Breve relato de una vocación

[La_Madrugá]

"En todo camino hay un punto de partida. Mi punto de partida está en mi niñez: una familia cristiana, en la que nací, un Nuevo Testamento regalado a la edad de seis años cuando comenzaba la Catequesis, un Cristo en el cabecero de la cama de mis padres, que se convirtió en el verdadero santuario al que me dirigía cuando algún problema me acuciaba.

Desde pequeño la lectura ha sido otra vocación, y aquel Nuevo Testamento, especialmente los Evangelios, fue objeto de reiteradas lecturas. La vida de Jesús me impresionaba y poco a poco caló en mi alma infantil. Después de la Primera Comunión, a pesar de los intentos de mis padres fui apartándome de la práctica cristiana, lo que sin embargo no implicó una parálisis espiritual. Estudié en un colegio público. Fueron tiempos en los que mi vida cristiana podría resumirse en la contradictoria expresión de “católico no practicante”. Cuando finalicé los estudios de bachillerato marché a la Universidad de Granada para estudiar filosofía. Cualquiera que me conociese en aquella época no podría imaginar que algún día ingresaría en el seminario.

Visto desde fuera, la realidad que vivía no apuntaba, en modo alguno, al camino del sacerdocio, sin embargo las apariencias suelen engañar. Mi vida, como la de muchos otros, tenía dos caras, la que mostraba exteriormente y la que vivía interiormente. En el fondo seguía conservando la fe de aquel niño que releía ávidamente los Evangelios. Rara fue la noche, en que de una manera u otra, no tuviera un encuentro personal con Cristo, eso que llamamos oración. Lo digo desde aquí, a muchos de los que me conocen porque siempre he jugado la baza del converso. Realmente no fui un converso.

Seguramente alguno de vosotros se preguntará: “bueno, eso está bien, pero ¿cómo se nota la vocación?” Si tuviera que definirla, tendría que hablar de señales… Las señales, en mi caso, fueron múltiples: el descontento por cómo iba mi vida, nada parecía llenarme (vacío), el no verme en un futuro dando clases o formando una familia, algo que me parecía una vida muy burguesa. Recuerdo cuando llegaba la Semana Santa, en la que me sentía fatal cuando salía con mis amigos o con la amiga de turno. No me apetecía nada más que volverme a mi casa, poner la televisión y ver alguna de las películas que sobre la Pasión de Jesús se proyectaban en aquellos días, confieso que en muchas ocasiones no podía contener las lágrimas. O las conversaciones con profesores y compañeros de la universidad en las que mi postura se alineaba siempre con los que tenían una visión cristiana. Recuerdo de modo especial una noche de debate en la que tomé conciencia de aquello que ya expresara Dostoievski que “sin Dios todo estaba permitido, que la realidad Divina si no existiera tendríamos que inventarla”. En mi interior se fue armonizando la fe del niño y la razón crítica del joven filósofo. Lo curioso es que con estos descubrimientos mi desasosiego no menguaba, si no que aumentaba.

El punto de inflexión tuvo lugar cuando en mi historia personal se cruzó un sacerdote joven recién ordenado. Su postura abierta, lejos de dogmatismos e intransigencias, su actitud acogedora y respetuosa fueron dándome una visión más profunda de lo que es la Iglesia. Hasta ese momento mi idea de ella estaba llena de tópicos fruto de la imagen que daban ciertos medios de comunicación o algunos “intelectuales gurú”. Las largas conversaciones con aquel joven me llevaron a plantearme algo que hasta entonces me hubiese parecido absurdo: “¿quizás sea este mi camino?”
[…]

Cuando años después me ordené sacerdote, en el momento de la postración escuchando la invocación de los Santos pensaba: “tengo dos manos, una para agarrar fuertemente a Dios y otra para atender a todo aquel que lo necesite”.

J. J. Cañete, sacerdote y profesor del Seminario de Jaén.
Texto extraído del libro ¿Por qué soy sacerdote?
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Testigos del Amor de Dios

[Katusia]

Gracias por compartirnos este hermoso relato.Me ha encantado

[gustavo123]

Ese relato me suena ya que me ha pasado a mi. Yo estudie en colegio catolico, univ publica y trabajo en un trabajo "laico"(no me gusta el termino). Mi vida carecia de sentido aunque iba a misa, hasta que en una peregrinación conoci a un sacerdote recien ordenado con comparti la habitación y todo cambio y eso preocupa.

Hoy he hablado con mis apañeros del tema de los ejs que hice durante el puente y la vida religiosa (yo no he insinuado mi posible vocacion) y a todos nos parece dificil vivir sin sexo(no digo la palabra completa). Tb el tema de la comunicación y que nos abstraemos del mundo. Algunos tienen el concepto de que el sexo segun la Iglesia es solo para procrear y no sé que yo sepa la iglesia tb lo deja para placer siempre y cuando cumplas unas normas. Tb hemos hablado de que algunos dicen que las monjas de clausura se abstraen de la realidad del mundo(no sé me imagino que igual que cuando te emborrachas.

[luz en el camino]

Me encantó el relato, muchas gracias!

Creo que respecto a lo que opina nuestro hermano, hay mucha bendición en la clausura, es triste que lo vea desde ese punto de vista, porque es precisamente la clausura y la oración la que sostiene una parte de nuestra Iglesia....

Pero bueno, al relato de nuestro hermano, definitivamente bendito sea Dios que tengas ojos para ver y agradecer la historia de salvación que Dios mismo ha trazado para ti y que puedas poner al servicio tu vida, al servicio de una Iglesia que es Madre y que cobija a tantos hijos....

Dios te bendiga, me gustó mucho lo que pensaste sobre tus dos manos cuando se hacía la invocación de los santos sobre ti, nunca lo olvides, cuenta con mi oración por tu perseverancia!!
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"Consumirse como fuego para iluminar a los demás"