EL VERDADERO DISCIPULO

[sergio]

“Cualquiera de vosotros que no renuncia a todo lo que posee, no puede ser mi discípulo.” (Lucas 14:33)

Es fácil hablar, y mucho más hablar delante de otros. Todo el mundo quiere ser escuchado, pero poca coherencia hay en las palabras del hombre e integridad como para pararnos en el camino a escuchar a cualquiera. Nuestro Señor Jesús tenía muchos enemigos. Diría que más enemigos que amigos. Pero sus palabras eran poderosas. El era escuchado. Ya fuese para ser criticado, juzgado o apedreado, o para ser admirado y adorado; nuestro Señor era escuchado por todos como aquel que hablaba con autoridad. ¿Y de donde venía dicha autoridad? De lo alto. El no hablaba por su propia cuenta sino lo que había aprendido de su Padre. Ahora bien, muchos también, y sin pensar lo que dicen, afirman: “Yo quiero seguir a Cristo”. Y en sus palabras y forma de hablar, lo expresan con tanta convicción que pensaríamos que tales personas incluso estarían dispuestas a ser arrojada a los leones como los antiguos cristianos. Pero es mucho más fácil hablar que amar, soñar que vivir, poseer bienes que renunciar a ellos. En el texto de hoy Jesús nos habla del precio tan grande a pagar por aquellos que desean ser sus discípulos. Es como si Jesús nos dijera: “Alto!! ¿Estás seguro de lo que quieres hacer? ¿Estás seguro de que quieres seguirme? Mira que muchos se quedaron a la mitad del camino...” Ay de aquellos que aparentemente vivían como cristianos pero que al final dejaron de serlo. Y es que “el perro vuelve a su vómito” como dice el proverbio.
Estimado lector, hoy te voy a hacer una pregunta directa. ¿Quieres que tus pecados sean borrados, ser reconciliado con Dios y vivir eternamente en su Reino? Entonces debes arrepentirte, creer en Jesús y vivir enteramente para El; porque Jesús dice: “El que no renuncia a todo lo que posee, no puede ser mi discípulo.” ¿Te preguntas a que cosas has de renunciar? Bueno, pues a todo aquello que no te deje creer, arrepentirte y seguirle. “Ah, es que me temo entonces que tengo mejores cosas que hacer...” dirás. Bien, pues entonces en el día del juicio final no digas que alguien no te avisó mostrándote cuál era el camino. Yo ya he cumplido con mi parte.
Pero quizá, querido lector, tu anhelo sea otro, y no el de ser condenado. Quizá sueñas con ser perdonado y aceptado en el Reino Eterno, y que Jesús con los brazos abiertos te diga: “Ven a mí, bendito de mi Padre. Hereda este Reino preparado para ti.” Convierte pues tu sueño en una realidad, porque es más fácil soñar que vivir acorde con lo que sueñas. Sólo entonces este texto será para ti. “El que oye mi palabra y cree al que me envió, tiene vida eterna, y no vendrá a condenación, mas ha pasado de muerte a vida”. “El que tienes oidos para oir, oiga.”
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sergio gil nebro

[Jose Fernando Ortiz]