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3. Meditación Martes (La muerte)

 
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Autor Mensaje
MAngeles González
Constante


Registrado: 10 Abr 2008
Mensajes: 851
Ubicación: Edo. de México, México

MensajePublicado: Mar Jun 30, 2009 12:47 pm    Asunto: 3. Meditación Martes (La muerte)
Tema: 3. Meditación Martes (La muerte)
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MARTES

LA MUERTE


La muerte es la separación del alma y del cuerpo, que lleva consigo el tener que alejarnos de las cosas de este mundo.

Tienes que recordar que tu alma deberá separarse de tu cuerpo, pero tú no sabes no dónde, ni cuándo, ni cómo ocurrirá esta separación. No sabes si ocurrirá en la cama, en la calle, en el trabajo o en cualquiera otra parte. Te conviene recordar lo que repetían los antiguos monjes: “Yo he de morir, yo no sé donde. Yo he de morir, yo no sé como. Yo he de morir, yo no sé cuándo. Pero lo que sí sé de cierto es que si muero en pecado grave, me condenaré para siempre”.

La rotura de una vena, un fuerte resfriado, un síncope cardiaco, una trombosis, una fiebre alta, una infección, una caída, un accidente, un terremoto, un rayo, una bala perdida, un derrame cerebral… cualquiera de estas cosas es suficiente para quitarle la vida.

Esto puede suceder dentro de un año, de un mes, de una semana, de una hora, o quizá, apenas terminada esta lectura que estás haciendo.

¿Cuántos se acostaron por la noche gozando de buena salud y fueron encontrados muertos por la mañana? ¿Cuántas victimas de accidentes, que murieron instantáneamente en el sitio y en la hora y de la manera que menos se esperaba? ¿Y a dónde fueron? Jesús dice: “Vengo trayendo conmigo mi recompensa, el salario para cada uno, para darle a cada cual según las obras que haya hecho”. (Ap 22:12)

Si estaban en gracia de Dios, dichosos ellos. Serán eternamente felices. Pero si estaban en pecado grave, se habrán perdido para siempre. “Para los que hacen el bien, habrá gloria, honor y paz. Para los que hacen el mal, sufrimientos y angustias vendrán”. (Rom 2)

Y tú, si tuvieras que morir ahora mismo, ¿Qué sería de tu alma? Ay de ti si no vives preparado para morir y dar cuenta ante el tribunal de Dios. Quien hoy no está preparado para morir bien, corre grave peligro de morir mal.

Por más que no podamos saber el sitio y la hora, es seguro que la muerte llegará. Quiera Dios que tu hora final no te llegue de manera repentina o violenta o imprevista, sino de una manera que te puedas ir preparando, por ejemplo de una enfermedad ordinaria. Pero de todos modos, llegará el momento de pasar a la eternidad.

Ojalá que un sacerdote esté a tu lado encomendando tu alma al creador y rezando por ti después de haberte perdonado tus pecados y haberte dado la Unción de los enfermos.

Que frente a tu cama hayan puesto un crucifijo para que al mirarlo, te animes a sufrir por Él y como Él. Tus familiares te rodearan llorando.

Las ventanas se han cerrado para que no te moleste la luz. Has visto llegar a parientes y amigos que hace mucho no venían. Eso te hace pensar que seguramente ha llegado el momento de la despedida final.

Sentirás mareos en la cabeza y desvanecimientos. La lengua muy seca y la garganta sedienta. El pecho oprimido y respiras con mucha dificultad. Tus pies hinchados, y las manos muy frías. El corazón palpita con mucha dificultad. Los dolores arrecian. La fiebre es tan alta y tan incómoda, que en ninguna posición en la cama te puedes aguantar. Suplicas que te den vuelta para otro lado porque ya no resistes más, pero apenas te han volteado ya vuelves a rogar que te cambien de posición. Tus oídos ya casi no logran escuchar y tus ojos se llena de tinieblas.

De pronto, después de lanzar una mirada de despedida a tus familiares, das un profundo suspiro y quedas muerto.

Vestido con un traje ordinario te colocarán en un ataúd al cual rodearán con unos floreros y unos cirios encendidos. Allí irán a rezar tus amigos, y luego, después de cantarte el funeral en el templo, te colocarán en la fosa de un sepulcro. Los hambrientos gusanos herviran sobre tus carnes que cuidabas tanto, y las cuencas de tus ojos quedarán, ya sin pupilas, cual noche sin estrellas.

Una capa de pus cubrirá todo tu cadáver. Después gusanos y ratas te devorarán y de este cuerpo sólo habrán quedado unos huesos malolientes, cubiertos por el vestido deshecho con el cual te sepultaron.

Abriendo una tumba podrías contemplar que és lo que queda de una persona rica, de un poderoso, de alguien que tenía mucha elegancia, eso quedará de ti.

Todos estos recuerdos son para que vayas preparando tu alma para la hora de tu muerte y no cometas el error de dedicarte únicamente a cuidar este cuerpo que se te va a morir y se te va a podrir.

Los enemigos del alma, para hacerte pecar fácilmente, te hacen olvidar la muerte que te espera, y buscan excusas para las faltas que cometes, y te dirán que tampoco es tan grave esto que haces, esa conversación corrompida que oyes, esas maldades que miras en la televisión o en espectáculos o revistas. Que no es tan necesario ir a la Misa cada domingo, que si todos ven aquella representación, porqué tu no la vas a poder ver… que robarle al que tiene no es pecado… que si lo que haces lo haces por amor ya no tienes culpa, que no es tan obligatorio obedecer o respetar a los mayores, que…

Pero en el momento de la muerte la conciencia te descubrirá la gravedad de todos los pecados te los presentará delante de los ojos, sin excusas y sin mentiras. ¿Y que sentirás entonces si te dedicabas tranquilamente a pecar imaginándote que eso no tenía ninguna importancia?

Pobre de ti, si en el momento de partir para la eternidad te encuentras en enemistad con Dios porque te hallas en pecado grave.

Recuerda que de cómo estés en el momento de morir, dependerá toda tu eternidad.

Al salir de tu alma del cuerpo, al morir, a la luz de los cirios que encenderán junto a tu cadáver, cuantas cosas aparecerán muy distintas ante tus ojos de lo que te parecen ahora.

Dos veces encienden delante de nosotros un cirio: al ser bautizados, para recordarnos que nuestra vida debe brillar con buenos ejemplos ante los demás, cumpliendo siempre los diez mandamientos, y al morir para recordarnos que la luz de Dios ha venido a buscar en nuestra vida qué tanto esmero tuvimos en cumplir sus santos mandatos.

Imagínate que estás en el ataúd, entre aquellos cirios encendidos; y a la luz de esas velas mortuorias, piensa si has cumplido bien el primer mandamiento orando muchas veces cada día y no avergonzándote nunca de ser amigo de Dios. El 2º no pronunciando jamás su santo nombre sin gran respeto. El 3º si no trabajaste más de dos horas cada domingo y no dejaste jamás la Santa Misa, por ninguna excusa grave. El 4º si fuiste hijo respetuoso, cariñoso y obediente. El 5º si no odiaste ni deseaste mal a los demás y no contribuiste nunca a que perdiera la vida alguien aunque fuera antes de nacer. El 6º si no dejaste a tus ojos ver maldades, ni a tus oídos escuchar corrupciones, si evitaste la amistad con personas peligrosas para la virtud; si respetaste tu cuerpo y lo hiciste respetar. El 7º si no robabas, ni hacías trampas ni engañabas en los negocios. El 8º si tus labios no decían mentiras ni tu cerebro las inventaba. Y recordarás también si eras rebelde, o desobediente, si te dejabas llevar por el orgullo o la avaricia, o la envidia, o la gula o la pereza, o el mal genio. Si diste malos ejemplos, si dejaste de hacer el bien que deberías haber hecho.

Dios mío, todo lo veremos claramente en aquel momento en que tenemos que pasar a la eternidad y recibir nuestro destino definitivo para siempre.

¿Te convences de todo esto?¿Has pensado que del modo como te encuentres en aquel momento de muerte dependerá tu destino, para siempre, para siempre? O Paraíso eterno o infierno eterno. O ser siempre feliz o ser siempre desdichado.

O ser siempre hijo de Dios o ser siempre esclavo del demonio. Gozar para siempre con los ángeles en el cielo, o gemir y arder para siempre con los condenados en el infierno.

Toma muy en serio todo esto y piensa bien despacio en lo siguiente: que de una vida llena de buenas obras depende una eternidad de gloria. Por lo cual no dejes para después el convertirte y empezar una vida nueva. Dedícate a preparar una buena confesión, ojalá de toda una vida, y quizás leyendo algún librito que te enseñe a confesarte bien.

Haz un serio propósito de empezar una vida distinta desde hoy. Dile al Señor que le rezas y le vas a seguir rezando por las personas a quienes les guardas alguna antipatía. Trata de ser más amable y colaborar más con todos los que viven en tu casa.

Si hasta ahora has dado malos ejemplos, dedícate de ahora en adelante a llevar una vida tal que los demás, “al ver tu buen ejemplo glorifiquen al Padre Celestial” (Mt 5,16). Esfuérzate por cumplir lo más exactamente tus deberes de cada día, pues “Dios pagará a cada uno según sus obras” (Mt 16,27)

Sabiendo que solamente te llevarás a la eternidad las buenas obras que hayas hecho, haz el serio propósito de no perder jamás el tiempo, de no fallar nunca los domingos a la Santa Misa y de no negar un favor a quién lo necesita, si puedes hacerlo.


Oh Jesús: que cuando mi alma se separe del cuerpo y comparezca ante Ti, Divino Juez, no vayas a decir el “id, malditos”, como dirás a los que mueren en pecado grave, sino que dulce y amablemente me digas el “Venid a gozar del Reino Celestial”, como lo prometiste que dirás a tus amigos.

Jesús, José y María, asistidme en mi última agonía.

Jesús, José y María, expire en vuestros brazos y en paz, el alma mía. Amén.

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MAngeles González
Constante


Registrado: 10 Abr 2008
Mensajes: 851
Ubicación: Edo. de México, México

MensajePublicado: Mar Jun 30, 2009 12:56 pm    Asunto:
Tema: 3. Meditación Martes (La muerte)
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¡Cuántas verdades dice aquí Don Bosco!

Tan sólo pensar en la muerte, y ¿si me llegará repentinamente?, si no tuviera tiempo de hacer una buena confesión?.

Me aterroriza pensar en que si no estoy en gracia, ¿adonde iría mi alma?.

¡Tantas veces le he dado gusto a mi carne!, pero eso ¿de qué me servirá a la hora de la muerte?, de nada; lo que es peor, será la causa de mi perdición.

No quiero ir al infierno, eso lo sé.

Que el Señor me conceda, nos conceda a todos hermanos, la gracia de no morir en pecado grave, que tengamos tiempo, de confesarnos bien antes de morir.

Que sobretodo, hoy, en este instante todos estemos en gracia, para así no tener miedo a la muerte; para que si el Señor decide llamarnos ahora mismo, no haya nada que nos haga merecedores del fuego eterno.

Si estamos en pecado ahora mismo, hemos de ir a buscar reconciliarnos con el Padre Eterno, y tener así, la gracia de una muerte Santa.

Que así sea.

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Marion
Constante


Registrado: 09 Jul 2006
Mensajes: 636

MensajePublicado: Vie Jul 03, 2009 9:20 pm    Asunto:
Tema: 3. Meditación Martes (La muerte)
Responder citando

¡Que hermoso texto!
Gracias Laughing Laughing Laughing Laughing
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MAngeles González
Constante


Registrado: 10 Abr 2008
Mensajes: 851
Ubicación: Edo. de México, México

MensajePublicado: Sab Jul 04, 2009 1:47 pm    Asunto:
Tema: 3. Meditación Martes (La muerte)
Responder citando

Es un placer, hermana. Gracias a tí por leerlo.
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