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LA IGLESIA Y BIOETICA: ABORTO

 
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pelicano
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MensajePublicado: Dom Feb 15, 2009 1:55 pm    Asunto: LA IGLESIA Y BIOETICA: ABORTO
Tema: LA IGLESIA Y BIOETICA: ABORTO
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¡Virgo parens Christi Benedicta!

He estado pensando que quizas vendria bien abrir un tema en este subforo donde se puedan dejar documentos que la Iglesia tiene sobre los temas más comunes de Bioética, de esta forma serviria de ayuda y guia para aquellas personas que tengan dudas sobre la posición del Magisterio con ciertos temas.

Intentaré ir trayendo los documentos del Magisterio sobre los diferentes temas que se suelen tratar en Bioética, si alguno se anima a ayudarme en esta labor, sea Bienvenido.Creo puede ser de mucha ayuda y muy útil en este subforo. Wink

¡Que Dios les Bendiga!
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pelicano
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Registrado: 11 Abr 2007
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Ubicación: Tierra Santa

MensajePublicado: Dom Feb 15, 2009 2:33 pm    Asunto:
Tema: LA IGLESIA Y BIOETICA: ABORTO
Responder citando

ABORTO:

CATECISMO DE LA IGLESIA CATOLICA:

2270 La vida humana debe ser respetada y protegida de manera absoluta desde el momento de la concepción. Desde el primer momento de su existencia, el ser humano debe ver reconocidos sus derechos de persona, entre los cuales está el derecho inviolable de todo ser inocente a la vida.

Antes de haberte formado yo en el seno materno, te conocía, y antes que nacieses te tenía consagrado (Jr 1, 5). Y mis huesos no se te ocultaban, cuando era yo hecho en lo secreto, tejido en las honduras de la tierra (Sal 139, 15).

2271 Desde el siglo primero, la Iglesia ha afirmado la malicia moral de todo aborto provocado. Esta enseñanza no ha cambiado; permanece invariable. El aborto directo, es decir, querido como un fin o como un medio, es gravemente contrario a la ley moral. No matarás el embrión mediante el aborto, no darás muerte al recién nacido. Dios, Señor de la vida, ha confiado a los hombres la excelsa misión de conservar la vida, misión que deben cumplir de modo digno del hombre. Por consiguiente, se ha de proteger la vida con el máximo cuidado desde la concepción; tanto el aborto como el infanticidio son crímenes abominables.

2272 La cooperación formal a un aborto constituye una falta grave. La Iglesia sanciona con pena canónica de excomunión este delito contra la vida humana. "Quien procura el aborto, si éste se produce, incurre en excomunión latae sententiae", es decir, "de modo que incurre ipso facto en ella quien comete el delito", en las condiciones previstas por el Derecho. Con esto la Iglesia no pretende restringir el ámbito de la misericordia; lo que hace es manifestar la gravedad del crimen cometido, el daño irreparable causado al inocente a quien se da muerte, a sus padres y a toda la sociedad.

2273 El derecho inalienable de todo individuo humano inocente a la vida constituye un elemento constitutivo de la sociedad civil y de su legislación: "Los derechos inalienables de la persona deben ser reconocidos y respetados por parte de la sociedad civil y de la autoridad política. Estos derechos del hombre no están subordinados ni a los individuos ni a los padres, y tampoco son una concesión de la sociedad o del Estado: pertenecen a la naturaleza humana y son inherentes a la persona en virtud del acto creador que la ha originado. Entre esos derechos fundamentales es preciso recordar a este propósito el derecho de todo ser humano a la vida y a la integridad física desde la concepción hasta la muerte". "Cuando una ley positiva priva a una categoría de seres humanos de la protección que el ordenamiento civil les debe, el Estado niega la igualdad de todos ante la ley. Cuando el Estado no pone su poder al servicio de los derechos de todo ciudadano, y particularmente de quien es más débil, se quebrantan los fundamentos mismos del Estado de derecho... El respeto y la protección que se han de garantizar, desde su misma concepción, a quien debe nacer, exige que la ley prevea sanciones penales apropiadas para toda deliberada violación de sus derechos".


2274 Puesto que debe ser tratado como una persona desde la concepción, el embrión deberá ser defendido en su integridad, cuidado y atendido médicamente en la medida de lo posible, como todo otro ser humano. El diagnóstico prenatal es moralmente lícito, "si respeta la vida e integridad del embrión y del feto humano, y si se orienta hacia su protección o hacia su curación... Pero se opondrá gravemente a la ley moral cuando contempla la posibilidad, en dependencia de sus resultados, de provocar un aborto: un diagnóstico que atestigua la existencia de una malformación o de una enfermedad hereditaria no debe equivaler a una sentencia de muerte".

2275 Se deben considerar "lícitas las intervenciones sobre el embrión humano, siempre que respeten la vida y la integridad del embrión, que no lo expongan a riesgos desproporcionados, que tengan como fin su curación, la mejora de sus condiciones de salud o su supervivencia individual". "Es inmoral producir embriones humanos destinados a ser explotados como `material biológico' disponible". "Algunos intentos de intervenir en el patrimonio cromosómico y genético no son terapéuticos, sino que miran a la producción de seres humanos seleccionados en cuanto al sexo u otras cualidades prefijadas. Estas manipulaciones son contrarias a la dignidad personal del ser humano, a su integridad y a su identidad".

EL MAGISTERIO ANTE EL ABORTO:


Pío XII, en el discurso a las ostétricas, el 29 de octubre de 1951, declaraba:

"Ningún hombre, ninguna autoridad humana, ninguna ciencia, ninguna indicación médica, eugenésica, social, económica, o moral puede exhibir u otorgar título jurídico válido para disponer directa y deliberadamente de una vida humana inocente."


Pablo VI, en la Humanae vitae y en la carta al cardenal Villot del 3 de octubre de 1971, afirmaba:

"La vida no pertenece al hombre. Le sobrepasa porque ha sido recibida de Dios. Es sagrada. Ningún hombre puede disponer de ella a su antojo."


Congregación para la Doctrina de la Fe, Declaración De aborto procurato, 18 de noviembre de 1974, número 13

"Con la fecundación ha comenzado la aventura de una nueva vida humana, cada una de cuyas grandes capacidades exige tiempo, un largo tiempo, para ponerse a punto y estar en condiciones de actuar. Lo menos que se puede decir es que la ciencia actual, en su estado más evolucionado, no da ningún apoyo sustancial a los defensores del aborto. Por lo demás no es incumbencia de las ciencias biológicas dar un juicio decisivo acerca de cuestiones propiamente filosóficas y morales, como son la del momento en que se constituye la persona humana y la legitimidad del aborto. Ahora bien, desde el punto de vista moral, esto es cierto: aunque hubiese duda sobre la cuestión de si el fruto de la concepción es ya una persona humana, es objetivamente un pecado grave el atreverse a afrontar el riesgo de un homicidio"


Evangelium vitae, 57

"Por tanto con la autoridad conferida por Cristo a Pedro y a sus Sucesores, en comunión con los Obispos de la Iglesia Católica, confirmo que la eliminación directa y voluntaria de un ser humano inocente es siempre gravemente inmoral"


Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe, nº 22

'Debe quedar bien claro que un cristiano no puede jamás conformarse a una ley inmoral en sí misma; tal es el caso de la ley que admitiera en principio la licitud del aborto. Un cristiano no puede ni participar a una campaña de opinión a favor de semejante ley, ni darle su voto, ni colaborar en su aplicación'.

(Evangelium vitae, 90).


'una norma que viola el derecho natural a la vida de un inocente es injusta y, como tal, no puede tener valor de ley'

Continuaré....

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siempreMaria
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MensajePublicado: Dom Feb 15, 2009 7:05 pm    Asunto:
Tema: LA IGLESIA Y BIOETICA: ABORTO
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Tomado de:
http://www.serviciocatolico.com/files/los_primeros_cristianos_contra_el_aborto.htm

Los primeros cristianos contra el aborto. Ejemplos para el cristiano del siglo XXI

Todos los Padres de la Iglesia y los primeros apologistas y maestros cristianos hablaron a favor de la vida y gracias a su influencia el aborto y el infanticidio fueron gradualmente desapareciendo de Europa.

Luis Fernando Pérez Bustamante

Para cualquiera que tenga un mínimo de sensibilidad humana es claro que una de las plagas más infecta, desastrosa e inmunda de nuestra sociedad en pleno siglo XXI es el aborto. La Iglesia Católica, así como la mayoría de las iglesias y comunidades eclesiales separadas de ella, condena sin paliativos la aniquilación de seres humanos en el seno de sus madres. Dado que la Biblia apenas habla específicamente del aborto, aunque obviamente hay indicios muy claros de que las Escrituras consideran que el feto es una vida humana (p.e Jueces 16,17; Salmo 22,9-10; Lucas 1, 15-16 y 41-44; Galatas 1,15), es importante que estudiemos lo que creían los primeros cristianos acerca de este tema. Su testimonio es unánime y no deja lugar a dudas en la condena del aborto. La Didajé, que pudo haber sido escrita incluso en el siglo I, es quizás el primer testimonio patrístico en el que se introduce dicha condena:

“He aquí el segundo precepto de la Doctrina: No matarás; no cometerás adulterio; no prostituirás a los niños, ni los inducirás al vicio; no robarás; no te entregarás a la magia, ni a la brujería; no harás abortar a la criatura engendrada en la orgía, y después de nacida no la harás morir.”
(Didajé II)

En la Epístola de Bernabé, escrita en la tercera década del siglo II, se llama hijo al feto que está en el vientre de la madre, se prohíbe expresamente el aborto y se le equipara al asesinato:

“No vacilarás sobre si será o no será. No tomes en vano el nombre de Dios. Amarás a tu prójimo más que a tu propia vida. No matarás a tu hijo en el seno de la madre ni, una vez nacido, le quitarás la vida. No levantes tu mano de tu hijo o de tu hija, sino que, desde su juventud, les enseñarás el temor del Señor.”
(Ep Bernabé XIX,5)

y

“Perseguidores de los buenos, aborrecedores de la verdad, amadores de la mentira, desconocedores de la recompensa de la justicia, que no se adhieren al bien ni al juicio justo, que no atienden a la viuda y al huérfano, que valen no para el temor de Dios, si no para el mal, de quienes está lejos y remota la mansedumbre y la paciencia, que aman la vanidad, que persiguen la recompensa, que no se compadecen del menesteroso, que no sufren con el atribulado, prontos a la maledicencia, desconocedores de Aquel que los creó, matadores de sus hijos por el aborto, destructores de la obra de Dios, que echan de sí al necesitado, que sobreatribulan al atribulado, abogados de los ricos, jueces inicuos de los pobres, pecadores en todo.”
(Ep Bernabé XX, 2)

El primer apologista latino Minucio Félix, llama parricidio al aborto en su obra Octavius de finales del siglo II:

“Hay algunas mujeres que, bebiendo preparados médicos, extinguen los cimientos del hombre futuro en sus propias entrañas, y de esa forma cometen parricidio antes de parirlo.”
(Octavius XXXIII)

El apologeta cristiano Atenágoras es igualmente tajante en su consideración sobre el aborto cuando escribió al Emperador Marco Aurelio:

“Decimos a las mujeres que utilizan medicamentos para provocar un aborto que están cometiendo un asesinato, y que tendrán que dar cuentas a Dios por el aborto... contemplamos al feto que está en el vientre como un ser creado, y por lo tanto como un objeto al cuidado de Dios... y no abandonamos a los niños, porque los que los exponen son culpables de asesinar niños”
(Atenágoras, En defensa de los cristianos, XXXV)

Los testimonios se multiplican por doquier. Así leemos en la Epístola a Diogneto que los cristianos:

“Se casan como todos los demás hombres y engendran hijos; pero no se desembarazan de su descendencia (fetos)”
(Ep a Diogneto V,6)

Tertuliano condena el aborto como homicidio y reconoce la identidad humana del no nacido:

“ Es un homicidio anticipado impedir el nacimiento; poco importa que se suprima el alma ya nacida o que se la haga desaparecer en el nacimiento. Es ya un hombre aquél que lo será.”
(Apologeticum IX,8 )

Ya en el siglo IV San Basilio va incluso más allá al llamar asesinos no sólo a la mujer que aborta sino a quienes proporcionan lo necesario para abortar, lo cual sería perfectamente aplicable a quienes fabrican o prescriben la píldora abortiva:

“ Las mujeres que proporcionan medicinas para causar el aborto así como las que toman las pociones para destruir a los niños no nacidos, son asesinas”
(San Basilio, ep 188, VIII)

San Jerónimo trata la situación de la mujer que muere mientras procura abortar a su criatura:

“Algunas, al darse cuenta de que han quedado embarazadas por su pecado, toman medicinas para procurar el aborto, y cuando (como ocurre a menudo) mueren a la vez que su retoño, entran en el bajo mundo cargadas no sólo con la culpa de adulterio contra Cristo sino también con la del suicidio y del asesinato de niños. ”
(San Jerónimo, Carta a Eustoquio)

Quizás el texto más dramático en relación al aborto sea un párrafo que aparece en el libro apócrifo conocido como Apocalipsis de Pedro. El libro seguramente es de origen gnóstico, lo cual supone que no debemos considerarlo del mismo valor que las citas anteriores, pero he decidido copiar este pequeño párrafo como muestra de hasta qué punto la condena del aborto estaba presente incluso entre los heterodoxos de los primeros siglos:

“Muy cerca de allí vi otro lugar angosto, donde iban a parar el desagüe y la hediondez de los que allí sufrían tormento, y se formaba allí como un lago. Y allí había mujeres sentadas, sumergidas en aquel albañal hasta la garganta; y frente a ellas, sentados y llorando, muchos niños que habían nacido antes de tiempo; y de ellos salían unos rayos como de fuego que herían los ojos de las mujeres; éstas eran las que habían concebido fuera del matrimonio y se habían procurado aborto.”
(Ap Pedro 26)

Todos esos testimonios en contra del aborto tienen un doble valor para nosotros en las circunstancias que nos toca vivir en nuestro tiempo. Por una parte deben servirnos de aviso para que bajo ningún concepto nos acomodemos a un estado de opinión en nuestra sociedad cada vez más favorable a la aceptación del aborto como algo normal. Hacer tal cosa sería ir justo en la dirección opuesta a la que tomaron nuestros antepasados en la fe. Ellos ni se callaron ni fueron tibios a la hora de condenar esa lacra. Por otra lado, debemos ser sinceros y reconocer que vivimos en un mundo donde gran parte de lo más abominable del paganismo antiguo, el aborto y la profusión de todo tipo de amoralidad sexual, no sólo ha resurgido con fuerza sino que ha conseguido “legitimarse” socialmente echando sus raíces incluso en las legislaciones de nuestros países. La Iglesia, hoy igual que ayer, alza su voz contra esta infamia. Podría decirse que Juan Pablo II, paladín de la cultura de la vida y por tanto enemigo declarado de la cultura de la muerte que impera en nuestra sociedad, ha llevado la condena del aborto casi hasta el nivel de dogma de fe en la encíclica Evangelium Vitae:

“Por tanto, con la autoridad que Cristo confirió a Pedro y a sus Sucesores, en comunión con todos los Obispos —que en varias ocasiones han condenado el aborto y que en la consulta citada anteriormente, aunque dispersos por el mundo, han concordado unánimemente sobre esta doctrina—, declaro que el aborto directo, es decir, querido como fin o como medio, es siempre un desorden moral grave, en cuanto eliminación deliberada de un ser humano inocente. Esta doctrina se fundamenta en la ley natural y en la Palabra de Dios escrita; es transmitida por la Tradición de la Iglesia y enseñada por el Magisterio ordinario y universal.”

Nadie pues que se precie de tener el nombre de cristiano y el apellido de católico, puede justificar, aprobar, legislar o colaborar, por activa o por pasiva, con el aborto. Es nuestro deber como cristianos combatir en la guerra por salvar a millones de inocentes. Ellos no tienen voz, no tienen fuerza para oponerse a quienes desean asesinarlos. Seamos nosotros la voz y la fuerza que, como en el pasado, venza la batalla por la vida, por la esperanza y por el amor hacia toda criatura humana desde su concepción.
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matmas
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MensajePublicado: Dom May 17, 2009 3:59 am    Asunto:
Tema: LA IGLESIA Y BIOETICA: ABORTO
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Puedo agregar otro antecedente más sobre el aborto (esta vez tiene carácter magisterial):
El año 324, en el Concilio de Elvira, se decretó que a la mujer adúltera que abortase se le negaría el sacramento de la reconciliación aún en peligro de muerte. (Básicamente, la Iglesia le niega los instrumentos de salvación; si lograba arrepentirse antes de morir, ya quedaría a la decisión Divina). Más adelante, se relajó enormemente el criterio (no recuerdo el año), estableciendo que se podrá dar los sacramentos en peligro de muerte a esta mujer siempre y cuando haya vivido en penitencia hasta el fin de sus días. Eran tiempos de bastante desorden, en todo caso; para los casos particulares, no me extrañaría que los Obispos concediesen la dispensa. Pero resulta impactante la señal que entregaba la Iglesia ya en aquellos años.

Si se fijan, el año 324 es muy poco tiempo desde la autorización de Constantino (313 si mal no recuerdo); antes que eso, celebrar un Concilio era en extremo complicado y peligroso. Para que se note la importancia que le dio la Iglesia primitiva al tema: uno de los primeros que se trataron una vez que se pudo.

Fuente: Enciclopedia Espasa Calpe
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