Gache Asiduo
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Publicado:
Mie Mar 18, 2009 7:13 pm Asunto:
4 Palabra espiritualidad en el magisterio de la Iglesia I
Tema: 4 Palabra espiritualidad en el magisterio de la Iglesia I |
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Sesión 4. La palabra “espiritualidad” en el Magisterio de la Iglesia del post-concilio PARTE I
El Decreto Perfectae caritatis (28.10.1965) es el primer documento del Concilio y del postconcilio que menciona claramente la palabra espiritualidad. Y no solamente hace mención de la palabra, sino que la relaciona con su objeto, es decir da una definición completa, al perfilar su objeto y los medios para alcanzarla. La definición que da de espiritualidad la circunscribe en un contexto de lo que debe ser una persona consagrada: “Los que profesan los consejos evangélicos, ante todo busquen y amen a Dios, que nos amó a nosotros primero.”37 Por lo tanto, la palabra espiritualidad, que vendrá definida enseguida, tiene que ver con la búsqueda y el amor de Dios. Resulta por demás curioso y significativo, como este concepto de vida consagrada, es decir, personas que ante todo buscan y aman a Dios, Benedicto XVI lo está tomando también como punto de referencia cuando quiere señalar a las personas consagradas.
Tal parecería que sólo debiera existir para las personas consagradas estas coordenadas: “No se puede lograr una auténtico relanzamiento de la vida religiosa si no es tratando de llevar una existencia plenamente evangélica, sin anteponer nada al único Amor, sino encontrando en Cristo y en su palabra la esencia más profunda de todo carisma del fundador y de fundadora.”38 El gran documento de la vida consagrada del post-concilio, Vita Consacrata recalca también este concepto de darle la primacía a Dios, sin anteponer nada a su amor: “La función de signo, que el Concilio Vaticano II reconoce a la vida consagrada, se manifiesta en el testimonio profético de la primacía de Dios y de los valores evangélicos en la vida cristiana. En virtud de esta primacía no se puede anteponer nada al amor personal por Cristo y por los pobres en los que El vive.”39 Y el Código de Derecho Canónico en el canon 573 también consigna esta intuición de lo que debe ser la vida consagrada:
1. La vida consagrada por la profesión de los consejos evangélicos es una forma estable de vivir en la cual los fieles, siguiendo más de cerca a Cristo bajo la acción del Espíritu Santo, se dedican totalmente a Dios como a su amor supremo, para que entregados por un nuevo y peculiar título a su gloria, a la edificación de la Iglesia y a la salvación del mundo, consigan la perfección de la caridad en el servicio del Reino de Dios y, convertidos en signo preclaro en la Iglesia, preanuncien la gloria celestial.” Queda subrayada por tanto la importancia para la persona consagrada de la primacía que debe dar a Dios y de no anteponer nada al amor a Cristo.
Decreto Perfectae caritatis continua la exposición señalando los medios por los que se puede alcanzar esta primacía de Dios y amor a Cristo. Ante todo, dice, cultivando la espiritualidad cristiana y entiende por espiritualidad los medios más idóneos para llegar a Dios, como son: “el espíritu de oración y la oración misma. En primer lugar, manejen cotidianamente la Sagrada Escritura para adquirir en la lectura y meditación de los sagrados Libros "el sublime conocimiento de Cristo Jesús". Fieles a la mente de la Iglesia, celebren la sagrada Liturgia y, principalmente, el sacrosanto Misterio de la Eucaristía no sólo con los labios, sino también con el corazón, y sacien su vida espiritual en esta fuente inagotable.”40 Estos son algunos medios con los que la persona consagrada puede alimentar su vida espiritual. Empezamos por tanto a comprender que la espiritualidad se refiere a una forma específica como la persona vive su vida espiritual, cuyo objeto es la de alcanzar a Dios.
El siguiente documento del Magisterio del post-concilio que utiliza la palabra espiritualidad es el documento La dimensión contemplativa de la vida religiosa (marzo 19080), que manifiesta la intención de resaltar la importancia de la consagración. El objetivo del documento aparece claro desde el inicio: “Al hacer resaltar entonces la importancia del elemento espiritual en todas las formas de vida consagrada, se advirtió la necesidad y la urgencia de poner de relieve la primacía absoluta de la vida en el Espíritu.”41 Si la palabra espiritualidad manejada en el decreto Decreto Perfectae caritatis hacia referencia a la vida del Espíritu, resulta curioso ver cómo puede darse una vida del Espíritu en el apostolado, que es la aplicación que este documento da al término espiritualidad: “La naturaleza misma de la acción apostólica y caritativa encierra una riqueza propia que alimenta la unión con Dios; es preciso acrecentar cada día su conocimiento y profundización. El ser conscientes de esta realidad hará que religiosos y religiosas santifiquen de tal modo sus actividades que se conviertan en fuente de comunión con Dios, a cuyo servicio están consagrados por un titulo nuevo y especial. Por otra parte, la valorización de la espiritualidad apostólica concreta del propio Instituto ayudará aún más a percibir la riqueza santificante contenida en todo ministerio eclesial.”42
Sin embargo no resulta curioso sino significativo que, si el objetivo del citado documento es el de poner de relieve la primacía absoluta de la vida en el Espíritu, esta misma dimensión pueda darse en el apostolado. Y no sólo es que pueda darse, sino que debe darse, si la persona realmente vive dándole la primacía al Espíritu. Darle la primacía al Espíritu no significa darle la espalda a las realidades terrenas, como pudieran ser los compromisos generados por el apostolado, sino darle el lugar que le corresponde. Significa por tanto que la persona consagrada debe vivir de tal manera la vida del Espíritu que genere un estilo de vida capaz de llevar un apostolado de acuerdo a dicha vida del Espíritu. No hay y no debe haber desunión entre una realidad y la otra, o más bien, los dos campos, vida espiritual y vida de apostolado, son expresión de una misma realidad, es decir, la vida del Espíritu. De esta manera, el Magisterio pone en guardia contra una falsa concepción de la vida espiritual que sería una vida de pietismo en dónde sólo las prácticas espirituales son las que cuentan para la vida espiritual, y también una vida doble en dónde se es espiritual durante las prácticas de piedad y no lo es cuando se deben afrontar los compromisos del apostolado.
El siguiente documento que habla de espiritualidad es Elementos esenciales de la vida religiosa(31.5.1983) del que hemos ya esbozado su origen. Este documento tiene como objetivo presentar una síntesis sobre la doctrina de la Iglesia acerca de la vida religiosa, cuyos elementos esenciales ya han quedado antes elencados. Para nuestros fines, es importante señalar que en unas cuantas líneas define lo que es la espiritualidad y establece los nexos entre carisma y espiritualidad, nexos que nos servirán para nuestro posterior estudio. Señalemos entonces este párrafo: “La consagración religiosa se vive dentro de un determinado instituto, siguiendo unas Constituciones que la Iglesia, por su autoridad, acepta y aprueba. Esto significa que la consagración se vive según un esquema específico que pone de manifiesto y profundiza la propia identidad. Esa identidad proviene de la acción del Espíritu Santo, que constituye el don fundacional del instituto y crea un tipo particular de espiritualidad, de vida, de apostolado y de tradición (cfr. MR 11). Cuando se contemplan las numerosas familias religiosas, queda uno asombrado ante la riqueza de dones fundacionales. El Concilio insiste en la necesidad de fomentarlos como dones que son de Dios (cf PC 2b). Ellos determinan la naturaleza, espíritu, fin y carácter, que forman el patrimonio espiritual de cada instituto y constituyen el fundamento del sentido de identidad, que es un elemento clave en la fidelidad de cada religioso (cf ET 51).”43
El párrafo está centrado sobre el carisma, llamado por el documento acción del Espíritu que constituye el don fundacional del instituto. No lo llama carisma, pero envía a la definición de carisma cuando expresamente cita el número 11 del documento Mutuae Relationes que es ya un clásico en la definición del carisma. Centra por tanto su atención en el carisma como origen de la identidad de cada instituto, identidad que genera un esquema específico con el que se vivirán los elementos propios de la consagración religiosa. Pero esta acción del Espíritu no es sólo el origen de una identidad, sino que es la creadora de un tipo particular de espiritualidad, de vida, de apostolado y de tradición. Y esto no puede ser de otra manera, pues si en el párrafo se ha insistido en el hecho de que la consagración religiosa se vive bajo un estilo determinado por el carisma, esta consagración, definida por los elementos esenciales44 , genera un cierto estilo de vida, de apostolado, de tradición, pero sobre todo de espiritualidad. Los elementos esenciales de la consagración conforman un estilo de vida muy definido, una forma de relacionarse con el mundo, pero sobre todo, una forma de acercarse y de amar a Dios. Los votos, la vida comunitaria, el apostolado, la oración, el ascetismo, el testimonio público, la relación con la Iglesia, la formación permanente, una forma de gobierno basado en la fe, todo ello no son sino medios para vivir la primacía del Espíritu y para poner el amor de Dios sobre todas las cosas, no anteponiéndole nada.
La primera definición de espiritualidad que hemos estudiado en Magisterio de la Iglesia, aquella de Decreto Perfectae caritatis n. 6, señalaba algunos medios espirituales, pero faltaban otros muchos. La vida consagrada de por sí es una vida privilegiada, pues por su misma estructura facilita la vida espiritual, es decir la vida del Espíritu, la vida en la cual todo se centra en Dios, parte de Él para cubrirlo todo. Los elementos de la consagración acercan por sí mismos a la persona a Dios, pero también, vividos bajo un estilo específico, es decir, bajo un carisma, generan una espiritualidad específica, es decir, un camino hacia Dios muy determinado. Este camino determinado hacia Dios no es otra cosa que la espiritualidad. El carisma, por tanto, genera una espiritualidad que no es otra cosa que una forma muy concreta de vivir la vida del Espíritu, es decir de acercarse cada día más a Dios. Pero ahondaremos aún más en este concepto en páginas posteriores.
La siguiente definición que da el Magisterio se encuentra en Orientaciones sobre la formación en los institutos religiosos (2.2.1990), explícitamente en los nn. 46, 68 y 92. Este documento, que es propiamente una instrucción45 , inicia con la afirmación de la Decreto Perfectae caritatis “La renovación y adaptación de los Institutos depende principalmente de la formación de sus miembros.”46 Destaca algunas directrices imprescindibles en la formación de los religiosos, con el fin de que cada Instituto pueda establecer la ratio formationis, después de haber pasado un fuerte período de experimentación. Insiste a lo largo del documento que la formación no es otra cosa sino “(…) permitir que los candidatos a la vida religiosa y los jóvenes profesos descubran en primer lugar, asimilen y profundicen después, en qué consiste la identidad del religioso.”47 Por tanto, todo el proceso de formación girará en torno a construir la identidad de la persona consagrada.
Cuando utiliza la palabra espiritualidad, el documento da por descontado el significado de esta palabra, pero se puede intuir que toma como base lo afirmado en Elementos esenciales de la doctrina de la Iglesia sobre la vida religiosa, en donde recalca el hecho de que la espiritualidad es un cierto modo de vivir los elementos de la consagración. Así, en el noviciado, la espiritualidad se convierte en uno de los ideales que debe conocer y vivir el novicio. “La iniciación integral que caracteriza el noviciado va mucho más allá de una simple enseñanza. Ella es: (…) iniciación en la historia, en la misión propia y en la espiritualidad del instituto48 .” Es un hecho entonces que la espiritualidad es algo que forma parte de cada Instituto, que no es un objeto de enseñanza meramente académico, ya que el documento lo habría catalogado en ese rubro, y que puede ser percibido incluso por quien comienza a adentrarse en los caminos de la vida espiritual. Por lo tanto, la espiritualidad es algo más vivencial que teórico, es algo que debe contemplarse para vivirse y no aprenderse para ejercitarse. Como el novicio está “aprendiendo” a vivir como consagrado, y está adquiriendo su nueva identidad, la espiritualidad debe reflejarse en todo aquello que está conociendo y experimentando como futuro religioso. Todos estos elementos, lo hemos dicho ya, se viven de una manera especial y única, gracias al carisma del Instituto. “No hay pues un modo uniforme de observar los consejos evangélicos, sino que cada instituto debe definir su propia manera « teniendo en cuenta sus fines y carácter propios » y esto no solamente en lo que se refiere a la observancia de los consejos evangélicos sino también en todo lo relacionado con el estilo de vida de sus miembros con el fin de tender a la perfección de su estado.”49
Esta forma de vivir especial y única es lo que genera la espiritualidad del Instituto que el joven puede y debe percibir. Resulta significativo la forma en que los jóvenes religiosos logran captar todos los elementos de la vida consagrada que los maestros de noviciado les van presentando, ya que, de por sí, el joven está abierto a lo nuevo y, como dice Sartori, capta más por la imagen que por la palabra50 . Por tanto, cuando en el Instituto se vive con fidelidad el carisma en cada uno de los elementos constitutivos de la consagración, en esa medida se genera una espiritualidad específica que el joven formando estará en disposición de captar y asimilar.
Cuando esto no se da, surge un fenómeno nada despreciable ni aislado, que sería la fuga de jóvenes religiosos y de otros no tan jóvenes, hacia los nuevos movimientos, que poseen una fuerte espiritualidad, o al menos una espiritualidad más clara y objetiva que los Institutos de pertenencia de estas personas que se fugan “espiritualmente” del propio Instituto. No tiene nada de extraño. Si la persona consagrada es por definición del Código de Derecho Canónico aquella que “siguiendo más de cerca a Cristo, bajo la acción del Espíritu Santo, se dedican totalmente a Dios como a su amor supremo, para que dedicados por un nuevo y peculiar título a la gloria de Dios, a la edificación de la Iglesia y a la salvación del mundo, consigan la perfección de la caridad en el servicio del Reino de Dios y, convertidos en signo preclaro en la Iglesia, preanuncien la gloria celestial”51 será lógico que se adhieran a quienes más medios espirituales pueden darles para cumplir con este cometido, que es netamente espiritual.
Esta formación espiritual deberá continuar a lo largo de toda la vida de las personas consagradas, instituyéndose lo que comenzaba a llamarse formación continua o permanente. “La formación continua es un proceso global de renovación que abarca todos los aspectos de la persona del religioso y el conjunto del instituto mismo. Se debe realizar teniendo en cuenta el hecho de que sus diversos aspectos son inseparables y se influencian mutuamente en la vida de cada religioso y de cada comunidad. Son dignos de considerar los siguientes aspectos: - la vida según el Espíritu o espiritualidad: ésta debe tener la primacía porque incluye la profundización en la fe y en el sentido de la profesión religiosa.”52 Nuevamente se da en este caso la primacía a la vida del espíritu y se dan elementos concretos para continuar dicha formación espiritual. Más adelante, insistirá en la importancia de basar toda la formación continua en el propio carisma, aspecto éste que tiene un carácter revolucionador. Comenzaban a darse los primero pasos para constituir lo que sería la ratio formationis. Se hablaba por tanto de fundamentar la formación en el propio carácter del Instituto, es decir en su identidad propia a partir del carisma singular con el que Dios le había regalado a través del Fundador, Resultaba obvio que en las etapas de la formación inicial se hiciera esta fuerte experiencia del Espíritu con el fin de compartir con el Fundador la experiencia del Espíritu que daba origen al carisma. Lo que no resultaba tan claro era que esa experiencia se debía prolongar a lo largo de todos los años, incluso hasta hacerla parte de la formación permanente. De esta forma el conocimiento del carisma53 se concebía no como un argumento académico, sino como un argumento vital. Si el carisma abarcaba, o debía abarcar toda la estructura de la persona a lo largo de toda su existencia, no se cerraba a una lección de clases, sino que debía continuarse en todos los aspectos de su vivir, especialmente a los tocantes a su vida consagrada: “la participación en la vida de la Iglesia según el carisma del instituto y especialmente la actualización de los métodos y de los contenidos de las actividades pastorales, en colaboración con los otros agentes de la pastoral local.”54
NOTAS
37 Concilio Vaticano II, Decreto Perfectae caritatis, 28.10.1965, n. 6.
38 Benedicto XVI, Carta con motivo de la Asamblea plenaria de la Congregación para los Institutos de vida consagrada y las Sociedades de vida apostólica, 27.9. 2005.
39 Juan Pablo II, Exhortación apostólica post-sinodal Vita consecrata, 25.3.1996, n. 84.
40 Concilio Vaticano II, Decreto Perfectae caritatis, 28.10.1965, n. 6.
41 Sagrada congregación para los religiosos e institutos seculares, Dimensión contemplativa de la vida religiosa, marzo de 1980, introducción.
42 Ibidem. 6
43 Sagrada congregación para los religiosos e Instituto Seculares, Elementos esenciales de la doctrina de la Iglesia sobre la vida religiosa, 31.5.1983, n. 11.
44 “La vocación divina, la consagración mediante la profesión de los consejos evangélicos con votos públicos, una forma estable de vida comunitaria, para los institutos dedicados a obras de apostolado, la participación en la misión de Cristo por medio de un apostolado comunitario, fiel al don fundacional específico y a las sanas tradiciones; la oración personal y comunitaria, el ascetismo, el testimonio público, la relación característica con la Iglesia, la formación permanente, una forma de gobierno a base de una autoridad religiosa basada en la fe.” Sagrada congregación para los religiosos e institutos seculares, Elementos esenciales de la vida religiosa, 31.5.1983, n. 4.
45 Una instrucción, es como dice este mismo documento en la introducción: “La Congregación para los Institutos de vida consagrada y las Sociedades de vida apostólica, que publica el presente documento, le atribuye el carácter de Instrucción según el c. 34 del Código de Derecho Canónico. Se trata de disposiciones y orientaciones aprobadas por el Santo Padre y propuestas por el Dicasterio con objeto de explicitar las normas del Derecho y de promover su aplicación. Por tanto, estas disposiciones y orientaciones suponen las prescripciones jurídicas ya en vigor en virtud del Derecho, refiriéndose a ellas cuando se da el caso, sin derogarlas en modo alguno.” Congregación para los Institutos de vida consagrada y sociedades de vida apostólica, Orientaciones sobre la formación en los Institutos religiosos
46 Concilio Vaticano II, Decreto Perfectae caritatis, 28.10.1965, introducción.
47 Congregación para los Institutos de vida consagrada y sociedades de vida apostólica, Orientaciones sobre la formación en los Institutos religiosos, n. 18.
48 Ibidem, 46.
49 Ibidem. n. 16.
50 “La cuestión es que, en general, la cultura de la imagen creada por la primacía de lo visible es portadora de mensajes "candentes" que agitan nuestras emociones, encienden nuestros sentimientos, excitan nuestros sentidos y, en definitiva, nos apasionan. El saber es logos, no es pathos, y para administrar la ciudad política es necesario el logos. La cultura escrita no alcanza este grado de "agitación". Y aun cuando la palabra también puede inflamar los ánimos (en la radio, por ejemplo), la palabra produce siempre menos conmoción que la imagen. Así pues, la cultura de la imagen rompe el delicado equilibrio entre pasión y racionalidad. La racionalidad del homo sapiens está retrocediendo, y la política emotivizada, provocada por la imagen, solivianta y agrava los problemas sin proporcionar absolutamente ninguna solución. Y así los agrava.” Giovanni Sartori, Homo videns. La sociedad teledirigida, Taurus, Madrid, 1998.
51 Código de Derecho Canónico, cc. CC. 605 y 573, 1
52 Congregación para los Institutos de vida consagrada y sociedades de vida apostólica, Orientaciones sobre la formación en los Institutos religiosos, n. 68.
53 “La fidelidad al carisma propio, por un conocimiento siempre mejor del fundador, de la historia del instituto, de su espíritu, de su misión, y un esfuerzo correlativo por vivirlo personal y comunitariamente.” Ibidem. n. 68.
54 Ibidem. n. 68.
Participación en el Foro
Menciona brevemente cómo definen cada uno de los siguientes documentos la palabra espiritualidad:
- Vita Consacrata:
- Elementos esenciales de la vida religiosa
- Orientaciones sobre al formación en los institutos religiosas
- Elementos esenciales de la doctrina de la Iglesia sobre la vida religiosa
Bibliografía recomendada/ artículos de apoyo:
- Decreto Perfectae caritatis: http://es.catholic.net/religiosas/806/2785/articulo.php?id=23356
- Vita Consacrata: http://es.catholic.net/religiosas/806/2785/articulo.php?id=29614
- Elementos esenciales de la vida religiosa: http://es.catholic.net/religiosas/806/2785/articulo.php?id=29573
- Orientaciones sobre al formación en los institutos religiosas: http://es.catholic.net/religiosas/806/2785/articulo.php?id=29572
- Elementos esenciales de la doctrina de la Iglesia sobre la vida religiosa: http://es.catholic.net/religiosas/806/2785/articulo.php?id=40416
- Ecclesia In Europa: http://es.catholic.net/religiosas/806/2785/articulo.php?id=11262
- La vida fraterna en Comunidad: http://es.catholic.net/religiosas/806/2785/articulo.php?id=29622 |
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