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El Secreto admirable del Santísimo Rosario- S. Luis Montfort
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MensajePublicado: Mar Abr 01, 2008 4:45 pm    Asunto: El Secreto admirable del Santísimo Rosario- S. Luis Montfort
Tema: El Secreto admirable del Santísimo Rosario- S. Luis Montfort
Responder citando

El Secreto admirable del Santísimo Rosario
de San Luis María Grignon de Montfort


-para convertirse y salvarse-

Traducción de p. Pío Suárez B., s.m.m.

Fuente



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PRESENTACION

Uno de los títulos más gloriosos conferidos a san Luis María, “el sacerdote del gran rosario”, es el de “Apóstol de la Cruz y del Rosario”. El Rosario ocupaba un lugar importante en su vida espiritual y en su apostolado. El Secreto del Santísimo Rosario, como se le llama a veces, es la obra menos personal de sus escritos, ya que toma muchos apartes de varios autores. De esta práctica habla también –entre otros– en el Tratado de la Verdadera Devoción.

Como era misionero popular, sobre todo para los pobres y abandonados, se da a la tarea de renovar en ellos el espíritu del cristianismo. Creía poder realizarlo inculcándoles la devoción a María, la única capaz de conducirles a Jesucristo y hacerles santos. Creía que el Rosario era un secreto maravilloso para llegar al conocimiento de María y, por ella, encontrar a Jesucristo. Estableció la devoción al Rosario por todas partes en donde predicaba. Lo hacía recitar cada día durante las misiones. Su libro, que no fue publicado durante su vida, ciertamente estaba destinado a personas de todos los medios, como lo indican claramente las “Pequeñas Rosas” de la introducción. El texto está dividido en decenas, como el Rosario; cada una está compuesta de diez “rosas”. El autor traza ahí el origen de esta forma de devoción y describe la atmósfera milagrosa como se ha desarrollado a través de los siglos. Muy consciente de las críticas que suscitarían sus relatos, anota simple y llanamente que lo ha tomado de autores de renombre. En las otras secciones, trata del poder y eficacia del Rosario, de las oraciones que lo componen, de la belleza y utilidad de las meditaciones que deberían acompañar la recitación. Indica la manera de recitar el Rosario “dignamente” y termina ofreciendo métodos para hacerlo.


DEDICATORIAS




Rosa blanca

A los Sacerdotes
[1]



[1] Ministros del Altísimo, predicadores de la verdad, clarines del Evangelio: permítanme presentarles la rosa blanca de este librito para hacer entrar en su corazón y en su boca las verdades expuestas en él sencillamente y sin artificio.

En el corazón, para que Uds. mismos abracen la práctica del Santo Rosario y saboreen sus frutos[2].

En la boca, para que prediquen a los demás la excelencia de esta santa práctica y los atraigan a la conversión por medio de ella. No vayan a considerar esta práctica como insignificante y de escasas consecuencias. Así la miran el vulgo y aun muchos sabios orgullosos. Pero, en verdad, es grande, sublime y divina. El Cielo nos la ha dado para convertir a los pecadores más endurecidos y a los herejes más obstinados. Dios vinculó a ella la gracia en esta vida y la gloria del Cielo. Los santos la han puesto en práctica y los Sumos Pontífices la han autorizado.

¡Qué tal felicidad la del Sacerdote y director de almas a quienes el Espíritu Santo haya revelado este secreto desconocido de la mayoría de los hombres o sólo conocido superficialmente por ellos! Si obtienen su conocimiento práctico, lo recitarán todos los días e impulsarán a otros a recitarlo. Dios y su Madre Santísima derramarán sobre Uds. gracias abundantes a fin de que sean instrumentos de su gloria. Y Uds. lograrán más éxito con sus palabras, aunque sencillas, en un solo mes, que los demás predicadores en muchos años.

[2] No nos contentemos, pues, queridos compañeros, con recomendar a otros el rezo del Rosario. Tenemos que rezarlo nosotros. Podremos estar intelectualmente convencidos de su excelencia, pero, si no lo practicamos, poco empeño pondrán los oyentes en aceptar nuestro consejo, porque nadie da lo que no tiene: «Comenzó Jesús a hacer y enseñar»[3]. Imitemos a Jesucristo que empezó por hacer lo que enseñaba. Imitemos al Apóstol, que no conocía ni predicaba sino a Jesús crucificado.

Es lo que debemos hacer al predicar el Santo Rosario. Que –lo veremos más adelante– no es sólo una repetición de Padrenuestros y Avemarías, sino un compendio maravilloso de los misterios de la vida, pasión, muerte y gloria de Jesús y de María.

Si creyera que la experiencia que Dios me ha dado sobre la eficacia de la predicación del Santo Rosario para convertir a las almas, les impulsará a Uds. a predicarlo, no obstante la costumbre contraria de los predicadores, les contaría las maravillosas conversiones que he logrado predicándolo. Me contentaré, sin embargo, con relatar en este compendio algunas historias antiguas y comprobadas.

Para servicio suyo, he incluido también muchos pasajes latinos tomados de buenos autores, que prueban lo que explico al pueblo en lengua corriente[4].

Notas

[1] El Santo Autor antes escribió el libro y al final añadió estos primeros 8 números; pero con la intención de imprimirlos al comienzo de la obra (ver SAR 4).

[2] El Concilio Vaticano II recomienda evidentemente el rezo del Santo Rosario cuando ordena: «Se recomiendan encarecidamente los ejercicios piadosos del pueblo cristiano... en particular si se hacen por mandato de la Sede Apostólica» (SC 13).

[3] Hech 1,1.

[4] Para comodidad del lector, en esta edición los textos en latín los damos siempre y sólo en castellano.





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MensajePublicado: Dom Abr 13, 2008 11:50 pm    Asunto:
Tema: El Secreto admirable del Santísimo Rosario- S. Luis Montfort
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Rosa encarnada

A los pecadores




[3] A Uds., pobres pecadores, uno más pecador todavía, les ofrece la rosa enrojecida con la sangre de Jesucristo, a fin de que florezcan y se salven. Los impíos y pecadores empedernidos gritan a diario: «Coronémonos de rosas»[5]. Cantemos también nosotros: «Coronémonos con las rosas del Santo Rosario».

¡Ah! ¡Qué diferentes son sus rosas de las nuestras! Las suyas son los placeres carnales, los vanos honores y las riquezas perecederas, que pronto se marchitarán y consumirán. En cambio, las nuestras, es decir nuestros Padrenuestros y Avemarías bien dichos, unidos a nuestras buenas obras de penitencia, no se marchitarán ni agotarán jamás, y su brillo será, de aquí a cien mil años, tan vivo como en el presente.

Sus pretendidas rosas sólo tienen la apariencia de tales. En realidad, son solamente punzantes espinas durante su vida, a causa de los remordimientos de conciencia que los taladrarán a la hora de la muerte con el arrepentimiento, y los quemarán durante toda la eternidad a causa de la rabia y desesperación.

Si nuestras rosas tienen espinas, son las espinas de Jesucristo, que Él convierte en rosas. Nuestras espinas punzan, pero sólo por algún tiempo y ello para curarnos del pecado y darnos la salvación.

[4] Coronémonos a porfía de estas rosas del Paraíso recitando todos los días un Rosario, es decir las tres series de cinco misterios cada una o tres pequeñas diademas de flores o coronas:

1o Para honrar las tres coronas de Jesús y de María: de la gracia de Jesús en la Encarnación, su corona de espinas durante la pasión y la de gloria en el Cielo de la Santísima Trinidad.

2o Para recibir de Jesús y María tres coronas: la primera de méritos, durante la vida; la segunda de paz, en la hora de la muerte, y la tercera de gloria, en el Cielo.

Créanme que recibirán la corona inmarcesible[6], que no se marchitará jamás, si se mantienen fieles en rezarlo devotamente hasta la muerte, no obstante la enormidad de sus pecados. Aunque estuvieran ya al borde del abismo, aunque hubieran vendido su alma al demonio como un mago, aunque fueran herejes tan endurecidos y obstinados como demonios, se convertirán tarde o temprano y se salvarán, siempre que, lo repito –noten bien las palabras y términos de mi consejo– recen devotamente, todos los días hasta la muerte el Santo Rosario con el fin de conocer la verdad y alcanzar la contrición y perdón de los pecados.

En esta obra hallarán muchas historias de pecadores convertidos por la eficacia del Rosario. ¡Léanlas y medítenlas!

Dios solo.


Rosal Místico

A las almas piadosas




[5] Almas piadosas e iluminadas por el Espíritu Santo, ciertamente no llevarán a mal que les ofrezca un pequeño rosal místico bajado del Cielo, para que lo planten en el jardín de sus almas. En nada perjudicará a las flores olorosas de su contemplación. Es muy perfumado y totalmente divino. No perturbará en lo más mínimo el orden de su jardín. Es muy puro y muy ordenado y todo lo encamina al orden y a la pureza. Alcanza altura tan prodigiosa y tan dilatada extensión, si se le riega y cultiva todos los días como conviene, que no sólo no estorbará a las demás devociones, sino que las conserva y perfecciona. ¡Uds., que son almas espirituales, me comprenden claramente! Jesús y María con su vida, muerte y eternidad constituyen este rosal.

[6] Las hojas verdes de este rosal místico representan los misterios gozosos de Jesús y de María. Las espinas, los dolorosos. Y las flores, los gloriosos. Los capullos son la infancia de Jesús y de María, las rosas entreabiertas representan a Jesús y María en sus dolores. Y las totalmente abiertas muestran a Jesús y María en su gloria y en su triunfo.

La rosa alegra con su hermosura: ahí están Jesús y María en los misterios gozosos. Punza con sus espinas: ahí están Jesús y María en los misterios dolorosos. Regocija con la suavidad de su perfume: ahí están Jesús y María en los misterios gloriosos[7].

No desprecien, pues, mi rosal alegre y maravilloso. Siémbrenlo en su alma, tomando la resolución de rezar el Rosario. Cultívenlo y riéguenlo, recitándolo fielmente todos los días y obrando el bien. Contemplarán cómo el grano que ahora parece tan pequeño, se convertirá con el tiempo en un gran árbol en el que las aves del Cielo, es decir las almas predestinadas y elevadas en contemplación, pondrán su nido y morada para guarecerse a la sombra de sus hojas de los ardores del sol, preservarse en su altura de las fieras de la tierra y, finalmente, alimentarse con la delicadeza de su fruto, que no es otro que el adorable Jesús, a quien sea el honor y la gloria por la eternidad. Amén.

Dios solo.





Capullo de Rosa

A los niños




[7] A Uds., queridos niños, les ofrezco un hermoso capullo de rosas: el granito de su Rosario, que les parece tan insignificante. Pero... ¡Oh!, ¡qué grano tan precioso! ¡Qué capullo tan admirable!; y ¡cómo se desarrollará, si recitan devotamente el Avemaría! Quizás sea mucho pedirles que recen un Rosario todos los días. Recen, por lo menos, una tercera parte, con devoción. Será una linda diadema de rosas que colocarán en las sienes de Jesús y de María. ¡Créanmelo! Escuchen ahora y recuerden esta hermosa historia:

[8] Dos niñitas, hermanas, estaban a la puerta de su casa recitando el Rosario devotamente. Se les aparece una hermosa Señora, que acercándose a la más pequeña, de sólo seis años, la toma de la mano y se la lleva. La hermanita mayor, llena de turbación, la busca y no habiendo podido hallarla, vuelve a casa llorando y diciendo que se habían llevado a su hermana. El padre y la madre la buscan inútilmente durante tres días. Pasado este tiempo, la encuentran en la casa con el rostro alegre y gozoso. Le preguntan de dónde viene. Ella responde que la Señora a quien rezaba el Rosario la había llevado a un lugar hermoso, y le había dado de comer cosas muy buenas y había colocado en sus brazos un bellísimo Niño a quien había cubierto de besos. El padre y la madre, recién convertidos a la fe, llaman al padre jesuita, que les había instruido en ella y en la devoción del Rosario, y le relatan lo que había pasado. Él mismo nos lo contó. Ocurrió en el Paraguay[8].

Imiten, queridos niños, a esas fervorosas niñas. Recen todos los días la tercera parte del Rosario, y merecerán ver a Jesús y a María, si no durante esta vida, sí después de la muerte, durante la eternidad. Amén.

Así, pues, que sabios e ignorantes, justos y pecadores, grandes y pequeños, alaben y saluden noche y día a Jesús y María con el Santo Rosario.

«Saluden a María, que ha trabajado mucho en Uds.»[9]


Notas

[5] Sab 2,8.

[6] 1 Pe 5,4.

[7] La división de los 15 Misterios en tres grupos, basada en la historia, corresponde también al “Kerigma” o anuncio inicial sobre Jesús (ver, por ejemplo, Hech 2,22-36).

[8] CN, pág. 189-190 (sacado de: Antoine Boisseu, s.j.: Le chrétien prédestiné par la devoción á Marie, Mére de Dieu. Lyon, 1686. Pág. 752).

[9] Rom 16,6. San Luis de Montfort aplica a la Santísima Virgen el saludo de San Pablo a una cristiana de Roma.




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MensajePublicado: Mie Abr 16, 2008 4:42 pm    Asunto:
Tema: El Secreto admirable del Santísimo Rosario- S. Luis Montfort
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PRIMERA DECENA



EXCELENCIA DEL SANTO ROSARIO,

MANIFESTADA POR SU ORIGEN Y SU NOMBRE





1a. Rosa

Las oraciones del Rosario




[9] El Rosario encierra dos realidades: la oración mental y la vocal. La oración mental en el Santo Rosario es la meditación de los principales misterios de la vida, muerte y gloria de Jesucristo y de su Santísima Madre.

La oración vocal consiste en la recitación de quince decenas de Avemarías precedidas de un Padrenuestro, unida a la meditación y contemplación de las quince principales virtudes que Jesús y María practicaron, conforme a los quince misterios del Santo Rosario.

En la primera parte, que consta de cinco decenas, se honran y consideran los cinco misterios gozosos; en la segunda, los cinco dolorosos; y en la tercera los cinco misterios gloriosos.

De este modo, el Rosario constituye un conjunto sagrado de oración mental y vocal para honrar e imitar los misterios y virtudes de la vida, muerte, pasión y gloria de Jesucristo y de María.

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MensajePublicado: Sab Abr 19, 2008 4:16 pm    Asunto:
Tema: El Secreto admirable del Santísimo Rosario- S. Luis Montfort
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2a. Rosa

Origen del Rosario



[10] El Santo Rosario, compuesto fundamental y sustancialmente por la oración de Jesucristo (el Padrenuestro), la salutación angélica (el Avemaría) y la meditación de los misterios de Jesús y María, constituye, sin duda, la primera plegaria y la primera devoción de los creyentes. Desde los tiempos de los apóstoles y discípulos ha estado en uso, siglo tras siglo, hasta nuestros días.

[11] Sin embargo, el Santo Rosario, en la forma y método de que hoy nos servimos en su recitación, sólo fue inspirado a la Iglesia, en 1214, por la Santísima Virgen que lo dio a Santo Domingo para convertir a los herejes albigenses y a los pecadores. Ocurrió en la forma siguiente, según lo narra el beato Alano de la Rupe en su famoso libro titulado “Dignidad del Salterio”[10].

Viendo Santo Domingo que los crímenes de los hombres obstaculizaban la conversión de los albigenses, entró a un bosque próximo a Tolosa y permaneció allí tres días dedicado a la penitencia y a la oración continua, sin cesar de gemir, llorar y mortificar su cuerpo con disciplina para calmar la cólera divina, hasta que cayó medio muerto. La Santísima Virgen se le apareció en compañía de tres princesas celestiales, y le dijo: «¿Sabes, querido Domingo, de qué arma se ha servido la Santísima Trinidad para reformar el mundo?». «Señora, Tú lo sabes mejor que yo –respondió él–, porque, después de Jesucristo, Tú fuiste el principal instrumento de nuestra salvación». «Pues –añadió ella– la principal pieza de combate ha sido el salterio angélico, que es el fundamento del Nuevo Testamento. Por ello, si quieres ganar para Dios esos corazones endurecidos, predica mi Salterio».

Se levantó el Santo muy consolado. Inflamado de celo por la salvación de aquellas gentes, entró en la catedral. Al momento repicaron las campanas para reunir a los habitantes. Al comenzar él su predicación, se desencadenó una horrible tormenta, tembló la tierra, se oscureció el sol, truenos y relámpagos repetidos hicieron palidecer y temblar a los oyentes. El terror de éstos aumentó cuando vieron que una imagen de la Santísima Virgen expuesta en lugar prominente, levantaba los brazos al cielo tres veces para pedir a Dios venganza contra ellos, si no se convertían y recurrían a la protección de la Santa Madre de Dios.

Quería el cielo con estos prodigios promover esta nueva devoción del Santo Rosario y hacer que se la conocieran más.

Gracias a la oración de Santo Domingo, se calmó finalmente la tormenta. Prosiguió él su predicación, explicando con tanto fervor y entusiasmo la excelencia del Santo Rosario, que casi todos los habitantes de Tolosa lo aceptaron, renunciando a sus errores. En poco tiempo se experimentó un gran cambio de vida y costumbres en la ciudad.


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MensajePublicado: Mar Abr 22, 2008 4:09 am    Asunto:
Tema: El Secreto admirable del Santísimo Rosario- S. Luis Montfort
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3a. Rosa

El Rosario y Santo Domingo
[11]

[12] El establecimiento del Santo Rosario en forma tan milagrosa, guarda cierta semejanza con la manera de que se sirvió Dios para promulgar su Ley en el Monte Sinaí, y manifiesta claramente la excelencia de esta maravillosa práctica.

Santo Domingo, iluminado por el Espíritu Santo e instruido por la Santísima Virgen y por su propia experiencia, dedicó el resto de su vida a predicar el Santo Rosario con su ejemplo y su palabra, en las ciudades y los campos, ante grandes y pequeños, sabios e ignorantes, católicos y herejes. El Santo Rosario, que rezaba todos los días, constituía su preparación antes de predicar y su acción de gracias después de la predicación.

[13] Preparábase el Santo, detrás del altar mayor de Nuestra Señora de París, con el rezo del Santo Rosario, para predicar en las fiestas de San Juan Evangelista, cuando se le apareció la Santísima Virgen y le dijo: «Aunque lo que tienes preparado para predicar sea bueno, ¡aquí te traigo un sermón mejor!» El Santo recibe de las manos de María el escrito que contiene el sermón, lo lee, lo saborea, lo comprende y da gracias por él a la Santísima Virgen. Llegada la hora del sermón, sube al púlpito y, después de haber recordado en alabanza de San Juan, tan sólo que había sido el guardián de la Reina de los Cielos, dijo a la asamblea de nobles y doctores que habían venido a escucharlo y estaban acostumbrados a oír sólo discursos artificiosos y floridos, que no les hablaría con palabras elocuentes de la sabiduría humana, sino con la sencillez y fuerza del Espíritu Santo.

Les predicó el Santo Rosario, explicándoles palabra por palabra, como a los niños, la salutación angélica, sirviéndose de comparaciones muy sencillas, leídas en el escrito que le diera la Santísima Virgen.

[14] Aquí están las palabras del Sabio Cartagena que él tomó, en parte, del libro del Beato Alano de la Rupe, “Dignidad del Salterio”: Afirma el Beato Alano que su padre, Santo Domingo, le dijo un día en una revelación: ¡Hijo mío!, tú predicas. Pero, para que no busques la alabanza humana sino la salvación de las almas, escucha lo que me sucedió en París. Debía predicar en la Iglesia Mayor de Santa María y quería hacerlo ingeniosamente, no por jactancia, sino a causa de la nobleza y dignidad de los asistentes. Mientras oraba, según mi costumbre, casi durante una hora, mediante la recitación de mi Salterio (es decir el Rosario) antes del sermón, tuve un éxtasis. Veía a mi amada Señora, la Virgen María, que ofreciéndome un libro me decía: «¡Por bueno que sea el sermón que vas a predicar, aquí traigo uno mejor!»

Muy contento, tomé el libro, lo leí todo y, como María lo había dicho, encontré lo que debía predicar. Se lo agradecí de todo corazón.

Llegada la hora del sermón, subí a la cátedra sagrada. Era la fiesta de San Juan, pero sólo dije del Apóstol que mereció ser escogido para guardián de la Reina del Cielo. En seguida hablé así a mi auditorio: «¡Señores e ilustres Maestros! Uds. están acostumbrados a oír sermones sabios y elegantes. Pero no quiero dirigirles doctas palabras de sabiduría humana, sino mostrarles el espíritu de Dios y su virtud». Entonces –añade Cartagena siguiendo al Beato Alano– Santo Domingo les explicó la salutación angélica mediante comparaciones y semejanzas muy sencillas[12].

[15] El Beato Alano, como dice el mismo Cartagena, relata muchas otras apariciones del Señor y de la Santísima Virgen a Santo Domingo para instarle y animarle más y más a predicar el Santo Rosario a fin de combatir el pecado y convertir a los pecadores herejes. Oigamos este pasaje: «El Beato Alano refiere que la Santísima Virgen le reveló que Jesucristo, su hijo, se había aparecido después de Ella a Santo Domingo y le había dicho: Domingo, me alegro de que no te apoyes en tu sabiduría y de que trabajes con humildad en la salvación de las almas sin preocuparte por complacer la vanidad humana. Muchos predicadores quieren desde el comienzo tronar contra los pecados más graves, olvidando que, antes de dar un remedio penoso, es necesario preparar al enfermo para que lo reciba y aproveche. Por ello deben exhortar antes al auditorio al amor a la oración y, especialmente, a mi salterio angélico. Porque si todos comienzan a rezarlo, no hay duda de que la clemencia divina será propicia con los que perseveran. Predica, pues, mi Rosario»[13].

[16] En otro lugar dice: Todos los predicadores hacen rezar a los cristianos la salutación angélica al comenzar sus sermones, para obtener la gracia divina. La razón de ello es la revelación de la Santísima Virgen a Santo Domingo: «Hijo mío –le dijo– no te sorprendas de no lograr éxito con tus predicaciones. Porque trabajas en una tierra que no ha sido regada por la lluvia. Recuerda que cuando Dios quiso renovar el mundo, envió primero la lluvia de la salutación angélica. Así se renovó el mundo. Exhorta, pues, a las gentes en tus sermones a rezar el Rosario y recogerás grandes frutos para las almas. Lo hizo así el Santo constantemente y obtuvo notable éxito con sus predicaciones.» Puedes leer esto en el Libro de los Milagros del Santo Rosario, escrito en italiano[14], y en el discurso 243 de Justino[15].

[17] Me he complacido en citarte palabra por palabra[16] los pasajes de estos serios autores, en favor de los predicadores y personas eruditas que pudieran dudar de la maravillosa eficacia del Santo Rosario. Mientras los predicadores, siguiendo el ejemplo de Santo Domingo, enseñaron la devoción del Santo Rosario, florecían la piedad y el fervor en las Órdenes Religiosas que lo practicaban y en el mundo cristiano, pero cuando se empezó a descuidar este regalo venido del Cielo, sólo vemos pecados y desórdenes por todas partes.



[10] VD 249-254.

[11] Santo Domingo nació en Calaroga (Castilla) en 1171. Viajó por Dinamarca. Y después fue a Roma a pedir en vano al Papa el permiso de irse de misionero a Rusia. Fundó la orden de los Predicadores y en 1216 volvió a Roma en donde se encontró con San Francisco de Asís (1182-1226). Murió en Bologna (Italia) en la tarde del 6 de Agosto de 1221.

[12] Alano de la Rupe, De Dignitate Psalterii; c. 18; Cartagena, De Sacris Arcanis Deiparae; L. 16, h. 1; CN, pág. 187-188.

[13] Alano de la Rupe, De D.P., c. 17; Cartagena, De S.A.D., L. 16, h. 1; CN. pág. 156.

[14] Debe tratarse del libro de Tomás de Cantimpré (Miraculorum et exemplorum sui temporis libri duo), del que conocemos tan sólo la edición latina de Douai (Francia), 1605.

[15] De este libro de Justino Mieckow conocemos únicamente la edición de Nápoles (Italia), 1857.

[16] Muchas páginas de este libro, no han sido copiadas de otros autores, sino que han salido de la experiencia pastoral y de la preparación cultural de San Luis M. de Montfort, por ejemplo son íntegramente del santo los números 1-5; 6c-11a; 12-13; 17; 21-23; 25; 33-35; 39-40c; 44c; 50-51; 54-55; 59c; 74a; 75; 77-78; 85, 95acd; 113-114; 116-118a; 120; 122-126a; 126c-127; 129-132,5; 134-150; 153-154; etc

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MensajePublicado: Dom Abr 27, 2008 2:22 am    Asunto:
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4a. Rosa

El Rosario y el Beato Alano




[18] Todas las cosas, inclusive las más santas, en la medida en que dependen de la voluntad humana, están sujetas a cambio. No hay, pues, por qué extrañarse de que la Cofradía del Santo Rosario no haya subsistido en su primitivo fervor sino hasta unos cien años después de su fundación. Después estuvo casi sumida en el olvido.

Además la malicia y envidia del demonio han contribuido seguramente para que se descuidara el Santo Rosario, a fin de detener los torrentes de gracia divina que esta devoción atrae al mundo. Efectivamente la justicia divina afligió todos los reinos europeos en el año 1384 con la peste más temible que se haya visto jamás.

Ésta se extendió desde Oriente por Italia, Alemania, Francia, Polonia, Hungría, devastando casi todos estos territorios, ya que de cada cien hombres sólo quedaba uno vivo. Las ciudades, los pueblos, las aldeas y los monasterios quedaron casi desiertos durante los tres años que duró la epidemia. A este azote de Dios siguieron otros dos: la herejía de los flagelantes[17] y un infeliz en el año 1378.

[19] Después de que, por la misericordia divina, cesaron estas calamidades, la Santísima Virgen ordenó al Beato Alano de la Rupe, célebre doctor y famoso predicador de la Orden de Santo Domingo del convento de Dinán en Bretaña, renovar la antigua Cofradía del Santo Rosario, a fin de que, ya que la susodicha Cofradía había nacido en esa provincia, un Religioso del mismo lugar tuviera el honor de restaurarla. Este bienaventurado Padre comenzó a trabajar en tan noble empresa en el año 1460, sobre todo después de que el Señor, como lo cuenta él mismo, le dijo cierto día desde la Sagrada Hostia, mientras celebraba la Santa Misa, a fin de impulsarlo a predicar el Santo Rosario: «¿Por qué me crucificas de nuevo?».

«¿Cómo Señor?», respondió sorprendido el Beato Alano.

«Tus pecados me crucifican –respondió Jesucristo–. Aunque preferiría ser crucificado de nuevo, a ver a mi Padre ofendido por los pecados que has cometido. Tú me sigues crucificando, porque tienes la ciencia y cuanto es necesario para predicar el Rosario de mi Madre e instruir y alejar del pecado a muchas almas... Podrías salvarlas y evitar grandes males. Pero al no hacerlo, eres culpable de sus pecados». Tan terribles reproches hicieron que el Beato Alano se decidiera a predicar intensamente el Rosario.

[20] La Santísima Virgen le dijo también cierto día, para animarlo más todavía a predicar el Santo Rosario: «Fuiste un gran pecador en tu juventud. Pero yo te alcancé de mi Hijo la conversión. He pedido por ti y deseado, si fuera posible toda clase de trabajos por salvarte, ya que los pecadores convertidos constituyen mi gloria, y hacerte digno de predicar por todas partes mi Rosario».

Santo Domingo, describiéndole los grandes frutos que había conseguido entre las gentes por esta hermosa devoción que él predicaba continuamente le decía: «Mira los frutos que he alcanzado con la predicación del Santo Rosario. Que hagan lo mismo tú y cuantos aman a la Santísima Virgen, para atraer, mediante el Santo ejercicio del Rosario, a todos los pueblos a la ciencia verdadera de la virtud».

Esto es, en resumen, lo que la historia nos enseña acerca del establecimiento del Santo Rosario por Santo Domingo y su restauración por el Beato Alano de la Rupe.

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MensajePublicado: Mie Abr 30, 2008 2:53 am    Asunto:
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5a. Rosa

La Cofradía del Rosario[18]


[21] Estrictamente hablando, no hay sino una Cofradía del Rosario, compuesto de ciento cincuenta Avemarías. Pero en relación a las personas que lo practican, podemos distinguir tres clases: el Rosario común u Ordinario, el Rosario Perpetuo y el Rosario Cotidiano.

La Cofradía del Rosario Ordinario sólo exige recitarlo una vez por semana. La del Rosario Perpetuo, una vez al año. La del Rosario Cotidiano, en cambio, rezarlo completo, es decir, las ciento cincuenta Avemarías, todos los días. Ninguna de estas Cofradías implica obligación bajo pecado, ni siquiera venial, si no lo rezamos. Porque el compromiso de rezarlo es totalmente voluntario y de supererogación. Pero no debe alistarse en la Cofradía quien no tenga voluntad decidida de rezarlo, conforme lo exige la Cofradía y siempre que pueda sin faltar a las obligaciones del propio estado. De suerte que, cuando el rezo del Rosario coincide con una obligación de estado, hay que preferir ésta al Rosario, por santo que éste sea. Cuando, a causa de enfermedad, no se le pueda recitar todo o en parte sin agravar el padecimiento, no obliga. Y cuando, por legítima obediencia, olvido involuntario o necesidad apremiante, no fue posible rezarlo, no hay pecado ninguno, ni siquiera venial. Y no por ello dejas de participar en las gracias y méritos de los cofrades del Santo Rosario que lo rezan en todo el mundo.

Y si dejas de rezarlo por pura negligencia, pero sin desprecio formal, absolutamente hablando, tampoco pecas. Pero pierdes la participación en las oraciones, buenas obras y méritos de la Cofradía. Y por tu negligencia en cosas pequeñas y de supererogación, caerás insensiblemente en la infidelidad a las cosas grandes y de obligación esencial: «Quien desprecia lo pequeño, poco a poco se precipita»[19].


[18] San Luis M. de Montfort decía (VD 227) que era “muy de desear” que fuera “erigida en Cofradía” la asociación de todos los que practican “la esclavitud de Jesucristo en María” (VD 245). El 16-6-1906 nació por fin la COFRADÍA DE MARÍA REINA DE LOS CORAZONES, en la que se pueden inscribir gratuitamente todos los que se consagran como esclavos de amor de Jesús en María según la enseñanza de San Luis María de Montfort. Sus socios también tienen la costumbre (no la obligación) de decir diariamente las 15 decenas del Santo Rosario. Su sede, en la que uno puede inscribirse en el Perú, es: Jr. Pacasmayo 566, Lima 1 - Perú (Telf. 425-1228).

[19] Eclo 19,1.

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MensajePublicado: Mar May 06, 2008 12:10 am    Asunto:
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6a. Rosa

El Salterio de María




[22] Desde que Santo Domingo estableció esta devoción, hasta el año 1460[20], en que el Beato Alano la restauró por orden del Cielo, se la denominó el “Salterio de Jesús y de la Santísima Virgen”. Porque contiene tantas Avemarías como salmos tiene el Salterio de David y porque los sencillos e ignorantes que no pueden rezar el Salterio davídico sacan de la recitación de Santo Rosario tanto o mayor fruto que el que se consigue con la recitación de los salmos de David:

. porque el Salterio Angélico tiene un fruto más noble, a saber, el Verbo encarnado, a quien el salterio davídico solamente predice;

. porque así como la realidad supera a la imagen y el cuerpo a la sombra, del mismo modo el Salterio de la Santísima Virgen sobrepasa al de David, que sólo fue sombra y figura de aquél;

. porque la Santísima Trinidad compuso directamente el Salterio de la Santísima Virgen, es decir, el Rosario, compuesto de Padrenuestros y Avemarías.

El sabio Cartagena[21] refiere al respecto: «El sapientísimo de Aix-la-Chapelle (J. Beyssel) en su libro sobre la Corona de Rosas, dedicado al Emperador Maximiliano, dice: «No puede afirmarse que la salutación mariana sea una invención reciente. Se extendió con la Iglesia, los fieles más instruidos celebraban las alabanzas divinas con la triple cincuentena de salmos davídicos. Entre los más humildes, que encontraban diversas dificultades en el rezo del Oficio Divino, surgió una santa emulación... Pensaron, y con razón, que en el celestial elogio (el Rosario) se incluyen todos los secretos divinos de los salmos. Sobre todo porque los salmos cantaban al que debía venir, mientras que esta fórmula de plegaria se dirige al que ha venido ya. Por eso comenzaron a llamar “Salterio Mariano” a las tres series de cincuenta oraciones, anteponiendo a cada decena la oración dominical como habían visto hacer a quienes recitaban los salmos».

[23] El Salterio o Rosario de la Santísima Virgen se compone de tres Coronas de cinco decenas cada una, con el fin:

. de honrar a las personas de la Santísima Trinidad;

. de honrar la vida, muerte y gloria de Jesucristo;

. de imitar a la Iglesia triunfante, ayudar a la peregrinante y aliviar a la paciente;

. de imitar las tres partes del salterio, la primera de las cuales mira a la vía purgativa; la segunda, a la vía iluminativa; la tercera, a la vía unitiva;

. de colmarnos de gracia durante la vida, de paz en la hora de la muerte, y de gloria en la eternidad.



[20] Históricamente resulta más bien que ya antes de Alano se llamaba Rosario, y que él prefería el nombre de Salterio. La palabra Salterio viene del nombre griego del arpa, e indica el libro de la Biblia que contiene los 150 Salmos, éstos se cantaban al son del arpa.

[21] CN, pág. 156 (sacado de: Johannes Carthagena, De Sacris Arcanis Deiparae Mariae, 1613-1616).

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MensajePublicado: Jue May 08, 2008 10:49 pm    Asunto:
Tema: El Secreto admirable del Santísimo Rosario- S. Luis Montfort
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7a. Rosa

El Rosario: Corona de Rosas




[24] Desde cuando el Beato Alano de la Rupe restauró esta devoción, la voz del pueblo que es la voz de Dios, la llamó ROSARIO, es decir, corona de rosas, lo cual significa que cuantas veces se recita el Rosario como es debido, colocamos en la cabeza de Jesús y de María una corona de ciento cincuenta y tres rosas blancas y dieciséis rosas encarnadas del Paraíso, que no perderán jamás su belleza ni esplendor.

La Santísima Virgen aprobó y confirmó el nombre de Rosario, revelando a varias personas, que le presentaban tantas rosas agradables cuantas Avemarías recitaban en su honor y tantas coronas de rosas como Rosarios.

[25] El Hermano Alfonso Rodríguez, jesuita, rezaba con tanto fervor, que veía con frecuencia salir de su boca una rosa encarnada a cada Padrenuestro y una rosa blanca a cada Avemaría: iguales ambas en belleza y fragancia y sólo diferentes en el color.

Cuentan las crónicas de San Francisco que un joven Religioso tenía la laudable costumbre de rezar todos los días antes de la comida la Corona de la Santísima Virgen. Cierto día, no se sabe por qué, faltó a ella. Cuando sonó la campana para la comida, rogó al Superior le permitiera rezar la Corona antes de sentarse a la mesa. Obteniendo el permiso, se retiró a su celda. Pero, como tardase mucho en volver, el Superior envió a un Religioso a llamarlo.

Éste lo encontró en su celda, iluminado de celestiales resplandores. La Santísima Virgen y dos Ángeles estaban al lado de él. A cada Avemaría salía de la boca del Religioso una bellísima rosa. Los Ángeles recogían las rosas, una tras otra, y las colocaban sobre la cabeza de la Santísima Virgen que se mostraba evidentemente complacida de ello.

Otros Religiosos, enviados para saber la causa de la demora de sus compañeros, vieron el mismo prodigio. La Santísima Virgen no desapareció hasta que terminó el rezo de la Corona[22].

El Rosario es, pues, una gran corona, y el de cinco decenas una diadema o guirnalda de rosas celestiales que se coloca en la cabeza de Jesús y de María. La rosa es la reina de las flores. El Rosario, a su vez, es la rosa y la primera de las devociones.



[22]CN, pág. 189 (sacado de: Boisseu).

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MensajePublicado: Mar May 13, 2008 11:13 pm    Asunto:
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8a. Rosa

Maravillas del Rosario



[26] No es posible expresar cuánto prefiere la Santísima Virgen el Rosario a las demás devociones, cuán benigna se muestra para recompensar a quienes trabajan en predicarlo, establecerlo y cultivarlo y cuán terrible, por el contrario, contra quienes se oponen a él.

Santo Domingo no puso en nada tanto empeño durante su vida como en alabar a la Santísima Virgen, predicar sus grandezas y animar a todo el mundo a honrarla con el Rosario. La poderosa Reina del Cielo, a su vez, no cesó de derramar sobre el Santo bendiciones a manos llenas. Ella coronó sus trabajos con mil prodigios y milagros y él alcanzó de Dios cuanto pidió por intercesión de la Santísima Virgen. Para colmo de favores, le concedió la victoria sobre los albigenses y le hizo padre y patriarca de su gran Orden[23].

[27] Y ¿qué decir del Beato Alano de la Rupe, restaurador de esta devoción? La Santísima Virgen lo honró varias veces con su visita para ilustrarlo acerca de los medios de alcanzar la salvación, convertirse en buen Sacerdote, perfecto Religioso e imitador de Jesucristo.

Durante las tentaciones y horribles persecuciones del demonio que lo llevaban a una extrema tristeza y casi a la desesperación, Ella lo consolaba, disipando, con su dulce presencia, tantas nubes y tinieblas. Le enseñó el modo de rezar el Rosario, lo instruyó acerca de sus frutos y excelencias, lo favoreció con la gloriosa cualidad de esposo suyo y, como arras de su casto amor, le colocó el anillo en el dedo y al cuello un collar hecho con sus cabellos, dándole también un Rosario. El Abad Tritemio, el sabio Cartagena, el doctor Martín Navarro y otros hablan de él elogiosamente.

Después de atraer a la Cofradía del Rosario a más de cien mil personas, murió en Zwolle, Flandes, el 8 de setiembre de 1475[24].

[28] Envidioso el demonio de los grandes frutos que el Beato Tomás de San Juan, célebre predicador del Santo Rosario, lograba con esta práctica, lo redujo con duros tratos a una larga y penosa enfermedad en la que fue desahuciado por los médicos. Una noche creyéndose a punto de morir, se le apareció el demonio, bajo una espantosa figura. Pero él levantó los ojos y el corazón hacia una imagen de la Santísima Virgen que se hallaba cerca de su lecho y gritó con todas sus fuerzas: «¡Ayúdame! ¡Socórreme! ¡Dulcísima Madre mía!».

Tan pronto como pronunció estas palabras, la imagen de la Santísima Virgen le tendió la mano y agarrándole por el brazo le dijo: «¡No tengas miedo, Tomás, hijo mío! ¡Aquí estoy para ayudarte! ¡Levántate y sigue predicando la devoción de mi Rosario, como habías empezado a hacerlo! ¡Yo te defenderé contra todos tus enemigos!». A estas palabras de la Santísima Virgen huyó el demonio. El enfermo se levantó perfectamente curado, dio gracias a su bondadosa Madre con abundantes lágrimas y continuó predicando el Rosario con éxito maravilloso.

[29] La Santísima Virgen no favorece solamente a quienes predican el Rosario, sino que recompensa también gloriosamente a quienes con su ejemplo atraen a los demás a esta devoción.

Alfonso[25], rey de León y de Galicia, deseando que todos sus criados honraran a la Santísima Virgen con el Rosario, resolvió, para animarlos con su ejemplo, llevar ostensiblemente un gran rosario, aunque sin rezarlo. Bastó esto para obligar a toda la corte a rezarlo devotamente.

El rey cayó enfermo de gravedad. Ya lo creían muerto, cuando, arrebatado en espíritu ante el tribunal de Jesucristo, vio a los demonios que le acusaban de todos los crímenes que había cometido. Cuando el divino Juez lo iba ya a condenar a las penas eternas, intervino en favor suyo la Santísima Virgen. Trajeron, entonces, una balanza: en un platillo de la misma colocaron los pecados del rey. La Santísima Virgen colocó en el otro el rosario que Alfonso había llevado para honrarla y los que, gracias a su ejemplo, habían recitado otras personas. Esto pesó más que los pecados del rey. La Virgen le dijo luego, mirándole benignamente: «Para recompensarte por el pequeño servicio que me hiciste al llevar mi Rosario, te he alcanzado de mi Hijo la prolongación de tu vida por algunos años. ¡Empléalos bien y haz penitencia!»

Volviendo en sí el rey exclamó: «Oh bendito Rosario de la Santísima Virgen, que me libró de la condenación eterna!» Y después de recobrar la salud, fue siempre devoto del Rosario y lo recitó todos los días.

Que los devotos de la Santísima Virgen traten de ganar el mayor número de fieles para la Cofradía del Santo Rosario, a ejemplo de estos santos y de este rey. Así conseguirán en la tierra la protección de María y luego la vida eterna: «Los que me den a conocer, alcanzarán la vida eterna»[26].




[23] Alamus de Rupe, Apología, c.22.

[24] También San Luis María de Montfort, que era natural de Bretaña como él, inscribió a más de 100.000 personas en las Cofradías del Rosario que fundó o restauró: se lo había permitido el Superior General de los Dominicos, con un documento que se conserva en veneración hasta ahora.

[25] Alfonso IX (1188-1230).

26] Eclo 24,31 (según la Biblia traducida por San Jerónimo).

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MensajePublicado: Lun May 19, 2008 11:01 pm    Asunto:
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9a. Rosa

Los enemigos del Rosario




[30] Veamos ahora cuán injusto es impedir el progreso de la Cofradía del Santo Rosario y cuales son los castigos que Dios inflige a los infelices que la han despreciado o intentado destruirla.

Aunque la devoción del Santo Rosario ha sido autorizada por el Cielo con muchos milagros y ha recibido la aprobación de la Iglesia mediante Bulas pontificias, no faltan hoy libertinos, impíos y gentes orgullosas que se atreven a difamar la Cofradía del Santo Rosario o alejar de ella a los fieles[27]. Es fácil reconocer que sus lenguas están infectadas con el veneno del infierno y que se mueven a impulso del Maligno. Nadie, en efecto, podría desaprobar la devoción del Santo Rosario sin condenar al mismo tiempo lo más piadoso que existe en la religión cristiana, a saber: la oración dominical, la salutación angélica, los misterios de la vida, muerte y gloria de Jesucristo y de su Santísima Madre.

Estos orgullosos no pueden soportar que se rece el Rosario y caen con frecuencia, inconscientemente, en el criterio reprobable de los herejes que detestan el Rosario y la Corona.

Aborrecer las Cofradías es alejarse de Dios y de la auténtica piedad, dado que Jesucristo asegura que se halla entre quienes se reúnen en su nombre. Ni es ser buen católico despreciar tantas y tan grandes indulgencias como la Iglesia concede a la Cofradía. Finalmente, disuadir a los fieles de que pertenezcan a la Cofradía del Santo Rosario, es obrar como enemigo de la salvación de las almas, ya que por medio de ella abandonan el pecado para abrazar la piedad. San Buenaventura afirma con razón en su Salterio[28], que quien desprecia a la Santísima Virgen morirá en pecado y se condenará. ¡Qué castigos no deben esperar quienes alejan a los demás de la devoción hacia Ella!



[27] VD 93-104 (sobre los falsos devotos de María).

[28] S. Buenaventura, Psalterium, lect. 4.

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MensajePublicado: Vie May 23, 2008 1:22 am    Asunto:
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10a. Rosa

Milagros del Rosario




[31] Mientras Santo Domingo predicaba esta devoción en Carcasona, un hereje se dedicó a ridiculizar los milagros y los quince misterios del Santo Rosario. Impedía así la conversión de los herejes. Dios permitió, para castigo de este impío, que 15.000 demonios se apoderaran de su cuerpo. Sus padres lo condujeron entonces al Santo para que lo librara de los espíritus malignos. Se puso Santo Domingo en oración y exhortó a la multitud a rezar con él en alta voz el Rosario. Y he aquí que a cada Avemaría la Santísima Virgen hacía salir cien demonios del cuerpo del hereje, en forma de carbones encendidos. Una vez liberado, el hereje abjuró de sus errores, se convirtió y se hizo inscribir en la Cofradía del Rosario, con muchos otros correligionarios suyos, conmovidos ante este castigo y la fuerza del Rosario.

[32] El sabio Cartagena, franciscano[29], y otros autores refieren que en el año 1482, cuando el venerable Padre Diego Sprenger y sus Religiosos trabajaban con gran celo por el restablecimiento de la devoción y Cofradía del Santo Rosario en la ciudad de Colonia, dos célebres predicadores, envidiosos de los frutos maravillosos que los primeros obtenían mediante esta práctica, intentaban desacreditarla en sus propios sermones. Gracias al talento y fama que gozaban, apartaban a muchos de inscribirse en la Cofradía. Para conseguir mejor sus perniciosos intentos, uno de ellos preparó expresamente un sermón para el domingo siguiente.

Llega la hora de la predicación, pero el predicador no aparece. Se le espera. Se le busca, y finalmente lo encuentran muerto, sin que hubiera podido ser auxiliado por nadie. Persuadido el otro predicador de que se trataba de un accidente natural, resuelve reemplazar a su compañero en la triste empresa de abolir la Cofradía del Rosario. Llegan el día y la hora del sermón.

Pero Dios lo castigó con una parálisis que le quitó el movimiento y la palabra. Reconociendo su falta y la de su compañero, recurrió de corazón a la Santísima Virgen, prometiéndole predicar por todas partes el Rosario con tanto empeño como aquel con que lo había combatido. Le suplicó que para ello le devolviera la salud y la palabra. La Santísima Virgen accedió a su petición.

Sintiéndose repentinamente curado, se levantó como otro Saulo, cambiado de perseguidor en defensor del Santo Rosario. Reparó públicamente su culpa y predicó con gran celo y elocuencia las excelencias del Santo Rosario.

[33] No dudo de que las gentes críticas y orgullosas de hoy, al leer estas historias, pongan en duda su autenticidad, como han hecho siempre.

Yo sólo las he transcrito de muy buenos autores contemporáneos, y en parte, de un libro reciente del P. Antonino Thomas, dominico, titulado El Rosal Místico[30].

Todo el mundo sabe, por otra parte, que hay tres clases de fe para las diferentes historias. A los acontecimientos narrados en la Sagrada Escritura debemos una fe divina. A los relatos profanos, que no repugnan la razón y han sido escritos por serios autores, una fe humana. A las historias piadosas referidas por buenos autores y no contrarias a la razón, la fe o las buenas costumbres, aunque a veces sean extraordinarias, una fe piadosa[31].

Confieso que no debemos ser ni muy crédulos ni muy críticos, sino optar siempre por el justo medio para descubrir dónde se hallan la verdad y la virtud. Pero estoy convencido igualmente que así como la caridad cree fácilmente cuanto no es contrario a la fe ni a las buenas costumbres –«La caridad todo lo cree»[32]–, del mismo modo, el orgullo lleva a negar casi todas las historias bien fundadas, so pretexto de que no se encuentran en la Sagrada Escritura.

En la trampa tendida por Satanás, en la que cayeron los herejes que negaban la Tradición. Trampa en la que caen, sin darse cuenta, los críticos de hoy, que no creen lo que no comprenden o no les agrada, sin más motivo que su orgullo y autosuficiencia.



[29] Cartagena había sido jesuita, pero murió franciscano en 1617.

[30] Antonino Thomas (anónimo): Le Rosier mystique, 2a edición, Rennes, 1685. Otras ediciones del libro son de 1683; 1686 (Vannes); 1698 (Reims). Los siguientes números del presente libro de San Luis M. de Montfort, están sacados literalmente de ese libro de 150 capítulos en unas 400 páginas: 6a; 26-29; 31; 41-43; 45-48; 56-59b; 60-69; 71-73; 74b; 81-84; 89-94; 96a.; 98-100; 103; 105-112; 121; 126b; 133. A San Luis M. de Montfort los escritos de Alano de la Rupe no han llegado más que a través de éste o de otros autores.

[31] Por ejemplo, la actual documentación histórica niega la autenticidad de las revelaciones del Beato Alano de la Rupe, que San Luis M. de Montfort, siguiendo la opinión de su tiempo, refiere como ciertas (SAR 50) en este libro suyo (números 11; 14-15; 18-20; 45; 49; 83; 86; 100; 105-112; 115 y 118). El mismo Coppenstein que preparó la edición de las obras del Beato Alano, admite que las “arregló”, y después fueron impresas en Friburgo en 1619, en Colonia en 1624, en Nápoles en 1630, en Imola (Italia) en 1847. El Beato Alano nació en Bretaña (oeste de Francia) en 1428, y murió en Zwolle (Holanda) el 8-9-1475. Sus revelaciones pueden considerarse aleccionadoras leyendas que, como dice aquí San Luis M. de Montfort, “no son contrarias a la razón, a la fe o a las buenas costumbres”. Santo Domingo no tomó parte en la organización y difusión del Rosario, aunque lo usaba (Ver aquí pág. 136).

[32] 1 Cor 13,7.

San Luis María escribió este libro por el mes de enero de 1711: después de la tragedia de Pontchâteau (13-9-1710), a la que siguió la prohibición de ejercer la predicación hasta marzo de 1711 (cuando fue invitado a predicar en la diócesis de Lucon). El Santo aprovechó estos meses de forzada inactividad en Nantes, para fundar el Hospital de los incurables, para preparar la primera edición de sus cánticos (120 páginas), impreso exactamente en 1711, y para publicar la Carta a los Amigos de la Cruz (cuya Cofradía había fundado allí en Nantes, en la Parroquia de Saint-Similien, durante la Misión de 1708). En esta misma época consiguió del Superior General de los Dominicos el permiso de inscribir a todo el mundo en la Cofradía del Smo. Rosario; y además, después de su año de noviciado, el 10-11-1710, el mismo San Luis María se inscribió en la Tercera Orden de Santo Domingo, en las manos del P. José Le Gault, Superior del Convento de los Dominicos de Nantes.

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MensajePublicado: Lun May 26, 2008 5:36 pm    Asunto:
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SEGUNDA DECENA



EXCELENCIA DEL SANTO ROSARIO,

MANIFESTADA POR LAS ORACIONES QUE LO COMPONEN






11a. Rosa

El Credo



[34] El Credo o símbolo de los Apóstoles, que se reza sobre el crucifijo del rosario, es una plegaria de gran mérito, por ser un sagrado compendio y resumen de las verdades cristianas.

La fe, en efecto, es la base, fundamento y principio de todas las virtudes cristianas, de todas las verdades eternas y de todas las plegarias agradables a Dios. «Quien se acerca a Dios ha de comenzar por creer»[33]. Sí, quien se acerca a Dios en la oración debe comenzar con un acto de fe y cuanto mayor sea su fe, más eficaz y meritorio para él y más gloriosa para Dios será su plegaria.

No me detendré a explicar las palabras del símbolo de los Apóstoles. Pero no puedo menos de aclarar las primeras palabras: «Creo en Dios».

Éstas encierran los actos de las tres virtudes teologales: la fe, la esperanza y la caridad. Tienen una eficacia maravillosa para santificarnos y derrotar al demonio. Muchos santos vencieron con estas palabras las tentaciones, especialmente las contrarias a la fe, la esperanza o la caridad, durante su vida y a la hora de la muerte. Fueron las últimas palabras que escribió San Pedro mártir con el dedo, lo mejor que pudo y sobre la arena, cuando, con la cabeza cortada por el sablazo de un hereje, se hallaba próximo a expirar.

[35] La fe es la única clave que permite entrar en todos los misterios de Jesús y de María, contenidos en el Santo Rosario. Por esto es necesario comenzar el Rosario rezando el Credo con gran atención y devoción. Y cuanto más viva y robusta sea la fe, más meritorio será nuestro Rosario. Es preciso que sea viva y animada por la caridad, es decir, que para recitar bien el Santo Rosario, debes estar en gracia de Dios o en busca de ella. Es necesario, además, que la fe sea robusta y constante, es decir, que no has de buscar en el rezo del Santo Rosario solamente el gusto sensible y la consolación espiritual. En otras palabras, no debes dejarlo cuando te salten las distracciones involuntarias en la mente, un incomprensible tedio en el alma, un fastidio o sopor casi continuo en el cuerpo. Para rezar bien el Rosario no son necesarios ni gusto ni consuelo ni suspiros ni fervor y lágrimas, ni aplicación prolongada de la imaginación. Bastan la fe pura y la recta intención. «Basta sólo la fe»[34].


[33] Heb 11,6.

[34] Estrofa cuarta del himno “Pange lingua”.

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MensajePublicado: Jue May 29, 2008 11:59 pm    Asunto:
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12a. Rosa

El Padrenuestro
: Comienzo



[36] El Padrenuestro u oración dominical saca toda su excelencia de su autor, que no es hombre ni Ángel, sino el Rey de los Ángeles y de los hombres, Jesucristo. «Era necesario –dice San Cipriano[35]– que quien venía como Salvador a darnos la vida de la gracia, nos enseñara también, como celestial maestro, el modo de orar».

La sabiduría del divino Maestro se manifiesta claramente en el orden, dulzura y fuerza de esta divina plegaria. Es corta, pero rica en enseñanzas. Es accesible a los ignorantes, pero llena de misterios para los sabios.

El Padrenuestro encierra todos los deberes que tenemos para con Dios, los actos de todas las virtudes y la petición para todas nuestras necesidades espirituales y materiales. «Es el compendio del Evangelio», dice Tertuliano[36]. «Aventaja –dice Tomás de Kempis[37]– a los deseos de los santos». Compendia todas las dulces expresiones de los salmos y cantos, implora cuanto necesitamos, alaba a Dios de manera excelente, eleva el alma de la tierra al Cielo y la une íntimamente con Él.

[37] Dice San Juan Crisóstomo[38] que quien no ora como lo ha hecho y enseñado el divino Maestro, no es discípulo suyo. Y que Dios Padre no escucha con agrado las oraciones que elabora el espíritu humano, sino la que su Hijo nos ha enseñado.

Debemos recitar la oración dominical con la certeza de que el Padre eterno la escuchará por ser la oración de su Hijo, a quien Él escucha siempre[39] y cuyos miembros somos[40]. ¿Podría acaso un Padre tan bueno rechazar una súplica tan bien fundada, apoyada como ésta, en los méritos e intercesión de Hijo tan digno?

Asegura San Agustín[41] que el Padrenuestro bien rezado borra los pecados veniales. El justo cae siete veces por día[42], pero con las siete peticiones del Padrenuestro puede remediar sus caídas y fortificarse contra sus enemigos. Es oración corta y fácil, a fin de que, frágiles como somos y sometidos como estamos a tantas miserias, recibamos auxilio más rápidamente, rezándola con mayor frecuencia y devoción.

[38] Desengáñate, pues, alma piadosa, que desprecias la oración compuesta y ordenada por el Hijo mismo de Dios a todos los creyentes. Tú que aprecias solamente las oraciones compuestas por los hombres, ¡como si el hombre, por esclarecido que sea, supiera mejor que Jesús cómo debemos orar! Tú que buscas en libros humanos el método de alabar y orar a Dios, como si te avergonzaras de utilizar el que su Hijo nos ha prescrito, y vives persuadida de que las oraciones contenidas en los libros son para los sabios y ricos, mientras que el Rosario es bueno solamente para las mujeres, los niños y la gente del pueblo, como si las alabanzas y oraciones que lees en tu devocionario fueran más bellas y agradables a Dios que la oración dominical. ¡Dejar de lado la oración recomendada por Jesucristo para apegarnos a las compuestas por los hombres es una tentación peligrosa!

No desaprobamos con esto las oraciones compuestas por los santos para excitar a los fieles a alabar a Dios. Pero no podemos admitir que haya quienes las prefieran a la que brotó de los labios de la Sabiduría encarnada, dejen el manantial para correr tras los arroyos y desdeñen el agua viva para ir a beber la turbia. Porque, al fin y al cabo, el Rosario, compuesto de la oración dominical y de la salutación angélica, es el agua limpia y eterna que mana de la fuente de la gracia. Mientras que las demás oraciones, que buscas y rebuscas en los libros, no son más que arroyos que derivan de ella.

[39] ¡Dichoso quien recita la plegaria enseñada[43] por el Señor, meditando atentamente cada palabra! Encuentra en ella cuanto necesita y puede desear.

Cuando rezamos esta admirable plegaria, cautivamos desde el primer momento el corazón de Dios, invocándolo con el dulce nombre de Padre.

«Padre nuestro». El más tierno de todos los padres, omnipotente en la creación, admirable en la conservación de las creaturas, sumamente amable en su providencia e infinitamente bueno en la obra de la Redención. ¡Dios es nuestro Padre! ¡Entonces, todos somos hermanos y el Cielo es nuestra patria y nuestra herencia! ¿No bastará esto para inspirarnos, a la vez, amor a Dios y al prójimo, y desapego de todas las cosas de la tierra?

Amemos, pues, a un Padre como éste y digámosle millares de veces: «Padre nuestro que estás en los Cielos». Tú, que llenas el Cielo y la tierra con la inmensidad de tu esencia y estás presente en todas partes. Tú, que moras en los santos con tu gloria, en los condenados con tu justicia, en los justos por tu gracia, en los pecadores por tu paciencia comprensiva: haz que recordemos siempre nuestro origen celestial, vivamos como verdaderos hijos tuyos y avancemos siempre hacia Ti solo, con todo el ardor de nuestros anhelos.

«Santificado sea tu Nombre». El Nombre del Señor es santo y terrible, dice el profeta rey[44], el Cielo resuena con las alabanzas incesantes de los serafines a la santidad del Señor Dios de los ejércitos –exclama Isaías[45]–. Con estas palabras pedimos que toda la tierra reconozca y adore los atributos de un Dios tan grande y santo. Que sea conocido, amado y adorado por los paganos, los turcos, los hebreos, los bárbaros y todos los infieles. Que todos los hombres le sirvan y glorifiquen con fe viva, con esperanza firme, con caridad ardiente, renunciando a todos los errores: en una palabra que todos los hombres sean santos porque Él mismo lo es[46].

«Venga a nosotros tu Reino». Es decir, reina, Señor en nuestras almas con tu gracia en esta vida a fin de que merezcamos reinar contigo después de la muerte, en tu reino que es la suprema felicidad, en la cual creemos, esperamos y la cual deseamos. Felicidad que la bondad del Padre nos ha prometido, los méritos del Hijo nos han adquirido, y la luz del Espíritu Santo nos ha revelado.

«Hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo». Nada ciertamente escapa a las disposiciones de la Divina Providencia que lo ha previsto y dispuesto todo antes que suceda. Ningún obstáculo puede apartarla de su fin que se ha propuesto, y cuando pedimos que se haga su voluntad, no es porque temamos –dice Tertuliano– que alguien se oponga eficazmente a la ejecución de sus designios; sino que aceptamos humildemente cuanto ha querido ordenar respecto a nosotros. Y que cumplamos siempre y todo su santísima voluntad, manifestada en sus mandamientos, con la misma prontitud, amor y constancia con las que los Ángeles y santos le obedecen en el Cielo.

[40] «Danos hoy nuestro pan de cada día». Jesucristo nos enseña a pedir a Dios lo necesario para la vida del cuerpo y del alma. Con estas palabras, confesamos humildemente nuestra miseria y rendimos homenaje a la Providencia, declarando que creemos y queremos recibir de su bondad todos los bienes temporales. Con la palabra “pan”, pedimos a Dios lo estrictamente necesario para la vida: excluimos lo superfluo. Este pan lo pedimos “hoy” es decir, limitamos al presente nuestras solicitudes, confiando a la Providencia el mañana. Pedimos el pan “de cada día”, confesando así nuestras necesidades siempre renovadas y proclamamos la continua dependencia en que nos hallamos de la protección y socorros divinos.

«Perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden». Nuestros pecados –dicen San Agustín y Tertuliano– son deudas que contraemos con Dios, y su justificación exige el pago hasta el último céntimo. Y ¡todos tenemos esas tristes deudas! Pero, no obstante nuestras numerosas culpas, acerquémonos a Él confiadamente, y digámosle con verdadero arrepentimiento: «Padre nuestro, que estás en los cielos», perdona los pecados de nuestro corazón y nuestra boca, los pecados de acción y omisión, que nos hacen infinitamente culpables a los ojos de la justicia. Porque, como hijos de un Padre tan clemente y misericordioso, perdonamos por obediencia y caridad a cuantos nos han ofendido.

«No nos dejes –por infidelidad a tu gracia– caer en la tentación» del mundo y de la carne.

«Y líbranos del mal» que es el pecado, del mal de la pena temporal y eterna que hemos merecido.

«¡Amén!» Expresión muy consoladora –dice San Jerónimo–. Es como el sello que Dios pone al final de nuestra súplica para asegurarnos que nos ha escuchado. Es como si nos respondiera: “¡Amén!” Sí, hágase como ha pedido; lo han conseguido. Porque esto es lo que significa el término: “Amén”.



[35] PL 4, 537.

[36] PL 1, 1255.

[37] Kempis, Enchiridium Monachorum, c.3.

[38] PG 57, 278.

[39] Jn 11,42 y Heb 5,7.

[40] Ef 5,30.

[41] PL 41, 748.

[42] Prov 24,16.

[43] Mt 6,9-13.

[44] Sal 98,3.

[45] Is 6,3.

[46] Lev 11,44,-45... y 1 Pe 1,16.

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MensajePublicado: Lun Jun 02, 2008 8:56 pm    Asunto:
Tema: El Secreto admirable del Santísimo Rosario- S. Luis Montfort
Responder citando

13a. Rosa

El Padrenuestro
(continuación)



[41] Al recitar cada una de las palabras de la oración dominical, honramos las perfecciones divinas. Honramos su fecundidad llamándolo «Padre»: Padre que desde la eternidad engendras un hijo igual que tú, eterno y consustancial, que es una misma esencia, una misma potencia, una misma bondad, una misma sabiduría contigo. Padre e Hijo que al amarse producen al Espíritu Santo, que es Dios como Uds. ¡Tres adorables personas que son un solo Dios!

«¡Padre nuestro!». Es decir, Padre de los hombres por la creación, la conservación y la redención. Padre misericordioso de los pecadores; Padre amigo de los justos; Padre magnífico de los bienaventurados.

«Que estás». Con estas palabras admiramos la inmensidad, la grandeza y plenitud de la esencia divina, que se llama con verdad EL QUE ES[47], es decir, el que existe esencial, necesaria y eternamente, que es el Ser de los seres, la Causa de todo ser. Que contiene en sí mismo, forma eminente, las perfecciones de todos los seres. Que está en todos con su esencia, presencia y potencia sin ser por ellos abarcado.

Honramos su sublimidad, gloria y majestad con las palabras que estás en los Cielos, es decir, como sentado en su trono para ejercer justicia sobre todos los hombres.

Adoramos su santidad, al desear que su Nombre sea santificado. Reconocemos su soberanía y la justicia de sus leyes, anhelando la llegada de su reino, y ansiando que le obedezcan los hombres en la tierra como le obedecen los Ángeles en el Cielo. Pidiéndole que nos dé el pan de cada día, creemos en su Providencia. Al rogarle que no nos deje caer, en la tentación, reconocemos su poder. Esperando que nos libre del mal, nos confiamos a su bondad.

El Hijo de Dios glorificó siempre al Padre con sus obras y vino al mundo para enseñar a los hombres a glorificarlo. Y les ha enseñado la forma de honrarlo con esta oración que se dignó dictarles. Debemos, pues, rezarla con frecuencia y atención, y con el mismo espíritu con que Él la compuso.

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MensajePublicado: Sab Jun 07, 2008 3:57 pm    Asunto:
Tema: El Secreto admirable del Santísimo Rosario- S. Luis Montfort
Responder citando

14a. Rosa

El Padrenuestro
(conclusión)



[42] Cuando rezamos devotamente esta divina oración, realizamos tantos actos de las más nobles virtudes cristianas como palabras pronunciamos.

Al decir «Padre nuestro que estás en los Cielos», hacemos actos de fe, adoración y humildad.

Al desear que su Nombre sea santificado y glorificado, manifestamos celo ardiente por su gloria.

Al pedir la posesión de su reino, hacemos un acto de esperanza.

Al desear que se cumpla su voluntad en la tierra como en el Cielo, mostramos espíritu de perfecta obediencia.

Pidiéndole que nos dé el pan de cada día, practicamos la pobreza según el espíritu y el desapego de los bienes de la tierra.

Al rogarle que perdone nuestros pecados, hacemos un acto de contrición.

Al perdonar a quienes nos han ofendido, ejercitamos la misericordia en la más alta perfección.

Al implorar ayuda en la tentación, hacemos actos de humildad, prudencia, fortaleza.

Al implorar que nos libre del mal, practicamos la paciencia. Finalmente, al pedir todo esto no sólo para nosotros, sino también para el prójimo y para todos los miembros de la Iglesia, nos comportamos como verdaderos hijos de Dios, lo imitamos en la caridad que abraza a todos los hombres y cumplimos el mandamiento de amar al prójimo.

[43] Detestamos, además, todos los pecados y practicamos los mandamientos de Dios, cuando al rezar esta oración, nuestro corazón sintoniza con la lengua y no mantenemos intenciones contrarias a estas divinas palabras. Puesto que, cuando reflexionamos en que Dios está en el Cielo, es decir, infinitamente por encima de nosotros por la grandeza de su majestad, entramos en los sentimientos del más profundo respeto en su presencia y, sobrecogidos de temor, huimos del orgullo y nos abatimos hasta el anonadamiento. Al pronunciar el nombre de Padre, recordamos que de Dios hemos recibido la existencia por medio de nuestros padres y la instrucción por medio de nuestros maestros. Todos los cuales representan para nosotros a Dios, cuya viva imagen constituyen. Por ello nos sentimos obligados a honrarlos, o mejor dicho, a honrar a Dios en sus personas y nos guardamos mucho de despreciarlos y afligirlos.

Cuando deseamos que el Santo Nombre de Dios sea glorificado, estamos bien lejos de profanarlo. Cuando consideramos el reino de Dios como nuestra herencia, renunciamos a todo apego desordenado a los bienes de este mundo. Cuando pedimos con sinceridad para nuestro prójimo los bienes que deseamos para nosotros, renunciamos al odio, la disensión y la envidia.

Al pedir a Dios el pan de cada día, detestamos la gula y la voluptuosidad, que se nutren en la abundancia. Al rogar a Dios con sinceridad que nos perdone, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden, reprimimos la cólera y la venganza, devolvemos bien por mal y amamos a nuestros enemigos. Al pedir a Dios que no nos deje caer en el pecado en el momento de la tentación, manifestamos huir de la pereza y buscar los medios para combatir los vicios y salvarnos. Al rogar a Dios que nos libre del mal, tenemos su justicia y nos alegramos porque el temor de Dios es el principio de la sabiduría[48]: el temor de Dios hace que el hombre evite el pecado[49].


[48] Sal 100,10; Prov 1,7...

[49] Prov 15,27; Eclo 1,27.

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MensajePublicado: Mar Jun 10, 2008 4:11 pm    Asunto:
Tema: El Secreto admirable del Santísimo Rosario- S. Luis Montfort
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13a. Rosa

El Padrenuestro
(continuación)



[41] Al recitar cada una de las palabras de la oración dominical, honramos las perfecciones divinas. Honramos su fecundidad llamándolo «Padre»: Padre que desde la eternidad engendras un hijo igual que tú, eterno y consustancial, que es una misma esencia, una misma potencia, una misma bondad, una misma sabiduría contigo. Padre e Hijo que al amarse producen al Espíritu Santo, que es Dios como Uds. ¡Tres adorables personas que son un solo Dios!

«¡Padre nuestro!». Es decir, Padre de los hombres por la creación, la conservación y la redención. Padre misericordioso de los pecadores; Padre amigo de los justos; Padre magnífico de los bienaventurados.

«Que estás». Con estas palabras admiramos la inmensidad, la grandeza y plenitud de la esencia divina, que se llama con verdad EL QUE ES[47], es decir, el que existe esencial, necesaria y eternamente, que es el Ser de los seres, la Causa de todo ser. Que contiene en sí mismo, forma eminente, las perfecciones de todos los seres. Que está en todos con su esencia, presencia y potencia sin ser por ellos abarcado.

Honramos su sublimidad, gloria y majestad con las palabras que estás en los Cielos, es decir, como sentado en su trono para ejercer justicia sobre todos los hombres.

Adoramos su santidad, al desear que su Nombre sea santificado. Reconocemos su soberanía y la justicia de sus leyes, anhelando la llegada de su reino, y ansiando que le obedezcan los hombres en la tierra como le obedecen los Ángeles en el Cielo. Pidiéndole que nos dé el pan de cada día, creemos en su Providencia. Al rogarle que no nos deje caer, en la tentación, reconocemos su poder. Esperando que nos libre del mal, nos confiamos a su bondad.

El Hijo de Dios glorificó siempre al Padre con sus obras y vino al mundo para enseñar a los hombres a glorificarlo. Y les ha enseñado la forma de honrarlo con esta oración que se dignó dictarles. Debemos, pues, rezarla con frecuencia y atención, y con el mismo espíritu con que Él la compuso.



[47] Ex 3,14.

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MensajePublicado: Sab Jun 14, 2008 6:41 pm    Asunto:
Tema: El Secreto admirable del Santísimo Rosario- S. Luis Montfort
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14a. Rosa

El Padrenuestro
(conclusión)



[42] Cuando rezamos devotamente esta divina oración, realizamos tantos actos de las más nobles virtudes cristianas como palabras pronunciamos.

Al decir «Padre nuestro que estás en los Cielos», hacemos actos de fe, adoración y humildad.

Al desear que su Nombre sea santificado y glorificado, manifestamos celo ardiente por su gloria.

Al pedir la posesión de su reino, hacemos un acto de esperanza.

Al desear que se cumpla su voluntad en la tierra como en el Cielo, mostramos espíritu de perfecta obediencia.

Pidiéndole que nos dé el pan de cada día, practicamos la pobreza según el espíritu y el desapego de los bienes de la tierra.

Al rogarle que perdone nuestros pecados, hacemos un acto de contrición.

Al perdonar a quienes nos han ofendido, ejercitamos la misericordia en la más alta perfección.

Al implorar ayuda en la tentación, hacemos actos de humildad, prudencia, fortaleza.

Al implorar que nos libre del mal, practicamos la paciencia. Finalmente, al pedir todo esto no sólo para nosotros, sino también para el prójimo y para todos los miembros de la Iglesia, nos comportamos como verdaderos hijos de Dios, lo imitamos en la caridad que abraza a todos los hombres y cumplimos el mandamiento de amar al prójimo.

[43] Detestamos, además, todos los pecados y practicamos los mandamientos de Dios, cuando al rezar esta oración, nuestro corazón sintoniza con la lengua y no mantenemos intenciones contrarias a estas divinas palabras. Puesto que, cuando reflexionamos en que Dios está en el Cielo, es decir, infinitamente por encima de nosotros por la grandeza de su majestad, entramos en los sentimientos del más profundo respeto en su presencia y, sobrecogidos de temor, huimos del orgullo y nos abatimos hasta el anonadamiento. Al pronunciar el nombre de Padre, recordamos que de Dios hemos recibido la existencia por medio de nuestros padres y la instrucción por medio de nuestros maestros. Todos los cuales representan para nosotros a Dios, cuya viva imagen constituyen. Por ello nos sentimos obligados a honrarlos, o mejor dicho, a honrar a Dios en sus personas y nos guardamos mucho de despreciarlos y afligirlos.

Cuando deseamos que el Santo Nombre de Dios sea glorificado, estamos bien lejos de profanarlo. Cuando consideramos el reino de Dios como nuestra herencia, renunciamos a todo apego desordenado a los bienes de este mundo. Cuando pedimos con sinceridad para nuestro prójimo los bienes que deseamos para nosotros, renunciamos al odio, la disensión y la envidia.

Al pedir a Dios el pan de cada día, detestamos la gula y la voluptuosidad, que se nutren en la abundancia. Al rogar a Dios con sinceridad que nos perdone, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden, reprimimos la cólera y la venganza, devolvemos bien por mal y amamos a nuestros enemigos. Al pedir a Dios que no nos deje caer en el pecado en el momento de la tentación, manifestamos huir de la pereza y buscar los medios para combatir los vicios y salvarnos. Al rogar a Dios que nos libre del mal, tenemos su justicia y nos alegramos porque el temor de Dios es el principio de la sabiduría[48]: el temor de Dios hace que el hombre evite el pecado[49].


[48] Sal 100,10; Prov 1,7...

[49] Prov 15,27; Eclo 1,27.

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MensajePublicado: Mar Jun 17, 2008 3:34 pm    Asunto:
Tema: El Secreto admirable del Santísimo Rosario- S. Luis Montfort
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15a. Rosa

El Avemaría: sus excelencias



[44] La salutación angélica es tan sublime y elevada, que el Beato Alano de la Rupe ha creído que ninguna creatura puede comprenderla y que solamente Jesucristo, Hijo de María, puede explicarla.

Deriva su excelencia: de la Santísima Virgen, a quien fue dirigida; de la finalidad de la Encarnación del Verbo, para la cual fue traída del Cielo; y del Arcángel San Gabriel, que fue el primero en pronunciarla[50].

El Avemaría resume, en la más concisa síntesis, toda la teología cristiana sobre la Santísima Virgen. En el Avemaría encontramos una alabanza y una invocación. La alabanza contiene cuanto constituye la verdadera grandeza de María. La invocación contiene cuanto debemos pedirle y cuanto podemos alcanzar de su bondad.

La Santísima Trinidad reveló la primera parte, Santa Isabel, iluminada por el Espíritu Santo, añadió la segunda. Y la Iglesia, en el primer Concilio de Éfeso (año 431), sugirió la conclusión, después de condenar el error de Nestorio y definir que la Santísima Virgen es verdaderamente Madre de Dios. Ese concilio ordenó que se invocase a la Santísima Virgen bajo este glorioso título, con estas palabras: «Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte».

[45] La Santísima Virgen recibió esta divina salutación en orden a llevar a feliz término el asunto más sublime e importante del mundo, a saber, la Encarnación del Verbo Eterno, la reconciliación entre Dios y los hombres y la redención del género humano. Embajador de esta buena noticia fue el Arcángel San Gabriel, uno de los primeros príncipes de la Corte Celestial.

La salutación angélica contiene la fe y esperanza de los patriarcas, de los profetas y de los Apóstoles. Es la constancia y fortaleza de los mártires, la ciencia de los doctores, la perseverancia de los confesores y la vida de los Religiosos. Es el cántico nuevo de la ley de la gracia, la alegría de los Ángeles y de los hombres y el terror y confusión de los demonios.

Por la salutación, Dios se hizo hombre, una virgen se convirtió en Madre de Dios, las almas de los justos fueron liberadas del limbo, se repararon las ruinas del Cielo y los tronos vacíos fueron de nuevo ocupados[51], el pecado fue perdonado, se nos devolvió la gracia, se curaron las enfermedades, los muertos resucitaron, se llamó a los desterrados, se aplacó la Santísima Trinidad, y los hombres obtuvieron la vida eterna.

Finalmente, la salutación angélica es el arco iris, la señal de la clemencia y de la gracia dadas al mundo por Dios.



[50] Lc 1,28.42. San Hipólito de Roma (+235) ya atribuye a María el título de “Madre de Dios” antes que lo hicieran los Concilios de Éfeso (431) y de Calcedonia (451). Pero la segunda parte del Avemaría se encuentra completa recién en el libro que Gasparino Boro imprimió en Brescia (Italia) en el año 1498, aunque nadie se sentía obligado a usarla, mientras no lo ordenó el Papa San Pío V (1504-1572). En tiempos de San Luis M. de Montfort se atribuía al Concilio de Efeso. Esta conjetura lanzada por San Pedro Canisio (1521-1597), no tiene base histórica: casi toda la segunda parte del Avemaría ya se leía en los libros litúrgicos orientales antiguos, pero no como parte del Avemaría (Obras del Montfort, 1954, pág. 335).

[51] VD 253. El comienzo de este número 45 está sacado de Alano (De D.P; 2,10) y la conclusión también (De D.P. 4,49).

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MensajePublicado: Dom Jun 22, 2008 1:29 am    Asunto:
Tema: El Secreto admirable del Santísimo Rosario- S. Luis Montfort
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16a. Rosa

El Avemaría: su belleza



[46] Aunque no hay nada tan excelso como la Majestad divina ni tan abyecto como el hombre considerado como pecador, con todo la Augusta Majestad no desdeña nuestros homenajes y se siente honrada cuando cantamos sus alabanzas. Ahora bien, la salutación angélica es uno de los cánticos más bellos que podamos entonar a la gloria del Altísimo: «Te cantaré un cántico nuevo»[52]. La salutación angélica es precisamente el cántico nuevo que David predijo se cantaría en la venida del Mesías.

Hay un cántico antiguo y un cántico nuevo.

El antiguo es el que cantaron los israelitas en acción de gracias por la creación, la conservación, la liberación de la esclavitud, el paso del Mar Rojo, el maná y todos los demás favores celestiales.

El cántico nuevo es el que entonan los cristianos en acción de gracias por la Encarnación y la Redención. Dado que estos prodigios se realizaron por el saludo del Ángel, repetimos esta salutación para agradecer a la Santísima Trinidad por tan inestimables beneficios.

Alabamos a Dios Padre por haber amado tanto al mundo que le dio su Unigénito para salvarlo.

Bendecimos a Dios Hijo por haber descendido del Cielo a la tierra, por haberse hecho hombre y habernos salvado.

Glorificamos al Espíritu Santo por haber formado en el seno de la Virgen María ese cuerpo purísimo que fue víctima de nuestros pecados.

Con estos sentimientos de gratitud, debemos rezar la salutación angélica, acompañándola de actos de fe, esperanza, caridad y acción de gracias por el beneficio de nuestra salvación.

[47] Aunque este cántico nuevo se dirige directamente a la Madre de Dios y contiene sus elogios, es, no obstante, muy glorioso para la Santísima Trinidad, porque todo el honor que tributamos a la Santísima Virgen vuelve a Dios, causa de todas sus perfecciones y virtudes. Con él glorificamos a Dios Padre porque honramos a la más perfecta de sus criaturas. Glorificamos al Hijo, porque alabamos a su Purísima Madre. Glorificamos al Espíritu Santo, porque admiramos las gracias con que colmó a su Esposa.

Del mismo modo que la Santísima Virgen con su hermoso cántico. El Magnificat, dirige a Dios las alabanzas y bendiciones que le tributó Santa Isabel por su eminente dignidad de Madre del Señor, así dirige inmediatamente a Dios los elogios y bendiciones que le presentamos mediante la salutación angélica[53].

[48] Si la salutación angélica glorifica a la Santísima Trinidad, también constituye la más perfecta alabanza que podamos dirigir a María.

Deseaba Santa Matilde saber cuál era el mejor medio para testimoniar su tierna devoción a la Madre de Dios. Un día, arrebatada en éxtasis, vio a la Santísima Virgen que llevaba sobre el pecho la salutación angélica en letras de oro y le dijo: «Hija mía, nadie puede honrarme con saludo más agradable que el que me ofreció la Santísima Trinidad. Por él me elevó a la dignidad de Madre de Dios. La palabra AVE, que es el nombre de EVA, me hizo saber que Dios en su omnipotencia me había preservado de toda mancha de pecado y de las calamidades a que estuvo sometida la primera mujer».

«El nombre de “María”, que significa “Señora de la luz”, como astro brillante, para iluminar los Cielos y la tierra».

«Las palabras “llena de gracia”, me recuerdan que el Espíritu Santo me colmó de tantas gracias, que puedo comunicarlas con abundancia a quienes las piden por mediación mía».

«Diciendo “el Señor es contigo”, siento renovarse la inefable alegría que experimenté cuando el Verbo eterno se encarnó en mi seno».

«Cuando me dicen “bendita Tú eres entre todas las mujeres”, tributo alabanzas a la Misericordia divina que se dignó elevarme a tan alto grado de felicidad».

«Ante las palabras “bendito es el fruto de tu vientre Jesús”, todo el Cielo se alegra conmigo al ver a Jesús, mi Hijo, adorado y glorificado por haber salvado al hombre»[54].



[51] VD 253. El comienzo de este número 45 está sacado de Alano (De D.P; 2,10) y la conclusión también (De D.P. 4,49).

[52] Sal 143,9.

[53] VD 148 y 225.

[54] Revelaciones, Buenos Aires, 1942, pág. 131. Cap. 42.

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MensajePublicado: Mar Jun 24, 2008 3:50 pm    Asunto:
Tema: El Secreto admirable del Santísimo Rosario- S. Luis Montfort
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17a. Rosa

El Avemaría: sus maravillosos frutos



[49] Entre las cosas admirables que la Santísima Virgen reveló al Beato Alano de la Rupe[55], y sabemos que este gran devoto de María confirmó con juramento sus revelaciones, hay tres de mayor importancia:

La primera, que la negligencia, tedio y aversión a la salutación angélica, que restauró al mundo, son señal probable e inmediata de reprobación eterna.

La segunda, que quienes tienen devoción a esta divina salutación poseen una gran señal de predestinación.

La tercera, que quienes han recibido de Dios la gracia de amar a la Santísima Virgen y servirla por amor deben esmerarse con el mayor empeño para continuar amándola y sirviéndola hasta que Ella los coloque en el Cielo, por medio de su Hijo, en el grado de gloria que conviene a sus méritos[56].

[50] Todos los herejes, que son hijos de Satanás y llevan señales evidentes de reprobación, tienen horror al Avemaría. Quizás aprenden el Padrenuestro, pero no el Avemaría. Preferirían llevar sobre sí una serpiente antes que un rosario.

Entre los católicos, aquellos que llevan la marca de la reprobación apenas si se interesan por el Rosario, son negligentes en rezarlo o lo recitan tibia y precipitadamente.

Aunque yo no aceptara con fe piadosa lo revelado al Beato Alano, me basta la experiencia personal para convencerme de esta terrible y a la vez consoladora verdad. No sé ni veo con claridad cómo una devoción tan pequeña pueda ser señal infalible de eterna salvación, y su defecto, señal de reprobación. No obstante, nada hay más cierto[57]. Vemos, en efecto, que quienes en nuestros días profesan novedosas doctrinas condenadas por la Iglesia, a pesar de su aparente piedad, descuidan en demasía la devoción del Rosario y frecuentemente lo arrancan del corazón de quienes les rodean, con los pretextos más hermosos del mundo. Evitan con cuidado condenar abiertamente el Rosario y el escapulario, como hacen los calvinistas. Pero su proceder es tanto más pernicioso cuanto más sutil. Hablaremos de ello más adelante[58].

[51] Mi Avemaría, mi Rosario o mi Corona son mi oración preferida[59] y mi piedra de toque segurísima para distinguir a quienes son conducidos por el Espíritu de Dios, de quienes se hallan bajo la ilusión del espíritu maligno. He conocido almas que parecían volar como águilas hasta las nubes, por la sublimidad de su contemplación. Eran, sin embargo, miserablemente engañadas por el demonio. Sólo llegué a descubrir sus ilusiones, al ver que rechazaban el Avemaría y el Rosario como indignos de su estima.

El Avemaría es un rocío celestial y divino, que al caer en el alma de un predestinado le comunica una fecundidad maravillosa para producir toda clase de virtudes. Cuanto más regada esté el alma por esta oración, tanto más se le ilumina el espíritu, más se le abrasa el corazón y más se fortalece contra sus enemigos[60].

El Avemaría es una flecha inflamada y penetrante, que unida por un predicador a la palabra divina que anuncia, le da la fuerza de traspasar y convertir los corazones más endurecidos, aunque el orador no tenga talento natural extraordinario para la predicación.

El Avemaría fue el arma secreta que, como dije antes[61], sugirió la Santísima Virgen a Santo Domingo y al Beato Alano para convertir a los herejes y pecadores.

De aquí surgió la costumbre de los predicadores de rezar un Avemaría al comenzar la predicación –como afirma San Antonio–.



[56] Beato Alano, de D.P., c. 11.

[57] Esta constatación es de mucha actualidad para nuestros tiempos.

[58] SAR 147-149.

[59] Juan Pablo II no se sentía anticuado cuando, el 29-10-1978, hizo suya esa idea declarando: «El Rosario es mi oración predilecta. ¡Plegaria maravillosa! Maravillosa en su sencillez y en su profundidad».

[60] VD 249-253.

[61] Ver antes: Rosa 2a. y 4a.

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MensajePublicado: Sab Jun 28, 2008 5:17 pm    Asunto:
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18a. Rosa

El Avemaría: sus bendiciones



[52] Esta divina salutación atrae sobre nosotros la copiosa bendición de Jesús y de María. Efectivamente, es principio infalible que Jesús y María recompensan magnánimamente a quienes les glorifican, y vuelven centuplicadas las bendiciones que se les tributan: «Quiero a los que me quieren... para enriquecer a los que me aman y para llenar sus bodegas»[62]. Es lo que proclaman a voz en cuello Jesús y María: «Amamos a quienes nos aman, los enriquecemos y llenamos sus tesoros». «Quien siembra generosamente, generosas cosechas tendrá»[63].

Ahora bien, ¿no es amar, bendecir y glorificar a Jesús y a María el recitar devotamente la salutación angélica? En cada Avemaría tributamos a Jesús y a María una doble bendición: Bendita Tú eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. En cada Avemaría tributamos a María el mismo honor que Dios le hizo al saludarla mediante el Arcángel San Gabriel.

¿Quién podrá pensar siquiera que Jesús y María, que tantas veces hacen el bien a quienes les maldicen, vayan a responder con maldiciones a quienes los honran y bendicen con el Avemaría?

La Reina del Cielo –dice San Bernardo y San Buenaventura– no es menos agradecida y cortés que las personas nobles y bien educadas de este mundo. Las aventaja en esta virtud como en las demás perfecciones, y no permitirá que la honremos con respeto sin devolvernos el ciento por uno. «María –dice San Buenaventura– nos saluda con la gracia, siempre que la saludemos con el Avemaría»[64].

¿Quién podrá comprender las gracias y bendiciones que el saludo y mirada benigna de María atraen sobre nosotros?

En el momento en que Santa Isabel oyó el saludo que le dirigía la Madre de Dios, quedó llena del Espíritu Santo y el niño que llevaba en su seno saltó de alegría. Si nos hacemos dignos del saludo y bendición recíprocos[65] de la Santísima Virgen, seremos, sin duda, colmados de gracias, y un torrente de consuelos espirituales inundará nuestras almas.



[62] Prov 8.17.21.

[63] 2 Cor 9,6.

[64] Psalterium, lect. 4; VD 144-181.

[65] VD 121. 133... María no se deja vencer en generosidad.

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19a. Rosa

El Avemaría
: feliz intercambio



[53] Está escrito: «Den y se les dará»[66]. Recordemos la comparación del Beato Alano: «Si te doy cada día ciento cincuenta diamantes, ¿no me perdonarías aunque fuese enemigo tuyo? Y si eres mi amigo, ¿no me otorgarás todos los favores posibles? ¿Quieres enriquecerte con todos los bienes de la gracia y de la gloria? ¡Saluda a la Santísima Virgen, honra a tu bondadosa Madre!»

«El que da gloria a su madre se prepara un tesoro»[67]. Preséntale, al menos, cincuenta Avemarías diariamente, cada una de ellas contiene quince piedras preciosas que agradan más a María que todas las riquezas de la tierra. ¿Qué no podrás, entonces, esperar de su generosidad? Ella es nuestra Madre y amiga. Es la Emperatriz del universo y nos ama más de lo que todas las madres y reinas juntas amaron a algún mortal. Porque –dice San Agustín– la caridad de la Santísima Virgen aventaja a todo el amor natural de todos los hombres y de todos los Ángeles.

[54] El Señor se apareció un día a Santa Gertrudis, contando monedas de oro. Se atrevió ella a preguntarle qué estaba contando. «Cuento –le respondió Jesucristo– tus Avemarías: son la moneda con que se compra el Paraíso»[68].

El docto y piadoso Suárez, jesuita, estimaba tanto la salutación angélica que solía decir: «¡Daría con gusto toda mi ciencia por el valor de un Avemaría bien dicha!»[69]

[55] El Beato Alano de la Rupe se dirige así a la Santísima Virgen: «Quien te ama, oh excelsa María, escuche esto y llénese de gozo:

El Cielo exulta de dicha,

la tierra, de admiración,

cuando digo: ¡Avemaría!

Mientras que el mundo se aterra,

poseo el amor de Dios,

cuando digo: ¡Avemaría!

Mis temores me disipan,

mis pasiones se apaciguan,

cuando digo: ¡Avemaría!

Mi devoción se acrecienta

y alcanzo la contrición,

cuando digo: ¡Avemaría!

Se confirma mi esperanza,

se acrecienta mi consuelo,

cuando digo: ¡Avemaría!

Salta de gozo mi espíritu,

se disipa mi tristeza,

cuando digo: ¡Avemaría!


Porque la dulzura de esta suavísima salutación es tan grande que no hay términos adecuados para explicarla debidamente y, después de haber dicho de ella maravillas, resulta todavía tan escondida y profunda, que es imposible descubrirla. Es corta en palabras, pero grande en misterios. Es más dulce que la miel y más preciosa que el oro. Hay que tenerla frecuentemente en el corazón para meditarla y en la boca para recitarla y repetirla devotamente»[70].

Refiere el mismo Beato Alano, en el capítulo 69 de su Salterio[71], que una Religiosa muy devota del Rosario se apareció después de muerta a una de sus Hermanas y le dijo: «Si pudiera regresar a mi cuerpo para recitar solamente un Avemaría, aunque sin mucho fervor, volvería a sufrir gustosamente todos los dolores que padecí antes de morir, con tal de alcanzar el mérito de esta oración». Hay que recordar que había sufrido crueles dolores durante varios años.

[56] Miguel de Lisle, Obispo de Salubre, discípulo y compañero del Beato Alano de la Rupe en el restablecimiento del Santo Rosario, dice que la salutación angélica es el remedio de todos los males que nos afligen, con tal que la recemos devotamente en honor de la Santísima Virgen.


[66] Lc 6,38.

[67] Eclo 3,5.

[68] Liber Rev. c. 53.

[69] Poiré, La Triple Couronne, París, 1639; 3,13.

[70] Cartagena, en CN, pág. 14-157.

[71] CN, pág. 187.





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MensajePublicado: Sab Jul 05, 2008 4:35 pm    Asunto:
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20a. Rosa

El Avemaría
: breve explicación



[57] ¿Te debates en la miseria del pecado? Invoca a la excelsa María y dile: ¡Ave! Que quiere decir: «¡Te saludo con profundo respeto a Ti que eres sin pecado ni desgracia!» Ella te librará de la desgracia de tus pecados.

¿Te envuelven las tinieblas de la ignorancia o del error? Recurre a María y dile: ¡Ave María! Es decir: «Iluminada con los rayos del Sol de justicia». Ella te comunicará sus luces[72].

¿Caminas extraviado, fuera de la senda del Cielo? Invoca a María, que quiere decir: «Estrella del mar y Estrella polar, que guía nuestro peregrinar por este mundo». Ella te conducirá al puerto de salvación.

¿Estás afligido? Acude a María, que quiere decir «mar amargo», pues fue llena de amarguras en este mundo, y actualmente en el Cielo se ha convertido en mar de purísimas dulzuras. Ella convertirá tu tristeza en gozo y tus aflicciones en consuelo.

¿Has perdido la gracia? Honra la abundancia de gracias de que Dios llenó a la Santísima Virgen y dile: «Llena de gracia y de todos los dones del Espíritu Santo». Ella te dará sus gracias.

¿Te sientes solo y abandonado de Dios? Dirígete a María y dile: «El Señor es contigo más noble y está más íntimamente que en los justos y los santos, porque eres con Él una misma cosa, pues siendo Él tu Hijo, su carne es carne tuya. Y dado que eres su Madre, estás con el Señor y en semejanza perfecta y mutua caridad». Dile finalmente: «Toda la Santísima Trinidad está contigo, pues eres su precioso Templo». Ella te colocará bajo la protección y salvaguardia del Señor.

¿Te has convertido en objeto de la maldición divina? Dile: «Bendita Tú eres entre todas las mujeres. Te aclaman todas las naciones por tu pureza y fecundidad. Tú cambiaste la maldición divina en bendición». Ella te bendecirá.

¿Estás hambriento del pan de la gracia y del pan de la vida? Acércate a quien llevó el pan vivo descendido del Cielo. Dile: «Bendito es el fruto de tu vientre, el que concebiste sin detrimento de tu virginidad, que llevaste sin trabajo y diste a luz sin dolor. Bendito Jesús, que rescató al mundo esclavizado, curó al mundo enfermo, resucitó al hombre muerto, hizo volver al hombre desterrado, justificó al hombre criminal y salvó al hombre condenado. Ciertamente tu alma será saciada del pan de la gracia en esta vida y de la vida eterna en la otra. Amén».

[58] Concluye tu plegaria con la Iglesia y di: «Santa María, santa en cuerpo y alma, santa por tu singular y eterna abnegación en el servicio de Dios, santa en tu calidad de Madre de Dios que te dio una santidad eminente como convenía a esta infinita dignidad».

«Madre de Dios y también madre nuestra, Abogada y Mediadora nuestra, Tesorera y Dispensadora de las gracias de Dios: alcánzanos pronto el perdón de nuestros pecados y la reconciliación con la divina Majestad».

«Ruega por nosotros, pecadores: pues tienes tanta compasión de los miserables, que no desprecias ni rechazas a los pecadores, sin los cuales no serías la Madre del Salvador. Ruega por nosotros ahora, durante el tiempo de nuestra vida corta, frágil y miserable. Ahora, porque sólo nos pertenece el momento presente. Ahora, cuando somos acometidos y estamos rodeados, noche y día, de poderosos y crueles enemigos».

«Y en la hora de nuestra muerte, tan terrible y peligrosa, cuando se agoten nuestras fuerzas, cuando nuestro cuerpo y espíritu estarán abatidos por el dolor y el espanto. En la hora de nuestra muerte, cuando Satanás redoblará sus esfuerzos a fin de arruinarnos para siempre. En esa hora en que se decidirá nuestra suerte para toda una eternidad, dichosa o infeliz. Ven en ayuda de tus pobres hijos, Madre compasiva, abogada y refugio de los pecadores. Aleja de nosotros en la hora de la muerte a los demonios, enemigos y acusadores nuestros, cuyo horroroso aspecto nos espanta. Ven a iluminarnos en las tinieblas de nuestra muerte. Guíanos y acompáñanos ante el tribunal de nuestro Juez, que es Hijo tuyo. Intercede por nosotros para que nos perdone y reciba en el número de los elegidos en la mansión de la gloria eterna. ¡Amén: que así sea!»

[59] ¿Habrá quien no admire la excelencia del Santo Rosario compuesto de partes tan excelentes como la oración dominical y la salutación angélica?[73]

¿Existe acaso oración más grata a Dios y a la Santísima Virgen, y más fácil, dulce y saludable para los hombres? Llevémosla continuamente en el corazón y en la boca para honrar a la Santísima Trinidad, a Jesucristo nuestro Salvador y a su Madre Santísima.

Además, al fin de cada decena es conveniente añadir el: Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo: como era en el principio, ahora y siempre y por los siglos de los siglos. Amén[74].



[72] “Iluminada” es uno de los sentidos, etimológicos que se atribuyen al nombre de María. El “Sol de Justicia” es Jesucristo (Mal 4,2), que ha vestido a María con su propio esplendor divino (Ap 12,1).

[73] El Avemaría se llama también “salutación angélica”, porque comienza con el saludo del Ángel a la Virgen (Lc 1,28), que en griego se dice “jaire” (“alégrate”), y en latín se dice “ave” (“buenos días”). Igualmente el Padrenuestro se llama también “oración dominical” porque nos lo enseñó (Mt 6,9) Jesucristo, nuestro Señor (en latín “Señor” se dice “Dominus”, de donde viene “dominical”).

[74] El uso del “Gloria al Padre” en el Rosario (que Antonino Thomas no pedía), ha sido generalizado por San Luis M. de Montfort, pero ya Juan de Muylly en 1240 dice que ese Gloria se añadía a las decenas del Rosario (Enciclopedia Espasa, 52, 350). Sin embargo, nuestro mismo Santo la pide tan sólo aquí y en el método que sigue inmediatamente al SAR.

EL ROSARIO DE LA AURORA se suele recitar durante las Santas Misiones, el mes de mayo y de octubre, el primer sábado de cada mes y en otras oportunidades. Se avisa a la gente tocando la campana de la iglesia u otra campanilla por las calles. O llamando por teléfono, o tocando las puertas de los edificios. Muchos lo comienzan en el templo a las 5.30 a.m., y de allí salen a recorrer las calles por una media hora, llevando una estatua no muy grande de la Santísima Virgen; y lo terminan en la misma iglesia, con una charlita o escuchando la Santa Misa. Este Rosario se reza como cualquier Rosario, pero intercalando muchos cánticos.

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MensajePublicado: Dom Jul 13, 2008 12:55 am    Asunto:
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TERCERA DECENA



EXCELENCIA DEL SANTO ROSARIO,

MANIFESTADA POR LA MEDITACIÓN DE LA VIDA

Y PASIÓN DE JESUCRISTO

21a. Rosa

Los quince misterios del Rosario



[60] Misterio significa realidad sagrada y difícil de comprender. Las obras de Jesucristo son todas sagradas y divinas, porque Él es Dios y hombre al mismo tiempo. Las de la Virgen María son santísimas, por ser Ella la más perfecta de las criaturas. Con razón se da el nombre de misterios a las obras de Jesucristo y de su Santísima Madre. Están, en efecto, colmadas de maravillas, perfecciones e instrucciones profundas y sublimes que el Espíritu Santo revela a los humildes y sencillos que los honran. Las obras de Jesús y de María pueden también llamarse flores admirables. Flores cuyo perfume y hermosura sólo conocen quienes se acercan a ellas, aspiran su fragancia y abren su corola, mediante una atenta y seria meditación.

[61] Santo Domingo distribuyó las vidas de Jesucristo y de la Santísima Virgen en quince misterios, que nos representan sus virtudes y principales acciones. Son quince cuadros, cuyas escenas deben servirnos de normas y ejemplo para orientar nuestra vida. Quince antorchas que guían nuestros pasos en este mundo. Quince espejos luminosos que nos permiten conocer a Jesús y María, conocernos a nosotros mismos y encender el fuego de su amor en nuestros corazones. Quince hogueras en cuyas llamas podemos incendiarnos totalmente.

La Santísima Virgen enseñó a Santo Domingo este excelente método de orar y le ordenó predicarlo para despertar la piedad de los cristianos y hacer revivir el amor de Jesucristo en sus corazones. Lo enseñó también al Beato Alano de la Rupe: «El rezo de ciento cincuenta Avemarías –le dijo– es una oración muy útil, es un obsequio que me agrada mucho. Y lo es aún más y harán mucho mejor quienes las reciten meditando la vida, pasión y gloria de Jesucristo. Porque esta meditación es el alma de tales oraciones».

En efecto, el Rosario sin la meditación de los sagrados misterios de nuestra salvación sería como un cuerpo sin alma, una excelente materia sin su forma que es la meditación, la cual distingue al Rosario de las demás devociones.

[62] La primera parte del Rosario contiene cinco misterios:

1o El de la Anunciación del Arcángel Gabriel a la Santísima Virgen.

2o El de la Visitación de la Santísima Virgen a Santa Isabel.

3o El del Nacimiento de Jesucristo.

4o El de la Presentación de Jesús en el Templo y Purificación de la Santísima Virgen.

5o El del Hallazgo de Jesús en el Templo entre los doctores.


Y se llaman misterios gozosos a causa de la alegría que proporcionaron a todo el universo.

En efecto. La Santísima Virgen y los Ángeles quedaron inundados de gozo en el dichoso momento de la Encarnación.

Santa Isabel y San Juan Bautista se colmaron de alegría con la visita de Jesús y de María.

El Cielo y la tierra se alegraron con el nacimiento del Salvador.

Simeón quedó consolado y lleno de alegría al recibir a Jesús en sus brazos.

Los doctores estaban embelesados al oír las respuestas de Jesús.

Y, ¿quién podrá expresar el gozo de María y José al encontrar a Jesús después de tres días de ausencia?

[63] La segunda parte del Rosario se compone también de cinco misterios, llamados misterios dolorosos porque nos presentan a Jesucristo abrumado por la tristeza, cubierto de llagas, cargado de oprobios, dolores y tormentos.

1o El de la oración de Jesús y su Agonía en el Huerto de los Olivos.

2o El de su Flagelación.

3o El de su Coronación de espinas.

4o El de la Cruz a cuestas.

5o El de la Crucifixión y muerte en el Calvario.


[64] La tercera parte del Rosario contiene otros cinco misterios, llamados gloriosos porque en ellos contemplamos a Jesús y María en el triunfo y en la gloria.

1o El de la Resurrección de Jesucristo.

2o El de su Ascensión.

3o El de la Venida del Espíritu Santo sobre los Apóstoles.

4o El de la gloriosa Asunción de la Virgen María.

5o El de su Coronación.


Éstas son las quince flores olorosas del rosal místico, en las cuales se posan, como abejas diligentes, las almas piadosas para recoger el néctar maravilloso, y producir la miel de una sólida devoción.

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MensajePublicado: Lun Jul 14, 2008 4:24 pm    Asunto:
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22a. Rosa

El Rosario: La meditación de sus misterios nos conforma a Jesucristo


[65] La tarea principal del cristiano es caminar hacia la perfección.

«Como hijos amadísimos de Dios, esfuércense por imitarlo»[75], nos dice el gran Apóstol. Es una obligación contenida en el decreto eterno de nuestra predestinación. Y constituye el único medio, ordenado para llegar a la gloria eterna.

San Gregorio de Nisa dice con gracia que somos como pintores: nuestra alma es el lienzo sobre el cual debemos aplicar el pincel: las virtudes son los colores que deben hacer resaltar la belleza del original, que es Jesucristo, imagen viva y representación perfecta del Padre del Cielo. Un pintor para hacer un retrato al natural, pone el original ante sus ojos y a cada pincelada vuelve a mirarlo. Del mismo modo, el cristiano debe tener siempre ante los ojos la vida y virtudes de Jesucristo para hacer, decir y pensar solamente lo que sea conforme a ellas.

[66] Para ayudarnos en la obra importante de nuestra predestinación, la Santísima Virgen ordenó exponer a los fieles que rezan el Rosario los sagrados misterios de la vida de Jesucristo, no sólo para que adoren y glorifiquen al Señor, sino también, y sobre todo, para que regulen su vida y acciones por las virtudes de Jesús.

Ahora bien, así como los niños imitan a sus padres, viéndolos y conversando con ellos, y aprenden su lengua oyéndolos hablar, y como un aprendiz domina su arte al ver trabajar a su maestro, del mismo modo los fieles cofrades del Rosario se hacen semejantes a su divino Maestro, con el auxilio de su gracia y por la intercesión de la Virgen María, al considerar atenta y devotamente las virtudes de Jesucristo en los quince misterios de su vida.

[67] Moisés ordenó al pueblo hebreo, de parte de Dios mismo, que no olvidara jamás los beneficios de que había sido objeto. El Hijo de Dios puede con mayor razón mandarnos que grabemos en nuestro corazón y tengamos incesantemente ante los ojos los misterios de su vida, pasión y gloria, ya que con ellos quiso favorecernos y mostrarnos el exceso de su amor para salvarnos.

«Todos Uds., que pasan por el camino, miren y observen si hay dolor semejante al que me atormenta por amor suyo[76]. Acuérdense de mi pobreza y vida errante, del ajenjo y amargor que sufrí por Uds. en mi pasión»[77].

Estas palabras y muchas otras que se podrían recordar, nos convencen sobradamente de la obligación que tenemos de no contentarnos con rezar vocalmente el Rosario en honor de Jesucristo.



[75] Ef 5,1.

[76] Ver Lam 1,12.

[77] Ver Lam 3,19.

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MensajePublicado: Jue Jul 17, 2008 12:32 am    Asunto:
Tema: El Secreto admirable del Santísimo Rosario- S. Luis Montfort
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23a. Rosa

El Rosario:
Memorial de la vida y muerte de Jesucristo



[68] Jesucristo, divino Esposo de nuestras almas, nuestro amigo dulcísimo, desea que recordemos sus beneficios, y los apreciemos más que todas las cosas. Experimenta una gloria accidental, lo mismo que la Santísima Virgen y los santos del Cielo, cuando meditamos con amor y devoción los sacrosantos misterios del Rosario, que constituyen los más visibles efectos de su amor hacia nosotros, y los más ricos presentes que pudo hacernos. Pues, la Santísima Virgen y todos los santos gozan por ellos de la gloria.

La Beata Ángela de Foligno pidió un día al Señor que le indicara con qué ejercicio podía honrarlo más. Se le apareció Él en la cruz y le dijo: «Hija mía, ¡contempla mis llagas!» Así aprendió del Salvador amabilísimo que nada le es más agradable que la meditación de sus sufrimientos. Jesús le mostró después las heridas de su cabeza y varias circunstancias de sus tormentos y le dijo: «He sufrido todo esto por tu salvación, ¿qué puedes hacer que iguale el amor que te tengo?».

[69] El santo sacrificio de la Misa honra infinitamente a la Santísima Trinidad, porque representa la pasión de Jesucristo, y por él ofrecemos los méritos de su obediencia, sufrimientos y sangre. Toda la corte celestial recibe con la santa Misa una gloria accidental. Varios doctores, entre ellos Santo Tomás, nos dice, por la misma razón, que el Cielo se alegra de la Comunión que reciben los fieles, porque el Smo. Sacramento es un memorial de la pasión y muerte de Jesucristo, y mediante él participan los hombres en sus frutos, y avanza en el camino de la salvación.

Ahora bien, el Santo Rosario, recitado con la meditación de los sagrados misterios, es un sacrificio de alabanza a Dios por el beneficio de nuestra redención y un devoto recuerdo de los sufrimientos, muerte y gloria de Jesucristo.

Por tanto, es verdad que el Rosario procura una gloria y gozos accidentales a Jesucristo, a la Santísima Virgen y a los demás bienaventurados, quienes no desean nada tan importante para nuestra dicha eterna, como vernos ocupados en un ejercicio tan glorioso al Señor y saludable para nosotros.

[70] El Evangelio nos asegura que un pecador que se convierte y hace penitencia, alegra a todos los Ángeles. Si para alegrar a los Ángeles basta que un pecador abandone sus pecados y haga penitencia, ¿qué gloria no será para el mismo Jesucristo el vernos meditar devota y amorosamente en este mundo sus humillaciones, tormentos y muerte cruel e ignominiosa? ¿Habrá algo más eficaz para conmovernos y llevarnos a sincera penitencia?

El cristiano que no medita los misterios del Rosario demuestra gran ingratitud hacia Jesucristo y la poca estima que tiene a cuanto sufrió el divino Salvador para redimir al hombre. Su conducta parece decir que desconoce la vida de Jesucristo y que se preocupa poco o nada por conocer lo que Jesús ha hecho y sufrido para salvarnos. Y puede temer que, no habiendo conocido a Jesucristo o habiéndolo olvidado, sea rechazado el día del juicio con este reproche: «En verdad, ¡no les conozco!»[78]

Meditemos, pues, la vida y sufrimientos del Salvador mediante el Santo Rosario. Aprendamos a conocerlo bien y a reconocer sus beneficios, para que Él nos reconozca como hijos y amigos suyos en el día del juicio.



[78] Mt 25,12.

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MensajePublicado: Sab Jul 19, 2008 4:28 pm    Asunto:
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24a. Rosa

El Rosario
: La meditación de sus misterios es un medio eficaz de perfección



[71] Los santos tenían como objeto principal de estudio la vida de Jesucristo, cuyas virtudes y sufrimientos meditaban. Por este medio llegaron a la perfección cristiana. San Bernardo comenzó por este ejercicio y perseveró siempre en él. «Desde el principio de mi conversión –escribe– hice un ramillete de mirra, formado por los dolores de mi Salvador, y los coloqué sobre mi corazón, pensando en los azotes, espinas y clavos de la pasión y aplicándome con toda mi alma a meditar cada día estos misterios».

Era también éste el ejercicio de los santos mártires. Nos admira la forma cómo triunfaron de los más crueles tormentos. ¿De dónde podría venir aquella admirable constancia de los mártires –añade San Bernardo–, sino de las llagas de Jesucristo en las que meditaban frecuentemente? ¿Dónde se hallaba el alma de estos generosos atletas, mientras su sangre corría y sus cuerpos eran triturados por los suplicios? ¡Estaban en las llagas de Jesucristo y éstas los hacían invencibles!

[72] La Madre Santísima del Salvador dedicó toda su vida a meditar las virtudes y sufrimientos de su Hijo. Cuando oyó a los Ángeles cantar himnos de alabanza en su nacimiento, cuando vio a los pastores adorarlo en el establo, se llenó de admiración y meditaba en tantas maravillas. Comparaba las grandezas del Verbo encarnado, con su profundo abatimiento. Las pajas y el pesebre, con su trono y el seno del Padre. El poder de un Dios, con la debilidad de un niño. Su sabiduría, con su sencillez.

Las Santísima Virgen dijo un día a Santa Brígida: «Cuando contemplaba la belleza, modestia y sabiduría de mi Hijo, me sentía transportada de gozo. Cuando consideraba que sus manos y sus pies habían de ser atravesados con clavos, vertía torrentes de lágrimas y el corazón se me partía de dolor y tristeza».

[73] Después de la Ascensión, la Santísima Virgen dedicó el resto de su vida a visitar los lugares que el divino Salvador había santificado con su presencia y tormentos. Meditaba allí sobre el exceso de su caridad y los rigores de su pasión.

Éste era también el ejercicio de María Magdalena durante los treinta años que vivió en San Baume[79]. Dice también San Jerónimo que ésa era la devoción de los primeros cristianos. Acudían de todos los países del mundo a Tierra Santa para grabar más profundamente en sus corazones el amor y el recuerdo del Salvador de los hombres, con la vista de los objetos y lugares consagrados por Él con su nacimiento, trabajos, sufrimientos y muerte.

[74] Todos los cristianos tienen una sola fe, adoran a un solo Dios, esperan una sola felicidad en el Cielo, reconocen a un solo Mediador, Jesucristo. Deben todos imitar a este divino modelo y considerar para ello los misterios de su vida, sus virtudes y su gloria.

Es un error imaginar que la meditación de las verdades de la fe y de los misterios de la vida de Jesucristo es solo para los Sacerdotes, Religiosos y cuantos se han alejado de los estorbos del mundo. Si los Religiosos y eclesiásticos están obligados a meditar las grandes verdades de nuestra sacrosanta religión a fin de responder dignamente a su vocación, los laicos lo están igualmente a causa de los peligros en medio de los cuales se encuentran diariamente. Deben armarse, por tanto, con el recuerdo frecuente de la vida, virtudes y sufrimientos del Salvador, que los quince misterios del Rosario nos representan.


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MensajePublicado: Lun Jul 21, 2008 5:19 pm    Asunto:
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25a. Rosa

El Rosario
: Tesoros de santificación contenidos en sus oraciones y meditación



[75] ¡Nadie podrá comprender jamás el tesoro de santificación que encierran las oraciones y misterios del Santo Rosario! La meditación de los misterios de la vida y muerte del Señor constituye, para cuantos la practican, una fuente de los frutos más maravillosos. Hoy se quieren cosas que impacten, conmuevan y produzcan en el alma impresiones profundas. Ahora bien, ¿habrá en el mundo algo más conmovedor que la historia maravillosa del Redentor desplegada en quince cuadros que nos recuerdan las grandes escenas de la vida, muerte y gloria del Salvador del mundo? ¿Hay oraciones más excelentes y sublimes que la oración dominical y la salutación angélica? ¡Ellas encierran cuanto deseamos y podemos necesitar!

[76] La meditación de los misterios y oraciones del Rosario es la más fácil de todas las oraciones, porque la diversidad de las virtudes y estados de Jesucristo, –sobre los cuales se reflexiona– recrea y fortifica maravillosamente el espíritu e impide las distracciones. Los sabios encuentran en estas fórmulas la doctrina más profunda, y los ignorantes, las instrucciones más sencillas. Es preciso pasar por esa meditación sencilla antes de elevarse al grado más sublime de contemplación. Tal es la opinión de Santo Tomás de Aquino[80]. Y tal es el consejo que nos da, cuando nos dice que es necesario ejercitarnos de antemano, como en un campo de batalla, en la adquisición de todas las virtudes, de las que son modelos perfectos los misterios del Rosario.

Porque ahí –dice el sabio Cayetano– podremos adquirir la íntima unión con Dios, sin la cual la contemplación es sólo una ilusión capaz de seducir a las almas.

[77] Si los falsos iluminados de nuestro siglo, o sea los quietistas, hubieran seguido este consejo, no hubieran caído tan vergonzosamente ni causado tantos escándalos en cuestiones de devoción. Pretender que se pueden componer oraciones más sublimes que el Padrenuestro y el Avemaría, y abandonar estas divinas oraciones que son el sostén, fuerza y salvaguardia del alma, es una engañosa ilusión del demonio.

Estoy de acuerdo en que no es necesario recitarlas siempre vocalmente, y que la oración mental es, en cierto sentido, más perfecta que la vocal. ¡Pero te aseguro que es peligroso, por no decir perjudicial, abandonar voluntariamente el rezo del Rosario, so pretexto de una unión más íntima con Dios! El alma, sutilmente orgullosa, engañada por el demonio meridiano[81], hace interiormente cuanto puede para elevarse al grado más sublime de la oración de los santos: desprecia y abandona para ellos sus métodos antiguos de orar, que juzga buenos sólo para almas ordinarias. Cierra por sí misma el oído a la oración compuesta, practicada y prescrita por Dios: «Oren así: Padre nuestro...»[82] Y así va cayendo de ilusión en ilusión y de precipicio en precipicio.

[78] ¡Créeme, querido cofrade del Rosario! ¿Quieres llegar a altos grados de contemplación sin menoscabo de la oración y sin caer en las ilusiones del demonio, tan frecuentes en personas de oración? Recita, si puedes, todos los días, el Santo Rosario o, por lo menos, la tercera parte de él[83]. Quizás hayas llegado ya a esos grados, por gracia de Dios. Si quieres permanecer en ellos y crecer en humildad, persevera con fidelidad en la práctica del Santo Rosario. Porque una persona que recite su Rosario cada día, no caerá jamás formalmente en la herejía ni será engañada por el demonio. ¡Con mi sangre rubricaría esta afirmación! Si Dios, no obstante, en su infinita bondad, te atrae tan poderosamente durante el Rosario como a algunos santos, déjate conducir por su atracción, deja a Dios actuar y orar en ti, y recitar el Rosario a su manera. Y que esto te baste en ese día.

Pero, si hasta ahora te hallas en la contemplación activa o en la oración ordinaria, de quietud, de presencia de Dios y de afecto, tienes aún menos razón para dejar tu Rosario, ya que, muy lejos de retroceder en la virtud y la oración, el recitarlo te servirá más bien de ayuda maravillosa y será la verdadera escala de Jacob[84], con quince escalones, por los cuales irás subiendo de virtud en virtud y de luz en luz, hasta llegar fácilmente y sin engaño a la perfección en Jesucristo.



[80] ST II-II, 182,3.

[81] San Luis M. de Montfort identifica al demonio del mediodía (Sal 90,6) con «el demonio que se disfraza de ángel de luz» (2 Cor 11,14), que tienta con motivos espirituales.

[82] Mt 6,9.

[83] En nota San Luis M. de Montfort transcribe el siguiente texto del libro de las Revelaciones de Santa Catalina de Siena: «Cualquiera, justo o pecador, que acuda a Ella con devoto respeto, no será engañado ni devorado por el demonio infernal».

[84] Gén 28,12.

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MensajePublicado: Mar Jul 22, 2008 4:16 pm    Asunto:
Tema: El Secreto admirable del Santísimo Rosario- S. Luis Montfort
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26a. Rosa

El Rosario:
Oración sublime



[79] Evita cuidadosamente el imitar la obstinación de aquella devota de Roma, de quien tanto hablan «Las maravillas del Rosario»[85]. Era persona tan piadosa y ferviente que con su vida santa confundía a los Religiosos más austeros de la Iglesia de Dios.

Quiso consultar a Santo Domingo. Se confesó con él. Le impuso el Santo como penitencia rezar un Rosario y le aconsejó que lo rezara todos los días. Se excusó ella diciendo que tenía todos sus ejercicios ya organizados: Cada día ganaba las indulgencias de las estaciones de Roma, llevaba cilicios, tomaba disciplina varias veces por semana, y hacía tantos ayunos y mil otras penitencias. El Santo la volvió a exhortar a seguir su consejo. Pero ella se negó a ello y salió del confesionario casi escandalizada por el proceder del nuevo director que quería hacerle aceptar una devoción contraria a su gusto.

Hallándose cierto día en oración y arrebatada en éxtasis, vio su alma obligada a comparecer ante el Juez Supremo. San Miguel colocó en un platillo de la balanza todas sus penitencias y oraciones, y en el otro sus pecados e imperfecciones.

El platillo de las buenas obras subía y subía sin lograr equilibrar al otro. Alarmada, imploró misericordia. Se dirigió a la Santísima Virgen, abogada suya, quien dejó caer en el platillo de las buenas obras el único Rosario que por penitencia había rezado. Este pesó tanto, que equilibró el peso de los pecados y las buenas obras. La Santísima Virgen la reprendió, al mismo tiempo, por no haber seguido el consejo de su servidor Domingo, de rezar el Santo Rosario todos los días. Al volver en sí, corrió a arrojarse a los pies de Santo Domingo. Le contó lo ocurrido, le pidió perdón de su incredulidad, prometió rezar todos los días el Santo Rosario, y llegó por este medio a la perfección de cristiana y a la gloria eterna.

Alma piadosa, ¡aprende, pues, cuál es la eficacia, valor e importancia de la devoción del Santo Rosario y la meditación de sus misterios!

[80] ¡Quién más elevado en oración que Santa Magdalena, que era transportada siete veces[86]cada día al Cielo por los Ángeles! ¡Y había estado en la escuela de Jesucristo y de su Santísima Madre! Sin embargo, cuando pidió a Dios un medio eficaz para adelantar su amor y llegar a la más alta perfección, el Arcángel San Miguel vino a decirle de parte de Dios que no conocía ninguno distinto, que considerar, ante una cruz que colocó a la entrada de su cueva, los misterios dolorosos que ella había contemplado con sus propios ojos.

¡Que el ejemplo de San Francisco de Sales, ese gran director de almas espirituales en su tiempo, te estimule a incorporarte en una cofradía tan Santa como la del Rosario! Pues, no obstante ser Santo, hizo voto de rezar el Rosario completo todos los días de su vida.

San Carlos Borromeo lo recitaba igualmente todos los días, y lo recomendaba con insistencia a sus sacerdotes, a sus seminaristas y a todo su pueblo.

San Pío V, uno de los Papas más eminentes de la Iglesia, rezaba todos los días el Rosario, Santo Tomás de Villanueva, arzobispo de Valencia, San Ignacio, San Francisco Javier, San Francisco de Borja, Santa Teresa, San Felipe Neri y muchos otros grandes hombres que no menciono, se distinguieron por esta devoción. ¡Sigue sus ejemplos! Tus directores quedarán satisfechos, y si los informas de los frutos que puedes sacar del rezo del Rosario, se apresurarán a animarte a su recitación.


[85] CN, pág. 197 (sacado de: Cavanas, o.p., Les Merveilles du sacré Rosaire, París, 1629. pág. 450).

[86] Antiguo Oficio de Santa Marta, segundo nocturno, lectura 5a.

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