MAngeles González Constante
Registrado: 10 Abr 2008 Mensajes: 851 Ubicación: Edo. de México, México
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Publicado:
Vie Jul 03, 2009 7:53 pm Asunto:
6. Meditación Viernes (EL PARAÍSO)
Tema: 6. Meditación Viernes (EL PARAÍSO) |
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VIERNES
EL PARAÍSO
Cuanto más grande es el temor que produce el pensar en el infierno, tanto mayor consuelo y alegría se sienten al pensar en el Paraíso que Dios tiene preparado a quienes se esfuerzan por llevar en esta vida una conducta que a El lo deje contento y satisfecho.
Jesús nos prometió: “Me voy a prepararos un sitio, y cuando os haya preparado un sitio, vendré y os llevaré para que donde yo estoy, estéis también vosotros. En la casa de mi Padre en el cielo hay sitio para todos vosotros” (Jn 14,2).
Y nos recomendaba: “Alegraos, porque vuestra gloria será grande en el Reino de los cielos” (Mt 5).
Para hacerte una ligera idea de lo que es el cielo, contempla una noche serena y llena de estrellas. ¡Qué hermoso es el cielo con tanta multitud y variedad de astros! Contempla un atardecer coloreado en los más hermosos árboles, o un amanecer entre cantos de aves, frescura y aguas cristalinas que corren suavemente.
Imagina cuanto de hermosos y deslumbrante pueda encontrarse en el mar, en las montañas, en los valles, en las más modernas ciudades, en los palacios más elegantes de los grandes millonarios…
Añade a todo esto las bebidas exquisitas, las comidas más sabrosas, la música más agradable, una alegría total y duradera. Una salud perfecta, un amar siempre a todos y sentirse amado por todos, especialmente para el buen Dios. Y esto para siempre, para siempre.
El Señor ha prometido: “Vuestra tristeza se convertirá en gozo, nadie os lo quitará” (Jn 16,22).
Cuán deseable y amable es aquel estar donde se goza de todo por toda la eternidad y no se sufre ningún mal. Los que están en el cielo repiten lo que dijo San Pedro en el Tabor: “Señor, que bueno es estar aquí”.
Detente un momento a pensar cuán grande será la alegría que sentirá tu alma al entrar al Paraíso. Saldrán a recibirte, después de Dios, tu Creador, de Cristo tu redentor, la santísima Virgen, los ángeles y muchos santos, especialmente aquellos santos que más honraste en esta vida. Vendrán a saludarte festivos todos aquellos familiares tuyos que se hayan salvado, y tantos amigos buenos y conocidos y las personas que lograste ayudar a salvar con tus palabras y oraciones. ¡Qué grato encuentro será aquel!
Verás extasiado la inmensa y maravillosa belleza de Dios y de sus querubines, ángeles, santos y serafines. San Pablo decía: “Ningún ojo ha visto jamás aquí en la tierra, ningún oído ha escuchado lo que Dios ha preparado para los que lo aman” (1 Cor 2,9)
Oirás el coro inmenso y soberanamente agradable de los millones de ángeles y santos que alaban a su Creador. Te encontrarás con el selecto grupo de los apóstoles, con el inmenso ejército de los mártires que derramaron su sangre por amor de Cristo y con la multitud incontable de santos y santas que prefirieron morir antes que pecar, y en quienes se ha cumplido la profecía de Daniel: “Los que enseñaron a otros a ser buenos, brillarán como estrellas por toda la eternidad” (Dn 12).
Allí encontrarás un enorme grupo simpático de jóvenes con vestiduras blanquísimas y rostros más brillantes que el sol, por haber conservado la santa virtud de la pureza.
Allí se cumple lo que prometió el Señor “Ya no volverán a tener hambre, ni sed, ni frío, y Dios enjugará toda lágrima de sus ojos” (Ap 7,17).
Oh, cuánto gozan los que están en el cielo Siempre alegres. Amando santamente y siendo amados. Sin enfermedades, sin disgustos, ni preocupaciones. Siempre jóvenes. Sin peligro de pecar. Viendo a Dios día por día y gozando de su santísima presencia en compañía de los seres más selectos de todo el universo. ¡Y para siempre!
Recuerda que tu más grande e intensa alegría en el cielo será ver a Dios y amarlo.
“En esto consiste la vida eterna -decía Jesús- en que te conozcan a Ti, oh Padre, y a tu enviado a Jesucristo” (Jn 17,3).
Tu más grande gozo será ver a Dios, amarlo y sentir que Dios te ama intensamente. El será tu consuelo y tu alegría y llenará tu alma de una dicha tan grande como jamás habías imaginado.
El profeta David, pensando en el cielo, exclamaba: “Señor, cuán amables son tus moradas, más prefiero un día en tu casa santa, que mil días en casa de pecadores”.
Así como el sol llena de luz y de vida a toda la tierra, así Dios con su presencia llena de gozo eterno a todos los que viven en el Paraíso y les proporciona inenarrables alegrías.
Y el profeta Isaías dice que en el cielo los ángeles y santos le cantan a Dios diciendo: “Santo, Santo, Santo es el Señor, Dios del Universo. Llenos están el cielo y la tierra de tu gloria” (Is 6,3).
San Pablo nos recuerda: “No hay comparación entre lo poco que tenemos que sufrir en esta tierra, con lo mucho que vamos a gozar en el cielo. Por un poco de penar aquí en la vida recibiremos un premio de gloria incomparable” (Rom 8, 18 ).
Ánimo: ahora tendrás que esforzarte y sufrir y aguantar, como el atleta o el deportista que sube la empinada cuesta. Pero después como a él, te espera la copa del vencedor, la corona del campeón: el premio que te espera en el Paraíso recompensará infinitamente todo lo que hayas hecho y sufrido en la tierra. Qué gran consuelo sentirás cuando al llegar al cielo puedas exclamar con gozo: “Eternamente estaré en tu casa, Señor” (Sal 26).
En el cielo bendecirás para siempre el momento en el que te propusiste dedicarte a luchar decididamente contra el pecado, el día en el que hiciste una buena y santa confesión; las veces que comulgaste con fervor; el valor que tuviste para dejar de tratar con malas amistades, con toda persona que te llevaba a ofender a Dios.
Bendecirás mil veces las limosnas generosas que repartiste entre los templos y los pobres, las oraciones que rezaste mañana, tarde y noche, los buenos libros que leías y repartías, al deber cumplido cada día, el buen trato y amabilidad que supiste repartir entre familiares y compañeros.
Y dirás con gran alegría: ¡Oh Señor: que felices son los que se preocupan por ser tus amigos! Felices en la tierra y felices en el cielo para siempre. Amén.
Oh María, Madre mía, oh consuelo del mortal, amparadme y guiadme a la Patria Celestial. Amén. _________________
"Antes era el hombre el que esperaba a Dios; ahora es Dios quién espera al hombre en la Eucaristía" |
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