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Como actua el Espiritu Santo en las personas?

 
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gothic__medieval_knight
Veterano


Registrado: 27 May 2008
Mensajes: 1020
Ubicación: Rosario

MensajePublicado: Sab Ene 10, 2009 2:39 am    Asunto: Como actua el Espiritu Santo en las personas?
Tema: Como actua el Espiritu Santo en las personas?
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Como actua el espiritu santo en nosotros? De que forma y para que? Gracias
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pelicano
Moderador
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Registrado: 11 Abr 2007
Mensajes: 4019
Ubicación: Tierra Santa

MensajePublicado: Sab Ene 10, 2009 10:22 pm    Asunto: Re: Como actua el Espiritu Santo en las personas?
Tema: Como actua el Espiritu Santo en las personas?
Responder citando

¡Virgo parens Christi Benedicta!


gothic__medieval_knight escribió:
Como actua el espiritu santo en nosotros? De que forma y para que? Gracias


El oficio del Espíritu Santo consiste en formar en nosotros a Jesucristo


Si vivimos animados por el Espíritu, dejémonos conducir también por élGálatas 5:25

El Espíritu Santo, el espíritu de Jesús, ese Espíritu que vino Él a traer al mundo, es el principio de nuestra santidad. La vida interior no es otra cosa que unión con el Espíritu Santo, obediencia a sus mociones. Estudiemos estas operaciones que realiza en nosotros.

Notad, ante todo, que es el Espíritu Santo quien nos comunica a cada uno en particular los frutos de la Encarnación y de la Redención. El Padre nos ha dado a su Hijo; el Verbo se nos da y en la Cruz nos rescata: tales son los efectos generales de su amor.

¿Quién es el que nos hace participar de estos efectos divinos? Pues el Espíritu Santo. Él forma en nosotros a Jesucristo y le completa. Por lo que ahora, después de la Ascensión, es el tiempo propio de la misión del Espíritu Santo. Esta verdad nos es indicada por el Salvador cuando nos dice; "Os conviene que yo me vaya, porque si no el Espíritu Santo no vendrá a vosotros" (Jn XVI, 7). Jesús nos ha adquirido las gracias; ha reunido el tesoro y ha depositado en la Iglesia el germen de la santidad. Pues el oficio propio del Espíritu Santo es cultivar este germen, conducirlo a su pleno desenvolvimiento, acabando y perfeccionando la obra del Salvador. Por eso decía Nuestro Señor; "Os enviaré a mi Espíritu, el cual os lo enseñará todo y os explicará cuantas cosas os tengo dichas; si Él no viniera os quedaríais flacos e ignorantes."

El Espíritu Santo es una llama que siempre va subiendo y quiere hacernos subir consigo. Nosotros queremos pararlo y se extingue; o más bien acaba por desaparecer del alma así paralizada y pegada a la tierra, pues no tarda ella en caer en pecado mortal. La pureza resulta necesaria para que el Espíritu Santo habite en nosotros. No sufre que haya en el corazón que posee ninguna paja, sino que la quema al punto, dice san Bernardo.

Hemos dicho que el oficio del Espíritu Santo consiste en formar en nosotros a Jesucristo. Bien es verdad que tiene un oficio general que consiste en dirigir y guardar la infalibilidad de la Iglesia; pero su misión especial respecto al de las almas es formar en ellas a Jesucristo. Esta nueva creación, esta transformación hácela por medio de tres operaciones que requieren en absoluto nuestro asiduo concurso.


1. El Espíritu Santo nos inspira pensamientos y sentimientos conformes con los de Jesucristo

Primeramente nos inspira pensamientos y sentimientos conformes con los de Jesucristo. Está en nosotros personalmente, mueve nuestros afectos, renueva nuestra alma, hace que Nuestro Señor acuda a nuestro pensamiento. Es de fe que no podemos tener un solo pensamiento sobrenatural sin el Espíritu Santo. Pensamientos naturalmente buenos, razonables, honestos, sí los podemos tener sin él; pero ¿qué viene a ser eso? El pensamiento que el Espíritu Santo pone en nosotros es al principio débil y pequeño, crece y se desarrolla con los actos y el sacrificio.

¿Qué hacer cuando se presentan estos pensamientos sobrenaturales? Pues consentir en ellos sin titubeos. Debemos también estar atentos a la gracia, recogidos en nuestro interior para ver si el Espíritu Santo nos inspira pensamientos divinos. Hay que oírle y estar recogidos en sus operaciones. Pudiera objetarse a esto que si todos nuestros pensamientos provinieran del Espíritu Santo seríamos infalibles. A lo cual contesto: de nosotros mismos somos mentirosos, o sea expuestos al error. Pero cuando estamos en gracia y seguimos la luz que nos ofrece el Espíritu Santo, entonces sí, ciertamente que estamos en la verdad y en la Verdad divina. He ahí por qué el alma recogida en Dios se encuentra siempre en lo cierto, pues el que es sobrenaturalmente sabio no da falsos pasos. Lo cual no puede atribuírsele a él porque no procede de él; no se apoya en sus propias luces, sino en las del Espíritu de Dios, que en él está y le alumbra. Claro que si somos materiales y groseros y andamos perdidos en las cosas exteriores, no comprenderemos sus palabras; pero si sabemos escuchar dentro de nosotros mismos la voz del Espíritu Santo, entonces las comprenderemos fácilmente.


Insisto sobre este punto, el mismo Espíritu Santo guía al alma interior y pura, siendo su maestro y director. Por cierto que debe siempre obedecer a las leyes de la Iglesia y someterse a la órdenes de su confesor en cuanto concierne a sus prácticas de piedad y ejercicios espirituales; pero en cuanto a la conducta interior e íntima, el mismo Espíritu Santo es quien la guía y dirige sus pensamientos y afectos, y nadie, aunque tenga la osadía de intentarlo, podrá poner obstáculos. ¿Quién querría inmiscuirse en el coloquio del divino Espíritu con su amada? Vano intento por lo demás. Quien divisa un hermosos árbol no trata de ver si sus raíces son sanas o no, pues bastante a las claras se lo dicen las hermosura del árbol y su vigor. De igual modo, cuando una persona adelanta en el bien, sus raíces, por ocultas que estén, son sanas y más vivas cuanto más ocultas. Más, desgraciadamente, el Espíritu Santo solicita con frecuencia nuestro consentimiento a sus inspiraciones y nosotros, no lo queremos. No somos más que maquinas exteriores y tendremos que sufrir la misma confusión que los judíos por causa de Jesucristo; en medio de nosotros está el Espíritu Santo y no lo conocemos.


2. El Espíritu Santo ora en nosotros y por nosotros

La oración es toda la santidad, cuando menos en principio, puesto que es el canal de todas las gracias. Y el Espíritu Santo se encuentra en el alma que ora (Rom VII,26). Él ha levantado a nuestra alma a la unión con Nuestro Señor. Él es también el sacerdote que ofrece a Dios Padre, en el ara de nuestro corazón, el sacrificio de nuestros pensamientos y de nuestras alabanzas. Él presenta a Dios nuestras necesidades, flaquezas, miserias, y esta oración, que es la de Jesús en nosotros unida a la nuestra, la vuelve omnipotente. Somos verdaderos templos del Espíritu Santo, y como quiera que un templo no es más que una casa de oración, debemos orar incesantemente.

Hacedlo en unión con el divino Sacerdote de este templo. Os podrán dar métodos de oración, pero sólo el Espíritu Santo os dará la unción y la felicidad propias de la oración. Los directores son como chambelanes que están a la puerta de nuestro corazón; dentro sólo el Espíritu Santo habita. Hace falta que Él lo penetre del todo y por doquier para hacerlo feliz. Orad, por consiguiente, con Él, que Él os enseñará toda verdad.


3. El Espíritu Santo nos forma en las virtudes de Jesucristo

La tercera operación del Espíritu Santo es formarnos en las virtudes de Jesucristo, comunicándonos para ello la inteligencia de las mismas. Es una gracia insigne la de comprender las virtudes de Jesús, pues tienen como dos caras. La una repele y escandaliza; es lo que tienen ellas de crucifícante. Razón sobrada tiene el mundo, desde el punto de vista natural, para no amarlas. Aun las virtudes mas amables, como la humildad y la dulzura, son de suyo muy duras cuando han de practicarse. No es fácil que continuemos siendo mansos cuando nos insultan y, no teniendo fe, comprendo que las virtudes del cristianismo sean repugnantes para el mundo. Pero ahí está el Espíritu Santo para descubrirnos la otra cara de las virtudes de Jesús, cuya gracia, suavidad y unción nos hacen abrir la corteza amarga de las virtudes para dar con la dulzura de la miel y aun con la gloria más pura. Queda uno asombrado entonces ante lo dulce que es la cruz. Y es que en lugar de la humillación y de la cruz, no se ve en los sacrificios, más que el Amor de Dios, su gloria y la nuestra.

A consecuencia del pecado las virtudes resultan difíciles para nosotros; sentimos aversión a ellas por cuanto son humillantes y crucificantes. Más el Espíritu Santo nos hacer ver que Jesucristo les ha comunicado nobleza y gloria, practicándolas el primero. Y así nos dice; "¿No queréis humillaros?" Bueno, sea así; ¿pero no habéis de asemejaros a Jesucristo? Parecerle es, no ya bajar, sino subir, ennoblecerse. De la misma manera que la pobreza y los harapos se truecan en regios vestidos por haberlos llevado primero Jesucristo, las humillaciones vienen a ser una gloria y los sufrimientos una felicidad, porque Jesucristo ha puesto en ellos la verdadera gloria y felicidad. Más no hay nadie fuera del Espíritu Santo que nos haga comprender las virtudes y nos muestre oro puro encerrado en minas rocosas y cubiertas de barro. A falta de esta luz se paran muchos hombres a medio andar en el camino de la perfección; como no ven más que una sombra de las virtudes de Jesús, no llegan a penetrar sus secretas grandezas. A este conocer íntimo y sobrenatural añade el Espíritu Santo una aptitud especial para practicarlas. Hasta tal punto nos hace aptos, que bien pudiéramos creernos nacidos para ellas. Vienen a sernos connaturales, pues nos da el instinto de las mismas. Cada alma recibe una aptitud conforme a su vocación.

CON EL ESPIRITU SANTO:

Dios es nuestro Padre al que clamamos desde el corazón.

Jesucristo está vivo en nosotros.

El Evangelio está lleno de poder y es fuerza transformadora

La Iglesia se hace presente y somos miembros de ella esparciendo gracia.

El sufrimiento tiene valor en unión con Cristo.

El amor es darse por el bien del otros.

La autoridad es oportunidad para servir

La muerte es comenzar la vida eterna

"Para entrar en contacto con Cristo, es necesario primeramente haber sido atraído por el Espíritu Santo. El es quien nos precede y despierta en nosotros la fe, la Vida, que tiene su fuente en el Padre y se nos ofrece por el Hijo, se nos comunica íntima y personalmente por el Espíritu Santo en la Iglesia..." (Catecismo, N. 683)

El Espíritu Santo es quien nos recuerda las cosas de Jesucristo.


"Pero el Paráclito, el Espíritu Santo, que el Padre enviará en mi nombre, os lo enseñará todo y os recordará todo lo que yo os he dicho." (Jn 14, 26)

Y quien nos permite conocer las cosas de Dios.

"En efecto, nadie nos conoce como nuestro espíritu, porque está en nosotros. De igual modo, sólo el Espíritu de Dios conoce las cosas de Dios." (1 Co 2, 11)

No podemos dejar a un lado al Espíritu Santo, el Verdadero Maestro de la Oración.


"Y de igual manera, el Espíritu viene en ayuda de nuestra flaqueza. Pues nosotros no sabemos cómo pedir para orar como conviene; mas el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos inefables" (Rm 8, 26)

Pidamos insistentemente el Espíritu Santo, para que nos ilumine y nos quíe y seamos verdaderos cristianos. Sin el Espíritu Santo, vana es nuestra búsqueda del Reino pues nuestras fuerzas son completamente inútiles para semejante labor. No permaneceremos en Cristo sin la ayuda del Espíritu Santo.

¡Que Dios le Bendiga!
_________________

APOSTOLES DE LA VERDAD.
APOLOGETICA UNIVERSAL
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