue seguramente salvado porque Jesús le aseguró que estaría con Él en el paraíso y no por eso el ladrón fue liberado de experimentar el sufrimiento de la cruz que estaba en ese momento padeciendo, aún cuando había entregado ya su vida a Cristo, seguía colgado de la cruz, que habrá sido para nada agradable ni facil por más que le quedaran unas pocas horas más para seguir sufriendo, y hasta luego le quebraron de un golpe las piernas Ay!!! (Jn. 19,32). Según la lógica de los que creen en el "Evangelio de la Prosperidad" Jesús debiera haberlo liberado de la cruz, pero no es eso lo que pasó.

Todos los cristianos se enfrentan al sufrimiento. Nunca he encontrado a nadie, incluyendo a partidarios del "Evangelio de la Prosperidad" que tengan cero de sufrimiento en su vida. El sufrimiento es parte de la vida.

Hay otros evangélicos que piensan diferente. He visto una publicidad de www.LifelinePro.com Evangelical Ministries que dice: "a veces sufrimos, no sabemos porqué pero confiamos en Dios está en control y Él sabe lo que hace". Esta es exactamente la misma forma de pensar que tienen los católicos frente al sufrimiento de un cristiano que aparentemente no tiene razón de ser y cuyas oraciones por salud y liberación parecen no haber sido escuchadas. Con estos hermanos y los que adhieren a sus ideas estamos en este punto totalmente de acuerdo. ¡Dios sabe lo que hace!

En su libro "The Purpose Driven Life" el famoso pastor evangélico Rick Warren dice:

"El más profundo nivel de adoración es alabar a Dios a pesar del dolor, agradecer a Dios durante una prueba, entregarse durante el sufrimiento y amarlo cuando parece distante...el error más común que los cristianos cometen hoy día es buscar una experiencia en lugar de buscar a Dios. Ellos buscan sentimientos, y si pasa, concluyen que han adorado. ¡Erróneo! De hecho, Dios frecuentemente quita nuestros sentimientos para que no dependamos de ellos. Buscar un sentimiento incluso si ese sentimiento es la cercanía de Cristo no es adorar. Cuando eres un bebé cristiano, Dios te da un montón de emociones para confirmar...pero a medida que creces en la fe, Él te arrancará de esas dependencias" (The Purpose Driven Life, Pg 107-109)

Y esto no es ni más ni menos que lo mismo que desde siglos atrás han enseñado los grandes místicos católicos, lo que movió a los mártires a afrontar los leones y la hoguera, lo que Cristo mismo nos enseña con el ejemplo desde la Pasión y la Cruz:

"Padre Mío. si es posible que pase lejos de mi este caliz pero que no se haga mi voluntad sino la tuya" (Mt. 26,39)

y después dice ya crucificado "Elí, Elí lemá sabactani que quiere decir Dios mío, Dios mío ¿porqué me has abandonado? (Mt.27,46).

Jesús acepta y adora porque esto que parece una queja no es otra cosa sino el primer verso del salmo 22 que termina con una maravilloso acto de confianza en la fidelidad de Dios, alabanza y adoración al Padre. Jesús es quien nos enseña a adorar desde el sufrimiento como expresión más alta de entrega y adoración.

Los católicos no están como algunos imaginan glorificando el sufrimiento o buscándolo. A los católicos el sufrimiento les gusta tan poco como a los evangélicos y a los no cristianos. A nadie le gusta sufrir, no somos masoquistas. Sin embargo no podemos negarnos al sufrimiento si se presenta, Cristo no se negó y, es más nos avisó que sufriríamos:

"En el mundo tendrán que sufrir, pero tengan valor yo he vencido al mundo" (Jn.16,33)

El sufrimiento para el catolicismo no es signo de debilidad, ni de falta de fe. Seguimos el pensamiento de Pablo: el sufrimiento aceptado es un medio de crecimiento y para glorificación de Dios:

"...sabemos que la tribulación produce la constancia, la constancia la virtud probada, la virtud probada la esperanza y la esperanza no quedará defraudada porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos ha sido dado" (Rom 5,1)

"...alégrense en la esperanza, sean pacientes en la tribulación y perseverantes en la oración" (Rom. 12,12)

..."soportamos en nuestra propia carne una sentencia de muerte, y así aprendimos a no poner nuestra confianza en nosotros mismos sino en Dios que resucita a los muertos" (II Cor. 1,9)

"...tengo una espina clavada en mi carne, un ángel de Satanás que me hiere. Tres veces pedí al Señor que me librar , pero Él me respondió te basta mi gracia porque mi poder triunfa en la debilidad.(...) Por eso me complazco en mis debilidades, en los oprobios, en las privaciones, en las persecuciones y en las angustias soportadas por amor de Cristo, porque cuando soy débil, entonces soy fuerte" (II Cor.12,7-10)

Estoy seguro que muchos amigos evangélicos concordarán con nosotros, desde su propia experiencia que luego de haber atravesado una etapa de sufrimiento son ahora mejores cristianos. Esta es la acción purificadora del sufrimiento, porque nos perfecciona, nos configura más con Cristo.

Fr. Bob Bedard, fundador de Companions of the Cross, invita a que los católicos con toda su fuerza por salud cuando están enfermos y después nos invita a entrar en el misterio diciendo: "¿Pero qué pasa si oramos por sanación pero no somos sanados?....bien, esa es la Cruz."

Los católicos no le temen a la Cruz, la aman. Y es que Cristo nos invitó a cargarla por amor a Él. No hay verdadero discipulado sin cargar con la cruz, si así fuera este pasaje del Evangelio no tendría ningún sentido:

"El que quiera venir detrás de mí que renuncie a sí mismo, cargue con su cruz cada día y me siga" Lc.9,23

Para el catolicismo el sufrimiento es una forma de seguir al Maestro caminando por todos los pasos de su vida, incluso por la Cruz.
Algunos evangélicos piensan que la voluntad de Dios nunca incluiría nuestros sufrimientos. Pedro, en cambio, nos demuestra que los apóstoles consideraban posible el sufrimiento como parte de la voluntad de Dios:

"Es preferible sufrir haciendo el bien, si esta es la voluntad de Dios..." IPe. 3,17

Para el catolicismo la Cruz, el sufrimiento, no son sinónimos de castigo. Algunos, como en el mundo antiguo, tienden a pensar que si un sufrimiento ocurre es un castigo de Dios. Pero aún en el Antiguo Testamento Dios nos muestra que no es así. Este es el mensaje de Job, un servidor justo, fiel, sin pecados graves que tiene que pasar por la prueba y "El Señor bendijo los últimos años de Job mucho más que los primeros" (Job 42,12). Los niños inocentes asesinados por Herodes y sus familias (Mt.2,16-1Cool no tenían culpa alguna pero esto era parte del plan de Dios e incluso había sido profetizado por Jeremías siglos antes. Cristo, el inocente por excelencia en obediencia se humilla hasta aceptar la muerte de Cruz (Fil. 2,7-Cool. A la luz de estos ejemplos, el sufrimiento no puede entenderse como castigo sino como MISTERIO. Es un misterio maravilloso, parte del plan amoroso de Dios para el que muchas veces no encontramos respuesta. Nosotros tendemos a buscar explicación para todo, pero en este punto en particular del sufrimiento, muchas veces las explicaciones no alcanzan y está bien que así sea para mantenernos en nuestro humilde rol de "creaturas".
Si estás atravesando un momento en que no hay otra respuesta que "Misterio" confia en el amor infinito de tu Padre Eterno porque después de la Cruz, llega la resurrección. No habría habido Domingo de Pascua sin antes haber Viernes Santo
Abandónate como un niño pequeño que espera tranquilo porque sabe que mamá y papá lo solucionan todo. Deja que en tu vida Dios sea Dios y podrás mañana gloriarte en las maravillas de su amor.

Por último, en el entendimiento católico hay otra dimensión del sufrimiento: Si alguien acepta y ofrece sus sufrimientos a Dios, estos sufrimientos pueden beneficiar con gracias a otros, incluso a los que no cnonocen a Cristo. Esto es lo que se llama el "sufrimiento redentor" o "acción redentora del sufrimiento". No buscamos sufrir pero si viene un sufrimiento que continúa luego de pedir persistentemente en oración ser liberados de él estamos invitados a no desperdiciar la oportunidad de aceptarlo y ofrecerlo para bien de todos. Esto es lo que habrás escuchado de algún católico cuando dicen "me ofrezco" o "lo ofrezco". En el catolicismo se ofrecen a Dios alabanzas, acciones de gracias, obras de misericordia pero se ofrece también la propia vida incluyendo sus sufrimientos para darle gloria y para derramar gracias sobre el mundo
Esto también tiene su fundamento Bíblico en Pablo:

"...Si sufrimos es para consuelo y salvación de ustedes, si somos consolados también es para consuelo de ustedes, y esto les permite soportar con constancia los mismos sufrimientos que nosotros padecemos" (IICor1,6)

"...todo esto es por ustedes para que al abundar la gracia abunde también el número de los que participan en la acción de gracias para gloria de Dios. Por eso no nos desanimamos, aunque nuestro hombre exterior se vaya destruyendo...(II Cor 4,15)

"Yo los exhorto por la misericordia de Dios a ofrecerse ustedes mismo como una víctima viva, santa y agradable a Dios, este es el culto que deben ofrecer" (Rom.12,1)

"Esto procede de Dios, que les ha concedido a ustedes la gracia, no solamente de creer en Cristo, sino también de sufri por Él sosteniendo la misma lucha en la que ustedes me han visto empeñado" (Fil 1,29)

Tal vez lo más gráfico de Pablo en este tema del valor "redentor" del sufrimiento es el siguiente pasaje:

"Ahora me alegro de poder sufrir por ustedes y completo en mi carne lo que le falta a los padecimientos de Cristo para bien de su Cuerpo que es la Iglesia" (Col.1,24)

No es que el sufrimiento de la Pasión y Muerte de Cristo haya sido insuficiente o incompleto, es que en su amor Él nos hace compartir su misión para que la redención llegue a todos los rincones de la Tierra y todos los bautizados, su Cuerpo, su Iglesia se perfeccionen más y más. Y esta misión a la que todos estamos llamados y es en esencia igual a la de Pablo, salvando las distancias, no solamente incluye la predicación y la oración de intercesión sino también como Pablo lo hizo la aceptación y el ofrecimiento del sufrimiento.

Fr. Bob Bedard,C.C. dice que:

"El sufrimiento es un componente esencial de la vida humana. No podemos evitarlo. El Señor puede hacer mucho a través de nuestras propias cruces si las unimos a la Cruz de Jesús. En vez de soportarlo por nada, no lo desperdiciemos. (Companions Newsletter Fall 2001)

¡Sí! ¡Absolutamente! Los católicos creen que alguien puede estar sufriendo un dolor tremendo y sin embargo tener una fe impresionante y hasta alegrarse en medio del sufrimiento porque la completa dependencia de Dios se lo facilita como a Pablo. Atravesar por el sufrimiento no es signo de debilidad, todo lo contrario. De hecho requiere mucha fe enfrentar al dolor con dignidad.
El catolicismo no desprecia ni disminuye el valor de las sanaciones y de los milagros, de hecho los valora y alaba a Dios por ellos. Simplemente advierte contra quienes enseñan cosas como que la sanación se da con seguridad y si no se da es porque no hay fe. Es terrible cargar a un paciente de cancer terminal con la culpa de que su sanación no se da por falta de fe justo en el momento en que debe prepararse al encuentro definitivo con Cristo, tirando abajo la posibilidad de recibir el milagro interior de la conversión del corazón, la sanación espiritual o la reconciliación con Dios que son los verdaderos milagros que esta persona necesita para abandonarse en los brazos de Cristo. Las sanaciones como el otorgamiento de parte de Dios de cualquier otra gracia en cualquier area de la vida ocurren de acuerdo a su plan, a su voluntad en función del bien espiritual de la persona y de quienes lo rodean.

El "Catecismo de la Iglesia Católica" dice lo siguiente:

"[Cristo] No curó a todos los enfermos. Sus curaciones eran signos de la Venida del Reino de Dios. Anunciaban una curación más radical: la victoria sobre el pecado y la muerte por su Pascua. En la Cruz, Cristo tomó sobre sí todo el peso del mal y quitó el epcado del mundo, del que la enfermedad no es sino una consecuencia. Por su pasión y su muerte en la Cruz, Cristo dio un nuevo sentido al sufrimiento: desde entonces éste nos configura con Él y nos une a su pasión redentora" (1505)

El Papa Juan Pablo II vivió este misterio del sufrimiento redentor hasta el último minuto de su vida. En 1984 él escribió una carta titulada: Salvifici Doloris, que en latín significa: "El sufrimiento Redentor". Es un espectacular estudio bíblico sobre esto del sufrimiento. Te invito a que la leas si te interesa profundizar en este tema. (La puedes bajar gratis del sitio del Vaticano)



©2003 David MacDonald
Traducción y modificaciones al artículo en español: Margot Zunino
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monika
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Ubicación: servidora

MensajePublicado: Jue Jul 10, 2008 12:32 am    Asunto:
Tema: ¿Porque el Sufrimiento?
Responder citando

Ahora les puedo decir que sufir es parte de la vida. Pero la vida no es para sufrir. A ver si me entienden. Yo pongo mi ejemplo hace un tiempo tuve un golpe muy fuerte estuve semanas con una fractura. Por que por andar corriendo y tratando de ayudar a otros preoucpandome mucho. Ahora no ahora tomo las cosas con calma y pienso antes de actuar. Puesto estuve sufriendo toda una noche. Aunque tuviera calmantes. Ahora estoy tranquila y ayudo pero pensando las cosas. Ademas la gente cercana a mi persona si me han dicho haz sufrido puesto que me vieron.
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allessandro_87
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Registrado: 08 May 2008
Mensajes: 64
Ubicación: El Salvador

MensajePublicado: Jue Jul 10, 2008 5:40 pm    Asunto:
Tema: ¿Porque el Sufrimiento?
Responder citando

monika escribió:

Los católicos no están como algunos imaginan glorificando el sufrimiento o buscándolo. A los católicos el sufrimiento les gusta tan poco como a los evangélicos y a los no cristianos. A nadie le gusta sufrir, no somos masoquistas. Sin embargo no podemos negarnos al sufrimiento si se presenta, Cristo no se negó y, es más nos avisó que sufriríamos:

"En el mundo tendrán que sufrir, pero tengan valor yo he vencido al mundo" (Jn.16,33)

El sufrimiento para el catolicismo no es signo de debilidad, ni de falta de fe. Seguimos el pensamiento de Pablo: el sufrimiento aceptado es un medio de crecimiento y para glorificación de Dios:

"...sabemos que la tribulación produce la constancia, la constancia la virtud probada, la virtud probada la esperanza y la esperanza no quedará defraudada porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos ha sido dado" (Rom 5,1)

"...alégrense en la esperanza, sean pacientes en la tribulación y perseverantes en la oración" (Rom. 12,12)

..."soportamos en nuestra propia carne una sentencia de muerte, y así aprendimos a no poner nuestra confianza en nosotros mismos sino en Dios que resucita a los muertos" (II Cor. 1,9)

"...tengo una espina clavada en mi carne, un ángel de Satanás que me hiere. Tres veces pedí al Señor que me librar , pero Él me respondió te basta mi gracia porque mi poder triunfa en la debilidad.(...) Por eso me complazco en mis debilidades, en los oprobios, en las privaciones, en las persecuciones y en las angustias soportadas por amor de Cristo, porque cuando soy débil, entonces soy fuerte" (II Cor.12,7-10)

Los católicos no le temen a la Cruz, la aman. Y es que Cristo nos invitó a cargarla por amor a Él. No hay verdadero discipulado sin cargar con la cruz, si así fuera este pasaje del Evangelio no tendría ningún sentido:

"El que quiera venir detrás de mí que renuncie a sí mismo, cargue con su cruz cada día y me siga" Lc.9,23

Para el catolicismo el sufrimiento es una forma de seguir al Maestro caminando por todos los pasos de su vida, incluso por la Cruz.
Algunos evangélicos piensan que la voluntad de Dios nunca incluiría nuestros sufrimientos. Pedro, en cambio, nos demuestra que los apóstoles consideraban posible el sufrimiento como parte de la voluntad de Dios:

"Es preferible sufrir haciendo el bien, si esta es la voluntad de Dios..." IPe. 3,17

Para el catolicismo la Cruz, el sufrimiento, no son sinónimos de castigo. Algunos, como en el mundo antiguo, tienden a pensar que si un sufrimiento ocurre es un castigo de Dios. Pero aún en el Antiguo Testamento Dios nos muestra que no es así. Este es el mensaje de Job, un servidor justo, fiel, sin pecados graves que tiene que pasar por la prueba y "El Señor bendijo los últimos años de Job mucho más que los primeros" (Job 42,12). Los niños inocentes asesinados por Herodes y sus familias (Mt.2,16-1Cool no tenían culpa alguna pero esto era parte del plan de Dios e incluso había sido profetizado por Jeremías siglos antes. Cristo, el inocente por excelencia en obediencia se humilla hasta aceptar la muerte de Cruz (Fil. 2,7-Cool. A la luz de estos ejemplos, el sufrimiento no puede entenderse como castigo sino como MISTERIO. Es un misterio maravilloso, parte del plan amoroso de Dios para el que muchas veces no encontramos respuesta. Nosotros tendemos a buscar explicación para todo, pero en este punto en particular del sufrimiento, muchas veces las explicaciones no alcanzan y está bien que así sea para mantenernos en nuestro humilde rol de "creaturas".


A todo lo expuesto anteriormente puedo agregar estas palabras:
Interesante tu profundización, buena recopilación de textos, muy buena figuración de los conjuntos de la Sagrada Escritura.
El Sufrimiento es salvifico.
El Sufrimiento nos purifica.
El hecho de que no es querido por el hombre, no deja de lado, el hecho de que con el sufrimiento nos unimos más a Dios.
Gracias Monika por tu aporte, invito a otros a que aporten más al tema y a ti a estar pendiente de él.
_________________
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monika
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Ubicación: servidora

MensajePublicado: Jue Jul 10, 2008 8:29 pm    Asunto:
Tema: ¿Porque el Sufrimiento?
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Liberarse de los apegos para quitar tanto sufrimiento del mundo
Liberarse de los apegos para quitar tanto sufrimiento del mundo
Cualquier apego nos hace sufrir inmensamente. No importa si el objeto de este apego es algo grande o pequeño. Si es una persona o una cosa.
Hay mucho sufrimiento en el mundo, muchas circunstancias que causan dolor y que no se pueden evitar como la muerte, la enfermedad o los desastres naturales que llegan de manera repentina e impredecible. Hay otros sufrimientos que provienen de la libertad humana y que, a veces, se pueden evitar o llegar a superarlos, corrigiendo los propios errores o apelando a la conversión de los demás para superar esos conflictos o divisiones.
Pero hay sufrimientos que son más sutiles, que no se notan tanto y que pueden incluso causar más sufrimiento que todo lo anterior, pero que dependen exclusivamente de nosotros evitarlos. Me refiero a todos los apegos que surgen en el corazón y que no distinguen entre cosas, personas, sentimientos, situaciones, pero que nos atan y esclavizan y nos impiden la felicidad profunda, aquella que “nada ni nadie nos puede quitar” (Jn 16, 22).
Cualquier apego nos hace sufrir inmensamente. No importa si el objeto de este apego es algo grande o pequeño. Si es una persona o una cosa. Si es una situación o un punto de vista. Si es una mentalidad o una tradición. Lo cierto es que los apegos nos atan, nos esclavizan y no hay otra solución más que decidirnos a romper con aquella atadura para poder ser libres.
A lo largo de todo el evangelio encontramos ese llamado a la libertad y al cambio: “Cristo nos liberó para que fuéramos realmente libres” (Gál 5, 1) Pero, ¿somos conscientes de nuestros apegos? ¿Nos damos cuenta de la cantidad de energías que gastamos inútilmente cuando nos aferramos a cualquier cosa por valiosa que ella parezca? ¿Por qué no somos capaces de dejar que la vida fluya libre de egoísmos y creernos que la verdad triunfa por encima de toda manipulación propia?
No es fácil emprender ese camino. Tenemos muchas justificaciones para defender aquello a lo que estamos apegados. Supone un trabajo serio de reconocimiento del propio corazón y de darle nombre a todo apego para enfrentarlo y liberarnos. Pero no es una tarea imposible. Desde nuestra experiencia creyente con más fuerza hemos de emprender ese camino. Y no sólo por no sufrir personalmente sino por aprender a amar al estilo de Dios mismo. “Ustedes hermanos fueron llamados para gozar de la libertad; no hablo de esa libertad que encubre los deseos de la carne; más bien, háganse esclavos unos de otros por amor” (Gál 5, 13). El amor no tiene nada que ver con el apego, ni la posesión. De nada ni de nadie. Menos de las personas a las que se ama. Y en este punto también hay un camino largo por recorrer para que el amor sea auténticamente libre. Porque el amor no es búsqueda propia. Es ser capaces de reconocer al otro con su diferencia e imprescindible libertad. Aceptar que sea distinto, que se desarrolle según su propia ley y no según nuestros deseos. Respetar que existan otras presencias, otros ideales, otros planteamientos, otros sueños. Dejar que cada uno sea verdaderamente libre y sólo en ese horizonte de verdadero desprendimiento y respeto mutuo amar, servir, entregar, agradecer, compartir y caminar con otros/as.
La libertad se conquista cada día en la medida que nos desprendemos de los apegos. Un corazón libre de apegos es capaz de amar de manera auténtica. Y personas así son las que hacen posible que haya menos sufrimiento en el mundo.



Fuente: Original para El Catolicismo
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MensajePublicado: Jue Jul 10, 2008 8:43 pm    Asunto: Por Qué El sufrimiento
Tema: ¿Porque el Sufrimiento?
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Sin este afán de superar los obstáculos que rodean el ser humano -hoy más que nunca- no se nos concederá el premio. Dice San Pablo en su Segunda Carta a Timoteo que ningún atleta será premiado, si no luchare de verás, y que el labrador, para participar de los frutos, debe trabajar primero. Y es que no será auténtico el combate si faltara el adversario con quien pelear. Por lo tanto si no hay adversario no habrá corona, pues no puede haber vencedor allá donde no hay vencido. Pero no hay razón para preocuparse, "porque siete veces cae el justo, y vuelve a levantarse" (Pr.24,16).
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allessandro_87
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Registrado: 08 May 2008
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MensajePublicado: Jue Jul 10, 2008 11:41 pm    Asunto:
Tema: ¿Porque el Sufrimiento?
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Creer y sufrir por Cristo
Homilía del S. S. Juan Pablo II durante su visita a Polonia

1. «Bienaventurados los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos» (Mt 5, 10).

Acabamos de escuchar las palabras pronunciadas por Cristo en el sermón de la Montaña. ¿A quién se refieren? En primer lugar, a Cristo mismo. El es pobre, manso, constructor de paz, misericordioso y, también, perseguido por causa de la justicia. Esta bienaventuranza, en particular, nos pone ante los ojos los acontecimientos del Viernes santo. Cristo, condenado a muerte como un malhechor y después crucificado. En el Calvario parecía que Dios lo había abandonado, y que estaba a merced del escarnio de los hombres.

El evangelio que Cristo anunciaba afrontó entonces una prueba radical: «Es el rey de Israel: que baje ahora de la cruz, y creeremos en él» (Mt 27, 42); así gritaban los testigos de aquel evento. Cristo no baja de la cruz, puesto que es fiel a su Evangelio. Sufre la injusticia humana. En efecto, sólo de este modo puede justificar al hombre. Quería que ante todo se cumplieran en él las palabras del sermón de la Montaña: «Bienaventurados seréis cuando [los hombres] os injurien, y os persigan y digan con mentira toda clase de mal contra vosotros por mi causa. Alegraos y regocijaos, porque vuestra recompensa será grande en los cielos; pues de la misma manera persiguieron a los profetas anteriores a vosotros» (Mt 5, 11-12).

Cristo es el gran profeta. En él se cumplen las profecías, porque todas se referían a él. En él, al mismo tiempo, se abre la profecía definitiva. Él es el que sufre la persecución por causa de la justicia, plenamente consciente de que precisamente esa persecución abre a la humanidad las puertas de la vida eterna. De ahora en adelante, el reino de los cielos pertenecerá a quienes crean en él.

2. Doy gracias a Dios, porque en el recorrido de mi peregrinación se encuentra Bydgoszcz, el mayor centro urbano de la archidiócesis de Gniezno. Os saludo a todos vosotros, (…)

Hace dos años, en Gniezno, pude dar gracias al Señor, único Dios en la santísima Trinidad, por el don de la fidelidad de san Adalberto hasta el supremo sacrificio del martirio y por los grandes frutos que produjo su muerte no sólo para nuestra patria, sino también para toda la Iglesia. Dije en aquella ocasión: «San Adalberto está siempre con nosotros. Ha permanecido en la Gniezno de los Piast y en la Iglesia universal, envuelto en la gloria del martirio. Y, desde la perspectiva del milenio, parece hablarnos hoy con las palabras de san Pablo: "Lo que importa es que vosotros llevéis una vida digna del Evangelio de Cristo, para que, tanto si voy a veros como si estoy ausente, oiga de vosotros que os mantenéis firmes en un mismo espíritu y lucháis acordes por la fe del Evangelio, sin dejaros intimidar en nada por los adversarios" (Flp 1, 27-2Cool. (...) Hoy releemos, una vez más, después de mil años, este testamento de san Pablo y san Adalberto. Pedimos que sus palabras se cumplan también en nuestra generación. En efecto, se nos ha concedido en Cristo no sólo la gracia de creer en él, sino también la de sufrir por él, dado que hemos sostenido el mismo combate del que san Adalberto nos dejó testimonio (cf. Flp 1, 29-30)» (Homilía en Gniezno, 3 de junio de 1997, n. 7: L'Osservatore Romano, edición en lengua española, 20 de junio de 1997, p. 6).

Quiero releer este mensaje a la luz de la bienaventuranza evangélica que se refiere a quienes están dispuestos a ser «perseguidos» por causa de la justicia. Esos confesores de Cristo no han faltado jamás en Polonia. Tampoco han faltado jamás en la ciudad situada a orillas del río Brda. Durante los últimos decenios de este siglo, Bydgoszcz se distinguió por el signo particular de la «persecución por causa de la justicia». En efecto aquí, durante los primeros días de la segunda guerra mundial, los nazis llevaron a cabo las primeras ejecuciones públicas de los defensores de la ciudad. El mercado viejo de Bydgoszcz es su símbolo. Otro lugar trágico es el así llamado «Valle de la muerte», en Fordon. ¡Cómo no recordar en esta ocasión al obispo Michat Kozal, quien, antes de ser obispo auxiliar de Wloclawek, fue pastor celoso de Bydgoszcz. Murió mártir en Dachau, testimoniando su inquebrantable fidelidad a Cristo. Muchas personas vinculadas a esta ciudad y a esta tierra también murieron así en los campos de concentración. Sólo Dios conoce con precisión los lugares de su suplicio y sufrimiento. En todo caso, mi generación recuerda el así llamado domingo de Bydgoszcz del año 1939.

El Primado del milenio, el siervo de Dios cardenal Stefan Wyszynski, supo leer con perspicacia la elocuencia de aquellos acontecimientos. Habiendo obtenido en 1973, tras muchas tentativas, que las autoridades comunistas de entonces le dieran el permiso para construir en Bydgoszcz la primera iglesia después de la segunda guerra mundial, le confirió un extraño título: «Santos mártires hermanos polacos». El Primado del milenio quería expresar de esta manera su convicción de que la tierra de Bvdgoszcz, probada por la «persecución por causa de la justicia», es un lugar adecuado para dicho templo. Conmemora a todos los polacos anónimos que, a lo largo de la historia ultramilenaria del cristianismo polaco, han dado su vida por el evangelio de Cristo y por su patria, comenzando por san Adalberto. Es significativo también el hecho de que don Jerzy Popieluszko haya partido precisamente de este templo para realizar su último viaje. En esta historia se inscriben las palabras pronunciadas durante el rezo del rosario: «A vosotros se os ha concedido la gracia no sólo de creer en Cristo, sino también de padecer por él» (Flp 1, 29).

3. «Bienaventurados los perseguidos por causa de la justicia».

¿A quién más se refieren estas palabras? A muchos a muchos hombres que, a lo largo de la historia de la humanidad, han sufrido la persecución por causa de la justicia. Sabemos que los tres primeros siglos después de Cristo se caracterizaron por persecuciones a veces terribles, especialmente bajo algunos emperadores romanos, como Nerón o Diocleciano. Y aunque terminaron con el edicto de Milán, se han renovado en diferentes épocas históricas y en numerosos lugares de la tierra.

También nuestro siglo ha escrito un gran martirologio. Yo mismo, durante mis veinte años de pontificado, he elevado a la gloria de los altares a numerosos grupos de mártires: japoneses, franceses, vietnamitas, españoles y mexicanos. ¡Y cuántos hubo durante la segunda guerra mundial y bajo el sistema totalitario comunista! Sufrían y entregaban su vida en los campos de exterminio nazis o soviéticos. Dentro de pocos días en Varsovia, beatificaré a 108 mártires que dieron su vida por la fe en los campos de concentración. Ha llegado la hora de recordar a esas víctimas y rendirles el debido homenaje. Se trata de «mártires, con frecuencia desconocidos, casi "militi ignoti" de la gran causa de Dios», escribí en la carta apostólica Tertio millennio adveniente (n. 37). Conviene que se hable de ellos en Polonia, ya que tuvo una particular participación en este martirologio contemporáneo. Conviene que se hable de ellos en Bydgoszcz. Todos dieron testimonio de fidelidad a Cristo, a pesar de sufrimientos que nos estremecen por su crueldad. Su sangre se derramó sobre nuestra tierra y la fecundó para que diera una gran cosecha. Sigue produciendo el céntuplo en nuestra nación, que persevera con fidelidad, unida a Cristo y al Evangelio. Perseveremos sin cesar en nuestra unión con ellos. Demos gracias a Dios, porque salieron victoriosos de las pruebas: «Dios (...) como oro en el crisol los probó y como holocausto los aceptó» (Sb 3, 6). Constituyen para nosotros un modelo por imitar. De su sangre debemos sacar fuerzas para el sacrificio de nuestra vida, que hemos de ofrecer a Dios diariamente. Son un ejemplo para nosotros, a fin de que, como ellos, demos un valiente testimonio de fidelidad a la cruz de Cristo.

4. «Bienaventurados seréis cuando [los hombres] os injurien, y os persigan (...) por mi causa» (Mt 5, 11).

A quienes lo siguen, Cristo no les promete una vida fácil. Antes bien, les anuncia que, viviendo el Evangelio, deberán convertirse en signo de contradicción. Si él mismo sufrió persecución, también deberán sufrirla sus discípulos: «Guardaos de los hombres, porque os entregarán a los tribunales y os azotarán en sus sinagogas» (Mt 10, 17).

Queridos hermanos y hermanas, todo cristiano unido a Cristo mediante la gracia del santo bautismo, llega a ser miembro de la Iglesia, y «ya no se pertenece a sí mismo» (cf. 1 Co 6, 19), sino a Aquel que murió y resucitó por nosotros. Desde ese momento, entra en una particular relación comunitaria con Cristo y con su Iglesia. Por tanto, tiene la obligación de profesar ante los hombres la fe recibida de Dios por mediación de la Iglesia. Como cristianos, pues, estamos llamados a dar testimonio de Cristo. A veces esto exige un gran sacrificio por parte del hombre, que debe ofrecerlo diariamente y, con frecuencia, también durante toda su vida. Esta firme perseverancia en unión con Cristo y su evangelio, y esta disponibilidad a afrontar «sufrimientos por causa de la justicia», a menudo son actos heroicos, y pueden llegar a asumir la forma de un auténtico martirio, que se realiza día a día y minuto a minuto, gota a gota en la vida del hombre, hasta el último «todo está cumplido».

Un creyente «sufre por causa de la justicia» cuando, por su fidelidad a Dios, experimenta humillaciones, ultrajes y burlas en su ambiente, y es incomprendido incluso por sus seres queridos; cuando se expone a ser contrastado, corre el riesgo de ser impopular y afronta otras consecuencias desagradables. Sin embargo, está dispuesto siempre a cualquier sacrificio, porque «hay que obedecer a Dios antes que a los hombres» (Hch 5, 29). Además del martirio público, que se realiza externamente, ante los ojos de muchos, ¡con cuánta frecuencia tiene lugar el martirio escondido en la intimidad del corazón del hombre, el martirio del cuerpo y del espíritu, el martirio de nuestra vocación y de nuestra misión, el martirio de la lucha consigo mismo y de la superación de sí mismo! En la bula de convocación del gran jubileo del año 2000, Incarnationis mysterium, escribí entre otras cosas: «El creyente que haya tomado seriamente en consideración la vocación cristiana, en la cual el martirio es una posibilidad anunciada ya por la Revelación, no puede excluir esta perspectiva en su propio horizonte existencial» (n. 13).

El martirio es siempre para el hombre una prueba grande y radical. La mayor prueba del hombre, la prueba de la dignidad del hombre frente a Dios mismo. Sí, es una gran prueba para el hombre, que se realiza a los ojos de Dios, pero también a los ojos del mundo, que se ha olvidado de Dios. En esta prueba, el hombre obtiene la victoria cuando se deja sostener por la fuerza de la gracia y se convierte en su testigo elocuente.

¿No se encuentra ante esa misma prueba la madre que decide sacrificarse para salvar la vida de su hijo? ¡Cuán numerosas fueron y son estas madres heroicas en nuestra sociedad! Les agradecemos su ejemplo de amor, que no se detiene ante el supremo sacrificio.

¿No se encuentra ante este tipo de prueba un creyente que defiende el derecho a la libertad religiosa y a la libertad de conciencia? Pienso aquí en todos nuestros hermanos y hermanas que, durante las persecuciones contra la Iglesia, testimoniaron su fidelidad a Dios. Basta recordar la reciente historia de Polonia y las dificultades y persecuciones que se vieron obligados a sufrir la Iglesia en Polonia y los creyentes en Dios. Fue una gran prueba para las conciencias humanas, un auténtico martirio de la fe, que exigía confesarla ante los hombres. Fue un tiempo de prueba, a menudo muy dolorosa. Por eso considero un deber particular de nuestra generación en la Iglesia recoger todos los testimonios que hablan de quienes dieron su vida por Cristo. Nuestro siglo tiene su martirologio particular, que aún no se ha escrito íntegramente. Es necesario investigar este martirologio, hay que confirmarlo y también escribirlo como hizo la Iglesia de los primeros siglos. El testimonio de los mártires de los primeros siglos es hoy nuestra fuerza. Pido a todos los Episcopados que dediquen la debida atención a esta causa.

Nuestro siglo XX tiene su gran martirologio en muchos países, en muchas regiones de la tierra. Mientras estamos entrando en el tercer milenio, debemos cumplir nuestro deber con respecto a quienes dieron un gran testimonio de Cristo en nuestro siglo. En muchas personas se cumplieron plenamente las palabras del libro de la Sabiduría: «Dios (...) como oro en el crisol los probó y como holocausto los aceptó» (Sb 3, 6). Hoy queremos rendirles homenaje, porque no tuvieron miedo de afrontar dicha prueba y porque nos han mostrado el camino que hay que recorrer hacia el nuevo milenio. Son para nosotros un gran aliciente. Con su vida han demostrado que el mundo necesita este tipo de «locos de Dios», que atraviesan la tierra como Cristo, como Adalberto, Estanislao o Maximiliano María Kolbe y muchos otros. Necesita personas que tengan la valentía de amar y no retrocedan frente a ningún sacrificio, con la esperanza de que un día dé frutos abundantes.

5. «Alegraos y regocijaos, porque vuestra recompensa será grande en los cielos» (Mt 5, 12). Éste es el evangelio de las ocho bienaventuranzas. Todos los hombres, lejanos y cercanos, de otras naciones y compatriotas nuestros de los siglos pasados y de éste, todos los que han sido perseguidos por causa de la justicia se han unido a Cristo. Mientras estamos celebrando la Eucaristía, que actualiza el sacrificio de la cruz realizado en el Calvario, queremos asociar a él a cuantos, como Cristo, fueron perseguidos por causa de la justicia. A ellos les pertenece el reino de los cielos. Ya han recibido su recompensa de Dios.

Con la oración abrazamos también a quienes siguen estando sometidos a la prueba. Cristo les dice: «Alegraos y regocijaos», porque no sólo compartís mi sufrimiento, también compartiréis mi gloria y mi resurrección.

En verdad, «alegraos y regocijaos» todos los que estáis dispuestos a sufrir por causa de la justicia, dado que será grande vuestra recompensa en el cielo. Amén.
_________________
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allessandro_87
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MensajePublicado: Jue Jul 10, 2008 11:42 pm    Asunto: Sufrir por Cristo
Tema: ¿Porque el Sufrimiento?
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Creer y sufrir por Cristo
Homilía del S. S. Juan Pablo II durante su visita a Polonia

1. «Bienaventurados los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos» (Mt 5, 10).

Acabamos de escuchar las palabras pronunciadas por Cristo en el sermón de la Montaña. ¿A quién se refieren? En primer lugar, a Cristo mismo. El es pobre, manso, constructor de paz, misericordioso y, también, perseguido por causa de la justicia. Esta bienaventuranza, en particular, nos pone ante los ojos los acontecimientos del Viernes santo. Cristo, condenado a muerte como un malhechor y después crucificado. En el Calvario parecía que Dios lo había abandonado, y que estaba a merced del escarnio de los hombres.

El evangelio que Cristo anunciaba afrontó entonces una prueba radical: «Es el rey de Israel: que baje ahora de la cruz, y creeremos en él» (Mt 27, 42); así gritaban los testigos de aquel evento. Cristo no baja de la cruz, puesto que es fiel a su Evangelio. Sufre la injusticia humana. En efecto, sólo de este modo puede justificar al hombre. Quería que ante todo se cumplieran en él las palabras del sermón de la Montaña: «Bienaventurados seréis cuando [los hombres] os injurien, y os persigan y digan con mentira toda clase de mal contra vosotros por mi causa. Alegraos y regocijaos, porque vuestra recompensa será grande en los cielos; pues de la misma manera persiguieron a los profetas anteriores a vosotros» (Mt 5, 11-12).

Cristo es el gran profeta. En él se cumplen las profecías, porque todas se referían a él. En él, al mismo tiempo, se abre la profecía definitiva. Él es el que sufre la persecución por causa de la justicia, plenamente consciente de que precisamente esa persecución abre a la humanidad las puertas de la vida eterna. De ahora en adelante, el reino de los cielos pertenecerá a quienes crean en él.

2. Doy gracias a Dios, porque en el recorrido de mi peregrinación se encuentra Bydgoszcz, el mayor centro urbano de la archidiócesis de Gniezno. Os saludo a todos vosotros, (…)

Hace dos años, en Gniezno, pude dar gracias al Señor, único Dios en la santísima Trinidad, por el don de la fidelidad de san Adalberto hasta el supremo sacrificio del martirio y por los grandes frutos que produjo su muerte no sólo para nuestra patria, sino también para toda la Iglesia. Dije en aquella ocasión: «San Adalberto está siempre con nosotros. Ha permanecido en la Gniezno de los Piast y en la Iglesia universal, envuelto en la gloria del martirio. Y, desde la perspectiva del milenio, parece hablarnos hoy con las palabras de san Pablo: "Lo que importa es que vosotros llevéis una vida digna del Evangelio de Cristo, para que, tanto si voy a veros como si estoy ausente, oiga de vosotros que os mantenéis firmes en un mismo espíritu y lucháis acordes por la fe del Evangelio, sin dejaros intimidar en nada por los adversarios" (Flp 1, 27-2Cool. (...) Hoy releemos, una vez más, después de mil años, este testamento de san Pablo y san Adalberto. Pedimos que sus palabras se cumplan también en nuestra generación. En efecto, se nos ha concedido en Cristo no sólo la gracia de creer en él, sino también la de sufrir por él, dado que hemos sostenido el mismo combate del que san Adalberto nos dejó testimonio (cf. Flp 1, 29-30)» (Homilía en Gniezno, 3 de junio de 1997, n. 7: L'Osservatore Romano, edición en lengua española, 20 de junio de 1997, p. 6).

Quiero releer este mensaje a la luz de la bienaventuranza evangélica que se refiere a quienes están dispuestos a ser «perseguidos» por causa de la justicia. Esos confesores de Cristo no han faltado jamás en Polonia. Tampoco han faltado jamás en la ciudad situada a orillas del río Brda. Durante los últimos decenios de este siglo, Bydgoszcz se distinguió por el signo particular de la «persecución por causa de la justicia». En efecto aquí, durante los primeros días de la segunda guerra mundial, los nazis llevaron a cabo las primeras ejecuciones públicas de los defensores de la ciudad. El mercado viejo de Bydgoszcz es su símbolo. Otro lugar trágico es el así llamado «Valle de la muerte», en Fordon. ¡Cómo no recordar en esta ocasión al obispo Michat Kozal, quien, antes de ser obispo auxiliar de Wloclawek, fue pastor celoso de Bydgoszcz. Murió mártir en Dachau, testimoniando su inquebrantable fidelidad a Cristo. Muchas personas vinculadas a esta ciudad y a esta tierra también murieron así en los campos de concentración. Sólo Dios conoce con precisión los lugares de su suplicio y sufrimiento. En todo caso, mi generación recuerda el así llamado domingo de Bydgoszcz del año 1939.

El Primado del milenio, el siervo de Dios cardenal Stefan Wyszynski, supo leer con perspicacia la elocuencia de aquellos acontecimientos. Habiendo obtenido en 1973, tras muchas tentativas, que las autoridades comunistas de entonces le dieran el permiso para construir en Bydgoszcz la primera iglesia después de la segunda guerra mundial, le confirió un extraño título: «Santos mártires hermanos polacos». El Primado del milenio quería expresar de esta manera su convicción de que la tierra de Bvdgoszcz, probada por la «persecución por causa de la justicia», es un lugar adecuado para dicho templo. Conmemora a todos los polacos anónimos que, a lo largo de la historia ultramilenaria del cristianismo polaco, han dado su vida por el evangelio de Cristo y por su patria, comenzando por san Adalberto. Es significativo también el hecho de que don Jerzy Popieluszko haya partido precisamente de este templo para realizar su último viaje. En esta historia se inscriben las palabras pronunciadas durante el rezo del rosario: «A vosotros se os ha concedido la gracia no sólo de creer en Cristo, sino también de padecer por él» (Flp 1, 29).

3. «Bienaventurados los perseguidos por causa de la justicia».

¿A quién más se refieren estas palabras? A muchos a muchos hombres que, a lo largo de la historia de la humanidad, han sufrido la persecución por causa de la justicia. Sabemos que los tres primeros siglos después de Cristo se caracterizaron por persecuciones a veces terribles, especialmente bajo algunos emperadores romanos, como Nerón o Diocleciano. Y aunque terminaron con el edicto de Milán, se han renovado en diferentes épocas históricas y en numerosos lugares de la tierra.

También nuestro siglo ha escrito un gran martirologio. Yo mismo, durante mis veinte años de pontificado, he elevado a la gloria de los altares a numerosos grupos de mártires: japoneses, franceses, vietnamitas, españoles y mexicanos. ¡Y cuántos hubo durante la segunda guerra mundial y bajo el sistema totalitario comunista! Sufrían y entregaban su vida en los campos de exterminio nazis o soviéticos. Dentro de pocos días en Varsovia, beatificaré a 108 mártires que dieron su vida por la fe en los campos de concentración. Ha llegado la hora de recordar a esas víctimas y rendirles el debido homenaje. Se trata de «mártires, con frecuencia desconocidos, casi "militi ignoti" de la gran causa de Dios», escribí en la carta apostólica Tertio millennio adveniente (n. 37). Conviene que se hable de ellos en Polonia, ya que tuvo una particular participación en este martirologio contemporáneo. Conviene que se hable de ellos en Bydgoszcz. Todos dieron testimonio de fidelidad a Cristo, a pesar de sufrimientos que nos estremecen por su crueldad. Su sangre se derramó sobre nuestra tierra y la fecundó para que diera una gran cosecha. Sigue produciendo el céntuplo en nuestra nación, que persevera con fidelidad, unida a Cristo y al Evangelio. Perseveremos sin cesar en nuestra unión con ellos. Demos gracias a Dios, porque salieron victoriosos de las pruebas: «Dios (...) como oro en el crisol los probó y como holocausto los aceptó» (Sb 3, 6). Constituyen para nosotros un modelo por imitar. De su sangre debemos sacar fuerzas para el sacrificio de nuestra vida, que hemos de ofrecer a Dios diariamente. Son un ejemplo para nosotros, a fin de que, como ellos, demos un valiente testimonio de fidelidad a la cruz de Cristo.

4. «Bienaventurados seréis cuando [los hombres] os injurien, y os persigan (...) por mi causa» (Mt 5, 11).

A quienes lo siguen, Cristo no les promete una vida fácil. Antes bien, les anuncia que, viviendo el Evangelio, deberán convertirse en signo de contradicción. Si él mismo sufrió persecución, también deberán sufrirla sus discípulos: «Guardaos de los hombres, porque os entregarán a los tribunales y os azotarán en sus sinagogas» (Mt 10, 17).

Queridos hermanos y hermanas, todo cristiano unido a Cristo mediante la gracia del santo bautismo, llega a ser miembro de la Iglesia, y «ya no se pertenece a sí mismo» (cf. 1 Co 6, 19), sino a Aquel que murió y resucitó por nosotros. Desde ese momento, entra en una particular relación comunitaria con Cristo y con su Iglesia. Por tanto, tiene la obligación de profesar ante los hombres la fe recibida de Dios por mediación de la Iglesia. Como cristianos, pues, estamos llamados a dar testimonio de Cristo. A veces esto exige un gran sacrificio por parte del hombre, que debe ofrecerlo diariamente y, con frecuencia, también durante toda su vida. Esta firme perseverancia en unión con Cristo y su evangelio, y esta disponibilidad a afrontar «sufrimientos por causa de la justicia», a menudo son actos heroicos, y pueden llegar a asumir la forma de un auténtico martirio, que se realiza día a día y minuto a minuto, gota a gota en la vida del hombre, hasta el último «todo está cumplido».

Un creyente «sufre por causa de la justicia» cuando, por su fidelidad a Dios, experimenta humillaciones, ultrajes y burlas en su ambiente, y es incomprendido incluso por sus seres queridos; cuando se expone a ser contrastado, corre el riesgo de ser impopular y afronta otras consecuencias desagradables. Sin embargo, está dispuesto siempre a cualquier sacrificio, porque «hay que obedecer a Dios antes que a los hombres» (Hch 5, 29). Además del martirio público, que se realiza externamente, ante los ojos de muchos, ¡con cuánta frecuencia tiene lugar el martirio escondido en la intimidad del corazón del hombre, el martirio del cuerpo y del espíritu, el martirio de nuestra vocación y de nuestra misión, el martirio de la lucha consigo mismo y de la superación de sí mismo! En la bula de convocación del gran jubileo del año 2000, Incarnationis mysterium, escribí entre otras cosas: «El creyente que haya tomado seriamente en consideración la vocación cristiana, en la cual el martirio es una posibilidad anunciada ya por la Revelación, no puede excluir esta perspectiva en su propio horizonte existencial» (n. 13).

El martirio es siempre para el hombre una prueba grande y radical. La mayor prueba del hombre, la prueba de la dignidad del hombre frente a Dios mismo. Sí, es una gran prueba para el hombre, que se realiza a los ojos de Dios, pero también a los ojos del mundo, que se ha olvidado de Dios. En esta prueba, el hombre obtiene la victoria cuando se deja sostener por la fuerza de la gracia y se convierte en su testigo elocuente.

¿No se encuentra ante esa misma prueba la madre que decide sacrificarse para salvar la vida de su hijo? ¡Cuán numerosas fueron y son estas madres heroicas en nuestra sociedad! Les agradecemos su ejemplo de amor, que no se detiene ante el supremo sacrificio.

¿No se encuentra ante este tipo de prueba un creyente que defiende el derecho a la libertad religiosa y a la libertad de conciencia? Pienso aquí en todos nuestros hermanos y hermanas que, durante las persecuciones contra la Iglesia, testimoniaron su fidelidad a Dios. Basta recordar la reciente historia de Polonia y las dificultades y persecuciones que se vieron obligados a sufrir la Iglesia en Polonia y los creyentes en Dios. Fue una gran prueba para las conciencias humanas, un auténtico martirio de la fe, que exigía confesarla ante los hombres. Fue un tiempo de prueba, a menudo muy dolorosa. Por eso considero un deber particular de nuestra generación en la Iglesia recoger todos los testimonios que hablan de quienes dieron su vida por Cristo. Nuestro siglo tiene su martirologio particular, que aún no se ha escrito íntegramente. Es necesario investigar este martirologio, hay que confirmarlo y también escribirlo como hizo la Iglesia de los primeros siglos. El testimonio de los mártires de los primeros siglos es hoy nuestra fuerza. Pido a todos los Episcopados que dediquen la debida atención a esta causa.

Nuestro siglo XX tiene su gran martirologio en muchos países, en muchas regiones de la tierra. Mientras estamos entrando en el tercer milenio, debemos cumplir nuestro deber con respecto a quienes dieron un gran testimonio de Cristo en nuestro siglo. En muchas personas se cumplieron plenamente las palabras del libro de la Sabiduría: «Dios (...) como oro en el crisol los probó y como holocausto los aceptó» (Sb 3, 6). Hoy queremos rendirles homenaje, porque no tuvieron miedo de afrontar dicha prueba y porque nos han mostrado el camino que hay que recorrer hacia el nuevo milenio. Son para nosotros un gran aliciente. Con su vida han demostrado que el mundo necesita este tipo de «locos de Dios», que atraviesan la tierra como Cristo, como Adalberto, Estanislao o Maximiliano María Kolbe y muchos otros. Necesita personas que tengan la valentía de amar y no retrocedan frente a ningún sacrificio, con la esperanza de que un día dé frutos abundantes.

5. «Alegraos y regocijaos, porque vuestra recompensa será grande en los cielos» (Mt 5, 12). Éste es el evangelio de las ocho bienaventuranzas. Todos los hombres, lejanos y cercanos, de otras naciones y compatriotas nuestros de los siglos pasados y de éste, todos los que han sido perseguidos por causa de la justicia se han unido a Cristo. Mientras estamos celebrando la Eucaristía, que actualiza el sacrificio de la cruz realizado en el Calvario, queremos asociar a él a cuantos, como Cristo, fueron perseguidos por causa de la justicia. A ellos les pertenece el reino de los cielos. Ya han recibido su recompensa de Dios.

Con la oración abrazamos también a quienes siguen estando sometidos a la prueba. Cristo les dice: «Alegraos y regocijaos», porque no sólo compartís mi sufrimiento, también compartiréis mi gloria y mi resurrección.

En verdad, «alegraos y regocijaos» todos los que estáis dispuestos a sufrir por causa de la justicia, dado que será grande vuestra recompensa en el cielo. Amén.
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allessandro_87
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MensajePublicado: Jue Jul 10, 2008 11:44 pm    Asunto: El sufrimiento te marca
Tema: ¿Porque el Sufrimiento?
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El sufrimiento es tal que marca a la persona, cunado sufro en ocaciones pienso que me hacerco mas a Dios.
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monika
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MensajePublicado: Jue Jul 10, 2008 11:59 pm    Asunto: Re: Sufrir por Cristo
Tema: ¿Porque el Sufrimiento?
Responder citando

allessandro_87 escribió:
Creer y sufrir por Cristo
Homilía del S. S. Juan Pablo II durante su visita a Polonia

1. «Bienaventurados los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos» (Mt 5, 10).

Acabamos de escuchar las palabras pronunciadas por Cristo en el sermón de la Montaña. ¿A quién se refieren? En primer lugar, a Cristo mismo. El es pobre, manso, constructor de paz, misericordioso y, también, perseguido por causa de la justicia. Esta bienaventuranza, en particular, nos pone ante los ojos los acontecimientos del Viernes santo. Cristo, condenado a muerte como un malhechor y después crucificado. En el Calvario parecía que Dios lo había abandonado, y que estaba a merced del escarnio de los hombres.

El evangelio que Cristo anunciaba afrontó entonces una prueba radical: «Es el rey de Israel: que baje ahora de la cruz, y creeremos en él» (Mt 27, 42); así gritaban los testigos de aquel evento. Cristo no baja de la cruz, puesto que es fiel a su Evangelio. Sufre la injusticia humana. En efecto, sólo de este modo puede justificar al hombre. Quería que ante todo se cumplieran en él las palabras del sermón de la Montaña: «Bienaventurados seréis cuando [los hombres] os injurien, y os persigan y digan con mentira toda clase de mal contra vosotros por mi causa. Alegraos y regocijaos, porque vuestra recompensa será grande en los cielos; pues de la misma manera persiguieron a los profetas anteriores a vosotros» (Mt 5, 11-12).

Cristo es el gran profeta. En él se cumplen las profecías, porque todas se referían a él. En él, al mismo tiempo, se abre la profecía definitiva. Él es el que sufre la persecución por causa de la justicia, plenamente consciente de que precisamente esa persecución abre a la humanidad las puertas de la vida eterna. De ahora en adelante, el reino de los cielos pertenecerá a quienes crean en él.

2. Doy gracias a Dios, porque en el recorrido de mi peregrinación se encuentra Bydgoszcz, el mayor centro urbano de la archidiócesis de Gniezno. Os saludo a todos vosotros, (…)

Hace dos años, en Gniezno, pude dar gracias al Señor, único Dios en la santísima Trinidad, por el don de la fidelidad de san Adalberto hasta el supremo sacrificio del martirio y por los grandes frutos que produjo su muerte no sólo para nuestra patria, sino también para toda la Iglesia. Dije en aquella ocasión: «San Adalberto está siempre con nosotros. Ha permanecido en la Gniezno de los Piast y en la Iglesia universal, envuelto en la gloria del martirio. Y, desde la perspectiva del milenio, parece hablarnos hoy con las palabras de san Pablo: "Lo que importa es que vosotros llevéis una vida digna del Evangelio de Cristo, para que, tanto si voy a veros como si estoy ausente, oiga de vosotros que os mantenéis firmes en un mismo espíritu y lucháis acordes por la fe del Evangelio, sin dejaros intimidar en nada por los adversarios" (Flp 1, 27-2Cool. (...) Hoy releemos, una vez más, después de mil años, este testamento de san Pablo y san Adalberto. Pedimos que sus palabras se cumplan también en nuestra generación. En efecto, se nos ha concedido en Cristo no sólo la gracia de creer en él, sino también la de sufrir por él, dado que hemos sostenido el mismo combate del que san Adalberto nos dejó testimonio (cf. Flp 1, 29-30)» (Homilía en Gniezno, 3 de junio de 1997, n. 7: L'Osservatore Romano, edición en lengua española, 20 de junio de 1997, p. 6).

Quiero releer este mensaje a la luz de la bienaventuranza evangélica que se refiere a quienes están dispuestos a ser «perseguidos» por causa de la justicia. Esos confesores de Cristo no han faltado jamás en Polonia. Tampoco han faltado jamás en la ciudad situada a orillas del río Brda. Durante los últimos decenios de este siglo, Bydgoszcz se distinguió por el signo particular de la «persecución por causa de la justicia». En efecto aquí, durante los primeros días de la segunda guerra mundial, los nazis llevaron a cabo las primeras ejecuciones públicas de los defensores de la ciudad. El mercado viejo de Bydgoszcz es su símbolo. Otro lugar trágico es el así llamado «Valle de la muerte», en Fordon. ¡Cómo no recordar en esta ocasión al obispo Michat Kozal, quien, antes de ser obispo auxiliar de Wloclawek, fue pastor celoso de Bydgoszcz. Murió mártir en Dachau, testimoniando su inquebrantable fidelidad a Cristo. Muchas personas vinculadas a esta ciudad y a esta tierra también murieron así en los campos de concentración. Sólo Dios conoce con precisión los lugares de su suplicio y sufrimiento. En todo caso, mi generación recuerda el así llamado domingo de Bydgoszcz del año 1939.

El Primado del milenio, el siervo de Dios cardenal Stefan Wyszynski, supo leer con perspicacia la elocuencia de aquellos acontecimientos. Habiendo obtenido en 1973, tras muchas tentativas, que las autoridades comunistas de entonces le dieran el permiso para construir en Bydgoszcz la primera iglesia después de la segunda guerra mundial, le confirió un extraño título: «Santos mártires hermanos polacos». El Primado del milenio quería expresar de esta manera su convicción de que la tierra de Bvdgoszcz, probada por la «persecución por causa de la justicia», es un lugar adecuado para dicho templo. Conmemora a todos los polacos anónimos que, a lo largo de la historia ultramilenaria del cristianismo polaco, han dado su vida por el evangelio de Cristo y por su patria, comenzando por san Adalberto. Es significativo también el hecho de que don Jerzy Popieluszko haya partido precisamente de este templo para realizar su último viaje. En esta historia se inscriben las palabras pronunciadas durante el rezo del rosario: «A vosotros se os ha concedido la gracia no sólo de creer en Cristo, sino también de padecer por él» (Flp 1, 29).

3. «Bienaventurados los perseguidos por causa de la justicia».

¿A quién más se refieren estas palabras? A muchos a muchos hombres que, a lo largo de la historia de la humanidad, han sufrido la persecución por causa de la justicia. Sabemos que los tres primeros siglos después de Cristo se caracterizaron por persecuciones a veces terribles, especialmente bajo algunos emperadores romanos, como Nerón o Diocleciano. Y aunque terminaron con el edicto de Milán, se han renovado en diferentes épocas históricas y en numerosos lugares de la tierra.

También nuestro siglo ha escrito un gran martirologio. Yo mismo, durante mis veinte años de pontificado, he elevado a la gloria de los altares a numerosos grupos de mártires: japoneses, franceses, vietnamitas, españoles y mexicanos. ¡Y cuántos hubo durante la segunda guerra mundial y bajo el sistema totalitario comunista! Sufrían y entregaban su vida en los campos de exterminio nazis o soviéticos. Dentro de pocos días en Varsovia, beatificaré a 108 mártires que dieron su vida por la fe en los campos de concentración. Ha llegado la hora de recordar a esas víctimas y rendirles el debido homenaje. Se trata de «mártires, con frecuencia desconocidos, casi "militi ignoti" de la gran causa de Dios», escribí en la carta apostólica Tertio millennio adveniente (n. 37). Conviene que se hable de ellos en Polonia, ya que tuvo una particular participación en este martirologio contemporáneo. Conviene que se hable de ellos en Bydgoszcz. Todos dieron testimonio de fidelidad a Cristo, a pesar de sufrimientos que nos estremecen por su crueldad. Su sangre se derramó sobre nuestra tierra y la fecundó para que diera una gran cosecha. Sigue produciendo el céntuplo en nuestra nación, que persevera con fidelidad, unida a Cristo y al Evangelio. Perseveremos sin cesar en nuestra unión con ellos. Demos gracias a Dios, porque salieron victoriosos de las pruebas: «Dios (...) como oro en el crisol los probó y como holocausto los aceptó» (Sb 3, 6). Constituyen para nosotros un modelo por imitar. De su sangre debemos sacar fuerzas para el sacrificio de nuestra vida, que hemos de ofrecer a Dios diariamente. Son un ejemplo para nosotros, a fin de que, como ellos, demos un valiente testimonio de fidelidad a la cruz de Cristo.

4. «Bienaventurados seréis cuando [los hombres] os injurien, y os persigan (...) por mi causa» (Mt 5, 11).

A quienes lo siguen, Cristo no les promete una vida fácil. Antes bien, les anuncia que, viviendo el Evangelio, deberán convertirse en signo de contradicción. Si él mismo sufrió persecución, también deberán sufrirla sus discípulos: «Guardaos de los hombres, porque os entregarán a los tribunales y os azotarán en sus sinagogas» (Mt 10, 17).

Queridos hermanos y hermanas, todo cristiano unido a Cristo mediante la gracia del santo bautismo, llega a ser miembro de la Iglesia, y «ya no se pertenece a sí mismo» (cf. 1 Co 6, 19), sino a Aquel que murió y resucitó por nosotros. Desde ese momento, entra en una particular relación comunitaria con Cristo y con su Iglesia. Por tanto, tiene la obligación de profesar ante los hombres la fe recibida de Dios por mediación de la Iglesia. Como cristianos, pues, estamos llamados a dar testimonio de Cristo. A veces esto exige un gran sacrificio por parte del hombre, que debe ofrecerlo diariamente y, con frecuencia, también durante toda su vida. Esta firme perseverancia en unión con Cristo y su evangelio, y esta disponibilidad a afrontar «sufrimientos por causa de la justicia», a menudo son actos heroicos, y pueden llegar a asumir la forma de un auténtico martirio, que se realiza día a día y minuto a minuto, gota a gota en la vida del hombre, hasta el último «todo está cumplido».

Un creyente «sufre por causa de la justicia» cuando, por su fidelidad a Dios, experimenta humillaciones, ultrajes y burlas en su ambiente, y es incomprendido incluso por sus seres queridos; cuando se expone a ser contrastado, corre el riesgo de ser impopular y afronta otras consecuencias desagradables. Sin embargo, está dispuesto siempre a cualquier sacrificio, porque «hay que obedecer a Dios antes que a los hombres» (Hch 5, 29). Además del martirio público, que se realiza externamente, ante los ojos de muchos, ¡con cuánta frecuencia tiene lugar el martirio escondido en la intimidad del corazón del hombre, el martirio del cuerpo y del espíritu, el martirio de nuestra vocación y de nuestra misión, el martirio de la lucha consigo mismo y de la superación de sí mismo! En la bula de convocación del gran jubileo del año 2000, Incarnationis mysterium, escribí entre otras cosas: «El creyente que haya tomado seriamente en consideración la vocación cristiana, en la cual el martirio es una posibilidad anunciada ya por la Revelación, no puede excluir esta perspectiva en su propio horizonte existencial» (n. 13).

El martirio es siempre para el hombre una prueba grande y radical. La mayor prueba del hombre, la prueba de la dignidad del hombre frente a Dios mismo. Sí, es una gran prueba para el hombre, que se realiza a los ojos de Dios, pero también a los ojos del mundo, que se ha olvidado de Dios. En esta prueba, el hombre obtiene la victoria cuando se deja sostener por la fuerza de la gracia y se convierte en su testigo elocuente.

¿No se encuentra ante esa misma prueba la madre que decide sacrificarse para salvar la vida de su hijo? ¡Cuán numerosas fueron y son estas madres heroicas en nuestra sociedad! Les agradecemos su ejemplo de amor, que no se detiene ante el supremo sacrificio.

¿No se encuentra ante este tipo de prueba un creyente que defiende el derecho a la libertad religiosa y a la libertad de conciencia? Pienso aquí en todos nuestros hermanos y hermanas que, durante las persecuciones contra la Iglesia, testimoniaron su fidelidad a Dios. Basta recordar la reciente historia de Polonia y las dificultades y persecuciones que se vieron obligados a sufrir la Iglesia en Polonia y los creyentes en Dios. Fue una gran prueba para las conciencias humanas, un auténtico martirio de la fe, que exigía confesarla ante los hombres. Fue un tiempo de prueba, a menudo muy dolorosa. Por eso considero un deber particular de nuestra generación en la Iglesia recoger todos los testimonios que hablan de quienes dieron su vida por Cristo. Nuestro siglo tiene su martirologio particular, que aún no se ha escrito íntegramente. Es necesario investigar este martirologio, hay que confirmarlo y también escribirlo como hizo la Iglesia de los primeros siglos. El testimonio de los mártires de los primeros siglos es hoy nuestra fuerza. Pido a todos los Episcopados que dediquen la debida atención a esta causa.

Nuestro siglo XX tiene su gran martirologio en muchos países, en muchas regiones de la tierra. Mientras estamos entrando en el tercer milenio, debemos cumplir nuestro deber con respecto a quienes dieron un gran testimonio de Cristo en nuestro siglo. En muchas personas se cumplieron plenamente las palabras del libro de la Sabiduría: «Dios (...) como oro en el crisol los probó y como holocausto los aceptó» (Sb 3, 6). Hoy queremos rendirles homenaje, porque no tuvieron miedo de afrontar dicha prueba y porque nos han mostrado el camino que hay que recorrer hacia el nuevo milenio. Son para nosotros un gran aliciente. Con su vida han demostrado que el mundo necesita este tipo de «locos de Dios», que atraviesan la tierra como Cristo, como Adalberto, Estanislao o Maximiliano María Kolbe y muchos otros. Necesita personas que tengan la valentía de amar y no retrocedan frente a ningún sacrificio, con la esperanza de que un día dé frutos abundantes.

5. «Alegraos y regocijaos, porque vuestra recompensa será grande en los cielos» (Mt 5, 12). Éste es el evangelio de las ocho bienaventuranzas. Todos los hombres, lejanos y cercanos, de otras naciones y compatriotas nuestros de los siglos pasados y de éste, todos los que han sido perseguidos por causa de la justicia se han unido a Cristo. Mientras estamos celebrando la Eucaristía, que actualiza el sacrificio de la cruz realizado en el Calvario, queremos asociar a él a cuantos, como Cristo, fueron perseguidos por causa de la justicia. A ellos les pertenece el reino de los cielos. Ya han recibido su recompensa de Dios.

Con la oración abrazamos también a quienes siguen estando sometidos a la prueba. Cristo les dice: «Alegraos y regocijaos», porque no sólo compartís mi sufrimiento, también compartiréis mi gloria y mi resurrección.

En verdad, «alegraos y regocijaos» todos los que estáis dispuestos a sufrir por causa de la justicia, dado que será grande vuestra recompensa en el cielo. Amén.


Estas palabras del Señor traen paz a mi Corazón. Me regocijan de alegría y reconfortan.

Estas palabras caen perfecto en estos momentos para mi. En momentos en que necesito oración.
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monika
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MensajePublicado: Vie Jul 11, 2008 7:01 pm    Asunto:
Tema: ¿Porque el Sufrimiento?
Responder citando

con motivo de este tema me a gustado este escrito:

El cardenal de Sydney explica por qué Juan Pablo II es «magno» Imprimir E-Mail
escrito por Catolico Digital
miércoles, 13 de abril de 2005

Entrevista con el purpurado australiano, George Pell.

CIUDAD DEL VATICANO, martes, 12 abril 2005 (ZENIT).- Tras el funeral de Juan Pablo II, el cardenal George Pell, arzobispo de Sydney (Australia), resume el impacto que ha tenido este Papa reconociendo que dio a muchos católicos la seguridad de que la Iglesia está en buenas manos.
Esta es la entrevista concedida a Zenit antes de que los cardenales decidieran dejar de ofrecer declaraciones a la prensa.

--¿Cuál fue su primera reacción al conocer la muerte de Juan Pablo II?

--Cardenal Pell: Mi reacción estaba constituida por una mezcla de sentimientos. Yo estuve con el grupo de líderes neocatecumenales, rectores de Seminario en Tierra Santa, en la hermosa Domus Galilee, sobre el monte de las Bienaventuranzas que domina el Mar de Galilea.

Estábamos entristecidos por la perdida de este líder extraordinario, pero al mismo tiempo nos sentíamos aliviados porque había terminado su sufrimiento y conscientes de que somos pueblo cristiano que cree en la vida después de la muerte. Pero había ciertamente tristeza y conciencia de una gran pérdida.

--En Australia, que culturalmente se encuentra «entre Estados Unidos y el Reino Unido» cuando se habla de religiosidad y práctica creyente, ¿que ha significado Juan Pablo II para la gente y los católicos de este país?

--Cardenal Pell: Justo cuando yo estaba volvía a mi alojamiento en el Trastevere (en Roma), en una de las calles principales, se pueden ver grandes posters con la foto del Papa ya anciano y con una sencilla frase: «Un hombre grande». Pienso que la mayoría de los australianos habrían dicho un hombre bueno y un gran católico.

Quienes han seguido las noticias deberían ser conscientes de sus puntos de vista en muchas materias y conscientes de su papel crucial en la caída del comunismo.

Ahora, pienso en los católicos practicantes. Peggy Noonan, que escribe una columna en el «Wall Street Journal» y fue redactora de discursos para el presidente Reagan, resumió esto muy bien en un artículo hace unos dos o tres años. Decía que el Papa Juan Pablo II hizo que ella y que muchos católicos se sintieran seguros de que la Iglesia estaba en buenas manos, de que estaban a salvo. No de las amenazas externas, peligros, escándalos o crisis, sino de la capacidad de su pastor para manejar estas cosas.

Así es exactamente cómo me sentí desde la primera vez en que lo escuché en su homilía inaugural.

--Volviendo al último momento del Santo Padre, usted dice que se sintió triste por su muerte, pero aliviado porque había acabado su sufrimiento. Sus últimos años y meses estuvieron especialmente marcados por el sufrimiento. Hubo muchos jóvenes velando en la plaza de San Pedro antes y en la noche en que murió que aseguraron que el Papa les enseñó a morir. ¿Qué significado tiene el sufrimiento en el pensamiento de Juan Pablo II?

--Cardenal Pell: Alguien me ha dicho recientemente que sus años de sufrimiento fueron probablemente su mejor homilía. Una de las diferencias radicales entre los cristianos y la actitud secularista hacia el sufrimiento es que quienes no creen en Dios tienden a huir del sufrimiento e intentan que no exista.

Nosotros, como católicos afrontamos el sufrimiento y tratamos de ayudar a quienes sufren, pero también creemos que a través del sufrimiento y la muerte, en primer lugar de Cristo, somos redimidos y salvados. En otras palabras, el bien puede venir del sufrimiento.

Pienso que una de las más importantes encíclicas del fallecido Santo Padre fue la «Redemptor Hominis», sobre el misterio del sufrimiento y el papel de Cristo como nuestro Redentor.

No todo es fácil en el mundo. Tenemos que reconocer el sufrimiento cuando tenemos que afrontarlo. Y la hermosa enseñanza de Jesús --que cualquier cosa que hacemos por el más pequeño de nuestros hermanos y hermanas, para ayudarles en su sufrimiento, lo hacemos al mismo Cristo-- es espectacular.

--Usted ha mencionado en el pasado el papel del Papa Juan Pablo II en la caída del comunismo y en cierto modo la caída del Muro de Berlín en la primera mitad de su pontificado. ¿Cuales han sido los mayores temas que afrontó en la segunda mitad de su pontificado, que quizás le empujaron a dedicarles muchísima atención?

--Cardenal Pell: Pienso en las grandes encíclicas morales como «El Evangelio de la Vida» y «El esplendor de la Verdad»... Si no hubiera escrito nada más que esto durante su pontificado, habría sido visto como un extraordinario maestro porque subrayó que no se trataba de doctrinas concretas sino que lo que peligraba en nuestra sociedad eran las mismas bases de la moralidad.

En un mundo postmoderno, la afirmación básica es que no hay bases morales y que lo más que podemos lograr es un consenso temporal.

El Papa ha sido durante mucho tiempo un crítico de la injusticia social, pero hay un par de cosas, especialmente desde el punto de vista occidental, que tenemos que comprender.

En primer lugar, pienso que fue el primer Papa en tratar adecuadamente las ventajas que nos ha traído el capitalismo. El capitalismo dificulta la vida familiar, el matrimonio, pero ha traído una ola de prosperidad y no sólo en Occidente sino también en muchas partes de China por ejemplo, que no tiene absolutamente precedentes. Y el Papa, en sus últimas encíclicas, lo reconoce.

En segundo lugar, reconoció explícitamente la importancia de la democracia. Advirtió que las mayorías democráticas pueden ser totalitarias si no reconocen los derechos humanos. Pero respaldó la democracia como una altamente deseable forma de gobierno más explícitamente que ningún otro Papa en el pasado. Creo que hizo bien en explicitarlo.

--Una última pregunta respecto al funeral del viernes y la lista de dignatarios asistentes. Gran parte de estos países no siguen las enseñanzas de este Papa; muchos de ellos adolecen de cosas que el Papa enseñó, como aborto, derechos humanos, etc. ¿Por qué piensa que este funeral ha suscitado este tipo de respuesta internacional?

--Cardenal Pell: Para empezar, porque pienso que ha sido uno de los más Papas más extraordinarios, o el más extraordinario, en los dos mil años de historia cristiana. Ahora esto es tan evidente que no hay necesidad de subrayarlo. Gracias a los modernos medios de comunicación y de viaje se ha movido a un nivel que es absolutamente gigantesco.

Hablamos de León Magno y de Gregorio Magno pero el abanico en el que se movieron --la península itálica, a través de los Alpes, el norte de África y Grecia--, era un mundo mucho más reducido respecto al de hoy.

Y, por supuesto, los líderes políticos, como señalan algunos comentaristas laicos, se han dado cuenta de que su papel en la caída del comunismo, ofreciendo libertad a los pueblos de la Europa del Este y Rusia, ha sido absolutamente crucial. Su visita a Polonia en 1979 fue la que realmente despertó al pueblo polaco y cuando Polonia empezó a moverse, toda la baraja de cartas empezó a caer.

Algunos de los líderes comunistas se dieron cuenta de lo que estaba sucediendo y, especialmente cuando se realizó la visita, trataron de impedir a la gente que asistiera a las Misas.

Un obispo dijo que en esa ocasión estaba en un hotel de un pueblo, a unos 20 kilómetros de Cracovia, y se despertó a primeras horas de la mañana a causa del ruido: habían detenido los autobuses a muchos kilómetros de distancia y decenas de cientos de polacos caminaban durante la noche.

El Papa les dijo que estaban viviendo en una mentira. Y por una inusual conjunción de fuerzas, quien regía los destinos de Estados Unidos era Reagan. Hubo algo de ayuda, también, de Thatcher en el Reino Unido.

Tener a un Papa y a un presidente estadounidense preparados para noquear al comunismo fue una cosa fantásticamente inusual.

Luego tuvimos, providencialmente, un hombre como Mijaíl Gorbachov, que rehusó recurrir a la violencia para conservar el poder.

La disolución del imperio soviético sin violencia fue un milagro y creo que fue el presidente de Polonia el que dijo recientemente: «No seríamos libres todavía sin este Papa».

Por eso pienso que no es sorprendente que se hable de en torno a un millón y medio de polacos asistentes al funeral.

Por todas estas razones, han venido tantos jefes de Estado. Ha sido uno de los más extraordinarios funerales de la historia.
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monika
Veterano


Registrado: 31 Ago 2007
Mensajes: 1310
Ubicación: servidora

MensajePublicado: Vie Jul 11, 2008 7:04 pm    Asunto:
Tema: ¿Porque el Sufrimiento?
Responder citando

monika escribió:
con motivo de este tema me a gustado este escrito:




--Volviendo al último momento del Santo Padre, usted dice que se sintió triste por su muerte, pero aliviado porque había acabado su sufrimiento. Sus últimos años y meses estuvieron especialmente marcados por el sufrimiento. Hubo muchos jóvenes velando en la plaza de San Pedro antes y en la noche en que murió que aseguraron que el Papa les enseñó a morir. ¿Qué significado tiene el sufrimiento en el pensamiento de Juan Pablo II?

--Cardenal Pell: Alguien me ha dicho recientemente que sus años de sufrimiento fueron probablemente su mejor homilía. Una de las diferencias radicales entre los cristianos y la actitud secularista hacia el sufrimiento es que quienes no creen en Dios tienden a huir del sufrimiento e intentan que no exista.

Nosotros, como católicos afrontamos el sufrimiento y tratamos de ayudar a quienes sufren, pero también creemos que a través del sufrimiento y la muerte, en primer lugar de Cristo, somos redimidos y salvados. En otras palabras, el bien puede venir del sufrimiento.

Pienso que una de las más importantes encíclicas del fallecido Santo Padre fue la «Redemptor Hominis», sobre el misterio del sufrimiento y el papel de Cristo como nuestro Redentor.

No todo es fácil en el mundo. Tenemos que reconocer el sufrimiento cuando tenemos que afrontarlo. Y la hermosa enseñanza de Jesús --que cualquier cosa que hacemos por el más pequeño de nuestros hermanos y hermanas, para ayudarles en su sufrimiento, lo hacemos al mismo Cristo-- es espectacular.

me a impresionado este fragmento. de Juan PabloII El Papa grande.
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allessandro_87
Esporádico


Registrado: 08 May 2008
Mensajes: 64
Ubicación: El Salvador

MensajePublicado: Mar Jul 15, 2008 11:35 pm    Asunto:
Tema: ¿Porque el Sufrimiento?
Responder citando

Me parece interesante el poema del siervo sufriente para comensar mi reflexión.
« Ofreciendo su vida en sacrificio por el pecado,
verá descendencia que prolongará sus días
y el deseo de Yavé prosperará en sus manos.
Por la fatiga de su alma verá
y se saciará de su conocimiento.
El justo, mi siervo, justificará a muchos,
y cargará con las iniquidades de ellos.
Por eso yo le daré por parte suya muchedumbres,
y dividirá la presa con los poderosos
por haberse entregado a la muerte
y haber sido contado entra los pecadores,
llevando sobre sí los pecados de muchos
e intercediendo por los pecadores ». (Is 53, 10-12)

Partiendo de aqui es interesante ver como el sufrimiento nos renueva nos transforma, cada vez debemos de parecernos mas a ese Cristo que sufre, somos la imagen viva del rostrostro sufriente de cristo cuando sufrimos por amor a él.

El justificara a muchos, de este ternimo se deriva e amor misericordioso de Dios que no nos entrega a la muerte, sino que nos engendra para nueva vida.
Cuan grande es elamor que el nos tiene sufre para cada uno de nosotros, pero nosotros ¿Porque sufrimos? siento que aun no hemos respondido la respuesta en su manera mas sencilla, y ¿Para que sufrimos? y tambien, ¿Podriamos haber vivido sin el sufrimiento?
Aun queda mucho que abordar espero que se encuentren muchas más maneras de interpretar el sufrimiento,pero siempre siguiendo la linea cristiana.
_________________
Omnia per causa Christi
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kokallo
Esporádico


Registrado: 09 Jun 2007
Mensajes: 70
Ubicación: Villahermosa Tabasco Mexico

MensajePublicado: Mar Jul 15, 2008 11:44 pm    Asunto: Es una excelente pregunta.
Tema: ¿Porque el Sufrimiento?
Responder citando

Tengo una cuestion en este tema, muchas veces confudimos el dolor y sufrimiento, el sufrimiento surge cuando renegamos dolor, porque el dolor en si existe, en cambio cuando lo aceptamos disminuye y cuando se lo agradecemos a Dios el se encarga de eliminarlo.
_________________
koka
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