Guadalupe Gómez
Veterano
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 Publicado:
Mar Ago 21, 2007 5:15 pm Asunto:
¿Qué es la Misa?
Tema: ¿Qué es la Misa? |
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Aquí les dejo un resúmen muy breve y sencillo que hice de un libro llamado "En torno a la Misa ayer y hoy", del obispo español, Manuel González, el mismo que escribió sobre el abandono de los Sagrarios.
Espero les sea útil.
¿Qué es la Misa?
Nuestro Salvador, en la última Cena, la noche que le traicionaban, instituyó el Sacrificio Eucarístico de su Cuerpo y Sangre, con el cual iba a perpetuar por los siglos, hasta su vuelta, el Sacrificio de la Cruz.
La Misa, es el mismo sacrificio de Jesús, aplicándonos la redención. Cada altar es un Calvario, y cada Hostia Consagrada es Jesús inmolado, ofreciéndose en sacrifico de redención. Cristo me convierte en amigo, en coheredero del Reino.
El sacrificio de la Última Cena, el de Cruz y el de la Misa, no son tres sacrificios, sino uno solo o tres oblaciones reales de una sola inmolación: La Cena, es la oblación real de Cristo, que se va a inmolar; la Cruz, es la oblación real de Cristo inmolándose; la Misa, es la oblación real de Cristo inmolado. La primera es el anuncio, la segunda es la inmolación, la tercera es el recuerdo. Pero no recuerdo al estilo de los hombres, que solo recordamos los rasgos salientes de los últimos hechos, además de ser recuerdos fugaces e inestables. El recuerdo de Jesucristo es la perpetuación de su obra: El Sacrificio de la Cruz, porque es un recuerdo tan perfecto que es un recuerdo vivo, operativo, eficaz de la Redención; preparada en su vida terrenal y ganada en su muerte en Cruz y consumada en el Cielo.
Vivir la Misa es: Conocerla a fondo; estimarla en su valor (Dios es glorificados y nosotros entregados en sacrificio junto con Cristo); tomar por norma conducta lo que Jesús hace en ella; tener como cifra de mi mayor felicidad en la tierra esta palabra: Digo Misa si soy sacerdote, oigo y encargo Misa, si simple fiel. Pero si nos contentamos con mirar en la Misa, solo la obligación de oírla o considerarla como uno de tantos actos religiosos para conseguir cualquier favor, para nosotros o para nuestros difuntos, y, menos aún, si no asistimos a ella si quiera los días de precepto, si así tratamos nuestras Misas, la frase vivir la Misa será para nosotros ininteligible y su significado imposible. Y ni hablar de los cristianos indiferentes o fríos, para los que la Misa es un acto al que asisten por costumbre o por rutina y están allí como pilar del templo, como un tubo del órgano u otra cosa cualquiera e insensible, sin hacer nada. Y ni siquiera considerar a otros que van por curiosidad, a ver quién está en Misa, como visten, o por otros motivos quizá más bajos; aquella idea de la gente buena no es exacta ni justa. La Misa es mucho más que una aficioncita.
La Misa consta de tres caminos o partes: Vía Purgativa, vía Iluminativa y vía Unitiva.
En la Confesión, que comprende desde el principio hasta el Introito, el alma se purifica por la humilde confesión pública de sus pecados. Y la humilde petición de perdón por intercesión de nuestra madre y de los santos para purgarnos de ellos.
En la Misa de los Catecúmenos, que termina con el Ofertorio, somos sobrenaturalmente iluminados por la Fe con los ejemplos y la intercesión de los santos cuya fiesta celebramos, la epístola, de los Salmos y del Evangelio, la recitación del Credo y la predicación de la Homilía.
La Misa de los fieles es la obra del hasta el Sacrificio. Tiene tres partes, el Ofertorio, la Consagración y la Comunión.
El Ofertorio es la preparación inmediata del Sacrificio; la Consagración es la oblación real del Sacrificio y la Comunión es la participación del Sacrificio. La Misa propiamente hecha es la representación del gran triunfo de Jesús y de la gran petición a su Padre celestial. Que seamos una sola cosas con Él, como Él lo es con el Padre.
¡Jesús y nosotros, una sola víctima de un solo sacrificio!. En la Misa Cristo constantemente como se ofreció en la Cruz. Allí se ofreció Cristo solo, en representación de toda la Iglesia, ahora no en representación, sino en unión con toda la Iglesia. La Misa es el sacrificio de Cristo y de toda la Iglesia. Nosotros, por ser Iglesia, nos estamos sacrificando constantemente en cada una de las Misas que se están celebrando. Uno de los símiles favoritos es aquel en que compara a la Iglesia entera con un cuerpo. Jesucristo tiene cuerpo físico formado por el Espíritu Santo en el seno de Nuestra Madre Inmaculada y tiene también su cuerpo místico, formado por todos los cristianos, que es la Iglesia de ayer, de hoy, de mañana; y la del cielo, la de la tierra y la del purgatorio. Jesucristo es la cabeza de su cuerpo místico y todos nosotros somos los miembros. A cada uno le toca su oficio. Los doctores, por ejemplo, son lengua de ese cuerpo, porque son los que enseñan; las almas de gran caridad son el corazón.
Dicen San Pablo que por el Bautismo nos incorporamos al Cuerpo místico de Cristo; empezamos a ser miembros de ese cuerpo. Por nuestras venas espirituales corre la misma sangre de Cristo, la misma vida; corremos su misma suerte. Los méritos de Cristo son nuestros; los dolores de Cristo son nuestros; las elevaciones de Cristo son elevaciones nuestras. En nuestro mismo cuerpo tenemos miembros que están más sanos que otros, que tienen más vida que otros. Si morimos por el pecado mortal a la vida de la Gracia no dejamos de ser miembros de Cristo por estar bautizados, pero miembros gangrenados. Así que en la incorporación a Cristo puede haber ascenso y descenso. Hay aumentos cuando participamos más de la virtud, de la santidad de Jesucristo. Es lo que San Pablo llama con frase muy bonita y de mucho significado “Incrementum Dei”, el crecimiento de Dios en nosotros. Como por nuestra incorporación a Cristo tenemos la vida de Dios y esta vida está en seres sujetos a crecimiento, yo como miembro de Cristo puedo crecer y crecer Dios en mí. Creciendo yo, crece Cristo en mí.
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¡Ay de ustedes, escribas y fariseos hipócritas, que cierran a los hombres el Reino de los Cielos! Ni entran ustedes, ni dejan entrar a los que quisieran... Lc. 11, 13-15
En la Iglesia hay un lugar para todos, pero en vos, ¿Hay un lugar para la Iglesia? |
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