Alexander Verne Esporádico
Registrado: 09 Ene 2006 Mensajes: 77
|
Publicado:
Jue Nov 15, 2007 3:56 pm Asunto:
Solo una palabra
Tema: Solo una palabra |
|
|
Son pocos los que me conocen, y aun son pocos los que me leen, y son más pocos los que me entienden. Aparezco de vez en cuando para compartir algunas reflexiones con ustedes hermanos. Y una vez más me aparezco por estos foros para compartir este relato.
A diferencia de lo que antes hacía, ahora quisiera darles un pequeño preámbulo de esta historia.
Ojalá y pudiera sumergirme en los corazones de cada uno de ustedes y decirles con palabras claras lo que quieren oír, por eso escribo, para hablarles a sus corazones, seguramente inspirado por Dios pero también inspirado por el amor de y hacia los hombres.
A veces quisiera resumir con una sola palabra le Ley Divina, grabarla en la cabeza para meditarla, grabarla en mis labios para saborearla, grabarla en mis oídos para siempre escucharle, grabarla en mis ojos para ver el rostro de Dios en cada uno de mis hermanos y grabarla en mi corazón para vivirla. Es muy difícil pero no imposible encontrar esa palabra. Así que buscando esa palabra me encontré con esta historia.
-------------------------------------------------------------
-- Papaaaaaaá, papaaaaaaá, ven corre, al fin lo he terminado, mira que bonito me ha quedado. Papaaaaaaaaá no tardes, ven que te he llamado.
Al oír a mi pequeña hija gritando de esa manera, mi corazón se lleno de júbilo porque sabía que lo había logrado. Por fin lo había entendido y ahora juntos íbamos a disfrutar el fruto de su esfuerzo. Así que corriendo a su encuentro, la encontré completamente enlodada, pero feliz.
Pues ahí me tienen, en lo alto de una escalinata contemplando a ese pequeño ser al que le pedí permiso de ser su padre. No podía menos que maravillarme de su inteligencia y de su gracia al verla sucia y desaliñada, pero feliz. Sus pequeñas manos le daban los últimos retoques mientras cantaba una canción. Permanecí un buen rato contemplándola, para mí en ese momento no existía nadie más, era feliz viéndola feliz, viéndola cantar, jugar y ensuciarse más. Una parte de mí también se sentía triunfador con el logro de mi hija. ¿Cómo no sentirme así? Si yo también me he ensuciado cada día de mi vida porque ella sea feliz. A veces miraba mis manos acalambradas después de un día de trabajo, pero bien sabía que valía la pena construir nuestro futuro. Con el último grito de mi hija, finalmente me acerque a ella.
-- Pero hijita, mira nada más en que estado te encuentras ¿cómo te has podido ensuciar tanto? - le pregunte simulando enfado.
-- Pero papito, si tú mismo me lo has dicho ¿que no te acuerdas? Me dijiste que si cuidaba más mi apariencia que el fruto de mi esfuerzo, no iba a poder terminar lo que estaba construyendo.
-- Ah, si ¿yo te dije eso? Si, ahora lo recuerdo. Estabas empeñada en no ensuciarte, querías hacer una magnifica casita, no querías ensuciar tu vestido y además hacerlo lo más rápido posible.
Justo lo que pensaba ¿de qué me iba a servir una apariencia impecable, pero sin vida? Caray, siempre cuide mucho mi apariencia, pero viendo a mi nena toda sucia, me doy cuenta que el polvo en nuestra ropa ennoblece nuestro caminar. Así que mi chiquita por fin había podido construir su casita de muñecas. Al principio había decidido encerrarse en su cuarto y salir con la casita terminada, pero había demasiados juguetes que la distraían, así que opto por salirse al patio, pero habiendo escogido el duro cemento pronto se dio cuenta de que, aunque era un lugar muy limpio y acogedor era incómodo hacer su trabajo ahí. No le quedo otra más que irse al fondo del patio a un lado de nuestro bello ciprés.
En un principio puso un hule para no ensuciarse, pero el hule hacía que sus piernas sudaran demasiado, lo que la incomodaba para estar sentada. Se deshizo del hule y trajo un trapito para estar quitándose el polvo, pero invertía más tiempo en quitarse el polvo que en construir su casita.
Cuando llego llorando desesperada porque no podía continuar construyendo su casita le dije que lo único que le debía importar era terminar su casita. Se iba a ensuciar y a lo mejor su vestido se podría estropear, pero la suciedad el agua se la lleva y no hay vestido que un buen suavizante y un buen hilo no puedan remendar.
Mirando sus ojos llenos de lágrimas, añadí: "Pero la frustración de no haber terminado lo que empezaste tarda años en sanar. Cosecha ese fruto niña mía, coséchalo para mí y coséchalo para ti".
-- ¿cuál fruto papá? Si estoy construyendo una casita para mis muñecas – me contesto enfadada.
-- Si hija, pero así le decimos a algo en lo que ponemos todas nuestras fuerzas para lograrlo.
-- ¡Aaah! Entonces cuando cuido a mi hermanito ¿también mi hermanito es un fruto? – me pregunto riéndose.
-- Si linda, también tu hermanito es un fruto.
Ahora me encontraba dándole el visto bueno a la casita. A pesar de su corta edad, había hecho un buen trabajo, no era una obra de ingeniería, pero podría aguantar una pequeña tormenta. Mi nena me miraba fascinada porque seguramente veía que mi rostro se iluminaba mientras revisaba su casita o mientras mis ojos se humedecían por la ternura que me provocaban las florecitas que dibujo a todo lo largo del techo.
Los dos sosteníamos la casita y mi hija me regalaba la mejor de sus sonrisas mientras yo la felicitaba.
-- Papito ¿estuvo mal como la hice?
Asombrado por la pregunta, también le pregunte: ¿por qué dices que estuvo mal?
-- Porque me costó trabajo, y hay muchos niños que todo lo hacen muy fácil. Además la rompí una vez, y tú me ayudaste ¿se supone que debía hacerlo yo solita?
¡Vaya! Mi nena en verdad me sorprendió con ese par de observaciones. Con toda la ternura de la que era capaz comencé a explicarle.
“Algunos niños son hábiles en unas cosas mientras otros niños son hábiles en otras, pero cualquier niño puede intentar hacer una casita. A algunos les tomará más tiempo que a otros, pero al final cada uno construirá la casita que más les guste. Quizás mi niña, a otro niño le cueste mucho trabajo hacer la casita que tú has hecho, tal vez pueda hacer las casitas que todo niño hace, pero no pueda hacerla tan bonita como la tuya.
Hay niños que buscan hacer la mejor casita repasando el mejor manual en la seguridad de sus camastros, pero nunca la empiezan. Hay niños que enseñan a otros niños a hacer las casitas, pero nunca hacen una. Y hay niños como tú que se ensucian, se enojan y lloran mientras la construyen, pero al final la terminan.
Por lo general queremos que la casita sea obra de nosotros, y así será siempre aunque otros nos ayuden, por alguna razón no estamos solos mi niña, por alguna razón tenemos vecinos, amigos y familia. Aunque yo te haya ayudado, la casita es tuya y de nadie más. No mi niña, no debemos hacerlo solos.”
-- Entonces papito ¿no estás enfadado por qué la rompí una vez y porque me tuviste que ayudar?
-- Por supuesto que no – le respondí con una sonrisa.
Niña linda, yo no tengo que enfadarme contigo porque falles en lo que haces, además no es motivo para que me enfade. Cuando rompiste tu casita fue porque no querías que tu hermanito acercara sus juguetes a dónde estabas, y en tu coraje terminaste por romperla. Creo que tampoco recuerdas que hubo momentos en que te olvidaste de tu casita y te pusiste a escarbar hoyos en mi jardín con una de tus ventanitas. Date cuenta que a mí no me hacías enfadar y que lo único a lo que le estabas haciendo daño, era a tu casita, al fruto de tu esfuerzo.
Mi niña ya no dijo más. Solo podía sentir un enorme y fuerte abrazo alrededor de mi cuello.
No pude evitar las lágrimas cuando mi hija me regalo su casita. _________________
¿Qué puedo hacer para que otros se salven y para que surja también en ellos la estrella de la esperanza? |
|