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LA BIBLIA ¿UN LIBRO DESCONCERTANTE O UNA HISTORIA DE AMOR?

 
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Pablo Jose
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MensajePublicado: Sab Sep 27, 2008 6:37 pm    Asunto: LA BIBLIA ¿UN LIBRO DESCONCERTANTE O UNA HISTORIA DE AMOR?
Tema: LA BIBLIA ¿UN LIBRO DESCONCERTANTE O UNA HISTORIA DE AMOR?
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LA BIBLIA ¿UN LIBRO DESCONCERTANTE O UNA HISTORIA DE AMOR?
Por Jesús Prieto

La palabra griega BIBLIA significa LOS LIBROS. Pasando por el latín se ha convertido en un nombre femenino singular. Por eso la Biblia más que un libro es una biblioteca que consta de 74 libros: 47 del Antiguo Testamento (AT) y 27 del Nuevo Testamento (NT).

Escrita la Biblia a lo largo de más de mil años (del 1000 a. C. al 90 de nuestra era), utiliza documentos que pueden distar de nosotros hasta cuatro mil años.

Las lenguas originales son el hebreo para el AT. (con pequeñas partes en arameo). El NT. está escrito en el griego de su tiempo llamado koiné, que significa común.

Los libros son muy diferentes en extensión: alguno (Isaías) tiene 66 largos capítulos; otro (Filemón) es una breve carta de recomendación a favor de un preso.

Pero los libros de esta curiosa biblioteca son diferentes sobre todo por su género literario: narraciones épicas, mitos antiquísimos, poesías y cantos llenos de lirismo, historias de guerras, maduras reflexiones de sabios, oraciones y súplicas, etc.

Pon en los estantes de tu biblioteca el poema del Mío Cid, las Coplas de Mingo Revulgo, un tratado teológico de la Edad Media, Las Moradas de Santa Teresa, el Quijote, los escritos de nuestro P. Feijoo, las Rimas de Bécquer, los Episodios Nacionales de Pérez Galdós, alguna canción de Víctor Manuel y de Julio Iglesias, un par de obras filosófico-teológicas de Julián Marías y la letra de la canción actual que más te gusta (puede ser de la RCC). Tendrás una panorámica de la historia y de la literatura españolas a lo largo de mil años, pero todo ello bastante heterogéneo. Del mismo modo, más que una biblioteca fija, la Biblia es todo un mundo en el que hay que entrar, una aventura a la que estamos invitados: la de un pueblo que ha caído bajo la presa del amor de Dios. En ese pueblo nació Jesús, Dios bendito por los siglos.

En este mundo inmenso de la Biblia me obligo a centrarme hoy en cuatro aspectos que considero claves para mejor comprender, amar y vivir la Biblia o Sagrada Escritura:


1- La Biblia es el diario de un pueblo, comentado en familia

2- La palabra del hombre DICE, la Palabra de Dios HACE

3- Relación entre Palabra de Dios, Escritura y Tradición viva

4- La Palabra precede, acompaña y desborda la Escritura


1-La Biblia es el diario, la historia de un pueblo comentada en familia.

Tanto en el AT. como en el NT. lo primero que hay no son escritos, sino hechos, acontecimientos, acciones salvadoras del Señor. Dios no ha escrito nada y Jesucristo tampoco. Lo que Dios y su Hijo Jesucristo han hecho ha sido actuar, dejarse conocer actuando. Este libro no es una colección de verdades intelectuales servidas a nuestro entendimiento ávido de saber, sino el relato de las maravillas que Dios ha hecho en la historia de la humanidad para salvar a los hombres. Así se entiende que para Israel, y la mentalidad semita en general, no hay distancia entre Palabra de Dios y acontecimiento, acción salvadora.

¿Cómo se formaron entonces y se fueron escribiendo los libros de la Biblia? De una manera parecida a como se escribieron la historia de los pueblos y las memorias de los grandes personajes.

Israel no es ni pueblo, sino una panda de esclavos sometida a duros trabajos en Egipto. Dios oye su clamor, "se entera" de su situación y lo libera de la esclavitud "con mano poderosa y brazo extendido". Durante más de cuarenta años los conduce por el desierto hasta la tierra, prometida a sus antiguos padres.

No está Israel para escribir nada en esta etapa de nomadismo; pero sí para experimentar el amor y la fuerza de su Dios, reflexionar sobre lo que le está pasando y transmitirlo a sus hijos en una riquísima tradición oral. Más tarde Dios le dará Jueces, Reyes y Profetas y su religiosidad se ahondará y purificará con la durísima prueba del destierro.

Sólo cuando el pueblo adquiere solidez y estabilidad, durante los reinados de David y Salomón, se empiezan a escribir algunos textos. Hacia el año 1000 a. C. (+ ó -) comienzan a redactarse los libros de Samuel.

Los hagiógrafos (escritores sagrados) movidos por el Espíritu Santo, "que habló por los profetas", ponen por escrito parte de estas experiencias o tradiciones vivas. Y lo hacen desde su propia personalidad e insertos en la cultura e idiosincrasia de su tiempo. De ahí la variedad y las diversas características de los libros de la Biblia. El proceso es así: primero se vive, después se comenta y reflexiona en familia (tradición oral) y sólo después se escribe.

En cuanto al NT. pasa lo mismo: La Iglesia comienza predicando, celebrando y viviendo. Jesucristo no dejó nada escrito. Él, Resucitado, es el gran acontecimiento. De Él son testigos los discípulos que han experimentado que Jesucristo vive en ellos por el Espíritu Santo que han recibido. Hacia el año 53 se escribiría el primer texto del NT. : la 1ª carta a los Tesalonicenses. Distintos los autores como distintos los libros; mas Dios, como autor principal, es el garante de todos. Por eso al final no decimos palabra de Pedro o de Jeremías sino Palabra de Dios. Y no para informar (que ya lo sabemos), sino para aclamar, alabar y glorificar a Dios que nos habla.

Lo decisivo es constatar que ni el Pueblo de Israel ni la Iglesia de Jesús nacen de un libro, o de escritos redactados en un despacho. La Iglesia nace del acontecimiento que es el Espíritu de Jesús Resucitado actuando en medio de los hombres. La Biblia es así no un libro de cuentos sino un libro de vida. Y la vida se vive, se medita y se escribe. Si se escribe. Que no de todos los personajes célebres se han escrito las memorias. Por eso en la Biblia, como veremos, tampoco está todo.

2- La palabra del hombre DICE, la Palabra de Dios HACE

El hombre dice. Y ojalá lo diga bien. Su palabra es un maravilloso don que nos distingue especialmente de los irracionales, nos sirve para una comunicación precisa y para alabar y bendecir al Creador. Pero la palabra humana puede derivar en un bla-bla inútil e inoperante. La Palabra de Dios es eficaz y se identifica con la acción y su obra. La Palabra de Dios acontece.

Cuando leemos en el prólogo de S. Juan: "En el principio era la Palabra y la Palabra estaba en Dios y la Palabra era Dios...", la mentalidad occidental tiene dificultad para comprenderlo porque percibe la palabra como una "idea" que nos enseña algo intelectualmente. Para Israel la palabra no es fundamentalmente enseñar, transmitir conocimientos, adoctrinar, sino el hecho maravilloso de que alguien se pone en contacto contigo porque te quiere.

Un ejemplo sencillo nos puede ayudar: Tú vas por la calle en medio de una gran muchedumbre y una persona que hace mucho tiempo no has visto y a la que tienes ganas de ver, te llama desde la otra acera: ¡Daniel! Inmediatamente descubres que esta persona te ha distinguido de entre todas las demás, te ha llamado por tu nombre, se ha puesto en comunicación contigo, ha entrado en tu vida. No te ha dicho si eres rubio o moreno, ni que la tierra es redonda o que Dios hizo el universo; ni siquiera te ha mandado nada. Simplemente se ha puesto en comunicación contigo y así ha entrado en tu existencia.

Así Dios ha llamado de entre todos los pueblos a uno diciéndole: ¡Israel! Te amo, te llamo, te elijo para hacer contigo una larga historia de amor. No porque eres un gran pueblo, sino porque eres pequeño, pobre, esclavo. Por eso te elijo, porque Yo soy tu Dios y te amo.

Otro ejemplo más elemental: Cuando una mamá entre caricias y arrumacos le dice a su bebé cosas preciosas, no le está instruyendo o explicando cómo tomar el pecho o explicándole por qué su padrino le quiso poner Oscar, sino que le está comunicando todo su cariño, todo su ser, toda su vida. Y el bebé la "entiende".

La Palabra de Dios es una llamada de amor hecha al hombre. Por eso es Palabra de salvación, porque hace lo que dice, como tantas veces insisten los profetas. Si es acogida, ahí mismo comienza una historia de amor que no terminará jamás. Porque Él es fiel.

3- Relación entre Palabra de Dios, Escritura y Tradición viva

Palabra de Dios: Hechos y acciones salvadoras con las que Dios se da a conocer y actúa nuestra salvación. Por eso se suele decir que el ejemplo de tal persona fue para mí una palabra, me evangelizó y salvó. La historia del Pueblo de Israel es una Palabra de Dios. Si quitas a Dios de esa historia, desaparece la historia. Jesús (su vida, su muerte y resurrección) es la Palabra definitiva del Padre. Él es siempre un SÍ y no un bla-bla.

Escritura: Algo de lo anterior, puesto por escrito bajo la inspiración del Espíritu Santo. Le llamamos Sagrada, porque Dios es en verdad su autor principal, valiéndose de distintas personas o hagiógrafos. El último versículo del evangelio de San Juan dice así: "Jesús hizo muchas otras cosas. Si se escribieran una por una, creo que no habría lugar en el mundo para tantos libros" (Jn 21,25). La Escritura es como un esqueleto que está pidiendo ser llenado de vida. ¿Cómo? Celebrando (proclamando, escuchando, acogiendo, meditando y viviendo) la Palabra.

Tradición viva: Es el contexto, la salsa, el ambiente en el que nacieron los escritos. Sin conocerlo siquiera un poco, la Biblia le puede sonar a chino a un occidental, o al menos quedarse sin lo mejor del mensaje. Esa tradición viva es la vida de la comunidad y del hagiógrafo en que se ha gestado y ha nacido el texto. Esa tradición, al principio oral y después poco a poco plasmada en los textos del Magisterio, y asistida siempre por el Espíritu Santo que inspiró a los hagiógrafos, es imprescindible para entender la Biblia o Sagrada Escritura. De ahí el error de las corrientes protestantes que hablan de "Sola Scriptura", es decir: La Biblia y nada más. Es como quitarle al río su cauce o pretender hacer chorizos con una receta de dos mil años, pero sin haber sido nunca testigos de cómo se realiza en la práctica esa tarea. Por eso decimos que en la Escritura no está todo, ya que ella misma es fruto de una larga tradición sin la que no puede ser entendida.

4- La Palabra precede, acompaña y desborda la Escritura

La Palabra precede porque es acción de Dios convertida en experiencia humana que, más tarde, y por su gran interés y significado, ha sido consignada por escrito. La Palabra precede a la Escritura como la vida y peripecias de una persona preceden a sus memorias. Un adolescente escribirá sus proyectos, pero no sus memorias.

La Palabra acompaña a la Escritura: Cuando leemos la Biblia, sobre todo en la acción litúrgica, es Cristo quien sigue hablando a su Pueblo. El libro como tal, aunque esté encuadernado en oro, dice poco si la acción del Espíritu no nos trabaja interiormente. Nadie nos puede dar tan bien el sentido del libro como su autor: El Espíritu. Por eso es la Palabra (la acción de Dios) quien está dando vida a la Escritura (acompañándola).

La Palabra desborda la Escritura: Como gustar un pastel desborda su descripción literaria. Del mismo modo que la celebración de unas bodas o de una Eucaristía es mucho más que su relato. A estas Escrituras les dan vida aquellos en los que se cumplen, aquellos a los que el Espíritu se las hace cantar y vivirlas. Aquellos que leen este libro y lloran de gozo porque descubren que lo que hay ahí dentro es su propia vida. Las Escrituras sin una Iglesia, sin una comunidad que es testigo de ellas, no dicen nada, son letra muerta. Donde cobra vida el libro es en la asamblea. Por eso una comunidad cristiana que proclama y celebra con su vida la Palabra es mucho más que la Escritura (la precede, la acompaña y la desborda).

Al final de estas líneas se puede anotar que nuestro pueblo cristiano tiene repetidas experiencias de celebrar, a veces con mucha frecuencia, casi todos los sacramentos. Pero de la celebración de la Palabra no asociada al ningún sacramento, y de su preparación, sigue ayuna. La celebración de la Palabra, bien preparada y servida, constituye una formación permanente en lo esencial cristiano, además de ser un modo eminentemente bíblico de orar. Vale la pena probarlo.

TEXTOS COMPLEMENTARIOS
1- CELEBRANDO UNAS BODAS DE ORO

Cuando Llegué aquella tarde a su casa, estaban solos; ya se habían marchado sus hijos. Y pasamos juntos algunas horas. Fue algo maravilloso.

Me parecía que conocía bien a aquellos viejos amigos de siempre, personas sencillas que habían vivido juntos durante cincuenta años, en medio de alegrías y dificultades. Pero aquella noche los descubrí con unos ojos nuevos porque me abrieron su "tesoro": una sencilla caja de cartón donde había de todo:

Fotografías, en primer lugar: la foto familiar, todos tan modositos y compuestos, la primera comunión y la boda de los hijos, instantáneas de una sonrisa de niño o de un paisaje de vacaciones.

Tarjetas postales, vulgares o convencionales, muchas de ellas descoloridas y medio rotas, porque él las había guardado en su mochila durante la guerra, me las iban comentando, explicando… Y aquellos pobres clichés se convertían en testigos dolorosos o alegres de un momento de su vida.

Iba brotando de nuevo toda su vida de aquellos papeles familiares: la genealogía familiar, lista monótona de nombres rancios, se convertía en sentimiento de pertenecer a un largo linaje, de estar arraigados en una tierra. Un contrato no era ya sólo un documento legal y minuciosos, sino el sueño de una vida de trabajo y de ahorros realizado finalmente: tener "su" casa. Las cartas del noviazgo ("Cuidado, no le hagas leer eso": protestaba el viejo, encantado de que yo descubriera de ese modo la ternura de su amor). Estaban también las oraciones compuestas para algunos grandes momentos de su vida. El sermón de la boda estaba junto a unos versos ingenuos recitados por alguno de sus nietos…

Aquella velada pasó como un sueño. Creía que conocía bien a aquellos viejos amigos y, de pronto, con ocasión de aquellas bodas de oro, junto a ellos y al mismo tiempo que ellos, descubría el sentido de su vida. Todas aquellas fotografías, aquellos papeles, eran algo vulgar, sin valor alguno. Sin embargo, resultaban inapreciables: no eran simples objetos, sino toda una vida que se hacía tangible. Cada uno de aquellos humildes objetos ocupaba su lugar en una historia, tejiendo su sentido. De pronto nos enriquecimos con centenares de instantes vividos juntamente y guardados en nuestra memoria, porque nos habían ido uniendo cada vez más.

Estos esposos y yo acabábamos de tener una auténtica celebración de la Palabra, es decir: una vida hecha texto, que se va comprendiendo más tarde y que, no siendo siempre exacta, es profundamente verdadera. Se trata de creer par entender.

2- ¿UNA HISTORIA MARAVILLOSA?

"¿Qué interés puede tener la Biblia para mí? Me cuenta una historia maravillosa en la que Dios está hablando todo el tiempo ( a Abrahán, a Moisés, a los profetas…), hace continuamente milagros para liberar a los oprimidos, para curar a los enfermos… ¿Qué tiene que ver todo esto con mi propia vida, cotidiana y vulgar, con la vida del mundo? Resulta que ahora está callado ese Dios que tanto charló antiguamente. Todavía hay oprimidos y gentes desventuradas; ¿por qué no actúa ahora?…"

Es una objeción real. Pero lo que ya hemos dicho nos permite adivinar que, al hacer esta objeción, se compara la historia en dos niveles distintos. El historiador que estudia la historia de Israel descubre en ella la historia vulgar de un pueblo pequeño del Próximo Oriente, que tiene muy poco de original respecto a los demás.

Los creyentes que compusieron la Biblia leen en esos acontecimientos la palabra y la intervención de su Dios, los mismo que los novios, o los que acaban de celebrar las bodas de oro, descubren en el envío de un ejercicio de matemáticas una carta de amor.

La historia de Israel es tan vulgar, tan ordinaria, tan dolorosa como la historia que hoy nos toca vivir a nosotros. Es la misma historia. Y los que no creen, no descubren en ella las huellas de Dios.

Pero entonces leer la Biblia tiene que llevarnos a releer nuestra existencia con esa misma mirada del creyente. Descubriremos entonces que Dios sigue hablándonos lo mismo que hablaba a los profetas, y que sigue actuando en nosotros. Y toda nuestra vida se nos presentará como una historia llena de maravillas.
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MensajePublicado: Lun Sep 29, 2008 5:43 am    Asunto:
Tema: LA BIBLIA ¿UN LIBRO DESCONCERTANTE O UNA HISTORIA DE AMOR?
Responder citando

Gracias Pablo Jose, ha estado muy interesante el articulo.

Ya que abristes el tema este y por no abrir otro quiero dejar aqui también un articulo sobre LA BIBLIA Y LA HISTORIA DE LA SALVACIÓN.

LA BIBLIA Y LA HISTORIA DE LA SALVACIÓN


¿Qué le da unidad a la Biblia?



Una vez que hemos iniciado el camino de la lectura de la Palabra de Dios, es muy posible que nos hayamos encontrado con una dificultad o inquietud: nos puede parecer que en la Biblia se habla de todo, de historia de buenos consejos, de leyes antiguas, poesías etc., como si careciera de orden. Ante esa situación nos preguntamos: ¿Qué da unidad a la Biblia? La respuesta es sencilla y maravillosa: JESUCRISTO. En efecto, los 73 libros que conforman la Biblia poseen una asombrosa unidad en Jesucristo, eje de toda la historia de la salvación. El Antiguo Testamento nos habla de Jesús “que va a venir”, lo anuncia y prepara su venida, en tanto que el Nuevo Testamento nos habla del Jesús que “ya vino” y que vendrá de nuevo.

San Pablo, en 1Co 15, 20-28 y Ef 1, 4-12, habla del plan de salvación, según el cual todos los hombres son conducidos al Padre por medio de Cristo. Jesús es la primicia de los resucitados, que nos llevará a la plenitud del Reino de Dios, después de haber destruido el mal. Jesucristo el mal. Jesucristo con su vida, su enseñanza, su muerte y su resurrección es el centro de la historia de la salvación; por eso es de suma importancia que quien se acerque a la Palabra de Dios lo haga desde esta “óptica cristológica”, para que sepa percibir a presencia de Cristo en cada página de la Sagrada Escritura , como El lo enseña a los discípulos de Meaux (cf. Lc 24, 25-27).


¿Qué relación existe entre la Biblia y la Historia de la Salvación?

Una vez que hemos iniciado el camino de la lectura de la Palabra de Dios, es muy posible que nos hayamos encontrado con una dificultad o inquietud: nos puede parecer que en la Biblia se habla de todo, de historia de buenos consejos, de leyes antiguas, poesías etc., como si careciera de orden. Ante esa situación nos preguntamos: ¿Qué da unidad a la Biblia? La respuesta es sencilla y maravillosa: JESUCRISTO. En efecto, los 73 libros que conforman la Biblia poseen una asombrosa unidad en Jesucristo, eje de toda la historia de la salvación. El Antiguo Testamento nos habla de Jesús “que va a venir”, lo anuncia y prepara su venida, en tanto que el Nuevo Testamento nos habla del Jesús que “ya vino” y que vendrá de nuevo.

San Pablo, en 1Co 15, 20-28 y Ef 1, 4-12, habla del plan de salvación, según el cual todos los hombres son conducidos al Padre por medio de Cristo. Jesús es la primicia de los resucitados, que nos llevará a la plenitud del Reino de Dios, después de haber destruido el mal. Jesucristo el mal. Jesucristo con su vida, su enseñanza, su muerte y su resurrección es el centro de la historia de la salvación; por eso es de suma importancia que quien se acerque a la Palabra de Dios lo haga desde esta “óptica cristológica”, para que sepa percibir a presencia de Cristo en cada página de la Sagrada Escritura , como El lo enseña a los discípulos de Meaux (cf. Lc 24, 25-27).


¿Qué relación hay entre historia humana e historia sagrada?

La acción salvadora de Dios a favor de todos los hombres inicia históricamente con una pequeña familia (Abraham) y luego se desarrolla en la historia de un pueblo, aparentemente insignificante para la historia humana: el pueblo de Israel. Este pequeño pueblo fue el escenario de la maravillosa intervención salvífica de Dios. Todo lo que acontecía en aquella pequeña nación, por ser depositaria de la misión divina, se fue revistiendo de carácter sagrado. Por eso todos los acontecimientos, hasta las leyes que reglamentaban su vida social y política, eran interpretados y vividos por los judíos como auténtica intervenciones salvíficas del Señor Yahvé.

Según esto, podríamos llegar a afirmar que para la Biblia no hay diferencia entre historia sagrada e historia profana: las dos formas, más bien, un solo misterio de amor: la manera en que Dios habla al hombre de todos los tiempos, a través de los acontecimientos humanos. Lo importante es que el creyente sepa interpretar y vivir esos acontecimientos humanos cotidianos como verdaderas intervenciones liberadoras y “re-creadoras” de su Dios Creador.


¿Qué se entiende por “Revelación Progresiva”?

Debemos entender por Revelación Progresiva aquel “proceso educativo” de Dios en la Historia de la Salvación. En efecto, cuando leemos la Biblia, especialmente el Antiguo Testamento, nos sorprende encontrar ciertos hechos permitidos por Dios que van en contra del sentido y la moral cristiana; por ejemplo, la poligamia practicada por los patriarcas (cf. Gn 29, 15-30), o los relatos de guerras, matanzas y asesinatos protagonizados por el pueblo de Israel contra pueblos vecinos, como si fueran mandados por el mismo Dios (cf. Jos 6, 21), o los pasajes que indican inferioridad de la mujer frente al hombre (cf. Nm 5, 11-31; Dt 24, 1-4), o las duras condenas a muerte por el incumplimiento de las leyes (cf. Lv 20, 1-21; Jn 8, 1-5).

Estos hechos desconcertantes sólo podemos comprenderlos e interpretarlos correctamente a la luz de un plan histórico de pedagogía del Señor con su pueblo: respetando la libertad, la mentalidad y las costumbres de su tiempo y cultura. Dios lo llevó poco apoco hacia la plena y perfecta revelación en Cristo Jesús. Así como la mamá enseña a caminar a su hijito poco a poco, pasito a pasito, así lo hizo Dios con su pueblo, le fue revelando progresivamente sus misterios, hasta conducirlo a su perfecta revelación en Jesús. Tampoco podemos olvidar que en este diálogo entre Dios y el pueblo de Israel, el señor siempre se manifestó como el Dios fiel, fiel a sus promesas y a su amor; en tanto que Israel se caracterizó por sus frecuentes infidelidades y rupturas de la alianza. Dios no obliga, mas bien comprende y acompaña a su pueblo para que paulatinamente vaya accediendo a la comprensión y vivencia de sus misterios salvíficos, llevados a su plenitud en su Hijo.


¿Qué etapas podemos distinguir en la Historia de la salvación?

Siguiendo las enseñanzas de san Pablo (cf. 1Co 1, 3; 2, 15 y Ef 1, 3-21) podemos sintetizar este plan divino en las siguientes etapas:

Preparación del plan de salvación en la mente de Dios, desde la eternidad, en Cristo.

Preparación de la plenitud de los tiempos (todo el Antiguo Testamento).

Realización de la salvación de su plenitud con Cristo (Evangelios).

Desarrollo de la salvación en el tiempo, por medio de la Iglesia, como nuevo Pueblo de Dios, al servicio del Reino y en marcha hacia El (Hechos de los Apóstoles, Cartas y Apocalipsis).

El término, el final de los tiempos, cuando la historia acabe y se instaure plenamente el Reino de Dios.

Consideremos ahora cómo se especifican y dividen estas grandes etapas de la Historia de la Salvación:


Preparación del pueblo de Dios:

Con la llamada de Abraham por parte de Yahvé (Gn 12) se inicia la experiencia de fe del pueblo. Aunque oficialmente no exista Israel como pueblo, Dios se va revelando a cada uno de los patriarcas, hasta Moisés. Sólo con la experiencia de liberación de la esclavitud de Egipto y su peregrinaje hacia la tierra prometida Israel empieza a tener clara conciencia de ser pueblo de Dios.

Nacimiento del pueblo de Dios:

En la experiencia del desierto y de la alianza en el Sinaí (Ex 20) el pueblo adquiere la convicción de haber sido creado por Dios, y hace alianza con El pueblo responde a través de Moisés, con la “toráh” (es decir, la LEY) y con un culto al único Dios: Yahvé; además sienten que es un pueblo especial y diverso a los demás.

Época de David, prefiguración del Rey-Mesías:

Cuando Israel se instala en Palestina (tierra prometida), cambia su estado de vida; deja de ser pueblo nómada de pastores, y se convierte en un pueblo sedentario de agricultores. El gobierno, hasta entonces estaba en manos de un caudillo o enviado de Dios (Moisés, Josué, os Jueces), se transforma en monarquía, (cf. 1Sm Cool. Esta experiencia de monarquía, relatada por los libros de Samuel, Reyes y Crónicas, es muy rica para la historia de la salvación, en cuanto que Dios continúa su alianza con su pueblo a través del rey.

Hay tres aspectos importantes en la monarquía dentro del pueblo de Israel:

El rey tiene autoridad por sí mismo: Dios sigue siendo el único soberano para su pueblo. Los reyes representan la autoridad de Dios.
El rey, es ante todo, el “ungido”, el consagrado de Yahvé, por ello debe ser reflejo de su santidad, y por eso, cuando el rey se hace indigno, es severamente reprendido por los profetas y decae su poder (cf. 1Sm 15, 9ss).
La figura del rey, especialmente la de David , es también un símbolo o prefiguración del futuro Mesías o Salvador que Dios enviará, es decir, su Hijo Jesucristo (cf. 2 Sm 7, 12-17).


Los educadores del pueblo de Dios: los profetas:


Cuando los reyes de Israel empezaron a ser indignos y a olvidarse de Yahvé, después del rey Salomón (año 930 aC ), no eran más las figuras del Mesías Salvador, pues había alejado su corazón de Dios. El pueblo por su parte se desvió también del camino de Yahvé, siendo infiel ala alianza. En estas circunstancias sobreviene la experiencia de división de Israel en dos reinos, y el doloroso, pero ala vez pedagógico, destierro a Babilonia (año 587 aC ).

En este periodo Dios suscita a los profetas como mensajeros suyos que anuncien su voluntad y denuncien valientemente las infidelidades y desviaciones tanto de los reyes y autoridades, como de la gente del pueblo. Su voz era una invitación a la conciencia del pueblo para recordarle la Alianza con Dios y para afianzar la esperanza en medio de la tribulación del destierro.

Los profetas son hombres que viven profundamente las vicisitudes del pueblo, escuchan fielmente los acontecimientos de la historia, interpretándolos a la luz de la Alianza y la fe Yahvé como hechos salvíficos, y ayudan a construir la esperanza de un reino de salvación y vida abundantes. Con los profetas se purifica la Alianza en una “nueva alianza” y un “corazón nuevo” (cf. Jn 31, 31-34; Ez 36). También en la época profética se purifica la idea del Mesías Salvador; ya no será visto como rey, sino más como el “siervo de Yahvé” que carga con el dolor de un pueblo y ofrece la liberación a todas las naciones (cf. Is 53, 1-12), enriquecido este concepto con la imagen apocalíptica del “Hijo del hombre” (cf. Dn 7, 9-2Cool.



La crisis del exilio y los grandes interrogantes:


Durante y después de la triste experiencia del destierro a Babilonia (años 587- 583 a . C) surgen en el pueblo muchas y enriquecedoras reflexiones acerca de su historia, de su origen, del sentido de la vida y del sufrimiento, del hombre, de la muerte, etc. El pueblo de Israel hace una relectura de su pasado desde la óptica de la fe, y así aparecen, por ejemplo, Génesis y los libros sapienciales, que se proponen, sobre todo, hacer una reflexión en torno al significado de la existencia humana.

Especialmente después de exilio, aparece el genero literario “MIDRASH”, como interpretación religiosa de la historia, cuyo ejemplo lo tenemos en los libros como Tobías, Esther, Judith, Ruth y Jonás. Por su parte, aparecen también los libros de Crónicas, Esdras y Nehemías proponiendo un esperanzador desafío de reconstrucción de Israel, como comunidad o Asambleas de Dios, donde de remueve la Alianza con Yahvé, especialmente a través del Culto y la “Toráh ” (ley). Surgen instituciones muy importantes como “el sábado” y la sinagoga, al tiempo que se da una particular importancia a la casta y fundación sacerdotal dentro del pueblo, cuya tarea no se reduce a presidir el culto, sino también tiene que ver con la legítima interpretación de la ley.

En esta fecunda etapa, renace, finalmente, la tendencia a releer y sentir su historia de salvación también desde el ámbito de la oración y la contemplación, oportunidad en la cual se redactan Los Salmos y el Cantar de los Cantares.


La reconstrucción del Templo y la espera del Reino escatológico:

En el año 583 aC vuelven los exiliados de Babilonia y, entre la desilusión de muchos y el entusiasmo de pocos, se reconstruye el Templo de Jerusalén, símbolo concreto de la alianza y de la presencia de Dios en medio de su pueblo (cf. Ne Cool.

La espera del Reino de Dios, con el Mesías Salvador, que desde el tiempo de los reyes se había pensado en términos políticos, recobra fuerzas y el pueblo espera la realización de esta promesa de Yahvé. Sin embargo, las amargas experiencias de derrota, exilio e infidelidad del pueblo y sus jefes, van produciendo un proceso de “idealización” de dicha esperanza; así es como la espera del Salvador se hace “escatológica”, es decir, más allá del tiempo, cuando el Hijo del hombre venza definitivamente las potencias del mal. Es precisamente en este contexto en el que irrumpe en la historia de la salvación la plenitud de los tiempos, con la venida de Cristo, realización de todas las promesas y sello definitivo de la Alianza entre Dios y el pueblo.

Cumplimiento de la Historia de la Salvación: el Nuevo Testamento:


La venida del Hijo de Dios, que asume nuestra naturaleza y nuestra historia, realiza plenamente toda la espera del Mesías y sella de modo excelso el plan salvífico de Dios a favor de la humanidad. En Jesús , en su vida, en sus palabras, en su misterio pascual (pasión-muerte-resurrección), alcanzan sentido y plenitud muchas páginas del Antiguo Testamento que habían anunciado la dignidad y misión del Mesías Salvador. Así pues, Jesús es el Cordero cuya sangre libera al pueblo de la esclavitud (cf. Ex 12, 21-2Cool; es el alimento misterioso y salvífico que sostiene el peregrinaje por el desierto de la vida (cf. Ex 16, 1-9); es el Rey-Mesías prefigurado en David; es el “siervo de Yahvé” anunciado por Isaías. En una palabra, Jesús es el cumplimiento de la esperanza del pueblo de Dios, es el cumplimiento de todo lo anunciado y prefigurado en el Antiguo Testamento.


La Historia de la Salvación continúa en la Iglesia:

La Historia de la Salvación que tiene como eje a Cristo, continúa en la Iglesia y en cada cristiano. No es que la Iglesia sea el Reino de Dios, pero sí es su germen en el mundo. La Iglesia está al servicio del Reino y toda su misión gira en torno a la construcción de ese Reino en los valores de la justicia, la solidaridad, la paz y el amor. Tarea prioritaria de la Iglesia, de cada bautizado que es Iglesia, consiste, pues, en instaurar ya desde aquí el Reino de Dios y de, que tendrán sin embargo su cumplimiento definitivo al final de los tiempos, a través del triple compromiso profético, pastoral y sacerdotal.

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MensajePublicado: Lun Sep 29, 2008 5:44 am    Asunto:
Tema: LA BIBLIA ¿UN LIBRO DESCONCERTANTE O UNA HISTORIA DE AMOR?
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Gracias Pablo Jose, ha estado muy interesante el articulo.

Ya que abristes el tema este y por no abrir otro quiero dejar aqui también un articulo sobre LA BIBLIA Y LA HISTORIA DE LA SALVACIÓN.

LA BIBLIA Y LA HISTORIA DE LA SALVACIÓN


¿Qué le da unidad a la Biblia?



Una vez que hemos iniciado el camino de la lectura de la Palabra de Dios, es muy posible que nos hayamos encontrado con una dificultad o inquietud: nos puede parecer que en la Biblia se habla de todo, de historia de buenos consejos, de leyes antiguas, poesías etc., como si careciera de orden. Ante esa situación nos preguntamos: ¿Qué da unidad a la Biblia? La respuesta es sencilla y maravillosa: JESUCRISTO. En efecto, los 73 libros que conforman la Biblia poseen una asombrosa unidad en Jesucristo, eje de toda la historia de la salvación. El Antiguo Testamento nos habla de Jesús “que va a venir”, lo anuncia y prepara su venida, en tanto que el Nuevo Testamento nos habla del Jesús que “ya vino” y que vendrá de nuevo.

San Pablo, en 1Co 15, 20-28 y Ef 1, 4-12, habla del plan de salvación, según el cual todos los hombres son conducidos al Padre por medio de Cristo. Jesús es la primicia de los resucitados, que nos llevará a la plenitud del Reino de Dios, después de haber destruido el mal. Jesucristo el mal. Jesucristo con su vida, su enseñanza, su muerte y su resurrección es el centro de la historia de la salvación; por eso es de suma importancia que quien se acerque a la Palabra de Dios lo haga desde esta “óptica cristológica”, para que sepa percibir a presencia de Cristo en cada página de la Sagrada Escritura , como El lo enseña a los discípulos de Meaux (cf. Lc 24, 25-27).


¿Qué relación existe entre la Biblia y la Historia de la Salvación?

Una vez que hemos iniciado el camino de la lectura de la Palabra de Dios, es muy posible que nos hayamos encontrado con una dificultad o inquietud: nos puede parecer que en la Biblia se habla de todo, de historia de buenos consejos, de leyes antiguas, poesías etc., como si careciera de orden. Ante esa situación nos preguntamos: ¿Qué da unidad a la Biblia? La respuesta es sencilla y maravillosa: JESUCRISTO. En efecto, los 73 libros que conforman la Biblia poseen una asombrosa unidad en Jesucristo, eje de toda la historia de la salvación. El Antiguo Testamento nos habla de Jesús “que va a venir”, lo anuncia y prepara su venida, en tanto que el Nuevo Testamento nos habla del Jesús que “ya vino” y que vendrá de nuevo.

San Pablo, en 1Co 15, 20-28 y Ef 1, 4-12, habla del plan de salvación, según el cual todos los hombres son conducidos al Padre por medio de Cristo. Jesús es la primicia de los resucitados, que nos llevará a la plenitud del Reino de Dios, después de haber destruido el mal. Jesucristo el mal. Jesucristo con su vida, su enseñanza, su muerte y su resurrección es el centro de la historia de la salvación; por eso es de suma importancia que quien se acerque a la Palabra de Dios lo haga desde esta “óptica cristológica”, para que sepa percibir a presencia de Cristo en cada página de la Sagrada Escritura , como El lo enseña a los discípulos de Meaux (cf. Lc 24, 25-27).


¿Qué relación hay entre historia humana e historia sagrada?

La acción salvadora de Dios a favor de todos los hombres inicia históricamente con una pequeña familia (Abraham) y luego se desarrolla en la historia de un pueblo, aparentemente insignificante para la historia humana: el pueblo de Israel. Este pequeño pueblo fue el escenario de la maravillosa intervención salvífica de Dios. Todo lo que acontecía en aquella pequeña nación, por ser depositaria de la misión divina, se fue revistiendo de carácter sagrado. Por eso todos los acontecimientos, hasta las leyes que reglamentaban su vida social y política, eran interpretados y vividos por los judíos como auténtica intervenciones salvíficas del Señor Yahvé.

Según esto, podríamos llegar a afirmar que para la Biblia no hay diferencia entre historia sagrada e historia profana: las dos formas, más bien, un solo misterio de amor: la manera en que Dios habla al hombre de todos los tiempos, a través de los acontecimientos humanos. Lo importante es que el creyente sepa interpretar y vivir esos acontecimientos humanos cotidianos como verdaderas intervenciones liberadoras y “re-creadoras” de su Dios Creador.


¿Qué se entiende por “Revelación Progresiva”?

Debemos entender por Revelación Progresiva aquel “proceso educativo” de Dios en la Historia de la Salvación. En efecto, cuando leemos la Biblia, especialmente el Antiguo Testamento, nos sorprende encontrar ciertos hechos permitidos por Dios que van en contra del sentido y la moral cristiana; por ejemplo, la poligamia practicada por los patriarcas (cf. Gn 29, 15-30), o los relatos de guerras, matanzas y asesinatos protagonizados por el pueblo de Israel contra pueblos vecinos, como si fueran mandados por el mismo Dios (cf. Jos 6, 21), o los pasajes que indican inferioridad de la mujer frente al hombre (cf. Nm 5, 11-31; Dt 24, 1-4), o las duras condenas a muerte por el incumplimiento de las leyes (cf. Lv 20, 1-21; Jn 8, 1-5).

Estos hechos desconcertantes sólo podemos comprenderlos e interpretarlos correctamente a la luz de un plan histórico de pedagogía del Señor con su pueblo: respetando la libertad, la mentalidad y las costumbres de su tiempo y cultura. Dios lo llevó poco apoco hacia la plena y perfecta revelación en Cristo Jesús. Así como la mamá enseña a caminar a su hijito poco a poco, pasito a pasito, así lo hizo Dios con su pueblo, le fue revelando progresivamente sus misterios, hasta conducirlo a su perfecta revelación en Jesús. Tampoco podemos olvidar que en este diálogo entre Dios y el pueblo de Israel, el señor siempre se manifestó como el Dios fiel, fiel a sus promesas y a su amor; en tanto que Israel se caracterizó por sus frecuentes infidelidades y rupturas de la alianza. Dios no obliga, mas bien comprende y acompaña a su pueblo para que paulatinamente vaya accediendo a la comprensión y vivencia de sus misterios salvíficos, llevados a su plenitud en su Hijo.


¿Qué etapas podemos distinguir en la Historia de la salvación?

Siguiendo las enseñanzas de san Pablo (cf. 1Co 1, 3; 2, 15 y Ef 1, 3-21) podemos sintetizar este plan divino en las siguientes etapas:

Preparación del plan de salvación en la mente de Dios, desde la eternidad, en Cristo.

Preparación de la plenitud de los tiempos (todo el Antiguo Testamento).

Realización de la salvación de su plenitud con Cristo (Evangelios).

Desarrollo de la salvación en el tiempo, por medio de la Iglesia, como nuevo Pueblo de Dios, al servicio del Reino y en marcha hacia El (Hechos de los Apóstoles, Cartas y Apocalipsis).

El término, el final de los tiempos, cuando la historia acabe y se instaure plenamente el Reino de Dios.

Consideremos ahora cómo se especifican y dividen estas grandes etapas de la Historia de la Salvación:


Preparación del pueblo de Dios:

Con la llamada de Abraham por parte de Yahvé (Gn 12) se inicia la experiencia de fe del pueblo. Aunque oficialmente no exista Israel como pueblo, Dios se va revelando a cada uno de los patriarcas, hasta Moisés. Sólo con la experiencia de liberación de la esclavitud de Egipto y su peregrinaje hacia la tierra prometida Israel empieza a tener clara conciencia de ser pueblo de Dios.

Nacimiento del pueblo de Dios:

En la experiencia del desierto y de la alianza en el Sinaí (Ex 20) el pueblo adquiere la convicción de haber sido creado por Dios, y hace alianza con El pueblo responde a través de Moisés, con la “toráh” (es decir, la LEY) y con un culto al único Dios: Yahvé; además sienten que es un pueblo especial y diverso a los demás.

Época de David, prefiguración del Rey-Mesías:

Cuando Israel se instala en Palestina (tierra prometida), cambia su estado de vida; deja de ser pueblo nómada de pastores, y se convierte en un pueblo sedentario de agricultores. El gobierno, hasta entonces estaba en manos de un caudillo o enviado de Dios (Moisés, Josué, os Jueces), se transforma en monarquía, (cf. 1Sm Cool. Esta experiencia de monarquía, relatada por los libros de Samuel, Reyes y Crónicas, es muy rica para la historia de la salvación, en cuanto que Dios continúa su alianza con su pueblo a través del rey.

Hay tres aspectos importantes en la monarquía dentro del pueblo de Israel:

El rey tiene autoridad por sí mismo: Dios sigue siendo el único soberano para su pueblo. Los reyes representan la autoridad de Dios.
El rey, es ante todo, el “ungido”, el consagrado de Yahvé, por ello debe ser reflejo de su santidad, y por eso, cuando el rey se hace indigno, es severamente reprendido por los profetas y decae su poder (cf. 1Sm 15, 9ss).
La figura del rey, especialmente la de David , es también un símbolo o prefiguración del futuro Mesías o Salvador que Dios enviará, es decir, su Hijo Jesucristo (cf. 2 Sm 7, 12-17).


Los educadores del pueblo de Dios: los profetas:


Cuando los reyes de Israel empezaron a ser indignos y a olvidarse de Yahvé, después del rey Salomón (año 930 aC ), no eran más las figuras del Mesías Salvador, pues había alejado su corazón de Dios. El pueblo por su parte se desvió también del camino de Yahvé, siendo infiel ala alianza. En estas circunstancias sobreviene la experiencia de división de Israel en dos reinos, y el doloroso, pero ala vez pedagógico, destierro a Babilonia (año 587 aC ).

En este periodo Dios suscita a los profetas como mensajeros suyos que anuncien su voluntad y denuncien valientemente las infidelidades y desviaciones tanto de los reyes y autoridades, como de la gente del pueblo. Su voz era una invitación a la conciencia del pueblo para recordarle la Alianza con Dios y para afianzar la esperanza en medio de la tribulación del destierro.

Los profetas son hombres que viven profundamente las vicisitudes del pueblo, escuchan fielmente los acontecimientos de la historia, interpretándolos a la luz de la Alianza y la fe Yahvé como hechos salvíficos, y ayudan a construir la esperanza de un reino de salvación y vida abundantes. Con los profetas se purifica la Alianza en una “nueva alianza” y un “corazón nuevo” (cf. Jn 31, 31-34; Ez 36). También en la época profética se purifica la idea del Mesías Salvador; ya no será visto como rey, sino más como el “siervo de Yahvé” que carga con el dolor de un pueblo y ofrece la liberación a todas las naciones (cf. Is 53, 1-12), enriquecido este concepto con la imagen apocalíptica del “Hijo del hombre” (cf. Dn 7, 9-2Cool.



La crisis del exilio y los grandes interrogantes:


Durante y después de la triste experiencia del destierro a Babilonia (años 587- 583 a . C) surgen en el pueblo muchas y enriquecedoras reflexiones acerca de su historia, de su origen, del sentido de la vida y del sufrimiento, del hombre, de la muerte, etc. El pueblo de Israel hace una relectura de su pasado desde la óptica de la fe, y así aparecen, por ejemplo, Génesis y los libros sapienciales, que se proponen, sobre todo, hacer una reflexión en torno al significado de la existencia humana.

Especialmente después de exilio, aparece el genero literario “MIDRASH”, como interpretación religiosa de la historia, cuyo ejemplo lo tenemos en los libros como Tobías, Esther, Judith, Ruth y Jonás. Por su parte, aparecen también los libros de Crónicas, Esdras y Nehemías proponiendo un esperanzador desafío de reconstrucción de Israel, como comunidad o Asambleas de Dios, donde de remueve la Alianza con Yahvé, especialmente a través del Culto y la “Toráh ” (ley). Surgen instituciones muy importantes como “el sábado” y la sinagoga, al tiempo que se da una particular importancia a la casta y fundación sacerdotal dentro del pueblo, cuya tarea no se reduce a presidir el culto, sino también tiene que ver con la legítima interpretación de la ley.

En esta fecunda etapa, renace, finalmente, la tendencia a releer y sentir su historia de salvación también desde el ámbito de la oración y la contemplación, oportunidad en la cual se redactan Los Salmos y el Cantar de los Cantares.


La reconstrucción del Templo y la espera del Reino escatológico:

En el año 583 aC vuelven los exiliados de Babilonia y, entre la desilusión de muchos y el entusiasmo de pocos, se reconstruye el Templo de Jerusalén, símbolo concreto de la alianza y de la presencia de Dios en medio de su pueblo (cf. Ne Cool.

La espera del Reino de Dios, con el Mesías Salvador, que desde el tiempo de los reyes se había pensado en términos políticos, recobra fuerzas y el pueblo espera la realización de esta promesa de Yahvé. Sin embargo, las amargas experiencias de derrota, exilio e infidelidad del pueblo y sus jefes, van produciendo un proceso de “idealización” de dicha esperanza; así es como la espera del Salvador se hace “escatológica”, es decir, más allá del tiempo, cuando el Hijo del hombre venza definitivamente las potencias del mal. Es precisamente en este contexto en el que irrumpe en la historia de la salvación la plenitud de los tiempos, con la venida de Cristo, realización de todas las promesas y sello definitivo de la Alianza entre Dios y el pueblo.

Cumplimiento de la Historia de la Salvación: el Nuevo Testamento:


La venida del Hijo de Dios, que asume nuestra naturaleza y nuestra historia, realiza plenamente toda la espera del Mesías y sella de modo excelso el plan salvífico de Dios a favor de la humanidad. En Jesús , en su vida, en sus palabras, en su misterio pascual (pasión-muerte-resurrección), alcanzan sentido y plenitud muchas páginas del Antiguo Testamento que habían anunciado la dignidad y misión del Mesías Salvador. Así pues, Jesús es el Cordero cuya sangre libera al pueblo de la esclavitud (cf. Ex 12, 21-2Cool; es el alimento misterioso y salvífico que sostiene el peregrinaje por el desierto de la vida (cf. Ex 16, 1-9); es el Rey-Mesías prefigurado en David; es el “siervo de Yahvé” anunciado por Isaías. En una palabra, Jesús es el cumplimiento de la esperanza del pueblo de Dios, es el cumplimiento de todo lo anunciado y prefigurado en el Antiguo Testamento.


La Historia de la Salvación continúa en la Iglesia:

La Historia de la Salvación que tiene como eje a Cristo, continúa en la Iglesia y en cada cristiano. No es que la Iglesia sea el Reino de Dios, pero sí es su germen en el mundo. La Iglesia está al servicio del Reino y toda su misión gira en torno a la construcción de ese Reino en los valores de la justicia, la solidaridad, la paz y el amor. Tarea prioritaria de la Iglesia, de cada bautizado que es Iglesia, consiste, pues, en instaurar ya desde aquí el Reino de Dios y de, que tendrán sin embargo su cumplimiento definitivo al final de los tiempos, a través del triple compromiso profético, pastoral y sacerdotal.

SEA PARA GLORIA DE DIOS
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