Juan Asiduo
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Publicado:
Dom Mar 26, 2006 7:51 pm Asunto:
De la Escuela de Ingeniería al Seminario
Tema: De la Escuela de Ingeniería al Seminario |
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Autor: Guillermo Juan Morado | Fuente: vigometropolitano.com
De la Escuela de Ingeniería al Seminario
Se llaman José Alberto Montes Rajoy y Juan Luis Martínez Diz y están decididos a recibir el diaconado
De la Escuela de Ingeniería al Seminario
El diaconado supone “el último pasito cara a la ordenación sacerdotal. El ver que aquella inquietud veraniega, no es ya sólo un fogonazo espiritual, sino la aceptación por parte de la Iglesia de esa vocación”, comenta Alberto. Juan Luis ve en el diaconado “el paso definitivo, el momento en el que me consagro de por vida al servicio de Cristo”.
El próximo día 25 de marzo, solemnidad de la Anunciación del Señor, dos alumnos del Seminario Mayor de Vigo serán ordenados diáconos por el obispo diocesano, José Diéguez Reboredo, a las 18.30, en la concatedral viguesa de Santa María.
Se llaman José Alberto Montes Rajoy y Juan Luis Martínez Diz. Alberto, de la parroquia de Fátima, en Vigo, nació en 1978 en Ciudad de México, hijo de emigrantes gallegos. Allí cursó hasta tercero de Ingeniería. “Al empezar el cuarto año, a los pocos días, cogí el avión para entrar en el Seminario”, nos comenta. Un retiro espiritual se cruzó en su vida y dejó la Ingeniería, México y a su novia para embarcarse en una nueva ruta que le ha conducido a las puertas del diaconado.
También Juan Luis, un tudense de treinta y tres años, de la parroquia de La Guía, iba para ingeniero. Llegó incluso a titularse como Ingeniero Técnico Industrial. Confiesa haber sentido desde muy joven la inquietud vocacional, pero hubo de vencer las dudas hasta ingresar en el Seminario: “Me decidí a probar. Y de eso ya hace seis años y cada día estoy más convencido de que ser sacerdote es lo más maravilloso del mundo, y es que cuando se ve clara la vocación todo lo demás pierde el gusto”.
Ambos valoran positivamente sus años de formación en el Seminario, una etapa que les ha aportado “ilusión y firmeza en la decisión tomada”, como contesta Alberto. A los dos les ha impactado la figura de Juan Pablo II: “Hasta abril del año pasado - comenta Alberto - era el único Papa que conocí. Gracias a Dios tuve la oportunidad de estar muy cerca de él, en sus dos últimas visitas a México. Dichos encuentros fueron la manifestación de un hombre enamorado y entregado por completo a Dios.
Y más recientemente, la última visita de Juan Pablo II a España, en el Aeródromo de Cuatro Vientos, donde nos ánimo a todos los jóvenes a seguir la invitación que Cristo nos hace”. Juan Luis nos dice: “En las seis ocasiones que tuve la suerte de verlo, me produjo una gran impresión. La primera en 1993, en la Plaza de Colón (¡quién me iba a decir que entraría en el Seminario!), me quedó grabada la sensación que experimenté cuando pasó al lado; pero fue en la beatificación de los pastorcitos de Fátima, a los pies de Nuestra Señora, cuando me tocó el corazón de tal manera que no pude resistir. En fin, Juan Pablo II es una pieza clave en mi vida”.
Los dos seminaristas tienen un alto concepto de las exigencias que comporta ser sacerdote. Para Alberto, la gente espera de los sacerdotes “amor y fidelidad a la vocación recibida”. Juan Luis condensa su opinión al respecto en una frase: “que sean santos”.
La fidelidad en las cosas pequeñas parece ser el camino adecuado para cumplir los compromisos más grandes; entre ellos, la obediencia al Obispo o el celibato: “Un día tras otro con la constancia de lo pequeño, de lo que aparentemente tiene poca importancia, pero que nos capacita para, llegado el momento, superar las duras pruebas”, afirma Juan Luis.
No dudan a la hora de proponer su ideal de vida a otros jóvenes que puedan sentir la misma inquietud que ellos han sentido. Según Juan Luis, “el discernimiento vocacional es de lo más sencillo cuando se tiene buena voluntad. Merece la pena”.
Alberto recomienda a estos jóvenes “que se acerquen a charlar con algún sacerdote, puede ser su párroco, algún sacerdote de su confianza o algún formador del Seminario de Vigo, y ellos seguro que los sabrán aconsejar”.
Se les ve contentos e ilusionados. El diaconado supone “el último pasito cara a la ordenación sacerdotal. El ver que aquella inquietud veraniega, no es ya sólo un fogonazo espiritual, sino la aceptación por parte de la Iglesia de esa vocación”, comenta Alberto. Juan Luis ve en el diaconado “el paso definitivo, el momento en el que me consagro de por vida al servicio de Cristo”.
De manos del Obispo recibirán la ordenación diaconal, sacramento que los configurará con Cristo siervo de todos para el servicio de la Iglesia en el ministerio de la Palabra, del culto divino, la guía pastoral y la caridad. Prometerán obediencia a su Obispo, vivir el celibato y rezar la Liturgia de las Horas. Después de un tiempo de ejercicio del ministerio de diáconos, serán, si todo va bien, ordenados presbíteros para atender, ya como sacerdotes, a los fieles que se les encomienden.
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