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Solemnidad de la Epifanía del Señor

 
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Autor Mensaje
Guadalupe Gómez
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Mensajes: 2115
Ubicación: Argentina

MensajePublicado: Mar Ene 08, 2008 6:22 am    Asunto: Solemnidad de la Epifanía del Señor
Tema: Solemnidad de la Epifanía del Señor
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Reflexiones para la Santa Misa del Dies Domini
www.ducinaltum.info



Solemnidad de la Epifanía del Señor


“Venimos de Oriente para adorar al Rey”

I. LA PALABRA DE DIOS
II. APUNTES
III. LUCES PARA LA VIDA CRISTIANA
IV. PADRES DE LA IGLESIA
V. CATECISMO DE LA IGLESIA
VI. PALABRAS DE LUIS FERNANDO


I. LA PALABRA DE DIOS

I. LA PALABRA DE DIOS

Is 60, 1-6: «La gloria del Señor amanece sobre ti»

«¡Arriba, resplandece, que ha llegado tu luz,
y la gloria de Yahveh sobre ti ha amanecido!
Pues mira cómo la oscuridad cubre la tierra,
y espesa nube a los pueblos,
mas sobre ti amanece Yahveh
y su gloria sobre ti aparece.
Caminarán las naciones a tu luz,
y los reyes al resplandor de tu alborada.
Alza los ojos en torno y mira:
todos se reúnen y vienen a ti.
Tus hijos vienen de lejos,
y tus hijas son llevadas en brazos.
Tú entonces al verlo te pondrás radiante,
se estremecerá y se ensanchará tu corazón,
porque vendrán a ti los tesoros del mar,
las riquezas de las naciones vendrán a ti.
Un sin fin de camellos te cubrirá,
jóvenes dromedarios de Madián y Efá.
Todos ellos de Sabá vienen
portadores de oro e incienso
y pregonando alabanzas a Yahveh.»

Sal 71, 2.7-8.10-13: «Se postrarán ante Ti, Señor, todos los reyes de la tierra»

Ef 3, 2-3a.5-6: «Ahora ha sido revelado que también los gentiles son coherederos».

«Conocéis la misión de la gracia que Dios me concedió en orden a vosotros: cómo me fue comunicado por una revelación el conocimiento del Misterio, tal como brevemente acabo de exponeros. Misterio que en generaciones pasadas no fue dado a conocer a los hombres, como ha sido ahora revelado a sus santos apóstoles y profetas por el Espíritu: que los gentiles sois coherederos, miembros del mismo Cuerpo y partícipes de la misma Promesa en Cristo Jesús por medio del Evangelio»

Mt 2, 1-12: «Vieron al niño con María su madre y, postrándose, le adoraron.»

«Nacido Jesús en Belén de Judea, en tiempo del rey Herodes, unos magos que venían del Oriente se presentaron en Jerusalén, diciendo: “¿Dónde está el Rey de los judíos que ha nacido? Pues vimos su estrella en el Oriente y hemos venido a adorarle”. En oyéndolo, el rey Herodes se sobresaltó y con él toda Jerusalén. Convocó a todos los sumos sacerdotes y escribas del pueblo, y por ellos se estuvo informando del lugar donde había de nacer el Cristo. Ellos le dijeron: “En Belén de Judea, porque así está escrito por medio del profeta:

Y tú, Belén, tierra de Judá,
no eres, no, la menor entre los principales clanes de Judá;
porque de ti saldrá un caudillo
que apacentará a mi pueblo Israel”.

Entonces Herodes llamó aparte a los magos y por sus datos precisó el tiempo de la aparición de la estrella. Después, enviándolos a Belén, les dijo: “Id e indagad cuidadosamente sobre ese niño; y cuando le encontréis, comunicádmelo, para ir también yo a adorarle”. Ellos, después de oír al rey, se pusieron en camino, y he aquí que la estrella que habían visto en el Oriente iba delante de ellos, hasta que llegó y se detuvo encima del lugar donde estaba el niño. Al ver la estrella se llenaron de inmensa alegría. Entraron en la casa; vieron al niño con María su madre y, postrándose, le adoraron; abrieron luego sus cofres y le ofrecieron dones de oro, incienso y mirra. Y, avisados en sueños que no volvieran donde Herodes, se retiraron a su país por otro camino.»

II. APUNTES

Epifanía se traduce literalmente por “manifestación”. En el griego profano epifaneia y los términos afines significaban, en su sentido religioso, la aparición inesperada, pero bienhechora, de una divinidad que traía consigo la salud para el pueblo. Los cristianos lo aplicaron a la manifestación o “aparición teofánica” de Dios y su presentación ante el mundo como un rey-salvador. El modo de esta manifestación fue por la encarnación y nacimiento del Verbo divino. En Cristo, Dios se ha manifestado al mundo entero, por Él ha traído la reconciliación y salvación a todos los seres humanos.

Las lecturas de este Domingo nos muestran que desde el Oriente hasta el Occidente (Sal 49,1-2) resplandece una gran luz que anuncia el nacimiento de un Rey: «de Jacob avanza una estrella, un cetro surge de Israel» (Num 24,17). Esta luz brilla sobre Israel, pero su resplandor alcanza al orbe entero (1ª. lectura: Is 60,1-6). Su brillo es un silencioso pero potente pregón que anuncia la salvación que Dios traerá no sólo a su pueblo elegido, sino también a todos los pueblos de la tierra. En efecto, esta salvación, esta luz que manifiesta la gloria de Dios y disipa la oscuridad que cubre la tierra como espesa nube, tiene un carácter universal, se abre a todos los pueblos, a todas las culturas y a todas las naciones del mundo. Nadie quedará excluido de esta salvación.

Isaías anuncia con júbilo que el brillo de esta estrella reunirá a los hijos de Israel, atraerá a muchos, las naciones caminarán a su luz y los reyes al resplandor de su alborada. Son atraídos por esta luz a la presencia de aquél cuyo nacimiento anuncia: «las riquezas de las naciones vendrán a ti.» Junto con estas riquezas y regalos, oro e incienso, traen sus alabanzas a Dios.

El antiguo y sugestivo oráculo de Isaías encuentra su realización en la estrella que brilló sobre Belén (Evangelio), anunciando el nacimiento del Rey-Salvador, del Reconciliador del mundo. Al ver aquél signo luminoso en el cielo, dice el evangelista, unos “Magos” de Oriente se pusieron en marcha cargados de regalos para ofrecerlos a este Rey. Obedece a la profecía de Isaías el hecho de que la tradición considere que los magos venidos de Oriente eran tres reyes.

Por “magos” no hay que pensar en hombres que se dedican a la magia o a la prestidigitación. “Mago” era el nombre dado por los orientales a los hombres sabios de su tiempo, físicos, astrólogos, maestros, sacerdotes o también videntes. Un pequeño grupo de estos sabios orientales reconoce en la aparición de una gran estrella en el cielo el signo del nacimiento «del rey de los judíos». Pero entienden ellos que no se trata de un rey cualquiera, pues en el antiguo Oriente la estrella era el signo que anunciaba el nacimiento de un rey divinizado. De allí se entiende que decidan acudir de tan lejos “para adorarlo”.

Los Magos representan a los pueblos de toda la tierra que, a la luz de la Navidad del Señor, avanzan por el camino que lleva a Jesús y constituyen, en cierto sentido, los primeros destinatarios de la salvación inaugurada por el nacimiento del Salvador y llevada a plenitud en el misterio pascual de su muerte y resurrección.

Al llegar a Belén, los Magos adoran al divino Niño y le ofrecen dones simbólicos, convirtiéndose en precursores de los pueblos y de las naciones que, a lo largo de los siglos, no cesan de buscar y encontrar a Cristo para adorarlo también ellos.

Será por medio de los apóstoles que la reconciliación y salvación anunciada por el brillo de aquella singular estrella y traída por el Niño Jesús sea llevada hasta los confines de la tierra. Porque así le fue revelado, San Pablo comprende esta gran novedad: que también los gentiles, es decir, todos aquellos que no participan de la Alianza primera sellada por Dios con Abraham, son «coherederos, miembros del mismo Cuerpo y partícipes de la misma Promesa en Cristo Jesús por medio del Evangelio» (2ª. lectura)

III. LUCES PARA LA VIDA CRISTIANA

Creemos firmemente con la fe de la Iglesia que Santa María, por ser la madre de Cristo-Cabeza, lo es también de cada uno de los miembros de Su Cuerpo místico, que es la Iglesia. Por tanto, María en el orden espiritual es madre de todos los que por la fe se acercan a Cristo, es Madre nuestra.

Esta maternidad espiritual, cuyo principio se remonta al momento de la concepción virginal, fue hecha explícita por Cristo mismo al pronunciar su testamento espiritual desde la Cruz, en el momento en que refiriéndose a Juan dijo a su Madre: “Mujer, he allí a tu hijo”. Y a Juan: “he allí a tu madre” (ver Jn 19,25-27). La Iglesia ha afirmado siempre que las palabras de Cristo trascienden a la persona misma de Juan, y que en él estábamos representados todos los discípulos.

Esta maternidad espiritual la ejerce ya María cuando presenta a Cristo a unos humildes pastores, quienes avisados por un ángel se acercan con prontitud al portal a adorar al Niño que ha nacido. Posteriormente la ejerce también con la llegada de unos misteriosos personajes que atraídos por una singular estrella vienen desde muy lejos a adorar al Rey de Israel que ha nacido. Con la sorpresiva aparición de estos sabios de Oriente la reflexiva María, considerando todo a la luz de los designios divinos, comprende que su maternidad espiritual no se limita a los hijos e hijas de Israel, sino que se abre a todos los hombres y mujeres que con fe se acercan a su Hijo, así como a toda la humanidad se abre el Don de la Salvación que el Hijo de Dios ha venido a traer al mundo: es universal.

Hoy como ayer, María sigue ejerciendo activamente su maternidad espiritual sobre todos los que nos acercamos a su Hijo con fe. Madre que da a luz al Niño-Dios, Ella nos lo presenta y hace cercano también a nosotros, procurando por su intercesión y cuidado maternal que en nosotros la vida divina que hemos recibido el día de nuestro Bautismo crezca y se fortalezca cada vez más, hasta que también nosotros, cooperando activamente con el don y la gracia recibidas, alcancemos “la madurez de la plenitud de Cristo” (Ef 4,13; ver Gál 2,20).

Por ello acudamos confiadamente a nuestra Madre. Miremos sin cesar el brillo de esta Estrella y poniéndonos en marcha cada día dejémonos guiar por Ella al encuentro pleno con su Hijo, el Señor Jesús, para adorarlo también nosotros y entregarle toda nuestra vida y corazón.

IV. PADRES DE LA IGLESIA

San Pedro Crisólogo: Hoy los magos encuentran llorando en la cuna al que buscaban resplandeciente en las estrellas. Hoy los magos contemplan claramente entre pañales al que larga y resignadamente buscaban en los astros, en la oscuridad de las señales.

Hoy los magos revuelven en su mente con profundo estupor lo que allí han visto: el Cielo en la tierra, la tierra en el Cielo, el hombre en Dios, Dios en el hombre, y a aquel a quien no puede contener el universo encerrado en un pequeño cuerpecillo. Y, al verlo, lo aceptan sin discu¬sión, como lo demuestran sus dones simbólicos: el in¬cienso, con el que profesan su divinidad; el oro, expresión de la fe en su realeza; la mirra, como signo de su condi¬ción mortal.

»Así los gentiles, que eran los últimos, llegan a ser los primeros, ya que la fe de los magos inaugura la creencia de toda la gentilidad.

San Juan Crisóstomo: Levantémonos, siguiendo el ejemplo de los magos. Dejemos que el mundo se desconcierte; nosotros corramos hacia donde está el Niño. Que los reyes y los pueblos, que los crueles tiranos se esfuercen en barrarnos el camino, poco importa. No dejemos que se enfríe nuestro ardor. Venzamos todos los males que nos acechan. Si los magos no hubiesen visto al Niño no habrían podido escaparse de las amenazas del rey Herodes. Antes de poder contemplarlo, llenos de gozo, tuvieron que vencer el miedo, los peligros, las turbaciones. Después de adorar al Niño, la calma y la seguridad colmaron sus almas.

V. CATECISMO DE LA IGLESIA

528: La Epifanía es la manifestación de Jesús como Mesías de Israel, Hijo de Dios y Salvador del mundo. Con el bautismo de Jesús en el Jordán y las bodas de Caná, la Epifanía celebra la adoración de Jesús por unos «magos» venidos de Oriente. En estos «magos», representantes de religiones paganas de pueblos vecinos, el Evangelio ve las primicias de las naciones que acogen, por la Encarnación, la Buena Nueva de la salvación. La llegada de los magos a Jerusalén para «rendir homenaje al rey de los judíos» (Mt 2,2) muestra que buscan en Israel, a la luz mesiánica de la estrella de David, al que será el rey de las naciones. Su venida significa que los gentiles no pueden descubrir a Jesús y adorarle como Hijo de Dios y Salvador del mundo sino volviéndose hacia los judíos y recibiendo de ellos su promesa mesiánica tal como está contenida en el Antiguo Testamento. La Epifanía manifiesta que «la multitud de los gentiles entra en la familia de los patriarcas» y adquiere la «israelitica dignitas» (la dignidad israelítica).

1171: El año litúrgico es el desarrollo de los diversos aspectos del único misterio pascual. Esto vale muy particularmente para el ciclo de las fiestas en torno al Misterio de la Encarnación (Anunciación, Navidad, Epifanía) que conmemoran el comienzo de nuestra salvación y nos comunican las primicias del misterio de Pascua.

VI. PALABRAS DE LUIS FERNANDO (transcritas de textos publicados)

A los hijos de Israel

«Hoy os ha nacido en la ciudad de David un Salvador, que es el Mesías, el Señor» (Lc 2,11). Ése es el mensaje que impulsa a los pastores de Beit Sahur, villorrio vecino en un kilómetro y medio a Belén, para acortar rápidamente la distancia y confirmar el contenido del mensajero de Dios. «Porque fueron a toda prisa, y no poco a poco y con paso retardado -dice Orígenes-, lo hallaron». Y en el mismo sentido enseña San Ambrosio: «Cristo no ha de ser buscado con pereza si se le quiere hallar».

Y ahí, en el humilde pesebre, encuentran los pastores al Señor Jesús. Relatando las maravillas de las que habían sido testigos, contemplan al Niño presentado por su Madre, acompañada de San José. «Gloria a Dios en lo más alto de los cielos y paz en la tierra a los hombres de buena voluntad», testimonian los pastores haber escuchado a la milicia celestial alabando a Dios. La Virgen de la acogida oye y atesora. María escucha y guarda todo en su corazón. María escucha y presenta al Niño Jesús para la adoración de los pastores. ¿No hay en esa tierna y grandiosa escena un primer eco de la profecía de Miqueas? «Entonces el resto de sus hermanos volverá -en el tiempo en que dé a luz la que ha de dar a luz- a los hijos de Israel. Él se alzará y pastoreará con el poder de Yahveh...» (Miq 5,2s). «Los pastores se volvieron glorificando y alabando a Dios por todo lo que habían oído y visto, conforme se les había dicho» (Lc 2,20).

A los de la gentilidad

Y así como la Madre de Dios empieza a concretar su maternidad espiritual sobre todos los seres humanos que creen en Jesús, muestra también a los sabios de Oriente al Primogénito, en un sentido que claramente expresa la Lumen gentium (n. 57). Los magos representan a los gentiles que vienen a adorar al Niño Dios. La revelación trasciende los linderos físicos de la descendencia de Abraham por la carne y se traslada a todos aquellos que descienden de él por la fe, se abre a la universalidad. Ya por el vaticinio de Balaam, entre ellos conservado, que habla de que «de Jacob avanza una estrella, un cetro surge de Israel» (Núm 24,17); ya por la expectación mesiánica del Oriente, de la que dan testimonio Tácito y Suetonio; ya por la propaganda judía entre los mazdeos; los sabios de Oriente, cuyo número tradicionalmente se cuenta en tres y cuyo origen se desconoce, se lanzan en búsqueda del Rey de los Judíos para adorarle. Culminando su búsqueda, ubicando el lugar y entrando, «vieron al niño con su Madre y, postrándose le adoraron; luego abrieron su cofre y le ofrecieron dones de oro, incienso y mirra» (Mt 2,11).

¡Aunque lo maravilloso la iba educando, cómo se habrá sorprendido la Virgen por la visita de estos personajes venidos de lejos! ¡Y del reverente respeto mostrado al Hijo! María les presentó al Niño para que le rindieran su adhesión y adoración. Los regalos de oro, de resina de incienso y resina del balsamodendron myrrha, por su significación de homenaje a alguien de alcurnia, habrán, sin duda, ahondado cada vez más el asombro de María, la reflexiva María. ¡Qué maravillosa sucesión de acontecimientos desde que vivió la Anunciación-Encarnación! Los Padres en buen número han querido descubrir un valor simbólico en los regalos. En el oro se suele ver el reconocimiento a la dignidad de la realeza, en el incienso, por su carácter sutil, a la divinidad, en la mirra ven un reconocimiento de la humanidad.

Por María nos viene el Salvador, Ella es la Madre que lo da a luz, Ella es la Madre que se lo presenta a los pastores de Israel y a los sabios de la gentilidad. Su función maternal madura, se extiende. María de la Presentación sigue actuante, activa, hoy como siempre, presentando al Señor Jesús a las personas y a los pueblos. Ella es la Madre que porta al Reconciliador; Ella lo presenta a todos los corazones que se abren en reverente acogida.


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MensajePublicado: Mar Ene 08, 2008 6:24 am    Asunto:
Tema: Solemnidad de la Epifanía del Señor
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