terramnovam Esporádico
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Publicado:
Vie Feb 10, 2006 5:15 pm Asunto:
EL ESPOSO ATORMENTADO
Tema: EL ESPOSO ATORMENTADO |
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EL ESPOSO ATORMENTADO
Y tú esposo, que tanto te torturas, amargando tu vida, tu matrimonio y tu familia. ¡Tantos son tus sufrimientos como haces sufrir a los que amas! No es sano ese sufrimiento que te atormenta, sino destructivo. No es el que quiere Dios, sino instrumento del que se vale el demonio, para dañar tu vida, tu matrimonio, y hacerte infeliz y contigo toda tu casa.
Aparece el mundo tan prometedor y exigente, lleno de cosas, de recursos, privilegios y exigencias. Tanta oferta atractiva a la que tú desearías acceder y no puedes. Tanto privilegio que te es vedado. Tus hijos, a los que no puedes dar todo lo que desearías. Quisieras que nada les faltara. Y a tu esposa quisieras proveerla de todo lo que necesita. Quisieras ser el perfecto proveedor de la familia, y llenarte de orgullo dándoles un precioso y amplio hogar, que fuera la dicha de los tuyos y la envidia de todos. Quisieras tener un arrogante automóvil. Que no faltara nada en tu casa de lo que el mundo dice que debe tener tu hogar, vivir según los cánones que marca el mundo. Satisfacer también todas las apetencias de tus hijos, no todas necesarias, pero no quieres frustrarles, no aparecer ante la sociedad como que "tú no puedes". Tratando y luchando para parecer "un vencedor", un hombre realizado. Pero realizado al modo del mundo, claro, que no de Dios. ES EL MUNDO QUIEN TE HA SEDUCIDO. Y ahora te has convertido en su víctima. Tú piensas que lo haces por el servicio a tu familia, pero no, lo haces porque tu vanidad, tu amor propio, no te permite otro camino. No quieres aparecer ante el mundo, ante tus vecinos, y tu gente, como un "perdedor", tal como el mundo concibe al perdedor. AL FINAL ES EL MUNDO TU DIOS, AL QUE TÚ OBEDECES, Y QUIEN TE JUZGA. Has renunciado a los caminos y jucios de Dios. Crees en Dios de corazón pero no le crees de obra, pues a la hora de la verdad, es el mundo quien decide, y quien te juzga. Pues quien se deja juzgar por Dios, no admite los juicios del mundo. Y si siendo pobre, se sabe aceptado por Dios, no admite ni reconoce el desprecio que el mundo hace a los que no siguen sus cánones de vida, su estilo de vida. Quien siendo perdedor ante el mundo, se sabe aceptado por Dios, no admite juicios del mundo, y se sabe ganador, porque tiene lo más importante: la fe y a Dios. Se sabe ganador, el hombre que se sabe amado de Dios.
¿Y quién se sabe amado de Dios?
El hombre que hace lo que Dios pide y manda. El hombre de fe, humilde y bueno. Que sigue los caminos que Dios le enseña. El hombre, que aún solo e incomprendido, se fía de Dios más que de sí mismo, más que de todos los hombres, y aún contra todos si fuera necesario, sigue confiando que la Palabra de Jesús es certera y que de ella se puede uno fiar. Ese hombre es un esposo de verdad, y ese esposo es un hijo de Dios de verdad. Aquél que se fía de Dios, es digno de fiar. Es referencia moral firme para su esposa, y para sus hijos. Su esposa ve en él un apoyo moral firme, estable y seguro, porque Dios en quien el esposo ha puesto su fe hace de aval ante ella, SUS HIJOS VEN EN ÉL UN IDEAL, aún en medio de su pobreza, o incapacidad, aunque no responda a los modelos ideales del mundo. Aunque el mundo vea en él a un fracasado. LOS QUE LE AMAN LE AMAN. Porque el amor de la esposa y de los hijos, es distinto, y ellos no valoran a un padre o a un esposo, por sus méritos ante el mundo, sino por su corazón y entrega de su persona hacia su familia. Y LO QUE LA ESPOSA ESPERA DE UN ESPOSO ES A "UN ESPOSO" Y QUE LA AME CON TODO SU CORAZÓN. Y LO QUE LOS HIJOS ESPERAN DE UN PADRE ES A "UN PADRE", Y QUE LOS AME CON TODA SU ALMA. ¡¡¡NADA MÁS!!! Que se preocupe de sus cuerpos, pero también de sus almas, que les levante de sus errores y momentos de debilidad, unas veces con dulzura, otras con autoridad.
Cuando uno se deja seducir por las propuestas del mundo, esas sugerencias se convierten en fantasmas que deambulan por la mente torturándonos. Planificados fueron por el demonio, para engañarnos, seduciendo nuestra vista y orgullo con toda clase de bienes deseables, para que pensases que SÓLO COMPRANDO ESOS OBJETOS Y BIENES PODRÁS SER FELIZ TÚ Y TU FAMILIA. Así te vas llenando de frustraciones, luego de amargura, luego de rabia, malestar, sufrimiento inútil y amargo, con el que destruyes todo tu hogar y la felicidad del matrimonio. Tu esposa que te ve no te comprende, ella sólo te ama, y sólo espera de ti una correspondencia que no llega. Tú en cambio andas irritado, todo te molesta. El mal humor se convierte en ira y hasta en violencia verbal contra tu esposa. Tu esposa no entiende nada. No sabe qué te pasa. Y ES QUE TODOS ESOS DEMONIOS DEL MUNDO TE PERTURBAN. Esos a los que tú has dado entrada en tu mente gracias a tu vanidad.
ASÍ ES EL HOMBRE SEDUCIDO POR EL MUNDO, lleno casi siempre de muy buena intención: la de servir en todo a su familia. ¿Pero cómo?. ¿Sirviéndola al modo como te dice Dios? ¡NO! Sirviéndola al modo que dice el mundo, queriendo comprar la felicidad del hogar con dinero. No en base al alma, al corazón, y al servicio humilde y generoso, el de un verdadero esposo, y de un verdadero padre. Sino queriendo adquirir la felicidad familiar al precio que sea, pero empaquetado en la estantería de un supermercado. Y si para eso, tiene que trabajar noche y día, lo hará, y así completa el fraude y engaño. No apareciendo por el hogar en todo el día. Desatendiendo a la esposa y a los hijos, privándoles de su amor, de su presencia, de su guía.
No temas ser pobre. Como Jesús, María y José fueron pobres.
Eso sí, preserva lo más básico para tu familia: un techo, comida, educación, salud, etc. Pero reniega de todo lo demás. No ambiciones ningún lujo, ni pretendas aparecer como rico o potente ante el mundo. No te valores por como el mundo te valora. Sino por como te valora Dios, y por cómo te aman tu esposa y tus hijos. Sé un humilde esposo. Un siervo de Dios primero, pero también hazte siervo de tu esposa, sírvela, ámala, y a tus hijos, sírveles, ámales, y ellos también a ti. Pero todo esto según el ejemplo que Jesucristo nos enseñó. Sabiendo que amando y sirviendo así, estás enalteciendo tu alma, y asegurando tu salvación.
Tu esposa lo único que quiere de ti es un corazón humilde que la sirva, ame y corresponda. Y eso, tan solo eso, hará sentir tan felizmente orgullosa a tu esposa, que llenará de felicidad todo tu hogar, y tú te llenarás de dicha con ella y con todo lo que contemplarás, LA RESURRECCIÓN DE TU FAMILIA.
Toma el ejemplo de Cristo, en Él verás al perfecto esposo. Así como él vivió y trató a Su Madre. Así trata tú a tu esposa. Siempre cercano, siempre dispuesto, siempre servicial, humilde en su profesión y en su carácter. Con una pequeñita casita en la que vivían. UN HOGAR DONDE NO REINEN LAS COSAS, SINO LAS VIRTUDES.
Ese es tu hogar. |
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