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Sesión 14. Apéndice. Eucaristía en situaciones de la vida
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cecilia espejo
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Registrado: 05 Sep 2008
Mensajes: 1

MensajePublicado: Vie Dic 05, 2008 10:38 pm    Asunto:
Tema: Sesión 14. Apéndice. Eucaristía en situaciones de la vida
Responder citando

¿Porqué es tan importante el silencio para encontrarnos con Dios?

Eucaristía y silencio
La vida crece silenciosamente en el oscuro seno de la tierra y en el seno silencioso de la madre. La primavera es una inmensa explosión, pero una explosión silenciosa.

Dios fue silencioso durante muchos siglos, y en ese silencio se gestaba la comunicación más entrañable: el diálogo entre Padre, Hijo y Espíritu Santo.

¿Qué es el silencio?

Es esa capacidad interior de saber estar reposado, calmado, controlando y encauzando los sentidos internos y externos. Es esa capacidad de callar, de escuchar, de recogerse. Es esa capacidad de cerrar la boca en momentos oportunos, de calmar las olas interiores, de sentirse dueño de sí mismo y no dominado o esclavo de sus alborotos.

Uno de los males de la actualidad es el aburrimiento, que se origina de la incapacidad del hombre de estar a solas consigo mismo. El hombre de la era atómica no soporta la soledad y el silencio, y para combatirlos echa mano de un cigarrillo, una radio, la televisión, y para evadirse del silencio se echa ciegamente en brazos de la dispersión, la distracción y la diversión.

¿Para qué sirve el silencio?

Es muy útil para reponer fuerzas, energías espirituales, calmarse, para encontrarnos con nosotros mismos, para conocernos mejor, más profundamente.

Es imprescindible para ser creativos. Todo artista, científico, pensador, necesita desplegar en su interior un gran silencio para poder generar percepciones, ideas, creaciones. Los grandes genios del arte y de la literatura fueron hombres que dedicaban mucho tiempo al silencio. Y de esos momentos de silencio brotaron las grandes obras. Es lo que llamamos el silencio creador, fecundo, productivo.

Es condición indispensable para escuchar y encontrarnos con Dios. Jamás le escucharemos si estamos sumergidos en el oleaje de la palabrería, dispersión, agitación. El encuentro con Dios se da en el silencio del alma. Así lo dice santa Teresa de Jesús: “Pues hagamos cuenta que dentro de nosotros está un palacio de grandísima riqueza, todo su edificio de oro y piedras preciosas –en fin, como para tal Señor-, y que sois vos parte de que aqueste edificio sea tal, como a la verdad lo es (que es ansí, que no hay edificio y de tanta hermosura como un alma limjpia y llena de virtudes, y mientras mayores, más resplandecen las piedras), y que en este palacio está este gran Rey y que ha tenido por bien ser vuestro Padre y que está en un trono de grandísimo precio, que es vuestro corazón” (Camino de perfección, 28, 9).

Y san Juan de la Cruz nos susurra al oído: “El alma que le quiere encontrar ha de salir de todas las cosas con la afición y la voluntad, y entrar dentro de sí mismo con sumo recogimiento. Las cosas han de ser para ella como si no existiesen...Dios, pues, está escondido en el alma y ahí le ha de buscar con amor el buen contemplativo, diciendo: ¿A dónde te escondiste?” (Cántico espiritual, 1, 6).


¡El valor del silencio!

Las grandes decisiones en la vida nacieron de momentos de silencio.

Necesitamos del silencio para una mayor unificación personal. La mucha distracción produce desintegración y ésta acaba por engendrar desasosiego, tristeza, angustia.

Hay diversas clases de silencio.

Jesús nos dijo: “cierra las puertas”. Cerrar las puertas y ventanas de madera es fácil. Pero aquí se trata de unas ventanas más sutiles, para conseguir ese silencio.

Está, primero, el silencio exterior, que es más fácil de conseguir: silencio de la lengua, de puertas, de cosas y de personas. Es fácil. Basta subirse a un cerro, internarse en un bosque, entrar en una capilla solitaria, y con eso se consigue silencio exterior.

Pero está, después, el silencio interior: silencio de la mente, recuerdos, fantasías, imaginaciones., memoria, preocupaciones, inquietudes, sentimientos, corazón, afectos. Este silencio interior es más difícil, pero imprescindible para oír a Dios e intimar con Él.

Los enemigos del silencio son la dispersión, el desorden, la distracción, la diversión, la palabrería, la excesiva juerga, risotadas, la velocidad, el frenesí, el ruido.

¿Qué relación hay entre eucaristía y silencio?

El mayor milagro se realiza en el silencio de la eucaristía. Las más íntimas amistades se fraguan en el silencio de la eucaristía. Las más duras batallas se vencen en el silencio de la eucaristía, frente al Sagrario. La lectura de la Palabra que se tiene en la misa debe hacerse en el silencio del alma, si es que queremos oír y entender. El momento de la Consagración tiene que ser un momento fuerte de silencio contemplativo y de adoración. Cuando recibimos en la Comunión a Jesús ¡qué silencio deberíamos hacer en el alma para unirnos a Él! Nadie debería romper ese silencio.

Las decisiones más importantes se han tomado al pie del silencio, junto a Cristo eucaristía. ¡Cuántas lágrimas secretas derramamos en el silencio! Juan Pablo II cuando era Obispo de Cracovia pasaba grandes momentos de silencio en su capillita y allí escribía sus discursos y documentos. ¡Fecundo silencio del Sagrario!

Así lo narra Juan Pablo II en su libro “¡Levantaos! ¡Vamos!”: “En la capilla privada no solamente rezaba, sino que me sentaba allí y escribía...Estoy convencido de que la capilla es un lugar del que proviene una especial inspiración. Es un enorme privilegio poder vivir y trabajar al amparo de este Presencia. Una Presencia que atrae como un poderoso imán...” .

Preguntemos a María si el silencio es importante. El silencio de la Virgen no es un silencio de tartamudez e impotencia, sino de luz y arrobo...Todos hablan en la infancia de Jesús: los ángeles, los pastores, los magos, los reyes, Simeón, Ana la Profetisa...pero María permanece en su reposo y sagrado silencio. María ofrece, da, recibe y lleva a su Hijo en silencio. Tanta fuerza e impresión secreta ejerce el silencio de Jesús en el espíritu y corazón de la Virgen que la tiene poderosamente y divinamente ocupada y arrebatada en silencio.




¿Cómo debemos manejar el sufrimiento de cara a la Eucaristía?



El abandono de muchos que no vienen al Señor, que no lo visitan, que no lo reciben en la comunión.
La profanación brutal de quienes entraron en las Iglesias, saquearon, rompieron, abrieron Sagrarios, tiraron y pisotearon las Hostias consagradas.
Los sacrilegios de quienes comulgaron sin las debidas disposiciones del alma, es decir, estando en pecado grave.
Las distracciones de tantos cristianos que vienen a misa y están mirando quién entra, quién sale, quién pasa.

La falta de unción, delicadeza de los sacerdotes que no celebran la misa con fervor, con atención, pues la celebran con prisa, rápidamente, tal vez omitiendo una lectura, el sermón.
Iglesias destartaladas, llenas de polvo, manteles sucios, cálices en mal estado.
Comuniones en manos sucias, partículas consagradas que se pierden, donde está también todo entero Jesús Eucaristía.

Gente que habla durante la misa o en alguna otra ceremonia litúrgica.
Sufrimientos porque no hay sacerdotes que puedan celebrar la eucaristía en tantos pueblos.
Burlas, risas, carcajadas de gente sin fe, sin respeto, irreverentes.

¡Lo que no ha sufrido Jesús a lo largo de estos veintiún siglos! ¡Cómo le gustaría a Él salir, airearse, gritar que nos ama! Y sin embargo está encerrado, en silencio, como el eterno prisionero.

¿Cómo sufre Jesús estos atropellos?

Con paciencia y en silencio, al igual que cuando Judas en la pasión llegó y lo besó con beso traicionero y los enemigos lo atacaron, lo escupieron, lo golpearon. Él nada dijo, calló y sufrió en silencio. Así también ahora en la eucaristía sufre todas estas ofensas con gran paciencia, esperando que algún día valoremos y respetemos en su justa medida este Sacramento del Altar.

Sufre también con amor. Quiere ganarnos a base de amor, atrayéndonos con lazos de amistad. Este amor es un amor de entrega, de sacrificio.

Y con dolor. Sufre una vez más su pasión y muerte.

¿Por qué y para qué sufrir?

El problema está en sufrir sin sentido. Y es este sufrimiento sin sentido el que escuece y levanta las rebeldías, a veces hasta las alturas de la exageración. Y hay quienes se cierran a cal y canto, y reaccionan ciegamente en medio de un resentimiento total y estéril en que acaban por quemarse por completo.

¿Qué hacemos con el dolor?

Está la actitud de quienes lo quieren eliminar. De hecho, la medicina busca este objetivo. El sufrimiento físico que se pueda eliminar, no está mal.

Asimilarlo. Para participar con Cristo en la redención. “Sufro en mi carne lo que falta a los sufrimientos de Cristo por su cuerpo, que es la Iglesia”. Como Job, que después de todas las luchas, ya no formula preguntas, ni defiende su inocencia, sino que queda en silencio, dobla las rodillas y se postra en el suelo hasta tocar su frente con el polvo, y adora: “Sé que eres poderoso, he hablado como un hombre ignorante. Por eso retracto mis palabras, me arrepiento en el polvo y la ceniza” (Job 42, 1-6).

Está claro: adorando, todo se entiende. Cuando las rodillas se doblan, el corazón se inclina, la mente se calla ante enigmas que nos sobrepasan definitivamente, entonces las rebeldías se las lleva el viento, las angustias se evaporan y la paz llena todos los espacios de nuestra alma.

Soledad física, la ausencia total de compañía humana que puede sufrir una persona en determinadas circunstancias, o la ausencia momentánea o definitiva por haber muerto determinada persona que nos resultaba muy querida. ¡Cuántas veces Jesús aquí, en la eucaristía, sufre esta soledad física, cuando nadie lo visita! Pienso en aquellas iglesias cerradas, o en las abiertas, donde apenas entra un vivo. 

Ya Jesús en su vida terrena sufrió esta soledad en Getsemaní y en el Calvario. María también experimentó esta soledad física al perder a su Hijo en el templo, y después en la Cruz. 

¡No dejemos solo a Jesús en la eucaristía! Que siempre tengamos la delicadeza con Él de visitarlo durante el día. Él sufre y experimenta esta soledad y yo puedo hacerle más llevadero ese sentimiento humano. Podemos llenar esta soledad de Cristo con nuestra compañía íntima.

Existe también la soledad psicológica, que consiste en sentir o percibir que las personas que nos rodean no están de acuerdo con nosotros o no nos acompañan con su espíritu. ¡Cuántas veces Jesús aquí, en la eucaristía, sufre también esta soledad! Percibe que alguno de nosotros no está de acuerdo con su mensaje, hace lo contrario de lo que Él enseña, en su Evangelio. O están sí, pero fríos, inactivos, inconscientes, distraídos, dispersos. Por lo mismo están en otra cosa. 

Ya en su vida terrena Jesús sufrió esta terrible soledad psicológica. ¡Cuántos de los que lo acompañaban no estaban de acuerdo con Él y discutían: fariseos, saduceos, jefes. O incluso sus mismos apóstoles no lo acompañaban en todo. Tenían otros anhelos y ambiciones muy distintas a los de Jesús. 

María también experimentó esta soledad psicológica, sobre todo en la pasión y muerte de su Hijo. Se daba cuenta de que la mayoría no había captado como Ella la necesidad de la muerte de Jesús. ¿Dónde están los curados? ¿Dónde están los frutos de la predicación de mi Hijo? ¡Ni siquiera los Apóstoles captaron el sentido de la misión de su Hijo! Hagamos más suave esta soledad de Jesús teniendo en nuestro corazón esos mismos sentimientos.

Está también la soledad espiritual, que es la que experimenta el alma frente a las propias responsabilidades en las relaciones con Dios. Es la soledad que uno siente frente a Dios; es la soledad de quien sabe que sólo él y nadie más que él debe responder un “sí” o un “no” libres ante Dios. 

Aquí en la eucaristía Jesús sufre también esta soledad. Solo Él sabe que debe quedarse aquí para siempre. Debe afrontar solo Él todos los agravios, sacrilegios, profanaciones. Él sabe y sólo Él, quien debe estar vigilante las veinticuatro horas del día, los treinta días del mes, los doce meses del año. ¡Él tiene que responder!, nadie puede sustituirlo. Independientemente que le hagamos caso o no. En su vida terrena Jesús experimentó esta soledad espiritual. Hasta parecía que su mismo Padre lo dejó solo. Y María misma sufrió esta soledad.

Aunque es verdad que a veces la situación de soledad puede dar la impresión de tristeza o sufrimiento, tengamos la seguridad de que dicha soledad está llena de Dios, si la unimos a la soledad de Cristo.


¿Cómo deberíamos vivir esta soledad?

Con amor y confianza. Dios es nuestra compañía segura; con serenidad. No tiene que ser soledad angustiosa, turbada, sino serena.

Debemos vivir la soledad también con reflexión. Es un momento para reflexionar más, rezar más. Nos capacitaría para después salir con más riqueza y repartirla a los demás.

Oración

Jesucristo Eucaristía, no queremos dejarte solo aquí en el Sagrario. Queremos hacer de tu Sagrario, nuestro lugar de recreación, de gozo profundo, de compañía íntima. Queremos llenar tu soledad con la música deliciosa y serena de nuestro corazón.

¡Qué pobres serían nuestras vidas sin tu compañía!


¿Porqué la Eucaristía da fuerzas para el martirio?


Uno de los objetivos del Año Santo fue el recuerdo de los mártires. ¿Cuántos han sido mártires de la eucaristía?





Para los primeros cristianos la eucaristía estaba unida a la capacidad de martirio. Para esos cristianos ya encarcelados, la eucaristía les daba fuerzas para soportar todo dolor y sufrimiento.




¿Por qué la eucaristía da fuerzas para el martirio? Porque en la eucaristía recibimos el Cuerpo y la Sangre de Cristo, que murió mártir, y que nos llena de bravura, de fuerza para afrontar cualquier situación adversa. Quien comulga con frecuencia tendrá en sus venas la misma Sangre de Cristo, siempre dispuesta a entregarla y derramarla cuando sea necesario por la salvación del mundo.

Si hoy claudican tantos cristianos, si hay tanto miedo en demostrar que somos cristianos, si hay tanto cálculo, miramiento, cobardía en la defensa de la propia fe, si hoy se pierde con relativa facilidad la propia fe y se duda de ella o se pasa a sectas, ¿no será porque nos falta recibir con más conciencia, fervor y alma pura la eucaristía?

El efecto número uno de la eucaristía es la capacidad de sufrir cualquier cosa por Cristo.


Eucaristía y matrimonio
Antes de dar la relación entre ambos sacramentos, repasemos un poco la maravilla del matrimonio.

Es Dios mismo quien pone en esa mujer y en ese hombre el anhelo de la unión mutua, que en el matrimonio llegará a ser alianza, consorcio de toda la vida, ordenado por la misma índole natural al bien de los cónyuges y a la generación y educación de los hijos.

El matrimonio no es una institución puramente humana. Responde, sí, al orden natural querido por Dios. Pero es Dios mismo quien, al crear al hombre y la mujer, a su imagen y semejanza, les confiere la misión noble de procrear y continuar la especie humana.

El matrimonio, de origen divino por derecho natural, es elevado por Cristo al orden sobrenatural. Es decir, con el Sacramento del Matrimonio instituido por Cristo, los cónyuges reciben gracias especiales para cumplir sus deberes de esposos y padres de familia.

Por tanto, el Sacramento del Matrimonio o, como se dice, el “casarse por Iglesia” hace que esa comunidad de vida y de amor sea una comunidad donde la gracia divina es compartida.

Por su misma institución y naturaleza, se desprende que el matrimonio tiene dos propiedades esenciales: la unidad e indisolubilidad. Unidad, es decir, es uno con una. Indisolubilidad, es decir, no puede ser disuelto por ninguno. El pacto matrimonial es irrevocable: “Hasta que la muerte los separe”.

No olvidemos que los ministros del Sacramento son los mismos contrayentes. El sacerdote sólo recibe y bendice el consentimiento.
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cecilia espejo
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MensajePublicado: Vie Dic 05, 2008 10:39 pm    Asunto:
Tema: Sesión 14. Apéndice. Eucaristía en situaciones de la vida
Responder citando

¿Porqué es tan importante el silencio para encontrarnos con Dios?

Eucaristía y silencio
La vida crece silenciosamente en el oscuro seno de la tierra y en el seno silencioso de la madre. La primavera es una inmensa explosión, pero una explosión silenciosa.

Dios fue silencioso durante muchos siglos, y en ese silencio se gestaba la comunicación más entrañable: el diálogo entre Padre, Hijo y Espíritu Santo.

¿Qué es el silencio?

Es esa capacidad interior de saber estar reposado, calmado, controlando y encauzando los sentidos internos y externos. Es esa capacidad de callar, de escuchar, de recogerse. Es esa capacidad de cerrar la boca en momentos oportunos, de calmar las olas interiores, de sentirse dueño de sí mismo y no dominado o esclavo de sus alborotos.

Uno de los males de la actualidad es el aburrimiento, que se origina de la incapacidad del hombre de estar a solas consigo mismo. El hombre de la era atómica no soporta la soledad y el silencio, y para combatirlos echa mano de un cigarrillo, una radio, la televisión, y para evadirse del silencio se echa ciegamente en brazos de la dispersión, la distracción y la diversión.

¿Para qué sirve el silencio?

Es muy útil para reponer fuerzas, energías espirituales, calmarse, para encontrarnos con nosotros mismos, para conocernos mejor, más profundamente.

Es imprescindible para ser creativos. Todo artista, científico, pensador, necesita desplegar en su interior un gran silencio para poder generar percepciones, ideas, creaciones. Los grandes genios del arte y de la literatura fueron hombres que dedicaban mucho tiempo al silencio. Y de esos momentos de silencio brotaron las grandes obras. Es lo que llamamos el silencio creador, fecundo, productivo.

Es condición indispensable para escuchar y encontrarnos con Dios. Jamás le escucharemos si estamos sumergidos en el oleaje de la palabrería, dispersión, agitación. El encuentro con Dios se da en el silencio del alma. Así lo dice santa Teresa de Jesús: “Pues hagamos cuenta que dentro de nosotros está un palacio de grandísima riqueza, todo su edificio de oro y piedras preciosas –en fin, como para tal Señor-, y que sois vos parte de que aqueste edificio sea tal, como a la verdad lo es (que es ansí, que no hay edificio y de tanta hermosura como un alma limjpia y llena de virtudes, y mientras mayores, más resplandecen las piedras), y que en este palacio está este gran Rey y que ha tenido por bien ser vuestro Padre y que está en un trono de grandísimo precio, que es vuestro corazón” (Camino de perfección, 28, 9).

Y san Juan de la Cruz nos susurra al oído: “El alma que le quiere encontrar ha de salir de todas las cosas con la afición y la voluntad, y entrar dentro de sí mismo con sumo recogimiento. Las cosas han de ser para ella como si no existiesen...Dios, pues, está escondido en el alma y ahí le ha de buscar con amor el buen contemplativo, diciendo: ¿A dónde te escondiste?” (Cántico espiritual, 1, 6).


¡El valor del silencio!

Las grandes decisiones en la vida nacieron de momentos de silencio.

Necesitamos del silencio para una mayor unificación personal. La mucha distracción produce desintegración y ésta acaba por engendrar desasosiego, tristeza, angustia.

Hay diversas clases de silencio.

Jesús nos dijo: “cierra las puertas”. Cerrar las puertas y ventanas de madera es fácil. Pero aquí se trata de unas ventanas más sutiles, para conseguir ese silencio.

Está, primero, el silencio exterior, que es más fácil de conseguir: silencio de la lengua, de puertas, de cosas y de personas. Es fácil. Basta subirse a un cerro, internarse en un bosque, entrar en una capilla solitaria, y con eso se consigue silencio exterior.

Pero está, después, el silencio interior: silencio de la mente, recuerdos, fantasías, imaginaciones., memoria, preocupaciones, inquietudes, sentimientos, corazón, afectos. Este silencio interior es más difícil, pero imprescindible para oír a Dios e intimar con Él.

Los enemigos del silencio son la dispersión, el desorden, la distracción, la diversión, la palabrería, la excesiva juerga, risotadas, la velocidad, el frenesí, el ruido.

¿Qué relación hay entre eucaristía y silencio?

El mayor milagro se realiza en el silencio de la eucaristía. Las más íntimas amistades se fraguan en el silencio de la eucaristía. Las más duras batallas se vencen en el silencio de la eucaristía, frente al Sagrario. La lectura de la Palabra que se tiene en la misa debe hacerse en el silencio del alma, si es que queremos oír y entender. El momento de la Consagración tiene que ser un momento fuerte de silencio contemplativo y de adoración. Cuando recibimos en la Comunión a Jesús ¡qué silencio deberíamos hacer en el alma para unirnos a Él! Nadie debería romper ese silencio.

Las decisiones más importantes se han tomado al pie del silencio, junto a Cristo eucaristía. ¡Cuántas lágrimas secretas derramamos en el silencio! Juan Pablo II cuando era Obispo de Cracovia pasaba grandes momentos de silencio en su capillita y allí escribía sus discursos y documentos. ¡Fecundo silencio del Sagrario!

Así lo narra Juan Pablo II en su libro “¡Levantaos! ¡Vamos!”: “En la capilla privada no solamente rezaba, sino que me sentaba allí y escribía...Estoy convencido de que la capilla es un lugar del que proviene una especial inspiración. Es un enorme privilegio poder vivir y trabajar al amparo de este Presencia. Una Presencia que atrae como un poderoso imán...” .

Preguntemos a María si el silencio es importante. El silencio de la Virgen no es un silencio de tartamudez e impotencia, sino de luz y arrobo...Todos hablan en la infancia de Jesús: los ángeles, los pastores, los magos, los reyes, Simeón, Ana la Profetisa...pero María permanece en su reposo y sagrado silencio. María ofrece, da, recibe y lleva a su Hijo en silencio. Tanta fuerza e impresión secreta ejerce el silencio de Jesús en el espíritu y corazón de la Virgen que la tiene poderosamente y divinamente ocupada y arrebatada en silencio.




¿Cómo debemos manejar el sufrimiento de cara a la Eucaristía?



El abandono de muchos que no vienen al Señor, que no lo visitan, que no lo reciben en la comunión.
La profanación brutal de quienes entraron en las Iglesias, saquearon, rompieron, abrieron Sagrarios, tiraron y pisotearon las Hostias consagradas.
Los sacrilegios de quienes comulgaron sin las debidas disposiciones del alma, es decir, estando en pecado grave.
Las distracciones de tantos cristianos que vienen a misa y están mirando quién entra, quién sale, quién pasa.

La falta de unción, delicadeza de los sacerdotes que no celebran la misa con fervor, con atención, pues la celebran con prisa, rápidamente, tal vez omitiendo una lectura, el sermón.
Iglesias destartaladas, llenas de polvo, manteles sucios, cálices en mal estado.
Comuniones en manos sucias, partículas consagradas que se pierden, donde está también todo entero Jesús Eucaristía.

Gente que habla durante la misa o en alguna otra ceremonia litúrgica.
Sufrimientos porque no hay sacerdotes que puedan celebrar la eucaristía en tantos pueblos.
Burlas, risas, carcajadas de gente sin fe, sin respeto, irreverentes.

¡Lo que no ha sufrido Jesús a lo largo de estos veintiún siglos! ¡Cómo le gustaría a Él salir, airearse, gritar que nos ama! Y sin embargo está encerrado, en silencio, como el eterno prisionero.

¿Cómo sufre Jesús estos atropellos?

Con paciencia y en silencio, al igual que cuando Judas en la pasión llegó y lo besó con beso traicionero y los enemigos lo atacaron, lo escupieron, lo golpearon. Él nada dijo, calló y sufrió en silencio. Así también ahora en la eucaristía sufre todas estas ofensas con gran paciencia, esperando que algún día valoremos y respetemos en su justa medida este Sacramento del Altar.

Sufre también con amor. Quiere ganarnos a base de amor, atrayéndonos con lazos de amistad. Este amor es un amor de entrega, de sacrificio.

Y con dolor. Sufre una vez más su pasión y muerte.

¿Por qué y para qué sufrir?

El problema está en sufrir sin sentido. Y es este sufrimiento sin sentido el que escuece y levanta las rebeldías, a veces hasta las alturas de la exageración. Y hay quienes se cierran a cal y canto, y reaccionan ciegamente en medio de un resentimiento total y estéril en que acaban por quemarse por completo.

¿Qué hacemos con el dolor?

Está la actitud de quienes lo quieren eliminar. De hecho, la medicina busca este objetivo. El sufrimiento físico que se pueda eliminar, no está mal.

Asimilarlo. Para participar con Cristo en la redención. “Sufro en mi carne lo que falta a los sufrimientos de Cristo por su cuerpo, que es la Iglesia”. Como Job, que después de todas las luchas, ya no formula preguntas, ni defiende su inocencia, sino que queda en silencio, dobla las rodillas y se postra en el suelo hasta tocar su frente con el polvo, y adora: “Sé que eres poderoso, he hablado como un hombre ignorante. Por eso retracto mis palabras, me arrepiento en el polvo y la ceniza” (Job 42, 1-6).

Está claro: adorando, todo se entiende. Cuando las rodillas se doblan, el corazón se inclina, la mente se calla ante enigmas que nos sobrepasan definitivamente, entonces las rebeldías se las lleva el viento, las angustias se evaporan y la paz llena todos los espacios de nuestra alma.

Soledad física, la ausencia total de compañía humana que puede sufrir una persona en determinadas circunstancias, o la ausencia momentánea o definitiva por haber muerto determinada persona que nos resultaba muy querida. ¡Cuántas veces Jesús aquí, en la eucaristía, sufre esta soledad física, cuando nadie lo visita! Pienso en aquellas iglesias cerradas, o en las abiertas, donde apenas entra un vivo. 

Ya Jesús en su vida terrena sufrió esta soledad en Getsemaní y en el Calvario. María también experimentó esta soledad física al perder a su Hijo en el templo, y después en la Cruz. 

¡No dejemos solo a Jesús en la eucaristía! Que siempre tengamos la delicadeza con Él de visitarlo durante el día. Él sufre y experimenta esta soledad y yo puedo hacerle más llevadero ese sentimiento humano. Podemos llenar esta soledad de Cristo con nuestra compañía íntima.

Existe también la soledad psicológica, que consiste en sentir o percibir que las personas que nos rodean no están de acuerdo con nosotros o no nos acompañan con su espíritu. ¡Cuántas veces Jesús aquí, en la eucaristía, sufre también esta soledad! Percibe que alguno de nosotros no está de acuerdo con su mensaje, hace lo contrario de lo que Él enseña, en su Evangelio. O están sí, pero fríos, inactivos, inconscientes, distraídos, dispersos. Por lo mismo están en otra cosa. 

Ya en su vida terrena Jesús sufrió esta terrible soledad psicológica. ¡Cuántos de los que lo acompañaban no estaban de acuerdo con Él y discutían: fariseos, saduceos, jefes. O incluso sus mismos apóstoles no lo acompañaban en todo. Tenían otros anhelos y ambiciones muy distintas a los de Jesús. 

María también experimentó esta soledad psicológica, sobre todo en la pasión y muerte de su Hijo. Se daba cuenta de que la mayoría no había captado como Ella la necesidad de la muerte de Jesús. ¿Dónde están los curados? ¿Dónde están los frutos de la predicación de mi Hijo? ¡Ni siquiera los Apóstoles captaron el sentido de la misión de su Hijo! Hagamos más suave esta soledad de Jesús teniendo en nuestro corazón esos mismos sentimientos.

Está también la soledad espiritual, que es la que experimenta el alma frente a las propias responsabilidades en las relaciones con Dios. Es la soledad que uno siente frente a Dios; es la soledad de quien sabe que sólo él y nadie más que él debe responder un “sí” o un “no” libres ante Dios. 

Aquí en la eucaristía Jesús sufre también esta soledad. Solo Él sabe que debe quedarse aquí para siempre. Debe afrontar solo Él todos los agravios, sacrilegios, profanaciones. Él sabe y sólo Él, quien debe estar vigilante las veinticuatro horas del día, los treinta días del mes, los doce meses del año. ¡Él tiene que responder!, nadie puede sustituirlo. Independientemente que le hagamos caso o no. En su vida terrena Jesús experimentó esta soledad espiritual. Hasta parecía que su mismo Padre lo dejó solo. Y María misma sufrió esta soledad.

Aunque es verdad que a veces la situación de soledad puede dar la impresión de tristeza o sufrimiento, tengamos la seguridad de que dicha soledad está llena de Dios, si la unimos a la soledad de Cristo.


¿Cómo deberíamos vivir esta soledad?

Con amor y confianza. Dios es nuestra compañía segura; con serenidad. No tiene que ser soledad angustiosa, turbada, sino serena.

Debemos vivir la soledad también con reflexión. Es un momento para reflexionar más, rezar más. Nos capacitaría para después salir con más riqueza y repartirla a los demás.

Oración

Jesucristo Eucaristía, no queremos dejarte solo aquí en el Sagrario. Queremos hacer de tu Sagrario, nuestro lugar de recreación, de gozo profundo, de compañía íntima. Queremos llenar tu soledad con la música deliciosa y serena de nuestro corazón.

¡Qué pobres serían nuestras vidas sin tu compañía!


¿Porqué la Eucaristía da fuerzas para el martirio?


Uno de los objetivos del Año Santo fue el recuerdo de los mártires. ¿Cuántos han sido mártires de la eucaristía?





Para los primeros cristianos la eucaristía estaba unida a la capacidad de martirio. Para esos cristianos ya encarcelados, la eucaristía les daba fuerzas para soportar todo dolor y sufrimiento.




¿Por qué la eucaristía da fuerzas para el martirio? Porque en la eucaristía recibimos el Cuerpo y la Sangre de Cristo, que murió mártir, y que nos llena de bravura, de fuerza para afrontar cualquier situación adversa. Quien comulga con frecuencia tendrá en sus venas la misma Sangre de Cristo, siempre dispuesta a entregarla y derramarla cuando sea necesario por la salvación del mundo.

Si hoy claudican tantos cristianos, si hay tanto miedo en demostrar que somos cristianos, si hay tanto cálculo, miramiento, cobardía en la defensa de la propia fe, si hoy se pierde con relativa facilidad la propia fe y se duda de ella o se pasa a sectas, ¿no será porque nos falta recibir con más conciencia, fervor y alma pura la eucaristía?

El efecto número uno de la eucaristía es la capacidad de sufrir cualquier cosa por Cristo.


Eucaristía y matrimonio
Antes de dar la relación entre ambos sacramentos, repasemos un poco la maravilla del matrimonio.

Es Dios mismo quien pone en esa mujer y en ese hombre el anhelo de la unión mutua, que en el matrimonio llegará a ser alianza, consorcio de toda la vida, ordenado por la misma índole natural al bien de los cónyuges y a la generación y educación de los hijos.

El matrimonio no es una institución puramente humana. Responde, sí, al orden natural querido por Dios. Pero es Dios mismo quien, al crear al hombre y la mujer, a su imagen y semejanza, les confiere la misión noble de procrear y continuar la especie humana.

El matrimonio, de origen divino por derecho natural, es elevado por Cristo al orden sobrenatural. Es decir, con el Sacramento del Matrimonio instituido por Cristo, los cónyuges reciben gracias especiales para cumplir sus deberes de esposos y padres de familia.

Por tanto, el Sacramento del Matrimonio o, como se dice, el “casarse por Iglesia” hace que esa comunidad de vida y de amor sea una comunidad donde la gracia divina es compartida.

Por su misma institución y naturaleza, se desprende que el matrimonio tiene dos propiedades esenciales: la unidad e indisolubilidad. Unidad, es decir, es uno con una. Indisolubilidad, es decir, no puede ser disuelto por ninguno. El pacto matrimonial es irrevocable: “Hasta que la muerte los separe”.

No olvidemos que los ministros del Sacramento son los mismos contrayentes. El sacerdote sólo recibe y bendice el consentimiento.
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MensajePublicado: Vie Dic 05, 2008 10:40 pm    Asunto:
Tema: Sesión 14. Apéndice. Eucaristía en situaciones de la vida
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¿Porqué es tan importante el silencio para encontrarnos con Dios?

Eucaristía y silencio
La vida crece silenciosamente en el oscuro seno de la tierra y en el seno silencioso de la madre. La primavera es una inmensa explosión, pero una explosión silenciosa.

Dios fue silencioso durante muchos siglos, y en ese silencio se gestaba la comunicación más entrañable: el diálogo entre Padre, Hijo y Espíritu Santo.

¿Qué es el silencio?

Es esa capacidad interior de saber estar reposado, calmado, controlando y encauzando los sentidos internos y externos. Es esa capacidad de callar, de escuchar, de recogerse. Es esa capacidad de cerrar la boca en momentos oportunos, de calmar las olas interiores, de sentirse dueño de sí mismo y no dominado o esclavo de sus alborotos.

Uno de los males de la actualidad es el aburrimiento, que se origina de la incapacidad del hombre de estar a solas consigo mismo. El hombre de la era atómica no soporta la soledad y el silencio, y para combatirlos echa mano de un cigarrillo, una radio, la televisión, y para evadirse del silencio se echa ciegamente en brazos de la dispersión, la distracción y la diversión.

¿Para qué sirve el silencio?

Es muy útil para reponer fuerzas, energías espirituales, calmarse, para encontrarnos con nosotros mismos, para conocernos mejor, más profundamente.

Es imprescindible para ser creativos. Todo artista, científico, pensador, necesita desplegar en su interior un gran silencio para poder generar percepciones, ideas, creaciones. Los grandes genios del arte y de la literatura fueron hombres que dedicaban mucho tiempo al silencio. Y de esos momentos de silencio brotaron las grandes obras. Es lo que llamamos el silencio creador, fecundo, productivo.

Es condición indispensable para escuchar y encontrarnos con Dios. Jamás le escucharemos si estamos sumergidos en el oleaje de la palabrería, dispersión, agitación. El encuentro con Dios se da en el silencio del alma. Así lo dice santa Teresa de Jesús: “Pues hagamos cuenta que dentro de nosotros está un palacio de grandísima riqueza, todo su edificio de oro y piedras preciosas –en fin, como para tal Señor-, y que sois vos parte de que aqueste edificio sea tal, como a la verdad lo es (que es ansí, que no hay edificio y de tanta hermosura como un alma limjpia y llena de virtudes, y mientras mayores, más resplandecen las piedras), y que en este palacio está este gran Rey y que ha tenido por bien ser vuestro Padre y que está en un trono de grandísimo precio, que es vuestro corazón” (Camino de perfección, 28, 9).

Y san Juan de la Cruz nos susurra al oído: “El alma que le quiere encontrar ha de salir de todas las cosas con la afición y la voluntad, y entrar dentro de sí mismo con sumo recogimiento. Las cosas han de ser para ella como si no existiesen...Dios, pues, está escondido en el alma y ahí le ha de buscar con amor el buen contemplativo, diciendo: ¿A dónde te escondiste?” (Cántico espiritual, 1, 6).


¡El valor del silencio!

Las grandes decisiones en la vida nacieron de momentos de silencio.

Necesitamos del silencio para una mayor unificación personal. La mucha distracción produce desintegración y ésta acaba por engendrar desasosiego, tristeza, angustia.

Hay diversas clases de silencio.

Jesús nos dijo: “cierra las puertas”. Cerrar las puertas y ventanas de madera es fácil. Pero aquí se trata de unas ventanas más sutiles, para conseguir ese silencio.

Está, primero, el silencio exterior, que es más fácil de conseguir: silencio de la lengua, de puertas, de cosas y de personas. Es fácil. Basta subirse a un cerro, internarse en un bosque, entrar en una capilla solitaria, y con eso se consigue silencio exterior.

Pero está, después, el silencio interior: silencio de la mente, recuerdos, fantasías, imaginaciones., memoria, preocupaciones, inquietudes, sentimientos, corazón, afectos. Este silencio interior es más difícil, pero imprescindible para oír a Dios e intimar con Él.

Los enemigos del silencio son la dispersión, el desorden, la distracción, la diversión, la palabrería, la excesiva juerga, risotadas, la velocidad, el frenesí, el ruido.

¿Qué relación hay entre eucaristía y silencio?

El mayor milagro se realiza en el silencio de la eucaristía. Las más íntimas amistades se fraguan en el silencio de la eucaristía. Las más duras batallas se vencen en el silencio de la eucaristía, frente al Sagrario. La lectura de la Palabra que se tiene en la misa debe hacerse en el silencio del alma, si es que queremos oír y entender. El momento de la Consagración tiene que ser un momento fuerte de silencio contemplativo y de adoración. Cuando recibimos en la Comunión a Jesús ¡qué silencio deberíamos hacer en el alma para unirnos a Él! Nadie debería romper ese silencio.

Las decisiones más importantes se han tomado al pie del silencio, junto a Cristo eucaristía. ¡Cuántas lágrimas secretas derramamos en el silencio! Juan Pablo II cuando era Obispo de Cracovia pasaba grandes momentos de silencio en su capillita y allí escribía sus discursos y documentos. ¡Fecundo silencio del Sagrario!

Así lo narra Juan Pablo II en su libro “¡Levantaos! ¡Vamos!”: “En la capilla privada no solamente rezaba, sino que me sentaba allí y escribía...Estoy convencido de que la capilla es un lugar del que proviene una especial inspiración. Es un enorme privilegio poder vivir y trabajar al amparo de este Presencia. Una Presencia que atrae como un poderoso imán...” .

Preguntemos a María si el silencio es importante. El silencio de la Virgen no es un silencio de tartamudez e impotencia, sino de luz y arrobo...Todos hablan en la infancia de Jesús: los ángeles, los pastores, los magos, los reyes, Simeón, Ana la Profetisa...pero María permanece en su reposo y sagrado silencio. María ofrece, da, recibe y lleva a su Hijo en silencio. Tanta fuerza e impresión secreta ejerce el silencio de Jesús en el espíritu y corazón de la Virgen que la tiene poderosamente y divinamente ocupada y arrebatada en silencio.




¿Cómo debemos manejar el sufrimiento de cara a la Eucaristía?



El abandono de muchos que no vienen al Señor, que no lo visitan, que no lo reciben en la comunión.
La profanación brutal de quienes entraron en las Iglesias, saquearon, rompieron, abrieron Sagrarios, tiraron y pisotearon las Hostias consagradas.
Los sacrilegios de quienes comulgaron sin las debidas disposiciones del alma, es decir, estando en pecado grave.
Las distracciones de tantos cristianos que vienen a misa y están mirando quién entra, quién sale, quién pasa.

La falta de unción, delicadeza de los sacerdotes que no celebran la misa con fervor, con atención, pues la celebran con prisa, rápidamente, tal vez omitiendo una lectura, el sermón.
Iglesias destartaladas, llenas de polvo, manteles sucios, cálices en mal estado.
Comuniones en manos sucias, partículas consagradas que se pierden, donde está también todo entero Jesús Eucaristía.

Gente que habla durante la misa o en alguna otra ceremonia litúrgica.
Sufrimientos porque no hay sacerdotes que puedan celebrar la eucaristía en tantos pueblos.
Burlas, risas, carcajadas de gente sin fe, sin respeto, irreverentes.

¡Lo que no ha sufrido Jesús a lo largo de estos veintiún siglos! ¡Cómo le gustaría a Él salir, airearse, gritar que nos ama! Y sin embargo está encerrado, en silencio, como el eterno prisionero.

¿Cómo sufre Jesús estos atropellos?

Con paciencia y en silencio, al igual que cuando Judas en la pasión llegó y lo besó con beso traicionero y los enemigos lo atacaron, lo escupieron, lo golpearon. Él nada dijo, calló y sufrió en silencio. Así también ahora en la eucaristía sufre todas estas ofensas con gran paciencia, esperando que algún día valoremos y respetemos en su justa medida este Sacramento del Altar.

Sufre también con amor. Quiere ganarnos a base de amor, atrayéndonos con lazos de amistad. Este amor es un amor de entrega, de sacrificio.

Y con dolor. Sufre una vez más su pasión y muerte.

¿Por qué y para qué sufrir?

El problema está en sufrir sin sentido. Y es este sufrimiento sin sentido el que escuece y levanta las rebeldías, a veces hasta las alturas de la exageración. Y hay quienes se cierran a cal y canto, y reaccionan ciegamente en medio de un resentimiento total y estéril en que acaban por quemarse por completo.

¿Qué hacemos con el dolor?

Está la actitud de quienes lo quieren eliminar. De hecho, la medicina busca este objetivo. El sufrimiento físico que se pueda eliminar, no está mal.

Asimilarlo. Para participar con Cristo en la redención. “Sufro en mi carne lo que falta a los sufrimientos de Cristo por su cuerpo, que es la Iglesia”. Como Job, que después de todas las luchas, ya no formula preguntas, ni defiende su inocencia, sino que queda en silencio, dobla las rodillas y se postra en el suelo hasta tocar su frente con el polvo, y adora: “Sé que eres poderoso, he hablado como un hombre ignorante. Por eso retracto mis palabras, me arrepiento en el polvo y la ceniza” (Job 42, 1-6).

Está claro: adorando, todo se entiende. Cuando las rodillas se doblan, el corazón se inclina, la mente se calla ante enigmas que nos sobrepasan definitivamente, entonces las rebeldías se las lleva el viento, las angustias se evaporan y la paz llena todos los espacios de nuestra alma.

Soledad física, la ausencia total de compañía humana que puede sufrir una persona en determinadas circunstancias, o la ausencia momentánea o definitiva por haber muerto determinada persona que nos resultaba muy querida. ¡Cuántas veces Jesús aquí, en la eucaristía, sufre esta soledad física, cuando nadie lo visita! Pienso en aquellas iglesias cerradas, o en las abiertas, donde apenas entra un vivo. 

Ya Jesús en su vida terrena sufrió esta soledad en Getsemaní y en el Calvario. María también experimentó esta soledad física al perder a su Hijo en el templo, y después en la Cruz. 

¡No dejemos solo a Jesús en la eucaristía! Que siempre tengamos la delicadeza con Él de visitarlo durante el día. Él sufre y experimenta esta soledad y yo puedo hacerle más llevadero ese sentimiento humano. Podemos llenar esta soledad de Cristo con nuestra compañía íntima.

Existe también la soledad psicológica, que consiste en sentir o percibir que las personas que nos rodean no están de acuerdo con nosotros o no nos acompañan con su espíritu. ¡Cuántas veces Jesús aquí, en la eucaristía, sufre también esta soledad! Percibe que alguno de nosotros no está de acuerdo con su mensaje, hace lo contrario de lo que Él enseña, en su Evangelio. O están sí, pero fríos, inactivos, inconscientes, distraídos, dispersos. Por lo mismo están en otra cosa. 

Ya en su vida terrena Jesús sufrió esta terrible soledad psicológica. ¡Cuántos de los que lo acompañaban no estaban de acuerdo con Él y discutían: fariseos, saduceos, jefes. O incluso sus mismos apóstoles no lo acompañaban en todo. Tenían otros anhelos y ambiciones muy distintas a los de Jesús. 

María también experimentó esta soledad psicológica, sobre todo en la pasión y muerte de su Hijo. Se daba cuenta de que la mayoría no había captado como Ella la necesidad de la muerte de Jesús. ¿Dónde están los curados? ¿Dónde están los frutos de la predicación de mi Hijo? ¡Ni siquiera los Apóstoles captaron el sentido de la misión de su Hijo! Hagamos más suave esta soledad de Jesús teniendo en nuestro corazón esos mismos sentimientos.

Está también la soledad espiritual, que es la que experimenta el alma frente a las propias responsabilidades en las relaciones con Dios. Es la soledad que uno siente frente a Dios; es la soledad de quien sabe que sólo él y nadie más que él debe responder un “sí” o un “no” libres ante Dios. 

Aquí en la eucaristía Jesús sufre también esta soledad. Solo Él sabe que debe quedarse aquí para siempre. Debe afrontar solo Él todos los agravios, sacrilegios, profanaciones. Él sabe y sólo Él, quien debe estar vigilante las veinticuatro horas del día, los treinta días del mes, los doce meses del año. ¡Él tiene que responder!, nadie puede sustituirlo. Independientemente que le hagamos caso o no. En su vida terrena Jesús experimentó esta soledad espiritual. Hasta parecía que su mismo Padre lo dejó solo. Y María misma sufrió esta soledad.

Aunque es verdad que a veces la situación de soledad puede dar la impresión de tristeza o sufrimiento, tengamos la seguridad de que dicha soledad está llena de Dios, si la unimos a la soledad de Cristo.


¿Cómo deberíamos vivir esta soledad?

Con amor y confianza. Dios es nuestra compañía segura; con serenidad. No tiene que ser soledad angustiosa, turbada, sino serena.

Debemos vivir la soledad también con reflexión. Es un momento para reflexionar más, rezar más. Nos capacitaría para después salir con más riqueza y repartirla a los demás.

Oración

Jesucristo Eucaristía, no queremos dejarte solo aquí en el Sagrario. Queremos hacer de tu Sagrario, nuestro lugar de recreación, de gozo profundo, de compañía íntima. Queremos llenar tu soledad con la música deliciosa y serena de nuestro corazón.

¡Qué pobres serían nuestras vidas sin tu compañía!


¿Porqué la Eucaristía da fuerzas para el martirio?


Uno de los objetivos del Año Santo fue el recuerdo de los mártires. ¿Cuántos han sido mártires de la eucaristía?





Para los primeros cristianos la eucaristía estaba unida a la capacidad de martirio. Para esos cristianos ya encarcelados, la eucaristía les daba fuerzas para soportar todo dolor y sufrimiento.




¿Por qué la eucaristía da fuerzas para el martirio? Porque en la eucaristía recibimos el Cuerpo y la Sangre de Cristo, que murió mártir, y que nos llena de bravura, de fuerza para afrontar cualquier situación adversa. Quien comulga con frecuencia tendrá en sus venas la misma Sangre de Cristo, siempre dispuesta a entregarla y derramarla cuando sea necesario por la salvación del mundo.

Si hoy claudican tantos cristianos, si hay tanto miedo en demostrar que somos cristianos, si hay tanto cálculo, miramiento, cobardía en la defensa de la propia fe, si hoy se pierde con relativa facilidad la propia fe y se duda de ella o se pasa a sectas, ¿no será porque nos falta recibir con más conciencia, fervor y alma pura la eucaristía?

El efecto número uno de la eucaristía es la capacidad de sufrir cualquier cosa por Cristo.


Eucaristía y matrimonio
Antes de dar la relación entre ambos sacramentos, repasemos un poco la maravilla del matrimonio.

Es Dios mismo quien pone en esa mujer y en ese hombre el anhelo de la unión mutua, que en el matrimonio llegará a ser alianza, consorcio de toda la vida, ordenado por la misma índole natural al bien de los cónyuges y a la generación y educación de los hijos.

El matrimonio no es una institución puramente humana. Responde, sí, al orden natural querido por Dios. Pero es Dios mismo quien, al crear al hombre y la mujer, a su imagen y semejanza, les confiere la misión noble de procrear y continuar la especie humana.

El matrimonio, de origen divino por derecho natural, es elevado por Cristo al orden sobrenatural. Es decir, con el Sacramento del Matrimonio instituido por Cristo, los cónyuges reciben gracias especiales para cumplir sus deberes de esposos y padres de familia.

Por tanto, el Sacramento del Matrimonio o, como se dice, el “casarse por Iglesia” hace que esa comunidad de vida y de amor sea una comunidad donde la gracia divina es compartida.

Por su misma institución y naturaleza, se desprende que el matrimonio tiene dos propiedades esenciales: la unidad e indisolubilidad. Unidad, es decir, es uno con una. Indisolubilidad, es decir, no puede ser disuelto por ninguno. El pacto matrimonial es irrevocable: “Hasta que la muerte los separe”.

No olvidemos que los ministros del Sacramento son los mismos contrayentes. El sacerdote sólo recibe y bendice el consentimiento.
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MensajePublicado: Vie Dic 05, 2008 10:40 pm    Asunto:
Tema: Sesión 14. Apéndice. Eucaristía en situaciones de la vida
Responder citando

¿Porqué es tan importante el silencio para encontrarnos con Dios?

Eucaristía y silencio
La vida crece silenciosamente en el oscuro seno de la tierra y en el seno silencioso de la madre. La primavera es una inmensa explosión, pero una explosión silenciosa.

Dios fue silencioso durante muchos siglos, y en ese silencio se gestaba la comunicación más entrañable: el diálogo entre Padre, Hijo y Espíritu Santo.

¿Qué es el silencio?

Es esa capacidad interior de saber estar reposado, calmado, controlando y encauzando los sentidos internos y externos. Es esa capacidad de callar, de escuchar, de recogerse. Es esa capacidad de cerrar la boca en momentos oportunos, de calmar las olas interiores, de sentirse dueño de sí mismo y no dominado o esclavo de sus alborotos.

Uno de los males de la actualidad es el aburrimiento, que se origina de la incapacidad del hombre de estar a solas consigo mismo. El hombre de la era atómica no soporta la soledad y el silencio, y para combatirlos echa mano de un cigarrillo, una radio, la televisión, y para evadirse del silencio se echa ciegamente en brazos de la dispersión, la distracción y la diversión.

¿Para qué sirve el silencio?

Es muy útil para reponer fuerzas, energías espirituales, calmarse, para encontrarnos con nosotros mismos, para conocernos mejor, más profundamente.

Es imprescindible para ser creativos. Todo artista, científico, pensador, necesita desplegar en su interior un gran silencio para poder generar percepciones, ideas, creaciones. Los grandes genios del arte y de la literatura fueron hombres que dedicaban mucho tiempo al silencio. Y de esos momentos de silencio brotaron las grandes obras. Es lo que llamamos el silencio creador, fecundo, productivo.

Es condición indispensable para escuchar y encontrarnos con Dios. Jamás le escucharemos si estamos sumergidos en el oleaje de la palabrería, dispersión, agitación. El encuentro con Dios se da en el silencio del alma. Así lo dice santa Teresa de Jesús: “Pues hagamos cuenta que dentro de nosotros está un palacio de grandísima riqueza, todo su edificio de oro y piedras preciosas –en fin, como para tal Señor-, y que sois vos parte de que aqueste edificio sea tal, como a la verdad lo es (que es ansí, que no hay edificio y de tanta hermosura como un alma limjpia y llena de virtudes, y mientras mayores, más resplandecen las piedras), y que en este palacio está este gran Rey y que ha tenido por bien ser vuestro Padre y que está en un trono de grandísimo precio, que es vuestro corazón” (Camino de perfección, 28, 9).

Y san Juan de la Cruz nos susurra al oído: “El alma que le quiere encontrar ha de salir de todas las cosas con la afición y la voluntad, y entrar dentro de sí mismo con sumo recogimiento. Las cosas han de ser para ella como si no existiesen...Dios, pues, está escondido en el alma y ahí le ha de buscar con amor el buen contemplativo, diciendo: ¿A dónde te escondiste?” (Cántico espiritual, 1, 6).


¡El valor del silencio!

Las grandes decisiones en la vida nacieron de momentos de silencio.

Necesitamos del silencio para una mayor unificación personal. La mucha distracción produce desintegración y ésta acaba por engendrar desasosiego, tristeza, angustia.

Hay diversas clases de silencio.

Jesús nos dijo: “cierra las puertas”. Cerrar las puertas y ventanas de madera es fácil. Pero aquí se trata de unas ventanas más sutiles, para conseguir ese silencio.

Está, primero, el silencio exterior, que es más fácil de conseguir: silencio de la lengua, de puertas, de cosas y de personas. Es fácil. Basta subirse a un cerro, internarse en un bosque, entrar en una capilla solitaria, y con eso se consigue silencio exterior.

Pero está, después, el silencio interior: silencio de la mente, recuerdos, fantasías, imaginaciones., memoria, preocupaciones, inquietudes, sentimientos, corazón, afectos. Este silencio interior es más difícil, pero imprescindible para oír a Dios e intimar con Él.

Los enemigos del silencio son la dispersión, el desorden, la distracción, la diversión, la palabrería, la excesiva juerga, risotadas, la velocidad, el frenesí, el ruido.

¿Qué relación hay entre eucaristía y silencio?

El mayor milagro se realiza en el silencio de la eucaristía. Las más íntimas amistades se fraguan en el silencio de la eucaristía. Las más duras batallas se vencen en el silencio de la eucaristía, frente al Sagrario. La lectura de la Palabra que se tiene en la misa debe hacerse en el silencio del alma, si es que queremos oír y entender. El momento de la Consagración tiene que ser un momento fuerte de silencio contemplativo y de adoración. Cuando recibimos en la Comunión a Jesús ¡qué silencio deberíamos hacer en el alma para unirnos a Él! Nadie debería romper ese silencio.

Las decisiones más importantes se han tomado al pie del silencio, junto a Cristo eucaristía. ¡Cuántas lágrimas secretas derramamos en el silencio! Juan Pablo II cuando era Obispo de Cracovia pasaba grandes momentos de silencio en su capillita y allí escribía sus discursos y documentos. ¡Fecundo silencio del Sagrario!

Así lo narra Juan Pablo II en su libro “¡Levantaos! ¡Vamos!”: “En la capilla privada no solamente rezaba, sino que me sentaba allí y escribía...Estoy convencido de que la capilla es un lugar del que proviene una especial inspiración. Es un enorme privilegio poder vivir y trabajar al amparo de este Presencia. Una Presencia que atrae como un poderoso imán...” .

Preguntemos a María si el silencio es importante. El silencio de la Virgen no es un silencio de tartamudez e impotencia, sino de luz y arrobo...Todos hablan en la infancia de Jesús: los ángeles, los pastores, los magos, los reyes, Simeón, Ana la Profetisa...pero María permanece en su reposo y sagrado silencio. María ofrece, da, recibe y lleva a su Hijo en silencio. Tanta fuerza e impresión secreta ejerce el silencio de Jesús en el espíritu y corazón de la Virgen que la tiene poderosamente y divinamente ocupada y arrebatada en silencio.




¿Cómo debemos manejar el sufrimiento de cara a la Eucaristía?



El abandono de muchos que no vienen al Señor, que no lo visitan, que no lo reciben en la comunión.
La profanación brutal de quienes entraron en las Iglesias, saquearon, rompieron, abrieron Sagrarios, tiraron y pisotearon las Hostias consagradas.
Los sacrilegios de quienes comulgaron sin las debidas disposiciones del alma, es decir, estando en pecado grave.
Las distracciones de tantos cristianos que vienen a misa y están mirando quién entra, quién sale, quién pasa.

La falta de unción, delicadeza de los sacerdotes que no celebran la misa con fervor, con atención, pues la celebran con prisa, rápidamente, tal vez omitiendo una lectura, el sermón.
Iglesias destartaladas, llenas de polvo, manteles sucios, cálices en mal estado.
Comuniones en manos sucias, partículas consagradas que se pierden, donde está también todo entero Jesús Eucaristía.

Gente que habla durante la misa o en alguna otra ceremonia litúrgica.
Sufrimientos porque no hay sacerdotes que puedan celebrar la eucaristía en tantos pueblos.
Burlas, risas, carcajadas de gente sin fe, sin respeto, irreverentes.

¡Lo que no ha sufrido Jesús a lo largo de estos veintiún siglos! ¡Cómo le gustaría a Él salir, airearse, gritar que nos ama! Y sin embargo está encerrado, en silencio, como el eterno prisionero.

¿Cómo sufre Jesús estos atropellos?

Con paciencia y en silencio, al igual que cuando Judas en la pasión llegó y lo besó con beso traicionero y los enemigos lo atacaron, lo escupieron, lo golpearon. Él nada dijo, calló y sufrió en silencio. Así también ahora en la eucaristía sufre todas estas ofensas con gran paciencia, esperando que algún día valoremos y respetemos en su justa medida este Sacramento del Altar.

Sufre también con amor. Quiere ganarnos a base de amor, atrayéndonos con lazos de amistad. Este amor es un amor de entrega, de sacrificio.

Y con dolor. Sufre una vez más su pasión y muerte.

¿Por qué y para qué sufrir?

El problema está en sufrir sin sentido. Y es este sufrimiento sin sentido el que escuece y levanta las rebeldías, a veces hasta las alturas de la exageración. Y hay quienes se cierran a cal y canto, y reaccionan ciegamente en medio de un resentimiento total y estéril en que acaban por quemarse por completo.

¿Qué hacemos con el dolor?

Está la actitud de quienes lo quieren eliminar. De hecho, la medicina busca este objetivo. El sufrimiento físico que se pueda eliminar, no está mal.

Asimilarlo. Para participar con Cristo en la redención. “Sufro en mi carne lo que falta a los sufrimientos de Cristo por su cuerpo, que es la Iglesia”. Como Job, que después de todas las luchas, ya no formula preguntas, ni defiende su inocencia, sino que queda en silencio, dobla las rodillas y se postra en el suelo hasta tocar su frente con el polvo, y adora: “Sé que eres poderoso, he hablado como un hombre ignorante. Por eso retracto mis palabras, me arrepiento en el polvo y la ceniza” (Job 42, 1-6).

Está claro: adorando, todo se entiende. Cuando las rodillas se doblan, el corazón se inclina, la mente se calla ante enigmas que nos sobrepasan definitivamente, entonces las rebeldías se las lleva el viento, las angustias se evaporan y la paz llena todos los espacios de nuestra alma.

Soledad física, la ausencia total de compañía humana que puede sufrir una persona en determinadas circunstancias, o la ausencia momentánea o definitiva por haber muerto determinada persona que nos resultaba muy querida. ¡Cuántas veces Jesús aquí, en la eucaristía, sufre esta soledad física, cuando nadie lo visita! Pienso en aquellas iglesias cerradas, o en las abiertas, donde apenas entra un vivo. 

Ya Jesús en su vida terrena sufrió esta soledad en Getsemaní y en el Calvario. María también experimentó esta soledad física al perder a su Hijo en el templo, y después en la Cruz. 

¡No dejemos solo a Jesús en la eucaristía! Que siempre tengamos la delicadeza con Él de visitarlo durante el día. Él sufre y experimenta esta soledad y yo puedo hacerle más llevadero ese sentimiento humano. Podemos llenar esta soledad de Cristo con nuestra compañía íntima.

Existe también la soledad psicológica, que consiste en sentir o percibir que las personas que nos rodean no están de acuerdo con nosotros o no nos acompañan con su espíritu. ¡Cuántas veces Jesús aquí, en la eucaristía, sufre también esta soledad! Percibe que alguno de nosotros no está de acuerdo con su mensaje, hace lo contrario de lo que Él enseña, en su Evangelio. O están sí, pero fríos, inactivos, inconscientes, distraídos, dispersos. Por lo mismo están en otra cosa. 

Ya en su vida terrena Jesús sufrió esta terrible soledad psicológica. ¡Cuántos de los que lo acompañaban no estaban de acuerdo con Él y discutían: fariseos, saduceos, jefes. O incluso sus mismos apóstoles no lo acompañaban en todo. Tenían otros anhelos y ambiciones muy distintas a los de Jesús. 

María también experimentó esta soledad psicológica, sobre todo en la pasión y muerte de su Hijo. Se daba cuenta de que la mayoría no había captado como Ella la necesidad de la muerte de Jesús. ¿Dónde están los curados? ¿Dónde están los frutos de la predicación de mi Hijo? ¡Ni siquiera los Apóstoles captaron el sentido de la misión de su Hijo! Hagamos más suave esta soledad de Jesús teniendo en nuestro corazón esos mismos sentimientos.

Está también la soledad espiritual, que es la que experimenta el alma frente a las propias responsabilidades en las relaciones con Dios. Es la soledad que uno siente frente a Dios; es la soledad de quien sabe que sólo él y nadie más que él debe responder un “sí” o un “no” libres ante Dios. 

Aquí en la eucaristía Jesús sufre también esta soledad. Solo Él sabe que debe quedarse aquí para siempre. Debe afrontar solo Él todos los agravios, sacrilegios, profanaciones. Él sabe y sólo Él, quien debe estar vigilante las veinticuatro horas del día, los treinta días del mes, los doce meses del año. ¡Él tiene que responder!, nadie puede sustituirlo. Independientemente que le hagamos caso o no. En su vida terrena Jesús experimentó esta soledad espiritual. Hasta parecía que su mismo Padre lo dejó solo. Y María misma sufrió esta soledad.

Aunque es verdad que a veces la situación de soledad puede dar la impresión de tristeza o sufrimiento, tengamos la seguridad de que dicha soledad está llena de Dios, si la unimos a la soledad de Cristo.


¿Cómo deberíamos vivir esta soledad?

Con amor y confianza. Dios es nuestra compañía segura; con serenidad. No tiene que ser soledad angustiosa, turbada, sino serena.

Debemos vivir la soledad también con reflexión. Es un momento para reflexionar más, rezar más. Nos capacitaría para después salir con más riqueza y repartirla a los demás.

Oración

Jesucristo Eucaristía, no queremos dejarte solo aquí en el Sagrario. Queremos hacer de tu Sagrario, nuestro lugar de recreación, de gozo profundo, de compañía íntima. Queremos llenar tu soledad con la música deliciosa y serena de nuestro corazón.

¡Qué pobres serían nuestras vidas sin tu compañía!


¿Porqué la Eucaristía da fuerzas para el martirio?


Uno de los objetivos del Año Santo fue el recuerdo de los mártires. ¿Cuántos han sido mártires de la eucaristía?





Para los primeros cristianos la eucaristía estaba unida a la capacidad de martirio. Para esos cristianos ya encarcelados, la eucaristía les daba fuerzas para soportar todo dolor y sufrimiento.




¿Por qué la eucaristía da fuerzas para el martirio? Porque en la eucaristía recibimos el Cuerpo y la Sangre de Cristo, que murió mártir, y que nos llena de bravura, de fuerza para afrontar cualquier situación adversa. Quien comulga con frecuencia tendrá en sus venas la misma Sangre de Cristo, siempre dispuesta a entregarla y derramarla cuando sea necesario por la salvación del mundo.

Si hoy claudican tantos cristianos, si hay tanto miedo en demostrar que somos cristianos, si hay tanto cálculo, miramiento, cobardía en la defensa de la propia fe, si hoy se pierde con relativa facilidad la propia fe y se duda de ella o se pasa a sectas, ¿no será porque nos falta recibir con más conciencia, fervor y alma pura la eucaristía?

El efecto número uno de la eucaristía es la capacidad de sufrir cualquier cosa por Cristo.


Eucaristía y matrimonio
Antes de dar la relación entre ambos sacramentos, repasemos un poco la maravilla del matrimonio.

Es Dios mismo quien pone en esa mujer y en ese hombre el anhelo de la unión mutua, que en el matrimonio llegará a ser alianza, consorcio de toda la vida, ordenado por la misma índole natural al bien de los cónyuges y a la generación y educación de los hijos.

El matrimonio no es una institución puramente humana. Responde, sí, al orden natural querido por Dios. Pero es Dios mismo quien, al crear al hombre y la mujer, a su imagen y semejanza, les confiere la misión noble de procrear y continuar la especie humana.

El matrimonio, de origen divino por derecho natural, es elevado por Cristo al orden sobrenatural. Es decir, con el Sacramento del Matrimonio instituido por Cristo, los cónyuges reciben gracias especiales para cumplir sus deberes de esposos y padres de familia.

Por tanto, el Sacramento del Matrimonio o, como se dice, el “casarse por Iglesia” hace que esa comunidad de vida y de amor sea una comunidad donde la gracia divina es compartida.

Por su misma institución y naturaleza, se desprende que el matrimonio tiene dos propiedades esenciales: la unidad e indisolubilidad. Unidad, es decir, es uno con una. Indisolubilidad, es decir, no puede ser disuelto por ninguno. El pacto matrimonial es irrevocable: “Hasta que la muerte los separe”.

No olvidemos que los ministros del Sacramento son los mismos contrayentes. El sacerdote sólo recibe y bendice el consentimiento.
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MensajePublicado: Vie Dic 05, 2008 10:44 pm    Asunto:
Tema: Sesión 14. Apéndice. Eucaristía en situaciones de la vida
Responder citando

¿Porqué es tan importante el silencio para encontrarnos con Dios?

Eucaristía y silencio
La vida crece silenciosamente en el oscuro seno de la tierra y en el seno silencioso de la madre. La primavera es una inmensa explosión, pero una explosión silenciosa.

Dios fue silencioso durante muchos siglos, y en ese silencio se gestaba la comunicación más entrañable: el diálogo entre Padre, Hijo y Espíritu Santo.

¿Qué es el silencio?

Es esa capacidad interior de saber estar reposado, calmado, controlando y encauzando los sentidos internos y externos. Es esa capacidad de callar, de escuchar, de recogerse. Es esa capacidad de cerrar la boca en momentos oportunos, de calmar las olas interiores, de sentirse dueño de sí mismo y no dominado o esclavo de sus alborotos.

Uno de los males de la actualidad es el aburrimiento, que se origina de la incapacidad del hombre de estar a solas consigo mismo. El hombre de la era atómica no soporta la soledad y el silencio, y para combatirlos echa mano de un cigarrillo, una radio, la televisión, y para evadirse del silencio se echa ciegamente en brazos de la dispersión, la distracción y la diversión.

¿Para qué sirve el silencio?

Es muy útil para reponer fuerzas, energías espirituales, calmarse, para encontrarnos con nosotros mismos, para conocernos mejor, más profundamente.

Es imprescindible para ser creativos. Todo artista, científico, pensador, necesita desplegar en su interior un gran silencio para poder generar percepciones, ideas, creaciones. Los grandes genios del arte y de la literatura fueron hombres que dedicaban mucho tiempo al silencio. Y de esos momentos de silencio brotaron las grandes obras. Es lo que llamamos el silencio creador, fecundo, productivo.

Es condición indispensable para escuchar y encontrarnos con Dios. Jamás le escucharemos si estamos sumergidos en el oleaje de la palabrería, dispersión, agitación. El encuentro con Dios se da en el silencio del alma. Así lo dice santa Teresa de Jesús: “Pues hagamos cuenta que dentro de nosotros está un palacio de grandísima riqueza, todo su edificio de oro y piedras preciosas –en fin, como para tal Señor-, y que sois vos parte de que aqueste edificio sea tal, como a la verdad lo es (que es ansí, que no hay edificio y de tanta hermosura como un alma limjpia y llena de virtudes, y mientras mayores, más resplandecen las piedras), y que en este palacio está este gran Rey y que ha tenido por bien ser vuestro Padre y que está en un trono de grandísimo precio, que es vuestro corazón” (Camino de perfección, 28, 9).

Y san Juan de la Cruz nos susurra al oído: “El alma que le quiere encontrar ha de salir de todas las cosas con la afición y la voluntad, y entrar dentro de sí mismo con sumo recogimiento. Las cosas han de ser para ella como si no existiesen...Dios, pues, está escondido en el alma y ahí le ha de buscar con amor el buen contemplativo, diciendo: ¿A dónde te escondiste?” (Cántico espiritual, 1, 6).


¡El valor del silencio!

Las grandes decisiones en la vida nacieron de momentos de silencio.

Necesitamos del silencio para una mayor unificación personal. La mucha distracción produce desintegración y ésta acaba por engendrar desasosiego, tristeza, angustia.

Hay diversas clases de silencio.

Jesús nos dijo: “cierra las puertas”. Cerrar las puertas y ventanas de madera es fácil. Pero aquí se trata de unas ventanas más sutiles, para conseguir ese silencio.

Está, primero, el silencio exterior, que es más fácil de conseguir: silencio de la lengua, de puertas, de cosas y de personas. Es fácil. Basta subirse a un cerro, internarse en un bosque, entrar en una capilla solitaria, y con eso se consigue silencio exterior.

Pero está, después, el silencio interior: silencio de la mente, recuerdos, fantasías, imaginaciones., memoria, preocupaciones, inquietudes, sentimientos, corazón, afectos. Este silencio interior es más difícil, pero imprescindible para oír a Dios e intimar con Él.

Los enemigos del silencio son la dispersión, el desorden, la distracción, la diversión, la palabrería, la excesiva juerga, risotadas, la velocidad, el frenesí, el ruido.

¿Qué relación hay entre eucaristía y silencio?

El mayor milagro se realiza en el silencio de la eucaristía. Las más íntimas amistades se fraguan en el silencio de la eucaristía. Las más duras batallas se vencen en el silencio de la eucaristía, frente al Sagrario. La lectura de la Palabra que se tiene en la misa debe hacerse en el silencio del alma, si es que queremos oír y entender. El momento de la Consagración tiene que ser un momento fuerte de silencio contemplativo y de adoración. Cuando recibimos en la Comunión a Jesús ¡qué silencio deberíamos hacer en el alma para unirnos a Él! Nadie debería romper ese silencio.

Las decisiones más importantes se han tomado al pie del silencio, junto a Cristo eucaristía. ¡Cuántas lágrimas secretas derramamos en el silencio! Juan Pablo II cuando era Obispo de Cracovia pasaba grandes momentos de silencio en su capillita y allí escribía sus discursos y documentos. ¡Fecundo silencio del Sagrario!

Así lo narra Juan Pablo II en su libro “¡Levantaos! ¡Vamos!”: “En la capilla privada no solamente rezaba, sino que me sentaba allí y escribía...Estoy convencido de que la capilla es un lugar del que proviene una especial inspiración. Es un enorme privilegio poder vivir y trabajar al amparo de este Presencia. Una Presencia que atrae como un poderoso imán...” .

Preguntemos a María si el silencio es importante. El silencio de la Virgen no es un silencio de tartamudez e impotencia, sino de luz y arrobo...Todos hablan en la infancia de Jesús: los ángeles, los pastores, los magos, los reyes, Simeón, Ana la Profetisa...pero María permanece en su reposo y sagrado silencio. María ofrece, da, recibe y lleva a su Hijo en silencio. Tanta fuerza e impresión secreta ejerce el silencio de Jesús en el espíritu y corazón de la Virgen que la tiene poderosamente y divinamente ocupada y arrebatada en silencio.




¿Cómo debemos manejar el sufrimiento de cara a la Eucaristía?



El abandono de muchos que no vienen al Señor, que no lo visitan, que no lo reciben en la comunión.
La profanación brutal de quienes entraron en las Iglesias, saquearon, rompieron, abrieron Sagrarios, tiraron y pisotearon las Hostias consagradas.
Los sacrilegios de quienes comulgaron sin las debidas disposiciones del alma, es decir, estando en pecado grave.
Las distracciones de tantos cristianos que vienen a misa y están mirando quién entra, quién sale, quién pasa.

La falta de unción, delicadeza de los sacerdotes que no celebran la misa con fervor, con atención, pues la celebran con prisa, rápidamente, tal vez omitiendo una lectura, el sermón.
Iglesias destartaladas, llenas de polvo, manteles sucios, cálices en mal estado.
Comuniones en manos sucias, partículas consagradas que se pierden, donde está también todo entero Jesús Eucaristía.

Gente que habla durante la misa o en alguna otra ceremonia litúrgica.
Sufrimientos porque no hay sacerdotes que puedan celebrar la eucaristía en tantos pueblos.
Burlas, risas, carcajadas de gente sin fe, sin respeto, irreverentes.

¡Lo que no ha sufrido Jesús a lo largo de estos veintiún siglos! ¡Cómo le gustaría a Él salir, airearse, gritar que nos ama! Y sin embargo está encerrado, en silencio, como el eterno prisionero.

¿Cómo sufre Jesús estos atropellos?

Con paciencia y en silencio, al igual que cuando Judas en la pasión llegó y lo besó con beso traicionero y los enemigos lo atacaron, lo escupieron, lo golpearon. Él nada dijo, calló y sufrió en silencio. Así también ahora en la eucaristía sufre todas estas ofensas con gran paciencia, esperando que algún día valoremos y respetemos en su justa medida este Sacramento del Altar.

Sufre también con amor. Quiere ganarnos a base de amor, atrayéndonos con lazos de amistad. Este amor es un amor de entrega, de sacrificio.

Y con dolor. Sufre una vez más su pasión y muerte.

¿Por qué y para qué sufrir?

El problema está en sufrir sin sentido. Y es este sufrimiento sin sentido el que escuece y levanta las rebeldías, a veces hasta las alturas de la exageración. Y hay quienes se cierran a cal y canto, y reaccionan ciegamente en medio de un resentimiento total y estéril en que acaban por quemarse por completo.

¿Qué hacemos con el dolor?

Está la actitud de quienes lo quieren eliminar. De hecho, la medicina busca este objetivo. El sufrimiento físico que se pueda eliminar, no está mal.

Asimilarlo. Para participar con Cristo en la redención. “Sufro en mi carne lo que falta a los sufrimientos de Cristo por su cuerpo, que es la Iglesia”. Como Job, que después de todas las luchas, ya no formula preguntas, ni defiende su inocencia, sino que queda en silencio, dobla las rodillas y se postra en el suelo hasta tocar su frente con el polvo, y adora: “Sé que eres poderoso, he hablado como un hombre ignorante. Por eso retracto mis palabras, me arrepiento en el polvo y la ceniza” (Job 42, 1-6).

Está claro: adorando, todo se entiende. Cuando las rodillas se doblan, el corazón se inclina, la mente se calla ante enigmas que nos sobrepasan definitivamente, entonces las rebeldías se las lleva el viento, las angustias se evaporan y la paz llena todos los espacios de nuestra alma.

Soledad física, la ausencia total de compañía humana que puede sufrir una persona en determinadas circunstancias, o la ausencia momentánea o definitiva por haber muerto determinada persona que nos resultaba muy querida. ¡Cuántas veces Jesús aquí, en la eucaristía, sufre esta soledad física, cuando nadie lo visita! Pienso en aquellas iglesias cerradas, o en las abiertas, donde apenas entra un vivo. 

Ya Jesús en su vida terrena sufrió esta soledad en Getsemaní y en el Calvario. María también experimentó esta soledad física al perder a su Hijo en el templo, y después en la Cruz. 

¡No dejemos solo a Jesús en la eucaristía! Que siempre tengamos la delicadeza con Él de visitarlo durante el día. Él sufre y experimenta esta soledad y yo puedo hacerle más llevadero ese sentimiento humano. Podemos llenar esta soledad de Cristo con nuestra compañía íntima.

Existe también la soledad psicológica, que consiste en sentir o percibir que las personas que nos rodean no están de acuerdo con nosotros o no nos acompañan con su espíritu. ¡Cuántas veces Jesús aquí, en la eucaristía, sufre también esta soledad! Percibe que alguno de nosotros no está de acuerdo con su mensaje, hace lo contrario de lo que Él enseña, en su Evangelio. O están sí, pero fríos, inactivos, inconscientes, distraídos, dispersos. Por lo mismo están en otra cosa. 

Ya en su vida terrena Jesús sufrió esta terrible soledad psicológica. ¡Cuántos de los que lo acompañaban no estaban de acuerdo con Él y discutían: fariseos, saduceos, jefes. O incluso sus mismos apóstoles no lo acompañaban en todo. Tenían otros anhelos y ambiciones muy distintas a los de Jesús. 

María también experimentó esta soledad psicológica, sobre todo en la pasión y muerte de su Hijo. Se daba cuenta de que la mayoría no había captado como Ella la necesidad de la muerte de Jesús. ¿Dónde están los curados? ¿Dónde están los frutos de la predicación de mi Hijo? ¡Ni siquiera los Apóstoles captaron el sentido de la misión de su Hijo! Hagamos más suave esta soledad de Jesús teniendo en nuestro corazón esos mismos sentimientos.

Está también la soledad espiritual, que es la que experimenta el alma frente a las propias responsabilidades en las relaciones con Dios. Es la soledad que uno siente frente a Dios; es la soledad de quien sabe que sólo él y nadie más que él debe responder un “sí” o un “no” libres ante Dios. 

Aquí en la eucaristía Jesús sufre también esta soledad. Solo Él sabe que debe quedarse aquí para siempre. Debe afrontar solo Él todos los agravios, sacrilegios, profanaciones. Él sabe y sólo Él, quien debe estar vigilante las veinticuatro horas del día, los treinta días del mes, los doce meses del año. ¡Él tiene que responder!, nadie puede sustituirlo. Independientemente que le hagamos caso o no. En su vida terrena Jesús experimentó esta soledad espiritual. Hasta parecía que su mismo Padre lo dejó solo. Y María misma sufrió esta soledad.

Aunque es verdad que a veces la situación de soledad puede dar la impresión de tristeza o sufrimiento, tengamos la seguridad de que dicha soledad está llena de Dios, si la unimos a la soledad de Cristo.


¿Cómo deberíamos vivir esta soledad?

Con amor y confianza. Dios es nuestra compañía segura; con serenidad. No tiene que ser soledad angustiosa, turbada, sino serena.

Debemos vivir la soledad también con reflexión. Es un momento para reflexionar más, rezar más. Nos capacitaría para después salir con más riqueza y repartirla a los demás.

Oración

Jesucristo Eucaristía, no queremos dejarte solo aquí en el Sagrario. Queremos hacer de tu Sagrario, nuestro lugar de recreación, de gozo profundo, de compañía íntima. Queremos llenar tu soledad con la música deliciosa y serena de nuestro corazón.

¡Qué pobres serían nuestras vidas sin tu compañía!


¿Porqué la Eucaristía da fuerzas para el martirio?


Uno de los objetivos del Año Santo fue el recuerdo de los mártires. ¿Cuántos han sido mártires de la eucaristía?





Para los primeros cristianos la eucaristía estaba unida a la capacidad de martirio. Para esos cristianos ya encarcelados, la eucaristía les daba fuerzas para soportar todo dolor y sufrimiento.




¿Por qué la eucaristía da fuerzas para el martirio? Porque en la eucaristía recibimos el Cuerpo y la Sangre de Cristo, que murió mártir, y que nos llena de bravura, de fuerza para afrontar cualquier situación adversa. Quien comulga con frecuencia tendrá en sus venas la misma Sangre de Cristo, siempre dispuesta a entregarla y derramarla cuando sea necesario por la salvación del mundo.

Si hoy claudican tantos cristianos, si hay tanto miedo en demostrar que somos cristianos, si hay tanto cálculo, miramiento, cobardía en la defensa de la propia fe, si hoy se pierde con relativa facilidad la propia fe y se duda de ella o se pasa a sectas, ¿no será porque nos falta recibir con más conciencia, fervor y alma pura la eucaristía?

El efecto número uno de la eucaristía es la capacidad de sufrir cualquier cosa por Cristo.


Eucaristía y matrimonio
Antes de dar la relación entre ambos sacramentos, repasemos un poco la maravilla del matrimonio.

Es Dios mismo quien pone en esa mujer y en ese hombre el anhelo de la unión mutua, que en el matrimonio llegará a ser alianza, consorcio de toda la vida, ordenado por la misma índole natural al bien de los cónyuges y a la generación y educación de los hijos.

El matrimonio no es una institución puramente humana. Responde, sí, al orden natural querido por Dios. Pero es Dios mismo quien, al crear al hombre y la mujer, a su imagen y semejanza, les confiere la misión noble de procrear y continuar la especie humana.

El matrimonio, de origen divino por derecho natural, es elevado por Cristo al orden sobrenatural. Es decir, con el Sacramento del Matrimonio instituido por Cristo, los cónyuges reciben gracias especiales para cumplir sus deberes de esposos y padres de familia.

Por tanto, el Sacramento del Matrimonio o, como se dice, el “casarse por Iglesia” hace que esa comunidad de vida y de amor sea una comunidad donde la gracia divina es compartida.

Por su misma institución y naturaleza, se desprende que el matrimonio tiene dos propiedades esenciales: la unidad e indisolubilidad. Unidad, es decir, es uno con una. Indisolubilidad, es decir, no puede ser disuelto por ninguno. El pacto matrimonial es irrevocable: “Hasta que la muerte los separe”.

No olvidemos que los ministros del Sacramento son los mismos contrayentes. El sacerdote sólo recibe y bendice el consentimiento.
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Victor R. Jordán Montaño
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Registrado: 05 Sep 2008
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MensajePublicado: Sab Dic 06, 2008 12:07 am    Asunto: respuesta a tema 14
Tema: Sesión 14. Apéndice. Eucaristía en situaciones de la vida
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¿Por qué es tan importante el silencio para encontrarnos con Dios?
Es condición indispensable para encontrarnos con Dios, este encuentro se da en el silencio del alma, el mayor milagro se realiza en el silencio de la Eucaristía, es necesario alejarse de todos los "ruidos" que nos distraen y no nos permiten oir a Dios.


¿Cómo debemos manejar el sufrimiento de cara a la Eucaristía?
Haciendo oración, aceptando humildemente lo insignificantes que somos ante Jesús Eucaristía, abriendo nuestro corazón para que solo El diluya esos sufrimientos y llene nuestra alma de paz interior


¿Por qué podemos llamar a Maria “Nuestra señora del Santísimo Sacramento?
Por que acompaño en todo momento a Jesucristo, ella entendio cual era la misión de El, la acepto en silencio aún cuando se daba cuenta de que la mayoría no había entendido la necesidad de que Jesús muriera, para quedarse con nosotros En el Sacramento de la Eucaristía.

¿Por qué la Eucaristía da fuerzas para el martirio?
Por que en la Eucaristía recibimos el Cuerpo y la Sangre de Cristo, que murio mártir, que nos llena de fuerza para afrontar cualquier situación adversa, el efecto número uno de la Eucaristía es la capacidad de sufrir cualquier cosa por Cristo.
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Jose Fernando Montaña Gom
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Registrado: 03 Sep 2008
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MensajePublicado: Sab Dic 06, 2008 11:54 am    Asunto:
Tema: Sesión 14. Apéndice. Eucaristía en situaciones de la vida
Responder citando

PAZ A TODOS HERMANOS

¿Por qué es tan importante el silencio para encontrarnos con Dios?

En esta sociedad del ruido y las distracciones en la que vivimos, se hace necesario hacer y por tanto rodearnos de un silencio fructifero que no prmota oncentrarnos en nuestra relación conel Señor. Un silencio no solo exterior sino sobre todo interior que nos permita estar atentos a nuestra conversación con el Señor, que nos permita oir lo que quiere de nosotros. Un silencio que nos permita orar.

¿Cómo debemos manejar el sufrimiento de cara a la Eucaristía?

Bastante sufrio ya Jesus durante su paso por la existencia terrena para que ahora nosotros no ciudemos la Eucaristía y le inflijamos mas sufrimiento. Debemos evitar en la Eucaristía todo sesos comportamientos que siguen haciendo sufir a Jesus, por ejemplo, no estando atentos, no estando preparados, cuchicheando y un largo etcétera.
Asi mismo no permitaos que sufra mas dejandolo solo en el Sagrario un dia tras otro sin acercarnos a visitarlo, a hacerle participe de nuestras alegrías y nuestras tristezas, a pedirle y a darle gracias por lo concedido.

¿Por qué podemos llamar a Maria “Nuestra señora del Santísimo Sacramento?
Porque fue Ella, la que siendo Inmaculada y Pura desde su concepción albergo en su interior al Salvador, y este que es nuestro Señor y Salvador es el que actualmente sigue con nosotros presente en al Santísimo Sacramento. Es decir Ella es de Él y Él de su madre.

¿Por qué la Eucaristía da fuerzas para el martirio?

El Señor es Eucarastía, y para un buen cristiano el Señor es lo primero y además lo es todo. Por tanto si por la Eucaristía, que es el Señor, hay que darlo todo pues lo damos con alegria y gozo. Por supuesto frotalecidos por esta Eucaristía.

GRACIAS A TODOS. FELIZ SEMANA.
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amalia c. martin
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Registrado: 08 Oct 2007
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MensajePublicado: Dom Dic 07, 2008 2:51 am    Asunto: 14. Apéndice. Eucaristía en diversas situaciones de la vida
Tema: Sesión 14. Apéndice. Eucaristía en situaciones de la vida
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¿Por qué es tan importante el silencio para encontrarnos con Dios?

Dios fue silencioso durante muchos siglos, y en ese silencio se gestaba la comunicación más entrañable: el diálogo entre Padre, Hijo y Espíritu Santo.

¿Qué es el silencio?

Es esa capacidad interior de saber estar reposado, calmado, controlando y encauzando los sentidos internos y externos. Es esa capacidad de callar, de escuchar, de recogerse. Es esa capacidad de cerrar la boca en momentos oportunos, de calmar las olas interiores, de sentirse dueño de sí mismo y no dominado o esclavo de sus alborotos.
Uno de los males de la actualidad es el aburrimiento, que se origina de la incapacidad del hombre de estar a solas consigo mismo. El hombre de la era atómica no soporta la soledad y el silencio, y para combatirlos echa mano de un cigarrillo, una radio, la televisión, y para evadirse del silencio se echa ciegamente en brazos de la dispersión, la distracción y la diversión.

¿Para qué sirve el silencio?

Es muy útil para reponer fuerzas, energías espirituales, calmarse, para encontrarnos con nosotros mismos, para conocernos mejor, más profundamente.
Es imprescindible para ser creativos. Todo artista, científico, pensador, necesita desplegar en su interior un gran silencio para poder generar percepciones, ideas, creaciones. Los grandes genios del arte y de la literatura fueron hombres que dedicaban mucho tiempo al silencio. Y de esos momentos de silencio brotaron las grandes obras. Es lo que llamamos el silencio creador, fecundo, productivo.

Es condición indispensable para escuchar y encontrarnos con Dios. Jamás le escucharemos si estamos sumergidos en el oleaje de la palabrería, dispersión, agitación. El encuentro con Dios se da en el silencio del alma. Así lo dice santa Teresa de Jesús: “Pues hagamos cuenta que dentro de nosotros está un palacio de grandísima riqueza, todo su edificio de oro y piedras preciosas –en fin, como para tal Señor-, y que sois vos parte de que este edificio sea tal, como a la verdad lo es (que es en sí, que no hay edificio y de tanta hermosura como un alma limpia llena de virtudes, y mientras mayores, más resplandecen las piedras), y que en este palacio está este gran Rey y que ha tenido por bien ser vuestro Padre y que está en un trono de grandísimo precio, que es vuestro corazón” (Camino de perfección, 28, 9).

Y san Juan de la Cruz nos susurra al oído: “El alma que le quiere encontrar ha de salir de todas las cosas con la afición y la voluntad, y entrar dentro de sí mismo con sumo recogimiento. Las cosas han de ser para ella como si no existiesen...Dios, pues, está escondido en el alma y ahí le ha de buscar con amor el buen contemplativo, diciendo: ¿A dónde te escondiste?” (Cántico espiritual, 1, 6).

¿Cómo debemos manejar el sufrimiento de cara a la Eucaristía?

Eucaristía y sufrimiento

Jesús ha sido, es y será el varón de los dolores: rechazado, perseguido, incomprendido, criticado, atacado.

¿Cuáles son los sufrimientos que experimenta Cristo en la eucaristía?

El abandono de muchos que no vienen, que no lo visitan, que no lo reciben en la comunión.
La profanación brutal de quienes entraron en las Iglesias, saquearon, rompieron, abrieron Sagrarios, tiraron y pisotearon las Hostias consagradas.
Los sacrilegios de quienes comulgaron sin las debidas disposiciones del alma, es decir, estando en pecado grave.
Las distracciones de tantos cristianos que vienen a misa y están mirando quién entra, quién sale, quién pasa.
La falta de unción, delicadeza de los sacerdotes que no celebran la misa con fervor, con atención, pues la celebran con prisa, rápidamente, tal vez omitiendo una lectura, el sermón.
Iglesias destartaladas, llenas de polvo, manteles sucios, cálices en mal estado.
Comuniones en manos sucias, partículas consagradas que se pierden, donde está también todo entero Jesús Eucaristía
Gente que habla durante la misa o en alguna otra ceremonia litúrgica.
Sufrimientos porque no hay sacerdotes que puedan celebrar la eucaristía en tantos pueblos.
Burlas, risas, carcajadas de gente sin fe, sin respeto, irreverentes.

¿Por qué podemos llamar a Maria “Nuestra señora del Santísimo Sacramento?

¿Podemos en justicia llamar a María “Nuestra Señora del Santísimo Sacramento”?

María fue el primer Sagrario en el que Cristo puso su morada, recibiendo de su madre la primera adoración como Hijo de Dios que asume la naturaleza humana para redimir al hombre. Imaginémonos cómo trató a Jesús en su seno, qué diálogos de amor con ese Dios al que alimentaba y al mismo tiempo del que Ella misma se alimentaba día y noche. Imaginémonos la delicadeza para con ese Hijo, cuando iba y venía, trabajaba o cocinaba, o iba a la fuente o de compras. Pondría su mano sobre el vientre y sentiría moverse a ese hijo suyo que era también, y sobre todo, Hijo de Dios.

María durante esos nueve meses fue viviendo las virtudes teologales.


Vivía la fe. Creía profundamente que ese Hijo que crecía en sus entrañas era Dios Encarnado. Y ella le dio ese trozo de carne y su latido humano.

Vivía la Esperanza; esa Esperanza en el Mesías prometido ya estaba por cumplirse y Ella era la portadora de esa esperanza hecha ya realidad.

Vivía el amor; un amor hecho entrega a su Hijo. María entregaba su cuerpo a su Hijo y derramaba e infundía su sangre a su Hijo. Si no hay sangre derramada, el amor es incompleto. Sólo con sangre y sacrificio el amor se autentifica, se aquilata.

Cristo en la Eucaristía es su Cuerpo que se entrega y es su Sangre que se derrama para alimento y salvación de todos los hombres. Pero, ¿quién dio a Jesús ese cuerpo humano y esa sangre humana? ¡María!

Por tanto, el mismo cuerpo que recibimos en la Comunión es la misma carne que le dio María para que Jesús se encarnara y se hiciese hombre. Gustemos, valoremos, disfrutemos en la Comunión no sólo el Cuerpo de Cristo sino ese cuerpo que María le dio. Por tanto, el Cuerpo de Cristo tiene todo el encanto, el sabor, la pureza del cuerpo de María. Pero bajo las apariencias del pan y vino. ¡Es la fe, nuestra fe, que ve más allá de ese pan!
María llevó toda su vida una vida eucaristizada, es decir, vivía en continua acción de gracias a Dios por haber sido elegida para ser la Madre de Dios, vivía intercediendo por nosotros, los hijos de Eva, que vivíamos en el exilio, esperando la venida del Mesías y la liberación verdadera. Y como dijo el Papa Juan Pablo II en su encíclica sobre la Eucaristía, María es mujer eucaristizada porque vivió la actitud de toda eucaristía: es mujer de fe, es mujer sacrificada y su presencia reconforta. ¿No es la Eucaristía misterio de fe, sacrificio y presencia?

Vivía en continuo sufrimiento, Getsemaní y Calvario. También Ella, como Jesús, fue triturada, como el grano de trigo y como la uva pisoteada, de donde brotará ese pan que se hará Cuerpo de Jesús que nos alimentará y ese mosto que será bebida de salvación.
La Eucaristía que vivía María era misteriosa, espiritual, pero real. Su vida fue marcada por la entrega a su Hijo y a los hombres.
¿Por qué en algunos de las apariciones, María pide la comunión? Porque Eucaristía y María están estrechamente unidas.

Por lo tanto, Cristo en la Eucaristía es sacrificio, alimento, presencia, y María en la Eucaristía experimenta el sacrificio de su Hijo una vez más, pues cada misa es vivir el Calvario, y María estuvo al pie del Calvario.
En la Eucaristía María nos vuelve a dar a su Hijo para alimentarnos. En la Eucaristía, junto al Corazón de su Hijo, palpita el corazón de la Madre.

Por tanto en cada misa experimentamos la presencia de Cristo y de María. No es ciertamente la presencia de María en la Eucaristía una presencia como la de Cristo, real, sustancial. Es más bien una presencia espiritual que sentimos en el alma. Es María quien nos ofrece el Cuerpo de su Hijo, pues en cada misa nace, muere y resucita su Hijo por la salvación de los hombres y la glorificación de su Padre.

¿Por qué la Eucaristía da fuerzas para el martirio?

El efecto número uno de la eucaristía es la capacidad de sufrir cualquier cosa por Cristo.
Uno de los objetivos del Año Santo fue el recuerdo de los mártires. ¿Cuántos han sido mártires de la eucaristía?
Todos conocemos al niño Tarsicio. Es el año 302, en plena persecución del emperador Diocleciano. En Roma, un niño, de nombre Tarsicio, asiste a la eucaristía en las catacumbas de San Calixto. El papa de entonces le entrega el Pan Consagrado y envuelto en un lino blanco, para que lo lleve a los cristianos que están en la cárcel (¡era para esa ocasión ministro extraordinario de la Comunión!) que esperan dar pronto su vida por Dios. ¡La eucaristía engendra mártires!

Tarsicio oculta cuidadosamente el Pan Eucarístico sobre su pecho. Solícito se encamina hacia las cárceles. En el camino encuentra a algunos compañeros no cristianos que juegan y se divierten. Al verlo tan serio sospechan que algo importante está guardando. Al descubrir que Tarsicio lleva los “misterios”, el odio estalla en sus corazones y en todos los miembros de sus cuerpos. Con puñetazos, puntapiés y pedradas esos muchachos paganos tratan de arrebatarle lo que él aprieta contra su corazón. Aún herido de muerte no suelta la eucaristía.
Providencialmente pasa por el lugar un soldado cristiano llamado Cuadrato y lo rescata. Lo toma en sus fuertes brazos y lo lleva de regreso a la comunidad cristiana. Allí, ya en agonía, Tarsicio abre sus brazos y devuelve la eucaristía al papa que se la había entregado. Tarsicio muere feliz, pues le ha demostrado a Cristo su propia fidelidad hasta la muerte. ¡La eucaristía engendra mártires!

Para los primeros cristianos la eucaristía estaba unida a la capacidad de martirio. Tanto para Tarsicio como para esos cristianos ya encarcelados, la eucaristía les daba fuerzas para soportar todo dolor y sufrimiento.
Es de todos conocido el ejemplo de san Ignacio de Antioquía que decía a sus hermanos cristianos: ”Dejadme ser pan molido para las fieras”. Y así murió, devorado por las fieras. ¡La eucaristía engendra mártires!

Tenemos también a los famosos mártires de 1934, fusilados en el norte de España, entre ellos san Héctor Valdivielso, argentino. Después de la misa los apresan y los conducen a la cárcel, y a los tres o cuatro días los fusilan

En México muchos sacerdotes en tiempo de la Guerra Cristera de 1926 a 1929, murieron mártires, entre ellos el padre Agustín Pro, porque no obedecieron la orden masónica del presidente Plutarco Elías Calles: “prohibido celebrar la eucaristía y todo culto católico, bajo pena de muerte”. Y estos sacerdotes desafiaron esta inhumana y atea orden, porque sentían el deber sagrado de honrar a la eucaristía y fortalecer al pueblo. No podían vivir sin la eucaristía. Y murieron mártires.

El beato Karl Leisner, ordenado sacerdote en el campo de concentración de Dachau en Alemania, fue apresado y encarcelado. Tenía como lema “Cristo, tú eres mi pasión”. Celebró su primera y única misa en un barracón del campo de concentración. Sus últimas palabras fueron “Amor, perdón, oh Dios, bendice a mis enemigos”. ¡La eucaristía engendra mártires!

¿Por qué la eucaristía da fuerzas para el martirio? Porque en la eucaristía recibimos el Cuerpo y la Sangre de Cristo, que murió mártir, y que nos llena de bravura, de fuerza para afrontar cualquier situación adversa. Quien comulga con frecuencia tendrá en sus venas la misma Sangre de Cristo, siempre dispuesta a entregarla y derramarla cuando sea necesario por la salvación del mundo.

Si hoy claudican tantos cristianos, si hay tanto miedo en demostrar que somos cristianos, si hay tanto cálculo, miramiento, cobardía en la defensa de la propia fe, si hoy se pierde con relativa facilidad la propia fe y se duda de ella o se pasa a sectas, ¿no será porque nos falta recibir con más conciencia, fervor y alma pura la eucaristía?

El efecto número uno de la eucaristía es la capacidad de sufrir cualquier cosa por Cristo.
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Thomas Garcia
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MensajePublicado: Dom Dic 07, 2008 4:14 am    Asunto: sesion 14 La Eucatistia en diversas sistuaciones de la vida.
Tema: Sesión 14. Apéndice. Eucaristía en situaciones de la vida
Responder citando

¿Por qué es tan importante el silencio para encontrarnos con Dios?
Porque es condición indispensable para escuchar y encontrarnos con Dios. Jamás le escucharemos si estamos sumergidos en el oleaje de la palabrería, dispersión, agitación. El encuentro con Dios se da en el silencio del alma. Las grandes decisiones en la vida nacieron de momentos de silencio.
Por eso el mayor milagro se realiza en el silencio de la eucaristía. Las más íntimas amistades se fraguan en el silencio de la eucaristía. Las más duras batallas se vencen en el silencio de la eucaristía, frente al Sagrario. La lectura de la Palabra que se tiene en la misa debe hacerse en el silencio del alma, si es que queremos oír y entender. El momento de la Consagración tiene que ser un momento fuerte de silencio contemplativo y de adoración. Cuando recibimos en la Comunión a Jesús ¡qué silencio deberíamos hacer en el alma para unirnos a Él! Nadie debería romper ese silencio.

¿Cómo debemos manejar el sufrimiento de cara a la Eucaristía?
De a cuerdo a San Pablo, debemos de manejar el sufrimiento asimilándolo para participar con Cristo en la redención. En otras palabras San Pablo nos dice que hay que darle sentido a nuestro sufrimiento por medio del sufrir con paciencia y con caridad. Si hacemos esto nos vamos a parecer mas a Cristo en sus sufrimientos.

¿Por qué podemos llamar a María “Nuestra señora del Santísimo Sacramento?
María Santísima fue el primer Sagrario Viviente. Ella llevó en Su Seno durante nueve meses al Señor y Jesús es Carne de Su Carne y Sangre de Su Sangre. Pero no sólo es Madre del Hijo, sino que es Hija del Padre y Esposa del Espíritu Santo.
Por otro lado al estar la Santísima Trinidad en la Sagrada Eucaristía, también lo está María Santísima ya que Ella está profundamente inserta en la Santísima Trinidad

¿Por qué la Eucaristía da fuerzas para el martirio?
Porque en la eucaristía recibimos el Cuerpo y la Sangre de Cristo, que murió mártir, y que nos llena de bravura, de fuerza para afrontar cualquier situación adversa. Quien comulga con frecuencia tendrá en sus venas la misma Sangre de Cristo, siempre dispuesto a entregarla y derramarla cuando sea necesario por la salvación del mundo.
El efecto número uno de la eucaristía es la capacidad de sufrir cualquier cosa por Cristo.
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Mariela B. Aponte
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MensajePublicado: Dom Dic 07, 2008 6:04 am    Asunto:
Tema: Sesión 14. Apéndice. Eucaristía en situaciones de la vida
Responder citando

1. ¿Por qué es tan importante el silencio para encontrarnos con Dios?
Porque es condición indispensable para escuchar y encontrarnos con Dios. Jamás le escucharemos si estamos sumergidos en el oleaje de la palabrería, dispersión, agitación. El encuentro con Dios se da en el silencio del alma.

2. ¿Cómo debemos manejar el sufrimiento de cara a la Eucaristía?
Asimilarlo para participar con Cristo en la Redención. “Sufro en mi carne lo que falta a los sufrimientos de Cristo por su cuerpo, que es la Iglesia”.

3. ¿Por qué podemos llamar a María “Nuestra señora del Santísimo Sacramento?
Porque Ella es la Madre de Jesús y el Santísimo Sacramento es Jesús mismo, el mismo que Ella recibió en su purísimo vientre, el mismo que Ella presentó en el templo y más tarde entregó al Padre en el Sumo Sacrificio de la Cruz. Ella es la Señora del Santísimo Sacramento porque ese sacrificio donde Ella lo ofreció al Padre se repite en cada misa.

4. ¿Por qué la Eucaristía da fuerzas para el martirio?
Porque en la eucaristía recibimos el Cuerpo y la Sangre de Cristo, que murió mártir, y que nos llena de bravura, de fuerza para afrontar cualquier situación adversa. Quien comulga con frecuencia tendrá en sus venas la misma Sangre de Cristo, siempre dispuesta a entregarla y derramarla cuando sea necesario por la salvación del mundo.
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El Amor es al mismo tiempo el Principio, el Fin y el Medio para conseguirlo.
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Lupita RT
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MensajePublicado: Dom Dic 07, 2008 7:09 am    Asunto: Sesión 14 Eucaristía en diversas situaciones de la vida
Tema: Sesión 14. Apéndice. Eucaristía en situaciones de la vida
Responder citando

1) ¿Por qué es tan importante el silencio para encontrarnos con Dios?
El silencio es la capacidad interior de saber estar reposado, calmado, controlando y encauzando los sentidos internos y externos. Es esa capacidad de callar, de escuchar, de recogerse. Es muy útil para reponer fuerzas, energías espirituales, calmarse, para encontrarnos con nosotros mismos, para conocernos mejor, más profundamente.
Es condición indispensable para escuchar y encontrarnos con Dios. El encuentro con Dios se da en el silencio del alma.

2)¿Cómo debemos manejar el sufrimiento de cara a la Eucaristía?
Con amor y respeto a Dios y con paciencia asimilando el dolor para participar con Cristo en la redención.

Adorando, todo se entiende. Cuando las rodillas se doblan, el corazón se inclina, la mente se calla ante enigmas que nos sobrepasan definitivamente, entonces las rebeldías se las lleva el viento, las angustias se evaporan y la paz llena todos los espacios de nuestra alma.

3) ¿Por qué podemos llamar a Maria “Nuestra señora del Santísimo Sacramento?
María fue el primer Sagrario en el que Cristo puso su morada, recibiendo de su madre la primera adoración como Hijo de Dios que asume la naturaleza humana para redimir al hombre.

4) ¿Por qué la Eucaristía da fuerzas para el martirio?
Porque en la eucaristía recibimos el Cuerpo y la Sangre de Cristo, que murió mártir, y que nos llena de bravura, de fuerza para afrontar cualquier situación adversa. Quien comulga con frecuencia tendrá en sus venas la misma Sangre de Cristo, siempre dispuesta a entregarla y derramarla cuando sea necesario por la salvación del mundo.
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genovevarivollier
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MensajePublicado: Dom Dic 07, 2008 7:42 pm    Asunto:
Tema: Sesión 14. Apéndice. Eucaristía en situaciones de la vida
Responder citando

¿Por qué es tan importante el silencio para encontrarnos con Dios?

En el silencio Dios se nos manifiesta. debemos cerrar la boca; reposar , calmarnos y controlar todos los sentidos; tener la capacidad de recogernos-mirar nuestro interior y estar a solas con uno mismo. Es condición indispensable para escuchar y encontrarnos con Dios."retírate a tu habitación cierra la puerta y ora a tu Padre que está en lo secreto..."Mt.6,6.

¿Cómo debemos manejar el sufrimiento de cara a la Eucaristía?

La Eucaristía es sacramento del sacrificio pascual de Cristo. Desde la encarnación en el seno de la Virgen hasta el último aliento sobre la cruz, la Vida de Jesús es un holocausto incesante, una entrega perseverante a los designios del Padre. La obra de nuestra redención se efectúa cuantas veces se celebra en el altar el sacrificio de la cruz, por medio del cual Cristo, que es nuestra Pascua, ha sido inmolado .

A esto nosotros nos asociamos, para llegar a ser un sólo cuerpo y un solo espíritu con Cristo. Participar de la Eucaristía, obedecer el Evangelio que escuchamos, comer el Cuerpo y beber la sangre del Señor, quiere decir hacer de nuestra vida un sacrificio agradable a Dios por Cristo, con Cristo y en Cristo.
En el pan y en el vino que llevamos al altar que significa nuestra existencia: el sufrimiento y el empeño por vivir como Cristo y según el mandamiento dado a sus discípulos.
La espiritualidad del sacrificio debería impregnar nuestras jornadas.

¿Por qué podemos llamar a María "Nuestra Señora del Santísimo Sacramento?

María es la discípula de la escucha- Le pedimos al Señor tener un actitud contemplativa para dar siempre vueltas a las cosas en nuestro corazón.
Que podamos merecer, la alabanza de Jesús: "Dichosos más bien los que escuchan la Palabra de Dios y la ponen en práctica".
María: ícono de la Iglesia"Eucaristíca".
Para vivir profundamente el sentido de la celebración eucarística y hacer que deje una huella en nuestra vida,no hay mejor manera que dejarse"educar" por María, la "mujer eucarística". Ella "nos introduce de modo natural en la vida de Cristo y nos hace como "respirar" sus sentimientos.

¿Por qué la Eucaristía da fuerzas para el martirio?

La Eucaristía, nos hace testigos, nos da la fuerza necesaria para testimoniar con nuestra vida a Cristo. Quien comulga con frecuencia tendrá en sus venas la misma sangre de Cristo, siempre dispuesta a entregarla. El efecto número uno de la Eucaristía es la capacidad de sufrir cualquier cosa por Cristo.
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genovevarivollier
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MensajePublicado: Dom Dic 07, 2008 7:43 pm    Asunto:
Tema: Sesión 14. Apéndice. Eucaristía en situaciones de la vida
Responder citando

¿Por qué es tan importante el silencio para encontrarnos con Dios?

En el silencio Dios se nos manifiesta. debemos cerrar la boca; reposar , calmarnos y controlar todos los sentidos; tener la capacidad de recogernos-mirar nuestro interior y estar a solas con uno mismo. Es condición indispensable para escuchar y encontrarnos con Dios."retírate a tu habitación cierra la puerta y ora a tu Padre que está en lo secreto..."Mt.6,6.

¿Cómo debemos manejar el sufrimiento de cara a la Eucaristía?

La Eucaristía es sacramento del sacrificio pascual de Cristo. Desde la encarnación en el seno de la Virgen hasta el último aliento sobre la cruz, la Vida de Jesús es un holocausto incesante, una entrega perseverante a los designios del Padre. La obra de nuestra redención se efectúa cuantas veces se celebra en el altar el sacrificio de la cruz, por medio del cual Cristo, que es nuestra Pascua, ha sido inmolado .

A esto nosotros nos asociamos, para llegar a ser un sólo cuerpo y un solo espíritu con Cristo. Participar de la Eucaristía, obedecer el Evangelio que escuchamos, comer el Cuerpo y beber la sangre del Señor, quiere decir hacer de nuestra vida un sacrificio agradable a Dios por Cristo, con Cristo y en Cristo.
En el pan y en el vino que llevamos al altar que significa nuestra existencia: el sufrimiento y el empeño por vivir como Cristo y según el mandamiento dado a sus discípulos.
La espiritualidad del sacrificio debería impregnar nuestras jornadas.

¿Por qué podemos llamar a María "Nuestra Señora del Santísimo Sacramento?

María es la discípula de la escucha- Le pedimos al Señor tener un actitud contemplativa para dar siempre vueltas a las cosas en nuestro corazón.
Que podamos merecer, la alabanza de Jesús: "Dichosos más bien los que escuchan la Palabra de Dios y la ponen en práctica".
María: ícono de la Iglesia"Eucaristíca".
Para vivir profundamente el sentido de la celebración eucarística y hacer que deje una huella en nuestra vida,no hay mejor manera que dejarse"educar" por María, la "mujer eucarística". Ella "nos introduce de modo natural en la vida de Cristo y nos hace como "respirar" sus sentimientos.

¿Por qué la Eucaristía da fuerzas para el martirio?

La Eucaristía, nos hace testigos, nos da la fuerza necesaria para testimoniar con nuestra vida a Cristo. Quien comulga con frecuencia tendrá en sus venas la misma sangre de Cristo, siempre dispuesta a entregarla. El efecto número uno de la Eucaristía es la capacidad de sufrir cualquier cosa por Cristo.
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René Héctor Martíinez Mez
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MensajePublicado: Dom Dic 07, 2008 9:55 pm    Asunto: 14. Apéndice. Eucaristía en diversas situaciones de la vida
Tema: Sesión 14. Apéndice. Eucaristía en situaciones de la vida
Responder citando

¿Por qué es tan importante el silencio para encontrarnos con Dios?
Una palabra habló el Padre, que fue su Hijo, y ésta habla siempre en eterno silencio, y en silencio ha de ser oída del alma (San Juan de la Cruz (1542-1591) carmelita descalzo).
En el silencio de la entrega de Jesús encontramos la realización de la voluntad del Padre.
Y es en el silencio en el que podemos de mejor manera interiorizar y entrar en comunicación con él Soplo Divino que llevamos dentro, el Espíritu Santo, y poder así llegar a tener un verdadera comunión con Dios, conocer y reconocer su voluntad.

¿Cómo debemos manejar el sufrimiento de cara a la Eucaristía?
Como el abandono e incomprensión de la entrega de Jesús, la consideración de que el acto litúrgico, la palabra, la reconciliación con nuestros semejantes son tan solo un ritual.
Cuando disminuimos la liturgia eucarística a un ritual sin importancia, olvidando el Hagan esto en Conmemoración mía, por parte de Jesús, que es el que por medio de Padre y por obra del Espíritu Santo se hace presente para formar parte de nuestro cuerpo.
En resumen cuando somos incapaces de ser testigos y apóstoles de la presencia de Jesús en la eucaristía.

¿Por qué podemos llamar a Maria “Nuestra señora del Santísimo Sacramento?
Lucas 2, 19. María, por su parte, guardaba todas estas cosas, y las meditaba en su corazón.
María desde el momento que abrió su corazón al actuar y voluntad de Dios, acepto y puso so confianza y fe, en esa entrega de voluntaria de nuestro señor Jesucristo.
Ello la hace la primera en participar del sacramento eucarístico

¿Por qué la Eucaristía da fuerzas para el martirio?
Porque ella es la presencia viva de aquel que ofrendo si vida, para salvarnos, el cordero inocente y sin mancha que se inmola para la salvación de nosotros y es en esa entrega que encontramos la fuerza para poder enfrentar y aceptar el martirio.
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Carlos09
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Registrado: 23 Jun 2008
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MensajePublicado: Dom Dic 07, 2008 10:29 pm    Asunto:
Tema: Sesión 14. Apéndice. Eucaristía en situaciones de la vida
Responder citando

¿Por qué es tan importante el silencio para encontrarnos con Dios?

Porque a través del Silencio nos podemos internar en la amistad y relacionarnos íntimamente con Dios, pues es necesario que tengamos sobre todo el silencio interno tan pobremente practicado entre los hombres.

¿Cómo debemos manejar el sufrimiento de cara a la Eucaristía?

La Eucaristía nos hace capaces de soportar el sufrimiento siempre y cuando lo unamos a al sacrificio de Jesús, sufriendo por Aquél que sufrió por todos.

¿Por qué podemos llamar a María “Nuestra señora del Santísimo Sacramento?

Maria llevo en su vientre virginal a Jesus,y fue ella el primer sagrario,ya que Jesus estuvo en su seno durante nueve meses,y el es carne de su carne y sangre de su sangre.

[b]¿Por qué la Eucaristía da fuerzas para el martirio?


Porque en la eucaristia recibimos el cuerpo y la sangre de Cristo que murio martir, y nos llena de una gran fuerza, para afrontar cualquier situacion adversa. Por eso siempre que comulgamos nos llenamos mas de Cristo, por lo que estamos llamados a parecernos a Cristo.

[/quote]
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Laura Arias
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Registrado: 01 Oct 2007
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MensajePublicado: Dom Dic 07, 2008 11:06 pm    Asunto:
Tema: Sesión 14. Apéndice. Eucaristía en situaciones de la vida
Responder citando

¿Por qué es tan importante el silencio para encontrarnos con Dios?
Porque al estar en silencio podemos escucharnos a nosotros mismos, a nuestras preocupaciones, anhelos, etc. Y se las podemos entregar a El. Podemos escucharlo en nuestro interior, sentir Su Paz.

¿Cómo debemos manejar el sufrimiento de cara a la Eucaristía?
Apoyandonos en la fuerza que esta nos da para que nuestro sufrimiento tenga un sentido, de reparación, de expiación.

¿Por qué podemos llamar a Maria “Nuestra señora del Santísimo Sacramento?
Porque fue Ella la primera portadora de El, porque sus corazones latieron al unisono, porque Ella siempre nos acompaña al estar ahí frente a El cuando lo adoramos en el Santísimo Sacramento.

¿Por qué la Eucaristía da fuerzas para el martirio?
Porque la sangre de Jesús recorre nuestro cuerpo al comulgar, y asi como El tuvo la fuerza para morir por nosotros en la Cruz, asi nos da esa fuerza para dar incluso la vida por El
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fabidv
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Registrado: 24 Jun 2008
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MensajePublicado: Lun Dic 08, 2008 12:55 am    Asunto: 14 a Sesión
Tema: Sesión 14. Apéndice. Eucaristía en situaciones de la vida
Responder citando

1. ¿Por qué es tan importante el silencio para encontrarnos con Dios?

Es condición indispensable para escuchar y en el caso de la oración, es necesario para escuchar a Dios. El silencio refleja nuestra disponibilidad atenta hacia Él.

2. ¿Cómo debemos manejar el sufrimiento de cara a la Eucaristía?

Jesús en la Eucaristía nos da vivos ejemplos de cómo se puede sufir por amor. Así nuestros sufrimientos se pueden ver relativizados y podemos verlos como fuente de gracias y como algo que ofrecer en correspondencia a la entrega total de Jesús a nosotros.

3. ¿Por qué podemos llamar a Maria “Nuestra señora del Santísimo Sacramento?

Porque María ofrece, da y acompaña continuamente a su Hijo ahora como lo hizo en su vida terrenal. Su ejemplo es el mejor para sabernos comportar delante de su Hijo, para saber tratarlo y amarlo.

4. ¿Por qué la Eucaristía da fuerzas para el martirio?

Porque en la eucaristía recibimos el Cuerpo y la Sangre de Cristo, que murió mártir, y que nos llena de bravura, de fuerza para afrontar cualquier situación adversa. Quien comulga con frecuencia tendrá en sus venas la misma Sangre de Cristo, siempre dispuesta a entregarla y derramarla cuando sea necesario por la salvación del mundo.
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MCDelgadillo
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Registrado: 11 Mar 2007
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MensajePublicado: Lun Dic 08, 2008 2:08 am    Asunto: 14ª. Apéndice. Eucaristía en diversas situaciones de la vida
Tema: Sesión 14. Apéndice. Eucaristía en situaciones de la vida
Responder citando

¿Por qué es tan importante el silencio para encontrarnos con Dios?
Sólo en el silencio podemos escuchar y unirnos a Dios, vivir la intimidad del encuentro en donde nuestra alma reposa y se deleita en Dios.
¿Cómo debemos manejar el sufrimiento de cara a la Eucaristía?
Con paciencia, amor de entrega, sacrificio y esperanza en su infinita misericordia.
¿Por qué podemos llamar a Maria “Nuestra señora del Santísimo Sacramento?
Su vientre fue el primer sagrario en donde habitara Jesús Eucaristía.
¿Por qué la Eucaristía da fuerzas para el martirio?
En la eucaristía recibimos el Cuerpo y la Sangre de Cristo, que murió mártir, y que nos llena de valentía y fuerza para vencer las adversidades
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Elena Hernandez
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MensajePublicado: Lun Dic 08, 2008 11:57 am    Asunto: Tema 14. Apendice. Eucaristia en diversas situaciones de
Tema: Sesión 14. Apéndice. Eucaristía en situaciones de la vida
Responder citando

Por que es tan importante el silencio para encontrarnos con Dios?

El silencio es indispensable para encontrarnos con Dios, solo en el silencio podemos escuchar su voz. Debemos silenciar nuestros "ruidos" interiores. los pensamientos inutiles que no nos conducen a nada, la memoria que trae al presente lo que queremos olvidar, las preocupaciones de la vida, la prisa que desemboca en ansiedad. en fin todo lo que nos dispersa. Necesitamos sosegarnos, entrar en el silencio del alma para escuchar la voz de Dios, porque sino corremos el riego de que lo que escuchemos sea nuestra propia voz.
Debo decir que para mi es bastante dificil lograrlo.

Como debemos manejar el sufrimiento de cara a la Eucaristia?

Asimilandolo para participar con Cristo en la redencion. Pidiendole al Señor que nos de la gracia de la paciencia, para soportar los sufrimientos que nos vengan con entereza y poder entregarlos a El, sin rebeldia, sin desesperacion.

Por que debemos llamar a maria "Nuestra Señora del Santisimo Sacramento"?

Porque a traves del "si" de Maria se cumplio el Plan de Salvacion de Dios y el Hijo de Dios. El Verbo, se hizo carne y habito entre nosotros. Maria fue el primer Sagrario, donde Jesus permanecio por nueve meses, formando y alimentando su carne en el vientre de Maria, tomando de ella su carne y su sangre.

Por que la Eucaristia da fuerzas para el martirio?

En la Eucaristia recibimos el Cuerpo y la Sangre de Cristo, que murio martir, y que nos llena de bravura, de fuerzas para afrontar cualquier situacion adversa. La historia de la Iglesia esta llena de martires que no dudaron en perder su vida por dar testimonio de su fe, de su esperanza, de su amor al Señor y todo eso lo lograban porque se alimentaban de la Eucaristia.

Dios los bendiga a todos Very Happy Laughing
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María Luisa Garza
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Registrado: 21 Jun 2008
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MensajePublicado: Lun Dic 08, 2008 2:52 pm    Asunto:
Tema: Sesión 14. Apéndice. Eucaristía en situaciones de la vida
Responder citando

RESPUESTAS AL TEMA 14 DEL CURSO DE LITURGIA

1.- ¿Por qué es tan importante el silencio para encontrarnos con Dios?
R= Dios fue silencioso durante muchos siglos, y en ese silencio se gestaba la comunicación más entrañable: el diálogo entre Padre, Hijo y Espíritu Santo.
En el bullicio de la vida diaria, en el ajetreo de la vida, el renegar constate de nuestra mente y nuestra lengua no nos dejan tener ese encuentro personal íntimo con nuestro Dios. Por eso se requiere de un silencio físico y espiritual para encontrarnos con Èl, yo en lo personal hasta puedo escuchar su respuesta si logro llegar a ese silencio.

2.- ¿Cómo debemos manejar el sufrimiento de cara a la Eucaristía?
R= Si alguien en su vida y ahora entre nosotros en Espíritu a sufrido y sufre es precisamente Jesús, Él nada dijo, calló y sufrió en silencio. Así también ahora en la eucaristía sufre todas estas ofensas con gran paciencia, esperando que algún día valoremos y respetemos en su justa medida este Sacramento del Altar.

Sufre también con amor. Quiere ganarnos a base de amor, atrayéndonos con lazos de amistad. Este amor es un amor de entrega, de sacrificio.

Y con dolor. Sufre una vez más su pasión y muerte.

¿Por qué y para qué sufrir?

El problema está en sufrir sin sentido. Y es este sufrimiento sin sentido el que escuece y levanta las rebeldías, a veces hasta las alturas de la exageración. Y hay quienes se cierran a cal y canto, y reaccionan ciegamente en medio de un resentimiento total y estéril en que acaban por quemarse por completo.

¿Qué hacemos con el dolor?

Está la actitud de quienes lo quieren eliminar. De hecho, la medicina busca este objetivo. El sufrimiento físico que se pueda eliminar, no está mal.

Asimilarlo. Para participar con Cristo en la redención. “Sufro en mi carne lo que falta a los sufrimientos de Cristo por su cuerpo, que es la Iglesia”. Como Job, que después de todas las luchas, ya no formula preguntas, ni defiende su inocencia, sino que queda en silencio, dobla las rodillas y se postra en el suelo hasta tocar su frente con el polvo, y adora: “Sé que eres poderoso, he hablado como un hombre ignorante. Por eso retracto mis palabras, me arrepiento en el polvo y la ceniza” (Job 42, 1-6).

Está claro: adorando, todo se entiende. Cuando las rodillas se doblan, el corazón se inclina, la mente se calla ante enigmas que nos sobrepasan definitivamente, entonces las rebeldías se las lleva el viento, las angustias se evaporan y la paz llena todos los espacios de nuestra alma.

3.- ¿Por qué podemos llamar a Maria “Nuestra señora del Santísimo Sacramento?
R= Porque María también sufrió tanto como Jesús en su vida, y ella es partícipe de esa entrega de Jesús a nosotros a través del Santísimo Sacramento.

4.- ¿Por qué la Eucaristía da fuerzas para el martirio?
R= Porque en la eucaristía recibimos el Cuerpo y la Sangre de Cristo, que murió mártir, y que nos llena de bravura, de fuerza para afrontar cualquier situación adversa. Quien comulga con frecuencia tendrá en sus venas la misma Sangre de Cristo, siempre dispuesta a entregarla y derramarla cuando sea necesario por la salvación del mundo.

Si hoy claudican tantos cristianos, si hay tanto miedo en demostrar que somos cristianos, si hay tanto cálculo, miramiento, cobardía en la defensa de la propia fe, si hoy se pierde con relativa facilidad la propia fe y se duda de ella o se pasa a sectas, ¿no será porque nos falta recibir con más conciencia, fervor y alma pura la eucaristía?
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jejifa
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MensajePublicado: Lun Dic 08, 2008 4:26 pm    Asunto:
Tema: Sesión 14. Apéndice. Eucaristía en situaciones de la vida
Responder citando

¿Por qué es tan importante el silencio para encontrarnos con Dios?

Porque no hay encuentro con Dios o con nosotros mismos, que no sea en el silencio, exterior e interior. El silencio profundo del alma nos lleva a intimar con nosotros y con Dios.

¿Cómo debemos manejar el sufrimiento de cara a la Eucaristía?

sufriendo en silencio, con amor, con paciencia, con entrega, con sacrificio... sufrir con sentido ¡¡¡¡Sufrir como El ¡¡¡

¿Por qué podemos llamar a Maria “Nuestra señora del Santísimo Sacramento?

Porque ella, al igual que el sagrario, fue la primera en llevarlo en su seno, en tenerlo, fue el primer sagrario del cuerpo de Cristo. Dio un si a la comunion con Jesús, a llevarlo dentro...

¿Por qué la Eucaristía da fuerzas para el martirio?

Porque en la eucaristía recibimos el Cuerpo y la Sangre de Cristo, que murió mártir, y que nos llena de fuerza para afrontar cualquier situación adversa. Quien comulga con frecuencia tendrá en sus venas la misma Sangre de Cristo, siempre dispuesta a entregarla y derramarla cuando sea necesario por la salvación del mundo.
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Saludos.....
Marisol
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Gredys Eduarte Campos
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Registrado: 26 Ago 2008
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MensajePublicado: Lun Dic 08, 2008 9:41 pm    Asunto: Sesión 14. Ap. Eucaristía en diversas situaciones de la vida
Tema: Sesión 14. Apéndice. Eucaristía en situaciones de la vida
Responder citando

1. Por qué es tan importante el silencio para encontrarnos con Dios?

Porque necesitamos del silencio para una mayor unificación personal, ya que mucha distracción produce desintegración y acaba por engendrar desasociego, tristeza y angustia.

2. Cómo debemos manejar el sufrimiento de cara a la Eucaristía?

Adorando, todo se entiende, doblando rodillas, el corazón se inclina, la mente se calla ante enigmas que nos sobrepasan definitivamente, entonces las rebeldías se las lleva el viento, las angustias se evaporan y la paz llena todos los espacios de nuestra alma.

3. Por qué debemos llamar a María "Nuestra Señora del Santísimo Sacramento"?

Porque llevó en sus entrañas en silencio sin queja alguna al Hijo Santísimo Jesucristo Hijo de Dios Padre.

Como dice la carta encíclica Ecclesia de Eucharistía de Juan Pablo II:

"María ha practicado su fé eucarística antes de que ésta fuera instituída:

1. Por haber ofrecido su seno virginal para la encarnación del Verbo de Dios.

2. En la visitación cuando lleva en su seno en Verbo hecho Carne, se convierte de algún modo en "Tabernáculo", el primer "Tabernáculo" de la historia (diríamos nosotros los costarricenses en el primer Sagrario de el Verbo encarnado)."

4. Por qué la Eucaristía de fuerzas para el martirio?

En la Eucaristía se recibeel cuerpo y la sangre de Cristo que murió mártir, nos llena de valor, de fuerza para afrontar cualquier situación adversa. El que comulga frecuentemente tiene en sus venas la misma sangre de Cristo, que estará siempre dispuesto a entregarla y derramarla cuando sea necesario para la salvación del mundo.
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Carmen Gujardo
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Registrado: 24 Jul 2008
Mensajes: 28

MensajePublicado: Mar Dic 09, 2008 3:16 am    Asunto:
Tema: Sesión 14. Apéndice. Eucaristía en situaciones de la vida
Responder citando

SALUDOS A TODOS, DE CARMEN GUAJARDO, DIOS LOS BENDIGA
14. Apéndice. Eucaristía en diversas situaciones de la vida‏
1.- ¿Por qué es tan importante el silencio para encontrarnos con Dios?
R.- Es indispensable para escuchar y encontrarnos con Dios. Debemos estar en el silencio del alma.
El silencio interior es el más importante porque nos hace oír a Dios y estar en comunión con Él.
Al recibir la Comunión, recibimos a Jesús y nuestra alma debe estar en profundo silencio para
unirnos a Él.
2.- ¿Cómo debemos manejar el sufrimiento de cara a la Eucaristía?
R.- Debemos saber que Cristo es el varón de los dolores, por todo lo que sufrió. Sufrió todo con paciencia y esperando que un día valoremos todo lo que hizo por nosotros.
Sufre con amor y por amor a nosotros, ese amor nos debe unir a él y tener nosotros también un gesto de amor y sacrificio hacia él.
3.- ¿Por qué podemos llamar a María “Nuestra Señora del Santísimo Sacramento?
R.- Casi por nada, el sufrimiento tan grande al ver la pasión y la muerte de su hijo. Sufrió una inmensa soledad que nadie la percibió, pero ella sabía que esa soledad estaba llena de Dios Padre.

 4.- ¿Por qué la Eucaristía da fuerzas para el martirio?
R.- Los primero cristianos sufrieron por la eucaristía, pero les daba fuerza para soportar el dolor y el sufrimiento. Tarsicio, San Ignacio, lo sacerdotes de la guerra cristera y muchos más que sufrieron por defender su fe.
Da fuerzas para el martirio, porque recibimos el Cuerpo y la Sangre de Cristo y nos permite afrontar cualquier situación, por más adversas que éstas sean. Debemos comulgar con frecuencia y demostrar que somos buenos cristianos, no debemos ser cobardes a la hora de defender nuestra fe, debemos recordar a todos los mártires que dieron su vida por la salvación de la fe.
El efecto número uno de la eucaristía es la capacidad de sufrir cualquier cosa por Cristo.
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joseaudenago
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MensajePublicado: Mar Dic 09, 2008 10:43 pm    Asunto:
Tema: Sesión 14. Apéndice. Eucaristía en situaciones de la vida
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Hola la paz con ustedes.

*¿Por que es tan importante el silencio para encontrarnos con Dios?

Porque jamas lo escuchariamos si estamos sumergidos en el oleaje de la palabreria,dispersión y agitación. Ya que el encuentro con Dios se da en el silencio del alma.

*¿Como debemos manejar el sufrimiento de cara a la Eucaristia?

Como Job que despues de todas sus luchas, decide no preguntar, ni defender su inocencia, sino que se queda en silencio, dobla la rodilla y se postra en el suelo hasta que su frente toca el suelo.
Por lo que queda claro que adorando todo se entiende. Cuando las rodillas se doblan, el corazón se inclina, la mente se calla ante enigmas que nos sobrepasan definitivamente, entonces las rebeldias se las lleva el viento, las angustias se evaporan y la paz llena todos los espacios de nuestra alma.

*¿Por que podemos llamar a María "Nuestra Señora del Santisimo Sacra-mento"?

Porque es gloria del pueblo cristiano y gozo de la Iglesia Universal y concede a todos los fieles una verdadera devoción a la Sagrada Eucaristia al ser ella el primer sagrario del cuerpo de Cristo.

*¿Por que la Eucaristia da Fuerza para el Martirio?

Porque en la Eucaristia recibimos el Cuerpo y la Sangre de Cristo que murio mártir y que nos llena de bravura, de fuerza para afrontar cualquier situación adversa.
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roca
Asiduo


Registrado: 25 Sep 2006
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Ubicación: España

MensajePublicado: Mie Dic 10, 2008 12:08 pm    Asunto: Respuesta al Tema 14
Tema: Sesión 14. Apéndice. Eucaristía en situaciones de la vida
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¿Por qué es tan importante el silencio para encontrarnos con Dios?

Porque además de recargar nuestra energía, de encontrarnos y conocernos mejor, es condición indispensable para escuchar y hablar con Dios; solo en el silencio del alma podremos escuchar a Dios.


¿Cómo debemos manejar el sufrimiento de cara a la Eucaristía?

Asimilándolo. Ofreciéndolo, para participar con Cristo en la redención, con una actitud de profunda humildad, como Job, doblando las rodillas, inclinando el corazón, abandonándonos en sus manos.


¿Por qué podemos llamar a María “Nuestra señora del Santísimo Sacramento?

Porque María lo llevó en su seno, lo acompañó durante toda su vida, supo estar siempre a su lado, vigilante, preocupada por Él, viviendo los acontecimientos en profundo silencio, orando, sufriendo como madre de Dios y madre nuestra, sosteniéndolo en sus brazos después de su muerte. ¿¡Se pueden hacer más méritos!?


¿Por qué la Eucaristía da fuerzas para el martirio?

Porque es la misma sangre de Cristo, mártir, la que corre por nuestras venas cada vez que comulgamos. Por eso, cuanta más sea la frecuencia con la que comulguemos, más será la fuerza que recibamos de su sangre.
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1Juan Guzmán
Esporádico


Registrado: 28 Ago 2008
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MensajePublicado: Jue Dic 11, 2008 4:13 am    Asunto:
Tema: Sesión 14. Apéndice. Eucaristía en situaciones de la vida
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¿Por qué es tan importante el silencio para encontrarnos con Dios?
Es muy útil para reponer fuerzas, energías espirituales, calmarse, para encontrarnos con nosotros mismos, para conocernos mejor, más profundamente.

Es imprescindible para ser creativos. Todo artista, científico, pensador, necesita desplegar en su interior un gran silencio para poder generar percepciones, ideas, creaciones. Los grandes genios del arte y de la literatura fueron hombres que dedicaban mucho tiempo al silencio. Y de esos momentos de silencio brotaron las grandes obras. Es lo que llamamos el silencio creador, fecundo, productivo.

Es condición indispensable para escuchar y encontrarnos con Dios. Jamás le escucharemos si estamos sumergidos en el oleaje de la palabrería, dispersión, agitación. El encuentro con Dios se da en el silencio del alma. Así lo dice santa Teresa de Jesús: “Pues hagamos cuenta que dentro de nosotros está un palacio de grandísima riqueza, todo su edificio de oro y piedras preciosas –en fin, como para tal Señor-, y que sois vos parte de que aqueste edificio sea tal, como a la verdad lo es (que es ansí, que no hay edificio y de tanta hermosura como un alma limjpia y llena de virtudes, y mientras mayores, más resplandecen las piedras), y que en este palacio está este gran Rey y que ha tenido por bien ser vuestro Padre y que está en un trono de grandísimo precio, que es vuestro corazón” (Camino de perfección, 28, 9).


¿Cómo debemos manejar el sufrimiento de cara a la Eucaristía?
El sufrimiento físico que se pueda eliminar, no está mal.

Asimilarlo. Para participar con Cristo en la redención. “Sufro en mi carne lo que falta a los sufrimientos de Cristo por su cuerpo, que es la Iglesia. Está claro: adorando, todo se entiende. Cuando las rodillas se doblan, el corazón se inclina, la mente se calla ante enigmas que nos sobrepasan definitivamente, entonces las rebeldías se las lleva el viento, las angustias se evaporan y la paz llena todos los espacios de nuestra alma.
Cuando ofrecemos nuestro sufrimiento por amor a Cristo y a nuestros hermanos podemos comprender lo que Cristo sufrió por causa de nuestros pecados y bajo esta visión podemos comprender el dolor humano, y entregarnos plenamente a el Amor de Cristo Eucaristía
¿Por qué podemos llamar a Maria “Nuestra señora del Santísimo Sacramento?
María permanece en su reposo y sagrado silencio. María ofrece, da, recibe y lleva a su Hijo en silencio. Tanta fuerza e impresión secreta ejerce el silencio de Jesús en el espíritu y corazón de la Virgen que la tiene poderosamente y divinamente ocupada y arrebatada en silencio, La Virgen es la prueba más perfecta del amor a la Eucaristía, porque es la Madre y corredentora del Mundo, es la que nos lleva a la presencia de Cristo y la Eucaristía. María es el primer sagrario

¿Por qué la Eucaristía da fuerzas para el martirio?

Porque en la eucaristía recibimos el Cuerpo y la Sangre de Cristo, que murió mártir, y que nos llena de bravura, de fuerza para afrontar cualquier situación adversa. Quien comulga con frecuencia tendrá en sus venas la misma Sangre de Cristo, siempre dispuesta a entregarla y derramarla cuando sea necesario por la salvación del mundo.
_________________
Que la paz que viene de Dios obre en cada un de nuestros corazones y nos guíe por el camino del bien.
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1Juan Guzmán
Esporádico


Registrado: 28 Ago 2008
Mensajes: 37

MensajePublicado: Jue Dic 11, 2008 4:14 am    Asunto:
Tema: Sesión 14. Apéndice. Eucaristía en situaciones de la vida
Responder citando

¿Por qué es tan importante el silencio para encontrarnos con Dios?
Es muy útil para reponer fuerzas, energías espirituales, calmarse, para encontrarnos con nosotros mismos, para conocernos mejor, más profundamente.

Es imprescindible para ser creativos. Todo artista, científico, pensador, necesita desplegar en su interior un gran silencio para poder generar percepciones, ideas, creaciones. Los grandes genios del arte y de la literatura fueron hombres que dedicaban mucho tiempo al silencio. Y de esos momentos de silencio brotaron las grandes obras. Es lo que llamamos el silencio creador, fecundo, productivo.

Es condición indispensable para escuchar y encontrarnos con Dios. Jamás le escucharemos si estamos sumergidos en el oleaje de la palabrería, dispersión, agitación. El encuentro con Dios se da en el silencio del alma. Así lo dice santa Teresa de Jesús: “Pues hagamos cuenta que dentro de nosotros está un palacio de grandísima riqueza, todo su edificio de oro y piedras preciosas –en fin, como para tal Señor-, y que sois vos parte de que aqueste edificio sea tal, como a la verdad lo es (que es ansí, que no hay edificio y de tanta hermosura como un alma limjpia y llena de virtudes, y mientras mayores, más resplandecen las piedras), y que en este palacio está este gran Rey y que ha tenido por bien ser vuestro Padre y que está en un trono de grandísimo precio, que es vuestro corazón” (Camino de perfección, 28, 9).


¿Cómo debemos manejar el sufrimiento de cara a la Eucaristía?
El sufrimiento físico que se pueda eliminar, no está mal.

Asimilarlo. Para participar con Cristo en la redención. “Sufro en mi carne lo que falta a los sufrimientos de Cristo por su cuerpo, que es la Iglesia. Está claro: adorando, todo se entiende. Cuando las rodillas se doblan, el corazón se inclina, la mente se calla ante enigmas que nos sobrepasan definitivamente, entonces las rebeldías se las lleva el viento, las angustias se evaporan y la paz llena todos los espacios de nuestra alma.
Cuando ofrecemos nuestro sufrimiento por amor a Cristo y a nuestros hermanos podemos comprender lo que Cristo sufrió por causa de nuestros pecados y bajo esta visión podemos comprender el dolor humano, y entregarnos plenamente a el Amor de Cristo Eucaristía
¿Por qué podemos llamar a Maria “Nuestra señora del Santísimo Sacramento?
María permanece en su reposo y sagrado silencio. María ofrece, da, recibe y lleva a su Hijo en silencio. Tanta fuerza e impresión secreta ejerce el silencio de Jesús en el espíritu y corazón de la Virgen que la tiene poderosamente y divinamente ocupada y arrebatada en silencio, La Virgen es la prueba más perfecta del amor a la Eucaristía, porque es la Madre y corredentora del Mundo, es la que nos lleva a la presencia de Cristo y la Eucaristía. María es el primer sagrario

¿Por qué la Eucaristía da fuerzas para el martirio?

Porque en la eucaristía recibimos el Cuerpo y la Sangre de Cristo, que murió mártir, y que nos llena de bravura, de fuerza para afrontar cualquier situación adversa. Quien comulga con frecuencia tendrá en sus venas la misma Sangre de Cristo, siempre dispuesta a entregarla y derramarla cuando sea necesario por la salvación del mundo.
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jhcastelano
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Registrado: 01 Sep 2008
Mensajes: 19

MensajePublicado: Vie Dic 12, 2008 5:04 am    Asunto: Sesión 14. Respuestas.
Tema: Sesión 14. Apéndice. Eucaristía en situaciones de la vida
Responder citando

[size=18][color=brown[size=18][size=24]]¿Por qué es tan importante el silencio para encontrarnos con Dios?

Porque es en el silencio como podemos adentrarnos en nosotros mismos, es como podemos relajarnos y dejar hablar al propio silencio. Es en la quietud donde podemos ver sin distracciones al mismo Dios. Las grandes obras de los santos y de los pensadores se dieron en su silencio. Los santos se han extasiado en el silencio y han experimentado a Dios.

¿Cómo debemos manejar el sufrimiento de cara a la Eucaristía?

Entendiendo que el fundamento de nuestra esencia cristiana tiene que ver con la víctima propiciatoria, con el Cordero inocente que se entrega por nosotros en sacrificio, y que es el mismo Jesús. Es una víctima inocente y pura; y fue necesario que sufriera y padeciera para salir victorioso y salvarnos. Jesús siempre ha sido incomprendido, calumniado, vejado y humillado. Los primeros santos y los mártires también lo fueron, por eso es preciso tomar el sufrimiento como una oportunidad para hacer patente a Dios, pues es el Dios de los perseguidos y humillados por el amor y por su causa. Es necesario vivir pacientemente las tribulaciones como encontramos a Job en la Biblia.

¿Por qué podemos llamar a Maria “Nuestra señora del Santísimo Sacramento?

Porque, al igual que Jesús, experimentó la soledad en la Eucaristía, al saber que su propio Hijo habría de padecer y sufrir tormentos tan duros y que eso era necesario para la consumación del plan de salvación. Y lo aceptó aun sabiendo que le provocaría el sufrimiento y la soledad. Lo hizo por amor y ternura de Madre de Dios y Madre de los hombres.

¿Por qué la Eucaristía da fuerzas para el martirio?

Porque en la eucaristía recibimos el Cuerpo y la Sangre de Cristo, que murió mártir, y que nos llena de bravura, de fuerza para afrontar cualquier situación adversa. Quien comulga con frecuencia tendrá en sus venas la misma Sangre de Cristo, siempre dispuesta a entregarla y derramarla cuando sea necesario por la salvación del mundo[/color][/size][/size][/size]
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jhcastelano
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Mensajes: 19

MensajePublicado: Vie Dic 12, 2008 5:06 am    Asunto: Sesión 14. Respuestas.
Tema: Sesión 14. Apéndice. Eucaristía en situaciones de la vida
Responder citando

[size=18][color=brown[size=18][size=24]]¿Por qué es tan importante el silencio para encontrarnos con Dios?

Porque es en el silencio como podemos adentrarnos en nosotros mismos, es como podemos relajarnos y dejar hablar al propio silencio. Es en la quietud donde podemos ver sin distracciones al mismo Dios. Las grandes obras de los santos y de los pensadores se dieron en su silencio. Los santos se han extasiado en el silencio y han experimentado a Dios.

¿Cómo debemos manejar el sufrimiento de cara a la Eucaristía?

Entendiendo que el fundamento de nuestra esencia cristiana tiene que ver con la víctima propiciatoria, con el Cordero inocente que se entrega por nosotros en sacrificio, y que es el mismo Jesús. Es una víctima inocente y pura; y fue necesario que sufriera y padeciera para salir victorioso y salvarnos. Jesús siempre ha sido incomprendido, calumniado, vejado y humillado. Los primeros santos y los mártires también lo fueron, por eso es preciso tomar el sufrimiento como una oportunidad para hacer patente a Dios, pues es el Dios de los perseguidos y humillados por el amor y por su causa. Es necesario vivir pacientemente las tribulaciones como encontramos a Job en la Biblia.

¿Por qué podemos llamar a Maria “Nuestra señora del Santísimo Sacramento?

Porque, al igual que Jesús, experimentó la soledad en la Eucaristía, al saber que su propio Hijo habría de padecer y sufrir tormentos tan duros y que eso era necesario para la consumación del plan de salvación. Y lo aceptó aun sabiendo que le provocaría el sufrimiento y la soledad. Lo hizo por amor y ternura de Madre de Dios y Madre de los hombres.

¿Por qué la Eucaristía da fuerzas para el martirio?

Porque en la eucaristía recibimos el Cuerpo y la Sangre de Cristo, que murió mártir, y que nos llena de bravura, de fuerza para afrontar cualquier situación adversa. Quien comulga con frecuencia tendrá en sus venas la misma Sangre de Cristo, siempre dispuesta a entregarla y derramarla cuando sea necesario por la salvación del mundo[/color][/size][/size][/size]
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isabelsosa
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Registrado: 01 Sep 2008
Mensajes: 11
Ubicación: Uruguay

MensajePublicado: Lun Dic 15, 2008 2:03 am    Asunto: EUCARISTÍA EN SITUACIONES DE VIDA 14
Tema: Sesión 14. Apéndice. Eucaristía en situaciones de la vida
Responder citando

¿POR QUÉ ES TAN IMPORTANTE EL SILENCIO PARA ENCONTRARNOS CON DIOS?

1)Es útil para reponer fuerzas ,energías espirituales, calmarse para encontrarnos con nosotros mismos ,para conocernos mejor más profundamente. Es imprecindible para ser creativos .Es condición indispensable para escuchar y encontrarnos con Dios . El encuentro con Dios se da en el silencio del alma.

¿COMO DEBEMOS MANEJAR EL SUFRIMIENTO DE CARA A LA EUCARISTÍA?

2)Debemos manejarla con paciencia, amor y, confianza

¿POR QUÉ PODEMOS LLAMAR A MARIA "NUESTRA SEÑORA DEL SANTISÍMO SACRAMENTO?

3)Por qué Maria fué el primer Sagrario para su hijo ella lo llevó en su viente lo adoró , alabó y conversó con ÉL.

¿POR QUÉ LA EUCARISTÍA DA FUERZAS PARA EL MARTIRIO?

4)Porque en la Eucaristía recibimos el cuerpo y la sangre de Cristo que murió Martir y nos llena de bravura de fuerza para afrontar cualquier situación adversa . quién comulga con frecuencia tendrá en sus venas la misma sangre de Cristo .Siempre dispuesta a entregarla y derramarla cuando sea necesario para la salvación del mundo.

BENDICIONES PARA TODOS .
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