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Verdad del juicio a Galileo

 
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juan_pablo1
Constante


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MensajePublicado: Dom Ene 11, 2009 8:55 pm    Asunto: Verdad del juicio a Galileo
Tema: Verdad del juicio a Galileo
Responder citando

Son fuentes totalmente imparciales sacadas de Wikipedia,basta con ver las referencias de las fuentes...no por nada Benedicto dijo que fue acusado de un mal teologo y que su juicio en esa epoca fue justo,por lo tanto Galileo fue un hereje por meterse con cuestiones biblicas y doctrinales.Igual hay muchas paginas de defensa de la Iglesia catolica desmitificando el mito contra el juicio a Galileo y la leyenda negra basandose en historiadores serios que no tienen porque ser catolicos...Galileo mismo se busco el juicio inquisitorial...subraye las cosas importantes:

La condena de 1633
El 21 de febrero de 1632, Galileo, protegido por el papa Urbano VIII y el gran duque de Toscana Fernando II de Médicis, publica en Florencia su diálogo de los Massimi sistemi (Diálogo sobre los principales sistemas del mundo) (Dialogo sopra i due massimi sistemi del mondo), donde se burla implícitamente del geocentrismo de Ptolomeo. El Diálogo es a la vez una revolución y un verdadero escándalo. El libro es en efecto abiertamente pro-copernicano, ridiculizando audazmente la interdicción de 1616 (que no será levantada hasta 1812: a verificar).
El Diálogo se desarrolla en Venecia durante cuatro jornadas entre tres interlocutores: Filipo Salviati, un Florentino seguidor de Copérnico, Giovan Francesco Sagredo, un veneciano ilustrado sin tomar partido, y Simplicio, un mediocre defensor de la física aristotélica, un personaje quizás inspirado en Urbano VIII. Pero, mientras que se le reprocha el carácter ostensiblemente peyorativo del nombre, Galileo responde que se trata de Simplicio de Cilicia.
En estos cuatro días de discusión, Galileo, para probar que la Tierra giraba alrededor del Sol cita el fenómeno de las mareas, afirmando que eso se debía a la "sacudida" provocada por la Tierra en dicho movimiento, lo cual era erróneo. En cambio, el argumento aportado más tarde por los inquisidores para rebatirla, era la correcta: que el flujo y reflujo de las mareas se debe a la atracción de la luna. Sin embargo Galileo se burló de ellos y les llamó "imbéciles". Es decir, Galileo, en lugar de sostener sus tesis como hipótesis, se lanzó a darlas por concluidas aportando sólo errores y, además, abusando de la comprensión entusiasta de la Iglesia. Debemos señalar aquí que la teoría del movimiento de la Tierra no se demostraría científicamente como un hecho sino hasta 1748, y más tarde,con el célebre péndulo de Foucault en 1851.
Además, Galileo había propuesto la reinterpretación de la Biblia en algunos versículos que él entendía que habían quedado refutados con sus hipótesis astronómicas, abandonando así el campo estrictamente científico, en el que no sólo tenía absoluta libertad, sino además, el aclamo y las felicitaciones de la Iglesia, para adentrarse en otro campo que, como científico, no le correspondía: el teológico. Galileo desoyendo los consejos de moderación provenientes de quienes le reportaron honores y ayudas, incluyendo el propio Papa, quien era su amigo, además de admirador, publicó su citado libro, con la carga burlesca, que llegó a poner en boca de Simplicio.Por otro lado, Galileo escribió su citada obra en lengua vulgar, en vez de hacerlo en el idioma culto utilizado entonces entre los hombres de ciencia, el latín, y ello con el fin de "puentear" a los teólogos y demás hombres de ciencia y llegar inmediatamente al hombre de la calle. Lo cual fue juzgado como una actitud precipitada porque no era prudente hacer llegar hipótesis aún no confirmadas todavía como hechos y desarrolladas por los sabios, al hombre común.
Además, Galileo no sólo se permitió abusar e insultar a sus amigos y protectores, entre ellos el propio papa, sino también a los hombres de ciencia de su época, a la sazón los astrónomos jesuitas del Colegio Romano, contra los que lanzaba diatribas en las que llamaba a los que no aceptaban el sistema copernicano: "bobo con la cabeza llena de pájaros" "apenas digno de ser llamado hombre" " una mancha en el honor del género humano" "que se ha quedado en la niñez" y otras descalificaciones por el estilo.De esta manera, la Iglesia percibió en Galileo cierta soberbia, misma que fue la le llevó al procesamiento. En realidad fue toda esta serie de comportamientos, la razón principal que le llevó a Galileo a ser condenado por la Iglesia en 1633 y no su defensa de la tesis copernicana en sí.El papa mismo se alinea entonces rápidamente con la opinión de los adversarios de Galileo: él le había pedido una presentación objetiva de las dos teorías, no un alegato por Copérnico. Galileo es entonces convocado de nuevo por el Santo Oficio, el 1 octubre 1632. Enfermo, no puede acudir a Roma hasta febrero de 1633. Los interrogatorios prosiguen hasta el 21 de junio donde la amenaza de tortura es evocada bajo órdenes del papa; Galileo cede.
El 22 de junio 1633, en el convento dominicano de Santa María sopra Minerva, Roma, se emite la sentencia: Galileo es condenado a la prisión de por vida (pena inmediatamente conmutada por residencia de por vida por Urbano VIII) y su obra es prohibida. Él pronuncia igualmente la fórmula de abjuración que el Santo Oficio había preparado y agradeció a los diez cardenales que lo habían defendido, y en especial a los tres cardenales que habían pedido su exculpación. Notemos de paso que Galileo no pronunció jamás la famosa frase «Y sin embargo se mueve» (Eppur si muove), la cual fue inventada por un periodista inglés en 1757, y repetida más tarde por el italiano Giuseppe Baretti, otro periodista.
Finalmente, la condena fue esta: la obligación de rezar una vez por semana los siete salmos penitenciales, durante el plazo de tres años, más la de no alejarse demasiado de su lujosa villa en Arcetri, pena esta última que fue levantada enseguida.
El texto de la sentencia es difundido por doquier: en Roma el 2 de julio, el 12 de agosto en Florencia. La noticia llega a Alemania a finales de agosto, en Bélgica en septiembre. Los decretos del Santo Oficio no se publicarán jamás en Francia, pero, prudentemente, René Descartes renuncia a la publicación de su Mundo.
Muchos (entre ellos Descartes), en la época, piensan que Galileo era la víctima de una confabulación de los Jesuitas que se vengaban así de la afrenta sufrida por Horazio Grassi en el Saggiatore.

http://es.wikipedia.org/wiki/Galileo_Galilei
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juan_pablo1
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MensajePublicado: Dom Ene 11, 2009 9:16 pm    Asunto:
Tema: Verdad del juicio a Galileo
Responder citando

Este año hay que estar preparados, se va a estrenar el film Angeles y Demonios de la novela de Dan Brown,que en el relato fantasioso de Brown habla de la infiltracion de la secta de los Illuminati en el Vaticano, supuestamente fundada por Galileo Galilei (jaja),para vengarse por la perseucion lanzada de la Iglesia contra ellos...secta basada en la razon de la ciencia contra la Iglesia enemiga de todo lo cientifico, jaja...por lo que cuatro cardenales elegidos deben ser sacrificados en los cuatro altares de la ciencia,agua,tierra,aire,fuego,ajaja...seguro que se va a atacar a la Iglesia con esa mentira de ciencia Vs religion,la Fe contra lo cientifico y demas.Cuando la realidad es totalmente contraria a esto.
Saludos a todos en Cristo Rey.
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Beatriz
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MensajePublicado: Dom Ene 11, 2009 9:32 pm    Asunto:
Tema: Verdad del juicio a Galileo
Responder citando

juan_pablo1 escribió:
Este año hay que estar preparados, se va a estrenar el film Angeles y Demonios de la novela de Dan Brown,que en el relato fantasioso de Brown habla de la infiltracion de la secta de los Illuminati en el Vaticano, supuestamente fundada por Galileo Galilei (jaja),para vengarse por la perseucion lanzada de la Iglesia contra ellos....


No me extraña....

El Codigo Da Vinci

El evangelio de Judas

Los buses ateos

La pelicula "Camino" http://www.opusdei.es/art.php?p=29739

y ahora.....Angeles y Demonios


Anticristianismo....no tiene otro nombre. El anticristo no es una persona, es una epoca y es esta que nos ha tocado vivir.
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NANDO
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MensajePublicado: Lun Ene 12, 2009 12:26 am    Asunto:
Tema: Verdad del juicio a Galileo
Responder citando

AUDIO:
La Inquisición y el caso Galileo. Por el Dr. Antonio Caponnetto

http://www.esnips.com/doc/52cb0d47-d552-47e3-b0fb-2eb4768e9b06/El-Caso-Galileo---Antonio-Caponnetto.mp3

Enlace editado
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guitarxtreme
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MensajePublicado: Lun Ene 12, 2009 3:42 am    Asunto:
Tema: Verdad del juicio a Galileo
Responder citando

¿Que has puesto NANDO? que te han editado el mensaje,¿una leyenda negra mas? si ese es el caso... dedícate a defender a nuestra iglesia, no a destruirla.. Pues esa gente ya sobra.

Dios los Bendiga.
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NANDO
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MensajePublicado: Lun Ene 12, 2009 3:55 am    Asunto:
Tema: Verdad del juicio a Galileo
Responder citando

guitarxtreme: Y si no fuera asi, tendria la suficiente hombria y humildad para pedirme perdon, por juzgarme?
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guitarxtreme
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MensajePublicado: Lun Ene 12, 2009 3:59 am    Asunto:
Tema: Verdad del juicio a Galileo
Responder citando

NANDO escribió:
guitarxtreme: Y si no fuera asi, tendria la suficiente hombria y humildad para pedirme perdon, por juzgarme?


pues yo no te estoy juzgando solamente te digo que has puesto que te editaron el link... yo dije "creo" no afirme nada Laughing
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NANDO
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MensajePublicado: Lun Ene 12, 2009 4:09 am    Asunto:
Tema: Verdad del juicio a Galileo
Responder citando

Si, si, tiramos la piedra por las dudas,

Usted cuado dice “Creo” en Dios, no esta afirmando nada. Y así defiende la iglesia? Cuando recita el Credo no afirma nada?
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guitarxtreme
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MensajePublicado: Lun Ene 12, 2009 4:14 am    Asunto:
Tema: Verdad del juicio a Galileo
Responder citando

Cita:
Que has puesto NANDO? que te han editado el mensaje,¿una leyenda negra mas? si ese es el caso... dedícate a defender a nuestra iglesia, no a destruirla.. Pues esa gente ya sobra.


¿que has puesto nando? que no te han editado el link por nada, si es una leyenda negra ¿Estas ayudando a la iglesia o dándole "mala fama"?

yo nomás te preguntaba eso... como exageran las cosas, parecen bebes llorones....

y luego el niño soy yo Laughing Laughing

Dios los Bendiga.
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guitarxtreme
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MensajePublicado: Lun Ene 12, 2009 4:25 am    Asunto:
Tema: Verdad del juicio a Galileo
Responder citando

no... creo que esta mal. Laughing Laughing luego busco algo completo...
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NANDO
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MensajePublicado: Lun Ene 12, 2009 4:27 am    Asunto:
Tema: Verdad del juicio a Galileo
Responder citando

Guitarxtreme: porque no lee lo que escribí yo, y el enlace, es lo mismo, solo que el enlace que puse yo era de Stat Veritas,
Disculpe a usted le falta hombría cierto? Le pregunto, no lo juzgo.
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juan_pablo1
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MensajePublicado: Lun Ene 12, 2009 4:28 am    Asunto:
Tema: Verdad del juicio a Galileo
Responder citando

El audio que posteo Nando es una clase que dio el Dr Caponneto sobre los mitos de la Santa Inquisicion y el juicio a Galileo...sin duda es una informacion valiosisima de un ilustre personaje como es Caponneto el cual resume puntos fundamentales...tengo entendido que se encuentra en la pagina de Stat Veritas.
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guitarxtreme
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MensajePublicado: Lun Ene 12, 2009 4:28 am    Asunto:
Tema: Verdad del juicio a Galileo
Responder citando

este esta mas "guapo"
Cita:
Generalmente conocido como Galileo. Nació en Pisa el 18 de febrero de 1564, murió el 8 de enero de 1642. Su padre, Vincenzo Galilei perteneció a una familia de notables quienes poseyeron una importante fortuna, él había ganado cierta distinción como músico y matemático. A temprana edad Galileo manifestó su aptitud por las matemáticas y la mecánica, pero sus padres deseaban que se alejara de estos estudios que no prometían mayores ingresos y se dedicara a la profesión médica. Todo fue en vano, y durante su juventud decidió seguir la senda de su genio original, lo que le colocó rápidamente entre la primera categoría de los filósofos de la naturaleza.

Fue un gran mérito que Galileo felizmente combinara la experimentación con los cálculos, con ello se opuso al sistema prevaleciente en su tiempo. El mismo consistía en que en lugar de ir directamente a la naturaleza y la investigación de sus leyes y procesos, se hacía el aprendizaje por medio de la autoridad, especialmente la derivada de Aristóteles, quien se suponía había dicho la última palabra en esos asuntos. Basándose en esos planteamientos se arribó a muchas conclusiones erróneas, las cuales dominaron durante mucho tiempo. Contra ese estado de circunstancias y de supersticiones se mantuvo Galileo de manera resuelta y vehemente. Eso hizo que lograra desacreditar muchas creencias que se consideraban incuestionables, pero a la vez se granjeó una tormentosa oposición e indignación por parte de quienes había desacreditado.

No sólo llegó generar formidables controversias sino también a refutar y confundir a sus adversarios. Por si fuera poco Galileo tenía una buena pluma y con ella ridiculizó a sus oponentes, llegando a exasperarlos. Todo esto conllevo que enfrentara los innumerables problemas por los cuales es mayormente recordado en la actualidad. Tal y como Sir David Brewster (Martyrs of Science) indica, "La brillantez, por no decir la imprudencia, con la cual Galileo insistió en hacerse de enemigos, sirvió aún más para que estos últimos se alienaran de la verdad".

No obstante que en la mente popular, Galileo es recordado principalmente como un astrónomo, no fue precisamente en esta área en la cual realizó sus más substanciales contribuciones al conocimiento humano, tal y como es testificado por autoridades de la talla de Lagrange, Arago y Delambre. Sus mayores logros fueron en el campo de la mecánica y especialmente en dinámica, ciencia que se considera llegó a fundar.

Antes de cumplir 20 años de edad, sus observaciones en la oscilación de una lámpara colgante en la Catedral de Pisa, le condujeron al descubrimiento de los movimientos isocrónicos del péndulo, teoría que utilizaría unos cincuenta años más tarde en la construcción de un reloj astronómico. En 1588, la formulación de un tratado sobre gravedad en los cuerpos sólidos le valió la denominación del Arquímedes de su tiempo, y le aseguró una cátedra en la Universidad de Pisa. Durante los siguientes años, aprovechando la existencia de la torre inclinada, condujo la experimentación de la caída de los cuerpos y demostró la falsedad de una máxima peripatética, aceptada sin ninguna duda hasta entonces, según la cual la velocidad de caída era proporcional al peso de los objetos.

Esto provocó una tormenta en la reacción por parte de los aristotélicos quienes no aceptaban ni aún hechos que contradijeran los dictados de su maestro. Galileo, en vista de estos problemas y de otros que había generado, consideró prudente dejar Pisa y trasladarse a Florencia, el lugar de origen de su familia. Debido a la influencia de amigos del Senado de Venecia, fue nombrado en 1592 como presidente del área de matemáticas de la Universidad de Padua, posición que ocupó, con creciente renombre, durante 18 años.

A partir de allí se estableció definitivamente en Florencia donde fue nombrado filósofo y matemático extraordinario del Gran Duque de Toscania. Durante todo este período, y ya próximo a concluir su vida, fue infatigable su investigación de la naturaleza en sus múltiples campos. Dando seguimiento a sus experimentos de Pisa y otros respecto a planos inclinados, Galileo fue capaz de establecer las leyes de caída de los cuerpos tal y como se conocen en la actualidad. También formuló las leyes de los proyectiles, y en gran medida anticipó las leyes del movimiento, las que finalmente fueron formuladas por Newton. Galileo estudió las propiedades de ondas cíclicas e intentó resolver el problema asociado con su cuadratura, también utilizó los "infinitesimales", siendo el primero que introdujo su uso y con ello creando uno de los principios en que posteriormente se desarrollaría el cálculo en matemáticas. En el campo de la estática Galileo dio la primera demostración directa y completa de las leyes del equilibrio y del principio de las velocidades virtuales. En hidrostática, él estableció las bases para el principio de la flotación, inventó el termómetro (termómetro lento). Aunque algunas veces se sostiene lo contrario Galileo no inventó el microscopio.

Aunque son muy famosos sus descubrimientos astronómicos, no son ellos los que constituyen su aporte más substancial. En este sentido su mayor aporte fue indudablemente la práctica invención del telescopio. A principios de 1609 Galileo tuvo noticias de que un óptico holandés llamado Lippershey, había producido un instrumento que permitía ver de manera ampliada objetos distantes. Galileo estudió los procesos que estaban involucrados y sus principios, y se dice que luego de una noche completa de estar trabajando en los principios de la refracción de la luz, tuvo éxito en construir un objeto capaz de aumentar tres veces la visión de objetos distantes. Esa capacidad de visión rápidamente se aumentó a treinta y dos veces.

Este instrumento permitió a Galileo desarrollar sus observaciones y sus descubrimientos en el firmamento, los cuales fueron adquiriendo cada vez mayor significado. La luna, por ejemplo, fue vista, no como lo creían los antiguos astrónomos, como una esfera perfecta, o bien de naturaleza diferente a la de la tierra, sino que nuestro satélite posee colinas y montañas similares a los de nuestro planeta. Fue posible ver que el planeta Júpiter tiene satélites, como demostrando la existencia de un sistema solar en miniatura. Con ello se apoyaba la doctrina de Copérnico. Se había indicado para ese entonces, que si los planteamientos de Copérnico eran ciertos, esto implicaba que los planetas interiores -mercurio y venus- debían tener fases similares a las de la luna. Antes de los aportes de Galileo la controversia llevó a establecer que esos planetas interiores eran transparentes y que los rayos del sol pasaban a través de ellos. Con los descubrimientos de Galileo se pudo detectar las fases de esos planetas y se volvió a replantear el debate en torno al Copernicanismo. Finalmente, se pudo ver con claridad las manchas solares. A partir de ello, Galileo pudo probar la rotación de la estrella y que por tanto la misma no tenía una posición inamovible, tal y como algunos aseguraban.

Antes de esos descubrimientos, ya Galileo había abandonado los preceptos de Ptolomeo para adherirse a los planteamientos de Copérnico. Pero, tal y como lo confesó posteriormente a Kepler en 1597, él había evitado tal identificación por temor a ser víctima del ridículo, tal y como había ocurrido con Copérnico. Con sus descubrimientos, Galileo se sintió con la seguridad de salir públicamente en defensa de los postulados de Copérnico. Con ello no sólo se aseguraba la creencia más generalizada en los aportes copernicanos, sino que también Galileo ganaba la más prominente posición como astrónomo de sus época. Quizá el más grande astrónomo de todos los tiempos.

Esos elementos fueron la causa de su lamentable controversia con las autoridades eclesiásticas, lo que levantó graves cuestionamientos. Es necesario entender en este punto la posición exacta. Los brillantes descubrimientos que Galileo realizó mediante el descubrimiento del telescopio dieron, sin embargo, poco empuje al avance teórico de esta ciencia. Como se ha dicho en varias ocasiones, los aportes más teóricos en astronomía fueron hechos por un astrónomo contemporáneo de Galileo: Kepler. Este avance kepleriano no fue completamente reconocido o bien fue ignorado. Es casi inconcebible, tal y como lo refiere Delambre, que Galileo no hiciera mención de las leyes keplerianas. Las primeras dos de ellas fueron dadas a conocer en 1609 y la tercera 10 años más tarde. Estos últimos aportes fueron determinantes en establecer las bases que posteriormente permitirían a Newton formular los principios de la mecánica celeste.

Con los descubrimientos de Galileo se tuvo clara prueba de la mayor validez de los principios de Copérnico -base heliocéntrica- por sobre los de Ptolomeo y otros astrónomos antiguos los que sostenían el principio geocéntrico del universo. Sin embargo, esos aportes no pudieron convencer a otros ilustres e importantes astrónomos como Tycho Brahé (quien no vivió para ver el telescopio), y Lord Bacon, quien murió aún no creyendo la validez de los planteamientos galileanos. Milton, por su parte, quién visitó a Galileo ya a avanzada edad (1638), aparece como mediatizado en su criterio. Existen pasajes en su gran poema que favorecen planteamientos de ambos sistemas.

Entretanto, la explicación del fenómeno de las mareas, permitió a Galileo dar una prueba del fenómeno de rotación de la tierra sobre su eje. Hoy día este aporte es universalmente reconocido como un grave error. Galileo falló en establecer la influencia de la luna en tal fenómeno tal y como posteriormente lo demostraría Newton. Respecto a los cometas también Galileo sostuvo erróneamente que se trataba de fenómenos atmosféricos, tales como los meteoros. Tycho ya había adelantado la falsedad de esos planteamientos que se presentaban como una solución para el sistema anti-copernicano.

A pesar de las deficiencias de sus argumentos, Galileo planteó sus propuestas con tal vehemencia que logró convencer a muchos, contribuyendo de esa manera a crear las condiciones que amargaron buena parte de su vida. En este sentido, no obstante, es conveniente subrayar dos aspectos. Primero el aspecto quizá más conocido, que la hostilidad que recibieron las teorías copernicanas se debió al deseo de la iglesia de mantener a la gente en la ignorancia. Ese punto no tiene sólida sustentación si se toma en cuenta que la iglesia fue la institución por excelencia que estuvo preocupada por el conocimiento durante siglos, todo ello a pesar de los errores de método en que la iglesia haya caído. La representación más clara de esto es que los religiosos insistían en el carácter geocéntrico del sistema solar.

Aún así fue un hombre de iglesia: Nicolás Copérnico quien avanzó la idea de que el sistema solar giraba no en torno a la tierra sino con respecto al sol y que nuestro planeta se mantenía en rotaciones sobre su propio eje. Su trabajo más representativo "De Revolutionibus orblure coelestium", fue publicado a requerimiento de dos influyentes hombres de la iglesia: el Cardenal Schomberg y del Arzobispo de Culm, Tiedemann Giese. La obra contó con la autorización del Papa Paulo III, a efecto de que -tal y como lo reconoció Copérnico- la obra fuera protegida del casi seguro ataque que iba a enfrentar por los "matemáticos" (filósofos), debido a su aparente contradicción contra lo que percibía la percepción humana y el sentido común. Se agregó también que no se tenía recuento de objeciones que se podía hacer con base en las escrituras.

Ciertamente, durante unos 75 años no se originaron contrapropuestas por parte de la Iglesia Católica, aunque Lutero y Melanchthon condenaron el trabajo de Copérnico en términos desmedidos. Ni Paulo III, ni ninguno de los nueve papas que le siguieron, ni la Congregación de Roma, hicieron ver ninguna alarma, tal y como si fue originado por el propio Galileo en 1597. Quien, hablando de algunos de los riesgos que podría tener el apoyo a Copérnico, ridiculizó planteamientos sin decir nada de persecución. Aún cuando él ya había realizado sus grandes descubrimientos, nada cambió en este sentido.

Por el contrario, cuando Galileo llegó a Roma en 1611, fue recibido con pompa de triunfador. Todos, tanto clérigos como laicos trataron de verlo y su telescopio fue colocado en los jardines Quirinales pertenecientes al Cardenal Bandim. Galileo exhibió las manchas solares ante un pontífice admirado. No fue sino hasta unos cuatro años más tarde que surgieron los problemas entre los clérigos debido a la vehemencia con la cual en ese entonces, Galileo defendía las tesis de Copérnico. Es absurdo mantener que la oposición se debió a que se oponían a que las gentes fueran iluminadas por la verdad científica. Existen evidencias firmes de que para Bacon y otros, las nuevas enseñanzas eran radicalmente falsas y acientíficas. Galileo además no contaba con suficientes pruebas para lo que afirmaba de manera tan vehemente. Según el profesor Huxley, después de examinar esta situación concluía que los oponentes de Galileo tenían en cuanto a argumentos, "lo mejores".

Sin embargo lo más notorio, fue la insistencia con la que se deseaba dar créditos a los planteamientos con base en las sagradas escrituras, quienes representaban la máxima autoridad en asuntos de amplio alcance incluyendo planteamientos científicos. Por lo tanto, al establecerse el curso del sol en la Oración de Josué, o que la tierra era inmovible, se asumió que las doctrinas de Copérnico y Galileo estaban contra las escrituras, y por lo tanto eran herejías. Era evidente ya aún en los días de Copérnico, que la Reforma se mantenía sospechosa ante toda interpretación de la Biblia, lo que no fue exactamente suavizado por Galileo y su aliado Foscarini en el sentido de encontrar argumentos positivos para el Copernicanismo.

Foscarini era un fraile Carmelita de noble linaje que había dirigido los destinos de Calabria como provincial y tenía considerable reputación como predicador y teólogo. El mismo se lanzó a la defensa de Copérnico con gran evidencia y lo hizo buscando argumentos en el Candelabro de Siete Velas de la Antigua Ley. Especialmente él provocó la alarma al publicar trabajos en lenguaje vernáculo lo que contribuyó a no pocas confusiones entre el pueblo incapaz de formarse una opinión y de hacer juicio de los planteamientos. En ese tiempo había un partido de escépticos en Italia, quienes se oponían toda forma de religión, y tal y como David Brewster lo reconoce (Mártires de la Ciencia), no hay duda de que este partido lanzó su apoyo tras las posiciones de Galileo.

En esas circunstancias, sabiendo que su doctrina había sido presentada como contra la Iglesia, Galileo viajó a Roma en diciembre de 1615. Allí fue cortésmente recibido. Ante el tribunal de la Inquisición él fue oído y luego se declaró que sus postulados eran científicamente falsos y contra las escrituras, es decir heréticos. Con base en ello se declaró que Galileo debía abandonar sus teorías, cosa que hizo, prometiendo que no insistiría en esas enseñanzas. Luego se firmó el decreto de la Congregación del Indice del 5 de marzo de 1616. En el mismo se prohibían varios trabajos considerados heréticos a los cuales fueron agregados cualquiera que apoyara el sistema de Copérnico. En ese documento no se mencionan los trabajos de Galileo. Tampoco se tiene el nombre del papa, aunque se sabe que se contaba con la aprobación del pontífice en las sesiones previas de la Inquisición.

En este sentido es indiscutible que las autoridades eclesiásticas cometieron un grave y deplorable error, y sancionaron junto con falsos principios, el propio uso de la escritura. Tanto Galileo como Foscarini promovieron que la Biblia tenía por intención enseñar como la humanidad va al cielo, no como el cielo funciona. Al mismo tiempo debe recordarse que no se hacían objeciones al sistema copernicano y que el mismo mostraba en esa época pocas pruebas. No se ponía por otro lado objeción a que esa hipótesis explicaba en términos más simples lo que constituía el tema de presentación del sistema de Ptolomeo, y que para motivos prácticos podría ser adoptada por los astrónomos. Lo que si se objetaba era que el sistema de Copérnico era la verdad, "lo que contradecía la escritura".

Es claro además que los autores de ese escrito no pretendían ser absolutistas ni irreversibles. El Cardenal Bellarmino, el más influyente miembro del Colegio Sagrado, escribió a Foscarini promoviendo que tanto este último como Galileo debían demostrar como su sistema explicaba los fenómenos celestiales -una propuesta no excepcional y que estimula las aplicaciones prácticas- sin embargo se indicaba que no se debía contradecir a la Biblia:

Si se indica que el sol está en una posición central, inamovible y que es la tierra la que gira alrededor de él, se hace necesario, entonces, cuidadosamente, proceder a la explicación de los pasajes de la escritura que aparecen contrarios a este principio, y debemos decir más bien que estos principios han sido mal interpretados, en lugar de declararlos falsos en la demostración.

Por medio de este decreto tanto el trabajo de Copérnico fue prohibido como el de la "Epitomía" de Kepler, pero en ambos casos solamente donec corrigatur, la propuesta era presentar los sistemas como hipótesis y no como hechos definitivos. Se estableció luego que esos trabajos bien podrían ser leídos completamente por los entendidos en la materia "los preparados y hábiles en la ciencia" (de Remus a Kepler).

De acuerdo a von Gebler, parece que Galileo tomó el decreto de la Inquisición con frialdad hablando con satisfacción acerca de los cambios en el sistema de Copérnico. El se fue de Roma, evidentemente, con la promesa de violar la promesa que había hecho, y mientras desarrollaba otras ramas de la ciencia, no perdió oportunidad de manifestarse por el sistema que había declarado no aprobar. No obstante, cuando visitó Roma de nuevo en 1624, fue atendido con lo que se describió como una "noble y generosa recepción". El papa actual de ese momento Urbano VIII, había sido su amigo, tanto como el Cardenal Barberini y se habían opuesto a la condenación de 1616. Se le concedió una pensión a la que como extranjero no tenía derecho, y que de acuerdo a Brewster, debe considerarse como un respaldo a la ciencia en si misma. Pero para decepción de Galileo, Urbano no anuló el juicio de la Inquisición.

Luego de su regreso a Florencia, Galileo se dedicó a componer el trabajo que reavivó y agravó las viejas animosidades. Se trató de un diálogo entre un ptolomista que es confundido por dos copernicanos. El libro fue publicado en 1632 y era plenamente inconsistente con su promesa anterior. La autoridades en Roma lo consideraron como un reto. Por tanto fue citado de nuevo frente a la Inquisición y otra vez falló en mantener el valor de sus opiniones, declarando que desde 1616 no había apoyado la teoría de Copérnico. Tal declaración como era de esperarse, no fue tomada con seriedad y a pesar de ello, fue encontrado "vehementemente sospechoso de herejía" y a ser encarcelado a disposición del tribunal, además debía recitar los Siete Salmos Penitenciales una vez a la semana durante tres años.

Aunque la condena de prisión se mantuvo hasta la muerte de Galileo en 1642, no es apropiado hablar de él como de un prisionero. Como su "biógrafo protestante", von Gebler, nos dice: "un vistazo a lo que verdaderamente ocurrió en los hechos de este famoso juicio, convencería a cualquiera de que Galileo estuvo veintidós días en el edificio del Santo Oficio (la Inquisición), y no en una celda con rejas, sino en un cómodo apartamento de un oficial de la Inquisión". Por lo demás se le permitió el uso de otros lugares como de retiro tales como casas de amigos, siempre confortables y lujosas. No es cierto, como insistentemente se ha dicho, que fue torturado y enceguecido por sus prisioneros, aunque en 1637, cinco años antes de su muerte, llegó a quedar completamente ciego. En todo caso él rechazo ser enterrado en un lugar bendecido. Al contrario, aunque el papa (Urbano VIII) no autorizó que se construyera un monumento en su tumba, si envió sus bendiciones al hombre agonizante, quien fue finalmente enterrado en suelo bendecido en Florencia, en la iglesia de Santa Croce.

Finalmente, el famoso dicho de "E pur si mouve", supuestamente dicho por Galileo al levantarse luego de estar arrodillado, al renunciar al movimiento de la tierra, es una ficción, de la cual no se obtiene ninguna mención sino después de un siglo de su muerte, la que tuvo lugar el 8 de enero de 1642, el mismo año en que nació Newton.

Tal es en breve esta historia acerca de un famoso conflicto entre autoridades eclesiásticas y la ciencia. En relación a la misma, especial importancia se le ha dado a la conección de los hechos con la infalibilidad papal. ¿Se puede decir entonces que tanto Paulo V como Urbano VIII estaban tan comprometidos con la doctrina del geocentrismo que la impusieron como algo de fe, a partir de la iglesia, y que la decisión papal no fue cierta? Que ambos papas se mantuvieron contra Copérnico, es claro. Ellos creyeron que el sistema de Copérnico no estaba de acuerdo con la escritura y lo suprimieron. La pregunta, sin embargo, es si alguno de ellos condenó la doctrina ex cathedra. Esto no se hizo por parte de ambos pontífices.

En cuanto al decreto de 1616, hemos visto que fue promulgado por la Congregación del Indice, la cual no tiene ningún problema en cuanto a que se le demuestre su capacidad de falibilidad, este tribunal estaba absolutamente incompetente de hacer un decreto dogmático. Tampoco el caso está alterado por el hecho de que el papa aprobará la decisión de la Congregación in forma communi. Es decir que el propósito fue la prohibición en cuanto a circular los escritos que se consideraron hirientes. Tanto el papa como sus asesores pudieron haberse equivocado en ese juicio, pero eso no altera el carácter del pronunciamiento, o convierte al mismo en un decreto ex cathedra.

En referencia al segundo juicio, el de 1633, el mismo no tuvo un enfoque tan directo en la doctrina, como en la persona de Galileo, y en su actitud de no mantenerse fuera de la divulgación de las doctrinas copernicanas. La sentencia que se le dio claramente implicaba una condenación a las ideas de Copérnico, pero no se hizo un decreto formal acerca de este punto, y el mismo no tuvo la firma del papa. Esto no es solamente una opinión de teólogos, sino que también es corroborado por escritores quienes no pueden ser acusados de estar tendenciosamente a favor del papa. El profesor Augusto De Morgan (Budget of Paradoxes) declara:

Es claro que lo absurdo fue el acto de la Inquisición Italiana, para la satisfacción privada y personal del papa -quien sabía que cualquiera que fuera el curso que las acciones tomaran no lo implicarían a él como papa- y no a la institución de la Iglesia.

Yvon Gebler (Galileo Galilei):

La Iglesia nunca condenó (el sistema copernicano) en absoluto, debido a que los Calificadores del Santo Oficio nunca significaron la Iglesia.

Conviene agregar que a Riceloll y a otros contemporáneos de Galileo se les permitió, luego de 1616, que la definición copernicana había sido dada a conocer por el pontífice. Más vital aún es la pregunta que originó el debate: "¿Significa la condena de Galileo que la Iglesia mantiene una oposición implacable al progreso científico y la ilustración?" Se puede indicar al respecto, junto al Cardenal Newman, que esta instancia prueba lo opuesto, explícitamente, que la Iglesia no ha interferido con las ciencias físicas, y que para el caso, lo de Galileo, es "el argumento de valor" (Apología 5). El profesor De Morgan reconoce ("movimiento de la tierra" en la English Cyclopedia):

El poder papal ha sido utilizado moderadamente en cuestiones de filosofía, tal y como puede deducirse si se juzga la gran tensión en el caso de Galileo. Se trata de una prueba real de que la autoridad que ha durado más de mil años ha estado todo el tiempo monitoreando el progreso del pensamiento.

El doctor Whewell hablando de este mismo caso, indica (History of the Inductive Sciences):

No sería entendido el alegato de que la condena de las nuevas doctrinas, fue algo característico y general en la Iglesia Romana. Ciertamente la inteligencia y las mentes más cultivadas de Italia, y muchos de sus personalidades eclesiásticas entre ellas, han sido las más sobresalientes en promover y dar la bienvenida al progreso de la ciencia, y pueden encontrarse entre muchos de los eclesiásticos del tiempo de Galileo, los primeros y más ilustrados casos de adherentes al sistema copernicano.

JOHN GERARD
Transcrito por Carl H. Horst
Traducido por Giovanni E. Reyes


si quieren eliminen el que puse arriba.

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guitarxtreme
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MensajePublicado: Lun Ene 12, 2009 4:31 am    Asunto:
Tema: Verdad del juicio a Galileo
Responder citando

NANDO escribió:
Guitarxtreme: porque no lee lo que escribí yo, y el enlace, es lo mismo, solo que el enlace que puse yo era de Stat Veritas,
Disculpe a usted le falta hombría cierto? Le pregunto, no lo juzgo.


Eso era lo único que tenias que responder fácil, ¿verdad?

Si estoy equivocado te pido una disculpa.

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guitarxtreme
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MensajePublicado: Lun Ene 12, 2009 4:34 am    Asunto:
Tema: Verdad del juicio a Galileo
Responder citando

yo te dije "leyenda negra" por esto:

Cita:
Enlace editado


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NANDO
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MensajePublicado: Lun Ene 12, 2009 4:38 am    Asunto:
Tema: Verdad del juicio a Galileo
Responder citando

Guitarxtreme: le acepto la disculpa, y discúlpeme usted si yo también lo he ofendido.
Saludos en Los Sagrados Corazones
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juan_pablo1
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MensajePublicado: Lun Ene 12, 2009 4:44 am    Asunto:
Tema: Verdad del juicio a Galileo
Responder citando

Interesantes los articulos...llegamos a una conlucion entonces: La Iglesia nunca condeno en si el apoyo de Galileo al sistema copernicano,incluso gracias a la misma Iglesia su trabajo fue difundido y promovido,lo de la frase esa ''Y sin embargo se mueve'' ES UNA FALACIA TOTAL,atribuida sin fundamento mas de un siglo despues...como dice en el primer articulo,Galileo fue juzgado por su soberbia y por sus descalificaciones constantes,metiendose con cuestiones teologicas y afirmando cosas sin fundamento que incluso los mismos inquisidores llegaron a refutar...las maximas autoridades de la Iglesia fueron sus mismas protectoras...no por nada los ateos mas objetivos y que no estan contaminados por las leyendas negras no pueden decir ni pio con respecto a la Iglesia...y mas todavia en una epoca en la que el sistema predominante era el artistotelico.
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guitarxtreme
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MensajePublicado: Lun Ene 12, 2009 4:52 am    Asunto:
Tema: Verdad del juicio a Galileo
Responder citando

Cita:
Galileo fue juzgado por su soberbia y por sus descalificaciones constantes,metiendose con cuestiones teologicas y afirmando cosas sin fundamento que incluso los mismos inquisidores llegaron a refutar...las maximas autoridades de la Iglesia fueron sus mismas protectoras...no por nada los ateos mas objetivos y que no estan contaminados por las leyendas negras no pueden decir ni pio con respecto a la Iglesia...y mas todavia en una epoca en la que el sistema predominante era el artistotelico.


cuestiones teologicas, CIENTIFICAS NO.

espero y tambien te sea de utilidad esta pagina, a mi me gusta mucho.

http://www.unav.es/cryf/loquedeberiamos.html

los anti-catolicos de hoy acostumbran mucho a atacar a la iglesia con estos casos.

Dios los Bendiga.
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guitarxtreme
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MensajePublicado: Lun Ene 12, 2009 4:56 am    Asunto:
Tema: Verdad del juicio a Galileo
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Cita:
2.1. El proceso de 1616 (14)
En 1616 se acusaba a Galileo de sostener el sistema heliocéntrico propuesto en la antigüedad por los pitagóricos y en la época moderna por Copérnico: afirmaba que la Tierra no está quieta en el centro del mundo, como generalmente se creía, sino que gira sobre sí misma y alrededor del Sol, lo mismo que otros planetas del Sistema Solar. Esto parecía ir contra textos de la Biblia donde se dice que la Tierra está quiera y el Sol se mueve, de acuerdo con la experiencia; además, la Tradición de la Iglesia así había interpretado la Biblia durante siglos, y el Concilio de Trento había insistido en que los católicos no debían admitir interpretaciones de la Biblia que se aparten de las interpretaciones unánimes de los Santos Padres.

Los hechos de 1616 acabaron con dos actos extra-judiciales. Por una parte, se publicó un decreto de la Congregación del Índice, fechado el 5 de marzo de 1616, por el que se incluyeron en el Índice de libros prohibidos tres libros: Acerca de las revoluciones del canónigo polaco Nicolás Copérnico, publicado en 1543, donde se exponía la teoría heliocéntrica de modo científico; un comentario del agustino español Diego de Zúñiga, publicado en Toledo en 1584 y en Roma en 1591, donde se interpretaba algún pasaje de la Biblia de acuerdo con el copernicanismo; y un opúsculo del carmelita italiano Paolo Foscarini, publicado en 1615, donde se defendía que el sistema de Copérnico no está en contra de la Sagrada Escritura. Quedaba afectado por las mismas censuras cualquier otro libro que enseñara las mismas doctrinas. El motivo que se daba en el decreto para esas censuras era que la doctrina que defiende que la Tierra se mueve y el Sol está en reposo es falsa y completamente contraria a la Sagrada Escritura. Por otra parte, se amonestó personalmente a Galileo, para que abandonara la teoría heliocéntrica y se abstuviera de defenderla.

El opúsculo de Foscarini fue prohibido absolutamente. En cambio, los libros de Copérnico y de Zúñiga solamente fueron suspendidos hasta que se corrigieran algunos pasajes. En el caso de Zúñiga, lo que debería modificarse era muy breve. En el caso de Copérnico se trataba de diversos pasajes donde había que explicar que el heliocentrismo no era una teoría verdadera, sino sólo un artificio útil para los cálculos astronómicos. De hecho, esas correcciones se prepararon y se aprobaron al cabo de cuatro años, en 1620.

Nos podemos preguntar por qué se daba tanta importancia a algo que, hoy día, parece sencillo: cuando la Biblia habla de cuestiones científicas, con frecuencia adopta el modo de hablar propio de la cultura, de la época o simplemente de la experiencia ordinaria. De hecho, éste fue uno de los argumentos que utilizó Galileo en su Carta a Benedetto Castelli, que circuló en copias a mano (Castelli era un benedictino, amigo y discípulo de Galileo, profesor de matemáticas en la Universidad de Pisa), y con mayor extensión en su Carta a la Gran Duquesa de Toscana, Cristina de Lorena (madre de quien en aquellos momentos era Gran Duque de Toscana, Cosme II), a quien habían llegado ecos de las acusaciones bíblicas contra Galileo.

Para comprender el trasfondo del asunto hay que mencionar tres problemas (15). En primer lugar, Galileo se había hecho célebre con sus descubrimientos astronómicos de 1609-1610. Utilizando el telescopio que él mismo contribuyó de modo decisivo a perfeccionar, descubrió que la Luna posee irregularidades como la Tierra, que alrededor de Júpiter giran cuatro satélites, que Venus presenta fases como la Luna, que en la superficie del Sol existen manchas que cambian de lugar, y que existen muchas más estrellas de las que se ven a simple vista. Galileo se basó en estos descubrimientos para criticar la física aristotélica y apoyar el heliocentrismo copernicano. Las profesores aristotélicos, que eran muchos y poderosos, sentían que los argumentos de Galileo contradecían su ciencia, y a veces quedaban en ridículo. Estos profesores atacaron seriamente a Galileo y, cuando se les acababan las respuestas, algunos recurrieron a los argumentos teológicos (la pretendida contradicción entre Copérnico y la Biblia).

En segundo lugar, la Iglesia católica era en aquellos momentos especialmente sensible ante quienes interpretaban por su cuenta la Biblia, apartándose de la Tradición, porque el enfrentamiento con el protestantismo era muy fuerte. Galileo se defendió de quienes decían que el heliocentrismo era contrario a la Biblia explicando por qué no lo era, pero al hacer esto se ponía a hacer de teólogo, lo cual era considerado entonces como algo peligroso, sobre todo cuando, como en este caso, uno se apartaba de las interpretaciones tradicionales. Galileo argumentó bastante bien como teólogo, subrayando que la Biblia no pretende enseñarnos ciencia y se acomoda a los conocimientos de cada momento, e incluso mostró que en la Tradición de la Iglesia se encontraban precedentes que permitían utilizar argumentos como los que él proponía. Pero, en una época de fuertes polémicas teológicas entre católicos y protestantes, estaba muy mal visto que un profano pretendiera dar lecciones a los teólogos, proponiendo además novedades un tanto extrañas.

En tercer lugar, la cosmovisión tradicional, que colocaba a la Tierra en el centro del mundo, parecía estar de acuerdo con la experiencia ordinaria: vemos que se mueven el Sol, la Luna, los planetas y las estrellas; en cambio, si la Tierra se moviera, deberían suceder cosas que no suceden: proyectiles tirados hacia arriba caerían atrás, no se sabe cómo estarían las nubes unidas a la Tierra sin quedarse también atrás, se debería notar un movimiento tan rápido. Además, esa cosmovisión tradicional parecía mucho más coherente con la perspectiva cristiana de un mundo creado en vistas al hombre, y también con la Encarnación y la Redención de la humanidad a través de Jesucristo; de hecho, entre quienes habían aceptado las ideas de Copérnico se contaba Giordano Bruno, quien defendió que existen muchos mundos habitados y acabó sosteniendo doctrinas más o menos heréticas (Bruno fue quemado, como consecuencia de su condena por la Inquisición romana, en 1600, aunque debe señalarse, no como disculpa sino para mayor claridad, que no era propiamente un científico, aunque utilizara el copernicanismo como punto de partida).

Los sucesos de 1616 culminaron en un decreto de la Congregación del Índice, fechado el 5 de marzo de 1616, por el que se prohibieron los libros mencionados, con los matices ya señalados. El decreto se publicó en nombre de la Congregación, y está firmado por el cardenal prefecto y por el secretario de la Congregación, no por el Papa. Desde luego, un acto de ese tipo se hacía con el mandato o aprobación del Papa y, de algún modo, comprometía la autoridad del Papa, pero de ninguna manera puede ser considerado como un acto en el que se pone en juego la infalibilidad del Papa: por una parte, porque ni está firmado por el Papa y ni siquiera se le menciona; por otra, porque se trata de un acto de gobierno de una Congregación, no de un acto de magisterio; y además, porque no pretende definir una doctrina de modo definitivo (16). Eso se sabía perfectamente entonces, igual que ahora; como prueba de ella se puede mencionar una carta de Benedetto Castelli a Galileo, escrita el 2 de octubre de 1632, cuando ya se había ordenado a Galileo que compareciera ante la Inquisición de Roma. Castelli ha hablado con el Padre Comisario del Santo Oficio, Vincenzo Maculano, y ha defendido la ortodoxia de la posición de Copérnico y de Galileo, añadiendo que varias veces ha hablado de todo ello con teólogos piadosos y muy inteligentes, y no han visto ninguna dificultad; añade que el mismo Maculano le ha dicho que está de acuerdo y que, en su opinión, la cuestión no debería zanjarse recurriendo a la Sagrada Escritura. Es fácil advertir que estas opiniones, tratadas en el mismo Comisario del Santo Oficio, no tendrían sentido si el decreto del Índice de 1616 pudiera ser interpretado como teniendo un alcance de magisterio infalible o definitivo.

En las deliberaciones de la Santa Sede, previas al decreto, se pidió la opinión a once consultores del Santo Oficio, quienes dictaminaron, el 24 de febrero de 1616, que decir que el Sol está inmóvil en el centro del mundo es absurdo en filosofía y además formalmente herético, porque contradice muchos lugares de la Escritura tal como los exponen los Santos Padres y los teólogos, y decir que la Tierra se mueve es también absurdo en filosofía y al menos erróneo en la fe. Con frecuencia se toma esta opinión de los teólogos consultores como si fuera el dictamen de la autoridad de la Iglesia, pero no lo es: fue sólo la opinión de esas personas (17). El único acto público de la autoridad de la Iglesia fue el decreto de la Congregación del Índice, y en ese decreto no se dice que la doctrina heliocentrista sea herética: se dice que es falsa y que se opone a la Sagrada Escritura. El matiz es importante, y cualquier entendido en teología lo sabía entonces y lo sabe ahora. Nadie consideró entonces, ni debería considerar ahora, que se condenó el heliocentrismo como herejía, porque no es cierto. Esto explica que Galileo y otras personas igualmente católicas continuaran aceptando el heliocentrismo; Galileo sabía (y era cierto) que él había mostrado, en sus cartas a Castelli y a Cristina de Lorena, que el heliocentrismo se podía compaginar con la Sagrada Escritura, utilizando además principios que no eran nuevos, sino que tenían apoyo en la Tradición de la Iglesia (1Cool.

La decisión de la autoridad de la Iglesia en 1616 fue equivocada, aunque no calificó al heliocentrismo como herejía. Galileo y sus amigos eclesiásticos se propusieron conseguir que ese decreto fuera revocado. Podían haberlo conseguido: se trataba de un decreto disciplinar que, aunque iba acompañado por una valoración doctrinal, no condenaba el heliocentrismo como herejía, ni era un acto de magisterio infalible.

Otro aspecto importante a tener en cuenta es que, aunque las críticas de Galileo a la posición tradicional estaban fundadas, ni él ni nadie poseían en aquellos momentos argumentos para demostrar que la Tierra se mueve alrededor del Sol (19). Esta afirmación parecía, más bien, absurda, tal como la calificaron los teólogos del Santo Oficio. En una famosa carta, el cardenal Roberto Belarmino, uno de los teólogos más influyentes entonces, pedía tanto a Foscarini como a Galileo que utilizaran el heliocentrismo sólo como una hipótesis astronómica, sin pretender que fuera verdadera ni meterse en argumentos teológicos, en cuyo caso no habría ningún problema (20). Pero Galileo, para defenderse de acusaciones personales y para intentar que la Iglesia no interviniera en el asunto, se lanzó a una defensa fuerte del copernicanismo, trasladándose a Roma e intentando influir en las personalidades eclesiásticas; esto quizá tuvo el efecto contrario, provocando que la autoridad de la Iglesia interviniera para frenar la propaganda de Galileo que, al menos en sus críticas, era bastante convincente (21).

Además del decreto de la Congregación del Índice, las autoridades eclesiásticas tomaron otra decisión que afectaba personalmente a Galileo y que influyó decisivamente en su proceso, 17 años más tarde. En concreto, por orden del Papa (Pablo V), el cardenal Belarmino citó a Galileo (que se encontraba entonces en Roma, dedicado a la propaganda del copernicanismo) y, en la residencia del cardenal, el 26 de febrero de 1616, le amonestó a abandonar la teoría copernicana. El Papa había mandado que Belarmino hiciera esta amonestación, añadiendo que, si Galileo no quería abandonar la teoría, el Comisario del Santo Oficio, delante de notario y testigos, le ordenara que no enseñara, defendiera ni tratara esa doctrina, y que si se negase a esto, se le encarcelase. Consta que Belarmino hizo la amonestación. Pero entre los documentos que se han conservado existe uno que ha dado lugar a discusiones sobre la fuerza y el alcance de ese precepto: dice que, a continuación de la amonestación de Belarmino, el Padre Comisario del Santo Oficio (el dominico Michelangelo Segizzi) le transmitió el precepto mencionado; pero ese documento está sin firmar. Se han dado interpretaciones de todo tipo; la más extrema es que se trata de un documento falseado deliberadamente en 1616 o en 1633 para acabar con Galileo; pero esto parece muy poco probable. Con los documentos que poseemos, es muy difícil saber exactamente cómo se desarrolló el encuentro entre Belarmino y Galileo. Pero está claro que Galileo entendió perfectamente que, en lo sucesivo, no podía argumentar a favor del copernicanismo, y en efecto así lo hizo durante años. Precisamente, el proceso a que fue sometido 17 años después, en 1633, fue motivado porque, aparentemente, Galileo desobedeció a ese precepto.


Cita:
2.2. El proceso de 1633 (22)
Si el decreto de la Congregación del Índice en 1616 fue una equivocación, también lo fue prohibir a Galileo tratar o defender el copernicanismo. Galileo lo sabía. Sin embargo, obedeció. Siempre fue y quiso ser buen católico. Pero sabía que la prohibición de 1616 se basaba en una equivocación y quería solucionar el equívoco. Incluso advertía el peligro de escándalo que podría ocasionar esa prohibición en el futuro, si se llegaba a demostrar con certeza que la Tierra gira alrededor del Sol. Sus amigos estaban de acuerdo con él.

En 1623 coincidieron unas circunstancias que parecían favorecer una revisión de las decisiones de 1616, o por lo menos hacer posible que se expusieran, aunque fuese con cuidado, los argumentos a favor del copernicanismo. El factor principal fue la elección como Papa del cardenal Maffeo Barberini, que tomó el nombre de Urbano VIII (23). Era, desde hacía años, un admirador de Galileo, a quien incluso había dedicado una poesía latina en la que alababa sus descubrimientos astronómicos. Además, desde el primer momento tuvo en puestos de mucha confianza a varios amigos y partidarios de Galileo. En 1624 Galileo fue a Roma y el Papa le recibió seis veces, con gran cordialidad. Pero Galileo comprobó, al tantear el asunto del copernicanismo, que, si bien Urbano VIII no lo consideraba herético (ya hemos visto que nunca fue declarado tal), lo consideraba como una posición doctrinalmente temeraria y, además, estaba convencido de que nunca se podría demostrar: decía que los mismos efectos observables que se explican con esa teoría, podrían deberse a otras causas diferentes, pues en caso contrario estaríamos limitando la omnipotencia de Dios. Se trataba de un argumento que, aparentemente, tenía mucha fuerza, y parecía que quien pretendiera haber demostrado el copernicanismo estaba poniendo límites a la omnipotencia de Dios (24).

A pesar de todo, el talante del nuevo Papa y la posición estratégica de sus amigos llevaron a Galileo a embarcarse en un viejo proyecto pendiente: escribir una gran obra discutiendo el copernicanismo y, desde luego, argumentando en su favor. Simplemente, la presentaría como un diálogo entre un partidario del geocentrismo y otro del heliocentrismo, sin dejar zanjada la cuestión. Y añadiría el argumento del Papa. Pero el lector inteligente ya se daría cuenta de quién tenía razón.

Además, Galileo pensaba que disponía de un argumento nuevo que demostraba el movimiento de la Tierra: el argumento de las mareas. Según Galileo, las mareas sólo se podrían explicar suponiendo el movimiento de la Tierra (y no aceptaba, como si sonara a astrología, que se debieran a la influencia de la Luna). Incluso quería titular su obra de ese modo, como un tratado sobre las mareas, pero el Papa supo que pretendía utilizar ese título y, como sonaba a demasiado realista (como en efecto lo era), aconsejó poner otro título que no sonara a una prueba del movimiento de la Tierra (desde luego, como sabemos, el argumento de las mareas estaba equivocado). Galileo cambió el título del libro, que se vino a llamar Dialogo en torno a los dos grandes sistemas del mundo, el tolemaico y el copernicano. Un título muy acertado debido, en parte, a la ingerencia de un Papa que no quería que se tratara el movimiento de la Tierra como algo real: pero, sin duda, ésa era la intención principal de Galileo en su obra. Galileo estaba dispuesto a conceder todo lo que fuera necesario, con tal de publicar una obra donde se recogieran los argumentos en contra de la posición tradicional y en favor del copernicanismo.

Galileo acabó de redactar el Diálogo en 1630, y lo llevó a Roma para obtener el permiso eclesiástico para imprimirlo (25). El permiso debía ser concedido por el Maestro del Sagrado Palacio, el dominico Niccolò Riccardi, que no sabía astronomía pero era admirador de Galileo y siempre se había mostrado deseoso de ayudarle. Ahora Riccardi se encontró en un compromiso. Dio a entender que no habría problemas, aunque habría que ajustar una serie de detalles. Galileo volvió a Florencia, la peste estableció serias limitaciones al tráfico y correo entre Florencia y Roma, y ahí comenzó una cadena de equívocos que alargaron la concesión del permiso y pusieron nervioso a Galileo. Al cabo de un año, Galileo solicitó y obtuvo la intervención del Gran Duque de Toscana y de su embajador en Roma para obtener el permiso. Riccardi, que también era toscano y era pariente de la esposa del embajador, fue sometido a una presión muy fuerte. Finalmente concedió el permiso para que se imprimiera el libro en Florencia, pero con una serie de condiciones que hacía saber a Galileo y al Inquisidor de Florencia. Riccardi sabía lo que el Papa pensaba: que sólo se podía tratar el copernicanismo como una hipótesis matemática, no como una representación de la realidad; las condiciones y advertencias que dio se encaminaban a garantizar esto, que no estaba nada claro en la obra de Galileo.

Galileo introdujo cambios pero, seguramente, no todos los que hubiera introducido Riccardi y hubiera deseado el Papa. En el libro, Simplicio, el personaje que defiende la posición tradicional de Aristóteles y Tolomeo, siempre sale perdiendo. Simplicio fue uno de los más famosos comentadores antiguos de Aristóteles, pero en la obra de Galileo daba la impresión de que sus argumentos y su actitud correspondían demasiado bien a su nombre. Por otra parte, el argumento favorito del Papa aparecía al final de la obra: después de haber expuesto todos los argumentos físicos y filosóficos, Simplicio, precisamente Simplicio, utilizaba ese argumento, y aunque Salviati, el defensor de Copérnico (y Galileo) lo aprueba, el final es muy breve y forzado (26). Para mayor confusión, una Introducción aprobada por Riccardi, en la que se explicaba que esa obra no pretendía establecer el copernicanismo como teoría verdadera, apareció impresa en un tipo diferente al del resto de la obra, dando la impresión de un añadido postizo.

El Diálogo se acabó de imprimir en Florencia el 21 de febrero de 1632. Galileo envió enseguida ejemplares por todas partes, también a sus amigos de otros países de Europa. Todavía había problemas de comunicación con Roma por la peste, de modo que los primeros ejemplares no llegaron a Roma hasta mitad de mayo. Uno de ellos fue entregado al cardenal Francesco Barberini, sobrino y mano derecha del Papa, a quien Galileo había ayudado, hacía años, a conseguir el doctorado, y a quien consideraba, al igual que a su tío el Papa, como un gran amigo personal.

En 1632 la mayor preocupación del Papa no era precisamente el movimiento del Sol y de la Tierra. Estaba en pleno desarrollo la Guerra de los Treinta Años, que comenzó en 1618 y no terminó hasta 1648, que enfrentaba a toda Europa en dos mitades, los católicos y los protestantes. En aquel momento había problemas muy complejos, porque la católica Francia se encontraba más bien al lado de los protestantes de Suecia y Alemania, enfrentada con las otras potencias católicas, España y el Imperio. Urbano VIII había sido cardenal legado en París y tendía a alinearse con los franceses, temiendo, además, una excesiva prepotencia de los españoles, e intentando no perder a Francia. Se trataba de equilibrios muy difíciles. Los problemas eran graves. El 8 de marzo de 1632, en una reunión de cardenales con el Papa, el cardenal Gaspar Borgia, protector de España y embajador del Rey Católico, acusó abiertamente al Papa de no defender como era preciso la causa católica. Se creó una situación extraordinariamente violenta. En esas condiciones, Urbano VIII se veía especialmente obligado a evitar cualquier cosa que pudiera interpretarse como no defender la fe católica de modo suficientemente claro.

Precisamente en esas circunstancias, a mitad de mayo, empezaron a llegar a Roma los primeros ejemplares del Dialogo. En un primer momento no sucedió nada. Pero al cabo de dos meses, a mitad de julio, se supo que el Papa estaba muy enfadado con el libro, que intentaba frenar su difusión, y que iba a crear una comisión para estudiarlo y dictaminarlo (27).

La documentación que poseemos no permite saber qué provocó el enfado y la decisión del Papa. Galileo siempre lo atribuyó a la actuación de sus enemigos (que no eran pocos ni poco influyentes), que habrían informado al Papa de modo tendencioso, predisponiéndole en contra. Por ejemplo, además de denunciar que el libro defendía el copernicanismo, en contra del decreto de 1616, habrían puesto de relieve que uno de los tres personajes que intervienen en el diálogo, Simplicio, que siempre lleva las de perder, es quien expone el argumento preferido del Papa acerca de la omnipotencia de Dios y los límites de nuestras explicaciones. Esto podía parecer una burla deliberada, y parece que así fue interpretado: varios años después, Galileo todavía enviaba un mensaje al Papa, desde su villa de Arcetri, haciéndole saber que jamás había pasado por su mente tal cosa. Además, como se ha señalado, las circunstancias personales de Urbano VIII en aquel momento eran difíciles, y no podía tolerar que se publicara un libro, que aparecía con los permisos eclesiásticos de Roma y de Florencia, en el que se defendía una teoría condenada por la Congregación del Índice en 1616 como falsa y contraria a la Sagrada Escritura.

El Papa estableció una comisión para examinar las acusaciones contra Galileo, y se dictaminó que el asunto debía ser enviado al Santo Oficio (o Inquisición romana), desde donde se ordenó a Galileo, que vivía en Florencia, que se presentara en Roma ante ese tribunal durante el mes de octubre de 1632. Después de intentos dilatorios que duraron varios meses, el 30 de diciembre de 1632, el Papa con la Inquisición hizo saber que, si Galileo no se presentaba en Roma, se enviaría quien se cerciorase de su salud y, si se veía que podía ir a Roma, le llevarían encadenado. El Papa aconsejó seriamente al Gran Duque que se abstuviera de intervenir, porque el asunto era serio. Las autoridades toscanas decidieron aconsejar a Galileo que fuese a Roma. El embajador Niccolini, que conocía bien al Papa y hablaba con él con frecuencia, advertía que discutir con el Papa y llevarle la contraria era el camino mejor para arruinar a Galileo. Cuando el Papa hablaba con Niccolini del problema causado por Galileo, en varias ocasiones montó en cólera. Todos advirtieron a Galileo que lo mejor era que fuera a Roma y que se mostrara en todo momento dispuesto a obedecer en lo que le dijeran, porque si tomaba otra actitud las consecuencias serían perjudiciales para él.

Galileo llegó a Roma el domingo 13 de febrero de 1633, en una litera facilitada por el Gran Duque, después de esperar en la frontera de los Estados Pontificios a causa de la peste que seguía en Florencia. El embajador de Toscana, Francesco Niccolini, se portó maravillosamente con Galileo, interviniendo continuamente en su favor ante las autoridades de Roma, de acuerdo con las instrucciones del Gran Duque. Consiguieron que Galileo no estuviera en la cárcel del Santo Oficio, como exigían las normas. Desde su llegada a Roma hasta el 12 de abril (dos meses), Galileo vivió en el Palacio de Florencia, donde se encontraba la embajada de Toscana y la casa del embajador. Las autoridades le recomendaron que evitara la vida social, de modo que no salía de casa, pero gozaba de un trato exquisito por parte del embajador y de su esposa. Niccolini pedía al Papa que el asunto fuese lo más breve posible, pero se alargaba porque la Inquisición todavía estaba deliberando sobre el modo de actuar. Como se había descubierto en los archivos del Santo Oficio el escrito de 1616 en el que se prohibía Galileo tratar de cualquier modo el copernicanismo, el proceso se centró completamente en una única acusación: la de desobediencia a ese precepto de 1616.

Galileo fue llamado a deponer al Santo Oficio el martes 12 de abril de 1633 (2Cool. Su defensa nos puede parecer muy extraña: negó que, en el Dialogo, defendiera el copernicanismo. Galileo no sabía que el Santo Oficio había pedido la opinión al respecto a tres teólogos y que, el 17 de abril, los tres informes concluían sin lugar a dudas (como de hecho así era) que Galileo, en su libro, defendía el copernicanismo; en este caso, los teólogos tenían razón. Esto complicaba la situación, pues un acusado que no reconocía un error comprobado debía ser tratado muy severamente por el tribunal. Por otra parte, Galileo se defendió mostrando una carta que, a petición suya, le había escrito el cardenal Belarmino después de los sucesos de 1616, para que pudiera defenderse frente a quienes le calumniaban; en ese escrito, Belarmino daba fe de que Galileo no había tenido que abjurar de nada y que simplemente se le había notificado la prohibición de la Congregación del Índice. Pero eso podía interpretarse también contra Galileo si se mostraba, como era el caso, que en su libro argumentaba en favor de la doctrina condenada en 1616. El tribunal se centró en matices de la prohibición hecha a Galileo en 1616, que Galileo decía no recordar, porque había conservado el documento de Belarmino y ahí no se incluían esos matices. Desgraciadamente, Belarmino había muerto y no podía aclarar la situación.

Esos días Galileo seguía en el Santo Oficio, aunque tampoco entonces estuvo en la cárcel. Por deferencia con el Gran Duque de Toscana y ante la insistencia del embajador, Galileo fue instalado en unas habitaciones del fiscal de la Inquisición, le traían las comidas desde la embajada de Toscana, y podía pasear. Estuvo allí desde el martes 12 de abril hasta el sábado 30 de abril: 17 días completos con sus colas.

Para desbloquear la situación, el Padre Comisario propuso a los Cardenales del Santo Oficio algo insólito: visitar a Galileo en sus habitaciones e intentar convencerle para que reconociera su error. Lo consiguió después de una larga charla con Galileo el 27 de abril. Al día siguiente, sin comunicarlo a nadie más, escribió lo que había hecho y el resultado al cardenal sobrino del Papa, que se encontraba esos días en Castelgandolfo con el Papa; a través de esa carta se ve claro que esa actuación estaba aprobada por el Papa: de ese modo, el tribunal podría salvar su honor condenando a Galileo, y luego se podría usar clemencia con Galileo dejándole recluido en su casa, tal como (dice el Padre Comisario) sugirió Vuestra Excelencia (el cardenal Francesco Barberini).

En efecto, el sábado 30 de abril Galileo reconoció ante el tribunal que, al volver a leer ahora su libro, que había acabado hacía tiempo, se daba cuenta de que, debido no a mala fe, sino a vanagloria y al deseo de mostrarse más ingenioso que el resto de los mortales, había expuesto los argumentos en favor del copernicanismo con una fuerza que él mismo no creía que tuvieran. A partir de ahí, las cosas se desarrollaron como el Comisario había previsto. Ese mismo día se permitió a Galileo volver al palacio de Florencia, a la casa del embajador. El martes 10 de mayo se le llamó al Santo Oficio para que presentara su defensa; presentó el original de la carta del cardenal Belarmino, y reiteró que había actuado con recta intención. Seguía encerrado en el palazzo Firenze; el embajador consiguió que le permitieran ir a pasear a Villa Medici, e incluso a Castelgandolfo, porque le sentaba mal no hacer ningún tipo de ejercicio. Mientras tanto, la peste seguía azotando a Florencia, y en alguna carta le decían que, en medio de su desgracia, era una suerte que no estuviera entonces en Florencia.

El jueves 16 de junio, la Congregación del Santo Oficio tenía, como cada semana, su reunión con el Papa. En esta ocasión se celebró en el palacio del Quirinal. Estaban presentes 6 de los 10 Cardenales de la Inquisición, además del Comisario y del Asesor (en los interrogatorios y, en general, en todas las sesiones que se han mencionado hasta ahora, no estaban presentes los Cardenales: estaban los oficiales del Santo Oficio que transmitían las actas a la Congregación de los Cardenales, y éstos, con el Papa, tomaban las decisiones). Ese día el Papa decidió que Galileo fuera examinado acerca de su intención con amenaza de tortura (en este caso se trataba de una amenaza puramente formal, que ya se sabía de antemano que no se iba a realizar). Después, Galileo debía abjurar de la sospecha de herejía ante la Congregación en pleno. Sería condenado a cárcel al arbitrio de la Congregación, se le prohibiría que en el futuro tratara de cualquier modo el tema del movimiento de la Tierra, se prohibiría el Diálogo, y se enviaría copia de la sentencia a los nuncios e inquisidores, sobre todo al de Florencia, para que la leyera públicamente en una reunión en la que procuraría que se encontraran los profesores de matemática y de filosofía. El Papa comunicó esta decisión al embajador Niccolini el 19 de junio. Niccolini pidió clemencia, y el Papa, manifestando algo que, como se ha señalado, estaba ya decidido de antemano, le respondió que, después de la sentencia, volvería a ver al embajador para ver cómo se podría arreglar que Galileo no estuviera en la cárcel. De acuerdo con el Papa, Niccolini comunicó a Galileo que la causa se acabaría enseguida y el libro se prohibiría, sin decirle nada acerca de lo que tocaba a su persona, para no causarle más aflicción.

Desde el martes 21 de junio hasta el viernes 24 de junio, Galileo estuvo de nuevo en el Santo Oficio. El miércoles día 22 Galileo fue llevado al convento de Santa María sopra Minerva (29) (30); se le leyó la sentencia (firmada por 7 de los 10 Cardenales del Santo Oficio) y abjuró de su opinión acerca del movimiento de la Tierra delante de la Congregación. Fue, para Galileo, lo más desagradable de todo el proceso, porque afectaba directamente a su persona y se desarrolló en público de modo humillante. El jueves 23 el Papa, con la Congregación del Santo oficio reunida en el Quirinal, concedió a Galileo que la cárcel fuera conmutada por arresto en Villa Medici, a donde se trasladó el viernes día 24. El jueves día 30 se permitió a Galileo abandonar Roma y trasladarse a Siena, en Toscana, al palacio del Arzobispo. Galileo dejó Roma el miércoles 6 de julio y llegó a Siena el sábado 9 de julio. Había acabado la pesadilla romana (31).

La sentencia de la Inquisición comienza con los nombres de los 10 cardenales de la Inquisición, y acaba con las firmas de 7 de ellos. El Papa, junto con la Congregación, decidió que se condenase a Galileo y que abjurase de su opinión, pero en el texto de la sentencia no aparece en ningún momento citado el Papa; por tanto, ese documento no puede ser considerado como un acto de magisterio pontificio, y menos aún como un acto de magisterio infalible ni definitivo. En el texto de la abjuración se lee “maldigo y detesto los mencionados errores y herejías”, pero no se trata de una doctrina definida como herejía por el magisterio de la Iglesia: en el texto de la abjuración se dice, como así es, que esa doctrina fue declarada contraria a la Sagrada Escritura, y, como sabemos, esta declaración se hizo mediante un decreto de la Congregación del Índice, que no constituyó un acto de magisterio infalible ni definitivo.

El Arzobispo de Siena, Ascanio Piccolomini, era un antiguo discípulo, admirador y gran amigo de Galileo. Se había ofrecido varias veces para alojarle en su casa, teniendo en cuenta, además, que estaba relativamente cerca de Florencia y que en Florencia todavía existían ramalazos de la peste. En Siena, Galileo fue tratado espléndidamente y se recuperó de la tensión de los meses precedentes. A petición del Gran Duque de Toscana, el Papa, junto con el Santo Oficio, concedió el 1 de diciembre de 1633 a Galileo que pudiera volver a su casa en las afueras de Florencia, la Villa del Gioiello, con tal que permaneciera como en arresto domiciliario, sin moverse de allí ni hacer vida social. Consta que el 17 de diciembre Galileo ya estaba en su casa, y allí siguió hasta su muerte en 1642.

En Arcetri Galileo siguió trabajando. Allí acabó sus Discursos y demostraciones en torno a dos nuevas ciencias, obra que se publicó en 1638 en Holanda. Se trata de su obra más importante, donde expone los fundamentos de la nueva ciencia de la mecánica, que se desarrollará en ese siglo hasta alcanzar 50 años más tarde, con los Principios matemáticos de la filosofía natural de Newton, obra publicada en 1687, la formulación que marca el nacimiento definitivo de la ciencia experimental moderna.
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