Volver a intentar

[jrlc]

Volver a intentar
Por: Noemí Ramírez

Año nuevo es la época en la que tradicionalmente se acostumbra plantearse nuevas metas o volver a proponerse las que no se han podido alcanzar. Desde bajar de peso hasta ser mejores personas, estudiar más o ser más exitosos. Algunos otros preferimos no proponernos nada, por si acaso; o bien hemos dejado de hacerlo al enfrentarnos con el fracaso. Y es que la principal dificultad con la que solemos encontrarnos es que nos planteamos lo que queremos, pero por lo general no nos damos el tiempo para pensar cómo lo podemos alcanzar.


A veces la rutina nos envuelve, corremos de la casa a la oficina, a la u, al instituto, a soportar lo que nos toca cada día o intentar divertirnos sin importar cómo. Regresamos a la casa cansados… y así pasa un día y otro, ya es viernes otra vez… y lunes… empieza enero y ya es Semana Santa… ¡vaya! –solemos decirnos- el tiempo sí que pasa volando! ¿y los ejercicios que iba a hacer? ¿y el nuevo trabajo? ¿y el tiempo que iba a dedicar a estudiar? ¿y ser feliz? Y al terminar el año, de nuevo el mal sabor de boca de la vida que se escapa entre las manos.


Otras veces, como ya lo mencionaba, preferimos no proponernos nada, eso es más seguro, así no hay decepciones. Dejamos que “la vida elija por nosotros” que nos lleve la corriente… a ver que sale; de este modo la culpa no será nuestra sino del destino, de la vida, de Dios, del vecino de enfrente, de la mala suerte, pero de nosotros ¡no! En algún lugar leí una vez que muchos no hacen nada por temor a equivocarse, pero el peor error es la inactividad.


Y no podemos dejar de mencionar a los que hacen propósitos y ¡sí los cumplen! A ellos mis más sinceras felicitaciones, especialmente cuando no son fines vanos, de esos que media hora después de haberlos alcanzado nos dejan una sensación de vacío y sin sentido.


Pero ¿qué hay detrás de las metas no alcanzadas porque no pusimos los medios necesarios; o lo que es peor, de la falta de metas? Y que conste que no estoy hablando de cualquier metita, hablo de la vida. En ocasiones lo que nos falta es confianza, le tenemos demasiado miedo al fracaso, es demasiado pesado para nuestros hombros y demasiado amargo. Hace poco, observando a algunos niños confirmaba mi sospecha de que no solo se aprende algo de ellos, sino ¡todo! Todo lo que es genuinamente humano. Pero volviendo a lo que decía, al ver a esos niños admiraba cómo se avientan a cualquier cosa, sepan o no sepan, puedan o no. Bien dijo alguien que sabía de lo que hablaba: “les aseguro que si no cambian y se hacen como niños no entrarán en el reino de los cielos” (Mateo 18, 3). Ser como niños… simplemente aventarse… ser más arriesgados… ¡ahí está la clave! ¿y qué pasa si fracasamos? Pienso que deberíamos volver a la vieja práctica, muy popular entre los niños, de volver a intentarlo.


Volver a intentarlo… no es tan fácil como suena y esto lo sé, no porque lo haya visto o porque me lo hayan contado, creo que cada uno de nosotros lo hemos experimentado. Volver a intentarlo… es un camino cuesta arriba y como vamos de regreso, se nos hace más pesado. Volver a intentarlo… con la bofetada fresca en nuestra cara, del fracaso.


¿Y qué es lo que implica ese volver a intentarlo? Volver a intentarlo implica humildad, reconocer nuestras capacidades y limitaciones. Volver a intentarlo implica paciencia, dice el viejo y conocido refrán “Roma no se hizo en un día”. Volver a intentarlo implica tenacidad y decisión: “mejor hoy que mañana” repetía la actriz que representaba a Juana de Arco en una de las películas más controversiales que he visto, pero ha sido una de las frases que me más me han ayudado en esta vida.


Volver a intentarlo implica, sobre todo, CREER. Implica CONFIAR EN NOSOTROS MISMOS Y EN AQUEL QUE SIEMPRE ESTÁ CON NOSOTROS Y NOS AYUDA. Citando otro de los parlamentos de película que me han ayudado más, está aquel del Conde de Montrecristo en el que éste, le dice al abad: “pero, yo no creo en Dios” y el abad le responde: “eso no importa, Él SÍ CREE EN TI”. Tal vez suene sentimentaloide o fumado, pero es real. Yo, que no termino de creerlo, lo compruebo todos los días (aunque casi siempre lo pase inadvertido) por la mañana. Abro los ojos y ¡allí está! Allí está de nuevo el sol… no importa lo que pasó ayer o hace dos horas ¡el sol ha salido de nuevo! ¡he despertado otra vez! Y cada vez que abrimos los ojos en la mañana, Dios vuelve a apostar… ¡apuesta por nosotros! ¡cree en nosotros! A veces, al pensar en esto, sonrío y le digo a Dios que es un ingenuo. Muchos podemos pensar “si de verdad me conociera, no creería tanto” “es más... yo mismo no creo”. Dice otro refrán: “el que no te conozca, que te compre”. Lo cierto es que los ingenuos somos nosotros. Decimos conocernos y muchas veces no sabemos ni lo que nos pasa, por qué nos sentimos así, por qué hicimos esto o aquello… la mayor parte del tiempo ni siquiera sabemos lo que realmente queremos. Pero Dios sí, Él sí lo sabe, no solo por ser Dios y saberlo todo, sino porque como dice el Salmo 139 Él ha sido quien ha formado nuestras entrañas, nos ha tejido en el vientre materno. Él ha estado con nosotros desde siempre y para siempre.


Este año que comienza, hagámonos el propósito fundamental de aprender a confiar más en Él y en nosotros mismos. Y, como más o menos dice una de mis canciones favoritas:

No dejemos que se nos pierda la ilusión, ante un mundo oscuro y gris que se ve sin solución. Ponte en pie y descubrirás que tu vida puede ser respuesta a la humanidad, porque sé: ¡que tu vida es más que el pasado! lo vivido ha quedado atrás. Él te ha esperado y hoy te muestra el camino a empezar.

nidianoemi@gmail.com

Opina de esta columna desde nuestro foro con tan solo un click
_________________