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EL PAPA EN TIERRA SANTA
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Julian_Consolad
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MensajePublicado: Vie May 08, 2009 9:06 pm    Asunto: EL PAPA EN TIERRA SANTA
Tema: EL PAPA EN TIERRA SANTA
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Pongo aquí la entrevista concedida por el Santo Padre hoy en el avión durante el vuelo a Ammán


--Padre Lombardi: Santidad, le agradecemos mucho que nos dé también esta vez una ocasión de un encuentro con usted al inicio de un viaje tan importante y comprometido. Entre otras cosas, nos da también la oportunidad de augurarle un buen viaje y de decirle que colaboraremos en difundir los mensajes que usted intentará darnos. Como es habitual, las preguntas que ahora planteo son el resultado de una recogida de preguntas entre los colegas aquí presentes. Las planteo yo por motivos de facilidad logística, pero en realidad son fruto del trabajo común.

--Pregunta: Santidad, este viaje sucede en un periodo muy delicado para Oriente Medio: hay fuertes tensiones -con ocasión de la crisis de Gaza, se había incluso pensado en que usted renunciaría a realizarlo. Al mismo tiempo, pocos días después de su viaje, los principales responsables políticos de Israel y de la Autoridad palestina se encontrarán con el presidente Obama. ¿Piensa usted que podrá dar una contribución al proceso de paz que ahora parece encallado?

--Benedicto XVI: ¡Buenos días! Quisiera ante todo agradeceros el trabajo que hacéis y desearnos a todos un buen viaje, una buena peregrinación, un buen retorno. Respecto a la pregunta, ciertamente intento contribuir a la paz no como individuo, sino en nombre de la Iglesia católica, de la Santa Sede. Nosotros no somos un poder político, sino una fuerza espiritual y esta fuerza espiritual es una realidad que puede contribuir al progreso del proceso de paz. Veo tres niveles: como creyentes, estamos convencidos de que la oración es una verdadera fuerza. Abre el mundo a Dios: estamos convencidos de que Dios escucha y de que puede actuar en la historia. Pienso que si millones de personas, de creyentes, rezan, es realmente una fuerza que influye y puede contribuir a ir adelante con la paz. Segundo punto: intentamos ayudar en la formación de las conciencias. La conciencia es la capacidad del hombre de percibir la verdad, pero esta capacidad está a menudo obstaculizada por intereses particulares. Y liberar de estos intereses, abrir más a la verdad, a los verdaderos valores es una gran tarea: es un deber de la Iglesia ayudar a conocer los verdaderos criterios, los verdaderos valores, y liberarnos de intereses particulares. Y así, tercer punto, interpelamos también -¡precisamente es así!- a la razón: precisamente porque no somos parte política, podemos quizás más fácilmente, también a la luz de la fe, ver los verdaderos criterios, ayudar a entender lo que contribuye a la paz y hablar a la razón, apoyar las posturas realmente razonables. Y esto lo hemos hecho ya y queremos hacerlo ahora y en el futuro.

--Gracias, Santidad, segunda pregunta. Usted, como teólogo, ha reflexionado en particular sobre la raíz única que une a cristianos y judíos. ¿Cómo es posible que, a pesar de los esfuerzos de diálogo, se produzcan a menudo ocasiones de malentendidos? ¿Cómo ve el futuro del diálogo entre las dos comunidades?

--Benedicto XVI: Lo importante es que en realidad tenemos la misma raíz, los mismos Libros del Antiguo Testamento que son -tanto para los judíos como para nosotros- Libro de la Revelación. Pero naturalmente, tras dos mil años de historias distintas, es más, separadas, no hay que sorprenderse por el hecho de que se den malentedidos, porque se han formado tradiciones de interpretación, de lenguaje, de pensamiento muy distintas, por así decirlo, un "cosmos semántico" muy distinto, de modo que las mismas palabras en ambas partes significan cosas distintas; y con este uso de palabras que, en el curso de la historia han conformado significados diversos, nacen obviamente malentendidos. Debemos hacer de todo para aprender uno el lenguaje del otro, y me parece que hacemos grandes progresos. Hoy tenemos la posibilidad de que los jóvenes, los futuros profesores de teología, puedan estudiar en Jerusalén, en la Universidad hebrea, y los judíos tienen contacto académico con nosotros: así se da un encuentro de estos "cosmos semánticos" distintos. Aprendemos mutuamente y avanzamos por el camino del verdadero diálogo, aprendemos uno del otro y estoy seguro y convencido de que hacemos progresos. Y esto ayudará también a la paz, es más, al amor recíproco.

--Santidad, este viaje tiene dos dimensiones esenciales de diálogo interreligioso, con el islam y con el judaísmo. ¿Son dos direcciones completamente separadas entre ellas, o habrá también un mensaje común que tenga que ver con las tres religiones que hacen referencia a Abraham?

--Benedicto XVI: Ciertamente existe también un mensaje común y será ocasión de presentarlo y, a pesar de la diferencia de orígenes, tenemos raíces comunes, porque, como ya he dicho, el cristianismo nace del Antiguo Testamento y la escritura del Nuevo Testamento sin el Antiguo no existiría, porque se refiere permanentemente a la Escritura, es decir, al Antiguo Testamento; pero también el Islam ha nacido en un ambiente donde estaba presente tanto el judaísmo como las diversas ramas del cristianismo, judeo-cristianismo, cristianismo-antioqueno bizantino, y todas estas circunstancias se reflejan en la tradición coránica. De modo que tenemos mucho en común desde los orígenes, en la fe en el único Dios. Por ello es importante por una parte mantener un diálogo a dos partes -con los judíos y con el Islam - y luego también un diálogo trilateral. Yo mismo he sido cofundador de una fundación para el diálogo entre las tres religiones donde personalidades como el metropolita Damaskinos y el gran rabino de Francia René Samuel Sirat, etc. estaban juntos, y esta fundación hizo también una edición de los libros de las tres religiones: el Corán, el Nuevo Testamento y el Antiguo Testamento. Por tanto el diálogo trilateral debe seguir adelante, es importantísimo para la paz y también -digamos- para vivir bien la propia religión.

--Una última pregunta. Santidad, usted ha aludido a menudo al problema de la disminución de los cristianos en Oriente Medio y también en particular en Tierra Santa. Es un fenómeno con diferentes razones de carácter político, económico y social. ¿Qué se puede hacer concretamente para ayudar a la presencia cristiana en la región. ¿Qué contribución espera dar con su viaje? ¿Hay esperanza para estos cristianos en el futuro? ¿Tendrá un mensaje particular también para los cristianos de Gaza que vendrán a encontrarle en Belén?

--Benedicto XVI: Ciertamente hay esperanzas, porque ahora es un momento, como usted ha dicho, difícil, pero también un momento de esperanza, de un nuevo comienzo, de un nuevo impulso en el camino hacia la paz y queremos alentar a los cristianos en Tierra Santa y en todo el Oriente Medio a quedarse, a dar su contribución en los países de sus orígenes: son un componente importante de la vida de estas regiones. En concreto la Iglesia, además de palabras de aliento, a la oración común, tiene además escuelas y hospitales. En este sentido tenemos la presencia de realidades muy concretas. Nuestras escuelas forman a una generación que tendrá la posibilidad de estar presente en la vida pública. Estamos creando la Universidad católica en Jordania, me parece ésta una grande perspectiva donde los jóvenes -tanto musulmanes como cristianos- se encuentran, aprenden juntos, donde se forma una élite cristiana que está preparada precisamente para trabajar por la paz. Pero generalmente nuestras escuelas son una oportunidad muy importante para abrir un futuro a los cristianos y los hospitales muestran nuestra presencia. Además hay muchas asociaciones cristianas que ayudan de diversos modos a los cristianos y con ayudas concretas les animan a que se queden, así espero que realmente los cristianos puedan encontrar el valor, la humildad, la paciencia de quedarse en estos países, de ofrecerles su contribución al futuro de estos países.

--Padre Lombardi: Gracias, Santidad, con estas respuestas nos ha ayudado a ambientar nuestro viaje desde un punto de vista espiritual, desde un punto de vista cultural, y renuevo los augurios, también de parte de todos los colegas que están en este vuelo, y también de otros que están volando hacia Tierra Santa en estos momentos, precisamente para participar y ayudar también desde un punto de vista informativo al buen resultado de esta misión suya tan comprometida. Buen viaje a usted y a todos sus colaboradores y buen trabajo también a los colegas.

[Transcripción de Radio Vaticano, traducción de Inma Álvarez]
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MensajePublicado: Vie May 08, 2009 9:10 pm    Asunto:
Tema: EL PAPA EN TIERRA SANTA
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Pongo ahora el discurso pronunciado por el Papa en el aeropuerto Reina Alia de Ammán, donde a sido recibido por S.S.M.M. los reyes Abdalá y Rania, y por las autoridades políticas, religiosas y diplomáticas, a parte de por una buena cantidad de fieles.

Majestades,

excelencias,

queridos hermanos obispos,

queridos amigos:



Os saludo con alegría a todos vosotros aquí presentes, mientras inicio mi primera visita a Oriente Medio desde mi elección a la Sede Apostólica, y estoy contento de poner los pies en el suelo del Reino Hachemita de Jordania, una tierra tan rica en historia, patria de tan numerosas civilizaciones antiguas, y profundamente llena de significado religioso para judíos, cristianos y musulmanes. Agradezco a Su Majestad el rey Abdalá II por sus corteses palabras de bienvenida y el dirijo mis particulares felicitaciones en este año que marca el décimo aniversario de su subida al trono. Al saludar a Su Majestad, extiendo de corazón mis mejores augurios a todos los miembros de la Familia real y del Gobierno, y a todo el pueblo del Reino. Saludo a los obispos aquí presentes, especialmente a aquellos con responsabilidades pastorales en Jordania. Me dispongo con alegría a celebrar la liturgia en la Catedral de San Jorge mañana por la noche y en el Estadio Internacional el domingo junto a vosotros, queridos obispos, y con tan numerosos fieles confiados a vuestro cuidado pastoral.

He venido a Jordania como peregrino para venerar los lugares santos que han tenido una tan importante parte en algunos de los acontecimientos clave de la historia bíblica. Sobre el Monte Nebo, Moisés condujo a su gente para echar una mirada a la tierra que se convertiría en su casa, y aquí murió y fue sepultado. En Betania más allá del Jordán, Juan Bautista predicó y dio testimonio de Jesús, a quien él mismo bautizó en las aguas del río que da el nombre a esta tierra. En los próximos días visitaré ambos lugares santos y tendré la alegría de bendecir las primeras piedras de las iglesias que serán construidas sobre el lugar tradicional del Bautismo del Señor. La posibilidad de que la comunidad católica de Jordania pueda edificar lugares públicos de culto es un signo del respeto de este país por la religión y en nombre de los católicos deseo expresar cuánto aprecio esta apertura. La libertad religiosa es ciertamente un derecho humano fundamental y es una ferviente esperanza y oración mías que el respeto de los derechos inalienables y de la dignidad de todo hombre y mujer llegue a ser cada vez más afirmado y difundido, no sólo en Oriente Medio sino en todas partes del mundo.

Mi visita a Jordania me ofrece la grata oportunidad de expresar mi profundo respeto por la comunidad musulmana y de rendir homenaje al papel de quía que lleva a cabo Su Majestad el Rey al promover una mejor comprensión de las virtudes proclamadas por el Islam. Ahora que han pasado algunos años desde la publicación del Mensaje de Ammán y del Mensaje Interreligioso de Amman, podemos decir que estas nobles iniciativas han obtenido buenos resultados al favorecer una alianza de civilizaciones entre el mundo occidental y el musulmán, desmintiendo las predicciones de aquellos que consideran inevitables la violencia y el conflicto. En efecto, el reino de Jordania está desde hace tiempo en primera línea en las iniciativas dirigidas a promover la paz en Oriente Medio y en el mundo, alentando el diálogo interreligioso, apoyando los esfuerzos para encontrar una solución justa al conflicto palestino-israelí, acogiendo los refugiados del vecino Iraq, e intentando frenar el extremismo. No puedo dejar pasar esta oportunidad sin traer a la mente los esfuerzos de vanguardia en favor de la paz en la región hechos por el anterior rey Huseín. Como parece oportuno que mi encuentro de mañana con los líderes religiosos musulmanes, el cuerpo diplomático y los rectores de la Universidad tenga lugar en la mezquita que lleva su nombre. Que su empeño por la solución de los conflictos de la región pueda seguir dando fruto en el esfuerzo por promover una paz duradera y una verdadera justicia para todos aquellos que viven en Oriente Medio.

Queridos amigos, en el Seminario celebrado en Roma el pasado otoño en el Foro Católico-Musulmán, los participantes examinaron el papel central llevado a cabo, en nuestras respectivas tradiciones religiosas, por el mandamiento del amor. Espero vivamente que esta visita y en realidad todas las iniciativas programadas para promover buenas relaciones entre cristianos y musulmanes, puedan ayudar a crecer en el amor hacia el Dios Omnipotente y Misericordioso, como también en el amor fraterno mutuo. Gracias por vuestra acogida. Gracias por vuestra cortesía. ¡Que Dios conceda a sus Majestades felicidad y larga vida! ¡Que Él bendiga a Jordania con la prosperidad y la paz!

[Traducción por Inma Álvarez

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MensajePublicado: Vie May 08, 2009 9:12 pm    Asunto:
Tema: EL PAPA EN TIERRA SANTA
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Pongo ahora el discurso pronunciado por el Papa en el centro Regina Pacis de Ammán, donde se atiende a disminuídos físicos y psíquicos. Al final, algunos de los internos han ido ha recibir la bendición del Papa y a hacerle regalos.

Beatitudes,

excelencias,

queridos amigos:

Estoy muy contento de estar aquí, con vosotros, y de saludaros a cada uno de vosotros, así como a los miembros de vuestras familias, allí donde estén. Doy las gracias a Su Beatitud el Patriarca Fouad Twal por las gentiles palabras de saludo y de manera especial deseo destacar la presencia entre nosotros del obispo Selim Sayegh, cuyos proyectos y trabajo para este centro, junto a los de Su Beatitud el patriarca emérito Michel Sabbah, hoy son honrados con la bendición de las ampliaciones que acaban de concluir. Deseo también saludar con gran afecto a los miembros del Comité Central, a las Hermanas Combonianas, y al personal laico comprometido, incluidos aquellos que trabajan en las diferentes áreas y unidades comunitarias del Centro. La estima por vuestra notable competencia profesional, la atención compasiva y la promoción decidida del debido puesto en la sociedad de quienes tienen necesidades especiales son bien conocidas aquí y en todo el reino. Doy las gracias a los jóvenes presentes por su bienvenida conmovedora. Es una gran alegría para mí estar aquí con vosotros.

Como sabéis, mi visita al Centro Nuestra Señora de la Paz, aquí, en Ammán, es la primera etapa de mi peregrinación. Como miles de innumerables miles de peregrinos antes que yo, ahora me toca satisfacer ese profundo deseo de tocar, de encontrar apoyo en los lugares en los que vivió Jesús y que fueron santificados por su presencia, y de venerarlos. Desde los tiempos apostólicos, Jerusalén ha sido el principal lugar de peregrinación para los cristianos, pero antes todavía, en el antiguo Oriente Próximo, los pueblos semitas edificaron lugares sagrados para indicar y conmemorar una presencia o una acción divina. Y la gente común solía acudir a estos centros llevando una parte de los frutos de su tierra y de su ganado para ofrecerlos como acto de homenaje y gratitud.

Queridos amigos: cada uno de nosotros es un peregrino. Todos estamos orientados a avanzar decididamente por el camino de Dios. Naturalmente, después tendemos a volver a atrás la mirada, hacia el recorrido de la vida --en ocasiones con arrepentimientos y recriminaciones, con frecuencia con gratitud y aprecio--, pero de todos modos seguimos adelante, a veces con trepidación y ansia, siempre con expectativa y esperanza, sabiendo que hay otros que nos alientan en el camino. Sé que los viajes que habéis recorrido muchos de vosotros hacia el Centro Reina de la Paz han estado marcados por el sufrimiento y las pruebas. Algunos de vosotros luchan valientemente con formas de invalidez, otros han soportado el rechazo, y algunos de vosotros han sido atraídos por este lugar de paz simplemente para buscar aliento y apoyo. Sé lo importante que es para este centro sensibilizar sobre el puesto que corresponde a los inválidos en la sociedad y asegurar que se ofrezcan los medios adecuados para facilitar su válida integración. ¡Por esta amplitud de miras y determinación, todos vosotros merecéis elogio y aliento!

A veces es difícil encontrar una razón para aquello que se nos presenta sólo como un obstáculo que superar o como una prueba -física o emotiva- que soportar. Pero la fe y la razón nos ayudan a ver un horizonte más allá de nosotros para imaginar la vida como Dios la quiere. El amor incondicional de Dios, que da la vida a cada individuo, tiene un significado y un objetivo para cada vida humana. Su amor salva (Cf. Juan 12,32). Como lo profesan los cristianos, a través de la Cruz, Jesús nos introduce en la vida eterna y de este modo nos indica el camino hacia el futuro, el camino de la esperanza que guía cada paso que damos a través del camino, de manera que también nosotros nos convertimos en difusores de esta esperanza y caridad para los demás.

Amigos, a diferencia de los peregrinos de otra época yo no traigo regalos u ofertas. Vengo sencillamente con una intención y una esperanza: rezar por el precioso regalo de la unidad y de la paz, más concretamente por Oriente Medio. La paz para los individuos, para los padres y los hijos, para las comunidades, paz para Jerusalén, para Tierra Santa, para la región, para toda la familia humana; la paz duradera engendrada por la justicia, la integridad y la compasión, que brota de la humildad, del perdón y del deseo profundo de vivir en armonía como una realidad única

La oración es esperanza en acción. Y, de hecho, la verdadera razón queda contenida en la oración: entramos en contacto amoroso con el único Dios, el creador universal, y de este modo nos damos cuenta de la futilidad de las divisiones y los prejuicios humanos y advertimos las posibilidades maravillosas que se abren ante nosotros cuando nuestros corazones se convierten a la verdad de Dios, a su proyecto para cada uno de nosotros y para nuestro mundo.

Queridos jóvenes amigos: deseo deciros a vosotros, en particular, que al estar entre vosotros siento al fuerza que procede de Dios. Vuestra experiencia del dolor, vuestro testimonio en favor de la compasión, vuestra determinación para superar los obstáculos que encontráis me empujan a creer que los sufrimientos pueden determinar un cambio a mejor. En nuestras pruebas personales y estando al lado de los demás en sus sufrimientos nos hacemos, de alguna forma, más humanos. Y empezamos a aprender que, en otro nivel, también los corazones endurecidos por el cinismo o la injusticia o por la reluctancia a perdonar no están nunca fuera del alcance del radio de acción de Dios y pueden abrirse siempre a un nuevo modo de ser, a una visión de paz.

Os exhorto a todos a rezar cada día por nuestro mundo. Y hoy quiero pediros que asumáis una tarea especifica: rezad, por favor, por mí, cada día de mi peregrinación; por mi renovación espiritual en el Señor y por la conversión de los corazones a la manera de perdonar y de manifestar la solidaridad que es propia de Dios, de manera que mi experiencia, nuestra experiencia, por la unidad y la paz en el mundo traiga abundantes frutos.

Que Dios os bendiga a cada uno de vosotros y a vuestras familias, a los maestros, los enfermeros, los administradores y los bienhechores de este Centro. Que Nuestra Señora Reina de la Paz os proteja y guíe a través de la peregrinación del su Hijo, el Buen Pastor.

[Traducción por Jesús Colina

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Julian_Consolad
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MensajePublicado: Sab May 09, 2009 8:55 pm    Asunto:
Tema: EL PAPA EN TIERRA SANTA
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El Papa en el centro Regina Pacis, donde después de su discurso le obsequiaron con diferentes presentes, como este pañuelo típico jordano o con un pañuelo scout.
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Julian_Consolad
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MensajePublicado: Sab May 09, 2009 8:57 pm    Asunto:
Tema: EL PAPA EN TIERRA SANTA
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Pues no se ve, pero podéis ver la foto en esta dirección:



http://unsacerdoteentierrasanta.blogspot.com/2009/05/llegada-del-papa-tierra-santa.html
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MensajePublicado: Sab May 09, 2009 9:04 pm    Asunto:
Tema: EL PAPA EN TIERRA SANTA
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En cuanto consiga los discursos de hoy los pondré aquí (ya se que ya está alguno en la página web de ZENIT pero no está el primero, y me gustaría ponerlos en orden). De momento pongo las palabras con las que el ministro general franciscano ha recibido hoy al Papa en el Memorial de Moisés del Monte Nebo:

Santo Padre, le doy la bienvenida en nombre de todos los frailes menores que viven en Tierra Santa y de toda la Orden con el saludo de san Francisco: ¡Que el Señor le dé la Paz!

Aquí, sobre el Monte Nebo, a las puertas de la tierra prometida, le damos la bienvenida en el comienzo de su peregrinación a Tierra Santa. Aquí Moisés, al finalizar el éxodo, tuvo la garantía de que vería la tierra que el Señor había prometido a su pueblo. La promesa de Dios se hacía finalmente realidad. Moisés había guiado a Israel durante cuarenta años, durante cuarenta años había sido la voz de Dios para el pueblo y la voz del pueblo ante Dios. Él recibió del Señor la ley y la consignó al pueblo de Israel para que la observara. Ayudó al pueblo a crecer en la fe, exhortándolo y sosteniéndolo en los momentos de desánimo, pero también amonestándolo y reprendiéndolo cuando la tentación de las cebollas que comían en Egipto se hacía más fuerte. Gracias a Moisés Israel había aprendido a conocer mejor a su Señor: un Dios providente que no abandona jamás a su pueblo; que durante el camino es la luz que alumbra en las tinieblas y descanso en las fatigas; que va al encuentro de sus hijos con el maná caído del cielo y con el agua de la roca; que desciende a una tienda para estar en medio de ellos y con ellos se hace peregrino. Moisés de esta forma no sólo guió al pueblo de la Alianza hacia esta tierra sino que, sobre todo, lo condujo hacia su Señor y Salvador.
Santo Padre, usted hoy ha querido hacerse peregrino, recordándonos que esta es la condición del pueblo de Dios. En este viaje no está solo. Queremos acompañarle, queremos seguirle, como en un tiempo el pueblo de Israel siguió a Moisés y se dejó conducir por él. También nosotros hoy nos sentimos como en el desierto y tenemos necesidad de que alguien que nos conduzca hacia el Señor, de alguien que nos ayude a conocerlo siempre más como un Padre providente y misericordioso, como nuestro Señor Jesucristo nos lo ha revelado. Con frecuencia nos invade el desánimo y el miedo cuando el camino se hace áspero y duro. Hay veces en que parece que el mal prevalece. Dondequiera que dirijamos la mirada, vemos guerras y violencia. Una gran parte de la humanidad está sometida bajo la pobreza mientras que los derechos humanos más elementales son pisoteados. Por la sed de riqueza y de poder los hombres no dejan de devastar la creación, que se les había entregado para que la cuidaran. La fe en la promesa de la tierra donde fluyen leche y miel, del Reino que crece sin hacer ruido, como el pequeño grano de la mostaza, corre el riesgo de desvanecerse en nuestros corazones y nos invade la tentación de dejar el arado y volver la vista atrás. Aquí, sobre este monte, un hermano nuestro, fray Michele Piccirillo, al que hace poco el Señor ha llamado a su seno, ha dedicado la vida entera para permitirnos gustar la belleza de estos lugares, sacando a la luz obras maestras perdidas y sepultadas desde hace siglos. Su obra, además de un inmenso valor científico, nos enseña que está en la naturaleza profunda del hombre el caminar siempre a la búsqueda de la verdadera belleza.

Santidad, en esta peregrinación nos confiamos a usted. Lleve nuestras súplicas al Señor y diríjanos una vez más aquella Palabra, que es la única que nos puede dar la salvación. Ayúdenos a descubrir la belleza de nuestra vocación, la belleza de ser discípulos del Resucitado. Entonces, como los discípulos, tendremos el valor de dejar a nuestras espaldas nuestro vivir cómodo y seguro para ponernos de nuevo en marcha por los caminos del mundo, testimoniando a todos la alegría de la Pascua.

Fray José Rodrígez Carballo ofm
Ministro general


Artículo sobre el Monte Nebo: http://ittemissaest.blogspot.com/2009/05/monte-nebo.html
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Julian_Consolad
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MensajePublicado: Dom May 10, 2009 2:26 pm    Asunto:
Tema: EL PAPA EN TIERRA SANTA
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Ayer el Santo Padre visitó el Museo Hachemita de Ammán, ubicado en la mezquita oficial de la monarquía jordana. Posteriormente el príncipe de Jordanía dirigió al Papa un discurso en el cual, entre otras cosas, reconoció que la interetación de las palabras del Papa en Ratisbona como u ataque al Islam fue un error. Posteriormente el Papa pronunció este discurso, en el cual destacó como para que la sociedad valore la religión como creadora de paz y unidad hace falta que los creyentes vívamos realmente nuestra Fé:

Alteza real,

excelencias,

ilustres señoras y señores:

Para mí es motivo de gran alegría mantener este encuentro con vosotros en esta mañana, en medio de este espléndido ambiente. Deseo dar las gracias al príncipe Ghazi Bin Muhammed Bin Talal por las gentiles palabras de bienvenida. Las numerosas iniciativas de Su Alteza Real para promover el diálogo y el intercambio interreligioso e interculturral son apreciadas por los ciudadanos del Reino Hachemita y son ampliamente respetadas por la comunidad internacional. Estoy informado de que estos esfuerzos reciben el apoyo activo de otros miembros de la Familia Real, así como del Gobierno de la nación, y encuentran amplia resonancia en las muchas iniciativas de colaboración entre los jordanos. Por todo esto deseo manifestar mi sincera admiración.

Lugares de culto, como esta estupenda mezquita de Al-Hussein Bin Talal, dedicada al venerado rey difunto, se alzan como joyas sobre la superficie de la tierra. Desde las antiguas a las modernas, desde las espléndidas a las humildes, todas hacen referencia a lo divino, al Único Trascendente, al Omnipotente. Y, a través de los siglos, estos santuarios han atraído a hombres y mujeres dentro de su espacio sagrado para hacer una pausa, para rezar y para tomar acto de la presencia del Omnipotente, así como para reconocer que todos nosotros somos sus criaturas.

Por este motivo debemos preocuparnos por el hecho de que hoy, con insistencia cada vez mayor, algunos consideran que la religión ha fracasado en su aspiración de ser, por su misma naturaleza, constructora de unidad y de armonía, una expresión de comunión entre personas y con Dios. De hecho, algunos afirman que la religión es necesariamente una causa de división en nuestro mundo; y por este motivo afirman que lo mejor es prestar la menor atención posible a la religión en la esfera pública. Por desgracia, no se pueden negar las tensiones y divisiones entre seguidores de diferentes tradiciones religiosas. Sin embargo, ¿acaso no sucede con frecuencia que la manipulación ideológica de las religiones, en ocasiones con objetivos políticos, se convierte en el auténtico catalizador de las tensiones y divisiones y con frecuencia también de la violencia en la sociedad? Ante esta situación, en la que los opositores de la religión no sólo tratan de acallar su voz sino de sustituirla con la suya, se experimenta de una manera más aguda la necesidad de que los creyentes sean fieles a sus principios y creencias. Musulmanes y cristianos, a causa del peso de nuestra historia común tan frecuentemente marcada por incomprensiones, tienen que comprometerse hoy por ser conocidos y reconocidos como adoradores de Dios fieles a la oración, deseosos de comportarse y vivir según las disposiciones del Omnipotente, misericordiosos y compasivos, coherentes para dar testimonio de todo lo que es justo y bueno, recordando siempre el origen común y la dignidad de cada persona humana, que constituye la cumbre del designio creador de Dios para el mundo y la historia.

La decisión de los educadores jordanos, así como de los líderes religiosos y civiles, de hacer que el rostro público de la religión refleje su auténtica naturaleza es digna de aplauso. El ejemplo de individuos y comunidades, junto con la disposición de cursos y programas, manifiestan la contribución constructiva de la religión en los sectores educativo, cultural, social, y en otros sectores caritativos de vuestra sociedad civil. Yo también he tenido la posibilidad de constatar personalmente algo de este espíritu. Ayer pude tomar contacto con la reconocida obra educativa y de rehabilitación realizada en el Centro de Nuestra Señora de la Paz, en el que cristianos y musulmanes están transformando las vidas de familias enteras, asistiéndolas para que sus hijos discapacitados puedan tener el puesto que les corresponde en la sociedad. Esta mañana, he bendecido la primera piedra de la Universidad de Madaba, donde jóvenes musulmanes y cristianos, codo a codo, recibirán los beneficios de una educación superior, que les preparará para contribuir al desarrollo económico y social de su nación. Tienen también gran mérito las numerosas iniciativas de diálogo interreligioso mantenidas por la Familia Real y por la comunidad diplomática, en ocasiones emprendidas en colaboración con el Consejo Pontificio para el Diálogo Interreligioso. Estas comprenden un continuo trabajo de los Institutos Reales para los Estudios Interreligiosos y el Pensamiento Islámico, el Mensaje de Ammán, de 2004, el Mensaje Interreligioso de Ammán, de 2005, y la reciente carta "Una palabra común", que se hacía eco de un tema semejante al que yo afronté en mi encíclica: el vínculo inquebrantable entre el amor de Dios y el amor al prójimo, así como la contradicción fundamental de recurrir, en el nombre de Dios, a la violencia o a la exclusión (Cf. Deus caritas est, 16).

Estas iniciativas llevan claramente a un mayor conocimiento recíproco y promueven un respeto cada vez mayor tanto por lo que tenemos en común como por lo que comprendemos de manera diferente. Por tanto, deberían llevar a cristianos y musulmanes a sondear aún más profundamente la relación esencial entre Dios y su mundo, de manera que juntos podamos movilizarnos para que la sociedad esté en armonía con el orden divino. En este sentido, la colaboración que tiene lugar aquí, en Jordania, constituye un ejemplo alentador y convincente para la región, es más, para el mundo, de la contribución positiva y creativa que la religión puede y debe dar a la sociedad civil.

Distinguidos amigos: hoy deseo mencionar una tarea que he presentado en varias ocasiones y que creo firmemente que los cristianos y los musulmanes pueden asumir, en particular, a través de su contribución a la enseñanza y la investigación científica, así como al servicio de la sociedad. Esta tarea es el desafío de cultivar para el bien, en el contexto de la fe y de la verdad, el gran potencial de la razón humana. Los cristianos, de hecho, describen a Dios, entre otras maneras, como Razón creativa, que ordena y guía al mundo. Y Dios nos da la capacidad de participar en esta Razón y, de este modo, actuar según el bien. Los musulmanes adoran a Dios, Creador del Cielo de la Tierra, que ha hablado a la humanidad. Y como creyentes en el único Dios, sabemos que la razón humana es en sí misma don de Dios, y se eleva al nivel más elevado cuando es iluminada por la luz de la verdad de Dios. En realidad, cuando la razón humana consiente humildemente ser purificada por la fe no se debilita; al contrario, se refuerza al resistir a la presunción de ir más allá de los propios límites. De esta manera, la razón humana se refuerza en el empeño de perseguir su noble objetivo de servir a la humanidad, manifestando nuestras aspiraciones comunes más íntimas, ampliando el debate público, en vez de manipularlo o restringirlo. Por tanto, la adhesión genuina a la religión, en vez de restringir nuestras mentes, amplía los horizontes de la comprensión humana. Esto protege a la sociedad civil de los excesos de un ego incontrolable, que tiende a hacer absoluto lo finito y a eclipsar lo infinito; de esta manera, asegura que la libertad se ejerza en consonancia con la verdad y enriquece la cultura con el conocimiento de lo que concierne a todo lo que es verdadero, bueno y bello.

Una comprensión así de la razón, que lleva continuamente a la mente humana más allá de sí misma en la búsqueda de lo Absoluto, plantea un desafío: implica un sentido tanto de esperanza como de prudencia. Juntos, cristianos y musulmanes, están llamados a buscar todo lo que es justo y recto. Estamos comprometidos a sobrepasar nuestros intereses particulares y a alentar a los demás, en particular los administradores y líderes sociales, a hacer lo mismo para experimentar la satisfacción profunda de servir al bien común, incluso en detrimento de uno mismo. Se nos recuerda que precisamente porque nuestra dignidad humana constituye el origen de los derechos humanos universales, éstos son válidos para todo hombre y mujer, sin distinción de grupos religiosos, sociales o étnicos. Bajo este aspecto, tenemos que subrayar que el derecho a la libertad religiosa va más allá de la cuestión del culto e incluye el derecho --en particular de las minorías-- del justo acceso al mercado del empleo y a las demás esferas de la vida civil.

Esta mañana, antes de despedirme de vosotros, quisiera subrayar de manera particular la presencia entre nosotros de Su Beatitud Emmanuel III Delly, patriarca de Bagdad, a quien saludo de corazón. Su presencia recuerda a los ciudadanos del cercano Irak, muchos de los cuales han encontrado una cordial acogida aquí, en Jordania. Los esfuerzos de la comunidad internacional para promover la paz y la reconciliación, junto con los de los líderes locales, tienen que seguir para que den fruto en la vida de los iraquíes. Expreso mi aprecio por todos aquellos que apoyan los esfuerzos orientados a profundizar la confianza y a reconstruir las instituciones y las infraestructuras esenciales para el bienestar de la sociedad. Una vez más pido con insistencia a los diplomáticos y a la comunidad internacional representada por ellos, así como a los líderes políticos y religiosos locales, que hagan todo lo posible para asegurar a la antigua comunidad cristiana de esa noble tierra el derecho fundamental a la pacífica convivencia con sus propios compatriotas.

Distinguidos amigos: confío en que los sentimientos que he expresado nos dejen con una renovada esperanza en el futuro. El amor y el deber ante el Omnipotente no se manifiestan sólo en el culto, sino también en el amor y en la preocupación por los niños y los jóvenes --vuestras familias-- y por todos los ciudadanos de Jordania. Por ellos trabajáis y por ellos ponéis en el centro de las instituciones, de las leyes y de la sociedad el bien de toda persona humana. ¡Que la razón, ennoblecida y hecha humilde por la grandeza de la verdad de Dios, siga plasmando las vidas y las instituciones de esta nación, de manera que las familias puedan florecer y todos puedan vivir en paz, contribuyendo y al mismo tiempo recurriendo a la cultura que unifica a este gran Reino! ¡Mil gracias!

[Traducción por Jesús Colina

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MensajePublicado: Dom May 10, 2009 2:30 pm    Asunto:
Tema: EL PAPA EN TIERRA SANTA
Responder citando

Ayer por la tarde el Santo Padre rezó la vísperas con los sacerdotes, religiosos, religiosas, seminaristas y movimientos eclesiales en la catedral greco-melquita de San Jorge, en Ammán. La Iglesia Católica Greco-melquita es una Iglesia Católica oriental en comunión con Roma, y las vísperas fueron rezadas según ese rito, con unos preciosos cantos árabes. Tras la lectura el Papa pronunció estas palabras:

Queridos hermanos y hermanas:

Es una gran alegría para mí celebrar las vísperas con vosotros en esta tarde en la catedral greco-melquita de San Jorge. Saludo cordialmente a Su Beatitud Gregorios III Laham, patriarca greco-melquita, que se nos ha unido desde Damasco; al arzobispo emérito Georges El-Murr; y a su excelencia Yaser Ayyach, arzobispo de Petra y Filadelfia; a quienes agradezco por sus gentiles palabras de bienvenida a las que con gusto correspondo con sentimientos de respeto. Saludo también a los jefes de las demás Iglesias católicas presentes en Oriente --maronita, sira, armenia, caldea y latina-- al igual que al arzobispo Benediktos Tsikoras de la Iglesia greco-ortodoxa. A todos vosotros, así como a los sacerdotes, a las religiosas y a los religiosos, a los seminaristas y a los fieles laicos aquí reunidos esta tarde, expreso mi sincero agradecimiento por haberme ofrecido esta oportunidad de rezar con vosotros y de experimentar algo de la riqueza de vuestras tradiciones litúrgicas.

La Iglesia misma es un pueblo peregrino; como tal, a través de los siglos, ha estado marcado por acontecimientos históricos determinantes y por penetrantes vicisitudes culturales. Por desgracia, entre algunas de éstas se han dado períodos de disputas teológicas o de represión. Sin embargo, ha habido momentos de reconciliación, que han fortificado maravillosamente la comunión en la Iglesia, y tiempos de fecundo renacimiento cultural al que han contribuido decisivamente los cristianos orientales. Las Iglesias particulares dentro de la Iglesia universal testimonian el dinamismo de su camino terreno y manifiestan a todos los fieles el tesoro de tradiciones espirituales, litúrgicas y eclesiásticas que indican la bondad universal de Dios y su voluntad, manifestada en toda la historia, de atraer a todos hacia su vida divina.

El antiguo tesoro viviente de las tradiciones de las iglesias orientales enriquece a la Iglesia universal y no debe ser entendido nunca como un simple objeto que hay que custodiar pasivamente. Todos los cristianos están llamados a responder activamente al mandato de Dios -- como lo hizo dramáticamente san Jorge, según la narración popular-- para llevar a los demás a conocerle y amarle. En realidad, las vicisitudes de la historia han fortalecido a los miembros de las Iglesias particulares para afrontar esta tarea con energía y para comprometerse decididamente con las realidades pastorales actuales. Entre vosotros, la mayor parte tiene lazos con el Patriarcado de Antioquía, y de este modo vuestras comunidades están bien arraigadas aquí, en Oriente Próximo. Y así, como hace dos mil años en Antioquía los discípulos fueron llamados por primera vez cristianos, del mismo modo también hoy, como pequeñas minorías en comunidad diseminadas por estas tierras, también vosotros sois reconocidos como seguidores del Señor. La pública manifestación de vuestra fe cristiana no queda ciertamente reducida a la solicitud espiritual que tenéis los unos por los otros y por vuestra gente, por más esencial que sea. Por el contrario, vuestras numerosas iniciativas de caridad universal se extienden a todos los jordanos, musulmanes y de otras religiones, y también al gran número de refugiados que este reino acoge tan generosamente.

Queridos hermanos y hermanas: el primer Salmo (103) que hemos rezado esta tarde nos presenta gloriosas imágenes de Dios, Creador generoso, activamente presente en su creación, que sostiene la vida con gran bondad y orden sabio, siempre dispuesto a renovar la faz de la tierra. El pasaje de la epístola, que acabamos de escuchar, presenta sin embargo un panorama diferente. Nos advierte de manera amenazadora pero realista ante la exigencia de vigilar y ser conscientes de las fuerzas del mal que actúan para crear oscuridad en nuestro mundo (Cf. Efesios 6, 10-20). Algunos quizá sentirán la tentación de pensar que se da una contradicción; pero reflexionando sobre nuestra experiencia ordinaria humana reconocemos la lucha espiritual, advertimos la necesidad diaria de entrar en la luz de Cristo, de escoger la vida, de buscar la verdad. De hecho, este ritmo --sustraernos al mal y rodearnos con la fuerza de Dios-- es lo que celebramos en cada Bautismo: la entrada en la vida cristiana, el primer paso a través de la senda de los discípulos del Señor. Al recordar el bautismo que Cristo recibió de Juan en las aguas del Jordán, la comunidad reza para que quien va a recibir el Bautismo sea liberad del reino de la oscuridad y llevado al esplendor del reino de la luz de Dios, y de este modo reciba el don de la nueva vida.

Este movimiento dinámico de la muerte a la novedad de la vida, de las tinieblas a la luz, de la desesperación a la esperanza, que experimentamos de manera tan dramática durante el Triduo que se celebra con gran alegría en el período pascual, nos asegura que la misma Iglesia sigue siendo joven. Vive porque Cristo está vivo, verdaderamente ha resucitado. Vivificada por la presencia del Espíritu, avanza cada día llevando a los hombres y las mujeres al Dios viviente.

Queridos obispos, sacerdotes, religiosos y religiosos, queridos fieles laicos, nuestros respectivos papeles de servicio y misión dentro de la Iglesia son la respuesta incansable de un pueblo peregrino. Vuestras liturgias, las disciplina eclesiástica y el patrimonio espiritual son un testimonio vivo de vuestra tradición. Amplificáis el eco de la primera proclamación del Evangelio, reaviváis los antiguos recuerdos de las obras de Dios, hacéis presentes sus gracias de salvación y difundís de nuevo el primer rayo de la luz pascual y el crepitar de las llamas de Pentecostés.

De este modo, imitando a Cristo y a los patriarcas y los profetas del Antiguo Testamento, partimos para conducir al pueblo del desierto hacia el lugar de la vida, hacia el Dios que nos da la vida en abundancia. Esto caracteriza a todas vuestras labores apostólicas, cuya variedad y calidad son muy apreciadas. Desde los asilos de niños hasta los centros de educación superior, desde los orfanatos hasta las casas de ancianos, desde el trabajo con los refugiados hasta la academia de música, las clínicas médicas y los hospitales, el diálogo interreligioso y las iniciativas culturales, vuestra presencia en esta sociedad es un signo maravilloso de la esperanza que nos califica como cristianos.

Esta esperanza llega mucho más allá de las fronteras de nuestras comunidades cristianas. De este modo descubrís con frecuencia que las familias de otras religiones, para las que trabajáis y ofrecéis vuestro servicio de caridad universal, tienen preocupaciones y dificultades que superan los confines culturales y religiosos. Esto se experimenta particularmente en lo que se refiere a las esperanzas y las aspiraciones de los padres para sus niños. ¿Qué padre o persona de buena voluntad no se sentiría turbado ante los influjos negativos tan penetrantes de nuestro mundo globalizado, incluidos los elementos destructivos de la industria de la diversión que con tanta insensibilidad se sirven de la inocencia y la fragilidad de la persona vulnerable y del joven? Sin embargo, con vuestros ojos fijos en Cristo, la luz que dispersa todo mal, restablece la inocencia perdida, y humilla el orgullo terreno, ofreceréis una magnífica visión de esperanza a todos los que encontráis y servís.

Deseo concluir con una palabra especial de aliento a los presentes, que se están formando para el sacerdocio y la vida religiosa. Guiados por la luz del Señor resucitado, encendidos por su esperanza y revestidos de su verdad y amor, vuestro testimonio traerá abundantes bendiciones a quienes encontraréis en vuestro camino. Esto mismo se aplica a todos los jóvenes cristianos jordanos: no tengáis miedo de dar vuestra contribución sabia, acompasada y respetuosa a la vida pública del reino. ¡La voz auténtica de la fe siempre traerá integridad, justicia, compasión y paz!

Queridos amigos: con sentimientos de gran respeto por todos vosotros aquí reunidos conmigo en esta tarde de oración, os doy de nuevo las gracias por vuestras oraciones y por mi ministerio como sucesor de Pedro y aseguro a cuantos están encomendados a vuestra atención pastoral un recuerdo en mi oración diaria.



[Traducción por Jesús Colina

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MensajePublicado: Dom May 10, 2009 6:19 pm    Asunto:
Tema: EL PAPA EN TIERRA SANTA
Responder citando

Todavía faltan por poner aquí los siguientes discursos:

-El de ayer en el Monte Nebo
-El de ayer en Madaba
-La homilía de hoy en la Misa en Ammán
-Y otros dos que ahora voy a poner

Mientras van traduciendo los tres primeros pongo las palabras que el Papa ha dirigido hoy a los que se han reunido con él en Ammán para rezar el Regina Caeli, después de la citada Misa:

Queridos amigos:

Durante la misa he hablado del carisma profético de las mujeres, como portadoras de amor, maestras de misericordia y constructoras de paz. El ejemplo supremo de las virtudes femeninas es la bienaventurada Virgen María: la Madre de la Misericordia y Reina de la Paz. Al dirigimos a ella, invoquemos su materna intercesión sobre todas las familias de estas tierras, para que puedan ser escuelas de oración y escuelas de amor. Pidamos a la Madre de la Iglesia que dirija su mirada misericordiosa sobre todos los cristianos de estas tierras; que con la ayuda de su oración puedan ser verdaderamente una sola cosa en la fe que profesan y en el testimonio que ofrecen. A ella, que respondió generosamente al anuncio del ángel y aceptó la llamada para convertirse en la Madre de Dios, pidamos que dé valor y fortaleza a todos los jóvenes que hoy disciernen su propia vocación, de modo que puedan entregarse generosamente para cumplir la voluntad del Señor.

En este tiempo pascual nos dirigimos a la bienaventurada Virgen con el título de Regina Coeli. Como fruto de la Redención conquistada por la muerte y resurrección de su Hijo, también ella fue elevada a la gloria eterna y coronada como reina de los Cielos. Con gran confianza en el poder de su intercesión, nos dirigimos a ella ahora con alegría en nuestros corazones y con amor por nuestra gloriosa siempre Virgen Madre invocamos sus oraciones.

[Traducción por Jesús Colina

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MensajePublicado: Dom May 10, 2009 6:23 pm    Asunto:
Tema: EL PAPA EN TIERRA SANTA
Responder citando

Este es el otro discurso de los dos que he dicho que tengo ya. En la tarde de hoy (18:00 de Ammán y 17:00 de Roma) el Papa ha visitado el lugar, junto al Jordán, en el que la tradición úbica el bautismo de Jesús por parte del Bautista. Allí el Santo Padre ha orado unos momentos y posteriormente ha bendecido las primeras piedras de las iglesias de los Católicos Latinos (Romanos) y de los Católicos Greco-melquitas (iglesia oriental en comunión con Roma). En dicho acto el Santo Padre ha pronunciado este discurso:

Sus Altezas,

queridos hermanos obispos,

queridos amigos:



Con gran alegría espiritual vengo a bendecir las primeras piedras de las dos iglesias católicas que se construirá más allá del río Jordán, un lugar marcado por muchos acontecimientos memorables en la historia bíblica. El profeta Elías, el Tisbita, procedía de esta área que no está lejos del norte de Galaad. Aquí cerca, frente a Jericó, las aguas del Jordán se abrieron ante Elías, a quien el Señor se lo llevó en un carro de fuego (Cf. 2 Reyes 2, 9-12). Aquí el Espíritu del Señor llamó a Juan, hijo de Zacarías, a predicar la conversión de los corazones. Juan Evangelista enmarcó también en esta área el encuentro entre el Bautista y Jesús, que con motivo del bautismo fue "ungido" por el Espíritu de Dios, descendido como una palma, y fue proclamado Hijo amado del Padre (Cf. Juan 1, 28; Marcos 1, 9-11).

Saludo con alegría a Su Beatitud Gregorio III Laham, patriarca de Antioquía para la Iglesia greco-melquita. Saludo con afecto también a Su Beatitud el arzobispo Fouad Twal, patriarca latino de Jerusalén. Extiendo de corazón mis mejores deseos a Su Beatitud Michel Sabbah, a los obispos auxiliares presentes, en particular al arzobispo Joseph Jules Zerey y al reverendo Salim Sayegh, a quienes doy las gracias por sus gentiles palabras de bienvenida. Me alegra el poder saludar a todos los obispos, sacerdotes, religiosos y fieles laicos que nos acompañan hoy. Alegrémonos al reconocer que estos dos edificios, uno latino y otro greco-melquita, servirán para edificar, cada uno según la tradición de la propia comunidad, la única familia de Dios.

La primera piedra de una iglesia es símbolo de Cristo. La Iglesia se apoya en Cristo, está sostenida por Él y no se puede separar de Él. Él es el único cimiento de toda comunidad cristiana, la piedra viva, rechazada por los constructores pero preciosa a los ojos de Dios y elegida por Él como piedra angular (Cf. 1 Pedro 2, 4-5.7). Con Él, también nosotros somos piedras vivas construidas como edificio espiritual, lugar de morada para Dios (Cf Efesios 2, 20-22; 1 Pedro 2, 5). A san Agustín le gustaba hacer referencia al misterio de la Iglesia como al Christus totus, el Cristo entero, el Cuerpo de Cristo pleno y completo, Cabeza y miembros. Esta es la realidad de la Iglesia: es Cristo y nosotros, Cristo con nosotros. Él es con nosotros como la vida con sus sarmientos (Cf. Juan 15, 1-Cool. La Iglesia es en Cristo una comunidad de vida nueva, un realidad dinámica de gracia que procede Él. A través de la Iglesia, Cristo purifica nuestros corazones, ilumina nuestras mentes, nos une con el Padre y, en el único Espíritu, nos conduce a un ejercicio diario de amor cristiano. Confesamos esta gozosa realidad como Iglesia una, santa, católica, y apostólica.

Entramos en la Iglesia a través del Bautismo. La memoria del bautismo mismo de Cristo está vivamente presente ante nosotros en este lugar. Jesús se puso en la fila con los pecadores y aceptó el bautismo de penitencia de Juan como un signo profético de su misma pasión, muerte y resurrección para el perdón de los pecados. A través de los siglos, muchos peregrinos han venido al Jordán para buscar la purificación, renovar su fe y estar más cerca del Señor. Así lo hizo la peregrina Egeria, que dejó un escrito sobre la visita al final del cuarto siglo. El sacramento del Bautismo, que saca su poder de la muerte y resurrección de Cristo, será considerado particularmente por las comunidades cristianas que se reunirán en las nuevas iglesias. Que el Jordán os recuerde siempre que habéis sido lavados en las aguas del Bautismo y que os habéis convertido en miembros de la familia de Jesús. Vuestras vidas, en obediencia a su palabra, son transformadas en su imagen y semejanza. Al esforzaros por ser fieles a vuestro compromiso bautismal de conversión, testimonio y misión, sabéis que sois fortificados por el don del Espíritu Santo.

Queridos hermanos y hermanas: que la contemplación de estos misterios os llene de alegría espiritual y valentía moral. Con el apóstol Pablo, os exhorto a crecer en toda esa gama de nobles actitudes que son conocidas con el nombre bendito de ágape, amor cristiano (Cf. 1 Corintios 13, 1-13). Promoved el diálogo y la comprensión en la sociedad civil, especialmente cuando reivindicáis vuestros legítimos derechos. En Oriente Medio, marcado por el trágico sufrimiento, por años de violencia y cuestiones sin resolver, los cristianos están llamados a ofrecer su contribución inspirada por el ejemplo de Jesús, de reconciliación y de paz con el perdón y la generosidad. Seguid dando gracias a quienes os guían y sirven fielmente como ministros de Cristo. Hacéis bien al aceptar su guía en la fe, sabiendo que al recibir la enseñanza apostólica que transmiten, acogéis a Cristo y acogéis al Único que le ha enviado (Cf. Mateo 10, 40).

Queridos hermanos y hermanas: nos disponemos ahora a bendecir estas dos piedras, el inicio de los dos nuevos edificios sagrados. Que el Señor sostenga, refuerce e incremente las comunidades que en ellos elevarán su culto. Y que os bendiga a todos vosotros con su don de paz. ¡Amén!

[Traducción por Jesús Colina

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MensajePublicado: Dom May 10, 2009 6:49 pm    Asunto:
Tema: EL PAPA EN TIERRA SANTA
Responder citando

Tengo ya la homilía pronunciada hoy por el Papa en la Misa que ha celebrado en el estadio internacional de Ammán. Según informa la agencia ZENIT han acudido al menos 30.000 personas. Para poder comprender la homilía hay que tener en cuenta que pese a que la Ecuaristía ha sido según el rito Latino (no como las vísperas de ayer, que fueron según el rito greco-melquita) se ha hecho siguiendo el calendario de los orientales. En su calendario llevan una semana "de retraso", por lo que hoy era IV domingo de Pascua. Por ello se ha celebrado la Misa del IV domingo de Pascua, domingo del Buen Pastor.


Queridos hermanos y hermanas en Cristo:

Me siento muy contento de poder celebrar esta Eucaristía junto a vosotros al inicio de mi peregrinación en Tierra Santa. Ayer desde las alturas del Monte Nebo, de pie, me detuve a contemplar esta gran tierra, la tierra de Moisés, Elías y Juan el Bautista, la tierra en la que las antiguas promesas de Dios fueron cumplidas con la llegada del Mesías, Jesús nuestro Señor. Esta tierra es testigo de su predicación y de los milagros, de su muerte y resurrección, y de la efusión del Espíritu Santo sobre la Iglesia, el sacramento de una humanidad reconciliada y renovada. Meditando sobre el misterio de la fidelidad de Dios, oré para que la Iglesia en estas tierras pueda ser confirmada en la esperanza y fortalecida en su testimonio de Cristo Resucitado, el Salvador de la humanidad. Verdaderamente, como San Pedro nos dice hoy en la primera lectura, "no hay, bajo el cielo, otro nombre dado a los hombres, por el que nosotros debamos salvarnos" (Hechos 4,12).

La alegre celebración del sacrificio eucarístico de hoy expresa la rica diversidad de la Iglesia católica en Tierra Santa. Os saludo a todos, con afecto, en el Señor. Agradezco a Su Beatitud Fouad Twal, Patriarca Latino de Jerusalén, por sus gentiles palabras de bienvenida. Mi saludo se dirige también a los muchos jóvenes de las escuelas católicas que hoy traen su entusiasmo a esta celebración eucarística.

En el Evangelio, que acabamos de escuchar, Jesús proclama: "Yo soy el buen pastor... que da su vida por las ovejas" (Juan 10,11). Como sucesor de San Pedro a quien el Señor confió el cuidado de su rebaño (cf. Juan 21, 15-17), he esperado durante mucho tiempo esta oportunidad de estar ante vosotros como testigo del Salvador resucitado, y animaros a perseverar en la fe, la esperanza y la caridad, en fidelidad a las antiguas tradiciones y a la singular historia de testimonio cristiano que os une con la época de los apóstoles. La comunidad católica de aquí está profundamente afectada por las dificultades e incertidumbres que viven todos los habitantes de Oriente Medio; ¡no olvidéis nunca la gran dignidad que deriva de vuestra herencia cristiana, y que no desfallezca el sentido de amorosa solidaridad hacia todos vuestros hermanos y hermanas de la Iglesia en todo el mundo!


"Yo soy el buen Pastor", nos dice el Señor, "conozco mis ovejas y ellas me conocen a mi" (Juan 10,14). Hoy en Jordania hemos celebrado la Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones. Meditando sobre el Evangelio del Buen Pastor, pedimos al Señor que abra nuestros corazones y nuestras mentes cada vez más para escuchar su llamada. Verdaderamente Jesús "nos conoce", más profundamente de lo que nos conocemos a nosotros mismos, y tiene un plan para cada uno. Debemos saber que allí donde Él nos llame, encontraremos felicidad y realización personal; de hecho nos encontraremos a nosotros mismos (cf. Mateo 10,39). Hoy invito a los muchos jóvenes aquí presentes a considerar cómo el Señor les está llamando a seguirle para edificar su Iglesia. Ya sea en el ministerio sacerdotal o en la vida consagrada, ya sea en el sacramento del matrimonio, Jesús tiene necesidad de vosotros para hacer escuchar su voz y para trabajar por el crecimiento de su Reino.


En la segunda lectura de hoy, san Juan nos invita a "pensar en el gran amor con el cual el Padre nos ha amado", haciéndonos sus hijos adoptivos en Cristo. La escucha de estas palabras nos debe hacer reconocer la experiencia del amor del Padre que hemos tenido en nuestras familias, mediante el amor de nuestros padres y madres, abuelos, hermanos y hermanas. Durante la celebración del presente Año de la Familia, la Iglesia en toda Tierra Santa ha pensado en la familia como un misterio de amor que dona la vida, misterio incluido en el plan de Dios con una propia vocación y misión: irradiar el amor divino que es el manantial y el cumplimiento de todo amor en nuestras vidas. Que cada familia cristiana pueda crecer en la fidelidad a esta noble vocación de ser una verdadera escuela de oración, en la que los niños aprendan el sincero amor de Dios, maduren en la autodisciplina y en la atención a las necesidades de los demás, y en la que, modelados por la sabiduría que proviene de la fe, contribuyan a construir una sociedad cada vez más justa y fraterna. Las familias cristianas de estas tierras son una gran herencia recibida de las precedentes generaciones. Qué puedan las familias de hoy ser fieles a esta gran herencia y que nunca falte el sustento material y moral de quienes tienen necesidad de cumplir su insustituible papel en el servicio de la sociedad.


Un aspecto importante de nuestra reflexión en este Año de la Familia ha sido la particular dignidad, vocación y misión de las mujeres en el plan de Dios. ¡Cuánto debe la Iglesia en estas tierras al testimonio de fe y amor de innumerables madres cristianas, hermanas, maestras y enfermeras, a todas esas mujeres que de maneras diferentes han dedicado su vida a construir la paz y a promover el amor! Desde las primeras páginas de la Biblia, vemos cómo hombre y mujer, creados a imagen de Dios, están llamados a completarse el uno con el otro como administradores de los dones de Dios y como sus colaboradores en comunicar el don de la vida, sea la física como la espiritual, a nuestro mundo. Desafortunadamente, esta dignidad y misión donadas por Dios a las mujeres no siempre han sido suficientemente comprendidas y estimadas. La Iglesia, y la sociedad en su conjunto, han llegado a darse cuenta de la urgencia con la que necesitamos eso que mi predecesor, el Papa Juan Pablo II, llamaba "el carisma profético" de las mujeres (cf. Mulieris dignitatem, 29) como portadoras de amor, maestras de misericordia y constructoras de paz, comunicadoras de calor y humanidad a un mundo que con frecuencia juzga el valor de la persona con fríos criterios de explotación y provecho. Con su testimonio público de respeto por las mujeres y con su defensa de la connatural dignidad de cada persona humana, la Iglesia en Tierra Santa puede dar una importante contribución al desarrollo de una cultura de verdadera humanidad y a la construcción de una civilización del amor.


Queridos amigos, volvamos a las palabras de Jesús en el Evangelio de Hoy. Creo que contienen un mensaje especial para vosotros, su rebaño fiel, en estas tierras donde Él vivió. "El Buen Pastor", nos dice, "da la vida por sus ovejas". En el inicio de la misa hemos pedido al Padre que nos "dé la fuerza del valor de Cristo nuestro Pastor", que permanece constante en la fidelidad a la voluntad del Padre (Cf. Oración Colecta, de la Misa del cuarto domingo de Pascua). Que el valor de Cristo nuestro pastor os inspire y sostenga diariamente en vuestros esfuerzos por dar testimonio de la fe cristiana y de mantener la presencia de la Iglesia en el cambio del tejido social de estas antiguas tierras. La fidelidad a sus raíces cristianas, la fidelidad a la misión de la Iglesia en Tierra Santa, os exigen una valentía particular: la valentía de la convicción que nace de una fe personal, no simplemente de una convicción social o de una tradición familia; la valentía para comprometerse en el diálogo y trabajar codo a codo con los demás cristianos en el servicio del Evangelio y en la solidaridad con el pobre, el refugiado y las víctimas de profundas tragedias humanas; la valentía de construir nuevos puentes para hacer posible un fecundo encuentro de personas de diferentes religiones y culturas y así enriquecer el tejido de la sociedad. Esto significa también dar testimonio del amor que nos inspira a "sacrificar" nuestra vida en el servicio a los demás y así afrontar maneras de pensar que justifican el "truncamiento" de vidas inocentes.


"Yo soy el buen pastor; conozco mis ovejas y ellas me conocen a mi" (Juan 10,14). ¡Alegraos porque el Señor os ha hecho miembros de su rebaño y os conoce a cada uno de vosotros por vuestro nombre! ¡Seguidle con alegría y dejaos guiar por Él en todos vuestros caminos! Jesús sabe cuántos desafíos tenéis por delante, cuáles pruebas debéis soportar y conoce el bien que hacéis en su nombre. Confiad en Él, en el amor duradero que Él trae para todos los miembros de su rebaño y perseverad en su testimonio del triunfo de su amor. Que San Juan Bautista, patrono de Jordania, y María, Virgen y Madre, os sostengan con su ejemplo y su oración y os conduzcan a la plenitud de la alegría en los eternos pastos, donde experimentaremos para siempre la presencia del Buen Pastor y conoceremos para siempre la profundidad de su amor. Amén.


[Traducción de Jesús Colina

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MensajePublicado: Dom May 10, 2009 8:29 pm    Asunto:
Tema: EL PAPA EN TIERRA SANTA
Responder citando

Hago una síntesis de todo lo que tenemos aquí y lo que el Papa ha dicho y hecho.

+Viernes a las 14:30 de Ammán y 13:30 de Roma, el Papa llega al aeropuerto Queen Alia de Ammán, pronuncia un discurso de bienvenida. El discurso está en este mismo tema.
+Viernes a las 15:30 de Ammán y 14:30 de Roma, el Papa visita el centro Regina Pacis y pronuncia un discurso. También está en este tema.
+Sabado a las 09:15 de Ammán y 08:15 de Roma, el Papa visita el Monte Nebo, donde es recibido por el ministro general franciscano y pronuncia un discurso. Las palabras del ministro las tenemos, las del Papa todavía no.
+Sabado a las 10:30 de Ammán y 09:30 de Roma, el Papa bendice la primera piedra de la nueva universidad católica de Madaba y pronuncia un discurso. Tampoco lo tenemos.
+Sabado a las 11:45 de Ammán y 10:45 de Roma, el Papa tiene un encuentro con los líderes musulmanes y pronuncia un discurso. El dicurso está en este tema.
+Sabado a las 17:30 de Ammán y 16:30 de Roma, el Papa reza las I vísperas del domingo con los sacerdotes, religiosos, religiosas, seminaristas y movimientos eclesiales y pronuncia un discurso. El discurso está en este tema.
+Domingo a las 10:00 de Ammán y 09:00 de Roma, el Papa celebra la Eucaristía en Ammán con 30.000 personas y al terminar rezael Regina Caeli. En este tema están tanto la homilía como las palabras que ha leído antes del Regina Caeli.
+Domingo a las 18:00 de Ammán y 17:00 de Roma, el Papa visita el lugar del bautismo de Cristo y bendice las primeras piedras de dos iglesias, acto en el que pronuncia un discurso. El discurso está en este tema.

Esperamos a que sean traducidos los dos discursos que nos faltan y a la jornada de mañana. Se puede ver el horario aquí: http://www.vatican.va/holy_father/benedict_xvi/travels/2009/documents/trav_ben-xvi_holy-land-program_20090508_sp.html PEREGRINA CON EL PAPA A TIERRA SANTA
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MensajePublicado: Lun May 11, 2009 2:08 pm    Asunto:
Tema: EL PAPA EN TIERRA SANTA
Responder citando

Hoy a las 10:00 de Ammán y 09:00 de Roma el Santo Padre se ha despedido del Reino de Jordania con un discurso antes de salir en el avión hacia Tel Aviv, a las 10:30 de Ammán y 09:30 de Roma.

Este es el discurso de despedida pronunciado por el Papa:


Majestad,

excelencias,

queridos amigos:



Al emprender la próxima etapa de mi peregrinación por las tierras de la Biblia, deseo daros las gracias a todos vosotros por la cálida acogida que he recibido en Jordania en estos días. Doy las gracias a Su Majestad el Rey Abadlá II por haberme invitado a visitar el Reino Hachemita, por su hospitalidad y sus gentiles palabras. Expreso también mi aprecio por el gran trabajo realizado con el objetivo de hacer posible mi visita y de asegurar el desarrollo ordenado de los diferentes encuentros y de las celebraciones. Las autoridades públicas, asistidas por un gran número de voluntarios, han trabajado durante mucho tiempo y sin descanso para dirigir a las muchedumbres y organizar los diferentes acontecimientos. La cobertura de los medios de comunicación ha permitido a innumerables personas seguir las celebraciones, aunque no hayan podido estar presentes físicamente. Al dar las gracias a quienes han hecho esto posible, deseo extender un agradecimiento particular a todos los que están escuchando la radio o viendo la televisión, especialmente los enfermos y quienes han tenido que quedarse en casa.

Me causa una una particular haber sido testigo del inicio de numerosas iniciativas importantes promovidas por la comunidad católica aquí, en Jordania. La nueva sección del Centro Reina de la Paz abrirá posibilidades concretas para dar esperanza tanto a quienes luchan con dificultades y como a sus familias. Las dos iglesias que se construirán en Betania permitirán a las respectivas comunidades la acogida de peregrinos y promover el crecimiento espiritual de quienes rezarán en ese lugar santo. La Universidad de Madaba debe ofrecer una contribución particularmente importante a toda la comunidad, formando a jóvenes de varias tradiciones para capacitarles en la conformación del futuro de la sociedad civil. A todos los que están comprometidos en estos proyectos les presento mis mejores deseos y la promesa de mis oraciones.

Un día particularmente luminoso entre los que estoy viviendo ha sido mi visita a la mezquita al-Hussein bin-Talal, donde he tenido el gusto de encontrar a los jefes religiosos musulmanes junto a los miembros de los cuerpo diplomático y los rectores de las universidades. Deseo alentar a todos los jordanos, tanto cristianos como musulmanes, a edificar sobre los sólidos cimientos de la tolerancia religiosa que permite a los miembros de las diferentes comunidades vivir juntos en paz y respeto mutuo. Su Majestad el Rey ha promovido muy activamente el diálogo interreligioso y deseo destacar lo mucho que es apreciado su compromiso en este sentido. Constato con gratitud la particular consideración que demuestra a favor de la comunidad cristiana de Jordania. Este espíritu de apertura no sólo ayuda a los miembros de las diferentes comunidades étnicas de este país a vivir en paz y concordia, sino que además ha contribuido a las iniciativas políticas de amplias miras promovidas por Jordania para construir la paz en todo Oriente Medio.

Queridos amigos: como sabéis, he venido a Jordania sobre todo como peregrino y pastor. Por tanto, las experiencias de estos días que quedarán más firmemente grabadas en la memoria son mis visitas a los santos lugares y los momentos de oración que hemos celebrado juntos. Una vez más deseo expresar el aprecio de toda la Iglesia a aquellos que custodian los lugares de peregrinación en esta tierra y deseo también dar las gracias a las numerosas personas que han contribuido a la preparación de las vísperas del sábado en la catedral de San Jorge y de la misa de ayer, en el Estadio Internacional. Para mí ha sido verdaderamente una alegría vivir estas celebraciones pascuales con los fieles católicos de diferentes tradiciones, unidos en la comunión de la Iglesia y en su testimonio de Cristo. Les aliento a todos a permanecer fieles a su compromiso bautismal, recordando que Cristo mismo recibió el bautismo de Juan en las aguas del río Jordán.

Al despedirme de vosotros, deseo que sepáis que llevo en mi corazón al Reino Hachemita y a todos los que vive en esta región. Rezo para que tengáis la alegría de la paz y la prosperidad, ahora y para las generaciones futuras. Una vez más gracias. ¡Y que Dios os bendiga a todos!



[Traducción de Jesús Colina

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MensajePublicado: Lun May 11, 2009 2:13 pm    Asunto:
Tema: EL PAPA EN TIERRA SANTA
Responder citando

Aquí está el vídeo de la despedida del Papa en el aeropuerto Queen Alia de Ammán: http://www.cetelmon.tv/index.php?option=com_seyret&task=videodirectlink&id=10

Después, a las 11:00 de Jerusalén y 10:00 de Roma, el Santo Padre ha llegado al aeropuerto de Tel Aviv, donde ha sido recibido por las autoridades de la nación. Aquí se puede ver el vídeo: http://www.cetelmon.tv/index.php?option=com_seyret&task=videodirectlink&id=11

Este es el discurso pronunciado por el Papa al llegar:

Señor presidente,
Señor primer ministro,
excelencias, señoras y señores,

gracias por vuestra calurosa acogida en el Estado de Israel, en esta tierra que es considerada santa por millones de creyentes en todo el mundo. Estoy agradecido al presidente, el señor Shimon Peres, por sus amables palabras y aprecio la oportunidad que se me ofrece de realizar esta peregrinación a una tierra hecha santa por las huellas de patriarcas y profetas, una tierra a la que los cristianos tienen una particular veneración como lugar de los acontecimientos de la vida, muerte y resurrección de Jesucristo. Tomo mi lugar en una larga fila de peregrinos cristianos a estos lugares, una fila que se remonta en el tiempo hasta los primeros siglos de la historia cristiana y que, estoy seguro, seguirá prolongándose en el futuro. Como muchos otros antes que yo, vengo para rezar en los lugares santos, a rezar de forma especial por la paz - paz aquí en Tierra Santa y paz en todo el mundo.

Señor presidente, la Santa Sede y el Estado de Israel comparten muchos valores, el primero entre ellos el compromiso de reservar a la religión su legítimo lugar en la vida de la sociedad. El justo orden de las relaciones sociales presupone y exige el respeto por la libertad y la dignidad de todo ser humano, que cristianos, musulmanes y judíos creen igualmente creado por un Dios amoroso y destinado a la vida eterna. Cuando la dimensión religiosa de la persona humana es negada o marginada, se pone en peligro el fundamento mismo de una correcta comprensión de los derechos humanos inalienables.

Trágicamente, el pueblo judío ha experimentado las terribles consecuencia de ideologías que niegan la dignidad de toda persona humana. Es justo y conveniente que, durante mi permanencia en Israel, yo tenga la oportunidad de honrar la memoria de los seis millones de judíos víctimas de la Shoá, y de rezar para que la humanidad no tenga que ser nunca más testigo de un crimen de una enormidad semejante. Desafortunadamente, el antisemitismo sigue levantando su repugnante cabeza en muchas partes del mundo. Esto es totalmente inaceptable. Debe hacerse todo esfuerzo para combatir el antisemitismo allí donde se encuentre, y para promover el respeto y la estima hacia los pertenecientes a todo pueblo, raza, lengua y nación en todo el mundo.

Durante mi permanencia en Jerusalén, tendré también el placer de encontrar muchos líderes religiosos distintos de este país. Una cosa que las tres grandes religiones monoteístas tienen en común es una especial veneración por esta Ciudad Santa. Es mi ferviente esperanza que todos los peregrinos a los santos lugares tengan la posibilidad de acceder a ellos libremente y sin restricciones, de tomar parte en ceremonias religiosas y de promover el digno mantenimiento de los edificios de culto colocados en los espacios sagrados. Que puedan cumplirse las palabras de la profecía de Isaías, según el cual muchas naciones afluirán al monte de la Casa del Señor, para que Él les enseñe sus caminos y éstos puedan caminar por sus senderos, senderos de paz y de justicia, senderos que llevan a la reconciliación y a la armonía (cfr Isaías 2,2-5).

Aunque el nombre de Jerusalén significa "ciudad de la paz", es del todo evidente que durante décadas la paz ha eludido trágicamente a los habitantes de esta tierra santa. Los ojos del mundo están sobre los pueblos de esta región, mientras éstos luchan por llegar a una solución justa y duradera de los conflictos que han causado tanto sufrimiento. Las esperanzas de innumerables hombres, mujeres y niños por un futuro más seguro y estable dependen del éxito de las negociaciones de paz entre israelíes y palestinos. En unión con todos los hombres de buena voluntad, suplico a cuantos están investidos de responsabilidad que exploren toda vía posible para la búsqueda de una solución justa a las enormes dificultades, para que ambos pueblos puedan vivir en paz en una patria que sea la suya, dentro de fronteras seguras e internacionalmente reconocidas. Al respecto, espero y rezo para que pronto se pueda crear un clima de mayor confianza, que haga a las partes capaces de realizar progresos reales en el camino hacia la paz y la estabilidad.

A los obispos y a los fieles católicos hoy aquí presentes les dirijo una especial palabra de saludo. En esta tierra donde Pedro recibió la tarea de apacentar a las ovejas del Señor, llego como sucesor de Pedro para realizar mi ministerio en medio de vosotros. Será mi especial alegría unime a vosotros para concluir las celebraciones del Año de la Familia, que tendrán lugar en Nazaret, patria de la Sagrada Familia de Jesús, María y José. Como dije en mi mensaje para la Jornada Mundial de la Paz,. La familia es "la primera e indispensable maestra de paz" (n. 3), y por tanto tiene un papel vital que llevar a cabo para sanar las divisiones presentes en la sociedad humana en todos los niveles. A las comunidades cristianas de Tierra Santa digo: a través de vuestro fiel testimonio de Aquel que predicó el perdón y la reconciliación, a través de vuestro compromiso en defender la sacralidad de toda vida humana, podéis ofrecer una contribución particular para que acaben las hostilidades que durante tanto tiempo han afligido a esta tierra. Rezo para que vuestra continua presencia en Israel y en los Territorios Palestinos traigan mucho fruto de cara a promover la paz y el respeto recíproco entre todas las gentes que viven en las tierras de la Biblia.

Señor Presidente, Señoras y Señores, una vez más os agradezco por vuestra acogida y os aseguro mis sentimientos de buena voluntad. ¡Que Dios de fuerza a su pueblo! ¡Que Dios bendiga a su pueblo con la paz!

[Traducción de Inma Álvarez

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MensajePublicado: Lun May 11, 2009 5:29 pm    Asunto:
Tema: EL PAPA EN TIERRA SANTA
Responder citando

Hoy, a las 16:15 de Jerusalén y 15:15 de Roma, el Papa ha hecho una visita de cortesía al Presidente del Estado de Israel en el palacio presidencial de Jerusalén. Allí ha escuchado al presidente y ha oído cantar a unas niñas. También le han hecho regalos (entre ellos una nano-biblia electrónica) y ha plantado un árbol ( Laughing ). Este es el discurso pronunciado por el Papa:

Señor presidente,

excelencias,

señoras y señores:

Como amable acto de hospitalidad, el presidente Peres nos ha acogido aquí, en su residencia, ofreciéndome la posibilidad de saludaros a todos y de compartir, al mismo tiempo, con ustedes alguna breve consideración. Señor presidente, le agradezco por la cortés acogida y por sus cálidas palabras de saludo, que de corazón le devuelvo. Agradezco también a los músicos que nos han entretenido con su elegante ejecución.

Señor presidente, en el mensaje de felicitación que le envié con motivo de su toma de posesión, había recordado con placer su ilustre testimonio en el servicio público marcado por un fuerte empeño en perseguir la justicia y la paz. Hoy deseo asegurarle a usted junto al primer ministro Netanyahu y a su Gobierno apenas formado, como también a todos los habitantes del Estado de Israel, que mi peregrinación a los Lugares Santos es una peregrinación de oración en favor del don precioso de la unidad y de la paz para Oriente Medio y para toda la Humanidad. En realidad cada día rezo para que la paz que nace de la justicia vuelva a Tierra Santa y a toda la región, trayendo la seguridad y la esperanza renovada para todos.

La paz es ante todo un don divino. La paz de hecho es la promesa del Omnipotente a todo el género humano y custodia la unidad. El el libro del profeta Jeremías leemos: "Bien me sé los pensamientos que pienso sobre vosotros -oráculo del Señor- pensamientos de paz y no de desgracia, de daros un porvenir de esperanza" (29,11). El profeta nos recuerda la promesa del Omnipotente que "se dejará encontrar", que "escuchará", que "nos reunirá". Pero hay también una condición: debemos "buscarlo" y "buscarlo con todo el corazón" (cfr ibid. 12-14).

A los líderes religiosos hoy presentes quisiera decirles que la contribución particular de las religiones en la búsqueda de la paz se funda primariamente sobre la búsqueda apasionada y concorde de Dios. Nuestra es la tarea de proclamar y testimoniar que el Omnipotente está presente y se puede conocer aun cuando aparece escondido a nuestra vista, que Él actúa en nuestro mundo para nuestro bien, y que el futuro de la sociedad está marcado por la esperanza cuando vibra en armonía con el orden divino.

Es la presencia dinámica de Dios la que reúne a los corazones y asegura la unidad. De hecho, el fundamento único de la unidad entre las personas está en la perfecta unicidad y universalidad de Dios, que ha creado al hombre y la mujer a su propia imagen y semejanza para conducirnos dentro de su vida divina, para que todos puedan ser una sola cosa.

Por tanto, los líderes religiosos deben ser conscientes de que cualquier división o tensión, toda tendencia a la introversión o a la sospecha entre los creyentes o entre nuestras comunidades puede fácilmente conducir a una contradicción que oscurece la unicidad del Omnipotente, traiciona nuestra unidad y contradice al Único que se revela a sí mismo como "rico en amor y fidelidad" (Éxodo 34, 6; Salmo 138,2; Salmo 85, 11).

Queridos amigos, Jerusalén, que desde hace largo tiempo ha sido un cruce de caminos para pueblos de origen diverso, es una ciudad que permite a judíos, cristianos y musulmanes tanto asumir su deber como gozar del privilegio de dar juntos testimonio de la convivencia pacífica deseada durante largo tiempo por los adoradores del único Dios; de revelar el plan del Omnipotente, anunciado a Abraham, de la unidad de la familia humana; y de proclamar la verdadera naturaleza del hombre como buscador de Dios. Empeñémonos por tanto en asegurar que, mediante el amaestramiento y la guía de nuestras respectivas comunidades, les sostendremos en ser fieles a lo que en verdad son como creyentes, siempre conscientes de la infinita bondad de Dios, de la dignidad inviolable de cada ser humano y de la unidad de la entera familia humana.

La Sagrada Escritura nos ofrece también su comprensión de la seguridad. En hebreo, seguridad - batah - deriva de confianza, y no se refiere sólo a la falta de amenazas sino a ese sentimiento de calma y de confianza. En el libro del profeta Isaías leemos sobre un tiempo de bendición divina: "Al fin será derramado desde arriba sobre nosotros espíritu. Se hará la estepa un v vergel, y el vergel será considerado como selva. Reposará en la estepa la equidad, y la justicia morará en el vergel; el producto de la justicia será la paz, el fruto de la equidad, una seguridad perpetua" (32, 15-17). Seguridad, integridad, justicia y paz: en el designio de Dios para el mundo éstas son inseparables. Lejos de ser simplemente el producto del esfuerzo humano, éstas son valores que proceden de la relación fundamental del Dios con el hombre, y residen como patrimonio común en el corazón de todo individuo.

Sólo hay un camino para proteger y promover estos valores: ¡ejercitarlos! ¡vivirlos! Ningún individuo, ninguna familia, ninguna comunidad o nación está exenta del deber de vivir en la justicia y de trabajar por la paz. Naturalmente, se espera que los líderes civiles y políticos aseguren una justa y adecuada seguridad al pueblo para cuyo servicio han sido elegidos.

Este objetivo forma una parte de la justa promoción de los valores comunes a la humanidad y por tanto no pueden enfrentarse con la unidad de la familia humana. Los valores y los fines auténticos de una sociedad, que siempre tutelan la dignidad humana, son indivisibles, universales e interdependientes (cfr Discurso a las Naciones Unidas, 18 de abril de 2008). No se pueden por tanto realizar cuando caen presa de intereses particulares o de políticas fragmentarias. El verdadero interés de una nación siempre se sirve persiguiendo la justicia para todos.

Gentiles señoras y señores, una seguridad duradera es cuestión de confianza, alimentada en la justicia y en la integridad, fraguada por la conversión de los corazones que nos obliga a mirar al otro a los ojos y que sabe reconocer al "Tu" como un igual a mí, un hermano, una hermana. De esta forma ¿no se convertiría quizás la misma sociedad en "un jardín colmado de frutos" (cfr Isaías 32,15), que no esté marcado por bloqueos y obstrucciones sino por la cohesión y la armonía? ¿No podría convertirse en una comunidad de nobles aspiraciones, donde a todos con agrado se les da acceso a la educación, a la vivienda familiar, a la posibilidad de empleo, una sociedad dispuesta a edificar sobre los fundamentos duraderos de la esperanza?

Para concluir, deseo dirigirme a las familias de estas ciudad, de esta tierra. ¿Qué padres querrían la violencia, ña inseguridad o la división para su hijo o para su hija? ¿Qué objetivo político humano puede conseguirse a través de los conflictos y las violencias? Oigo el grito de cuantos viven en este país y piden justicia, paz, respeto por su dignidad, seguridad estable, una vida cotidiana libre del miedo de amenazas externas y de violencia insensata. Sé que un número considerable de hombres, mujeres y jóvenes están trabajando por la paz y la solidaridad a través de programas culturales e iniciativas de apoyo práctico y compasivo; suficientemente humildes para perdonar, tienen el valor de aferrarse al sueño que es su derecho.

Señor presidente, le agradezco por la cortesía que me ha demostrado y le aseguro una vez más mis oraciones por el Gobierno y por todos los ciudadanos de este Estado. Que la auténtica conversión del corazón de todos pueda conducir a un empeño más decidido por la paz y la seguridad a través de la justicia para cada uno.

¡Shalom!

[Traducción de Inma Álvarez

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MensajePublicado: Lun May 11, 2009 5:33 pm    Asunto:
Tema: EL PAPA EN TIERRA SANTA
Responder citando

A las 17:45 de Jerusalén y 16:45 de Roma, el Papa a hecho una visita al Memorial de Yad Vashem de Jerusalén, en memoria de las víctimas del Holocausto. Allí el Papa ha encendido una llama en recuerdo de todos los judíos asesinados por el regimen de Hitler. También se ha escuchado el canto de un rabino judío y el Papa ha sido obsequiado con un cuadro. Este es el discurso que el Santo Padre ha pronunciado:

"Yo he de darles en mi casa y en mis muros un monumento y un nombre... les daré un nombre que no será borrado, que nunca será cancelado" (Isaías 56, 5).

Este pasaje, tomado del Libro del profeta Isaías, presenta dos frases sencillas que expresan de manera solemne el significado profundo de este lugar venerado: yad, "memorial"; shem, "nombre". He venido aquí para detenerme en silencio ante este monumento, erigido para honrar la memoria de los millones de judíos asesinados en la horrenda tragedia de la Shoá. Perdieron la vida, pero no perderán nunca sus nombres: están indeleblemente grabados en los corazones de sus seres queridos, de sus compañeros de prisión, y de quienes están decididos a no permitir nunca que un horror así pueda volver a deshonrar a la humanidad. Sus nombres, en particular y sobre todo, están grabados para siempre en la memoria de Dios Omnipotente.

Uno puede despojar al vecino de sus posesiones, de las oportunidades o de la libertad..., se puede tejer una insidiosa red de mentiras para convencer a los demás de que ciertos grupos no merecen respeto. Y, sin embargo, por más que se esfuerce, nunca se puede quitar el nombre de otro ser humano.

La Sagrada Escritura nos enseña la importancia del nombre cuando se le confía a una persona una misión única o un don especial. Dios llamó a Abram "Abraham", pues debía convertirse en "el padre de muchos pueblos" (Génesis 17, 5). Jacob fue llamado "Israel", pues había "sido fuerte contra Dios y contra los hombres" y había vencido (Cf. Génesis 32,29). Los nombres custodiados en este venerado monumento tendrán para siempre un lugar sagrado entre los innumerables descendientes de Abraham. Como le sucedió a él, también su fe fue probada. Al igual que le sucedió a Jacob, también ellos quedaron sumergidos en la lucha entre el bien y el mal, mientras luchaban por discernir los designios del Omnipotente. ¡Que los nombres de estas víctimas no perezcan nunca! ¡Que sus sufrimientos nunca sean negados, disminuidos u olvidados! ¡Y que toda persona de buena voluntad vigile para desarraigar del corazón del hombre todo lo que sea capaz de llevar a tragedias semejantes!

La Iglesia católica, comprometida en las enseñanzas de Jesús y decidida a imitar el amor por toda persona, siente profunda compasión por las víctimas aquí recordadas. Del mismo modo, está junto a quienes sufren persecuciones a causa de la raza, el color, la condición de vida, o la religión. Sus sufrimientos son los suyos y suya es su esperanza de justicia. Como obispo de Roma y sucesor del apóstol Pedro confirmo, como mis sucesores, el compromiso de la Iglesia de rezar y actuar sin descanso para asegurar que el odio no reine nunca más en el corazón de los hombres. El Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob es el Dios de la paz (Cf. Salmo 85, 9).

Las Escrituras enseñan que tenemos el deber de recordar al mundo que este Dios está vivo, aunque en ocasiones nos resulte difícil comprender sus caminos misteriosos e inescrutables. Él se reveló a sí mismo y sigue actuando en la historia humana. Sólo Él gobierna al mundo con equidad y juzga con justicia a todo pueblo (Cf. Salmo 9, 9).

Al detener la mirada en los rostros reflejados en el espejo del estanque que yace en silencio en este memorial, no podemos dejar de recordar que cada uno de ellos tiene un nombre. Sólo puedo imaginar la alegre expectativa de sus padres, mientras esperaban con ansia el nacimiento de sus niños. ¿Qué nombre daremos a este hijo? ¿Qué será de él o de ella? ¿Quién hubiera podido imaginar que serían condenados a un destino tan deplorable?

Mientras estamos aquí, en silencio, su grito sigue haciendo eco en nuestros corazones. Es un grito que se eleva contra todo acto de injusticia y de violencia. Es una condena perenne de todo derramamiento de sangre inocente. Es el grito de Abel, que se eleva desde la tierra hacia el Omnipotente. Al profesar nuestra inquebrantable confianza en Dios, damos voz a ese grito con las palabras del Libro de las Lamentaciones, tan lleno de significado tanto para judíos como para cristianos.

"El amor del Señor no se ha acabado, ni se ha agotado su ternura;
cada mañana se renuevan: ¡grande es tu lealtad!
'¡Mi porción es el Señor, dice mi alma, por eso en él espero!'.

Bueno es el Señor con el que en él espera, con el alma que le busca.

Bueno es esperar en silencio la salvación del Señor (3, 22-26).

Queridos amigos, estoy profundamente agradecido tanto a Dios como a vosotros por la oportunidad que se me ha dado de recogerme aquí, en silencio: un silencio para recordar, un silencio para esperar.

[Traducción de Jesús Colina

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MensajePublicado: Mar May 12, 2009 2:06 pm    Asunto:
Tema: EL PAPA EN TIERRA SANTA
Responder citando

Esto es lo que el Santo Padre escribió ayer en el libro de firmas de honor del mausoleo YAD VASHEM en memoria de las víctimas del Holocausto.

« “His mercies are not spent.”
(The Book of Lamentations 3:22)

Benedictus PP. XVI ».
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MensajePublicado: Mar May 12, 2009 2:10 pm    Asunto:
Tema: EL PAPA EN TIERRA SANTA
Responder citando

Esta mañana, a las 09:00 de Jerusalén y 08:00 de Roma el Papa ha visitado la Cúpula de la Roca, en la Explanada de las Mezquitas de Jerusalén, antiguo emplacamiento del Templo. En la misma el Papa ha sido recibido por el gran muftí de Jerusalén. A continuación el Papa ha sido acogido por los representantes musulmanes de Jerusalén, ante los que ha pronunciado este discurso:

Queridos amigos musulmanes:

As-salámu ‘aláikum! ¡Paz a vosotros!

Agradezco cordialmente al Gran Mufti, Muhammad Ahmad Hussein, junto al director del Waqf Islámico de Jerusalem, Sheikh Mohammed Azzam al-Khatib al-Tamimi, y al jefe del Awquaf Council, Sheikh Abdel Azim Salhab, las palabras de bienvenida que me han ofrecido en vuestro nombre.

Estoy profundamente agradecido por la invitación para visitar este lugar sagrado y quiero ofreceros mis respetos a vosotros y a los líderes de la comunidad islámica de Jerusalén.

La Cúpula de la Roca lleva a nuestros corazones y a nuestras mentes a reflexionar sobre el misterio de la creación y la fe de Abraham.

Aquí se cruzan los caminos de las tres grandes religiones monoteístas del mundo, recordándonos lo que tienen en común.

Cada una de ellas cree en un Dios, creador y director de todo; reconoce como antepasado a Abraham, por encima de todo un hombre de fe, a quien Dios bendijo especialmente.

Cada una ha ganado muchos seguidores a través de los siglos y ha inspirado un rico patrimonio espiritual, intelectual y cultural.

En un mundo tristemente desgarrado por las divisiones, este lugar sirve como estímulo y también desafía a hombres y mujeres de buena voluntad a trabajar para superar los malentendidos y los conflictos del pasado y emprender el camino de un diálogo sincero encaminado a la construcción de un mundo de justicia y paz para las generaciones venideras.

Desde las enseñanzas de las tradiciones religiosas que afectan, en última instancia, a la realidad de Dios, el sentido de la vida y el destino de la humanidad - es decir, a todo lo más sagrado y querido para nosotros - puede existir la tentación de participar en este diálogo con reticencia o escepticismo sobre sus posibilidades de éxito

Sin embargo, podemos empezar con la convicción de que el único Dios es la fuente de la justicia y la gracia, ya que en Él, el dos existe en perfecta unidad.

A aquellos que confiesan su nombre se les encomienda la tarea de luchar sin descanso por la justicia mientras imitan su perdón, por lo que están intrínsecamente orientados a la coexistencia pacífica y armoniosa de la familia humana.

Por esta razón, es primordial que los que adoran al Dios Uno muestren que están hechos para la unidad de toda la familia humana.

En otras palabras, la fidelidad al Dios Uno, el creador, el más alto, conduce a reconocer que los seres humanos están fundamentalmente interrelacionados, ya que todos deben su existencia a una única fuente y apuntan a un objetivo común.

Impresos con la indeleble imagen de lo divino, están llamados a jugar un papel activo en la reparación de las divisiones y en la promoción de la solidaridad humana.

Esto supone una gran responsabilidad para nosotros. Los que veneramos al Dios Uno creemos que Él pedirá cuentas a los seres humanos por sus acciones.

Los cristianos afirmamos que los dones divinos de la razón y la libertad se encuentran en la base de esa responsabilidad.

La razón abre la mente para entender la naturaleza y el destino común de la familia humana, mientras que la libertad lleva al corazón a aceptar al otro y a servirle con caridad.

El amor indiviso por el Dios Uno y la caridad hacia el prójimo se convierten en el eje alrededor del cual gira todo lo demás.

Ésta es la razón por la que trabajamos incansablemente para proteger los corazones humanos del odio, la ira o la venganza.

Queridos amigos, he venido a Jerusalén en un día de fe. Agradezco a Dios por esta ocasión para encontrarme con vosotros como obispo de Roma y sucesor del apóstol Pedro, pero también como niño de Abraham, por quien "todas las familias de la Tierra encuentran bendición" (Génesis 12, 3; cf. Romanos 4, 16-17).

Os aseguro el ardiente deseo de la Iglesia de cooperar para el bienestar de la familia humana. Ésta cree firmemente que el cumplimiento de la promesa hecha a Abraham es universal, que abarca a todos los hombres y mujeres independientemente de su procedencia o status social.

Mientras musulmanes y cristianos promueven el respetuoso diálogo que han comenzado, rezo para que examinen cómo la unidad de Dios está indisolublemente ligada a la unidad de la familia humana.

En la entrega a su plan de amor para la creación, en el estudio de las leyes inscritas en el cosmos y en el corazón humano y en la reflexión sobre el misterioso don de la revelación de Dios, podrán todos sus seguidores seguir manteniendo su mirada fija en su bondad absoluta, sin perder nunca de vista la forma en la que se refleja en los rostros de los demás.

Con estos pensamientos, pido humildemente al Todopoderoso que os conceda la paz y que bendiga a toda la estimada población de esta región.

Podemos intentar vivir en espíritu de armonía y cooperación tomando ejemplo del Dios Uno con un servicio generoso de los unos a los otros. ¡Gracias!




[Traducción de Patricia Navas

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MensajePublicado: Mar May 12, 2009 2:47 pm    Asunto:
Tema: EL PAPA EN TIERRA SANTA
Responder citando

Hoy, a las 10:00 de Jerusalén y 09:00 de Roma el Papa ha visitado el Muro de las Lamentaciones de Jerusalén, muro de contención del antiguo Templo Herodiano y único lugar de todo lo que ocupaba el templo al que actualmente tienen acceso los judíos. Allí el Santo Padre ha orado unos momentos y, al igual que Juan Pablo II cuando lo visitó en el año 2000, ha seguído la tradición judía, al introducir un papel con una oración entre las piedras del muro. Esta es la oración que el Papa ha introducido:

Dios de todas los tiempos,

en mi visita a Jerusalén, la "Ciudad de la Paz",

morada espiritual para judíos, cristianos y musulmanes,

te presento las alegrías, las esperanzas y las aspiraciones,

las angustias, los sufrimientos y las penas de tu pueblo esparcido por el mundo.

Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob,

escucha el grito de los afligidos, de los atemorizados y despojados;

envía tu paz sobre esta Tierra Santa, sobre Oriente Medio,

sobre toda la familia humana;

despierta el corazón de todos los que invocan tu nombre,

para caminar humildemente por la senda de la justicia y la compasión.



"Bueno es el Señor con el que en él espera,

con el alma que le busca" (Lamentaciones 3, 25)



[Traducción del original inglés realizada por Jesús Colina

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MensajePublicado: Mar May 12, 2009 2:49 pm    Asunto:
Tema: EL PAPA EN TIERRA SANTA
Responder citando

Hoy a las 10:45 de Jerusalén y 09:45 de Roma, el Santo Padre ha visitado el gran rabinato de Jerusalén, donde se ha reunido con los dos grandes rabinos de Jerusalén. Este es el discurso que allí ha pronunciado:

Distinguidos rabinos,

queridos amigos:

Doy las gracias por la invitación para visitar Hechal Shlomo y reunirme con ustedes durante este viaje a Tierra Santa como obispo de Roma. Agradezco al rabino sefardí Shlomo Amar y al rabino Askenazi Yona Metzger sus cálidas palabras de bienvenida y el deseo expresado de continuar fortaleciendo los vínculos de amistad que la Iglesia católica y el Gran Rabinado se han forjado diligentemente en las últimas décadas. Vuestras visitas al Vaticano, en 2003 y 2005, son un signo de la buena voluntad que caracteriza el desarrollo de nuestras relaciones.

Distinguidos rabinos, correspondo expresando mi propio respeto y estima por vosotros y vuestras comunidades. Os garantizo mi deseo de profundizar en el entendimiento mutuo y en la cooperación entre la Santa Sede, el Gran Rabinado de Israel y el pueblo judío en todo el mundo.


Desde el inicio de mi pontificado ha sido para mí un motivo de satisfacción el fruto producido por el diálogo que tiene lugar entre la delegación de la comisión de la Santa Sede para las Relaciones Religiosas con los judíos y la delegación del Gran Rabinado de Israel para las Relaciones con la Iglesia católica. Deseo agradecer a los miembros de ambas delegaciones su dedicación y el duro trabajo para implementar esta iniciativa, tan deseada por mi venerado predecesor, el papa Juan Pablo II, como él mismo afirmó en el Gran Jubileo del año 2000.

Nuestro encuentro de hoy es una ocasión muy apropiada para agradecer al Omnipotente las muchas bendiciones que han acompañado el diálogo conducido por la comisión bilateral, y para mirar con esperanza a sus futuras sesiones. La buena voluntad de los delegados para discutir abierta y pacientemente no sólo los puntos de acuerdo, sino también los puntos de discordancia, ha allanado el camino para lograr una colaboración más efectiva en la vida pública. Judíos y cristianos están preocupados por asegurar el respeto por la sacralidad de la vida humana, la centralidad de la familia, una profunda educación de los jóvenes, la libertad de religión y de conciencia para una sociedad sana. Estos temas de diálogo no representan más que la fase inicial de lo que esperamos sea un sólido y progresivo camino hacia una mejor comprensión recíproca.



Una indicación de las posibilidades de esta serie de encuentros se ha visto ya en nuestra preocupación compartida frente al relativismo moral y a las ofensas que produce contra la dignidad de la persona humana. Al afrontar las cuestiones éticas más urgentes de nuestros días, nuestras dos comunidades se encuentran ante el desafío de comprometer a las personas de buena voluntad con el nivel de la razón, presentando al ismo tiempo los fundamentos religiosos que sostienen de la mejor manera los perennes valores morales. Que el diálogo iniciado continúe generando ideas sobre cómo es posible que cristianos y judíos puedan trabajar juntos para elevar la consideración de la sociedad por las contribuciones características de nuestras tradiciones religiosas y éticas. Aquí, en Israel, los cristianos, dado que constituyen solamente una pequeña parte de la población total, valoran de modo particular las oportunidades de diálogo con sus vecinos judíos.


La confianza es, innegablemente, un elemento esencial para un diálogo efectivo. Hoy tengo la oportunidad de repetir que la Iglesia católica está irrevocablemente comprometida en el camino escogido por el Concilio Vaticano II para una auténtica y duradera reconciliación entre cristianos y judíos. Como ha aclarado la declaración Nostra Aetate, la Iglesia sigue valorando el patrimonio espiritual común de cristianos y judíos, y desea una comprensión mutua cada vez más profunda y el respeto a través de los estudios bíblicos y teológicos, así como a través de los diálogos fraternos. ¡Que los siete encuentros de la comisión bilateral que ya han tenido lugar entre la Santa Sede y el Gran Rabinado sean una prueba de ello! Expreso mi reconocimiento por vuestra afirmación recíproca de que la amistad entre la Iglesia católica y el Gran Rabinado seguirá creciendo en el respeto y comprensión en el futuro.


Amigos, expreso una vez más mi profundo aprecio por la bienvenida que me habéis dirigido hoy. Confío ne que que nuestra amistad siga sirviendo de ejemplo de confianza en el diálogo para los judíos y cristianos de todo el mundo. Al ver los resultados alcanzados hasta ahora, e inspirándonos en las Sagradas Escrituras, podemos esperar con confianza en una cooperación cada vez más intensa entre nuestras comunidades - junto con todas las personas de buena voluntad - para condenar el odio y la opresión en todo el mundo. Pido a Dios, que escruta nuestros corazones y conoce nuestros pensamientos (Salmo 139, 23), que siga iluminándonos con su sabiduría, y así podamos seguir sus mandamientos de amarlo con todo el corazón, con toda el alma y con todas las fuerzas (cf. Deuteronomio 6,5) y de amar al prójimo como a nosotros mismos (Lv 19,1Cool. ¡Gracias!


[Traducción del original inglés realizada por Jesús Colina

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MensajePublicado: Mar May 12, 2009 2:52 pm    Asunto:
Tema: EL PAPA EN TIERRA SANTA
Responder citando

Hoy a las 11:50 de Jerusalén y 10:50 de Roma, el Papa ha visitado el Santo Cenáculo de Jerusalén junto a los ordinarios (arzobispos, obispos y custodio) de Tierra Santa. Allí ha pronunciado un discurso y a las 12:00 han rezado el Regina Caeli. Este es el discurso pronunciado por el Santo Padre:

Queridos hermanos obispos,

querido padre custodio:

Con gran alegría os saludo, ordinarios de Tierra Santa, en este Cenáculo donde, según la tradición, el Señor abrió su corazón a sus discípulos y celebró el Misterio Pascual, y donde el Espíritu Santo el día de Pentecostés inspiró a los primeros discípulos a salir y a predicar la Buena Nueva. Doy las gracias al padre Pizzaballa por sus calurosas palabras de bienvenida que me ha dirigido a nombre de ustedes. Vosotros representáis a las comunidades católicas de la Tierra Santa que, en su fe y devoción, son como las velas encendidas que iluminan los santos lugares cristianos, que recibieron la gracia de la presencia de Jesús, nuestro Señor viviente. Este privilegio particular os da a vosotros y a vuestro pueblo un lugar especial en el afecto de mi corazón como sucesor de Pedro.

"Sabiendo Jesús que había llegado su hora de pasar de este mundo al Padre, habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo" (Juan 13,1). El Cenáculo recuerda la Ultima Cena de nuestro Señor con Pedro y los demás apóstoles e invita a la Iglesia a una orante contemplación. Con este estado de ánimo nos encontramos juntos, el sucesor de Pedro con los sucesores de los apóstoles, en este mismo lugar en el que Jesús reveló en la ofrenda de su cuerpo y de su sangre las nuevas profundidades de la alianza de amor establecida entre Dios y su pueblo. En el Cenáculo el misterio de gracia y de salvación, del que somos destinatarios y también heraldos y ministros, sólo se puede expresar en términos de amor. Dado que Él nos ha amado primero y sigue amándonos, podemos responder con el amor (cf. Deus caritas est, 2). Nuestra vida como cristianos no es simplemente un esfuerzo humano por vivir las exigencias del Evangelio impuestas a nosotros como deberes. La Eucaristía nos introduce en el misterio del amor divino. Nuestras vidas se convierten en una aceptación agradecida, dócil y activa del poder de un amor que se nos ha dado. Este amor transformador, que es gracia y verdad (cf. Juan 1,17), nos invita, como individuos y como comunidad, a superar las tentaciones de replegarnos sobre nosotros mismos en el egoísmo o en la indolencia, en el aislamiento, en el prejuicio o en el miedo, y a entregarnos generosamente en el Señor a los demás. Nos lleva como comunidad cristiana a ser fieles a nuestra misión con franqueza y valentía (cf. Hechos 4,13). En el Buen Pastor, que da su vida por su grey, en el Maestro que lava los pies a sus discípulos, mis queridos hermanos, encontráis el modelo de vuestro ministerio al servicio de nuestro Dios que promueve amor y comunión.

El llamamiento a la comunión de mente y corazón, tan íntimamente unida al mandamiento del amor y al papel central unificador de la Eucaristía en nuestras vidas, tiene una particular importancia en Tierra Santa. Las diferentes Iglesias cristianas que aquí se encuentran representan un rico y variado patrimonio espiritual y son un signo de las múltiples formas de interacción entre el Evangelio y las diversas culturas. Nos recuerdan también que la misión de la Iglesia consiste en predicar el amor universal de Dios y en reunir, de lejos y de cerca, a todos los que Él llama, de manera que, con sus tradiciones y sus talentos, formen una única familia de Dios. Un nuevo impulso espiritual hacia la comunión en la diversidad en la Iglesia católica y una nueva conciencia ecuménica han caracterizado nuestro tiempo, especialmente a partir del Concilio Vaticano II. El Espíritu conduce dulcemente nuestros corazones hacia la humildad y la paz, hacia la aceptación recíproca, la comprensión y la cooperación. Esta disposición interior a la unidad bajo el impulso del Espíritu Santo es decisiva para que los cristianos puedan realizar su misión en el mundo (cf. Juan 17,21).

En la medida en que el don del amor es aceptado y crece en la Iglesia, la presencia cristiana en Tierra Santa y en las regiones vecinas será más vibrante. Esta presencia es de importancia vital para el bien de la sociedad en su conjunto. Las palabras claras de Jesús sobre la íntima unión entre el amor de Dios y el amor al prójimo, sobre la misericordia y sobre la compasión, sobre la humildad, la paz y el perdón son levadura capaz de transformar los corazones y plasmar las acciones. Los cristianos en Oriente Medio, junto a las demás personas de buena voluntad, están contribuyendo, como ciudadanos leales y responsables, a pesar de las dificultades y restricciones, en la promoción y la consolidación de un clima de paz en la diversidad. Quiero repetirles lo que afirmé en mi Mensaje de Navidad del 2006 a los católicos en Oriente Medio: "os manifiesto con afecto mi cercanía personal en la situación de inseguridad humana, de sufrimiento diario, de temor y de esperanza que estáis viviendo. A vuestras comunidades repito, ante todo, las palabras del Redentor: 'No temas, pequeño rebaño, porque a vuestro Padre le ha parecido bien daros a vosotros el Reino' (Lucas 12, 32)".

Queridos hermanos obispos, contad con mi apoyo y aliento al hacer todo lo que podéis para ayudar a nuestros hermanos y hermanas cristianos a permanecer y prosperar aquí, en la tierra de sus antepasados, y ser mensajeros y promotores de paz. Aprecio vuestros esfuerzos por ofrecerles, como a ciudadanos maduros y responsables, asistencia espiritual, valores y principios que les ayuden a desempeñar su papel en la sociedad. Mediante la educación, la preparación profesional y otras iniciativas sociales y económicas su condición podrá ser apoyada y mejorada. Por mi parte, renuevo mi llamamiento a los hermanos y hermanas de todo el mundo a apoyar y recordar en sus oraciones a las comunidades cristianas de Tierra Santa y Oriente Medio. En este contexto, deseo expresar mi consideración por el servicio ofrecido a muchos peregrinos y visitantes que vienen a Tierra Santa en búsqueda de inspiración y renovación siguiendo las huellas de Jesús. La historia del Evangelio, cuando se contempla en su ambiente histórico y geográfico, cobra ¡viveza y riqueza color, y permite lograr una comprensión más clara del significado de las palabras y gestos del Señor. Muchas experiencias memorables de peregrinos de la Tierra Santa han sido posibles gracias a vuestra hospitalidad y guía fraterna, especialmente de los hermanos franciscanos de la Custodia. Por este servicio, quisiera aseguraros el aprecio y la gratitud de la Iglesia universal y expreso el deseo de que, en el futuro, venga aquí de visita un número de peregrinos aún mayor.
Queridos hermanos, al dirigir juntos nuestra gozosa oración a María, Reina del Cielo, encomendemos con confianza en sus manos el bienestar y la renovación espiritual de todos los cristianos en Tierra Santa, de manera que, bajo la guía de sus pastores, puedan crecer en la fe, en la esperanza y en la caridad, y perseveren en su misión de promotores de comunión y de paz.

[Traducción del original inglés realizada por Jesús Colina

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MensajePublicado: Mar May 12, 2009 4:03 pm    Asunto:
Tema: EL PAPA EN TIERRA SANTA
Responder citando

Hoy a las 12:30 de Jerusalén y 11:30 de Roma, el Papa ha visitado la concatedral de los latinos de Jerusalén, donde ha pronunciado este breve discurso:

Beatitud, le doy las gracias por sus palabras de bienvenida. Doy también las gracias al patriarca emérito y les aseguro a ambos mis fraternos augurios y mis oraciones.

Queridos hermanos y hermanas en Cristo: con alegría me reúno con vosotros en esta concatedral, donde la comunidad cristiana de Jerusalén sigue reuniéndose como lo ha hecho desde hace siglos, desde los primeros días de la Iglesia. Aquí, en esta ciudad, Pedro fue el primero en predicar la Buena Nueva de Jesucristo el día de Pentecostés, cuando cerca de tres mil almas se unieron al número de los discípulos. Aquí también los primeros cristianos "acudían asiduamente a la enseñanza de los apóstoles, a la comunión, a la fracción del pan y a las oraciones" (Hechos 2, 42). Desde Jerusalén el Evangelio se difundió "por toda la tierra... hasta los confines del mundo" (Salmo 19,4), y en todo tiempo el esfuerzo de los misioneros del Evangelio ha sido apoyado por la oración de los fieles, reunidos alrededor del altar del Señor, para invocar la fuerza del Espíritu Santo en la obra de la predicación.


Ante todo, las oraciones de quienes tienen la vocación --según las palabras de Santa Teresa de Lisieux-- de ser "el amor profundo en el corazón de la Iglesia" (Carta a la hermana María del Sagrado Corazón) sostienen la obra de evangelización. Deseo expresar mi particular aprecio por el apostolado escondido de las personas de vida contemplativa que están aquí presentes, y agradecerles su generosa dedicación a una vida de oración y de abnegación. Agradezco en particular las oraciones que ofrecéis por mi ministerio universal y os pido que sigáis encomendando al Señor mi servicio al pueblo de Dios en todo el mundo. Con las palabras del salmista también os pido "orad por la paz de Jerusalén" (Salmo 122, 6), orad continuamente por el fin del conflicto que ha traído grandes sufrimientos a los pueblos de esta región. Y ahora os imparto mi bendición.

[Traducción del original inglés realizada por Jesús Colina

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MensajePublicado: Mar May 12, 2009 8:26 pm    Asunto:
Tema: EL PAPA EN TIERRA SANTA
Responder citando

Hoy, a las 16:30 de Jerusalén y 15:30 de Roma, el Papa ha celebrado la Santa Misa en el Valle de Josafat de Jerusalén. Esta es la homilía que allí ha pronunciado:

Queridos hermanos y hermanas en el Señor:

"Cristo ha resucitado, aleluya". Con estas palabras os saludo con gran afecto. Doy las gracias al patriarca Fouad Twal por sus palabras de bienvenida en vuestro nombre, y ante todo, expreso también mi alegría al estar aquí para celebrar esta Eucaristía con vosotros, Iglesia en Jerusalén. Nos hemos reunido aquí bajo el Monte de los Olivos, donde nuestro Señor rezó y sufrió, donde lloró por amor a esta ciudad y a la deseó que pudiera conocer "el camino de la paz" (Cf. Lucas 19, 42), y donde él regresó al Padre, dando su última bendición terrena a sus discípulos y a nosotros. Acojamos hoy esta bendición. Él os la imparte de manera especial a vosotros, queridos hermanos y hermanas, que estáis unidos en una ininterrumpida línea con los primeros discípulos que encontraron al Señor Resucitado al partir el pan, que experimentaron la efusión del Espíritu Santo en el Cenáculo, que fueron convertidos por la predicación de San Pedro y de los demás apóstoles. Saludo también a todos los presentes, y de manera especial a los fieles de la Tierra Santa que por varias razones no han podido estar aquí con nosotros.


Como sucesor de san Pedro, he recorrido sus pasos para proclamar al Señor resucitado entre vosotros, para confirmaros en la fe de vuestros padres e invocar sobre vosotros el consuelo que es el don del Paráclito. Al estar ante vosotros hoy, deseo reconocer las dificultades, la frustración, la pena y el sufrimiento que tantos de vosotros han soportado como consecuencia de los conflictos que han afligido a estas tierras, así como las amargas experiencias de desplazamientos que muchas de sus familias han conocido y --Dios no lo permita-- pueden aún conocer. Deseo que mi presencia aquí sea un signo de que no sois olvidados, de que vuestra perseverante presencia y testimonio son preciosos a los ojos de Dios y son un elemento de futuro para estas tierras. A causa de vuestras profundas raíces en estos lugares, de vuestra antigua y fuerte cultura cristiana y de vuestra perdurable confianza en las promesas de Dios, vosotros, cristianos de Tierra Santa, estáis llamados a ser no sólo un faro de fe para la iglesia universal, sino también levadura de armonía, sabiduría y equilibrio en la vida de una sociedad que tradicionalmente ha sido, y sigue siendo, pluralista, multiétnica y multirreligiosa.

En la segunda lectura de hoy, el apóstol Pablo pide a los Colosenses que "busquen los bienes del Cielo donde Cristo está sentado a la derecha de Dios" (Colosenses 3,1). Estas palabras resuenan con particular fuerza aquí, bajo el Jardín del Getsemaní, donde Jesús aceptó el cáliz del sufrimiento en total obediencia a la voluntad del Padre y, donde según la tradición, ascendió a la derecha del Padre para interceder continuamente por nosotros, miembros de su Cuerpo. San Pablo, el gran heraldo de la esperanza cristiana, experimentó el precio de ésta esperanza, su costo en sufrimiento y persecución por amor al Evangelio, y nunca vaciló en su convicción de que la resurrección de Cristo era el comienzo de la nueva creación. Como él nos dice: "Cuando aparezca Cristo, vida vuestra, entonces también vosotros apareceréis gloriosos con él" (Colosenses 3, 4)!

La exhortación de Pablo de "buscar los bienes del Cielo" debe continuamente resonar en nuestros corazones. Sus palabras nos indican el cumplimiento de la visión de fe en esa celeste Jerusalén donde, en conformidad con las antiguas profecías, Dios enjugará las lágrimas de todos los rostros y preparará un banquete de salvación para todos los pueblos" (Cf. Isaías 25, 6-8; Hechos 21, 2-4).

Esta es la esperanza, esta es la visión que nos lleva a todos los que amamos a esta Jerusalén terrestre a verla como una profecía y una promesa de esa reconciliación universal y de esa paz que Dios desea para toda la familia humana. Tristemente, el hecho de estar bao los muros de esta misma ciudad nos lleva a considerar lo lejos que está nuestro mundo del cumplimiento de aquella profecía y promesa. En esta Ciudad Santa, donde la vida ha vencido a la muerte, donde el Espíritu ha sido infundido como primer fruto de la nueva creación, la esperanza sigue luchando contra la desesperación, la frustración y el cinismo, mientras la paz, que es don y llamamiento de Dios, sigue amenazada por el egoísmo, por el conflicto, por la división y por el peso de las ofensas del pasado. Por esta razón, la comunidad cristiana en esta ciudad, que fue testigo de la resurrección de Cristo y de la efusión del Espíritu, debe hacer todo lo posible por conservar la esperanza entregada por el Evangelio, teniendo en cuenta el precio de la victoria definitiva de Cristo sobre el pecado y sobre la muerte, testimoniando la fuerza del perdón y manifestando la naturaleza más profunda de la Iglesia como signo y sacramento de una humanidad reconciliada, renovada y convertida en una sola cosa en Cristo, el nuevo Adán.

Reunidos bajo los muros de esta ciudad, sagrada para los seguidores de las tres grandes religiones, ¿cómo no dirigir nuestros pensamientos a la universal vocación de Jerusalén? Anunciada por los profetas, esta vocación aparece como un hecho indiscutible, una realidad irrevocable, fundada en la historia compleja de esta ciudad y de su pueblo. Judíos, musulmanes y cristianos consideran esta ciudad como su patria espiritual. ¡Cuánto hay que hacer todavía para convertirla verdaderamente en una "ciudad de la paz" para todos los pueblos, donde todos puedan venir en peregrinación en búsqueda de Dios, y escuchar su voz, "una voz que habla de paz" (cf. Salmo 85,Cool!

Jerusalén en realidad ha sido siempre una ciudad en la cual resuenan lenguas diversas, cuyas piedras son pisadas por pueblos de toda raza y lengua, cuyos muros son símbolo del cuidado providente de Dios para toda la familia humana. Como un microcosmos de nuestro mundo globalizado, esta ciudad, debe vivir su vocación universal, debe ser un lugar que enseñe la universalidad, el respeto por los demás, el diálogo y la mutua compresión; un lugar donde el prejuicio, la ignorancia y el miedo que la alimenta, sean superados por la honestidad, la integridad y la búsqueda de la paz. No debería haber lugar entre estos muros para la mezquindad, la discriminación, la violencia y la injusticia. Los creyentes en un Dios de misericordia --ya sea que se identifiquen como judíos, cristianos o musulmanes--, deben ser los primeros en promover esta cultura de la reconciliación y de la paz, por más lento que sea el proceso y más agobiante el peso de los recuerdos pasados.

Quisiera aquí referirme directamente a la trágica realidad --que no puede nunca dejar de ser fuente de preocupaciones para todos aquellos que aman esta ciudad y esta tierra-- de la partida en los tiempos recientes de numerosos miembros de la comunidad cristiana. Si bien hay razones comprensibles que llevan a muchos, especialmente jóvenes, a emigrar, esta decisión trae consigo como consecuencia un gran empobrecimiento cultural y espiritual de la ciudad. Deseo hoy repetir lo que he dicho en otras ocasiones: ¡en Tierra Santa hay lugar para todos! Mientras exhorto a las autoridades a respetar y apoyar aquí la presencia cristiana, deseo al mismo tiempo asegurarles la solidaridad, el amor y el apoyo de toda la Iglesia y de la Santa Sede.

Queridos amigos, en el Evangelio que acabamos de escuchar, san Pedro y san Juan corren a la tumba vacía, y Juan nos ha dicho que "vio y creyó" (Juan 20,Cool. Aquí en tierra Santa, con los ojos de la fe, vosotros junto a los peregrinos de todas partes del mundo que llenan las iglesias y los santuarios, sois bendecidos al ver los lugares santificados por la presencia de Cristo, por su ministerio terreno, por su pasión, muerte y resurrección y por el don de su Santo Espíritu. Aquí como al apóstol Tomás, tenéis la oportunidad de "tocar" las realidades históricas que se encuentran en el fundamento de nuestra confesión de fe en el Hijo de Dios. Mi oración por vosotros hoy es que sigáis, día a día, "viendo y creyendo" en los signos de la providencia de Dios y en su inagotable misericordia, "escuchando" con renovada fe y esperanza las consoladoras palabras de la predicación apostólica, y "tocando" los manantiales de la gracia de los sacramentos y encarnando ante los demás la promesa de nuevos inicios, la libertad nacida del perdón, la luz interior y la paz que pueden traer salvación y esperanza incluso en las realidades humanas más oscuras.


En la iglesia del Santo Sepulcro, los peregrinos de cada siglo han venerado la piedra que, según la tradición, estaba ante la entrada de la tumba en la mañana de la resurrección de Cristo. Volvamos frecuentemente a esta tumba vacía. Reafirmemos allí nuestra fe en la victoria de la vida, y recemos para que toda "piedra pesada", colocada en la puerta de nuestros corazones bloqueando así nuestra completa sumisión al Señor en la fe, la esperanza y el amor, quede destrozada por la fuerza de la luz y de la vida, que resplandeció desde Jerusalén hasta todo el mundo en la mañana de Pascua. ¡Cristo ha resucitado, aleluya! ¡Verdaderamente ha resucitado! ¡Aleluya!

[Traducción del original inglés realizada por Jesús Colina

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MensajePublicado: Jue May 14, 2009 1:41 pm    Asunto:
Tema: EL PAPA EN TIERRA SANTA
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Ayer, a las 09:00 de Jerusalén y 08:00 de Roma el Papa llegó a Belén, ciudad que actualmente se encuentra en territorio palestino. El Papa llegó frente al palacio presidencial de Belén, donde fue recibido por la autoridad palestina. Allí se pasó revista a las tropas y el Santo Padre pronunció este discurso:

Señor presidente,

queridos amigos:

Os saludo a todos de corazón y agradezco calurosamente al señor presidente, Mahmoud Abbas, sus palabras de bienvenida. Mi peregrinación a la tierra de la Biblia no habría estado completa sin una visita a Belén, la Ciudad de David y del nacimiento de Jesucristo. No podría haber venido a Tierra Santa sin aceptar la gentil invitación del presidente Abbas a visitar estos Territorios para saludar a la población palestina. Conozco lo mucho que habéis sufrido y lo que seguís sufriendo a causa de la agitación que ha afligido a esta tierra durante decenas de años. Mi corazón está con las familias que se han quedado sin hogar. Esta tarde, visitaré el Campo de Refugiados Aida para expresar mi solidaridad con la gente que ha perdido tanto. A aquellos de vosotros que lloráis la pérdida de familiares y personas queridas en las hostilidades, particularmente en el reciente conflicto de Gaza, os aseguro mi más profunda compasión y el recuerdo frecuente en la oración. De hecho, os tengo a todos vosotros en mis oraciones diarias e imploro ardientemente al Todopoderoso por la paz, una paz justa y duradera, en los Territorios Palestinos y en toda la región.

Señor presidente, la Santa Sede apoya los derechos de su población a una soberana patria palestina en la tierra de vuestros antepasados, segura y en paz con sus vecinos, en el interior de unas fronteras reconocidas internacionalmente. Incluso si en la actualidad ese objetivo parece lejos de lograrse, le insto, a usted y a toda su población, a mantener viva la llama de la esperanza, esperanza en que puede encontrarse una vía de encuentro entre las legítimas aspiraciones, tanto de los israelíes como de los palestinos, hacia la paz y la estabilidad. En palabras del difunto Papa Juan Pablo II, no puede haber "paz sin justicia ni justicia sin perdón" (Mensaje para la Jornada Mundial de la Paz del año 2002). Imploro a todas las partes implicadas en este largo conflicto que aparten todo rencor y división que puedan quedar todavía en el camino de la reconciliación y lleguen a todos por igual, con generosidad y compasión y sin discriminación. Una coexistencia pacífica entre las poblaciones de Oriente Medio sólo puede conseguirse con un espíritu de cooperación y respeto mutuo, en el que los derechos y la dignidad de todos sean reconocidos y respetados. Os pido a todos vosotros, pido a vuestros líderes, que tomen un compromiso renovado para trabajar por estos objetivos. En particular pido a la comunidad internacional que utilice su influencia a favor de una solución. Creo y confío que, a través de un honesto y constante diálogo, con todo el respeto a las peticiones de justicia, se puede conseguir una paz duradera en estas tierras.

Es mi ardiente esperanza que los graves problemas que afectan a la seguridad en Israel y en los Territorios Palestinos sean pronto lo suficientemente mitigados como para permitir una mayor libertad de movimiento, especialmente respecto a los contactos entre familiares y al acceso a los lugares santos. Los palestinos, como cualquier otro pueblo, tienen un derecho natural a casarse, a formar una familia y a acceder al trabajo, la educación y a la asistencia médica. Rezo también para que, con la ayuda de la comunidad internacional, el trabajo de reconstrucción pueda realizarse rápidamente allí donde casas, escuelas u hospitales han sido dañados o destruidos, especialmente durante el reciente conflicto de Gaza. Esto es esencial para que la población de esta tierra pueda vivir en condiciones que favorezcan la paz duradera y la prosperidad. Una infraestructura estable ofrecerá a vuestros jóvenes mejores oportunidades para adquirir valiosas especialidades y obtener empleos remunerados y les habilitará para ofrecer su aportación en la construcción de la vida de vuestras comunidades. Hago este llamamiento a los muchos jóvenes presentes hoy en los Territorios Palestinos: no permitáis que la pérdida de vidas humanas y la destrucción de las que habéis sido testigos, despierten resentimiento o amargura en vuestros corazones. Tened el coraje de resistir cualquier tentación que sintáis de recurrir a los actos de violencia o de terrorismo. Por el contrario, dejad que lo que habéis experimentado renueve vuestra determinación de construir la paz. Dejaos llenar de este profundo deseo de ofrecer una contribución duradera al futuro de Palestina, para que pueda ocupar el lugar que le corresponde en el escenario mundial. Dejaos inspirar por sentimientos de compasión hacia todos los que sufren, por el celo por la reconciliación y por una firme confianza en la posibilidad de un futuro más luminoso.

Señor presidente, queridos amigos reunidos aquí en Belén, invoco sobre toda la población palestina la bendición y la protección de nuestro Padre celestial, y rezo fervientemente para que se cumpla el canto que los ángeles cantaron en este lugar: "paz en la tierra a todos los hombres de buena voluntad".

Gracias. Y que Dios esté con vosotros.

[Traducción del original inglés realizada por Patricia Navas

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MensajePublicado: Jue May 14, 2009 1:46 pm    Asunto:
Tema: EL PAPA EN TIERRA SANTA
Responder citando

Ayer a las 10:00 de Jerusalén y 09:00 de Roma el Santo Padre celebró la Santa Misa en la Plaza del Pesebre de Belén, frente a la Basílica de la Natividad. Esta es la homilía pronunciada por el Papa:

Queridos hermanos y hermanas en Cristo:

Doy gracias a Dios omnipotente por haberme concedido la gracia de venir a Belén, no sólo para venerar el lugar donde nació Cristo, sino también para estar a vuestro lado, hermanos y hermanas en la fe, en estos Territorios Palestinos. Agradezco al patriarca Fouad Twal los sentimientos que ha expresado en vuestro nombre, y saludo con afecto a los hermanos obispos y a todos los sacerdotes, religiosos y fieles laicos que se empeñan cada día por confirmar a esta Iglesia local en la fe, en la esperanza, en el amor. Mi corazón si dirige de manera especial a los peregrinos provenientes de la martirizada Gaza: os pido que llevéis a vuestras familias y comunidades mi caluroso abrazo, mis condolencias por las pérdidas, las adversidades y los sufrimientos que han tenido que soportar. Os aseguro mi solidaridad en la inmensa obra de reconstrucción que ahora tenéis que afrontar y mis oraciones para que se levante pronto el embargo.

"No temáis, pues os anuncio una gran alegría... os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un salvador" (Lucas 2,10-11). El mensaje de la venida de Cristo, venido del cielo mediante la voz de los ángeles, continúa haciéndose eco en esta ciudad, así como en las familias, en las casas y en las comunidades de todo el mundo. Es una "buena noticia", dijeron los ángeles, "para todo el pueblo". Este mensaje proclama que el Mesías, Hijo de Dios e hijo de David nació "para vosotros": para ti y para mí, y para todos los hombres y mujeres de todo tiempo y lugar. En el plan de Dios, Belén, "la menor entre las familias de Judá" (Miqueas 5,1) se convirtió en un lugar de gloria inmortal: el lugar donde, en la plenitud de los tiempos, Dios eligió hacerse hombre, para terminar el largo reinado del pecado y de la muerte, y para traer vida nueva y abundante a un mundo que se había hecho viejo, cansado, y oprimido por la desesperación.

Para los hombres y mujeres de todo lugar, Belén está asociada a este alegre mensaje del renacimiento, de la renovación, de la luz y de la libertad. Y, sin embargo, aquí, en medio de nosotros, ¡qué lejos parece de la realidad esta magnífica promesa! ¡Qué distante parece ese Reino de amplio dominio y de paz, seguridad, justicia e integridad, que el profeta Isaías había anunciado, según hemos escuchado en la primera lectura (Cf. Isaías 9, 7) y proclamamos como definitivamente establecido con la venida de Jesucristo, Mesías y Rey!


Desde el día de su nacimiento, Jesús fue "un signo de contradicción" (Lucas 2,34) y lo sigue siendo, también hoy. El Señor de los ejércitos, cuyos "orígenes son antiguos, desde tiempos remotos" (Miqueas 5,1), quiso inaugurar su Reino naciendo en esta pequeña ciudad, entrando a nuestro mundo en el silencio y humildad de una gruta, y yaciendo, como un niño necesitado de todo, en un pesebre. Aquí en Belén, en medio de todo tipo de contradicciones, las piedras siguen gritando esta "buena nueva", el mensaje de redención que esta ciudad, por encima de todas las demás, está llamada a proclamar al mundo. Aquí, de hecho, de una manera que supera todas las esperanzas y expectativas humanas, Dios se mostró fiel a sus promesas. En el nacimiento de su Hijo, reveló la venida de un Reino de amor: un amor divino que se abaja para sanarnos y levantarnos; un amor que se revela en la humillación y la debilidad de la Cruz, y que triunfa en la gloriosa resurrección a una nueva vida. Cristo ha traído un Reino que no es de este mundo, sino que es un Reino capaz de cambiar este mundo, pues tiene el poder de cambiar los corazones, de iluminar las mentes y de reforzar la voluntad. Al asumir nuestra carne, con todas sus debilidades, y al transfigurarla con el poder de su Espíritu, Jesús nos llamó a ser testigos de su victoria sobre el pecado y la muerte. El mensaje de Belén nos llama a esto: ¡a ser testigos del triunfo del amor de Dios sobre el odio, el egoísmo, el miedo y el rencor que paralizan las relaciones humanas y crean divisiones entre los hermanos que deberían vivir juntos en unidad, destrucción donde los hombres deberían edificar, desesperación donde la esperanza debería florecer!

"En la esperanza hemos sido salvados", dice el apóstol Pablo (Romanos 8, 24). Sin embargo, afirma con gran realismo que la creación continúa con gemidos de parto, así como nosotros, que hemos recibido las primicias del Espíritu, esperamos pacientemente el cumplimiento de nuestra redención (cf. Romanos 8, 22-24). En la segunda lectura de hoy, Pablo saca una lección de la Encarnación que es particularmente aplicable a los sufrimientos que vosotros, los escogidos por Dios en Belén, están experimentando: "se ha manifestado la gracia de Dios", nos dice, "que nos enseña a que, renunciando a la impiedad y a las pasiones mundanas, vivamos con sensatez, justicia y piedad en el tiempo presente", mientras aguardamos la feliz esperanza, el Salvador Cristo Jesús" (Tito 2,11-13).

¿Acaso no son éstas las virtudes requeridas a hombres y mujeres que viven en la esperanza? En primer lugar, la constante conversión a Cristo, que se refleja no sólo en nuestras acciones sino también en nuestro modo de razonar: la valentía para abandonar maneras de pensamiento, de acción y de reacción, infructuosas y estériles. Asimismo, el cultivo de una mentalidad de paz basada en la justicia, en el respeto de los derechos y los deberes de todos, y el compromiso por colaborar con el bien común. Y también la perseverancia, perseverancia en el bien y en el rechazo del mal. Aquí en Belén una especial perseverancia se pide a los discípulos de Cristo: perseverancia para testimoniar fielmente la gloria de Dios aquí revelada en el nacimiento de su Hijo, la buena nueva de su paz que descendió desde el cielo para morar sobre la tierra.


"No temáis". Este es el mensaje que el sucesor de San Pedro quiere dejaros hoy, haciéndose eco del mensaje de los ángeles y de la consigna que el amado Papa Juan Pablo II os dejó el año del Gran Jubileo del nacimiento de Cristo. Contad con las oraciones y con la solidaridad de vuestros hermanos y hermanas de la Iglesia universal y trabajad, con iniciativas concretas, para consolidar vuestra presencia y ofrecer nuevas posibilidades a cuantos tienen la tentación de partir. Sed un puente de diálogo y de colaboración constructiva en la edificación de una cultura de paz que supere el actual nivel de miedo, de agresión y de frustración. Edificad vuestras Iglesias locales haciendo de ellas laboratorios de diálogo, tolerancia y esperanza, así como de solidaridad y de caridad activa.


Por encima de todo, sed testigos del poder de la vida, la nueva vida que nos ha dado Cristo resucitado, la vida que puede iluminar y transformar incluso las más oscuras y desesperadas situaciones humanas. Esta tierra necesita no sólo nuevas estructuras económicas y comunitarias, sino algo que es más importante, podríamos decirlo así, una nueva infraestructura "espiritual", capaz de galvanizar las energías de todos los hombres y mujeres de buena voluntad en el servicio de la educación, del desarrollo y de la promoción del bien común. Vosotros tenéis los recursos humanos para edificar la cultura de la paz y del respeto recíproco que garantizarán un futuro mejor para sus hijos. Esta es la noble empresa que os espera. ¡No tengáis miedo!

La antigua basílica de la Natividad, que ha experimentado los vientos de la historia y el peso de los siglos, se alza ante nosotros como testimonio de la fe que permanece y triunfa sobre el mundo (cf. 1 Juan 5,4). Ningún visitante de Belén puede dejar de notar que en el curso de los siglos la gran puerta que introduce en la casa de Dios se ha hecho cada vez más pequeña. Recemos hoy para que por la gracia de Dios y nuestro compromiso, la puerta que introduce en el misterio del Dios viviente a los hombres, el templo de nuestra comunión en su amor, y la anticipación de un mundo de perenne paz y alegría, se abra cada vez más ampliamente para acoger a cada corazón humano y renovarlo y transformarlo. De este modo, Belén seguirá haciendo eco al mensaje confiado a los pastores, a nosotros, y a la humanidad: "¡Gloria a Dios en las alturas y paz en la tierra a los hombres que ama el Señor!". Amén.

[Traducción del original inglés realizada por Jesús Colina

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MensajePublicado: Vie May 15, 2009 1:42 pm    Asunto:
Tema: EL PAPA EN TIERRA SANTA
Responder citando

Pongo aquí uno de los discursos que el Santo Padre pronunció el pasado sabado y que todavia no teníamos. Es el discurso que el Papa pronunció en el Memorial de Moisés, en el Monte Nebo:

Padre ministro general;
padre custodio; queridos amigos:

En este santo lugar, consagrado por la memoria de Moisés, os saludo a todos con afecto en nuestro Señor Jesucristo. Agradezco al padre José Rodríguez Carballo sus cordiales palabras de bienvenida. Asimismo, aprovecho la ocasión para renovar mi gratitud, y la de toda la Iglesia, a los Frailes Menores de la Custodia por su presencia secular en estas tierras, por su gozosa fidelidad al carisma de san Francisco, así como por su generosa solicitud por el bienestar espiritual y material de las comunidades cristianas locales y de los innumerables peregrinos que visitan cada año Tierra Santa.

Aquí deseo recordar también, con particular gratitud, al padre Michele Piccirillo, que en paz descanse, el cual dedicó su vida al estudio de las antigüedades cristianas y se encuentra sepultado en este santuario, que amó tan intensamente.

Es apropiado que mi peregrinación comience en este monte, donde Moisés contempló desde lejos la Tierra prometida. El magnífico escenario que se abre desde la explanada de este santuario nos invita a considerar cómo la visión profética abarcaba misteriosamente el gran plan de la salvación que Dios había preparado para su pueblo. Por eso, en el valle del Jordán, que se extiende bajo nosotros, en la plenitud de los tiempos Juan Bautista vino a preparar el camino del Señor. En las aguas del río Jordán Jesús, después de ser bautizado por Juan, fue revelado como Hijo predilecto del Padre y, ungido por el Espíritu Santo, inauguró su ministerio público. También desde el Jordán se difundió el Evangelio, primero mediante la predicación y los milagros de Cristo, y luego, después de su resurrección y de la venida del Espíritu en Pentecostés, fue llevado por sus discípulos hasta los confines de la tierra.

Aquí, en las alturas del monte Nebo, la memoria de Moisés nos invita a "elevar los ojos" para abrazar con gratitud no sólo las grandes hazañas realizadas por Dios en el pasado, sino también para mirar con fe y esperanza al futuro que él nos tiene reservado a nosotros y al mundo entero. Como Moisés, también nosotros hemos sido llamados por nuestro nombre, invitados a emprender un éxodo diario desde el pecado y la esclavitud hacia la vida y la libertad, y se nos da una promesa inquebrantable para orientar nuestro camino.

En las aguas del Bautismo hemos pasado de la esclavitud del pecado a una nueva vida y a una nueva esperanza. En la comunión de la Iglesia, Cuerpo de Cristo, gozamos anticipadamente de la visión de la ciudad celestial, la nueva Jerusalén, en la que Dios será todo en todos. Desde este santo monte Moisés orienta nuestra mirada hacia lo alto, hacia el cumplimiento de todas las promesas de Dios en Cristo.

Moisés contempló desde lejos la Tierra prometida, al final de su peregrinación terrena. Su ejemplo nos recuerda que también nosotros formamos parte de la peregrinación sin tiempo del pueblo de Dios a lo largo de la historia. Siguiendo las huellas de los profetas, de los Apóstoles y de los santos, estamos llamados a caminar con el Señor, a proseguir su misión, a dar testimonio del Evangelio del amor y de la misericordia universales de Dios.

Estamos llamados a acoger la venida del reino de Cristo mediante nuestra caridad, nuestro servicio a los pobres y nuestros esfuerzos por ser levadura de reconciliación, de perdón y de paz en el mundo que nos rodea. Sabemos que, como Moisés, en el arco de nuestra vida no veremos el pleno cumplimiento del plan de Dios; y, sin embargo, confiamos en que, haciendo lo poco que está de nuestra parte, con la fidelidad a la vocación que cada uno ha recibido, contribuiremos a preparar los caminos del Señor y acoger el alba de su Reino. Sabemos que el Dios que reveló su nombre a Moisés como prenda de que estaría siempre con nosotros (cf.Ex 3, 14) nos dará la fuerza para perseverar en gozosa esperanza incluso entre sufrimientos, pruebas y tribulaciones.

Ya desde los primeros tiempos, los cristianos han venido en peregrinación a los lugares vinculados a la historia del pueblo elegido, a los acontecimientos de la vida de Cristo y de la Iglesia naciente. Esta gran tradición, que mi peregrinación quiere continuar y confirmar, se basa en el deseo de ver, tocar y gustar en oración y en contemplación los lugares bendecidos por la presencia física de nuestro Salvador, de su Madre bendita, de los Apóstoles y de los primeros discípulos, que lo vieron resucitado de entre los muertos.

Aquí, siguiendo las huellas de los innumerables peregrinos que nos han precedido a lo largo de los siglos, nos sentimos impulsados a apreciar más plenamente el don de nuestra fe y a crecer en la comunión que trasciende todo límite de lengua, raza y cultura.

La antigua tradición de la peregrinación a los santos lugares nos recuerda, además, el vínculo inseparable que une a la Iglesia con el pueblo judío. Ya desde los inicios, la Iglesia en estas tierras ha conmemorado en su liturgia las grandes figuras de los patriarcas y los profetas, como signo de su profundo aprecio por la unidad de los dos Testamentos. Ojalá que nuestro encuentro de hoy inspire en nosotros un renovado amor al canon de la Sagrada Escritura y el deseo de superar cualquier obstáculo que se interponga a la reconciliación entre cristianos y judíos, en el respeto recíproco y en la cooperación al servicio de la paz a la que nos llama la Palabra de Dios.

Queridos amigos, reunidos en este santo lugar, elevemos los ojos y el corazón al Padre. Mientras nos disponemos a rezar la oración que Jesús nos enseñó, invoquémoslo para que apresure la llegada de su reino, de forma que podamos ver el cumplimiento de su plan de salvación y experimentar, con san Francisco y todos los peregrinos que nos han precedido en el signo de la fe, el don de la paz inefable —pax et bonum— que nos espera en la Jerusalén celestial.



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MensajePublicado: Vie May 15, 2009 1:48 pm    Asunto:
Tema: EL PAPA EN TIERRA SANTA
Responder citando

Aquí está el otro discurso del pasado sabado que no teníamos todavía. Es el discurso que el Papa pronunció al bendecir la primera piedra de la Universidad de Madaba, del Patriarcado Latino de Jerusalén (en Jordania):


Queridos hermanos en el episcopado;
queridos amigos:

Para mí es una gran alegría bendecir la primera piedra de la Universidad de Madaba. Agradezco a Su Beatitud el arzobispo Fouad Twal, patriarca latino de Jerusalén, sus amables palabras de bienvenida. Deseo extender un saludo especial de aprecio a Su Beatitud Michel Sabbah, patriarca emérito, a cuya iniciativa y esfuerzos, juntamente con los del obispo Salim Sayegh, debe tanto esta nueva institución. Saludo también a las autoridades civiles, a los obispos, a los sacerdotes, a los religiosos y a los fieles, así como a todos los que nos acompañan en esta importante ceremonia.

El reino de Jordania con razón ha dado prioridad a la tarea de extender y mejorar la educación. Sé que en esta noble misión su majestad la reina Rania es particularmente activa y su dedicación es motivo de inspiración para muchos. A la vez que aplaudo los esfuerzos de tantas personas de buena voluntad comprometidas en la educación, constato con satisfacción la participación competente y cualificada de las instituciones cristianas, especialmente católicas y ortodoxas, en este esfuerzo global.

Desde esta perspectiva, la Iglesia católica, con el apoyo de las autoridades jordanas, ha buscado promover la educación universitaria en este país y en otras partes. Además, esta iniciativa responde a la demanda de muchas familias que, contentas con la formación recibida en las escuelas gestionadas por autoridades religiosas, desean contar con una opción análoga a nivel universitario.

Felicito a los promotores de esta nueva institución por confiar con valentía en la buena educación como primer paso para el desarrollo personal y para la paz y el progreso en la región. En este contexto la Universidad de Madaba seguramente tendrá presentes tres objetivos importantes. Al desarrollar los talentos y las nobles aptitudes de las sucesivas generaciones de alumnos, los preparará para servir a la comunidad más amplia y elevar su nivel de vida. Transmitiendo el conocimiento e infundiendo en los alumnos el amor a la verdad, promoverá en gran medida su adhesión a los valores sólidos y su libertad personal. Por último, esta misma formación intelectual afinará su espíritu crítico, disipará su ignorancia y sus prejuicios, y les ayudará a romper los hechizos creados por ideologías antiguas y nuevas.

Este proceso tendrá como resultado una universidad que no sólo sea tribuna para consolidar la adhesión a la verdad y a los valores de una cultura determinada, sino también un lugar de entendimiento y de diálogo. Mientras asimilan su herencia cultural, los jóvenes de Jordania y los demás estudiantes de la región podrán adquirir un conocimiento más profundo de las conquistas culturales de la humanidad, se enriquecerán con otros puntos de vista y se formarán en la comprensión, la tolerancia y la paz.

Este tipo de educación "más amplia" es lo que se espera de las instituciones de educación superior y de su contexto cultural, tanto secular como religioso. En realidad, la fe en Dios no suprime la búsqueda de la verdad; al contrario, la estimula. San Pablo exhortaba a los primeros cristianos a abrir su mente a "todo cuanto hay de verdadero, de noble, de justo, de puro, de amable, de honorable, todo cuanto sea virtud y cosa digna de elogio" (Flp 4, Cool.

Desde luego, la religión, como la ciencia y la tecnología, la filosofía y cualquier otra expresión de nuestra búsqueda de la verdad, puede corromperse. La religión se desfigura cuando se la obliga a ponerse al servicio de la ignorancia o del prejuicio, del desprecio, la violencia y el abuso. En este caso no sólo se da una perversión de la religión, sino también una corrupción de la libertad humana, un estrechamiento y oscurecimiento de la mente.

Evidentemente, ese desenlace no es inevitable. No cabe duda de que, cuando promovemos la educación, proclamamos nuestra confianza en el don de la libertad. El corazón humano se puede endurecer por los límites de su ambiente, por intereses y pasiones. Pero toda persona también está llamada a la sabiduría y a la integridad, a la elección más importante y fundamental de todas: la del bien sobre el mal, de la verdad sobre la injusticia, y se la puede ayudar en esa tarea.

La persona genuinamente religiosa percibe la llamada a la integridad moral, dado que al Dios de la verdad, del amor y de la belleza no se le puede servir de ninguna otra manera. La fe madura en Dios sirve en gran medida para guiar la adquisición y la correcta aplicación del conocimiento. La ciencia y la tecnología brindan beneficios extraordinarios a la sociedad y han mejorado mucho la calidad de vida de muchos seres humanos. No cabe duda de que esta es una de las esperanzas de cuantos promueven esta Universidad, cuyo lema es Sapientia et Scientia.

Al mismo tiempo, la ciencia tiene sus límites. No puede dar respuesta a todos los interrogantes que atañen al hombre y su existencia. En realidad, la persona humana, su lugar y su finalidad en el universo, no puede contenerse dentro de los confines de la ciencia. «La naturaleza intelectual de la persona humana se perfecciona y debe perfeccionarse por medio de la sabiduría, que atrae con suavidad la mente del hombre a la búsqueda y al amor de la verdad y el bien» (Gaudium et spes, 15).

El uso del conocimiento científico necesita la luz orientadora de la sabiduría ética. Esa es la sabiduría que ha inspirado el juramento de Hipócrates, la Declaración universal de derechos humanos de 1948, la Convención de Ginebra y otros laudables códigos internacionales de conducta. Por tanto, la sabiduría religiosa y ética, al responder a los interrogantes sobre el sentido y el valor, desempeñan un papel central en la formación profesional. En consecuencia, las universidades donde la búsqueda de la verdad va unida a la búsqueda de lo que hay de bueno y noble prestan un servicio indispensable a la sociedad.

Con estos pensamientos en la mente, animo de modo especial a los estudiantes cristianos de Jordania y de las regiones vecinas a dedicarse con responsabilidad a una adecuada formación profesional y moral. Estáis llamados a ser constructores de una sociedad justa y pacífica, compuesta de personas de diversas tradiciones religiosas y étnicas. Esas realidades —deseo subrayarlo una vez más— no deben llevar a la división, sino a un enriquecimiento mutuo. La misión y la vocación de la Universidad de Madaba es precisamente ayudaros a participar más plenamente en esta noble tarea.

Queridos amigos, quiero renovar mi congratulación al Patriarcado latino de Jerusalén y mi aliento a todos los que han apoyado este proyecto, así como a cuantos ya están comprometidos en el apostolado de la educación en esta nación. Que el Señor os bendiga y sostenga. Oro para que vuestros sueños se hagan pronto realidad, a fin de que podáis ver a generaciones de hombres y mujeres cualificados, tanto cristianos como musulmanes o de otras religiones, ocupar su puesto en la sociedad, dotados de pericia profesional, bien preparados en su campo y educados en los valores de la sabiduría, la integridad, la tolerancia y la paz.

Sobre vosotros, sobre todos vuestros futuros estudiantes, sobre el personal de esta universidad y sobre sus familias invoco las abundantes bendiciones de Dios todopoderoso.

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MensajePublicado: Vie May 15, 2009 1:58 pm    Asunto:
Tema: EL PAPA EN TIERRA SANTA
Responder citando

Ayer el Santo Padre visitó Nazaret. A las 10:00 de Jerusalén y 09:00 de Roma, celebró la Santa Misa en el Monte del Precipicio en el que (según una tradición tardía que no parece muy real, ya que el verdadero monte del precipicio parece ser otro) los judíos intentaron despeñar a Jesús encolerizados, esta es la homilía que allí pronunció:

Queridos hermanos y hermanas

"¡Que la paz de Cristo presida vuestros corazones, pues a ella habéis sido llamados formando un solo Cuerpo! (Colosenses 3, 15). Con estas palabras del apóstol Pablo, saludo a todos con afecto en el Señor. Me alegro de haber venido a Nazaret, lugar bendecido por el misterio de la Anunciación, lugar que contempló los años escondidos del crecimiento de Jesús en sabiduría, edad y gracia (Cf. Lucas 2,52). Agradezco al arzobispo Elias Chacour sus gentiles palabras de bienvenida, y abrazo con el signo de la paz a mis hermanos obispos, sacerdotes, religiosos y todos los fieles de Galilea, que en la diversidad de sus ritos y tradiciones, expresan la universalidad de la Iglesia de Cristo. Deseo dar las gracias en especial a cuantos han hecho posible esta celebración, particularmente a quienes han participado en la planificación y construcción de este nuevo escenario con su espléndido panorama de la ciudad.

Aquí en la ciudad de Jesús, María y José, nos reunimos para destacar la conclusión del Año de la Familia celebrado por la Iglesia en Tierra Santa. Como signo de esperanza para el futuro, bendeciré la primera piedra de un Centro Internacional para la Familia, que será construido en Nazaret. Oremos para que este Centro promueva una sólida vida familiar en esta región, ofrezca apoyo y asistencia a las familias en cualquier lugar y las anime en su insustituible misión en la sociedad.

Esta etapa de mi peregrinación, estoy seguro, llamará la atención de toda la Iglesia hacia esta ciudad de Nazaret. Como dijo el Papa Pablo VI todos necesitamos volver a Nazaret para contemplar siempre de nuevo el silencio y el amor de la Sagrada Familia, modelo de toda vida familiar cristiana. Aquí, tras el ejemplo de María, José y Jesús, podemos apreciar aún más la santidad de la familia que, en el plan de Dios, se basa en la fidelidad para toda la vida de un hombre y una mujer, consagrada por el pacto conyugal y abierta al don de Dios de nuevas vidas. ¡Cuánta necesidad tienen los hombres y mujeres de nuestro tiempo de volver a apropiarse de esta verdad fundamental, que constituye la base de la sociedad y qué importante es el testimonio de parejas casadas para la formación de conciencias maduras y la construcción de la civilización del amor!


En la primera lectura de hoy, tomada del libro del Eclesiástico (3, 3-7.14-17), la palabra de Dios presenta a la familia como la primera escuela de la sabiduría, una escuela que educa a los propios miembros en la práctica de esas virtudes que conducen a la felicidad auténtica y duradera. En el plan de Dios para la familia, el amor del marido y la mujer produce el fruto de nuevas vidas, y encuentra su expresión cotidiana en los esfuerzos amorosos de los padres para asegurar una formación integral humana y espiritual para sus hijos. En la familia cada persona, ya sea el niño más pequeño o el familiar más anciano, es valorada por lo que es en sí misma, y no es vista meramente como un medio para otros fines. Aquí empezamos a atisbar algunos de los papeles esenciales de la familia como primera piedra de la construcción de una sociedad bien ordenada y acogedora. Además alcanzamos a apreciar, dentro de la sociedad en general, el deber del Estado de apoyar a las familias en su misión educadora, de proteger la institución de la familia y sus derechos inherentes, y de asegurar que todas puedan vivir y florecer en condiciones de dignidad.

El apóstol Pablo, escribiendo a los Colosenses, habla instintivamente de la familia cuando busca ilustrar las virtudes que edifican "el único cuerpo" que es la Iglesia. Como "elegidos de Dios, santos y amados", estamos llamados a vivir en armonía y en paz los unos con los otros, mostrando sobre todo magnanimidad y perdón, con el amor como el vínculo más grande de perfección (Cf. Colosenses 3, 12-14). En la alianza conyugal, el amor del hombre y de la mujer es elevado por la gracia hasta convertirse participación y expresión del amor de Cristo y de la Iglesia (Cf. Efesios 5, 32), de modo que la familia, fundada sobre el amor, esta llamada a ser una "iglesia doméstica", un lugar de fe, de oración y de preocupación amorosa por el verdadero y duradero bien de cada uno de sus miembros.


Al reflexionar sobre estas realidades, aquí, en la ciudad de la Anunciación, nuestro pensamiento se dirige naturalmente a María, "llena de gracia", la Madre de la Sagrada Familia y nuestra Madre. Nazaret nos recuerda el deber de reconocer y respetar la dignidad y misión concedidas por Dios a las mujeres, como también sus carismas y talentos particulares. Ya sea como madres de familia, en cuanto presencia vital en las fuerzas laborales y en las instituciones de la sociedad, ya sea en la particular vocación a seguir al Señor mediante los consejos evangélicos de castidad, pobreza y obediencia, las mujeres tienen un papel indispensable en la creación de esa "ecología humana" (Cf. Centesimus annus, 39) de la que nuestro mundo y también esta tierra tienen una necesidad urgente: un ambiente en el que los niños aprendan a amar y querer a los demás, a ser honestos y respetuosos con todos, a practicar las virtudes de la misericordia y del perdón.

En esto, pensamos también en san José, el hombre justo que Dios quiso poner al frente de su casa. Del ejemplo fuerte y paterno de José, Jesús aprendió las virtudes de la piedad masculina, la fidelidad a la palabra dada, la integridad y del trabajo duro. En el carpintero de Nazaret vemos cómo la autoridad puesta al servicio del amor es infinitamente más fecunda que el poder que busca el dominio. ¡Cuánta necesidad tiene nuestro mundo del ejemplo, de la guía y de la silenciosa calma de hombres como José!


Finalmente, al contemplar la Sagrada Familia de Nazaret, dirigimos ahora la mirada al niño Jesús, que en la casa de María y de José creció en sabiduría y conocimiento, hasta el día en el que inició su ministerio público. En esto, quisiera compartir un pensamiento particular con los jóvenes presentes. El Concilio Vaticano II enseña que los niños tienen un papel especial para hacer crecer a sus padres en la santidad (Cf. Gaudium et spes, 4Cool. Les pido que reflexionen sobre ello y dejen que el ejemplo de Jesús les guíe no sólo para demostrar respeto a sus padres, sino también para ayudarles a descubrir con más plenitud el amor que da a nuestra vida el sentido más profundo. En la Sagrada Familia de Nazaret, Jesús enseñó algo a María y a José sobre la grandeza del amor de Dios, su Padre de los Cielos, la fuente última de todo amor, el Padre de quien toda familia en el cielo y en la tierra toma su nombre (Cf. Efesios 3, 14-15).


Queridos amigos, en la oración colecta de la misa de hoy hemos pedido al Padre que "nos ayude a vivir como la Sagrada Familia, unidos en el respeto y en el amor". Renovemos aquí nuestro compromiso de ser levadura de respeto y de amor en el mundo que nos rodea. Este Monte del Precipicio nos recuerda, como lo ha hecho con generaciones de peregrinos, que el mensaje del Señor fue en ocasiones fuente de contradicción y de conflicto con los mismos que le escuchaban. Por desgracia, como sabe el mundo, Nazaret ha experimentado tensiones en los años recientes, que han dañado las relaciones entre las comunidades cristiana y musulmana. Invito a las personas de buena voluntad de ambas comunidades a reparar el daño cometido, y en fidelidad al credo común en un único Dios, Padre de la familia humana, a trabajar para construir puentes y encontrar formas de convivir pacíficamente. ¡Que cada uno rechace el poder destructivo del odio y del prejuicio, que matan al alma humana antes que al cuerpo!

Dejad que concluya con unas palabras de gratitud y alabanza a cuantos se esfuerzan por llevar el amor de Dios a los niños de esta ciudad y por educar a las nuevas generaciones en los caminos de la paz. Pienso de manera especial en los esfuerzos de las iglesias locales, particularmente en sus escuelas y en sus instituciones caritativas, para derribar los muros y para ser terreno fértil de encuentro, de diálogo, de reconciliación y de solidaridad. Aliento a los sacerdotes, a los religiosos, a los catequistas y a los profesores a que se comprometan, junto con los padres y cuantos se dedican al bien de nuestros pequeños, a perseverar por dar testimonio del Evangelio, a tener confianza en el triunfo del bien y de la verdad, y a confiar en que Dios hará crecer toda iniciativa destinada a difundir su Reino de santidad, solidaridad, justicia y paz. Al mismo tiempo reconozco con gratitud la solidaridad que muchos hermanos y hermanas nuestros en todo el mundo expresan hacia los fieles de Tierra Santa, apoyando los loables programas y actividades de la Catholic Near East Welfar Association.


"Hágase en mí según tu palabra" (Lucas 1,3Cool. ¡Qué la virgen de la Anunciación, que con valentía abrió el corazón al misterioso plan de Dios, y se convirtió en Madre de todos los creyentes, nos guíe y nos apoye con su oración! ¡Que obtenga para nosotros y nuestras familias la gracia de abrir los oídos a esta palabra del Señor que tiene el poder de construir (Cf. Hechos 20, 32), que nos inspire decisiones valerosas, y que guíe nuestros pasos por el camino de la paz!

[Traducción del original inglés realizada por Jesús Colina

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MensajePublicado: Vie May 15, 2009 2:01 pm    Asunto:
Tema: EL PAPA EN TIERRA SANTA
Responder citando

Ayer a las 16:30 de Jerusalén y 15:30 de Roma el Papa tuvo un encuentro con los líderes religiosos de Galilea en el Auditorio del Santuario de la Anunciación de Nazaret. Este es el discurso que allí pronunció:

Queridos amigos:

Agradezco las palabras de bienvenida del obispo Giacinto-Boulos Marcuzzo y por su calurosa acogida, saludo cordialmente a los líderes de las diversas comunidades presentes, cristianos musulmanes, judíos, drusos y otras personas religiosas.

Siento como una particular bendición el poder visitar esta ciudad, venerada por los cristianos, como el lugar donde el ángel anunció a la Virgen María que concebiría por obra del Espíritu Santo. Aquí también José, su prometido, vio al ángel en sueños y le fue indicado de llamar al niño "Jesús". Luego de estos maravillosos eventos que acompañaron su nacimiento, el niño fue traído a esta ciudad por José y María donde "crecía y se fortalecía, llenándose de sabiduría; y la gracia de Dios estaba sobre él" (Lucas 2, 40).

La convicción de que el mundo es un don de Dios y que Dios ha entrado en las vicisitudes y en los acontecimientos de la historia humana, es la perspectiva desde la cual los cristianos ven que la creación tiene una razón y un fin. En vez de ser el resultado de un hecho casual, el mundo ha sido querido por Dios, y revela su glorioso esplendor.

En el corazón de toda tradición religiosa se encuentra la convicción de que la paz misma es un don de Dios, aunque no se pueda alcanzar sin el esfuerzo humano. Una paz duradera proviene del reconocimiento de que el mundo no es nuestra propiedad, si no más bien el horizonte en el cual estamos invitados a participar del amor de Dios y a cooperar para guiar el mundo y la historia bajo su inspiración. No podemos hacer con el mundo todo lo que nos place; por el contrario, estamos llamados a conformar nuestras decisiones con las complejas y perceptibles leyes escritas por el Creador en el universo y a modelar nuestras acciones según la bondad divina que penetra el reino de lo creado.

Galilea, una tierra conocida por su heterogeneidad étnica y religiosa, es la casa de un pueblo que conoce bien los esfuerzos necesario para vivir en armónica convivencia. Nuestras diferentes tradiciones religiosas tienen en sí un potencial notable para promover una cultura de la paz, especialmente a través la enseñanza y la predicación de los valores espirituales más profundos de nuestra común humanidad. Moldeando los corazones de los jóvenes, moldeamos el futuro de la humanidad. De buen ánimo los cristianos se unen a los judíos, musulmanes, drusos y personas de otras religiones con el deseo de salvaguardar a los niños del fanatismo y de la violencia, mientras los preparamos a ser los constructores de un mundo mejor.

Queridos amigos míos, sé que acogéis con alegría y con el saludo de la paz a los numerosos peregrinos que llegan a Galilea. Os invito a que sigáis ejerciendo el respeto recíproco mientras os empeñáis por aliviar las tensiones concernientes a los lugares de culto, garantizando así un ambiente sereno para la oración y la meditación, aquí y en toda Galilea. Al representar a diferentes tradiciones religiosas, compartid el deseo común de contribuir a mejorar la sociedad y a testimoniar así los valores religiosos y espirituales que ayuden a sustentar la vida pública. Os aseguro que la Iglesia católica está comprometida en participar en esta noble empresa. Cooperando con hombres y mujeres de buena voluntad, buscará asegurar que la luz de la verdad, de la paz y de la bondad siga resplandeciendo desde Galilea, y guíe a las personas del mundo entero a buscar todo lo que promueve la unidad de la familia humana. ¡Que Dios os bendiga a todos!




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MensajePublicado: Vie May 15, 2009 2:04 pm    Asunto:
Tema: EL PAPA EN TIERRA SANTA
Responder citando

Ayer a las 17:30 de Jerusalén y 16:30 de Roma, y después de visitar en privado la Cripta de la Basílica de la Anunciación de Nazaret, en la que se custodia la casa de María en la que esta recibió en anuncio del ángel, el Santo Padre rezó las Vísperas con los Obispos, sacerdotes, religiosos, religiosas, movimientos eclesiales y agentes de pastoral de Galilea en la Basílica superior de la Anunciación de Nazaret. Esta es la "homilía" que pronunció tras la lectura breve:


Hermanos obispos,

padre custodio,

¡Queridos hermanos y Hermanas en Cristo!

Para mí es fuente de profunda conmoción estar presente con vosotros en el lugar donde la Palabra de Dios se hizo carne y vino a habitar entre nosotros. ¡Qué oportuno es encontrarnos aquí reunidos para cantar la oración de las vísperas de la Iglesia, alabando y dando gracias a Dios por las maravillas que ha hecho por nosotros! Agradezco al arzobispo Sayah por las palabras de bienvenida, y a través de él, saludo a todos los miembros de la comunidad maronita aquí en Tierra Santa. Saludo a los sacerdotes, los religiosos, los miembros de los movimientos eclesiales y los operadores pastorales que han venido de toda Galilea. Una vez más alabo el cuidado demostrado por los hermanos de la Custodia, que en el curso de los siglos han cuidado de los lugares santos como éstos. Saludo al patriarca latino emérito, Su Beatitud Michel Sabbah, que por más de veinte años guió el rebaño en estas tierras. Saludo a los fieles del patriarcado latino y al actual patriarca, Su Beatitud Fouad Twal, así como a los miembros de la comunidad greco-melquita, representada aquí por el arzobispo Elías Chacour. Y en este lugar, donde Jesús mismo creció hasta la madurez y aprendió hebreo, saludo a los cristianos de esa lengua, que son para nosotros un recuerdo de las raíces judías de nuestra fe.

Lo que sucedió aquí en Nazaret, lejos de la mirada del mundo, fue un acto singular de Dios, una potente intervención en la historia a través de la cual, un niño fue concebido para traer la salvación al mundo entero. El prodigio de la Encarnación continúa desafiándonos a abrir nuestra inteligencia a las ilimitadas posibilidades del poder transformador de Dios, de su amor por nosotros, de su deseo de estar en comunión con nosotros. Aquí el eterno Hijo de Dios se convirtió en hombre, e hizo posible para nosotros, sus hermanos y hermanas, el compartir su filiación divina. Aquel movimiento de rebajamiento de un amor que se vació a sí mismo hizo posible el movimiento inverso de exaltación en el cual también nosotros fuimos elevados para compartir la vida misma de Dios (cf. Filipenses 2,6-11).

El Espíritu que "descendió sobre María" (cf. Lucas 1, 35) es el mismo Espíritu que se aleteó sobre las aguas en los albores de la Creación (cf. Génesis 1,2). Esto nos recuerda que la Encarnación fue un nuevo acto creativo. Cuando nuestro Señor Jesucristo fue concebido por obra del Espíritu Santo en el seno virginal de María, Dios se unió con nuestra humanidad creada, entrando en una permanente nueva relación con nosotros e inaugurando la nueva Creación. El relato de la Anunciación ilustra la extraordinaria gentileza de Dios (Cf. Madre Juliana de Norwich, Revelaciones 77-79). Él no se impone a sí mismo, no predetermina sencillamente la parte que María tendrá en su plan de salvación: él busca ante todo su ascenso. En la creación original obviamente no era cuestión que Dios pidiera el consentimiento de sus criaturas, pero en esta nueva Creación él lo pide. María está en el puesto de toda la humanidad. Ella habla por todos nosotros cuando responde a la invitación del ángel. San Bernardo describe cómo toda la corte celestial estuvo esperando con ansiosa impaciencia su palabra de consentimiento gracias a la cual se cumplió la unión nupcial entre Dios y la humanidad. La atención de todos los coros de los ángeles se había reservado para ese momento, en el que tuvo lugar un diálogo que habría dado inicio a un nuevo y definitivo capítulo de la historia del mundo. María dijo: "hágase en mí según tu palabra". Y la Palabra de Dios se hizo carne.

Reflexionar sobre este alegre misterio nos da esperanza, la segura esperanza de que Dios continuará conduciendo nuestra historia, actuando con poder creativo para realizar los objetivos que serían imposibles para el cálculo humano. Esto nos desafía a abrirnos a la acción transformadora del Espíritu Creador que nos hace nuevos, que nos hace una sola cosa con Él y nos llena de su vida. Nos invita, con exquisita gentileza, a consentir que él habite en nosotros, a acoger la Palabra de Dios en nuestros corazones, haciéndonos capaces de responderle con amor, e salir con amor el uno hacia el otro.

En el Estado de Israel y en los Territorios Palestinos los cristianos son una minoría de la población. Tal vez os parezca que vuestra voz cuenta poco. Muchos de vuestros hermanos cristianos han emigrado, con la esperanza de contar en otros lugares mayor seguridad y mejores perspectivas. Vuestra situación nos recuerda la situación de la joven virgen María, que llevó una vida escondida en Nazaret, con pocas cosas del ambiente cotidiano en cuanto a la riqueza y a la influencia mundana. Para citar las palabras de María en su gran himno de alabanza, el Magníficat, Dios ha mirado la humillación de su sierva, ha colmado de bienes a los hambrientos. ¡Saquemos fuerza del cántico de María, que dentro de poco cantaremos en unión con la entera Iglesia de Todo el mundo! ¡Tened el valor de ser fieles a Cristo y permaneced aquí en la tierra que Él santificó con su presencia! Como María, tenéis un papel que desempeñar en el plan divino de la salvación, llevando a Cristo en el mundo, dando testimonio de Él y difundiendo su mensaje de paz y unidad. Por esto, es esencial que estéis unidos entre vosotros, de modo que la Iglesia en la Tierra Santa pueda ser claramente reconocida como "un signo y un instrumento de comunión con Dios y de unidad con todo el género humano" (Lumen gentium, 1). Vuestra unidad en la fe, en la esperanza y en el amor es un fruto del Espíritu Santo que habita en vosotros y os hace capaces de ser instrumentos eficaces de la paz de Dios, ayudándoos a construir una genuina reconciliación entre los diversos pueblos que reconocen a Abraham como su padre en la fe. Pues, como María proclamó gozosamente en su Magníficat, Dios "siempre se acuerda de su misericordia, como había prometido a nuestros padres, a favor de Abraham y de su linaje por los siglos" (Lucas 1, 54-55).

Queridos amigos en Cristo, podéis estar seguros de que continuamente os recuerdo en mi oración, y os pido que hagáis lo mismo por mí. Dirijámonos ahora a nuestro Padre celestial, que en este lugar miró la humildad de su sierva, y cantemos sus alabanzas en unión con la Bienaventurada Virgen María, con los coros de los ángeles y los santos, y con la Iglesia en todo el mundo.



[Traducción del original inglés realizada por Zenit

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