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El Ave María

 
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Guadalupe Gómez
Veterano


Registrado: 08 Sep 2006
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MensajePublicado: Vie Nov 16, 2007 5:08 am    Asunto: El Ave María
Tema: El Ave María
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Explicación del Ave María.




Desde el regazo materno aprendimos a balbucear la más hermosa oración que podemos dirigir a la Virgen, es decir, la primera plegaria mariana. La hemos rezado miles y miles de veces. Lo seguimos haciendo, quizá a diario, al levantarnos y al acostarnos, en el Ángelus, en el Rosario, en las visitas a nuestra Patrona o imágenes de nuestra devoción, al emprender algún viaje o bien en algún trance difícil.

Sin embargo, surgen algunas preguntas: ¿Hemos penetrado y saboreado esta admirable oración, frase por frase, palabra por palabra? ¿Hemos valorado sus inagotables tesoros? ¿Hemos aprendido sus lecciones sublimes? ¿Estimulamos y alimentamos con ella nuestra vida cristiana? En el transcurso del año 2000 que nos ha abierto las puertas de un nuevo siglo y de un nuevo milenio, haremos una radiografía, lo más completa posible del «Ave María» con un objetivo concreto: rezarla bien, rezarla mejor. Recogeremos en seguida sus frutos.

Veamos ante todo cómo nació y cuál es su armónica estructura. El Ave María consta de tres partes: la primera está tomada del saludo angélico: Ave, llena de gracia, el Señor es contigo (Lc 1,28). La segunda está formada por las palabras de alabanza que Isabel, pariente de la Virgen, y esposa de Zacarías, dirige a María al pisar su casita de Ain karim: Bendita eres entre las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre (Lc 1,42). La tercera parte es una invocación de la Iglesia de origen muy posterior: Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.

Lo primero que hemos de advertir es que esta plegaria tiene origen divino y origen eclesiástico. El ángel e Isabel fueron los personajes inspirados por Dios. La Iglesia, asistida por el Espíritu Santo, completó la primera oración a Nuestra Señora.

La estructura íntegra del Ave María necesitó un milenio —del siglo VI al siglo XVI— para alcanzar su actual formulación. Su historia se asemeja a un pequeño arroyo que poco a poco va adquiriendo volumen hasta formar un caudal amazónico, expresión del grandioso sentido de la fe.

No obstante, pueden fijarse algunos datos de indudable certeza. La vinculación del saludo de Gabriel con la alabanza de Isabel se debe a Severo de Antioquía, que falleció el año 538. En una vasija de barro encontrada en Luxor (Egipto) ya se leen estas palabras unidas. San Juan Damasceno, fallecido en el 749, las comenta en sus homilías. La Iglesia ha añadido los nombres de «María» al principio y de «Jesús» al final, siendo Urbano IV en el siglo XIII, su afortunado autor. El último añadido: «ahora y en la hora de nuestra muerte», aparece en un breviario cartujano del 1350, siendo asumido posteriormente por los trinitarios y camaldulenses.

En el año 1525 se encuentra ya en los catecismos populares. Puede afirmarse que la fórmula definitiva que ha llegado hasta nosotros fue fijada por Pío V en 1568, con ocasión de la Reforma litúrgica. Hace pues, 432 años que los católicos rezamos en su forma actual esta incomparable plegaria mariana, mitad himno de alabanza, mitad súplica filial. Y no nos cansamos de repetirla por su irresistible encanto sobrenatural. Que nos sirva siempre para ser mejores discípulos de Jesús.

1. Publicado por la Fundación Obra Cultural, perteneciente a la Archidiócesis de Barcelona (España), y dedicada a la difusión popular católica.

Tomado de: devocionario.com
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Guadalupe Gómez
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MensajePublicado: Vie Nov 16, 2007 5:20 am    Asunto:
Tema: El Ave María
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EL AVEMARÍA EN EL CATECISMO

"Dios te salve, María [Alégrate, María]". La salutación del Angel Gabriel abre la oración del Ave María. Es Dios mismo quien por mediación de su ángel, saluda a María. Nuestra oración se atreve a recoger el saludo a María con la mirada que Dios ha puesto sobre su humilde esclava (cf. Lc 1, 48) y a alegrarnos con el gozo que El encuentra en ella (cf. So 3, 17b)



"Llena de gracia, el Señor es contigo": Las dos palabras del saludo del ángel se aclaran mutuamente. María es la llena de gracia porque el Señor está con ella. La gracia de la que está colmada es la presencia de Aquél que es la fuente de toda gracia. "Alégrate... Hija de Jerusalén... el Señor está en medio de ti" (So 3, 14, 17a). María, en quien va a habitar el Señor, es en persona la hija de Sión, el arca de la Alianza, el lugar donde reside la Gloria del Señor: ella es "la morada de Dios entre los hombres" (Ap 21, 3). "Llena de gracia", se ha dado toda al que viene a habitar en ella y al que entregará al mundo.



"Bendita tú eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús". Después del saludo del ángel, hacemos nuestro el de Isabel. "Llena del Espíritu Santo" (Lc 1, 41), Isabel es la primera en la larga serie de las generaciones que llaman bienaventurada a María (cf. Lc 1, 48): "Bienaventurada la que ha creído... " (Lc 1, 45): María es "bendita entre todas las mujeres" porque ha creído en el cumplimiento de la palabra del Señor. Abraham, por su fe, se convirtió en bendición para todas las "naciones de la tierra" (Gn 12, 3). Por su fe, María vino a ser la madre de los creyentes, gracias a la cual todas las naciones de la tierra reciben a Aquél que es la bendición misma de Dios: Jesús, el fruto bendito de su vientre.



"Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros... " Con Isabel, nos maravillamos y decimos: "¿De dónde a mí que la madre de mi Señor venga a mí?" (Lc 1, 43). Porque nos da a Jesús su hijo, María es madre de Dios y madre nuestra; podemos confiarle todos nuestros cuidados y nuestras peticiones: ora para nosotros como oró para sí misma: "Hágase en mí según tu palabra" (Lc 1, 38). Confiándonos a su oración, nos abandonamos con ella en la voluntad de Dios: "Hágase tu voluntad".



"Ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte". Pidiendo a María que ruegue por nosotros, nos reconocemos pecadores y nos dirigimos a la "Madre de la Misericordia", a la Virgen Santísima. Nos ponemos en sus manos "ahora", en el hoy de nuestras vidas. Y nuestra confianza se ensancha para entregarle desde ahora, "la hora de nuestra muerte". Que esté presente en esa hora, como estuvo en la muerte en Cruz de su Hijo y que en la hora de nuestro tránsito nos acoja como madre nuestra (cf. Jn 19, 27) para conducirnos a su Hijo Jesús, al Paraíso.



Catecismo de la Iglesia Católica, Nº 2676-2677
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Guadalupe Gómez
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MensajePublicado: Vie Nov 16, 2007 5:32 am    Asunto:
Tema: El Ave María
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¿Por qué rezar el Ave María?
Carta del Cardenal Norberto Rivera.



El Avemaría es seguramente una de las primeras oraciones que aprendimos cuando éramos niños. Es una oración sencilla, un diálogo muy sincero nacido del corazón, un saludo cariñoso a nuestra Madre del Cielo.

Recoge las mismas palabras del saludo del ángel en la Anunciación (Lucas 1, 28) y
del saludo de Isabel (Lucas 1, 42), y después añade nuestra petición de intercesión confiada a su corazón amantísimo. En el sigo XVI se añadió la frase final: “ahora y en la hora de nuestra muerte”. Todo ello forma una riquísima oración llena de significado.

El Avemaría es una oración vocal, es decir, que se hace repitiendo palabras, recitando fórmulas, pero no por esto es menos intensa, menos personal.

Podemos decir que el Avemaría y el Rosario son las dos grandes expresiones de la devoción cristiana a la Santísima Virgen. Pero la devoción no se queda sólo ahí.

En el Avemaría, descubrimos dos actitudes de la oración de la Iglesia centradas en la persona de Cristo y apoyadas en la singular cooperación de María a la acción del Espíritu Santo (Cf Catecismo de la Iglesia Católica 2675).

La primera actitud es la de unirse al agradecimiento de la Santísima Virgen por los beneficios recibidos de Dios (“llena eres de gracia”, “el Señor es contigo”, “bendita tú eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús”) y la segunda es el confiar a María Santísima nuestra oración uniéndola a la suya (“ruega por nosotros, pecadores”).

Para explicar esta oración es muy útil seguir los números 2676 y 2677 del Catecismo de la Iglesia Católica.

1. En la primera parte de la oración se recoge el saludo del ángel, del enviado del Señor. Es una alabanza en la que usamos las mismas palabras del embajador de Dios. Es Dios mismo quien, por mediación de su ángel, saluda a María. Nuestra oración se atreve a recoger el saludo a María con la mirada que Dios ha puesto sobre su humilde esclava y a alegrarnos con el gozo que Dios encuentra en ella.

"Llena eres de gracia, el Señor es contigo":

Las dos palabras del saludo del ángel se aclaran mutuamente. María es la llena de gracia porque el Señor está con ella. La gracia de la que está colmada es la presencia de Aquél que es la fuente de toda gracia.

María, en quien va a habitar el Señor, es en persona la hija de Sión, el Arca de la Alianza, el lugar donde reside la Gloria del Señor: ella es "la morada de Dios entre los hombres" (Apocalipsis 21, 3). "Llena de gracia", se ha dado toda al que viene a habitar en ella y al que ella entregará al mundo.

2. A continuación, en el Avemaría se añade el saludo de Santa Isabel: "Bendita tú eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús". Isabel dice estas palabras llena del Espíritu Santo (Cf Lucas 1, 41), y así se convierte en la primera persona dentro de la larga serie de las generaciones que llaman y llamarán bienaventurada a María (Cf Lucas 1, 48): "Bienaventurada la que ha creído..." (Lucas 1, 45); María es "bendita entre todas las mujeres" porque ha creído en el cumplimiento de la palabra del Señor.

Abraham, por su fe, se convirtió en bendición para todas las "naciones de la tierra" (Génesis 12, 3). Por su fe, María vino a ser la madre de los creyentes, gracias a la cual todas las naciones de la tierra reciben a Aquél que es la bendición misma de Dios: "Jesús el fruto bendito de tu vientre".

El Papa Juan Pablo II nos explica muy bien el contenido de este saludo de Isabel a su prima en el número 12 de la Carta Encíclica Redemptoris Mater:

3. Después, el Avemaría continúa con nuestra petición: "Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros..." Con Isabel, nos maravillamos y decimos: “¿De dónde a mí que la madre de mi Señor venga a mí?" (Lucas 1 ,43).

María nos entrega a Jesús, su Hijo, que muere por nosotros y por nuestra salvación en la cruz y, desde esa misma cruz, Jesucristo nos da a María como Madre nuestra (Cf Juan 19, 26-28); María es madre de Dios y madre nuestra, y por eso podemos confiarle todos nuestros cuidados y nuestras peticiones, porque sabemos que Dios no le va a negar nada (Cf Juan 2, 3-5) y al mismo tiempo confiamos en que tampoco nos lo va a negar a nosotros si es para nuestro bien.

María Santísima reza por nosotros como ella oró por sí misma: "Hágase en mí según tu palabra" (Lucas 1,38). Confiándonos a su oración, nos abandonamos con ella en la voluntad de Dios: "Haced lo que Él os diga" (Cf Juan 2, 5).

"Ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte". Pidiendo a María que ruegue por nosotros, nos reconocemos pecadores y nos dirigimos a la "Madre de la Misericordia", a la Toda Santa.

Nos ponemos en sus manos "ahora", en el hoy de nuestras vidas. Y nuestra confianza se ensancha para entregarle desde ahora, "la hora de nuestra muerte". Que esté presente en esa hora, como estuvo en la muerte de su Hijo al pie de la cruz y que en la hora de nuestro tránsito nos acoja como madre nuestra para conducirnos a su Hijo Jesús, al Paraíso, a nuestra felicidad eterna en el pleno y eterno amor de Dios.

Autor: Carta del Cardenal Norberto Rivera | Fuente: Catholic.net
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Guadalupe Gómez
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MensajePublicado: Vie Nov 16, 2007 5:39 am    Asunto:
Tema: El Ave María
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DEVOCIÓN DE LAS TRES AVEMARÍAS

Preocupada la religiosa benedictina que luego fue Santa Matilde por el buen fin de su vida, rogó insistentemente a la Virgen Santísima "que la asistiera a la hora de la muerte"; y acogiendo benignamente su súplica, la Madre de Dios se manifestó a la implorante, diciéndole:

"Sí que lo haré; pero quiero que por tu parte me reces diariamente tres Avemarías, conmemorando, en la primera, el Poder recibido del Padre Eterno; en la segunda, la Sabiduría con que me adornó el Hijo; y, en la tercera, el Amor de que me colmó el Espíritu Santo".

Y esta promesa se extendió en beneficio de todos cuantos ponen en práctica ese rezo diario de las tres Avemarías.

La practica de esta devoción no puede ser ni más fácil, ni más breve. Fácil es, porque se concreta a rezar todos los días tres Avemarías agradeciendo a la Santísima Trinidad los dones de Poder, Sabiduría y Amor que otorgó a la Virgen Inmaculada, e instando a María a que use de ellos en auxilio nuestro.

Modo de practicar esta devoción:

Todos los días, rezar lo siguiente:

¡María, Madre mía; líbrame de caer en pecado mortal!

1- Por el Poder que te concedió el Padre Eterno. (rezar un Avemaría)

2- Por la Sabiduría que te concedió el Hijo. (rezar un Avemaría)

3- Por el Amor que te concedió el Espíritu Santo. (rezar un Avemaría)

Fue la misma Santísima Virgen la que dijo a Santa Gertrudis que "quien la venerase en su relación con la Beatísima Trinidad, experimentaría el poder que le ha comunicado la Omnipotencia del Padre como Madre de Dios; admiraría los ingeniosos medios que le inspira la sabiduría del Hijo para la salvación de los hombres, y contemplaría la ardiente caridad encendida en su corazón por el Espíritu Santo".

Refiriéndose a todo aquel que la haya invocado diariamente conmemorando el poder, la sabiduría y el amor que le fueron comunicados por la Augusta Trinidad, dijo María a Santa Gertrudis que, "a la hora de su muerte me mostraré a él con el brillo de una belleza tan grande, que mi vista le consolará y le comunicará las alegrías celestiales".

María renueva su promesa de protección:

Cuando Sor María Villani, religiosa dominica (siglo XVI), rezaba un día las tres Avemarías, oyó de labios de la Virgen estas estimulantes palabras:

"No sólo alcanzarás las gracias que me pides, sino que en la vida y en la muerte prometo ser especial protectora tuya y de cuantos como tú PRACTIQUEN ESTA DEVOCIÓN"

También dijo la Santísima Virgen: “La devoción de las tres Avemarías siempre me fue muy grata... No dejéis de rezarlas y de hacerlas rezar cuanto podáis. Cada día tendréis pruebas de su eficacia...”

Tomado de: devocionesypromesas.com.ar
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Guadalupe Gómez
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MensajePublicado: Mie Dic 12, 2007 5:20 am    Asunto:
Tema: El Ave María
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SAGRADA REINA DEL CIELO

Coro:

Sagrada Reina del Cielo,
Luciente estrella del día.
Dame gracia con que os pueda
Cantar el AVE MARIA

Estrofas:

Por la gracia singular,
que del Angel vino en pos,
Sénos propicia María,
pues eres Madre de Dios.

Cuando el Arcángel Gabriel,
bajó lleno de alegría,
La salutación que dio,
fue Dios te salve María.

Los ángeles en el cielo,
te alaban con eficacia,
Jubilosos te aclamamos:
Señora llena de Gracia.

Yo postrado y reverente,
tu sacro nombre bendigo
Implorando tus mercedes,
porque el Señor es contigo

Más hermosa que la luna,
y más que todos los seres,
Por eso todos decimos:
Señora, Bendita Eres.

Más hermosa que ninguna,
sin duda Tú sola eres,
Porque fuiste la escogida,
entre todas las Mujeres

Con los ángeles del cielo,
te rendimos el tributo,
De cantarte aquí en la tierra:
Señora, Bendito el Fruto.

Cuando el sol nació en oriente,
brillando en eterna luz,
De tu rostro nació el alba
y de tu vientre Jesús.

¡Oh, quién merecer pudiera,
ser tu esclava, dueña mía,
Con un letrero en el pecho,
que diga: Santa María!

Los ángeles en el cielo,
te alaban con dulce voz,
Y nosotros en la tierra digamos:
Madre de Dios.

Hermosa flor de las flores,
gocemos tu intercesión,
Ruega por Nosotros Madre,
por tu limpia Concepción.

Madre tierna y cariñosa,
flor preciosa entre las flores
Tu Misericordia dale,
a los pobres pecadores.

Alta torre de David,
de Jacob escala fuerte
Ruega, Señora, por nos
en la Hora de la Muerte.

Pues, eres Madre de Dios,
la más firme luz y guía,
Digamos todos devotos:
Amén, Jesús y María.

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