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Mortificaciones

 
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gothic__medieval_knight
Veterano


Registrado: 27 May 2008
Mensajes: 1020
Ubicación: Rosario

MensajePublicado: Mar Oct 07, 2008 3:01 pm    Asunto: Mortificaciones
Tema: Mortificaciones
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Que tipos de mortificaciones estan permitidas? Porque el cura me hablo de la mortificacion cristiana, el ayuno seria una de ellas? Porque Josemaria Escriba se mortificaba hasta sangrar, pero me parece que eso esta prohibido, o no? Gracias
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Pau01
Constante


Registrado: 04 Jul 2008
Mensajes: 972
Ubicación: Región Pampeana

MensajePublicado: Mie Oct 08, 2008 3:23 am    Asunto: Re: Mortificaciones
Tema: Mortificaciones
Responder citando

gothic__medieval_knight escribió:
Que tipos de mortificaciones estan permitidas? Porque el cura me hablo de la mortificacion cristiana, el ayuno seria una de ellas?


10 preguntas sobre el sentido de la mortificación cristiana
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¿La mortificación cristiana es una especie de masoquismo?

No, porque la mortificación cristiana no busca el dolor por el dolor. No tiene nada que ver con el masoquismo.


La mortificación cristiana no castiga al cuerpo porque lo considere malo frente al alma, que sería buena.

El cristianismo valora profundamente el cuerpo humano.

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¿Por qué el cristianismo valora tanto el cuerpo humano?

Porque el cristianismo sabe que el cuerpo ha sido creado por Dios y, por tanto, es bueno.


Y sabe, además, que el cuerpo ha sido destinado a la inmortalidad y a la gloria, cuando al fin de los tiempos el cuerpo resucite semejante al Cuerpo Glorioso de Jesucristo
(cfr. Fil 3, 1; Conc. Vaticano II, Const. Gaudium et spes, n. 14).

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Entonces, si lo valora tanto ¿por qué enseña la penitencia que es castigar al cuerpo con el sufrimiento?
El sufrimiento de la penitencia cristiana no es un castigo, sino una búsqueda ordenada de unión con Cristo, por amor.


Estamos ante un misterio. No acabamos de entender del todo por qué Dios quiso redimirnos mediante la obediencia y el sufrimiento de Jesús en la Cruz. Pero es así como nos redimió el Señor.


La mortificación voluntaria cristiana es imitación de la mortificación voluntaria de Jesucristo, que padeció por nosotros y nos alentó para que le imitáramos (1 Pt 2, 21); también en la voluntariedad de la búsqueda de la mortificación.


Jesús murió por amor, y murió porque quiso: “Por esto mi Padre me ama porque doy mi vida para tomarla otra vez. Nadie me la quita sino que yo la doy por mi propia voluntad, y soy dueño de darla y de recobrarla”(Io 10, 17-1Cool.

Nosotros podemos unirnos libremente, voluntariamente, amorosamente, a ese sacrificio por amor, si queremos y si Le queremos.

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Pero... ¿tenemos que hacer lo mismo que Jesús?

Jesús nos dijo claramente: Si alguno quiere venir en pos de mí niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día y sígame (Lc 9, 23).


Es decir: el Señor nos invitó expresamente a hacer mortificación voluntaria, y no sólo a aceptar aquellos sufrimientos que llegan sin buscarlos.


Ese es el sentido de nuestra vida -unirnos a la Cruz de Cristo-, como recuerda santa Teresa:

Que no queramos regalos, hijas; bien estamos aquí; todo es una noche la mala posada. Alabemos a Dios. Esforcémonos a hacer penitencia en esta vida. Mas ¡qué dulce será la muerte de quien de todos sus pecados la tiene hecha y no ha de ir al purgatorio! ¡Cómo desde acá aun podrá ser comience a gozar de la gloria! No verá en sí temor sino toda paz. (Camino de perfección, cap. 40, 9).


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¿No bastó con su sacrificio en la Cruz?

Bastó. El Sacrificio de Cristo es suficiente y sobreabundante para la Redención de todo el género humano; y no sólo no son necesarios otros sacrificios, sino que ningún otro sacrificio es agradable a Dios: la Cruz de Jesús y su renovación sacramental en la Santa Misa, es el único Sacrificio de la Nueva Alianza.


El Señor no quiere que hagamos otros sacrificios; sino que nos unamos con nuestro sacrificio, al único Sacrificio: el sacrificio de la Cruz.

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Se dice que la mortificación corporal cristiana es una costumbre de la Edad Media.

San Pablo escribía muchos siglos antes de la Edad Media, en el siglo I: Estoy cumpliendo en mi carne lo que falta a la Pasión de Cristo, en favor de su Cuerpo, que es la Iglesia(Col 1, 24).

Por tanto, la mortificación corporal es algo para los cristianos de todos los tiempos: del siglo I, del siglo XIII, del siglo XX y del siglo XXI.

Como recordó el Concilio Vaticano II es uno de los modos de la abnegación en que se ejercita el sacerdocio común de los fieles (cfr. Conc. Vaticano II, Const. Dogm. Lumen gentium, n. 10).

¿La mortificación perjudica la salud?

La auténtica mortificación corporal cristiana no debe hacerse nunca de forma desmedida o incontrolada; y por tanto, cuando se vive ordenadamente no perjudica nunca la salud.

La mortificación cristiana sólo perjudica a la pereza, a la blandenguería y a la lujuria (la lujuria, por ejemplo, sí que tiene consecuencias que perjudican gravemente a la salud).

De hecho, las prácticas tradicionales de mortificación en la Iglesia Católica (como el ayuno, el uso del cilicio o de las disciplinas, etc., presentes en la vida de tantos cristianos) son muy poca cosa en comparación con los sufrimientos físicos y morales que han de sufrir diariamente innumerables personas del mundo, por enfermedad, por soledad, marginación, pobreza, etc., con las que la mortificación nos hace más solidarios, de algún modo.


Basta pensar, por ejemplo, en las personas que sufren graves limitaciones físicas, accidentes, etc.

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Muchas personas no entienden el sentido de la mortificación

Depende de aquello a lo que concedan verdadero valor en esta vida. A los que valoran el deporte no les extraña que hayan personas que hagan grandes sacrificios y renuncias para conseguir determinadas metas deportivas, como hacen los los deportistas de élite.


Otros valoran la estética y se mortifican, día tras día, para adelgazar hasta alcanzar la silueta que desean. ¡Incluso se someten a operaciones de quirófano, con riesgo de sus vidas!

El problema no radica en la mortificación en sí misma, sino en su finalidad.

¿En su finalidad?
Hay personas que, igual que hace dos mil años, se escandalizan de la Cruz de Cristo (cfr. 1 Cor 1, 23).


Se escandalizan de que haya cristianos que se mortifiquen, uniéndose a los sufrimientos de Cristo Crucificado y sin embargo no se escandalizan cuando otros se mortifican y se niegan a sí mismos en actividades que exigen altas cotas de renuncia (por ejemplo, para ganar un maratón).


Para entender la mortificación cristiana hay que aceptar la posibilidad de que una persona se esfuerce para alcanzar un fin más alto que un logro deportivo, una buena silueta o una naríz armónica.

Como escribía san Pablo, el atleta es continente en todo, y sólo para alcanzar una corona perecedera; mientras que nosotros la esperamos eterna (1 Cor 9, 25).
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¿Hay más razones para mortificarse?

El hombre experimenta numerosas tendencias opuestas a la dignidad del hombre (soberbia, pereza, concupiscencia de la carne, etc.), que dificultan reconocer la verdad y realizar el bien.

La Revelación divina y la fe muestran el origen de ese desorden interior que hay en el hombre: es el pecado original que, incluso una vez perdonado por Dios, ha privado a la naturaleza humana de la impasibilidad de la que gozaba Adán y además, ha dejado herida esa naturaleza (Conc. Vaticano II, Const. Gaudium et spes, n. 13).


Esas heridas de la naturaleza, debidas al pecado original, pueden agravarse por los pecados personales, que suelen engendrar vicios.


Pero estas heridas pueden también aliviarse: por la gracia divina, que eleva y sana la naturaleza, y por la mortificación cristiana.


La mortificación cristiana ayuda a rechazar los impulsos desordenados y purifica los actos humanos y al mismo hombre.


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¿Y no basta con mortificarse de vez en cuando, por ejemplo, no comiendo carne el día de Viernes Santo?
Los deportistas no se entrenan una vez al año: saben que la continuidad en el entrenamiento es decisiva: si no se avanza, se retrocede.


La mortificación habitual es un medio de avance espiritual: ayuda a identificarse cotidianamente con Jesucristo.


Es un entrenamiento muy necesario para mortificar los impulsos desordenados cuando se presenten, y ayuda a corregir las disposiciones habituales desordenadas.


fuente: http://www.conelpapa.com/cursojovenes/mortificacion/mortificacion.htm


gothic__medieval_knight escribió:
Porque Josemaria Escriba se mortificaba hasta sangrar, pero me parece que eso esta prohibido, o no? Gracias


La verdad no se... ¿Hablás del fundador del Opus Dei?
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Pau01
Constante


Registrado: 04 Jul 2008
Mensajes: 972
Ubicación: Región Pampeana

MensajePublicado: Mie Oct 08, 2008 3:39 am    Asunto: Re: Mortificaciones
Tema: Mortificaciones
Responder citando

pau01 escribió:
gothic__medieval_knight escribió:
Porque Josemaria Escriba se mortificaba hasta sangrar, pero me parece que eso esta prohibido, o no? Gracias
La verdad no se... ¿Hablás del fundador del Opus Dei?


Suponiendo que hablás del fundador del Opus Dei... ¿De dónde sacaste que se mortificaba hasta sangrar? Shocked Recién me entero. Surprised

Gothic, aquí te encontré un artículo interesante, leelo please:

Mons. Javier Echevarría relata cómo el fundador del Opus Dei vivía el espíritu de mortificación:

— El Fundador del Opus Dei alude, en Camino, 856, a la paradoja de que quien sigue el "Caminito de infancia", para hacerse niño, necesita robustecer y virilizar su voluntad . Por esto, me ha parecido oportuno abordar ahora la práctica de la mortificación y la penitencia, el amor a la Cruz, el espíritu de contrición.
Mons. Escrivá de Balaguer practicaba la mortificación y las penitencias corporales, porque las consideraba como un medio indispensable para la vida de unión con Dios y para la eficacia del apostolado. Hablaba con mucha frecuencia de la oración de los sentidos, concretada en el sacrificio corporal e interior y en el espíritu de reparación, que lleva al alma a negarse por amor.

Muchas veces nos habló del sufrimiento de Nuestro Señor Jesucristo. Nos hacía notar que había llegado a esa entrega para borrar todas las deficiencias humanas, movido por un amor lleno de felicidad y de libertad: oblatus est quia ipse voluit! ["¡se entregó porque quiso!: Isaías 53,7"] El 1 de septiembre de 1971, exteriorizaba esa íntima persuasión: “estoy convencido de que es necesario crucificar la memoria, el entendimiento y la voluntad: ¡hay un clavo para cada potencia!”

Quiso que el oratorio donde solía celebrar la Misa, en Roma, se adornase con cardos y rosas. Desde muy joven, repetía el lema per aspera ad astra, que, incluso, utilizó como motivo ornamental. En una oportunidad, al mostrar ese oratorio, comentó: “per aspera ad astra. Para mí estas palabras han sido siempre un despertador: ¡para llegar al Cielo, hay que sufrir, hay que anonadarse, hay que prescindir del propio yo, dejándonos enteramente a disposición de la Voluntad de la Trinidad Beatísima!”

Aceptaba gustosamente la mortificación activa y pasiva: deseaba que el Señor fuese dueño de su vida en todo momento, cuando experimentaba los gozos del trabajo, y cuando tropezaba con el dolor. Pienso que resumen bien esta actitud las siguientes palabras de 1963: “hay que morir poco a poco, por la continua mortificación en mil detalles; y no es para asustarse, porque ha de llegar a ser una cosa tan natural como el latir del corazón. Yo no noto ahora el latir del corazón, pero se mueve, late. ¡Y ay del día en que se pare! Os digo a vosotros lo mismo: en vuestra vida espiritual, la vida del corazón, que es ese latir, ese esfuerzo, es mortificarse en cada instante, y estar en una conversación amorosa con el Señor, acudiendo a la intercesión de María, de José, de los Ángeles Custodios.”
— Es obvio que ese latir continuo supone esfuerzo personal: no es algo natural, automático. Al contrario, suele exigir un plan de mortificaciones, grandes y pequeñas.
En más de una ocasión, nos preguntaba con sencillez: “¿cuántas docenas de mortificaciones acostumbradas tienes?” Cuando le conocí, enfermo de diabetes, observé que realizaba muchos sacrificios encaminados a llevar, con garbo y elegancia, las duras secuelas de esa dolencia.

Se mortificaba principalmente en el cumplimiento del plan de vida; prescindía de sus gustos personales; se atenía estrictamente al horario de la casa, sin concederse dispensas ni excusas, ni siquiera con motivos de enfermedad.
Evitaba, con naturalidad, las posturas cómodas del cuerpo durante el trabajo y durante la convivencia ordinaria: no apoyaba la espalda en las butacas ni en las sillas; o no cruzaba las piernas cuando estaba sentado. Durante años, al final de su vida, utilizó un sillón alto que no le permitía reposar los pies en el suelo.

En 1954 describía así este esfuerzo constante en las cosas diarias, para ofrecérselas al Señor: “no puedo empeñarme en cazar aquí leones; porque, en primer lugar, no los encuentro, y, en segundo término, si no estoy en guardia, vigilante, cortando todo lo que no me une a Dios, no seré capaz de ver nada de lo que me pide. En cambio, buscando esa finura de amor, de delicadeza en las cosas pequeñas, nuestra vida diaria, de la mañana a la noche, es un servicio, una continua penitencia para dar gloria a Dios. Y ese trabajar en lo poco, in pauca fidelis! , nos sirve, además, de humillación, porque llegamos a la noche con el convencimiento de que no valemos nada. En el examen, yo tengo que decir muchas veces: Josemaría no está contento de Josemaría; porque hay muchas cosas que podía haber hecho y no las he querido hacer. Si no nos ejercitamos en las cosas pequeñas, nos creeríamos soberbiamente vencedores; ya que, con una falsa experiencia, pensaríamos que en lo grande seríamos fieles y, sin embargo, está la realidad cotidiana de que en lo pequeño tantas veces no somos generosos.”

Un capítulo clásico de la ascética cristiana versa sobre la mortificación en las comidas. Evoca el ejemplo de Jesucristo, que ayunó en el desierto (Mateo 4,2), pasó hambre en el camino (Mateo 21,1Cool y sintió los ardores de la sed (Juan 4,7).
No probaba alimento alguno fuera de las horas de las comidas. Los almuerzos duraban pocos minutos cuando no tenía visitas. A temporadas tampoco tomaba sal, y no ponía azúcar en el café con leche, ni después de la curación de la diabetes. Ha habido épocas —siempre con permiso de su director espiritual— en las que seguía dos o tres días de ayuno riguroso, con sólo un poco de agua y un trozo de pan.

No dejaba nada en el plato, estuviese soso o salado, pasado o poco hecho. Procuraba servirse más de lo que le apetecía menos, y menos de lo que le apetecía más. Se tomaba los alimentos cuando —sin culpa de nadie— estaban estropeados; y si pensaba que podían perjudicar a la salud, se abstenía, pero sin pedir otra cosa.

En muchas comidas teníamos que instarle a que bebiera agua, porque tomaba muy poca el día. Esta mortificación venía de antiguo, pues a veces se fijaba como meta no probar más que la de las abluciones de la Misa.

Respecto a las bebidas, la mayor parte de su vida ni siquiera llegaba a beber un vaso de vino, en el almuerzo. Con el correr del tiempo, por su insuficiencia renal, el médico le prescribió agua mineral de Fiuggi, muy corriente en Italia. En los tres o cuatro últimos años de su vida, también por indicación médica, se cambió por agua de Evian, de composición salina diferente, porque los análisis indicaban que perdía muchísimo potasio. Le suponía una mortificación tomar fuera de las comidas la cantidad —un litro— que señalaron los médicos, pero además tendía a reducirla en las comidas, y teníamos que insistirle, especialmente en las épocas en que aprieta el calor en Roma.

Cuando recibía visitas, por su hospitalidad, procuraba que se preparasen menús bien presentados. Pero se las arreglaba para pasar con lo imprescindible sin concederse ninguna compensación, buscando lo menos apetitoso y más vulgar. Muchos de los invitados han comentado posteriormente que les edificaba su señorío, pues nunca se sentían coaccionados para dejar de servirse normalmente.

Aunque entendía que la mortificación más agradable al Señor es el fiel cumplimiento del deber, perfectamente acabado, practicó además, duras penitencias corporales. Junto a razones teológicas profundas, se descubre también ahí el “espíritu deportivo” con que afrontaba la lucha ascética.
Usó siempre las disciplinas y el cilicio, de acuerdo con el director espiritual. Durante una temporada —en los años más duros de la diabetes, en Roma—, hubo de dejarlo por prohibición médica: cualquier herida, por pequeña que fuese, le producía llagas purulentas que agravaban su estado de salud.

Observaba en su vida lo que siempre enseñó: “cuando se ama de verdad, no hay sacrificio costoso; el amor todo lo espera y todo lo entrega. La Pasión de Cristo sólo tiene una explicación en el amor. Mortificación: oración del cuerpo y del alma. Pon amor y te parecerá poco todo lo que haces.”

Del libro: Memoria del Beato Josemaría Escrivá, Javier Echevarría Rodríguez y Salvador Bernal Fernández, Madrid 2000
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Maria Fernanda Colmeiro
Asiduo


Registrado: 19 Jul 2008
Mensajes: 476
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MensajePublicado: Mie Oct 08, 2008 9:46 am    Asunto: Re: Mortificaciones
Tema: Mortificaciones
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Cita:
gothic__medieval_knight escribió:
Que tipos de mortificaciones estan permitidas? Porque el cura me hablo de la mortificacion cristiana, el ayuno seria una de ellas? Porque Josemaria Escriba se mortificaba hasta sangrar, pero me parece que eso esta prohibido, o no? Gracias


Hola gothic, te han explicado el sentido de la mortificación cristiana, no hablaremos de lo que hizo o dejó de hacer un santo concreto.

Tu mortificación como la mía, empieza por procurar que sea discreta, que no parezca que se está haciendo. Hay mil maneras de mortificarse, yo te puedo citar algunas, a las que tú irás añadiendo las que te parezcan mas apropiadas para tí.

Voy en un autobús, en vez de sentarme pues voy de pie y se lo ofrezco a Dios como pequeña ayuda a la corredención.

No digo la palabrota que le diría a zutano (que se la merece) y ejerciendo la caridad me callo.

No me como ese maravilloso dulce que me había guardado para el postre y se lo doy al que tengo al lado que sé que le encantará.

No me apetece atender en clase pues estoy cansado, lo hago y se lo ofrezco a Dios.

Cuántas horas de estudio o de trabajo seguidas, pues me pongo un plan concreto de tiempo y paradas y me obligo a cumplirlo.

Cómo me apetece hoy este juego de ordenador, pero mira se lo voy a ofrecer a Jesús y hoy no juego.

De cuantas maneras podría responder en estos foros, pero me paro, lo pienso y lo rezo y lo que iba a decir procuro hacerlo con la mayor caridad posible (exige un esfuerzo, pero lo ofrezco).

Hay cosas que para unas personas no suponen un esfuerzo y para otras es una gran mortificación. Al final uno sabe como rellenar ese pequeño rosario de mortificaciones que agradan a Dios pues son pequeñas negacioens a nuestro ego. Son pequeñas luchas diarias que nos acercan a Jesucristo Dios y Hombre.

Luego hablamos de otras mortificaciones un poco mas dificiles que debemos hablarlas con nuestro director espiritual y él nos dirá si son convenientes para nosotros o no. Bueno, realmente debemos comentarselas todas para que vaya viendo como va nuestra lucha interior. Hacer esto a veces también supone una mortificación.

Que Dios te bendiga y te ayude. (A todos)
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Que el camino venga a tu encuentro, Que el viento sople siempre a tu espalda, Que el sol ilumine siempre tu rostro, Que la lluvia caiga suavemente en tu campo, y hasta que volvamos a vernos...
que Dios te guarde en la palma de su mano.
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Pau01
Constante


Registrado: 04 Jul 2008
Mensajes: 972
Ubicación: Región Pampeana

MensajePublicado: Mie Oct 08, 2008 7:00 pm    Asunto:
Tema: Mortificaciones
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Maria Fernanda Colmeiro: Me gustó tu respuesta. Bien sencilla, con ejemplos de mortificaciones en la vida cotidiana y hasta cómo aplicarlo en el foro Wink

Sólo quiero resaltar que en la mayoría de los casos, las pequeñas mortificaciones diarias que debemos experimentar están mas unidas a lo que tiene que ver con la soberbia, la pereza, la concupiscencia de la carne, etc., y todo lo que tiene relación con los desórdenes interiores y vicios.
Pero, tales deficiencias pueden subsanarse por la gracia divina, que eleva y sana la naturaleza, y por la mortificación cristiana.

Bendiciones.
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