MariaAntonia Esporádico
Registrado: 02 Abr 2009 Mensajes: 32 Ubicación: Baleares-ESPAÑA-
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Publicado:
Vie Abr 10, 2009 11:06 pm Asunto:
LA SEPULTURA DEL CUERPO DE JESUS
Tema: LA SEPULTURA DEL CUERPO DE JESUS |
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Después de tres horas de agonía Jesús ha muerto. El cielo se oscureció, el velo del templo se rasgó de arriba a abajo. La tarde del viernes avanzaba y era necesario retirar los cuerpos. Los judíos rogaron a Pilato que les quebraran las piernas y los quitasen. Jesús ya estaba muerto, pero uno de los soldados le abrió el costado con la lanza, y al instante brotó sangre y agua.
San Agustín y la tradición cristiana ven brotar los sacramentos y la misma Iglesia del costado abierto de Jesús. La muerte de Cristo significó la vida sobrenatural que recibimos a través de la Iglesia.
Bajaron a Cristo de la cruz con cariño y veneración, y lo depositaron con todo cuidado en brazos de su Madre. Aunque su cuerpo es una pura llaga, su rostro está sereno y lleno de majestad. Miremos despacio y con piedad a Jesús, como le miraría la Virgen Santísima.
No sólo nos ha rescatado del pecado y de la muerte, sino que nos ha enseñado a cumplir la voluntad del Padre por encima de todos los planes propios, a vivir desprendidos de todo, a saber perdonar cuando el que ofende ni siquiera se arrepiente, a saber disculpar a los demás, a ser apóstoles hasta el momento de la muerte, a sufrir sin quejas estériles, a querer a los hombres aunque se esté padeciendo por culpa de ellos...
Miramos a Jesús despacio y, en la intimidad de nuestro corazón, le decimos: ¡Oh buen Jesús!, óyeme. Dentro de tus llagas escóndeme. No permitas que me aparte de Tí. Del maligno enemigo, defiéndeme. En la hora de mi muerte, llámame. Y mándame ir a Tí, para que con tus Santos te alabe.
José de Arimatea, discípulo de Jesús, se presenta a Pilato para hacerse cargo del cuerpo del Señor. José, en aquel momento, representaba con su petición el deseo de todos los hombres, de toda la Iglesia, que necesitaba de Él para mantenerse viva eternamente.
También en ese momento de desconcierto, cuando todos los discípulos han huído excepto Juan, hace aparición Nicodemo, trayendo una mezcla de mirra y alóe.
¡Cómo agradecería la Virgen la ayuda de estos dos hombres: su generosidad, su valentía, su piedad! El pequeño grupo se hizo cargo de dar sepultura al cuerpo de Jesús. Lavaron el cuerpo con extrema piedad, lo perfumaron, lo envolvieron en un lienzo nuevo que compró José y lo depositaron en un sepulcro excavado en la roca, que era del propio José y que no había sido utilizado para ningún otro cuerpo. Cubrieron su cabeza con un sudario.
No debemos olvidar ni un solo día que en nuestros sagrarios está Jesús ¡vivo!, pero tan indefenso como en la Cruz, o como después en el sepulcro. Cristo se entrega a su Iglesia y a cada cristiano para que el fuego de nuestro amor lo cuide y lo atienda lo mejor que podemos, y para que nuestra vida limpia lo envuelva como aquel lienzo que compró José.
Pero además de esas manifestaciones de nuestro amor debe haber otras que quizás exijan parte de nuestro dinero, de nuestro tiempo, de nuestro esfuerzo: José de Arimatea y Nicodemo no escatimaron esas otras muestras de amor.
El cuerpo de Jesús yacía en el sepulcro. El mundo ha quedado a oscuras. María era la única luz encendida sobre la tierra. Se ha cumplido la obra de nuestra Redención. Ya somos hijos de Dios, porque Jesús ha muerto por nosotros y su muerte nos ha rescatado.
Hemos de hacer vida nuestra la vida y la muerte de Cristo. Morir por la mortificación y la penitencia, para que Cristo viva en nosotros por el Amor. Y seguir entonces los pasos de Cristo, con afán de corredimir a todas las almas.
No sabemos dónde estaban los Apóstoles aquella tarde, mientras dan sepultura al Cuerpo del Señor. Andarían perdidos, desorientados y confusos, sin rumbo fijo, llenos de tristeza.
Si el domingo ya se les ve de nuevo unidos es porque el sábado, quizá la misma tarde del viernes, han acudido a la Virgen. Ella protegió con su fe, su esperanza y su amor a esta naciente Iglesia, débil y asustada. Así nació la Iglesia: al abrigo de nuestra madre. Ya desde un principio fue consoladora de los afligidos.
Este sábado, no fue para nuestra Señora un día triste: su Hijo ha dejado de sufrir. Ella aguarda serenamente el momento de la resurrección.
Siempre, pero de modo particular si alguna vez hemos dejado a Cristo y nos encontramos desorientados y perdidos por haber abandonado el sacrificio de la Cruz.Como los apóstoles debemos acudir enseguida a esa luz continuamente encendida en nuestra vida que es la Virgen Santísima. Ella nos devolverá la esperanza.
Nuestra Señora es descanso para los que trabajan, consuelo de los que lloran, medicina par los enfernos, puerto para los que maltrata la tempestad, perdón para los pecadores, dulce alivio de los tristes, socorro de los que la imploran.
Junto a ella no disponemos vivir la inmensa alegría de la Resurrección. |
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